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Colombia Internacional

Print version ISSN 0121-5612

colomb.int.  no.62 Bogotá Jan./June 2005

 

NORBERT ELIAS
y el análisis de las relaciones internacionales

Guillaume Devin1

1 Profesor del Instituto de Estudios Políticos de París. Artículo Publicado en la Revue Française de Science Politique, 1995, 45(2): 305-327.Traducción de Giovanni Molano Cruz, gracias a la amable autorización del autor y los editores de la Revue Française de Science Politique. Con el apoyo del Programa Alban, programa de becas de alto nivel de la Unión Europea para América Latina. Beca No E04D041993CO.

Recibido 31/11/05, aprobado 31/01/06


Una rápida lectura de los principales trabajos de Norbert Elias podría sorprender frente al título de este artículo. Con muy raras excepciones2, el sociólogo alemán nunca aborda directamente las cuestiones llamadas "internacionales", lo cual también probablemente explica que sea tan poco citado en los análisis de relaciones internacionales3. Acostumbrados a la división de las disciplinas universitarias, de buen grado distinguimos el estudio de las relaciones entre sociedades de aquel de las relaciones dentro de las sociedades. Así la obra de Norbert Elias, que rechaza tal división académica, no es clasificable y es comprensible que no cautive espontáneamente a los "internacionalistas". Sin embargo, tal enfoque resulta insatisfactorio. La ambiciosa tentativa de pensar la evolución social en la larga duración supera todas las fronteras e implica completamente los desarrollos de la escena internacional, que no son ni secundarios ni marginales en la obra de Elias. Esos desarrollos están al contrario omnipresentes, aunque no se perciban así porque se confunden con los mecanismos más generales que trabajan el devenir de la Humanidad. Además es en éste nivel donde mejor se aprecia todo el alcance de los trabajos de Elias. Partiendo de un principio fundamental, incluso fundador -la interdependencia-, inscrito en un proceso evolutivo más amplio –la integración-, Elias establece las bases de una sociología de la configuración mundial. Examinar ésta reflexión es el objetivo de las siguientes páginas.

I. Los vínculos de interdependencia

Siendo fieles con el pensamiento de Elias, sin duda es muy discutible comenzar con una disociación de las relaciones de interdependencia de los procesos de integración. Elias no solamente no distingue con claridad estos dos fenómenos sino que con frecuencia los articula4. Pero en ello no hay ninguna negligencia sino más bien una hipótesis del "análisis sociológico evolutivo"5, según el cual existe una dinámica masiva de la evolución social que puede percibirse en los procesos sociales de larga duración. La interdependencia es la expresión cambiante del mundo social; la integración, el proceso que la trabaja y el sentido probable de su orientación. Por supuesto es necesario matizar pero, básicamente, la interdependencia somete la evolución social de las formaciones relacionadas a una "necesidad". La integración no tiene entonces nada que ver con una visión ideal –al mismo tiempo esperada y temida- de algunos desarrollos internacionales. No obstante, de una manera no determinada, la integración esta inscrita en los vínculos de interdependencia. En cierta forma hay una relación de conexión, entre los procesos de independencia e integración, que explica bastante bien que su distinción tenga un interés secundario en los propósitos de Elias. Pero para continuar es útil discutir antes algunos problemas específicos.

A. Un Estado de hecho

El desarrollo de la interdependencia entre los Estados contemporáneos, el fortalecimiento de los "eslabones de la red" en el siglo XX, revela en primer lugar una comprobación6. Los ideólogos del "mundialismo", del "internacionalismo" o del "federalismo" se apropian de dicha comprobación para justificar el buen fundamento de sus compromisos, pero eso es un asunto que Elias pretende mantener radicalmente a distancia. El sociólogo alemán solo quiere atenerse a los hechos. La intención merece ser retenida en un campo donde reina cierto impresionismo. En efecto, si se define la interdependencia con Oran Young como "la medida con la cual los acontecimientos que ocurren en una parte dada o en cierto componente del sistema mundial influencian (físicamente o por la percepción que de él tenemos) los sucesos que ocurren en cada uno de los componentes del sistema"7, la identificación de esos acontecimientos, su frecuencia, su intensidad y su influencia precisa son evaluados frecuentemente de una forma bastante aproximativa. Lo relevante entonces es realizar investigaciones empíricas fundamentales para sacar "la interdependencia" de aquello que aparece finalmente como un lugar común que describe sin explicar.

No se reprochará a Elias el pasar rápidamente estas consideraciones. Su argumento está en otra parte. Pero si tuviéramos que explicar precisamente la especificidad de la interdependencia internacional contemporánea, estaríamos de acuerdo en que los hechos presentados son bastante generales: el desarrollo de los medios de comunicación y el incremento de la movimientos migratorios, es decir, una multiplicación de los contactos provocada principalmente por las mutaciones tecnológicas (y sus efectos perversos: problemas del medio ambiente y riesgos de destrucción masiva). La comprobación, aunque poco satisfactoria, parece bastante atractiva como para no ser compartida por toda la literatura especializada. La emergencia de un "sistema global" no dice nada sobre el nivel de independencia de sus componentes –que estos puedan estar conectados o en relación no significa que lo estén como lo demuestran esos espacios económicamente desiertos que son los países pobres- ni cómo esas relaciones funcionan y con qué efectos.

Otra forma clásica de apreciar la interdependencia internacional contemporánea es subrayar el declive paralelo de las soberanías. Incluso en ello Elias no insiste sino que comparte la observación8. Ahora bien, suponiendo que sea así, el declive de las soberanías de los Estados parece relativamente difícil de evaluar. Algunos autores incluso han argumentado lo contrario: reinterpretado en una perspectiva histórica, el nivel actual de transacciones internacionales no sería tan espectacular y consolidaría más bien las soberanías estatales9. Los Estados del mundo industrial ya no son ciertamente esas entidades territoriales con caparazón cuyas primeras aperturas J. Hertz analizaba en los años cincuenta10. Pero probablemente es demasiado esquemático asimilar su creciente penetración con su declive. En las relaciones complejas que unen los Estados y las firmas multinacionales (FMN), los primeros suelen ofrecer las garantías de estabilidad que atraen a las segundas, jugando así un papel fundamental11.

De manera más general, la cuestión del "aumento de los flujos transnacionales", que vendría a objetar la soberanía de los Estados12, debe ser tomada con prudencia. Sin duda, notamos fenómenos transnacionales, pero ¿en qué medida son en realidad nuevos (las inversiones directas en el extranjero, los flujos migratorios, el crimen organizado, etc)? ¿En qué consiste su influencia real? ¿Cómo definir su "eficacia"? Es sobresaliente la falta de trabajos monográficos que permitan hacerse una idea precisa de estos fenómenos13. Los trabajos sobre algunos movimientos políticos, sindicatos (con la excepción de la vertiente comunista que se derrumbó) o grupos religiosos muestran que el impacto es débil (lo que no quiere decir nulo) y orientado principalmente hacia la legitimación de las unidades que los componen14. Las redes de acción económica (bancos y empresas multinacionales) son probablemente más "penetrantes", pero todavía son pocos los politólogos que estudian esta international businness diplomacy. En cuanto a las organizaciones no gubernamentales (ONG) –que no siempre están organizadas sobre una base transnacional –sus relaciones e incluso su dependencia financiera frente a los Estados de origen, complican la idea de nuevos "actores independientes": Amnistía Internacional (un ejemplo, citado varias veces por Elias) es una figura relativamente singular que no hay que generalizar tan apresuradamente.

Pero entendámonos, no se trata de negar la importancia de estos fenómenos sino que, contrariamente a las ideas comúnmente aceptadas, las "cadenas de interdependencia" –reto-mando una expresión de Elias- no son tan fáciles de comprender. Si se quiere escapar a las generalizaciones e intuiciones, la recolección y el análisis de los hechos de este "conjunto anónimo de mecanismos" siguen siendo el largo camino por recorrer. Es en esta dirección aparentemente modesta que las reflexiones de Elias deberían guiar a los "internacionalistas".

