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Colombia Internacional

Print version ISSN 0121-5612

colomb.int.  no.90 Bogotá Apr./June 2017

https://doi.org/10.7440/colombiaint90.2017.09 

Documentos

Genocidas, situaciones y responsabilidades: Una revisión de The Killing Compartments: The Mentality of Mass Murder (2015) de Abram de Swaan y A Dreaming Child de Gakire Dieudonné (2016)1

Angelika Rettberg* 

*Profesora asociada del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes (Colombia). Sus investigaciones se han enfocado en el papel de la sociedad civil y la justicia transicional en sociedades que buscan superar los conflictos armados, en la relación entre recursos, conflicto armado y criminalidad, y en el comportamiento empresarial en contextos de conflicto armado y construcción de paz. Sus publicaciones más recientes son "Golden Opportunity, or a New Twist on the Resource-Conflict Relationship: Links between the Drug Trade and Illegal Gold Mining in Colombia". World Development 84: 82-96 (en coautoría con Juan Felipe Ortiz-Riomalo), 2016; "Need, Creed, and Greed: Understanding How and Why Business Leaders Focus on Issues of Peace". Business Horizons 59 (5): 481-492, 2016; y "Reconciliation: A Comprehensive Framework for Empirical Analysis". Security Dialogue 47 (6): 517-540 (en coautoría con Juan Esteban Ugarriza), 2016. rettberg@uniandes.edu.co


¿Quiénes son los genocidas y cómo ocurren los genocidios? La pregunta no es banal si se considera que desde el siglo XIX han muerto cuatro veces más personas en este tipo de violencias masivas, asimétricas y de corto alcance que en las guerras internacionales. Para ser más precisos, cien millones de personas, estima Abram de Swaan, autor del libro The Killing Compartments: The Mentality of Mass Murder (2015) (en español, Dividir para matar: Una exploración de la mentalidad genocida).

Según De Swaan, la respuesta estándar a la pregunta es: "cualquiera de nosotros". En una situación extrema, bajo presión de otros y siguiendo las instrucciones de alguien con autoridad, la mayoría de nosotros haría lo impensable: matar indiscriminadamente siguiendo órdenes.

La premisa de la teoría "situacional", como la llama De Swaan, es popular en los estudios acerca de las atrocidades masivas. Se deriva del estudio clásico de Hannah Arendt sobre el juicio contra Adolf Eichmann en Jerusalén (Arendt 1961). Eichmann, una figura clave en el exterminio de seis millones de judíos perpetrado por el régimen alemán nacionalsocialista (1933-1945), sorprendió a Arendt por su apariencia de hombre normal, de burócrata consumado, que había hecho lo que consideraba su deber y siguiendo órdenes. "Befehl ist Befehl" ("Una orden es una orden") fue la frase que marcó gran parte de los juicios, también, de otras cabezas del Tercer Reich. En el caso de Eichmann, según el análisis de Arendt, la situación lo convirtió en genocida. La discrepancia entre la apariencia cotidiana de los individuos y su capacidad para la destrucción masiva y sistemática de vidas humanas fue captada por Arendt con el término banalidad del mal.

Estudios en el campo de la psicología social siguieron la misma ruta. Quizás el más famoso es el de Stanley Milgram (Obedience to Authority, 1974), en el cual los participantes debían administrar descargas eléctricas a supuestos aprendices. El experimento de Milgram mostró que ciudadanos estadounidenses comunes y corrientes, en las circunstancias adecuadas ("la situación"), llegaban al punto de suministrar descargas, incluso con consecuencias letales. Y no era una minoría: hasta dos tercios de los grupos estudiados alcanzaban el punto fatal. De nuevo, la lección principal era que cualquiera de nosotros -no una bestia diabólica o un psicópata desatado- podía convertirse en asesino en masa, en un perpetrador imperturbable.

