Situando la mirada: salud, política y etnografía
Si bien históricamente la antropología ha discutido los cruces entre salud y política1 (Devillard 1990; Menéndez 2018; Morales 2021), la relación entre salud y procesos de disputa política de sujetos subalternizados no ha sido abordada extensamente (Menéndez 2018; Morales 2021). Un punto de partida para aproximarse a la comprensión antropológica de la relación entre prácticas de salud y posturas políticas deviene de los planteamientos de Didier Fassin respecto a la distinción que realiza sobre los valores que justifican el accionar de las distintas entidades políticas (gobiernos, instituciones, organizaciones de ayuda social) de las sociedades contemporáneas.
Fassin (2010) señala que en estas entidades se puede rastrear una razón humanitaria y un discurso de justicia social. La primera refiere a un imperativo moral que apela a una ética de la compasión y que tiene como fundamento el reconocimiento del cuerpo sufriente (derecho a la vida), consideración que permea gran parte de las discusiones políticas contemporáneas de las instituciones y los Gobiernos. En concreto, esta “razón humanitaria”, en términos de Fassin (2010), se transcribe en una intervención de los cuerpos sufrientes a partir de valores que apuntan hacia la imparcialidad y la igualdad de todos los seres humanos (Benoist, Voutira y Piquard 2000).
La segunda, por su parte, corresponde a un imperativo moral sustentado en una ética de la justicia social (derecho a la justicia), que tiene como fin la denuncia de las desigualdades y la defensa de los derechos sociales y económicos (Fassin 2010). Este último posicionamiento ha sido desplazado progresivamente de la discusión de los derechos humanos por la razón humanitaria (Fassin 2010), que considera a esta como el modelo oficial de ayuda social en Occidente (Benoist, Voutira y Piquard 2000; Picas 2001).
Dentro de las formas contemporáneas de ayuda social humanitaria, los voluntariados de las organizaciones no gubernamentales (ONG) son la expresión más característica, los que alcanzan su auge con el retroceso de los Estados de bienestar y el ascenso de los estados neoliberales durante la segunda mitad del siglo XX (Ascoli 1987; Gómez y Mielgo 1989; Picas 2001), en los que los voluntariados de salud tienen gran presencia en distintos países del mundo (Lavadenz 1990). Aunque las ONG se encuentran muy presentes en Latinoamérica, los voluntariados con una perspectiva crítica del capitalismo y con interés en la transformación de las condiciones de desigualdad e injusticia han tenido y siguen teniendo una presencia importante en la región (Muñoz 2010; Thompson y Toro 1999). Así lo comprende María Angélica Illanes (2010), quien da cuenta de numerosas iniciativas de salud con un sentido crítico en Chile, existentes desde mediados del siglo XIX ante la ausencia de un Estado que garantizara el acceso a la atención en salud, y, más adelante, durante el siglo XX, al lograr vincular a grupos marginados al sistema de salud. Esta presencia no desaparece en la dictadura en Chile (1973-1990), sino, más bien, logra convertirse en un símbolo de resistencia (Anigstein et al. 2021).
Por su parte, con el fin de la dictadura (1990), los voluntariados de salud con intenciones transformadoras y discursos críticos -o que perseguían la justicia social-, aunque seguían existiendo, perdieron protagonismo (Illanes 2010), y encontraron un nuevo rol relevante con el advenimiento del “estallido social” en Chile.
La revuelta social iniciada el 18 de octubre de 2019 en Chile, denominada popularmente “estallido social”, trajo consigo, al mismo tiempo, la ruptura de la cotidianidad de la vida de miles de personas que viven en el país (Márquez y Hoppe 2021), así como la presencia protagónica de diversas organizaciones sociales, muchas de las que existían previamente, y varias que hicieron su aparición con la revuelta (Sierralta 2020). De las organizaciones surgidas con el estallido social destacan las brigadas de salud como las colectividades de voluntarias/os encargadas de brindar primeros auxilios y diversos tipos de atención en salud y cuidados a manifestantes y personas afectadas en el contexto de las manifestaciones (Anigstein et al. 2021; Betancur 2021). Cabe destacar que este tipo de organizaciones, si bien son novedosas en Chile, han aparecido en distintos países del mundo en escenarios de revuelta social durante las últimas décadas, particularmente en movilizaciones que cuestionan el neoliberalismo2.
En este artículo me concentro en rescatar la experiencia de una de estas brigadas de salud: la Brigada Cruz Negra. Específicamente, me interesa analizar el devenir de las disputas políticas de las/os brigadistas de la Brigada Cruz Negra por la salud que buscaban brindar frente al escenario de estallido social, y cómo estas disputas pueden ser entendidas a la luz de los planteamientos de Fassin (2010) sobre el humanitarismo y la justicia social. Para este fin, estructuro el presente artículo desde la comprensión temporal de las/os mismas/os brigadistas, a partir de la representación de los procesos sociales que sufrieron como colectivo (Hammersley y Atkinson 1994), y doy cuenta de los distintos periodos de la Brigada Cruz Negra y cómo estos expusieron las disputas entre sus brigadistas, desde mi propia experiencia y la de las/os brigadistas que apoyaban las manifestaciones del estallido social.
