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Fronteras de la Historia

versión impresa ISSN 2027-4688

Front. hist. vol.20 no.1 Bogotá ene./jun. 2015

 

Ni con pequeño trabajo, ni con pequeño favor de Dios. Fray Pedro Aguado y fray Antonio de Medrano frente a la conquista del Nuevo Reino de Granada, 1550-1582

MARÍA EUGENIA HERNÁNDEZ CARVAJAL
Bogotá: Universidad del Rosario
2013 - ISBN: 9789587383263 - 120 pp.

JUAN FERNANDO COBO BETANCOURT
Universidad de Cambridge, Reino Unido


En los últimos años, las crónicas coloniales que describen la historia temprana de la presencia española en el Nuevo Reino de Granada han sido objeto de nuevas miradas críticas por parte de investigadores de distintas disciplinas, al mismo tiempo en que se cuestionan viejas suposiciones acerca de su contenido, su propósito y, en especial, su utilidad para entender y reconstruir el periodo del que se ocupan. Entre ellas, la que más ha suscitado debate es la de los frailes franciscanos Pedro de Aguado y Antonio de Medrano, en no pequeña medida debido a su posición como la crónica más antigua compuesta en el Nuevo Reino de Granada y dedicada a él y, quizás principalmente, a que por tradición se la ha considerado una fuente fundamental para estudiar las costumbres de la población indígena de la región antes de la Colonia y durante las primeras décadas de ella (64).

Ni con pequeno trabajo, ni con pequeno favor de Dios es la contribución de María Eugenia Hernández Carvajal a este interesante debate en la historiografía colonial, que aporta una nueva y valiosa mirada a un texto que generalmente ha sido conocido como la Recopilacion historial, pero que, como la autora resalta, fue aprobado para publicación bajo el título de Descubrimiento, pacificacion y poblacion de las provincias de Santa Marta y Nuevo Reino de Granada (XVII). El libro es el resultado de investigaciones realizadas en archivos españoles y colombianos para obtener la maestría en Historia de la Universidad Nacional de Colombia. Su objetivo es examinar el pensamiento de los autores e intentar ubicarlos dentro de algunas de las más importantes corrientes intelectuales de su época (XVII, XX). Igualmente, a lo largo de tres capítulos, Hernández busca situarlos en su contexto social y político, para lo cual se enfoca primero en lo que pensaban acerca de la población indígena y del impacto que tuvo sobre ella la Conquista y, luego, en los conquistadores mismos.

El primer capítulo examina a los autores y su época. Pedro de Aguado, ministro provincial de los franciscanos del Nuevo Reino de Granada, viajó a España en 1575 con el fin de tratar una serie de gestiones en la corte y utilizó la oportunidad para presentar una crónica y solicitar la aprobación de su publicación (XV). Esta fue concedida, para América, en septiembre de 1581 y, para España y Portugal, un año más tarde (XVI). Siguiendo el exhaustivo estudio preliminar que Juan Friede publicó en 1956 junto con su edición de la crónica, Hernández resalta que este texto había tomado como base uno anterior, editado y difundido por Aguado (2). Como el mismo proemio del Descubrimiento lo describe, la elaboración de este texto había sido iniciada por Antonio de Medrano, quien no había logrado terminarlo antes de su muerte, al parecer, en 1572 (1). El escrito aprobado en 1581-1582 fue utilizado y consultado luego por otros autores en España. Su manuscrito original acabó reposando en la Real Academia de Historia de Madrid, y una copia hecha en el siglo XVIII por el cronista de Indias Juan Bautista Muñoz, en la biblioteca del Palacio Real de Madrid, lugares en los cuales fueron consultados por Hernández (XVI).

