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Revista Colombiana de Sociología

versión impresa ISSN 0120-159X

Rev. colomb. soc. vol.46 no.1 Bogotá ene./jun. 2023  Epub 03-Mayo-2024

https://doi.org/10.15446/rcs.v46n1/101569 

Sección Temática

El covid-19 y las iglesias cristianas. Representaciones de la pandemia entre católicos, protestantes y pentecostales en Colombia, 2020-2021*

Covid-19 and the Christian Churches. Representations produced about the pandemic among Catholics, Protestants and Pentecostals in the Colombian context. 2020-2021

A covid-19 e as representações da pandemia entre católicos,protestantes e pentecostais na Colômbia, 2020-2021

William Elvis Plata Quezada** 
http://orcid.org/0000-0001-6164-1037

Daniela Plata Rodríguez*** 
http://orcid.org/0000-0002-3350-8711

Javier Alejandro Acevedo**** 
http://orcid.org/0000-0002-8474-6947

∗∗ Doctor en Historia; profesor titular, Escuela de Historia, Universidad Industrial de Santander; miembro del grupo de investigación “Sagrado & profano”. Correo electrónico: weplataq@uis.edu.co-ORCID: http://orcid.org/0000-0001-6164-1037

∗∗∗ Politóloga, miembro del grupo de investigación “Sagrado & profano”, Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga; estudiante de Maestría en Socio-antropología en la Universidad de Franche-Comté, Francia. Correo electrónico: daniela.plata@udea.edu.co-ORCID: https://orcid.org.0000-0002-3350-8711

∗∗∗∗ Abogado, magíster en Derecho; profesor asistente, Escuela de Derecho y Ciencia Política, Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga; miembro del grupo de investigación “Sagrado & profano”. Correo electrónico: jacevedo@uis.edu.co-ORCID: https://orcid.org/0000-0002-8474-6947


Resumen

Por medio de un seguimiento etnográfico digital y la aplicación de encuestas dirigidas a iglesias cristianas del Departamento de Santander, se buscó retratar, comparar y explicar las principales representaciones emergentes sobre el coronavirus durante el primer año y medio de pandemia, en el contexto religioso colombiano. Las semejanzas interpretativas entre corrientes giraron en torno a: la pandemia como instrumento de Dios, la vulnerabilidad humana y su dependencia de lo divino, la oportunidad de conversión, el uso de la fe como resistencia ante la crisis y la normalización de la pandemia como otro sufrimiento humano. En un segundo momento, emergieron nuevas temas y reflexiones, particulares de cada corriente religiosa, entre ellas: la pandemia como producto del hombre, la reproducción del discurso del autocuidado, el cuestionamiento de las recomendaciones científicas, las interpretaciones escatológicas del momento y algunos tratamientos para contrarrestar los efectos del virus.

Descriptores:

iglesias, pandemia, religión, representaciones.

Palabras clave: cristianismo; covid-19; iglesias; pandemia; religión; representaciones

Abstract

Through digital ethnographic monitoring and the application of a survey directed at Christian churches in the department of Santander, the aim is to portray, compare, and explain the main emerging representations of the coronavirus during the first year and a half of the pandemic in the Colombian religious context. The interpretative similari-ties between currents revolved around: the pandemic as an instrument of God, human vulnerability and its dependence on the divine, the opportunity for conversion, the use of faith as resistance in the face of the crisis, and the normalization of the pandemic as another human suffering. In a second moment emerged particular reflections of several religious currents, among them: the pandemic as a product of man, the reproduction of the discourse of self-care, the questioning of scientific recommendations, the eschatologi-cal interpretations of the moment and some treatments towards the effects of the virus.

Descriptors:

churches, pandemic, religion, representations.

Keywords: Christianity; churches; Covid-19; pandemic; religion; representations

Resumo

Através do monitoramento etnográfico digital e a aplicação de uma pesquisa dirigida às igrejas cristãs no departamento de Santander, o objetivo é retratar, comparar e explicar as principais representações emergentes do coronavírus durante o primeiro ano e meio da pandemia no contexto religioso colombiano. As semelhanças interpretativas entre as correntes giram em torno de: a pandemia como instrumento de Deus, a vulnerabilidade humana e sua dependência do divino, a oportunidade de conversão, o uso da fé como resistência diante da crise, e a normalização da pandemia como outro sofrimento humano. Em um segundo momento, surgiram novos temas e reflexões, particulares a cada corrente religiosa, incluindo: a pandemia como produto do homem, a reprodução do discurso do autocuidado, o questionamento das recomendações científicas, as interpretações escatológicas do momento e alguns tratamentos para os efeitos do vírus.

Descritores:

igrejas, pandemia, religião, representações.

Palavras-chave: cristianismo; covid-19; igrejas; pandemia; religião; representações

La llegada del covid-19 significó para el conjunto de la humanidad un tiempo de gran incertidumbre e inquietud ante las implicaciones que traería el virus para la sociedad. En este sentido, diversas especulaciones sobre propósito emergieron, entre ellas, ideas que explicaban su origen, debates sobre las salidas más "optimas" para acabar con la pandemia y, a su vez, apreciaciones producto del aumento de contagios y muertes que trajeron a la reflexión el sentido de la enfermedad y el dolor en tiempos pandémicos. Naturalmente, en Colombia este contexto produjo también en los actores religiosos sus propias representaciones y despertó el interés investigativo en reunir, comparar y analizar el conjunto de la percepción religiosa de las iglesias cristianas sobre el covid-19, en el departamento de Santander.

Este estudio fue posible gracias al método conocido como etnografía digital, el cual busca observar de manera no participante las dinámicas propias de los grupos religiosos de la región inmersos en la web y las redes sociales. De tal manera, se tomaron en cuenta plataformas como YouTube, Facebook, Instagram y sitios web de las iglesias y parroquias escogidas. Se hizo mayor énfasis en Facebook, como espacio etnográfico por excelencia y por ser el medio más usado por las parroquias e iglesias durante la pandemia para dar continuidad a sus prácticas religiosas1. Por consiguiente, se hizo un seguimiento de observación a sus decretos pastorales, imágenes, videos, prácticas y noticias, así como a las correspondientes reacciones y comentarios de la feligresía. Se estudiaron 50 parroquias católicas2 urbanas y rurales, incluyendo páginas de la Arquidiócesis de Bucaramanga y otras cuatro diócesis del departamento, y 23 organizaciones religiosas cristianas no católicas pertenecientes a corrientes protestantes3, adventistas4, pentecostales y neopentecostales5. Además, se difundieron por la plataforma en línea Google Forms encuestas dirigidas a líderes y representantes religiosos, con una respuesta de 50 (19 %)6 parroquias y 48 (12 %)7 organizaciones religiosas cristianas no católicas de Santander. A todo esto, se añade la triangulación de los resultados y observaciones con documentos oficiales en la web producidos por organizaciones religiosas a propósito de la pandemia del covid-19, artículos de prensa virtual y bibliografía académica nacional y extranjera sobre las relaciones entre las iglesias cristianas y la epidemia.

Teniendo en cuenta la diversidad religiosa estudiada y que todas sus interpretaciones son, en efecto, particulares a sus sistemas dogmáticos, se quiso dividir este texto en dos apartados. En primera medida, se abarcarán las representaciones comunes de todas las confesiones, teniendo en cuenta que comparten un mismo marco teológico fundamentado en la Biblia, razón por la cual es posible hallar interpretaciones similares entorno a lo social. Es importante aclarar que este hecho no oculta las diferencias entre cada confesión religiosa; todo lo contrario, sus semejanzas son rasgos generales, entre los cuales también existen sus propias singularidades. En este sentido, se abordarán entonces cuatro posturas compartidas entre las corrientes: 1) la pandemia como herramienta o permiso de Dios para evidenciar la fragilidad humana y su necesidad de volver a él; 2) el confinamiento como un momento espiritual de transformación personal y de reencuentro con lo esencial; 3) la fe en la protección de Dios como instrumento de combate ante la crisis social y emocional; 4) la banalización del impacto social de la pandemia.

