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Sociedad y Economía

Print version ISSN 1657-6357On-line version ISSN 2389-9050

Soc. Econ.  no.50 Cali Sep./Dec. 2023  Epub Dec 11, 2023

https://doi.org/10.25100/sye.v0i50.11995 

Artículos

Resistir no es aguantar: en busca de la noción de resistencia

Resisting is not Enduring. In Search of The Notion of Resistance

Milton Andrés Salazar-Rendón1  1
http://orcid.org/0000-0002-3795-8656

Jessica Tatiana Castaño-Urdinola2  2
http://orcid.org/0000-0001-7343-1483

1 Universidad de Caldas, Manizales, Colombiaandres.salazar@ucaldas.edu.co https://orcid.org/0000-0002-3795-8656

2 Universidad de Caldas, Manizales, Colombiajessica.castano@ucaldas.edu.co https://orcid.org/0000-0001-7343-1483


Resumen

Este artículo tiene por objetivo presentar un panorama de la noción de resistencia a partir de dos momentos: 1. Una revisión documental de artículos científicos que la abordan, y 2. Una propuesta de categorización del concepto resistencia. Se concluye que: aparece más como palabra, que como concepto; que el mayor referente conceptual es Michel Foucault, y se proponen 3 formas de categorización de la resistencia: como práctica de sí, cotidiana y organizada. El ejercicio de revisión da cuenta de que expresiones como: “Resistir no es aguantar”, “Mi cuerpo es territorio de resistencia”, “A esta generación le sobra resistencia”, que en los últimos años se escuchan para arengar, nombrar espacios y definir prácticas por parte de colectivos y movimientos latinoamericanos, aparecen también en libros, artículos y congresos universitarios como noción empleada de manera estelar, volviéndose habitual en la discursividad académica y política, pero aún con considerables retos de conceptualización situada.

Palabras clave: resistencia; resistencia cotidiana; resistencia organizada; práctica de sí; resistencia a la opresión

Abstract

The objective of this article is to present an overview of the notion of resistance from two points of view: 1. A documentary review of scientific articles that approach it, and 2. A proposal of categorization of the concept of resistance. It is concluded that: it appears more as a word than as a concept; that the major conceptual reference is Michel Foucault, and 3 forms of categorization of resistance are proposed: as a practice of self, daily and organized. The review exercise shows that expressions such as: "To resist is not to endure", "My body is a territory of resistance", "This generation has plenty of resistance", which in recent years are heard to harangue, name spaces and define practices by Latin American collectives and movements, also appear in books, articles and university congresses as a notion used in a stellar way, becoming common in academic and political discourse, but still with considerable challenges of situated conceptualization.

Keywords: resistance; everyday resistance; organized resistance; practice of self; resistance to oppression

1. Introducción

Por un lado, en un artículo publicado en 2013, el reconocido antropólogo Néstor García Canclini (2013) rechazaba la noción de resistencia: “me resulta escasa, pobre, en relación con la multiplicidad de comportamientos que surgen buscando alternativas" (p. 4). Así mismo, se paseaba entre prestigiosos diccionarios sobre comunicación, cultura y arte para verificar que la noción de resistencia no se encontraba registrada, como por ejemplo: Keywords: A Vocabulary of Culture and Society de Raymond Williams (1976); Key Concepts in Communication and Cultural Studies de O’Sullivan et al. (1995); el Diccionario básico de Comunicación de Katz et al. (1980); Diccionario de Teoría Crítica y Estudios Culturales, compilado por Michael Payne (1996); Términos críticos de sociología de la cultura, dirigida por Carlos Altamirano (2002); el Diccionario de relaciones interculturales, coordinado por Barañano et al. (2007) y el Diccionario de Estudios Culturales Latinoamericanos, dirigido por Szurmuk y Mckee (2009).

Por otro lado, en los últimos años la palabra resistencia ha figurado repetidamente en la discursividad académica en América Latina. Cientos de artículos son titulados con ella -por ejemplo, para la escritura de este texto revisamos preliminarmente casi 200 artículos que incluían la palabra en el título-. Congresos, conferencias, ponencias hacen una y otra vez uso de esta seductora palabra, bien sea de forma solitaria o con alguna variante como la sugerente noción de re-existencia, o adjetivada: resistencia civil, indígena, cotidiana, comunitaria, colectiva, subterránea, pasiva, activa, comunicativa, corporal. No menos importante, los sujetos que son analizados en dichas reflexiones académicas también la enarbolan en las calles y en los campos donde gritan: “resistencia, resistencia, resistencia” (Chile y Colombia en las movilizaciones del 2019 y 2021, respectivamente), o la apelación a la resistencia civil en los indígenas andinos, o las Marchas de la Resistencia de la Madres de la Plaza de Mayo en Argentina, o la contundente máxima “resistir no es aguantar” del Proceso de comunidades negras del Pacífico colombiano, entre muchos otros. Organizaciones comunitarias, colectivos sociales, grandes movimientos de todo el subcontinente enarbolan a veces la palabra como consigna, e incluso como concepto, así no aparezca aún en los prestigiosos diccionarios de política o cultura.

El presente artículo tiene el objetivo de presentar un panorama de la noción de resistencia a partir de dos momentos: 1. Una revisión documental de artículos científicos que la abordan, y 2. Una propuesta de categorización del concepto resistencia3. Este texto reúne, entonces, los resultados de un ejercicio de revisión documental, el cual se complementa con nuestra propia propuesta conceptual desde el Co-Laboratorio Pluriversos, Cultura y Poder, que tiene una inspiración foucaultiana, pero que también conversa con lo que emerge de la acción colectiva y lo que hemos identificado a lo largo de varios años de investigación y acción.

