1. Introducción
A partir de los testimonios ofrecidos por los miembros de ambas organizaciones se han realizado varios los trabajos. En el caso uruguayo, en el año 1985 se produjo el auge de la literatura testimonial de la mano del nuevo contexto democrático que se abría, y de la urgencia por exponer los crímenes de la dictadura. En este sentido son varios los trabajos que analizan las distintas oleadas testimoniales que tienen lugar, y sus luchas por afianzarse en los distintos contextos políticos del Uruguay posdictadura2. En algunos casos, el marco teórico de trabajos de la memoria se acerca a las declaraciones de los presos políticos, como en el texto de Azulgarat3 en el que analiza las formas de resignificación y rememoración del encierro, o elabora sustanciales esfuerzos para analizar la voz de los «otros actores silenciados» que vivieron la dictadura4.
En cuanto a Sendero Luminoso, el estudio de las memorias no oficiales a partir del género testimonial, también ha dejado abundantes y sólidos trabajos; uno de los más recientes es de Dynnik Asencios5, que entrevista a militantes que se adscribieron al partido en la última fase de la guerra de Sendero Luminoso contra el Estado. Antes de este texto el estudio de Dennis de Chávez6 ofrecía una radiografía de los presos sentenciados por terrorismo, para hallar el perfil del militante senderista en la primera fase de la guerra. En este sentido, también destaca el libro de Cristina Cáceres7 que analiza, a partir del testimonio, las dinámicas de los presos de Sendero Luminoso tras la firma del acuerdo de paz por Abimael Guzmán, líder máximo del Partido Comunista del Perú -Sendero Luminoso.
Aunque se reconoce la valía de los estudios anteriormente mencionados, que de hecho han guiado e inspirado el siguiente trabajo, lo cierto es que ninguno se ha centrado en estudiar ¿de qué forma la memoria no oficiosa y el posconflicto se construye en ambos países a partir de dos de sus más conocidos movimientos insurgentes?, lo que permite una perspectiva comparada en torno a la creación de la figura del héroe.
2. Reflexiones historiográficas
Desde la cárcel, los integrantes de Sendero Luminoso publicaron varios textos que tomaron el formato de libro. Quizás el más resaltante de estos sea las memorias de Abimael Guzmán, líder senderista que escribió y difundió experiencias personales, desde su celda en la Base Naval del Callao, donde permanece detenido desde que fuera descubierto en 1992. Aunque en la portada aparece tanto el nombre del líder senderista, como el de Elena Yparraguirre, su segunda mujer, y miembro del comité central de Sendero Luminoso o Camarada Miriam, desde el comienzo narra una primera persona que es la de Abimael Guzmán. Memorias desde Némesis es el título que decidió dar a su autobiografía8, haciendo alusión clara a la terminología teológica que utilizó en muchos de sus textos. Némesis, en la mitología griega, es la diosa retributiva, la diosa de la justicia, la solidaridad, el equilibrio y la fortuna, pero también de la venganza. La portada del libro presenta, sobre un fondo rojo que reproduce los pliegues de una bandera ondeada, a un Abimael Guzmán, o Presidente Gonzalo, envejecido y sosteniendo el puño en alto. Fue publicado en el año 2015 e impreso en México.
Otro libro con temática carcelaria publicado por Sendero lleva por título Testimonios de heroicidad9. En la portada aparece, tras un fondo granate, un collage con la hoz y el martillo, y fotografías de los presos de SL, así como de los pabellones derruidos tras lo que se conoció como «la matanza de los penales», ocurrida entre el 18 y 19 de junio de 1986. Este libro fue impreso en el año 2016 en Lima, con una tirada inicial de 1000 ejemplares, a cargo de Ediciones Memoria. Se atribuye la edición, diseño y composición a los «familiares y amigos de los prisioneros».
Por último, en cuanto a producción senderista sobre encierro se refiere, habría que mencionar Cuentos de trinchera10, editado por Nueva Crónica, impreso en Lima en agosto del 2014, con un tiraje de 1000 ejemplares. La portada, también en granate, muestra el dibujo de un joven rodeando con un brazo a una mujer, a la que mira directamente a los ojos, mientras que con el otro brazo sostiene a una niña de rasgos andinos. Debajo de ellos aparece un enramado que alude a una trinchera. Al fondo se vislumbra una multitud representando al pueblo.
Por su parte, el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaro también ha publicado varios libros que son útiles para analizar el discurso tupamaro en torno a la figura del héroe, del guerrillero resistente. En este sentido, utilizaremos testimonios de los militantes del MLN-T, extraídos de sus publicaciones literarias, como Actas tupamaras: una experiencia de guerrilla urbana11, publicado por Talasa Ediciones, en la segunda edición de 1986, en cuya portada aparece una multitud con el puño en alto, custodiando una corona floral. Aunque no es un libro totalmente gestado en la cárcel, sí que aborda esta problemática.
En esta categoría se inscribirían Las cartas que no llegaron (2000)12 y Memorias del calabozo (1987)13 de Mauricio Rosencof, destacado miembro tupamaro, que escribe en coautoría con Fernández Huidobro, también dirigente del Movimiento Tupamaro. La característica que comparten todos estos escritos carcelarios es que rebasan la función meramente literaria, como argumenta Doana al equipararlos con la literatura fundacional latinoamericana. Estos relatos podrían ser acuñados bajo el término «ficciones de encierro», lo que para Doana serían:
Obras que se inscriben en un territorio fronterizo donde los parámetros que distinguen lo verdadero de lo falso pierden sentido y los límites entre testimonio y literatura se vuelven difusos (…) el concepto supone transgredir el protocolo testimonial en el que se ubican los relatos de experiencias concentracionarias y permite entender las variaciones como reconstrucciones de un recuerdo y no transcripciones –fieles o falaces– del mismo14.
