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Cuestiones Teológicas

versão impressa ISSN 0120-131X

Cuest. teol. vol.40 no.94 Bogotá jul./dez. 2013

 

COMPROMISOS ECUMÉNICOS E INCIDENCIA SOCIAL EN FAVOR DE LA PAZ

Ecumenical Commitments and Social Incidence in favor of Peace

Compromissos ecumênicos e incidência social a favor da paz

Fabián Salazar Guerrero*

* Magíster en Teología, Universidad Pontificia Bolivariana 2010; candidato a Doctor en Teología, Universidad Pontificia Bolivariana; profesor Universidad Pontificia Bolivariana; Director de la Fundación para el Diálogo y la Cooperación Interreligiosa –Interfe-Colombia; asesor teológico del Comité Ecuménico de la Conferencia Episcopal.
Correo electrónico: teologosalazar@gmail.com| twitter: @teologosalazar.

Artículo recibido el 19 de noviembre de 2012 y aprobado para su publicación el 15 de abril de 2013.


Resumen

El diálogo ecuménico, junto a su dimensión espiritual y de encuentro social tiene una dimensión de incidencia pública y esto es muy importante cuando se trata de un aporte conjunto de las iglesias al proceso de paz en Colombia. Las iglesias, para asumir este rol de animación en procesos de reconciliación, requieren asumir retos internos de fortalecimiento de trabajo en red, lo cual posibilite la consolidación de estructuras de colaboración interdenominacional de mayor permanencia y articulación. Entre los compromisos de fortalecimiento de la red de diálogo se pueden mencionar los siguientes: compromiso de ir más allá de la tolerancia a la vivencia comunitaria, promoción de un diálogo abierto y comprometido, reconocimiento de la mutua fraternidad en Cristo, el desarrollo permanente de la dimensión misionera y participativa conjunta. Al final del artículo se hace una descripción de tareas sociales y políticas, en la línea de contribución ecuménica de las iglesias a la reconciliación, mediación y transformación de los conflictos de violencia en Colombia tanto desde el enfrentamiento armado como desde la violencia cotidiana de convivencia familiar y escolar.

Palabras clave: Ecumenismo, Iglesias, Unidad, Ciudadanía, Paz.


Abstract

Ecumenical dialogue, along with its spiritual and social dimension, has also a dimension of public incidence, which might be very important at the moment of a combined contribution of the Churches to Colombia's Peace Process. In order to take over such a role in reconciliation processes, Churches should face internal challenges towards strengthening their networking abilities. Among the commitments to strength the networks of dialogue, we would like to mark the following: commitment to go beyond tolerance and towards community living, promotion of an open and committed dialogue, mutual acknowledgement of fraternity in Christ, the permanent development of the missionary dimension, and combined participation. In the last section of the paper, we describe the social and political tasks for the ecumenical contribution of the Churches to the reconciliation, mediation and transformation of the violent conflict in Colombia; no matter if it is the armed conflict, or everyday social, familiar and scholar violence.

Key Word: Ecumenism; Churches; Unity; Citizen commitment; Peace in Colombia.


Resumo

O diálogo ecumênico, aliado à sua dimensão espiritual e de encontro social, tem também uma dimensão de incidência pública, e isto é muito importante quando se trata de uma contribuição conjunta das igrejas ao processo de paz na Colômbia. As igrejas, para assumir este rol de animação em processos de reconciliação, exortam a assumir desafios internos de fortalecimento do trabalho em rede, o qual possibilite a consolidação de estruturas de colaboração interdenominativa com maior permanência e articulação. Entre os compromissos de fortalecimento da rede de diálogo podem ser mencionados os seguintes: compromisso de ir mais além da tolerância à vivência comunitária, promoção de um diálogo aberto e comprometido, reconhecimento da mútua fraternidade de Cristo, o desenvolvimento permanente da dimensão missionária e participativa conjunta. No fim do artigo é feita uma descrição de tarefas sociais e políticas, na linha de uma contribuição ecumênica das igrejas à reconciliação, mediação e transformação dos conflitos de violência na Colômbia, tanto em nível do enfrentamento armado como da violência cotidiana de convivência, familiar e escolar.

