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Prospectiva

Print version ISSN 0122-1213On-line version ISSN 2389-993X

Prospectiva  no.27 Cali Jan./June 2019

https://doi.org/10.25100/prts.v0i27.7283 

Artículos

La Ciencia Política y la intervención social: una relación inacabada

Political Science and Social Intervention: an incomplete relationship

Yuly Viviana Piedrahita-Guzmán1  1

1 Universidad del Valle. Cali, Colombia. Correo electrónico: yulypiedrahita@gmail.com.


Resumen

En las últimas décadas las maneras tradicionales de hacer ciencia han sido objeto de cuestionamiento. Por un lado, la crisis de la modernidad ha puesto en duda el lugar de la razón y por el otro, la globalización ha generado cambios económicos, sociales y culturales en la sociedad actual, que han puesto en duda los paradigmas de las ciencias sociales. Dentro de este marco, la Ciencia Política no ha estado libre de cuestionamiento por la preeminencia del positivismo y su acento empirista, en donde la intervención social ha ocupado un lugar peyorativo. La preocupación de la disciplina por cumplir con los requisitos de cientificidad ha imposibilitado otorgar un papel a la intervención social. Sin embargo, estos obstáculos tienen origen en las dificultades que tiene la disciplina en resolver cuestiones básicas tales como: el para qué del conocimiento que se construye. De esta manera, se puede afirmar que la disciplina no ha querido darle un lugar a la intervención y que esta incapacitada en hacerlo hasta que resuelva las serias dificultades que tiene. Hoy las ciencias sociales se hayan confrontadas por un contexto complejo y diverso que demanda la resolución y transformaciones de las problemáticas sociales. En esta perspectiva, la Ciencia Política tiene y debe repensarse como disciplina y examinar el lugar que puede acoger frente a las demandas y necesidades actuales.

Palabras clave: Ciencia Política; Intervención social; Globalización; Modernidad

Abstract

In recent decades, traditional ways of doing science have been questioned. On the one hand, the crisis of modernity has cast doubt over the place of reason and on the other, globalization has generated economic, social and cultural changes in today’s society, which have questioned the paradigms of the social sciences. Within this framework, political science has not evaded such questioning because of the preeminence of positivism and its empiricist accent, where social intervention has occupied a pejorative place. The concern of the discipline to comply with scientific requirements has made it impossible to grant a role to social intervention. However, these obstacles have their origin in the difficulties that the discipline has in solving basic questions such as: what is the purpose of the knowledge that is constructed? Therefore, it can be said that the discipline has not wanted to give a place to the intervention and that it is incapable of doing so until it resolves the serious difficulties it has. Today, the social sciences have been confronted with a complex and diverse context that demands the resolution and transformation of social problems. In this perspective, political science must rethink itself as a discipline and examine its future in the face of current demands and needs.

Keywords: Politic science; Social intervention; Globalization; Modernity

1. A manera de introducción

Uno de los debates fundamentales en las ciencias sociales está relacionado con las decisiones epistemológicas que las disciplinas tomaron para abordar la realidad social. Debate que se generó por las transformaciones sociales y culturales que la sociedad enfrenta, y por las limitaciones en las maneras tradicionales de abordarlas desde la academia. La Ciencia Política no está libre en esta discusión, y ha recibido durante los últimos años duras críticas, debido a las dificultades para resolver cuestiones mínimas como disciplina, y al uso en términos sociales, del conocimiento construido.

Debido a la preeminencia del positivismo y su acento empirista, la intervención social se ha contemplado de manera peyorativa durante la historia de la disciplina. De acuerdo con lo anterior, nuestro objetivo será responder a la pregunta: ¿Cuál es el papel de la intervención social en la Ciencia Política? Para ello dividiremos nuestra argumentación en cuatro apartados. En el primero, analizaremos cómo la globalización y la crisis de la modernidad ponen en aprietos los fundamentos sobre los cuales se construyó la manera tradicional de hacer ciencia, los mismos que han predominado en la Ciencia Política. En el segundo, abordaremos las características de la Ciencia Política como disciplina, para comprender los abordajes de la intervención social desde los enfoques que predominaron. En el tercero, analizaremos las definiciones de lo político y la política para encontrar maneras más ricas de abordar los fenómenos políticos y, por último, se abordará la intervención social y en lo social en la disciplina.

2. Contexto contemporáneo: la globalización y la crisis de la modernidad

En las últimas décadas, la sociedad contemporánea se enfrenta a grandes cambios políticos, económicos y culturales, que cuestionan los paradigmas tradicionales de las ciencias sociales. Una de las profundas transformaciones en la sociedad de hoy, es la llamada era de la globalización: “es ya un lugar común señalar que el proceso de globalización constituye, probablemente, el rasgo central de nuestra época” (Tomassini, 1997, p. 315) en donde los sistemas económicos y financieros ocupan un lugar protagónico en el establecimiento de nuevas pautas culturales.

Debido a la complejidad del proceso de la globalización, se presentan innumerables intentos de aproximación, lo que dificulta una definición ampliamente aceptada. Para unos, la globalización, se define como “la tendencia de las personas, empresas y gobiernos del mundo a aumentar su integración e interdependencia”, (Nudelsman, 2010, p. 26) para otros, se define como “un sistema tecnológico de sistemas de información, telecomunicaciones y transporte, que ha articulado todo el planeta en una red de flujos en las que confluyen las funciones y unidades estratégicamente dominantes de todos los ámbitos de la actividad humana” (Castell, 1999).

Pero desde posiciones como la de Alain Touraine (1998) se reconoce que la globalización, además de poner su acento en la dimensión económica, establecer sus propias normas, generar que los pueblos otorguen su poder sobre sus economías y sociedades a las dinámicas globales, ésta forjó, contrario a lo que se creía inicialmente, la desagregación de todos los aspectos de la vida económica, social, política y cultural. De acuerdo con Touraine (1998), la globalización generó un quiebre casi total entre el mundo económico y el resto de la sociedad, es decir, generó una separación entre los actores y las instituciones, lo que implica un fuerte debilitamiento de lo social en la actualidad.

En este orden de ideas, la globalización es un término que se usa para designar un proceso histórico de integración y universalización de la economía y la deslocalización; pero también posee otras dimensiones: la política, la cultural y la social. A partir de esta mirada, la globalización es vista como un proceso que además de establecer cambios en las relaciones económicas a nivel global, transformó las maneras tradicionales de concebir la sociedad, su organización y la política.

De acuerdo a lo anterior, este nuevo proceso cambió profundamente las sociedades a nivel local y global en tensiones en diferentes aéreas. Desde lo económico, la globalización tiene como una de sus particularidades su naturaleza económico-financiera y su vinculación con la expansión sin límites del capital. Esto está estrechamente relacionado con la tendencia mundial a la expansión de las corporaciones transnacionales especialmente en los países que han sido denominados “No desarrollados” o periféricos. Desde la lógica económica imperante, se privilegian las ganancias y los bajos costos lo que conduce a la deslocalización del capital. Lo que determina que las corporaciones transnacionales privilegien los países en donde las políticas de inversión extranjera y laboral sean más flexibles. En concreto, en donde las condiciones políticas, sociales y económicas de injusticia les permitan obtener los más altos niveles de rentabilidad. Y esta se constituye como una de las principales características de la globalización, es decir, que es un proceso que se erige sobre la base de relaciones asimétricas y de desigualdad. (Ander-Egg, 2010).