En cuanto a la segunda parte del texto, se quiso hablar de las representaciones particulares de algunas de las corrientes religiosas observadas. Así, 1) el catolicismo remarcó un sentido explicativo de la pandemia como causa del hombre y, por tanto, un acatamiento de recomendaciones sanitarias que contribuyó a la reproducción de una cultura del autocuidado; 2) afirmaciones de ciertos estudios internacionales que apuntan a un escepticismo científico en cuando a las medidas sanitarias en el marco del covid-19 con base en el actuar de iglesias protestantes y pentecostales, en países como Brasil y Estados Unidos. En el caso colombiano, estas posiciones asumieron sus propias particularidades, un poco más equilibradas, pero críticas de la gestión del gobierno y de la solución a la pandemia por medio de la vacuna, sin dejar de lado algunas posturas escatológicas del momento, donde por supuesto el covid-19 representó una señal divina y el avenimiento de un combate espiritual; 3) algunos tratamientos refrendados por los creyentes para combatir el virus y sus efectos; entre ellos, la vacunación y sus debates hasta mediados del 20218.

Representaciones comunes

Pandemia permitida o usada por Dios: muestra de la fragilidad humana y de su necesidad de volver a él

Algunas confesiones en Colombia interpretaron la pandemia, sobre todo a inicios de del confinamiento, como un consentimiento por parte de Dios para servirse de ella y permitir un aprendizaje o purificación para con su pueblo. Esto no suponía creer que Dios hubiera provocado el virus. Según los datos recogidos en la encuesta a líderes, apenas 25 % de los protestantes, evangélicos y adventistas de Santander respondió que la pandemia había sido producto de la voluntad divina, frente a un 5,7 % de los pentecostales y neopentecostales que afirmó lo mismo. Mientras que en el catolicismo esta posibilidad ni siquiera fue mencionada, evidencia de que pocos consideraban que la pandemia fuera producida por Dios. Más bien prevaleció una interpretación del momento como sufrimiento utilizado por el poder divino para fines superiores.

Así, a inicios de la pandemia, las interpretaciones en redes sociales católicas, sobre todo en las grandes ciudades, como Bucaramanga, apuntaban hacia la vulnerabilidad humana puesta en evidencia con el virus. El antropocentrismo, sumado al modo de vida acelerado de los tiempos modernos, había excluido a Dios y evidenciado la vulnerabilidad humana y la total dependencia de lo divino. Solo con el creador y su omnipotencia se podía hacerle frente a la catástrofe natural. Por su parte, los protestantes consideraron la pandemia como un momento permitido dentro de los planes de Dios y originada del pecado del hombre. En la encuesta, por ejemplo, 25 % del conjunto de pastores de iglesias protestantes, evangélicas y adventistas respondió, un año después iniciada la pandemia, que el covid-19 era un indicador de la falta de Dios en la vida de las personas. Así, este tipo de pruebas permitirían al cristiano ejercer la confianza, actuar con rectitud y no caer en el pecado ni tener miedo.

De manera paralela, los pentecostales y neopentecostales percibieron el covid-19 como un momento de prueba, resultado de la maldad del hombre y, por consecuencia, un periodo en que Dios aprovechaba para realizar su obra. Es el caso de algunas iglesias, como la Cuadrangular de Bucaramanga, donde se pronosticó que el virus era un castigo provocado por el hombre, al "haberle dado la espalda a Dios". Esta misma retórica se percibió en la iglesia neopentecostal Centro Mundial de Avivamiento, quienes afirmaron que Dios estaba utilizando la pandemia para detener la carrera de soberbia humana. Prevalece así la imagen de un Dios que se sirve de la pandemia para mostrar su fuerza y su grandeza frente a un hombre que lo ha olvidado.

En todo caso, consecuencia o no del accionar humano, la crisis del covid-19 en círculos pentecostales también fue un momento para descubrir la presencia de Dios por medio de sanaciones, milagros o auxilios económicos. Por ejemplo, la pastora Luisa Piraquive, de la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo Internacional (2021), en una de sus conferencias dijo conocer un sinnúmero de testimonios de la iglesia donde Dios ha dado respuesta a las necesidades espirituales y materiales de sus hijos. Por medio de estos testimonios, se rectificaba entonces el uso que Dios hacía de la pandemia, no solo para mostrar su poder, sino además para ayudar a su pueblo fiel.

Pandemia como momento de conversión, purificación y avivamiento espiritual

Uno de los estados de mayor impacto social que tuvo la pandemia fue la cuarentena o confinamiento obligatorio, implementado en casi todos los países. Este fue un momento donde muchas de las actividades sociales pararon y los compromisos laborales modificaron sus ritmos; tiempos interpretados desde la fe como una oportunidad de conversión o reconversión, para acercarse a Dios o vivir un proceso de purificación y transformación individual y familiar.

Esta línea discursiva en las iglesias estudiadas tuvo dos enfoques: por un lado, se vio la necesidad de un cambio espiritual y, por tanto, de búsqueda de conversión personal y, por el otro, se pidió retornar hacia el cuidado de aspectos como la familia, el reposo, el compartir fraterno, el apreciar el valor del hogar, el trabajo y la salud. Elementos normalizados como cotidianos, pero que, en un estado de alerta y del sentir colectivo de la muerte, recobraban su valor en las personas.

En los católicos esta percepción de purificación espiritual y de vuelta a lo esencial fue mencionada a inicios del confinamiento. Básicamente fue interpretado como un "retiro" de la sociedad y un espacio de introspección personal, sobre todo porque coincidía con los últimos días de cuaresma y la celebración de la Semana Santa. En este sentido, durante la cuarentena, en sus homilías virtuales los sacerdotes profetizaban un momento de espera que permitiría reavivar la fe y desintoxicar a la humanidad de todos sus males. Una expurgación que evidenciaba que las seguridades humanas, como "torres de babel", estaban en jaque ante la llegada de la enfermedad, de manera que, frente a la incertidumbre, la respuesta era volver a Dios como única certeza para el creyente. En este sentido, las preocupaciones humanas cotidianas parecían insignificantes y los sacerdotes revindicaban una actitud de agradecimiento por todo aquello que tuviera un valor verdadero, como el trabajo o el hogar. El cuidado y la estrechura familiar fueron invitaciones frecuentes en las homilías de ciertos sacerdotes, y se habló de una buena convivencia familiar, del ejercicio de la paciencia y el fortalecimiento del amor en pareja. Todo esto cobraba sentido, pues entre abril y mayo la cohabitación familiar en el encierro se vivía con mayores dificultades. Esta agencia divina también fue profetizada como el cambio y la renovación humana que muchos esperaban. Algunos sacerdotes veían en la purificación espiritual del confinamiento una renovación que se extendiera hacia la colectividad humana. Existía un deseo de cambio social, la esperanza de que el tiempo de purga traería un mejor futuro.

