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HiSTOReLo. Revista de Historia Regional y Local

On-line version ISSN 2145-132X

Historelo.rev.hist.reg.local vol.12 no.24 Medellín May/Aug. 2020

https://doi.org/10.15446/historelo.v12n24.80739 

Artículos

Domeyko y su viaje a la Araucanía: la construcción narrativa del mundo indígena en los albores del Chile republicano

Domeyko and His Trip to Araucanía: The Narrative Construction of the Indigenous World at the Dawn of Republican Chile

Domeyko e sua viagem à Araucania: a construção narrativa do mundo indígena na aurora do Chile republicano

Viviana Gallardo-Porras* 

*Candidata a Doctora en Historia de Chile por la Universidad de Chile, Chile y Magíster en Etnohistoria por la misma Universidad. Docente e investigadora de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Chile. Este artículo es parte de la investigación de tesis doctoral y contó con el financiamiento de la beca doctoral CONICYT. Correo electrónico: vgallardo@academia.cl http://orcid.org/0000-0002-4961-4674


Resumen

A partir de la obra Viaje a la Araucanía en 1845 del naturalista polaco Ignacio Domeyko, en el presente artículo se indaga acerca del valor de los relatos de viaje como fuente histórica, considerando el debate sobre el doble carácter, documental y ficcional, de este género narrativo. Se pretende identificar la construcción narrativa presente en dicha obra, dando cuenta de sus estrategias y recursos descriptivos, referencias y enunciaciones. Se revisa el diario de viaje de Domeyko relevando principalmente su argumento, es decir, la construcción artística, destacando las formas del decir, las elecciones y órdenes, la incorporación de relatos históricos y las comparaciones de lo desconocido con lo conocido. Se concluye que, a través de la construcción narrativa, Domeyko logra también construir una representación del mundo indígena, rescatando al heroico araucano de la literatura del siglo XVI, complementado con características de la cultura y costumbres araucanas de mediados del siglo XIX.

Palabras clave: viajero; indígenas; relato de viaje; Araucanía; representación; construcción narrativa; Chile; siglo XIX

Abstract

From the work "Journey to Araucanía in 1845" by Polish naturalist Ignacio Domeyco; this article inquires the value of travel stories as a historical source, considering the debate on the double character, documentary and fictional of this narrative genre. It is intended to identify the present narrative construction in said work, giving account of its descriptive strategies and resources, references and statements. Domeyko's reviewed travel diary mainly reveals his argument, that is, the artistic construction, ways of saying things, elections and orders, the incorporation of historical tales and the comparisons of the known and unknown. It is concluded that, through narrative construction, Domeyko manages to build a representation of the indigenous world, rescuing the heroic Araucanian from sixteenth century literature, complementing with features from the Araucanian culture and customs of the mid nineteenth-century.

Keywords: traveler; natives; travel story; Araucania; representation; construction; narrative; Chile; 19th century

Resumo

Baseado na obra Viaje a la Araucanía de 1845 do naturalista polonês Ignacio Domeyko, este artigo explora o valor das histórias de viagem como fonte histórica, considerando o debate sobre a dupla natureza, documental e ficcional, deste gênero narrativo. O objetivo é identificar a construção narrativa presente neste trabalho, dando conta de suas estratégias e recursos descritivos, referências e enunciações. O diário de viagem de Domeyko é revisado, relevando principalmente seu argumento, ou seja, a construção artística, destacando as formas de dizer, eleições e ordens, a incorporação de relatos históricos e as comparações do desconhecido com o conhecido. Conclui-se que, através da construção narrativa, Domeyko também consegue construir uma representação do mundo indígena, resgatando ao heroico araucano da literatura do século XVI, complementada com características de cultura e costumes araucanos de meados do século XIX.

Palavras-chave: viajante; indígenas; história de viagem; Araucania; representação; construção narrativa; Chile; século XIX

Introducción

Luego de concluidos los procesos independentistas, las incipientes repúblicas americanas, preocupadas por conocer la geografía y los recursos disponibles en sus territorios, se valieron de la labor de científicos, naturalistas, artistas y militares europeos, quienes se trasladaron a América para explorar sus diversos parajes e identificar sus potenciales riquezas. Algunos contratados y otros por propia iniciativa, estos viajeros recorrieron América generando testimonios de gran valor a través de sus diarios o relatos de viajes.1 La experiencia directa con nuevos territorios los llevó a entregar datos útiles sobre las culturas y lugares recorridos. Al iniciar sus viajes, la mayoría de ellos explicitó sus motivaciones, entregando pistas a sus lectores sobre el itinerario y características que tomaría su relato. Sin embargo, pese a la utilidad de la información que el viajero entrega, el libro de viaje es considerado por algunos autores como un género con fecha de caducidad, es decir, que pierde parte de su atractivo cuando la intencionalidad utilitaria y los datos o la información que entrega dejan de existir o son cambiadas en el tiempo. Esta caducidad lo vuelve obsoleto a muchos de los fines para los que fue concebido, pero necesariamente le adjudica una nueva dimensión: convertirse en un documento histórico, una cantera de los investigadores, para reconstruir un momento de una cultura o una geografía (Villar 1995, 21-22).

En su condición de documentos históricos, estos diarios o relatos de viaje, han permitido recabar valiosa información para documentar los más variados aspectos de la América decimonónica. La veracidad en estos relatos radica en su carácter testimonial, donde existe una convergencia entre el autor, el viajero y el narrador.

El relato de viaje se ha definido como: "[...] una narración en prosa en primera persona que trata sobre un desplazamiento en el espacio hecha por un sujeto que, asumiendo el doble papel de informante y protagonista de los hechos, manifiesta explícitamente la correspondencia -veraz, objetiva- de tal desplazamiento con su relato" (Colombi 2006,14). Todo indica que la presencia del narrador en los hechos es un aporte a la fiabilidad y veracidad de la información que consigna.

