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Colombia Internacional

versão impressa ISSN 0121-5612

colomb.int.  n.62 Bogotá jan./jun. 2005

 

¿LA PREPOLÍTICA SE OPONE AL
sueño de la Unión Europea?

Bernardo Congote Ochoa1

1 Economía, Universidad Nacional; Maestría Ciencia Política, Universidad de los Andes.

Recibido 20/12/05, aprobado 01/03/06


Introducción

El sueño unionista europeo viene afrontando diversas crisis. Los rechazos por parte de Francia y Holanda a la Constitución en 2005 le han inflingido golpes importantes, en particular al cronograma que anunciaba un patrón político común para este 2006. En paralelo, el confesionalismo religioso danés ha quedado al desnudo con su agresión caricaturesca al Islam y el desajuste racial francés ha desembocado recientemente en bandazos contra las minorías de inmigrados y jóvenes profesionales que han degenerado en movimientos que recuerdan los sucesos de mayo de 1968 en Paris. Surgen al respecto diversas lecturas que oscilan entre el pesimismo y el optimismo; en este artículo destacamos argumentos contenidos en tesis de Habermas mediante las cuales ofrece algunos elementos útiles para entender algunas variables políticas de estos fenómenos que se esparcen por la región.

Revisaremos este discurso habermasiano, comenzando (1) por su tesis sobre los fundamentos de la construcción del constitucionalismo democrático en las repúblicas liberales relacionados con el proyecto unionista; en seguida (2) criticamos esta tesis, afirmando que al dudar sobre la vigencia de todo "anclaje prepolítico" en la construcción de los Estados modernos, Habermas arriesgaría ignorar tesis suyas relacionadas con que en Occidente se resuelven los conflictos culturales con base en ideologías religiosas de perfiles premodernos; seguidamente (3) proponemos que a esa duda, se le debe sumar como agravante su argumento según el cual los "liberales de mercado" tienen la explicación del por qué los electores tienden a darle reversa al objetivo paneuropeo; y, al final, (4) invitamos a lucubrar acerca de qué tanto Europa como otras regiones de Occidente pueden estar siendo víctimas de los efectos de la que Habermas propone como una "modernización descarrilada", pero no debido al neoliberalismo como él mismo lo propone, sino por la incapacidad estructural de Occidente para liberarse de anclajes prepolíticos de orden ideológico-religioso.

El constitucionalismo democrático habermasiano

"La lucha de los poderes de las creencias,...ha adoptado hoy, en el conflicto de las culturas, una forma directamente política"

(Habermas 1999:39)

Habermas se define "liberal político (...) en su variante republicano kantiana (entendida) como una justificación no religiosa (...) de los fundamentos normativos del Estado (...) constitucional". Lo hace así, para establecer diferencias frente a posturas como la de Böckenförde que de la mano suya, propone la hipótesis de que el Estado moderno sí "pueda depender de tradiciones éticas... ideológicas o religiosas" (Habermas 2005a: 2; 1999: 39-54). La democracia, replica Habermas, afinca sus bases en el objetivo de formar opinión y voluntad sociales a la vez "inclusivas y discursivas" conducentes a que los miembros de sociedades de ese tipo, acepten racionalmente los resultados de las tensiones que traen consigo esas inclusión y discurso democráticos (Habermas 2005a: 3).