Es de esta manera, como la globalización es responsable del aumento desmesurado de la pobreza en el mundo, sobre todo en los centros urbanos. Mike Davis (2006) demuestra que la pobreza urbana creció de manera alarmante después de 1970, donde políticas neoliberales de reestructuración económica, propuestas por el Banco mundial y el Fondo monetario internacional, fueron los principales responsables de este crecimiento, sobre todo en países del tercer mundo. Estas políticas de endeudamiento de los Estados, generaron el recorte del gasto público, la desregulación de la inversión extranjera y de las políticas de protección y bienestar social de las poblaciones.

Latinoamérica, concebida como una de las zonas periféricas de la globalización, realizó durante las últimas décadas diversas modificaciones a nivel de las políticas económicas y sociales para ajustarse a las exigencias de integración de la globalización. Es así como a nivel latinoamericano podemos afirmar que la tarea de la globalización se ha venido realizando satisfactoriamente;

El funcionamiento de las economías latinoamericanas se ha aproximado sustancialmente al de las economías más avanzadas, creando las condiciones para una relativa homogeneización de la inversión de capital y para el libre movimiento de mercancías. Y eso es lo esencial de la globalización: la unificación de criterios de mercado en un espacio económico ampliado (Castell, 1999, p. 9).

Sin embargo, no se realiza en condiciones igualitarias, lo que genera altos costos sociales y económicos porque los países latinoamericanos no tienen las condiciones de competitividad y están siendo empobrecidos con estas nuevas lógicas económicas.

Desde lo político, la globalización tiene efectos fundamentales en el ámbito del poder y de la gestión pública del Estado. Aunque los Estados siguen siendo primordiales en la organización mundial y local, perdieron espacios de decisión que eran exclusivamente suyos. De esta manera, según Touraine (1998), en el marco de la globalización, la tendencia es hacia el debilitamiento del marco nacional, reemplazado por la disgregación creciente de componentes de la vida política. La globalización, al igual que el capitalismo, implica el debilitamiento del poder político y la eliminación de control de cualquier tipo de fuerza.

En este orden de ideas, la globalización impuso a los Estados unas dinámicas económicas que los empujan a formular e implementar políticas económicas que van en detrimento del bienestar de sus poblaciones. Es claro que la relación entre el Estado y el mercado se transformó a través de la historia; sin embargo, hoy el Estado terminó a merced del interés impuesto por el capital global. Para Davis (2006), por ejemplo, el Estado tiene una responsabilidad en este aumento de la pobreza en las ciudades, al implementar políticas ineficientes e ineficaces para atender este fenómeno, y al otorgar créditos inútiles que solo demuestran la incapacidad estatal para resolver un problema estructural como este. Desde miradas como la denominada globalización del terror, se reconoce el papel del Estado como instrumento político para organizar la expansión global del capitalismo, así como también, para sostener las fuerzas militares y de inteligencia para proteger a toda costa el interés económico y financiero del mercado global.

En concreto, un Estado comprometido con los intereses de su población es antagónico con los intereses de la globalización económica. Los Estados no solo tienen que responder a las presiones del interés económico que la globalización impone o acoger las normatividades internacionales, las cuales son emitidas por organizaciones como las Naciones Unidas, limitando su poder decisorio sobre muchos ámbitos, sino que también, los Estados han puesto su poderío militar y de inteligencia al servicio del interés financiero y económico.

Por lo tanto, en este contexto, los Estados se encuentran en una constante tensión, entre responder a las demandas de los organismos internacionales y al capital global o responder a las exigencias de sus poblaciones que cada vez se encuentran más pobres y más excluidas. Lo anterior evidencia la corresponsabilidad entre lo político y lo económico, entre las decisiones que los Estados han tomado, privilegiando ciertos intereses y afectando negativamente el bienestar de sus poblaciones.

En relación a las transformaciones culturales, Ander-Egg (2010) señala que la globalización como forma de transnacionalización de la cultura, se ha producido a través de cuatro vías diferentes: el desarrollo de las tecnologías de la comunicación y de la información, los medios de comunicación de masas, el comercio internacional y la propaganda, y la publicidad. En conjunto, estas vías permitieron construir una conciencia global que está superando las identidades culturales particulares y tradicionales de las naciones. Es así como la globalización está construyendo una identidad homogénea, amenazando las multiculturalidades. Y es a partir de estos medios, como se está legitimando y estableciendo la dominación ideológica y cultural durante las últimas décadas.

En este contexto, también se afirma que la globalización ha generado una desagregación e instrumentalización incluso de la misma razón. Para Touraine (1998) la modernidad generó que empezáramos a dar cuenta, desde Nietzsche pasando por Max Weber hasta nuestros días, que hay una separación entre la razón y la conciencia y que se ha creado una civilización técnica cada vez más ajena a cualquier tipo de creencias culturales y organizaciones sociales y políticas.

Esta afirmación lleva a abordar un proceso que la sociedad actual está enfrentando y es la llamada crisis de la modernidad.

La modernidad fue una época histórica hecha a imagen y semejanza de la Ilustración, en que se creyó posible organizar la vida de la gente a través de operaciones de ingeniería social que tenían por objeto llevar a la práctica grandes proyectos o modelos, y que era el Estado y no las personas-el demiurgo encargado de encarnar esos proyectos y de imponerlos desde el gobierno sobre sus respectivas sociedades (Tomassini, 1997, p. 10).

La modernidad estuvo caracterizada por el establecimiento de la razón como la guía fundamental de las sociedades; además del establecimiento de modelos únicos, de una ciencia objetiva y de una verdad absoluta. Harvey (1990) considera la modernidad como un proceso esencial en el siglo XVIII, en donde los intelectuales de la Ilustración trabajaron para desarrollar una ciencia objetiva, la moral, las leyes universales y el arte autónomo, de acuerdo con su lógica interna. El objetivo de este nuevo proyecto, era buscar la emancipación del hombre y de ponerlo en el centro de la construcción de su propio desarrollo y de su vida, así como también, el aprovechamiento del conocimiento y la creatividad para conseguirlo. Con este nuevo proyecto, se quería romper con las explicaciones religiosas y el condicionamiento de la existencia del hombre, del conocimiento y de la organización social alrededor de dioses y de mitos.

La modernidad estableció los lineamientos de la ciencia moderna a través del modelo cartesiano Galileano-Newtoniano, que declaró que todo aquello que no era racional, no era científico.

A partir del siglo XIX este modelo epistemológico se constituyó como el hegemónico y dominante en la ciencia, su principal característica es que, considerándose como un modelo global, es también un modelo totalitario, en la medida que niega el carácter racional a todas las formas de conocimiento que no respondan a sus principios epistemológicos y metodológicos (Sousa-Santos, 2009, p. 20).

De esta manera, se legitima una sola verdad y una sola manera de construir conocimiento científico basado en un solo método demostrable, objetivo y universal, “Un conocimiento causal que aspira a la formulación de leyes, a la luz de las regularidades observadas, con vistas a prever el comportamiento futuro de los fenómenos” (Sousa-Santos, 2009, p. 25)

Hoy la modernidad, su modelo único de construcción de conocimiento y la concepción de estatus científico están en crisis. A través de los estudios de mecánica cuántica se ha demostrado que la intervención del investigador en los experimentos realizados, determina los resultados obtenidos “lo cual ha dado lugar a algo que luce como una crisis conceptual persistente” (Roldan, Ben-Dov y Guerrero, 2004, p. 9). Se acepta que las leyes tienen un carácter probabilístico, mas no universal, y se reconoce que el método científico, al cuantificar los objetos de conocimiento, les resta cualificación.