Sin embargo, el relato de viaje es caracterizado por algunos autores como un género friccional, esto es, en tensión entre su carácter documental y ficcional, oscilando entre lo real y observado, con lo imaginado.2 Para algunos, esta característica es lo que permite considerar a estos textos como históricos y literarios a la vez (Ramírez 2017, 41-42), ya que en ellos es posible advertir un anclaje factual, asentado en los hechos, en los testimonios, en la realidad, con un componente cronológico y topográfico verificables, que se conjugan con su carácter testimonial, el cual, si bien es cierto apela a la objetividad de lo vivido, necesariamente rescata el carácter parcial de lo relatado (Alburquerque-García 2011, 17-18; Villar 1995, 20). Si bien el viaje, principalmente el de expedición científica, pretendió la adquisición de saberes comprobables, no es menos cierto que los relatos de viajeros fueron acompañados por referencias de lecturas anteriores o complementados con lo que escucharon o les contaron, incluyendo además comparaciones con tierras lejanas. Se advierte que el relato de viaje es una construcción narrativa que incorpora de forma orgánica y armónica no solo el testimonio de lo visto, sino también de lo oído de numerosos informantes y de lo leído en variadas fuentes documentales. Entonces, ¿Qué podemos considerar como dato histórico? ¿Es solo la observación y el intento de registro fiel de la realidad observada lo que constituye una información útil para la disciplina histórica? Ciertamente, no. Que un relato de viaje incluya, por ejemplo, evocaciones poéticas no lo hace menos veraz, sino que ello forma parte de los recursos estilísticos y narrativos que contribuyen a hacerlo, en primer lugar, atractivo a su lector y, a su vez, permiten al narrador construir una determinada representación de la realidad a la que está aludiendo.3

Además de esta distinción entre el carácter documental y el ficcional en el relato de viaje, otros autores han enfatizado la diferencia entre historia y discurso o, lo que en la crítica literaria se denomina, la trama y el argumento.4 En la narración, el viajero expresa una construcción que podríamos nominar artística, es decir, una cierta disposición de lo relatado que no necesariamente se apega estrictamente a lo visto y a una secuencia cronológica de causa-efecto, sino que dispone los datos, hechos y descripciones de acuerdo a los requerimientos de su relato, "en una palabra la trama es lo que ha ocurrido, efectivamente, el argumento es el modo en que el lector se ha enterado de lo sucedido" (Pozuelo 1988, 228).

Sin duda el quehacer historiográfico ha tomado cuenta de estas situaciones, pero en su afán de rescatar el dato utilizable a la reconstrucción histórica, considera exclusivamente el carácter documental del relato de viaje, olvidando su aspecto ficcional y valora preferentemente a la trama marginando de su análisis al argumento, sin considerar, en definitiva, a lo ficcional y al argumento como datos útiles.

En términos generales, en este artículo se aborda el relato de viaje desde la perspectiva metodológica que lo considera como una construcción narrativa, relevando principalmente su argumento, es decir, la construcción artística del viajero-narrador, señalando las formas del decir, las elecciones y órdenes, la incorporación de relatos históricos, las comparaciones de lo desconocido con lo conocido, en general, sus estrategias narrativas. Estrategias que son testimonio de una época, de una práctica cultural, de una forma de aprehender, explicar e interpretar el espacio y las culturas conocidas.

Acorde con lo anterior, en este estudio trabajaremos específicamente con una obra de Ignacio Domeyko Ancuta, naturalista y mineralogista polaco, quien en 1838 fue contratado por el gobierno chileno para impartir clases de química en el liceo de Coquimbo. Destacado desde su llegada a Chile por contribuir en los asuntos de interés público, se trasladó en 1845 a la Araucanía para conocer a sus habitantes, describir su territorio y proponer la mejor manera de que estos indígenas se incorporasen al Chile republicano.5 Pese a su breve permanencia en la zona, el sabio polaco publicó dos preciados textos con las descripciones y resultados de sus análisis.

Jean-Pierre Chaumeil (2003) distingue, en la producción de algunos viajeros, dos momentos o etapas de la reflexión antropológica. La primera es el tiempo de la descripción, materializada en el diario de viaje; la segunda, corresponde al de la síntesis, producción meditada y sistematizada acerca de las observaciones recogidas en el viaje. En Domeyko reconocemos estos dos momentos de producción textual, uno que tiene que ver con el viaje y su derrotero, materializado en su obra Viaje a la Araucanía en 1845 y la segunda producción, meditada y sistematizada, obra que se titula Araucanía y sus habitantes. Recuerdo de un viaje hecho en las provincias meridionales de Chile en los meses de enero y febrero de 1845. En este artículo se trabaja en específico con su Viaje a la Araucanía, porque consideramos que cumple en particular con las características del relato de viaje.

A manera de hipótesis, esta investigación plantea que, a partir de la estrategia narrativa, de los recursos estilísticos y de otros componentes de narración utilizados por Domeyko en su Diario de Viaje, este naturalista logró manifestar de qué manera entendió el territorio de la Araucanía y sus habitantes, construyendo una original representación del mundo mapuche de mediados del siglo XIX. En efecto, en esta obra el viajero no se limitó simplemente a exponer hechos y datos, sino que incluyó también relatos históricos de las zonas visitadas, comparaciones con tierras añoradas, se detuvo a contar anécdotas, evocó permanentemente los cantos de La Araucana, etcétera. Creemos que esta construcción narrativa nos habla de una forma de mirar y de conocer. Lo que describe, la manera en cómo lo enuncia y lo ordena, son pistas que están en la construcción narrativa, son reflejos de las elecciones de su productor, "narrar es administrar un tiempo, elegir una óptica, optar por una modalidad (diálogo, narración pura, descripción) realizar en suma un argumento entendido como la composición o construcción artística e intencionada de un discurso sobre las cosas" (Pozuelo1988, 240), en tanto, y para nuestro caso, una buena forma de comprender cómo el viajero entendió a la Araucanía y sus habitantes.

En la primera parte de este artículo, se describe el contexto en el que se generó el viaje de Domeyko a la Araucanía en 1845, poniendo especial relieve en los propósitos y expectativas del autor. Luego, se identifica las características de la construcción narrativa en la obra de Domeyko, registrando el orden de su discurso, es decir, las maneras de disponer los acontecimientos y las descripciones de la tierra y los indios. Posteriormente, se destaca la enunciación de lo "indio" en la narración, situada entre el mito literario y la experiencia vivencial del viajero. El trabajo concluye, en tanto ejercicio que posibilitó dar un nuevo tratamiento al relato de viaje de Domeyko, señalando cómo, a través de la narración, se construye una representación del mundo indígena.

Diario de viaje: de la experiencia a la escritura. Viaje a la Araucanía hecho en 1845

Establecido en Chile y siendo profesor de mineralogía y química en el liceo de Coquimbo, Ignacio Domeyko acostumbraba realizar excursiones y breves viajes de estudio para conocer la realidad geográfica y mineralógica del país. Como era habitual para el científico, en el verano de 1845 preparó un viaje de estudios, esta vez al sur del país. Lo realizó junto a su discípulo Miguel Munizaga, recorriendo desde Biobío a Valdivia. Así como su quehacer científico abordó distintos ámbitos, como la investigación geológica y mineralógica, las tareas docentes y la publicación de artículos científicos, la mirada y descripción etnográfica no estuvo ausente de su labor. En este viaje, el mundo indígena de la Araucanía se convirtió en su nuevo objeto de estudio.6 Producto de ese viaje, generó un texto nominado Viaje a la Araucanía hecho en el año 1845. En esta obra, el viajero es explícito en señalar las motivaciones que lo llevaron a la Araucanía:

¿Acaso no es digno de ser visto un país libre, independiente, aunque salvaje, que permaneció hasta el día de hoy tal como fue hace tres siglos, antes de la llegada de los conquistadores de alma de fuego, vestidos de aceros? ¿Por ventura no es asunto de interés conocer al americano indígena, hasta ahora independiente, amo y señor de su tierra? La crónica precolombina viviente (Domeyko 2010, 116).