En el siguiente artículo, nos ocuparemos de contrastar el discurso carcelario de Sendero Luminoso, a través de sus publicaciones y de los testimonios de los presos recogidos por la Comisión de la Verdad en las distintas cárceles de Lima, con el discurso carcelario de los presos tupamaros de Uruguay, a través de sus publicaciones y de los testimonios recogidos por la «Investigación histórica sobre detenidos y desaparecidos»15. La Comisión de la Verdad (CVR)16 fue creada en junio del 2001, durante el gobierno transitorio de Valentín Paniagua; dirigida por el doctor Salomón Lerner Febres, tenía como misión esclarecer lo ocurrido durante el conflicto armado interno que remeció el país entre los años 1980 y 2000. En el año 2003 el entonces presidente Alejandro Toledo presentó el texto final del informe, al que se habría unido la palabra «reconciliación» al título del mismo. Mientras que, la investigación histórica sobre detenidos y desaparecidos17, se elabora en cumplimiento del artículo 4º de la ley nº 15.848, tras el convenio firmado en mayo de 2005 entre el presidente de la república, Tabaré Vásquez, y el rector de la Universidad de la República. Aunque en un primer momento iba a ceñirse solo a la etapa dictatorial (1973-1985), terminó superando sus propios límites debido a que hubo tres desaparecidos con anterioridad a esa fecha (desde 1971) y a que continuaron las desapariciones, aún después de la dictadura.
Salvando las grandes diferencias que existen entre Sendero Luminoso y el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaro, lo que tienen en común es que ambos suscriben una ideología antimperialista y, marxista, que se adscribe a la premisa de la necesidad de la lucha armada, como también el hecho de que ambos grupos guerrilleros decidieron emprender sus acciones armadas, a diferencia de la mayor parte de las guerrillas latinoamericanas de la época, no en lucha contra la dictadura en el poder, sino en contextos democráticos, aunque efectivamente se tratase de democracias poco consolidadas.
El 30 de noviembre de 1958, la población uruguaya fue llamada a votar y los resultados electorales, con la victoria del Partido Nacional (repetida en 1962), después de muchos años de éxitos del Partido Colorado, dio inicio a la alternancia de partidos en el poder que es la base de cualquier democracia18.
Por último, lo que asemeja a ambas organizaciones es que sus presos estuvieron expuestos a largos periodos de encierro y reclusión, en los cuales fue prolífica su producción literaria. Es justamente por esto, por la amplia producción literaria al amparo de largos periodos de reclusión de los militantes de estos movimientos subversivos, que se observó la posibilidad de análisis y comparación de ambos, en torno a algunos ítems importantes en su construcción ideológica.
En el caso del Perú en el que Sendero Luminoso decide iniciar la lucha armada, el año 1980 abría un contexto marcado por la democracia; después de más de cien años, volvía a aprobarse el voto analfabeto, la edad de voto había descendido de veintiún a diecinueve años, y la izquierda, durante décadas perseguida, podía participar en las elecciones.
Por su parte, el Uruguay de los años sesenta se enfrentó a una serie de quiebres político-sociales, debido a varios factores: la terciarización de la economía, la extensión de la enseñanza superior y la incapacidad de adaptación al nuevo contexto por parte del clásico bipartidismo político entre gobiernos blancos (1959-1967) y colorados (1967-1973), lo que finalmente desembocó en el régimen dictatorial de Bordaberry19.
En 1961, el que después será el líder tupamaro más conocido, Raúl Sendic, organiza la UTAA (Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas), y, a partir de entonces, comienza a revalorizarse el papel de los organismos sindicales y su capacidad de acción en la consecución de sus reclamos (jornadas de ocho horas, mejoras en los sueldos, propiedad de la tierra, etc.). Esta revitalización sindical desemboca en la formación de «El Coordinador», sindicato clandestino pensado como plataforma orquestada para dar cabida a los distintos puntos de vista de las facciones políticas de la izquierda uruguaya, donde también, por supuesto, tenían espacio los hombres de Sendic. De este grupo se escinden los «tupamaros», como «brazo armado de la izquierda». Los años 1963 y 1966 serán los de construcción del aparato mínimo tupamaro, para luego empezar la etapa de propaganda armada.
Es en este contexto que el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaro comienza su lucha armada (lo hace antes que Sendero Luminoso). En el año 1968, empiezan a generalizarse las acciones de la guerrilla, al albor de la victoria electoral de Jorge Pacheco (1967-1972), quien, poco después de comenzar su mandato, puso en práctica las «medidas prontas de seguridad» que anulaban, de facto, varias garantías constitucionales. A partir de 1973, la democracia siguió cediendo paso al autoritarismo, aunque ahora sí con la mayor parte de la cúpula tupamara tras las rejas20, durante el gobierno dictatorial de Juan María Bordaberry (1973-1976). De manera mucho más directa que en el caso peruano, la dictadura acontece englobada dentro del contexto de la Guerra Fría y del operativo conocido como Operación Cóndor, como se desprende del hecho de que la mayor parte de las desapariciones de uruguayos, no tuvieron lugar en Uruguay sino en Argentina. En este sentido, el estudio «Investigación histórica sobre detenidos y desaparecidos», recoge, entre otras, las denuncias hechas por los familiares de los asesinados en Soca21 al senador Michelini, quien, a su vez, fue asesinado posteriormente.
Toda la información oficial busca inducir al pueblo uruguayo y a la opinión internacional de que las muertes son el resultado de una acción de un supuesto comando ultraderechista (…). La verdad es otra y es lo que tratamos de informar para que luego, Uds. adopten las medidas de publicidad y divulgación que juzguen convenientes (...). Lo que demuestra este caso es que las policías uruguayas y argentinas trabajaban juntas, que disponen la total libertad para ello y que están en una íntima [relación]. Tan íntima y tan inmediata que le permitió sacar a cinco personas de Buenos Aires, trasladarlas vivas a Montevideo y matarlas (...). Eso solo se puede hacer cuando todos los servicios policiales trabajan de común acuerdo [...]22.
