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Memorias: Revista Digital de Historia y Arqueología desde el Caribe

On-line version ISSN 1794-8886

memorias  no.26 Barranquilla May/Aug. 2015

https://doi.org/10.14482/memor.26.7263 

DOI: http://dx.doi.org/10.14482/memor.26.7263

Narrativas y sondeo del capitalismo-estadounidense sobre los recursos naturales de Puerto Rico (1898-1917)

The American-Capitalist Narratives and Prospection of Puerto Rico's Natural Resources (1898-1917)

José Anazagasty Rodríguez

Catedrático Asociado en el programa de Sociología del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico, San Juan (Puerto Rico) Recinto Universitario de Mayagüez. Es especialista en sociología ambiental, estudios americanos y teoría social. Ha realizado investigaciones en la retórica imperialista estadounidense y en la producción capitalista de la naturaleza en Puerto Rico. Mail: jose.anazagasty@upr.edu.

Recibido el 27 febrero de 2015
Aprobado el 14 de mayo de 2015


Resumen

Después de la Guerra Hispanoamericana varias editoriales, revistas y periódicos divulgaron múltiples textos sobre Puerto Rico, los mismos que participaron de la articulación del imaginario imperialista-colonialista estadounidense y el establecimiento de la modalidad colonial de ese país en el territorio caribeño. El presente artículo aborda dicha literatura imperial para examinar sus representaciones de la naturaleza y su relación con la producción capitalista de la naturaleza en tiempos en que Puerto Rico experimentaba la gestión imperial más directa de los Estados Unidos (1898-1917). Se analiza cómo los autores de esa literatura imperial transformaron la naturaleza en recurso (resourcing), a la vez que inspeccionaron y catalogaron los recursos disponibles en Puerto Rico para luego asignarle un valor particular. Con ese proceder contribuyeron a la dominanción formal de esos recursos bajo las redes del capitalismo del imperio estadounidense.

Palabras claves: Puerto Rico, Guerra Hispanoamericana, producción de la naturaleza, manejo de los recursos naturales, imperialismo, colonialismo, literatura imperial.


Abstract

After the Hispano-American War various publishers, magazines, and newspapers disseminated multiple writings about Puerto Rico, which participated of the articulation of the American imperialist-colonialist imaginary and the institution of the American colonial project in Puerto Rico. This article approaches this imperial literature to examine its representations of nature and its relationship to the capitalist production of nature when Puerto Rico was still part of the American direct empire (1898-1917). It analyzes how the authors of these writings contributed to the resourcing of nature, as well as to the supervision and cataloging of the available resources to then assign value to these resources. As such, they contributed to the formal incorporation of these resources to the circuits of American capital.

Keywords: Puerto Rico, Hispano-American War, production of nature, natural resource management, imperialism, colonialism, imperial literature.


Resumo

Depois que os hispano-americanos guerra várias editoras, revistas e jornais relataram vários textos sobre Puerto Rico, o mesmo que participou do imaginário comum US imperialista-colonialista eo estabelecimento do modo colonial desse país o território caribenho. Este artigo aborda essa literatura sus representaciones imperiais para examinar a natureza e sua relação com a produção capitalista da natureza num momento em que Porto Rico experimentou a administração imperial mais directa dos Estados Unidos (1898-1917). Discute como os autores desta natureza imperial literatura transformado recursos (mobilização de recursos), assim como inspeccionados e catalogados recursos disponíveis em Puerto Rico em seguida, atribuir um valor particular. Em suas actividades contribuíram para a dominanción As redes formais tais recursos sob o capitalismo do império americano.

Palavras chave: Porto Rico, guerra hispano-americana, producão Natureza, gestão de recursos naturais, imperialismo, colonialismo, literatura imperial.


Introducción

Después de la Guerra Hispanoamericana en 1898 varias casas publicadoras, revistas y periódicos divulgaron numerosos escritos -crónicas de guerra, narrativas de viaje, reportajes periodísticos y libros didácticos- que recogían las experiencias y observaciones de varios estadounidenses en Puerto Rico, Cuba y Filipinas. Los autores de esa literatura imperial pusieron en articulación el imaginario colonialista inaugural del imperialismo transcontinental estadounidense. Son por ello un objeto de estudio imprescindible para la historia de lo imaginario en torno al 1898 propuesta por Arcadio Díaz.1 Este afirmó también la necesidad de examinar diversas zonas oscuras del 98, entre las que considero fundamentales las relaciones humanas con la naturaleza.

Los estudiosos de los textos estadounidenses se han centrado, principalmente, en la productividad del discurso colonialista con respecto a la subjetividad o a las identidades, tanto de los puertorriqueños y españoles como de los estadounidenses. Estos estudios han contribuido al conocimiento sobre cómo el contacto imperial entre Estados Unidos y Puerto Rico fue constitutivo de las identidades de los estadounidenses, los españoles y los puertorriqueños, entre otros. Pero, la constitución e identificación de la naturaleza en el contexto de esa relación apenas ha sido examinada. Este ensayo se propone explorar esa zona oscura, particularmente con respecto a cómo los estadounidenses produjeron la naturaleza colonial.

Una gran cantidad de los escritos sobre las nuevas posesiones de Estados Unidos fueron dedicados a Puerto Rico, también llamado Porto Rico por el nuevo imperio.2 Los autores de dichos escritos más allá de participar en la elaboración del imaginario colonialista, contribuyeron a forjar dicho proyecto estadounidense en la isla.3 Por ejemplo, la ideología y el discurso colonial articulado en aquellos textos, productivos, delinearon las formas de gobierno para los territorios coloniales, incluyendo a Puerto Rico por lo que existe una correspondencia entre las estrategias ideológicas y discursivas a las que recurrieron sus autores y el diseño concreto que tomaron esos gobiernos.4

Pero, esa delineación incluía, además, el diseño de la administración económica apropiada para esas colonias. Efectivamente, muchos de los escritores de los textos sobre Puerto Rico concibieron la economía colonial como un asunto de gobierno. Por ejemplo, Edward S. Wilson comenzó su capítulo sobre las condiciones materiales de Puerto Rico, precisamente, estableciendo esa relación: It may be proper to give here, some attention to the subjects with which government deals -to revenues, expenditures, property, trade, agriculture, and industry-for they reflect upon the field of politics somewhat of the quality and scope5 Otro ejemplo, es el de William Dinwiddie quien en la introducción a su libro escribió:

It has been the writer's earnest desire, in the accompanying pages, which relate exclusively to our new possession, Puerto Rico, to place before the reader as complete a presentation as possible of the industrial, commercial, political, and social conditions existing on the island today; together with sufficient facts, figures, and comparisons of past institutions to give those personally interested in the future development of the fertile isle a comprehensive grasp of the administrative problems which confront us, and the possibilities for embarking of American business enterprises.6