Palavras-chave: Ecumenismo; Igrejas; Unidade; Compromisso cidadão; Paz na Colômbia.


INTRODUCCIÓN

La Iglesia católica colombiana adelanta desde sus posibilidades y su compromiso, puentes de acercamiento con las otras comunidades religiosas presentes en el país, particularmente las iglesias históricas para desarrollar en conjunto jornadas de oración y compromiso solidario. También ha agendado actividades de acercamiento a las grandes religiones, destacándose entre ellos el encuentro con la comunidad judía.

Estas iniciativas pueden ser potenciadas como una vía para aportar en la reconstrucción nacional desde nuestro mutuo compromiso con el Dios de la vida y la caridad, en coherencia con un llamado para ir al encuentro de las otras iglesias, como lo propone el Pontificio Consejo para la promoción de la unidad de los cristianos (1993):

    Una Iglesia católica particular, o varias Iglesias particulares que actúan estrechamente unidas, pueden hallarse en situación muy favorable para tomar contacto a este nivel con otras Iglesias o Comunidades eclesiales. Aquéllas pueden establecer con éstas relaciones ecuménicas fructíferas, beneficiosas para el movimiento ecuménico más amplio (Nos. 37 y 38).

La Unidad en el diálogo sigue siendo un desafío del Evangelio y un llamado permanente de nuestro Señor Jesucristo para anunciarlo resucitado desde la fraternidad en medio de la vida cotidiana y, sobre todo, para producir cambios en la sociedad que reflejen el actuar de Dios amoroso en la historia. Pero debe tenerse siempre en cuenta que promover un diálogo ecuménico tiene mucha responsabilidad eclesial, como lo manifiesta el Código de Derecho Canónico1, para que no se convierta en un espacio paralelo sino en comunión siempre directa con la autoridad episcopal.

Este propósito de llegar a un diálogo maduro y comprometido con otras comunidades presentes en el país, y en particular las iglesias cristianas, no debe ser el de protagonismos individuales o de acciones puntuales, debe ser el resultado de una profunda reflexión teológica, como bien lo expresa el Beato Juan Pablo II (1995):

    Donde existe la voluntad sincera de seguir a Cristo, el Espíritu infunde con frecuencia su gracia en formas diversas de las ordinarias. La experiencia ecuménica nos ha permitido comprenderlo mejor. Si en el espacio espiritual interior que he descrito las comunidades saben verdaderamente "convertirse" a la búsqueda de la comunión plena y visible, Dios hará por ellas lo que ha hecho por sus santos. Hará superar los obstáculos heredados del pasado y las guiará, por sus caminos, a donde Él quiere: a la koinonia visible que al mismo tiempo es alabanza de su gloria y servicio a su designio de salvación (No. 84).

Un trabajo ecuménico conjunto por la paz, es una urgencia vital para una nación, que, en medio de una lucha fratricida interna, está clamando, con "dolores de parto" que surja la paz entre los actores en conflicto, la paz en los hogares, la paz en la escuela y que nos preparemos para sanar las heridas de tantos años de conflicto. Este propósito está en coherencia con lo propuesto por el Consejo pontificio para la unidad de los cristianos (1993), que recomienda:

    Las Conferencias episcopales regionales o nacionales, en colaboración con las otras Iglesias y Comunidades eclesiales, así como con los Consejos de las Iglesias, podrían constituir grupos destinados a dar una expresión común a los valores cristianos y humanos fundamentales. Esta especie de discernimiento realizado en común ayudaría a proporcionar un importante punto de partida para abordar ecuménicamente cuestiones de naturaleza social y ética; esto desarrollaría la dimensión moral y social de la comunión parcial de la que ya gozan los cristianos de las diversas Iglesias y Comunidades eclesiales (No. 214).