La ideología tupamara es una mezcolanza de creencias dispersas puesto que tienen mucho de nacionalismo, pero también de sindicalismo, marxismo y un fuerte componente anarquista, que a la postre explica su descentralización interna. Se trató de una amalgama de grupos políticos distintos que El Coordinador logró unir en una misma plataforma:
Aunque seguramente fueron los tupamaros quienes llegaron más lejos en la sutura de las propuestas revolucionarias socialistas con la tradición política uruguaya (especialmente con el artiguismo y la épica revolucionaria blanca), fueron, en esto, una manifestación más del proceso general de «nacionalización» de la izquierda que ya venían procesando, desde la década del cincuenta, comunistas y socialistas, entre otros23.
Como resultado de la política represiva militar puesta en marcha contra el movimiento tupamaro, hubo más de mil guerrilleros detenidos en el penal de Libertad, a los diecinueve rehenes, diez mujeres y nueve hombres, los mantuvieron apresados en condiciones inhumanas, en algunos casos incluso por doce años.
Es por esto que una parte de los tupamaros se sintió atraída por el experimento velasquista, tan contrario a las directrices tomadas por la institución militar uruguaya en la década de los setenta; a este sector se le conoció como los «peruanistas», que abogaban por una coalición de los revolucionarios con los sectores constitucionalistas de las fuerzas armadas uruguayas24.
Por su parte, Sendero Luminoso no desarrolló su accionar armado durante el periodo dictatorial en el Perú, representado por el gobierno de Velasco Alvarado (1968-1975) y Morales Bermúdez (1975-1980), sino en el mismo momento en que se inauguraba la democracia. Es justamente en la guerra declarada contra la «democracia burocrático-capitalista» que Sendero da los primeros pasos en su accionar armado. La primera operación que orquestó la ILA25, consistió en robar las ánforas electorales en Chuschi, Ayacucho, el 17 de mayo de 1980, y estuvo enfocada al propósito de sabotear la democracia recién instaurada. Por lo tanto, y debido también a las especiales características del régimen militar, el Perú nunca estuvo tan envuelto en la dinámica bipolar propia de la Guerra Fría26.
Aunque Sendero comienza la ILA en 1980, ya estaba prácticamente constituido como partido a partir del año 1964, año en que sucede la pugna chino-soviética que divide el Partido Comunista en dos: Partido Comunista Unidad, que sigue los dictámenes de Moscú; y Partido Comunista Bandera Roja, liderado por Saturnino Paredes, que sigue las tesis chinas. Después, en el año 1969, en la IV Conferencia Nacional, se aprueba la formación del «Partido Comunista del Perú por el sendero de José Carlos Mariátegui»27, cuando Guzmán y poco más de una decena de miembros del PCP-BR (cincuenta a nivel nacional) se separan de Saturnino Paredes, debido a discrepancias en torno a la Reforma Agraria y al régimen militar.
Asimismo, resaltemos, el punto de situación política fija la posición inicial del Partido ante el golpe de Estado, calificándolo de gobierno reaccionario en general. Se rechazó de esta manera la posición paredista de considerarlo reformista, en esencia, pues Paredes como viéramos difundió su “emplazamiento” al gobierno velasquista, “si es reformista” que tome Talara, lo que sucedió el 9 de octubre; en consecuencia, para Paredes el gobierno era reformista aunque camuflándose le llamara “fascistizante”, oponiéndose a nuestra calificación de gobierno fascista; esta última fue sancionada en el Pleno de 197028.
En cuanto a los presos de estos movimientos subversivos, en el caso de Uruguay, las cárceles se llenan de tupamaros a partir del año 1967. Para los años 1968-1970, un buen número de miembros de la cúpula tupamara vive en régimen carcelario. Mientras la mayor parte de presos tupamaros permanece recluida en distintas cárceles oficiales del país, en 1973, nueve de sus miembros destacados (Adolfo Wasem, Raúl Sendic, Jorge Manera, Julio Marenales, José Mujica, Jorge Zabalza, Henry Engler, Mauricio Rosencof y Fernández Huidobro), por «motivos de seguridad», son sacados a la fuerza del penal de Libertad, aislados de los presos comunes y expuestos a un régimen de reubicación constante en distintas dependencias, como caballerizas o unidades militares. En el año 1985, se firma una amnistía general que permite la liberación de estos presos detenidos en condiciones infrahumanas desde hacía más de once años. La historia que vamos a contar a continuación es la de ellos a través de sus publicaciones literario-testimoniales.
En el caso de Sendero Luminoso, tras el asalto a la cárcel de Huamanga (Ayacucho) en 1982, que permitió la liberación de setenta presos senderistas, el gobierno demócrata del presidente Belaúnde (1980-1985) decide desplazar a los presos acusados de terrorismo a los penales de la capital. Es la historia de los presos senderistas desplazados a estos penales (Lurigancho, Santa Bárbara y El Frontón) la que vamos a contar a partir de sus publicaciones literarias y literario-testimoniales, así como de los testimonios recogidos por la CVR.
3. El héroe
En la elaboración discursiva senderista, aparece de forma recurrente la exaltación a la resistencia carcelaria. Esto no es casual, sino una de las piezas clave para constituir la ideología capaz de levantar, de entre penales hacinados, con pésimas condiciones de salubridad y presupuestos de menos de medio dólar al día por recluso29, lo que Sendero Luminoso convino en llamar: «Las Luminosas Trincheras de Combate o LTC». Las LTC que debían replicarse en cada penal y en cada pabellón senderista representaban, en la práctica, la toma del pabellón por parte de la organización subversiva, la cual se encargaría de reorganizar el espacio carcelario para que resultase útil a los fines del partido. Desde las Luminosas Trincheras de Combate se difundía el pensamiento guía; se impartían clases de marxismo, se realizaban funciones teatrales con temática que representaba las gestas de la «guerra popular», se producían calzados, comida, artesanías, etc. La función de las LTC era ganar cuadros para la organización; en esencia, presos comunes que, o bien atraídos por el dominio que Sendero ejercía sobre el espacio, por la ideología o, en otros casos, por meras razones de sobrevivencia, decidían formar parte del partido.