Esas condiciones y posibilidades económicas mencionadas por Dinwiddie fueron discutidas por la mayoría de los autores de los escritos sobre Puerto Rico en el periodo estudiado. Muchos aderezaban sus evaluaciones con el propósito de incitar a la inversión de capital en dichos territorios.7 Estos ayudaron a construir una base de conocimiento sobre la economía de la Isla, tarea compartida por dos comisiones enviadas a Puerto Rico: la Comisión Insular y la Comisión Carroll. Uno de los objetivo de estas comisiones era, justamente, inspeccionar los recursos económicos del recién adquirido territorio y evaluar su potencial económico.8 Ambas comisiones, así como la literatura imperial, estaban comprometidas con la integración de Puerto Rico a los circuitos del capitalismo estadounidense y con la realización y legitimación de su intervención imperial. Asimismo, dichas comisiones reportaron la necesidad de constituir instituciones crediticias, endorsar la modernización de la infraestructura local, revisar el sistema de contribuciones y diseñar incentivos económicos. También favorecieron que se les facilitara a los estadounidenses invertir capital y establecer negocios en Puerto Rico. Por su parte, los autores de los textos que componen la literatura imperial hicieron sugerencias similares a las propuestas por dichas comisiones. Estos consideraron la producción, distribución, intercambio y consumo de bienes, el manejo de los recursos humanos y naturales y la organización de un sistema económico apropiado para el recién adquirido territorio. Muchos de ellos dedicaron gran parte de sus obras a describir la situación de los procesos de producción predominantes, las condiciones de los trabajadores disponibles, la tecnología existente y los recursos naturales rentables. También proyectaron las posibilidades económicas de Puerto Rico, destacando el potencial de la producción de café, azúcar y tabaco.

Previo al presente ensayo, varios estudiosos de la literatura imperial estadounidense sobre Puerto Rico han destacado la participación de la misma en la delineación de sus políticas económicas. José Anazagasty,9 Carlos I. Hernández 10 y José E. Martínez11 conectaron las prácticas de significación de los textos estadounidenses con las manifestaciones económicas del capitalismo colonial, incluyendo el manejo de los recursos naturales de Puerto Rico. Manuel Valdés Pizzini12 también planteó una correspondencia entre la silvicultura y los textos estadounidenses sobre el recién adquirido territorio, específicamente entre las estrategias retóricas y discursivas para representar los bosques y el manejo actual de los mismos por las agencias estadounidenses. En conjunto, los estudiosos de la literatura imperial demostraron que las representaciones atadas al imaginario colonialista estadounidense participaron activamente de la organización y el ordenamiento de la colonia, proveyendo conocimiento e información valiosa para ello a nivel local y federal. Estos también facilitaron datos útiles para los inversionistas potenciales, animando, afirmando y legitimando la intervención capitalista, colonial e imperialista estadounidense. Al mismo tiempo, prescribieron políticas económicas como se verá enseguida.

La literatura imperial estadounidense fue, por tanto, parte de la elaboración e institución del proyecto colonial estadounidense en la Isla, de los esfuerzos para concebirlo, justificarlo y concretarlo. Los autores y sus textos fueron, por un lado, actantes notables en la interpretación, representación y explicación estadounidense de las dinámicas sociales coloniales. Y, por otro lado, participaron de los esfuerzos para reorganizar y distribuir los recursos de Puerto Rico en base a las diferenciaciones sociales de sus interpretaciones de esas dinámicas en la colonia. La literatura imperial fue parte de una elaboración cultural en el sentido gramsciano: un proceso para manufacturar y reproducir una compleja concepción del mundo y una hegemonía para facilitar el proyecto colonial en el contexto de la posguerra y que definió a los puertorriqueños como sujetos coloniales.13 Esa concepción hegemónica incluía, al mismo tiempo, la prescripción de las relaciones sociales, políticas, económicas y culturales entre los estadounidenses y los habitantes de Puerto Rico. Al hacerlo, sus productores ocasionaron, simultáneamente, una concepción particular de las relaciones humanas con la naturaleza que definió a esta última como objeto de colonización y explotación, instituyó las relaciones sociales, políticas, económicas y culturales entre los actantes sociales y la naturaleza y especificó las formas de su usufructo.

Este ensayo es precisamente acerca de dicha concepción y de la aportación de la literatura imperial a la concreción del proyecto colonial estadounidense en Puerto Rico, destacando la relación entre las prácticas de sus autores para resignificar la naturaleza y las gestiones políticas y económicas del capitalismo colonial en el campo del manejo de los recursos naturales. Dicho de otro modo, este ensayo da cuenta de las conexiones entre las representaciones estadounidenses de la Isla y sus recursos naturales y la producción capitalista de la naturaleza cuando Puerto Rico era todavía parte directa del imperio estadounidense14 (1898-1917).

Este ensayo es también una aportación a los estudios sobre la producción capitalista de la naturaleza. En esta tradición, la relación entre una formación social capitalista y el ambiente es analizada como un proceso material por el cual la naturaleza es integrada a los procesos económicos mediante prácticas productivas y el manejo de recursos. Pero, las formas en que esa integración es mediada por procesos culturales ha sido examinada muy pocas veces. Este ensayo dirige la atención a esa mediación, y examina las forma en que los textos estadounidenses sobre Puerto Rico, como productos culturales, participaron de la integración de la naturaleza a los procesos económicos del capitalismo colonial.

Para examinar la producción ideológica y discursiva de la naturaleza por parte de los estadounidenses se recurrió al análisis exploratorio y cualitativo del contenido de una muestra selectiva de los numerosos textos sobre Puerto Rico escritos por los estadounidenses. Esta técnica, que permite el análisis y la descripción ordenada de los textos, permitió arrojar luz sobre la construcción y significación que se le imprimió a la naturaleza en dichos textos, así como su modo de producir los significados mencionados.

La naturaleza y el problema imperial

Un tema recurrente en la literatura estadounidense sobre Puerto Rico en esa época fue el llamado problema imperial: ¿cómo constituir un gobierno en unas islas cuyas poblaciones no se les reconocería la ciudadanía estadounidense y que, dado el tamaño de esas poblaciones, no podían ser desplazadas por el asentamiento de ciudadanos estadounidenses?15 Asimismo, ¿cómo instituir la gerencia económica de Puerto Rico y, con ello, el manejo de sus recursos naturales?, era parte de aquel problema. El asunto de la administración colonial apropiada no estaba entonces únicamente atado al gobierno de los sujetos coloniales, sino también a la gestión ambiental, a la restructuración y el ordenamiento de la naturaleza y sus recursos.

La administración colonial contempla la circunscripción, el abordaje y el usufructo de la naturaleza o lo que podría entenderse como la transformación del sistema socio-ecológico de la periferia colonizada para subsumir o integrar sus recursos a las redes del capital. Uno de los objetivos de esa transformación es concretar el control del centro sobre el flujo de recursos naturales y la materia prima provenientes de la periferia colonial, lo que John Bellamy Foster llama el imperialismo ecológico16 y José Atiles-Osoria llama colonialismo ambiental.17 Estos materiales, recursos o bienes son insertados, por un lado, al campo de la administración colonial y, por otro, al proceso atado a esa administración en el que esos bienes son integrados a los circuitos del capital. En el contexto del capitalismo ambas inserciones presuponen la inclusión de la naturaleza y su manejo al orden de la razón científica y tecnológica: a su racionalización. Se trataba de la construcción, del examen y del uso de la naturaleza como objeto de la ciencia y la tecnología, una cosificación que permite regularla, simplificarla, disciplinarla y manejarla. Es también lo que la convierte en un bien o recurso disponible para la acumulación de capital, lo que Donna Haraway, siguiendo a Zoe Sofoulis, llamó resourcing, la conversión de la naturaleza en una cosa útil, pasiva, inactiva, inanimada y manejable, materia prima de la producción capitalista.18 La administración colonial involucra, entonces, la producción capitalista de la naturaleza y contribuye a instituir las formas en que la naturaleza es alterada, capitalizada, circulada, intercambiada y consumida, material y culturalmente, como bienes en términos de la lógica abstracta de su valor de intercambio en el mercado capitalista.19 El colonialismo es una de las estrategias primarias para la subordinación formal de la naturaleza porque facilita la acumulación de capital mediante la apropiación de los valores de uso en la colonia y la expansión continua de la conversión de la naturaleza en materia prima para el proceso de producción capitalista. Por supuesto, esta subordinación formal abre el camino a la subordinación real de la naturaleza a las redes del capital que implica la sucesiva circulación de capital a través de la naturaleza -la capitalización de la naturaleza- y la consecuente circulación de la naturaleza a través del capital, su flujo como bienes tanto concretos o potenciales en los circuitos capitalistas.20