B. Etapas de aprendizaje

Prolongar a la escala internacional la investigación sobre los fenómenos de interdependencia no consiste en acumular hechos desencarnados. Aquí también las advertencias de Norber Elias son valiosas. Porque la "sociedad" es precisamente aquella formación de "individuos", estos no pueden ser tratados como una masa arbitraria e inerte, incluso si ellos mismos no son conscientes del alcance de los procesos en los cuales están inmersos. La interdependencia es entonces tanto un revelador de mutaciones objetivas de la relación individuo-sociedad (nosotros-yo) como un lugar de descubrimientos del trabajo histórico de los hombres para vincularse entre sí.

Bajo estas condiciones, no se trata solamente de registrar pasivamente las manifestaciones de interdependencia de nuestras sociedades contemporáneas, sino también de realizar esta investigación activa de reciprocidad que es el fundamento de la sociabilidad y participa en el tejido de la interdependencia. Aunque se mezclen elementos no controlados, la "experiencia" de los hombres juega un papel creador: "Lo más frecuente es que de las experiencias más amargas, los hombres aprenden sus lecciones. Se necesitaron dos guerras mundiales para llegar a la creación de las débiles instituciones centrales de la confederación de Estados en proceso de formación. Hoy la esperanza de muchos hombres, y tal vez incluso el objetivo de varios de ellos, es que no sea necesaria la experiencia de una tercera guerra mundial para desarrollar las instituciones centrales de los Estado reagrupados y aumentar así su propia eficiencia"15.

Sin embargo, la cuestión delicada es saber cómo aprehender esta "experiencia". ¿Qué lugar darle en el proceso de toma de decisiones? ¿Qué credibilidad acordarle en la constitución de una "memoria...que conserva el saber adquirido y las experiencias personales de las fases anteriores para hacer de él las fuerzas activas del pedido de la sensibilidad y del comportamiento de las fases ulteriores"16?

A decir verdad, los estudios anglosajones otorgan desde hace tiempo un lugar poco despreciable al papel de la "experiencia" y la "memoria generacional" en la toma de decisiones de política extranjera17. A ello Robert Jervis ha consagrado parcialmente una obra que tiende, no obstante, a disminuir el papel de la experiencia adquirida en las decisiones de política internacional18. Está claro que no se trata de dividir el individuo de su historia y de su medio para hacer de él un "sujeto" experimental. Al contrario, ¿cómo despreciar el lugar dado a los estados afectivos, a las emociones, a los instintos, al "desdoblamiento del yo" o a los "procesos de sublimación" en la estructura de la personalidad?19. Son estas variables, correctamente ubicadas en las transformaciones permanentes de la relación "nosotros-yo", que también es necesario retener para dar un alcance explicativo a la experiencia y a la memoria en la adopción de tal comportamiento o tal decisión. Poco importan las fronteras de las disciplinas constituidas20. Todas las herramientas conceptuales son aceptables si demuestran su pertinencia en el análisis del objeto que pretenden dilucidar. Hay que recurrir a la "experiencia" o a la "memoria" de los individuos si se quiere aprehender todos los factores que estuvieron en marcha en el proceso de reconciliación franco-alemana o explicar todos los aspectos de una percepción diferenciada de algunas amenazas o incluso, como lo sugiere Elias, si se quiere determinar la creación de instituciones mundiales después de las pugnas guerreras.

Sin embargo, la experiencia o la memoria no son el aprendizaje. Pues éste indica más, es decir el establecimiento de procesos más o menos formales que facilitan el conocimiento y el reconocimiento del otro. Los múltiples foros del sistema de la ONU ofrecen esas experiencias institucionales que, según Elias, representan tantas "etapas de un proceso de aprendizaje"21. En esta socialización a escala internacional hay investigaciones por hacer. Las "rondas" del GATT, las cumbres del G-7, las sesiones de la CSCE,22así como la "diplomacia parlamentaria" del COREPER23 de la Unión Europea o las numerosas prácticas de intercambios que se han desarrollado a partir del tratado franco-alemán de 1963, pueden leerse entre otras como ilustraciones de este fenómeno. Allí se encuentran fácilmente varios de los ingredientes sugeridos por R.Axelrod para facilitar los "comportamientos cooperativos", particularmente "aumentar la importancia del futuro haciendo los encuentros más durables y más frecuentes"24: la cooperación es un proceso de aprendizaje que refuerza los lazos de interdependencia.

Lo interesante en las reflexiones de Elias reside en el hecho de que el papel del aprendizaje no tiene nada de observación ingenua. Al contrario, es un proceso relacional decisivo que contribuye a incrementar las posibilidades de individualización humana y, de esta manera, la capacidad de acción de los individuos en las relaciones internacionales.

C. Nuevas modos de individualización

Al igual que en el mundo antiguo la idea de un individuo fuera del grupo es inimaginable, la idea de una identificación creciente entre los hombres es indisociable de la inserción cada vez más fuerte de las formaciones nacionales en una red universal de Estados. Esa es la hipótesis fuerte de Elias: "El establecimiento de la dominación de una nueva forma de organización humana, más extendida y más compleja, va siempre de la par con un nuevo impulso y una forma nueva de individualización"25. En otras palabras, Elias suministra un principio de explicación

Sociológica a las manifestaciones, más o menos difusas, de lo que él mismo denomina como "las primeras formas de una nueva ética universal". La actividad de la ONU, la defensa de los Derechos Humanos, el papel de Amnistía Internacional, la ingerencia humanitaria son prácticas y representaciones de un nuevo "nosotros", la expresión de un "nuevo sentido de la responsabilidad a escala mundial"26, cuya emergencia y desarrollo descansan sobre una base concreta de fenómenos de interdependencia.

Esta proposición pone en duda por lo menos dos lecturas que se pueden hacer del aumento de las referencias a lo universal y del establecimiento, a penas perceptible, de una nueva relación "nosotros-yo". Porque, en primer lugar, desencanta la visión de que la identificación de los seres – y más precisamente en el mundo occidental nuestra supuesta solicitud frente al otro- es solamente un asunto de principios, convicciones y voluntarismo. Sin duda, allí hay una parte no despreciable que se debe a lo que L. Kolakowsky llama "la tradición europea de la autocrítica"27 . Pero el acto que consiste en suspender su juicio y comprender al otro es tanto más activado por los vínculos objetivos de la interdependencia que los individuos no siempre han querido ni previsto. La reivindicación de los Derechos Humanos no siempre ha tomado la misma forma. Su internacionalización traduce cierto estado de la configuración mundial, un estado transitorio en el cual el sistema de Estados se transforma progresivamente, aunque de manera no programada, en una entidad social de base. Es acerca de la emergencia de este nuevo marco de referencia para los estudios de ciencias sociales que Norbert Elias nos invita a reflexionar. El desarrollo de la perspectiva comparada en la investigación de las ciencias sociales constituye un índice del desplazamiento de las miradas hacia un nivel superior de síntesis. Como lo hemos dicho anteriormente, el análisis minucioso – y no solamente la comprobación- de los fenómenos de interdependencia iría igualmente en este sentido.

