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Nómadas

versión impresa ISSN 0121-7550

Nómadas  n.29 Bogotá jul./dic. 2008

 

Homenaje a Orlando Fals Borda

A tribute to Orlando Fals Borda

Alejandro Sánchez Lopera*

* Politólogo. Candidato a Magíster en Investigación en Problemas Sociales Contemporáneos e investigador de la línea de Socialización y Violencia del IESCO - Universidad Central. Agradezco a Dairo y a Maria Gissele. E-mail: marroco4@yahoo.com


Ahora urge traducir lo teórico a lo real (Comentario final de Orlando Fals Borda al Seminario sobre "Clases sociales y crisis política en América Latina",
Oxaca (México), junio de 1973).

Lejos de un homenaje, pero también de la nostalgia, esta reseña rastrea sólo un fragmento de aquello que es capaz de provocar la pasión por un oficio, y la persistencia de una experiencia política. Describir la fuerza de un nombre propio que, como el de Orlando Fals, procede no por enseñanza o prédica sino por contagio, nos lleva a su desvanecimiento, a la desfiguración de los prestigios del intelectual y el ocaso de la figura del "maestro", para entrever cómo una sociedad se configura a sí misma a través de las formas en que conoce. No se trata entonces del reclamo de una herencia o un legado, pues "no son los signos de poder lo que importa, ni las vidas ejemplares, sino aquello de lo que es capaz una convicción, aquí, ahora, y para siempre".

Barranquillero, nacido en 1925, a través suyo fluye la sombra del Caribe hacia Bogotá, el centro, cuyo ridículo sobrenombre de "Atenas Suramericana" simulaba todo lo que profesaba de segregación y de desprecio hacia las regiones, y hacia vastos sectores de la población ubicados por fuera del mecanismo ilustrado. Relator de la insurgencia de la provincia, de la multitud que no habita los centros del poder, la apuesta movilizada por Orlando logró generar lo que muy pocas en nuestro país: polémica. Discutible, para muchos, por su "falta" de rigor teórico; para otros, por su cercanía a la prédica, que generó prácticas políticas y de conocimiento colindantes con el sacerdocio; y para algunos, por su ambivalencia frente a la violencia como práctica posible de transformación de lo real. Quizás sea más fecundo intentar rastrear los efectos sociales de su travesía de pensamiento, entendiendo éste no como el saber del filósofo, sino como aquel conocimiento capaz de transformar la experiencia.

Esa travesía lo llevó a lo que él denominó "dilema ontológico", a saber, la localización social como práctica posible de la subversión en Colombia. En su reseña del libro dedicado al sacerdote revolucionario Camilo Torres, a quien Fals entendió como un "subversor moral" y no como un "apóstol desolado" o "profeta desoído", afirma que "lejos de admitirla como algo inmoral y destructivo de la sociedad, se veía la subversión como algo positivo, moral y reconstructor de la sociedad, como una condición necesaria para el desarrollo de ésta" (Fals, 1967: 183). Esta revaloración de lo insumiso, insertó continuamente su experiencia en una serie de relaciones y distancias con proyectos políticos (Frente Unido, Movimiento Popular, Alianza Democrática, Polo Democrático), colectivos eclesiales (Golconda) y proyectos editoriales (la Revista Alternativa).

A lo largo de ese recorrido "personal", la obscena concentración económica, el despojo material interminable de los colectivos y la infamia como normalidad en nuestro país, lastimaron nuestra vida, nos inundaron de un dolor inconfesable. Pero Orlando no se plegó, ni se sumió en la melancolía, o en la comodidad del buen juicio del pensador. "Nadie que no haya vivido antes de la revolución, conoce la dulzura de vivir", parecen ser las palabras que avivan el recorrido de los pocos que, como él, no devinieron funcionarios de la burocracia, o profetas del liberalismo parlamentario.

