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Nómadas

Print version ISSN 0121-7550On-line version ISSN 2539-4762

Nómadas  no.54 Bogotá Jan./June 2021  Epub Jan 13, 2022

 

Editorial

Editorial


Emprender un viaje, sea este planeado o forzoso, implica siempre un riesgo y muchas expectativas. La edición número 54 de NOMADAS: Migraciones forzadas: debates desde América Latina y el Caribe, fue asumida por sus editoras como un viaje, con algunas coordenadas de referencia y con la incertidumbre de los puntos de llegada; por ello, en gran medida, nuestro equipaje estuvo cargado de muchas preguntas y una actitud abierta a explorar y conocer. Fue grato encontrar cantidades de viajeras y viajeros en el camino, aunque lamentablemente para esta edición solo arribamos doce. A todos ellos, gracias por su participación.

Emprendimos el camino comprendiendo que los fenómenos migratorios no son aislados y requieren ser pensados atendiendo a marcos relacionales, que no solo incluyen la partida, sino también el flujo, el asentamiento y el posible retorno. Entendíamos, a nuestra salida, que no se trataba de un fenómeno individual y que, aun cuando se parta sin compañía, siempre hay consecuencias para las familias y las comunidades, que acarrean ajustes y transformaciones sociales, económicas, políticas y culturales. Por ello estuvimos de acuerdo con quienes, desde distintos campos del saber, han afirmado que la migración ha hecho historia y la historia ha creado circunstancias para la gran diversidad y complejidad de las migraciones en el mundo.

Ahora bien, nuestro mapa nos marcaba la geografía latinoamericana, aquella que en la primera mitad del siglo XX tuvo un papel importante como receptora de poblaciones que se resguardaron de las posguerras mundiales y, en la segunda mitad, en cambio, se convirtió principalmente en emisora hacia el Norte del continente, en las que han sido llamadas "migraciones económicas", motivadas por el ethos del "sueño americano". Sin embargo, esa cartografía, así como los marcos de interpretación, han cambiado, pues avistamos a partir del siglo XXI un aumento de las migraciones, tanto dentro de la región como en el mundo, en movilidades reconocidas hoy como Sur-Sur.

Estos giros en las trayectorias han traído nuevas preguntas, pues escapan a las explicaciones netamente economicistas o instrumentales. También han puesto en tensión el concepto de "migración forzada", que en sus inicios buscó explicitar la movilidad humana causada por conflictos armados o persecución política, religiosa, ideológica o étnica, la cual obligaba a los individuos a cruzar fronteras nacionales en busca de protección. En las nuevas historias de expulsión, fuimos descubriendo que esa noción inicial ya no era suficiente y que requeríamos de nuevos diarios que vincularan las experiencias de despojo de individuos y comunidades, a quienes se les ha obligado a romper con tradiciones e historias compartidas, ligadas a sus territorios, sus memorias y sus prácticas. Ya no necesitábamos más crónicas de indias, sino bitácoras que plasmaran la propia voz de los protagonistas, para dar cuenta de la capacidad de agencia de quienes huyen, así como de su creatividad para incidir y decidir sobre su devenir, sobre sus cuerpos y sobre las formas posibles de vivir en los territorios propios o adoptados.

Con esas comprensiones en nuestra mochila, iniciamos el camino y llegamos a un primer puerto: el reconocimiento de una América Latina que se preocupa por entender y dar respuestas localizadas, distintas y con otros enfoques a la pregunta por las violencias como el despojo y la necesidad de protección. Allí encontramos autoras y autores que, en primer lugar, ubican las movilidades forzosas en los procesos de globalización y de acumulación capitalista neoliberal, en los que tanto los territorios como los cuerpos han sido arrebatados y explotados, mediante dinámicas de muerte, aplicadas a quienes no se insertan o no son útiles al modelo. Una América Latina expulsora y productora de refugiados, porque ha permitido la explotación indiscriminada de sus territorios, con el consiguiente aumento de la pobreza y la falta de oportunidades, que obligan a la búsqueda de nuevas fronteras para vivir y sobrevivir.

También visitamos otros lugares conceptuales, que fueron mostrándonos aristas latinoamericanas de comprensión de nuestras migraciones. Allí encontramos que, como parte de la lógica moderna/colonial, las políticas migratorias de los Estados se insertan en los marcos jurídicos internacionales que sostienen, sin cuestionarla, la geopolítica de poder y dominación existente entre los nortes y los sures globales. Por un lado, se hace explícito que tanto los discursos de democracia como el entramado normativo constituyen un enmarañado lenguaje que legitima confinamientos, expulsiones y discriminaciones en nombre de la salud, la economía o la seguridad nacional. Y, de otro lado, se configuran necropolíticas que definen quiénes pueden o no alcanzar el estatus de refugiados, estatus que habilita para recibir protección y, por lo tanto, garantizar su acogida y derechos o que, de no tenerlo, significa ser desechado y condenado a la ilegalidad, al señalamiento y la precariedad. Pregunta uno de nuestros articulistas por qué resulta más fácil que crucen productos y mercancías que personas en los puntos de frontera. Una posible e inicial respuesta que arriesgamos, después de sumergirnos en las discusiones de esta edición, es que las políticas migratorias se rigen por un sistema neoliberal que establece el control limítrofe con base en dispositivos coloniales: raciales, heterosexuales, de poder económico y político. Así, pues, este primer puerto nos invita a pensar las migraciones con la mirada puesta en este modelo civilizatorio, globalizado y necropolítico.

