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Co-herencia

versión impresa ISSN 1794-5887

Co-herencia v.5 n.9 Medellín jul./dic. 2008

 

Figuras de la hospitalidad y la hostilidad Parásitos, anfitriones y simbiontes1

Figures de l'hospitalité : Parasites, Hôtes et Symbiontes

 

Luis Alfonso Paláu Castaño*

lapalau@une.net.co

*Profesor emérito de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín.

Recepción: 15 de febrero de 2008. Aprobación: 31 de julio de 2008


Resumen:

Con la intención de presentar la parasitología, tipo de discurso emergido en la complejidad dialogal que la ciencia natural puede establecer con la social, este texto parte de la discusión que, sobre la distribución general de los vivientes, sostuvieron Cuvier y Saint-Hilaire; posteriormente, retoma algunas consideraciones de Canetti a propósito de la pareja metamorfosis-simulación y de Deleuze y Simondon sobre los avatares de la individuación, con lo cual reflexionará sobre las dimensiones biológica, social y cultural del ser humano en perspectiva parasitaria.

Palabras clave: Parasitología, Parásito-Huésped, imitación, simulación, teratología, anomalía, individuación.


Résumé:

Avec l'intention de présenter le parasitologie, un type de discours émergé dans la complexité dialogique que la science naturelle peut établir avec la sociale, ce texte part de la discussion que Cuvier et Saint-Hilaire ont soutenue sur la distribution générale des vivants,; par la suite, il reprend quelques considérations de Canetti à propos de la métamorphose-simulation pareille et Deleuze et Simondon sur les avatars de l'individuation, avec lequel il réfléchira aux dimensions biologique, sociale et culturelle de l'être humain dans une perspective parasitaire.

Mots clé: Parasitologie, parasite-hôte, imitation, simulation, tératologie, anomalie, individuation


 

Cero

Repitamos la conocida anécdota y hagámosla emblemática en este contexto: en sus Conversaciones con Goethe, Eckermann cuenta que el 2 de agosto de 1830 llegó a Weimar la noticia de la revolución de julio en París. Goethe le dijo: "¿Qué piensa usted de ese magno suceso? Ya estalló el volcán. Ya está todo ardiendo y se acabaron las sesiones a puerta cerrada". "Es algo terrible", contestó Eckermann, convencido de que Goethe se refería a las noticias políticas de Francia, al levantamiento popular y a la abdicación de Carlos X, "pero en las circunstancias de Francia y con un Ministerio como el que había, la cosa tenía que acabar con el destierro de la real familia".

"Por lo visto no nos entendemos, amigo mío", replicó Goethe. "Yo no me refiero a eso, sino a otra cosa muy distinta. Me refiero a la polémica entre Cuvier y Geoffroy Saint-Hilaire, tan interesante para el mundo científico, y que ha estallado públicamente en el seno de la Academia". Y ante el estupor de su interlocutor, Goethe añade

El asunto es de la mayor trascendencia, y usted no podría imaginarse lo que he experimentado con la noticia de esa sesión del 19 de Julio. Contamos ahora, al cabo del tiempo, con un poderoso aliado en la persona de Geoffroy Saint- Hilaire […] Pero lo mejor de todo es que ya queda definitivamente sentado el método sintético de tratar la Naturaleza. (Goethe, 1968:1397-1398)

Nos cuenta Patrick Tort que:

bajo la influencia de esta emoción Goethe redacta sin esperar más, para el uso del público alemán, un resumen de la polémica parisina de marzo sacada de una biografía sumaria de sus principales actores, y algunas reflexiones personales –que serán desarrolladas en marzo de 1832- inspiradas por una simpatía muy alemana por las posiciones de Geoffroy Saint-Hilaire. El artículo de Goethe será publicado en Berlín desde el mes de septiembre en los Annales de critique scientifique editados por Egger. Termina con estas palabras de Montaigne: «Yo no juzgo, cuento», que servirán, un año y medio más tarde, para reintroducir el mismo tema en la misma revista, cuando Goethe, una semana antes de morir, en otros dos artículos, hará un extraño y sintomático regreso sobre sí mismo y sobre lo que escribió previamente sobre la vida y la organización. (Tort, 1989:116)

 

Uno, Uno

Cuvier había establecido la división del reino animal según cuatro formas principales, cuatro planes generales... a partir de los cuales todos los animales parecen haber sido modelados y cuyas divisiones ulteriores, con cualquier título que los naturalistas los hayan decorado, no son más que modificaciones bastante ligeras, fundamentadas en el desarrollo o la adición de algunas partes, que no cambian en nada la esencia del plan.

Este descubrimiento, nacido de la observación anatómica y de la disección, se consolida y afina a través de las modificaciones introducidas entre la primera edición del Reino animal distribuido a partir de su organización (1817) y la segunda (1829). Cuvier ha defendido sobre todo la irreducible pluralidad de los sub-conjuntos, de la misma manera como en una biblioteca moderna no se colocarán en los mismos estantes los libros, los periódicos, los mapas, los microfilmes, los grabados. Cada grupo distinto debe caracterizarse por signos propios, correlaciones o disyunciones entre elementos particulares. Cuvier busca pues sacar la taxonomía de lo arbitrario e imponer "figuras" reales. Abiertamente desea la economía de medios, la concisión y, con el fin de transcribir, llega a usar medios muy simples. En fin, Cuvier se asegura que exista una eventual correspondencia entre la fisiología basal y la morfología exterior. El diente se volverá "índice", o mejor aún, el número y la posición de los incisivos indicarán, dado que están ligados a un régimen alimenticio, por tanto a lo nutritivo y al sistema digestivo del animal, y a través de ello a la locomoción y al sistema nervioso.

Pero Cuvier no respetó su propio método. Ya desde 1797, en su Tableau élémentaire de l'histoire naturelle des animaux, se obstina en recurrir a un criterio, a uno solo y al más arcaico, "la sangre", con miras a dividir los animales. Se guía sobre el equivalente de la corola de las flores, el color rojo o blanco del líquido vital. Es extraño que en el umbral del siglo XIX escriba:

Todas las partes del cuerpo nacen mediata o inmediatamente de la sangre; la naturaleza de la sangre debe ser la principal causa de las diferencias que esas partes sufren. Por esto los animales de sangre blanca no tienen en común con los de sangre roja mas que lo que entra esencialmente en la noción de animal, mientras que la serie de estos últimos no presenta mas que las modificaciones diversas de un plan único. (Cuvier, 1797:85-86)

Se trata pues de algo más que de un reordenamiento de la sistemática animal. Es el juego de una aceptabilidad ontológica de las grandes divisiones clasificatorias a partir de las diferencias constatadas por la observación y que reiteran el punto de vista "fijista" del creacionismo. Y cuando poco a poco Cuvier termine por renunciar a la "sangre" para dividir, recurrirá a un "índice" también contrario a sus principios fundamentales; escogerá entonces "la morfología de conjunto", la figura, gracias a la cual distinguirá cuatro tipos que reemplacen pues las seis clases de Linneo (Mamíferos, Aves, Anfibios, Peces, Insectos y Gusanos) por cuatro ramificaciones: Animales vertebrados, (Mamíferos, Aves, Reptiles, Peces; definidos por la "bilateralidad" o una franca simetría); Animales moluscos (Cefalópodos, Pterópodos, Gasterópodos, Acéfalos, Braquiópodos, Cirrópodos; en primer lugar los cefalópodos puesto que se caracterizan precisamente por el volteo del eje longitudinal; y la cabeza, con dos ojos desarrollados, se coloca entonces abajo); Animales articulados (Anélidos, Crustáceos, Arácnidos, Insectos; se presentan en una segmentación horizontal y múltiple a tal punto que los elementos menos integrados o diferenciados pueden desprenderse y autonomizarse); y Animales radiados (Equinodermos, Gusanos intestinales, Acalefos, Pólipos, Infusorios; que pierden todo eje de simetría). De esta forma la polaridad no cesa de abolirse y de allí los cuatro escalones claramente separados. Por una parte, Cuvier enumera claramente cuatro combinaciones o "tipos" pero, por la otra, una de ellas se deshace, y termina incluso por desaparecer, puesto que los infusorios como clase estará prácticamente vacía.

 

Uno, Dos

Etienne Geoffroy Saint-Hilaire será el verdadero innovador; su Anatomie Philosophique enunció, por primera vez, las más altas verdades de la zootaxia. Según lo indica François Dagognet en su Catálogo de la vida (1970), tres son sus principios revolucionarios en su concepción del animal:

A) Recurrirá a un concepto que hasta entonces no había sido tenido en cuenta y que fundamenta la morfología estructural: la inversión, la negación de los dispositivos. Gracias a ella, el mismo animal (invertido con respecto a su simétrico) se define a la vez por una completa oposición, pero también por una cierta identidad (las mismas partes situadas de otra manera).

Esta especie de lectura topológica unitaria debía permitir borrar la separación, y correlativamente fundamentar la diferencia, entre los invertebrados y los vertebrados, transformar inmediatamente la sistemática y aportarle una extraordinaria contracción, que no fuera ya la antigua y dudosa asimilación que aseguraba la "cadena de los seres", ni la ilusoria confusión que provenía de la construcción de los animales sobre una misma base funcional.

La combinatoria de Geoffroy Saint-Hilaire no suprime al "otro", cuya especificidad reconoce y subraya cuando es necesario, sino que lo recompone con los mismos elementos; de allí esa definición de "insecto" lanzada en 1819: se trata de un vertebrado que ha sido invertido o volteado dos veces.