Por su parte, los tupamaros también utilizaron las cárceles como escuelas políticas y de adoctrinamiento, tal como dice Galiana i Cano:
Los debates entre la militancia tupamara en la cárcel o el exilio se multiplicaron, provocando importantes escisiones, rupturas y conflictos políticos. En cambio, los “rehenes”, aislados e incomunicados entre ellos y con el exterior, se mantuvieron excluidos de esta espiral dialéctica30.
Las matanzas ocurridas en las cárceles, como la que ocurrió en el motín de Lurigancho el 4 octubre de 1985, donde murieron treinta presos senderistas por la acción de la Guardia Republicana, también fueron utilizadas para la forja de la ideología partidaria. Es así como el 4 de octubre fue señalado por Abimael Guzmán como el «Día del Prisionero de Guerra», y pasaría a formar parte del calendario de fechas célebres del partido, como dice Asencios:
Desde el inicio del conflicto armado interno hasta los comienzos de los años noventa, el PCP-SL fue construyendo un calendario a partir de los “hitos de la guerra popular” y hechos resaltantes que fueron ocurriendo antes del desenvolvimiento de esta y durante su desarrollo, como por ejemplo la clausura de la “I Escuela Militar” (19 de abril de 1980), la “declaración de la guerra al Estado peruano” (19 de abril de 1980), el “ILA” (17 de mayo de 1980), el “Día de la bandera” (7 de junio de 1980) [...]31.
El «Día del Prisionero de Guerra» estaba destinado a glorificar la «resistencia heroica» que los presos senderistas llevaron a cabo ante la represión estatal. De hecho, va a ser a la sombra de la resistencia senderista, enfrentada al accionar del Estado a lo largo de los distintos motines por ellos encabezados, especialmente de los que tienen lugar en Santa Bárbara, Lurigancho y El Frontón, entre el 18 y 19 de junio de 1986, donde, después de dos días de altercados, mueren 118 presos en El Frontón, 124 en Lurigancho y dos en Santa Bárbara, que el onomástico de esas masacres reciba el nombre de «el Día de la Heroicidad». Esa fecha estructura buena parte del contenido ideológico que alimenta las Luminosas Trincheras de Combate. A partir de la utilización de prosa directa y de la primera persona, los presos senderistas se configuran como sujetos históricos de los hechos desde los que adoctrinan a las masas.
En este sentido, es un recurso común utilizado tanto por presos tupamaros como por presos senderistas el escribir en primera persona y con prosa directa, para que no se ponga en duda la veracidad de los hechos narrados, que para los senderistas se desprende de la vivencia de los mismos. Cuentos de la trinchera abre con la siguiente declaración:
Puesto que estos aspectos son indesligables, preferentemente hemos escogido narradores en primera persona, para dejar patente ante el lector que estamos narrando de lo que hemos vivido, y no de lo que nos han contado. El lenguaje que utilizamos es el del pueblo, no solo porque somos sus hijos sino porque el destinatario de nuestro trabajo es él32.
En el libro Memorias del calabozo33, Mauricio Rosencof y Fernández Huidobro, como dijimos, dos de los presos tupamaros más conocidos, esgrimen razones parecidas para escribir a partir del género testimonial. Para los autores, testimoniar es un deber en recuerdo de los cientos de presos caídos y, en particular, de Adolfo Wasem34. En el año 1987, se sentaron delante de una grabadora para testimoniar, «evitando hacer literatura, desembarazando el texto de recursos estilísticos, lo que sería una afrenta a la memoria de los presos caídos»35.
4. La cárcel como fábrica de héroes
En 1985, cuando la recién instaurada democracia uruguaya, liderada por el colorado Sanguinetti, libera a los nueve rehenes, se pone en evidencia el cambio que había ocurrido dentro de la organización. La historia de los rehenes era muy conocida, todo el país sabía quiénes eran aquellos que habían permanecido cautivos casi por doce años. Durante ese tiempo, se fue perdiendo uno de los puntos más importantes del programa tupamaro: el rechazo de la jefatura y la colectivización de las decisiones. Para los tupamaros, el que ejecutaba la acción era el responsable de la acción, y el dirigente detenido era el dirigente reemplazado. En esto, el MLN-T es totalmente contrario a Sendero Luminoso, para quienes la cúpula de la organización diseñaba el lineamiento político, y jamás ejecutaba la acción. Mientras, la figura profética que encarnaba el Presidente Gonzalo formulaba un pensamiento guía a partir de la «lectura correcta» (la única) del materialismo histórico. Pero esos años de cautiverio que vivieron los nueve presos tupamaros, entre quienes se encontraba Raúl Sendic, padre honorífico de la organización, pero también reconocidos literatos y dramaturgos como Rosenconf y Huidobro, terminó por glorificar sus figuras en detrimento del resto de los miembros de la organización.
Progresivamente, la exaltación interna de los líderes históricos –los 9 rehenes hombres– alejó el discurso horizontalista y antijerárquico de su etapa armada e hizo desaparecer los esfuerzos realizados en el período anterior para que las voces individuales no se superpusieran a los posicionamientos colectivos. A partir de 1985, los rehenes jugaron un papel central tanto en la imagen pública como en el desarrollo de los posicionamientos teóricos y estratégicos y en el control y la dirección del organigrama interno de la organización36.
Empieza a formarse entonces una mitología en torno a la resistencia heroica de todos los tupamaros detenidos desde el año 1966 hasta el año 1985, pero principalmente de los nueve rehenes, algunos de los cuales, al salir de la cárcel, escriben sobre su experiencia carcelaria. Ejemplos de esta literatura son los libros de Rosencof y Huidobro (Memorias del calabozo), de Rosencof (Las cartas que no llegaron) y de Adolfo Wasem (Adolfo Wasem. El tupamaro. Un puñado de cartas).
