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Ideas y Valores

versión impresa ISSN 0120-0062

Ideas y Valores v.60 n.147 Bogotá sep./dic. 2011

 

DIÁLOGO

Restrepo, Carlos Enrique.
"La superación teológica de la metafísica", Cuestiones Teológicas
[Universidad Pontificia Bolivariana, Colombia] XXXVIII/89 (2011): 35-56.


Por una feliz casualidad ha caído en mis manos el ejemplar número 89 de Cuestiones Teológicas en el que se encuentra el artículo que me propongo comentar, precisamente cuando, con no pocas dificultades, trataba de avanzar en la lectura el libro de Jean-Luc Marion, Dios sin el ser1. La presentación que Restrepo ofrece de la propuesta del filósofo y teólogo francés goza de toda la claridad de quien ha sido su traductor al español, y presta un invaluable servicio a quien desee adentrarse en los nada fáciles senderos de esa nueva reflexión fenomenológica.

El pensamiento de Marion, nos dice Restrepo al resumir el artículo, "ha hecho posible una superación de la metafísica más decidida que la intentada por Heidegger" (35), y se lleva a cabo dentro del llamado "giro teológico" de la fenomenología, gracias al cual se busca "pensar acerca de Dios desligado de la pregunta por el Ser" (ibid.). Para mi comprensión, hasta ahí todo parece ir bien encaminado y despertar la atención del lector interesado por las cuestiones acerca de Dios en el seno de la filosofía contemporánea.

Pero Restrepo añade luego: "Se trata de una superación en la que las relaciones de la filosofía y la teología, rotas desde la Edad Media, son restablecidas en la actualidad" (35); y esto, para un lector desprevenido como yo, no puede sino causar extrañeza. Porque se suele pensar que precisamente durante la Edad Media esas relaciones no sólo existieron, sino que fueron más estrechas que nunca. Y que si uno se fija en el pensamiento de Tomás de Aquino, considerado por la tradición católica como el modelo de pensador cristiano, debe resultar claro que, con todo el cuidado que pone el Doctor Angélico para señalar las diferencias entre filosofía y teología, su idea fundamental parece ser que la razón humana, cultivada como es debido, debe, o al menos puede, conducir de manera casi inexorable a los confines de la fe religiosa.

Fue precisamente el franciscano Guillermo de Ockham quien hizo sonar las alarmas por esa proximidad excesiva entre razón y fe, que él consideraba peligrosa para el ejercicio de la razón, pero sobre todo para la práctica de la fe. Y me atrevería a aseverar algo más: en la actualidad pareciera que tanto la teología cristiana como la filosofía ganarían no poco si tuviéramos más en cuenta los llamados de atención del nominalismo franciscano, en vez del "optimismo racionalista" del Aquinate. Diferenciar con mayor claridad ambos campos, como ha buscado hacerlo desde la teología Karl Barth, me parece una empresa más prometedora que intentar apuntalar desde la mera razón el acto soberano de voluntad en el que consiste la fe. Después de todo, se trata de un acto de confianza en una Palabra, en un testimonio, que si bien puede y debe tener motivos para otorgar dicha confianza, no puede ni debe aspirar a contar con el respaldo de una sustentación racional.

Es cierto que la fe religiosa no debe ser un acto ciego y caprichoso, ni un sacrificio de la razón, como se ha dicho, parece que de manera errónea, que la entendió Tertuliano en su momento, tesis que Kierkegaard retoma con energía (credo quia absurdum). Pero se trata, sí, de un acto de confianza que supone, por su misma naturaleza, que el testimonio sobre el cual se apoya pueda ser en principio erróneo. No es posible depositar la confianza en alguien que no pueda traicionarnos. La capacidad de defraudar nuestra confianza es parte constitutiva de su mismo ejercicio. De ahí que todo esfuerzo por apuntalar racionalmente la fe no pueda pretender ir más allá de demostrar, en forma por completo negativa, que no es posible demostrar el carácter erróneo de las doctrinas en las que se cree. Pero nunca puede pretender demostrar que tales doctrinas no son irracionales.

Esto lo ha tenido muy claro toda la tradición apologética cristiana desde sus mismos orígenes, aunque con frecuencia el ejercicio de la teología no lo haya recalcado con suficiente claridad. El mismo Tomás de Aquino, como lo señala muy bien Marion en esa especie de apéndice final de su libro ("Santo Tomás de Aquino y la onto-teo-logía", 265 ss.), tuvo clara conciencia de que la razón humana no está en condiciones de sustentar un conocimiento de Dios como el que contiene la revelación cristiana. Pero me parece que su aristotelismo tan peculiar se halla inclinado a prestarle a la razón, en los terrenos de la fe, más confianza de la que tal vez sería prudente otorgarle.

En este contexto, la propuesta de Jean-Luc Marion, al menos en los términos en que la presenta Restrepo en su artículo, pareciera estar "borrando con el codo lo que acaba de escribir con la mano", para utilizar la vieja expresión castellana. Porque la reflexión fenomenológica, inspirada en el pensamiento heideggeriano, asume el reto de descartar toda "onto-teo-logía" como una forma "idolátrica" de concebir a Dios, para utilizar el término de Marion que Restrepo retoma en su escrito. Pero ello debería conducir, según entiendo, a deslindar de la manera más clara posible los alcances de la reflexión filosófica en los terrenos de la fe, y no a restablecer de manera idolátrica dichas relaciones.

Es posible que al avanzar en la lectura de Marion estas inquietudes se me clarifiquen, y logre entender el sentido en el que su propuesta "restablece" unas relaciones entre filosofía y teología que permitan diferenciarlas con mayor claridad. Pero no puedo dejar de expresar mi preocupación por todo intento que, en vez de clarificar dichas diferencias, busque en algún sentido borrar sus límites o desdibujarlos.


1 Marion, J-L. Dios sin el ser. Barcelona: Ellago Ediciones, 2010.


JORGE AURELIO DÍAZ
Universidad Nacional de Colombia
jadiaz9@cable.net.co

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