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Revista Colombiana de Sociología

Print version ISSN 0120-159X

Rev. colomb. soc. vol.45 no.2 Bogotá July/Dec. 2022  Epub Dec 01, 2024

https://doi.org/10.15446/rcs.v45n2/96308 

Sección Temática

Percepciones de la violencia, un análisis introspectivo sobre la experiencia de un grupo de militares colombianos

Perceptions of violence, an introspective analysis of the experience of a group of colombian military

Percepções da violência, uma análise introspectiva sobre a experiência de um grupo de militares colombianos

Daniela Trujillo Hassan* 
http://orcid.org/0000-0002-3840-9106

Estefanía Salazar Manrique** 
http://orcid.org/0000-0002-7281-4519

Jorge Mauricio Cardona Angarita*** 
http://orcid.org/0000-0001-7830-1960

* Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia . Antropóloga de la Pontificia Universidad Javeriana. Investigadora de la cultura militar y los hábitos de alimentación en contextos arqueológicos. Hoy en día se encuentra asociada al grupo de Investigación Historia y Cultura Militar y a otros proyectos como Casa Tito y Arqueología Templo de San Ignacio. Correo electrónico: daniela_trujillo@javeriana.edu.co-orcid: https://orcid.org/0000-0002-3840-9106

** Universidade de São Paulo, São Paulo, Brasil. Socióloga de la Universidad Nacional de Colombia con estudios complementarios en socioantropología de la economía y la religión de la Universidade de São Paulo, Brasil. Integrante del grupo de Investigación Historia y Cultura Militar, con intereses en temas como sociología militar, sociología de la cultura, sociología de la religión y sociología del consumo. Correo electrónico: ciesalazarma@unal.edu.co-orcid: https://orcid.org/0000-0002-7281-4519

*** Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. Líder del grupo de investigación Cultura e Historia Militar, es doctor en Ciencias Sociales y Humanas, y magíster en Historia de la Pontificia Universidad Javeriana. Es especialista en Administración de los Recursos Militares para la Seguridad Nacional con Estancia doctoral en el Instituto de Sociología de la Universidad Católica de Chile. Correo electrónico: jorge-cardona@javeriana.edu.co-orcid: https://orcid.org/0000-0001-7830-1960


Resumen

A través de las percepciones, experiencias y memorias de un grupo de oficiales del Ejército Nacional de Colombia, quienes desde jóvenes iniciaron su profesionalización militar y se graduaron en 1995 de la Escuela Militar José María Córdova en uno de los cursos más numerosos de la época y que, posteriormente, pusieron en práctica la formación recibida, la cual estuvo enfocada en enfrentar las adversidades de un contexto bélico, presenciando y participando del conflicto armado colombiano; se busca conocer, entender y analizar cuáles son las características de la violencia experimentada por parte de estos oficiales en dicho contexto. Lo anterior fue posible gracias a un acercamiento previo que permitió la recolección de experiencias y percepciones de, aproximadamente, 150 de estos oficiales a través de entrevistas semiestructuradas, en donde sus pensamientos y narraciones no solamente dilucidan la violencia como categoría de análisis desde sus puntos de vista sino, también, permiten conocer sus percepciones desde su profesión militar con experiencias ligadas a su pasado, donde entran a jugar los recuerdos de sus vivencias a través de un ejercicio de memoria que se sitúa en varios escenarios y momentos de su carrera militar. Lo descrito evidencia que hay una percepción de violencia de tipo longitudinal que permanece en el tiempo por las secuelas desencadenadas, así, muchos de ellos tuvieron experiencias ligadas al dolor y la muerte; además, no solamente vivieron una violencia física en el campo bélico, sino también una violencia simbólica en el que su quehacer militar muchas veces se vio afectado en una institución jerárquica piramidal, en donde no todos lograron continuar en su carrera de ascenso por diferentes problemáticas que obstaculizaron sus aspiraciones personales y profesionales lo que, como resultado, no solamente generó situaciones de dolor, incertidumbre y miedo, sino también crítica y decepción por parte de sus protagonistas.

Descriptores:

Colombia, memoria, fuerzas militares, violencia.

Palabras clave: conflicto armado; memoria; profesión militar; violencia

Abstract

Through the perceptions, experiences, and memories of a group of officers of the Colombian National Army, who from a early age began their military professionalization and graduated in 1995 from the José María Córdova Military School in one of the most numerous courses of the time, and who subsequently put into practice the training received, that was focused on facing the adversities of a war context where they witnessed and participated in the Colombian armed conflict; it seeks to know, understand, and analyze what are the characteristics of the violence experienced by these officers around that context. This was possible due to a previous approach that allowed the collection of experiences and perceptions of approximately 150 of these officers through semi-structured interviews, where their thoughts and narratives not only elucidate violence as a category of analysis from their points of view, but also allow to know their perceptions around their military profession with experiences linked to their past, where they bring up the memories of their experiences through an exercise of memory during various scenarios and moments of their military career. What is described shows that there is a perception of violence of longitudinal type that remains in the time for the consequences unleashed, many of them had experiences linked to pain and death; besides, not only did they live a physical violence in the field of war, but also a symbolic violence where their military work was often affected in a hierarchical pyramidal institution, where not everyone manages to continue in their career of promotion because of different problems that hinder their personal and professional aspirations that as a result, not only generated situations of pain, uncertainty, and fear, but also a criticism and disappointment on the part of its protagonists.

Descriptors:

Colombia, memory, military forces, violence.

Keywords: armed conflict; memory; military profession; violence

Resumo

Através das percepções, experiências e memórias de um grupo de oficiais do Exército Nacional da Colômbia, que, desde jovens, iniciaram a sua profissionalização militar e formaram-se no ano de 1995 na Escola Militar José María Córdova, num dos cursos mais numerosos da época, e que posteriormente puseram em prática a formação recebida, a qual esteve focada em enfrentar as adversidades de um contexto bélico no qual presenciaram e participaram do conflito armado colombiano; procura-se conhecer, compreender e analisar quais são as características da violência experimentada por estes oficiais em torno desse contexto. O anterior, foi possível graças a uma aproximação prévia que permitiu a coleta de experiências e percepções de aproximadamente 150 destes oficiais através de entrevistas semi estruturadas, em que os seus pensamentos e narrações não só elucidam a violência como categoria de análise dos seus pontos de vista, mas também, permitem conhecer as suas percepções desde a sua profissão militar com experiências ligadas ao seu passado, onde se evoca as lembranças de suas vivências através de um exercício de memória durante vários cenários e momentos de sua carreira militar. O descrito, evidencia que há uma percepção de violência de tipo longitudinal que permanece no tempo pelas sequelas desencadeadas, assim muitos deles tiveram experiências ligadas à dor e à morte; além disso, não somente viveram uma violência física no campo bélico, mas também uma violência simbólica em que o seu trabalho militar muitas vezes foi afectado numa instituição hierárquica piramidal, onde nem todos conseguem continuar em sua carreira de ascensão por diferentes problemáticas que dificultam suas aspirações pessoais e profissionais que como resultado, não só gerou situações de dor, incerteza e medo, mas também uma crítica e uma desilusão por parte dos seus protagonistas.