Ahora bien, dentro del marco general antes mencionado, se alzan muros y fronteras conceptuales que las y los compañeros de viaje en esta edición de NÓMADAS mueven, corren, saltan y hasta transgreden, para lograr mejores comprensiones. De esta manera llegamos al segundo puerto, en el que las fronteras conceptuales y físicas se recomponen, al tiempo con los procesos que allí se dan. Entre los relatos de viaje sobre el tema tenemos aquellos que explican las fronteras como muros cada vez más endurecidos y fortificados y aquellos que hablan de las dinámicas de intercambio y mercantilización de la vida y de los cuerpos a ambos lados, mientras que otros las borran, en un entorno cultural distinto hecho posible con la recuperación de la historia ancestral y comunal de sus habitantes.

En el paisaje explorado, entendemos que las líneas trazadas no son inamovibles y estáticas, pues se flexibilizan ante la corrupción, el mercado y las lógicas capitalistas. También sentimos que son linderos que se mueven, cambian y transforman, gracias a los sujetos que los habitan, aunque sea transitoriamente, y que lo que hoy es solo una joven línea divisoria que indica una visita se vuelve al mismo tiempo un augurio de retorno. Este segundo puerto nos habla de fronteras que se producen, son producidas y producen subjetividades, y nos invita entonces a entender que son fronteras vivas.

El tercer punto de arribo en este viaje exploratorio es la diversidad de sujetos en las experiencias migratorias, en un claro llamado a deshomogenizar tanto el mismo fenómeno de la migración como a quienes lo protagonizan. Este foco spermite develar prácticas patriarcales, racistas, homofóbicas, xenofóbicas que gestionan los cuerpos de manera diferenciada, tanto en los lugares expulsores como en los de paso y acogida. Mujeres explotadas y tratadas como mercancías, personas trans vilipendiadas y ultrajadas, comunidades ancestrales desarraigadas y engañadas, son apenas algunos de los sujetos que se enfrentan a la necesidad de migrar y que ven cómo se reproducen dichas prácticas en los lugares de recepción. Algunos de nuestros/as excursionistas nos dicen que se han creado nuevas maneras de "otrerizar" a los diferentes colectivos que se desplazan, formas que se constituyen generalmente a partir de distinciones jerarquizantes. Sin embargo, también este nuevo puerto nos descubre la emergencia de sujetos que parecían invisibilizados por una suerte de blanqueamiento conceptual de la migración. Si en un principio se ocupó de los hombres que se desplazaban por razones económicas, ahora nos invita a dar cuenta de distintos sujetos colectivos: trans, mujeres, niños, personas con discapacidad, campesinos, etc., que escapan a identidades uniformes, como pobres, latinos, perseguidos, y nos retan a encontrar nuevas categorías para explicar y reconocer las singularidades de esta condición de viaje para cada uno de esos sujetos.

Llegamos casi al final de nuestra aventura, a un destino que nos anima y nos motiva... Es un lugar en el mapa que nos habla de las nuevas solidaridades, de las articulaciones comunitarias, de las reconfiguraciones espaciales para refugiar, acoger y resistir. No solo son relatos del sufrimiento y del despojo -que no pueden desconocerse-, sino narrativas de nuevos arraigos, del rehacerse en comunidades distintas y de reexistir, o sea, de volver a crear la vida. Procesos en comunidad que recuperan la lengua, las costumbres y la cultura; estéticas y poéticas con las que se interpelan los lenguajes uniformados que esconden las violencias hacia quienes migran; cotidianidades que enriquecen la vida tanto privada como pública; en fin, subjetividades políticas que retan no solo a los gobiernos y a las sociedades sino también a los/as académicos.

Hemos llegado a un destino imaginado, pero no certero, y podemos decir con entusiasmo que América Latina ha respondido al reto de pensar por muchos caminos la movilidad y, en especial, la migración forzada. Entre políticas de confinamiento y encierro para contrarrestar el contagio de covid-19, caminamos, volamos y conocimos fronteras y poblaciones en movimiento. Como suvenires nos quedan las viandas conceptuales que encontramos en cada puerto y que nos ofrecen no solo nuevas comprensiones, sino estrategias que, en el seno de los sujetos migrantes y refugiados, se fortalecen para la resistencia, tanto en las desdibujadas fronteras como en los diversos escenarios sustentáculos.

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