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Colombia Internacional

versão impressa ISSN 0121-5612

colomb.int.  no.115 Bogotá jul./set. 2023  Epub 20-Jun-2023

https://doi.org/10.7440/colombiaint115.2023.06 

Dossier

¿Un feminismo à la fariana? El continuum de la militancia en el posacuerdo de paz en Colombia

À la Fariana Feminism? The Continuum of Militancy in Post-peace Agreement Colombia

Um feminismo à la fariana? O continuum da militância no pós-acordo de paz na Colômbia

Priscyll Anctil Avoine** 

**es Ph. D. en Ciencia Política y Estudios Feministas de la Université du Québec à Montréal (Canadá). Máster en Estudios Internacionales de Paz, Conflictos y Desarrollo de la Universitat Jaume I (España). Profesional en Relaciones Internacionales y Lenguas Modernas de la Université Laval (Canadá) y la Universidad de Alicante (España). Investigadora en Estudios Feministas de Seguridad y becaria Marie Curie/Vinnova/SSHRC en la Universidad de Lund (Suecia). Es directora de la colectiva feminista y antirracista Fundación Lüvo. Últimas publicaciones: “Féminismes et science politique: un couple (im)possible?” (en coautoría con Danielle Coenga-Oliveira), Politique et Sociétés 42 (1): 3-14, 2023, https://doi.org/10.7202/1097163ar; e “Insurgent Peace Research: Affects, Friendship and Feminism as Methods”, Conflict, Security & Development 22 (5): 435-455, 2022, https://doi.org/10.1080/14678802.2022.2122699. priscyll.anctil@svet.lu.se https://orcid.org/0000-0003-3622-3428


RESUMEN:

Objetivo/contexto:

En este artículo propongo el concepto de continuum de la militancia para analizar la transformación de las luchas políticas de las mujeres exguerrilleras de las FARC-EP en el posacuerdo de paz, con un énfasis particular en el nororiente del país. A partir de sus narrativas, indago sobre la transición de la lucha armada al combate feminista, así como sobre las tensiones y desafíos que se dibujan en este camino.

Metodología:

Me centro en tres métodos particulares, el diario feminista de campo, las entrevistas biográficas y las observaciones participantes en dos trabajos de campo conducidos en 2019 y 2022 en el nororiente colombiano.

Conclusiones:

El artículo confirma la necesidad de comprender la militancia posacuerdo de paz como un continuum entre la lucha armada y los diferentes combates feministas, de mujer y de género. Además, demuestra la importancia de analizar la militancia de las exguerrilleras de las FARC-EP a partir de la identidad insurgente. Finalmente, concluye que el feminismo insurgente, a pesar de las tensiones políticas que conlleva, es un ejemplo práctico de este continuum de la militancia.

Originalidad:

El artículo tiene tres contribuciones principales: teoriza los elementos conceptuales del continuum de la militancia, aporta al conocimiento sobre la construcción del feminismo insurgente en el nororiente colombiano y contribuye al entendimiento de las tensiones políticas en torno a la transformación de las luchas armadas en acciones feministas noviolentas.

PALABRAS CLAVE:  continuum de la militancia; Colombia; FARC-EP; feminismo insurgente; posacuerdo de paz.

ABSTRACT:

Objective/context:

In this article, I propose the concept of continuum of militancy to analyze the transformation of the political struggles of former FARC-EP women guerrilleras in the post-peace agreement, with a particular emphasis on the country’s northeastern region. Based on their narratives, I inquire about the transformation from armed struggle to feminist combat, as well as the tensions and challenges that arise in this path.

Methodology:

I focus on three particular methods: the feminist fieldwork diary, biographical interviews, and participant observations in two fieldworks conducted in 2019 and 2022 in northeastern Colombia.

Conclusions:

The article confirms the need to understand post-peace agreement militancy as a continuum between armed struggle and different feminist, women, and gender combats. It also demonstrates the importance of analyzing the militancy of the ex-guerrilleras of the FARC-EP, starting from the insurgent identity. Finally, it concludes that insurgent feminism, despite the political tensions it entails, is a practical example of this continuum of militancy.

Originality:

The article has three main contributions: it theorizes the conceptual elements of the continuum of militancy; it brings knowledge about the construction of insurgent feminism in northeastern Colombia; and it contributes to the understanding of the political tensions surrounding the transformation of armed struggles into nonviolent feminist actions.

KEYWORDS:  Colombia; continuum of militancy; FARC-EP; insurgent feminism; post-peace agreement

RESUMO:

Objetivo/contexto:

Neste artigo, proponho o conceito de continuum da militância para analisar a transformação das lutas políticas das mulheres ex-guerrilheiras das Forças Armadas Revolucionárias da Colômbia-Exército do Povo (Farc-EP) no pós-acordo de paz, com ênfase particular no nordeste do país. A partir de suas narrativas, questiono sobre a transição da luta armada ao combate feminista, bem como as tensões e desafios que são criados nesse caminho.

Metodologia:

Foco-me em três métodos particulares: o diário feminista de campo, as entrevistas biográficas e as observações participantes em dois trabalhos de campo conduzidos em 2019 e 2022 no nordeste colombiano.

Conclusões:

Este artigo confirma a necessidade de compreender a militância pós-acordo de paz como um continuum entre a luta armada e os diferentes combates feministas, de mulher e de gênero. Além disso, demonstra a importância de analisar a militância das ex-guerrilheiras das Farc-EP a partir da identidade insurgente. Finalmente, conclui-se que o feminismo insurgente, apesar das tensões políticas que implica, é um exemplo prático desse continuum da militância.

Originalidade:

O artigo tem três contribuições principais: teoriza os elementos conceituais do continuum da militância, contribui para o conhecimento sobre a construção do feminismo insurgente no nordeste colombiano e contribui para o entendimento das tensões políticas acerca da transformação das lutas armadas em ações feministas não violentas.

PALAVRAS-CHAVE:  Colômbia; continuum da militância; Farc-EP; feminismo insurgente; pós-acordo de paz.

Introducción

Los programas de Desarme, Desmovilización y Reintegración (DDR), que han sido implementados por las Naciones Unidas, como en Liberia, o por los Estados, como en Colombia, no han logrado reintegrar a las mujeres, niñas y poblaciones LGBTIQ+ (Anctil Avoine 2021; Steenbergen 2021). Las investigadoras feministas han criticado esos programas por replicar estereotipos de género y por contribuir a la despolitización de las luchas de las mujeres excombatientes (Dietrich 2017). Además, las mujeres excombatientes reciben un trato diferenciado al de sus compañeros de lucha, no solamente porque han transgredido los límites de la violencia, sino que además han “fallado” a las normas de género al incumplir las expectativas de “generar la vida”. En la reincorporación1 a la “vida civil”, se espera generalmente que se desliguen de la militancia política y que abandonen su lucha colectiva (Anctil Avoine 2022b). Así, los contextos posacuerdo de paz están lejos de contribuir a la participación política de las mujeres, ya que para ellas significa retornar a una “normalidad” que perpetúa la violencia de género (Dietrich 2017; Vargas-Parra, Díaz-Pérez y Anctil Avoine 2020).