De esta forma, la constitución política democrática supone que "ningún individuo se halle atado a sustancia prejurídica alguna" pues es el pueblo quien ha establecido sus propias ataduras al construir y aprobar su respectivo aparato constituyente; y al tiempo, se trata de que en la democracia moderna no exista vacío "rellenable mediante eticidad alguna recurriendo a sustancias normativas prejurídicas, esto es, ajenas a una voluntad popular incluyente que hace aceptable la Constitución por todos los ciudadanos independientemente de sus credos o ideologías" (Habermas 2005a: 4). Por esta vía, puede entenderse que la propuesta de refrendación colectiva de la Constitución de la Unión Europea apunte a cumplir con estos postulados hondamente democráticos, de donde surgen, entonces, varias preguntas: ¿Por qué entonces el rechazo de Francia y Holanda junto con las dudas británicas que amenazan en conjunto ser muy gravosos? ¿Por qué ahora Francia, uno de los bastiones regionales, se debate en decisiones políticas que atentan contra el edificio democrático? ¿Por qué se avizoran cada vez más por Europa, huellas de la biopolítica racista de corte foucaultiano que han llevado también a que Francia tome decisiones que fortalecen la <<guerra preventiva>> estadounidense y a que los escandinavos caigan en la trampa fanática de la burla caricaturesca al Islam? (Congote 2006: 18,19)

¿Existen anclajes prepolíticos en el Occidente "liberal"?

A pesar de estas convicciones demócratas, Habermas citando a Böckenförde propone dudar sobre "... la cuestión de si después de la completa positivización del Derecho, la estructuración del poder político sigue admitiendo una justificación o legitimación secular, es decir, no religiosa", lo que reafirma diciendo que "...(si bien) las prácticas democráticas desarrollan su propia dinámica... sólo Estados de derecho sin democracia" admiten la posibilidad de apalancar sus aparatos políticos, no en los valores democráticos y sus virtudes, sino en "lazos unificadores provenientes de ideologías ó conceptos ético-religiosos". En este sentido, el filósofo acepta válido que religión, lengua y sentido nacionalista comunes hubieran inspirado el nacimiento de los primeros Estados como elementos fundacionales para "el surgimiento de (una) solidaridad ciudadana altamente abstracta"; sin embargo, por lo mismo corre el riesgo de ser demasiado tajante al afirmar, en seguida, que "nuestras mentalidades republicanas se han disociado profundamente de ese tipo de anclajes prepolíticos (Habermas 2005a: 1, 5 y 6; subrayados del investigador). El ensayo propone demostrar, al contrario, que aún Estados de derecho democráticos pueden resultar víctimas de ataduras pre-políticas del tipo Böckenförde, tanto así que apelando a Januzzi puede apreciarse de qué manera el proceso de integración europea ha sido "... obra de élites... ilustradas, sin gran participación popular" (Januzzi 2005: 1). Ello haría del llamado a las urnas en Europa, antes que una posibilidad modernizante, una para que las masas reaccionen contra una imposición de corte autoritario propia de lo prepolítico que Habermas propone a su riesgo como superado por el republicanismo liberal.

Esta hipótesis de que el republicanismo imperante se habría disociado de todo tipo de anclaje prepolítico resultaría arriesgada, además, porque los hechos estarían ofreciendo diversos elementos para falsearla. Ellos son, los unos de tipo electoral, derrotando los ciudadanos al sueño paneuropeo de corte republicano kantiano y, los otros, propios del guerrerismo preventivo contra el Islam y sus territorios adelantado por Estados Unidos y sus aliados, ambos fenómenos anclados en valores prepolíticos ideológico-religiosos mas no en valores democráticos fundamentales. Con el agravante de que esta tendencia occidental no sería novedosa si se tiene en cuenta que la actitud segregacionista y agresora de Occidente contra Oriente ha estado anclada en la prepolítica confesional que tipificó no sólo a las Cruzadas como a las acciones napoleónica y anglosajona sobre Egipto, India y sobre el Cercano Oriente (Said 2004: 114 -126; Congote 2006).