Con estas interrogantes Domeyko inicia sus notas sobre su viaje a la Araucanía. Sin duda ellas revelan la construcción de su objeto de estudio, "es asunto de interés conocer al americano indígena", su traslado a las tierras sureñas tiene un objetivo claro que explicita en sus testimonios. Su expectativa es reconocer al indígena que canta Ercilla en su poema La Araucana. Si bien, el viajero tiene una expectativa, en cierta medida también plantea una hipótesis, pues para él, el sujeto "precolombino" está vivo y es eso lo que espera reconocer, aquel que "permanece hasta el día de hoy tal como fue hace tres siglos". Para el profesor Domeyko parece que no hubo historia, ni cambios ni evolución. Quizás por eso valida que es posible conocer a su objeto de estudio a través de la mirada de los poetas y cronistas del siglo XVI. Así, próximo a partir, cuenta que adquirió en una librería de Valparaíso un ejemplar de la obra de Ercilla, la cual se convertirá en un recurso permanente en su narración. El viajero-narrador espera ser testigo de lo que ha conocido a través del relato de otros viajeros, incluyendo en esta categoría a los cronistas de la temprana conquista y, por cierto, a Alonso de Ercilla, considerando la obra de este último, no sólo en la categoría de poema épico, sino como un relato de viaje versificado, de un viajero soldado, tan testigo de los hechos como él mismo. A juicio de Lilianet Brintrup, Domeyko corrobora cada una de las descripciones del paisaje natural y geográfico que entrega Ercilla, manifestando la confianza que tiene en las descripciones del poeta (Brintrup2003, 35-57). A medida que recorre el territorio inserta pasajes de este poema, evocando hechos históricos y también admirándose de la buena descripción geográfica del poeta. Escalando el cerro Marigueñu, el viajero señala:

El día era sereno, de calma en el ambiente, y el cielo azul; saqué del bolsillo la Araucana de Ercilla y leí el modo en que relata aquel triunfo de los indios independientes. Me admiró ante todo la exactitud con que el poeta conquistador reprodujo la forma de este cerro, pues, aunque no participó en la batalla de Marigueñu, le tocó recorrer esa ruta en los posteriores encuentros con los araucanos (Domeyko2010, 125).

Sin embargo, la realidad y características del mundo indígena no se presentan de acuerdo a sus expectativas. La construcción ercillesca corresponde al valiente y heroico indígena, quien lucha por su independencia y libertad hasta la inmolación. Es este el imaginario que acompaña a Domeyko en su viaje y que no logra corroborar a medida que avanza en el territorio. En cambio, las primeras percepciones del naturalista son las situaciones domésticas del mundo indígena, sus costumbres y sus adaptaciones al Estado chileno. En opinión de Margarita Pierini, aquel viajero que no tiene la capacidad de observar con una mirada abierta, pronta a la sorpresa, experimenta necesariamente la desilusión al confrontar la expectativa con la realidad. Según Pierini, esa es una constante en los viajeros que llegaron a América (Pierini 1994, 171). El naturalista supera y resuelve la desilusión al construir en su relato de viaje una particular representación del mundo indígena de mediados del siglo XIX, partiendo de su experiencia, pero también de la evocación permanente de crónicas coloniales y del poema de Ercilla.7 Es ahí donde interviene la escritura, materializada en su Diario de Viaje, en donde el viajero-narrador se convence y nos convence de la imagen heroica de los indígenas.

En el relato de su viaje, Domeyko inserta y coordina el testimonio de lo visto con lo leído o comentado. Para Brintrup "es una verdadera mezcla de narración y de prácticas científicas, una combinación de observaciones empíricas y especulación imaginativa" (Brintrup 2003, 36). Con estos insumos el viajero-narrador construye una nueva representación del mundo indígena.

Estructura narrativa: construcción de un orden de la realidad

Domeyko, en su Diario de Viaje, construye narrativamente el territorio visitado a través de una doble articulación espacio-tiempo. Si bien es cierto, la anotación de los días ordena el relato, aglutinando vivencias, observaciones y comentarios cotidianos, es el espacio geográfico el elemento más significativo que genera el orden de la narración.

El relato sigue el orden del avance en el territorio, cada espacio geográfico -ciudad o puerto-, se constituye en el texto como un escenario que permite al autor entregar testimonio de lo observado, dando en primer lugar una completa descripción geográfica, en la cual despliega su mirada de científico, anotando sus observaciones de plantas y árboles, sus clasificaciones y nombres científicos, las características del terreno y la composición geológica. Así, también, inserta evocaciones y recuerdos de lo leído en el poema épico La Araucana o en las crónicas tempranas de la conquista, las que le posibilitan complementar la visión y descripción con el recuerdo histórico, principalmente de batallas o hazañas bélicas de indígenas y españoles, convirtiendo su paso por los territorios en una experiencia histórica.

La descripción detallada comienza en Talcahuano, aquí las vivencias y experiencias del autor son determinantes para apreciar y describir el nuevo espacio. Al respecto, y evocando su estadía en Coquimbo, señala: "Es preciso haber pasado, como yo, siete años en una región costera seca, sin árboles, para apreciar la belleza de esta bahía[...]" (Domeyko 2010, 108). En el camino de Talcahuano a Concepción claramente combina su visión de naturalista y evocación histórica, así comenta: "El camino pasa por vegas a trechos fangosas, memorables por la batalla en que los patriotas fueron derrotados por los españoles en la guerra de independencia" (Domeyko 2010, 110).

Su próximo paradero es la Araucanía, relato que el nomina en su obra como: fragmentos del viaje al país de los salvajes. Es a partir de este momento en que se insertan en la narración los recuerdos de episodios bélicos, batallas y enfrentamientos entre españoles e indígenas, hechos heroicos de uno y otro bando con permanentes alusiones a los cantos de La Araucana. Es el avance en el territorio y su percepción del paisaje lo que gatilla en el viajero los recuerdos de lo leído o sabido de épocas pasadas. "De pronto, como en virtud de un conjuro, revivió en mi memoria lo que ya sabía de esa batalla por el poema de Ercilla y por las viejas crónicas [...]" (Domeyko 2010, 116).