Aunque el acuerdo de paz firmado en 2016 entre el Gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo (FARC-EP) ha sido aclamado como el más progresista en términos de enfoque de género (Barrera Téllez 2017), su materialización ha sido lenta, difícil y con pocos cambios estructurales. Según Echavarría Álvarez et al. (2022, 20), sigue habiendo una brecha entre la implementación de las disposiciones generales del acuerdo de paz, completadas en un 30 %, y aquellas relacionadas con el enfoque de género, que solamente llegan al 12 %. Si bien el Gobierno elegido en 2022 ha demostrado la voluntad de un cambio político tras dos olas de paro nacional en 2019 y 2021, la situación política sigue siendo volátil en territorios como Arauca y Norte de Santander -en los que se enfoca este artículo-, como se evidencia en los preocupantes informes de reclutamiento forzado, asesinatos de personas activistas, masacres, desplazamientos y aumento de los cultivos ilícitos (Indepaz 2022; UNODC 2020).

A pesar de esos obstáculos, las personas que se identifican como mujeres y que han combatido en las FARC-EP (en lo rural y lo urbano) -las farianas2- han continuado sus luchas políticas. Han reconfigurado la identidad de combatientes (Boutron 2018) y han construido estrategias de participación política que enfatizan la economía del cuidado, así como las feminidades y masculinidades insurgentes, y las luchas LGBTIQ+ (Farc 2020). A través de un trabajo político formal e informal, las farianas han abogado por su reincorporación política y han rechazado la desmovilización. A un poco más de cinco años de su desarme: ¿cuáles son las experiencias militantes de las farianas? ¿Cuáles son las tensiones y desafíos que enfrentan en la transformación de su lucha armada en luchas feministas?

En este artículo, propongo el concepto de continuum de la militancia (Anctil Avoine 2022b, 500) para complejizar la transformación de las luchas políticas de las mujeres farianas -de una lucha armada hacia una feminista- y analizar las tensiones que irrumpen en este proceso en curso. A partir de las narrativas de las mujeres farianas del nororiente colombiano, busco iniciar una discusión teórico-práctica sobre la militancia fariana posacuerdo de paz.3 Sin aspirar a fijar una definición del feminismo insurgente, propongo dar espacio a la reflexión feminista en el escenario posdesarme y mostrar la importancia de la figura de la combatiente en dicho contexto (Boutron 2018). Para cumplir con mi objetivo, parto de las contribuciones de las feministas al análisis de la participación de las mujeres en insurgencias de izquierda, su reintegración a la vida civil y su participación política (formal e informal) en escenarios posacuerdo de paz (ej.: Dietrich 2017; K. C. y Van der Haar 2019; Koens y Gunawardana 2021; Nieto-Valdivieso 2017 y 2020; Parashar 2014; Weber 2021a y 2021b).

El artículo tiene cuatro secciones. La primera da cuenta de la metodología feminista que orientó las dos investigaciones, en 2019 y 2022, en el nororiente colombiano. La segunda propone una breve reseña de las discusiones en la literatura sobre la militancia de las mujeres en luchas revolucionarias. La tercera ofrece un marco teórico-conceptual a partir del concepto de continuum de la militancia (Anctil Avoine 2022b). En la cuarta se aplica dicho concepto a los resultados empíricos de la investigación y se insiste sobre la propuesta fariana de feminismo insurgente. Finalmente, la quinta sección indaga en torno a los desafíos identificados en dicho continuum de la militancia, con un énfasis en las tensiones definicionales del feminismo y en la política formal, en la posición política específica de las exguerrilleras y en sus relaciones con los movimientos feministas colombianos.

1. Multimetodología feminista

Este artículo deriva de dos investigaciones: mi tesis doctoral (Anctil Avoine 2022b) sobre la reincorporación de las farianas en el nororiente de Colombia y mi proyecto posdoctoral sobre la militancia política de las mujeres insurgentes en los posacuerdos de paz en Nepal y Colombia4. Me centro en los resultados de esas investigaciones para el caso colombiano, que convocan reflexiones acerca del continuum de la militancia política entre la lucha armada y la “vida civil”, y las manifestaciones de sus ideas y prácticas feministas en dicho contexto.

En ambas investigaciones, he adoptado una metodología feminista multisitios (Marcus 1995) y multimétodos (Nieto-Valdivieso 2017). He realizado dos trabajos de campo en 2019 y 2022 en el nororiente colombiano, además de una serie de conversaciones formales e informales con las farianas desde los primeros encuentros.

Este artículo usa tres métodos particulares: el diario feminista de campo, las entrevistas biográficas y las observaciones participantes. El diario feminista de campo es una herramienta que combina las notas de observación en los diferentes espacios de la investigación y las reflexiones acerca de las emociones y la posicionalidad de la persona investigadora. He utilizado tanto el método escrito como la grabación de audio con el fin de producir archivos de campo (Fort 2021). El carácter feminista deriva de las categorías compiladas: relaciones de poder, género, feminismo, tensiones, corporalidades, emociones, etc.; y de una reflexividad propia de las epistemologías feministas que buscan oponerse al extractivismo de datos (Anctil Avoine y Boutron 2021; Wibben et al. 2019). Esto significa que el diario de campo feminista busca apoyar un tipo de investigación de carácter emancipatorio (Harel-Shalev y Daphna-Tekoah 2020), es decir, aportar a las luchas colectivas, en este caso, de las farianas.

Las observaciones participantes son formas de estar-en-el espacio, de entrar de manera momentánea en la cotidianidad, pero, sobre todo, de enriquecer las perspectivas analíticas sintiendo el espacio y el contexto (Björkdahl y Selimovic 2015). Se dieron en ciertas ciudades como Bogotá, Bucaramanga, Barrancabermeja, Cúcuta y Tibú, así como en dos espacios territoriales de capacitación y reincorporación (ETCR5): en Filipinas, en el departamento de Arauca, y en Caño Indio, en el Norte de Santander. Ahí, he estado compartiendo y conversando con las farianas en los ETCR y en los espacios políticos en las ciudades. He tomado notas de mis observaciones en mi diario de campo según las categorías mencionadas anteriormente. El nororiente colombiano como espacio de observación ha sido elegido por tres razones principales: (1) por mis contactos en dichos territorios debido a investigaciones anteriores; (2) por la escasez de investigaciones conducidas sobre la reincorporación de mujeres excombatientes (ver Anctil Avoine 2017; Lelièvre Aussel, Moreno Echavarría y Ortiz Pérez 2004); y (3) por haber sido una región altamente impactada por la guerra (CNMH 2018).

