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Revista Latinoamericana de Psicología

Print version ISSN 0120-0534

rev.latinoam.psicol. vol.51 no.3 Bogotá Sep./Dec. 2019

https://doi.org/10.14349/rlp.2019.v51.n3.3 

Artículos

Desconexión moral y delincuencia juvenil severa: metaanálisis de su asociación

Moral disengagement and serious juvenile crime: a meta-analysis about its relationship

Laura Férriz-Romerala  * 

María Patricia Navas-Sáncheza 

José Antonio Gómez-Fraguelaa 

Jorge Sobral-Fernándeza 

a Universidad Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, España.


Resumen

Numerosas investigaciones se han centrado en analizar los vínculos entre la desconexión moral y las conductas antisociales o delictivas en población juvenil, con variados resultados. Este estudio tiene como objetivo principal estimar la magnitud y dirección de la relación entre la desconexión moral y la delincuencia juvenil, así como analizar la influencia de una serie de variables moderadoras, para lo cual se empleó la técnica del metaanálisis. Se aplicó un modelo de efectos aleatorios para obtener el tamaño del efecto promedio y para explorar moderadores. Se obtuvo un total de 20 estudios primarios, con una muestra acumulada de 10061 individuos, y un tamaño de efecto resultante de r = .35 (p < .001). Se estableció un modelo predictivo con una única variable moderadora: el tipo de delito, mostrando que la importancia de la desconexión moral aumenta notablemente cuando se incrementa la gravedad del delito (r = .45, p < .001). Se concluye que la tendencia a la desconexión moral puede considerarse como un factor de riesgo relevante para la delincuencia juvenil y más relevante todavía en relación con delitos graves. Este resultado contribuye a consolidar a las dimensiones morales como un factor clave a considerar en el diseño de futuras investigaciones, así como en las estrategias de prevención e intervención de diferentes tipologías delictivas.

PALABRAS CLAVE: Delincuencia juvenil; desconexión moral; metaanálisis

Abstract

Several researches have focused on analyzing the links between moral disengagement and illegal behaviours in young population showing different results. The main aim of this review was to estimate the relationship between moral disengagement and juvenile delinquency, as well as to analyze the influence of certain moderating variables. A random effects model was used in the meta-analytic review in order to settle the average effect magnitude and obtain the moderating effects of demographic and methodological variables. A total of 20 independent studies were obtained involving 10061 youths. Moral disengagement has been found to be associated with juvenile delinquency (r = .35, p < .001). Concurrently, the effect magnitude increases as it does the seriousness of the crime (r = .45, p < .001) which settles the type of crime as a significant moderator. In conclusion, moral disengagement and severe juvenile crime share a powerful relationship, which stablishes the moral disengagement as a relevant risk factor for the juvenile delinquency. This result suggests that the moral dimension is a key factor to take into account in the design of future research, as well as accomplishing prevention and intervention strategies for different types of crime.

KEYWORDS: Juvenile delinquency; moral disengagement; meta-analysis

Diferentes estudios sugieren que las trayectorias delictivas cronificadas se encuentran asociadas a múltiples factores de riesgo, entre los cuales destacan algunas variables de carácter individual. Numerosos estudios muestran que una de las diferencias más relevantes entre individuos reincidentes de aquellos que no reinciden o apenas lo hacen, son características personales tales como la impulsividad, falta de empatía, niveles de razonamiento moral, entre otros (Andrews & Bonta, 2017; Basto-Pereira & Farrington, 2018; Leverso, Bielby & Hoelter, 2015; Lloyd, Chadwick & Serin, 2014; Sobral, Luengo, Gómez-Fraguela, Romero & Villar, 2007). Y en el contexto del estudio de ciertos procesos desinhibitorios, cobra elevado interés la desconexión moral. En el ámbito de su teoría social cognitiva, Bandura (1986, 1999) propuso que la gran mayoría de los miembros de una comunidad no cometen actos delictivos debido, en gran medida, al proceso de internalización de valores y estándares del grupo social de referencia o pertenencia, mediante complejas interacciones recíprocas de factores cognitivos, afectivos y contextuales; tales procesos, devendrían en un cierto grado de desarrollo moral. Sin embargo, es necesario tener en cuenta que un enfoque estrictamente cognitivo es insuficiente para analizar las complejidades de un comportamiento como el delictivo. Así lo han puesto de manifiesto algunos estudios en los que no se ha podido establecer una asociación directa y significativa entre razonamiento moral y delincuencia juvenil (Blasi, 1980; Herzog & Einat, 2016; Jurkovic, 1980; Tarry & Emler, 2010). Según el propio Bandura (1999, 2002), la comprensión de los mecanismos regulatorios implicados en la inhibición/desinhibición de las conductas delictivas va más allá de los mecanismos de procesamiento de información implícitos en el razonamiento moral. En este sentido, se hace imprescindible explicar aquellos casos en los que individuos con alta capacitación para el razonamiento moral, actúan como si tales estándares habituales de razonamiento quedasen, al menos transitoriamente, en suspenso. Así, individuos con plena capacidad para el análisis moral de las situaciones, pueden llevar a cabo los actos más abominables, incluidos comportamientos terroristas y genocidas (Koomen & Van der Pligt, 2016; Maikovich, 2005; Sobral & Gómez-Fraguela, 2008).