Descritores:

Colômbia, forças militares, memória, violência.

Palavras-chave: conflito armado; memória; profissão militar; violência

Introducción

Como producto del conflicto armado interno durante la década de 1990 en Colombia, más de 500 militares entre los cuales se encontraron hombres con y sin experiencia en la carrera de las armas y que tenían rangos diferentes al interior de esta institución jerárquica se graduaron de la Escuela Militar para convertirse en oficiales comandantes dentro de las unidades donde se vivió más violencia en el país.

El contexto de contingencia provocó esta irregularidad como producto de la excesiva demanda de nuevos miembros del Ejército Nacional y la poca oferta dentro de la misma institución, una institución piramidal que debe estar conformada por un grupo selecto de oficiales, suboficiales y un gran número de soldados. Así, con la integración de estos hombres a la élite militar se generó una ruptura dentro de las tradicionales formas de ascenso y estrategias internas para evitar su llegada a los escalafones más altos dentro de esta estructura social.

Sin embargo, sus probabilidades de llegar a compartir los espacios que vivían otros oficiales eran bajas, luego de graduarse ellos enfrentaron a grupos armados bien dotados y combatieron en una guerra de masas y movimientos con grupos pequeños, que carecían de experiencia y herramientas para participar en este tipo de encuentros bélicos. En este sentido, los militares que fueron llamados a hacer parte de estas filas murieron o vivieron con secuelas físicas y emocionales, que se produjeron tanto por su participación en el conflicto como por su frustración al ser forzosamente obligados a retirarse o enfrentar procesos judiciales.

Naturalmente, la hostilidad del contexto les hizo encarnar a un personaje cuyas características eran el valor y la resiliencia. Pero, tras las transformaciones de la justicia regular a la justicia transicional, las experiencias de violencia de estos hombres se convirtieron en una debilidad tanto institucional como para las nuevas ideas de la nación. En este sentido, el presente artículo se centra en entender: ¿cuáles son las características de la violencia experimentada por los oficiales que combatieron durante la década de 1990? Una pregunta que buscó ser contestada tras aplicar a 150 entrevistas realizadas a los oficiales ya enunciados, las categorías de profesión militar, violencia y memoria dentro del software para la investigación cualitativa "Atlas. ti".

Memorias de violencia desde las percepciones de una profesión, un abordaje teórico

Para entender quiénes son los sujetos de los que se habla, y sobre todo sus percepciones y memorias en torno a experiencias de violencia, es necesario aclarar primero que este grupo de oficiales se denominarían profesionales en el campo militar. En tal caso, en términos sociológicos, una profesión posee un conglomerado de conocimientos, discursos, disciplinas y campos (Bourdieu, 2001; 1990) en medios sociales, económicos y políticos mediante los cuales, sus representantes, en este caso los profesionales, tienen y ejercen el poder (Freidson, 1996, p. 141). Asimismo, en cualquier ámbito social, una profesión es determinada y legitimada al poseer una serie de conocimientos especializados, que en algunos casos queda tan íntimamente ligada a los sujetos donde incluso algunos tienen una carrera de por vida (Moskos, 2010). Entonces, la profesión militar aborda lo previamente dicho y aunque está determinada con una formación en una academia militar, se relaciona también con la vinculación de los sujetos y la necesidad institucional. Como consecuencia, esta profesión no solo es una formación integrada por un conglomerado de conocimientos recibidos, sino también, de trayectorias, experiencias, habilidades y/o debilidades adquiridas en el ejercicio de esta carrera.

Así, la trayectoria profesional y formación de los sujetos de estudio ha sido larga, lo cual, en términos institucionales, es necesaria para formar esa identidad social en cada nuevo sujeto que se incorpora a la institución, una identidad totalizante y homogeneizadora que se dilucida a través de conocimientos especializados en cuanto a operaciones, armas, técnicas y tácticas, una ética y normas de conducta que conforman el ser, actuar y pensar de los individuos (Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos, 2014; Evetts, 2003).

Para el caso de estudio, una profesión militar no se equipara a una ocupación del ámbito civil, pues su objetivo principal es la defensa de intereses nacionales donde, incluso, arriesgan sus vidas e integridad física (Moskos y Wood, 1991). Además, como diferencia principal, la profesión militar posee la "administración de la violencia" cuyos propósitos incluyen: organizar, equipar y entrenar esa fuerza; además, que esta planifique sus actividades; y la gestión de operaciones directas dentro y fuera del combate (Oliveira, 2005).

Con lo anterior, se añade que la existencia misma de la profesión militar se hace necesaria para el Estado cuando la seguridad y la defensa de un país puede estar en riesgo y se busca el mantenimiento de un statu quo que combata todo tipo de amenaza a través del ejercicio de la violencia administrada formalmente, en el que incluso se genera un conflicto armado de diversos grupos con distintos intereses.

Así, a modo de conseguir determinados fines, mediante la fuerza se produce daño al otro, dándole cabida a lo que acá se denominaría violencia. Así, "la violencia es una manera de actuar, una conducta, una opción desarrollada, aprendida y ejercida en las relaciones entre los seres humanos y en las instituciones que ellos han ido construyendo" (Franco, 1999). De manera que la violencia no es dada en un escenario fortuito, pues implica racionalidad, inteligencia y direccional que entrecruza con razones, intereses y poderes entre los miembros enfrentados (Cauchy, 1992; Arendt, 1970).

Por consiguiente, la violencia puede llegar a ser longitudinal, llevando consigo otras respuestas de violencia, daños, lesiones o alteraciones a la otredad ya sea de manera psicológica, física u orgánica (Garver citado en Litke, 1992). Así, de acuerdo con Pecaut podría decirse que la violencia:

[...] aparece a menudo, en las innumerables narraciones y testimonios que ha suscitado, como una potencia anónima que siembra la destrucción a su paso. En todos los casos, el término quiere expresar la irrupción en la historia de un trasfondo de barbarie ordinariamente recubierto por una a-culturización precaria. No es casualidad que las élites político-económicas lo adaptaron desde el principio. Esta denominación permite ocultar los rastros de las estrategias de la violencia, que una parte de estas elites promovió sistemáticamente. (1987, p. 21)

Desde ese punto de vista, la violencia es un aspecto generalizado que afecta a todos los actores involucrados directa o indirectamente, llevando consigo devastadores consecuencias que quedan ligadas a la memoria de quien las vive en la cual, su acción principal "se orienta por el propósito de imponer la propia voluntad contra la resistencia de la otra u otras partes" (Weber, 1969, p. 31).