Finalmente, la entrevista biográfica6 no sigue esquemas rígidos de interrogantes: se trata más bien de lanzar una pregunta general a la persona participante para que desarrolle su propio relato de vida. En este sentido, deja mucha más libertad y agencia a la persona entrevistada, ya que puede decidir cómo tejer su narración (Andrews 2004). Este método permite también comprender las resistencias infrapolíticas y cotidianas (Lugones 2010; Parashar 2014). De este modo, a partir de las redes que había construido en el nororiente desde 2013 con la Fundación Lüvo,7 he priorizado el método de cadena de afectos (Nieto-Valdivieso 2017) para encontrar a las participantes y dialogar con ellas. En 2019 realicé dieciséis entrevistas biográficas con mujeres exguerrilleras, cinco con milicianas urbanas y cuatro con profesionales involucradas en el proceso de reincorporación, sobre todo en la implementación del enfoque de género de los acuerdos de paz. En 2022, hice otras seis entrevistas con mujeres exguerrilleras y exmilitantes urbanas y colaboradoras, algunas de las cuales fueron de seguimiento a las entrevistas de 2019. Las transcripciones de estas entrevistas, las notas de observaciones y las entradas del diario de campo fueron analizadas con el programa NVivo. Para el análisis de las narraciones, he utilizado el método temático propuesto por Paillé y Mucchielli (2012), el cual consiste en una simplificación de los datos a través de un agrupamiento de las narrativas bajo categorías que emergen en la interpretación de estas. Para la categorización, en varias oportunidades tuve retroalimentación de los datos de campo a medida que avanzaba, a través de conferencias, reuniones con las farianas y discusiones formales o informales sobre el tema de mis investigaciones. Estas conversaciones e interacciones provocan una cierta “sensibilidad teórica y experiencial”8 (Paillé y Mucchielli 2012, 240) que ofrece una mejor comprensión del corpus, de su contexto sociopolítico y de la pertinencia de ciertas decisiones de tematización. Los resultados presentados aquí provienen de dos nodos particulares del análisis temático en este programa: militancia política y feminismo insurgente.

2. Militancia política poslucha armada de las mujeres

Si bien los estándares internacionales de la ONU (Integrated Disarmament, Demobilization and Reintegration Standards [IDDRS]) han permitido avanzar en materia tanto de enfoque de género como de reintegración política, en la mayoría de los escenarios posacuerdos de paz, las estructuras patriarcales, racistas y clasistas tardan en cambiar y siguen afectando de manera desproporcionada a las mujeres y personas no-binarias (Anctil Avoine 2021). Las mujeres militantes siguen siendo marginalizadas y su militancia política, poco investigada (Parashar 2014). Por ejemplo, en Nepal, las exmaoístas sienten un retroceso político desde su desarme (K.C. 2019; Pauls et al. 2020) y Dietrich (2014 y 2017) señala que las mujeres militantes en diferentes países latinoamericanos están especialmente marginadas en los periodos posacuerdos de paz.

Además, las investigaciones han demostrado las dificultades en la transformación de las insurgencias en partido político en el plano internacional (Matfess 2022; Söderberg Kovacs 2021; Zeeuw 2008); y, más recientemente, han evaluado el caso específico del partido Comunes (Rettberg y Moreno Martínez 2023) y los obstáculos particulares que confrontan las mujeres en este proceso (Ehasz 2020).

De este modo, a pesar de la literatura amplia sobre género y reintegración, todavía existen escasas fuentes (ver por ejemplo Herrera 2010; Shayne 2004) que analizan la transformación de la revolución armada (generalmente centrada en la lucha de clases) hacia una feminista en el contexto específico de la reincorporación.

De hecho, la militancia sigue siendo un “fenómeno fundamentalmente generizado, profundamente arraigado en el ideal de la masculinidad normativa y la política de militarización” (Narozhna 2021, 235). Pero, como lo expone Viterna (2013, 6) en el caso del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) en El Salvador, “las acciones de las mujeres en la guerra fueron fundamentales para el éxito de la insurgencia del FMLN”. Estas acciones son múltiples, diversas y centrales en los grupos insurgentes. Entonces, el género, como categoría de organización política y de construcción de cuerpos militantes, desempeña un papel primordial y constitutivo en las insurgencias (Mazurana 2013).

Cruzando los niveles de análisis micro, macro y meso, Viterna (2013, 87-108) insiste en los múltiples sitios contextuales y culturales de despliegue de la militancia (a lo que ella llama arena). Distingue tres perfiles de militancia de las mujeres en el FMLN: (1) la guerrillera politizada, que ya estaba involucrada políticamente antes de unirse al FMLN; (2) la guerrillera reacia, que se movilizó debido a una crisis (por ejemplo, un acontecimiento traumático o una amenaza a su seguridad); y (3) la guerrillera reclutada, que entró a través del reclutamiento en los campos de refugiados. A esta tipología, Viterna añade la de las colaboradoras, que tenían “responsabilidades regulares y formales” con el FMLN, pero que operaban desde sus casas en las zonas de guerra, de manera que ocupaban una posición compleja y peligrosa marcada por una mayor exposición a los actores estatales. Identifica también a las mujeres no participantes, que suelen ser madres, pero que no eran ni militantes armadas ni colaboradoras.

La tipología de Viterna es pertinente para el análisis del caso de las farianas, dado que permite ver las múltiples caras que pueden adquirir la militancia de las mujeres, los cuerpos feminizados y los diversos microprocesos de movilización. Por ejemplo, podríamos comparar el concepto de colaboradora de Viterna con el de milicianas (urbanas o rurales) de las FARC-EP: no estaban necesariamente en armas, pero participaban clandestinamente en las células del Partido Comunista clandestino colombiano (PC3), en el Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia (MBNC) o, algunas, en los movimientos estudiantiles más ampliamente.9 Los contextos de El Salvador y Colombia también implican diferencias en esta tipología. Por ejemplo, algunos espacios de politización difieren: los campamentos de refugiados son centrales para la militancia en el FMLN, mientras en las FARC-EP las organizaciones campesinas tuvieron un papel destacado desde el principio (Villamizar 2017).

Sin embargo, la tipología de Viterna sobre la militancia no adopta una postura explícitamente feminista y no da cuenta del continuum de las acciones políticas una vez se dejan las armas. Se sigue refiriendo, por lo general, a la lucha armada y a la identidad militante militarizada. En el próximo apartado, propongo ampliar la propuesta de Viterna y aportar a la teorización de la militancia feminista poslucha revolucionaria.

3. Marco teórico-conceptual: el continuum de la militancia

En esta sección, teorizo el concepto de continuum de la militancia para articular las reflexiones empíricas sobre las luchas posdesarme de las farianas, y las tensiones y desafíos identificados durante las investigaciones en el nororiente. Además, relaciono estrechamente este concepto con los elaborados por otras autoras feministas, como la figura de la combatiente (Boutron 2018) o la compañera política/guerrillera (Dietrich 2014 y 2017), pues asumo que dichas categorías permiten ver a un sujeto político que responde a las aspiraciones políticas de las mujeres farianas desde su posicionamiento en La Habana.