Para la conformación de la idea del héroe tupamaro, así como para la construcción del héroe en general, es necesaria la representación de la injusticia a la que el héroe se enfrenta, resiste y se esfuerza por superar. Uno de los recursos más utilizados por parte de la literatura glorificadora del héroe consiste en denigrar a su contrario por medio de la exaltación de la maldad que presuntamente personifica. El enemigo pasa a ser la otredad, diametralmente opuesto a los ideales elevados que representa la organización. Como dice Aguilera37 para su análisis de los grupos guerrilleros en Colombia, si bien es cierto que en la construcción de dicotomías creadas y recreadas desde los años sesenta por la guerrilla colombiana, tiene un fuerte influjo el marxismo con su halo mesiánico, también jugó un papel muy importante el catolicismo imperante en la cultura latinoamericana a partir de los binomios: bueno-malo, justo-injusto, etc. Este tipo de categorías que van de lo deleznable a lo admirable sin espacios intermedios son utilizadas una y otra vez en las Actas tupamaras. En sus textos, los tupamaros son imbuidos de la máxima autoridad moral, principalmente en contraste con sus opresores. Este tipo de formulaciones es observable a partir de las descripciones que ofrecen los tupamaros de sus carceleros, elaboradas con el claro objetivo de deshumanizarlos. En la deshumanización del enemigo se suelen utilizar adjetivos que lo alejan de lo racional, propios de la dicotomía que marca la distinción entre civilización y barbarie. Se animaliza a los enemigos que gruñen, se convierten en bestias carniceras, se disputan la presa y, finalmente, se transforman en una jauría, en un festín de fieras.
El comportamiento de las fuerzas represivas y, en particular, de la Guardia Metropolitana, daría para escribir largo sobre la ferocidad, ensañamiento y sadismo de cientos de hombres convertidos en bestias carniceras, desde luego, sin el atenuante de que las verdaderas bestias solo matan para defenderse o para alimentarse (…) Apresados, esposados y en el suelo, ni un solo compañero o compañera se salvó de ser golpeado. Puñetazos, patadas, culatazos, en la cara, en la cabeza, en los testículos, en cualquier parte del cuerpo. Se le suben encima, caminan sobre ellos hundiendo a cada paso el taco de las botas. Buscan las heridas para machacar allí, donde más duele, mientras gruñen, ríen, insultan y amenazan de muerte. “Hay que matarlos a todos”. “De aquí no salís vivo, hijo de puta”. Esgrimen armas cortas y largas; colocan los caños en la cabeza, en la sien, en la nuca, en la boca, en el pecho, mientras ajustan y presionan el dedo en el disparador, haciendo sentir así, y más de una vez el ‘gusto’ de la muerte a sus prisioneros. Todos pegan, todos amenazan. Terminan unos y vienen otros. Se disputan el turno, la presa y la herida para golpear. Los que han terminado, recomienzan. Una jauría interminable e insaciable; un festín de fieras38.
El recurso a la deshumanización del enemigo por medio de la metáfora animalizante es recogido también por El Hammoud39 en su análisis del discurso de Al Qaeda. El grupo islámico, defensor de la Yihad, se sirve de la metáfora para describir a los occidentales, a los que equipara con monos y cerdos, descripciones especialmente crueles, máxime teniendo en cuenta que el cerdo es un animal impuro para la religión islámica. De la misma forma, las metáforas animalizantes utilizadas por SL y MLN-T se dirigen a fortalecer al endogrupo por medio del rechazo del exogrupo, como se desprende la siguiente descripción elaborada por Sendero Luminoso: «Al final de la escalera, cuando ya llegaba al locutorio, encuentro al mayor Seminario: la papada tensa, los bigotes de morsa y los cachetes laxos»40.
Se trata de deshumanizar al enemigo principalmente con la intención de crear propaganda política y, por tanto, de justificar por medio de esta táctica las acciones armadas emprendidas en contra de lo que Sendero Luminoso llama la «otra colina» o la «reacción».
Por otra parte, esta identificación del «otro» también deviene del esfuerzo mayúsculo que dentro del grupo se ha realizado para la cohesión interna del mismo, puesto que es a partir del autoreconocimiento de los miembros de la organización que se excluye al que queda fuera:
Estos grupos se constituyen como grupos primarios, lo cual, a su vez, genera una mayor cohesión grupal; además, la presencia de amigos y/o parientes en el grupo hace menos probable la traición; del mismo modo se exige la ruptura entre el individuo y aquellos que no forman parte de su nuevo grupo, generándose así grupos más aislados; por último, los elementos identitarios del grupo deshumanizan al enemigo, tornando más aceptable la violencia hacia él41.
Es en la tortura donde el enemigo despliega su rostro más cruel; para Mauricio Rosencof y Fernández Huidobro, la intención del ejército era volverlos locos. Según los dos destacados miembros tupamaros, una de las principales tácticas para inducirles a la locura se desarrolló en su nueva ubicación: en el cuartel de Santa Clara, donde llegan desde el penal de Libertad el 8 de septiembre de 1973. Allí, los soldados habían planeado privar a los presos del sentido de su ubicación temporal tapando cualquier resquicio por el que pudiera filtrarse luz, y entregándoles el colchón durante el día o no entregándolo en ningún momento a lo largo de la noche.
Por otro lado, los tupamaros relatan haber sufrido formas de tortura y deshumanización del prisionero que recuerdan las difundidas por la Escuela de las Américas, con sede en Panamá, a donde llegaban desde mediados de la década de 1960 recetarios de torturas, los conocidos The torture manuals. Uno de los métodos que registran estos manuales consiste en mezclar comida con desechos, e incluso con excrementos, de modo que el torturado no tenga más opción que retirar las heces para seguir comiendo.
FH: Vamos a seguir describiendo el mundo. La desolación en cuanto a no tener nada en la celda. La no existencia de horarios. Eso estaba hecho a propósito. No había hora para comer, para entregar el colchón. Noches que no lo entregaban. Te quedabas esperando el colchón, como un gil. (…)
MR: Los soldados juntaban tierrita del piso y la echaban por encima.
FH: Y puchos también.
MR: En la polenta venían los puchos apretados…42.