De esta manera, la persistencia de Fals Borda lo llevó a enfrentarse con las prácticas de diferentes personajes que pueblan nuestra historia: el censor de las ideas (su salida de la Universidad Nacional acusado de ser agente del imperialismo, y promotor de una orientación técnica y no científica de la sociología), la brutalidad del centinela (torturado junto con su compañera María Cristina Salazar bajo el Estatuto de Seguridad), finalmente, el dogmatismo del pastor, y la negativa de la jerarquía eclesiástica a dar el permiso a tres sacerdotes para acompañar la Comisión de "diálogo" en Marquetalia en 1964. La Comisión, de la cual hacía parte Orlando, desistió de su intento luego de negado ese permiso –a pesar del visto bueno de las Fuerzas Armadas–. Días después, se desplegó la Operación Marquetalia, a partir de la cual se produjo el estallido de las FARC. Colombia, ya lo dijeron, es una cosa impenetrable.

En ese sentido, está por hacer la reconstrucción de la producción social del libro La violencia en Colombia (1962), no tanto como hito nacional de las ciencias sociales, sino como síntoma que provocó una conmoción desmesurada en la sociedad, cuya trama está por escribirse por fuera de la "historia de la ciencia", de la "profesionalización" del saber. ¿Qué verdad social se hizo presente en ese libro? ¿Qué sujeto lo pobló? Preguntas inquietantes, al analizar la escasa producción investigativa de esa envergadura y de ese efecto social en los años que vinieron, y que son hoy los nuestros.

Creemos que a través de los escritos de Fals es posible entrever la formación de un pueblo, donde la voz del autor se disuelve para que emerja el murmullo y el anonimato. La crítica ilustrada, por su parte, detectó allí una "contaminación del material primario precioso para los historiadores, al hacer imposible distinguir lo que pertenece a Fals de lo que pertenece a sus informantes" (Bergquist, 1990: 168). Elegimos, sin embargo, otro camino. En ese sentido, la investigación "Campesinos de los Andes", realizada en la vereda de Saucío (1955), dejará de ser el emblema de los inicios de la sociología "moderna" en Colombia, o la expresión de la orientación funcionalista de la sociología en nuestro país. Desplegada en la encrucijada del positivismo y el desarrollismo que conformó la época, Fals afirma en el prólogo de 1961 del estudio de Saucío "quería constatar si lo que se decía del hombre rural colombiano era cierto, si merecía su suerte como despreciable siervo de la gleba, si su estupidez aparente o 'melancolía indígena' era atávica, si su destino como ente sub-humano era inevitable" (1978: IX).

Antes que "un trabajo de campo encaminado generalmente a poner a prueba algunas hipótesis preconcebidas", de acuerdo con Fals Borda "Saucío fue estudiado sin ánimo de poner a prueba teorías concretas", intentando "construir puentes afectivos y sociales entre el investigador y la comunidad" (Ibíd.: XX, 307). A través de cierta relación del conocimiento con la experiencia, se apuntaba a un desequilibrio entre las relaciones de fuerza y jerarquía, forzando al sujeto a que dejara de ser lo que fue: experto, investigador, comunidad "aislada" o atávica.

Sin embargo, el conservadurismo reiterado de la Universidad en Colombia, que asemeja la academia a una sacristía, juzgó dicha apuesta –y muchas otras– como exterior a la "ciencia". Al igual que sobre muchas otras personas en nuestro país, sobre Orlando recayó la triste tradición de la academia colombiana que, independientemente de la vertiente ideológica, obliga a la crítica a instalarse en el exilio. En ese sentido, puede entenderse la carta escrita desde Ginebra (Suiza), firmada por Orlando y su compañera María Cristina Salazar, en julio de 1969:

Habiendo decidido regresar a Colombia durante el primer semestre de 1970, queremos hacerlo en la forma más útil posible para una causa que todos compartamos... se trata de saber si es realista o no constituir un Centro Colombiano de Estudios Aplicados, en el que podamos actuar según nuestras convicciones, divulgar el resultado de nuestras investigaciones e irradiar nuestras ideas y justificadas preocupaciones.... En primer lugar, está la Universidad Nacional y el Departamento de Sociología. ¿Hallaremos allí las oportunidades de creación y avance intelectual que buscamos, y tendremos allí todo a la mano para realizar una labor fecunda? O en vista del marco inflexible de la entidad, que sigue lerda en cambiar, ¿no nos veríamos abocados a otras frustraciones, como aquellas de 1967? ¿No habremos ya ensayado suficientemente la fórmula desarrollista en la Universidad para saber que ella no funciona en las circunstancias actuales? ¿No sería más adecuado actuar sobre ella desde fuera creando nuevos y respetables grupos de referencia para los estudiantes y profesores del Alma Máter?