Una primera negación: "Los Insectos son verdaderos vertebrados, y si todo debe reducirse a una vértebra, es en los insectos en los que esta proposición es absolutamente evidente. En último análisis llegamos a este resultado: todo animal habita dentro o fuera de su columna vertebral". Previamente, Geoffroy anotaba: "El esqueleto está (en los insectos) expulsado, por así decirlo, afuera y se vuelve verdaderamente los tegumentos, las envolturas superficiales de esos animales". No tanto no-vertebrado sino, finalmente, in (dentro de) una vértebra.

La segunda negación es más notoria aún: tiene que ver con la locomoción y el emplazamiento (correlativo) del sistema nervioso. En los articulados, la espalda se sitúa abajo y el vientre arriba. De allí se sigue que el cordón nervioso se dispondrá bajo el tubo digestivo, mientras que en los vertebrados se coloca por encima. En resumen, la inversión de la relación espacial "tubo digestivo" sobre "tubo nervioso".

B) No solamente Geoffroy renuncia a las formas exteriores, para definir y situar un animal ("formas" a las cuales los naturalistas les han concedido demasiada importancia, puesto que basarse en ellas sería como organizar los libros de una biblioteca por su tamaño), sino que también se deshace de las funciones (método de Cuvier) o de los aparatos internos, con el fin de poder construir una zootomía material. Esta idea, sin duda, la toma de su maestro el abate Haüy2: el animal se vuelve una suma molecular, un ensamblaje poliédrico. No tanto sinergia fisiológica como yuxtaposición de piezas –o incluso como él lo escribe, "un desensamblamiento" (Geoffroy Saint-Hilaire, E., 1818:18).

Si parto del conjunto ABCDEF, por ejemplo, puedo entonces dar tanto con la morfología ABC y DEF como con la de A y BCDEF, dos tipos muy distintos, incomparables incluso, pero cuya similitud está testimoniada por el análisis subyacente de los materiales constitutivos. Sólo cambia la "malla" o el "sistema de disposición", así como los motivos de simetría.

Como lo escribe su hijo, Isidore Geoffroy Saint-Hilaire:

Todos los anatomistas saben, por una parte, que los mismos órganos pueden cumplir funciones muy diferentes, y por la otra, que órganos muy diferentes cumplen la misma función. Es así como los apéndices laterales de los articulados se muestran, según el caso, como órganos locomotores, masticadores, respiratorios y también como órganos rudimentarios y sin función. Por el contrario, la respiración, según las especies, se realiza por medio de pulmones, por branquias, por traqueas, incluso por la piel, modificada de mil maneras. (1847:212)

Efectivamente la naturaleza, por una especie de economía, no se entretiene en crear dispositivos nuevos para el cumplimiento de ciertas tareas; se sirve de sustratos previos, llamados a cumplir papeles alejados de los primitivos, lo que ya se había observado con relación a los aparatos de succión y picadura de los insectos.

La osteología de los vertebrados iba a ilustrar maravillosamente esta rica concepción. El cráneo, por ejemplo, resultaría de la coalescencia de las mismas "unidades" elementales. Sobre todo, no se deberá seguir alejando la cabeza de los mamíferos de la de los peces: aunque son incomparables tanto por su forma global como por sus capacidades, sin embargo comprenden un número igual de pedazos primitivos unidos de manera distinta. Y la zootomía debe buscar estas moléculas de base, asistir a sus geométricos reagrupamientos-integraciones. Nunca la biología estuvo más próxima de la mineralogía y de la química, puesto que se va a considerar la variación de los animales según la manera de disponer y de reagrupar sus unidades primitivas. Y si el animal se nos aparece como no lo preveíamos, debemos observar el feto (especie de diagrama de cristalización en el que el organismo está ante todo disperso, antes del momento de las superposiciones). De acá provendrá precisamente ese sorprendente descubrimiento de que la osteología de los peces corresponde a la del embrión de los mamíferos (más que a la de los adultos) y que el mamífero en vías de constitución pasaría pues por un estadio "pez". "Los peces, en su primera edad, corresponden –si se tiene en cuenta su desarrollo– a los mamíferos en su estado de feto" (Saint-Hilaire, G., 1818:20).

Tenemos pues esta aseveración general:

La naturaleza emplea constantemente los mismos materiales y sólo es ingeniosa haciendo variar las formas. Como si, en efecto, estuviese sometida a los primeros datos, se la ve siempre tendiendo a hacer reaparecer los mismos elementos, en el mismo número, en las mismas circunstancias, con las mismas conexiones... Me abandoné a la esperanza de descubrir, en el cráneo de los peces las mismas partes que existen en el de los otros animales vertebrados. (Saint-Hilaire, G., 1818:18-19)

En términos generales, algunos animales, los más primitivos incluso, ponen dentro lo que otros disponen afuera. El vertebrado ya interiorizó el esqueleto (que es "exo-esqueleto" en los invertebrados); paralelamente, los mamíferos abrigan y, para este efecto, reducen de volumen, lo que los peces exhiben y agrandan: "El conducto auditivo de los mamíferos, de las aves y de los reptiles corresponde a la cavidad de las branquias, lo que conduce casi a esta proposición, que la cámara del oído pierde su profundidad alargándose; ¿no se sigue de esto que se echaron afuera objetos que allá estaban guardados?" (Saint-Hilaire, G., 1818:36).

Este método no se parece en nada a las vagas analogías antiguas que se remontan a Aristóteles, según las cuales las patas, las alas, las aletas, etc., han sido construidas sobre el mismo modelo. En efecto, no vamos a asimilar los acercamientos funcionales y el análisis estrictamente material que le es su negación explícita (Saint-Hilaire, G., 1818:XXXI)3. Las "homologías" de Geoffroy excluyen precisamente los "papeles" y "usos", como lo recordará siempre el hueso cuadrado de los primeros vertebrados, al comienzo branquial, respiratorio y hasta digestivo antes de inmiscuirse en el oído, donde sólo sirve subsidiaria y débilmente (puesto que, como lo anotará Geoffroy, la ausencia de estos huesos no alteraría las facultades de audición).

C) Esta biología comparada y de inspiración mineralógica dará cabida a dos disciplinas en vías de desarrollo: la embriología y la teratología. Y estos dos proyectos, o estas dos ciencias, se recubren, porque pronto la desviación monstruosa corresponderá a una morfología de los estadios inferiores ("detención de desarrollo")4. Tendrán la misma motivación: la reducción de los vivientes, única contestación posible ante el hervidero invasor de los animales y de las deformidades que los multiplican5.

Desde 1820, Geoffroy Saint-Hilaire remite la aparición de los monstruos a accidentes que vienen a perturbar un embarazo hasta entonces regular, normal. Con sus experiencias de 1820 y 1826, produce incluso monstruos al hacer variar las condiciones de incubación de los huevos, aportando la prueba de que "embriones que colocados en circunstancias ordinarias se habrían desarrollado normalmente, que incluso habían comenzado a desarrollarse normalmente, se han vuelto anormales e incluso monstruosos, al ser perturbado su desarrollo. Por tanto las anomalías no pre-existen a la fecundación" (Saint-Hilaire, G., 1818:290).

La teratogenia arruina la doctrina de la preformación de los gérmenes y da todo su sentido a la teoría de Meckel, que consideraba al monstruo como una detención del desarrollo. Convergen aquí la explicación wolffiana de producción de los monstruos por variación accidental de algunas condiciones, con la teoría de las detenciones del desarrollo debida a Meckel, es decir, la teratología contacta aquí a la embriogenia; pero también la teratología se junta con la anatomía comparada al confirmar que lo que es una anomalía para una especie "recae en lo que es la regla para otra" (Saint-Hilaire, G., 1818:256). Volveremos sobre el asunto con el animal anómalo para Deleuze. Pero Geoffroy Saint-Hilaire irá más lejos.

1. Ninguna experiencia podría probar la teoría de la preformación de los gérmenes, dado que todo experimento estudia "efectos que se producen los unos después de los otros, causas absolutamente próximas y activas de escalón en escalón" (Dictionaire classique d'histoire naturelle, p. 31).

2. Ahora bien, la mencionada teoría pretende llegar a remontarse hasta los "gérmenes originariamente monstruosos", oponiéndose al espíritu propio del método experimental que obliga circunscribirse a las condiciones inmediatas de la experiencia.

3. Una reflexión filosófica sobre la idea de existencia revela que la noción misma de pre-existencia es contradictoria. Contra la lógica se quiere que el germen sea ya lo que está destinado a llegar a ser algún día.

4. Una verdadera crítica de la causalidad dará la prueba de la epigénesis. Los preformistas simplemente colocan el efecto en la causa y olvidan que él es precisamente lo que resultará de las relaciones de lo que llamamos causa con factores diversos, internos y externos, capaces de orientar de manera diferente las transformaciones de la causa6.

El "transformismo" de Geoffroy implica, ciertamente, una teoría de la descendencia ligada a un fuerte determinismo del medio (veremos más adelante el juego de las "circunstancias" en Michel Serres); pero es más una proyección de los encadenamientos embriogenéticos sobre el conjunto del mundo orgánico –ajustada a una teoría de las detenciones de desarrollo– que una teoría sistematizada de las derivaciones ínter-específicas. Un "transformacionismo" antes que un transformismo.