En segundo lugar, porque la perspectiva de Norbert Elias excluye dar demasiada importancia a los objetivos oficialmente buscados por los actores en situación de interdependencia. No estarían de un lado las "buenas" redes, militando por los Derechos Humanos o cualquier otra forma de "solidaridad internacional" y, del otro lado, las "malas" redes jugando sobre las disparidades económicas o fiscales entre los Estados y orientados hacia la búsqueda del máximo beneficio. Aunque esquemáticamente la oposición puede tener un sentido frente nuestros ideales, aquí no es pertinente porque desconoce el carácter ampliamente no controlado de los procesos que estrechan "los tejidos de la red". Cuando algunas empresas se encaminan en la vía de la multinacionalización, reaccionan a determinados imperativos (mejor rentabilidad de la firma, conservación e incremento de las partes del mercado, aprovechamiento de una ventaja específica, etc) sin poder anticipar con precisión la cadena de interdependencias que la agregación de sus iniciativas va provocar. De la misma forma, cuando los Europeos proponen la transformación del GATT en una Organización Mundial de Comercio (OMC) más apremiante para neutralizar las eventuales represalias comerciales de los Estados Unidos, refuerzan el entretejido de las interdependencias, incluso si ese no es su objetivo principal.

Para ir más lejos, el uso honesto o cínico del recurso a las instituciones internacionales y a los Derechos Humanos debe ser igualmente relativizado. Que los gobiernos camuflen sus políticas de fuerza bajo ropajes presentables es una situación ofensiva pero también es testimonio paradójicamente de la implosión de un nuevo marco de referencia para la acción legítima. Nada nos dice que los tiranos no terminaran por caer en esta red: ya pasó el tiempo en que Seku Touré anunciaba a Amnistía Internacional que la aplastaría como un mosquito. Hoy es preferible responder con cortesía "Estimado Señor, apreciamos muchísimo su trabajo, pero en el caso aludido, le informamos que su información no es precisamente exacta"28.

¿Es necesario concluir que el compromiso de un nuevo sentido del "nosotros" conduce a los hombres hacia una nueva etapa de su civilización? A pesar de los matices y las precauciones, esa es una de las hipótesis de Norbert Elias29 –hipótesis optimista-, respaldada por la idea de que los vínculos de interdependencia llevan en si una superación de nuestras normas y favorecen, en sus grandes orientaciones, una integración de los individuos a entidades más amplias, dotadas de capacidades superiores, así como la transformación de su "economía física" en el sentido de un mayor autocontrol. La integración es entonces tanto la expresión, en un momento dado, de una relación particular entre el individuo y su grupo de referencia como un poderoso movimiento que transforma continuamente esta relación.

II. La dinámica de la integración

Frente a la pregunta ¿en qué mundo vivimos?, los especialistas de relaciones internacionales se dividen esquemáticamente en tres tendencias. La primera aprehende el sistema internacional contemporáneo como dominado por los actores estatales y, a pesar de los cambios parciales, persiste en atribuirle un carácter fundamentalmente "político-militar y territorial"30. La segunda subraya principalmente el aumento de los fenómenos de interdependencia, el papel de las instituciones internacionales y de los actores transnacionales organizados, como prueba de la debilidad de la noción de fronteras, del declive de las soberanías nacionales y de la emergencia de una "sociedad mundial" o de un sistema global31. La tercera tendencia de internacionalistas propone una lectura multidimensional del sistema internacional contemporáneo a través de la construcción de un "paradigma de la política mundial" que se caracteriza por la existencia de una pluralidad de actores (gubernamentales, inter.-gubernamentales, no gubernamentales) en situación de "interdependencia compleja"32.

Confrontada a estos tres enfoques, la concepción de Norbert Elias es al mismo tiempo esclarecedora y perturbadora. Establece en efecto un vínculo entre las tres lecturas articulándolas en una perspectiva evolucionista a largo plazo. Pero es precisamente esta evolución de un mundo de Estados "soberanos" en una integración global más reforzada, pasando por una configuración de interdependencias complejas, que genera duda, pues parece demasiado simple y demasiado marcada por cierta inclinación a las causas finales. Sin embargo, la hipótesis es estimulante porque propone un amplio marco de interpretación de múltiples fenómenos aparentemente dispersos y también es probable que sea una hipótesis que no ha tenido toda la atención que merece por nuestras propias debilidades para pensar las transformaciones sociales en una larga duración.

A. Un movimiento a largo plazo

En varios aspectos el "estudio genético prospectivo" propuesto por Elias es un desafío a nuestras rutinas de pensamiento. Expresado de manera general, convoca a un ejercicio intelectual –Elias denomina este trabajo de distanciamiento como un "ejercicio mental"33– que nos permite darnos cuenta que los objetos de estudio sobre los cuales nos interesamos no son inmutables: individuo, Estado, relación "nosotros-yo" son conceptualizaciones que son cualquier cosa menos fijas. Más precisamente se trata de demostrar que "una configuración debe ser salir de una configuración precedente o incluso de toda una serie de configuraciones de un tipo bien definido, sin por ello demostrar que esas primeras configuraciones deben necesariamente transformarse en aquellas que siguen"34.

Desde el punto de vista que nos ocupa, se trata entonces, ni más ni menos, de pensar el cambio en las relaciones internacionales. Esta cuestión es igualmente central entre los análisis de las relaciones internacionales contemporáneas, incluso si todos no privilegian las mismas variables. Según las concepciones "realistas" o "neo-realistas", el origen del cambio no se encuentra en las estructuras sino en sus componentes, es decir prioritariamente en las transformaciones que afectan los actores estatales35. En cambio, y aunque la oposición sea voluntariamente suavizada para nuestro propósito, los enfoques transnacionalistas abogan por un examen más minucioso de la complejidad del sistema internacional, es decir, principalmente la multiplicación del número de sus actores y la gran movilidad de sus relaciones36. También es necesario señalar que, en un ensayo de síntesis, James Rosenau trató a su turno de establecer una "teoría del cambio y de la continuidad" distinguiendo el nivel de intervención de los individuos ("parámetro micro" basado en un mundo "multicéntrico") de aquel de los Estados ("parámetro macro" definiendo un mundo "estado-céntrico"): la "turbulencia" del medio internacional sería el resultado de la coexistencia conflictiva de estos dos mundos37.

Resulta bastante difícil ubicar la reflexión de Elias entre estas orientaciones. Su intención no consiste, en efecto, en aislar alguna variable pertinente para la explicación del cambio, sino más bien a investigar su dinámica en el examen retrospectivo de las transformaciones que han incidido en la larga cadena de configuraciones humanas. No se trata entonces de realizar oposiciones o distinciones entre "estructuras" y los "actores", ni entre el nivel "micro" y "macro", sino de explicar cómo cada formación social "nace de la precedente"38. Siendo más precisos, para comprender la "sociedad inter-estatal" (término utilizado por Elias) hay que considerar el proceso de formación del Estado. El Estado, por lo menos en el mundo occidental, se caracteriza por un lento desplazamiento de poder de unidades inferiores –que se administran de manera autónoma– hacia un nivel superior de la monopolización de los medios de coerción física y de coacción fiscal39. Este desplazamiento no programado es una respuesta a la competencia de unidades rivales –que constituyen una amenaza potencial–, y concluye en la definición de "unidades de supervivencia" más adecuadas en sus funciones protectoras. Según Elias, la familia, la tribu y el Estado ilustran esas "unidades de supervivencia" que se han impuesto como esenciales en momentos dados de la historia de las ordenaciones humanas. En consecuencia, el Estado no es una formación acabada sino un nivel intermedio de la monopolización o, si se prefiere, un nivel determinado de integración de unidades interdependientes más pequeñas. La pregunta que surge entonces es saber si lo que pasa actualmente no es "algo completamente análogo con el desplazamiento de las posibilidades de poder del nivel del Estado al nivel continental o global"40. Los fenómenos de regionalización y globalización parecen tener este sentido.

En la regionalización, reflejada particularmente en la intención de homogenización de los espacios comerciales en Europa, América o el sudeste asiático, pareciera que se trata de una "estrategia de defensa contra el exterior.