A lo anterior, se añade la violencia simbólica, la cual es para Bourdieu aquella que arranca sumisiones que ni siquiera se perciben como tales apoyándose en unas "expectativas colectivas", en unas creencias socialmente inculcadas (1999, p. 173). Esto equivale a decir que esta violencia simbólica busca imponer significados legítimos sin el uso de la coacción física ya que el uso de la fuerza es disimulado simbólicamente (Bourdieu, 2000; Bourdieu y Passeron, 1996). Cabe resaltar que la mención hecha, no solamente muestra la violencia ejercida y recibida por parte de los actores armados, también, muestra la violencia simbólica que incluso la institución ejerce dentro de sus propios miembros, quienes al ingresar a la institución castrense aceptaron un capital simbólico dentro del campo burocrático que les motivó a ascender dentro de la estructura jerárquica militar (Bourdieu, 1999; 2000).

Por lo anterior, para conocer las percepciones de violencia vivida por este grupo de oficiales, se debe recurrir a sus experiencias, las percepciones de estas y la representación que tiene de la misma en su actuar al interior de los escenarios vividos dentro y fuera de su rol militar. Un rol que será abordado como un performance determinado por el lugar que ocupan o encarnan al interior de un escenario en el cual deben cumplir con características, valores y posturas de un deber ser particular (Turner, 2002; Schechner 2002).

Naturalmente, para reconocer estos papeles y escenarios es necesario acudir a las vivencias y recuerdos a través de un ejercicio de memoria, así que este abordaje "[...] involucra referirse a recuerdos y olvidos, narrativas y actos, silencios y gestos, hay en juego saberes, pero también hay emociones. Y hay también huecos y fracturas" (Jelin, 2002, p. 17). Así, se busca conocer estas miradas desde la memoria la cual hace oposición al olvido y al silencio. De acuerdo con Jelin (2002) es el acontecimiento rememorado o memorable el que debe ser narrado para convertirse en la forma en que se construye y se trae el sentido de un pasado comunicable. Aun así, la memoria es selectiva, ya que es imposible una memoria total, lo cual implica un primer olvido que es necesario para mitigar el dolor y permitir la sobrevivencia.

En los contextos latinoamericanos, con pasados violentos traumáticos, asociados a la presencia del terror sistemático del Estado, guerras civiles o conflicto armado interno, la memoria histórica se ha construido sobre la base de consensos y luchas, lo que ha dado lugar a erigirla como objeto de disputa y a la vez como premisa para la transición, consolidación y profundización de la democracia. (Cancimance López, 2011, p. 8)

Por otro lado, en estos oficiales no se forja solo una memoria, sino múltiples memorias, pues esto es una construcción social que requiere un notable proceso de elaboración, por lo cual, dependerá de los sujetos que la construyan; además, la memoria no es estática ni inalterable por lo que se busca propagar, dando a conocer el hecho (Matas, 2010).

Metodología

La perspectiva de análisis de la presente investigación fue transversal, donde la recolección de datos se obtuvo en una temporalidad determinada teniendo un alcance exploratorio y descriptivo centrado en el estudio de un grupo de oficiales a fin de conocer, ¿cómo experimentaron la violencia en un contexto de conflicto armado? y ¿qué secuelas o dificultades tuvieron en torno su rol militar? Por tanto, conocer y entender las narrativas y percepciones desde las experiencias de acuerdo a un contexto dado, se centra en la postura hermenéutico-fenomenológica, en un estudio centrado en escuchar, comprender e interpretar sentires, pensamientos, percepciones, recuerdos y otros aspectos de acuerdo a interacciones y vivencias frente a los fenómenos sociales y acontecimientos determinados en dicho contexto (Taylor y Bogdan, 1987). En tal sentido, las narrativas, reflexiones y memorias implican un debate, crítica y análisis entre el pasado y el presente, por lo que hace de ello una formación dialéctica y constructivista frente a quien cuenta el relato, lo que se quiere decir y lo que se busca entender al construir saberes y experiencias entre los sujetos (Cornejo et ál., 2008).

Por lo anterior, se buscó recoger historias diversas dentro de la metodología cualitativa en donde los protagonistas son quienes narran fragmentos y temas puntuales de su vida (García,1995). Y, a su vez, se convierten en una útil herramienta para el conocimiento de los hechos sociales, el análisis de procesos de integración cultural y el estudio de sucesos en la formación identitaria (Villamizar y Gama, 1994).

El acercamiento a este grupo de militares fue posible gracias al conocimiento situado de uno de los investigadores al poseer información de contacto de alguno de los sujetos investigados, información que daría como resultado una muestra no probabilística por oportunidad (Sampieri et ál., 1996) al permitir el acceso a varios de los oficiales quienes, a su vez, generaron una muestra en cadena (Sampieri et ál., 1996), permitiendo la comunicación con otros oficiales.

Posteriormente, se inició una comunicación inicial con la intención de establecer el rapport, posibilitando un entorno de confianza en donde los sujetos se "abran" y manifiesten sus sentimientos, pensamientos y recuerdos (Taylor y Bogdan, 1987) para, posteriormente, entablar una conversación con preguntas guiadas que dieran cuenta de las temáticas planteadas.

Entre los instrumentos, el primero, un cuestionario electrónico el cual constó de seis preguntas estructuradas cerradas y semicerradas dicotómicas y ordinal-politómicas, dos preguntas para cada categoría de análisis cuyo enfoque estaba en complementar las temáticas abordadas en las narrativas que daban cuenta de los relatos.

El segundo instrumento en el que se centró toda metodología fue una entrevista semiestructurada que permitió establecer un diálogo y, además, recoger diversas narraciones desde la perspectiva de cada oficial, en tal sentido y teniendo en consideración que "los actores sociales producen, representan y contextualizan su experiencia y conocimientos personales por medio de narrativas y otros géneros" (Coffey y Atkinson, 2003, p. 64), las preguntas se centraron, primero, en recoger información sociodemográfica; segundo, en el abordaje de temas y experiencias concernientes a su profesión y, finalmente, en los obstáculos, impactos y secuelas que les ha dejado la violencia en su rol militar.

Una vez obtenidas las narrativas recogidas a través de respuestas escritas, audios y grabaciones, estas fueron transcritas a fin de facilitar su codificación y análisis. Para ello fue imprescindible el uso del software de investigación cualitativa Atlas. ti, en donde se tomaron todos los documentos que consignaban la narratividad de las respuestas a las preguntas guía y se codificaron de acuerdo a las categorías. En tanto cada sub categoría se homologaba a un código que tenía como propósito cuantificar algunos apartados y organizar información para esclarecer, identificar y analizar temáticas alrededor de las categorías analíticas a la luz de momentos particulares de una época normas sociales y valores compartidos (Muñoz, 1992).

Una vez codificada la información, esta posibilitó un análisis minucioso de situaciones propias y del contexto a través de los segmentos de datos recopilados en cada categoría, permitiendo una mejor visibilidad, organización y detalle de la información la cuál es el principal insumo de los siguientes apartados analíticos.