2. Metodología

Las reflexiones de este artículo se derivan especialmente de la aplicación de la técnica de análisis documental y de resultados de investigaciones que hemos desarrollado en el pasado (Salazar, 2012; 2017; 2018; 2019; Carvajal et al., 2019; Castaño, 2019). Para el primer momento que se expone en el documento, inicialmente realizamos una prospección de artículos científicos, libros, capítulos de libros y tesis doctorales, escritas en español a partir del año 2000, que incluyeran la palabra resistencia en el título o en las palabras clave, identificando 177 documentos. Considerando el volumen de información encontrada y el propósito de esta reflexión, decidimos aplicar otros filtros: solo artículos de revistas académicas latinoamericanas sobre población latinoamericana; además, profundizando en la lectura del resumen y la introducción, algunos textos no reflejaban ninguna intencionalidad de profundizar sobre la noción de resistencia, bien sea conceptualmente o etnográficamente, dejando al final un total de 56 documentos. Para el segundo momento, hicimos un seguimiento a colectivos y movimientos que han hecho uso de la palabra resistencia en estos últimos años, sin la intención de realizar un análisis del discurso, sino por presentar un registro de consignas, sentires y contextos donde es enunciada la palabra. Finalmente, el tercer momento, el de la categorización, obedece al trabajo desarrollado desde el Co-Laboratorio Pluriversos, Cultura y Poder (Colombia), en el que hemos realizado diálogos de saberes y experiencias, seminarios e investigaciones alrededor de las prácticas colectivas de resistencia.

2.1 Revisión documental

Partiendo del filtro explicado en el apartado anterior, realizamos una rigurosa revisión de los 56 artículos seleccionados a partir de distintos criterios tales como: la naturaleza o tipo de texto4; la temática en la que centra su desarrollo; los sujetos que agencian la resistencia; la adjetivación de la resistencia o su forma de nombrarla; las y los principales teóricos o autoras/es que citan, y los aspectos nodales o centrales de sus definiciones de resistencia. A continuación, explicaremos los resultados de cada uno de estos ítems.

a) Su naturaleza: construimos tres grupos:

  • Ejemplifican con sujetos: son aquellos artículos que centran su desarrollo en poblaciones, colectivos, comunidades o sujetos específicos, claramente ubicados espacial y temporalmente, que agencian de algún modo la resistencia y que permiten comprender cómo esta opera de forma diferenciada. En estos textos aparecen, entonces, las comunidades indígenas, afrodescendientes, las mujeres, las diversidades y disidencias sexuales, la juventud, entre otras, de distintos lugares de América Latina. En total encontramos 39 artículos que ejemplifican con sujetos, lo que nos permite concluir de forma parcial que, al momento de incluir la resistencia como centro en una investigación o reflexión, se considera clave o necesario evidenciar de quiénes se habla, dónde se sitúan, en qué tiempo o época y cómo la ejercen.

  • Ejemplifican con prácticas: en este tipo de textos encontramos que la resistencia se aborda desde agenciamientos, actividades, ejercicios y prácticas que, en general, permiten comprenderla, pero que no se sitúan en sujetos, grupos o comunidades específicas, o que no ponen el acento en un tiempo o época delimitada, porque sus pretensiones se centran en abarcar características generales de la resistencia y no tanto rasgos que solo se dan en un espacio-tiempo. Por ejemplo, se aborda la música como resistencia, o el arte, o la comunicación, o las prácticas educativas, etc. Encontramos 9 textos de este tipo en nuestra revisión.

  • Teóricos: son los artículos que se enfocan en definir la resistencia, o en mostrar un panorama de conceptos sobre la misma, o un recorrido histórico de su construcción teórica, mas no estudia o ejemplifica con sujetos, comunidades o prácticas concretas. Hallamos 8 textos de este tipo.

b) Sus temáticas: de los 56 textos revisados, 11 se centran en la relación con lo artístico, por ejemplo, desde la música, la escuela y la producción artesanal; 7 corresponden a formas de la resistencia que se expresan en y desde comunidades indígenas; 6 se enfocan en la resistencia civil y no violenta, algunas de las cuales aparecen en comunidades indígenas o con víctimas del conflicto armado; 5 se refieren a los medios de comunicación (de distintos tipos) como resistencia; 4 textos teóricos hacen revisión histórica del concepto o lo relacionan con conceptos como poder y género.

El estudio de la resistencia desde espacios educativos se aborda en 3 textos; los movimientos campesinos e indígenas se encuentran concretamente en 2 artículos; 2 textos hablan de cuerpo y resistencia; 2 sobre resistencia femenina. Y, finalmente, 14 textos en los que cada uno trabajaba un tema distinto o un conjunto de sujetos y prácticas que no podían agruparse con otros, entre los cuales se encuentra la resistencia negra al sistema colonial esclavista; la geopolítica del conocimiento y resistencia epistémica; los indicadores como forma de resistencia; el humor político; las resistencias espaciales; los videojuegos; la discapacidad; la resistencia a publicaciones indexadas; las multitudes ante el biopoder y la biopolítica; el trabajo carcelario; las formas de movilización de indignados del 15M; los medios comunitarios, indígenas y memoria, y la tecnología.

c) Los sujetos que agencian la resistencia: se resumen en 12 textos que abordan a los pueblos o comunidades indígenas; 4 se derivan de estudios o trabajos realizados con mujeres; 3 abordan la juventud que hace rap o hip hop; 3 se enfocan en las organizaciones campesinas; 2 textos se ubican en las y los artistas; 2 en poblaciones negras o afrodescendientes; 2 en personas trans; y 1 texto por cada uno de los siguientes sujetos, comunidades, colectivos o movimientos: pacifistas; Indignados 15M; pobladores urbanos; víctimas; humoristas; personas con discapacidad; Movimiento sin tierra y Piqueteros; privados de la libertad; docentes investigadores; comunidades étnicas, campesinas y ambientalistas; actores de la escuela, y colectivos sociales.