La colonización estadounidense de Puerto Rico no fue excepcional en este particular. Es innegable que la invasión y ocupación estadounidense de Puerto Rico en el contexto de la Guerra Hispanoamericana de 1898 y su rápida integración al imperio directo estadounidense estuvieron guiadas, primordialmente, por los intereses militares y geopolíticos de ese centro imperial.21 Sin embargo, los estadounidenses, consideraron, asimismo, el potencial económico de Puerto Rico, incluyendo el de sus recursos naturales. En consecuencia, dirigieron parte de sus esfuerzos a la transformación del sistema socio-ecológico de la Isla para garantizar su control sobre el flujo de los recursos naturales y otras condiciones para la producción capitalista, entre estas, la infraestructura y la fuerza laboral.

Al mismo tiempo, el manejo de los recursos naturales de Puerto Rico estuvo presente en varios debates del Congreso, informados por las comisiones gubernamentales enviadas a Puerto Rico.22También fue parte de la agenda de los administradores coloniales, o sea, de los gobernadores asignados por el gobierno federal estadounidense. El manejo de los recursos naturales fue, asimismo, atendido en los círculos académicos y científicos.23 Finalmente, y como explico a continuación, la administración de los recursos naturales estuvo muy presente en la literatura imperial acerca de Puerto Rico. Pero, antes de proceder a esa relación es preciso aclarar el rol de esos textos en el proceso de la producción capitalista de la naturaleza.

La interrelación entre una formación social atada al modo de producción capitalista y su entorno biofísico no está constituida únicamente por la integración directa de las condiciones ecológicas a los procesos económicos mediante prácticas productivas y el manejo de recursos. Esa integración es mediada por diversas prácticas culturales.24 Es indudable que las condiciones instituidas por la expansión de la reproducción de capital prescriben la magnitud e intensidad del usufructo de los recursos y la transformación del ecosistema. No obstante, el usufructo, y con ello la acumulación de capital, es mediada por la organización cultural de una formación socio-cultural específica que, a su vez, configura los medios y las relaciones de producción. Dicha organización cultural es, empero, influida y transmutada intensamente por el modo de producción capitalista a medida que se expande y se intensifica la racionalidad, económica y científica, característica del modo de producción capitalista en la cultura occidental. En cualquier caso, la cultura interviene en la interrelación entre una formación social y su entorno biofísico. La integración o dominación formal y, luego, concreta de los recursos naturales de Puerto Rico a los circuitos del capital, particularmente del capital nacional estadounidense, fue entonces mediada no solo por las prácticas productivas y el uso de recursos típicas del capital, sino además por diversas prácticas culturales estadounidenses y puertorriqueñas, entre ellas la literatura imperial sobre Puerto Rico.25 Si bien la producción capitalista-colonialista de la naturaleza es un proceso que requirió cambios en las condiciones materiales de la Isla esta trascendió los mismos, involucrando la producción y reproducción de ideologías, discursos y representaciones de lo socio-natural, que participaron de la institución de la naturaleza colonizada: la naturaleza capitalista. Por tanto, se trata de un proceso que aúna elementos materiales y culturales. La literatura imperial estadounidense sobre Puerto Rico contribuyó activamente a esa producción movilizando, entre otras figuraciones, tropos y alegorías.26

Alegorías: la visualización y el ordenamiento del paisaje isleño

Los escritos que componen la literatura imperial estadounidense sobre Puerto Rico aunque enmarcados en el realismo descriptivo produjeron una visión estética del paisaje isleño articulado a través de varias imágenes y representaciones que puntualizaron su riqueza simbólica y material.

Con tales figuraciones los autores integraron el paisaje tropical de Puerto Rico, ajeno y difuso para muchos estadounidenses, al ámbito de sus corrientes culturales. Frederick A. Ober, por ejemplo, describió la Isla como terra incógnita27 Pero él y otros autores la exploraron y la describieron de acuerdo con tropos muy usados en los Estados Unidos y frecuentes en el discurso colonial -entre estos la imagen del Jardín del Edén- para tornarla familiar o conocida. Al describir Puerto Rico como un huerto paradisiaco lo integraron a lo que Carolyn Merchant llamó la narrativa de la caída y restauración del Edén, un relato cardinal de la cultura estadounidense y sus concepciones de las relaciones humano-naturaleza.28

Merchant ha demostrado que, desde el siglo 11 al presente, los colonos del nuevo mundo se dieron a la masiva tarea de reinventar todo el globo terráqueo a partir de la imagen cristiana del Edén, lo cual ha sido parte de la expansión territorial de los Estados Unidos. Ese proyecto colosal estaba enraizado en las tradiciones judeo-cristianas, particularmente en la versión de la narrativa de la caída y recuperación del Edén que surgió en el siglo 11 con la revisión cristiana de las narrativas acerca de la naturaleza y la sociedad en el corpus literario y filosófico greco-romano. La narrativa edénica implica no solo la redención de Adán y Eva, expulsados por Jehová del Edén, sino la restauración de la salud, la reclamación de la tierra y la recuperación de la propiedad. La trama de la narrativa de la caída y la recuperación plantea el épico y agotador regreso de los humanos al Paraíso mediante el trabajo en la tierra y la transformación de la naturaleza.

Los restauradores, guiados por la doctrina cristiana de la salvación -a la que luego acoplaron narrativas de las invenciones e intervenciones de la ciencia, la tecnología y el capital- convirtieron en una meta necesaria la recuperación y restauración del famoso jardín, para convertir la naturaleza misma en un enorme, cultivado y aculturado jardín. En dichas narrativas la ciencia y la tecnología aportaban los medios para dominar la naturaleza y recuperar los derechos sobre el Edén perdido. En esa lógica narrativa, el capitalismo era visto como un movimiento de regreso al Edén desde el desierto o desde el wilderness, impulsado por la transformación de la naturaleza subdesarrollada a un estado de civilidad. En fin, para Merchant tres sub-tramas configuran la narrativa de la caída y recuperación del Edén: la religión cristiana, la ciencia moderna y el capitalismo.