Geoffroy Saint-Hilaire le ha dado su toque, no tanto en el estilo de las filosofías de la naturaleza como lo pensaba Goethe, sino más conforme con el lenguaje de la química de las combinaciones-disociaciones. Ahora bien ¿dónde encontrar esas desagregaciones sino en el feto y en los anormales? Uno de los parágrafos de su Philosophie anatomique sobre los monstruos se titula: "Investigaciones sobre la composición del occipital humano, el número de sus materiales, su pronta agregación en el estado normal y su subdivisión en el estado patológico". El orden reina en el desorden de las anomalías: "Existe monstruosidad pero no por ello derogación de las leyes ordinarias". Se perfila un más allá del sentido común de las mayorías, que opone lo normal (o lo ordenado) a lo anormal (lo desordenado). La manera tan original de abordar el orden de lo irregular va a permitir la cientificidad de la teratología, y como lo veremos más adelante, se constituye en el preámbulo de la tesis canguilhemiana del anómalo.

Esta biología mineralógica de la fijeza y de las relaciones constantes termina pues por aproximar las ramificaciones (vertebrados e invertebrados invertidos, una simetría en espejo), así como unifica las clases (peces, aves, mamíferos), y en el mismo movimiento ella comprende tanto los casos regulares como los patológicos o los incompletos. Es la vocación spinozista de Goethe y los trabajos de Geoffroy los que se consolidan acá como un logro excepcional y una nueva filosofía de la biología.

Por primera vez (y a favor de una pluridisciplinariedad real) el cráneo equivale a una sal química, se concibe sobre el modelo de un sistema material. Se caracteriza por un tipo de combinación, por elementos de simetría. El pensamiento osteológico de Geoffroy, digno de los mejores analistas, reducirá el esqueleto más a una geometría poliédrica (análisis estructural y conformacional) que a una simple aritmética (con adiciones y sustracciones).

La anatomía es declarada como filosófica y trascendente; va a la raíz oculta de los organismos, de las organizaciones. Sin embargo, Geoffroy lograba la taxonomía más de lo que él mismo deseaba. Es necesario empujarla, aún contraerla, con el fin de desembocar precisamente sobre esa trama (la red) invariable y constante, de naturaleza ABCDEF, o incluso FEDCBA que corresponde al invertebrado volteado, a los ejes de simetría invertidos. Indiscutiblemente, la sistemática animal conduce a este materialismo basal por el cual ella se explica.

 

Uno, Tres

Por tanto ¿a qué signo confiarnos para reconocer, y por tanto conocer, un animal? ¿Por dónde pasa la frontera entre lo esencial y lo secundario? ¿Nos debemos fiar de las formas (naturalistas), de las funciones (anatomistas), o sólo de los materiales (organogenistas)? ¿Qué distribución general de los vivientes conservar: la continuidad serial de Bonnet, la composición aditiva de Lamarck, los sub-conjuntos claramente disjuntos de Cuvier, la teoría unitaria de Geoffroy Saint Hilaire? Tantas maneras de disponer, tantos "grafos", tantas zoologías y métodos bastante distintos. Notemos sin embargo que la concepción que más crédito merece es la de Geoffroy: 1. a causa de las perspectivas que abre, de las disciplinas nuevas que suscita (embriología, teratología, anatomía comparada, patología) y, sobre todo, 2. porque ella quiebra el "pluralismo" cuvieriano, la doctrina más próxima del creacionismo con sus múltiples catástrofes y sus consiguientes creaciones (Dagognet, 1999:214-231). Finalmente, una doctrina monista será la más acorde con los puntos de vista transformacionistas o genealógicos ulteriores.

 

Dos, Uno

Uno de los aspectos claves de Masa y Poder de Elías Canetti es su teoría de la metamorfosis que voy a presentar a continuación. La capacidad del hombre para la metamorfosis, "que tanto poder le ha conferido al hombre sobre todas las criaturas restantes", es uno de los mayores enigmas, pues "pocos se dan cuenta que le deben lo mejor de aquello que son". Haciendo la ruta por en medio de un texto bosquimano, Canetti nos revela los "principios para la metamorfosis", de los cuales el más elemental es el de la identificación de un cuerpo con otro (Canetti, 1981:336).

El cuerpo de un mismo bosquimano se convierte en el cuerpo de su padre, de su mujer, de un avestruz, de una gacela. Que los pueda ser todos en distintos momentos, y luego ser otra vez él mismo, es de tremenda importancia. Las metamorfosis, que se suceden, varían según las ocasiones exteriores. Son transformaciones netas: cada criatura, cuyo venir él siente, continúa siendo lo que es. Las mantiene separadas, de lo contrario no tendrían significación. (Canetti, 1981:337)

La propia identidad se conserva en la metamorfosis y por ello se puede leer en términos de devenir. Puede ser esto o aquello y en el intervalo seguir siendo el mismo.

Las metamorfosis de huida, para escapar de un enemigo, adquieren cuatro formas principales: dos en la perspectiva de la víctima y dos en el registro del poderoso. 1. De fuga lineal (en la que generalmente se está de lado de la víctima), 2. de fuga circular (la histeria), 3. el chamanismo, 4. la manía del perseguidor, y el remate de todas, la melancolía. Describámoslas rápidamente.

La forma lineal es la forma muy común de la caza. Se la encuentra en muchos mitos y cuentos difundidos por todos los rincones de la tierra. En momentos en que el agresor va a capturar la presa, ésta se transforma inesperadamente y lo desconcierta, pues le impone nuevas formas de cacería que también transforman al cazador. Cacería loca de metamorfosis cambiantes. Y Canetti ilustra contándonos un cuento georgiano "el Maestro y su discípulo" en el que este último logra escapar del granero en el que el maestro malo, el diablo mismo, lo había encerrado; recorremos las metamorfosis del uno en ratón y el otro en gato, en pez y el otro en red, en faisán y en halcón, en manzana y en cuchillo, en mijo y en gallina y sus pollitos, el último grano en aguja y las aves en hilo… y cuando la ensarta, esta se inflama y arde el hilo (el maestro) y el muchacho recupera su figura.

La circular se da en el mismo lugar; cada metamorfosis hace parte de una serie frustrada de tentativas de fuga del prisionero. Es la historia de Proteo que se cuenta en la Odisea, cuando Menelao y sus tres compañeros lo acosan, con la complicidad de su hija, para obtener información que les permita salir de Egipto. Metidos en pieles de focas en medio de la manada de focas, agarran al viejo que "cambióse primero en león melenudo, en serpiente después, en leopardo y en cerdo gigante, luego de ello en corriente de agua y en árbol frondoso"… sin que ellos lo suelten (Homero. Odisea IV, 456-459, 1982:155). "Los grandes ataques de la histeria no son mas que una serie de violentas metamorfosis de fuga". La riqueza de sus transformaciones es sorprendente y le da el tinte característico a esos fenómenos eróticos o religiosos tan propios de la enfermedad. "Una de las más frecuentes es la transformación en muerto; está probada desde hace tiempo y se la conoce en muchos animales. Se espera ser tomado por muerto. Uno se hace el muerto y el enemigo se va" (Canetti, 1981:342). La víctima se convierte en el centro y se inmoviliza.

Los ataques de los chamanes son la figura simétrica de la transformación de fuga. Mientras que el ataque histérico usual sirve para la fuga in situ, el chamán mediante sus transformaciones se procura espíritus auxiliares, no para soltarse de alguien más poderoso que él, sino para actuar en el acrecentamiento de su propio poder. Es Ulises atado para resistir el canto de las sirenas; son los viajes de Orfeo…

Visto del lado del cazador

se trata de una rápida sucesión de metamorfosis agresivas, de un cambio no solo de género, sino también de los espacios de la caza. El carácter discontinuo y ampliamente extendido de los sucesos, en combinación con la intención peligrosa que los origina, tiene un llamativo parentesco con los fenómenos de otra enfermedad psíquica, la manía. La manía es un paroxismo del hacer-presa. Le importa el divisar, dar caza y apresar. (Canetti, 1981:343)

Y cuando las metamorfosis de fuga finalizan y se las encuentra a todas inútiles, ya no se puede escapar, ya no nos podemos transformar, entonces somos presa de la melancolía. Se entra en la línea descendente: presa, bazofia, carroña o excremento. "Los procesos de depreciación, que hacen cada vez menos de la propia persona, se expresan en forma transferida como sentimientos de culpa. Una culpa significaba originalmente que se estaba en poder de otro. Que uno se siente culpable o que uno se sienta presa, en el fondo da lo mismo". Y apunta Canetti a continuación una de las más finas anotaciones sobre la anorexia:

El melancólico no quiere comer, y como motivo de su negativa puede aducir que no lo merece. En realidad no quiere comer porque cree que él mismo es comido… En el fondo se trata aquí de la última metamorfosis, que está al final de todas las fugas, la metamorfosis en lo comido, y para evitarla sucede que todo lo viviente, en toda forma que se le ofrezca, huye. (Canetti, 1981:344)

Las metamorfosis que unen al hombre con los animales que come son muy fuertes porque él se ha transformado antes en esos animales. Pero las imágenes que se forja de las alimañas (mosquitos o piojos, langostas u hormigas) son aún más tenebrosas y se han agudizado de forma significativa en la historia de la humanidad. En el delirium tremens del alcohólico, el gran solitario está atacado por un sinnúmero de agresores muy pequeños, que en el límite pueden roerle la piel (por esto la aparición de ratas y ratones en las narraciones de los bebedores). Y cuando el hombre moderno descubra los microbios, no hará más que aumentar el delirio que ya se tenía con los insectos, haciendo a los agresores aún más pequeños y auto-agrandando su poder y su imagen.