Por otro lado, pentecostales y neopentecostales compartieron un sentido similar del confinamiento, que fue un tiempo interpretado para aprovechar el aislamiento social y promover una vida de oración y de lectura de las escrituras. Mientras sus fieles oraban, se creía que Dios estaba trabajando por su pueblo, que el confinamiento podría ser un instrumento para la obra divina. Esta misma interpretación se enunció en un tono más profético en iglesias como la Cuadrangular en Barrancabermeja o el Centro Mundial de Avivamiento en Bucaramanga, quienes aseguraban estar presenciando el inicio de un nuevo despertar espiritual. En este sentido, después de la prueba vendría un "derramamiento del Espíritu Santo", un "avivamiento" para todo el continente y el mundo entero. Efectivamente, la cuarentena se entendía como un lugar de preparación para el avivamiento prometido por Dios, donde el creyente debía estar en una actitud de espera de dicha promesa.

A partir de mayo del 2020, la profética renovación, junto con el deseo de regresar a la "normalidad", avivaban especulaciones apologéticas en ciertas iglesias. Por ejemplo, el Centro Mundial de Avivamiento declaraba el resurgir de una nueva generación que sobreviviría a la enfermedad, auto-denominándose como los nuevos "conquistadores de Dios". Declaraciones que denotan un sentido mesiánico de la pandemia, el señalamiento de unos "elegidos" que confrontarán al mal y vencerán el sufrimiento generado por el covid-19. Por tanto, para estas iglesias, Dios continuaba actuando y engendrando algo bueno del dolor humano y permitía en el creyente una disposición de esperanza en medio de la incertidumbre.

Esta etapa de restauración y cambio espiritual promovida por las iglesias evangélicas fue acompañada de invitaciones para aprovechar el tiempo en casa, sobre todo en busca de recuperar y fortalecer los lazos familiares. Una exhortación también impulsada por los Testigos de Jehová, quienes promovieron toto tipo de actividades familiares para contrarrestar el cansancio de la cuarentena. Se expuso entonces un sentido casi conventual de la pandemia: tiempo de reposo, de aislamiento del mundo, de introspección personal y de reconstrucción de los lazos fraternos. Mientras el tiempo pasaba y se perpetuaba el encierro, fue un momento de pausa para los creyentes y de reconexión con sus valores fundamentales.

La fe como sostén ante la pandemia

Tras el anuncio del cierre de los templos y el confinamiento obligatorio en Colombia en el mes de marzo del 2020, los sacerdotes católicos, por medio de videos y homilías en sus redes sociales, proyectaron un papel de animadores y portadores de esperanza a su feligresía. En ellos se encarnó una función de protección y cuidado de su comunidad, no solo de manera espiritual, si no también emocional. En ese sentido, durante el transcurso de los primeros meses de la pandemia, debido a la excesiva circulación de noticias en redes, los sacerdotes con especial énfasis pidieron no creer ni en confabulaciones ni en las noticias falsas (fake news), debido a los efectos negativos que estaban generando en la salud mental poblacional. Se pidió entonces mantenerse en la fe, apoyados en Dios, como referente para interpretar los malos tiempos. Por otro lado, durante varios de los picos más fuertes del primer año y medio de pandemia, la posibilidad de morir por el virus se erigió como una realidad cercana, por lo que la promesa de la vida eterna y el desprendimiento de cosas exageradamente materiales y humanas, como el dinero, el éxito o el consumo, fueron invitaciones recurrentes de los sacerdotes. Se invitaba a valorar la vida, a aprovechar el día a día y a apreciar la cotidiana compartida con la familia.

Así mismo, para contrarrestar el progresivo miedo al covid-19, de inmediato emergió la retórica de protección divina en la fidelidad hacia el Señor. Mantenerse en la fe significó entonces menos probabilidades de contraer la enfermedad y la oportunidad para fortalecer la espiritualidad familiar -pues el confinamiento permitía más tiempo en familia- y personal. Adicionalmente, el llamado al continuar en la fe se igualó a una actitud de resistencia frente a la adversidad, de manera que los cristianos debían ser portadores de la esperanza del Evangelio al resto de la humanidad. A medida que el encierro avanzaba y el cansancio era más evidente, aumentaban los discursos motivadores a "vivir como hijos de la luz" (Diócesis Socorro y San Gil, 2021), a no dejarse cargar por la tristeza de la enfermedad y a entender la pandemia como un reto para asumir con la fortaleza de Cristo.

En el protestantismo, los mensajes de esperanza en la fe no fueron tan comunes. Solo la iglesia Wesleyana promovió en sus declaraciones del mes de agosto del 2020 a confiar las dimensiones financieras y de salud al favor de Dios. En este sentido, se percibe la imagen de un Dios proveedor y protector en la desgracia. Aun así, sus pastores no limitaron las posibilidades a un accionar divino, pues también promovieron un comportamiento congruente de sus feligreses con el respeto de las medidas de bioseguridad. Se entiende entonces que, en esta iglesia, la fe no era suficiente para afrontar el virus e implicaba, a su vez, el compromiso real del hombre, representado en la ciencia.

Por su parte, las iglesias neopentecostales y pentecostales enfatizaron en la fe como condición para recibir la gracia de Dios y su protección contra la pandemia. Es decir, el virus no tocaría a los que permanecieran en Cristo: solo a los "malvados", y, si se era hijo de Dios, no se debía temer. Este discurso caló muy bien mientras los contagios eran mínimos, pero a medida que avanzaba el 2020 se optó por justificar la enfermedad como fruto de la ausencia de fe en los creyentes, justificación que proviene de la teología retributiva, que anima a que el feligrés vea lo positivo de cada dificultad con ayuda de la creencia, de modo que en él recaía la posibilidad de superar o no el sufrimiento, si permanecía fiel a Dios.

En este sentido, el pentecostalismo exaltó una figura de Dios fiel en la prueba, que acompaña, es sostén para los enfermos y sigue protegiendo a los que no se han contagiado. En algunos casos excepcionales, como en la Iglesia Cruzada Estudiantil, de cuño neopentecostal, se afirmó en el mes de julio del 2020 que la fe podría incluso proteger por encima de las medidas de bioseguridad, es decir, que la creencia sería más poderosa que el mismo covid-19. Cabe enfatizar que esta postura en todo caso fue excepcional y no sistemática en el conjunto pentecostal.

La pandemia como un sufrimiento más: relativización de su impacto o indiferencia

Cuando se realizó la encuesta a mediados de 2021 a los líderes religiosos de todas las corrientes, se les preguntó cómo habían interpretado el dolor y el sufrimiento provocado por la pandemia. En todos los casos, mayoritaria-mente respondieron que el dolor debía entenderse como connatural a la vida humana (64 % de los católicos, 66 % de las iglesias protestantes, evangélicas y adventistas y 51 % de los pentecostales y neopentecostales). Por su parte, 46 % de los católicos respondió que la pandemia debía asumirse como una prueba más y un 33 % del grupo de protestantes y afines respondieron lo mismo, mientras que solo 20 % de los pentecostales y neopentecostales coincidió con esta afirmación. Estas respuestas indican que en ciertos grupos religiosos existieron porcentajes significativos de creyentes que asumieron la pandemia como un fenómeno más del curso de la historia y, a su vez, aceptaron su sufrimiento como cualquier otro. En algunos casos, como en los protestantes, la actitud inicial hacia la pandemia fue de indiferencia o de poca relevancia, pues su impacto se subestimó. En otras corrientes sucedió lo contrario y se encontraron numerosas referencias a los posibles efectos de la pandemia durante los primeros meses de confinamiento, mientras poco a poco el foco de los discursos pastorales se fue descentrando hacia temas de moral y vida cotidiana.