Específicamente, se entiende por desconexión moral un conjunto de mecanismos de autorregulación a nivel cognitivo y conductual que permiten racionalizar y legitimar las conductas disruptivas y delictivas, desactivando aquellas barreras inhibitorias habituales vinculadas al juicio moral. De tal modo, se minimizan los procesos de autosanción producto de la socialización normativa convencional: por ejemplo, experimentación de emociones negativas (culpa o vergüenza), deterioro del autoconcepto y autoestima, o reducción de la eventual angustia producida por el conflicto moral generado por cursos de acción alternativos. El funcionamiento del proceso de la desconexión moral es gradual, debilitando progresivamente los sistemas autorregulatorios (Bandura, Underwood & Fromson, 1975). Se suele aceptar que la desconexión moral incluye ocho posibles mecanismos de implementación; los cuales, a su vez, se podrían clasificar en tres niveles.

El primer nivel permite la reinterpretación de la naturaleza del propio acto delictivo, hasta recalificarlo como correcto; incluiría los mecanismos de: (1) Justificación moral del daño cometido sobre terceros como un medio para conseguir un fin superior; (2) Lenguaje eufemístico, esto es, empleo de un lenguaje adaptado a la reducción de las connotaciones negativas de las conductas violentas, disruptivas, específicamente ilegales, con daños a terceros; (3) Comparación ventajosa, consistente en comparar la conducta delictiva con otra mucho más grave, de modo que la primera conducta pueda parecer notablemente menos grave, o, directamente, insignificante. En un segundo nivel, se llevaría a cabo un ajuste cognitivo para reevaluar el papel del perpetrador del delito, mediante mecanismos como: (4) Desplazamiento de la responsabilidad, atribuyendo la misma a las presiones situacionales o a factores como la voluntad o el poder de otros; (5) Difusión de la propia responsabilidad en otras agencias causales; frecuentemente, un grupo; (6) Minimización, ignorancia o distorsión de las consecuencias. En un tercer nivel, se generaría información sesgada referente a personas afectadas por las acciones del delincuente, de modo que se les desvincula de su rol de víctimas a través de: (7) Deshumanización; esto es, proceso de eliminación de las cualidades humanas pertenecientes a la víctima, la cual es percibida como un objeto carente de sentimientos, dignidad, no susceptible del respeto que sí merecen los auténticos seres humanos; y (8) Atribución de la culpa a las víctimas del delito, llegando a acusar a estas de provocar o forzar el comportamiento del agresor (Obermann, 2011).

Así entendida, la desconexión moral facilitaría la comisión tanto de delitos o conductas antisociales varias, de carácter leve (pequeñas agresiones, descarga de música ilegal) como de delitos muy graves (genocidio, terrorismo). Además, el recurso frecuente a tales mecanismos de desconexión conduce a procesos de habituación a su utilización, con los consiguientes resultados de disminución del impacto emocional asociado a la acción, y de minimización del potencial inhibitorio de la culpa, el remordimiento, la vergüenza, etc.; a menudo, ello puede traducirse en una progresión de la gravedad de los delitos interiorizados como aceptables (Bandura, 1991). A largo plazo, la justificación repetida de las conductas delictivas, se traduciría en una normalización del empleo de la desconexión moral, rechazando fácilmente la axiología de valores prosociales/convencionales vigentes en la comunidad en cuestión (Hyde, Shaw & Moilanen, 2010).