Los bacilos sin embargo eran mucho más pequeños que las alimañas, no eran visible ya a simple vista y se multiplicaban aún más rápidamente. A un hombre más grande y aislado se le enfrentaba una masa mayor de criaturas de pequeñez mínima. La significación de esta idea es imponderable. Su desarrollo pertenece a los mitos centrales de la historia del espíritu. Es el modelo propiamente dicho de la dinámica del poder. El hombre decidió considerar como alimaña a todo lo que se le opusiera. Como tales percibió y trató a todos los animales que no le eran de utilidad. El detentador del poder, además que degrada a los hombres hasta convertirlos en animales, que sólo aprende a dominarlos porque los considera como especie más baja, degrada al nivel de alimaña a todo lo que no es apropiado para ser dominado, y finalmente lo extermina por millones. (Canetti, 1981:360)

Al dipsómano le gusta observar desde fuera dos metamorfosis muy distintas: 1ª. masas que se transforman en otras masas (como que las hormigas pueden convertirse en coleópteros, éstos en monedas, y ellas confluir como gotas de mercurio) y 2ª. la producción de formaciones híbridas monstruosas (como en las Tentaciones de San Antonio de Grünewald o de Flaubert, o las criaturas que pueblan las pinturas del Bosco). Y en la medida en que el delirante no se incluya en la transformación, con mayor rapidez se mezcla en cambio el mundo mismo.

 

Dos, Dos

"La imitación es algo externo, presupone algo que se tiene ante los ojos, cuyos movimientos se copia" (Canetti, 1981:366). De la disposición interna nada se asevera; por ello decimos que monos y papagayos imitan. Frecuentemente se imita un rasgo aislado y llamativo; imitación o remedo son pues la forma más pobre de metamorfosis. "Porque la metamorfosis misma es como un cuerpo en comparación con lo bidimensional de la imitación. Una forma de transición de la imitación a la metamorfosis, que conscientemente se detiene a mitad de camino, es la simulación" (Canetti, 1981:367).

Un primer tipo importante de metamorfosis es aproximarse como amigo con intención hostil; tenemos pues un exterior, una apariencia en la piel, los cuernos, la voz, la marcha… con un debajo de intención mortífera: es el cazador. La extrema separación del interior con el exterior alcanzó su perfección en la máscara.

El cazador se domina por entero a sí mismo y tiene en su mano un arma. Pero también domina la figura del animal que representa. Sobre ambos impone a cada instante el régimen de su violencia. Es, por decirlo así, a la vez dos criaturas, y se aferra a ambas hasta haber alcanzado su meta. El fluir de las transformaciones de las que sería capaz, se ha detenido; él está en dos lugares rígidamente circunscritos, el uno dentro del otro, éste claramente separado de aquél. Es en ello esencial que lo interior deba permanecer estrictamente oculto tras lo exterior. Lo amigable-inofensivo está afuera, lo hostil-mortal adentro. Lo mortal sólo se revela en su acto definitivo.

Esta duplicidad extrema se llama corrientemente simulación. Pero como la palabra ha extendido sus campos de aplicación, digamos que en esta investigación Canetti entiende por ello: "la figura amiga tras la que se oculta otra, enemiga". Sólo el hombre aplica la simulación conscientemente; por medio de sus aventuras míticas como animal ha aprendido a convertir sus metamorfosis en simulaciones. Es más —como se trata del poder— escribe:

La simulación, esta restringida versión de la metamorfosis, es la única habitual en el detentador del poder hasta el día de hoy. Es que el poderoso no puede transformarse más allá… Puede que considere favorable ocultar a veces el terror que emana de su figura verdadera. Puede valerse de distintas máscaras para ello. Siempre las utilizará sólo provisoriamente, y jamás alterarán en lo más mínimo su figura interior, que es su naturaleza. (Canetti, 1981:369)

 

Tres

Anne Sauvagnargues en su Deleuze: del animal al arte (2006), nos dice que este filósofo se interesa en el animal "como fenómeno anómalo, como fenómeno de borde, como devenir que permite a la humanidad pensar la cultura en términos de pluralidad y la vida en tanto diversidad de marchas y de ethos". Nuestra metafísica occidental dualista aparta al humano del animal al concederle a aquel un espíritu, un alma inmortal que le niega a éste (distinción naturaleza / cultura) mientras que aísla al viviente de lo material inerte (distinción vital / material). Cuando se intenta proponer un monismo filosófico, se requiere afirmar las continuidades entre lo material y lo vital (considerando como Simondon la individuación como diferenciación de fuerzas) y entre lo natural y lo cultural (extendiendo la subjetividad a modos vitales no-humanos).

La pasividad de la síntesis nos enfrenta a un devenir sintético en el que se producirá tanto el individuo material como el biológico o el cultural. Se trata de una síntesis "sensible y perceptiva", en el orden de las fuerzas, que es una "contracción" pasiva, una contemplación, un "hábito". Esta síntesis actualiza materiales heterogéneos en el eje del tiempo. El hábito, síntesis de repetición, contrae fuerzas según el pasado inmediato de la retención y el futuro inmediato de la anticipación, que se superpone en el presente vivo de la conservación.

Pero, en el orden de la pasividad constituyente, las síntesis perceptivas remiten a síntesis orgánicas, así como la sensibilidad de los sentidos remite a una sensibilidad primaria que somos. Somos agua, tierra, luz y aire contraídos, no sólo antes de reconocerlos o de representarlos, sino antes de sentirlos. Todo organismo es, en sus elementos receptivos y perceptivos, pero también en sus vísceras, una suma de contracciones, retenciones y esperas. (Deleuze, 1968:99)

Al contemplar contraemos hábitos, y contraer un hábito es volverse sujeto; el hábito es un nudo, un pliegue de individuación que contrae, que opera una síntesis disyuntiva, síntesis de las diferencias. El individuo no es una unidad, sino una multiplicidad que varía por intensidad. Y como nos lo ha enseñado Simondon, debemos sustituir el ser estable por el concepto de metaestabilidad, diferencia de potencial que induce un cambio de fase; igualmente sustituir el molde hilemórfico (forma impuesta a una materia) "por una modulación que piensa la toma de forma como interacción de fuerzas y materiales" (Sauvagnargues, 2006:28). El individuo y su medio es resultado de un proceso de individuación que se juega en un campo pre-individual e intensivo de individuación. La cuestión del animal sale transformada de esta teoría de la individuación: las fases simondianas son recogidas en grandes diferenciaciones que Deleuze llama "estratos" de los cuales los tres más notables son los materiales, orgánicos y psíquicos. En "la Geología de la moral", Challenger, después de hablar de la unidad de composición del estrato orgánico en bioquímica, realiza el gran elogio de Geoffroy Saint- Hilaire.

Geoffroy había sabido construir, en el siglo XIX, una concepción grandiosa de la estratificación. Decía que la materia, en el sentido de su máxima divisibilidad, consistía en partículas decrecientes, en flujos y fluidos elásticos que se desplegaban de forma irradiante en el espacio […] Así, el estrato orgánico no tenía ninguna materia vital específica, puesto que la materia era la misma para todos los estratos, pero tenía una unidad específica de composición, un solo y mismo animal abstracto, una sola y misma máquina abstracta incluida en el estrato, y presentaba los mismos materiales moleculares, los mismos elementos o componentes anatómicos de órganos, las mismas conexiones formales. Lo que no impedía que las formas orgánicas fuesen diferentes entre sí, tanto como los órganos o las sustancias compuestas, tanto como las moléculas […] Lo fundamental era el principio de la unidad y de la variedad del estrato; isomorfismo de las formas sin correspondencia, identidad de los elementos o componentes sin identidad de las sustancias compuestas. (Deleuze, 1997:53)

Por debajo de los órganos existe un plano de composición virtual que explica la diferencia de género (entre los animales y entre estos y el hombre) como una diferencia intensiva de combinaciones de los mismos materiales constituyentes. "Geoffroy teoriza así el pasaje de una forma animal a otra, y modifica así el concepto de forma, que pasa de una determinación fija y mayor (el tipo en Cuvier) a la variación continua (y menor) de un plano continuo de composición" (Sauvagnargues, 2006:39). Geoffroy disuelve la diferencia fija y fijada anatómicamente en una diferenciación morfogenética continua. Adopta una posición monista (no hay mas que un solo atributo animal, del que todos los animales son modos) y transformista, es decir que la génesis o el desarrollo de los organismos no son sino diferenciaciones modales que responden a aceleraciones y detenciones, estiramientos y plegamientos de los mismos materiales constituyentes. La diferencia entre el representante normal de la especie y el monstruo no es sino de grado lo que instaura una concepción anómala del animal. Esto es lo que determina el "spinozismo" de Geoffroy, en el que Deleuze insiste siempre: postular una sustancia inmanente significa postular la unidad de una continuidad, de un continuo de variación, y no la identidad de lo mismo.

Lo que coloca a Deleuze, con el respaldo de Geoffroy, tras las huellas de Canguilhem… Pues para éste, "la anomalía es aquel hecho de variación individual que impide que dos seres puedan reemplazarse mutuamente de manera completa. En el orden biológico, ilustra el principio leibniziano de los indiscernibles. Pero la diversidad no es la enfermedad. Lo anómalo no es lo patológico" (Canguilhem, 1983:101). Y había dicho, citando a Geoffroy:

En anatomía, el término anomalía tiene que conservar pues estrictamente su sentido de insólito, de desacostumbrado; […] Cuando tiene que definir la anomalía en general… Geoffroy Saint-Hilaire la relaciona con el tipo específico y la variación individual: «Toda desviación del tipo específico o, con otras palabras, toda particularidad orgánica que presenta un individuo comparado con la gran mayoría de los individuos de su especie, de su edad, de su sexo, constituye lo que podemos llamar una anomalía». Es evidente que la anomalía es una concepto puramente empírico o descriptivo. (Canguilhem, 1983:91)

Lo que permite decir a Deleuze que para "devenir animal siempre se hace alianza con lo anómalo". Y ya veremos más adelante la importancia que damos en la consideración de la obra de arte a estas multiplicidades que se definen por su borde anómalo, o línea de variación que "conduce las transformaciones de devenir o los pasajes de multiplicidades".