La multiplicación de acuerdos regionales es significativa al respecto: todos buscan protegerse contra la emergencia de bloques"41. Sin duda, las experiencias de cooperación regional más avanzadas, como la Comunidad Europea, significan mucho más. Frente a problemas económicos y sociales que ya no son completamente controlados en el plano nacional,42 la función protectora del Estado resulta problemática. Los llamados a "una iniciativa de crecimiento" a un New Deal o a un "Programa de grandes trabajos", que durante mucho tiempo han sido instrumentos de reactivación económica pensados exclusivamente en el marco nacional, son retomados a escala europea y dan testimonio de un desplazamiento de las posibilidades de acción a un nivel superior. Sumergidos en los debates del momento y confrontados a los costos de la etapa de racionalización y reconstrucción comunitaria, nos resulta difícil tomar la distancia necesaria. Sin embargo, podría ser que la historia de la configuración europea (con fronteras aún por definir) aparezca mucho más tarde como aquella de la emergencia de una nueva "unidad de supervivencia"43.

Además, las estrategias de la llamada globalización (dominio de la totalidad de las redes, de la concepción de comercialización) adelantadas por unos actores económicos constituyen una nueva forma de monopolización de sectores, en beneficio de algunos excluyendo de hecho a los más débiles. Esta reducción del número de los actores en los intercambios, denunciada en Cartagena en 1992 por la octava Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo, también es una manifestación de las presiones integracionistas ampliamente provocadas por la situación de competencia. Otros desafíos (militares, ecológicos) de dimensión planetaria podrían conducir a observaciones análogas a nivel mundial, incluso si frente a las debilidades actuales de la "Organización Mundial" dicha perspectiva podría llevar al escepticismo. Pero probablemente Luis VI El Gordo y la Casa de los Capetos no percibieron mucho que estaban implicados en el lento proceso de lo que sería el Estado francés....

Si seguimos esta hipótesis de trabajo, primero hay que abandonar la idea de una distinción entre la evolución que se desarrolla en el interior de los Estados y aquella de las relaciones entre Estados: las dos "se dejan tomar en las mallas de una sola y misma red teórica"44. El análisis sociológico evolutivo de Norber Elias, como la anotamos inicialmente, suministra un campo de encuentro entre los "internistas" y los "internacionalistas", sugiriendo a unos y otros congregar sus puntos de vista: el consejo metodológico puede parece clásico hoy pero su realización es más bien rara y siempre difícil. ¿El mismo Elias lo respetó para explicar La dinámica de Occidente o, como algunos señalan, privilegió "hipótesis internistas"?45 El reproche, no obstante, tropieza con un malentendido: Elias no es más "internista" que "externista". Al contrario, esa "separación mental" le parece "fundamentalmente falsa"46. Para él no se trata entonces de buscar los juegos de influencia entre dos esferas distintas sino de pensar el objeto de estudio como una red de relaciones móviles que le otorgan una configuración particular en un momento dado. Dónde se detiene la cadena de interdependencias en la que están inscritos fenómenos tan diversos como las elecciones, los conflictos sociales y, más generalmente, la organización de un espacio institucional, es la única pregunta empírica que permite romper la imposición de fronteras a priori.

También es la mejor manera de demostrar a posteriori la consistencia real de las preguntas que quedan. Naturalmente esta pregunta conduce a establecer la existencia de diversos niveles de integración cuyo inventario habría que hacer, además de examinar las zonas de complementariedad y conflicto. Sin embargo, sobre este aspecto el trabajo de Norbert Elias está inacabado y revela varias interrogaciones.

Por una parte, tratándose del período actual, ¿es suficiente distinguir, como lo sugiere Elias, tres o cuatro niveles de integración (cuya interrelación él no estudia): familiar, nacional, confederal y mundial47? Esta distinción, que tiene un fuerte tinte secuencial, es al mismo tiempo demasiado institucional y marcada por la historia occidental. Le hacen falta otros espacios de identificación y lealtad (etnia, comunidad religiosa, profesión, etc.) que pueden contener los procesos de integración competitiva; además reduce la diversidad de las trayectorias históricas sobre el molde de la "dinámica de Occidente". ¿Hay que entonces renunciar definitivamente a pensar las dinámicas competitivas? Por otra parte, sean cualesquiera los niveles de integración considerados, ¿se pueden resumir todos en procesos de centralización comparables a los estudiados por Norbert Elias en la fase de construcción del Estado-Nación? ¿La integración –concebida como la transformación de unidades separadas en componentes de un sistema unificado– implica necesariamente la sub-clasificación y/o la decadencia de unidades antiguas en beneficio de una nueva "unidad de supervivencia? El análisis de las características de la Unión Europea ha llevado a algunos autores hacia otras pistas: la emergencia de una ordenación en diversos niveles de poder que se refuerzan mutualmente48, o bien de una configuración en red, "nueva forma de organización política" sin soberano ni centro"49. Pero, podemos preguntar si a su turno estas apreciaciones no pecan por defecto de análisis sociológico evolutivo: lo esencial consiste en comprender un movimiento, una dinámica más que un estado dado y necesariamente provisional de la configuración.

Desde este punto de vista ¿la orientación de la evolución europea y comunitaria no va en sentido de un nivel superior de monopolización? Acerca de la integración de diversas estructuras administrativas al sistema provincial del Imperio Romano, M. Sartre señala que "el fenómeno necesito casi dos siglos". Es verdad que los objetivos y mecanismos del Imperio y de la Unión Europea no son muy comparables, pero el ejemplo imperial romano recuerda "cuánto la larga duración termina por modificar cada uno de los componentes y le impone la marca del vencedor"50. Aunque la construcción europea se presenta como un proyecto negociado y consensual al servicio del bien común, no podemos limitarnos a esta visión ideal y no hay razón para pensar que ella también contiene sus vencedores. Este aspecto merecería ser estudiado más sistemáticamente (entre los Estados y en el interior de cada uno) para verificar si la integración europea escapa o no al modelo de los mecanismos monopolistas.

Esta verificación, así como la cuestión de los niveles de integración, de su articulación y de su sucesión, giran en torno a la misma pregunta: ¿las interpretaciones propuestas por Norbert Elias no están "en buena medida bañadas de un evolucionismo global", como lo señala bruscamente Anthont Giddens51?

Aquí tenemos que entendernos sobre las palabras. Para Elias no hay orden programado ni etapas obligadas.

Él rechaza los modelos de configuraciones continuas y no coloca las transformaciones sociales de larga duración en eje lineal. Pero afirma que los movimientos de la evolución social no se originan en algunas fuerzas misteriosas que los harían incomprensibles; hacen parte de una serie de posibilidades o de probabilidades que solo se pueden explicar y comprender a partir de la configuración de la cual surgen. "En este sentido –anota Elias–, el concepto de evolución se refiere entonces a un orden de filiación"52 .

Entre una continuidad que nunca está asegurada y una discontinuidad que nunca es total, el análisis sociológico evolutivo mantiene entonces una relación muy ambigua con el evolucionismo. Si "toda evolución social esta sometida a una necesidad",53 no toma necesariamente una dirección. Sin embargo, el margen es estrecho cuando Norbert Elias hace de la "ley del monopolio" una ley fundamental de las transformaciones sociales o cuando establece la integración como el nivel superior de resolución de las tensiones de la tribu, de la organización mundial. El conjunto se inscribe de los restos en la perspectiva última, aunque accidentada, de la desaparición de las tensiones entre los Estados y dentro de los Estados, ¿no es esto el "fin de la his-toria"54? Al respecto lo único que parecería hacer obstáculo es la no concomitancia entre el surgimiento de nuevas "unidades de supervivencia" y la emergencia de un nuevo sentido del "nosotros".

B. Un efecto de retraso.

Por el carácter ampliamente no controlado de los mecanismos de interdependencia se da un desfase entre el dinamismo de la integración y la percepción que de ella tienen los individuos. Según Elias, se trata de un "efecto de retraso" característico de la resistencia del "habitus social" de los individuos frente al proceso de evolución social55.