La profesión militar, formadora de saberes, gestora de identidades

La preparación que tuvieron todos los jóvenes, quienes aspiraban a ser futuros oficiales del Ejército, inicia con su ingreso a La Escuela Militar de Cadetes General José María Córdova, que es el único instituto militar en el país dedicado a esta labor (Ruíz Mora, 2012). Allí culminan esta formación, lo cual da paso a una vinculación institucional formalmente legitimada, enfocada en que sus miembros dediquen sus vidas al cumplimiento de la misión institucional y, con ello, a los objetivos constitucionales (Tenjo Carrillo, 2013). En tal sentido, muchos de los oficiales, quienes en su juventud querían tener una identidad militar que los acompañase durante gran parte de su vida, estuvieron motivados por continuar con el legado familiar de los militares; otros, en cambio, contaron con un ideal de servicio al considerar que, de esta manera, podrían servir a la sociedad; y, finalmente, hubo quienes veían un futuro asegurado con un trabajo estable que les brindara oportunidades de ascenso dentro de una jerarquía institucional.

En consecuencia, la formación de estos individuos no solo buscaba capacitar con conocimientos y de destrezas mecánicas para la ejecución de maniobras (Tenjo Carrillo, 2013) (Ruiz Mora, 2012); pues también, y alejados de la población civil, fueron formados bajo los parámetros de una educación militar, aspecto preponderante que determinaría esta profesio-nalización. Además, una formación cuyo enfoque no solo se centraba en un saber saber y en un saber hacer, sino también en un saber ser, esto es, en la formación identitaria de sus miembros con valores y deberes orientados a la institución (Tenjo Carrillo, 2013), entre los que encontramos: honor, disciplina, valor, lealtad, respeto, humildad, prudencia, fortaleza, justicia, templanza, servicio y honestidad (Pabón Ayala, 2012). Estos valores inculcados en la formación de cada cadete, no solamente se convertirán en parte de su ser integral en su identidad social (Tajfel y Turner, 2004), sino también serán un aspecto destacable en el pensamiento colectivo de los militares en formación.

Cabe resaltar que las doctrinas y conocimientos impartidos se orientan de acuerdo a las necesidades de la fuerza y a los cambios que devenga el nuevo siglo (Ruíz Mora, 2012). A lo anterior se añade que el currículo de la Escuela Militar, en su formación de oficiales en los ochenta y noventa del pasado siglo, estaba enmarcado y elaborado de acuerdo con el contexto del conflicto armado y fue orientado a la disciplina, comportamiento, competencia del mando, preparación física y táctica (Figueroa y Sánchez, 2018) en una organización militar con características fuertemente institucionales y una legitimidad basada en el servicio, valores y normas (Moskos y Wood, 1991). Lo anterior se manifiesta en el espíritu del cuerpo, expuesto a situaciones límites y a cierta disciplina para obtener mayores resultados.

Estos oficiales podrían denominarse "militares modernos" (Moskos citado en Malamud, 2014), dado a que, en términos institucionales, sus labores se centran en el bien colectivo más que en el individual, están firmemente adheridos a principios tales como "deber, honor y patria" y, siendo la guerra uno de sus objetivos fundamentales, sus integrantes en formación no solo se aíslan, sino que se diferencian de la estructura y cultura civil por su completa dedicación y entrega, incluso con el sacrificio de sus vidas (Moskos, 1984). Otros autores utilizarían los términos guerrero o warrior (Nuciari, 2018) para referirse a esta clase de oficiales, que se caracteriza por ostentar una serie de competencias y aptitudes orientadas a la disciplina con miras a obtener reconocimientos dentro de un formato institucional (Moskos, 2010).

Cabe aclarar que, dado el contexto del momento, los sujetos de estudio hicieron parte de un grupo en donde se incorporaron más de quinientos miembros en un mismo lapso de tiempo, algo poco usual en las incorporaciones dadas en la institución. Así, uno de ellos comenta:

[...] ingresé con 160 compañeros con quienes únicamente hicimos un año y seis meses de curso en la Escuela Militar, y pues el propósito de lo que uno entendía en ese momento, era que el curso estaba hecho para darle capacidad en hombres al Ejército, y poder enfrentar la amenaza que se tenía en el momento. (Comunicación personal)

Así, a este grupo tan numeroso no solamente se incorporaron jóvenes que decidieron dejar la vida civil por la vida militar, sino también aquellos quienes ya contaban con una formación en el Ejército en niveles inferiores de la jerarquía institucional como lo son soldados o suboficiales.

Por otro lado, los aprendizajes y conocimientos que estos sujetos adquirieron, no solo se deben a su formación en la Escuela Militar, sino que también se complementan con otros cursos y especialidades incorporados como habitus (Bourdieu, 2010). De esta manera, son dos momentos los que podrían determinar estos saberes, el primero es su formación a partir de un aprendizaje teórico, el cual, además, determina en los individuos una ideología, modus vivendi, cultura castrense (Arévalo et ál., 2012); y el segundo es a partir de las experiencias prácticas y empíricas vividas, las cuales se relacionan con el contexto del país y las problemáticas de este (Gaulle, 2016). Es aquí donde a partir de la experiencia propia aprenden aspectos de la realidad social y del entorno en el que se desempeñan, sobre todo en aquellas zonas aisladas del país en donde la figura del militar resulta ser la única que hace presencia como representante del Estado (Salazar-Manrique y Zapata-Villamil, 2020), así lo comenta uno de los sujetos entrevistados: "El haber sido oficial, y haber trabajado en las diferentes unidades, hace que conozcamos de primera mano la realidad de nuestro país" (Oficial entrevistado, 2020). En tal sentido, estos sujetos comienzan a conocer el entorno en el que se desenvuelven sus operaciones frente a la situación geopolítica, social, económica y de seguridad del país, en un contexto poco agradable por el desenvolvimiento y desarrollo del conflicto armado interno. Además, los anteriores aspectos no solamente contribuyen a la adquisición de una experiencia, sino también a la ampliación de su imaginario tanto en los principios y valores institucionales como en la guía que ofrece la doctrina militar desarrollada en experiencias de combate (Cardona Angarita, 2020).

Por otra parte, y retomando la formación como una construcción de la identidad social de los individuos, basada en un sentimiento nacionalista, el patriotismo hacia el paísjunto con un pensamiento, formas de ser y prácticas homogéneas, genera una conciencia colectiva que, para Durkheim (1928), sería la responsable de la formación de valores morales que intervienen en las escogencias y decisiones de los individuos, una conciencia que está fuertemente ligada al grupo al que los individuos pertenecen y, por tanto, varía según la intensidad de la cohesión grupal.

De la selva al tribunal, las modalidades de combate desde 1990 hasta hoy

El conflicto armado interno en Colombia ha tenido lugar durante más de cincuenta años y es definido como irregular, prolongado, con raíces ideológicas y de baja intensidad (Pizarro Leongómez, 2011). Aunque en sus inicios tuvo lugar en las regiones más alejadas del país, donde había ausencia del Estado, mediante la firma del acuerdo de paz y los diálogos entablados por gobierno nacional y FARC1, en el año 2016 inició un proceso de justicia transicional que transformó los tribunales en espacios de combate estratégicos, como las tradicionales áreas de enfrentamiento localizadas en las selvas y bosques colombianos.