La historia de sus autores es algo más difícil de discernir. Se desconocen hasta los datos biográficos más básicos de Medrano, excepto que debió haber llegado a Santafé entre la fundación de la ciudad, en 1538, y el arribo de los primeros franciscanos, con Juan de los Barrios, en 1550, y que quizás participó y murió en la desastrosa expedición que emprendió Jiménez de Quesada hacia 1569 y de la cual regresaron pocos (1). Más sobrevive acerca de Aguado. Sabemos que llegó a Santa Marta en compañía del futuro arzobispo de Santafé, fray Luis Zapata de Cárdenas, en 1561, cuando este era comisario general de los franciscanos de la provincia del Perú; que fue doctrinero en las encomiendas de Cogua y Némeza hacia 1570; y que finalmente, hacia 1573, fue nombrado ministro provincial en Santafé (XV, 2). Probablemente regresó al Nuevo Reino alrededor de 1583, y poco se conoce acerca de sus actividades posteriores. A estos datos, las investigaciones de Hernández permiten ahora agregar su año de nacimiento, 1528, fecha que se deduce a partir de declaraciones del fraile en el célebre caso del cacique de Turmequé en 1575 (2).

Habiendo establecido esta cronología, Hernández procede a considerar preguntas más amplias. Lo primero es su visión de cómo leer e interpretar este texto y otros similares. La autora busca tomar una postura más matizada que la de Jaime Borja en su libro de 2002, pues, para ella, plantea una visión del texto de Aguado y Medrano únicamente como un magister vitae, "un género en el que la única pretensión sería la pedagogía moral", en el cual la enseñanza de virtudes y crítica de vicios es el objetivo principal, y donde "la veracidad de los hechos perdería toda relevancia" (3). Por una parte, siguiendo a Anthony Pagden y David Brading, Hernández reconoce que hombres como Aguado y Medrano entendieron y describieron lo que observaron (sociedades indígenas, el proceso de conquista, la actividad misionera) desde la perspectiva política, cultural y religiosa de la que provenían y en la que se desenvolvieron, utilizando modelos analíticos prevalentes en su momento (XX). Pero, al mismo tiempo, considera que estos escritos sí se ocuparon de relatar y exponer en detalle hechos verídicos, y que no se pueden descartar como fuentes de ese tipo de información que tenían el propósito de beneficiar la obra misionera en América y buscar el apoyo de la Corona en sus empresas (3). Esto, sin embargo, no es una tarea fácil.

Luego, apoyada también en Pagden y Brading, Hernández sitúa la composición de crónicas como esta en el contexto de los debates sobre la justificación de la conquista y dominación española de América, pensando no solo en el uso que les dieron los protagonistas de los conocidos debates y disquisiciones de la escuela de Salamanca, y Las Casas y Sepúlveda, sino también los críticos extranjeros del proyecto imperial español en su construcción de la "leyenda negra". Dentro de esto, resalta especialmente la influencia del pensamiento clásico, a través del neoplatonismo de san Agustín y del rescate de las ideas de Aristóteles en los escritos de santo Tomás. Por otra parte, Hernández relata algunos hitos en el desarrollo de la orden franciscana en la Edad Media, y sobre todo de la evolución de su formación intelectual. Estos temas son claves para comprender el contexto intelectual en el cual fue escrito este texto y forman una base sobre la cual la autora procede a examinar cuestiones más específicas dentro de la crónica. Recuerdan, además, cuán complejo y variado puede ser el ambiente que se esconde detrás de una etiqueta como medieval, y lo importante de problematizar estas generalizaciones.

El segundo capítulo explora la manera en la cual los importantes debates acerca del proceso de conquista y "pacificación" y de su impacto incidieron en la construcción del relato de Aguado y Medrano. Para navegar a través de un panorama tan amplio, Hernández se concentra en los escritos de Las Casas y Vitoria, y en algunos temas concretos, y ubica el texto en el contexto más amplio de otras crónicas contemporáneas. Por ejemplo, examina el uso de la figura del demonio dentro de su construcción de un discurso evangelizador (34), y lo hace siguiendo literatura reciente sobre el tema y describiendo la forma en que Aguado y Medrano, en línea con otros franciscanos coetáneos, divergen de opiniones como la de Las Casas sobre el significativo peso de la intervención del demonio en la vida religiosa de la población indígena y también en los remedios que se utilizaron contra dicha intervención, a saber: instituciones como la encomienda, que Aguado y Medrano proponen como instrumentos para la implantación de la policía cristiana (38).