En este orden de ideas, no es extraño que la llamada "guerra preventiva contra el terrorismo" esté mostrando que los países más democráticos son capaces de actuar tan o más autoritaria y violentamente que sus contrincantes islámicos, lo que devela que en las acciones políticas represivas contra Oriente, Occidente ha desnudado un pobre compromiso en la salvaguarda de los que siempre veneró como "valores fundacionales" trastocándolos de manera intempestiva por reacciones prepolíticas de corte integrista. Lo que ha dado pie, a que se afirme ahora que "... la sociedad civil global no es una garantía de libertad o de defensa de los derechos (sino el)... campo de conflictos en torno a los valores, el poder, las mentiras y su manipulación" (Halliday 2006:12). Lo anterior halla sustento además, observando el recorte de libertades civiles en Estados Unidos en contra de la libertad de prensa mediante acciones judiciales que nunca soñaron Hamilton o Madison; igualmente, admitiendo el Vicepresidente Cheney y el Secretario de Defensa Rumsfeld que el expediente de la tortura aplicada a supuestos "prisioneros de guerra" en Guantánamo y Abu Ghraib no tiene limitación alguna (Dowd 2005: 17; Friedman 2005: 17; Naumann 2006:12); todos éstos, sucesos de marcado perfil prepolítico que confirman la fragilidad que los propios demócratas les otorgan a sus valores fundacionales. En efecto, los que se arrogan el privilegio de aparecer como padres y protectores de la democracia política moderna, Gran Bretaña, Estados Unidos de América y Francia, han mostrado que cuando la democracia resulta amenazada, los demócratas son tan proclives a violarla superando en capacidad a la de enemigos que ellos mismos apelan como "antidemócratas".

Se hace necesario traer a colación, que siguiendo las tradiciones de Occidente el integrismo religioso cristiano –anclaje prepolítico por excelencia– se muestra activo en el comportamiento político estadounidense tanto en Irak e Irán como en Afganistán y adentro de sus propias fronteras; así mismo, la alianza occidental en las dos guerras contra Irak, ha unido unos integrismos con otros conjugando las convicciones anglicana, católica y cristiano-evangélica del mundo para contra-atacar al "Satán" de turno identificado como "eje del mal"; y de qué manera, las cenizas todavía humeantes de la guerra étnico-religiosa en la antigua Yugoslavia, exigen de la Europa unionista diagnósticos más ponderados sobre lo que está rigiendo su comportamiento político aquí y ahora. Tampoco podría soslayarse, al final, qué tanto en Francia se están jugando partidas de secularización en el medio ambiente educativo frente a la imaginería religiosa y ahora frente a la reacción de sus minorías africanas; y qué tanto Holanda y los escandinavos están horadando sus tradiciones de respeto a los credos, víctimas de acciones violentas de tinte religioso entre fanáticos cristianos y musulmanes.

Lo anterior sugiere que los anclajes prepolíticos pueden estar actuando como verdaderas limitaciones informales de carácter ideológico-religioso que, siguiendo a North, se caracterizan por su capacidad para mantenerse en el trasfondo social de manera persistente, tenaz y constante a pesar de los más caros ideales modernizantes. Al respecto, es importante precisar que las limitaciones informales son "reglas que nunca han sido ideadas conscientemente y que a todo el mundo interesa observar (siendo)... una parte muy importante de la situación de intercambio más compleja a lo largo de la historia" (North 1993: 55, 56 y 60). En este punto de la discusión, se hace forzoso proponer que en Europa las fuerzas de eticidad e ideología, que son limitaciones informales propias de los anclajes prepolíticos habermasianos, pueden estar saliendo a la superficie nuevamente, oponiéndose al sueño modernista paneuropeo y confirmando que la pretensión laicista se confirma fantasiosa inclusive en el Primer Mundo (Congote 2005: 12-14). En el fondo, a la hora de la verdad la Europa del siglo XXI estaría demostrando carecer de las condiciones estructurales y superestructurales que le permitan hacer viable en el corto plazo el sueño unionista, ratificando de paso la afirmación que propone que en el presente europeo "... confluyen motivaciones (de) rechazo a una Europa considerada demasiado liberal (oponiéndose el electorado) a renunciar a... preciosas identidades nacionales a favor de una entidad distante y sin rostro" (Januzzi 2005:2).