Las selvas como campos de batalla

El conflicto armado se gestó como producto de la confrontación entre diversas perspectivas políticas que han tenido lugar en el territorio colombiano. Uno de los antecedentes más destacados es El Bogotazo, que durante la década de 1940 detonó una contienda a nivel nacional entre los partidos tradicionales y visibilizó la desigualdad social nacional a través de reflexiones sobre educación, economía, moral, filosofía política y sociología.

En este contexto, grupos armados quienes aparecieron desde 1948 buscaron transformar el statu quo político, por lo cual, en 1953 el presidente Rojas Pinilla brindó la posibilidad para que estos grupos se desarmaran y retornaran a la vida civil. Pero, algunos de ellos, continuaron su lucha con una fuerte influencia comunista y se ubicaron en Riochiquito, Villarica y Marquetalia. Tras la consolidación de estos grupos en zonas periféricas del país, la administración del presidente León Valencia y el general Ruiz Novoa dieron paso al "Plan Lazo" para iniciar operaciones "cívico-militares" y de carácter contrainsurgente con el fin de contrarrestar su influencia en estos territorios (Cardona Angarita, 2015).

En las décadas de 1960 y 1970, grupos insurgentes de "primera y segunda generación" como las FARC, el M-192, el MAQL3, el PRT4 y la CGSB5 promovieron sus propios partidos políticos, buscaron el apoyo de los movimientos obreros y la colaboración internacional para lograr la revolución (Pizarro Leongómez, 2004).

Como consecuencia, en 1978 el gobierno nacional lanzó el "Estatuto de seguridad" para apaciguar el impacto de los grupos armados ilegales.

Pero este resultó fallido pese a que en la década de 1980 los grupos insurgentes se hicieron más fuertes, por lo que en 1984 el gobierno de Belisario Betancur emprendió diálogos de paz con las FARC, el M-19 y el EPL6 bajo el proyecto "Cambio con equidad", una propuesta que tampoco tuvo mayor impacto, ya que fue cuando el M-19 realizó la toma del palacio de justicia. Por ello, el gobierno de EE.UU empezó a intervenir dentro de los procesos de seguridad nacional, pese a que se trataba de conflictos financiados por el narcotráfico y con raíces ideológicas fuertemente influenciadas por el comunismo (Cardona Angarita, 2015).

Así, pese a que las ideas de Cesar Gaviria se caracterizaban por "la revolución pacífica" y las de Ernesto Samper gestaron "el Salto Social", en 1992 el país adoptó un modelo neoliberal promoviendo la ausencia del Estado en algunas regiones alejadas de los grandes centros económicos del país (Cardona Angarita, 2015), lo que provocó que las FARC buscaran transformar su lucha guerrillera en una lucha de masas que tuviese mayor impacto en dichos espacios abandonados y agrestes, territorios olvidados donde la naturaleza y las comunidades campesinas, indígenas y minoritarias hicieron parte de los actores más afectados por el conflicto político y armado ya descrito.

La carrera militar en la selva

En este contexto el Ejército Nacional buscó aumentar su efectividad al integrar más oficiales para ser comandantes en las compañías de Girardot, Santander y Ricaurte. Así, durante el año 1993 se integraron los primeros 430 cadetes al grupo objeto de investigación aunque, pese a que surgieron estas iniciativas para aumentar la fuerza, en el año 1994 los sesenta frentes de las FARC se hicieron aún más grandes y efectivos. Por lo cual, durante este año se integraron al curso ya enunciado las compañías Caldas y Reyes con doscientos cadetes y veinte alumnos de infantería de Aviación de la Fuerza Aérea colombiana.

Así, se graduaron 537 oficiales con rango de subteniente durante el gobierno de Ernesto Samper Pizano. Un gobierno durante el cual las FARC empezaron a transformar su lucha de guerrillas a una guerra de movimientos, mientras el Ejército anunciaba que carecía de armamento, dotaciones, instalaciones y hombres subalternos y suboficiales para cubrir las regiones agrestes y naturales que antes no habían sido exploradas (Cardona Angarita, 2015).

Ante esto, se crearon las "zonas de orden público", los "bonos de guerra", la política "Salto Social" y, con ella, el plan "Tricolor 96", a fin de formar la brigada móvil 3, la aviación militar, aumentar el tamaño de la institución castrense, formar la oficina del Alto Comisionado para la Paz con rango ministerial, contrarrestar el narcotráfico y a las organizaciones armadas ilegales. Pero esto no tuvo la efectividad considerada, puesto que los ataques y los combates continuaron de manera desalentadora.

Entre los años 1996 y 1998 fueron asesinados y secuestrados cientos de civiles y militares en el país. Uno de los eventos más traumáticos de este periodo para el Ejército fue el ataque del Billar en 1998, un suceso que fue constantemente referido por los entrevistados, cuyo contexto fueron las elecciones legislativas y presidenciales y en el cual las FARC-EP atacaron el Batallón de Contraguerrillas número 5 Guanes ubicado en Caquetá (Cardona Angarita, 2015).

Después del impacto de ataques de las FARC en Puerres, las Delicias, Patascoy, el Billar, la Carpa, SanJuanito, Miraflores y Mitú, y tras el cambio de gobierno al de Andrés Pastrana Arango, hubo un cambio en la forma de abordar el conflicto armado, pasando del "Plan Tricolor" al "Plan Patriota", el cual estuvo acompañado por la realización de diálogos de paz; la apertura de "Zonas de distensión"; una adaptación de la fuerza pública para adquirir más equipos, batallones y soldados voluntarios; y por una alianza con el ejército norteamericano ejecutada a través del "Plan Colombia", con lo que se debilitó y se redefinió a las FARC como un "grupo terrorista" (Cardona Angarita, 2015).

Durante el periodo comprendido entre los años 2000 y 2010, los hombres que ingresaron como oficiales en 1995 realizaron cientos de operaciones militares en una guerra de movimientos contra las FARC desplegados en el gobierno de Álvaro Uribe Vélez con el programa de desarrollo nacional "hacia un estado comunitario", la "Política de defensa y seguridad democrática" y el "Plan Patriota". Todas encarnan una serie de propuestas que implicaron un mayor esfuerzo militar, logros operacionales visibles por parte del ejército, mayor violencia en los combates y una reducción de los homicidios o secuestros por parte de las FARC hacía la población civil (Cardona Angarita, 2015).

Esto obligó a las FARC a volver a su fase de guerra de guerrillas y, mientras tanto, se crearon más unidades militares y se aumentó el pie de fuerza para responder a los combates más intensos que los oficiales del grupo entrevistado han vivido. Durante el segundo periodo de gobierno de Uribe se implementó la "Política de Consolidación de la Seguridad Democrática" que resultó en: la desmovilización de 30 635 combatientes de 35 bloques de autodefensas ilegales; la disminución de secuestros, extorsiones, homicidios y sabotajes; y una etapa de caída irreversible de las FARC, visible en el éxito de operaciones como la "Operación Jaque", durante la cual se rescataron quince secuestrados, y otras operaciones en las cuales se logró "neutralizar" a cabecillas como Raúl Reyes, Martín Caballero y el Negro Acacio (Cardona Angarita, 2015). Finalizada la política enunciada, se continuó con el desarrollo de las operaciones conjuntas, coordinadas e interagenciales, en las que siguieron participando muchos de los hombres que fueron entrevistados.