Así, incluye en su narración los relatos de voces autorizadas de las batallas de Andalién, San Pedro, Lagunillas, entre otras. "Recordemos, en efecto, lo que dicen de esto Ercilla, Goyenechea y otros de aquella época [...]" (Domeyko 2010, 118).8 Así, Domeyko establece vínculos con los autores citados, generando una evidente intertextualidad. Esta relación le permite indicar o manifestar su intención de compartir las descripciones y características que estos autores realizaron sobre el mundo indígena, uniéndose a la tradición cultural y discursiva iniciada por ellos.9 Por ejemplo, refiriéndose a la muerte de Caupolicán, el viajero comenta:

Al plantarse ante la afilada estaca, sobre la cual iba a empalarlo el negro Galofo, le indignó a tal punto el aspecto del vil verdugo que, pese a que estaba aherrojado, de una sola patada arrojó a tierra al negro y por poco lo mata. Después, una vez aplacada su ira, se sentó él mismo, con rostro sereno, en el filo del ensangrentado madero (Domeyko2010, 154).

El viajero también hace suyo el relato de los cronistas. Frente al cerro Marigueñu, se cuestiona "¿será lícito pasar por este lugar sin recordar la hazaña?" (Domeyko 2010, 125). Pregunta que da pie a continuar con el relato de la batalla ocurrida en 1554, una de las mayores victorias de los mapuches contra los españoles.

Son estos relatos de episodios bélicos los que le permiten caracterizar al mundo indígena. La valentía y fuerza, el amor a la tierra, el apego a la libertad, son atributos que el viajero destaca en el indio, es lo sabido, lo que le han contado, lo que ha leído.

En el valle de Carampangue, el narrador advierte, con cierta complicidad y compasión hacia los indígenas: "¡Cuántos hombres, Dios mío sufrieron en estas casamatas de Colo Colo el tormento y hallaron la muerte o la invalidez por su amor y fidelidad a sus bosques, ríos y rocas patrias!" (Domeyko 2010, 131).

Cada espacio es construido no sólo por su descripción geográfica, sino que por la inserción de episodios y vivencias que ocurrieron en él. Se genera una narración que es la suma de episodios o escenas variadas, que no sigue una secuencia cronológica y que son independientes entre sí. En ningún caso son episodios que se vinculen para producir el desenlace de la narración. Así se entiende la inclusión de la descripción del juego de la chueca, el martirio de Galvarino o la presencia y labor del cura Brancadori en la misión de Tucapel. Concordamos aquí con Carrizo Rueda, quien señala que una de las características del discurso del relato de viaje es, precisamente, aquella en que los episodios se suceden en forma independiente, donde cada uno de ellos reviste interés por sí mismo, y sin que aparezcan elementos que los vayan involucrando unos con otros en función de abrir y mantener expectativas que confluyan en una conclusión. "Las descripciones no van hacia un fin -no empujan hacia adelante-, sino que actúan como adjetivos que van revelando la imagen de mundo que el discurso asume como escritura de cierto espacio recorrido" (Carrizo 1997, 19-20).

Estos episodios y descripciones insertas en el relato corresponden a lo que en terminología literaria se denomina digresión, el narrador pareciera alejarse del tema central, divaga sobre otros aspectos, secundarios o complementarios de la temática tratada. Se detiene a describir un paisaje, costumbres de lugareños, recuerdos, hechos históricos, etcétera. La digresión puede manifestarse en saltos temporales, lo que en el relato de viaje de Domeyko es evidente. Así, el narrador incluye extensos episodios del siglo XVI, principalmente bélicos, pero en otras ocasiones refiere a los inicios del siglo XIX, al período de la guerra de independencia, terremotos o vivencias locales. La finalidad de este tipo de estrategia al interior de una narración es variada, pero sin duda en el Diario de viaje, contribuye a construir la representación del mundo indígena de mediados del siglo XIX, pues estos episodios entregan aquellas características de valentía y heroicidad que el viajero no logra advertir a primera vista en su paso por la Araucanía.10 Hasta aquí se advierte que la narración sigue el avance en el territorio y que cada espacio constituye una unidad en la cual se inserta la descripción geográfica y episodios históricos o vivenciales que amenizan el relato. De cierta forma, la manera en que dispone los hechos y relata los episodios constituye una señal para entender la forma en que a través de la narración representa y construye el territorio y el mundo indígena.

Si afinamos la mirada, podemos identificar tres espacios o zonas que se relacionan directamente con la presencia indígena y que determinan el tipo de episodios que Domeyko incluye. La primera zona o espacio se desarrolla desde Talcahuano a Arauco -incluye Concepción, la ribera del río Biobío, el cerro Marigueñu, el valle de Carampangue-. En este tramo el viajero no tuvo encuentro con los indígenas, no obstante, están permanentemente presentes en las evocaciones de los cantos de La Araucana.

El segundo espacio se desarrolla desde el río Lebu al río Toltén, incluyendo su paso por Tucapel, Tirúa e Imperial. La presencia indígena en este sector es notoria. Al llegar a Tucapel, Domeyko comenta: "Aquí estamos ya entre las posesiones de los indios libres e independientes" (Domeyko 2010, 135). Los episodios insertados en esta parte del relato tienen que ver con descripciones variadas: el juego de la chueca, conflictos entre caciques, como Colipi y Painemal, costumbres de cortesía, descripción de bosques y selvas, incluso de árboles como la araucaria. La tercera zona se inicia al cruzar el río Queule y llega a Valdivia, un sector sometido a las reducciones. Aquí los episodios intercalados dicen relación con las características de los indios sometidos, su vida y aprendizaje en las misiones.

Esta división del relato, a nuestro juicio, se vincula con las estrategias que utiliza el autor para representar a los indígenas. Al respecto nos parece sugerente identificar en qué parte del relato se enuncia "lo indio" y cuáles son las estrategias narrativas que utiliza el autor para hacer presente al mundo indígena.

Enunciación de lo "indio" y las estrategias narrativas

Domeyko se traslada a territorio araucano con un conocimiento previo sobre el mundo indígena, su intención claramente expresada es reconocer a esa raza indómita que conoció a través de lecturas de crónicas y de la poesía de Alonso de Ercilla. Sin embargo, y como se ha advertido anteriormente, las expectativas del viajero no se ven completamente cumplidas según avanza en el territorio. Por lo mismo, las referencias al mundo indígena no son absolutamente coincidentes con las descripciones que sus lecturas previas le entregaron. Por tanto, creemos oportuno preguntarnos ¿cómo describe Domeyko al mundo indígena?, ¿qué dice de ellos?, ¿cómo y cuándo los enuncia? Se intentará, en esta parte del análisis, abordar estas interrogantes, para lo cual nos será útil recurrir a la división espacial establecida más arriba.