Por su parte, los miembros de Sendero Luminoso también describen numerosos casos de tortura, en los que la vida del subversivo y su integridad física no solamente no son valoradas, sino que son constantemente puestas a prueba:
Me llevaron al hospital para hacerme extraer la bala, pero habré permanecido una hora, porque el médico se opuso a que haya hombres armados en el hospital. “Si usted no retira del hospital a los hombres con armas, yo no puedo atender al paciente”, les dijo el médico. Entonces optaron por lo más fácil para ellos: sacarme, ninguna otra atención me dieron, más bien, durante las torturas, me golpeaban en las heridas, amenazaban con que le iban a poner excremento: “Se te va a podrir la pierna, te van a cortar la pierna”43.
Si bien es cierto que no existe duda sobre la utilización, en ocasiones, de la tortura en ambos países y prácticamente de manos de los mismos actores (personal del INPE, Guardia Republicana, policía, militares), la descripción de la tortura que ocupa buena parte del contenido discursivo de los textos de ambos grupos tiene también una intencionalidad clara. En el caso de Sendero Luminoso, se trata básicamente de evidenciar que lo que ocurrió fue una guerra civil, que todos sufrieron pérdidas y que la esencia de la otra colina es, por lo general, más inhumana que la de Sendero Luminoso, lo que se evidencia principalmente en su trato a los «prisioneros políticos». Se suele utilizar este tipo de denominaciones dentro de las guerrillas y grupos subversivos en general para denominar a los rehenes de las organizaciones, aunque este término es confuso porque cuando los senderistas son encarcelados pasan a denominarse a sí mismos también «prisioneros políticos» y «prisioneros de guerra». Otro grupo subversivo peruano, el MRTA, llamaba «cárceles del pueblo» a los zulos de dos por tres, donde apenas había un pequeño respiradero por el que pasara el aire, y donde el rehén tenía totalmente impedida la libertad de movimientos.
Los compañeros que salieron del pabellón habían entregado vivo a uno de los rehenes; éste se identificó y dio su número a los marinos (contado por un sobreviviente), y después declaró que no sufrió maltratos. El herido había muerto con las explosiones. Nunca se les maltrató; se respetó sus vidas y se les cuidó. Es totalmente falso que se les haya torturado, “metiéndole un lapicero en el pene hasta matarlo”, como salió en uno de los periódicos después de varios días del suceso. Habrán sido los marinos, expertos en practicar torturas como esta, para justificar su asesinato e imputarlo a los prisioneros44.
En el caso del MLN-T, el relato del trato concedido a los rehenes es parecido. En la descripción del secuestro del abogado Pereyra Reverbel, se observan las concesiones humanitarias ofrecidas por los rebeldes al reaccionario, en contraposición a lo que para los tupamaros constituye una política carcelaria de tortura, aplicada sistemáticamente por parte del Estado. Pereyra Reverbel, mano derecha del presidente Pacheco, fue promotor de duras políticas para acabar con las revueltas obreras y estudiantiles que estaban ocurriendo en Uruguay a finales de la década de 1970, y, por lo tanto, fue «ejecutor» de la política carcelaria denunciada por los tupamaros. Pereyra Reverbel fue secuestrado hasta en dos ocasiones por el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaro, una en 1968 y otra en 1971; el primer secuestro se realizó en aplicación de lo que los miembros del movimiento llamaron «justicia popular» ya que calcularon que «tendrá amplia repercusión y favorable acogida popular»45. También los tupamaros denominaron a la casa donde estuvo retenido Reverbel por más de un año, la «cárcel del pueblo». El 13 de junio de 1968, los «tupas» llevaron a cabo la Operación Pajarito, mediante la cual secuestraron a Reverbel por primera vez. Después de varios días de retención del político, inician la siguiente conversación con él:
¡Que no puede ser, que lo tienen que dejar ir al baño, que cómo lo van a someter a semejante vejamen! Entonces se le responde que mientras en la Cárcel Central se maltrata a los trabajadores y estudiantes detenidos, se les tiene sin comer, sin beber, sin dormir; se les encierra en calabozos muchas veces con agua, orina y mierda hasta los tobillos; se les pega, se les tortura física y psicológicamente, él, corresponsable de todo eso, ha recibido tratamiento decoroso: come, duerme, lee; se le respeta como ser humano que no ha dejado de serlo por más enemigo, prisionero que sea. Se le hace ver que no se impide ir al baño por gusto, capricho ni ánimo de vejarlo, sino sencillamente, por razones de seguridad. Jura entonces que lo dejen ir, que si lo dejan ir, no mirará, que no verá nada. Pide que le venden los ojos. Le repiten que la cosa será allí o en ningún lado. Titubea. Se arregla las solapas. Se decide finalmente. Sus urgencias le obligan a aceptar, y acepta. Se le trae el recipiente y se tranquiliza. Los encapuchados no mirarán46.
Otra de las estrategias empleadas por ambos movimientos en la construcción discursiva de su carácter heroico consiste en la utilización de autodenominaciones tales como «luchadores del pueblo», «combatientes por la libertad», etc. Para Rapoport47 («The Four Waves of Rebel Terror»), el terrorismo tiene su origen en la Revolución Francesa. Es un fenómeno político, no consustancial a la esencia humana. En su análisis del terrorismo, el autor destaca cuatro oleadas: la anarquista, la anticolonial, la de la nueva izquierda (todas ellas desaparecidas; tuvieron la duración de una generación). Ahora nos encontraríamos ante la cuarta oleada: la religiosa. Es en la segunda oleada en la que los grupos terroristas cambian la forma de denominarse a sí mismos; mientras que en la oleada anarquista se autodenominaban «terroristas», pronto, por las connotaciones negativas que empezaba a tener el término, sumado a la mayor legitimidad que de facto inscribían sus acciones, los movimientos terroristas anticoloniales comienzan a apropiarse de epítetos tales como «luchadores sociales» y «luchadores por la libertad».
Partly because anti-colonial causes were more appealing to outsiders, definition problems became vexing. The term terrorist had accumulated so many abusive connotations that one identified as such had enormous political liabilities, and in this wave rebels stopped calling themselves terrorists. Lehi (the “Stern Gang”) a Zionist revisionist group was the last group to describe its activity as terrorist. Menachem Begin’s Irgun concentrating on purpose rather than means described themselves as “freedom fighters,” fighting government terror, a description that all subsequent groups used. Some developed an extraordinary policy of describing the same individuals in the same account, alternatively as terrorists, guerrillas, and soldiers48.