MOVIMIENTO ECUMÉNICO

El creciente interés por los encuentros, las jornadas, las acciones, las declaraciones, los estudios conjuntos y los grupos interdenominacionales que cada día se conforman, muestran la vitalidad del movimiento ecuménico, como una realidad dinámica que se va adaptando a nuevas circunstancias históricas y que tiene como horizonte la unidad de la acción, el compartir la palabra y el testimoniar a Cristo hoy desde una acción ciudadana de transformación y renovación de la sociedad, en particular la búsqueda de la verdad, la fraternidad y la justicia.

El documento Unitatis Redintegratio (Pablo VI, 1964) define el movimiento ecuménico en los siguientes términos:

    El conjunto de actividades y de empresas que, conforme a las distintas necesidades de la Iglesia y a las circunstancias de los tiempos, se suscitan y se ordenan a favorecer la unidad de los cristianos (No. 4).

Estas actividades, lo recuerda muy bien Aparecida (No. 228), no son el fruto del esfuerzo sociológico sino que hunde sus raíces en una exigencia "evangélica, trinitaria y bautismal" resultado, como lo afirmara el Papa emérito Benedicto XVI, de la "conversión interior, que es el fundamento de todo progreso en el camino del ecumenismo" (Benedicto XVI, 2005).

El Concilio Vaticano II hace una exhortación a reconocer este signo de los tiempos, como signo del Espíritu (Aparecida, No. 231) y se llama al compromiso de toda la Iglesia para colaborar con diligencia en la empresa ecuménica que permita llegar a la unidad amada y deseada por Jesucristo (UR, 4) y a superar la "división que abiertamente repugna a la voluntad de Cristo y es piedra de escándalo para el mundo y obstáculo para la causa de la difusión del Evangelio por todo el mundo" (UR, 1).

El Pontificio Consejo para la promoción de la unidad de los cristianos, en su directorio para la aplicación de los principios y normas sobre el ecumenismo (1993), nos otorga una caracterización del trabajo que anima desde la teología, una labor conjunta desde el compromiso de fe y de acción de los hombres y mujeres de fe comprometidos en el campo del ecumenismo, afirma que:

    El movimiento ecuménico pretende ser una respuesta al don de la gracia de Dios, que llama a todos los cristianos a la fe en el misterio de la Iglesia, según el designio de Dios que desea conducir a la humanidad a la salvación y a la unidad en Cristo por el Espíritu Santo. Este movimiento los llama a la esperanza de que se realice plenamente la oración de Jesús: "que todos sean uno" (Jn 17,21) (No. 9).

Este mismo documento sugiere algunos campos en los que se podrían iniciar estas acciones ecuménicas de injerencia social:

  • La familia, llamada "Iglesia doméstica" por el Concilio Vaticano II, es el primer lugar en el que a diario se construye o debilita la unidad por el encuentro de personas diferentes en muchos aspectos, pero que se aceptan en una comunión de amor; ahí se ha de vigilar también para no mantener prejuicios, sino, al contrario, buscar la verdad en todo.
  • La parroquia, como unidad eclesial reunida en torno a la eucaristía, debe ser y proclamarse el lugar del auténtico testimonio ecuménico. Uno de los grandes deberes de la parroquia es, en consecuencia, educar a sus miembros en el espíritu ecuménico. Esto exige una cuidadosa atención a los contenidos y a las formas de predicación, sobre todo de la homilía y de la catequesis.
  • La escuela, de cualquier orden o nivel, debe dar una dimensión ecuménica a su enseñanza religiosa y tender, según su forma propia, a la formación del corazón y de la inteligencia en los valores humanos y religiosos, es preciso educar para el diálogo, para la paz y para las relaciones interpersonales.
  • Los grupos, asociaciones y movimientos eclesiales. La vida cristiana, y de modo especial la vida de las iglesias particulares, se ha enriquecido a lo largo de la historia con una variedad de expresiones, proyectos, espiritualidades, según los carismas dados por el Espíritu para la edificación de la Iglesia y se manifiesta una neta distinción de tareas al servicio de la comunidad.

