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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

Print version ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. vol.43 no.1 Bogotá Jan./June 2016

https://doi.org/10.15446/achsc.v43n1.55082 

DOI: 10.15446/achsc.v43n1.55082

Florence Hulak.

Sociétes et mentalités. La science historique de Marc Bloch. Paris: Hermann / Philosophie, 2012. 352 paginás.1

Hay obras de análisis histórico (y esta lo es, aunque en el campo de la epistemología de la historia) que pueden resumirse fácilmente, bien sea por su contenido renovador, bien sea por sus equívocos y errores, o bien sea por su propio carácter rutinario (una más entre una cadena de libros previsibles en su enfoque y en sus resultados). Hay otras obras que solicitan, de quien se ocupa de ellas y trata de presentarlas ante una comunidad de lectores alejada de su lugar de producción y de recepción iniciales del texto, tan solo un sobrevuelo inicial, una mención de sus temas y propósitos centrales, un énfasis repetido sobre su significado e importancia, para animar a los lectores a que se interesen en el debate planteado por el libro de referencia y, sobre todo, a que no se deje pasar de largo una oportunidad de discusión que puede servir para refinar el planteamiento de problemas de los que se habla de manera repetida con actitud poco reflexiva, repetitiva y rutinaria. Creo que este es el caso del libro reciente de Florence Hulak, Sociétés et mentalités que queremos presentar aquí, a través de una reseña centrada simplemente en sus grandes temas, dejando para otros momentos el debate preciso (textos en mano y con multiplicadas referencias, ejemplos, contra ejemplos y argumentaciones) sobre puntos concretos de los planteamientos de la autora.

La elección de esta forma de reseña se impone por la propia extensión del libro (que si entendimos bien, es solo una parte de una tesis doctoral en filosofía), por su riquísimo y documentado contenido, por el carácter polémico pero a cada paso argumentado, demostrado y ejemplificado de sus proposiciones principales, y por el hecho mismo de que los resultados de la lectura de sociólogos e historiadores (cuya obra se encuentra en la fundación misma de estas disciplinas como disciplinas de ciencia) exige ir con paso cuidadoso para revisar cada uno de los puntos examinados por la autora.

Antes de dirigirnos a los aspectos centrales del libro, vistos aquí a manera de sobrevuelo, según dijimos, hay que hacer la justa alabanza de la forma de encarar los textos de análisis histórico por parte de la autora, tanto desde el punto de vista de su localización (cuándo, cómo y por qué), como desde el punto de vista propiamente textual. Se trata en este último caso de una lectura cuidadosa, atenta a los matices del lenguaje, al significado cambiante de las palabras, a la relación compleja entre un vocabulario fijado en el tiempo (un recurso recibido de una tradición), y los nuevos sentidos que imponen nuevas conceptualizaciones, a veces expresadas en lenguajes viejos, en palabras traspasadas por el sentido ordinario de las palabras de época, sin que este ejercicio de lectura pueda ser en ningún momento objeto de crítica como un caso de sobre/interpretación, para decirlo en los términos de Umberto Eco. Agreguemos además que esa lectura concentrada en los textos, practicada como rumia (según la expresión de Nietzsche) no riñe para nada con una lectura relacional (no simplemente contextual), que logra mostrar la forma compleja como las principales proposiciones de las ciencias humanas y de filosofía de la época (¡y aun las ciencias exactas!, de ese periodo en Europa), son el horizonte en el que se inscribe esa transformación mayor en el nuevo régimen de enunciación del análisis histórico que avanza, a través de análisis concretos, dibujando y diseñando una forma nueva de encarar los problemas del análisis de las "sociedades en el tiempo" (como caracterizaban al tiempo Bloch y Febvre, con fundamentos distintos, el trabajo del análisis histórico).