El fin de la carrera militar en el tribunal

ConJuan Manuel Santos inició el plan de desarrollo "Prosperidad para todos", "la política Integral de Seguridad y Defensa para la Prosperidad" y el plan de guerra "Bicentenario", que buscaron la reducción de los homicidios, secuestros, extorsiones, retenes ilegales y el narcotráfico.

Sin embargo, años después, las FARC aumentaron su fuerza en una guerra de guerrillas y el gobierno implementó el "plan de guerra Espada de honor" para debilitar a los grupos armados a través de una ofensiva coordinada y simultánea. En el año 2013 se creó el CREI-2 con el objetivo de acabar con las estructuras ilegales y mejorar la seguridad.

Con logros operacionales destacables, se implementaron estrategias de judicialización, consolidación y desmovilización. Entre los años 2012 y 2013 se logró la desmovilización de 1924 miembros de las FARC y durante los años 2014 a 2018 inició el Plan Nacional de Desarrollo "Todos por un nuevo país" el cual se volcó hacia la búsqueda de paz, equidad y educación en el marco del proceso de negociaciones de La Habana, en donde se discutían puntos que trataban lo agrario, político, el narcotráfico, las víctimas, el fin del conflicto y la refrendación de los acuerdos (Cardona Angarita, 2015).

Sin embargo, en 2015 fueron asesinados once soldados en la vereda la Esperanza del municipio de Buenos Aires y se hicieron evidentes roces políticos que hacían referencia a los procesos de paz, por lo cual se realizó un plebiscito cuyo objetivo estaba en refrendar los acuerdos de paz y, aunque no tuvo los resultados esperados, se firmó un acuerdo de paz entre el gobierno y las FARC que propició: las movilizaciones de los guerrilleros a zonas veredales, un exitoso proceso de recolección de armas y la instalación de la Comisión para el esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la no Repetición (Cardona Angarita, 2015).

Sin embargo, a pesar de la serie de esfuerzos jurídicos realizados por el Estado para realizar un proceso de paz óptimo, continuaron sucediendo combates en zonas fronterizas, agrestes y de difícil acceso dentro del territorio nacional. Tras el cambio de gobierno al del presidente Duque, quien inició el plan de desarrollo nacional "Pacto por la equidad", se implementó la política de defensa y seguridad con el objetivo de combatir los grupos al margen de la ley que no se desmovilizaron en el proceso de paz como lo fueron el Ejército de Liberación Nacional ELN, el clan del golfo, los pelusos y los puntilleros.

Naturalmente, para los miembros del curso que fueron entrevistados, su forma de actuar al interior de estos combates se transformó de forma transcendental. Debido a los cambiosjurídicos emprendidos en el proceso de paz, muchos de ellos fueron dados de baja, estancados en grados inferiores a coronel, limitados a cargos de oficina y empujados a defenderse discursivamente, en lo que para ellos son nuevos campos de batalla situados en tribunales, oficinas o dependencias.

Perspectivas del dolor: un análisis introspectivo sobre las reflexiones y críticas de los oficiales

Los entrevistados fueron hombres que realizaron el curso de subteniente (el primer grado de la carrera como oficial) siendo bachilleres, soldados, suboficiales, alféreces y cadetes, comparten el haberse graduado durante un contexto bélico y el haber iniciado su labor como comandantes de pelotones menos entrenados y dotados que los grupos armados contra los que combatieron durante los primeros años de la década de 1990.

Una situación ante la que ellos parecieron haber actuado como si estuviesen en un escenario dentro del cual representaron al guerrero warrior (Nuciari, 2018; Schechner, 2002; Turner, 2002). Así, sus características heroicas les hicieron autopercibirse como seres fuertes, valientes y con una misión loable y noble: "¿soldado cuál es tu misión?, ¡saquear el infierno y poblar el cielo! No temas donde vayas que has de morir donde debes, son conceptos profundos que debemos aplicar en aras de un mejor país" (Comunicación Personal).

Hoy, estos escenarios son otros, sus combates al interior de la selva ya no hacen parte de sus libretos y, tras la firma del tratado de paz, los tribunales, noticieros y las sombras de sus memorias son figuras recurrentes que les hacen sentir vulnerables, temerosos y abandonados por parte del Estado y el Ejército. En razón de esto, el análisis realizado tras las entrevistas permitió recopilar información sobre las perspectivas de la violencia de quienes han atravesado la transición de ser guerreros warrior (Nuciari, 2018) a ser hombres con secuelas físicas y emocionales, reclusos, hermanos o amigos de compañeros difuntos u oficiales que ostentan rangos más bajos de los que deberían tener.

Tras estudiar las entrevistas en el programa Atlas.ti, fue posible evidenciar dos categorías de las que se desprenden las reflexiones sobre la violencia percibida por estos oficiales. La primera está relacionada con el campo de batalla y refiere al secuestro, las heridas y las pérdidas humanas y la segunda se vincula con su deber ser puesto que problematiza su rol como padres, hermanos, esposos y militares.

El campo de batalla, un escenario emocional y político

Los conocimientos teóricos vistos en la escuela militar y puestos a prueba de forma inmediata por los oficiales recién graduados chocaron en 1995 con el contexto real de una guerra apenas explorada que en los primeros años generó muertes de oficiales, suboficiales y soldados que dependían de las decisiones y habilidades de sus comandantes, los miembros del grupo que se graduó en 1995.

La responsabilidad de estos hechos se ve reflejada en las entrevistas realizadas. Tras analizar los instrumentos en Atlas.ti fue posible reconocer que en sus historias, las muertes humanas asociadas a los soldados y compañeros fueron mencionadas en 163 oportunidades, de las cuales los entrevistados reconocían fechas, historias, nombres y rostros sacrificados por la nación y el quehacer militar.

En este sentido, aunque las relaciones entre los militares tengan un carácterjerárquico, los espacios compartidos generados por sus prácticas y códigos de conducta, vestimenta o alimentación generan entre ellos vínculos de parentesco particulares. Por lo cual la muerte de un soldado, un comandante o un compañero de curso resulta traumática al ser equivalente a la de un hermano menor, padre o gemelo. Por lo cual, muchos de ellos hablaron 72 veces de daño emocional, aun cuando otros retomaban su posición de guerrero warrior (Nuciari, 2018).

En cualquiera de estos dos casos, algunos de estos individuos hablaron sobre el estrés postraumático, reflejado en los recuerdos sobre el campo de batalla que con frecuencia retornan a su memoria y les hace aterrizar en la Serranía de la Macarena o el Putumayo en una tarde donde cargados de miedo, dolor o arrepentimiento tomaron las decisiones que no debieron puesto que ellos mismos o alguien de su grupo salió físicamente afectado cumpliendo una orden.