La investigación respecto al rol de la desconexión moral se ha centrado frecuentemente en poblaciones de niños y adolescentes, disponiendo así de un buen número de estudios acerca de la asociación existente entre los mecanismos de desconexión moral y diferentes conductas problemáticas, tales como la agresión (Obermann, 2011; Pelton, Gound, Forehan & Brody, 2004), el acoso escolar (Gini, 2006) y la delincuencia (Bandura, Caprara, Barbaranelli, Pastorelli & Regalia, 2001). Asimismo, se ha indagado acerca de cómo esa desconexión pueda estar mediando en la cronificación de las carreras delictivas en la adultez (Cardwell et al., 2015). Además, algunos estudios longitudinales proporcionan evidencia complementaria, mostrando una notable asociación entre bajos niveles de desconexión moral y el desistimiento delictivo durante la adolescencia (Paciello, Fida, Tramontano, Lupinetti & Caprara, 2008; Shulman, Cauffman, Piquero & Fagan, 2011). Estas investigaciones han permitido categorizar al menos cuatro trayectorias de desarrollo vital respecto a la desconexión moral. Un primer grupo, mayoritario, de jóvenes que no emplean de modo significativo mecanismos de desconexión; un segundo grupo con bajo nivel de desconexión moral a la edad de 14 años, con desaparición en adolescencia tardía y posadolescencia. Un tercer grupo, caracterizado por un uso en grado moderado de mecanismos de desconexión a los 16 años, con posterior desaparición. Por último, se identificó un grupo minoritario con altos niveles de desconexión moral y notable tendencia a la estabilidad. O sea, con la excepción de este último grupo, la investigación muestra una tendencia general a la reducción del empleo de estrategias cognitivo/emocionales de desconexión tras la adolescencia. Por ejemplo, Fagan y Tyler (2005), analizando específicamente el proceso de socialización legal de niños y adolescentes, encontraron que el grado de desconexión moral se mantenía estable entre los 10 y los 16 años, disminuyendo paulatinamente a partir de ahí hasta la edad adulta.

También existe una notable evidencia empírica acerca de las diferencias de sexo/género al respecto. Los chicos emplearían con mayor frecuencia mecanismos de desconexión moral (Bandura, Barbaranelli, Caprara & Pastorelli, 1996; Bandura et al., 2001; Caprara et al., 2014; Cermak & Blatny, 1995; Obermann, 2011; Paciello et al., 2008). No obstante, a pesar de dichas diferencias, la asociación entre desconexión moral y conducta delictiva parece no variar significativamente en función del género (Caprara et al., 2014). Esto es, cuando la desconexión está presente, se asocia de modo similar con la delincuencia en chicos y chicas.

Previamente se han realizado algunos metaanálisis que estudian la relación de la desconexión moral y el comportamiento agresivo, pero sin la distinción clave entre agresión en general, conductas antisociales varias, y conducta delictiva propiamente dicha, juzgada y sancionada por los sistemas penales respectivos.

El objetivo fundamental del presente estudio es aportar evidencia consistente de esa relación entre desconexión moral y conductas delictivas adolescentes registradas oficialmente, hasta ahora inexistente, más allá del enfoque habitual de conductas antisociales autoinformadas por adolescentes, como es el caso del metaanálisis realizado por Wang, Yang y Yang (2014). Ello incrementa notablemente la relevancia criminológica de los eventuales hallazgos al respecto. En último término, se pretende que esta información pueda resultar crucial en los campos de valoración del riesgo e intervención con menores, en general, y más concretamente por los equipos técnicos de los centros. Como variables moderadoras examinadas se han tenido en cuenta la edad y el sexo de la muestra, tipo de delito cometido, y método de evaluación de desconexión y delincuencia.