Así, el continuum de la militancia (Anctil Avoine 2022b) nace de una síntesis entre el concepto de continuum de las violencias (Kelly 1988; O’Rourke 2015) -el cual señala que las violencias no terminan con el fin de la guerra, sino que diferentes formas de violencias afectan a las mujeres en varias esferas de sus vidas (tanto íntimas como políticas)- y el de continuum de la participación, propuesto por Koens y Gunawardana (2021, 464), el cual define la participación política como “la multitud de formas en que las mujeres desafían y redistribuyen las dinámicas de poder desiguales que limitan la agencia en sus vidas cotidianas”.

Con este concepto, busco expandir la conceptualización de la militancia política y comprender el continuum que se instaura entre el contexto anterior a la lucha armada, su participación activa en ella y la militancia (feminista) posacuerdo de paz. El continuum de la militancia tiene cuatro elementos analíticos que permiten definir su operacionalización práctica:

  1. Elemento 1. El rompimiento de las dicotomías sobre la militancia (Anctil Avoine 2021). Una de las dicotomías más persistentes en el análisis de las experiencias políticas posacuerdo de paz de las mujeres excombatientes es la división binaria de sus luchas políticas entre armada/no armada, civil/militar, violencia/paz. El continuum de la militancia busca romper dichas dicotomías, comprendiendo, más allá de que estén o no armadas, la posición particular de las mujeres exguerrilleras que encarnan una experiencia dual de agencia y de victimización (Weber 2021a, 272). Por lo tanto, significa que sus combates no se reducen a las armas, que los roles militantes fueron diversos y que la reincorporación no debería marcar el fin de su militancia política, sino su transformación.

  2. Elemento 2. Las multiplicidades y complejidades de las formas de lucha más allá de la política formal (Koens y Gunawardana 2021; Manchanda 2020). Este elemento considera que la agencia política de las mujeres militantes debe ser complejizada y entendida desde diversas formas de contestación. Por tanto, no se limita a lo que a priori se entiende como político. Puede manifestarse formalmente a través de las instituciones legales y estatales, o informalmente, desde otros campos de acción política que no suelen ser percibidos como tales en el estudio de las insurgencias (por ejemplo, la movilización de acciones políticas en el ámbito de lo íntimo). Luego, también puede estar en las zonas grises, fuera de esta dicotomía, es decir, en formas de resistencia que no son vistas como tales (Veillette y Anctil Avoine 2019). Por ejemplo, “sobrevivir” y “no rendirse” podrían ser no-acciones políticas: sin embargo, en el contexto de los espacios liminales representados por las zonas de reincorporación, son una forma de persistencia frente al Estado que confina cuerpos y los presenta como “desviados” de las normas sociales dominantes. La escala de análisis es, entonces, cotidiana, corporal y emocional.

  3. Elemento 3. El mantenimiento de la categoría insurgente en la transformación identitaria. Al contrario de asumir que la reincorporación es el fin de la movilización política, el continuum de la militancia sugiere mantener el carácter insurgente de las luchas, es decir, aquello que aboga por la oposición a los sistemas opresivos. Así, sigo a Dietrich (2017, 274), quien argumenta que la “politización de las identidades militantes” insurgentes -en oposición a su negación en el retorno a la “normalidad”- es central en la reincorporación y, en últimas, para repensar las relaciones de género más ampliamente.

  4. Elemento 4. El desarrollo de una conciencia política desde la guerra (Dietrich 2017). Recuperar lo insurgente y desligarse de una visión únicamente armada implica una teorización de la figura de la combatiente que proviene de la experiencia de la guerra. Dietrich nombra esta categoría como compañera política (2014, 124):

los contextos de tránsito hacia el posconflicto carecen de una categoría de compañeras políticas, que les permita a las mujeres militantes legitimar su experiencia de lucha armada. En consecuencia, las mujeres excombatientes carecen de formas de mantener y transferir capacidades y espacios de agencia a contextos de desmovilización.

De este modo, para el cuarto y último elemento del continuum de la militancia, propongo teorizar la figura de la combatiente a partir de los escritos de Boutron (2018, 2019 y 2020) sobre el análisis de las mujeres en armas; de Dietrich (2014 y 2017) sobre las identidades insurgentes; y de Nieto-Validivieso (2017 y 2020) sobre la militancia en armas como espacio posible de emancipación, de vivencias emocionales positivas, así como de una postura encarnada en la frontera de diversas identidades. Así, tomar la figura de la combatiente o de la compañera política como punto de partida analítico y práctico del continuum de la militancia permite ver las múltiples experiencias de las mujeres en las insurgencias, y “repensar las lógicas de producción de la esfera combatiente y la economía política de la lucha armada, integrando una dimensión doméstica y afectiva que ha sido demasiado descuidada, para efectuar así un ‘retorno a lo íntimo’” (Boutron 2018, 9). Esta conciencia política desde la experiencia vivida de la guerra es la que permite abrir un intersticio para pensar la lucha feminista en el posacuerdo.

En suma, el continuum de la militancia opera un doble giro: salir del esquema técnico y adoptar una perspectiva decididamente política, yendo en contra de la visión normalizadora del DDR, en la que existe poca atención a las experiencias personales, políticas y emocionales de las mujeres excombatientes (Weber 2021b). Este giro implica una comprensión de la resistencia política cotidiana (Manchanda 2020, 62), que considera tanto las formas de militancia que implican violencia como las tácticas noviolentas. Así, a partir de la figura de la mujer combatiente, no se trata de ver la reincorporación como el fin de la lucha, sino como su redespliegue y reconfiguración. De este modo, mantiene su carácter insurgente frente a la violencia estructural y la opresión. La próxima sección presenta los resultados empíricos de las experiencias de las mujeres farianas, aplicando el concepto de continuum de la militancia.

4. Resultados empíricos: la transformación del combate

Pero nosotras, somos mujeres revolucionarias, y como lo decía el camarada Jacobo Arenas, el revolucionario nunca se cansa […] el revolucionario o la revolucionaria debe seguir hasta conseguir ese cambio, y nosotras, las farianas, estamos dispuestas a seguir por ese cambio […] independiente de los problemas que se están presentando en la implementación del acuerdo, seguiremos luchando por ello […] y tenemos algo muy bonito […] que es como la base, que es el feminismo insurgente […] porque seguimos siendo insurgentes.