Por su parte, para Guzmán, la guerra fue la respuesta al abuso sistémico y la negligencia estructural del Estado peruano: «Un mundo en el cual se está aniquilando a las inmensas mayorías, en función de qué intereses, doctor. Entonces eso es lo que lleva a las guerras, que no son queridas por los peruanos sino impuestas por los de arriba»49.
De modo que, más allá de que el uso de este tipo de epítetos sea consustancial al accionar subversivo global, entra dentro de la idiosincrasia senderista el abuso de denominaciones en las que se resalta su «defensa de la justicia», la lucha de clases y el repudio hacia el término terrorista:
Lo que Alejandro ha hecho no era terrorismo, él era un luchador social, él luchaba para traer algo bueno para el pueblo. Ellos, los ricos, como siempre les decía a los jóvenes, les dicen terroristas a los luchadores sociales porque terrorismo es una palabra fea50.
En otro testimonio, un preso de Yanamayo, después de relatar las matanzas de los militares en Pampamarca y Huancasancos, Ayacucho, niega haber pertenecido a Sendero Luminoso y concluye su testimonio con la siguiente declaración: «Sendero Luminoso pretendía transformar la sociedad levantando al pueblo, no merece ser llamada organización terrorista»51.
Por otra parte, pareciera que en el interior de Sendero, como reflexión de los ex cuadros militantes de la organización, se tiende a diferenciar a las acciones armadas en dos categorías: 1) acciones justas: serían aquellas que han formado parte de una concienzuda reflexión política; y 2) acciones excesos: principalmente las cometidas en los últimos años de guerra, aunque también en Lucanamarca52, en las que los militantes de Sendero eran reclutados e incorporados a las acciones armadas sin haber pasado por el pertinente trabajo político, como apunta el testimonio recogido por Malvaceda:
Todos tenían que hacer eso a rajatabla […] exponiéndolo a tanta gente y todo cualquier cosa, pero se les pasó, es demasiado rápido, en esa época Sendero ya estaba desquiciado. La gente de Sendero ya no movía una opción política, sino terrorista (entrevista a B.B., 44 años, exmiembro de Socorro Popular)53.
Pero también el uso de autodenominaciones heroicas se dirige a ligar la acción de Sendero con el pueblo como sujeto colectivo de la lucha. Es así como se convierte en un recurso usual transmutar la acción emprendida por los grupos alzados en armas con la colectividad por la que dicen actuar. «Del pueblo donde vivo, también hay un compañero que ha fallecido en El Frontón ese día, José Carbajal. Él vivía acá arriba, y se conocía con el Alejandro porque él también era dirigente del pueblo»54.
En ese sentido, el partido se convierte en vocero de la colectividad. Los miembros de Sendero Luminoso elegidos vanguardia no solamente del proletariado, papel que usualmente se les asignaba a las directrices del partido dentro del comunismo internacional, sino que también devendrían en efigie de la humanidad representada en el pueblo: «En conclusión, resistir y combatir el plan de aislamiento y aniquilamiento sistemático contra los prisioneros, contra los mejores hijos del pueblo. Esta siempre ha sido la lucha de los prisioneros»55.
Otra forma de colectivizar la memoria de los prisioneros para ponerla al servicio del partido consiste en personificar al colectivo. Por medio del uso de metonimias, se personifica el esfuerzo de obreros y estudiantes en un solo cuerpo que sufre la tortura. El cuerpo social se convierte en un cuerpo físico al contar, al igual que los cuerpos humanos, con espinazo y lomo, tal como muestra la descripción elaborada por los tupamaros de la resistencia a los sacrificios impuestos por las nuevas «Medidas prontas de seguridad» de Pacheco en el año 1968: «Que las sufren pero sin resignarse, sin doblar el espinazo como esperaban quienes las desataron. Por el contrario, duro y vertical, el lomo del movimiento obrero-estudiantil las enfrenta, las resiste»56.
Otro de los aspectos centrales sobre los que los miembros de ambos grupos construyeron su capital heroico fue a través de su resistencia a la tortura, sin perder la dignidad como militante, es decir, sin traicionar al partido. José Agustín Machuca Urbina da buena cuenta de esto en su novela titulada Trece días57. Él es un cajamarquino que proviene de un hogar de campesinos pobres. A la tierna edad de veinte años, decidió unirse a Sendero Luminoso. Fue detenido en el año 1983 y recluido en la isla penal El Frontón. Su historia es la de un mando senderista que sale preso un año y cuatro meses después de su primera detención, para ser detenido nuevamente al poco tiempo, y resultar sentenciado esta vez a veinte años de prisión.
Fue dentro de la cárcel donde se dio a conocer por su manejo como delegado del resto de lo que Sendero Luminoso considera «presos políticos». Desde la cárcel escribe Trece días, obra clave para entender el manejo que Sendero Luminoso hace de la memoria para ponerla al servicio del partido.
La novela narra la historia de un joven que, acabando de salir de la cárcel, es nuevamente apresado por sus vínculos con la banda terrorista. Se entrelazan en la novela la rememoración del pasado con el presente en la voz de una primera persona del singular. En la rememoración del pasado recordará el amor que siente hacia una joven a la que decidió tomar como compañera con la venia del partido, así como su accionar como militante al servicio de la causa. Su presente lo vive entre rejas y constantemente expuesto a la tortura. En el siguiente relato, describe la práctica de tortura que se conoce como «el colgado», la cual consiste en sujetar con una soga las muñecas que el enemigo le ha colocado tras la espalda para dejarlo pendido del techo por medio de esta soga, recayendo el peso del resto de su cuerpo sobre las muñecas. Esta es una de las tácticas de tortura más utilizadas y una de las más dolorosas, puesto que los hombros van cediendo ante el peso del cuerpo, desencajándose lentamente. Pese al dolor sufrido en las largas sesiones de tortura, el preso sigue utilizando una actitud contestataria y de repudio al enemigo:
Lorenzo le devuelve la misma mirada desde donde se encuentra. Tiene todo su cuerpo tenso, siente que los músculos se le van a reventar. Pega la quijada al pecho para soportar el dolor mientras acumula saliva para lanzar un escupitajo, el torturador está atento, cuando levanta la vista para lanzarla, el policía lo espera y lo esquiva, coge una botella de licor que está cerca y le muestra al torturado, luego se bebe dos grandes tragos ruidosos58.
