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Cuadernos de Geografía: Revista Colombiana de Geografía

versão impressa ISSN 0121-215Xversão On-line ISSN 2256-5442

Cuad. Geogr. Rev. Colomb. Geogr. v.20 n.1 Bogotá jan./jun. 2011

 

RESEÑA

Gutiérrez Zúñiga, Cristina, Renée de la Torre y Cintia Castro
Una ciudad donde habitan muchos dioses. Cartografía religiosa de Guadalajara

Guadalajara: El Colegio de Jalisco-ciesas, 2011. 251 pp.

Patricia Arias
Universidad de Guadalajara
Doctora en Geografía y Ordenamiento Territorial



ACABA DE aparecer, coeditado por las dos instituciones que han sido las detonadoras de la investigación sobre las religiones y la religiosidad en Jalisco, el libro más reciente de dos de las investigadoras más reconocidas acerca del estudio de las formas complejas y cambiantes que asume la diversidad religiosa en México, Cristina Gutiérrez Zúñiga, Renée de la Torre y Cintia Castro (con la colaboración de Heriberto Cruz, Elías González y Edith Jiménez), editado , desde luego, en Guadalajara, aunque para muchos sea algo todavía difícil de reconocer. Para tentarnos, desde la primera mirada han escogido un título espléndido, que luce más aún cuando lo comparamos con lo desventurados que suelen ser los títulos de los libros académicos en México. Aunque Renée ha dicho, con modestia, que se trata de la versión libre de una frase de Max Weber, se agradece que hayan sabido adaptarla tan bien a su libro: Una ciudad donde habitan muchos dioses. Cartografía religiosa de Guadalajara es un nombre que atrapa y atraerá hasta al más escéptico. Esto, claro, porque hay que decir que se trata, además, de un título provocador con el que ganará lectores, incluso entre aquellos que se resisten a aceptar que la diversidad religiosa, entre otras, nos guste o no, también forma parte de las características actuales de Guadalajara y su región.

A pesar de su renombre como bastión católico de primer orden, la ciudad, dicen las tres coautoras, es hoy "sede de una multiplicidad de denominaciones establecidas y [de] activas misiones no católicas" (7). Para demostrarlo y poder ir más allá de los datos básicos y socorridos que ofrecen los censos de población y vivienda, se propusieron una tarea formidable: generar instrumentos nuevos para obtener información de primera mano, reciente, cuantificable y georreferenciable que les ha permitido precisar, datar, mapear y clasificar la variedad de la oferta religiosa en Guadalajara.

La metodología partió de un levantamiento censal, acompañado de la elaboración de una fcha técnica y de un cuestionario aplicado en los lugares de culto no católico en el área metropolitana de Guadalajara, a partir del cual se realizaron múltiples ejercicios cartográficos que dieron lugar a uno de los atributos más originales y singulares del libro: una descripción y análisis geográficos de la diversidad religiosa. En total, registraron 469 lugares de culto no católico que constituyen la materia prima de los análisis en que se basan los diferentes capítulos. La publicación incluye un disco compacto interactivo, donde se pueden consultar de manera directa las bases de datos y, gracias a la aplicación de Google, hacer un recorrido interactivo por la ciudad y los centros de culto.

Todo lo anterior se dice rápido, pero cuando los lectores revisen el libro verán que su confección, muy cuidada, supuso un trabajo arduo, prolongado y complicado, pero también pedagógico, al lograr traducir en mapas, cuadros y gráficas comprensibles la información que había sido sometida a sucesivos ejercicios y análisis. En verdad, la investigación, hoy convertida en libro, tomó cinco años de investigación que supuso la creación, capacitación y coordinación de múltiples equipos de trabajo, la búsqueda de colaboración con investigadores de temas relacionados, la elaboración cartográfica que fue revisada y mejorada una y otra vez. El equipo que las coautoras conformaron con Heriberto Cruz, Elías González y Edith Jiménez es responsable de los diferentes capítulos del libro.

El trabajo es tributario también de las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías para la investigación social, en especial dos: por una parte, los archivos digitales, que han cambiado la manera de acercarnos a la información histórica. En su caso, Cristina y Renée utilizaron el archivo digital del periódico El Informador, desde las ediciones de 1917, es decir, cuando apenas se estaban aquietando las aguas revolucionarias y el nuevo ambiente político presagiaba momentos difíciles para la iglesia católica. Por otra parte, los programas cartográficos, hoy tan complejos como amables, sirvieron para digitalizar las bases de datos y elaborar los mapas, muy abundantes, que acompañan cada uno de los capítulos del libro.

No voy a repetir la síntesis de los diferentes capítulos que ofrecen las tres coautoras en la "Introducción" del libro. Me parece que quizá puede resultar más motivador de su lectura comentar lo que me parecen pueden ser algunos de los interesados y destinatarios de este trabajo, así como de las disciplinas a la que este libro les hace fuertes guiños teóricos y metodológicos. Una ciudad donde habitan muchos dioses le hace propuestas novedosas al menos a cuatro tipos de lectores y disciplinas.