Método

Identificación y selección de estudios

Los estudios primarios que formaron parte del metaanálisis se obtuvieron mediante una búsqueda exhaustiva en diversas bases de datos, tales como psycINFO, Web of Science, CSIC, Redalyc, Dialnet, Scopus, ProQuest Dissertations, Springer Link y PubMed, y para lo cual se emplearon como descriptores: moral disengagement, moral development AND delinquen*, offen* and crim*. La búsqueda comprendió estudios publicados en cualquier idioma y período temporal hasta octubre de 2018. Se llevó a cabo un análisis de referencias bibliográficas sobre el tema (ancestry aproach) para obtener estudios candidatos a formar parte de la revisión, incluidos capítulos de libros. Asimismo, se realizó una búsqueda manual en las principales revistas temáticas, tesis y libros especializados. Finalmente, se estableció contacto con investigadores centrados en el tópico, previniendo posibles sesgos de publicación.

Criterios de inclusión y exclusión

Los estudios debían cumplir los siguientes requisitos para ser incluidos en el metaanálisis: (a) muestra con una edad entre los 12 y los 18 años; (b) aportación de un tamaño de efecto acerca de la relación entre desconexión moral y delincuencia, catalogada como infracción penal por las legislaciones estatales correspondientes a cada estudio.

Se excluyeron tanto los estudios que utilizaron como variable criterio comportamientos antisociales menores leves, no delictivos. También se excluyeron aquellos estudios con muestras diagnosticadas de trastorno psicopatológico grave o psicopatía, para evitar su probable interferencia en el estudio de la asociación entre las variables objetivo. En el caso de la psicopatía, la especificidad de sus peculiares mecanismos para procesar la culpa, el remordimiento y otras emociones, así como su desviación de los procesos de desarrollo moral convencionales, recomendaba su exclusión; y, en todo caso, su consideración como subgrupo específico en otras investigaciones (DeLisi et al., 2014).

Cada estudio primario motivó una hoja de codificación para el registro sistemático de las características a analizar posteriormente: año de realización del estudio, tamaño de la muestra, edad y sexo de la muestra, método de medida de la delincuencia, método de medida de la desconexión moral, diseño del estudio y tamaño de efecto encontrado. Dicho protocolo de codificación se ejecutó por duplicado por dos jueces independientes. Tras la codificación de los estudios primarios, se obtuvo un acuerdo interjueces, mediante la Kappa de Cohen, de .80, con valores situados entre .72 y .89 para el caso de las variables cualitativas, y una correlación intraclase (ICC) media para las variables continuas de .75, con valores ubicados entre .70 y .79. Se discutieron las discrepancias entre los investigadores, recurriendo a un tercer juez en aquellos casos en los que no fue posible llegar a un acuerdo.

Análisis de datos

Los estudios primarios incluidos emplearon una metodología correlacional consistente, o bien en el análisis de la covariación entre los resultados obtenidos por medio de autoinformes en las variables "delincuencia" y "desconexión moral", o bien en la comparación entre las puntuaciones en desconexión moral obtenidas por un grupo de menores institucionalizados y las obtenidas por un grupo no delincuente.

Se empleó el coeficiente de correlación de Pearson como medida del tamaño de efecto; por ello, en aquellos estudios basados en indicadores de diferencias significativas intergrupos, delincuentes-no delincuentes, se llevó a cabo la transformación a coeficiente de correlación. Posteriormente, dichos tamaños de efecto fueron transformados a una escala Z de Fisher, a fin de normalizar su distribución y estabilizar sus varianzas.

En cuanto a la medición de la desconexión moral, se observa una escasa diversidad de técnicas empleadas; de hecho, 18 de los 20 estudios primarios incluidos han empleado la Escala de Mecanismos de Desconexión Moral (MMDS) (Bandura et al., 1996). Dicha escala evalúa el constructo mediante 32 ítems con respuesta en escala tipo Likert con tres opciones de respuesta. Concretamente, permite obtener una puntuación global y ocho puntuaciones específicas para cada uno de los mecanismos de desconexión moral que evalúa. Sus propiedades psicométricas han sido confirmadas en diferentes poblaciones, incluida la española, con la que se ha obtenido una buena fiabilidad (.78) de la escala (Rubio-Garay, Amor & Carrasco, 2017). Solo dos estudios primarios de los recopilados no han empleado esta escala, aunque la empleada fue resultado de adaptaciones de la misma MMDS de Bandura.