d) La adjetivación de la resistencia: lo que hallamos es que 29 textos la nombran únicamente como resistencia, de forma general; 6 la nombran como resistencia civil; 3 hablan de prácticas de resistencia; 2 se refieren a formas de resistencia; 2 a la resistencia indígena; 2 a la resistencia cotidiana; 2 a la re-existencia; 2 a la resistencia comunitaria; y en los demás casos la mencionan como: prácticas colectivas de resistencia; resistencia subterránea, frontal y oral; procesos de resistencia; espacialidad de resistencia; resistencia activa y pasiva; contraconducta; biopolítica afirmativa; práctica comunicativa de resistencia; contrapoder, y resistencia corporal.

e) Principales teóricos citados: para finalizar este primer apartado, mencionaremos a las y los principales teóricos que se citan en los artículos, lo cual da cuenta también de un locus de enunciación consciente o inconsciente. Lo encontrado en la mayoría de los textos es que aparecen cuatro autores con regularidad: en siete artículos citan a Michel Foucault; en 3 de ellos a Henry Giroux; en 2 de ellos a James Scott, y en 2 artículos a Michael Randle. En los demás van a aparecer apellidos como Chenoweth y Cunningham; Holston; Hollander y Einwohner; Butler; Vinthagen y Johansson; De Certeau; Deleuze; Popkewitz, y algunos otros.

Lo interesante de lo encontrado es que los autores predominantes son todos hombres, de procedencia europea y estadounidense, y de renombre académico. Esto da cuenta de la ausencia reflexiva y de problematización de la lógica eurocéntrica y de la colonialidad del saber bajo la cual se estructuran nuestras formaciones académicas, investigativas y escriturales. Algo que impide o dificulta la búsqueda o ubicación de otras academias, otras narraciones y visiones del mundo.

Además, en el marco de la lógica del pensamiento logocéntrico, que establece dualismos en los que se ubica en un lugar de superioridad a uno de los polos, aparece la tajante división entre teoría y práctica. Esto hace que las y los académicos terminemos privilegiando la citación de autores eurocéntricos, por encima de los saberes, marcos de interpretación y conceptualizaciones de quienes agencian día a día la resistencia.

2.2 Clasificación de los conceptos de resistencia: la resistencia en los artículos científicos

A partir de los hallazgos presentados en el apartado anterior, realizamos un análisis más profundo que nos permitiera identificar y reconocer las características principales de las definiciones de resistencia que aparecen en los artículos revisados. A partir de dicho panorama conceptual, construimos siete clasificaciones o tendencias que permiten ahondar en lo epistémico de estas enunciaciones.

  1. Como oposición o estar en contra. En este grupo de artículos aparece la resistencia como una oposición a la dominación (Cornago, citado por Toro, 2017), como una expresión de estar contra de los poderosos (Chenoweth y Cunningham citados por Mouly y Garrido, 2018), o como acciones tomadas en contra de la represión, silenciamiento e invisibilización (Sorribas y Cabral, 2010). Esta tendencia ha sido de algún modo más tradicional o habitual en los trabajos sobre resistencia, pues el “estar en contra” es una de las primeras características en las que se piensa al hablar de este concepto o manifestación.

  2. Como re-existencia o reinvención de la vida. Algunos artículos definen la resistencia como una acción capaz de transformar la dominación en libertad (Molina, 2005), como una expresión de la vida o como la vida misma que atraviesa la vivencia diaria (Domicó, citado por Rudquist y Anrup, 2013). Es interesante cómo en algunos de los textos, las definiciones se basan en las propias narrativas de quienes resisten, y no como una abstracción de los relatos que se traduce solo desde la enunciación académica.

  3. Aparece también como una forma de inventar y recrear la vida (Albán y Rosero, 2016), como un esfuerzo para preservar el ser, cuando se encuentra con fuerzas que tienden a disminuirlo, contrariarlo o incluso a arrebatarle su existencia (Lhuilier, 2013). El foco de estas definiciones está en la relación con lo vital, con lo ético como posibilidad de vivir de forma más libre ante las dominaciones que nos circundan.

  4. Como desobediencia, pasiva y no violenta. En esta tendencia tienen cabida las definiciones que resaltan la resistencia como desobediencia al Gobierno (Randle, citado por Martínez, 2016), como una fuerza activa o pasiva (Maturana, 2012) y como resistencia civil (Rudquist y Anrup, 2013, p. 517). Aquí la ciudadanía juega un rol fundamental, pasando por lo individual o lo colectivo, y esta puede ir desde la no cooperación y la lucha por disputar los consensos, hasta las formas más explícitas de protesta no violenta.

  5. Como insurgencia civil, entre lo legal e ilegal. En esta agrupación de definiciones se encuentra una discusión que va dirigida a las múltiples subjetividades que se encuentran al momento de leer alguna expresión de la acción colectiva. Esta discusión tiene que ver principalmente con lo que se considera violento y lo que es o no legítimo. Aquí encontramos definiciones que van desde la combinación de prácticas legales (hacer uso del marco jurídico, reunirse con el Estado o las empresas...) e ilegales (bloqueos, ocupación de propiedades, hacer grafitis…) (Sámano, 2017), y que ponen en debate la opinión de quien observa, pues para algunas personas desnudarse en forma de protesta puede ser algo legítimo y no violento, mientras para otras puede ser una acción que se lee como agresiva. Aquí también pueden aparecer formas de insurgencia armada.