Respecto al análisis metodológico, todos los resultados provienen de una aproximación etnográfica desarrollada entre diciembre de 2019 y julio de 2020. A su vez, esta se divide en dos etapas, una primera entre diciembre de 2019 y febrero de 2020, en la que la observación participante, en tanto técnica que permite la recolección de datos a partir de la intromisión del / de la etnógrafo/a en las situaciones ordinarias de los sujetos (Jociles 2018), fue la conductora de la investigación, lo que implicó desempeñarme como brigadista de la misma organización (desde el 10 de diciembre de 2019 hasta el 4 de abril de 2020)3, bajo el consentimiento del grupo otorgado en reuniones oficiales. Y una segunda etapa, ya en contexto de pandemia por la covid-194, que tuvo como columna vertebral a la entrevista etnográfica, entendida como una forma de interacción social que pretende captar la comprensión del mundo de los sujetos con quienes ya existe rapport mediante la conversación distendida (Guber 2005; Taylor y Bogdan 1987), que se llevó a cabo de manera virtual entre mayo y junio de 2020, con brigadistas reconocidos por mí y por otras/os brigadistas como líderes de la Cruz Negra y con quienes establecí un lazo de confianza cuando me desempeñaba como una/o de ellas/os.
Sobre la observación participante se realizaron veintiocho acercamientos al campo de acción y significado de los sujetos, en mi calidad de brigadista; mientras que se desarrollaron doce entrevistas etnográficas, realizadas a diez brigadistas, entre las/os que se encontraban estudiantes, trabajadoras/es y profesionales de la salud, así como estudiantes, trabajadoras/es y profesionales extraños al mundo de la salud, todas/os con un posicionamiento a favor del estallido social y activas/os en el proceso de “politización” de la Cruz Negra, debido a que las/os brigadistas defensores de una perspectiva neutral abandonaron el colectivo o se tornaron a favor de la primera postura. Con todas/os las/os entrevistadas/os se registró un consentimiento informado en la grabación de las entrevistas, en el que se acordó, entre otras cosas, la identificación de cada una/o (algunas/os optaron por pseudónimos y otras/os por usar sus nombres). Cabe destacar también que las entrevistas componen la mayoría de los datos presentados en las siguientes páginas.
Por otra parte, la etnografía es comprendida en este artículo como el posicionamiento intelectual y corporal (Ortner 2018) que permitió construir conocimiento antropológico al relevar las representaciones y prácticas de las/os brigadistas desde los tiempos y espacios habitados por estas/os. El estudio fue conducido por la codificación de análisis del marco (técnica de codificación en la que esta es guiada por conceptos centrales elaborados en análisis previos) (Gibbs 2012), lo que ayudó a organizar la información en torno a conceptos centrales en mi experiencia en el campo (no sistematizada), y con ellos dirigir la codificación de las notas de campo y las transcripciones de las entrevistas. Estos conceptos son: calle, primeros auxilios, comisiones y postura política, los que permitirán analizar el devenir de las posturas políticas respecto a la salud por parte de las/os brigadistas de la Brigada Cruz Negra, considerando un relato diacrónico que va desde octubre de 2019 a marzo de 2020, desde mi propia experiencia y las experiencias narradas por brigadistas a favor de las manifestaciones, quienes pasaron a encarnar el discurso oficial del colectivo.
Posicionamientos diferenciados
La calle y el despertar del pueblo
Aunque el estallido social inició el 18 de octubre de 2019, las revueltas sociales han sido una constante en Chile y en diversos países de Latinoamérica5 durante el siglo XXI (Márquez y Hoppe 2021; Rivera-Aguilera, Imas y Jiménez-Díaz 2021). Al respecto, Garretón (2018), Rivera-Aguilera, Imas y Jiménez-Díaz (2021) y Salazar (2012) reconocen al movimiento estudiantil de 2006 como el responsable de reconsiderar las movilizaciones como una vía plausible de la demanda por la transformación social en Chile. Estas movilizaciones cobrarían más protagonismo en el país, con el surgimiento de numerosas organizaciones con proyección política que verían en las calles un espacio en y desde el que plantear sus demandas, distanciándose de la política institucional (Garretón 2018). Así, en 2019, con un nuevo Gobierno del empresario de derecha Sebastián Piñera, y frente a un panorama regional y mundial de “derechización de los sentidos comunes, cotidianidades y las estrategias políticas” (Restrepo 2020, 161), se hizo presente el estallido social.
El estallido, si bien inició en Santiago -la capital de Chile- a partir del anuncio del alza del pasaje del metro en 30 CLP el 1.º de octubre (Márquez 2021; Sierralta 2020), tras el 18 del mismo mes se expresó en las grandes ciudades del país, y desembocó en una agitación social sin precedentes en la historia de Chile -en tanto cantidad sostenida de manifestantes en un periodo de tiempo sostenido- (Rivera-Aguilera, Imas y Jiménez-Díaz 2021). Así, lo que inició como el descontento con la problemática del transporte pasó a convertirse en un cuestionamiento generalizado con las condiciones de vida que traía el neoliberalismo (Márquez 2021; Márquez y Hoppe 2021; Rivera-Aguilera, Imas y Jiménez-Díaz 2021) instaurado en la dictadura6. Las movilizaciones del estallido social que duraron aproximadamente cinco meses (Márquez 2021; Márquez y Hoppe 2021), dejaron un saldo oficial de 3 702 personas heridas a marzo de 2020 (INDH 2020) y 5 558 denuncias por violaciones a los derechos humanos a enero de 20207 (“Chile de pie” 2020; “Fiscalía informa” 2020), según los informes del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) y la Fiscalía. Este panorama de violencia estatal que excedió los márgenes de lo legal (Sierralta 2020) fue la tónica en todas las regiones del país, y lo que hizo surgir a numerosas organizaciones que buscaban resguardar y cuidar a las personas en contexto de manifestación (Sierralta 2020). Una de esas organizaciones fue la Brigada Cruz Negra, nacida el 19 de octubre de 2019 en Temuco.