La necesidad de un uso social del conocimiento útil para la transformación radical de lo dado, generó su abandono de la institución universitaria, lejos de un conocimiento que propicia servidumbres. De esta propuesta inicialmente planteada en Ginebra, surgió entonces una de las primeras Organizaciones No Gubernamentales que existieron en Colombia, la Fundación Rosca de Investigación y Acción Social (1970). Después de fundar el primer programa de Sociología en América Latina, de ser director general del Ministerio de Agricultura, promotor de la Acción Comunal y de la Reforma Agraria, la Fundación Rosca cristaliza para Fals Borda la distancia con el Estado, con las convenciones del conocimiento universitario, y la ruptura definitiva con la subordinación existente. De acuerdo con La Rosca, el método y la orientación del conocimiento,

ya no serían objeto de simple curiosidad erudita –lo cual implica una actitud ingenua de parte del científico social–; ni serían más trompetas apocalípticas para despertar a las clases dirigentes e inducirlas a ser más responsables –una actitud moralista–; ni permitirían su utilización para que las clases dirigentes se perpetuaran en el poder mediante cambios dosificados y virajes calculados 'científicamente'... ahora estas ciencias se pondrían al servicio de la causa popular (Fals y otros, 1972: 20-21)

A partir de este empeño de la Rosca se publicaron por primera vez trabajos del líder indígena Manuel Quintín Lame, de Ignacio Torres Giraldo, además de una serie de estudios y experiencias pedagógicas en el litoral pacífico, la Costa Atlántica, Cauca, Antioquia, y Valle del Cauca. Por un lado, la Rosca, fundada por tres presbiterianos incluyendo a Orlando, como muestra de las reiteradas relaciones entre ciencia y religión, movilizaba una crítica al positivismo como modo de vida, como intento de gobierno de lo real; por el otro, expresaba la tensión entre "trabajo manual y trabajo intelectual", oscilando entre el lema de "las masas nunca se equivocan", y la creación de "grupos de referencia" populares para que "los obreros, campesinos e indígenas no siguieran subyugados espiritualmente a los intelectuales" (Fals, 1979: 41).

Posteriormente, viene el Congreso Mundial sobre "Investigación Activa" en Cartagena en 1977, espacio de convergencia de los procesos de descolonización y de las luchas de liberación periféricas, entre otras, y de resonancia de modos divergentes de saber acerca de nosotros mismos, perfilando, entre otros acercamientos, la Investigación Acción Participativa (IAP). Prácticas como la "inserción", la "restitución" o la "devolución sistemática" del conocimiento, adquieren relevancia en un momento en el que se retó no sólo la verdad del científico, sino la verdad construida socialmente. "La verdad muere, y grito que la verdad miente", parece ser la apuesta de Orlando, confrontando siempre el cinismo de quienes creen nombrar nuestra supuesta "verdad colectiva".

Ya en 1959, se interroga acerca de las implicaciones de que "nuestra búsqueda de la verdad y el estudio de nuestras realidades hayan tenido como punto de partida las filosofías y los conceptos de pensadores y científicos extranjeros", apuntando hacia un conocimiento propio que tome distancia de la costumbre latinoamericana de "sumar aparentes verdades encontradas en diferentes escuelas, presumiendo que en esta forma perfecciona la explicación de los fenómenos observados" (Fals, 1959: 1, 6). En suma, se pretendía "formar una verdadera sociología nacional, una sociología colombiana, basada en nuestros propios hechos, nutrida de nuestra propia tierra, enfocada hacia nuestras sencillas 'veredas' y ciudades, dirigida hacia nuestros problemas y dilemas" (Ibid.: 6).