COMPROMISOS PARA UN DIÁLOGO ECUMÉNICO DE INCIDENCIA CIUDADANA

El diálogo ecuménico en Colombia se vive entre luces y sombras. Para muchos el diálogo ecuménico es una realidad extraña y hasta amenazante. Ven detrás del encuentro ecuménico –y más del interreligioso– un complot, una invasión, un dejar la identidad y hasta un acto de infidelidad a la ortodoxia y la sana doctrina. Se desconocen documentos que promueven este diálogo y no se reconocen los esfuerzos mundiales que la Iglesia católica hace en materia de ecumenismo. Pero también surgen signos de esperanza en medio de las comunidades y organizaciones eclesiales que sienten la urgencia de unirse a otros hermanos y hermanas en Cristo para trabajar en conjunto por la paz y la reconciliación interna y por el compromiso externo social con la reconstrucción nacional.

El trabajo ecuménico de influencia ciudadana por la paz requiere de los siguientes compromisos:

Compromiso comunitario. Ir más allá de la tolerancia

La tolerancia es una palabra que se escucha con frecuencia en los discursos sociales y políticos con el ánimo de significar "respeto" por la diferencia. Es interesante que esta famosa palabra la utilicemos en diversos contextos: tolerancia a los medicamentos (resistencia), tolerancia a los lácteos (soportar), tolerancia a la diversidad (toca reconocer) y hasta se habla de zonas de tolerancia (creo que esto no tengo que explicarlo). En general, parece que el término referenciado tiene una enorme carga semántica de resistencia y resignación.

Un diálogo ecuménico por la paz que se limite a la tolerancia se ve sumido en el desconocimiento de la alteridad, de descubrir al otro como diferente con su propia verdad y sus propias experiencias. El peligro de estas dinámicas de "tolerancia", es mirar al otro con cierta lástima y dejar, superficialmente, que surja un sentimiento redentor y la sensación de que la tolerancia es el primer paso de acercamiento para lograr su "conversión a la verdad" y su "retorno". Se ve al otro como un niño o como un minusválido religioso o social de quien se piensa que se debe "tolerar" en sus limitaciones.

En cambio el modelo de la comunidad –comunión deseada por Jesús– y buscada por el movimiento ecuménico, en su ideal, sólo es posible en la vida trinitaria "porque cuanto más se unan en estrecha comunión con el Padre, con el Verbo y con el Espíritu, tanto más fácil e íntimamente podrán acrecentar la mutua hermandad" (UR, 7). En coherencia con lo anterior, las palabras del beato Juan Pablo II (1995) recuerdan que el movimiento ecuménico es fruto de una comunidad que vive los valores teologales, que "asume con esperanza la acción ecuménica como un imperativo de la conciencia cristiana iluminada por la fe y guiada por la caridad" (No. 8).

En la medida en la que demos testimonio como Iglesia de la centralidad de la comunidad trinitaria reconoceremos en nosotros que es posible la convivencia y el amor nacido de la unidad en la diversidad, como ejemplo social de convivencia para recordar que "la falta de unidad representa un escándalo, un pecado y un atraso al cumplimiento del deseo de Cristo" (Aparecida, No. 227).

A lo largo de mis indagaciones como académico e investigador con diferentes instituciones religiosas encuentro en algunas personas gestos, frases y posturas que develan sospechas sobre las otras confesiones, en ocasiones son diplomáticas, en otras sutiles y en algunos casos abiertas y hasta violentas. Entonces me sigo cuestionando: ¿Por qué si las iglesias promueven el amor, la caridad y el perdón, siguen resultando las "guerras santas" de desprestigio, indiferencia y mutua calumnia? En Colombia no tenemos una guerra religiosa pero tampoco parece que las iglesias cristianas no aportan nada en red en lo atinente a la paz.

En pocas palabras, no podemos ser unos agentes efectivos de la paz si no comenzamos por el desarme y la reconciliación de nuestros corazones, nuestras iglesias, nuestros prejuicios, nuestros púlpitos y nuestras palabras.