Algunos aspectos del pensamiento de Aguado y Medrano son más difíciles de reconstruir. En parte, esto se debe a que ciertas secciones del texto original, al parecer, no han sobrevivido. Cuando Friede preparó su edición de 1956, encontró en el Archivo General de Indias un documento que daba la impresión de ser el índice de la versión original del Descubrimiento1, que contenía apartados que no aparecen en los manuscritos que han sobrevivido. Estos trataban temas de historia eclesiástica y conflictos con las autoridades civiles, y entre ellos se incluía un libro entero de veintiocho capítulos acerca de las costumbres de los grupos muiscas. Friede sostuvo que la omisión era el resultado de la censura de la Corona (97). Sin embargo, es posible que partes de los textos perdidos fueran preservadas entre las Noticias historiales de Pedro Simón, que aparecieron hacia 1628 (45-46). Hernández sigue este argumento y aporta una comparación, que muestra similitudes importantes, entre los títulos de algunas secciones del escrito de Simón y de la llamada "Tabla de Sevilla". Así, reconstruyendo parte del texto perdido acerca de la vida religiosa de los grupos muiscas antes de la Conquista y durante ella, Hernández examina determinadas preocupaciones y prioridades de sus autores, como el énfasis en las ideas de cosmogonía, y ve en "ese afán de relacionar el pasado indígena con las tradiciones de la fe católica", en esa búsqueda de identidad americana, los gérmenes de lo que David Brading ha descrito como "patriotismo criollo" (54).

El examen de la influencia del orden cultural e intelectual en la composición del texto continúa en el tercer y último capítulo. Este se concentra en la imagen que la obra construye de los conquistadores, en concordancia con la propuesta de Matthew Restall de problematizar la idea del "hombre excepcional" en nuestra lectura de la Conquista y del establecimiento del régimen español en América. Hernández analiza la manera en la que Aguado y Medrano utilizan un modelo narrativo común a fuentes de la época: el contraste de "la imagen del hombre excepcional, del héroe fundador, con la de villano" (58), sobre la base de algunos de sus relatos biográficos, para criticar el comportamiento de miembros de las huestes conquistadoras y de personajes claves en la construcción y el mantenimiento del régimen colonial en el Nuevo Reino (78). Empleando este modelo, los autores pudieron presentar su visión de las virtudes y los vicios de quienes estuvieron involucrados en este proceso, cuestionar lo que percibieron como abusos y resaltar el valor de lo que se correspondía con su principal prioridad: la evangelización de la población indígena. Pero, al mismo tiempo, al utilizarlo contribuyeron a potenciar mitos que persistirían bastante, como aquel de los hombres excepcionales en la conquista de América.

En general, con este libro, Hernández se suma a la creciente tendencia en la historiografía del Nuevo Reino de Granada a reenfocar el estudio de la región en un contexto más amplio, geográfica y temporalmente. Debido a las limitaciones del espacio, lo hace concentrándose en temas específicos de un texto amplio y complejo en extremo. Esta estrategia le permite profundizar en el análisis de los problemas escogidos, pero inevitablemente la obliga a dejar de lado algunas cuestiones importantes que hubiera sido interesante ver exploradas por la autora.