En el catolicismo, por ejemplo, esta visión se desarrolló a medida que la pandemia iba avanzando y se naturalizaba el estado de emergencia, postura que no pretendía ser derrotista, sino otorgarle a la pandemia el sentido cristiano de la cruz: todo padecimiento espera al final una recompensa, es el viacrucis que aguarda la resurrección (Diócesis Málaga Soatá, 2021). Esta cruz debía entonces asumirse como un reto que mantenía siempre la esperanza en la vida eterna, fin del sufrimiento. Durante el suplicio se espera la intervención de Dios como sostén espiritual y material para los hombres, y como la pandemia, vista como cruz, no podía recaer solamente en el hombre, necesitaba el socorro divino. Así, en esta visión de las cosas, a mediados del 2020 algunas parroquias invitaron a hacer muestras de paciencia con el encierro prolongado y a convertir el aislamiento en una oportunidad de purificación espiritual. Es decir, a aceptar el sufrimiento que representaba el encierro y a ofrecerlo como penitencia y crecimiento del alma9.

Con relación a los protestantes, las iglesias bautistas y presbiterianas asumieron inicialmente cierta indiferencia al covid-19. Se creía que se trataba de una enfermedad, como las otras, que podía herir o matar al creyente, pero que "nunca podría vencer el poder de Dios" (Primera Iglesia Bautista de Bucaramanga, 2020). Se trató entonces de iglesias que priorizaban las enseñanzas doctrinales en vez de reflexionar sobre la crisis sanitaria e incluso afirmaban que la pandemia no debía preocupar al creyente, pues su interés debía estar en evitar el pecado.

Una misma línea discursiva se percibió en la iglesia anglicana, donde los cristianos debían mantenerse en una actitud de confianza a la espera de la acción de Dios. En esta iglesia se dio mayor relevancia a una ética religiosa interpersonal aplicada al contexto pandémico, que justificó una actitud pasiva y de orientación esencialmente espiritual, pues Dios debía tener un propósito con todo este sufrimiento humano, lo cual devela cierta actitud de negación de la crisis que representaba el covid-19. Asunto que cambió con el tiempo, a medida que iba avanzando el estado de emergencia, sobre todo a finales del 2020, cuando se percibió cierto sentimiento de angustia e incertidumbre en algunas iglesias, como la Presbiteriana y la Wesleyana. Por primera vez desde el inicio de la pandemia se mencionaba un estado de tribulación y se invitaba nuevamente a tener confianza, pues Dios no abandonaría a su pueblo.

Pero durante el 2021 el tema del covid-19 fue perdiendo casi toda su importancia en el mundo protestante. El enfoque de sus prédicas se mantuvo centrado en conceptos habituales referidos al amor, la reconciliación y el papel redentor de la Iglesia. En lo que concierne a las iglesias pentecostales, a finales del 2020 el estado de emergencia fue cada vez menos relevante en las prédicas y se mencionaba el covid-19 sobre todo para ejemplificar temáticas en los discursos pastorales o aclarar puntos doctrinales, usado como ejemplo cuando al hablar de enfermedades o del mal. En todo caso, no dejaba de ser un tema por el cual se seguía orando, pero su referencia era cada vez más abstracta y general. Este distanciamiento de la pandemia puede explicarse por el impacto que generó la sobreabundancia de información, de noticias falsas y de rumores que, a la larga, ocasionaron cansancio mental y rechazo a hablar sobre el covid-19. Por ejemplo, la Iglesia Cuadrangular de Bucaramanga puntualizó sobre el engaño que producían los medios de comunicación, que trabajaban para el "mundo" y solo buscaban producir miedo. La reacción más lógica era entonces dejar de informarse, buscar la tranquilidad de la vida cotidiana y confiar en que Dios actuaría. Solo una iglesia, el Movimiento Misionero Mundial, continuó invitando a sus feligreses a mantener los protocolos de bioseguridad después del confinamiento.

Representaciones específicas

La pandemia como realidad humana y el discurso del autocuidado

Cuando en las encuestas se preguntó a los diferentes líderes de las iglesias y parroquias de Santander cómo podrían interpretar la pandemia, diferentes opiniones sobresalieron entre los católicos. En este grupo, las opiniones estaban divididas en dos grandes respuestas: por un lado, 46 % consideró la pandemia como parte de otras que ya habían ocurrido en la historia; por otro lado, 52 % la interpretó como una enfermedad relevante que produciría muchos cambios. En ningún momento surgieron interpretaciones apocalípticas o que justificaran la pandemia como un castigo de Dios, en la medida en que el covid-19 fue rápidamente asimilado como una realidad humana que se solucionaría acatando las recomendaciones científicas. Ciertamente, no fue un momento fácil para muchos creyentes, pero, desde el principio, el discurso estuvo alineado con lo que el gobierno nacional determinó. No se cuestionó demasiado la cuarentena y se consideraba un deber cristiano proteger la salud de los otros, deber de autocuidado y de conciencia. En ello, la Iglesia Católica en Santander representó un apoyo institucional importante para que las medidas gubernamentales contra la pandemia fueran aceptadas y desplegadas en la población. Sobre todo, alineándose con las disposiciones de la Santa Sede que, a pesar de su inicial prevención ante las determinaciones de estado de emergencia, acató el cierre de los templos y reprodujo una narrativa orientada al cuidado y la solidaridad10.

Así pues, desde el comienzo de la pandemia las interpretaciones sobre el covid-19 eran esencialmente racionales. El virus no era producto ni de Dios ni fruto de alguna conspiración. En las grandes ciudades, los sacerdotes de ciertas parroquias hicieron énfasis en no caer en interpretaciones apocalípticas coyunturales, descontextualizadas de la Biblia. El discurso fue muy racional: la única manera de poder protegerse del virus era entonces quedarse en casa y mantener el autocuidado. Se pedía la protección de Dios, pero quien se enfermará lo hacía bajo su propia responsabilidad. Así, la cultura de la autovigilancia que trajo consigo el covid-19 se extendió por la región durante todo el 2020, excepto en algunas parroquias de sectores más rurales o populares, donde la normativa no se cumplía estrictamente y se veían casos donde se burlaban las normas o se las cumplía a medias.

Por tal motivo, puede considerarse que la relación iglesia-Estado en la región permitió el concilio y la reproducción de un discurso que legitimaba racionalmente la existencia del virus y que veía necesario el aislamiento y la protección para erradicarlo. Este alineamiento no supuso un total acuerdo entre las instituciones: algunas críticas sobre cómo el gobierno había estado manejando la pandemia sobresalieron. Por ejemplo, ante la apertura de bares, restaurantes y centros comerciales en el mes de junio del 2020, varios sacerdotes manifestaron su descontento, pues las iglesias todavía no podían volver a la presencialidad. Efectivamente, hubo una prelación del aparato económico sobre el religioso. Existió entonces una mediación de las autoridades de las iglesias para lograr una pronta apertura de los templos, entre septiembre y octubre del 2020, hasta lograr mantener estas tensiones diplomáticamente y conseguir volver a la presencialidad. Como resultado, las concertaciones exigieron normas muy estrictas de higiene y distanciamiento en las iglesias y a los fieles se los veía en los templos con tapabocas, espacios considerables entre las sillas, registro para ingresar, desinfección de manos y restricción en el aforo. A su vez, las iglesias publicaban imágenes del estado de salubridad de sus templos, es decir, frente al estado de alerta de los fieles y del gobierno, se debía demostrar el acatamiento de la higiene hecha ley.