Esta narrativa edénica es cónsona con la cosmovisión occidental dominante típica de la era de la exuberancia29 La misma está atada a la noción antropocéntrica de una naturaleza vasta y abundante cuyo destino es ser conquistada por los humanos y ser convertida en un almacén de recursos disponibles para su usufructo. El proyecto de recuperación o restauración del Edén se alinea divinamente a la concepción de la civilización como un aparato cultural para la administración, supervisión y control racional de la naturaleza y sus recursos. Desde esa perspectiva el fin de la naturaleza es la civilización, convertirse en un artificio refinado. Como explica Merchant:

Civilization is the final end, the telos, toward which 'wild' Nature is destined. The progressive narrative undoes the declension of the Fall. The 'end of nature ' is civilization. Civilization is thus nature natured, Natura naturata -the natural order, or nature ordered and tamed. It is not longer nature naturing, Natura naturans-nature as creative force. Nature passes from inchoate matter endowed with a formative power to a reflection of the civilized natural order designed by God.30

De forma similar, los autores de los textos estadounidenses sobre Puerto Rico se valieron de la narrativa edénica para convertir la naturaleza isleña en el reflejo de un orden civilizado, natura naturata. En sus escritos, tanto Puerto Rico como sus habitantes estaban destinados a ser civilizados, aculturados, cultivados y, por ende, colonizados. Aparte de convertir el paisaje de la recién adquirida colonia en un objeto familiar (un jardín), el tropo justificó, apelando a la jardinería, la colonización de la naturaleza isleña y sus habitantes. La etimología de la palabra colonizar traza una conexión sugerente con las palabras colonus y colere, labrador y cultivar, correspondientemente. La jardinería representaba para el nuevo colonus -los estadounidenses- el conjunto de técnicas necesarias para el control y manejo de los recursos naturales de la nueva colonia. Era la alegoría ajustada a la práctica de cultivar o aculturar la naturaleza apropiada y expropiada.

La jardinería incluye la construcción de un espacio, de un jardín. La narrativa edénica de los textos estadounidenses produjo, en efecto, a través de varias geografías imaginativas,31 espacios: el ordenamiento territorial y colonial del paisaje puertorriqueño. Esas geografías enmarcaron o encuadraron la naturaleza, desvelaron el paisaje de formas particulares para hacerla inteligible, visible y familiar a los lectores estadounidenses.32 Dicho encuadre -racional e instrumental-convirtió además a la naturaleza en una cosa u objeto útil, adecuado para la inspección, codificación, cálculo y regulación que requería su inserción a los circuitos del capital. La naturaleza apareció, entonces, como un espacio de orden y organización, un jardín, que la hacía accesible a los estadounidenses, pero también a los capitalistas. Ya se trataba, a la altura del 1898, de lo que Henri Lefebvre llamó la producción capitalista del espacio.33 Pero, la producción del espacio es siempre corolario de cierta producción de la naturaleza.34 Tal como se indicó, existe una conexión entre la narrativa de la caída y recuperación del Edén y las formas en que la naturaleza es producida en este contexto colonizador.

Es indudable que en aquellos textos la sub-trama sobresaliente era la del ordenamiento capitalista de la naturaleza, la producción de una natura naturata capitalista. Para sus autores, se trataba del desarrollo de una naturaleza que consideraron subdesarrollada, pero abarrotada de recursos valiosos para la acumulación de capital, bienes que inspeccionaron, sondearon y valorizaron cuidadosamente. Las alegorías de la naturaleza usadas por los autores de los textos estadounidenses sobre Puerto Rico, imágenes que implicaban su cosificación, también resaltaron la manejabilidad capitalista de la naturaleza. Estos escritores transformaron la naturaleza en recursos para la apropiación y explotación comercial, en medios de producción y acumulación.

La administración colonial y el manejo de los recursos

Los autores de la literatura imperial sobre Puerto Rico, inspirados por la noria capitalista, consideraron y pronunciaron el potencial económico de la colonia, determinado por su inspección, sondeo y evaluación de las condiciones de producción en Puerto Rico: naturaleza, infraestructura y fuerza laboral. Al hacerlo sus textos operaron como convites a la inversión de capital. Eran textos seductores, usados para cautivar a los inversionistas y comerciantes potenciales e interesarlos en las posibilidades agrícolas, comerciales e industriales del nuevo territorio.

Como ha quedado dicho, aunque los autores de los textos consideraron diversas posibilidades económicas, la mayoría destacó el potencial económico de la producción agrícola en Puerto Rico, particularmente del café, el azúcar y el tabaco. Para ellos el potencial económico de la industria y la manufactura en Puerto Rico era limitado. Para Edward S. Wilson: Porto Rico is an agricultural land, and may never count on achieving any importance beyond what can be extracted from the soil.35 Y añadió: The prosperity of Porto Rico will be proportioned to the cultivation of the soil. Por su parte, para Albert G. Robinson: Porto Rico is evidently a farm, and not a workshop. Its resources are almost exclusively agricultural36 De hecho, las autoridades coloniales dirigieron sus esfuerzos al sector agrícola y casi toda la inversión de capital estadounidense fue empleada en el mismo.37 En sus esfuerzos por convertir a Puerto Rico en una colonia agrícola rentable, la administración colonial, arraigada en la racionalización del proyecto colonial, movilizó varias disciplinas científicas, incluyendo la silvicultura, la botánica, la geología, la meteorología, y, por supuesto, las ciencias agrícolas. Con la aportación de diversos científicos se institucionalizó en Puerto Rico el manejo de recursos, una gestión ambiental colonial-utilitaria. Como plantea J. R. McNeill los administradores coloniales estadounidenses le dieron énfasis a las ciencias agrícolas, movilizadas para resolver problemas de la agricultura, así como para sostener y aumentar la productividad agrícola de las colonias.38 Al mismo tiempo, los científicos, como los autores de la literatura imperial, participaron de la identificación, inspección, catalogación, sondeo y valorización de los recursos naturales y agrícolas de la estrenada colonia.39 Por tanto, los científicos contribuyeron a la inclusión de la naturaleza y el manejo de la misma al orden de la razón o a la racionalización de la naturaleza. Pero, simultáneamente, participaron de la conversión de la misma en un objeto útil al capital.

Se esperaba que los científicos, particularmente aquellos al servicio del estado, ayudaran a manejar el ambiente y sus recursos de forma racional. Por ejemplo, y como demostró Valdés Pizzini, diversos procesos ideológicos y discursivos ligados a la ciencia participaron del diseño de estrategias para el manejo estadounidense de los bosques después de la Guerra Hispanoamericana. Los estadounidenses, a la vez que devaluaron el manejo español de los bosques, recurrieron a discursos particulares de la dasonomía y la silvicultura -la racionalidad científica- para legitimar su ordenamiento y manejo particular -colonial- de los bosques puertorriqueños. Pero, en la mayoría de los casos la problemática no era únicamente determinar la forma racional de manejar los recursos naturales de la colonia caribeña, sino detectar los recursos rentables y prescribir su explotación lucrativa, lo que requirió la institucionalización del manejo de recursos.40

La Estación Experimental de Puerto Rico, ubicada en Mayagüez, fue una importante expresión de la institucionalización del manejo científico y racional de los recursos naturales, particularmente en el ámbito de la agricultura. Los investigadores afiliados a dicha estación dirigieron muchas de sus investigaciones, no solo al estudio de fenómenos naturales y agrícolas, sino a la mejor explotación y comercialización de los diversos recursos naturales y agrícolas. Muchos de los hallazgos y recomendaciones económicas de esas investigaciones fueron publicados en diversas revistas y periódicos.