El panorama se hace más crudo, si se tiene en cuenta de qué manera la pre-política que ata lo político a lo religioso es cosa de alta monta en el debate moderno desde antes de Septiembre 11, por supuesto. Por una parte, Bobbio propone, citando a Laponce, que "el análisis de las tendencias ideológicas de nuestro tiempo, llevado con mucha precisión y con una rica documentación de sondeos realizados en distintos países y en tiempos diferentes, está dominado por la contraposición entre religión y política, consideradas respectivamente como el momento positivo (la religión) y negativo (la política) de la historia (...) De la contraposición –continúa Bobbio- entre momento religioso y momento político, se deriva la insistencia con la que (Laponce)(...) pone de manifiesto(...) que la distinción entre derecha e izquierda se resuelve (sic) en última instancia en la distinción entre sagrado y profano(...) la transposición(...) llega a representar la lucha entre religión y política casi como una lucha entre el bien (la religión) y el mal (la política), donde el triunfo final pertenece, a pesar de todas las batallas perdidas (sic) a la religión" (Bobbio 2001:105,106. Notas entre paréntesis y subrayado del investigador). Algo similar podría derivarse de las sesudas observaciones de Przeworski, cuando demuestra empíricamente a las culturas cristianas asociadas con procesos conservadores del status quo político (2000: 29,77).Y confirmando sus contradicciones aquí manifiestas, Habermas ha ratificado estas hipótesis prepolíticas en otro documento, afirmando que hoy "los conflictos se definen (...) como el choque de (...) culturas (...) (impregnadas) por la contraposición tradicional entre las religiones mundiales" (1999:40).

¡Dale con el neoliberalismo!

Sin embargo, Habermas en el mismo documento aquí analizado no aparece consistente con su valiosa hipótesis política. En efecto, en lugar de profundizar su propuesta de perfil republicano kantiana asociándola a sus dudas sobre los riesgos de la prepolítica, cae en el lugar común de acusar al neo-liberalismo como la razón explicativa del fenómeno europeo de la oposición al consenso constitucional. Las bases políticas habermasianas, quedan de esta manera expuestas por él mismo a que una frágil explicación económica deje sin validez sus premisas políticas de esencia democrática.

Específicamente, el filósofo propone que "los mercados (sic) (...) no pueden democratizarse (pues) asumen, cada vez más, funciones de regulación (...) (produciéndose)... un refuerzo del privatismo (sic) ciudadano... que no alcanza ya a los procesos de decisión desplazados al nivel supranacional", afirmando en seguida que la acción de los mercados amenaza la "formación democrática de la opinión y de la voluntad colectiva". El problema en que estaría incurriendo Habermas con esta incursión economicista, es que arriesga desconocer tanto la esencia social de la ciencia económica puesta de relieve por Marx y otros clásicos, como la función democratizadora del mercado en condiciones de competencia en su calidad de escenario de encuentro entre oferentes y demandantes como que es éste uno de los fundamentos de la teoría de la mercancía, inclusive a partir de las propuestas del propio Adam Smith (Marx 1974: Cap. I; Smith 1961:16,17,25, entre otras). Para confirmar que en Habermas el diagnóstico economicista no es producto del azar, otro reciente artículo suyo del Diario El País registra como explicación del rechazo electoral al paneuropeísmo, que a los ciudadanos les "... parece más realista la satisfacción furtiva (sic) de los liberales de mercado (pues)... no todas las naciones están dispuestas a asumir los costos de la pérdida de un equilibrio de bienestar que los neoliberales les están proponiendo" (Habermas 2005b: 7).

Tomando una y otra referencia, este ensayo propone a manera de reflexión que el filósofo al tiempo expone importantes tesis y dudas de orden político para explicar la crisis europea actual, pero conduce al lector al riesgo de entender que la explicación resulte de mero carácter económico de corte neoliberalizante, lo que demostraría que en este asunto Habermas no estaría actuando con la rigurosidad de la que suele hacer gala.

¿Dónde estaría entonces la causa de la "modernización descarrilada"?

