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Cuestiones Teológicas

versión impresa ISSN 0120-131X

Cuest. teol. vol.40 no.94 Bogotá jul./dic. 2013

 

TEOLOGÍA Y UNIVERSIDAD

Theology and University

Teologia e Universidade

Guillermo Leon Zuleta Salas*

* Doctor en Teología por la Universidad Pontificia Bolivariana; profesor titular de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Bolivariana; Decano de la Escuela de Teología, Filosofía y Humanidades. Director Instituto de Humanismo Cristiano; miembro de la Comisión Teológica internacional.
Correo electrónico: guillermo.zuleta@upb.edu.co


En la preocupante crisis de la Universidad y su papel en la formación del ser humano, son múltiples las preguntas y desafíos que acompañan el trasegar de la academia. Pero, sobre todo, estos momentos instan a valorar la contribución de la Universidad católica en la formación del sentido humano integral.

La Universidad es el lugar en el que un grupo de personas conjunta sus esfuerzos para tratar, por una parte, problemas relacionados con una disciplina propia de un nivel universitario y, por otra, para hacer entrar a una serie de personas en una actividad que se renueva de manera permanente. La mención del nivel universitario y la garantía de su mantenimiento dejan entender que la actividad universitaria debe responder a unos criterios para ser calificada como tal.

Dos criterios acompañan un acercamiento a la definición que planteamos. El primero es el empleo de instrumentos de análisis de alto nivel, reservados para quienes se han relacionado durante años con una materia, el manejo de conceptos, la confrontación con sistemas de pensamiento y de teorías, el conocimiento de las epistemologías y de la historia de las ideas. Aquí se encuentra el papel funcional que en nuestros tiempos pretende homogenizar la tarea de la Universitas, que se convierte en taller de profesionales, especialistas y perfiles laborales.

El segundo es la aceptación de las costumbres universitarias, el hábito del diálogo y de la confrontación de ideas con aquellos que piensan en la misma o en otras disciplinas, la progresión del conocimiento mediante el debate y la puesta en tela de juicio de las propias conquistas. Criterio que rige el fin más alto de la Universidad: propiciar un lugar de sentido donde el encuentro y la apertura relacional de respeto e integridad, fortalezcan el nivel de conciencia, la integridad y el respeto por la vida propia y la de los otros. Donde los aprendizajes, competencias y técnicas estén al servicio de la vida. Y que la trascendencia humana no se reduzca a las meras innovaciones y sus conquistas homogenizantes, sino que, por el contrario, provean a la humanidad de esperanza y espiritualidad.

Aquí es donde se renueva el papel del quehacer teológico en las universidades. Para ejercerlo, es necesario que la enseñanza de la Teología responda a los criterios requeridos para formar parte del conjunto de las disciplinas universitarias. Su enseñanza ha de alcanzar el nivel exigido y para que se vierta en las costumbres ya descritas.

La Teología no puede escapar de estas reglas, que, por una parte, la califican como ciencia y, por otra, le garantizan una verdadera acogida entre aquellos que trabajan con estas exigencias como un dato fundamental de su participación en la labor universitaria. De este modo es como será reconocida como ciencia con su objeto propio.

Así se llevará adelante la misión de la Universidad católica por mantener el discurso universitario sobre la experiencia cristiana en todas las conversaciones intelectuales que en ella tengan lugar. Así se promoverá su objeto propio y se mostrará responsable del mismo.

¿Por qué una facultad de Teología? Sin lugar a dudas, cuando la facultad de Teología se creó en las universidades apenas aparecidas en la Edad Media tenía como finalidad formar clérigos con un exigente nivel intelectual. Pero, y esto era aún más importante, se quería que prosiguiera el diálogo de la Teología con las otras disciplinas dotadas de un rango de facultad.

Desde estos presupuestos, ya no cabe plantearse verdaderamente cuestiones sobre el hecho de saber si la Teología debe estar o no presente en el seno de una Universidad católica. Debe estarlo, puesto que está destinada a ser la interlocutora principal de todas las disciplinas como expresión universitaria del hecho católico.

Si los textos oficiales que organizan la vida de las universidades católicas piden que se enseñe en ellas la Teología es porque se considera de suma trascendencia. La razón es justamente ésta: la Teología ocupa un lugar en el seno de las otras ciencias y disciplinas enseñadas.

Sin que sea, como en la edad de oro de la historia de las universidades, la "reina de las ciencias", ejerce un papel que le es propio. Esto supone que la designación de Universidad católica deja entrever la importancia que la formación universitaria, según la Iglesia católica, debe dar a la experiencia cristiana conocida en la tradición de la Iglesia, en sus textos y en su patrimonio.

Esta posición, inscrita en los genes de la universidad de la Edad Media, se encuentra naturalmente en la Constitución apostólica Sapientia Christiana que Juan Pablo II (1979) promulgó a fin de organizar la actividad de las universidades y facultades eclesiásticas:

    Es necesario, por tanto, que los cultivadores de las ciencias sagradas, mientras llevan a cabo su deber fundamental de conseguir, mediante la investigación teológica, un conocimiento más profundo de la verdad revelada, se mantengan en relación con los estudiosos de las otras disciplinas, sean creyentes o no, e intenten entender bien y valorar sus afirmaciones, y juzgarlas a la luz de la verdad revelada (p. 2).

Nuevos caminos se recorren en la relación entre Teología y las demás disciplinas científicas, y ello promete que la tradición de la Universitas sea el encuentro y la apertura. Los desafíos de las facultades de Teología en las universidades continúan en su tarea de acercar al ser humano a la verdad que Cristo plenificó en el amor, el encuentro, el perdón, la aceptación de las diferencias y la adehesión a una comunidad de hermanos en la fe y la esperanza.

Es menester continuar ofreciendo el fruto de la reflexión e investigación teológicas desde nuestras facultades de Teología y universidades católicas, para brindar un sentido de humanidad más amplio y más íntegro.