Por otro lado, el manejo de recursos era, indudablemente, un asunto de gobierno tanto para los administradores coloniales como para los autores de la literatura imperial. Un ejemplo de ello es The Countries of the Caribbean de William J. Showalter.41 Su tesis central sobre el Caribe era la siguiente: In traveling through these countries one is impressed with the fact thatprosperity abides with good rule andpoverty dwells with misrule. Para él, existía una relación causal entre gobierno y prosperidad: un buen gobierno produciría bienestar. A la inversa, un gobierno deficiente ocasionaba pobreza. Para Showalter el gobierno tenía un sentido peculiar, pues se refería específicamente a la administración de la riqueza natural de un país. Según él, la pobreza -característica de algunos países caribeños- era producto de un manejo gubernamental deficiente de los recursos naturales. Asimismo, para Showalter aquellos países caribeños prósperos debían su buena fortuna a gobiernos eficientes en la administración de los recursos. Ese era precisamente el caso de Puerto Rico, una isla próspera desde que sus abundantes recursos eran manejados eficientemente por los estadounidenses. En consecuencia, prescribió gobiernos similares para la región, de paso legitimando la intervención imperialista y colonialista estadounidense al recién adquirido territorio y el resto de la región.

Al mismo tiempo, en aquel momento histórico, el manejo eficiente de los recursos naturales era defendido por varios conservacionistas estadounidenses de tendencia utilitarista, que insistieron en el uso y manejo eficiente de los recursos naturales para garantizar el crecimiento económico sostenido de la nación.42 Para muchos de esos conservacionistas progresistas conservar las reservas naturales era necesario dada la clausura de la frontera continental en la última etapa del siglo 19. El cierre de la misma significó para ellos la potencial liquidación de la exuberancia natural que para muchos había hasta entonces sostenido el exitoso crecimiento económico de los Estados Unidos. La situación requería una política abarcadora de conservación, lo que se convirtió, eventualmente, en uno de los proyectos centrales de la administración Roosevelt. Dicho conservacionismo estuvo atado al imperialismo estadounidense de la época de muchas formas, relación que ha sido negada muchas veces. Entre los historiadores estadounidenses y otros estudiosos de esa nación predomina una interpretación ortodoxa y dogmática que imagina el progresismo y el imperialismo como incongruentes. Pero, contrario a ese juicio, y como demostró William E. Leuchtenburg, la mayoría de los progresistas favorecieron el imperialismo, aunque algunos más que otros.43 Más aún, el contenido ideológico del progresismo y del imperialismo coincidió muchas veces, lo cual es palpable en su concepción de las relaciones humano-naturaleza.

La promoción seductora de la naturaleza

Los textos estadounidenses sobre Puerto Rico representan una variación de lo que Annette Kolodny llamó documentos promocionales.44 Sus autores usaron los mismos para dar a conocer la recién adquiridad colonia y sus recursos. De ese modo, lograrían incrementar la inversión de capital estadounidense en la nueva posesión caribeña.

En su libro, Kolodny notó que en los documentos de exploración y colonización entre 1500 y 1740 era muy común en Estados Unidos que los promotores coloniales aseguraran a los potenciales inmigrantes europeos un paraíso con todas sus virginales bellezas. Para lograrlo, activaron la alegoría de la naturaleza como una fémina virgen, imagen atada a la más vieja y estimada fantasía estadounidense. Dicha fantasía pastoril imaginaba una armonía entre los hombres y la naturaleza fundamentada en la experiencia de la naturaleza como mujer o sobre el principio femenino de gratificación total. Pero, si en algunos casos la naturaleza era representada como una virgen que debía ser cortejada y conquistada, en otros casos era representada como madre, una matrona fértil, capaz de satisfacer las necesidades de sus hijos, los habitantes de la naturaleza. Por tanto, la feminización de la naturaleza, igual que la alegoría del jardín edénico, permitía convertir el paisaje, recóndito, confuso y misterioso para muchos inmigrantes europeos, en un ente conocido y familiar: el cuerpo femenino. La feminización descrita es frecuente en el discurso colonial.

En sintonía con esa práctica alegórica, los autores de la literatura imperial estadounidense feminizaron las colonias y sus habitantes, incluyendo Cuba, Puerto Rico, Hawaii y Filipinas.45 La feminización de las islas, una estrategia retórica ciertamente sexista, estereotípica y prejuiciada, permitió a varios escritores destacar la dependencia e incapacidad política de sus habitante que, a su vez, fueron muchas veces feminizados. Además, esa alegoría promovió una actitud amable, pero prejuiciada hacia los sujetos coloniales por parte de los estadounidenses. En el caso de Puerto Rico, las mujeres y la Isla misma, eran consideradas atractivas y refinadas, aunque necesitadas de la presencia masculina estadounidense.

Sin embargo, la feminización de Puerto Rico, del paisaje como tal, ha recibido poca atención por los estudiosos de la literatura imperial estadounidense. Esto se debe, probablemente, al hecho de que en esa literatura la feminización de la naturaleza no era tan obvia y aparente como en los documentos promocionales examinados por Kolodny. Pero, podemos detectar elementos de la misma en la continua representación de Puerto Rico como una isla generosa y exuberante, una isla capaz de satisfacer todas las necesidades de sus habitantes. Muchos de los autores de la literatura imperial destacaron frecuentemente la abundancia natural de la colonia, incluyendo a William Dinwiddie,46 George Milton Fowles,47 A.D. Hall,48 Joseph B. Seabury49 y Frederick A. Ober,50entre otros. Esa representación de la Isla es semejante a la representación de la naturaleza como una madre generosa y abundante. Desde esa perspectiva Puerto Rico era una isla exhuberante, agradable, fructífera, fértil y generosa que hasta promovía, como afirmaba Ober, la pereza entre los puertorriqueños.51 No obstante, contrario a los escritores estudiados por Kolodny, los autores de la literatura imperial estadounidense sobre Puerto Rico la promocionaron no para instar a la inmigración y el asentamiento de colonos, algo que muchos no recomendaban, sino para atraer y promover la inversión capitalista al nuevo territorio. Es en ese sentido que debemos interpretar las palabras de Ober: No only as a prospectively valuable adquisition, for its as yet underdevloped resources, but as an actual factor in the world of commerce to-day, Puerto Rico holds out temptin allurements.52 Muchos de los demás autores de la literatura imperial estadounidense compartían esa visión de Puerto Rico como una isla cuya exuberancia no podía sino excitar la inversión de capital.

Conversión de la naturaleza de Porto Rico en recurso de Estados Unidos

Los autores de la literatura imperial acompañaron esa significación de la Isla como un territorio exuberante y tentador con inventarios abarcadores de los recursos, los que proyectaron en términos económicos y a los que le asignaron valor en los mismos términos. Para ellos, Puerto Rico era equivalente a una reserva de recursos cuyo valor de uso debía ser subordinado a su valor de cambio en el mercado capitalista. Aunque no fueron los únicos en hacerlo, los autores de esos textos le asignaron a la naturaleza de la nueva colonia estadounidense la identidad de un recurso, de un medio de producción mercadeable, subyugado, manipulado y simplificado.53 Esa producción de una naturaleza capitalista fue cónsona con la visión imperialista y colonialista de la naturaleza, una definición instrumental que destaca la utilidad de la naturaleza y los recursos y que fue muy común en las narrativas de viaje de la vanguardia capitalista en América Latina.54

Los autores de la literatura imperial, como la vanguardia capitalista, recurrió a la estrategia retórica de la supervisión.55 Sus textos facilitaron a sus lectores registros textuales de los recursos disponibles, los que estos complementaron con fotos y dibujos de los recursos catalogados. Por ejemplo, Dinwiddie ofreció fotografías de los árboles de guayaba, papaya y de la yautía.56 Seabury incluyó fotografías de las palmas de coco y dibujos de la guayaba, el mango y el árbol de clavo, entre otros.57 Hezekiah Butterworth58 incluyó fotografías de las palmas reales y los árboles de bananas mientras que Alden Knipe59 incluyó fotografías de las palmas de coco. Basados en los códigos del realismo descriptivo esas fotografías y dibujos sirvieron como complementos visuales a sus inventarios textuales de recursos, elementos que se suponían debían ofrecer una visión no sesgada -realista y objetiva- de la naturaleza y sus recursos, creando la ilusión de que estas representaciones eran retratos fieles de los referentes originales. Las fotos y los dibujos contribuyeron a la imagen de estos textos como escritos precisos, balanceados y justos, reclamo manifiesto de varios de sus autores. Puesto que estos pasajes e imágenes añadían dimensiones estéticas e instructivas a los textos cumplían una función seductora, que perseguía atraer a los inversionistas potenciales, aparte de los turistas y demás viajeros.

