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Perspectiva Geográfica

Print version ISSN 0123-3769

Perspectiva Geográfica vol.28 no.1 Tunja Jan./June 2023  Epub Nov 26, 2023

 

Reseña

Sobre la ideología dialéctica del centro y la periferia. Reseña de Jaiber Orozco, Horizontes invisibles: la construcción del espacio en el Samaná Norte antioqueño, Colombia. México: El Colegio de Michoacán, 2020

Gustavo Aviña Cerecer1 
http://orcid.org/0000-0002-3050-9233

1 Doctor por la Universidad Nacional Autónoma de México. Profesor e investigador de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, México. Correo: gac@uaslp.mx. Orcid: https://orcid.org/0000-0002-3050-9233.


Tomando como personaje a la población de Samaná Norte en Colombia, la obra de Jaiber Orozco es una invitación a reflexionar acerca de los territorios y las fronteras de muchas partes de América Latina. De ma nera multidisciplinar rica y compleja, mediante 5 capítulos de elegante escritura, sencilla y precisa, con 308 páginas, 7 mapas, 5 gráficos, 21 imágenes fotográficas, 5 cuadros esquemáticos y 5 gráficos, Orozco nos invita a fijar nuestra mirada y razón al nororiente de Colombia, en la provincia de Antioquia, cerca de la ciu dad de Medellín.

Pero esta humilde comunidad, Samaná Norte, es el filtro que nos permite re flexionar a escala latinoamericana y creo que este es uno de los principales valo res del libro, su pertinencia teórica y valor explicativo de alcance latinoamericano con respecto a la naturaleza histórica, geográfica, económica, política y social de los procesos de territorialización de una gran parte de la Patria Grande. Este personaje poblacional es entonces un ejemplo de todos aquellos territorios provincianos latinoamericanos con poblaciones campesinas de temporal, leñateros en su mayoría dedicados a la tala ilegal, mineros artesanales y población flotante, impactados todos por la extracción a distancia de esta gran riqueza natural. Así, toda esta población local produce una gran riqueza, pero queda muy alejada de la mano del Estado, con ínfimos servicios médicos, escolares y de justicia, además de la población clandestina y "criminal", también propia de todos estos "horizontes lejanos de frontera", sembradores de narcóticos, traficantes de armas y drogas, así como de cualquier otra mercancía ilegal. De hecho, esta zona oriental de Antioquia es equi valente al llamado "Triángulo Dorado" mexicano, territorios sin ley propicios, por su geografía y condiciones ecológicas, para la siembra y trasiego de drogas.

Pero además ambos horizontes lejanos, al poniente de México y al oriente colombiano, viven una guerra civil en la que se enfrentan, en el segundo caso, grupos paramilitares en contra de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), y en el primero caso, entre diferentes grupos paramilitares que a su vez batallan en contra del ejército mexicano.

Así, las fronteras internas en América Latina son entonces, en gran medida, una división social determinada por intereses de ciertas clases sociales y de prioridades de gobierno, luego entonces, por intereses económicos y relaciones políticas. De tal suerte que las distancias entre ciudades y provincias lejanas tienen como origen cierta organización del espacio supeditada a la obtención de mayores y mejores beneficios económicos para unas cuantas y mal financiadas oficinas de gobierno, pero para muchas más empresas privadas, legales e ilegales, que aún con una poca inversión local logran extraer grandes ganancias.

En realidad, este complejo poblacional está entretejido entre sí a la distancia desde las grandes ciudades y centros regionales naciones e internacionales. Orozco nos invita a cobrar conciencia de la densificación de este tipo de territorios, es decir, no hay un único sentido del lugar, en un mismo espacio se ejercen distintos territorios, simbólicamente se construyen diferentes territoria lidades (Aviña Cerecer, 2008). Así, en el Samaná Norte,

Los colonos campesinos sostienen su relación material y simbólica en relaciones vecinales y fami liares en el interior de las veredas, manifiesta en los vínculos de parentesco y en la ayuda mutua [...]. Los ganaderos [...] no son un grupo homogéneo pero pueden distinguirse dos formas de vínculo con el lugar: el de los ausentistas, cuyo interés es la ganancia y la inversión, y no cons truyen ningún tipo de vínculo asociativo con el lugar; y los residentes que [...] sí han construido relaciones afectivas con el espacio [...], una identidad con el lugar (Orozco, 2020, p. 276).