El episodio anterior recuerda mucho a otro relatado por Mauricio Rosencof, en el que se expone la resistencia heroica de una «compañera tupamara» que, poco después de haber salido de la tortura, es capaz de mirar a la cara a sus torturadores y mostrarles abiertamente su desprecio y su persistencia en la causa guerrillera:
MR: Venía de Artillería 1 de La Paloma, donde el 2° jefe era el mayor Gavazzo. El hermano de esta compañera fue acribillado luego de un enfrentamiento en el que cayó un soldado. Me pregunto si no habrá sido este hecho el que dio lugar a las cobardes represalias de la Rocha. A ella la habían internado moribunda. A las 24 horas, todavía con el aparato de traqueotomía colocado en el cuello, ordenaron llevarla, y la llevaron, en camilla, a Artillería 1 para proseguir los interrogatorios. Esta compañera, cuando pasó frente a mi cama, a pesar de su estado –era una mujer muy delgadita, muy pequeña–, alza su bracito con mucha dignidad y cierra el puño como diciendo “fuerza compañero”. Ella, que venía de la tortura y a la tortura volvía, con una traqueotomía en el cuello desgarrado59.
Vilches hace un recorrido del uso que se dio al episodio de resistencia a la ocupación francesa (1809) por una serie de periodistas y escritores republicanos, que escribieron entre los años 1854 y 1898, en aras de la creación de la nación española. Esa resistencia encarada por los defensores de la patria en contra del enemigo extranjero revertía a los héroes, la mayor parte de las veces representados por el pueblo en su conjunto, de las características propias del héroe griego, «persona puesta a prueba, actitud ejemplarizante», pero también del mártir cristiano, «demostración de fe en principios y valores, el sacrificio por el bien común y la predestinación; una vida encaminada a un fin heroico»60.
La creación del imaginario nacional a partir del martirologio de los guerrilleros que se oponían a la ocupación francesa recuerda el modus operandi utilizado por Sendero Luminoso en la elaboración de sus memorias militantes. Por otro lado, el recurso al martirologio constituye un lugar común en la historia política peruana, donde los esfuerzos más resaltantes han ido de la mano del APRA, lo cual se puede apreciar en las narraciones de los suplicios de persecución y encarcelamiento de sus miembros (entre los años 1932 y 1945, fueron detenidos miles de apristas) y, principalmente, de los protagonizados por su fundador, Haya de la Torre. A partir de la narración de la resistencia aprista, gracias a su resistencia partidaria y a su sentido de responsabilidad histórica, se estructura un discurso coherente de fortalecimiento del endogrupo, que es asimilado también a nivel nacional. El paralelismo con Sendero Luminoso es más que observable:
«La experiencia de la cárcel habría sido para los apristas una escuela de lucha revolucionaria, una fuente de fortaleza para templar su carácter y una trinchera de combate contra los regímenes represivos y autoritarios de la cual salieron limpios y victoriosos»61.
El proceso de martirización, en el caso de Sendero Luminoso, se tiñe, además, de la cosmogonía del mártir cristiano, pues ya desde la II Sesión Plenaria del Comité Central del partido, que tuvo lugar en 1980, en los mítines de Abimael Guzmán, se despunta una retórica religiosa que se vale incluso de algunos pasajes bíblicos: «comencemos a derrumbar los muros y a desplegar la aurora»62
Conclusión
La investigación arroja como resultado que tanto Sendero Luminoso como el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaro estructuran su discurso en términos binarios, a través de la polarización de las características positivas del endogrupo (SL y MLN-T), frente a las negativas del exogrupo (las fuerzas represivas del Estado). Esa polarización discursiva se construye a través de una serie de metáforas y metonimias utilizadas en la elaboración de sus memorias carcelarias para llegar, por medio de las mismas, a cohesionar a los militantes de ambas organizaciones.
De otro lado, la dicotomía discursiva también será utilizada para justificar sus acciones armadas dentro del rubro que se conoce como «propaganda política». Además, ambas organizaciones personifican al colectivo ‘pueblo’ con la finalidad de equiparar su sufrimiento al del mártir militante de ambas organizaciones, que resiste la tortura ejercida durante largos periodos de reclusión, en pos del pueblo al que dice representar utilizando figuras como la personificación. El mártir también es héroe, pues resiste la tortura sin traicionar al partido, y, por lo tanto, sin socavar el cuerpo de lo social. Aunque en el caso de Sendero Luminoso se fomentó mucho más la elaboración del héroe-mártir, en ambas organizaciones se observa esta figura construida por medio del género testimonial.
La principal diferencia entre la construcción de la memoria de Sendero Luminoso y el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaro sería el culto a la jerarquía, representado principalmente en la figura de Abimael Guzmán, y el uso que SL hiciera de la cosmogonía bíblica puesta al servicio del adoctrinamiento partidario, ya que no aparecen ambos recursos en las memorias del MLN-T.
Como quedó demostrado se sigue elaborando una memoria no oficial por los agentes que, cuarenta años atrás, iniciaron su accionar armado, y esta memoria, por el contexto en que es elaborada (con la aceptación de ambos movimientos insurgentes de la adecuación de la vía electoral y la renuncia a la lucha armada), anula el contenido político-ideológico presente de la misma. La memoria atendería a una voluntad de denuncia y de reforzamiento de la causa que en ese momento se libró, y que siguen entendiendo como justa. Por lo que podríamos concluir, que esta memoria está destinada al reforzamiento político-ideológico del pasado, enfocado a limpiar la imagen de ambos movimientos para su inserción actual en la política. En el caso del MLN-T, el objetivo ha sido más que logrado.