Adicionalmente, desde mediados del 2020 los líderes religiosos católicos anunciaron fervientemente la necesidad de iniciar con el proceso de vacunación. Por un lado, se esperaba que con la vacuna se erradicara la pandemia y, por otro, que permitiera el regreso de la práctica religiosa, como en tiempos pasados. El contacto con el otro, la comunión en la boca, la vivencia física de la experiencia espiritual, seguían siendo elementos clave para la cultura católica colombiana. La vacuna simbolizaba entonces la posibilidad de retomar estas prácticas; de ahí su apoyo y difusión como procedimiento ético y deseable en los creyentes.

Por tal motivo, cuando la vacuna llegó a Colombia en febrero de 2021, el Episcopado de Colombia se puso en la tarea de publicar un comunicado para aclarar su posición sobre la vacunación. Entre varios puntos, aclaraba que, aunque existían sospechas de que la vacuna había sido testeada en tejidos de abortos, se autorizaba su aplicación. También clarificaba que todos los católicos permanecían libres y autónomos de escoger vacunarse o no (Arquidiócesis de Bucaramanga, 2021) y se hizo un llamado a confiar en la comunidad científica. Incluso, hubo toda una campaña de promoción de la vacuna por la Arquidiócesis de Bucaramanga, donde se publicó una foto del arzobispo vacunándose, como muestra de seguridad de la vacuna; ¿si el mismo arzobispo se estaba vacunando, por qué no lo haría un feligrés?

Por consiguiente, durante las fechas de mayor pronóstico de contagio (feriados y festividades como Navidad o Semana Santa) el acatamiento de las normas sanitarias se hizo notar en las parroquias católicas. Las restricciones supusieron toques de queda y modificación de las prácticas religiosas más populares, como novenas, viacrucis, grandes procesiones y celebraciones, usualmente multitudinarias, modificadas en conformidad con el aforo y los distanciamientos recomendados. Evidentemente, estas restricciones fueron acompañadas de una retórica religiosa que las justificaba. Por ejemplo, el obispo de Barrancabermeja, Ovidio Giraldo Velásquez, las calificó como una forma de "penitencia" que debían asumir los cristianos con el fin de que el "enemigo invisible" del coronavirus pudiera ser erradicado. Se exaltó entonces el compromiso cristiano por la vida, que todos los creyentes estaban llamados a ejercer en tiempos de pandemia (Diócesis de Barrancabermeja, 2021).

En consecuencia, en la mayoría de las parroquias de las principales poblaciones santandereanas se reprodujo una cultura del autocuidado hasta finales del 202011. Efectivamente, se construyó todo un sistema de disposiciones salubres para permitir que los templos siguieran abiertos con el disciplinamiento de la feligresía, el cual permitía la continuidad del culto. De ahí que las prácticas de higiene y distanciamiento social fueran entonces asociadas con un buen comportamiento cristiano y, por tanto, como una condición para la bendición de Dios. Por ejemplo, en la parroquia de Enciso el sacerdote invitó a su feligresía a utilizar el tapabocas y a lavarse las manos regularmente como un gesto mínimo que Dios podía bendecir ( Pazzo Martinez, 2020). De modo que se introducía toda una retórica que alineaba la conducta del creyente con un conjunto de "buenas prácticas".

Cabe aclarar que, aunque la iglesia católica fuera principalmente quien reprodujera con mayor vehemencia esta cultura del autocuidado, entre los pentecostales y neopentecostales también se difundieron mensajes con alusión a las buenas prácticas. Iglesias como la Pentecostal Unida de Colombia, Cruzada Estudiantil, Casa sobre la Roca o el Movimiento Misionero Mundial invitaron a sus fieles en repetidas ocasiones en 2020 a guardar el confinamiento, argumentando que Dios solo podría proteger si existía una colaboración del hombre a cuidarse del virus. Es decir, ante la evidencia de los altos porcentajes de muertes y contagios a lo largo del 2020, fue inevitable acogerse a la retórica del autocuidado y el distanciamiento social en ciertas iglesias, lo que, a su vez, representó la única alternativa que tenían los pastores para retomar el culto presencial.

¿Iglesias y escepticismo científico?

Cuando se habla de fe y representaciones sobre el covid-19 se suele creer que existió cierto escepticismo en las iglesias acerca de la ciencia y el acatamiento de las medidas de bioseguridad. En este caso, varios estudios sobre iglesias pentecostales y neopentecostales en Estados Unidos llegaron a afirmar que las poblaciones más religiosas fueron más reticentes a seguir las recomendaciones de salud pública durante la pandemia, debido a sus percepciones negativas sobre la ciencia. En estos estudios se enmarca a los grupos de derecha cristianos, como son los negacionistas del cambio climático, con importantes intereses políticos, o a quienes creen en cualquier tipo de conspiración emergente (Hill et ál., 2020; Veldman, 2020). Ante las restricciones causadas por la pandemia, estos sectores cristianos estadounidenses acusaron a las élites políticas y económicas internacionales de querer censurar a las iglesias, de acabar con el culto y de atacar la libertad religiosa (Religion Watch, 2020). Como consecuencia, se produjo entonces un señalamiento combativo al gobierno, con una narrativa que enfrentaba a las iglesias contra el sistema liberal, que buscaba perseguirlas (Campbell, 2020). De manera similar en Brasil, ciertas iglesias neopentecostales también manifestaron mayor oposición al confinamiento y distanciamiento social y usaron retóricas apologéticas que representaban a los creyentes como "elegidos" y "preservados" ante el virus. El asilamiento significaba en estas iglesias una deslealtad con Dios, falta de confianza y apertura a la acción del maligno (Singh, 2020, p. 300).

Contrariamente a estos casos, en Colombia, y específicamente en la región santandereana, las iglesias evangélicas y protestantes erigieron interpretaciones menos combativas y acogieron más fácilmente a las políticas de prevención. Puede verse que el miedo al virus fue un sentimiento compartido y generalizado en todo el país, y que la reacción de todos fue suspender los servicios pastorales, acatar el estado de emergencia y aislarse. En este sentido, ante el cierre de los templos, la actitud de las iglesias en primera instancia fue de acato y aceptación, y solo cuando las medidas más restrictivas de emergencia se fueron prologando durante los meses de junio y julio, y los permisos de apertura todavía no se habían concedido, algunas iglesias evangélicas hicieron públicos sus descontentos. Por ejemplo, el partido confesional del Movimiento Independiente de Renovación Absoluta (MIRA) solicitó al gobierno proporcionar marcos normativos para que las iglesias pudieran retomar su pastoral y exigió ciertos acuerdos para colaborar con la sanidad, con la garantía de proteger la libertad de cultos en el país.

En todo caso, aunque el movimiento generalizado de las iglesias no católicas fue de acatamiento, existió una desconfianza bastante significativa entre los líderes encuestados con relación al origen del virus: el 65 % de los encuestados pentecostales y neopentecostales afirmó que había sido provocado por y manipulado de manera voluntaria por fuerzas humanas (figura 1) y lo mismo sucedió con las iglesias protestantes y evangélicas, de las cuales un 58 % vio un complot humano (figura 2).

Fuente: elaboración propia.

Figura 1 Origen de la pandemia según los pastores pentecostales y neopentecostales de Santander* 

Fuente: elaboración propia.

Figura 2 Origen de la pandemia según los pastores protestantes, evangélicos y adventistas de Santander* 

Otro caso interesante es el de la Iglesia Misión Carismática Internacional, que, a inicios del 2021, afirmó que la vacuna no era el antídoto a los problemas, pues solo Dios representaba la "verdadera vacuna" que necesitaba el hombre. Es decir, la vacunación, al no producir una salida inmediata a la crisis que desencadenó el covid-19, no podía percibirse como la esperanza de la humanidad, y solo en Dios podría encontrarse la respuesta. Se daba entonces una desestimación de la ciencia frente al poder espiritual. Un caso similar sucedió con la Iglesia Bautista, quien aludía ocasionalmente a la vacuna como la "marca de la bestia"12 y anunciaba que el fin de los tiempos llegaría pronto. Aquí entonces la vacuna se representaba como un dispositivo del mal, que podía originar todo tipo de interpretaciones fatalistas sobre el estado de emergencia.

