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Signo y Pensamiento

Print version ISSN 0120-4823

Signo pensam. vol.28 no.54 Bogotá Jan./June 2009

 

La prehistoria de los medios

Deep Time of the Media: Towardan Archaeology of Hearing and Seeing by Technical Means.

Zielinski, S. (2006).

Trad. del alemán: Gloria Custance. Cambridge-Londres: mit Press. 375 páginas.

isbn: 0-262-24049.


Hubo un "tiempo profundo", en el que no se habían inventado los medios ni, mucho menos, la convergencia. Después llegó la electricidad y al ser humano le dio por utilizarla para comunicarse con sus semejantes. A ese tiempo inexplorado y gris pertenecen los personajes de este libro, publicado originalmente en alemán y, en buena hora, editado en inglés por el mit.

De la paleontología tomó el autor un concepto que le ayudó a orientarse a través de la prehistoria de los medios: la civilización no ha seguido un plan divino; bajo gruesas capas de granito existen tesoros desconocidos que vale la pena descubrir. La historia de los medios no es, entonces, el producto del avance desde unos aparatos primitivos hasta otros más complejos.

Los medios son, más bien, espacios, de intentos por conectar lo que anda separado. La búsqueda de Zielinski bajo las capas superficiales de la historia resulta más fructífera cuando se concentra en los períodos de mayor cambio tecnológico. Con gran erudición y tras recorrer físicamente las regiones donde vivieron los protagonistas de su recuento, no sólo rastrea las búsquedas que le han permitido al ser humano ver y oír por medios técnicos, sino que, a su paso, encuentra facetas desconocidas de algunos personajes de la historia europea. Rescata así la actualidad de los planteamientos de Empédocles (siglo V a. C.), para quien la percepción ocurría cuando las "afluencias" del órgano del observador y el órgano de lo observado (persona u objeto) se encontraban, y los poros de ambos eran compatibles. Desde el punto de vista tecnológico, sería la más antigua versión de la teoría de la doble compatibilidad. Desde el punto de vista de la física, sería un antecedente de la teoría de las afinidades. Para la psicología sería un nuevo (¿viejo?) modo de describir el proceso recíproco de dar y recibir atención. En economía, puede anteceder a la teoría de la extravagancia. Y en términos medio-heurísticos coincide perfectamente con la teoría de la interfase perfecta.

El autor revisa también las actividades mágico-científicas de Giovanni Battista Della Porta (siglo XIV), quien se las arregló para escapar de la Inquisición, en parte, gracias a su afición a la criptología y a los códigos secretos. Zielinski encuentra en Della Porta pistas para plantear el doble linaje de la historia de la telemática, que a veces converge, pero que desde el punto de vista de la técnica y el conocimiento diverge: por un lado, busca acelerar las comunicaciones estratégicas de instituciones como la Iglesia, el Estado, la milicia o las corporaciones privadas; y por el otro es una simple táctica para preservar la privacidad de la correspondencia entre amigos. Desde la perspectiva de la arqueología de los medios, es interesante observar que Della Porta reseñó en su tiempo un sistema de encriptación basado en puntos y rayas,antecesor en varios siglos del código que Morse inventó para el telégrafo. La única diferencia es que mientras el alfabeto de Morse se escribe en secuencia continua, el del italiano se anotaba agrupando los dos elementos. De sus intentos por ver lo invisible, Della Porta también dejó notables apuntes de sus experimentos en la cámara oscura y también con el telescopio, al que llamaba "perspectivo". Zielinski recuerda que a finales del siglo xix, en épocas de Paul Nipkow —uno de los inventores de la televisión—, en Alemania también llamaban a este naciente medio "Perspektiv", por ser una combinación de telescopio y electricidad.