Empecemos por indicar que el texto, más allá de su título (que de todas maneras recoge bien su objeto directo), plantea un nuevo examen del viejo debate francés (y en parte alemán) de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, del que se supone que resultará en Francia ese grupo de trabajos históricos, de renovaciones de la enseñanza, y de publicaciones, que distinguimos con el nombre de Annales y que de manera genérica se designará más tarde como la Escuela de los Annales, y fuera de Francia, como la "escuela histórica francesa" par excellence.

Ese periodo de formación y de constitución de una forma de análisis histórico que llegó a ser decisiva en el siglo XX, puede ir desde (c) 1900 hasta 1950 (en esta última fecha parece dibujarse una configuración no completamente coincidente con su pasado anterior y que designamos como "historia económica y social"). Dicho periodo es objeto principal de este libro erudito y cuidadoso, que no se niega a ninguna de las formulaciones paradójicas exigidas cuando se trata de dar una sacudida a visiones tradicionales del problema, de las que hace tiempo hay necesidad de desconfiar y que, como siempre ocurre, han terminado por ofrecer un relato rutinario, poco problemático, demasiado apegado a los hechos más formales, convencionales y aceptados, aun en textos escritos por conocedores muy cercanos de esta "escuela histórica". Ejemplos de estas circunstancias resultan ser los casos de los textos archiconocidos de: Jacques Revel, Pierre Nora, André Burguière, o François Dosse, por no hablar del recuento simple y poco imaginativo que sobre el tema publicó Peter Burke, con la idea de una "revolución historiográfica francesa".

La forma de abordar el problema planteado en este libro tiene la virtud de no obedecer a un tratamiento lineal y monográfico de la materia examinada.

Desde luego, el núcleo directo del trabajo es la obra de Marc Bloch, mirada en múltiples dimensiones y vista como una obra en marcha e inacabada en el momento de su muerte (a pesar de la madurez tempranamente alcanzada por Bloch). Pero el libro, como trataremos de mostrar, va mucho más allá. Contentémonos por ahora con mencionar la gran sensibilidad de la autora para controlar dos tendencias que a menudo afectan el análisis de la obra de Bloch. De una parte, la tendencia a dejar de lado el examen crítico de sus trabajos y suplirlo bien sea por algunas de sus formulaciones de enfoque y método más conocidas (las de Métier d'historian por ejemplo); bien sea por un expediente elogioso, siempre repetido, de sus virtudes de patriota y de ciudadano, que nada dicen sobre la importancia histórica intrínseca de su obra. De otra parte, la tendencia repetida a hacer de Marc Bloch y de Lucien Febvre una "sola persona", y extender sobre la obra de Bloch todas las formulaciones doctrinarias y programáticas de Febvre, bien sea sobre historiografía, bien sea sobre epistemología, bien sea sobre el núcleo del propio análisis histórico, sin sospechar siquiera cuánto de estrategia discursiva de presentación del trabajo de Annales había en ese acuerdo aparente que, además, versaba ante todo sobre puntos, por decir así, indiscutibles, puntos que representaban posiciones adquiridas desde la época de Estrasburgo, pero por debajo de las cuales hay una enorme diferencia en la manera de pensar los problemas del análisis histórico y el papel de la sociología en la historia.