Al catalogar los recursos de Puerto Rico los escritores documentaron todo un repertorio de frutas, vegetales, árboles y plantas rentables, además de enumerar y promocionar el café, el azúcar y tabaco, como ha quedado dicho. Incluyeron un listado de las frutas con potencial comercial como las bananas, los plátanos, las naranjas, las piñas, las toronjas, los mangos, las limas, los limones, las higueras, el tamarindo, las ciruelas, las uvas, los cocos, los melones y los aguacates. La fruta del anón o guanábana, el mamey, la granadilla o granada, la grosella, la guayaba y los nísperos también fueron catalogados.

Los autores también ofrecieron listados de vegetales explotables y potencialmente lucrativos: batata, berenjena, remolacha, tomate, calabaza, lechuga, nabos, rábano, apio, yuca, maranta y ñame, entre otros. Los viajeros-escritores incluyeron también listas de especias que incluían el pimiento, la nuez moscada, la canela, el jengibre, el giroflé y la vainilla. Además, los autores enumeraron: hierbas, plantas y árboles medicinales y plantas de las cuales obtener tintes naturales: ricino, coca, achiote, palo de Campeche, palo Brasil, mora, dividivi y el índigo o añil. Aunque no consideraron lucrativa la minería en Puerto Rico, los escritores mencionaron, empero, la presencia de hierro, oro, carbón, cobre, plomo y granates. Y aunque entendían que la industria de la madera no tenía futuro identificaron árboles cuya madera era valorada en los mercados. El catálogo de Seabury incluía cedro español, ébano, palmas, bambú, tamarindo, el árbol de papaya, bixa, majagua, guanábana, jícaro, tabanuco, ceiba, mamey y ansobo. Otros escritores, como Dinwiddie, incluyeron caoba, ébano, laurel, salix, sándalo, ausubo, capa blanca, capa prieta, capa de sabana, aceitillo, cedro, guayacán y tachuelo.

El inventario de recursos provisto por los autores estadounidenses era evidentemente funcional, útil para aquellos estadounidenses interesados en invertir capital en la Isla. No solo proporcionaron corroboración del potencial comercial de los recursos de la nueva colonia caribeña, sino que además facilitaron la racionalización de estos bienes y de su explotación. Su clasificación ordenada de los recursos naturales proporcionó a los posibles inversionistas información útil y accesible.

En los documentos promocionales estadounidenses los lectores fueron también persuadidos del valor económico de los recursos de Puerto Rico, un valor muchas veces expresado en términos de su valor comercial, pues los autores exaltaron su valor en unidades monetarias. Es por ello que podemos señalar la presencia en esos documentos de una economía textual de la naturaleza, una economía que distribuyó y codificó valor a la naturaleza y a sus recursos. Esa codificación de valor contribuyó a su comercialización, al proceso por el cual esa naturaleza sería convertida en reserva del capital y por el cual los bienes y recursos naturales extraídos de esta serían vendidos e intercambiados en el mercado capitalista. Los autores de los documentos promocionales, al subrayar el valor económico de esos recursos y bienes naturales contribuyeron, sin duda, a la producción capitalista de la naturaleza.60


http://www.trincoll.edu/classes/hist378/archivo/prpics1.htm.

Un buen ejemplo de esta estrategia fue la valorización comercial de las palmas de coco en los documentos promocionales. Varios escritores estadounidenses, entre ellos Dinwiddie, Seabury y Butterworth, aparte de subrayar la presencia prominente de esas palmas en Puerto Rico, las valoraron en términos económicos, valuaciones atadas a sus muchos usos. Seabury comenzó refiriéndose a los muchos usos de las palmas de coco del siguiente modo:

Most of us know the cocoanut, with its hard shell, sweet, milk, and meat. The nut is covered with a fibrous rind or husk. The meat is used in making candy and cake, and yields the valuable cocoanut oil. The milk serves, where the cocoa palm grows, as a slightly acid, refreshing drink. The shell is capable of being highly polished, and is used for drinking cups and other utensils. The firm part of the trunk is the so-called porcupine wood, which is very hard and durable, and is used for all kinds of turned articles, and especially for inlaid woods.61

Para Seabury la palma de coco era simplemente el árbol. . . most graceful, the most stately, the most useful.62 Era tan útil que según él era el árbol tanto de los ricos como de los pobres, ornamento para los ricos y subsistencia para los pobres. Seabury reiteró su gran utilidad y sus valores de uso, con las siguientes palabras:

The wood when dried is made into chairs, tables, and cabinets, its grain being very beautiful and capable of a high polish. It is shaped into boats and tubs. From the stalks of the leaves combs are made. The leafstalks are also used in making mats, hats, and baskets, while the fibrous material near the center is fashioned into sieves and woven into fabrics for personal wear. From the roots of the palm is extracted a remedy for fevers, and from its flowers an astringent. From the fruit or nut, besides the delicious water and jelly it contains when green, comes the copra, or kernel, which is dried and yields fifty per cent of its weight in pure oil, after which the refuse is valuable for manure as well as for fowl and cattle food. From the outer husk of the cocoanut a fiber is prepared, called coir, which is manufactured into ropes, brooms, brushes, bedding, etc.; the shells are useful as lamps, cups, spoons, and scoops. In fact, one might go on enumerating the various articles used in the primitive domestic life of the tropical native, and find nearly all supplied by the cocoa palm.63

Pero, en los documentos promocionales, el de Seabury incluido, el valor de uso de las palmas de coco era subordinado a su valor de cambio en el mercado capitalista. Seabury, después de resaltar los múltiples usos de la palma de coco, concluyó que aunque en Puerto Rico la palma nunca había sido cultivada para propósitos comerciales su cultivo para esos fines, si se llevaba a cabo adecuadamente, tenía el potencial de ser muy lucrativo. Dinwiddie, al igual que Seabury, pensaba que el cultivo de las palmas de cocos podía ser lucrativo, pero era precavido con respecto a su potencial comercial en la Isla, pues los costos de mano de obra para obtener los cocos podían ser altos.64 Para él, lo más lucrativo con respecto a los cocos era la extracción de aceite, pero ya había espacios más lucrativos para ello fuera de Puerto Rico, en Cuba por ejemplo, y donde había más tierra para su cultivo. Aun así, pensaba que debía considerarse la explotación de ese recurso en Puerto Rico. Sin embargo, independientemente de su potencial económico, la evaluación de las palmas de coco de ambos autores estaba fundamentada en la subordinación de sus valores de uso a su valor de cambio en el mercado capitalista.


http://www.trincoll.edu/classes/hist378/archivo/prpics1.htm.