Compromiso dialogal

El Pontificio Consejo para la promoción de la unidad de los cristianos describe con los siguientes términos las características del diálogo ecuménico (No. 172) que también son aplicables a un diálogo de incidencia social:

  • El diálogo está en el corazón mismo de la colaboración ecuménica y la acompaña en todas sus formas.
  • Este diálogo pide que se escuche y se responda, que se trate de comprender y de hacerse comprender.
  • Es estar dispuesto a plantear cuestiones y a ser, a su vez, interrogado.
  • Es comunicar algo propio y tener confianza en lo que los demás dicen de sí mismos.
  • Cada interlocutor debe estar dispuesto a dar siempre más aclaraciones y a modificar sus puntos de vista personales y sus modos de vivir y de actuar, que se deje guiar por el amor auténtico de la verdad.
  • La reciprocidad y el compromiso mutuo, así como el sentimiento de que los interlocutores están todos en pie de igualdad, son elementos esenciales del diálogo.
  • El diálogo ecuménico permite a los miembros de las diversas iglesias y comunidades eclesiales llegar a conocerse entre sí, a identificar los temas de fe y de práctica que tienen en común y los puntos en que difieren.
  • Tratan de comprender las raíces de estas diferencias y valorar en qué medida constituyen un obstáculo real a una fe común.
  • Cuando reconocen que las diferencias constituyen una barrera real a la comunión, tratan de hallar los medios para superarlas a la luz de esos puntos de la fe que tienen ya en común.

Se requiere dar el paso de una apropiación teórica del ecumenismo a una vivencia de las dimensiones teologales de fe en el Dios de la vida, de esperanza en un futuro mejor para Colombia, y de caridad asumida con madurez y autoconocimiento para ayudar a visualizar, comprender y asumir los procesos políticos y sociales de nuestra nación con el fin de dar pasos hacia una salida de la situación actual. No es suficiente nuestra participación mediadora como iglesias con nuestra reserva ética y nuestro número de miembros, sino que se requiere seguir trabajando por la justicia, hacer ejercicios de incidencia internacional, trabajar por las veedurías y, sobre todo, prepararnos realmente para una etapa de postconflicto.

El eje principal del diálogo ecuménico es lograr la valiosa y delicada confianza entre las iglesias y de éstas con los diferentes actores de la sociedad, que haga posible una acción que refleje una verdadera espiritualidad de la paz. Esta confianza es fruto del encuentro personal con hombres y mujeres de diversas iglesias; es el resultado de un tiempo prudente de acercamiento, trabajo en común y una enorme dosis de respeto, comprensión, de visitas, de celebración conjunta y cariño, es decir, confianza es sinónimo de fraternidad. Es verdad que en el ámbito doctrinal o de costumbres nunca llegaremos a acuerdos; intentar hacerlo es una empresa inútil ya que la riqueza de cada tradición es un valioso tesoro para ser compartido en la diversidad. El único camino viable es el amor y el trabajo conjunto en favor de la dignificación de la vida en todas sus etapas, comenzando por el cuidado de los más pequeños y vulnerables.

Compromiso fundado en el amor fraterno

El amor tiene su modelo en Cristo "Ámense los unos a los otros como yo los he amado" (Jn 15,12) y se hace creíble en el testimonio de hermandad en la que nos reconocerán como sus discípulos (Jn 13,34). Lo contrario al amor entre los cristianos es el más grande escándalo y la causa que el mundo no crea.

En las hermosas palabras de Juan Pablo II (1995), abanderado del diálogo ecuménico:

    El amor es artífice de comunión entre las personas y entre las Comunidades. Si nos amamos, es más profunda nuestra comunión, y se orienta hacia la perfección. El amor se dirige a Dios como fuente perfecta de comunión –la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo–, para encontrar la fuerza de suscitar esta misma comunión entre las personas y entre las Comunidades, o de restablecerla entre los cristianos aún divididos. El amor es la corriente profundísima que da vida e infunde vigor al proceso hacia la unidad (No. 21).