  6. Creativa, constructiva. En estos textos se define la resistencia como aquella que construye ciudadanía política (Randle, citado por Muñoz, 2011), que construye algo nuevo y es creativa (Gonzáles, citado por Maturana, 2012), como performática y como acciones más que efectos del discurso (Shenner, citado por Castro et al., 2019). Se considera que la resistencia está en el fondo del poder, es primigenia, y no requiere necesariamente de un Estado como poder constituido para aparecer (Ramírez, 2017), es coextensiva al poder, productiva, móvil e inventiva (Foucault, citado por Giraldo, 2006). Es una mediación entre los sujetos y las estructuras de dominación (Giroux, citado por Hirsch y Rio, 2015), ya que tiene una característica creativa y potente que no se conforma con el estado existente de cosas.

  7. Que trastoca y desordena el orden de lo sensible. Aquí se ubican las definiciones de Holston y Scott, citados por Muñoz (2011), en las que se pone el énfasis en la fractura que hace la resistencia en lo macropolítico. Proponen una tensión con el orden de lo sensible, porque sus expresiones van más allá de los espacios de desacuerdo público propuestos por el Estado para tal función, sino que da cuenta de manifestaciones de la ciudadanía en sus propios espacios, a veces más ocultos o clandestinos, pero que tienen unos efectos sobre lo social y lo político. Estas resistencias son también pedagógicas y potencian la participación cívica, a partir de la confrontación del poder de los dominadores. El teatro aparece como ejemplo de ello.

  8. La enunciación foucaultiana. En varios de los artículos encontrados fue evidente la influencia de Michel Foucault al momento de conceptualizar la resistencia. En algunos textos se enfatiza en la resistencia como una práctica ética orientada hacia la transformación del individuo y hacia el comando de sí (Foucault, citado por Ferrari, 2017); se piensa también como la capacidad del sujeto para convertirse en constructor de condiciones más coherentes con su desenvolvimiento socio-histórico, es decir, como un ser transformador de su contexto (Zemelman, citado por Ferrari, 2017), y como contraconducta a la gubernamentalidad (Foucault, citado por Contino, 2013), en la que se disputa la conducción en sí misma, pero también la forma en la que nos conducen, como lucha contra los procedimientos que buscan conducirnos a nosotros y los otros. En algunos textos se define un mundo dualista de dominadores y dominados (Popkewitz, citado por Herrera, 2009).

Hasta aquí podría decirse, entonces, que son múltiples las miradas y perspectivas que definen la resistencia en los textos revisados. Pero aún con tantas diferencias, se encontraron elementos comunes que permiten agruparlas y que dan cuenta de la pertinencia de una nueva conceptualización, que es lo que introducimos en el siguiente apartado.

También encontramos que no se hacen notables los esfuerzos por generar conceptualizaciones propias de la resistencia en los artículos que consultamos, sino que se hace uso de lo ya teorizado por autores europeos o estadounidenses, aun proviniendo estas de contextos y épocas distintas. El uso de la resistencia más como palabra que como concepto, fue uno de los hallazgos que más nos motivaron a hacer nuestra propia propuesta o clasificación, recogiendo lo ya producido, pero proponiendo algunas características o miradas que se han derivado de años de trabajo, académico y político, sobre la acción colectiva.

3. Nuestra categorización

Como lo hemos referenciado en otros trabajos (Salazar, 2018), en las ciencias sociales existe una amplia tradición de estudios sobre la acción colectiva, que va desde la clásica publicación en 1850 de la obra de Lorenz Von Stein (1964) “La historia del movimiento social en Francia (1789- 1850)”, pasando por la psicología de masas de Gustave Le Bon (2018), la Teoría de la Elección Racional (TER) de Olson (1992), la Teoría de la Movilización de Recursos (TMR), el modelo de la estructura de oportunidades políticas y el proceso político (Tilly, 2010), los enfoques orientados a los denominados “Nuevos movimientos sociales” en sus vertientes italiana (Melucci), francesa (Touraine) y alemana (Offe), el “análisis de marcos” (Snow et al., 1986), hasta el enfoque contencioso de McAdam et al. (2001).

Existen también otros autores que, si bien no hacen parte explícita de la doctrina de este campo de estudios, sus marcos conceptuales más de corte posestructuralista, posmarxista o de estudios culturales han sido usados en las últimas décadas para pensar fenómenos relacionados con la acción colectiva. Tal es el caso de Foucault, Laclau, Mouffe, Ranciere, De Sousa Santos, Butler, Bourdieu, Zizek, Escobar, Rivera Cusicanqui, entre otros.

A pesar de que en las últimas décadas han emergido intereses de corte resistencialista, los cuales la noción de resistencia aparece más como palabra que como concepto, la verdad es que algo común en los autores y enfoques mencionados es la casi ausencia de la noción, una evidente invisibilización y poco interés por conceptualizarla. Una excepción sería el pensador francés Michel Foucault (2006), para quien el poder es una malla: no está centralizado en el Estado, sino que circula por todo el campo de lo social. De ahí que, para él, si por todos lados hay relaciones de poder, también por todos lados habrá posibilidades de resistencia (Foucault, 2006).

Toda resistencia en Foucault (2006) expresa una “contraconducta”, noción que trabajó al final de su obra, comprendiéndola como una lucha en contra de los procedimientos implementados para conducir a otros, es decir, contra dispositivos y tecnologías de gubernamentalidad. Digamos que si “donde hay poder hay resistencia”, “donde hay gubernamentalidad hay contraconducta”. Pensar la resistencia como contraconducta le permitía a Foucault (2006) encontrar un concepto que articula tanto la dimensión ética como política de la resistencia. Nuestro objetivo en este último apartado es proponer una conceptualización de la resistencia, inspirados en el propio Foucault y otros autores que se han acercado a reflexionar sobre la noción. Si bien, la mayoría de estos autores son europeos o norteamericanos, nuestra intención es ponerlos a dialogar con nuestras propias construcciones conceptuales, inspiradas en nuestros trabajos de campo con sujetos que agencian resistencias desde contextos latinoamericanos.