Interpretaciones escatológicas sobre la pandemia

Debe entonces suponerse que ciertos razonamientos religiosos y escépticos de la ciencia pueden mezclarse con interpretaciones escatológicas. En algunos grupos pentecostales y neopentecostales estudiados, la pandemia fue un evento divino que pretendía restaurar el orden en el mundo y abría la oportunidad a la conversión de los hombres. Era pues una posible señal de la venida de Jesucristo a la tierra y del fin de los tiempos. Tal fue el caso de la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia, las Asambleas de Dios o el Movimiento Misionero Mundial, para las que la pandemia, como momento de alta tribulación social, poseía en ella misma una señal de Jesucristo.

En estas iglesias también se dieron afirmaciones sobre el coronavirus como un hecho predeterminado, por lo que el contagio y la muerte sucedían por voluntad o escarmiento divino. Aun así, este castigo no elegiría a los hijos de Dios, pues era instrumento para corregir al mundo incrédulo y corrompido. La mano divina protegería entonces a quienes seguían por el buen camino. En todo caso, este discurso se develó solo a inicios del confinamiento en ciudades como Bucaramanga o Barrancabermeja y se dio luego en poblaciones más pequeñas, cuando la pandemia salió de las grandes ciudades, en la segunda mitad del 2020, y empezó a brotar en los pueblos. Las interpretaciones de este calibre se fueron reduciendo a medida que los contagios mostraban indiferencia de credo. La opción de los pastores fue por promover un actuar ético-moral ejemplar en busca de la aprobación y protección de Dios ante el desbocado contagio.

Otras afirmaciones representaron al covid-19 como una herramienta usada por el enemigo para atacar a la iglesia, debido al cierre prolongado de los templos, por contraste con los establecimientos comerciales que estaban en funcionamiento. El Centro Mundial de Avivamiento llegó a declararlo un síntoma del "espíritu de mentira y del maligno". De ahí la necesidad de construir toda una justificación religiosa para interpelar al creyente sobre un hecho percibido como injusto.

Naturalmente, estas interceptaciones escatológicas conllevaban un anuncio profético y también significaban descifrar el covid-19 como un mal apocalíptico que se combate con acciones espirituales, como la oración y la conversión. Se inauguraba así toda una campaña de evangelización en varias congregaciones, sobre todo en la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia, para "salvar" al mayor numero de personas, ante la proximidad de la muerte. Se declaraba que la cuarentena no podía detener los planes de Dios y recaía en los jóvenes13 la misión de propagar el evangelio. El covid-19 tuvo una repercusión interesante en esta iglesia, en buscar de la salvación de las almas ante el fin de los tiempos o ante la muerte causada por el virus. Se promovieron así misiones de evangelización y la colaboración de la feligresía con esta obra14.

Tratamientos de la enfermedad

Habitualmente los grupos religiosos suelen emplear o legitimar ciertas prácticas terapéuticas para curar todo tipo de enfermedades o intermediar por su sanación. Estas prácticas van de la mano con creencias religiosas que conciben el cuerpo y la relación del hombre con el espacio natural y sobrenatural de acuerdo con sus propios sistemas interpretativos simbólicos y subjetivos (Soru et ál., 2012). Según nuestro estudio, las iglesias propusieron medios para afrontar los efectos corporales causados por el virus, pero también los efectos sociales, mentales y económicos. Es decir, para estos grupos la pandemia tuvo repercusiones en varias dimensiones de la sociedad y sus propuestas no se limitaron a tratamientos médicos o la aplicación de la vacuna, ya que también propusieron dispositivos religiosos que ayudaran al creyente a superar de manera integral la crisis.

Para el catolicismo las respuestas ante el covid-19 no estuvieron destinadas solamente a promover la retórica científica del autocuidado. El cierre de templos y el confinamiento obligó a buscar en la oración personal un medio de intercesión divina. Ante la imposibilidad de contacto, orar significó una de las pocas formas como el creyente creía ayudar a los afectados por la situación. Así mismo, con la prolongación del confinamiento, la oración significó un medio de equilibrio mental y espiritual para contrarrestar el estado de permanente alerta y fatalismo. Los sacerdotes llamaban constantemente a mantenerse en oración, se transmitieron adoraciones en vivo, se publicaron videos para animar la espiritualidad cotidiana, se invitó a leer la Biblia y a meditar en ella y, en general, se promovió todo tipo de actividades espirituales virtuales que avivaran el ánimo y fueran soporte místico para el creyente.

Entre los meses de mayo y julio del 2020, los recursos espirituales ante el covid-19 adquirieron el carácter de "combate". Vistos los males y tensiones que en muchas familias estaba generando el encierro, los sacerdotes invitaron a mantener la asistencia a la eucaristía virtual, como una forma de reunir a la familia y sostenerla ante las dificultades. Las prácticas religiosas se convirtieron entonces en medios de resistencia y modos de soportar el encierro y los efectos económicos y sociales producidos por la cuarentena.

Numerosas veces se nombró aJesucristo como salvador del mundo en las homilías de los sacerdotes durante los primeros meses de pandemia. En esta figura se proyectaba la esperanza y el soporte que el creyente tenía ante el combate. Jesucristo salvador era entonces un enunciado que prometía sanación y seguridad, un símbolo que se oponía al mal, a la enfermedad, a los problemas y, por tanto, un paliativo para el creyente.

Finalmente, con las fiestas de fin de año, el encuentro familiar y la unión de sus miembros fue un llamado recurrente en las parroquias: era el mecanismo para contener los casos de depresión y los efectos emergentes de la pandemia, cuyos efectos persistían con la apertura de templos y centros económicos. También, frente a estos efectos, se propuso todo tipo de cursos psicológicos y teológicos, para armar a los creyentes con herramientas prácticas y cotidianas.

Como se ha dicho, la vacunación en los católicos fue una de las primeras soluciones y la más apropiada para salir de la pandemia. Varios sacerdotes pedían en sus publicaciones, cuando inició la cuarentena, orar para que la comunidad científica encontrara rápidamente la cura. Incluso, tras un año y medio de pandemia, en la encuesta realizada a líderes católicos, 98% creía favorable vacunarse. Este respaldo fue entonces unánime y se mantuvo en el tiempo, pues los creyentes veían en la vacuna la posibilidad del retorno del culto, del encuentro fraterno y, en fin, de la "normalidad" de su fe.

Aunque el catolicismo prácticamente aceptó y motivó la vacunación, en las publicaciones de las iglesias protestantes y evangélicas el tema no tuvo mayor relevancia. No obstante, gracias a las encuestas realizadas, se encontró que el 58% de los protestantes consideraba la vacunación beneficiosa y necesaria, contra un 33% que afirmaba su ineficacia. Esto demuestra cierto margen de recelo en el protestantismo y el evangelismo por la vacunación. En comparación, en redes sociales solo se encontró una publicación, de la Iglesia Bautista de Bucaramanga en abril del 2021, que afirmaba que la vacuna podría ser la "marca de la bestia". Aunque solo era un "reposteo" de otro medio, ello permite considerar que existieron creencias acerca de la vacuna como un instrumento usado por el maligno o un símbolo del fin de los tiempos. Este tipo de interpretaciones pudo haber circulado en círculos cerrados y poco visibles en Facebook, pero se mantuvieron, lo mismo que otras interpretaciones marginales y poco promovidas por sus pastores.