Universalmente hay, entonces, como bien señalan Deleuze y Guattari en Mil mesetas (2002), una territorialización que se construye a manera de pliegues: cual tela sobre el mismo espacio, cohabitan diferentes dobleces con una profundidad simbólica y materialmente diversa. En un mismo punto vibran diferentes formas de hacer territorio.

Al tiempo que pone nuestra mirada sobre aquellos horizontes lejanos muy comunes en nuestro continente, llenos de montañas agrestes que llegan a superar la altura de las nubes y se componen de interminables tonos verdosos, otro gran valor de este libro es que Orozco también nos permite tomar distancia con respecto a los prejuicios y los clichés que desde las planicies urbanas nacen y se replican una y otra vez, ambos posicionamientos racistas y clasistas, desafortunada mente tan arraigados en nuestras culturas populares citadinas. A través del develamiento de un modelo colonialista de apropiación del espacio, Orozco nos permite comprender cómo esas grandes regiones provinciales están muy lejos de ser lo que desde el prejuicio se dice de estas.

El autor incluso marca distancia con respecto a los prejuicios que simplifican y descalifican, alejándose de los clichés que falsean la verdad y facilitan la descalificación del campesino, del leñatero y del minero artesanal, población humilde a la cual se le niega, desde el privilegio ur bano de las clases empoderadas, su condición humana para justificar los abusos, la violencia de la cual son presas fáciles, así como la falta de atención por parte de los Estados nacionales, pero finalmente de origen colonialista.

En la conformación de los territorios, la historia va más allá de las ideologías nacionalistas para sembrar la inequidad, el racismo y el clasismo de manera justificada. Posicionamientos re producidos, sobre todo, desde los prejuicios citadinos para con los campesinos, de los modernos ciudadanos industrializados para con los provincianos y sus tradiciones no originarias, mestizas y humildes.

Como el autor refiere, las poblaciones periféricas "se caracterizan por una imagen negativa externa que ve a sus pobladores [...] como seres rústicos con tendencia a la violencia, alucinados por las riquezas naturales que explotan sin ningún control, poblaciones con poco interés por la vida social". Prejuicios que bien se pueden expresar desde cualquier ciudad latinoamericana para con su propia población provinciana. Aún más interesante es cómo

Esta idea negativa de su población se ha extendido al espacio, el cual se ha identificado como una zona poco productiva, cálida, húmeda, insalubre y ardua para el trabajo agrícola, apreciable por sus recursos [...], pero difícil para el poblamiento [...], vastedad natural que se le relaciona con lo salvaje, lo virgen y lo incivilizado [...], visión de las fronteras y periferias como zonas de forajidos e inconformes [...] vistos desde fuera, especialmente desde la centralidad regional, estos espacios representan las antípodas del orden social, moral y ambiental (Orozco, 2020, p. 55).

Sin embargo, después de leer Horizontes invisibles podemos cobrar conciencia de una realidad humana compleja y múltiple, una que está muy alejada de ser simple y llana, demostrándonos lo erróneas que son estas visiones racistas y clasistas latinoamericanas, producto del colonialismo originario, acerca de los territorios provincianos y de sus poblaciones.

Toda esta riqueza reflexiva y científica es georreferenciada por Orozco desde un humilde pun to de la vasta y rica Colombia, desde una pequeña comunidad, Samaná Norte, población loca lizada entre las vertientes del río Magdalena, a escasos 100 km de la bullente y rica ciudad de Medellín. Samaná, población siempre considerada como desconectada, distante, apartada y por lo mismo, o además, como periferia simple. Sin embargo, Orozco nos demuestra cuán alejadas de la realidad son estas visiones acerca de los horizontes lejanos, similares en toda América La tina, que además de ser territorios de campesinos de temporal, aserraderos, minería artesanal y ganadería a pequeña escala también son territorios geoestratégicos para el desarrollo de gran des regiones nacionales y economías internacionales, en este caso, para el desarrollo de todo el oriente colombiano.

Samaná Norte, lejos de ser una simple y pequeña comunidad de violentos e ignorantes campe sinos, en realidad es un espacio geoestratégico, de luchas guerrilleras y contrainsurgencia para-militar, de narcotráfico y de complejas redes del crimen organizado cuya economía es de orden transnacional e internacional.