El concepto de habitus social, y más precisamente ese estrato particular que constituye el "habitus nacional", no es muy explicado. Al parecer, se puede comprender como la identificación del individuo con un grupo de referencia preciso (con una "unidad de supervivencia" dada) particularmente por medio de un idioma y una escritura comunes56. La emergencia de una unidad superior sometería esta identificación a fuertes tensiones y provocaría la resistencia de los individuos, más aún cuando la primera consecuencia de tal desplazamiento de poder sería reforzar su impotencia.

Sin duda, las resistencias expresadas frente a la construcción europea por los grupos sociales más vulnerables son testimonio, entre otros ejemplos, de un sentimiento de expropiación y del reflejo de defensa que el mismo provoca. Pero, ¿se trata en realidad de un "efecto de retraso"? Tal efecto postula un alineamiento más o menos a largo plazo, una asimilación progresiva de la cual los últimos rebeldes serían como objetos de museo al estilo de las últimas reservas indígenas57. ¿No es necesario más bien comprender los procesos contemporáneos de integración regional o mundial como fenómenos que producen "efectos de fractura" entre aquellos que se regionalizan o se globalizan y aquellos que son excluidos y lanzados a la periferia? La "globalización" de la economía beneficia más particularmente a algunos sectores (en posición dominante) y privilegia algunos espacios (aquellos del mundo industrial y de algunos nuevos países industrializados)58. La globalización uniformiza tanto como amplía la distancia entre diferentes naciones y las diferentes categorías de asalariados. Por un lado, los profesionales de las estrategias multinacionales, los familiares de la prospectiva internacional y las costumbres de las formas de vida acomodadas y desterritorializadas. Por el otro, los asalariados de los sectores en decadencia, reestructurados o deslocalizados, para quienes la competencia internacional significa un factor de empobrecimiento y marginación.

La extensión de los vínculos de interdependencia y la recomposición socio-económica que conlleva tienen entonces efectos diferentes según la situación en la cual se encuentran los actores. Atracción, resistencia, a veces indiferencia, con frecuencia una mezcla. No es muy seguro que el análisis de estas tensiones avance mucho utilizando la categoría general y homogénea de "habitus nacional". Esta categoría reduce la diversidad de lealtades posibles que coexisten de manera equivoca en un individuo; y lleva a adoptar una perspectiva funcionalista sobre la forma de resolución de los desfases que se introducen entre la situación vivida por los interesados y aquella que se desarrolla objetivamente. La alternativa no se limita probablemente a la sumisión o la desaparición. La aventura de "reducción" de los indios de América del Norte, que privilegia Elias para ilustrar su argumento, es un ejemplo discutible precisamente porque se trata de un proceso de conquista deliberada, con su parte de premeditaciones y violencias. La dinámica de la integración puede presentar una faceta menos agresiva o por lo menos negociada. Pero para ello hay que reconocer que la integración no es solamente el producto ciego del cálculo de intereses tomados bajo la lógica despiadada de la "ley del monopolio". Norbert Elias lo admite cuando evoca los esfuerzos realizados para crear una Organización mundial después de las dos guerras mundiales. Sin embargo, esta voluntad conciente y anticipadora de los actores no es considerada en su análisis de los procesos sociales. De manera general, los actores estarían más bien sometidos a la necesidad que orienta la evolución social y, más particularmente en este caso, a la dinámica de la integración que alimentan involuntariamente con sus rivalidades.

Norbert Elias no da entonces mucha importancia a las coyunturas y a las oportunidades que unas veces facilitan y promueven, otras veces bloquean y deshacen, las relaciones de interdependencia. Sin embargo, estas relaciones deben ser consideradas con sus contingencias. La influencia de una coyuntura internacional, la preocupación por aprovechar un recurso o acelerar una reforma políticamente costosa son ocasiones – y no solamente competiciones– que pueden favorecer una fuerza integradora. Sin anticipar ni dominar todos los efectos, es posible pensarla, reivindicarla, pero también impugnarla como solución política y, por este hecho, hay que contar con una parte de intención y argumentación más o menos racional en su producción.

De igual manera, las hipótesis de Elias dan poco lugar a razones éticas (como alguna idea de paz) y simbólicas (como inscribir el nombre en la Historia) que tal vez llevaron a algunos individuos a iniciar primero y luego a apoyar un proyecto como el de la integración europea. Al contrario, no se ve por qué las resistencias de algunos se reducirían a sus intereses objetivos subjetivizados, ¿cuáles son, por lo demás, aquellos intelectuales que se pronunciaron contra la ratificación del Tratado de Maastricht? ¿Deben verse en sus reacciones un efecto de histéresis o se puede considerar que esos "no", como tantos otros, se deben a objetivos emancipadores que no pasan necesariamente por la construcción de "la Europa económica y monetaria"?

Más generalmente, la aproximación de Elias ignora el papel que lo político puede jugar en la gestión de las tensiones desatadas por aquello que es considerado como una fase aguda de integración, es decir, la expropiación entre algunos grupos sociales. Las modalidades de esta gestión no son, de ninguna manera, secundarias; introducen un margen de autonomía en donde los actores pueden escoger ordenar las transiciones y amortiguar los enfrentamientos o, por el contrario, mantenerse en una política de fuerza. Un pacto de asociación no es un pacto de sumisión, aún cuando los límites no estén claros. Al no tener en cuenta esta dimensión, Elias no nos suministra ninguna explicación sobre esas minorías que resisten, duran y encuentran un lugar menos inquietante en un proceso de integración, precisamente porque este proceso termina por imponerse sin aplastar todas las periferias. Situación que no es, por supuesto, equivalente a los desencadenamientos de odios que se mantienen vivos después de largos períodos de integración forzada y discriminación más o menos oficial. Es allí, en los modos de acompañamiento y acomodación de los procesos de integración, que se instalan bien las fragilidades.

C. Un proceso reversible

Si en la historia de las configuraciones humanas, el proceso de integración aparece "masivo" no es por ello regular. Mejor aún, debe considerar movimientos parciales de desintegración que, acumulados, pueden eventualmente llevar a invertir la tendencia59. La importancia que Elias da a estas discontinuidades, las dudas que le provocan en su interpretación de nuestro futuro, son testimonio de una voluntad por evitar cualquier especie de explicación a partir de las causas finales. No obstante, la argumentación sería más convincente si las observaciones de Elias sobre los movimientos de desintegración no representaran una verificación a contrario de un movimiento más general de integración. La guerra es el mejor ejemplo. Punto de ruptura entre algunas unidades en un momento dado, la guerra no es en efecto "lo contrario de la paz" sino la ocasión de un proceso de pacificación de unidades más extendidas60, en resumidas cuentas una manifestación de "la ley del monopolio". En otras palabras, a pesar de los horrores que la acompañan, la guerra sería una discontinuidad funcional en relación con la dinámica más profunda y amplia de la integración.

Este esquema funcionalista (sin duda bien presente en Elias) no parece valido en su generalidad extrema. La guerra no se resume a una empresa de control creciente de un nivel a otro. La guerra puede, por el contrario, acelerar la desintegración de los actores más poderosos y la fragmentación del sistema sin que por ello se dé una extensión concomitante del monopolio militar, como de ello da testimonio la desintegración del Imperio Romano de occidente bajo la fuerza de las invasiones bárbaras. La guerra puede tanto aumentar como reducir el número de actores; la historia contemporánea está más bien en el primer caso.