En términos generales, y en un primer nivel del análisis, reconocemos en el viajero dos tipos de enunciaciones para referir al mundo indígena. Existe una primera referencia, histórica y generalizante, que evoca permanentemente el mito ercillesco. Así, por ejemplo, en reiteradas ocasiones refiere a: "los defensores de la tierra", "aguerridos Cayeguano y Talcahuano", "fiero araucano", "defensores de su patria", "descendientes de Caupolicán, Rengo, Lautaro y tantos héroes salvajes" , "los indios libres e independientes" , siempre acentuando su valentía, su amor a la libertad, a su tierra e independencia (Domeyko 2010, 118-181). La digresión y la cita son las estrategias que posibilitan en el discurso del naturalista polaco esta primera enunciación hacia el mundo indígena.

Por otra parte, una segunda enunciación se relaciona con la descripción de lo observado, que podríamos nominar de la diversidad y particularidad. Así, el viajero es capaz de advertir en su relato particularidades en ubicación, costumbres e, incluso, en disposición hacia el gobierno chileno. El indio del presente, aquel que es contemporáneo a Domeyko, es observado y descrito, imponiendo en su relato la diversidad y particularidad. Ejemplo de ello es la caracterización de los caciques Painemal y Colipi y el relato de sus permanentes conflictos, o la historia del cacique Carmona, la descripción física del cacique de Tirúa o la enunciación detallada de todos aquellos que lo recibieron y saludaron -Culumil, Carmona, Ucracán, Payneán, Guanulán, Allapán y otros- (Domeyko 2010, 150-177).

Si bien estos dos tipos de referencias son transversales en el relato, podemos advertir que aquella enunciación que hemos nominado como histórica y general es frecuentemente utilizada en la primera parte del relato, esto es, en aquella zona en donde el viajero-narrador aún no ha tenido a la vista al indígena -de Talcahuano a Arauco-. A partir de la segunda zona -del río Toltén en adelante-, al entrar en contacto con los indígenas, las enunciaciones refieren más profusamente a la diversidad y particularidad.

Para posibilitar la inserción de "lo indio" en el relato, el narrador se vale de ciertas estrategias que permiten introducir las referencias de forma armoniosa, generando un relato coherente y sin duda ameno. A continuación, en un análisis más detenido, identificaremos las estrategias narrativas utilizadas en el relato.

En los primeros territorios recorridos, los indígenas están ausentes, no son parte de la vivencia cotidiana del viajero, en tanto Domeyko los incluye intercalando episodios históricos de carácter bélico. Los inserta, por ejemplo, en el recuerdo de la batalla de Andalién. Para evocar dicha batalla del siglo XVI, el narrador se vale de un personaje, este es el timonel de su bote, quien lo conduce por el río Biobío. El timonel es quien hace de guía y va dando pauta para los recuerdos y comentarios de Domeyko:

El joven Miguel contemplaba arrobado esos campos históricos, entre los dos, recordábamos lo que los cronistas españoles dicen en son de alabanza de los araucanos, sobre esa batalla del Andalién. El veterano nos escuchaba con atención y, maniobrando el timón, señaló con la cabeza hacia el mar y fijándose en el promontorio de Gualpén que parece montar guardia en la misma desembocadura, exclamó con voz ronca: Allí, señores, lo pasaron peor los godos; allí no se habría salvado ni uno solo si no fuera por la ayuda de Santiago (Domeyko 2010, 118).

Habitualmente el autor utiliza personajes de su relato para incorporar la mención de "lo indio". Teniendo en cuenta que el naturalista se traslada a la zona con cartas de recomendación que el propio gobierno le entregó, en su traslado se vincula con diversas autoridades: el comisario Zuñiga, capitanes de amigos, intendentes, los cuales en muchas partes de su relato intervienen dando sus opiniones sobre el mundo indígena. El comisario Zúñiga, por ejemplo, resulta relevante en la narración, pues permite a Domeyko manifestar su parecer sobre la mejor manera de incorporar a los indios a la civilización de la naciente república chilena. En el relato, el viajero inserta la opinión del comisario:

El indio -dijo Zúñiga- es astuto, traicionero, engañoso, odia al cristiano y al español, y jamás se someterá de grado, es un animal al que no se pueden aflojar las riendas, sino que tratar con severidad y hasta exterminar si es preciso, y sobre todo obligarlo por la fuerza a todo, sin darle paz ni descanso (Domeyko 2010, 155).

A partir de esta opinión, el viajero aprovecha comentar sobre la necesidad de mantener el mayor número de misiones y de proteger al mundo indígena.

Otra estrategia para hacer presente al indígena es incluirlo en su relato pronunciando discursos y arengas, a través de proclamas de arrojo y valentía. El caso de Galvarino es paradigmático: "Sin torcer ceja ni arrugar la frente, alzó la cabeza, extendió el cuello y dijo: Cortad también esta garganta sedienta de vuestra sangre; ¿de qué os sirve mi diestra si miles mejores que la mía os aguardan?" (Domeyko 2010, 123).

El narrador combina texto histórico y reflexiones en presente. Después de relatar el sangriento sacrificio de Galvarino, comenta: "Me detuve para mirar un tiempo estas dehesas, hasta ahora poco habitadas, poco cultivadas, como si el trigo no quisiera crecer en esta tierra impregnada con sangre de sus antiguos dueños legítimos" (Domeyko 2010, 123).

En Tucapel, Domeyko tiene el primer encuentro con los indios, ahora la mención no es lo evocado o recordado, la mención es a lo visto y comprobado por su propia experiencia. El indígena "de carne y hueso" se hace presente ante su vista:

Pude observar a esos hombres más de cerca: el color de sus rostros, no muy oscuro, era algo más claro que el de las tribus indias de las regiones nortinas de Coquimbo y Huasco [...] El rostro del araucano es ancho, los labios, sobre todo el inferior son gruesos, la frente tiene apenas dos o tres pulgadas de alto, el pelo negro, grueso, en los ojos un salvajismo difícil de describir pero no repelente. Los ojos chicos, pero no rasgados, grises oscuros o negros, de mirada aparentemente tranquila, indiferente, pero desconfiada [...] (Domeyko 2010, 142).

Aquí la enunciación de lo indio es a su apariencia física, su indumentaria, sus modos y costumbres de saludo, la descripción de sus parlamentos o la percepción de rencillas entre caciques locales. Es el testimonio de lo que el viajero observa:

Se turnaban en hacer usos de la palabra los dos caciques, sin mirarnos ni mirar el uno al otro sin reforzar su parlamento con gestos; seguían la vista baja hasta el suelo y las manos escondidas debajo del poncho. El sonido de su lengua no es desagradable; hay muchas sílabas guturales y algunas otras se pronuncian como en inglés the y they de modo que, de lejos parece escuchar a los yanquis conversando con campesinos renanos, y sólo cuando se trataba de emitir un tono muy alto y prolongado, el cacique estiraba y alzaba un poco el cuello como un gallo cuando canta (Domeyko 2010, 156).