Asimismo, se codificó la variable sexo en términos del porcentaje de varones que conformaban la muestra de los estudios primarios.

En cuanto a la medida de la delincuencia, 15 estudios emplearon datos procedentes de un solo grupo de adolescentes, quienes informaban de su historial de condenas penales (a internamiento o medidas alternativas) a través de un cuestionario, mientras que cinco estudios dispusieron de dos grupos, comparando así a jóvenes institucionalizados en centros ad hoc con jóvenes no delincuentes.

Se clasificaron los estudios en función del tipo delictivo: delitos contra la propiedad y delitos con víctima personal; y estos, a su vez, se diferenciaron entre violentos y no violentos.

Los análisis se llevaron a cabo con el macros para SPSS (Wilson, 2005) y los datos obtenidos se interpretaron empleando el manual "Practical Meta-analysis" de Lipsey y Wilson (2001). Para el análisis de las variables moderadoras, se emplearon análisis de varianza (ANOVA) y análisis de regresión simple.

Se ha tenido en cuenta la guía y directrices propuestas por la declaración PRISMA, en aras de realizar un análisis que garantice sistematicidad y estandarización a lo largo de todo su proceso de realización (Urrutia & Bonfill, 2010).

Resultados

Estudios primarios

Como resultado del proceso descrito, se obtuvo un total de 117 estudios, de los cuales 40 fueron estudios duplicados. De los 77 estudios restantes se excluyeron 55; 15 solo evaluaban conductas antisociales, 10 no cumplían el criterio de inclusión referente a la edad, 9 no evaluaban el concepto global de desconexión moral, limitándose a la medida de alguno de los constructos que lo conforman y 21 no expresaban la asociación entre la desconexión moral y la delincuencia juvenil. La figura 1 muestra el diagrama de flujo del proceso de selección de los estudios.

Figura 1 Diagrama de flujo del proceso de revisión sistemática 

De este modo, se redujo la muestra a 22 estudios; y tras la eliminación de los outliers (SD > 3.29) (Tabanhnik & Fidell, 2007), consistió finalmente en un total de 20 estudios. La tabla 1 refleja la relación de estudios primarios que conformaron la revisión junto a sus principales características.

Tabla 1 Resumen de los estudios primarios incluidos en el metaanálisis 

N: tamaño muestral. Sexo: porcentaje de individuos de sexo masculino. Medida: evaluación de la variable delito. C: uso de cuestionarios donde los delincuentes informan de su historial. I: individuos institucionalizados son comparados con un grupo no delictivo. Tipo delito: Persona-V: delito contra personas con uso de la violencia. Persona-NV: delito contra personas sin uso de la violencia. Propiedad: delito contra la propiedad. NE: no especificado. R: correlación resultante.

Análisis de los estudios primarios

El número total de estudios primarios fueron 20, contenidos en 18 artículos. De este modo, de los 20 estudios, dos de ellos fueron realizados por Bandura et al. (1996), los cuales se diferenciaban entre sí por la muestra sobre la que se realizó; uno de los estudios estaba compuesto por chicos varones, mientras que el segundo contenía una muestra de sexo femenino. En el caso del artículo de Cardwell et al. (2015), este contenía dos estudios que se diferenciaban entre sí según la tipología delictiva.

La muestra total estuvo compuesta por 10061 jóvenes con edades comprendidas entre los 12 y los 18 años (M = 15.79, SD = 1.88). La revisión cubrió estudios realizados entre 1996 y 2018. La proporción de varones resultó ser de 70%.

Al analizar los datos se observó un nivel de heterogeneidad elevado (Q (19) = 122.42, p < .001), lo cual sugiere la presencia de variables moderadoras (I 2 = .85). Ello indica la necesidad de emplear un modelo de análisis de efectos aleatorios. El uso de dicho modelo mostró un tamaño de efecto corregido entre la delincuencia juvenil y la desconexión moral de grado moderado, siguiendo el criterio de Cohen (1988), y estadísticamente significativo (r = .35, p < .001), con un intervalo de confianza situado entre .31 y .39 a un nivel de confianza del 95%. Debido a la alta heterogeneidad entre los estudios primarios, se procedió a analizar las variables moderadoras.