El caso de Athanasius Kircher (siglo XVII) ofrece, igualmente, notables puntos de interés para el arqueólogo de los medios. Este prolífico jesuita alemán dejó escritas por lo menos 16.000 páginas, recogidas en 32 volúmenes, como testimonio de una época en la que la teología y la ciencia aún convivían. Para Zielinski, su aporte fue la creación y adaptación de artefactos técnicos a través de los cuales se estableció una tradición de aparatos visuales que, en los siglos siguientes, no solo fueron altamente efectivos, sino que se convirtieron en el modelo dominante. El concepto básico era la purificación del alma a través de la catarsis, y sus mecanismos de funcionamiento debían permanecer en el misterio para la audiencia: el mundo proyectado no podía verse artificial; la intención era tomar por sorpresa a los espectadores, cautivarlos y evitar que imaginaran o utilizaran la razón.

Ya en épocas más cercanas, de electrificación, teleescritura y lentes de aumento, Johann Wilhelm Ritter, Jan Evangelista Purkyne y Joseph Chudy (siglo xviii) trabajaron separadamente en experimentos inquietantes, por decir lo menos. El primero de ellos, Ritter, ampliamente admirado por sus contemporáneos —entre quienes se contaba Goethe—, llegó a tales extremos de obsesión que perdió los dientes y sufrió graves heridas en la boca tras 14 días (con sus noches) de continua experimentación. Pese (¿o gracias?) a sus excesos y a una muerte prematura, descubrió la electroquímica. Purkyne, de origen checo y doctor en medicina, también aplicó directamente corrientes eléctricas a distintas partes de su cuerpo, sobre todo a sus ojos, para después dibujar cuidadosamente las figuras distorsionadas que veía. Por su parte, el húngaro Chudy inventó una máquina que con la simple variación de dos estados (encendido y apagado), en cinco posiciones, era capaz de transmitir 32 señales distintas, suficientes para comunicar secuencias de letras en la mayoría de los idiomas. Muchos elementos de los que usó en su máquina de teleescritura, en la última década del siglo XVIII, ya existían, pero su aporte fue no solo la elegancia y simplicidad, sino la utilización pionera del teclado para transmitir las señales ópticas y acústicas.

El tristemente célebre Cesare Lombroso (sigloXIII), quien aplicó el positivismo a la criminología, para concluir que el tamaño y la forma de ciertas partes del cuerpo de un ser humano lo predisponían al crimen o la prostitución, utilizó profusamente la fotografía para consumar sus extensísimas investigaciones. Dice Zielinski que era la época en que se creaban los nuevos medios y los libros de Lombroso eran complejos y extraños, como prototipos de los textos que hoy conocemos. Para presentar su evidencia, el científico Lombroso, también poeta, utilizó el repertorio completo de técnicas de registro, archivística y visualización disponibles en la segunda mitad del siglo xix, además de un abultado uso de las estadísticas como método de descripción.

Un seguidor desconocido de Taylor (autor de espectaculares experimentos para aumentar la eficiencia del uso del tiempo de los obreros) fue el ruso Aleksej Kapitanovich Gastev (siglo xx). Desde el extremo ideológico opuesto al del taylorismo, Gastev fue uno de los artífices del cambio que transformó a una Rusia rural y anacrónica en un gigante industrial. Pese a la oposición de algunos camaradas del partido comunista, su doctrina, basada en la consigna "tiempo-sistema-energía", se propagó por todo el país. Para la arqueología de los medios, el aporte de Gastev fueron sus detallados estudios sobre la descomposición del movimiento humano, en cuya investigación utilizó dispositivos que combinaban la luz eléctrica y la fotografía a intervalos, bastante similares a los que se usan actualmente para crear dibujos animados en tercera dimensión.

El principal aporte de Deep Time of the Media es su perspectiva europea de la prehistoria mediática, alejada de los mitos fundacionales estadounidenses, a los que está más acostumbrado el lector latinoamericano.

José V. Arizmendi C.
Director Departamento de Comunicación y Lenguaje

Pontificia Universidad Javeriana Seccional Cali.

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