En primer lugar, a los historiadores. Como señalan y documentan Cristina y Renée, existen varios estudios monográficos acerca de la llegada y la trayectoria a lo largo del tiempo de algunas de las iglesias no católicas en México y Guadalajara. Pero el ejercicio de revisar de manera sistemática la prensa local (El Informador digital, más el Boletín Eclesiástico) trata y muestra con precisión la variedad de iglesias no católicas que llegaron a la ciudad, así como la respuesta de la preocupada iglesia católica a la intromisión de tantas disidencias en sus territorios de fe. Para cualquier estudio monográfico que se haga en lo sucesivo, este libro es un punto de partida indispensable, una guía de navegación donde se encontrarán muchas respuestas, pero que también permite el establecimiento de nuevas interrogantes. En verdad, cada una de las preguntas que se hacen Cristina y Renée constituyen temas de investigación o tesis a disposición de quienes se interesen en capturarlas.

El recorrido histórico que ofrecen Cristina y Renée ha puesto en claro un fenómeno que, desde mi punto de vista, resulta muy novedoso y motivador de más estudios. Cristina y Renée muestran que en la primera mitad del siglo XX el origen de las iglesias no católicas que llegaron a México y a Guadalajara se ubicaba en Estados Unidos. Desde allá llegaron pastores norteamericanos y hubo migrantes que, en su retorno a México, portaban nuevas devociones que querían compartir con parientes y paisanos. Hoy sabemos que existe una fuerte asociación de la migración de trabajadores mexicanos que detonó, desde finales del siglo XIX, con la presencia de iglesias protestantes de Estados Unidos. No en vano, la iglesia católica estuvo siempre en contra de la migración que llevaba a la pérdida de la fe católica y la conversión de los migrantes a las diferentes flas del protestantismo. Las razones de esas conversiones en Estados Unidos, eran claramente estratégicas para los migrantes: las diversas denominaciones pugnaban por ofrecerles servicios de todo tipo: asesoría jurídica, protección legal, acceso al trabajo, salud, educación, enseñanza del inglés, vivienda y atención religiosa, desde luego. Es claro que, además de la oferta religiosa, la conversión podía ser una estrategia de sobrevivencia en tierra extraña, muchas veces también huraña, pero que se convirtió en una vía de integración social de los trabajadores extranjeros a la sociedad norteamericana. Con todo, Robert Redfeld, el antropólogo norteamericano que conoció a la comunidad mexicana en Chicago en la década de 1920, escuchó a los pastores protestantes quejarse amargamente de que los migrantes recibían con mucho aprecio apoyos y doctrinas, pero que a la hora de la hora, cuando necesitaban en serio un auxilio religioso, recurrían a los sacerdotes católicos.

Tengo la impresión de que sabemos menos de los mecanismos, de los instrumentos asociados a la oferta de servicios sociales que echaban a andar los misioneros en México para promover las conversiones, y de las necesidades personales, familiares y sociales que estimulaban las conversiones. Algo mencionan de la llegada de médicos, enfermeras, la instalación de jardines de niños, actividades deportivas, pero debe haber más. Porque por lo que muestran Cristina y Renée es que convertirse a otras religiones no debe haber sido nada fácil en tiempos pasados. ¿Qué los motivaba, entonces? La cronología, localización y caracterización que ofrecen de la llegada de las iglesias a Guadalajara puede ayudar a una búsqueda más precisa de información acerca de los espacios, sectores sociales y motivaciones que resultaron más sensibles al cambio religioso en función de la oferta social, y no solo religiosa, que esas iglesias ofrecían.

La otra disciplina tocada por este trabajo es la geografía, y los profesionales, los geógrafos. La presentación y discusión de la espacialidad religiosa no católica y también católica, estuvo a cargo de Renée, Cristina y Cintia, así como de Heriberto Cruz, Edith Jiménez y Elías González. Sus elaboraciones y propuestas dan cuenta de la utilidad de los instrumentos cartográficos para mostrar las permanencias, los desplazamientos, y las viejas y nuevas territorialidades de la diversidad religiosa en Guadalajara. La cartografía descubre y sigue los desplazamientos de los centros de culto en el área metropolitana, asociados, en gran medida, a la salida y el establecimiento de la población urbana en espacios cada vez más alejados del centro y la periferia tradicional de Guadalajara.

Al hacerlo, la cartografía va descubriendo dos grandes cambios: por una parte, es evidente que, aunque todavía es posible utilizar y reconocer en la oferta reli giosa no católica la fractura social tradicional de Guadalajara en los ejes oriente- poniente, se advierte también la tendencia a la ruptura y la difuminación de ese eje tradicional de la división socioeconómica de las clases sociales en Guadalajara. Las iglesias no católicas no se aflian con nitidez ni a un espacio predeterminado, ni a determinadas clases sociales. Las fronteras socioeconómicas y territoriales son muchos menos drásticas y mucho más fuidas que lo pensaba antes de leer este libro.