En el documento Ut Unun Sint se hace un llamado a reconocer que sin amor y humildad es imposible la comunión entre cristianos hasta que se superen las dificultades y diferencias nacidas de la cultura, la sociedad, la psicología, la teología (Juan Pablo II, 1995, No. 36). El Vaticano II pide extender el amor a todos los cristianos para que la verdad supere las divisiones y pide con imperativo a todos los miembros de la Iglesia ser sacramento en la misma línea de lo propuesto por Lumen Gentium (No. 1) o sea "signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano" (No. 9).

Este amor tiene su modelo en Cristo: "Ámense los unos a los otros como yo los he amado" (Jn 15,12) y se hace creíble en el testimonio de hermandad en la que nos reconocerán como sus discípulos (Jn 13,34). La sociedad colombiana no espera de nosotros, hombres y mujeres de fe, sólo diagnósticos, acciones, marchas o declaraciones sino, fundamentalmente, el testimonio de que es posible encontrarnos, perdonarnos y trabajar juntos como hermanos, haciendo de la diferencia no un obstáculo sino una oportunidad.

Compromiso misionero y participativo

La realidad de nuestra nación y su necesidad de ser evangelizada pide de los creyentes en Cristo "nuevas formas de discipulado y misión en la comunión" (Aparecida, Nos. 232-233) que nos preparemos para la conversión y el anuncio. La Congregación para la doctrina de la fe recuerda que:

    ...la Iglesia no es una realidad replegada sobre sí misma, sino permanentemente abierta a la dinámica misionera y ecuménica, pues ha sido enviada al mundo para anunciar y testimoniar, actualizar y extender el misterio de comunión que la constituye: a reunir a todos y a todo en Cristo; a ser para todos sacramento inseparable de unidad. (AAS, 85)

El Pontificio Consejo para la promoción de la unidad de los cristianos insiste en que toda colaboración ecuménica es de por si misionera pues demuestra al mundo que los llamados en Cristo, hijos de Dios que es Padre universal, son capaces de superar sus divisiones y el escándalo consecuente. Esta es la mejor forma de "dar credibilidad a los cristianos que proclaman que Cristo es Aquel en quien todas las personas y todas las cosas están unidas" (No. 205).

El objetivo final de un diálogo no es crear una megaiglesia o una megareligión o que los que se fueron vuelvan al redil. Se requiere descubrir la riqueza que cada aporte religioso eclesial puede hacer a la comprensión de los problemas del país. Este ejercicio de respeto y valoración a la diversidad es el campo fecundo para trabajar por la paz desde un modelo de convivencia y respeto de la diferencia. La puesta en común de la reserva axiológica de cada religión e Iglesia y el proponer coordinadamente soluciones será un camino creíble para enfrentar la injusticia, la violencia y la discriminación.

Constituir organizaciones ecuménicas de incidencia ciudadana es muy saludable para evitar más burocracia que, al final, ocasionaría una lucha de poder –lucha de egos– que terminaría por destruir cualquier iniciativa de diálogo. De igual forma es una invitación para que el diálogo ecuménico de influencia social no se realice únicamente entre líderes eclesiásticos sino que se haga partícipe de estos procesos a los laicos y fieles de las diferentes confesiones. En palabras de Unitatis Redintegratio (Pablo VI, 1964):

    El empeño por el restablecimiento de la unión corresponde a la Iglesia entera, afecta tanto a los fieles como a los pastores, a cada uno según su propio valor, ya en la vida cristiana diaria, ya en las investigaciones teológicas e históricas. Este interés manifiesta la unión fraterna existente ya de alguna manera entre todos los cristianos, y conduce a la plena y perfecta unidad, según la benevolencia de Dios. (No. 5)

CONCLUSIONES: CAMPOS DE ACCIÓN ECUMÉNICA EN FAVOR DE LA PAZ

Con las reflexiones de los anteriores apartados es conveniente dejar en la mesa de discusión académica los siguientes escenarios en los que una participación interdenominacional podría aportar tanto al crecimiento eclesial como social y que promueva una empresa ecuménica por la paz.