Entendemos la resistencia como acciones, prácticas, performatividades, que expresan desacuerdos frente a relaciones de poder. Frente a esta definición, hacemos énfasis en la idea de desacuerdo y en la condición política de la resistencia. Recordemos que Rancière (1996) distingue entre policía y política:

La policía es primeramente un orden de los cuerpos que define las divisiones entre los modos del hacer, los modos del ser y los modos del decir, que hace que tales cuerpos sean asignados por su nombre a tal lugar y a tal tarea; es un orden de lo visible y lo decible que hace que tal actividad sea visible y que tal otra no lo sea, que tal palabra sea entendida como perteneciente al discurso y tal otra al ruido (p. 44).

La política por su parte emerge como desacuerdo al régimen policial:

(…) la esencia de la política consiste en perturbar este acuerdo mediante operaciones disensuales, montajes de consignas y acciones que vuelven visible lo que no se veía, muestran como objetos comunes cosas que eran vistas como del dominio privado, hacen que prestemos atención a sujetos habitualmente tratados como simples objetos al servicio de los gobernantes, etc. (Rancière, 2005, p. 56).

En este sentido es que toda resistencia como expresión del desacuerdo a un orden de lo sensible y de lo común, es inmanentemente una acción política. Lo habitual y cotidiano es que vivimos en un mundo policial, en cambio la resistencia es excepcional, de ahí que, si bien donde “hay poder, hay resistencia”, esta última aparece más bien solo como posibilidad, fugaz, esquiva, no común. Las relaciones de poder, que son aquellas que buscan dirigir las conductas de las demás, al final van tejiendo un orden de lo visible, decible, sensible. Las resistencias emergen como desacuerdo a esas relaciones y a esos órdenes. Estas resistencias pueden ser solo acciones que encandilan y trastocan como un acontecimiento algún orden. No obstante, tal vez su mayor potencial emancipatorio, y a su vez su mayor riesgo de volverse policiales, radica en que estas pasan de ser acciones fugaces a performatividades5 y ritualizaciones que construyan nuevos órdenes.

Así como existen diferentes formas que toman las relaciones de poder para dirigir nuestras conductas y emplazar nuestros cuerpos, se crean y reproducen distintas formas de resistencia o contraconductas a estos órdenes de poder. Distinguimos inicialmente dos tipos de resistencia: cotidiana y organizada, para al final realizar una mención sobre las prácticas de sí.

3.1 Resistencia cotidiana

Para pensar la resistencia cotidiana destacamos tres perspectivas: 1) la de James Scott (2000) como infrapolítica, 2) la de Michel De Certeau (2000) como táctica, y 3) la de la escuela de Gotemburgo (Lilja et al., 2017), nombrada explícitamente como cotidiana.

Para Scott (2000), la resistencia cotidiana tiene que ver con una gama amplia de expresiones, conductas, refranes, gestos, burlas, sarcasmos, mitos, rituales, entre otros, que los dominados construyen y utilizan conjuntamente para responder a la hegemonía existente. Esta forma de resistir se evidencia en discursos ocultos a los que no pueden acceder los actores dominantes, pues se lleva a cabo de forma secreta y disimulada; si bien pueden ocurrir o manifestarse en la vida pública, están construidos estratégicamente para que no sean detectados como resistencia y para que la identidad de sus protagonistas no sea descubierta. En su libro “Los dominados y el arte de la resistencia” expone:

Si la dominación es particularmente severa, lo más probable es que produzca un discurso oculto de una riqueza equivalente. El discurso oculto de los grupos subordinados, a su vez, reacciona frente al público creando una subcultura y oponiendo su propia versión de la dominación social a la de la élite dominante (Scott, 2000, p. 53).

Este discurso oculto manifiesta “la infrapolítica de los desposeídos”, que es “el arte de la política encubierta”, ya que por la posición que ocupan dentro de las estructuras de poder les es más efectivo acudir a chismes, burlas, imitaciones, saboteos, danzas, rituales, que a desafiar públicamente a los dominantes, protegiendo sus identidades y creando espacios culturales disidentes que escapan a la vigilancia pública.

Para Scott (2000), este tipo de resistencia cotidiana oculta ha sido una práctica usada histórica y espacialmente por diferentes grupos subalternos, desde esclavos hasta trabajadores en fábricas en el mundo contemporáneo, siendo muchas veces invisible tanto para los opresores como para los teóricos de la acción colectiva que tienden a centrarse en resistencias públicas y espectaculares.

Por su parte, De Certeau (2000) considera que existen procedimientos cotidianos: “tácticas”, “antidisciplinas”, “microlibertades”, que se comprenden como artes de hacer de los sujetos para evadir la dominación. Procedimientos que se convierten en formas silenciosas, anónimas y sutiles de desobedecer, apropiarse o modificar las imposiciones de determinados órdenes y estructuras. Es así, que tanto las tácticas como las herramientas de los débiles y tanto las estrategias como las armas de los poderosos representan en De Certeau (2000) la tensión entre dominados y dominantes.

Distintas maneras de circular, cocinar, leer o habitar serían tácticas de resistencia frente a patrones de vigilancia y control que supuestamente impiden cualquier margen de acción de los sujetos produciendo una sumisión total. Por eso De Certeau (2000) afirma: “siempre es bueno recordar que a la gente no debe juzgársele de idiota” (p. 227), remarcando su tesis central de que los sujetos son inteligentes y no son solo consumidores pasivos, ni están plenamente sometidos a las estrategias que buscan masificarlos y homogenizarlos.