El daño físico mencionado en 52 ocasiones se asoció al daño emocional reportado en el programa Atlas.ti. Pues, las heridas hicieron referencia a la transformación del individuo. Cuando se trataba de un sobreviviente, esta transformación se ligaba al cambio de arma o a su retiro. Más del 70 % de los entrevistados se consideró víctima del conflicto y se desligó o cuestionó el concepto de guerrero warrior (Nuciari, 2018). Tras combatir en las selvas y bosques colombianos en defensa del Estado (debido a que su deber constitucional les obliga a apoyar al gobierno de turno) experimentaron un abandono estatal producto de los cambios en la política nacional.

Así, algunos de los oficiales retirados piensan que en Colombia se disputa el poder por el Estado en campos de batalla que exceden a aquellos en los que algunos de sus compañeros murieron, se trata de lugares de combate determinados por la historia en donde se lucha con ideas por ocupar un lugar destacado al interior de instituciones. Un principio teórico ya enunciado por Bourdieu (1990) que permite entender la carga simbólica de la política nacional en los campos de batalla de los cuales salen sus memorias y narraciones.

Es posible decir, entonces, que los recuerdos de los combatientes sobre su participación en estos espacios es emocional al estar ligados a la tristeza y el dolor que les provocaron los daños físicos y emocionales. También es posible decir que los conocimientos adquiridos por algunos de estos hombres tras haber sido afectados por los procesosjurídicos que atraviesan sus compañeros o ellos mismos, les permiten entender al campo de batalla como un campo político.

Por lo cual, a pesar de haberse cohibido de cuestionar o pensar en las órdenes, ideas y decisiones que trataron los gobiernos de turno, muchos de ellos han empezado a tener opiniones sobre la forma en que ocurrió la guerra dentro de los territorios periféricos donde prestaron servicio. La pobreza, la vulnerabilidad y el sufrimiento vivido por quienes habitan las zonas rurales del país les generaron a muchas reflexiones sobre: la violencia que puede provocar la ausencia del Estado y las decisiones de un gobierno.

Pero, a pesar de estas reflexiones políticas, la postura ante las acciones de los grupos armados ilegales no cambia, para ellos estos son "enemigos, guerrilleros, terroristas y vándalos", pues su formación militar y experiencias en combate les hacen percibir la paz de una forma particular. La doctrina que hizo parte de su formación incorpora los discursos nacionales sobre la soberanía de la nación y, a pesar de que los grupos insurgentes compartan estilos de vida similares que les hicieron comer, dormir o vestirse de forma similar, tienen una perspectiva particular de la historia según la cual las sociedades permanecen debido a la posibilidad que tuvieron de participar de manera óptima en las guerras. Por ende, los daños generados en el campo de batalla, además de generar motivaciones personales por combatir, hacen parte de una lucha histórica que puede marcar su desaparición. Así, uno de los entrevistados concluyó diciendo que la única manera en que podría acabar el sufrimiento o el dolor que él mismo experimentó sería a través de la dilución de los grupos armados ilegales, de lo cual cabe añadir que para él no habría posibilidad de generar una paz a través de la rendición del Ejército.

Sin embargo, a pesar de que ellos hoy no se perciban como victoriosos sienten que están perdiendo "la paz y la guerra" en los actuales diálogos dentro de los cuales no sienten que sus historias tengan lugar. Pues, a pesar de que ambos grupos hayan sido acusados por violar las leyes de guerra contenidas en diversos tratados internacionales y en el derecho internacional humanitario, los procesos jurídicos y retiros discrecionales que hoy tienen algunos militares les parecen injustos ante los casos de muerte o tortura imputados a miembros de las FARC que han sido perdonados por la comisión de la verdad.

Los oficiales condenados se sienten mal juzgados y poco reconocidos por los "esfuerzos que hicieron para la nación" ya que, así como se les formó, nunca cuestionaron las órdenes que les dieron sus superiores con el discurso de cumplir a la patria. Pero, tras realizar el ejercicio de salvarse a sí mismos y pagar millones de pesos en su defensa jurídica, muchos de ellos dicen haber comprendido la dimensión de la estructura del Estado. Pues desde el inicio de su carrera aceptaron una justicia militar que les hace ser juzgados de forma individual por decisiones colectivas cuando la institución castrense lo requiera.

El deber ser familiar y militar, choques y encuentros

Luego del rito de paso que constituye el cambio de estatus de los sujetos que se graduaron como subtenientes del Ejército, los oficiales que trabajaron como combatientes y comandantes de grupos de contraguerrillas en 1995 empezaron su labor dentro de un escenario bélico desconocido. Este cambio de su identidad constituyó más que la incorporación de nuevos hábitos y obstáculos en el área de combate, pues el estatus de oficial implicó el cumplimento de expectativas, valores y principios que están ligados a una perspectiva tradicional de nación y familia.

Así, el deber ser, entendido como la suma de expectativas y labores que debe realizar un individuo según el papel o el personaje que realiza dentro de un escenario o contexto (Turner, 2002; Schechner, 2002), de estos hombres al interior de la institución y como padres, esposos e hijos, estuvo atravesado por obstáculos que les hicieron sentir frustrados con sus objetivos de vida.

El análisis realizado en Atlas.Ti permitió asociar al retiro involuntario con la anomia producida entre las acciones que ellos realizaron con el estandarte de las órdenes y los principios institucionales y los resultados que obtuvieron. Pues las detenciones y juicios y la separación familiar generados por su labor les hacen reflexionar acerca de su identidad como oficiales (padres, responsables o maestros de subordinados) y cabezas de familia (padres responsables por sus esposas o hijos).

El deber ser militar

La organización social jerárquica del ejército nacional colombiano y de casi todos los ejércitos del mundo, funciona de forma piramidal y de manera similar a las clases sociales. Lo que quiere decir que tiene escalafones en los cuales debe haber un cargo que sea bien valorado y objeto de deseo, que genere subclases subordinadas que legitimen la estructura propuesta.

Para el caso del Ejército colombiano existen tres grupos con respectivos rangos: soldados, suboficiales y oficiales, estos últimos son los de más estatus y buscan llegar a ocupar el rango más alto y de mayor prestigio: general. Para llegar a este objetivo ellos pueden ir ascendiendo a través del tiempo (con la antigüedad), por su desempeño (la calidad de su trabajo) y su formación (los cursos o retroalimentaciones que haya realizado).

Con la articulación de más de quinientos bachilleres de la Escuela Militar, soldados, suboficiales, alféreces y cadetes, todos de diferente rango, al grado de oficiales hubo entonces una desestabilización de esta organización social. Las primeras señales de esto fueron la serie de roces que tuvieron las personas que tenían rangos más bajos (llamadas cabros y macabros) con aquellos que habían pagado el privilegio de ser oficiales al interior del curso.

Sin embargo, este fue solo el comienzo, pues aun cuando algunos de los miembros de este curso murieron en combate, fueron muchos los que sobrevivieron para enfrentar el rechazo de la élite a la que pertenecían y pertenecen. En los últimos años muchos de los oficiales del curso fueron retirados irregularmente del servicio activo a causa del llamamiento a "calificar servicio" bajo el argumento de que no tenían proyección para el nuevo grado. Sin embargo, muchos de ellos decían cumplir con los requisitos para ascender. Por lo cual, este hecho representó una ruptura con su deber ser ya que habían enfocado sus aprendizajes, preparaciones y conocimientos para crecer al interior de un contexto militar.