En cuanto a las demás iglesias, fueron los movimientos neopentecostales quienes más hicieron referencia a algún tipo de tratamiento contra la pandemia. En este caso, como en el catolicismo, se utilizaron medios espirituales para combatir los rezagos estructurales del covid-19. En marzo, por ejemplo, la iglesia Cruzada Estudiantil ofreció su técnica de teoterapia para mejorar la salud mental de sus feligreses. Este método consiste en una mezcla religiosa y motivacional donde se busca sanar integralmente al creyente en tres dimensiones: espíritu, alma y cuerpo, con la aceptación de que solo Jesucristo puede restaurar al hombre. Otras iglesias, como la Misión Carismática Internacional, mencionaron el poder de la oración y de la "Sangre de Jesucristo" como medios de sanación que resultaron efectivos en miembros de su congregación. El testimonio de un feligrés que afirmaba haber sido sanado del covid-19 por intercesión del Pastor y la comunidad muestra cómo se proyecta la iglesia como administradora de las gracias de Dios. También se percibió el valor que tiene el poder de la oración en estas iglesias al crearse numerosos grupos de WhatsApp para transmitir todas las intenciones de sanación e intermediación. Este don podía incluso ser desmaterializado en objetos o productos, como lo hizo el Centro Mundial de Avivamiento, quien promovió durante el primer año la unción de aceites bendecidos por el pastor con capacidades curativas ante enfermedades como el covid-19.

Esto contrasta con la encuesta sobre la vacunación, donde se relejó un considerable apoyo de las comunidades pentecostales y neopentecostales: un 65 % consideró la vacuna como beneficiosa, contra un 25 % que creía que era poco efectiva. Aunque hubo un porcentaje significativo de aprobación, este no fue unánime, como en el catolicismo. Por lo que se puede considerar cierto margen de escepticismo o descrédito de la solución científica para afrontar la pandemia. Por ejemplo, la Iglesia Misión Carismática Internacional a inicios del 2021 comentaba que la verdadera vacuna para afrontar los problemas espirituales y materiales de la epidemia era Jesucristo, por encima de cualquier otra salida, dejando ver la irrelevancia dada a las soluciones científicas frente al poder divino.

Conclusiones

Las interpretaciones sobre el covid-19 en las iglesias cristianas fueron cambiando a través de la pandemia. Al principio se consideró como un momento icónico, un evento que traía propósitos superiores y que, por tanto, cambiaría a la humanidad. De ahí que durante los meses del confinamiento predominara en el catolicismo, el neopentecostalismo y el pentecostalismo considerar la pandemia como un tiempo para "volver a Dios", reavivar la espiritualidad y "retirarse del mundo", para retomar los valores esenciales de la vida. Incluso algunas corrientes pregonaban con frecuencia dones más "proféticos", como los pentecostales y neopentecostales, para los que se anunciaba un avivamiento espiritual de sus iglesias, junto con el resurgimiento de los elegidos y protegidos de Dios para renovar la iglesia. En este marco, se promovió una imagen de Dios protector, que cuida a sus hijos fieles y, sobre todo, que utiliza el dolor humano para fines superiores.

Mantenerse en la fe fue, por excelencia, lo que más se repitió en los discursos religiosos desde el inicio del confinamiento, en especial a medida que se extendía la cuarentena. La fe era uno de los pocos recursos del creyente para "resistir" la percepción de muerte y de incertidumbre. De ahí que en todas las corrientes existiera una lógica de fe distributiva o compensatoria, donde se obtenía el favor divino, si el creyente se mantenía en su gracia, se preocupaba por su espiritualidad y confiaba en la voluntad de Dios.

Aun así, para cada una de las corrientes, resistir la pandemia con la fe tuvo sus particularidades. Para el catolicismo el sacerdote encarnó la función de guía e intérprete, entre el excesivo volumen de noticias y rumores poco comprobables que rodearon al creyente. Se consideró que el cristiano tenía cierto "deber" frente al mundo, en tiempos de desolación como la pandemia, pues poseía la fe y el favor de Dios para no perder la esperanza.

Era entonces el creyente quien podría, contra todo pronóstico, continuar anunciando la buena nueva al mundo.

Por otro lado, entre los neopentecostales y pentecostales fue mucho más insistente la idea de un Dios protector de quienes "permanecían en los caminos del Señor", pues el virus solo llegaría a los "malvados", consideración que evidentemente tuvo que cambiar con el tiempo, pues la fe no impidió los contagios y la muerte de sus creyentes, de manera que las prédicas giraron entonces hacia un llamado a la confianza divina y a la imploración de su protección.

Entre las representaciones comunes, el sufrimiento se "naturalizó" pasado año y medio de pandemia. Este comportamiento puede explicarse, entre muchos otros factores, por la llegada de las vacunas y la flexibilización de las restricciones de distanciamiento y aislamiento social, que suavizaron el "efecto alarmante" de los contagios. Existió cierta relativización, en la percepción de los creyentes, del sufrimiento producido por la pandemia y su impacto en la sociedad, sobre todo en corrientes como el catolicismo o el pentecostalismo, pues desde finales del 2020 y el resto del 2021, el covid-19 se volvió un referente más del sufrimiento humano; incluso en algunas iglesias se prefería evitar mencionarlo, pues se consideraba que existía demasiado engaño y confusión al respecto. Pero para el protestantismo y el anglicanismo la posición fue contraria y no se encontraron muchas posturas sobre la pandemia en sus inicios, y solo hubo pronunciamientos hasta que los contagios aumentaron con el primer pico y se percibieron los efectos del cierre de los templos, con la ausencia de fieles tras la apertura. Fue cuando se empezó a incluir y mencionar el covid-19 en relación con los efectos negativos que produjo en sus comunidades.

En cuanto a las representaciones específicas de cada corriente, destaca la reproducción de una cultura del autocuidado significativa en las parroquias católicas y todo un alineamiento de la institución con la retórica de salud pública nacional e internacional. Se promovió asimismo el disciplinamiento de la feligresía, para acomodar el culto a las nuevas medidas sanitarias en los templos, traducidas como "buenas prácticas" implementadas por todo feligrés. Aunque las demás corrientes cristianas también tuvieron que adaptarse a las reglas sanitarias para abrir sus templos, en lo observado, la promoción de este discurso del autocuidado no fue tan extenso y sistemático como en el catolicismo y solo contadas iglesias aconsejaron continuar con el aislamiento social y las medidas de bioseguridad.

Por otro lado, frente a la bibliografía que afirma un eventual escepticismo de las iglesias no católicas con la ciencia por causa del covid-19, los casos observados aquí, de manera sistemática y detallada, demuestran que estas generalizaciones no pueden aplicarse. Es decir, en nuestro caso las iglesias aceptaron la realidad del covid-19 y tomaron las medidas necesarias, tal vez por miedo generalizado, para evitar su propagación. Al mismo tiempo, existió cierto escepticismo acerca del origen del virus: un gran porcentaje consideró que había sido provocado y manipulado por fuerzas humanas. Estas posturas también se mezclaban con anuncios proféticos y señales apocalípticas para que los fieles se convirtieran a Dios. Se iniciaron entonces campañas de evangelización en busca de la conversión de las almas corruptas, ante la proximidad de la muerte y de los tiempos finales. En este sentido, aunque existía cierto recelo en relación con los orígenes y fines reales del covid-19, ello no imposibilitó acatar las medidas sanitarias. Existió una creencia relativa en la ciencia, al tiempo que surgían algunas interpretaciones escatológicas singulares, en cada momento de la pandemia, sobre el significado del virus para con la humanidad.