Unas son de contexto. Por ejemplo, aunque el libro se centra en ubicar la obra con respecto a las más importantes corrientes intelectuales de la época, deja de lado un interesante contexto local que podría iluminar algunas incógnitas. El Descubrimiento apareció en España en una época muy controversial de la historia de la iglesia del Nuevo Reino, por el creciente conflicto no solo entre los recién llegados obispos de Santafé y las órdenes que habían dominado la evangelización de la población indígena y la vida religiosa de la región, sino dentro de las órdenes mismas. La disputa entre los franciscanos de Santafé, hacia el final de la década de 1560, había llamado la atención de las autoridades en Roma, pero los esfuerzos por reformar la orden habían fallado: una facción que se resistía a la reforma había llegado incluso a robarle el sello de oficio al visitador enviado para disciplinarlos y a quemarle sus papeles. Por este motivo, el arzobispo Zapata llegó a Santafé en 1573 con extensos poderes para llevar a cabo la reforma, y este fue el contexto en el que Aguado resultó elegido provincial. Sin embargo, lejos de apoyar al nuevo provincial y su visión de la evangelización, el arzobispo implementó su propia estrategia, y pronto empezó a intentar desplazar a los franciscanos de muchas de sus doctrinas. El motivo del viaje de Aguado a España fue, precisamente, buscar una solución a estos problemas, y su principal logro consistió en la obtención de una nueva camada de franciscanos que lo ayudarían a calmar el conflicto interno (que solo había empeorado desde su partida, con la destitución forzada de Esteban de Asencio, el comisario que Aguado había dejado encargado) y a resistir a las políticas del arzobispo2. Lo que este panorama sugiere, más allá de que Aguado haya "aprovechado" la oportunidad de su viaje para tramitar el permiso de publicación de la crónica (XV), es que esta (junto con los reportes y el memorial que su autor presentó en esos años acerca de las necesidades que, en su opinión, tenía el Nuevo Reino) forma parte integral de su estrategia dentro estas polémicas.

Las limitaciones de espacio también llevan a Hernández a pasar por alto algunas suposiciones y generalizaciones controversiales de la crónica que valdría la pena matizar y problematizar, como la autora lo hace con aquellas que sí tiene la oportunidad de explorar. El ejemplo más claro tiene que ver con la descripción que se hace allí de las costumbres y la vida religiosa de la población indígena, que se deja de cuestionar en varias ocasiones en la medida en que se trata, sobre todo, en el contexto de la relación entre la crónica de Simón y los textos perdidos de Aguado y Medrano, y más adelante sobre la base de las ideas de David Brading acerca del patriotismo criollo (45-55). En oportunidades como esta, hubiera sido útil resaltar la dificultad de corroborar mucho de lo que escriben esos autores acerca de la vida religiosa de los grupos indígenas, en especial las detalladas descripciones de los hábitos y creencias de los muiscas en Simón, que también reflejan una serie de prioridades, convenciones y modelos narrativos por lo menos igual de complejos y potencialmente distorsionantes que los del llamado mito del hombre excepcional. Estas temáticas son exploradas, con respecto a otros contextos misioneros, en las investigaciones de Pierre Duviols, Sabine MacCormack o Daniel Reff, por ejemplo.

Cada investigador encontrará su propia posición frente a la pregunta de cómo utilizar y leer fuentes como esta, de cómo y hasta dónde hacer la debida crítica (Gamboa 23), y este estudio nos invita a considerar nuestra posición cuidadosamente y en un contexto amplio. Como Hernández resalta, entender estos textos, "acercarnos a ellos y conectarlos con nuestro presente son tareas necesarias" (91). Al presentar algunos de los temas claves del Descubrimiento de Pedro de Aguado y Antonio de Medrano, este libro hace un valioso aporte en esta dirección, y nos invita a seguir explorando este campo tan importante.

A propósito de la reseña de Juan Fernando Cobo Betancourt

MARÍA EUGENIA HERNÁNDEZ CARVAJAL
Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, Bogotá, Colombia

El estudio de las crónicas de Indias ha tenido muchas variaciones y utilidades desde el mismo momento en que fueron escritas. En principio, eran textos que debían proporcionar una información lo más fiel posible a la realidad y a la naturaleza de las tierras y las gentes que habitaban el Nuevo Mundo. De este modo, la Corona española tendría datos de primera mano.

Después de la independencia de los pueblos americanos, las crónicas dejaron de ser utilizadas como fuentes de información. Los intereses cambiaron y la mirada se centró en otros documentos. En la segunda mitad del siglo XX, los historiadores, los antropólogos e investigadores de diferentes disciplinas de las ciencias humanas volvieron a enfocar su atención en las crónicas. El trabajo que ha reseñado Juan Fernando Cobo Betancourt es una muestra de ello. Este historiador ha dado muy buena cuenta del contenido del trabajo y de los objetivos de la autora, señalando las virtudes, pero también algunos aspectos que podrían completar el trabajo para lograr un panorama más amplio en el análisis. Por ejemplo, la necesidad de tener más en cuenta el contexto local, las disputas internas en el clero y más específicamente dentro de la orden franciscana, así como la comparación con otros contextos y espacios.