Olga Marín (Mujer Fariana, 2019)

Como se menciona en las secciones anteriores, la literatura sobre las insurgencias refiere a la militancia como un concepto militarizado, revolucionario y de izquierda. Se alude entonces a una militancia armada, y se establece un imaginario colectivo de quiénes son las “mujeres militantes” y qué corporalidad se les asocia. Pero, a medida que avanzaron las conversaciones con las farianas, se evidenciaba un concepto cada vez más complejo de militancia para explicar su compromiso político con la “organización”. En efecto, para las mujeres excombatientes, continuar y transformar la lucha armada en combate por la justicia de clase y género en el posacuerdo es un desafío emocional, político, corporal y cargado de tensiones. En esta sección, presento los resultados empíricos con base en los elementos de la teorización del continuum de la militancia elaborado en el marco teórico.

a. Elemento 1. Romper las dicotomías sobre la militancia

En primer lugar, aparece en las discusiones con las farianas que la militancia en armas puede significar la emancipación de los roles tradicionales asignados a las mujeres, al mismo tiempo que puede reafirmarlos. La militancia es entonces un espacio -corporal y emocional- de producción de significados y de sujeto(as) (Bandeira de Freitas Oliveira y Ferreira Leite 2016), donde la agencia se entiende como un “continuum de construcción de paz, resistencia noviolenta y participación en formas violentas de política contra los sistemas opresivos” (Manchanda 2020, 76). Dicha agencia se despliega en un “terreno de género complejo” (Narozhna 2021, 234) al que se enfrentan las mujeres y los cuerpos feminizados en las organizaciones armadas, y los partidos políticos que surgen de estas en el escenario posacuerdo. Es entonces necesario tener en cuenta las paradojas de esta agencia y evitar la dicotomía víctima-victimaria de la violencia: es un proceso “complejo, no-lineal y ambivalente [que requiere] que desarrollemos un nuevo lenguaje para pensar en las identidades y los roles de género en tiempos de paz” (Rajasingham-Senanayake 2004, 148). La agencia es circular, dinámica y relacional (Mehta et al. 2021): no califica solamente el paso de una acción/tema apolítico a lo político, sino que tiene en cuenta que el sujeto(a) está constantemente negociando, cambiando, reencarnando su agencia. Björkdahl y Mannergren Selimovic (2015) sugieren que la agencia debe concebirse como “crítica, creativa y transformadora”: en resumen, se reinventa constantemente y “sucede” en múltiples niveles y espacios, que pueden ser “‘marginales’, ‘alternativos’ u ‘ocultos’” (177).

Así, la militancia radica en la importancia que las farianas dan al concepto de sujetas políticas (Barrera Téllez 2017) y, por tanto, a la agencia. Las mujeres excombatientes se encuentran en la frontera entre la agencia y la victimización; en el mismo cuerpo, se confrontan identidades que no corresponden a las tipologías claras de la justicia transicional (Weber 2021b). En efecto, si bien no puedo homogeneizar la experiencia en armas, la mayoría de las participantes en la investigación reafirman la revevancia de su participación en la insurgencia a nivel político e identitario, como Carmen:

Quieren que neguemos lo que fuimos […] durante varios años […] cuando sabemos que lo que hacíamos era correcto, una lucha armada […] una lucha armada que considerábamos necesaria para el cambio de la sociedad […] ni siquiera era para nosotros, porque estábamos en condiciones precarias de guerra […] no podemos negar lo que fuimos […] así que luchamos por ello. (Exguerrillera, entrevista, 11 de septiembre de 2019, Filipinas)

De este modo, el continuum de la militancia permite romper las dicotomías sobre la agencia de las mujeres y deconstruir la idea de que la paz es la ausencia de conflictos o de combate activo; dicha categoría contribuye a la posibilidad de pensar que existe un “combate activo después de dejar las armas y complejizar lo que significa ‘construir la paz’” (Anctil Avoine 2022a, 5). Al abrir una posibilidad analítica a este mundo liminal, intermedio y de cruce de identidades de víctima/agente de la violencia, se hace posible reconocer el continuum que caracteriza la militancia de las mujeres insurgentes. La lucha no termina con la dejación de las armas, sino que depende de la historia militante de cada mujer en un contexto particular de guerra y normalización de la violencia y la opresión.

Eso permite repensar la definición de combate, y la de combatiente (Boutron 2018), como típicamente masculino y militarizado frente a la mujer combatiente que habría sido “forzada” a entrar en la militancia. Según, Vásquez Perdomo (2011, 23), exguerrillera del M-19, se trata de “rechazar la imposición de un ex, militante y guerrillera, que fracturaba [su] identidad”. Así, para Dietrich (2017, 367), la compañera política se convierte en una “categoría diferente de mujeres”, que rompen con las “construcciones idealizadas de la feminidad civil” y que reconocen una multiplicidad de luchas.

b. Elemento 2. Multiplicidad y complejidades de las luchas

Desde que estamos en armas, no teníamos diferencia con los hombres, somos mucho más capacitadas y berracas para ir al combate.

Deisy, exguerrillera (intervención pública, 16 de agosto de 2019, encuentro feminista a puertas cerradas, Bucaramanga)

Mucho antes de la popularización del feminismo insurgente durante los diálogos de La Habana, las farianas participaban activamente en la reivindicación de su posición en la organización, pero también desde los inicios, en trabajos comunitarios con las masas populares. En la guerrilla, muchas mujeres encontraron una voz política dentro de la estructura militar, a través de la pedagogía popular, pero también en diversas carreras que no habrían sido posibles para ellas en sus pueblos de origen, como la enfermería, la medicina o la odontología. Así, su participación en las guerras insurgentes no se puede reducir a los combates, los bombardeos o la muerte; también han experimentado la alegría y la felicidad, los compromisos políticos y los procesos de aprendizaje colectivo. Sin embargo, las expectativas de “remordimiento” por su participación en armas hacen que sus experiencias positivas -y muchas veces emancipadoras- de la militancia sean invisibilizadas al pasar al escenario civil (Nieto-Valdivieso 2017). De esta forma, muchas de ellas sienten un retroceso en su autonomía en el posacuerdo: en las entrevistas, las exguerrilleras mencionan, por ejemplo, un retorno a los roles tradicionales en el hogar o una dedicación completa a la maternidad que impide que las militantes participen políticamente10. Por eso, muchas farianas han afirmado sentir la reincorporación como una ruptura corporal y emocional: “es un cambio de una vida a la otra. Es una ruptura, […] fueron muchos [años], treinta años, entonces para uno eso es un cambio extremo, es extremo” (Daniela, exguerrillera, entrevista, 3 de septiembre de 2019, Tibú).

En el caso de las farianas, se trata entonces de comprender las complejidades y modalidades de la militancia en armas y no armada, y las fronteras porosas entre ambas. Esta militancia es múltiple en su esencia, pues implica una diversidad de posiciones, temporalidades, espacios, y procesos corporales y emocionales. Los lugares de su despliegue son variados y se construyen en una praxis cotidiana que, además, estuvo muy presente en el aprendizaje y la politización dentro de las FARC-EP. Así, aunque la disciplina militar ha tenido un impacto sobre la configuración de sus luchas, las farianas nunca han sido realmente “extraídas” de la vida civil, como lo confirma Girlandrey Sandoval Acosta (Yiya, investigadora y defensora de los derechos de las mujeres, entrevista, 11 de febrero de 2019, Bogotá): no se pueden reducir las diferentes experiencias insurgentes de las farianas a la toma de armas. Sus combates son políticos y mucho más complejos de lo que esas dicotomías dejan entrever.