Este tipo de apuesta, según sus críticos, produjo un modo de conocimiento particular, no universalizable. Incluso a finales de la década del ochenta, el pensamiento ilustrado criticó por un lado su "dimensión romántica" y "altruismo", e "indiferencia a la teoría"; por el otro, historiadores como Charles Bergquist señalaron que en la escritura de los cuatro volúmenes de la Historia doble de la Costa, "como muchos científicos sociales que se embarcan en la tarea de escribir acerca del pasado, Fals ignora o viola cada uno de los principios del método histórico" e "involuntariamente subvierte el intento democrático de su historia" (1990: 161, 173).

Este tipo de críticas son expresión de un juicio acerca de discursos incómodos para la academia, que evalúa la experiencia a partir de aquello de lo cual carece. Algo más fructífero sería analizar ese discurso en términos de su propia potencia, antes que un agravio al historiador, al canon, debido a que no se trata de un juicio a la cosa en sí (Fals y su escritura), sino un análisis de las relaciones en las que se insertó y las posibilidades que provocó. Es decir, no se trata del grado de sistematicidad de su "obra", sino sus efectos sociales y las relaciones que hizo posibles con el mundo.

Porque de lo que se trata en la apuesta de Orlando Fals es de instaurar otra relación con el mundo. Las críticas esgrimidas desde el conocimiento ilustrado, obsesionado por lo universal, olvidan que lo universal es una coordenada, o como ha sido dicho por tantos otros, un proceso singular de unificación y totalización. "El eurocentrismo umbilical [comenta Fals ] es inexplicable, porque la sociedad y la ciencia europea son en sí mismas el fruto histórico del encuentro de culturas diferentes incluyendo las del actual mundo subdesarrollado" (2007: 106). En ese sentido, en el intento de algunos grupos que "han tratado de corregir aquella tendencia narcisista y parroquial", lo que se devela como parroquial quizás sea el anhelo del universo.

El anclaje promulgado por la IAP, parejo a su diseminación global, se puede leer no tanto como un regreso al origen, sino como un intento de confrontar aquello a lo que nos ha llevado el enunciado de la Conquista: a separarnos de nuestra experiencia. En efecto, si el mecanismo social que históricamente nos ha ligado es la guerra, ante el sistemático desarraigo que viene desde la Colonia no se propone un romanticismo del arraigo, sino la confrontación entre la creación de un mundo y la obsesión universal por lo totalizante. Enfrentando un mundo al universo, no asistimos ya al universo de la razón, sino al mundo del margen, que emerge a partir de una peculiar relación entre la ciencia y lo popular. Campesinos, indígenas y obreros conformando lo "común", a través de experiencias no exentas de reveses, en las que la apuesta de Fals Borda tuvo papel decisivo (como la ANUC e incluso la Acción Comunal). Lo común, en definitiva, como una forma ascendente de conformación colectiva, es decir, de devenir Estado.

Lo anterior permite demarcar entonces parte de la actualidad de su pensamiento. Por una parte, están las conexiones no siempre reconocidas, con apuestas intelectuales críticas (como los estudios poscoloniales), en el marco de una apuesta "colectiva" que llevó a Rodolfo Stavenhagen en 1971 a escribir un artículo titulado, justamente, "Cómo descolonizar las ciencias sociales". Por el otro, poder seguir el rastro de los múltiples caminos en que diversas apuestas periféricas (no sólo la IAP), produjeron un "contraefecto" en los saberes y la academia del norte global. Independientemente de las críticas, el poder de contaminación y diseminación de su apuesta es difícilmente alcanzable. Largos son los caminos abiertos por la IAP en el trazado de puntos de encuentro con otras geografías, esfuerzo presente desde tiempo atrás en la labor de Orlando como cofundador en 1967 de CLACSO, siempre buscando construir "un discurso alterno entendible en nuestros propios términos, que son los que deben contar en última instancia" (Fals, 1998:11).