Para deshacer esa falsa unidad en el terreno del análisis histórico (lo que de ninguna manera descuenta el vínculo de la amistad, la fidelidad de ideales cívicos y republicanos, y la común idea sobre la importancia que otorgaban los dos universitarios al conocimiento de la historia y de su enseñanza para la defensa de la vida republicana y democrática), Florence Hulak toma dos caminos complementarios y simultáneos (aunque en la obra desde luego correspondan a capítulos diferentes): de un lado el examen en detalle de las obras de Bloch y de Febvre, leídas las dos en toda la complejidad de sus evoluciones y matices, y sin que el resultado de su lectura (que le permite establecer la existencia de una diferencia sustancial entre los enfoques del análisis histórico entre los dos historiadores) la conduzca a desconocer la importancia de la obra de Febvre. Sin embargo, la autora muestra sus preferencias por la elaboración de la idea de análisis histórico en Bloch, no por razones de simpatía personal o cosas de ese estilo, sino más bien por su fecundidad y por las pistas que ofrece para rescatar el análisis histórico del dominio de "filosofías hermenéuticas", que arrastran al historiador a una lectura de las fuentes históricas en términos de "inter/subjetividades", de "totalidades significativas", de "principios de "época", y otras modalidades de análisis que conducen a dar muchos pasos atrás en el análisis de la relación individuo-sociedad, por temor a que la idea de "primacía de lo social" ahogue la "libertad de los individuos" y otros mitos que la sociología (de Marx a Bourdieu, pasando por Durkheim y Mauss) hace tiempo ha aclarado, problematizado y precisado.

De otro lado, el libro realiza una nueva discusión, muy productiva, sobre lo que se conoce como el debate de 1903 (aunque la cronología de esa discusión es mucho más amplia desde luego), el famoso encontronazo entre François Simiand y los historiadores (Langlois y Seignobos), que para Simiand eran la representación misma de una forma de análisis histórico que había que superar, vinculando la historia a la sociología de Durkheim. Aquí, de nuevo, la presentación es compleja y por partida doble. De una parte, Bloch y Febvre no se relacionaron de la misma manera con las críticas sociológicas esbozadas en ese debate, críticas que en su mayor parte el autor de Los reyes taumaturgos y La sociedad feudal acogía, mientras que su amigo, principalmente autor de biografías, miraba con reserva, prefiriendo mantener en sus análisis una perspectiva de "hermenéutica alemana" en el estilo de Rickert o Dilthey, y manteniendo aun muchos de los supuestos "pre/antropológicos" presentes en la obra de Lévi-Bruhl sobre la llamada mentalidad primitiva.

Además, nada de esto significa que Bloch no hubiera acogido de manera crítica y muy reflexiva las proposiciones de sus colegas sociólogos, con muchos de los cuales había discutido de manera amplia en Estrasburgo, y que su actitud fuera simplemente la de plegarse a las proposiciones de Durkheim. Por el contrario, Florence Hulak muestra la manera compleja como Bloch se relacionó con esa tradición y muestra por qué en su obra hay caminos abiertos para superar la abstracción, las generalidades tipológicas, el análisis puramente categorial que caracteriza la perspectiva de los sociólogos, sin necesidad de perderse en el "culturalismo", en la renuncia a los determinismos estructurales, sin extraviarse en lo "vivido" y en lo "intersubjetivo". Es decir, sin emprender el camino de vuelta a todos los viejos humanismos del pasado, que en defensa del "hombre", del "individuo" alejan a los historiadores de las grandes tradiciones de una historia social compleja; señala que no se hace un problema de las relaciones entre "mental y material", entre "colectivo e individual", entre "psíquico y social", sino que se esfuerza por demostrar que se trata ahí, de nuevo, de falsas oposiciones, que muestran una dificultad mayor para entender ese carácter de "fenómeno total" que marca al acontecimiento histórico y que, por tanto, marca la vida de las sociedades. Prueba de ello se encuentra en obras mayores de la disciplina, como la mencionada Sociedad feudal, y en general todos los trabajos de Bloch sobre la vida campesina, la roturación del suelo, la construcción de molinos, las creencias religiosas o las adhesiones políticas al soberano, sin que Bloch tenga necesidad de inventar "mentalidades de época", o "principios comunes de significación a una época", cubriendo a toda una sociedad, y por encima de sus diferencias de clase, de grupos sociales, de medios profesionales, cuando se sabe acudir a nociones básicas de la sociología (como aquella de representaciones sociales), y despojarlas de su acostumbrada abstracción, para convertirlas en formas de análisis histórico concreto, abiertas a la existencias de prácticas y discursos diferenciados en función de grupos y de coyunturas, es decir, inscritas en el campo de un análisis histórico atento a la dinámica, al cambio, a la diacronía.