A partir de esta situación que enfrentan las ciencias naturales y exactas, se abrió un espacio a la evaluación de los principios de objetividad y universalidad en la ciencia. Así mismo, se inició la reivindicación de nuevas maneras de construcción de conocimiento en las ciencias sociales, es decir, hoy se demanda una búsqueda y construcción de una epistemología acorde a las ciencias sociales, que no las limite, sino que enriquezca la descripción y la comprensión de los fenómenos sociales, y que además, reconozca las limitaciones y potencialidades del status científico tradicional, al avanzar en el reconocimiento de sus propios objetos de estudio: los sujetos, los cuales distan mucho del de las ciencias naturales y exactas.

Actualmente, hay un cuestionamiento a los modelos únicos explicativos y una reivindicación de la diversidad y la subjetividad, así como también, una posición de deslegitimación de las instituciones y del Estado. Hoy se busca, desde diferentes sectores, la validación de nuevas formas de conocimiento y de saberes, es decir, hay una nueva manera de leer y pensar la actual realidad; pero también, hay un cuestionamiento del uso del conocimiento generado. Esta posición, se encuentra lejos de las maneras tradicionales que instauraron a la razón como la única carta de salvación y se avanza en reconocer que no se ha hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo (Marx, 2016).

De acuerdo con lo anterior, los principios científicos sobre los cuales las disciplinas construyeron sus conocimientos están en crisis, y se ha venido gestando desde diferentes lugares del mundo, el reconocimiento de los contextos particulares para la construcción de conocimiento social situado. Autores como Sousa-Santos (2009), reclaman la construcción de una epistemología social desde los contextos, reconociendo las singularidades, los nuevos saberes y la relación entre el conocimiento y la práctica.

Este cuestionamiento de los principios de la modernidad, es decir, del predominio de la razón, del Estado soberano, de los mega-modelos únicos e explicativos y del status del carácter científico, dio paso a lo que se ha denominado la posmodernidad. Sin embargo, en términos generales, hay una variedad de autores que usan el término de acuerdo con sus propias teorías, con muy diferentes definiciones desde los campos artísticos, estéticos, culturales o filosóficos. Las principales teorías desde esta nueva mirada son el posmodernismo, posestructuralismo, constructivismo social, deconstructivismo. En concreto, se considera “que la justifiicación o los criterios de verdad o racionalidad dependen enteramente de los contextos sociales en los que aparecen las teorías o las disciplinas científiicas. En el extremo, plantean que la verdad de las proposiciones o las normas de racionalidad responden a mecanismos de poder o sistemas de control social” (Ortiz-Gutiérrez, 2017, p. 132).

De acuerdo con lo anterior, este señalamiento de la verdad con el poder, está íntimamente relacionado con el postulado de Friedrich Nietzsche, quien señala que la búsqueda de la verdad responde a la voluntad de poder, y a Heidegger, quien conecta al conocimiento científiico con el dominio tecnológico sobre la naturaleza. Estas dos ideas han influenciado a autores como Michel Foucault, Jean François Lyotard, Jacques Derrida, Jean Baudrillard, Gianni Vattimo, etc. (Ortiz-Gutiérrez, 2017, p 132).

De esta manera, la posmodernidad significó la reivindicación de nuevas subjetividades, del reconocimiento de individuos libres y cosmopolitas, y de la configuración de las identidades culturales que no aparecían en la lógica racional liberal moderna, así como el relacionamiento del conocimiento científico al poder y a la dominación en un contexto determinado.

En conclusión, el contexto actual está marcado: por un lado, por un proceso complejo como es la globalización, caracterizada por dinámicas económicas de integración desigual, liderada por empresas trasnacionales. Desde esta posición, el objetivo es la expansión del capital y la minimización de los gastos, así como también, transformaciones políticas y culturales que han implicado la pérdida de poder y la gestión del Estado, y la puesta en peligro de las identidades culturales de los países. Y, por otro lado, la sociedad enfrenta la crisis de la modernidad que implica, en concreto, la crisis del proyecto de la Ilustración que estableció a la razón como la guía fundamental para el desarrollo de la sociedad en todos sus ámbitos, y que pone en cuestionamiento a la ciencia con sus métodos y teorías.

De esta manera, el conocimiento científico que fue construido por las disciplinas, que erigieron sus bases sobre los principios de la modernidad, se encuentra en crisis también. Por lo tanto, en la actualidad, cuando los Estados formulan sus políticas económicas respondiendo a las demandas de la globalización se encuentran en tensión con unas poblaciones que rechazan los modelos únicos y totalitarios, y que reivindican la consolidación de proyectos singulares acordes con sus necesidades y su historia.

3. La Ciencia Política como disciplina

Los cambios que se han presentado en la sociedad hacen un llamado urgente a las ciencias sociales, y en general a las ciencias, a actualizar los conceptos, métodos, metodologías y objetos de estudio para comprender y explicar las transformaciones sociales y para dar respuestas más acertadas a las problemáticas de las realidades actuales. La Ciencia Política no es ajena a estas presiones que provienen desde las transformaciones actuales, lo que abre la posibilidad de mirarse a sí misma y mirar el papel de la intervención social en la disciplina. Sin embargo, esta disciplina tiene una historia propia con múltiples obstáculos que aún no ha podido sobrepasar.

Desde el origen como disciplina, en la Ciencia Política ha prevalecido la búsqueda del estatus científico y ha priorizado la preeminencia de enfoques cuyos principios son acordes con el de las ciencias exactas y naturales, con el fin de construir un conocimiento político que pueda ser considerado como científico. Sin embargo, después de mucho tiempo, aún no ha podido encontrar la manera de hacerlo sin negar su propia naturaleza. Hoy la disciplina está en cuestionamiento, sus mismos fundadores la acusan de serias dificultades epistemológicas que cualquier disciplina madura ya tendría que haber resuelto.

La Ciencia Política como disciplina tiene una historia relativamente corta, su nacimiento como tal se ubica en Estados Unidos con las pretensiones de Charles Merriam (1874-1954) y la Escuela de Chicago. La intención era romper con las reflexiones políticas normativas y darle un status científico al conocimiento, lo que implicó el establecimiento de un método más adecuado para el tratamiento del material político. Con este nuevo proyecto se prometió obtener un conocimiento más preciso y real sobre las instituciones y los asuntos políticos. Sin embargo, ha sido la denominada revolución conductista, la que ha tenido un papel predominante en la historia de la disciplina hasta nuestros días.