Es habitual, además, como estrategia narrativa, la inserción de una pregunta que ayuda a conducir el relato, casi con un afán pedagógico. Estas preguntas posibilitan la inserción de detalles de usos y costumbres de los indígenas. De forma explícita pregunta ¿Qué es la chueca? y responde dando características pormenorizadas del juego que define como predilecto de los araucanos y que se ha trasmitido por la tradición. Más adelante se pregunta "¿Qué clase de árbol es esa araucaria, el pan de los indios de aquí? Para conocerla en todo su esplendor y prestancia hay que verla en su propia patria, en la rocosa cordillera, [...]. Esta aristócrata del bosque no permite que se le acerquen otros árboles o arbustos" (Domeyko 2010, 146-166).

Si bien en esta parte de la narración también se incluyen episodios o pasajes de La Araucana, en específico lo referente a Caupolicán, el viajero-narrador construye una representación del mundo indígena principalmente según lo visto y lo oído: "De lo que he visto y de la conversación con el capitán y con algunos indios que hablaban un poco el español, pude formarme una idea del modo de vivir de este pueblo" (Domeyko 2010, 160). Así describe, por ejemplo, el interior de la vivienda indígena, las vestimentas de la mujer y sus labores domésticas:

La casa del cacique, igual que todas las casas que vi hasta ahora por el camino, tiene de 18 a 20 codos de longitud y 10 a 12 de ancho [...] En cada casa hay una sola entrada y una abertura en el techo para la salida del humo. En el interior y al centro, hay dos o tres gruesos pilares unidos arriba por una viga horizontal [...] Entre estas columnas se ven, en el suelo, uno o dos fuegos, en torno a los cuales se agrupan los niños y todos los de casa, y sobre el fuego hay ollas negras de humo (Domeyko 2010, 161).

Domeyko se enfrenta a otra realidad del mundo indígena, no es la heroica y épica, es la doméstica, cotidiana y a su juicio poco salvaje vida araucana. La descripción de este espacio es bastante bucólica, la disposición de las viviendas indígenas, sus cultivos de papas y habas, los verdes campos, son descritos una y otra vez en el espacio comprendido entre Tucapel y el río Toltén. Al respecto el viajero comenta: "Las casitas de los indios, dispersas como por capricho por toda la región, con sus huertos de verduras, campitos de maíz, habas o porotos otorgan a esta región un carácter más civilizado de lo que realmente es" (Domeyko 2010, 140). Recuerda esta descripción el topos del Locus amoenus, en este caso un indígena en un lugar feliz y muy próspero, en una situación sin problemas, alejado de los conflictos de la historia y reconciliado con la naturaleza.11

La tercera zona que hemos identificado y que posibilita nuestro análisis, corresponde al sector de Valdivia, Osorno y La Unión, nominada por el viajero como la frontera sur de la Araucanía. En ella reconoce el comienzo de la zona sometida al gobierno chileno, es el sector de las llamadas reducciones. Existe una manera constante y reiterada en esta parte del relato para referirse a los indígenas, la enunciación refiere a "los indios sometidos", "indios que reconocen la autoridad política y judicial de la república" y en otras ocasiones refiere a "los indios convertidos". Es importante destacar que el naturalista hace distinción entre la sumisión al gobierno y la conversión al cristianismo. A su juicio, si bien esta zona está sometida a la autoridad del Estado chileno, estos indios persisten en sus costumbres y creencias, lo que les impide asumir cabalmente la categoría de indios convertidos. Así lo evidencia al comentar: "Cada misionero debe mantener la escuela y propagar la fe, porque todavía la mayor parte de esta población, sumisa al gobierno, se aferra a su salvajismo, no quiere bautizarse, no habla español, vive torpemente y se embriaga con chicha" (Domeyko 2010, 189).

Domeyko, a través de estos juicios, otorga argumentos para avalar su propuesta de incorporación de los indígenas al Estado chileno. En su opinión, son las misiones las encargadas de cumplir un rol civilizador, en ningún caso refiere a una ocupación militar o violenta de la zona. Incluso y como señalamos más arriba, entra en franca diferencia con la percepción y propuesta que plantean algunos emisarios del gobierno, como es el caso del ya mencionado comisario Zúñiga.

Las reflexiones y análisis del viajero constituyen una evaluación acerca del estado o condición en que se encuentra el mundo indígena y, por tanto, pueden ser consideradas como el primer paso para desarrollar posteriormente una propuesta de incorporación de este territorio y sus habitantes. Su planteamiento contempla un sistema de reducción fundado en la educación religiosa e intelectual de los indígenas, que tenga como principal objetivo reformar las costumbres indígenas que se alejen u opongan a la verdadera civilización. En esta parte del relato también utiliza múltiples vertientes de información, que se mezclan y combinan, dándole una estructura particular a la narración. Nuevamente la observación empírica se mezcla con lo leído y con lo oído. Con estos elementos, el viajero-narrador construye la representación del mundo indígena de la parte meridional del país. Sus observaciones resultan fundamentales en el relato, intercala en esta zona la descripción del territorio y las características indígenas que puede observar. Por ejemplo y con gran detalle, relata cómo se prepara la chicha, o la costumbre de los indios de comer maqui "que por lo común, los comen a puñados, sin preocuparse de las manchas; por eso tropezábamos en el camino con gente que ya no parecía gente, con sus ojos, mejillas, orejas, bocas y mentones ennegrecidos hasta el cuello" (Domeyko 2010, 189).

El viajero-narrador es explícito en señalar cómo construye su conocimiento sobre el indio. Si bien la descripción de lo visto es primordial, en esta zona el relato de los misioneros resulta fundamental en la descripción del mundo indígena, son sus informantes, a los cuales da el mismo crédito que, anteriormente dio a Ercilla o a los cronistas tempranos.

En esta ocasión me contó el misionero muchas cosas curiosas sobre los indios, su carácter, prejuicios y virtudes. Muchas de estas concuerdan con lo que escuché en el transcurso del viaje de los Franciscanos en Tucapel, del capuchino fray Roniulo en Valdivia y con lo que pude observar con mis propios ojos (Domeyko 2010, 191, énfasis del autor).