Promoción del estudio bíblico en conjunto

El documento Unitatis Redintegratio (No. 21) reconoce que el estudio bíblico es un "instrumento precioso en la mano poderosa de Dios para lograr aquella unidad que el Salvador presenta a todos los hombres". Se deben aprovechar los colectivos ecuménicos de biblistas para trabajar en conjunto sobre temas de interés nacional y abordarlos desde la iluminación de la escritura. Se requiere recoger los resultados de las lectura popular de la Biblia que realizan diferentes sectores eclesiales y ofrecer insumos desde los estudios bíblicos de las facultades y seminarios a la labor de promoción de la justicia entre los agentes de pastoral comprometidos con los cambios sociales. Entre las acciones en conjunto se propone celebrar anualmente congresos de estudios bíblicos y realidad social que antecedan a la semana de oración por la unidad de los cristianos.

Acompañamiento a una espiritualidad ecuménica

En esta línea de acción ecuménica espiritual que llama a los cristianos a la santidad y que se convierte en núcleo del movimiento ecuménico se pueden enmarcar las siguientes actividades:

  • Promover oraciones ecuménicas en las celebraciones particulares de cada Iglesia.
  • Apoyar decididamente la celebración de la semana de oración por la unidad de los cristianos (Pontificio Consejo, No. 25).2
  • Celebrar la memoria de un martirologio común contemporáneo (Juan Pablo II, 1995, No. 84).3
  • Crear una red permanente de oración ecuménica por paz, el perdón y la justicia (Pontificio Consejo, No. 109).4
  • Aprovechar nuestras redes de acompañamiento y medios de comunicación para acompañar a las víctimas y victimarios en su encuentro, perdón, reparación y reintegración. Podemos ser garantes de un proceso que detenga la venganza, a la vez que la impunidad, desde una espiritualidad viva que restituya a la persona de forma integral.

Animar el trabajo solidario

Cada comunidad eclesial en nombre de Cristo, realiza acciones evangélicas de solidaridad y compromiso con los hermanos más desfavorecidos pero estas acciones aparecen en muchas ocasiones atomizadas. Se requiere promover una integración de proyectos coordinados y colaborativos entre las iglesias, lo cual permitiría un mayor impacto y un mejor aprovechamiento de experiencias, recursos y talento humano.

    Siguiendo las palabras de Ut Unun Sind

    Sucede cada vez más que los responsables de las comunidades cristianas adoptan conjuntamente posiciones, en nombre de Cristo, sobre problemas importantes que afectan a la vocación humana, la libertad, la justicia, la paz y el futuro del mundo. Obrando así comulgan con uno de los elementos constitutivos de la misión cristiana: recordar a la sociedad, de un modo realista, la voluntad de Dios, haciendo ver a las autoridades y a los ciudadanos el peligro de seguir caminos que llevarían a la violación de los derechos humanos. Es claro, y la experiencia lo demuestra, que en algunas circunstancias la voz común de los cristianos tiene más impacto que una voz aislada (Juan Pablo, 1995, No. 43).

    Se puede pensar en las siguientes acciones conjuntas:

  • Una red de organizaciones basadas en la fe para el desarrollo y la convivencia ciudadana
  • Un directorio nacional de acciones solidarias
  • Un banco de iniciativas exitosas eclesiales y recursos para el trabajo social

Participación dentro de la agenda social y política

Como conclusión de aplicación de los compromisos ecuménicos por la paz que implica los "diversos campos de la vida eclesial, pastoral y social" (Aparecida, No. 232), pueden señalarse las siguientes tareas iniciales, las cuales describo luego de una observación de varios años de trabajo directo y de encuentro con comunidades de iglesias y religiones en Colombia:

Contribuir en los procesos de resolución de los conflictos, en particular, el acompañamiento al postconflicto desde el perdón, el encuentro y acogida.