En la literatura imperial, como ilustra el ejemplo de las valoraciones del coco, podemos discernir, textualmente, el viaje incesante de los recursos naturales del campo de los valores de uso al campo de los valores de cambio y de regreso al campo de los valores de uso como un bien o producto capitalista. En esos documentos promocionales existen muchos ejemplos de esa valorización de la naturaleza. En muchos de esos casos, los escritores expresaron esa capitalización en términos, literalmente, monetarios, especialmente cuando se referían a las industrias del café, el azúcar, el tabaco y las frutas. Un buen ejemplo es la valorización del tabaco por parte de Dinwiddie.65 En su libro, este incluyó una tabla midiendo el crecimiento de la industria del tabaco en Puerto Rico, en términos de su valor monetario total por libras de tabaco producidos en la Isla y su precio por libra entre 1828 y 1896. Tanto la cantidad de tabaco producido como su valor variaban considerablemente por año. De acuerdo con la tabla fue en el 1887 que se produjo la mayor cantidad de tabaco en la Isla (6, 924,000 libras). Su valor total a 15.7c. por libra de tabaco fue $1,125, 770.

Dinwiddie también incluyó una tabla indicando exportaciones de tabaco a España, Cuba y otros países desde 1894 a 1895. Esta incluía su valor monetario. En 1894, el total de tabaco exportado fue de 3, 369, 616 libras para un valor en el mercado de $629, 474. La mayor cantidad de ese tabaco fue exportado a España (2, 378, 573 libras) con un valor de $437, 280. En el año siguiente la mayor parte de las 3, 665, 051 libras de tabaco, equivalentes a $673, 787 fueron también exportadas a España, un total de 1, 375, 751 libras con un valor de $252, 920.

Dinwiddie incluso ofreció información de la valoración del tabaco en plata puertorriqueña y en términos del sistema de grados usado entonces para clasificar las distintas categorías de tabaco. El tabaco de primera clase tenía un valor de 100 pesos por centena de libras. El tabaco de segunda clase tenía un valor monetario de 80 a 95 pesos por cada 100 libras. La tercera clase tenía un valor de 70 a 80 pesos por centena de libras, mientras que la cuarta clase tenía un valor de 50 a 70 pesos por cada 100 libras. Las quintas, sextas y séptimas categorías tenían un valor de 40 a 50 pesos, de 20 a 40 pesos y de 12 a 20 pesos por centena de libras respectivamente. La categoría más baja, el boliche, tenía un valor de 5 a 12 pesos por cada 100 libras.

Otros escritores también consideraron el tabaco y su potencial lucrativo. Mientras que para Seabury la industria del tabaco ocupaba un tercer lugar, tras las industrias del café y el azúcar, para Milton Fowles la industria no había crecido lo suficiente, ciertamente no a su máximo potencial desde 1898, lo que demostró en términos monetarios:

1897, the exports amounted to $18, 574,678, and the imports to $17, 858,063, giving a trade balance of $716,615 in favor of Porto Rico. Every year after this until 1903, the trade balance was against her In 1903, the value of imports was $14, 179,575, and the value of exports $14, 866,644, giving for the first time under American rule a balance of trade in favor of the Island. Even with this very great improvement over the other years of American occupation, it will be noticed that both imports and exports fall short more than three and h In alf million dollars a piece of what they were for the last year that Spain ruled. 66

Por otro lado, el uso de tablas y estadísticas eran otra manifestación de la actitud racional adoptada por los productores de los documentos promocionales acerca de Puerto Rico. Dicho proceder, típico de la lógica cultural del capitalismo, requería una contabilidad sistemática y ordenada de la información y de lo datos. Por lo tanto, el cálculo, expresar los valores estadísticos y monetarios, entre otros valores, por medio de tablas, era un medio excelente para lograrlo. La relación entre el cálculo, la actitud racional y la ideología capitalista no puede ser ignorada. El cálculo representa buenas destrezas, proyecta autoridad, inspira seguridad y afirma la legitimidad de la concepción racionalista del mundo, la actitud racional del capitalismo. El cálculo, al que recurrieron los autores estadounidenses y otros viajeros-escritores, pretendía precisamente convencer a sus lectores, entre ellos los inversionistas de capital, de la racionalidad del proyecto colonialista estadounidense. Además, dichos cálculos facilitaban a esos lectores un marco cognitivo útil y práctico para interpretar la economía colonial y su potencial económico. Las tablas añadieron además otra forma, entre tantas, de exaltar la forma monetaria de la valorización de los recursos naturales de Puerto Rico.

Conclusiones

He planteado que el problema práctico de la literatura imperial estadounidense sobre Puerto Rico incluía prescribir y materializar formas particulares de manejar los recursos naturales de la nueva colonia. Aquellos textos no solo sirvieron para documentar y reportar la inspección y el estudio del paisaje y de los recursos naturales por sus autores, sino también como una herramienta para proyectar, promocionar y valorar las posibilidades económicas de explotar esos recursos. Al mismo tiempo, fueron un instrumento adicional para prescribir y legitimar una gestión ambiental particular en la Isla: una imperialista, colonialista y capitalista. Los autores de los textos participaron, entonces, de forma activa en la dominación formal y, eventualmente, real de la naturaleza de la producción capitalista. Dicha operación discursiva fue llevada a cabo apelando a tropos y alegorías familiares para esos lectores a los que se pretendían interpelar en Estados Unidos.