Si bien Domeyko ha entregado durante todo su relato información y características del mundo indígena, considera necesario incluir aquella dada por los misioneros "De modo que no estará de más agregarlo, antes de que se le olvide, a las observaciones que cité antes sobre ellos" (Domeyko 2010, 191). De este modo, el viajero realiza una detallada caracterización de los indígenas de la zona sur, su carácter -un tanto frío y orgulloso- sus creencias, rituales y costumbres mortuorias. A medida que describe lo visto, es habitual que también incorpore lo que los misioneros le contaron. Sin embargo, las citas al poema de Ercilla siguen presentes en la narración. Aquí, nuevamente la intertextualidad es utilizada y, a través de citas recurrentes a La Araucana, el narrador va configurando el relato y las características del territorio y los indígenas. Manifiesta, tal como lo hizo más arriba, una total confianza en la información del poeta. Por ejemplo, comentando sobre la apariencia física señala: "Los indios en toda la Araucanía, tal como lo vi en las dehesas del Imperial, no han cambiado desde el descubrimiento de América; son hoy iguales a como los pinta Ercilla", e inmediatamente inserta parte del canto I.12 Si bien la intención está en identificar cómo el naturalista a través de su relato construye una representación del mundo indígena, consideramos pertinente señalar que el viajero-narrador además incorpora opiniones y sugerencias sobre qué hacer con "los indios", acerca de cuál sería la mejor forma de aproximación, conocimiento e incorporación de los habitantes de la Araucanía. Sin duda estas opiniones vertidas en el relato tienen que ver con el contexto de producción de la obra, de las necesidades que la incipiente república manifestaba. En un esfuerzo por construir nación, la situación de la Araucanía y sus habitantes era un tema permanente de discusión. Si bien el historiador Jorge Pinto postula que es después de la crisis económica de 1857 cuando el Estado chileno puso mayor interés por las tierras indígenas, desarrollando políticas que culminaron con la ocupación de La Araucanía, él mismo reconoce que existieron manifestaciones anteriores de este interés.13 Domeyko, como viajero y descriptor de la zona, no escapa ni rehúye la temática. Se declara abiertamente a favor del sistema de las misiones, incluso se permite criticar a las autoridades y a comerciantes inescrupulosos que visitan la zona. Para ello utiliza la estrategia de incorporar en su narración el relato de aquello que le han comentado.

Oí muchos relatos parecidos en que el misionero tropieza en su labor apostólica entre los infieles con la oposición del intendente o gobernador, preocupados sólo en asegurar su dominio material sobre aquellos, con la oposición del comerciante que cuida de su propia ganancia, la venta de aguardiente o tabaco a cambio de un pedazo de tierra o algunos caballos y ovejas, y hasta con la de algunos ciudadanos influyentes que ven con malos ojos la protección que el misionero ofrece a los indios (Domeyko 2010, 196).

Conclusión

En este artículo se aborda el discurso etnográfico de Ignacio Domeyko, que se considera como una construcción narrativa. Nuestro interés ha sido identificar cómo a través de su narración construye una representación del mundo indígena decimonónico. En definitiva, nuestro intento es un ejercicio que posibilitó darle un nuevo tratamiento al texto titulado Viaje a la Araucanía año 1845.

En primer lugar, consideramos que la narración del naturalista y, en específico, lo que dice relación con su discurso etnográfico, cumple doblemente con las características de un relato o narración testimonial. Por una parte, es el autor-viajero-narrador, es su experiencia y vivencias, las que dan coherencia al relato; por otra parte, y en atención al discurso etnográfico, presenta las características de la escritura antropológica que, según Geertz, basa su seriedad y credibilidad, no en la profusión de información entregada, sino en la capacidad del narrador -antropólogo- de convencernos que "estuvo allí". Concordamos con Geertz que en la persuasión de que ese milagro ha ocurrido, es donde interviene la escritura (Geertz 1989).

En segundo lugar, se asume que el Diario de Viaje a la Araucanía es una construcción narrativa en donde el viajero-narrador genera una particular manera de ordenar y disponer lo relatado, que no necesariamente se apega a lo visto y a una secuencia cronológica de causa-efecto, sino que dispone los datos, hechos y descripciones de acuerdo a los requerimientos de su relato. Por ejemplo, pese a que en su avance por el territorio no logra observar al indígena heroico, eso no le impide enunciarlo profusamente. Así, el indio valiente, heroico, libertario e independiente es suplido en el relato con la inserción de citas de La Araucana.

En tercer lugar, a través de su narración, el naturalista construye una representación del mundo indígena. El orden del discurso, los enunciados escogidos y las estrategias narrativas utilizadas, le permiten construir una representación del indígena, que necesariamente recuerda al heroico araucano y que complementa con características de su cultura y costumbres. Domeyko genera un cruce temporal, integrando en esta representación la información de Ercilla y de las antiguas crónicas, con su propia experiencia y vivencias en la Araucanía.

Referencias

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1Este despliegue de viajeros se da en el contexto de lo que Mary Louise Pratt nomina como la reinvención de América, proceso que se inicia con el viaje de Humboldt a América entre 1799 y 1804. Liberada de la tutela española, América es redescubierta y reinventada por otras miradas europeas, poniendo el énfasis en su territorio y recursos. Posterior a Humboldt una seguidilla de viajeros recorrió América prospectando sus recursos, es lo que Pratt define como la vanguardia capitalista, aquel relato que ve posibilidades de futuro, entendido como recursos a desarrollar, excedentes a comercializar, ciudades y puertos a construir, líneas férreas que instalar. Es un tipo de relato que se aleja de la visión humboldtiana del espacio, este ya no es la naturaleza y sus imbricaciones, ahora se ve en ella las posibilidades logísticas de su explotación. Son otras miradas, otros ojos los que miran el territorio, para ser explotado racionalmente (Pratt 1997, 114).

2El relato de viajes se presenta como un género que, lejos de limitarse a las formas puramente diccionales —o sea, no-ficcionales—, incluye también muchas estrategias y formas escriturales que pertenecen al campo de la ficción. Oscilando entre dicción y ficción, entre la función puramente referencial y la función poética que incluye los más diversos procedimientos ficcionales, el relato de viajes se caracteriza por su friccionalidad [...] (Ette 2003, 108).

3Humboldt declara en el tomo II de su Cosmos: "Repito aquí de intento, que pueden darse a las descripciones de la naturaleza contornos fijos y todo el rigor de la ciencia, sin despojarlas del soplo vivificador de la imaginación. Adivine el observador el lazo que une al mundo intelectual al mundo sensible, abarque la vida universal de la naturaleza y su vasta unidad más allá de los objetos que mutuamente se limitan, que esta es la fuente de la poesía" (Humboldt 2011, 231).