Temuco es una ciudad del sur de Chile, capital de la IX Región de la Araucanía, de 282 415 habitantes (INE 2017). Su fundación ocurre en 1881 tras el fin de la “Ocupación de la Araucanía” (Memoria Chilena 2018), una expansión territorial del Estado chileno sobre el territorio mapuche del lado oeste de la cordillera de los Andes, que provocó el despojo de estos8 (Rivera 2021). Las manifestaciones en esta ciudad solían iniciar alrededor de las 5 o 6 p. m., en las que cientos o miles de personas se juntaban en puntos preestablecidos de la ciudad -casi siempre plazas públicas- y comenzaban a recorrer distintas calles céntricas, hasta finalizar después de las 8 p. m. con una nueva concentración de personas (Betancur 2021). Generalmente, cuando se producía esta nueva concentración, las Fuerzas Especiales de Carabineros de Chile (policía nacional) comenzaban a dispersar y reprimir directamente la manifestación mediante el uso de gases lacrimógenos, carros lanza agua, disparos de perdigones, golpes con lumas y la persecución para tomar detenidas/os a manifestantes (Betancur 2021). El resultado de esta represión eran decenas de detenidas/os y heridas/os y afectadas/os emocionalmente, que podían sufrir de lesiones oculares, remisión a urgencias médicas e incluso morir (Betancur 2021).
En este panorama, las/os futuras/os brigadistas de la Brigada Cruz Negra salen a las calles a manifestarse y se percatan de la exposición de las/os manifestantes pese a la violencia y el peligro de las manifestaciones. Así lo presentan en los relatos:
Yo salía casi todos los días […]. Ahí me tocó ver gente que tenía un ojo menos, gente que estaba muy mal y que seguía manifestándose. Eso hacía ver que había gente que sí quería dar “garra” [valentía, entereza], que quería estar ahí presente en las movilizaciones y protestas. (Jose, brigadista Cruz Negra, entrevista con el autor, 9 de julio de 2020)
Yo no me siento representada por nadie [de las/os políticas/os], incluso los que están en contra, porque no están dispuestos como la gente que vimos luchando en las calles que dio su vida, dio sus ojos por un cambio. (Alexia, brigadista Cruz Negra, entrevista con el autor, 3 de julio de 2020)
Esta consideración de las/os manifestantes deja entrever el cruce entre cuerpo y sacrificio que realizan las/os futuras/os brigadistas. Siguiendo a Hubert y Mauss (2019), el sacrificio comprende un acto ritual que pretende la consagración de algo/alguien, al permitir el tránsito de lo profano a lo sagrado. En este caso, para las/os brigadistas, las/os manifestantes hacen uso de su cuerpo como objeto a sacrificar para el mantenimiento de las manifestaciones como un medio para lograr cambios sociales para el pueblo que ha sufrido las consecuencias del neoliberalismo (Betancur 2021). El sacrificio se consuma al exponerse al peligro de las manifestaciones y ser potencial víctima de la represión estatal. De esa forma, el cuerpo de las/os manifestantes es considerado no solo un instrumento de lucha, sino la condición de existencia del ser manifestante. Así, en tal situación, ser manifestante equivale a hacer un uso particular del cuerpo, sin que exista la disociación entre el cuerpo y el sujeto (Muñiz 2018), y dando cuenta de que, detrás de cada representación del cuerpo en las sociedades occidentales, existe una representación del ser persona (Le Breton 2018).
La experiencia al salir a la calle y reconocer el sacrificio de las/os manifestantes generó en las/os brigadistas -siguiendo a Durkheim (1982)- una fuerza moral capaz de interiorizar un sentimiento de hermandad y colectividad con las/os manifestantes que las/os obligaba a tomar una postura y aportar a las movilizaciones. El siguiente relato ilustra esto:
No podía echarme para atrás. No puedes “amarillar” [tomar una postura ambigua] cuando está la “embarrada” [desorden] en las calles. Un problema del país es que por muchos años el miedo mantuvo oprimida a la gente. Entonces, si hay gente que está arriesgando todo, no puedes quedarte atrás […]. Veía a nivel nacional mucha gente luchando, dando todo […]. (Christian, brigadista Cruz Negra, entrevista con el autor, 23 de mayo de 2020)
La adopción de este compromiso durante el estallido social por parte de las/os brigadistas y las/os manifestantes es concebido como “despertar”:
El estallido es un despertar colectivo en el que se hicieron presente[s] diferentes demandas desde el pueblo, demandas que venían desde hace mucho tiempo. (Gladys, brigadista Cruz Negra, entrevista con el autor, 4 de mayo de 2020)
Este estallido me abrió los ojos […]. Hizo que la gente fuera un poquito más humana, que nos preocupáramos del que está al lado […]. Uno encontró amistades, encontró familia, cosas que no tenía en su vida anterior a esto, y pudimos visibilizar todas estas carencias que estaban tapadas por el sistema […]. Estábamos todos metidos en lo individual. (Vale, brigadista Cruz Negra, entrevista con el autor, 27 de julio de 2020)
De esa manera, el estallido significa para las/os brigadistas el despertar del pueblo que se manifiesta y exige una vida mejor, despertar que alude a lo colectivo, en el que salir a la calle en contextos de convulsión social provoca el tránsito de un estado a otro, suponiendo, en términos de las propuestas de los estados transitivos de Turner (1988), un rito de pasaje, en tanto salir a la calle permite una nueva forma de ser y estar. En ese sentido, si bien, el estallido social trae consigo la desestructuración de la vida cotidiana en la ciudad (Márquez y Hoppe 2021), en las calles se gestaron lógicas de encuentro que tenían como fin nuevas formas de pensar la vida en sociedad (Betancur 2021; Rivera-Aguilera, Imas y Jiménez-Díaz 2021). Así, las/os brigadistas entrevistadas/os ingresan a la Brigada Cruz Negra como una forma de aportar a la lucha del pueblo que se manifestaba en las calles.