Notas

1 Arcadio Díaz Quiñones. El arte de bregar: ensayos. Ediciones Callejón. San Juan, 2000. P. 198.
2 Para una lista parcial de varios de los escritos sobre Puerto Rico, véase José Anazagasty Rodríguez y Mario R. Cancel. Porto Rico: Hecho en Estados Unidos. Editora Educación Emergente. Cabo Rojo, 2011.
3 José Anazagasty Rodríguez. Los textos ignotos estadounidenses de la pos-invasión. En Porto Rico: Hecho en Estados Unidos. Editora Educación Emergente. Cabo Rojo, 2011. P. 27-47.
4 Lanny Thompson. Imperial Archipelago: Representation and Rule in the Insular Territories under U.S. Dominion After 1898. University of Hawaii Press. Honolulu, 2010. Véase también, Lanny Thompson. Estudiarlos, juzgarlos y gobernarlos. En La nación soñada. Doce Calles. Aranjuez, 1996. P. 685-693. Véase también Lanny Thompson. Representation and Rule in the Imperial Archipelago. En American Studies Asia. Vol. 1 No. 1. Manila. 2002. Véase además, Lanny Thompson. The Imperial Republic. En Pacific Historical Review. Vol. 71. No. 4 Estados Unidos, 2002.
5 Edward S. Wilson. Political Development of Porto Rico. Ediciones Puerto. San Juan. 2005 [1905]. P. 136.
6 William Dinwiddie. Puerto Rico: Its Conditions and Possibilities. Ediciones Puerto. San Juan, 2005 [1899]. P.iii.
7 Mario R. Cancel. El lugar del discurso historiográfico estadounidense pos-invasión en la historiografía puertorriqueña. En Porto Rico: Hecho en Estados Unidos. Cabo Rojo, 2011. P. 13-26.
8 Pedro A. Cabán. Constructing a Colonial People. Westview Press. Colorado, 1999.
9 José Anazagasty. Capitalist Nature in the Written Work: American Travel Writing and the Capitalist Production of Nature in Puerto Rico, 1898-1917. Washington State University. Pullman, 2004.
10 Carlos I. Hernández Hernández. El pueblo norteamericano y la percepción sobre Puerto Rico. En Revista Horizontes. Vol. 58. Puerto Rico, 2006.
11 José E. Martinez. La gubernamentalidad de Foucault: Cultura, agricultura y el paisaje del "Otro" en el 98. En We the People. EMS Editores. San Juan, 2008.
12 Manuel Valdes Pizzini. Desmontando discursos. En Los arcos de la memoria. UPR/A.P.H.tipostdata. San Juan, 1998.
13 Lanny Thompson. Representation and... Op. Cit.
14 Michael Mann. American Empires. En Cannadian Review of Sociology. Vol. 45. No. 1. Canadá, 2008.
15 Lanny Thompson. Imperial Archipelago . . . Op. Cit.
16 John Bellamy Foster. Ecological Imperialism. The Curse of Capitalism. En Socialist Register. Vol. 40. Wales, 2004.
17 José Atiles-Osoria. Colonialismo ambiental, criminalizacion y resistencias. En Revista Crítica de Ciencias Sociais. Vol. 100. Lisboa, 2013.
18 Donna Haraway. Situated Knowledges. En Feminist Studies. Vol. 14. United States, 1988.
19 Neil Smith. The Production of Nature. En Future Natural. Routledge. New York, 2006. Véase también, Neil Smith. Nature as Accumulation Strategy. En Socialist Register. Vol. 43. Wales, 2007.
20 Neil Smith. Nature as . . . Op. Cit.
21 Pedro A. Caban. Constructing a . . .Op. Cit.
22 Charles H. Allen. First Annual Report. Ediciones Puerto. San Juan, 2005 [1901]. Véase también, Henry K. Carroll. Report of Porto Rico. Ediciones Puerto. San Juan, 2005 [1899].
23 Jose Anazagasty Rodríguez. Las abejeras del capital en Porto Rico. En 80 Grados. San Juan, 2014. Véase también, Manuel Valdés Pizzini. Desmontando discursos . . . Op. Cit. y J. R. McNeill. Introduction. Environmental and Economic Management. En Colonial Crucible. The University of Wisconsin Press. Wisconsin, 2009.
24 Enrique Leff. Green Production: Toward an Enviromental Rationality. The Guildford Press. New York, 1995.
25 La formación capitalista de Puerto Rico no fue iniciada por los estadounidenses, su integración a dicha economía ya había comenzado cuando aún era una colonia española. Para más detalles véase, James L. Dietz. Historia económica de Puerto Rico. Ediciones Huracán. Rio Piedras, 1989.
26 Erick Swyngedouw. Modernity and the ProducZon of the Spanish Waterscape, 1890-1930. En Political Ecology. The Guildford Press. New York, 2003.
27 Frederick A. Ober. Puerto Rico and its Resources. San Juan: Ediciones Puerto, 2005 [1899].
28 Carolyn Merchant. Earthcare. Routledge. New York, 1996. Véase también, Carolyn Merchant. Reinventing Eden. Routledge. New York, 2003.
29  William R. Carton y Riley E. Dunlap. A New Ecological Paradigm for a Post-Exuberant Sociology. En American Behavioral Scientists. Vol. 24. No. 1. United States, 1980. Véase también, William R. Carton. Overshoot: The Ecological Basis of Revolutionary Change. University of Chicago Press. Illinois, 1980.
30 Carolyn Merchant. Earthcare ... Op. Cit. P. 44.
31 Edward Said . Orientalism. Pantheon. New York, 1994.
32 Para más detalles sobre esas geografías imaginadas y el encuadre del paisaje en el discurso colonial, véase a Dereck Gregory. (Post)colonialism and the Production of Nature. En Social Nature. Blackwell Publishers. Massachusetts, 2001.
33 Henri Lefebvre. The Production of Space. Wiley-Blackwell. Oxford, 1992.
34 Neil Smith. Uneven Development. The University of Georgia Press. Athens, 2008.
35 Edward S. Wilson. Political Development... Op. Cit. P. 136.
36 Albert G. Robinson. The Porto Rico of To-Day. Ediciones Puerto. San Juan, 2005 [1899]. P. 150.
37 James L. Dietz. Historia econômica. . . Op. Cit.
38 J. R. McNeill. Introduction. . . Op. Cit.
39 Jose Anazagasty. Las abejeras . . . Op. Cit. Véase también, Valdés Pizzini, Manuel. Desmontando discursos . . . Op. Cit.
40 J. R. Mcneill. . IntroducZon. . . Op. Cit.
41 William J. Showalter. The Countries of the Caribbean. En The National Geographic Magazine. Vol. 24. Washington, 1913.
42 José Anazagasty. "1898," McGee y el imperialismo progresista. En 80 Grados. San Juan, 2014.
43 William E. Leuchtenburg. Progressivism and Imperialism: The Progressive Movement and American Foreign Policy. En The Mississippi Valley Historical Review. Vol. 39. No. 3. Mississippi, 1952.
44 Annette Kolodny. The Lay of the Land. The University of North Carolina Press. Chapel Hill, 1975.
45 Lanny Thompson. Imperial Archipelago . . . Op. Cit. Véase también, Eileen J. Findlay. Love in the Tropics. En Close Encounters of Empire. Duke University Press. North Carolina, 1998.
46 William Dinwiddie. Puerto Rico. Ediciones Puerto. San Juan, 2005 [1899].
47 Geroge Milton Fowles. Down in Porto Rico. Eaton and Maines. New York, 1910.
48 A. D. Hall. Porto Rico. Street & Smith. New York, 1898.
49 Jospeh B. Seabury. Porto Rico. Silver, Burdett and Company. New York, 1903.
50 Frederick A. Ober. Puerto Rico and . . . Op. Cit.
51 Ibidem.
52 Ibidem P. 236.
53 Arturo Escobar. After Nature. En Current Anthropology. Vol. 40. No. 1. Chicago, 1999.
54 Mary Lousie Pratt. Imperial Eyes. Routledge. New York, 1992.
55 David Spurr. The Rethoric of Empire. Duke University Press. Durham, 1992. Véase también, Pratt, Mary Lousie. Imperial Eyes . . . Op. Cit.
56 William Dinwiddie. Puerto Rico. . . Op. Cit.
57 Joseph B. Seabury. Porto Rico . . . Op. Cit.
58 Hezekiah Butterworth. Beautiful Porto Rico. En The Four Track News. Vol. 4 No. 2. United States, 1903.
59 Alden Knipe. A pasear in Porto Rico. En The Travel Magazine. Vol. 12. No. 3. United States,1906.
60 Neil Smith. The Production. . . Op. Cit. Véase también, Noël Castrée. The Nature of Produced Nature. En Antipode. Vol. 27. y Arturo Escobar. After Nature . . . Op. Cit.
61 Joseph B. Seabury. Porto Rico. . . Op. Cit. P. 103.
62 Ibidem. P. 111.
63 Ibidem. P. 112.
64 William Dinwiddie. Puerto Rico. . . .Op. Cit.
65 Ibidem.
66 George Milton Fowles. Down in . . . Op. Cit. P. 133 s.


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