 

Cuatro, Uno

La parasitología es un saber exuberante y parcelario, a imagen de sus objetos, un saber local, específico, donde lo global es falaz. Todavía se puede descubrir mucho allí, las síntesis conceptuales son difíciles. Se conocen los parásitos, su distribución, su ciclo, sus efectos, se los puede a veces combatir eficazmente; ¿se sabe en general lo que es un parásito? ¿Cuál es en general su acción fluctuante y variable?

Michel Serres en su obra el Parásito (1980) lo define como un excitador térmico. Entra en el cuerpo, lo infesta. Su poder infeccioso se mide por su capacidad de adaptarse a uno o a muchos hospederos. Esta capacidad fluctúa, de la misma forma que varía su virulencia y su producción de sustancias tóxicas. Los parásitos se adormecen, se exaltan, se exasperan, pueden desaparecer incluso durante mucho tiempo.

El parásito es un excitador. No transforma un sistema, cambia su naturaleza, su forma, sus elementos, sus relaciones y sus caminos, lo que hace es cambiar su estado. Le hace fluctuar su equilibrio o la distribución energética. Lo dopa, lo irrita, lo inflama. Frecuentemente esta inclinación no tiene efectos. Pero los puede producir gigantescos, por encadenamiento, por reproducción.

Excitación, inclinación, no son sino variaciones sobre el sentido del prefijo, en más o en menos, a derecha o a izquierda, frío o caliente, distancia medida en todo caso al prefijo para. El parásito interviene, entra en el sistema como un elemento de fluctuación. Cambia su estado energético, sus desplazamientos, sus condensaciones. Por acciones espoliadoras, como los ascárides o las sanguijuelas, por acciones tóxicas, como las garrapatas o los chinches, por traumatismos, como las bilharzias o las triquinas, por infección, como las amebas disentéricas, por obstrucción, como las filiarias de la elefantiasis, por compresión, como los formadores de quistes, por irritaciones, inflamaciones, pruritos, comezones irreprimibles (dos parásitos juntos comen y hacen que se sienta picazón)… escribe Serres.

Las lenguas de nuestra cultura occidental llaman parásito a:

– el invitado abusivo (hábitos y costumbres)

– los animales inevitables

– las rupturas de mensajes.

La excitación térmica es mínima, es diferencial. El parásito produce pequeñas oscilaciones del sistema, pequeños desvíos: parastasis o "circunstancias".

Esta vecindad en nuestras lenguas y culturas es constante, de la fábula a la historia, de la comedia a la filosofía, de lo imaginario a lo científico.

Serres dice que La Odisea podría tener por título, ya que lo tiene por tema, el "parásito": Ulises escapa de Polifemo convertido en un parásito de la lana del carnero; en casa de Alcinoo paga el banquete con sus historias; se debe librar del canto de las Sirenas; acaba con su arco a los pretendientes que se comportan como parásitos...

El parásito nos arrastra a las vecindades del operador más simple y más general de la variación de los sistemas. Los hace fluctuar por desvíos diferenciales. Los inmuniza o los bloquea, los hace que se adapten o los mata, los selecciona y los aniquila. El parásito nos lleva a la proximidad de los equilibrios finos de los sistemas vitales, de sus equilibrios energéticos. Es el elemento de metamorfosis, entendiendo por esta vieja palabra el movimiento transformador de la vida misma. Este movimiento que comienza en el fago, atravesará la antropología y rematará en la informática.

 

Cuatro, Dos

Abramos el libro primero y leamos la novena fábula de La Fontaine:

Hace tiempo, la rata de ciudad invitó a la rata de campo, de una manera muy cortés, a comer unas sobras de un ave hortelano. Sobre un tapiz de Turquía se encontraban puestos los cubiertos y ya imaginarán todos como se regalaron estas dos amigas: soberbio, nada faltaba al festín. Pero alguien perturbó la fiesta mientras se desenvolvía. En la puerta de la sala escucharon ruidos. La rata citadina recoge el manjar, y su camarada le sigue. El ruido cesa, se retiran; las ratas vuelven a la campaña y la citadina dice: "Acabemos todo nuestro asado". "Ya es suficiente", dijo la rústica. "Mañana vendréis a mi casa. No me vanaglorio de tener todos vuestros festines de rey, pero nada viene a interrumpirme. Yo como con toda tranquilidad. Adiós pues, ¡fuera el placer, que el miedo corroe el alma!".

Tenemos pues una cascada. En el comienzo está la producción, rara, inesperada, improbable, que desborda abundantemente de energía, materiales e información. Ella es siempre e inmediatamente parasitada por el granjero que vive de los retoños de la vida, o por el industrial que destruye los recursos no renovables. Desvía así parte de los flujos producidos por otros (registro de la economía política) en su propio provecho y su mesa de parásito (P1) siempre está servida "sobre un tapiz de Turquía". Los restos de comida atraen las ratas; y la citadina (P2) invita a su prima la rústica (P3) a banquetear. La que invita, por vivir del rentista, será un parásito desde el punto de vista biológico; la invitada, aunque sea una rata, es un parásito para la antropología; invitada a un festín o a un banquete interrumpido por un parásito (P4) en el sentido informacional. La cascada actualiza pues la relación en flecha simple irreversible, relación sin inversión de sentido, que acá llamaremos "parasitaria".

Llamamos pues parásito a:

1. Alguien que come en la mesa de otro con glotonería, que a veces es buen conversador y que le paga con palabras.

2. Aquel animalito que vive de su hospedero, por él, con él y en él, le cambia su estado y lo pone en peligro de muerte.

3. Aquel ruido (que como rumor difuso y golpe breve) interrumpe nuestros diálogos o intercepta nuestros mensajes.

Pero ¿por qué llamar con la misma palabra a un hombre, a un animal, a una onda? Porque el parásito toma y no da; y el hospedero da y no recibe. Esta es la flecha simple, irreversible, sin regreso, vuela entre nosotros, es el átomo de relación. Desde siempre existió el abuso antes de que existiera el uso y el robo antes del intercambio. Serres afirmará que el intercambio no es ni principal, ni original, ni fundamental. La relación en flecha simple, irreversible, sustituye el intercambio. Cuando el grupo humano se organiza en relaciones de sentido único, cuando en las relaciones humanas, inter-subjetivas, lo que se presenta es que uno come del otro sin que éste pueda sacar nada de aquél, se ha de hablar de relaciones parásitas en sentido político. "La Fontaine explica más adelante: ¿Qué da el hombre a la vaca, al árbol, o a la res que le dan la leche, el calor, el hábitat, el trabajo y la carne? ¿Qué les da? La muerte" (Serres, 1980:12).

 

Cuatro, Tres

El ruido de los "¡bravo!" caldea la sala, las ocurrencias del buen conversador avivan la corriente calurosa. Los aplausos reproducen bien el ruido de agitación térmica, el que producen por sí mismas las moléculas excitadas. Suponiendo que lo estén mucho, la barahúnda que hacen recubre fácilmente cualquier mensaje que pasa. El parásito, las turbaciones del sentido o de las voces, la disolución de los signos en el tropel del rumor, es pues esta excitación misma o aquel que la obtiene. El parásito es siempre un excitador.

No deja de ser interesante obtener de repente un operador unitario. Caldea la sala, da fiebre, acrecienta la agitación, el desorden térmico. Tomemos cualquier sistema en general, social, después viviente, inerte o material finalmente; hombres juntos, un organismo, las moléculas de un canal: el operador excita el sistema.

 

Cuatro, Cuatro

Un parásito expulsa al otro. Un parásito en el sentido de la información expulsa a otro, en el sentido antropológico.

¿Cuál es el sentido usual de la parasitología? La relación con el hospedero es de contacto permanente, se vive de... y se vive dentro de... Los parasitólogos se detienen pues en los invertebrados, moluscos, insectos, artrópodos. Pero no debemos creer que es un asunto de tamaño solamente puesto que "parasitar" quiere decir: comer al lado de...

Por esto la vieja cultura le prestó a los parasitólogos el viejo vocabulario, de abusos y costumbres arcaicas, que comportan el antropomorfismo de la parasitología: hospitalidad, convivialidad, maneras de cama y de mesa, relaciones generales con el extranjero. Pero lo esencial es el propio sistema de relaciones.

Pero si se insistiera en que es necesario vivir dentro para hablar de parásito, Serres contestaría:

Nuestra relación con los animales que nos comemos es más interesante. Nos deleitamos con la ternera, el cordero, la res, el antílope, el faisán o el urogallo, pero no dejamos podrir sus pieles o plumas. Nos vestimos de cuero, nos engalanamos con plumas. Devoramos el pato, como los chinos, sin desperdiciar ni una migaja; o el cerdo, como entre nosotros, sin omitir la cola o la oreja; pero además entramos incluso en su piel, en su plumaje o en sus sedas. Los hombres vestidos viven dentro de los animales a los que han vaciado a dentelladas. También se lo podría decir de las plantas. Comemos el arroz, el trigo, o la manzana, la divina berenjena o el cardillo tierno, pero también tejemos la seda, el lino o el algodón, habitamos la flora tanto como la fauna. Somos parásitos pues nos vestimos. Habitamos tiendas de piel como nuestros dioses sus tabernáculos. (Serres, 1980:18)

 

Cuatro, Cinco

Asunto de telefonía, de telégrafo y TV, de red vial o férrea, de vías navegables y de satélites, de mensajes y de productos mineros, de lenguaje y de alimentos, de moneda o de teoría filosófica... ¿Y si se tratara del colectivo mismo, de nuestras "mutuas" relaciones, de lo que algunos llaman pomposamente la inter-subjetividad?