Los primeros auxilios y la neutralidad frente al estallido social
Cuando las/os futuras/os brigadistas entrevistadas/os deciden salir a las calles en contextos de estallido social, la Brigada Cruz Negra ya había aparecido en las manifestaciones, no obstante, aún no tenía nombre fijo, y se denominaba: “brigada primeros auxilios Temuco”, “brigada de enfermería” y “brigada primeros auxilios UFRO”, nombres que permiten dar cuenta de los rasgos distintivos de este primer periodo de la brigada: primeros auxilios, enfermería, Universidad de La Frontera (UFRO). Así, según los relatos, la brigada surge al inicio del estallido social en Temuco como una iniciativa de estudiantes de enfermería y medicina de la UFRO. Estas/os se ubican en la Facultad de Medicina de la UFRO, frente al Hospital Hernán Henríquez Aravena y frente a la Plaza del Hospital, epicentro recurrente de la represión policial y el enfrentamiento de los manifestantes con las fuerzas especiales en las manifestaciones del estallido social, dispuesta a un par de cuadras del centro de Temuco. Dentro de la facultad, la brigada hace uso especialmente del estacionamiento, y dos construcciones: la “casita de salud” y el “edificio SB” (figuras 1 y 2).

Nota: en las figuras 1 y 2 se pueden visualizar, entre otros, los escudos con los que se defendían de los ataques de las fuerzas especiales, así como el símbolo de la Cruz Negra que más adelante adoptarían como símbolo de su identidad colectiva. A su vez, en la imagen de la casita de salud, debajo de la cruz negra del sticker de la ventana aparece la frase “primeros auxilios”.
Fuente: imagen capturada por la Brigada Cruz Negra y publicada en su perfil público de Instagram, con el permiso de las/os brigadistas: https://www.instagram.com/p/B7FBnsWFxcQ/
Figura 1. Casita de salud

Fuente: imagen capturada por la Brigada Cruz Negra y publicada en su perfil público de Instagram, con el permiso de las/os brigadistas: https://www.instagram.com/p/B7FBnsWFxcQ/
Figura 2. Edificio SB
La distribución de roles de esta primera brigada se realiza en función de tiempos y espacios diferenciados. En cuanto a los espacios, un grupo se aboca a atender y resguardar a las/os manifestantes en la calle, mientras que otro concentra sus labores en la facultad. Respecto a los tiempos, se establecen turnos de trabajo de noche y turnos de trabajo de día. Estos roles tenían como fin brindar primeros auxilios a las/os manifestantes:
El primer objetivo fue prestar ayuda de primeros auxilios en salud, que en el fondo surge a partir de la necesidad de apoyar a las personas que estaban en situación más vulnerable frente a la violencia y represión por parte de la policía, de fuerzas especiales, de carabineros y militares en las manifestaciones […]. Ayudar a la gente que estaba gaseada, ayudar a la gente que la había mojado el carro lanza agua, la gente herida por perdigones. (Gladys, brigadista Cruz Negra, entrevista con el autor, 4 de mayo de 2020)
Así, las/os brigadistas comprenden a los primeros auxilios como el enfoque brindado por la primera brigada. A su vez, los primeros auxilios refieren, según las/os propias/os brigadistas a “los primeros cuidados dirigidos a las personas violentadas en contexto de manifestación (manifestantes); una atención in situ e inmediata a las personas heridas, gaseadas, etc.” (diario de campo del autor, 19 de diciembre de 2019). Este énfasis puesto en los primeros auxilios parte de la comprensión de las/os brigadistas de que las/os manifestantes son pacientes y personas heridas, así, consideran su cuerpo únicamente en dimensiones biomédicas. Sobre la comprensión biomédica del cuerpo, Arganis (2007), Ortega (2008) y Salvador (2012) señalan que esta deviene en una visión esencialista de la salud, fundamentada en criterios tecnocientíficos, y desconoce la relación de los cuerpos con los planos emocionales, sociales, territoriales, ambientales, políticos, etc. Esta visión sustenta el modelo hegemónico de salud actual (Arganis 2007; Le Breton 2018), en el que el cuerpo se disocia del sujeto y se convierte en una entidad discreta (Le Breton 2018) que comprende el sufrimiento y el malestar de los sujetos a partir de un lenguaje técnico ajeno a la subjetividad de los mismos cuerpos sufrientes (Ortega 2008).