A decir verdad, Elias nos parece demasiado elíptico sobre estos "movimientos parciales de desintegración". Por un lado, está el riesgo de guerra ampliamente provocado por el "dilema de la seguridad" (J. Hertz)61 en el cual el poder de resistencia y el poder de agresión son indisociables y que conduce los Estados a amenazarse entre si62. Pero en esta hipótesis es finalmente el movimiento de integración que continúa su camino. Por otro lado, y allí está para Elias la única amenaza real de inversión, hay resistencia de las antiguas identidades colectivas en fase de ser expropiadas en un nivel superior de integración. Pero ¿por qué "el efecto de retraso" sería superado en algunos casos y en otros no? ¿Por qué "la tenacidad de las estructuras de la personalidad" corre el riesgo de vencerlo en el pasaje del nacional al post-nacional si ella habría sido vencida en el paso de la tribu a la nación? La noción de "habitus nacional" siempre merecería desarrollos más amplios para justificar este poder de obstrucción. Norbert Elias es él mismo inconstante: cuando privilegia el polo de la resistencia como cuando la orientación domina la integración63. De hecho, aquí se tocan los límites de la explicación histórica en los términos de un modelo de interpretación más global. Para comprender los cambios es necesario, como ya lo anotamos, restablecer el alcance específico de las coyunturas. Estas pueden facilitar simultáneamente las tendencias a la integración en algunas regiones del mundo y de los fenómenos de implosión de otras partes, ¿cómo explicar en algunos casos la desintegración de algunos actores estatales y en otros su superación en estructuras más vastas? El único rasgo común es recordar que la forma del Estado-nación no es eterna, pero más aún, son los vínculos entre estos movimientos contradictorios que quedan por descubrir.

Además no es muy satisfactorio mantener una concepción demasiado unificada de los actores cualquiera que sean. Pues ese tipo de enfoque conduce a pensar sus transformaciones de una manera homogénea y solo algunos de sus componentes pueden ser considerados en el fenómeno estudiado. La integración económica, por ejemplo, no afecta de la misma forma todas las regiones dentro de un Estado, algunas son privilegiadas por los actores económicos (Flandes, el Norte de Italia, por ejemplo, en los países de Europa occidental) lo cual puede agravar las tensiones intranacionales además de acelerar un doble movimiento de descomposición nacional y de recomposición nacionalista64.

En resumen, es en la relación integración / desintegración –histórica-mente ubicada- entre los actores y en cada uno de ellos que hay que buscar las líneas de fuerza de los cambios internacionales, más que en su orientación dominante invertida, más o menos, por factores turbulentos. De lo contrario, y el reproche es válido para Elias, nos acercamos a la doctrina finalista. A pesar de los matices y las precauciones, el análisis queda impregnado por la certeza de una dirección general del movimiento65, que debería no obstante ser un objeto constante de demostración a salvo de caer en un enfoque normativo que precisamente se había querido evitar.

Esta observación revela una cuestión importante de alcance aún más general: al contrario de lo que Norbert Elias ha planteado como postulado inicial, no es seguro que la distinción, de origen positivista, entre los aspectos empírico (o explicativo) y normativo sea perfectamente sostenible. Como lo muestra K.-G. Giesen "toda teoría de las relaciones internacionales, incluyendo la teoría supuestamente solo explicativa o empírica, contiene una dimensión ética que empero esta implícita o, en otras palabras, encubierta precisamente por el postulado del status lógico diferenciado de dos tipos de teorías"66. De ello no se escapa el trabajo de Elias aplicado a las relaciones internacionales. Su dimensión ética, bien resumida en la conclusión de La dinámica de Occidente, se encuentra con el ideal de un mundo sin tensiones ni contradicciones entre los hombres y que se confunde con el "proceso de civilización". Más cerca de la experiencia vivida, el sentimiento de Elias de no pertenecer a ningún país en particular –"en el fondo soy europeo"67– tampoco proviene completamente de una percepción aguda de los fenómenos de interdependencia y de una inclinación personal por la construcción de un mundo sin fronteras...

Hechas estas reservas sobre un "corte epistemológico", menos nítido de lo que parece, probablemente hay que corregir la orientación un poco finalista de Norbert Elias para retener de sus trabajos una reflexión, más actual que nunca, en el análisis de la dinámica de la evolución social según un eje integración / desintegración68. Continuar por esta vía, sugerida más que verdaderamente seguida por Elias, contiene varias cuestiones que nos limitaremos a esbozar a guisa de conclusión.

III. Por una sociología de la configuración mundial

El concepto de configuración, central en la sociología de Norbert Elias, es un hilo conductor del cual podemos servirnos con utilidad. Sabemos que el concepto no apunta a pensar "el individuo" y "la sociedad" como dos figuras disociadas. La configuración hace énfasis en la existencia de dos niveles de observación diferentes pero inseparables por su interpenetración: los individuos (o, de manera general, los "jugadores") y la red de interdependencia en la cual están inscritos ("el juego"). Considerando la configuración como "la figura global siempre cambiante que forman los jugadores", el análisis internacional no está entonces excluido de ninguna manera. Al contrario, está completamente implicado en tres tipos de cuestiones que revela esta conceptualización.

A. La identificación de los actores

¿Cuáles son los "jugadores"? La pregunta, ya clásica para los estudiosos de las relaciones internacionales, es ignorada por Elias. El Estado, tomado como "unidad", es privilegiado, lo cual podría llevar a pensar que Elias hace de él un actor homogéneo y casi exclusivo, a la manera de la tradición realista69. Varios desarrollos van en este sentido, particularmente la forma de concebir la inseguridad internacional como el producto del "dilema de seguridad" de los Estados o la integración postnacional como un proceso de agregación que se desarrolla entre Estados. Sin embargo, es en un sentido bien diferente al que conduce el concepto de configuración. El Estado, al igual que las relaciones entre Estados, funciona como una red de interdependencias que supone múltiples iniciativas y allí reintroduce en consecuencia la idea de una pluralidad de jugadores y entre Estados. Esta idea es esencial, no solo porque corresponde a fenómenos observables (papel de actores económicos, crecimiento de organizaciones no gubernamentales, etc), sino porque las condiciones mismas del juego dependen, en parte, del número más o menos grande de jugadores.70

No obstante, el reconocimiento de numerosos jugadores no es suficiente puesto que es necesario el examen de su autonomía y de su capacidad, es decir, de la consistencia propia para darles la calidad de "actores significativos" en las relaciones internacionales. Allí hay un amplio campo de investigaciones empíricas que, interrelacionado con el de los fenómenos de interdependencia, todavía es poco estudiado. En este campo los debates sobre la soberanía del Estado ¿debilitado? ¿en declive? ¿consolidado?–, acerca de la emergencia de una "nueva diplomacia" (en su campo de acción, sus objetivos, sus relevos) o sobre las dinámicas de integración no pueden encontrar más que precisión y rigor.

En tercer lugar, al lado de la pluralidad y la capacidad de los jugadores está el espacio de sus lógicas de acción. Para limitarnos solamente a los Estados, ¿podemos menospreciar, en el análisis de las relaciones internacionales, los principios de legitimidad que reivindican, las formas de organización que adoptan, en una palabra sus "regímenes"? La respuesta negativa de Raymond Aron, que hace de los regímenes políticos una de las variables discriminantes de los sistemas internacionales (homogéneos / heterogéneos), conserva toda su pertinencia si consideramos que se trata de definir tipos ideales que la realidad histórica solo ofrece de manera imperfecta71. Es verdad que la mínima intensidad de conflictos en un "sistema homogéneo" también puede explicarse por una red más comprimida de interdependencia (vínculos religiosos, alianzas matrimoniales, interpenetración institucional), pero probablemente esa red es favorecida por conductas de moderación provenientes de un conjunto de reglas, de creencias y prácticas que, a su turno, puede más o menos servir útilmente como relaciones de interdependencia y así sucesivamente. Como en la cuestión de saber quién fue primero el huevo o la gallina, es vano ignorar la causa del efecto. Pero ello no significa ignorar la influencia ideológica e institucional en la formación de la red de las interdependencias. ¿Es necesario ir más lejos y preguntarse si la aptitud para la paz y, de manera más general, para un proceso de integración negociada y equitativa es más satisfactoria por este o aquel régimen? Al respecto, la literatura especializada ha abordado el caso de las democracias liberales sin llegar a una conclusión72. Sin duda Raymond Aron y Norbert Elias habrían tenido respuestas diferentes pero, en nuestra opinión, no excluyentes.