4Para la crítica literaria, según J.M. Pozuelo, la distinción "Historia" y "Discurso" es luminosamente atraída y rescatada por los formalistas rusos, en especial por B. Tomachevski, quien, con su distinción en el relato entre trama y argumento, habría impulsado y otorgado nuevo sentido a la constitución de los relatos. Para Tomachevski, de acuerdo a Pozuelo, la trama podría exponerse de una manera pragmática siguiendo el orden natural, o sea, el orden cronológico y causal de los acontecimientos, independientemente del modo en que son dispuestos o introducidos en la obra. El argumento, en cambio, estaría constituido por los mismos acontecimientos, respetando su orden de aparición en la obra (Pozuelo 1988, 228).

5Es importante destacar que los estudios y comentarios de Domeyko inciden en las políticas nacionales, a modo de ejemplo, su Memoria sobre educación literaria y científica en Chile fue de gran importancia en la radical reforma del sistema de enseñanza pública, su plan contemplaba fijar un sistema uniforme de enseñanza, crear una Escuela Normal de Preceptores, fundar una Escuela de Pintura y otra de música y nombrar visitadores de colegios. Así también su Memoria sobre la libertad de la importación del carbón de piedra tuvo repercusiones en el reemplazo del uso de la leña por el carbón como combustible (Lastarria 1937). Establecido en Chile y siendo profesor de mineralogía y química en el liceo de Coquimbo, Ignacio Domeyko acostumbraba realizar excursiones y breves viajes de estudio para conocer la realidad geográfica y mineralógica del país. Como era habitual para el científico, en el verano de 1845 preparó un viaje de estudios, esta vez al sur del país. Lo realizó junto a su discípulo Miguel Munizaga, recorriendo desde Biobío

6"No existe acuerdo en la historiografía con relación a si Domeyko fue en misión oficial a la Araucanía, es decir contratado por el gobierno chileno. Revisadas las sesiones del Congreso Nacional del año 1845, no se advierte ningún detalle de apoyo financiero o pago realizado a su expedición a la Araucanía. Lo concreto es que Domeyko contó con numerosas cartas de recomendaciones para las autoridades locales que facilitaron su tránsito y estadía en zona araucana (Pinto 2010, 36). Por su parte Gonzalo Piwonka sostiene que lo más probable es que Domeyko haya contado con el patrocinio oficial del gobierno" (Piwonka 2002, 81). Así también Paz Domeyko Lea-Plaza señala que el presidente Bulnes lo designó como enviado especial a la Araucanía (Domeyko 2002, 183).

7Tal y como lo plantea Carlos García-Romeral "El viajero generalmente es lector de otros viajes o de libros para el viaje. Ha leído a los viajeros, geógrafos e historiadores clásicos y a sus coetáneos, se ha informado a través de guías de las ciudades o simplemente ha leído la prensa para tener una información del país que va a visitar (García-Romeral 2001, 18).

8Domeyko se refiere probablemente a la crónica de Vicente Carvallo y Goyeneche "Descripción Histórico -Geográfica del Reino de Chile", que si bien fue publicada por primera vez en 1875 y 1876, existía una copia de ésta en la Biblioteca Nacional de Chile desde inicios de la década de 1840, copia que Claudio Gay había ordenado sacar del manuscrito original que se encontraba en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires (Amunátegui, 1875, 17; Feliú 1965, 63).

9"Si se considera la literatura como un sistema en el que las obras asumen un valor caracterizado por su mutua relación, la cita es un caso evidente de intertextualidad, que revela el nexo entre el autor que cita y el citado. Esta relación puede presentar distintas connotaciones: tanto puede indicar la voluntad de unirse a una tradición ideológico-cultural, como puede connotar intentos paródicos, irónicos o satíricos" (Marchese y Forradellas 1989, 55).

10"La digresión es un aspecto peculiar de la urdimbre narrativa y tiene, por lo tanto distintas finalidades artísticas: sirve para complicar la acción, anticipando, por ejemplo elementos que volverán a ser retomados más adelante; crea una pausa en la acción principal, suspendiendo el tiempo de la historia, para suscitar un cierto suspendo en el lector; puede coincidir con un flash-back cuando (interrumpiendo la acción) se describe la vida y maneras de un personaje que se introduce en el relato [...] o puede también tener un cariz documental, como elemento de apoyo con valor referencial, como cuando remite a un tiempo histórico, a unas costumbres, etc. para dar verosimilitud a hechos y personajes de la narración[...]" (Marchese y Forradellas 1989, 102). Roland Barthes la define como "[...] un fragmento ornamental, fuera de tema o que se vincula con un nexo muy débil y cuya función es hacer brillar al orador; la mayoría de las veces es un elogio de lugares o de hombres" (Barthes 1982, 65). Por su parte, J.J. Ortega le resta importancia a la digresión en la estructura del relato, señalando que "Por muy interesantes que puedan resultar para el historiador, el etnógrafo, el educador, el filósofo —por lo que tienen de información—, para nosotros, como estudiosos de la estructura del relato, no dejan de ser más que un gesto de intencionada erudición que bien podrían constituir un libro diferente (Ortega 2006, 227).

11El locus amoenus es un antiguo topos de la mitología y de la literatura: representa el lugar feliz, el edén, la edad de oro, la situación sin problemas del hombre alejado de los contrastes de la historia y reconciliado con la naturaleza. [...] está caracterizado frecuentemente por la presencia de un prado con flores, uno o varios árboles, una fuente o un arroyo, un viento suave que sopla, un pájaro o varios que cantan (Marchese y Forradellas 1989, 249; Ortega 2006, 212).

12"Robustos, desbarbados / Bien formados los cuerpos crecidos / Espaldas grandes, pechos levantados, / Recios miembros, de nervios bien fornidos [...]" (Domeyko 2010, 191).

13En estricto rigor, el debate no era nuevo. A lo largo de la corta historia republicana que Chile llevaba recorrida hasta entonces, el tema se había planteado en varias ocasiones. En 1823, cuando el Congreso discutió la idea de traer inmigrantes para civilizar al mapuche, se reconoció que "la gran mira del gobierno de Chile debe ser la civilización de los indios y su reunión con los demás chilenos en términos que se forme una gran nación". En 1828 se produjo otra discusión interesante en el Congreso General Constituyente que debatió largamente la situación de los mapuches y del territorio que poblaban, sin que se llegara a acuerdo si debían considerarse chilenos y si la Araucanía formaba parte del territorio nacional" (Pinto 2010, 46).

Cómo citar este artículo/ How to cite this article: Gallardo-Porras, Viviana. 2020. “Domeyko y su viaje a la Araucanía: la construcción narrativa del mundo indígena en los albores del Chile republicano”. HiSTOReLo. Revista de Historia Regional y Local 12 (24): 14-39. http://dx.doi.org/10.15446/historelo.v12n24.80739

Recibido: 28 de Junio de 2019; Aprobado: 26 de Septiembre de 2019; Revisado: 03 de Octubre de 2019

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