De esa manera, considerando a los primeros auxilios como el centro de la brigada conducida por brigadistas de enfermería y medicina, se entiende a la primera brigada -siguiendo a Fassin (2004, 310) - como un voluntariado de salud que dirige su accionar a partir una “política de reconocimiento del ser sufriente” -en este caso, del reconocimiento del manifestante como cuerpo herido, gaseado, baleado-. Esta política del reconocimiento, comprendida como biolegitimidad, dice Fassin (2010; 2004), es uno de los principios morales con mayor presencia en las instituciones de las sociedades contemporáneas, y fundamento de la razón humanitaria, que toma peso en escenarios deshumanizantes, en los que el valor de la vida es relativizado por la violencia9.
Desde los relatos, la postura de la primera brigada trae consigo un posicionamiento no crítico de cara al contexto contencioso del país. Así, tras el ingreso a la brigada de personas forasteras a la enfermería y la medicina con el paso de los días (entre estas personas se encuentran las/os brigadistas de los relatos), se comienza a cuestionar la neutralidad de la brigada, señalando la importancia de declarar políticamente su postura frente al contexto de revuelta social:
Tras harta discusión se zanjó tener una posición política, en la que los chiquillos [brigadistas ajenos a enfermería y medicina] decidieron que no querían ser neutrales porque tenían una posición política a favor de las manifestaciones. En cambio los otros [de enfermería y medicina] decían “no sé, nosotros somos agentes de salud no más”, “no hagamos tantas cosas”, “llevémonos bien con las autoridades”. (Leo, brigadista Cruz Negra, entrevista con el autor, 18 de mayo de 2020)
De tal manera, si bien las/os brigadistas entrevistadas/os ingresan a la brigada buscando resguardar la integridad de las/os manifestantes en las calles, el despertar sufrido en estas les hace posicionarse políticamente a favor de las/os manifestantes, y con el paso del tiempo, las/os brigadistas que abogaban por la neutralidad comienzan a cambiar de parecer o a abandonar el colectivo, razón por la que su voz no llega a este artículo.
Disputa
Las comisiones y el cuerpo como posibilidad de resistencia
Así como el ingreso de personas ajenas a enfermería y medicina permitió cuestionar la neutralidad frente al escenario de revuelta social, de la misma forma lograron diversificar la atención brindada por la brigada:
Con el tiempo empezó a ingresar gente de otras carreras, dando otro tipo de aporte. Eso generó que la brigada creciera en su forma de dar ayuda. Ya no era solamente primeros auxilios, también era kine [kinesiología], terapia ocupacional, etc. Por eso creció, por la diversidad de personas que entraron a ayudar. (Coke, brigadista Cruz Negra, entrevista con el autor, 15 de julio de 2020)
Después se amplía el ingreso de gente […]. Fueron llegando más alumnos de terapia, de las distintas carreras, los kine [kinesiólogas/os]. Se fue ampliando la oferta de atención […]. Ya no solo el tema de la enfermería, el tema médico […]. Todo eso fue enriqueciendo la atención en salud. Ya no era solamente curar una herida, era mucho más que eso. (Soraya, brigadista Cruz Negra, entrevista con el autor, 19 de julio de 2020)
De esa forma, comprendo a las/os brigadistas como agentes de salud, en tanto fueron capaces de problematizar lo que se entiende por esta, y modificar sus alcances, construyendo una nueva realidad sanitaria (Fassin 2004) desde el ejercicio de su agencia (Ortner 2018). Tal agencia se expresa en la creación de distintas comisiones a partir de conversaciones de pasillo y discusiones en reuniones/asambleas de la brigada. Estas comisiones correspondieron a grupos de trabajo sobre los que las/os brigadistas concentraron su desempeño. Entre estas destacan las comisiones de atención interna, calle, kinesiología, psicosocial, cocina comunitaria y educación en salud. Cada una abocada a la atención y el resguardo de los manifestantes según las problemáticas reconocidas por las/os brigadistas. Así, la atención interna refiere a la atención médica dentro de la facultad, calle a la atención en primeros auxilios en las calles, kinesiología a la atención kinésico-respiratoria, psicosocial a los primeros auxilios psicológicos y la contención emocional, cocina comunitaria a la gestión alimentaria y educación en salud a la capacitación en primeros auxilios; conocimientos de salud desde una mirada que cuestionaba la crisis social y humanitaria devenida del estallido social, dirigida a manifestantes por medio de distintas agrupaciones comunitarias y territoriales.
En ese sentido, en tanto agentes de salud, las/os brigadistas amplían su concepción y prácticas de salud ancladas en los primeros auxilios y el modelo biomédico (Arganis 2007; Salvador 2012), pasando de una comprensión fisiológica del cuerpo de las/os manifestantes a una consideración que aborda aspectos emocionales, sociales, políticos y territoriales, y que integra saberes obtenidos en su propio desempeño práctico como brigadistas. Este tránsito de una forma de brindar salud a otra da cuenta de la salud como un campo, en palabras de Bourdieu (2002), en la medida en que esta se vuelve un objeto a disputar por distintos agentes, y provoca una “lucha” respecto de quienes se encuentran legitimados para señalar qué es salud, expresándose en distintas comprensiones del cuerpo de las/os manifestantes.