Habermas propone al respecto que "una modernización descarrillada de la sociedad en conjunto podría aflojar el lazo democrático y consumir (la) solidaridad de la que depende el Estado democrático". De esta forma, el descarrilamiento le abriría camino a las amenazas ideológico-religiosas que él mismo trae a colación citando a Böckenförde, porque esta situación transformaría a "los miembros de las prósperas y pacíficas (sic) sociedades liberales en mónadas (...) que no hacen sino lanzar sus derechos subjetivos Como armas los unos contra los otros" (Habermas 2005a: 6). El filósofo olvidaría aquí que, en primer lugar, la modernización descarrilada podría hallarse no en la presunta amenaza neoliberal, sino en que el ejercicio de la política global estuviera siendo afectado por la proclividad de Occidente a nutrirse de anclajes prepolíticos propios de los orígenes para resolver los retos de una civilización global. Y, en segundo lugar, estaría incurriendo en varios eufemismos dado que no es demostrable que haya existido una tal "Europa pacífica" o un "Occidente pacífico" pues la historia refiere todo lo contrario, tal y como de manera amplia lo ha demostrado Foucault particularmente en sus conferencias de 1976 develando una Francia que en manera alguna admitiría ser una "pacífica sociedad" de corte habermasia-no (Foucault 2002: 157 y ss).

Desviándose por estos caminos, Habermas evitaría entrar de lleno a entender que la evidencia empírica de Occidente muestra que su estructura política amenaza estar jalonada con fuerza por el mesianismo cristiano antes que por las tentaciones del neoliberalismo.Y de esta manera, evadiría darle la razón a Böckenförde dado que estamos viendo por doquiera la existencia de lazos ético-religiosos como camino de lo político moderno. En confirmación de lo anterior no resultaría gratuito, por ejemplo, que la célula islámica del acto terrorista contra Londres en julio 2005 hubiera calificado a la Gran Bretaña como un "Cruzado Sionista", adjetivo que vendría a ligar con la tesis de Chateubriand cuando afirmaba que "las Cruzadas (permitieron) saber quién triunfará sobre la Tierra,(...) un culto(...) favorable a la ignorancia, al despotismo y a la esclavitud [el Islam] o (uno) que había hecho revivir(...) la sabiduría" (citado en Said 2004: 237). Para abundar en pruebas, dando un salto entre el siglo XIX y el XXI se puede entender por qué Bush líder del <<orientalismo occidental>> que no valora a Oriente, replicando a Al Quaeda ha afirmado que "(...) son terroristas (...) con el objeto de imponer su visión oscura del mundo una ideología borrosa y atrasada" (Bush 2005: 8C).

A manera de colofón

De acuerdo con lo anterior, es posible que la crisis del paneuropeísmo esté dando señales de que la pretensión laicista tan atada a la modernidad por sus cultores esté amenazada, antes que por el presunto "Satán neoliberal", por la vigencia persistente, tenaz y continua de anclajes prepolíticos de orden ideológico y ético religioso cada vez más evidentes.

Todo ello poniendo en vilo otra idea habermasiana según la cual, el que "no se esté dispuesto a <<morir por Niza>>, ya no es objeción contra una Constitución europea", pues como lo hemos visto están surgiendo evidencias de lo contrario hasta el punto de que los ciudadanos de Occidente estuvieran obedeciendo a concepciones de sociedad premodernas inspiradas en factores de eticidad religiosa intentando llenar los presuntos vacíos que traería consigo el Estado democrático liberal (Congote 2006: 19).

En este sentido, el mundo no estaría mirando hacia Ratzinger en vano, ni este se habría posesionado como sucesor de San Pedro ante la venia incondicional de sus pares gobernantes del mundo. Al final de las cuentas, unos y otros se muestran engarzados en una trampa ético-religiosa de estirpe premoderna anclada en lo prepolítico, en medio de una época que algunos quijotes osan llamar "postmodernismo".


Referencias

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