El conductismo estableció que los fenómenos políticos podían ser tratados con los mismos métodos y metodologías de las ciencias naturales y exactas, y de esta manera generar un conocimiento político científico que era lo que la disciplina necesitaba. Es así como el conductismo se convirtió en la guía metodológica de la disciplina para obtener el status científico que tanto le preocupaba, lo cual implica la observación, registro de datos, medidas cuantificables para los objetos de estudios y establecimiento de variables cuantitativas (Mertz, 1984) requisitos que son los solicitados por la ciencia en general. De acuerdo a lo anterior, a través del conductismo la Ciencia Política realiza el intento de acercarse la epistemología de las ciencias naturales y exactas para establecer explicaciones generales del comportamiento político. Esto contribuyó a la redefinición epistemológica y ontológica de la disciplina. Como resultado de ello, el número de investigaciones empíricas en la disciplina aumentó a partir de la epistemología del positivismo lógico.

El positivismo estableció un cambio y una transformación profunda en la disciplina a través del conductismo. Se consideró que a partir de este camino se debía romper con todo principio valorativo y ético, y se avanzaría a obtener explicaciones causales de los asuntos políticos desde la objetividad y universalidad a través de teorías empíricas del comportamiento político.

De acuerdo a lo anterior, en la disciplina predominaron enfoques como el behaviorismo y la teoría de elección racional. El primero estableció que el alcance de la disciplina era concentrarse en los procesos de la política asociados al gobierno y al sistema político. Así mismo, proclamaba que el objetivo de los científicos políticos era la formulación de leyes y el desarrollo de estamentos que pudieran ser comprobados, es decir, que debían someterse estos estamentos a pruebas empíricas a través de la observación; no es sorpresa tampoco que haya proclamado la neutralidad valorativa. Igualmente, la teoría de elección racional se preocupó por las condiciones de la acción colectiva y buscaba la formulación de leyes generales.

Es así como hoy la disciplina no ha podido definir cuestiones elementales como disciplina: su enfoque, su método, su objeto de estudio y definir qué se entiende por política. Esto es bastante desconcertante si estamos tratando de pensarnos un posible lugar de la intervención porque lo que podríamos decir, es que la Ciencia Política está en un estado atrasado en comparación con otras ciencias que ya han hecho la tarea de resolver esto y definir estas cuestiones básicas como disciplina. Es muy difícil encontrar el lugar de la intervención social cuando todavía no está definida la manera en que se acercan a la realidad y los marcos de análisis. Sin embargo, esto también debe verse como una gran oportunidad que tiene la disciplina para ajustar su método, metodología y su objeto de estudio acorde a las nuevas transformaciones del mundo y de responder claramente cuál es la utilidad del conocimiento que se construye desde este campo disciplinar, esto es justo el llamado que se le hace a las ciencias sociales hoy día.

Es en esta dirección como Estrada-Ospina (2010) hace un llamado urgente a las ciencias sociales y a las ciencias en general a reflexionar y actualizar los métodos, metodologías, conceptos y objetos de estudio para comprender las transformaciones y para dar respuestas más acordes a la realidad actual, de lo contrario están destinadas a perder vigencia o desaparecer.

En suma, evidentemente la hegemonía de la disciplina la ha tenido el positivismo, la idea de que pareciéndonos a las ciencias naturales se iba a ser más científico. Un error gravísimo, porque no se pueden comparar las ciencias naturales con las ciencias sociales, no se puede partir de asimilar sus objetos porque son diferentes, y no lo podemos hacer literalmente porque desde el punto de vista epistemológico y teórico-conceptual no tratamos con objetos, sino que tratamos con sujetos. Esta crisis de la Ciencia Política es una puerta fundamental para analizarse como disciplina, para redefinir sus límites y para hallar los puntos de encuentro con las otras disciplinas. Es claro que las transformaciones que la sociedad enfrenta en sus diferentes ámbitos, requieren de nuevos marcos de análisis que impliquen su explicación y comprensión, las lecturas mono disciplinares se quedan cortas para enfrentar el nivel de complejidad de los fenómenos actuales; esto evidencia la necesidad de miradas interdisciplinares, pero para que esto pueda suceder, debe haber unos acuerdos epistemológicos mínimos en las disciplinas y entre las disciplinas.

4. La distinción entre lo político y la Política

¿Qué es la ciencia? ¿Qué es la política? Y ¿Qué es la Ciencia Política? Son preguntas fundamentales que se han convertido en el núcleo de discusión en la disciplina y la manera como se resolvieron determinó su camino y estableció las dificultades a las que se enfrenta hoy. Lo que se entendió por ciencia y lo que se definió por política han evidenciado limitaciones, y expresan tensiones incluso en el mismo nombre de la disciplina.

De acuerdo con lo anterior, la consolidación de la política como un campo autónomo con sus propias leyes y autonomía es un hecho reciente. Uno de los hechos fundamentales que puede llevar a reflexionar sobre la intervención en la Ciencia Política, como lo menciona Sartori es por un lado, la separación de la ciencia de la Filosofía y segundo, la división de la política de lo Social.

Debe observarse que la noción de ciencia no tiene mucho sentido, o al menos no queda bien precisada, hasta que no se afirma la división y especialización del trabajo cognoscitivo. Es así que no tiene mucho sentido hablar de Ciencia Política cuando “ciencia” constituía un todo con “filosofía”; cuando el saber se reducía y expresaba unitariamente en el amor al saber. La noción de ciencia queda precisada, pues, cuando se diferencia de la filosofía, y presupone­ que un saber científico se ha separado del alma mater del saber filosófico…, conviene observar que la noción de política calificó todo, y por lo tanto nada específico, hasta que las esferas de la ética, de la economía y de lo político-social se mantuvieron no divididas (Sartori, 2002, p. 201).

De esta manera, estas separaciones entre lo político y lo social no eran concebidas. De acuerdo con lo anterior, las relaciones que entre ellas existen y que son necesarias para pensarse la intervención eran negadas. Lo político se convirtió en una clase de panpolitikon desde donde se explicaba todo y epistemológicamente la idea de encontrar alguna posibilidad de intervención era imposible. Acorde con lo anterior, la diferencia entre lo político y lo social marcó un punto fundamental en el sentido de que posibilita el reconocimiento de relaciones, tensiones y confrontaciones permanentes entre el Estado y la sociedad.

Es claro que estas tensiones están determinadas por lo que se entienda por política y por social. Desde la Ciencia Política, los enfoques tradicionales que ha imperado han establecido una definición de lo que se entiende por política. Marsh y Stoker (2010) mencionan que uno de los enfoques tradicionales de la disciplina, definen el campo de estudio como un área particular al conjunto de instituciones. Desde aquí se defiende que la operación formal de la política, es en el campo de gobierno y aquellos que buscan influir en el, es decir, se sostiene que el poder y el gobierno son el objeto de estudio de la Ciencia Política.

A partir de esta definición, se afirma que la política se concibe en relación al Estado y al poder en el sistema político. Desde esta posición se puede ubicar la intervención social como lo menciona Carballeda (2002) en relación al mantenimiento del orden social realizado desde las instituciones, las cuales responden a un sistema ordenado y a un modelo preestablecido y dan respuesta a las problemáticas que ellos reconocen y de alguna manera esperan. Desde esta posición, Marsh y Stoker (2010), ubican el behaviorismo, la teoría de elección racional y el análisis institucional. Como se mencionó anteriormente, el primero estableció que el alcance de la disciplina era concentrarse en los procesos de la política asociados al gobierno y al sistema político, la teoría de elección racional se preocupó por las condiciones de la acción colectiva, y el institucionalismo se concentró en la reglas, normas y valores que rigen los intercambios políticos y a mirar los arreglos institucionales. Para este enfoque la mejor Ciencia Política es la empírica, reflexiva y teóricamente informada.