Tanto Scott como De Certeau dejan entrever la intensa influencia de Foucault, reconocida por ambos autores en sus obras. Igualmente, en la última perspectiva de la resistencia cotidiana también se reclama la influencia del autor francés.

Stellan Vinthagen y Anna Johansson son investigadoras de la University West y la Universidad de Gotemburgo en Suecia, y hacen parte de lo que se denomina el Grupo de Estudios sobre Resistencia, que ha centrado su interés en contribuir en lo que podríamos llamar una teoría de la resistencia. Sus planteamientos teóricos se han focalizado en la noción de resistencia cotidiana que, a diferencia de las dos visiones anteriores, desvincula la resistencia del sujeto subalterno, pues, según ellas, esta no proviene de un sujeto, sino de la “combinación de subjetividad, contexto e interacción” (Vinthagen y Johansson, 2013, p. 42). Este tipo de resistencia es difícil de identificar porque “depende de tácticas contextuales, oportunidades, elecciones individuales, temporalidad y son cambiantes y transitorias. No es (todavía) una planificación estratégica a largo plazo de un colectivo que articula un reclamo a un objetivo bien definido” (Vinthagen y Johannsson, 2013, p. 21). La politización de las relaciones sexuales en la vida familiar, hacer música contestataria, expropiaciones, provocar un incendio o ser silenciosamente desleal en el trabajo son ejemplos de estas resistencias cotidianas.

Afirman las autoras:

Proponemos una definición que reserve la resistencia cotidiana a esa resistencia que se realiza de manera rutinaria, pero que no está políticamente articulada ni organizada formalmente (todavía o en esa situación). Es una forma de actividad que a menudo evita ser detectada como resistencia. Pero también podría ser invisible por la sociedad, al no ser reconocido como resistencia (Vinthagen y Johansson, 2013, p. 10).

En este sentido, la resistencia cotidiana se basa en cómo las personas actúan en su vida diaria de formas que puedan socavar el poder, pero sin que lo parezca, a diferencia de las resistencias organizadas.

Podemos condensar esta mirada de la Escuela de Gotemburgo en 3 puntos: 1) la resistencia cotidiana no suele tener una intención política, es semiconsciente. 2) No es contenciosa, tiende a ser oculta, a disfrazar el acto o el actor. 3) No obedece a procesos organizativos formales, no es sostenida, pero puede ser el germen de formas de resistencia que con el tiempo se van tornando más abiertamente confrontativas, públicas, conscientes y leídas como politizadas por la sociedad.

Estas son algunas características que comparten las tres perspectivas de la resistencia cotidiana:

  1. Nivel medio de visibilidad.

  2. No les interesa construir una identidad que sea ampliamente reconocida.

  3. Apelan más a lo oculto o lo secreto, por eso son infrapolíticas.

  4. No configuran identidades políticas, pues no hay un “nosotros” y un “ellos” que se manifiesten explícitamente.

  5. No existe un proceso de colectivización u organización social y política sostenido.

  6. Su nivel de coordinación es medio, pues hay acciones que pueden desarrollarse individualmente, y las que son conjuntas no suelen darse a largo plazo, por lo que no se requiere de la construcción de objetivos puntuales.

  7. No siempre hay conciencia de la acción que se está realizando, ni se requiere de una situación que se perciba como injusta.

En síntesis, y como aproximación a una definición de la resistencia cotidiana, podríamos decir que consiste en acciones, prácticas o performatividades que se configuran desde el ámbito de lo íntimo, donde no se quiere hacer visible públicamente al sujeto de la resistencia, pero que también dan cuenta de un desacuerdo frente a ciertas expresiones de las relaciones de poder. Al no agenciarse de forma necesariamente consciente, no centra su interés en la construcción de relaciones adversariales o antagónicas, por lo cual no configura identidades políticas, a diferencia de las otras categorizaciones aquí presentadas.

3.2 Resistencia organizada

En anteriores trabajos (Salazar, 2018; 2019; Castaño, 2019) usábamos la noción de prácticas colectivas de resistencia, de la misma manera que hoy planteamos el concepto de resistencia organizada. Hemos entendido que la resistencia no solo son prácticas, sino que también pueden ser solo acciones puntuales o performatividades. Por otro lado, a pesar de que siempre eludimos la adjetivación de “organizada” decantándonos por la de “colectiva”, fuimos asumiendo que esta expresión también podría ser pertinente para las resistencias cotidianas, y que por lo tanto la palabra “organizada”, a pesar de su historicidad, sigue siendo la más adecuada para describir este tipo de resistencias.

Siguiendo la conceptualización que hemos venido desarrollando desde hace algunos años en los trabajos referenciados anteriormente, concebimos la resistencia organizada como acciones, prácticas y performatividades que expresan desacuerdos públicos y colectivos frente a relaciones de poder. No son negatividad, por el contrario, son agenciamientos de significados que producen y/o reproducen visiones alternativas del mundo. Entre las características de la resistencia organizada están:

  1. Son desacuerdos frente a significados dominantes que gobiernan las conductas. Por lo tanto, plantean un nosotros y un ellos, elemento clave para la construcción de las identidades políticas (identidades estratégicas, identidades pos-identitarias, performatividades).

  2. No son solo prácticas del aguante o de defensa, las resistencias al decir “no” son creativas y propositivas, producen nuevos significados o recuperan los periféricos, agenciando maneras de existir, prácticas y performatividades.

  3. Postulan que las relaciones de poder pueden ser cambiadas, impugnadas o rechazadas, expresando que el conflicto jamás puede cancelarse y no existe un orden social pleno. Dicho antagonismo social se da porque los significados siempre están en disputa, no existe un cierre absoluto de estos, hay una imposibilidad de fijarlos eternamente.