Samaná está integrado a una red altamente compleja de intereses económicos y políticos. Desde los años setenta del siglo pasado, "es parte de la zona de embalses del oriente antioqueño donde se produce la mayor parte de energía del país" (Orozco, 2020, p. 29), pero también allí es la selva de la hoja de la coca y la amapola del opio, es la selva del carbón y el petróleo. Riquezas geoestratégicas a nivel mundial, ya bien conocidas por los gobiernos estadounidenses, cuyas ayudas para el desarrollo colombiano no solo se expresan en apoyo militar en contra de la población local, sino también en grandes incentivos a organizaciones no gubernamentales y empresas transnacionales.

Lejos del discurso "decolonial" que no deja de ser alternativo, pues es impulsado desde los EE. UU., incluso por autores colombianos como Arturo Escobar (1999), que no dejan de presentar como imprescindible el intervencionismo estadounidense, Orozco, a ras de tierra, estando allí en el lugar de los hechos, haciendo etnografía, nos transmite cómo una población local ha de luchar no solo contra el racismo y el clasismo del colonialismo interno, sino también contra el colonialismo globalizante que, declarando la guerra contra las drogas, financia ejércitos y ban das criminales productoras y manufactureras, sobre todo, de cocaína. Tal vez por esto en el útil índice analítico que presenta el libro, después de El Prado, La Palma y poder, la palabra violencia es la más repetida, con aproximadamente 37 menciones.

De hecho, la provincia de Antioquia es una región cuya capacidad para la generación de riqueza contrasta drásticamente con la pobreza y sencillez de sus pobladores, como sucede en tantas regiones de América Latina. Específicamente, de México viene a la mente el estado de Sinaloa, igualmente revestido al poniente por el mar y al oriente por una Sierra Madre; también es un espacio compuesto por llanuras llenas de ríos y tierras fértiles aptas para la agricultura y la ganadería, tierras estratégicas para la siembra de enervantes y de atajos poco transitados, ideales para el movimiento de mercancías ilegales. De hecho, cerca de Samaná Norte está la Hacienda Nápoles, cuyo propietario era el más famoso narcotraficante del mundo, Pablo Escobar Gaviria, capo de capos cuya fama se sustenta no solo por su enorme riqueza criminal, sino también por su profundo arraigo a la tierra antioqueña que lo vio nacer.

Así, esta es una obra importante para todo aquel investigador que esté buscando respuestas acerca de las ideologías identitarias de las provincias fronterizas, ubicadas en aquellos horizontes convenientemente lejanos para la recreación de mundos inequitativos, violentos y racistas. Pero, igualmente, es útil para quien se interese en las dinámicas centro-periferia cuyos procesos econó micos y políticos colonialistas permiten entender mejor los mercados necropolíticos (Mbembe, 2019) de las economías informales e ilegales propias de una parte importante de Latinoamérica.

Otra de las virtudes del texto de Orozco es la perspectiva teórica y metodológica de su inves tigación, desde la cual plantea cómo el territorio es espacio de acción histórica heterogénea y dinámica, producto de procesos y relaciones espaciales que dan cuenta de diferentes trayecto rias cuyos contenidos son líneas de fuerza (Deleuze & Guattari, 2002) productoras de regiones heterogéneas altamente desiguales, pero igualmente propicias para la generación desmedida de capital.

La propuesta conceptual de Orozco está integrada por lugares centrales y periféricos, pero también por redes regionales y poderes sin límite, de tal suerte que nos queda claro que la des igualdad socioespacial es el resultado de complejas relaciones económicas y políticas centro-pe riferia, así como de tradiciones de colonización de los montes agrestes, tradiciones europeas de muy larga duración cuyo espíritu es la destrucción de las selvas, de la mano del hacha, a punta de fuerza y ambición. De hecho, el hacha es el símbolo metonímico de todo el proceso de colo nización del oriente colombiano, exactamente igual que lo fue para los mayas mesoamericanos, instrumento para la tala, tumba y quema de los bosques; para estos últimos, la siembra de la milpa, para los primeros, la crianza de ganado.