Esta ha sido la definición de la política que predominó durante un tiempo considerable en la Ciencia Política, la del concebir el mundo político como un sistema estático, no complejo y uní-causal, abordable con las mismas metodologías de las ciencias exactas y naturales. De esta lectura de la política, se priorizó un marco de explicación de los fenómenos políticos, en términos de causas y efectos y lo más preocupante, no se discutió una pregunta central: ¿El conocimiento para qué?, ¿Cuáles fueron y son las apuestas de la Ciencia Política para cambiar o transformar esa arena política, en la que yacen profundos fenómenos de desigualdad, injusticia social y de dominación que requieren ser comprendidos y explicados para la construcción de un mundo más justo?

Esta definición de política no se preocupó por ello. Sin embargo, considero que es necesario reconocer aquellos conceptos que nos permitan examinar y comprender esas tensiones entre lo social y lo político, y las relaciones e independencias entre ambos. Y son nuevas miradas como la de Adrián Leftwich de la política las que no permite darle una mirada más protagónica en términos sociales. Leftwich (1996) considera que la política está más allá de las instituciones formales, es concebida como el núcleo central de toda actividad social colectiva, formal e informal, pública y privada, en todos los grupos humanos, instituciones y sociedades, (Leftwich, 1996) para este autor la política está relacionada con la influencia y lo influenciable de las relaciones humanas.

Mouffe (2009) también hace una distinción fundamental entre lo político y la política, su posición rompe con la mirada tradicional de considerar lo político como propio solo del gobierno y del sistema político, considerando que cada persona es sujeto de poder, cada agente, en términos de Bourdieu tiene esa capacidad de construir, proponer y actuar. Para Mouffe (2009), no existen sociedades pos-políticas, lo político es parte constitutiva de la sociedad y solo a partir de reconocer que podemos construir con el otro que también es sujeto de poder, podemos construir una sociedad más democrática.

De esta manera, Mouffe (2009) preocupada por los efectos que ha tenido la visión de la perspectiva liberal de la democracia sobre lo político, al concebirlo sobre la base de consenso y la armonía de los intereses, propone una concepción de lo político opuesta a los consensos y enfática en la existencia de los conflictos. La tendencia del pensamiento liberal, es la de un enfoque racionalista e individualista que niega la existencia de la diversidad, no reconoce la existencia pluralista de la sociedad, ni de los conflictos que esta condición genera. Sin embargo, a pesar de la negación, para la autora lo político no puede ser erradicado, porque hace parte constitutiva de la sociedad.

En este orden de ideas, para argumentar la negación de lo político y para proponer una interpretación compatible con el pluralismo democrático, la autora hace una distinción entre lo político y la política a partir de la perspectiva de Carl Schmitt. Ella sostiene que:

Lo político es la dimensión de antagonismo que considera constitutiva de las sociedades humanas, mientras que la Política las concibe “como el conjunto de prácticas e instituciones a través de las cuales se crea un determinado orden, organizando la coexistencia humana en el contexto de la conflictividad derivado de lo político (Mouffe, 2009, p. 45).

Esta autora afirma que la existencia de los conflictos hace parte de la esencia de lo político, y que el desafío, para los intelectuales y los políticos, es el de construir y proporcionar un marco donde pueda desarrollarse de manera democrática. De acuerdo con lo anterior, negar la conflictividad y el antagonismo genera la imposibilidad de analizar y actuar políticamente.

Estas son posiciones de la política mucho más amplias, que permiten considerar que siempre que se hable de ella, se está refiriendo a las relaciones humanas y la percepción de la influencia y el poder. Esta marcación distintiva en lo humano, es lo que hace que sea inviable la etiqueta de ciencia, porque la política descansa en las percepciones humanas y lo que prima en ciencia las niega, y coloca esta negación como fundamental para la construcción de lo que se ha considerado como científico.

Ya lo dice Sartori (2004) al aclarar que la selección de “Ciencia Política” estuvo presionada por atender al molde de la ciencia, porque otras denominaciones como estudios políticos, carecían del prestigio y de un lenguaje especializado exigido por la investigación científica. Pero no se trata solo de una denominación nominal, sino como se trata de evidenciar aquí, es la carga conceptual de ambos términos la que evidencia una contradicción. Por un lado, un concepto estrecho de ciencia y por el otro un concepto de la política con énfasis en las relaciones humanas, la cual no puede constituirse como tal y explicarse sin reconocer los valores y percepciones que imperan en ella.

Como lo dice Hollis en la filosofía de las ciencias sociales:

¿Podría ser que nuestras dificultades en la solución del análisis correcto de, por ejemplo, causalidad, explicación, comprensión y conocimiento del asunto, proviene de no darse cuenta de que un elemento de juicio de valor está siempre implicado? (Hollis, 1994, p. 216).

Y esto es fundamental, porque evidencia que la política debía de responder a los criterios de imparcialidad, neutralidad y autonomía, es decir, debía de dejar de ser política para convertirse en otra cosa. ¿Por qué es fundamental esto para la intervención sociopolítica?

Primero, porque la Ciencia Política a pesar de constituirse como una disciplina hace poco tiempo, no se ha preocupado por responder coherentemente con la realidad que pretende explicar. Si la disciplina se permite reflexionar acerca de las limitaciones de los conceptos que privilegió y se permite pensar en las posibilidades que brinda unos conceptos más abiertos y coherentes con la realidad política, puede llegar a abrir un camino para aportar a la intervención como un campo multidisciplinar. La Ciencia Política tiene un amplio e importante papel en el aporte en la dimensión política de la intervención.

Segundo, al no reconocer la propia naturaleza de la política se abre la posibilidad de cuestionar la utilidad en términos sociales del conocimiento generado y su aporte a la generación de cambios. Sartori (2002) es muy claro al mencionar que debido a las dificultades básicas que la disciplina no logra resolver, está en cuestionamiento el conocimiento que la Ciencia Política ha producido, además, si la disciplina como tal tiene serios problemas epistemológicos para aportar a la comprensión de las transformaciones actuales desde su mirada disciplinar, difícilmente podrá encontrarse con otras disciplinas desde la interdisciplinariedad para comprender y explicar el mundo de hoy, que está súper interconectado.

Y por último, esto es una gran oportunidad para mirarse como disciplina, es una posibilidad de analizar el para qué del conocimiento que se construye. La Ciencia Política puede tomar estas dificultades como la oportunidad de reconstruirse y de establecer cuál va a ser su compromiso con los cambios políticos en una sociedad actual que pide urgentemente a las disciplinas un papel más protagónico y una mirada más amplia que reconozca su complejidad.

Sin embargo, se ha abierto paso a otra definición de política que abre un nuevo camino para abordar la política y el reconocimiento de otros actores por fuera del sistema político y el régimen político. En respuesta a las transformaciones sociales y a los cuestionamientos tradicionales de concebir la política Marsh y Stoker (2010) señalan que se avanzó a concebir la política como un proceso social que puede ser observado en una variedad de escenarios. Esta ha sido el resultado de las luchas de movimientos fundamentales como el feminismo, que abogaron por la construcción de un concepto más amplio que diera cuenta de fenómenos que estaban dejándose a un lado con el concepto tradicional.