El ANOVA efectuado para detectar potenciales variables categóricas relevantes, reflejó una variable con un potente efecto moderador: el tipo de delito (Q (3) = 15.81, p < .001). Los resultados se encuentran recogidos en la tabla 2. Concretamente, el tamaño de efecto fue notablemente mayor en el conjunto de estudios en que el tipo de delito consistió en actos violentos con víctimas personales (r = .45, p < .001), que en aquellos delitos que también se dirigieron contra personas, pero sin uso de violencia física (r = .29, p < .001). Esa diferencia fue mucho más ostensible todavía en comparación con el tamaño del efecto obtenido en delitos contra la propiedad (r = .16, p < .05).

Tabla 2 ANOVA univariante entre tamaño de efecto para desconexión moral y delincuencia, así como variables moderadoras 

K = número de estudios incluidos. N = tamaño de la muestra. r = tamaño de efecto entre desconexión moral y delincuencia. Intervalo de confianza 95% = indica los valores inferior y superior entre los que el tamaño del efecto se encontrará con una probabilidad del 95%. Q = análisis de homogeneidad. *p < .05, **p < .01, ***p < .001.

Las cuestiones metodológicas no resultaron ser variables moderadoras significativas, ni el instrumento de medida de la variable "desconexión moral" (Q (2) = 3.68, n. s.), ni aquellas para evaluar la presencia de historial de delito (Q (3) = 3.51, n. s.). Respecto al análisis de las variables continuas, a través del análisis de regresión, no se obtuvieron datos estadísticamente significativos ni para la variable sexo (QR (1) = 3.39, n. s.; QE (18) = 119.04, p < .001; R 2 = .028) ni para la variable edad (QR (1) = 0.14, n. s.; QE (17) = 119.35, p < .001; R 2 = .001).

Para finalizar, el sesgo de publicación se calculó con el test de Egger (t = 2.41, p < .05). Por tanto, sería posible que la presente revisión adoleciera de una ausencia de publicaciones con resultados estadísticamente no significativos.

Discusión

La finalidad fundamental con la que se trabajó en la presente revisión consistió en conocer la relación entre desconexión moral y conductas delictivas registradas oficialmente realizadas por adolescentes, pues hasta el momento solo se contaba con revisiones enfocadas en el análisis de conductas antisociales autoinformadas por menores, como es el caso del metaanálisis realizado por Wang et al. (2014), sin ocuparse del comportamiento de carácter delictivo en exclusiva.

La relación hallada entre desconexión moral y delincuencia juvenil apoyaría la idea de la existencia de una serie de mecanismos de autorregulación que actuarían como debilitadores de los procesos inhibitorios de conductas socialmente desaprobadas, permitiendo así romper las barreras inhibitorias que estuvieran impidiendo la comisión de delitos. Dichos mecanismos descritos anteriormente actuarían en el plano cognitivo, de modo que los individuos con niveles de desarrollo moral normalizados pueden poner en marcha mecanismos de desconexión moral que actuarían de puente, de modo tal que podría hacerse compatible en la misma persona una normalización moral estándar y ciertas conductas violentas, y en su caso, delictivas (Caprara et al., 2014; Paciello et al., 2008). Si se considera dicho papel decisional y desinhibitorio de la desconexión moral, podría explicarse el hecho de que a pesar de la relación fuertemente establecida entre razonamiento moral-delincuencia (Férriz, Sobral & Gómez-Fraguela, 2018; Stams et al., 2006), se detecta un subconjunto de estudios primarios en los que tal asociación no está presente. En el plano emocional, los mecanismos de desconexión moral desactivarían emociones inhibitorias de comportamientos delictivos tales como la culpa y la vergüenza (Spruit, Schalkwijk, Vught & Staams, 2016), dejando el camino libre de barreras inhibitorias sin que suponga un malestar emocional. Todo ello estaría indicando que la desconexión moral actuaría como un potente factor de riesgo de uso de la delincuencia, capaz de desestabilizar potentes factores de protección de la delincuencia tan consensuados como lo son la empatía o el razonamiento moral, provocando con ello una persistencia en las conductas delictivas a lo largo del tiempo (Andrews & Bonta, 2017; Basto-Pereira & Farrington, 2018).