Así, aunque los diálogos en La Habana fueron un “choque” desde el punto de vista feminista -tanto por la rapidez de su elaboración como por la impresionante exposición en los medios de comunicación-, es importante ver que el feminismo fariano, a pesar de no nombrarse como tal, viene de una praxis anterior a los diálogos de paz. En efecto, las mujeres siempre fueron parte del proyecto insurgente de las FARC-EP: la interrogación de las farianas sobre las cuestiones feministas no es nueva ni está aislada de otros compromisos feministas a nivel mundial. Según Violeta (militante del partido, entrevista, 5 de septiembre de 2019, Cúcuta), las farianas ya participaban en la reivindicación de derechos y funciones en pie de igualdad con los hombres desde los ochenta, aunque no lo llamaban feminismo. Sobre todo, fueron combatientes como Olga Marín y Victoria Sandino quienes empezaron a realizar acciones a partir de la década de los noventa para impulsar estas cuestiones dentro de la organización. En paralelo, otros procesos de feminismos poslucha armada se conformaron desde los años noventa, como el de las mujeres excombatientes en El Salvador (Herrera 2010) o el del colectivo de Mujeres Excombatientes de las Insurgencias en Colombia (Elston 2020).

Pero fue realmente en La Habana donde se hicieron más visibles las diferentes luchas militantes de las farianas, momento que se presentó como “una ‘escuela del feminismo’ para las excombatientes de las FARC-EP”, donde intentaron “intervenir de manera crítica en la orientación política de su futuro partido para incluir una postura feminista” (Boutron 2020, 71). Durante la plenaria del Estado Mayor Central de las FARC-EP en 2015, la organización se declaró “antipatriarcal” (Mujer Fariana 2019). Esta afirmación fue el resultado de la subcomisión técnica de género, que fue una oportunidad para que las farianas reorientaran su militancia política. En este momento se dio el encuentro entre las organizaciones de la sociedad civil, las farianas y la comunidad internacional, que propició un espacio para la transversalización de la perspectiva de género en los acuerdos de paz y para empezar a trazar lineamientos de un feminismo propio. Violeta plantea:

Se ha hecho en La Habana un ejercicio más fuerte y se hizo un dosier del feminismo marxista […] En 2013, las mujeres farianas obtuvieron el aval del grupo FARC-EP para iniciar la página web Mujer Fariana […] Al inicio, pusieron un mando para iniciar la página. A pesar de la experiencia de Sandino y Marín, respecto a sus capacidades para llevar a cabo dicho proyecto, y también resistencia de las mujeres mismas. Entonces, había un cuestionamiento de su “saber guerrillero”. […] En la subcomisión de La Habana ha recibido también insumos de otras mujeres excombatientes del ELN, M19 y FARC-EP (de procesos anteriores). Ellas advirtieron: “tienen que pelear el lugar en el proceso de paz”. También, algunas mujeres kurdas vinieron para compartir sus experiencias. […] Después, el partido político establece la comisión de género y participan mujeres urbanas, sobre todo profesionales, que venían del trabajo del PC3. Ha sido un tema más práctico que teórico. (Militante del partido, entrevista, 5 de septiembre de 2019, Cúcuta)

Sobre todo, fue el trabajo interno que tuvo lugar entre las farianas lo que realmente contribuyó a ubicar las cuestiones feministas en el centro de su militancia. Construyeron vínculos con organizaciones de mujeres en los diferentes territorios de Colombia (Phelan y True 2021), donde pudieron discutir, entre otras cosas, los problemas de las mujeres rurales del país para incluir sus necesidades en los puntos centrales del acuerdo de paz, especialmente en la reincorporación (Hauge 2020). Y en este proceso militante, reconocer que el legado de la insurgencia ha sido fundamental, pero también, un gran desafío para reconciliarse con los preceptos feministas.

c. Elemento 3. Reconocerse insurgente

Reconocer el carácter insurgente de la militancia es el tercer elemento del continuum de la militancia que se evidencia en las narrativas de la investigación. Este reconocimiento del legado insurgente se materializó públicamente en la página Mujer Fariana, dedicada explícitamente a la vida y el trabajo de las mujeres de las FARC-EP (Phelan y True 2021). Esta página pretendía ser un espacio para “reconstruir nuestra historia [como mujeres guerrilleras], que teníamos que aprender a mirar las cosas con los ojos nuestros, con los ojos de las mujeres” (Devia López 2021, 16). Se lanzó en octubre de 2013, desde Cuba, y ayudó a construir una “narrativa en torno a las mujeres, la revolución y el combate” (Céspedes-Báez 2019, 60).

Mujer Fariana tuvo el doble efecto de construir una identidad feminista insurgente a medida que avanzaba el proceso de La Habana y de asegurar una mayor participación de las farianas en las negociaciones (Phelan y True 2021). El blog sirvió de plataforma para los debates de la subcomisión de género y permitió a las farianas expresarse sobre cuestiones de género (Henshaw 2020). A su vez, inició la declandestinización e invitó a farianas de diferentes regiones de Colombia a escribir en el blog (Devia López 2021). La página web se convirtió, por tanto, en un medio para que ellas comunicaran sus propias ideas al resto del mundo, pero también para que su visión de las negociaciones fuera escuchada (Devia López 2021).

Asimismo, La Habana fue un momento de posibles intercambios de las farianas con otras mujeres insurgentes de diferentes contextos, en los que llegaron a comprender la importancia de contar lo que habían vivido en la insurgencia para que más mujeres se unieran a sus luchas. Continuar la militancia posdesarme significa recobrar el sentido del “ser insurgente” y transformarlo hacia las luchas (feministas) noviolentas. Para Yeni, exguerrillera en Caño Indio, ser insurgente implica una resistencia constante: “uno, como mujer, no debería desistir de la lucha de las mujeres, y siempre estar ahí, y tener más conocimientos” (entrevista, 16 de septiembre de 2019, Caño Indio/Bogotá). Esta política de persistencia se enfrenta tanto a lo que los medios de comunicación ofrecen como narrativa sobre las exguerrilleras (victimización) como a la estigmatización social en torno a la legitimidad para que las farianas hablen de género.