Partiendo de la escuela de estudios regionales de la geografía de los años noventa del siglo pa sado, la obra de Orozco se desprende críticamente de esta y nos permite comprender una parte importante de los modelos de territorialización latinoamericanos, estos que dividen al espacio de manera maniquea y simplista en dos variantes: las mesetas templadas y buenas para la vida humana en oposición a los territorios húmedos y calientes de las montañas agrestes, supuestos espacios "llenos de males y enfermedades". Pero esta dualidad prejuiciosa también explica por qué estos territorios son vistos como tierra sin ley a pesar de que son explotados por los Estados nacionales, sobre todo por su riqueza de recursos naturales, agrícolas, minerales y energéticos. Oposición geográfica entre las mesetas y las montañas que nos pone en evidencia el principio estructural de que el modelo precede al paisaje.

De tal manera que el paisaje, lejos de ser simple naturaleza, es organizado de acuerdo con es tructuras colonizadoras de larga duración y no solo por la biología del entorno. Una oposición, meseta-montaña, que polariza a los pueblos originarios de América frente a los colonizadores europeos y cuya primera causa o primer motor es la diferencia entre el mapa y el territorio; el primero es un modelo para la extracción colonial de las montañas desde las mesetas mientras que el segundo es la vivencia concreta del espacio (Aviña Cerecer, 2013). Orozco nos permite entender cómo la modernidad de la ciudad es correlativa a las apropiaciones de las periferias y las montañas, horizontes "lejanos" en los que convergen y conviven de manera contradictoria diferentes procesos y poblaciones; convivencia ríspida e incluso altamente violenta, sin más límite que la ambición y la producción de riqueza.

Orozco nos permite entender también cómo a pesar de las contradicciones y rupturas de las transformaciones abruptas también hay una serie de continuidades funcionales para con los Es tados nacionales y los grupúsculos de poderes ilegales altamente productivos. Es esta, entonces, otra virtud del texto que ahora nos convoca: la distinción entre los planes de desarrollo legales e impulsados por los Estados nacionales frente a las realidades ilegales y terroríficas.

A través de esta modesta población colombiana, es posible proyectar los diferentes planos de un territorio asimétrico y heterogéneo como el latinoamericano. Territorios que son incluso parte de Estados nacionales fallidos, por la poca presencia del orden nacional, pero cuyas debi lidades contrastan con la férrea voluntad de sus habitantes que se aferran a la vida, aún desde la humildad de la sobrevivencia, resistiendo al desprecio de los compatriotas desarrollados, a su olvido ideológicamente justificado.

En este pequeño punto del territorio colombiano en el que el autor convivió con sus poblado res durante varias semanas, confluyen trayectorias de alta intensidad económica y política, terri torios de frontera, sí, pero no por su lejanía económica y política, sino todo lo contrario. Lo que sucede es que convenientemente, para una ideología colonizadora narrada desde las ciudades, los recursos naturales de las provincias son extraídos sin que sus "forajidos" pobladores merezcan alguna inversión local. Así se extrae el mayor provecho posible al tiempo que se justifica la falta de financiamiento, además del olvido para con los locales.

En fin, Horizontes invisibles es una obra por demás reveladora e interesante, un instrumento lite rario que echa mano de múltiples herramientas conceptuales y técnicas de las ciencias sociales, sobre todo de la geografía, la historia y la etnografía, y que nos revela la verdadera naturaleza de las fronteras latinoamericanas.

Referencias

Aviña Cerecer, G. (2008). Santísima Cruz-Yaaxché: ejercicio de la territorialidad entre los mayas-maceuales del estado de Quintana Roo, México. En S. Millán, P Fournier, & M. Olavarría (coords.), Antropología y simbolismo (pp. 105-128). Promep; INAH. [ Links ]

Aviña Cerecer, G. (2013). El patrimonio natural y cultural de los pueblos. En A. Cruz Manjarrez (coord.), Multiculturalismo y minorías étnicas en las Américas (pp. 2011-230). Universidad de Colima. [ Links ]

Deleuze, G. & Guattari, F. (2002). Mil mesetas. Pre-Textos. [ Links ]

Escobar, A. (1999). Antropología y desarrollo. Maguaré, 14, 42-73. [ Links ]

Mbembe, A. (2019). Necropolitics. Duke University Press. [ Links ]

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