De esta manera, este concepto nuevo permitió concebir que:

La política es más de lo que los gobiernos escogen hacer o no; es acerca de la desigualdad del poder en la sociedad, cómo la lucha del poder es conducida y cuál es su impacto en la distribución de los recursos, los cambios de vida y de bienestar (Marsh y Stoker, 2010, p. 7).

De acuerdo a esta nueva conceptualización de la política, comenzaron a predominar unos nuevos enfoques que privilegian la comprensión y el acercamiento de la política desde lugares más ricos, como el constructivismo, en donde se concibe que la política sea dirigida por el significado que los actores le agregan y le asignan a sus acciones y a su contexto. Se concibe que las políticas puedan ser de largo alcance si reflejan los diversos puntos de vista. Desde este enfoque, varios autores han desarrollado avances en los estudios internacionales como Checkel (1998), Dessler (1999) o Adler & Pouliot (2011) y desde estudios de política comparada autores como Green & Gerber (2002). Así mismo, la psicología ha sido un enfoque que ha contribuido a mirar la política a través del lente de la personalidad y la cosmovisión de lo individual. Otro nuevo enfoque que ha predominado en la Ciencia Política ha sido el feminismo, ya que se avanzó a reconocer que lo privado también es político, y por último, el marxismo porque reconoce que la política también es una lucha de clases.

¿Qué es lo interesante de estos nuevos enfoques? Que permiten acercarse a la política desde nuevas dimensiones: desde las subjetividades, desde los significados que construyen los actores, desde nuevas relaciones y desde nuevos espacios como el privado. Asimismo, otra de las posibilidades que brindan estos nuevos enfoques, es reconocer la importancia de la interdisciplinariedad. De esta manera, la disciplina ha avanzado al reconocer a través de nuevos enfoques, nuevas lecturas que antes fueron negadas. Esta posibilidad de reconocer que lo individual, lo subjetivo, lo psicológico y también lo estructural tienen que ver con la política, permitiría encontrar lugares epistemológicos comunes con otras disciplinas que avanzan hacia el mismo fin.

Considero que ese reconocimiento de estas nuevas maneras de la política puede contribuir a la construcción de futuras intervenciones desde la disciplina, que sean más acordes a las necesidades de la realidad política. Sin embargo, se debe aclarar que ambos marcos de análisis, es decir, lo explicativo y lo comprensivo son necesarios para abordar los fenómenos sociales desde una manera más amplia. De ninguna manera se concibe que la explicación, que es el marco de análisis de las ciencias naturales y exactas, sea menos importante que el comprensivo que se aboga en las ciencias sociales. Al contrario, la crítica es que la Ciencia Política forzó este marco explicativo para el abordaje de los fenómenos políticos, y la utilización de ambos marcos de análisis, el explicativo y el comprensivo, ofrecen una mirada más completa de los fenómenos sociales.

5. La intervención en la Ciencia Política

Los acontecimientos que la sociedad ha enfrentado en las últimas décadas han generado lo que algunos como Carballeda (2002) han denominado “Problemáticas Sociales Complejas” las cuales han cuestionado los marcos tradicionales de mirarlas y de resolverlas. En este contexto, el lugar de la universidad, de las disciplinas y los profesionales, así como de la intervención social y en lo social están es discusión. Por lo tanto, ha ido imperando un llamado cada más fuerte en relación al nuevo papel que ellas deben asumir en la sociedad actual.

En este orden de ideas, la intervención social también está en proceso de análisis y de reflexión debido a los contextos y transformaciones actuales y los llamados de interdisciplinariedad para la comprensión e interpretación de las problemáticas sociales de hoy. De esta manera, Estrada-Ospina (2010) señala:

La importancia de la distinción entre intervención social y de intervención en lo social. Entiéndase por intervención social un campo social de análisis o de acción social del cual se ocupan diferentes disciplinas y profesiones. Al utilizar la noción de intervención en lo social se hace referencia a la intervención de un tipo de práctica social o saber especializado (p.56).

De acuerdo a lo anterior, la intervención social se convierte en un campo de encuentro de diversas disciplinas que implica la definición de unos acuerdos epistemológicos, ontológicos, metodológicos e investigativos mínimos compartidos entre las disciplinas participantes, que posibilitarán un encuentro coherente y la interpretación y comprensión de las realidades sociales. Esto abre una posibilidad importante para la Ciencia Política, porque la intervención social no es un campo privilegiado solo para algunas disciplinas, al contrario, es un espacio donde esta disciplina puede comprender sus desafíos actuales y puede construir un conocimiento político, que permita orientar intervenciones coherentes, con sentido social y transformadoras. Es aquí donde las debilidades que enfrenta la disciplina pueden ser vistas como ventajas, es decir, los cuestionamientos epistemológicos pueden ser retomados de manera diferente, si permiten dialogar con otras disciplinas y se reconoce el compromiso ético-político que tienen las ciencias sociales con la humanidad.

Lo menciona Bourdieu (2005), las ciencias sociales no pueden ser neutrales o apolíticas y su progreso hacia la autonomía no implica una neutralidad política tampoco. Las ciencias sociales tienen una responsabilidad fundamental que es la de emanciparse, pero a la vez emancipando a los otros. La neutralidad de la ciencia no es posible, Bourdieu (2005) señala que tienen una responsabilidad ética y política en la construcción de una sociedad diferente y tienen el deber de la desconstrucción de los conceptos, en tanto que han servido para la dominación y establecimiento del poder y el deber de la construcción de estrategias para la transformación social. No obstante, las prioridades de la Ciencia Política eran otras. Hoy estas prioridades pueden ser las de aportar en la construcción de un conocimiento con impacto en la realidad. La disciplina debe aceptar que la realidad social es mucho más compleja que la realidad física-natural, y que todo conocimiento social es histórico, es decir, que está asociado al contexto social, cultural y político donde ha sido producido. En la medida que acepte esto, la Ciencia Política podrá avanzar en resolver los profundos problemas epistemológicos que la aquejan y podrá encontrar puentes con otras disciplinas también.

Esto implica un desafío mayor para la disciplina, porque la intervención no ha sido pensada en la Ciencia Política por el predominio de enfoques positivistas, pero tal vez tuvo cabida como lo menciona Carballeda (2002), en relación al mantenimiento del orden social realizado desde la instituciones, las cuales responden a un sistema ordenado y a un modelo preestablecido, y dan respuesta a las problemáticas que ellos reconocen y de alguna manera esperan, es decir, para el mantenimiento de un orden social determinado o del status quo. Sin embargo, la intervención no ha sido reconocida como campo interdisciplinario, ni como una práctica especializada, porque no ha habido ningún interés, y porque las decisiones epistemológicas que tomó la disciplina lo han impedido.

En Colombia, la disciplina, por las dificultades en su consolidación, no ha contribuido a la comprensión de los fenómenos políticos colombianos, y han prevalecido las miradas sociológicas e históricas de los hechos políticos del País, lo que constituyó una seria limitación para la producción de conocimiento, el análisis político y formulación de teorías políticas. (Estrada-Ospina, 2016, p. 24).

Hoy el país requiere la lectura de los fenómenos políticos desde la mirada de la Ciencia Política, pero con enfoques y teorías que reconozcan a los sujetos y sus posiciones, y participar en el campo de la intervención social puede ser de gran ayuda.