B. El análisis de las relaciones de interdependencia

Haciendo énfasis en las relaciones de interdependencia que constituyen lo que son los actores, Elias invita a abandonar la cuestión de "la" libertad o, en el tema que nos interesa, de "la" soberanía para abordar la cuestión de los márgenes que le quedan a la libertad individual o a la soberanía de los Estados73.

De hecho, desde sus primeras manifestaciones, la soberanía externa de los Estados ha estado limitada por la de los otros Estados. La soberanía interna ha resistido mejor, pero también es penetrada hoy por múltiples fenómenos transnacionales a tal punto que invalida, en la realidad y en el análisis, la idea de una separación interno / externo. Sin volver a la cuestión de saber si esta situación debilita necesariamente la capacidad de los Estados afectados, podemos admitir provisionalmente "que ser soberano y dependiente no son condiciones contradictorias"74, lo que significa que todos los Estados son más o menos dependientes. Pero, sin duda, la generalidad de esta proposición no es satisfactoria pues no hace más que postergar dos cuestiones esenciales.

La primera, clásica, trata del concepto de poder sobre el cual Elias, al asignarle una dimensión fundamentalmente racional, parece ser un precursor de las tesis de interdependencia. Sin embargo, no va más allá y no profundiza la tesis hasta llegar a sostener la existencia de múltiples jerarquías de poder según los riesgos de los actores afectados. En una perspectiva de largo plazo el aspecto que retiene su atención es la inestabilidad de las "balanzas de poder" entre "pequeños y grandes" Estados y, en consecuencia, de su evolución posible75. Privilegiando los actores estatales como "unidades" activas y renovando una concepción substancial del poder, se une así a la corriente de los grandes frescos históricos sobre la evolución de las relaciones entre potencias, más que renovar la investigación sobre el poder en las relaciones internacionales.

La segunda cuestión, que se desprende del estado inestable, conflictivo, de toda configuración, consiste en determinar los lazos que existen entre los grados o las formas de desequilibrio y de tensiones, y el modo dominante de interdependencia que une los actores. Convendría entonces examinar si podemos aislar relaciones de dependencia específicas según los tipos particulares de integración (dirigista, libre-cambista, sectorial, regional, mundial, etc.). En otras palabras, no podemos limitarnos a constatar la presencia "fluctuante" de relaciones de fuerza en cualquier configuración; porque es precisamente el carácter ambivalente y / o contradictorio de la interdependencia – su vertiente "rosa" y su vertiente "oscuro" como dice S. Hoffman76- que genera inconvenientes. Recordando que la interdependencia es un campo de tensiones, Elias no nos dice mucho entonces acerca de las condiciones en que puede considerarse como factor de cooperación o factor de conflicto. Es precisamente sobre estos efectos políticos inciertos de los lazos de interdependencia que se apoya la investigación77.

C. La definición de las identidades colectivas

Al mezclar de manera muy cercana los lazos de la interdependencia y la dinámica de la integración, corremos el riesgo de olvidar que la interdependencia no es la integración. Este punto es esencial porque lleva a preguntarse sobre aquello que desarrolla el sentido del "nosotros" y, al mismo tiempo, sobre lo que hace la identidad de un grupo: ¿se trata únicamente de un efecto de los vínculos de interdependencia llevados a cierto nivel? Elias no es muy explicito.

Una primera dificultad se refiere a la noción de interdependencia cuyo contenido empírico necesitaría, como ya lo hemos señalado, mucha más precisión. La interdependencia política del antiguo "bloque del Este" no dio lugar a ninguna identidad común, habría más bien consolidado las identidades nacionales. Al contrario, la interdependencia política, económica y militar de los países de Europa occidental ha sido mucho más fecunda (en el sentido de la integración) preparando quizás las premisas de una "identidad europea". ¿Cómo explicar estas diferencias? Sin duda, como lo sostiene Norbert Elias, la percepción de una amenaza exterior común es un ingrediente de peso en la emergencia de un "nosotros". Probablemente tal percepción favoreció la construcción europea así como la falta de la misma explica la difícil construcción de un "nosotros" a nivel de la humanidad. Sin embargo, la explicación a partir de la amenaza es parcial; pues sortea los focos de convergencia previos que generan entre algunos grupos una "percepción común" relativamente durable y, a falta de los cuales, el "nosotros" solo es una construcción formal presta a desmoronarse ante el mínimo aflojamiento. En otras palabras, para que una amenaza sea percibida como común es necesario que exista un modo común de definición y evaluación del peligro. Lo contrario también es admisible de tal forma que las secuencias son indisociables y que la construcción de un "nosotros" depende tanto de la amenaza externa como de la calidad particular de los vínculos de interdependencia susceptibles de ser activados. Además, una complementariedad mutuamente ventajosa, una forma de igualdad y una gestión relativamente respetuosa de los intereses implicados en los lazos de interdependencia, constituyen ciertamente las condiciones de consolidación del "nosotros", incluso si no han sido condiciones de emergencia necesarias.

La consideración de este aspecto "cualitativo" se opone a una concepción mecánica del paso de la interdependencia a la constitución de un "nosotros". Así mismo –segunda dificultad–, supone la hipótesis de una pluralidad de opciones y reintroduce el juego de los actores, tratándose de sus resistencias y, más generalmente, de su capacidad para definir objetivos y ponderar el sentido de las evoluciones posibles. Este abanico de posibilidades abre la vía al uso ambivalente de las obligaciones y a la politización de alternativas presentadas como ineludibles. Ahora bien, a fin de cuentas Norbert Elias considera poco esta dimensión que, por una parte, mezcla la evaluación de los cálculos, la influencia de los argumentos, la eficacia de los símbolos78, y por la otra, hace parte ampliamente de la creencia de un "nosotros" pero sin darle un contenido inmutable ni perfectamente homogéneo. En este caso también la historia de la construcción europea suministra una rica compilación de estrategias, de justificaciones y de mitos que cubren el proceso de múltiples significaciones y hacen del "nosotros" europeo un objeto "multi-identificado"79. ¿No es por esta razón que una identidad común a nivel de la humanidad es necesariamente laboriosa? Menos por la ausencia de amenazas exteriores comunes –que exis-ten– que por la diversidad de las interpretaciones de las cuales es objeto y que solo es el reflejo de los múltiples posicionamientos y tensiones que la componen. A Norbert Elias le agradaba pensar que había abierto nuevos caminos de investigación: la comprensión de las evoluciones de la configuración mundial no es la más pequeña de sus ambiciones. Allí la interdependencia juega un papel clave presionando, no sin conflicto, la tendencia hacia niveles superiores de integración. La hipótesis es estimulante. Invita a "los internacionalistas" a inscribir sus temas de estudio en un triple movimiento: en una evolución de larga duración, en la red de vínculos que hace de los fenómenos internacionales fenómenos sociales y en la vasta configuración que se dibuja ante nuestra mirada. Lo esencial está en la designación de las relaciones de interdependencia y en el examen más minucioso posible de sus efectos. ¿Podemos descubrir así una superación del Estado-nación? ¿Se da así una "progresión de identificación entre los seres"80? En este punto, sin embargo, las variables consideradas por Norbert Elias parecen menos convincentes en razón de su carácter general y homogeneizante: un mundo de Estados pensados como "unidades activas", una lógica ciega de la monopolización, identidades colectivas poderosamente integradas y lealtades unívocas. Más importante aún, la parte que conviene atribuir a los modos de gestión es considerada como despreciable. Ahora bien, sin poder decir más aquí, es necesario anotar que es toda la cuestión de la autonomía de lo político que queda en el movimiento, muy problemático, de la interdependencia a la integración.