  4. Pueden ser ético-políticas, o sea que pueden articularse alrededor de luchas molares por transformar las políticas públicas, pero también agenciar procesos de subjetivación, de transformación existencial de corte micropolítico. En tal sentido, aunque no siempre sucede, pueden moverse en ambas segmentaridades lo macro y lo micro, cuando esto sucede es que hablamos de resistencias anfibias.

  5. Siguiendo con lo anterior, las resistencias pueden desplegarse en torno a procesos contrahegemónicos que van por la conquista de instituciones y del Estado, o pueden decantarse por líneas de fuga, éxodos y desafección estatal, ser poshegemónicas. Aunque poco común, también pueden orientarse en procesos de entrada y salida a ambas dimensiones, es decir, ser resistencias estratégicas, que es otra característica de las resistencias anfibias.

  6. Muchas resistencias tienden a ser «romantizadas», así como a los colectivos que las agencian; empero, estas pueden ser contradictorias o ambivalentes. Determinados colectivos en una coyuntura dada pueden plantear desacuerdos frente a ciertos significados dominantes, pero a la vez pueden reproducir, en otros contextos, expresiones de injusticia o exclusión. Es decir, a veces resisten a determinados órdenes de dominación, pero al mismo tiempo abrazan otros. De ahí que las resistencias deben analizarse de manera interseccional: existen feministas racistas, sindicalistas homofóbicos, ecologistas clasistas, indígenas misóginos. Por esto, las resistencias no son “bonitas”, “buenas”, “puras”, “emblemáticas” en sí mismas, sino que deben ser evaluadas en las coyunturas específicas en las que emergen.

  7. Como donde hay poder existen posibilidades de resistencia, ya que ambos están inevitablemente articulados histórica, política y culturalmente, las resistencias no pueden ser analizadas de forma autónoma. Siempre debe develarse esa interacción e interdependencia que se posee con los dispositivos, tecnologías, racionalidades, instituciones y prácticas de dominación.

3.3 Prácticas de sí, re-existencias y soberanías existenciales

Recordemos que Foucault (2000a) definió las prácticas de gobierno como “técnicas y procedimientos para dirigir la conducta humana” (p. 81). La conducta puede referirse a dos cosas:

Es la actividad consistente en conducir, la conducción, pero también es la manera de conducirse, la manera de dejarse conducir, la manera como uno es conducido y, finalmente, el modo de comportarse bajo el efecto de una conducta que sería acto de conducta o de conducción (Foucault, 2006, p. 223).

Es decir, tiene que ver con cómo conducimos las conductas de los otros o cómo se nos dirigen las nuestras, pero también con cómo dirigimos nuestras propias conductas. Por esto distinguió dos tipos de prácticas de gobierno:

  1. Las prácticas de poder que son “los métodos y técnicas usados en distintos contextos institucionales para actuar sobre la conducta de los individuos, tomados de manera separada o en grupo, para moldear, dirigir o modificar la forma de conducirse a sí mismos” (Foucault, 2000b, p. 463).

  2. Las prácticas de sí, que:

Permiten a los individuos llevar a cabo por sus propios medios, o con la ayuda de otros, un cierto número de operaciones sobre sus cuerpos o almas, pensamiento, conducta y forma de ser, para transformarse a sí mismos y así lograr cierto estado de felicidad, pureza, sabiduría, perfección o inmortalidad (Foucault, 2000b, p. 225).

A través de las prácticas de sí, es que podemos ir esculpiendo como sujetos una estética de la existencia, hacer de las prácticas y del cuidado de sí prácticas de libertad. Es en este plano en donde la resistencia se torna re-existencia, como la auto creación de una forma de vida en el marco inevitable de las relaciones de poder. Es decir, la resistencia como soberanía existencial.

Siguiendo las ideas expuestas, podemos intentar establecer relaciones entre la resistencia como práctica de sí y las resistencias cotidianas y organizadas, ya que todas estas no son necesariamente excluyentes:

  1. Las resistencias pueden ser individuales o colectivas.

  2. Las resistencias colectivas pueden ser cotidianas u organizadas.

  3. No toda resistencia individual implica prácticas de sí, ya que esta requiere ejercicios repetitivos de autocontrol, autodisciplina y conciencia que lleven a una transformación del sujeto. Existen resistencias individuales que solo son desacuerdos y acciones puntuales.

  4. Cuando las prácticas de sí se agencian colectivamente, podemos hablar de micropolíticas, ya que estas implican transformaciones con las relaciones que establecemos. Por ejemplo, con la naturaleza, la música, la sexualidad, la familia, la política, los consumos, el amor, el conocimiento, etc. Toda micropolítica es una ética y está muy relacionada con las prácticas de sí.

  5. No toda resistencia colectiva implica prácticas de sí. Dentro de las resistencias cotidianas u organizadas pueden o no darse prácticas de sí mismas. Existen resistencias que implican procesos de transformación existencial, pero otras se centran más en transformar aspectos exteriores al propio sujeto de la resistencia. Es decir, pueden tender más a transformar a otros o las políticas públicas, a imaginarios, significados, etc.

4. Conclusiones

El artículo permitió hacer un recorrido por dos momentos que buscan dar cuenta del panorama de la noción de resistencia. El primer momento se basó en la revisión documental de artículos científicos que abordan la resistencia, en el cual encontramos múltiples e importantes desarrollos frente a la naturaleza de los textos, sus temas, los sujetos que agencian la resistencia, las formas en que la nombran o adjetivan, sus principales influencias teóricas y las características centrales de sus definiciones.