En su libro, De Swaan controvierte la teoría situacional. Argumenta que reducir a los genocidas a gente común y corriente que hace cosas abominables en determinados contextos ignora las complejidades de la vida real y exime de responsabilidad a los individuos. En la teoría situacional, crítica de De Swaan, la culpa queda dispersa en generaciones, eras, momentos, en vez de asignar responsabilidades puntuales.

Según De Swaan, una concepción "sobre-socializada" del hombre oculta las fuerzas contradictorias, externas e internas, que las personas deben confrontar de una u otra manera (De Swaan 2015, 38). Sobre el caso de Eichmann, afirma que no se trataba de un burócrata cualquiera, sino de un asesino entusiasta, que incluso excedía con gran eficiencia las cuotas de muerte que sus superiores le pedían. En contraste con la teoría de que cualquiera podría convertirse en asesino en masa, De Swaan argumenta que es necesario conocer el conjunto de factores sociales y psicológicos que llevan a personas concretas a obrar.

En el caso específico de Alemania, el holocausto de los judíos estuvo precedido por un extenso periodo de adoctrinamiento, que recalcaba la humillación por las potencias victoriosas percibida por el pueblo alemán al finalizar la Primera Guerra Mundial, y que recogía el antisemitismo prevalente en la Europa de inicios del siglo XX, así como los estragos causados por la depresión económica de los años veinte y treinta. Esto, en palabras del autor, generó el contexto social propicio para el exterminio del chivo expiatorio, aquel grupo social señalado como culpable. "No era cualquier persona, era cualquier persona alemana" (33), lo resume De Swaan en alusión a cómo un contexto histórico particular, no una situación cualquiera, hizo posible el Holocausto.

En otras palabras, es cierto que nadie nace genocida, pero es igualmente cierto que para convertirse en uno se requieren condiciones psicológicas y sociales particulares. Los genocidas se hacen.

El argumento de De Swaan no busca explicar exclusivamente el contexto de la Alemania nazi. Extiende su lógica a contextos tan remotos como el terror que Holanda sembró en la provincia indonesia de Aceh, los horrores causados por los belgas en el país antiguamente conocido como el Congo, los turcos en Armenia, los japoneses en China y el genocidio ocurrido en Ruanda en 1994. Según De Swaan, en vez de alejada y remota en el tiempo, la posibilidad de que se repitan los genocidios es alta, pues las condiciones que dieron lugar a los ejemplos mencionados arriba pueden fácilmente repetirse.

El libro tiene varias implicaciones para los estudios de la justicia transicional. En primer lugar, es importante comprender a quienes ordenan y cometen atrocidades -los perpetradores- como personas y grupos que tienen un pasado individual y social que es preciso entender, pues, siguiendo la recomendación de De Swaan, no se trata sólo de instrumentos o marionetas del presente sino de reflejos de experiencias vitales específicas. Esto repercute en el dimensionamiento de responsabilidades individuales y colectivas.

Otra implicación del libro de De Swaan es que, a pesar de los esfuerzos de memoria y de la búsqueda de mecanismos para garantizar la no repetición de las crueles atrocidades masivas que han marcado la historia reciente de la humanidad, una y otra vez contextos sociales puntuales parecen promover la violencia masiva. Cabe entonces preguntarse acerca de los límites que tienen los insignes esfuerzos que, como mecanismos de prevención, se llevan a cabo por construir verdad y memoria en las sociedades transicionales. De acuerdo con el análisis de De Swaan, estos parecen ser más eficaces como reconocimiento y sanación del dolor pasado que como antídoto frente al futuro.

Finalmente, el libro ofrece una perspectiva importante para evaluar los avances en el desarrollo de marcos normativos internacionales dirigidos a sancionar comportamientos considerados lesivos de la humanidad. Siguiendo las recomendaciones de De Swaan, es clave complementar estos esfuerzos desde el Derecho con la detección temprana de aquellos valores y actitudes sociales que parecen ser más conducentes a la repetición de las atrocidades. Esto, además de leyes, requiere ser traducido en programas educativos de prevención en todos los grupos sociales, así como la voluntad política de autoridades internacionales y nacionales.