Retomando la teoría de Pierre Bourdieu (1997, 1990; 1979), esto puede responder a los capitales económicos, sociales y culturales con los que los agentes (en este caso militares) logran obtener prestigio, legitimidad o autoridad. Teniendo en cuenta que muchos de estos hombres cumplían con capitales culturales y simbólicos valorados en el ámbito militar que están asociados a cursos y capacitaciones, disciplina o valentía, muchos de ellos pensaron que cambiarían de estatus en algún momento de su carrera; pues, más de tres cuartos de los entrevistados, pensaron que sus conocimientos habían sido suficientes en el cumplimiento de sus labores, lo cual podría sugerir que alineados a su deber ser militar, ellos creyeron que sus esfuerzos habían sido suficientes como para seguir en la institución.

No obstante, al haber sido dados de baja o forzados a retirarse, hoy muchos miembros de este curso se sienten frustrados al haber cumplido con los requisitos que se necesitaban para ascender y continuar, lo cual fue para muchos el momento más difícil de sus vidas ya que no pudieron cumplir con su deber ser militar. Así, ellos expresan el choque que hoy tiene su identidad militar con su desconocida, inexplorada e indeseada identidad civil.

El ejercicio realizado en el programa Atlas.ti vinculaba el retiro involuntario con el desacuerdo y la tristeza, variables que resultan interesantes para entender este hecho. Los testimonios asociados al desacuerdo en ocasiones referían a la dificultad por hacer parte de un grupo de élite. Los testimonios asociados a la tristeza se asociaban con el retiro y con el daño emocional provocado por la detención, ya que evitó que tuviesen un capital de ascenso fundamental (Bourdieu, 1990), a saber, el "buen nombre". Motivo por el cual muchos de ellos quedaron estancados en rangos inferiores "sin mando" a pesar de ser "más antiguos" y "más sabios", ya que llevan más tiempo y tienen más cursos que otros superiores en la institución.

El deber ser familiar

En cuanto a la separación familiar, al igual que el retiro involuntario está relacionado con la frustración por cumplir con el papel que estos hombres encarnan. Viéndolo desde las ideas del autor Víctor Turner (2002), los militares entrevistados crecieron y se formaron con conceptos de la ética y la moral tradicional religiosa donde la familia es un valor principal, por lo cual además de ser oficiales tienen el papel de padres, hermanos o esposos.

Sin embargo, a pesar de que la familia sea un valor importante dentro del ejército y de que esté articulada dentro de los escenarios militares -pues los espacios domésticos muchas veces están ubicados en unidades o cantones militares donde las esposas o hijos e hijas de militares conviven con la cotidianidad castrense-, la separación familiar fue enunciada en más de 52 entrevistas. Los hombres dijeron sentirse afectados por haber estado ausentes en diversos momentos de la vida de sus familiares. Este es el caso de oficiales que en cumplimiento de su deber ser militar no pudieron acompañar o estar presentes en momentos álgidos de su vida personal como lo fue la muerte y la enfermedad de sus padres o hijos y vivieron múltiples separaciones de las parejas que habían elegido para formar una familia.

Esto último permite preguntarse si el deber ser militar es distinto al deber ser familiar o si el deber ser militar tiene más prioridad que el deber ser familiar. Una serie de preguntas que resultan controversiales teniendo en cuenta que muchos de los oficiales hicieron referencia a la necesidad de tener una familia tradicional bien formada para poder llegar a ser generales.

Sin embargo, al vivir el retiro y aterrizar en la vida doméstica, algunos de los oficiales además de sentirse frustrados creen desconocer a sus esposas o a sus hijos. Pero otros, encuentran en ellos un apoyo y se arrepienten de no haber compartido más tiempo de calidad con ellos. Esta reflexión acerca de lo contradictorio que hay en la incorporación de un discurso de nación y familia que no pueden llevar a cabo en su vida práctica (como producto del difícil contexto que enfrentaron por causa del conflicto armado) genera en estos hombres frustraciones sobre su identidad. Esto porque, en su mayoría, se preguntan si al estar retirados quizá no fueron lo suficientemente buenos para ser coroneles y si al estar separados quizá no fueron lo suficientemente buenos para ser esposos o padres. Pero, en general, más del 70 % de los oficiales piensan que esto, más allá de tratarse de su deber ser, tuvo que ver con el contexto en que trabajaron. Pues contestaron afirmativamente a la pregunta ¿cree que el conflicto armado del país afectó su proyecto de vida?

Así es posible, entonces, reconocer que para ellos tanto la soberanía de la nación como su familia, a pesar de estar ligados en los valores institucionales, fueron afectados por las anteriores condiciones del conflicto. Por lo cual el deber ser de estos hombres, en general, se transformó junto con los cambios políticos y gubernamentales, en los cuales las leyes del juego que ellos conocían para cumplir con sus objetivos de vida mutaron a otros campos de batalla jurídicos poco convencionales a los que ellos no se han incorporado de manera óptima.

Reflexiones finales

Teniendo en cuenta los datos recolectados y analizados fue posible reconocer que las características de la violencia experimentada por los oficiales que combatieron durante la década de 1990 estuvieron atravesadas por un contexto de abandono estatal en territorios donde las ideas revolucionarias encontraron refugio y por experiencias personales que estuvieron atravesadas por múltiples violencias.

Una de las formas de violencia identificada está relacionada con las memorias sobre el combate y el campo de batalla, el cual generó en ellos secuelas físicas y emocionales como producto de las acciones que vieron y realizaron, relacionadas con muerte, secuestro y heridas. Otra de las formas de violencia tiene su origen en la serie de prácticas institucionales por las cuales se les abandonó al final de su carrera y que les responsabilizó de forma individual por la serie de delitos y faltas a los derechos humanos realizados durante esos años de guerra.

Esto último, enunciado a través del retiro involuntario, la baja deshonrosa o la detención, curiosamente, representó para muchos la forma de violencia más traumática de todas; ya que esta, en particular, se asoció a confrontaciones sobre su identidad al experimentar una ruptura con su vida militar y su vida familiar. Un debate que surgió tras hallarse fuera del campo de juego burocrático en el que se movieron con unas leyes según las cuales deberían ser los generales que ya no serán (Bourdieu, 1979).

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1 Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.

2Movimiento 19 de abril.

3Movimiento Armado Quintín Lame.

4Partido Revolucionario de los Trabajadores.

5Coordinadora Guerrillera Simón Bolivar.

6 Ejercito Popular de Liberación.

Cómo citar: Trujillo, D., Salazar Manrique, E. y Cardona Angarita, J. (2022). Percepciones de la violencia, un análisis introspectivo sobre la experiencia de un grupo de militares colombianos. Revista Colombiana de Sociología, 45(2), pp 253-276.

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