Simultáneo a la diseminación de la IAP en y desde distintas regiones periféricas del mundo, y a su entronque con enfoques críticos (teoría de la dependencia, educación popular), encontramos un modo concreto de poblamiento de la vida, un posicionamiento, unas coordenadas específicas; ya en 1959 Fals Borda abogaba por un conocimiento que nos permitiera "conocernos mejor, saber dónde estamos, a dónde vamos y qué está sucediendo realmente en nuestro derredor" (Fals, 1959, Op. Cit.) De allí, quizá, la reiterada inquietud por el lugar de la tierra en su recorrido vital.

En esa misma dirección, en el marco de su retorno a la academia a través del IEPRI en 1987, Fals sigue reclamando "la construcción de contrapoderes populares, la proclamación de regiones autónomas y el ensayo abierto de un federalismo libertario". Por eso el rescate de la historia de personajes como Juana Julia Guzmán y Vicente Adamo, efectuado en Retorno a la tierra, el cuarto volumen de la Historia doble, no constituye solamente una afrenta a la historia universitaria, sino el relato de una ética libertaria que "requiere menos de Maquiavelo y Locke y más de Kropotkin y Althusius, (en sentido filosófico) para equilibrar o combatir los poderes autocráticos de gobiernos y organismos centrales, y de hombres de Estado y dirigentes despóticos" (Fals, 1986: 222).

Orlando, entonces, mantendrá su convicción en la persistencia, mientras la mayoría de quienes hicieron parte de ese modo ético de praxis y conocimiento, sucumbían a la insinuación del Estado, o recurrían a la práctica del arrepentimiento para habitar el abismo creciente entre el conocimiento y la política, el discurso y la experiencia, en estos tiempos de sequía de la voluntad. Mientras tanto, en el Manifiesto para "la superación del eurocentrismo", Fals seguía abogando por "sustituir las definiciones discriminatorias entre lo académico y lo popular y entre lo científico y lo político, sobre todo en la medida en que se haga énfasis en las relaciones complementarias" (Fals y Mora-Osejo, 2003:107).

Para terminar, algunos riesgos a la vista. Por un lado, habría que preguntarse acerca de la reciente acogida de la IAP en la Universidad, y el posible debilitamiento de su potencia crítica: su conversión en cátedra, en el marco del pluralismo de asimilación y captura que profesa la Universidad. Por el otro, el cansancio. Muchos años después, en el cambio de siglo, Fals Borda señalaría cómo de manera paradójica de "la obtención de conocimientos útiles para adelantar causas justas... provino la dolorosa confirmación de nuestra propia incapacidad para adelantar estas tareas" (1999:75).

Pero la persistencia siempre sonríe ante la vigencia de lo por venir. Recientemente, en la Universidad de Antioquia, en su conferencia "Entre los paisas", insistió en seguir "buscando una paz que no sea la del cementerio, ni la paz de los pudientes ni la Pax Americana". Así mismo, en el prólogo a la reedición de La subversión en Colombia, realizada este año, señalaba la actualidad del pluralismo presente en la experiencia del Frente Unido y de Camilo Torres, vislumbrando la posibilidad de un "socialismo raizal o radical" capaz de descomponer las jerarquías políticas y económicas vigentes de tiempo atrás, y su espesa moral. Orlando repitió en dicho prólogo lo que había afirmado toda su vida: "Por ahí es la cosa, a pesar de transitorias derrotas".


Bibliografía

BERGQUIST, Charles, 1990, "In the Name of History: A Disciplinary Critique of Orlando Fals Borda's Historia Doble de la Costa", en: Latin American Research Review, Vol. 25, No. 3, pp. 156-176.

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FALS BORDA Orlando, 1999, "Orígenes Universales y Retos Actuales de la IAP", en: Análisis Político, Sept /Dic. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia - IEPRI, pp. 71-88.

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FALS BORDA Orlando, 1967, "Ciencia y Compromiso", en: ECO Revista de la Cultura de Occidente, Tomo XVI/2, No. 92, Bogotá, diciembre, pp. 181-200.

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FALS BORDA, Orlando, Víctor Daniel Bonilla, Augusto Libreros, Gonzalo Castillo, 1972, Ciencia Popular, Causa Popular, Bogotá, La Rosca.

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