La autora es consciente de la falta de discusión de estos temas en el libro. Sin embargo, sin ánimo de justificación, Ni con pequeno trabajo, ni con pequeno favor de Dios, antes que una investigación terminada es el inicio de un trabajo más profundo que acompañará a una nueva edición de la crónica de Aguado y Medrano. Todos los aportes que ha hecho Juan Fernando Cobo, quien es un gran conocedor del contexto local y de la historia del clero neogranadino, serán aprovechados en la continuación de este trabajo, que ha pretendido mostrar una nueva forma de abordar las crónicas de Indias desde la perspectiva del pensamiento de sus autores.

También podemos decir que los relatos acerca de las costumbres de las sociedades indígenas no son tomados como verídicos, pues sabemos que están mediados por el pensamiento de quienes los escribieron. Precisamente, estas formas de hablar del tema de la Conquista han sido herramientas valiosas para poder analizar el pensamiento de los dos cronistas franciscanos, que es el interés central del libro.

Con respecto al mito del hombre excepcional, es muy interesante ver el esfuerzo que hacen Aguado y Medrano por mostrar los contrastes y, aún más, por hacer manifiesta una posición crítica frente a las actitudes de ciertos conquistadores. En estas partes de la crónica podemos ver qué cosas exigen tomar cierta distancia, pues en muchas ocasiones era necesario exagerar un poco en todos los niveles del texto para poder captar la atención de los lectores a quienes estaba dirigido.

No resta más que agradecer la cuidadosa lectura que ha hecho Juan Fernando Cobo y, sobre todo, los valiosos aportes que hace con su crítica para mejorar y complementar este trabajo.


Notas
1 El documento, fechado el 1 de enero de 1575, se puede consultar en AGI (SF 233, ramo 3, n.° 36).
2 Esta situación se puede apreciar en las cartas de Aguado, Asencio y el arzobispo Zapata al Consejo de Indias. Véanse especialmente las carta de Aguado del 9 de febrero de 1569 (AGI, SF 234, n.° 5a), en la que declara la intención de su viaje, y del 7 de enero de 1575, con la que presenta la llamada "Tabla de Sevilla" (AGI, SF 233, ramo 3, n.° 35). Sobre la destitución de Asencio, léase su carta del 27 de enero de 1577 (AGI, SF 234, n.° 5).


BIBLIOGRAFÍA

FUENTES PRIMARIAS

Archivo General de Indias, Sevilla (AGI).

Audiencia de Santafé (SF) 233, 234.

FUENTES SECUNDARIAS

Borja Gómez, Jaime Humberto. Los indios medievales de fray Pedro de Aguado: construcción del idólatra y escritura de la historia en una crónica del siglo XVI. Bogotá: Centro Editorial Javeriano, 2002. Impreso.         [ Links ]

Duviols, Pierre. La lutte contre les religions autochtones dans le Pérou colonial; "l'extirpation de l'idolâtrie," entre 1532 et 1660. Lima: Institut Français d'Études Andines, 1971. Impreso.         [ Links ]

Friede, Juan. Estudio preliminar. Recopilación historial. Por Pedro de Aguado. Ed. Juan Friede. Vol. 1. Bogotá: Academia Colombiana de Historia; Presidencia de la República, 1956. 9-100. Impreso.         [ Links ]

Gamboa, Jorge Augusto. El cacicazgo muisca en los años posteriores a la Conquista: del sihipkua al cacique colonial. Bogotá: ICANH, 2010. Impreso.         [ Links ]

MacCormack, Sabine. Religion in the Andes: Vision and Imagination in Early Colonial Peru. Princeton: Princeton University Press, 1991. Impreso.         [ Links ]

Reff, Daniel T. Plagues, Priests, and Demons: Sacred Narratives and the Rise of Christianity in the Old World and the New. Cambridge: Cambridge University Press, 2005. Impreso.         [ Links ]

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