La intervención en lo social también es fundamental para la Ciencia Política, se requiere reflexionar acerca de cuál es el tipo de profesionales que se necesitan, en este caso, de politólogos y cuál es el nuevo proyecto educativo al que la disciplina le apuesta. Bourdieu (2005) es muy claro al hablar de la posición ética y política de los profesionales; introduzco este punto aquí para mencionar que entre los politólogos se nota una cierta mirada peyorativa hacia la intervención. La formación profesional dictada por la disciplina alimenta ese “ego científico” que considera que la intervención no tiene que ver con la ciencia y las herramientas formativas para realizarla son nulas en la mayoría de los pregrados en el país.

La disciplina debe avanzar en su reconstrucción que permita que los profesionales puedan resignificar sus prácticas profesionales. Estrada-Ospina (2010) señala la necesidad de introducir cambios en el tipo de prácticas profesionales o saber profesional que determinan las maneras de acercarse a los fenómenos sociales en las ciencias sociales. Y se requiere que la disciplina asuma este desafío lo más pronto posible para evitar perder vigencia o desaparecer. Por el predominio del positivismo en la disciplina, la formación profesional tiene un marcado acento empirista: es así como los politólogos no cuentan con las marcos teóricos y metodologías para realizar prácticas sociales y la investigación se ha reducido a la acumulación de datos, a la luz de unas teorías que no han podido ser validadas en la realidad política y social.

En este orden de ideas, es necesario y fundamental que la disciplina comience a reconocer los contextos particulares, en este caso el de Colombia. Conocer e interpretar estas características políticas particulares de los espacios microsociales y su relación con lo macro social, permitirá que la Ciencia Política participe en la orientación de la intervención, porque esta última, consiente hacer más factibles y operativos los diversos programas que se formulan en las comunidades a partir de la integración de elementos cualitativos y cuantitativos y evaluar los resultados que estas tienen sobre los territorios (Carballeda, 2002).

Por lo tanto, el tipo de profesionales que se requieren en nuestro país son diferentes por nuestros conflictos y nuestra historia, y ya es tiempo que las facultades del país que cuentan con la disciplina de Ciencia Política, inicien un proceso de reflexión epistemológica que permita darle sentido y coherencia al papel del politólogo como profesional, y esto implica, como se ha mencionado, analizar el asunto en términos epistemológicos, teórico-conceptuales, metodológicos y ético-políticos, y empezar a darle prelación a los nuevos enfoques de la Ciencia Política que abordan la política desde miradas más amplias y que brinden posibilidades de lecturas del contexto y en contexto.

Por último, otra de las grandes dificultades que se le han señalado a la Ciencia Política es la ausencia de investigación aplicada. Como se mencionó anteriormente, la ciencia construyó un modelo teórico, y después reconoció que a partir de estas teorías podía realizar deducciones prácticas para resolver problemas complejos. Esta fue una de las líneas de construcción de conocimiento que escogieron casi todas las ciencias sociales, entre ellas la Ciencia Política. Sin embargo, hubo otras disciplinas que escogieron otros caminos como fue el caso del Trabajo Social, que teorizó pero no para constituirse científica y teóricamente sino que, desde su origen, su elección fue la de construirse como disciplina, dándole prelación a la investigación aplicada.

De acuerdo con lo anterior, el Trabajo Social ha privilegiado la comprensión sobre la explicación, y esta elección es una de sus principales potencialidades. Esta profesión surge en el contexto de las ciencias sociales en los Estados Unidos; pero al mismo tiempo, diferenciándose de ellas, porque mientras las ciencias sociales norteamericanas y en particular la Sociología, optaron por el positivismo y el funcionalismo estructural, el Trabajo Social optó por construirse como una disciplina aplicada, y al elegir este énfasis en su construcción, le dio mayor importancia a la comprensión y a la interpretación.

De esta manera, las características de una profesión-disciplina hace que su trabajo sea de un determinado modo. En el Trabajo Social, la comprensión ha sido muy determinante en la formación de sus profesionales porque les permitió entender a los individuos, a los grupos y a las organizaciones, y porque no han sido prisioneros como las demás ciencias sociales, como el caso de la Ciencia Política, de vivir confrontando teoría/empirismo atormentado por el status teórico-científico y por la legitimidad en términos de reconocimiento.

El Trabajo Social hizo un giro epistemológico novedoso desde su nacimiento en contra de las tendencias reinantes en las ciencias sociales, sobre todo con la influencia norteamericana.

El Trabajo Social aparece como profesión a finales del XIX y primeras décadas del XX, precisamente como consecuencia de hacerse una serie de preguntas: sobre el “por qué” de los problemas sociales, de la desigualdad social, de todo el caos o desorden que trae consigo la pobreza, sobre el cómo intervenir sobre el desde dónde intervenir” (Miranda-Aranda, 2003, p. 14).

Y a partir de allí, entendió que lo primordial era conocer, comprender e interpretar y escogió como sustrato filosófico el pragmatismo de la época, la corriente filosófica más avanzada en ese momento, y además seleccionó el interaccionismo simbólico como su enfoque teórico y metodológico, un tipo de investigación cualitativa que enfatiza la comprensión.

El Pragmatismo y el Interaccionismo Simbólico proporcionan una base filosófica y teórica que va a sustentar la disciplina y que sólo pasará a segundo plano, pero sin desaparecer, por la llegada del “diluvio psiquiátrico” y específicamente del Psicoanálisis, sobre todo a partir de los años veinte (Miranda-Aranda, 2003, p. 15).

¿Acaso no es éste el decisivo giro epistemológico hacia enfoques interpretativos-comprensivos, que empiezan a discutirse en las ciencias sociales y en la ciencia en general? Hoy las ciencias sociales están en búsqueda de lo que el Trabajo Social ya ha realizado desde sus orígenes: ligar el conocimiento con acción. A esta disciplina le interesó que una práctica social pudiera recoger y tramitar las necesidades, así como los problemas que enfrentaba una sociedad, y traducir eso, no sólo en conocimiento para la acción, sino que también, en conocimiento situado en la realidad, además inspirado en la acción social y orientada hacia la reforma.

Y precisamente esta vinculación con el mundo de la acción, de la reforma social, es la que le sitúa, junto a otras disciplinas y profesiones en una situación de “inferioridad” en relación a quienes se reservaron para sí el monopolio del pensamiento a la vez que los escrúpulos por intervenir en la realidad social. Pero como dice Greenwood, si el conocimiento social no se aplica, no es conocimiento, es pura especulación. Sin la comprobación a través de la acción, no es posible diferenciar las teorías sociales de las interpretaciones, ya que también la mayoría de las ciencias se basan en el método experimental para tratar de comprobar sus formulaciones (Miranda-Aranda, 2003, p. 37).

Al Trabajo Social se le ha acusado como disciplina por sus debilidades teóricas, por las dificultades en la delimitación de su objeto de estudio y, consecuentemente, por su poca producción científica. Esta es una crítica realizada desde la posición tradicional de hacer ciencia; pero al contrario de lo que afirman sus críticos, desde la reflexión propuesta en este artículo, estas características no son vistas como una debilidad. El Trabajo Social escogió un camino diferente a las demás ciencias sociales como son la antropología, la Ciencia Política o la sociología y la potencialidad del Trabajo Social es especialmente este: desde de su origen ha sabido marcar diferencia, su principal interés ha sido comprender la realidad y buscar alternativas de solución a los contextos actuales y ligar de manera inteligente conocimiento con acción.