Asimismo, con la formación de las comisiones, las/os brigadistas se fueron acercando a las comisiones que percibían, ellas/os u otras/os brigadistas, que podían aportar más, acorde a sus conocimientos y habilidades:
[Pertenecer a una comisión] dependía de varias cosas. Cuando se proponía hacer una comisión se preguntaba a quién le gustaría participar. Algunos se proponían considerando que tenían más habilidades para trabajar en esa comisión. Pero no era designado. Se escuchaban también propuestas de otros en relación a las habilidades que uno detectara. Por ejemplo, “yo propongo tal persona porque en esta comisión podría tener mejor desempeño por lo que yo he visto, en relación a sus habilidades”. (Gladys, brigadista Cruz Negra, entrevista con el autor, 4 de mayo de 2020)
Este reconocimiento de las habilidades muchas veces dio como resultado la presencia protagónica de estudiantes y profesionales de ciertas disciplinas de la salud en comisiones puntuales. Así, por ejemplo, la comisión de atención interna la integraban mayoritariamente brigadistas del área de la medicina; la comisión psicosocial era conformada casi en su totalidad por brigadistas de terapia ocupacional y psicología; la kinesiología era dirigida principalmente por brigadistas de kinesiología. Por otro lado, aquellas comisiones que no se relacionaban directamente con las distintas ciencias de la salud, eran integradas por personas que se consideraban capacitadas para trabajar desde esa área. De tal forma, se reconocen brigadistas de comisión de cocina comunitaria y de comisión de calle:
La cocina es mi pasión […]. Yo creo que, en la vida, todos tenemos un don y algo por lo que estamos acá, el mío era la cocina. Si sé cocinar, ¿por qué no podía cocinar para el pueblo? […] Entonces yo encontré que mi aporte era la cocina. (Vero, brigadista Cruz Negra, entrevista con el autor, 6 de mayo de 2020)
[Razón por la que se une a comisión calle] Porque sentía que tenía las capacidades de estar en un ambiente muy complejo, muy dinámico. Tomar decisiones muy rápidas, poder correr o velar por cosas urgentes. Siento que yo podía ayudar ahí. (Jose, brigadista Cruz Negra, entrevista con el autor, 9 de julio de 2020)
Aquí se torna relevante la lectura que realiza Menéndez (1984) respecto de los distintos modelos de salud en las sociedades capitalistas. Señala que estos son el Modelo Médico Hegemónico (aproximación biomédica), el Modelo Médico Alternativo Subordinado (aproximación desde los saberes tradicionales no hegemónicos), y el Modelo Médico de Autoatención, que refiere a las prácticas de cuidado autogestionadas a partir de saberes prácticos eficaces derivados de la experiencia y la apropiación del modelo tradicional y hegemónico. Con la llegada de nuevas/os brigadistas, el modelo de salud perseguido por la brigada pasa de uno hegemónico a uno centrado en la autoatención que integraba saberes hegemónicos (como los primeros auxilios y otros de las ciencias de la salud) con otros emergidos de su propio desempeño y sus trayectorias de vida (cocinar, atender en la calle, etc.).
Por otro lado, de la misma manera en que ser manifestante para las/os brigadistas refiere a un uso particular del cuerpo, ser brigadista, tras la creación de las comisiones, pasa a implicar necesariamente hacer un uso específico de sus cuerpos, considerándose a sí mismos las/os brigadistas sujetos encarnados (Muñiz 2018), en la medida en que cada comisión implicaba un desempeño, habilidades y conocimientos específicos, los que a su vez les permitían llevar a cabo su labor de brindar salud y resguardar a las/os manifestantes, sorteando la violencia estatal.

Nota: en la figura 3 se puede apreciar a un brigadista atendiendo a dos personas afectadas por los gases lacrimógenos lanzados por las Fuerzas Especiales de Carabineros.
Fuente: imagen capturada por la Brigada Cruz Negra y publicada en su perfil público de Instagram, con el permiso de las/os brigadistas: https://www.instagram.com/p/B6eCNkLFOay/
Figura 3. Brigada en acción
De este modo, el cuerpo de las/os brigadistas se convirtió, así como para las/os manifestantes, en la condición de posibilidad para la lucha y la resistencia, posibilitándoles a las/os brigadistas, en términos de Ortega (2008), persistir, absorber y sobrellevar la violencia estatal, brindando cuidados y protección a los manifestantes (figura 3), expresados en la atención en salud y el resguardo frente a la violencia dirigido por un objetivo político. Un fenómeno recurrente en los escenarios de revuelta social en Chile, según observan Márquez y Hoppe (2021) y Rivera-Aguilera, Imas y Jiménez-Díaz (2021), para quienes el cuerpo en estos contextos pasó a materializar la lucha del pueblo y sus reivindicaciones.
La postura política de la Brigada Cruz Negra
El aporte de las/os brigadistas externos a la primera brigada se expresó mucho más allá de la mera crítica a la atención exclusiva en primeros auxilios y la neutralidad frente a la violencia estatal, lo que llegó a conformar representaciones unificadas sobre lo que implicaba su desempeño como brigadistas y su papel como colectivo en las manifestaciones, bajo lo que ellas/os consideraban postura política. La conformación de este posicionamiento fue producto de dos fenómenos: la represión directa de las fuerzas especiales a las/os brigadistas, y la relación que fueron entablando con otros voluntariados de salud.