No existe sistema sin parásito. Esta constante es una ley. Si quiero pensar sin error, comunicarme sin parásito, es preciso que lo arrase todo para comenzar. Pero se requerirá que todo el tiempo trabaje en mantenerlos a raya, sin dormir nunca. En caso contrario el parásito volverá.

El error, lo impreciso, lo confuso, lo oscuro hacen parte del conocimiento; el ruido hace parte de la comunicación; hace parte de todo sistema. Tenemos la tendencia a pensar los sistemas como armónicos. Sin embargo nadie conoce un sistema que funcione a la perfección, es decir sin pérdidas, sin huidas, sin desgastes, sin errores, sin accidentes, sin opacidad.

Hay que llamar "historia" a ese desvío fluctuante que aleja de la igualdad, de la exactitud. Todo funciona a condición de que no funcione por completo. Decir esto, puede chocarle a los racionalistas que mantienen con la razón una relación como la que tienen los viejos santurrones con la virtud. Relación moral de estrategia social en vez de relación investigativa intelectual. En el discurso del moralista lo que se juega es una cierta relación con la limpieza. Pero entonces ¿qué hacer con la suciedad? Para captar la fluctuación, el desorden, la opacidad, el ruido... hay que distanciarse de la razón maniática de limpieza, pues todo sistema tiene relaciones interesantes con sus fracasos y taras. Dicho de otra manera, los desvíos, el ruido y el desorden son sinónimos del mal absoluto sólo para el que defiende un dios autor de un mundo inmarchitable.

 

Cuatro, Seis

No podemos abandonar nada, como tampoco debemos proponernos la pretendida pureza (la peligrosa purificación) o incluso la sola simplicidad. La poética, el arte contemporáneo […] la filosofía hiletizante de un mundo unitario, impiden pues las discriminaciones o las particiones que siguen demasiado las líneas de nuestra percepción o que se ponen de acuerdo con los prejuicios; por el contrario, debemos inspirarnos en las exigencias del espíritu que se aloja en lo más ínfimo, lo degradado lo fermentado […] En la sociedad contemporánea, hiper-higienista, las mayorías se lanzan a la guerra contra los residuos de toda naturaleza, prevén el apocalipsis y creen ampliar la noción de desperdicio; ¡incluso no existe nada que no apeste, polucione y mate! Pero, ¿no es volver a ese platonismo que rechaza el barro, la mugre, la escoria? […] los excesos de protección o de destrucción de los tóxicos que de ello se derivan terminan en la escena del arrasador-arrasado. (Dagognet, 2002:49-50, 52).

 

Cuatro, Siete

La historia es el río de las circunstancias…

La pluralidad de sistemas exige una lógica de las inclinaciones o de las circunstancias que sea fructífera. El tiempo de las circunstancias es la mezcla de los tiempos cronológico y meteorológico para formar la sincronía que entre otras cosas es la adición, la suma, la acumulación, el producto, el arabesco, el nudo, el tejido o intercambiador, la composición, la conspiración, la sirresis... Serres ha descrito suficientemente esta sincronía en su obra Orígenes de la geometría, utilizando la teoría de la percolación. El tiempo percola, pasa y no pasa y a veces, remonta; nuestros organismos vivos conocen de percolación pues somos del tiempo newtoniano al levantarnos o al acostarnos, al repetir nuestras rutinas cotidianas siguiendo los ritmos habituales que constituyen nuestra segunda naturaleza; pero también somos del tiempo irreversible porque morimos agotados, acabados, cubiertos de arrugas, de acuerdo con el segundo principio de la termodinámica; pero además somos del tiempo imprevisible, bergsoniano o darwiniano, cuando nos reproducimos en los hijos o en las obras, en los raros momentos de la creación o de la invención milagrosa (Serres, 1995:94- 95).

Es necesario aprender a modular el peso de las causas y de los efectos. Sin esto no existe historia. El cambio diferencial de estado asegura al grupo en su equilibrio

 

Cuatro, Ocho

La práctica del intercambio puede organizar el espacio en un esquema riguroso, estructurado por relaciones de orden y provisto de un punto máximo: ese será el lugar del rey que todo lo recibe y no da nada.

¿Qué da el león a cambio de su alimento? ¿Nada? Para ser más exactos, ofrece un edicto, un escrito, un pasaporte, palabras y palabras. Paga su comida con bellas frases bien escritas. Y entonces estará en posición de parásito, de parásito universal. Algún día habrá que comprender bien por qué el más fuerte es el parásito, es decir de hecho el más débil, por qué manda aquél cuya única función es la de comer y hablar. Acabamos de encontrar el lugar del político. (Serres, 1980:39)

Es cierto que no se habita mucho tiempo en el lenguaje, en las palabras, sin que el objeto regrese, sin que lo real caiga sobre nuestras cabezas, sin que tengamos que pagar el precio. Pero el más viejo oficio del mundo ha sido: intercambiar buenos pedazos de carne por "saboreadas" palabras, pagar su comida comprándola con la moneda lenguaraz. Y la moral es un discurso como otros, variedad de numerario convertible. Cada sociedad da curso a una moneda lengüeril que se puede intercambiar, ventajosamente para el estómago.

 

Cuatro, Nueve

Si queremos la paz, un acuerdo con respecto al objeto, es preciso ponernos de acuerdo contra el que parasita el diálogo (esa es la tarea de las matemáticas). El diálogo, como la lógica, requiere un tercero excluido (Serres, 1993).

Desde que el amo es amo tiene miedo de la muerte y vive con ese miedo: esa es la realidad de su poder.

Como tipo paranoico de mandatario podría designarse al que mantiene alejado de sí el peligro por todos los medios [...) la conciencia de que se las tiene que ver con muchos que podrían atacarlo todos a la vez, mantiene vivo en él el miedo a ser cercado [...) Pero a los poderosos de la tierra les resulta menos fácil que a Dios. No viven eternamente; sus súbditos saben que también sus días tienen término, término que incluso se puede acelerar. Como cualquier otra cosa, el poder también tiene fin. Quien niega obediencia, presenta combate. Ningún gobernante está definitivamente seguro de la obediencia de su gente. Mientras se dejan matar por él, puede dormir tranquilo. Pero en el momento que alguno se sustrae a su juicio, el gobernante corre peligro. El sentimiento de ese peligro está siempre vivo en el poderoso [...) Cada ejecución de la que es responsable le confiere algo de fuerza. Es la fuerza del sobrevivir la que así se procura. (Canetti, 1981:228-229)

¿Cómo es que tan poca gente subyuga al mayor número, casi a toda la humanidad? Es la relación "uno-múltiple" por no decir la relación "uno-la casi totalidad de la humanidad". Se equivocan los que creen que la relación amo-esclavo es uno-uno. El amo explota pero es al inmenso número (relación uno-múltiple), explota la potencia positiva de la vida, la energía y el tiempo, la producción de fuerzas, el trabajo. La masa produce, y un pequeño número decide y canaliza el movimiento. Explotar significa preparar el espacio, decidir, canalizar, etc., especificando las estrategias. Para ello es importante que algunos esclavos se vuelvan amos a condición de que lo sean de otros esclavos y no del amo (es el papel del lugarteniente). El lugarteniente mantendrá relación uno a uno con el amo y terminará por reemplazarlo, pues antaño el amo actual había reemplazado así al anterior.

 

Cuatro, Diez

¿Qué es el trabajo? Sin duda: lucha contra el ruido. Existe un fundamento objetivo del trabajo: sin él la deriva temporal hacia el desorden o la complejidad sería más rápida. No sólo los hombres trabajan, también los animales y los organismos. Se trata de la fabricación misma del orden, el organismo que se encarga de la producción, de la lucha para existir, contra el rumor que no cesa.

Los sistemas vivientes trabajan. La parasitología utiliza el léxico del huésped: hostilidad u hospitalidad. El parásito es siempre pequeño, es un insecto o un artrópodo. Incluso los más numerosos son los protozoarios. Microbios o virus. Pero a veces el parásito le entrega al hospedero los medios de salvarse de él. En la vacunación el organismo refuerza su resistencia, acrecienta su adaptabilidad. Se aleja un poco del equilibrio y lo reencuentra reforzado.

Los anfitriones generosos son pues más fuertes que los cuerpos sin visitas y la generación acrecienta las resistencias al medio endémico. De repente, el parasitismo contribuye a la formación de especies adaptadas desde el punto de vista evolutivo. Y en el mismo movimiento, hace desaparecer por medio de epidemias terroríficas a las especies inadaptadas; se puede incluso escribir su historia. Peste y diluvio; endemias y epidemias; variaciones de la virulencia; siempre pequeñas causas para efectos o casi-nulos o inmensos. El tercero al que excluimos cuando se excluyen estas lógicas es la historia simplemente.

 

Cuatro, Once

La enfermedad es un ruido, una sombra, y no metafóricamente. Cualquier enfermedad es una interceptación de un funcionamiento, es un ruido que confunde los mensajes en el circuito del organismo, parasita su circulación ordinaria. La interceptación puede ocurrir en las redes nerviosas, en la circulación sanguínea, en los espacios sinápticos, entre las membranas de células vecinas, en la cadena del código genético, etc. El dolor y el grito, la angustia y el alarido son traducciones diversas de esos numerosos ruidos. Y al médico le corresponde traducir esos ruidos o esos signos.