Comentarios

2 Las más sobresalientes son Elias (1991a: 205-301; 1993: 69-174).

3 Aunque alusiva, una excepción se encuentra en Badie y Smouts (1992: 114-121).

4 Elias (1991a : 216)

5 Elias (1991a : 287)

6 Elias (1991a : 216).

7 Young citado en Smouts (1987: 176).

8 "Por todas partes en el mundo, las tribus pierden su función autónoma de unidades de supervivencia que se rigen por así mismas.Varios Estados pierden en la multitud de creciente integración un gran parte de soberanía" en Elias (1991a: 217).

9 Thompson y Krasner (1989: 195-219). Hay que agregar que una integración regional más profunda puede ser interpretada como "un multiplicador de poder más que una desventaja para la soberanía" (Massart-Piérard 1993:190-192).

10 Herz (1957: 473-493).

11 Véase, Stopford, Strange y Henley (1991).

12 Badie y Smouts (1992 : capítulo 2).

13 Los trabajos que componen la obra pionera de Keohane y Nye (1981) van en este sentido de un mejor conocimiento empírico de los fenómenos transnacionales, sin embargo, parecen haber retenido menos la atención que el marco teórico que hizo el éxito del libro.

14 Acerca de la cooperación transnacional partidaria véase Devin (1993).

15 Elias (1991a : 221)

16 Elias (1991a: 244)

17 Para una revisión reciente de trabajos ver Levy (1994)

18 Jervis (1976)

19 Véase Elias (1991a: 246, 260, 261, 263 y 269). Pero al respecto Elias (1991b) también es particularmente fecundo.

20 Elias es el hombre de un saber abierto.Véanse sus finos comentarios sobre la cuestión de la división de las disciplinas en Elias (1991c:154-155; 1991d: 104).

21 Elias (1991a:221).

22 Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa. [Nota del Traductor].

23 Comité de Representantes Permanentes de los Estados miembros de la Unión Europea. [Nota del Traductor].

24 Axelrod (1992 : 127-141).

25 Elias (1991a: 222).

26 Elias (1991a : 222).

27 Kolakowski (1980) Véase particularmente el aparte sobre la antropología, ciencia social « europea por excelencia » (363).

28 Citado por Besset (1991: 70).

29 Véase particularmente las últimas páginas de Elias (1975: 316-318).

30 Ver particularmente las tesis de Waltz (1979). Nuestro propósito no es clasificar los autores, con todo lo que tal reflexión tiene de arbitraria. Simplemente limitamos de manera voluntaria (y arbitraria) nuestras referencias.

31 Además de los trabajos de los "funcionalistas" y "neo-funcionalistas", pueden consultarse los análisis de los "regímenes internacionales" en International Organization (1982). Y para un enfoque "globalista" ver Omahe (1991); igualmente Dunning (1993).

32 Keohane y Nye (1981: 371-398). Sobre la noción de "interdpendencia compleja" ver, de los mismos autores, (1977: 22-25).

33 Elias (1991d : 127).

34 Elias (1991c).

35 Waltz (1986: 343). Para Raymond Aron, siendo la primera característica de un sistema internacional "la configuración de la relación de las fuerzas", la transformación del sistema pasa por la redistribución de las fuerzas entre los diversos actores (estatales): la guerra es considerada como el momento esencial de esa nueva repartición de fuerzas, Aron (1962: 104-108).

36 Keohane y Nye (1981); particularmente la introducción y la conclusión.

37 Rosenau (1990).

38 Elias (1991c: 187).

39 Elias (1975) particularmente el primer capítulo "La ley del monopolio".

40 Elias (1991a).

41 Badie y Smouts (1992).

42 Por ejemplo, "el empleo de uno de dos asalariados de la industria francesa depende hoy directamente de decisiones de localización tomadas en una perspectiva transnacional" en Le Monde (5/10/93).

43 Varias de las motivaciones de los "candidatos a la ampliación" de la Unión Europea van en este sentido. El comentario es válido también para algunos Estados como Bélgica, de la cual es posible preguntarse si la nueva y frágil unidad federal no está completamente suspendida al marco europeo que le otorga su fundamento. Cuando el Primer Ministro belga afirma que "la Unión Europea es un elemento intrínseco del federalismo belga", no hace más que constatar una realidad jurídica. Es revelador que las elecciones de los tres Consejos Regionales de Bélgica son el mismo día de las elecciones europeas, Dumont (1993: 111-119). De manera más general, será necesario esperar un poco más sobre el efecto paradójico de la construcción europea como proceso imperfecto en su planificación. Asumida y utilizada por los Estados como un medio para reforzar sus capacidades, la construcción europea ha acelerado paralelamente el debilitamiento relativo de los espacios nacionales.Ver Devin (1996).

44 Elias (1993 : 169).

45 Zolberg (1985 : 587).

46 Elias (1991c : 209).

47 Elias 1991a: 263).

48 Wesler (1990: 238).

49 Winckler (1992 : 25).

50 Sartre (29 y 32).

51 Giddens (1987: 301).

52 Elias (1991c: 200).

53 Elias (1991c: 198).

54 En sentido diferente a Fukuyama, para quien la disminución de las tensiones –su gestión racional y no su desaparición –solo puede ser satisfecha en el marco de la democracia liberal.Ver, Fukuyama (1992). Elias no hace de la naturaleza de los regímenes políticos una variable clave en la resolución de tensiones. Más adelante volveremos sobre este punto.

55 Elias (1991a : 274).

56 Elias (1991a : 239).

57 Elias (1991a : 276).

58 Grou (1990).

59 Elias (1991a: 128).

60 Elias (1975: 316).

61 Debido a la estructura anárquica y competitiva de las relaciones inter.-estatales, cuando un Estado refuerza su seguridad, necesariamente genera inquietud en otros Estados. (Hertz 1951). [Nota del Traductor].

62 Una relación de interdependencia en la amenaza y el temor característicos de una situación de "doble vínculo" que define incluso ampliamente las relaciones inter.-estatales por oposición a las relaciones intra-estatales. Este punto es ampliamente desarrollado en Elias (1993).

63 "Hay bastantes ocasiones para que la tenacidad de las estructuras de la personalidad, que se oponen a la presión de la integración a un nivel superior, gane en el pasaje de unidades nacionales a la formación de Estados continentales o, en todo caso, post-nacionales" (Elias 1993: 288). Sin embargo, en el mismo texto (277) Elias sostiene: "Como proceso de evolución no programada, la fuerza de la integración actual es bastante más poderosa para que las unidades sociales, incluso los individuos aislados, puedan sustraerse durablemente".

64 La misma observación es valida para regiones que contienen varios Estados, véase el punto de vista de Omahe (1993)

65 Elias (1975 : 304).

66 Giesen (1992: 8).

67 Elias (1991d: 94).

68 Es según este mismo eje que se ordenan los escenarios a largo plazo elaborados por la Comisión general del Plan bajo la dirección de J-B de Foucauld (1993)

69 Esta proximidad "paradigmática" es completamente compatible con la hipótesis de una superación post-nacional del Estado, que algunos enfoques "realistas" no han excluido, véase Morgenthau (1954: 9).

70 Una de las variables que encontramos en los modelos de juego estudiados por el mismo Elias (1991c: capítulo 3).

71 Aron (1962 : 108-113).

72 Véase Russett y Starr (1992: 189-192 y 373-402).

73 La imagen es tomada de Elias (1991a: 220).

74 Waltz (1979: 88-89).

75 Elias (1991d: 176).

76 Hoffman (1985: 690-694).

77 Milner (1992).

78 Definidos como medios de comunicación y orientación, pero que Elias no analiza desde un punto de vista de sus usos y de capacidades políticas. Elias (1992 : 97).

79 F. Massart-Piérard (1993 : 223).

80 Elias (1991a : 222).


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