Si bien la represión de las fuerzas especiales estaba dirigida principalmente a las/os manifestantes, con el paso de las semanas la brigada pasó a ser un objeto a perseguir. Así inició la detención injustificada a brigadistas, la persecución y el asedio alrededor de la Facultad de Medicina, lanzando bombas lacrimógenas, usando el carro lanza agua y rompiendo el portón de entrada para ingresar en varias ocasiones a la facultad. De esa forma, el reconocimiento de la experiencia de la violencia como un hecho compartido por las/os brigadistas pasa a ser un factor que fortaleció la colectividad y conformó una intersubjetividad (Ortega 2008):
Cuando los pacos [carabineros] le sacaron la cresta [golpearon fuertemente] a algunos brigadistas, en la asamblea se habló, “¿qué vamos a hacer? Sacar un comunicado”. Entonces, en la medida que estas problemáticas fueron surgiendo, las personas de la brigada fueron proponiendo cosas y como muchas empezaron a ser comunes, pasaron a ser parte de la identidad de la brigada. (Christian, brigadista Cruz Negra, entrevista con el autor, 23 de mayo de 2020)
Estas conversaciones devinieron después en la creación de la “comisión comunicaciones” que tuvo como fin la presentación de comunicados, tanto escritos como puntos de prensa, que buscaban denunciar el accionar policial y la violencia sufrida tanto por las/os manifestantes como por las/os brigadistas. Así, y retomando el relato, se va construyendo una identidad de la brigada, en la medida en que se va representando y valorando colectivamente una experiencia compartida, interiorizando un sentido de mismidad (Giménez 2002). Esta identidad se desarrolla completamente cuando la brigada se comienza a relacionar con otros voluntariados de salud, reconociéndose a ellas/os mismas/os en relación con otras/os. La relación más importante para comprender la construcción de una identidad del ser brigadista es la que esta desarrolla con la Cruz Roja.

Fuente: imagen capturada por la Brigada Cruz Negra y publicada en su perfil público de Instagram, con el permiso de las/os brigadistas: https://www.instagram.com/p/B6eCNkLFOay/
Figura 4. El escudo y la cruz negra

Fuente: imagen capturada por la Brigada Cruz Negra y publicada en su perfil público de Instagram, con el permiso de las/os brigadistas: https://www.instagram.com/p/B5VszghlPyW/
Figura 5. Logo de la brigada
La Cruz Roja es una organización internacional fundada en el siglo XIX y presente hoy en más de cien países, encargada de “prestar ayuda humanitaria a las personas afectadas por los conflictos y la violencia armada” (CICR 2020). De esa forma, haciéndose presente en contextos de estallido social, la futura Cruz Negra comienza a ser confundida con la Cruz Roja. Confusión que incomoda a las/os brigadistas, ya que, a diferencia de la brigada, la Cruz Roja defiende como principios la neutralidad y la imparcialidad, referidas al no posicionamiento en los conflictos (CICR 2016). Esto hace que la brigada, al mes de haber iniciado la revuelta, adquiera un nombre definitivo: “Brigada Cruz Negra”, en el que “Cruz” alude a la salud y “Negra” al luto por las víctimas del estallido social. De manera que la “Cruz Negra” pasa a sintetizar las representaciones respecto a su desempeño como brigadistas y su posicionamiento como colectivo frente al escenario de revuelta (figuras 4 y 5):
Nos dimos cuenta [de] que era un símbolo potente, que daba a demostrar y transmitía lo que nosotros queríamos transmitir. Se volvió un símbolo de lucha igual, porque uno cuando levanta una bandera, uno siente eso, representa algo. Tú ves la cruz negra en un lugar y tú ya sabes a qué se refiere […]. El cambio de nombre significó esto de identificarnos; […]. La Cruz Negra unió nuestros principios y unió nuestros pensamientos. (Vale, brigadista Cruz Negra, entrevista con el autor, 27 de junio de 2020)
Entonces, autodenominadas/os Brigada Cruz Negra se distinguen de otros voluntariados de salud, no solo la Cruz Roja, sino igualmente otras brigadas de salud surgidas en el estallido social. Así, con el paso de los meses y al iniciar su relación con otras brigadas del país, la Cruz Negra comienza a advertir diferencias y semejanzas con estas:
Creo que en este amplio espectro de las brigadas de salud que se formaron durante el estallido hay un sinfín de diferencias con algunas y muchas similitudes con otras. Hay varias que tenemos una postura política clara; hay varias que también son solamente voluntariado y que atienden al que sea; hay otras que creemos la salud como nuestra forma de manifestarnos; hay otros que no se creen manifestantes. (Jando, brigadista Cruz Negra, entrevista con el autor, 21 de mayo de 2021)
Estas diferencias y semejanzas afinaron la autopercepción de la Brigada Cruz Negra como colectivo, y les permitió discernir entre un tipo de organización y otro, estableciendo una distinción fundamental entre aquellos voluntariados de salud que tienen una postura política unificada y a favor de las/os manifestantes y la lucha del pueblo, y aquellos que no tienen un posicionamiento claro o que abogan por la neutralidad. De esa forma, la brigada cuestiona la perspectiva ascética de las organizaciones humanitarias que defienden la neutralidad, acercándose a lo que Fassin (2010) comprende como justicia social, en tanto cuestionan las razones sociales y económicas del conflicto social. No obstante, ambas posturas no son incompatibles ni hacen referencia a dos perspectivas necesariamente antagónicas, tanto en términos de Fassin (2010) como figura en los relatos. Así, las/os brigadistas reconocen que la Cruz Negra se preocupa tanto por la vida de las/os manifestantes como por las condiciones de desigualdad en las que viven y les llevan a manifestarse:
Eso busca la Brigada: el bienestar de la persona. Si tenemos tantas comisiones es porque estamos intentando abarcar diferentes áreas en el cual el rol de nosotros es acercar esta atención digna, que no está dando el Estado, que no está dando el sistema, a las personas. Y por otro lado, igual tenemos este rol político de luchar por el que no se atreve, el que no puede; de luchar por todas nuestras víctimas del estallido. La Brigada al final es gente que está tratando de resistir junto a la población. (Vale, brigadista Cruz Negra, entrevista con el autor, 27 de junio de 2020)
Vemos también hacer salud, atender a la persona, como una forma de manifestarnos, de tener una posición política, de estar de un lado de este conflicto social, que es del lado de las personas, del lado del pueblo que está exigiendo. (Jando, brigadista Cruz Negra, entrevista con el autor, 21 de mayo de 2020)
De esa forma, la brigada que inicia desde lo que Fassin (2010) comprende como humanitarismo, en tanto defensa por la vida a partir de la compasión por el sufrimiento de los cuerpos violentados en el estallido social, pasa a situarse en medio de un posicionamiento propio de la justicia social y el humanitarismo, defendiendo al mismo tiempo la vida de las/os manifestantes por medio de sus prácticas de salud, pero cuestionando las razones que las/os ponen en peligro y adhiriéndose a sus luchas por medio de su postura política. Esta posición se expresa en la representación y el uso del cuerpo que hacen las/os brigadistas, en los que son al mismo tiempo un lugar que defender de la violencia policial, como el sitio desde el que se gesta la resistencia, construcción que sostiene la identidad colectiva de la Brigada Cruz Negra.