De este modo, las mujeres insurrectas se oponen a la percepción unidimensional y normalizadora de un cuerpo femenino dedicado principalmente a la reproducción de la vida. Más bien, como afirma Deisy, haber sido guerrillera es un sentimiento de honor que se traslada a la vida “civil”: “Me siento muy orgullosa de haber sido lo que fui y lo que soy, porque yo, a la guerrilla, le debo mucho, porque aprendí muchísimas cosas y yo me siento muy orgullosa” (exguerrillera, entrevista, 12 de agosto de 2019, Bucaramanga). Por lo tanto, la figura insurgente se contrapone a las narrativas tradicionales sobre el DDR: se opone a la figura de la persona desmovilizada -generalmente en masculino- que define el estatus de quien se reincorpora a la vida civil y que borra tanto la militancia como la identidad ligada a ella.

A pesar de estas estigmatizaciones sobre sus identidades insurgentes, las exguerrilleras de las FARC-EP siguen participando, resistiendo y sobreviviendo políticamente, a nivel local (Barrios Sabogal y Richter 2019). Según Sandra Ramírez, las farianas del nororiente son muy activas en los ETCR: “son las mujeres las que están ahí, colectivamente […] en defensa de estos espacios y territorios” (exguerrillera, entrevista, 7 de febrero de 2019, Bogotá). Para Victoria Sandino, la reorientación de la militancia se puede ver en las luchas que dan las farianas en los diferentes territorios: “todas las lágrimas y todas esas rabias, y todas esas frustraciones, todas esas decepciones, pues creo que ha valido la pena” (exguerrillera y exsenadora, entrevista, 31 de octubre de 2019, Bogotá). Para ella, las farianas se encuentran ahora ante la oportunidad de subvertir la realidad, tras la lucha en armas: la “resistencia no es pasiva, ninguna resistencia podrá ser pasiva y ya, de por sí, es subversiva […] la resistencia es acción y esa acción es transformadora y, si es transformadora, es subversiva, y no necesariamente tiene que ser con las armas”. Esta resistencia movilizada por las farianas en sus narrativas lleva a reflexionar, en el siguiente apartado, sobre el lugar del feminismo como posibilidad de reconfiguración de su militancia -y de resistencia contra la marginación (Dietrich 2017)- en el posacuerdo de paz. Y las farianas encontraron en el feminismo insurgente una respuesta (en construcción) a la despolitización de sus luchas.

d. Elemento 4. Crear una conciencia política desde la guerra

El cuarto elemento del continuum de la militancia es la creación de una conciencia política feminista que surge de una experiencia corporal y emocional muy particular: la guerra. Tomo el ejemplo del feminismo insurgente como posible manera de elaborar dicha conciencia para las farianas -como un feminismo revolucionario, según Shayne (2004)-.

Primero, es importante destacar que la definición de la lucha de las farianas como feminista ha sido gradual y, sobre todo, ha estado directamente relacionada con la experiencia de estar en armas en una organización mixta. Según Victoria Sandino:

Más que de feminismo, planteábamos que reconocíamos las luchas de las mujeres. Hemos sido extremadamente cuidadosas como para ir dando pasitos cada vez más fuertes. Porque en ese momento, sí que tocaba […] era muy difícil, pues, hablar así. Pero si hablamos de que nosotras somos antipatriarcales y ellos se comieron el cuento en ese momento, no nos reviraron mucho, porque, como no sabían, después fue que empezaron a joder con el tema de que el patriarcado no existía. Y entonces, como ellos no son capaces de dar la pelea porque no dan el debate, no tienen la discusión. Entonces, ponen a las otras chicas a contrapuntear con nosotras frente a esos temas. Nosotras seguimos elaborando. Y se vino el Congreso Constitutivo; para el Congreso Constitutivo, no había ninguna mención en términos del trabajo de mujeres ni de feminismo, entonces nosotras nos armamos unas tesis. Las tesis del feminismo insurgente. Pero es que yo creo que es una cosa que hemos aprendido en la práctica para romper ese cerco. (Exguerrillera y exsenadora, entrevista, 31 de octubre de 2019, Bogotá)

Para evitar la reasignación de roles tradicionales y la despolitización de su experiencia en armas, construyen un feminismo en “la encrucijada de las reivindicaciones feministas y las luchas revolucionarias, y se concibe como un modo de acción colectiva que permite reafirmar los principios revolucionarios que inspiraron la lucha armada, y ocupar, a la vez, nuevos espacios de movilización” (Boutron 2020, 74). Como lo afirma Nelly, exguerrillera en Filipinas, “decimos insurgentes, porque nosotras éramos insurgentes, estábamos alzados en armas, pues de ahí nace [el feminismo insurgente]; allí, había los roles de la mujer, que estaban en todo, como los hombres; había esa igualdad de género en el movimiento guerillero” (entrevista, 12 de septiembre de 2019, Filipinas). Girlandrey Sandoval Acosta (Yiya) (entrevista, 11 de febrero de 2019, Bogotá), lo sintetiza de esta forma:

Hay un orden de género muy específico, un orden de género insurgente […] Pero el proceso de reincorporación ha tendido también mucho a que este orden de géneros violentos regrese a estas personas [exguerrilleras]. ¿Qué ha sido importante allí? La expresión de un feminismo insurgente, que está disputándole a ese orden de género basado en la memoria histórica de lo que se vivió en la guerra, pero apostándole a lo que el acuerdo de paz dice. Y, por supuesto, recogiendo los intercambios que hemos tenido con el movimiento de mujeres, con las feministas y demás.

Así que, aunque el concepto de género no formaba parte de la vida cotidiana en las luchas insurgentes de la izquierda latinoamericana, “sobre la marcha se fue construyendo una práctica más igualitaria en cuanto a los roles de género”, a pesar de estar motivada por los imperativos de la guerra (Weber 2021b, 61). Fue sobre esta práctica de la igualdad funcional en la guerra (Dietrich 2017) que las farianas comenzaron a construir su feminismo insurgente. Por ejemplo, esta experiencia de la guerra permitió que algunas farianas pudieran ejercer el mando sobre unidades mixtas. Refiriéndose a las diferencias que las farianas tuvieron en armas con las mujeres kurdas que dirigen batallones de mujeres, en los que mujeres mandan a otras mujeres y no a unidades mixtas, Victoria Sandino afirma: “las chicas nuestras que lograban ser comandantes de un grupo de hombres y mujeres, pues al fin y al cabo estaban rompiendo unos paradigmas muy hijuemadre” (exguerrillera y exsenadora de la República, entrevista, 31 de octubre de 2019, Bogotá). Estas experiencias de combate y de mando forman parte de una conceptualización colectiva de la lucha, reiterada en la idea de empoderamiento colectivo propuesta por las farianas (Phelan y True 2021). Es a partir de esta experiencia de lucha vivida corporalmente, así como con base en los roles funcionales de género distintos de la sociedad civil, que las farianas intentan pensar un feminismo propio (Céspedes-Báez 2019). Yeni, exguerrillera de Caño Indio (entrevista, 16 de septiembre de 2019, Caño Indio/Bogotá), plantea las raíces del feminismo insurgente de la siguiente manera:

El feminismo insurgente es eso de que las mujeres fuimos importantes en la lucha. La lucha no se sacó adelante con los meros hombres, por eso que le dan en la conferencia en 1970, igualdad de derechos, y ya coloca a las mujeres al mismo nivel de los hombres. […] Pues el feminismo insurgente lo relaciono con lo que fuimos las mujeres en la guerra. A lo que ahora somos o lo que fuimos las mujeres en la guerrilla y lo que es la mujer campesina; o sea, la diferencia es que la mujer fariana tiene una particularidad de que está dispuesta a resolver; o sea, ella se le presentan las dificultades que sea y ella puede decir que tiene ya muchas herramientas de lo que vivió allá […] porque muchas mujeres participaban en lo que fuera y en cosas más importantes; algunas fueron a la línea de combate, otras en tema de enfermería. […] Pero la diferencia de la mujer insurgente es eso, la preparación.