  • Fortalecer las estructuras familiares y ayudar a las víctimas de la violencia doméstica, desde servicios de conciliación, mediación y resolución.
  • Proponer formas alternativas de educación para la paz desde los valores religiosos y el acercamiento a la escritura. ERE para la convivencia.
  • Testimonio coherente de inclusión y no discriminación desde el Evangelio.
  • Prepararse para el acompañamiento en capellanías conjuntas.
  • Vocería, incidencia y movilización pública en procesos de defensa de la vida, la justicia y la defensa de los derechos fundamentales, incluido el derecho a la libertad religiosa, de culto y de conciencia.
  • Compromiso de veeduría en el cumplimiento de derechos, acuerdos y reparaciones en favor de los más desprotegidos.
  • Iniciar los procesos para una comisión de la verdad y el perdón.
  • Solicitar al Estado un interlocutor para temas de libertad religiosa y de culto.
  • Crear redes de incidencia con el apoyo de instituciones religiosas internacionales.
  • Uso de las redes sociales y recurso de la cibercultura para una espiritualidad de la paz.

Algunas de estas tareas ya están en práctica pero se requiere fortalecerlas en un trabajo coordinado y articulado. Para organizar estas iniciativas sería necesario pensar un organismo colegiado de encuentro y de interlocución con el Estado, siguiendo el modelo de asociaciones o confederaciones de Iglesias cristianas que incluyan también la participación de la Iglesia católica.

Quiero terminar con este escrito con las palabras de Pablo (Ef 6,14 -17) como inspiración a un proceso de compromiso eclesial ecuménico en Colombia:

    ¡En pie! Pues, ceñida vuestra cintura con la Verdad y revestidos de la Justicia como coraza, calzados los pies con el Celo por el Evangelio de la paz, embrazando siempre el escudo de la Fe, para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del Maligno. Tomad, también, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios.

Pie de página

1Códigos de Derecho Canónico. Para la Iglesia Latina, el CIC, can. 755, afirma: § 1. Corresponde en primer lugar al Colegio episcopal entero y a la Sede Apostólica animar y dirigir entre los católicos el movimiento ecuménico cuyo objetivo es restablecer la unidad entre todos los cristianos, unidad que la Iglesia, por voluntad de Cristo, está obligada a promover.
§ 2. Corresponde igualmente a los Obispos y, según el derecho, a las Conferencias episcopales, promover esta misma unidad, y dar reglas prácticas, según las diferentes necesidades y ocasiones favorables, teniendo en cuenta las disposiciones emanadas de la suprema autoridad de la Iglesia.
2Quienes se identifican profundamente con Cristo deben configurarse con su oración, en especial con su oración por la unidad; quienes viven en el Espíritu deben dejarse transformar por el amor que, por la causa de la unidad, "lo soporta todo, lo cree todo, lo espera todo, lo aguanta todo"; quienes viven en espíritu de arrepentimiento serán particularmente sensibles al pecado de las divisiones y pedirán por el perdón y la conversión. Quienes buscan la santidad serán capaces de reconocer sus frutos fuera también de los límites visibles de su Iglesia. Serán llevados a conocer realmente a Dios como el único capaz de congregar a todos en la unidad, porque es el Padre de todos.
3Si nos ponemos ante Dios, nosotros, cristianos, tenemos ya un martirologio común. Este incluye también a los mártires de nuestro siglo, más numerosos de lo que se piensa, y muestra cómo, en un nivel profundo, Dios mantiene entre los bautizados la comunión en la exigencia suprema de la fe, manifestada con el sacrificio de su vida.
4A los católicos y a los otros cristianos se les recomienda la oración en común para presentar juntos a Dios las necesidades y preocupaciones que comparten –por ejemplo la paz, las cuestiones sociales, la caridad mutua entre los hombres, la dignidad de la familia, los efectos de la pobreza, el hambre y la violencia, etc.– Semejantes a estos casos son las ocasiones en que, según las circunstancias, una nación, una región o una comunidad desean dar gracias a Dios comunitariamente o pedir su ayuda; lo mismo en un día de fiesta nacional, en tiempo de calamidad o duelo públicos, en el día fijado para celebrar el recuerdo de los muertos por la patria, etc. Se recomienda también esta oración común en las reuniones donde se juntan los cristianos para el estudio o la acción.

REFERENCIAS

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Códigos de Derecho Canónico. (1983). Para la Iglesia Latina, el CIC, can. 755. Edición bilingüe comentada. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.         [ Links ]

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