Reflexiones finales
A partir de lo expuesto y discutido en estas páginas, di cuenta de la experiencia de sujetos que hicieron parte de una colectividad nacida en y desde el estallido social en Chile. Estos sujetos, las/os brigadistas de la Brigada Cruz Negra de Temuco, reconociendo el sacrificio (Hubert y Mauss 2019) que realizaban las/os manifestantes en las calles y participando en estas como manifestantes, logran despertar junto al pueblo e ingresar a la Cruz Negra como una forma de aportar en la lucha de este. Al entrar a la brigada se encuentran con una organización que tenía como fin la entrega de primeros auxilios y que no se posicionaba explícitamente frente al escenario de revuelta social. Estas/os nuevas/os brigadistas disputan el rol de la misma organización y el sentido de esta, llevando al colectivo a desplegar una salud que consideraba el cuerpo de las/os manifestantes y de las/os mismas/os brigadistas en dimensiones sociales, emocionales y políticas, así como la posibilidad de levantar demandas y ejercer resistencia, constituyéndose como un lugar que requiere ser resguardado e intervenido, y a una postura política unificada que rechaza la neutralidad y que concibe su propia labor como un acto de manifestación.
Así, la Cruz Negra, en tanto organización que por medio de sus prácticas de salud buscó defender de la violencia a las/os manifestantes y entablar una resistencia por la defensa de la vida de estas/os, abogando por el cambio social, tensiona la dicotomía humanitarismo-justicia social (Fassin 2010), al considerar en su desempeño la vida y el bienestar de las/os manifestantes como algo a defender (biolegitimidad) y, al mismo tiempo, al justificar esta defensa desde un discurso político crítico de los aparatos represivos y en pos de la revuelta social (justicia social). Esta tensión a las categorías de humanitarismo-justicia social es acompañada por el tránsito de la Brigada Cruz Negra desde una perspectiva cartesiana que separa al sujeto del cuerpo (Le Breton 2018), a una perspectiva más holística del cuerpo, lo que va de la mano con el paso del modelo de salud hegemónico a un modelo de salud basado en la autoatención (Menéndez 1984), dando cuenta así de una forma particular de lucha que tiene al cuerpo como posibilidad de resistencia y cambio social, más que un mero terreno de disciplinamiento y control.
A su vez, estos resultados permiten reflexionar y observar desde otras ópticas las revueltas y luchas sociales ocurridas, no solo en Chile, sino también en las realidades latinoamericanas durante los últimos años, las que, mucho más que desorden y caos, pueden convertirse en escenarios catalizadores de solidaridades, y avivar la imaginación respecto a nuevas formas de (con)vivencia. Esto considerando que, frente a escenarios en los que los cuerpos son mancillados, no solo emergen acciones dirigidas por la legitimidad de la vida, sino también los idearios de justicia social (Fassin 2010) y resistencia colectiva, dando cuenta de formas particulares de creatividad social en contextos de violencia.
En este panorama, y teniendo en cuenta la crisis sociosanitaria devenida de la pandemia por la covid-19 (Anigstein et al. 2021), pienso que la etnografía se torna vital para el asimiento de prácticas de solidaridad y resistencia frente a las violencias, en tanto permite acceder a las cotidianidades y situaciones ordinarias de la vida social en contextos extraordinarios, al revelar los modos en que las personas se las arreglan para sortear estas dificultades. De esa forma, las/os antropólogas/os podemos convertirnos en sujetos políticos y resistir junto con los sujetos que estudiamos, en la medida en que, motivados por una “ética de las etnografías del sur” (Márquez 2021, 27), dejamos en evidencia las estructuras de violencias, las resistencias y sus contradicciones, teniendo como horizonte la transformación social y discutiendo, en conjunto con las personas y colectividades que usan su cuerpo como herramienta de lucha, nuevas formas de vivir contemporáneamente en sociedad.