Finalmente, contra los efectos del virus, las iglesias propusieron y validaron sus propios procesos terapéuticos y salidas espirituales. En el catolicismo la vacuna fue legitimidad desde el inicio y el discurso del autocuidado se extendió también a una validación de la respuesta inmunológica. Esto no impidió la propuesta de otras soluciones espirituales, como la oración, la asistencia virtual o presencial a la celebración de los sacramentos, cursos y charlas formativas.

De cara a los tratamientos científicos, como las vacuna, sobresalieron diferencias con las otras corrientes. Por su lado, el protestantismo -grupo minoritario dentro del panorama religioso colombiano- no promovió la vacunación en sus redes ni estuvo completamente de acuerdo con ella, mientras que los pentecostales y neopentecostales tuvieron un mejor margen de aceptación de la vacuna, pero no de manera generalizada, desde que el poder científico era subvalorado en comparación con los milagros y la intervención divina en los creyentes. En ese sentido, se consideraba al pastor y a la iglesia como administradores de las gracias que otorgaba la oración sanadora a los afectados por el covid-19.

Aun así, la oposición a las medidas sanitarias y las vacunas en iglesias no católicas tampoco fue generalizada a lo largo del primer año y medio de pandemia. Casos como Brasil o Estados Unidos, donde los pastores hicieron llamados públicos contra la vacunación o el aislamiento, fueron excepcionales en Santander. Puede pensarse que la religiosidad en esta región es menos influenciada por creencias mágicas o fuera del marco científico, también porque las autoridades políticas promovieron y defendieron desde el inicio el acatamiento de las recomendaciones internacionales, contrariamente de lo que sucedió con los presidentes Jair Bolsonaro y Donald Trump en sus países.

Referencias

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El presente artículo es fruto parcial del proyecto de investigación “Consecuencias de la pandemia COVID 19 en las iglesias cristianas de Santander. Aspectos económicos, religiosos y sociales”, financiado por la Vicerrectoría de Investigación y Extensión de la Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga, Colombia.

1 Facebook ha adaptado múltiples funciones de sociabilidad que coincidían con las necesidades de las iglesias, entre ellas la transmisión en vivo, la conexión con YouTube y las publicaciones audiovisuales.

2El catolicismo romano es la religión tradicional y mayoritaria en Colombia, y si bien en los últimos años ha mantenido una tendencia a la baja, en Colombia cobija al 57 % de la población (Beltrán y Sonia, 2020, p. 40). No obstante, su influencia sigue siendo muy importante en materia social, cultural y religiosa.

3El protestantismo cobija a iglesias cristianas surgidas de la Reforma protestante que siguen con la identidad histórica de dicho movimiento. En nuestro caso, observamos las iglesias Bautista, Presbiteriana, Wesleyana y Alianza Evangélica.

4La Iglesia Adventista del Séptimo Día surgió a mediados del siglo XIX en Estados Unidos y llegó a Colombia a partir de la década de 1930. Doctrinalmente mantiene similitudes con las iglesias protestantes, pero adopta elementos heterodoxos, como las reglas de purificación de alimentos tomadas del Antiguo Testamento, seguir el sábado como día de descanso y la importancia de las revelaciones espirituales de Ellen White, cofundadora de la iglesia (Ortega, 2019, p.42-86).

5El pentecostalismo y el neopentecostalismo provienen de la renovación espiritual cristiana estadounidense de finales del siglo XIX. Ambas corrientes insisten en la importancia de la efusión del Espíritu Santo como elemento de conversión y guía del cristiano, incluyendo una serie de dones y carismas. Por su parte, el pentecostalismo tiene una mirada más reactiva y negativa frente al "mundo", percibido como pecador, mientras que el neopentecostalismo promueve la "conquista" del mundo, al cual se adapta a través de prácticas como la doctrina de la prosperidad (Beltrán, 2003, p. 145). En Colombia, estas corrientes experimentaron un crecimiento constante desde 1991, si bien en los últimos 10 años tal crecimiento parece ralentizarse (Beltrán y Sonia, 2020, p. 19).

6Respuestas de un total de más de 270 parroquias de Santander.

7Respuestas de un total aproximado de 400 organizaciones no católicas de Santander.

8La vacunación después de agosto de 2021 en Colombia y a nivel mundial supuso la obligación de reforzar el tratamiento con dosis cada cierto tiempo. Esto, sumado a la imposición de "pases sanitarios" para el ingreso a sitios de sociabilidad concurrida, atizó mucho más el debate público y el recelo contra la comunidad científica y entes internacionales, lo que supone que las interpretaciones complotistas y escatológicas pudieran avivarse en algunas de las iglesias estudiadas.

9La teología de la cruz y del sufrimiento es muy característica de la tradición católica. Concibe el sufrimiento como un misterio de la vida humana, dignificado por Jesucristo con su propia muerte. El creyente une su sufrimiento al de Cristo para que este sea glorificado con El. En los evangelios se cita a Jesús: "Toma tu cruz y sígueme" (Mateo 16:24, Marcos 08:34; Lucas 9:23). También Pedro y Pablo se refieren al sufrimiento inevitable del ser humano, como una oportuni dad redentora, en la medida en que se una al sufrimiento de Cristo (1Pe 4, 13s). Luego, santos y místicos han explorado y vivido dicha teología, con momentos álgidos durante la Contrarreforma, el barroco, finales del siglo XIX y comienzos del XX. En estas interpretaciones, la vida humana es un "valle de lágrimas" donde cualquier alegría queda opacada por el dolor, de manera que la persona solo recibiría consuelo en la "Patria Eterna" (Dufor, 1965, pp. 170-172, 768-771).

10La celebración de la Semana Santa en Roma, sin fieles y a inicios del confinamiento, demostró el acatamiento de las medidas sanitarias por la Iglesia universal, quien priorizó el bienestar colectivo sobre la práctica religiosa (DW, 2020). Posteriormente, el papa se mantuvo crítico de los gobiernos que no respetaban las medidas sanitarias. No hubo oposición a la vacunación; al contrario, se reprodujo una retórica del autocuidado motivada por la caridad fraterna y el bienestar común (Rodríguez, 2020).

11Esta cultura nace a partir de diciembre del año 2020, cuando llega la ola de contagio más fuerte a los centros rurales del país.

12La marca de la bestia es una referencia bíblica del Apocalipsis 13,11-18, donde un falso profeta al servicio de esta bestia obligaría a la humanidad a realizarse una marca en la mano derecha, impidiendo el acceso al mercado de quienes no tuvieran la marca. En el contexto del covid-19, este pasaje ha sido asociado con la vacuna y el pase sanitario.

13Se supone que los jóvenes son los menos afectados por el virus.

14Esta mirada apocalíptica de las crisis humanas es más propia de iglesias pente-costales clásicas, que tienden a tener una mirada más negativa sobre el mundo y una teología muy apocalíptica. Las neopentecostales, salvo excepciones no se caracterizan por esta teología.

Cómo citar: Plata, W. E., Plata, D. y Acevedo, J. A. (2023). El covid-19 y las iglesias cristianas. Representaciones de la pandemia entre católicos, protestantes y pentecostales en Colombia, 2020-2021. Revista Colombiana de Sociología, 46(1), 195-218. DOI: https://doi.org/10.15446/rcs.v46n1/101569

Recibido: 28 de Febrero de 2022; Aprobado: 15 de Agosto de 2022

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