Cabe destacar la asociación encontrada entre la desconexión moral y la tipología delictiva. Por un lado, se observa cómo la desconexión moral se encuentra involucrada en una gran variedad de delitos: contra las personas, contra la propiedad y tanto violentos como no violentos. En este sentido, es probable que los adolescentes con historial delictivo hayan experimentado un proceso gradual de desconexión. El aprendizaje y habituación en el uso de la deshumanización de las víctimas, la distorsión de la propia responsabilidad, etc., puede derivar incluso en una desconexión moral multinivel y con tendencia a la estabilidad. El curso evolutivo explicaría la gran versatilidad criminal de muchos delincuentes con esta característica, así como la fuerte relación que aparece en el presente estudio entre desconexión moral y delitos de alta gravedad con víctima personal. Respecto a estos delitos graves contra las personas, ello es muestra de cómo en aquellas infracciones penales en las que existe una víctima directa se ha de realizar un mayor esfuerzo cognitivo/emocional para eliminar las barreras inhibitorias ya comentadas. Además, es muy probable que en muchos de los individuos de los estudios recopilados, la propia institucionalización haya contribuido en modo significativo al incremento y cronificación en el uso de los mecanismos de desconexión moral (Férriz et al., 2018; Niebieszczanski, Harkins, Judson, Smith & Dixon, 2015), generando trayectorias delictivas cronificadas.

En cuanto a las implicaciones de los resultados obtenidos, cabe destacar su relevancia en el campo criminológico. La evaluación de la tendencia a la desconexión moral debería ser incluida en los protocolos de evaluación de riesgo. La inclusión de la tendencia a la desconexión moral como un factor de riesgo de la delincuencia debería mejorar la capacidad predictiva y clasificatoria de estos instrumentos. Igualmente, estos hallazgos poseen una implicación relevante frente al tratamiento y rehabilitación, pues la moralidad es una nueva dimensión con la que se puede reducir uno de los siete factores de mayor riesgo de la delincuencia: la cognición antisocial, que promueve actitudes pro-criminales a través de justificaciones a favor de la delincuencia. De acuerdo con el modelo riesgo-necesidad-responsividad (RNR) de Andrews, Bonta y Wormith (2011), la inclusión de módulos de intervención enfocados al manejo y reaprendizaje de la gestión (cognitiva y emocional) moral de las conductas, sería de especial relevancia en aquellos delincuentes de mayor riesgo para promover una deliberada autoconciencia y autorregulación, que reduzcan la cronificación de la desconexión moral en aras de promover la asunción de su responsabilidad y la motivación para el cambio.

Ante próximas investigaciones futuras, sería interesante considerar la realización de estudios longitudinales que permitan analizar la evolución del proceso de desconexión moral en los jóvenes en relación con el desarrollo de sus carreras delictivas y los procesos de persistencia o desistimiento en los actos delictivos. Igualmente, sería conveniente ahondar en investigaciones que permitan vincular distintos tipos de delitos con unos u otros mecanismos de desconexión moral, con objeto de elaborar una matriz de interacciones más precisa entre tipología delictiva y mecanismos activados específicos.

Respecto a las limitaciones de la presente revisión a mejorar, se encuentra la escasa especificidad de muchos de los estudios primarios de base, pues se necesitan investigaciones que aporten información acerca del tipo específico de delito, gradación precisa de su gravedad, u otros aspectos que resultarían relevantes, como el tipo de víctima (familiar o desconocida). Todo ello posibilitaría un análisis más refinado y preciso.

Los resultados de este estudio permiten afianzar la necesidad de considerar el constructo de la desconexión moral en áreas tan vinculantes como la toma de decisiones institucional mediante los protocolos de valoración del riesgo. De estos instrumentos de juicio clínico estructurado depende una gran cantidad de importantes decisiones institucionales, así como la gestión del riesgo encontrado en ellos a través de la imposición de medidas de control y de protección.

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Recibido: 23 de Febrero de 2019; Aprobado: 03 de Septiembre de 2019

* Autor para correspondencia. Correo electrónico: lauraferrizr@gmail.com

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