En este momento concluimos que existen definiciones que pueden centrarse en la oposición, la re-existencia, la desobediencia no violenta, la insurgencia, la creación, el trastocamiento del orden de lo sensible, o que acogen una visión foucaultiana de la misma. Sin embargo, existe un interés más centrado en las características de la resistencia, que en su propia conceptualización. La mayoría de los artículos retoma las conceptualizaciones realizadas por autores europeos, y le van sumando algunos aspectos que emergen en los contextos que se estudian, lo que da cuenta de los retos alrededor de la actualización del concepto. En tal sentido, evidenciamos que existen importantes desafíos epistémicos, metodológicos y políticos con respecto a esta noción, ya que la tarea de la construcción de conocimiento debe implicar el ejercicio creativo, la problematización y el uso crítico de la teoría que leemos y que ponemos en relación con nuestros propios contextos, más no la mera reproducción de los discursos ya construidos para que se vuelvan intocables, o como práctica de eterna validación de otros marcos interpretativos a partir de las experiencias que investigamos.

Por otra parte, asumiendo el reto de la conceptualización ya planteado, presentamos una propuesta distinguiendo 3 formas de la resistencia: como práctica de sí, cotidiana y organizada. La primera claramente expuesta por Foucault, la segunda conceptualizada por autoras/es que se inspiraron en él, y la tercera toma algunos elementos foucaultianos, pero articulados a otras construcciones propias del Colaboratorio Pluriversos, Cultura y Poder inspiradas en otras literaturas.

Así, este artículo emergió con la intención de ordenar parte de la producción académica con relación a la noción de resistencia, para reconocer sus principales rasgos y formas de concebirla. Nos dimos cuenta de que, tal vez como parte de los efectos que tiene la colonialidad del saber en nuestro contexto latinoamericano, se acude fundamentalmente a la citación de los marcos interpretativos europeos para confirmar tales lecturas desde las realidades de estas latitudes. Sin embargo, no se generan esfuerzos que vayan más allá de la ejemplificación, y así construir otras conceptualizaciones posibles. No hay una conexión fuerte con la producción académica local, y será necesario seguir indagando en las razones de tal práctica.

Adicionalmente, resultó un gran aprendizaje para nosotras/os el reconocimiento de múltiples procesos que agencian la resistencia en Latinoamérica. Por esta misma razón nos parece valioso y urgente seguir nutriendo las conceptualizaciones de dicha noción, para permitir el diálogo permanente entre teoría y práctica, entre conocimiento y experiencia, entre teoría y política.

Finalmente, vale la pena mencionar el lugar del sujeto individual para pensar la resistencia, ya que en la producción académica analizada se reconoce que existen expresiones individuales de los desacuerdos que hacen que de formas conscientes o involuntarias se construyan y fortalezcan apuestas ético-políticas que inciden en la realidad. Así mismo, los colectivos y las organizaciones sociales son centrales para hacer posibles las resistencias que se agencian, especialmente aquellas que se sostienen en el tiempo, ya sea porque se convierten en prácticas o performatividades habituales, o porque se construyen agendas sostenibles en el tiempo. El diálogo entre lo personal y lo colectivo ocupa un lugar fundamental para comprender y potenciar dichos agenciamientos.

Ofrecemos esta propuesta para que pueda ser retomada, debatida y retroalimentada por quienes viven y agencian la resistencia, así como por las comunidades académicas que tienen interés en seguirla conceptualizando. La resistencia no es solo aguante, es creación permanente, también desde el ejercicio teórico.

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Notas:

3Cabe aclarar que en este artículo no se busca invisibilizar las múltiples construcciones académicas y teóricas sobre, por ejemplo, el concepto de “resistencia civil”, que ha sido ampliamente desarrollado por autores como Michael Randle (que se cita aquí en un par de artículos), Mahatma Gandhi, Martin Luther King, Jean-Marie Müller, Henry Thoreau, entre otros. Tales autores y categorizaciones no aparecen en este artículo con reiteración, debido a los criterios construidos para el proceso de revisión documental, y también porque la propuesta que aquí se presenta tiene que ver con los ámbitos o niveles de la resistencia, desde lo cotidiano, lo personal y lo organizado, mas no con todas las expresiones de la misma.

4La naturaleza del texto se refiere a su objetivo o intencionalidad fundamental, que para nuestro caso enfocamos en aquellos que se centraban en sujetos o prácticas que agenciaron la resistencia, o en los que tenían un interés puramente teórico o conceptual.

5Con esta noción nos referimos a la conceptualización de Butler (2007) que hace referencia a una repetición ritualizada y obligatoria en función de normas sociales establecidas. Al ser acciones reiteradas, estas son naturalizadas y, por ende, normalizadas. Por tanto, así como en la vida cotidiana se reproducen performatividades impuestas, la resistencia implica agenciar performatividades disidentes.

Notas:

6Salazar-Rendón, M. A. y Castaño-Urdinola, J. T. (2023). Resistir no es aguantar: en busca de la noción de resistencia. Sociedad y economía, (50), e10111995. https://doi.org/10.25100/sye.v0i50.11995

Financiación La investigación fue financiada por el Colaboratorio Pluriversos, Cultura y Poder.

Origen Artículo derivado de nuestras tesis de doctorado y maestría respectivamente. Agradecemos al grupo de investigación: Perspectivas Políticas, Éticas y Morales de la Niñez y la Juventud (Universidad de Manizales- CINDE).

Recibido: 02 de Marzo de 2022; Aprobado: 07 de Junio de 2023

1

Magíster en Estudios Culturales.

2

Magíster en Justicia social y construcción de paz.

Conflicto de interés

Los autores declaran no tener ningún conflicto de interés en la publicación de este artículo

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