Muchas cosas más se pueden decir de este sabio libro, pero para terminar podemos contentarnos con hacer énfasis en tres puntos. Primero, se debe recordar que se trata de la obra de una autora que ha decidido leer a los historiadores con atención, y que ha roto con la posición tradicional de los filósofos, ofreciendo a los "humildes trabajadores de archivo", desde la distancia y con poca competencia, lecciones sobre un análisis (que jamás han practicado) del "tiempo histórico" y el análisis histórico", lo que recuerda las épocas en que la teología se declaraba "reina de las ciencias" e instancia de orden y autoridad, papel que ahora se abrogan los filósofos (sean ellos hegelianos, practiquen las artes de la hermenéutica, o cultiven las filosofías analíticas del lenguaje), convencidos de que sus colegas empiristas y documentalistas no son capaces de plantearse interrogantes que vayan más allá del simple quehacer del archivo.

Segundo, se debe poner de presente que el libro demuestra que el proceso de constitución de esa forma de hacer historia, que designamos de manera puramente aproximada como Annales, significó la participación de muchos más actores e instituciones que los que se acostumbran a señalar (por ejemplo, el notable papel de Henri Beer y la Revista de Synthèse), y supuso un debate más rico del que se acostumbra a recrear, entre sociología e historia, dando lugar no solamente a una tradición de "nueva historia", sino por lo menos a dos.

En tercer lugar, es preciso indicar que se trata de una obra que se atreve a proponer una definición posible de análisis histórico, pero no sobre la base de alguna "novedosa" filosofía o semiótica de la historia de reciente creación, sino sobre la base de la lectura atenta de la obra de un historiador (Marc Bloch), cuyas premisas epistemológicas ha tratado de examinar esta obra de manera cuidadosa y respetuosa, pero ante todo de forma crítica, para mostrar no un punto de cierre ni de llegada, sino un horizonte abierto, donde emergen, sobre todo, preguntas por formular y necesidad de crítica de respuestas que han empezado a mostrar su agotamiento.

Pero los historiadores por su parte no deberían dejar de tomar nota de que en esta obra hay, como en el revés de un tapiz, un llamado silencioso a que modifiquen su relación con la filosofía y con los filósofos, es decir, a que dialoguen con ella y con ellos sobre una base nueva, sobre una base de igualdad que reclama de unos y otros el conocimiento de las obras de filosofía y de historia, para que sepamos en cada momento sobre qué hablamos y para que sepamos valorar la importancia real de las lecciones que periódicamente ciertos filósofos (amparados en la jerarquía de los saberes universitarios), se complacen en ofrecernos sobre el oficio a que nos dedicamos y del que no siempre conocen lo suficiente. La obra de Florence Hulak (quien sabe de filosofía y de ciencias sociales, y quien ha leído con cuidado a los historiadores), nos ayuda en ese proceso de elaboración de las preguntas que vienen de fuera de la disciplina, al tiempo que nos llama también la atención sobre ese tipo de obras, en parte enigmáticas por su objeto, que se proponen como una especie de bisagra entre filósofos e historiadores, obras como las de François Dosse (hay muchos otros ejemplos, y en América Latina son multiplicados), que finalmente no nos instruyen ni sobre historia ni sobre filosofía.


Notas

1 Sobre la autora: filósofa de graduación, pero con amplios intereses en las ciencias sociales y en general en la epistemología de las ciencias, puede verse un breve perfil en laviedesidees. fr (una de las más prestigiosas revistas electrónicas de reseñas y debates, con circulación también en inglés). Ahí también encontrará el lector de esta reseña otro comentario sobre la obra, y la búsqueda en la web lo convencerá de la recepción amplia que ha tenido el trabajo que aquí abordamos.


RENÁN SILVA
Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia
rj.silva33@uniandes.edu.co