Por otra parte, como destacan Cristina y Renée, se ha roto otro principio básico de la geografía tradicional: la contigüidad física como elemento articulador de los territorios y central en las relaciones sociales de los habitantes. Lo que indican todos los trabajos del libro, con mayor o menor hincapié, es que la diversidad religiosa actual, como tantas otras, sucede, se traslapa y se desarrolla en territorios discontinuos, no necesariamente inmediatos ni próximos. Hoy por hoy, la gente se desplaza por la ciudad en busca de la iglesia de su preferencia. Los sentidos tradicionales asociados al barrio y la colonia son, de nueva cuenta, puestos en cuestión, relativizados. Frente a esto: ¿qué vamos a seguir entendiendo por barrio? ¿Qué relaciones podemos suponer en ese espacio? ¿Podemos seguir considerando a los barrios, colonias como espacios con algún grado de significado para las relaciones sociales de los vecinos? Con esto, claro, se afectan principios básicos del análisis geográfico -la territorialidad, la contigüidad-, que en este como en tantos otros casos deben enfrentarse al fenómeno de la desterritorialización, que obliga a la geografía a pensar y trabajar con principios diferentes a los tradicionales.

La conversión y la diversidad tocan directamente a otras disciplinas y lectores a los que este libro ofrece ideas, información, pistas, reflexión: los antropólogos y sociólogos, o si se quiere, a los que hacemos investigaciones precisas, muchas veces etnográficas, para entender cambios y permanencias en la sociedad. El predominio de Estados Unidos, como bien muestran Cristina y Renée, se pierde a partir de la segunda mitad del siglo XX a favor de iglesias que tienen su origen en diferentes países de América Latina, en México e incluso que surgieron en la ciudad misma, como La Luz del Mundo. Se trata, sin duda, de un gran cambio.

En este sentido, el libro que se presenta hoy abre dos grandes temas de análisis: por una parte, ¿cuáles son los significados sociales de ese cambio en el origen geográfico y cultural de la oferta religiosa? ¿Qué ha significado ese cambio en términos de las necesidades sociales que han sido entendidas y atendidas por las iglesias latinoamericanas en las sociedades urbanas emergentes de la segunda mitad del siglo XX? Estas necesidades deben ser tan poderosas como las de las décadas anteriores, como para que la gente volviera a ser capaz de confrontar y enfrentar a la iglesia católica que, como bien muestra Elías González, sigue teniendo la base territorial más amplia y consolidada del área metropolitana. Y es también la más preocupada ahora por la merma incesante de fieles en sus flas. Este es un tema acerca del cual, ahora, con este libro, se pueden plantear nuevas hipótesis en relación a distintos espacios del área metropolitana de Guadalajara.

De otro lado, el libro presenta otro gran tema, un asunto viejo y medio desacreditado en las ciencias sociales actuales, pero que, a la luz de lo que sucede hoy en nuestra sociedad, ha cobrado una renovada vigencia: la integración social, o, si se quiere, la construcción de tejidos sociales capaces de proponer, ofrecer e incluso imponer normas y prácticas de conducta individual y social que hacían posible o fortalecían la convivencia en un lugar compartido. La pregunta es: ¿dónde, en qué espacios y cómo surgen la solidaridad, el control social, las normas y valores que conforman la sociabilidad actual?

Conocemos el papel que jugó la iglesia católica, con su férrea, militante y expansiva estructura territorial que, desde el siglo XVI le hizo llegar hasta los lugares más remotos de la geografía rural y, durante el siglo XX, acompañó los desplazamientos de los vecinos urbanos hacia las periferias infinitas que cada día amplían nuestras áreas urbanas. Donde quiera que fuese, la iglesia católica generó mecanismos, creó instituciones, rediseñó e inventó prácticas con base en los territorios y las necesidades familiares y sociales donde se ubicaban los que el azar y la necesidad convertía en vecinos.

La iglesia católica contribuyó, sin duda, a crear vínculos que resultaron claves para construir la convivencia social que todos requerían en los espacios a los que habían llegado a vivir ¿pero ahora? En los espacios discontinuos, de prácticas desterritorializadas donde cada quien se desplaza en busca de sus afinidades y correligionarios religiosos ¿qué tipo de convivencia, de relaciones sociales, de integración social a fin de cuentas promueve la diversidad religiosa, como tantas otras diversidades? ¿Frente a la promoción de qué tipo de relaciones sociales, de qué propuesta de sociedad y sociabilidad estamos? El estudio de la diversidad religiosa desterritorializada, que tan bien se capta en este libro, puede contribuir a avanzar en el conocimiento de la situación social a la que hemos llegado y cuya solución nos compromete a todos.

El último, el cuarto sector de lectores que me parece posible visualizar será probablemente el más numeroso, fel, recurrente y, por eso mismo, el que le dará más larga vida a este libro: se trata de todos aquellos -estudiantes, investigadores, consultores- que siempre requerirán de este trabajo, que lo buscarán y revisarán como consulta obligada para proponer, iniciar investigaciones sobre casi cualquier asunto que se relacione con la diversidad religiosa, pero también con la iglesia católica. Y no quedarán decepcionados, sino todo lo contrario. Porque lo dicho es apenas un indicio de lo mucho que podrán encontrar en Una ciudad donde habitan muchos dioses, libro que se merece una ciudad, un país donde habiten también muchos lectores.

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