Por su parte, el libro de Gakire Dieudonné A Dreaming Child (2016) es útil para traer los análisis de De Swaan a un contexto puntual. En este libro autobiográfico, Gakire, quien tenía tres años cuando ocurrió el genocidio de Ruanda, en el que él perdió a sus padres, recoge también los testimonios de otros niños y niñas, hoy adultos, que pasaron por circunstancias similares. Cuenta la historia desde el lado de las víctimas, aunque incluye también las voces de algunos perpetradores. No aspira a producir marcos teóricos que permitan comprender, sino que se guía primordialmente por la motivación de dar voz a quienes fueron las víctimas más indefensas de la furia violenta que causó la muerte a casi un millón de personas en menos de tres meses en 1994, hace poco más de dos décadas, con el predominio de machetes y otras armas cortas.

Por tratarse de un testimonio honesto, profundo y lleno de detalles, el libro se convierte en una referencia obligada para comprender lo acontecido. Como en el caso de otros genocidios, la matazón en Ruanda no empezó de repente, sin previo aviso. Fue anunciada, incluso incitada por la radio y la prensa meses antes. El genocidio se hizo posible porque la comunidad internacional le dio la espalda a Ruanda, ya que desestimó las advertencias, cerró embajadas y retiró personal de seguridad. Finalmente, el genocidio se basó en un proceso largo de "desidentificación" con el otro que les facilitó la labor a los genocidas.

Gakire empezó a escuchar las historias de sus contemporáneos en la Asociación de Sobrevivientes del Genocidio, huérfanos como él. Los instó a escribir sus historias, pero cuando no lo hicieron, empezó a anotarlas en un cuaderno que se convirtió en lectura para todos sus protagonistas. Después, inició un largo proceso para lograr auto-publicar su trabajo, cosa que logró el año pasado con financiación de varias empresas (por eso no cuenta con una editorial formal).

Sorprende en este libro el tono de esperanza y confianza en un futuro mejor. Una y otra vez, historias como esta llaman la atención sobre la resiliencia de las víctimas de los conflictos. Se distingue de otros en que da voz también a los perpetradores y permite plantear algunos de los retos futuros que Ruanda deberá encarar en los próximos años.

Juntos, los libros de Adam de Swaan y Gakire Dieudonné, ambos sobrevivientes de genocidios, ofrecen dos perspectivas de un mismo problema. Uno es el trabajo de un sociólogo experimentado y reconocido, que navega las técnicas de la comparación y conoce la literatura académica, y el otro, un testimonio desgarrador y honesto. Ambos son profundamente pertinentes en el mundo contemporáneo y se constituyen en contribuciones clave en un contexto en el que los estudios de justicia transicional buscan anclarse cada vez más en trabajos empíricos, que cuentan procesos concretos y problemas que ponen de presente las múltiples tensiones sociales, culturales, económicas y políticas que enfrentan las sociedades transicionales.

Referencias

Arendt,Hannah. 1961. Eichmann in Jerusalem: A Report on the Banality of Evil. Nueva York: Penguin Classics. [ Links ]

De Swaan, Abram. 2015. The Killing Compartments: The Mentality of Mass Murder. Nueva Heaven: Yale University Press. [ Links ]

Dieudonné, Gakire. 2016. A Dreaming Child. Kissimmee: Divine Purpose Publishing. [ Links ]

Milgram,Stanley. 1974. Obedience to Authority: An Experimental View. Nueva York: Harper & Row. [ Links ]

1Ambos autores asistieron a la XIX Feria del Libro de Bogotá (Colombia), que se realizó del 19 de abril al 2 de mayo de 2016, gracias a una invitación conjunta con la Universidad de los Andes.

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