Según Canguilhem, la enfermedad es un orden fisiológico nuevo que se produce por interceptación de los mensajes orgánicos en un lugar del sistema viviente. Por eso decimos que la enfermedad es un parásito al ser un operador, una relación, una desviación que al comienzo puede ser mínima y que puede permanecer así hasta anularse, o que puede acrecentarse hasta convertirse en un nuevo orden fisiológico o en la muerte.

 

Cuatro, Doce

La vida trabaja, la vida es obra, la vida es trabajo, energía, potencia, información. Es simplemente así: el trabajo de la vida es una obra y un orden, pero sólo se hace prestando orden de otra parte. Se produce orden pero al precio de deshacer otro: se refuerza así el desorden y el ruido...

El asunto no es exterminar los microbios, es sabio hacer queso con ellos: se siembra la leche con pestilencias para sacar de allí la ambrosía de los dioses. Como escribe Dagognet:

No perdamos de vista que la putridez que comienza nos ha provisto de nuestros antibióticos (gracias a los mohos), pero ella trabaja las carnes que consumimos (la mortificación las ablanda) como los quesos (la podredumbre ya) que degustamos. Las nobles sustancias como el pan y el vino nos ayudan a quitarle el oprobio a las materias que se creían indignas, ligadas a la fetidez y a la descomposición, mientras que de hecho ellas nos ofrecen lo comestible y lo nuevo. En suma, no descartamos ya nada; rechazamos las separaciones tradicionales y admitidas. La materiología va hasta ese punto extremo de reconciliarse con lo más abandonado, lo nauseabundo y lo pobre (particularmente los desechos, lo sucio, lo graso y el guijarro). (Dagognet, 2002:64)

 

Cuatro, Trece

El diálogo, más que buscar que los participantes se pongan de acuerdo en pensar, decir u opinar lo mismo, busca ponerlos de acuerdo en luchar contra el tercero, contra el que impide el diálogo o la comunicación. A ese tercero podemos llamarlo por su nombre propio: es el ruido. La mayoría de las veces es este ruido el que preside esos que llamamos "diálogos de sordos".

Cuando a veces se da un acuerdo y/o acorde ("accord")7, éste se convierte en lo más sorprendente del mundo: el concierto, la comprensión, la armonía. Pero la armonía es la rareza misma. Más precisamente, es un milagro, es decir, algo altamente improbable. Por esto el acuerdo y/o el acorde es neguentrópico, es productor, tal vez sea la producción misma.

Por el contrario, la repetición es la muerte, es la caída en lo semejante como la identidad fija de lo demasiado conocido. Si la verdad, si lo real son sólo lo prescrito, entonces se transforman en lo sepulcral. Afortunadamente existe lo raro, la excepción, la novedad, el milagro improbable. Por este camino:

1) el mundo se pone a existir (producción)

2) nosotros estamos vivos (invención)

3) pensamos (creación).

Son tres acontecimientos improbables... pero existen. Generalmente sólo sustraemos, analizamos, matamos. Deberíamos saber más de operaciones simples e ingenuas: sumar, multiplicar, componer, combinar.

Son diversos los registros de este "nosotros". El del derecho organiza nuestra vida concreta de grupo, desde la familia hasta los pueblos, y por eso está lleno de detalles y de sentido. (Serres dedicará atención al derecho, proponiendo un Contrato Natural8 que redefina nuestras relaciones con la Naturaleza sobre la base de hacerla a ella sujeto de derechos). Así mismo podemos decir que, mientras el derecho es nuestra existencia más estable, la política es nuestra historia inestable que los políticos se precipitan a estabilizar.

Sin embargo, no debemos olvidar que siempre estamos sumergidos en el ruido, ruido inextinguible, que es exterior –el mundo mismo– e interior –producido por nuestro cuerpo viviente9. Serres le dice a Bruno Latour (Serres, 1992:119-121): "¿Padece Ud. de acúfenos, de esos silbidos constantes en las orejas que no cesan ni de día ni de noche? Si los conoce, estará de acuerdo en que la experiencia perceptiva del ruido de fondo no es tan rara".

En el comienzo está pues el ruido, el ruido que no cesa. Es nuestra percepción del caos, nuestra aprehensión del desorden, nuestro único lazo con la distribución dispersa de las cosas. En una vertiente el ruido destruye y produce horror; en la otra tenemos la ley, la regla, lo llano, la muerte, el orden y la repetición plana que están próximos de la muerte. Caminamos entre estas dos vertientes, entre estos dos abismos: la organización, la vida y el pensamiento inteligente habitan esa franja donde permanece lo mejor de las ciencias, una situación que hemos de reconocer como el lugar donde el ruido nutre un nuevo orden, donde lo probable es alimentado de inesperados y lo legal nutrido de información.

La existencia del ruido es pues una condición ineludible de toda comunicación y telón de fondo de toda existencia. Nos proponen pues dos maneras de morir, de dormir, de ser animales: o sumergidos en el ruido o instalados establemente en el orden. Pero vivir, por el contrario, es buscar introducir azar en la regla y desorden en la ley, es buscar la inteligencia, la creación de lo nuevo, la invención, la gracia. Lo podemos aprender en la música: para hacerla bien es necesario que la disyunción sea perfecta y estricta. Sólo el director tiene a la vista el conjunto. Fellini lo ha captado magistralmente en Ensayo de Orquesta. A medida que se desarticula la orquesta, cuando la música se calla para dar paso a toda una serie de conflictos y tensiones, lo que se produce es aquel "ruido" que se materializa en el objeto destructor... y frente al cual sólo queda la música para salvarnos. Las notas nos apaciguan y la música apacigua las furias de los colectivos. Sólo ella produce el acuerdo y/o el acorde.

El acorde sonoro y musical es el arcaico acuerdo de los esponsales; conjunto; vibración a muchas voces; polifonía y gozo. Como mínimo, lo colectivo es utopía sonora. Pentecostés canta, sonido y viento, las lenguas se funden en ese fuego, la música habló en lenguas. Está exenta de parásitos. Lenguaje universal de un contrato enterrado (Serres, 1992:119-121).

"No ceséis de escribir al reverso del azar, del desorden, del ruido, al revés de vuestras circunstancias propias... una pequeña música-armonía para el otro y con él".

 

Cinco

Mientras le daba vueltas a esta participación mía en este certamen, se fue imponiendo casi obsesivamente la necesidad de referirme obligadamente a una película que seguramente muchos de Uds. ya vieron, y que no me abandonaba… como si ella hubiera cristalizado ahí afuera los que estaban siendo mis pensamientos sobre la hostilidad y sobre la hospitalidad. Estoy hablando de la película el Espíritu de la pasión10, una producción surcoreana dirigida por Kim Ki-duc y que recientemente se exhibió en el Colombo- Americano y otras salas de la ciudad.

Como es una de esas películas que se puede contar sin arruinarle a los otros su visión –pues es inenarrable en palabras en tanto es cine puro– voy a resonar con ella para los que ya la vieron, y voy a provocar a los otros para que la vean. Una obra maestra. Un muchacho, un "cangrejo ermitaño" moderno, se encuentra en una de sus viviendas a una mujer triste y marchita por los maltratos de su marido. Ella termina asimilándose a su forma de vida y partiendo con él. Sus habilidades en la búsqueda de vivienda disminuyen al punto de hacer que caigan en manos de la policía que entregará la mujer a su marido y al muchacho a los vejámenes y la tortura de sus verdugos. La cárcel será el tiempo y el lugar de pasar del devenir invisible al devenir animal para terminar deviniendo imperceptible. Para terminar alegrando la vida de su amada, viviendo a su lado como un tercero incluido.

Modo de vida de un cangrejo ermitaño: lo vemos descendiendo de su motocicleta y haciendo el recorrido de muy diversas calles en barrios muy distintos de la ciudad, pegando en el pomo de las puertas de las casas unos volantes a manera de publicidad, y regresando por las noches a ocupar alguna de las viviendas que conservan colgando el papel que le indica que sus dueños están aún ausentes. Ausencia que confirma haciéndonos escuchar el mensaje pregrabado por los propietarios en sus contestadores telefónicos. Un atlético nómada contemporáneo pasa de casa en casa como un "okupa" que no reclama para sí la propiedad de la vivienda, de la que sólo se usufructúa. Como el cangrejo ermitaño, bajo algún techo ha de pasar sus noches, pero no se apropia ni se apodera de ninguno de sus abrigos. En el día vive en su flamante motor inmóvil de dos ruedas, buscando donde aposentarse, rebuscando sus futuros hospederos involuntarios. Y de nada se apropia, "está limpio" dice el policía, para indicar que no hay ningún denuncio por robo contra él porque nunca a nadie robó. Y como buen huésped, sibarita y gozador, lo vemos haciéndose la cena y disfrutando los vinos que encuentra. Y como huésped agradecido, dejando la casa arreglada, la ropa lavada, las cosas bien puestas. Era la punta de lanza de un devenir invisible, "ha pasado un ángel".

Encuentra aquella mujer en la oscuridad profunda de una casa que creía desocupada, en la que el invisible no va a ver a una mujer más invisible aún que él en su dolor y su tristeza, en su abandono y su maltrato. Ella lo verá moverse, hacerse la comida, lavar, entrenarse en los golpes de golf, bañarse, masturbarse con su foto de ella… enamorarse de aquel rostro de modelo que cree ausente pero que lo está acogiendo estupefacta e invisible. Y surgirá el amor para nada posesivo, silencioso y tierno después de haberle dado su merecida paliza con bolas de golf al verdugo, al maltratador, al marido común y corriente. No dejo de pensar en ese que Thomas Mann llama "capítulo oscuro" en su obra Las tablas de la Ley.