¿Para qué le sirve esto a la Ciencia Política? Para iniciar una reflexión acerca de cuáles han sido los resultados de sus elecciones epistemológicas y su papel en el contexto actual, donde se ha reconocido que las universidades y los centros de formación responden en términos de la construcción de conocimiento a aportar a la comprensión, interpretación y explicación de las situaciones que estamos viviendo en una sociedad diversa y diferenciada. Anteriormente, los desarrollos mono-disciplinares no nos ponían en los aprietos de hoy, pero las transformaciones sociales hacen un llamado urgente al encuentro entre las diversas ciencias sociales.

De esta manera, este debate no es solo para la Ciencia Política, es para todas las disciplinas sociales, porque el gran resultado de las decisiones epistemológicas que se tomaron convirtieron a las mismas en actividades de contemplación del mundo, la única que se diferenció y tomó posición fue el Trabajo Social. El objeto de conocimiento de esta disciplina es la acción y son los fenómenos ligados a esa acción los que le permiten tomar objetos de intervención y convertirlos en objeto de conocimiento.

Por último, las ciencias sociales, sin incluir al Trabajo Social, no han superado las limitaciones en términos del hacer. Como ya se ha mencionado, se requiere claridad en el compromiso ético y político de los profesionales en el contexto actual, pero también hay unas limitaciones en las capacidades de los profesionales de la mayoría de las ciencias sociales en el terreno del hacer. Estos profesionales, en este caso de la Ciencia Política, poseen las capacidades para realizar rastreos teóricos, construir un discurso y una argumentación, pero en el terreno de la acción nos quedamos limitados, por no decir, estupefactos, porque a la formación que se imparte en las universidades no le interesa tocar este tema. ¿Entonces para qué construimos conocimiento en la Ciencia Política? ¿Para teorizar o seguir teorizando? ¿Para seguir especulando? Para que esta disciplina pueda responder a una práctica social, por ejemplo en el campo de las políticas públicas, tiene que pasar del terreno de la formación en la formulación, a tener elementos de capacidad no solo para evaluarlas, sino para operacionalizarlas. El Trabajo Social en vez de quedarse en el terreno de la especulación teórica eligió ligar la acción con conocimiento. Hoy, el Trabajo Social tiene mucho que enseñarle a las demás ciencias sociales en el contexto actual marcado por las necesidades históricas y las demandas de diversos actores.

A partir de estas presiones se requiere una nueva relación entre la investigación teórica y la investigación aplicada en la Ciencia Política.

Como en todas las ciencias, cabe la investigación teórica y la investigación aplicada, pero que la segunda sin la primera, ni es ciencia ni contribuye a la acumulación de conocimiento o al progreso intelectual, material o moral de los seres humanos, sino que da, a lo sumo, algunas herramientas y habilidades basada en la experiencia de los practicantes (Colomer, 2004, p. 356).

Se le ha acusado a la Ciencia Política de no haber alcanzado una solidez teórica que permita realizar investigación aplicada. Lo que hacemos en la investigación aplicada es validar las teorías en la realidad, analizar su alcance y elementos dados para explicar y comprender los fenómenos. Sin embargo, desde nuestra posición reivindicamos una posición intermedia: como hemos mencionado, la Ciencia Política se ha construido por una interacción entre teoría y empírea, desde aquí le proponemos a la Ciencia Política abandonar ese estrecho margen y plantear un puente con la investigación aplicada incorporando la dimensión social para plantear una intervención de tipo sociopolítica.

6. Conclusión

En conclusión, la intervención social en la Ciencia Política se ha encontrado con muchas dificultades. Por un lado, no ha sido considerada por la Ciencia Política como esencial en el camino de consolidarse como ciencia y segundo, no cuenta con unas condiciones mínimas en la disciplina para pensarse como posibilidad de un lugar dentro de ella. La Ciencia Política ha pasado el mayor tiempo de su vida como disciplina, preocupada por su estatus científico, tratando de cumplir con los requisitos que la ciencia tradicional ha establecido para ser una “ciencia”, y para la producción de conocimiento científico; sin embargo, me atrevo a decir que la disciplina ha fracasado en ese intento y lo hizo porque concibió la política de una forma cerrada y concibió el comportamiento de los seres humanos de manera predictiva, objetiva y simple.

Solo a partir de un cambio reciente en la manera de lo que se entiende como política, puede hallarse un futuro papel de la intervención sociopolítica en la Ciencia Política, es decir, el problema que aquí se le plantea a la Ciencia Política, es que debe de abordar la intervención en doble sentido, reconociendo que no hay contradicción entre ciencia social y política. Este reconocimiento es aún más importante para la Ciencia Política, porque la política ha sido su objeto, a pesar de las dificultades que no ha podido resolver: método, sus metodologías, su objeto de estudio y sus teorías en el estudio de la política. Y esta situación es necesaria para encontrar cuál es el lugar de la intervención sociopolítica y cuál es el aporte como disciplina en ese campo inter-trans disciplinario llamado intervención sociopolítica

Ya lo dice Estrada-Ospina (2010), pensar en la intervención social como un campo inter y transdisciplinario implica reflexionar acerca de la construcción de una perspectiva teórico-conceptual y estrategias metodológicas compartidas; es decir, discutir, encontrar y definir lugares epistemológicos en común, donde se funde la intervención, que permita encontrar entre puntos y lugares a nivel procedimental para lograr una intervención más efectiva en términos sociales. Es de esta manera, que a partir de definir unos puntos epistemológicos en común, contribuirá a abordar las problemáticas sociales a partir de las potencialidades que se encuentran en cada una de las disciplinas implicadas, para construir un conocimiento nuevo. Y para que la Ciencia Política pueda hacer parte de este campo debe definir cuestiones epistemológicas no resueltas aún. Hoy la Ciencia Política se encuentra con problemas al tratar de resolver preguntas como: ¿Qué conocer? ¿Cómo conocer? ¿Para qué conocer? ¿Qué hacer? ¿Cómo hacerlo? Y sobre todo ¿Para qué hacerlo?

Como se mencionó anteriormente, esta situación puede concebirse como una gran posibilidad de reconstruirse como disciplina y para responder a las presiones y las transformaciones sociales que solicitan ser explicadas, comprendidas e intervenidas. Hoy esta situación deja múltiples preguntas para la disciplina, una de las más importantes: ¿será capaz la disciplina de renunciar a mirarse como “Ciencia”? es decir, dejar a un lado su ego científico y pensarse el para qué del conocimiento que se construye. Si no lo hace, ¿estará destinada a desaparecer? ¿Será capaz de redefinir su objeto de estudio y comprender la Política desde otras miradas? ¿La Ciencia Política será capaz de brindar una formación a los politólogos para que intervengan desde una perspectiva sociopolítica?

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1Profesional en Estudios políticos y resolución de conflictos de la Universidad del Valle, Cali, Colombia. Candidata a magister en Intervención social de la Universidad del Valle.

Recibido: 16 de Febrero de 2018; Aprobado: 08 de Agosto de 2018

Autor de correspondencia: Yuly Viviana Piedrahita-Guzmán. Universidad del Valle. Cali, Colombia. Correo electrónico: yulypiedrahita@gmail.com.

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