Llegó un día, o mejor será decir una noche, una víspera dolorosa en la que Jehová, o su ángel vengador, hizo caer sobre los egipcios la décima plaga… No fue el propio Jehová quien ejecutó la tarea, sino su ángel vengador, o más probablemente una verdadera legión de ellos, cuidadosamente seleccionados. Pero si alguien se inclinara a unificar esa multiplicidad en un solo ente, podrá muy bien figurarse al ángel vengador de Jehová como a un joven esbelto de crespa cabellera, nuez prominente, frente despejada.

Y en la página siguiente añade: "Mas Josué, cuya relación con Moisés asemejábase inequívocamente a la del ángel vengador de Jehová,… procedió a armar a unos pocos, los más selectos, adiestrándolos y disciplinándolos, de manera que llegado el caso pudieran actuar". Y como a los esclavos judíos les fue prohibido ir al desierto a celebrar los sacrificios a su Dios de ellos, decidieron realizarlos ahí mismo. "Más entretanto, o probablemente en lugar de fiesta, hubo aquella ronda del ángel exterminador".

Pero volvamos a la película. Entonces ahora son dos los que buscan albergue. Y de vez en cuando no todo sale perfecto: estaban haciendo el amor en casa de un boxeador y éste y su familia regresaron intempestivamente, haciéndose acreedor a una gran golpiza, con todo y no haber robado nada. A éste, luego se le dará lo suyo. En otra ocasión les tocó dar con un suicida al que hubo que amortajar y enterrar con tanta o más veneración que la que pudieron tener sus hijos con él. En búsqueda de su padre, estos descubren que ellos están "ilegalmente" aposentados en la casa, con el agravante de la desaparición y muerte del suicida que nadie iba a dejar de considerar como asesinado.

En fin buscados y detenidos sin ningún cargo comprobable, pues ni robaban ni mataban, ni siquiera él la había secuestrado a ella… comienza la remontada de aquel ángel vengador visibilizado en humano, por medio de un devenir animal águila que lo hará imperceptible. En prisión, y mientras más golpes recibía de sus carceleros, más alto se elevaba y más lejos llegaba en el que fuera su aprendizaje emancipatorio en su devenir imperceptible. Aprende a volar como el águila y luego se vuelve sombra, pura y silente sombra.

No volveremos a verlo. Se desata la venganza, la palpamos como el boxeador que sabe que han venido por él; la vivimos, encarnamos la venganza a punta de certeras y macizas bolas de golf contra la humanidad del inspector de policía en el parqueadero. Somos la cámara de cine, nos hemos exteriorizada, hemos sacado afuera nuestros afectos, somos él, el ángel vengador que terminará reconciliándose con su vida de invisible al allegarse cariñosamente y besarse con su amada que está en brazos de su marido.

Y créanme: fue un ángel el que pasó porque ninguno de nosotros escuchó su voz… Cine puro, cine mudo, una verdadera obra maestra…

En el comienzo era la hospitalidad, seguramente involuntaria para la mayoría, pero eran hospederos de aquel que buscaba abrigo todas las noches. La estrategia de búsqueda es eficiente, la vida va viviéndose y todo se repite. Sonreímos para nosotros mismos cuando nos damos cuenta que es un modo de vida, que no es un asalto sino el hacerse un lugar, que es una posible solución de los problemas de vivienda… Incluso en una de las más bellas casas visitada, con unos dueños fieles jardineros, a la que ella en su soledad regresa a reposarse y pasa por delante del señor, no hay la más mínima violencia porque no hay hostilidad hacia ella, porque los habitantes de esa casa actúan como hospederos voluntarios y concientes. Las hostilidades estallarán contra nuestro ángel, y lo serán desmesuradas, porque no había en él ninguna intención de hacer el mal. Quería simplemente pasar como un simbionte, como un parásito agradecido; podríamos decir "muy cómodo", pero la verdad es que lo vemos ganándose la comida y la dormida poniendo orden en el lavado y en la casa. Hostilidad, hospitalidad, la antigua ley parasitaria.

Pero el derecho de paz se hundirá en el derecho de guerra. Nuestro protagonista para en medio de una pareja en abierto conflicto, una pareja que como todas disparejas es el hombre el macho y ella la maltratada. Entonces la hospitalidad de ella resulta de las hostilidades del marido. Encuentra en el huésped un consuelo, un apoyo, un aliado, una línea de fuga. Pronto estallan las hostilidades; él debe poner a raya al marido que no puede soportar la presencia de un extraño. Y entra entonces en guerra. El principio de hostilidad-hospitalidad, el doble derecho está actuando desde el origen, desde el comienzo.

El recurso a la involuntariedad de los hospederos asegura por una parte que ocurra lo que alguna vez tenía que ocurrir: encontrar que la casa escogida no está vacía… y por la otra, que él pueda conocerla a ella sin ser presentados. Pero es ese hacerse visible el que va a hacer estallar el derecho actual y brutal del enfrentamiento con el marido.

El mal ancestral es el deseo de reino, el apetito del poder, el deseo de potencia y la dominación, la violencia y la gloria. Frente a ese simple e innoble motor, el conflicto de la pareja, está esta cosa tan simple y tan antigua, la acogida que ella le brinda al extraño.

Entonces el huésped pasa a ser el enemigo. El anfitrión es el enemigo, el huésped es el enemigo. Se declara la guerra en el hundimiento de la hospitalidad en hostilidad. Y los entrenamientos para el lanzamiento de la bola de golf terminan por habilitar al huésped en la tarea redentora. Ella huirá con él, aprenderá ese modo de vida del cangrejo ermitaño.

Por falta de fe en la hospitalidad, por bellaquería en la hostilidad, el marido recibe su paliza y pierde a su esposa que se sube a la motocicleta del extraño huésped. La mujer, la anfitriona, detiene las hostilidades liberándose del yugo, haciendo oscilar el sistema guerrero. La hospitalidad inconsciente de ella, que se ha vuelto la explosión de hostilidad del marido, se resuelve en el devenir cangrejo ermitaño de ella y del otro. Auto-arrebatada por la atracción de ese modo de vida, ella se impondrá como lo hace cuando se planta ante él que golpea las bolas de golf atadas al poste…

Entonces la búsqueda con la policía comienza haciendo creer que ella se ha ido contra su voluntad, rubricando nuevamente la vieja consigna de "estar actuando por el restablecimiento de la justicia y los derechos del buen marido". Imposible aceptar que la mujer se está zafando del yugo de un matrimonio desgraciado. El efecto realimenta su causa. Nada es más antiguo que el tercero excluido, entendido éste en todos los sentidos. El tercero excluido es el chivo expiatorio: éste es el fundamento de la antropología, como lo ha señalado René Girardsup>11, aquél el fundamento de nuestra lógica desde Aristóteles.

El ángel y la icnografía, el baile en la cárcel. Se trata del tercero instruido que adviene, más allá de la exclusión, en la riqueza de la diversidad, más acá del desprecio por lo nimio, en la inmanencia de todo lo existente, anómalo.

 

Notas al pie

1Intervención leída en la Biblioteca Luis Echavarría Villegas de la Universidad Eafit, el miércoles 9 de mayo de 2007, en el marco del Encuentro internacional Medellín 2007, prácticas artísticas contemporáneas.

2 "Los cristalógrafos modernos consideran con toda razón a Haüy como el fundador de su ciencia", escribe Metzger (1969:208).

3«Regeneré este principio y le procuré una potencia de aplicación completamente distinta, demostrando que no siempre son los órganos en su totalidad sino mas bien los materiales solamente, de los cuales cada órgano está compuesto, los que se reducen a la identidad».

4La expresión reaparece en el texto de Meckel; es por esto que «lo que es anomalía para un animal puede ser considerado como la conformación regular de otro» (Saint-Hilaire, G., 1818: 555).

5 No podemos dejar de retomar aquí, como en lo que sigue, el texto y los análisis de Thalès, 1960, t. XI: «Du développemente à l'evolution au XIX siècle» (1962) [traducción de Luis Alfonso Paláu C.].

6«Notemos de paso que la interpretación epigenética permitía considerar a todos los hombres como iguales desde su nacimiento. Según la teoría de la preexistencia de los gérmenes, por el contrario, existía desde el origen una diferencia entre los embriones de rey o de nobles y los embriones de hombres ordinarios» (Fischer, 1985:12).

7«Accord» significa tanto acuerdo, como acorde.

8Del que afortunadamente se encuentra traducción hecha por Pre-textos, Valencia, 1991.

9El libro Génesis será el libro del ruido-mundo exterior y Los cinco Sentidos lo será, de alguna manera, del ruido mundo-interior (trad. María Cecilia Gómez B., México y Bogotá, Taurus).

10Cuando ya había terminado de escribir, me entero por la Internet que la película se llama en coreano: "Casas vacías" (autorizándonos con mayor razón lo que a continuación se leerá), que en inglés se tituló "Iron 3" (por el palo de golf que se usa), y que en América Latina la llamaron "el espíritu de la pasión". Esto sugiere cantidades de cosas sobre los productores y los distribuidores de cine… Es cierto que el título busca acomodar la película en la filosofía dualista dominante, pero no es menos cierto que también podríamos leerlo deleuzianamente: espíritu, este ángel que pasa; de la pasión, contemplación en el sentido plotiniano del término.

11 «Si la mímesis de apropiación divide haciendo converger a dos o más individuos en un mismo y único objeto del que todos quieren apropiarse, la mímesis de antagonismo forzosamente reúne haciendo converger a dos o más individuos en un mismo adversario al que todos quieren abatir": el chivo expiatorio. René Girard. La violencia y lo sagrado (p. 38).

 

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