El feminismo insurgente se convierte entonces en “la construcción un poco más teórica y aterrizada de lo que pensamos sobre nuestra experiencia […] esta mirada se ha vuelto más compleja con el tiempo” (Devia López 2021, 8). Además, la práctica de la guerra se extiende a la forma de pensar el feminismo insurgente en tres etapas: teórica, práctica y de organización de masas, y refleja un trasfondo marxista-leninista de movilización popular. Por ello, según Victoria Sandino, debe convertirse en un movimiento de masas y apoyarse en “las transformaciones de las mujeres populares […] mujeres negras, de mujeres indígenas, de mujeres campesinas, de mujeres víctimas, de mujeres de los barrios, de mujeres populares pobres, marginadas de este país” (exguerrillera y exsenadora, entrevista, 31 de octubre de 2019, Bogotá).

De este modo, el feminismo insurgente se inspira en las luchas revolucionarias, feministas, e intenta crear nuevos espacios de movilización popular (Boutron 2020). Las farianas han organizado varios eventos para reflexionar sobre ese feminismo y lo han consolidado en diversos documentos de trabajo: “Tesis de mujer y género para el Congreso Constitutivo del Partido FARC-EP” (Farc 2017); “Feminismo insurgente: una apuesta fariana de paz” (Comisión Nacional de Mujer, Género y Diversidad, y Simanca Herrera 2018); y, más recientemente; la “Estrategia integral para la reincorporación de las mujeres de las FARC” (Farc 2020), donde reflexionan sobre las implicaciones prácticas de dicho feminismo.

Al final, el feminismo insurgente fue una posibilidad para “revitalizar el colectivo” durante los años del gobierno de Duque, cuando se buscaba “individualizar el proceso de reinserción y desarticular las redes de solidaridad formadas a través de la vida en la guerrilla” (Boutron 2020, 76). Esto implica tanto un proceso de memoria colectiva como el reconocimiento de una identidad específica fariana e insurgente, además de ser cambiante (con la nueva identidad de comunera). En este camino, muchas tensiones surgen; la siguiente sección da cuenta de algunas de ellas.

5. Las tensiones y desafíos para la militancia feminista de las farianas

Según las cinco características establecidas por Shayne (2004, 154-156), el feminismo insurgente se configura como un feminismo revolucionario. Como lo vimos en el apartado anterior, nace de (1) una historia de participación en la guerrilla que ha puesto en cuestión los roles tradicionales de género, desde un punto funcional -no necesariamente de poder-; (2) un conocimiento de la guerra, particularmente a través del desarrollo de habilidades activistas, políticas u organizativas; (3) una apertura a la acción política que no fue posible en el grupo armado; (4) un sentimiento de “revolución” inacabada e incompleta y; (5) una “conciencia feminista colectiva” (154-156). Las entrevistas realizadas con las farianas muestran que los dos últimos puntos están en fricción; la conciencia feminista colectiva tiene múltiples tensiones definicionales y sigue habiendo resistencia por su posicionamiento político. Así, en esta sección, propongo concentrarme en un elemento particular del continuum de la militancia, el de la construcción de una conciencia feminista política colectiva (elemento teórico 4). Precisamente, indago aquí sobre las tensiones y desafíos que se dibujan en dicha construcción, obviamente, sin pretender en pocas líneas cubrir todas sus manifestaciones.

a. Tensiones definicionales

A la hora de escribir estas líneas, las farianas siguen en las reflexiones sobre cómo construir el feminismo insurgente en el partido Comunes (notas de campo, marzo de 2022). Por la novedad que es el feminismo en el aparato ideológico de las FARC-EP, las ideas de las farianas sobre este difieren según su posición en las jerarquías de poder, su implicación en La Habana y la región donde se reincorporan (además de la fractura rural/urbano).

El proceso de paz ha dado lugar a la declandestinización: fue la primera vez que las militantes urbanas y rurales se conocieron. Algunas se sintieron desubicadas en su militancia cuando “las células del PC3 se descompartimentaron en comunas” (notas de observación, octubre de 2019, Bucaramanga): los límites del “cuerpo común” se volvieron porosos, lo cual implicó una “experiencia de conocerse, un choque” (taller colectivo con las farianas, 7 de octubre de 2019, Bucaramanga). Al volver a preguntar en 2022 acerca de este proceso, las militantes urbanas afirmaron que seguía siendo difícil acomodarse a la diversificación creciente de la militancia y a la división entre militantes urbanas y exguerrilleras (notas de observación, marzo de 2022, Bucaramanga y Cali).

Traducidas al feminismo, estas dificultades ponen en el centro del debate la producción de conocimiento y cómo sentir de forma diferente implica conocer de forma diferente (Hemmings 2012). Eso plantea la cuestión de la política de identidad, que ha provocado varios debates para las farianas en torno a la consolidación del feminismo insurgente y a la memoria histórica, pues existe un miedo ante el olvido o la desaparición política de la figura de la guerrillera, como lo expresa Nelly:

Para que sigamos las mujeres exguerrilleras, que tengamos un grupo y nos sostengamos en esa asociación a nivel nacional para que no nos dispersen. ¿Qué fueron las mujeres exguerrilleras? ¿Qué fueron o qué son las exguerrilleras? Entonces, nos borran de la historia y no queremos eso. Que se mantenga esa historia viva de las mujeres exguerrilleras, de las que vivimos una confrontación en una guerra tan encrudecida como se vivió en Colombia o se está dando en Colombia. (Exguerrillera, entrevista, 12 de septiembre de 2019, Filipinas)

En las entrevistas, las definiciones de feminismo fueron múltiples y, a veces, contradictorias. Algunas farianas ven en el feminismo la posibilidad de “erradicarle a la mujer esa incapacidad que ella se siente que es incapaz, que no es vista […] esa inseguridad de uno, de mujer. Hay que enseñarle que ella es capaz de salir adelante y de empoderarse, de luchar y de ayudar a cambiar este país” (Daniela, exguerrillera, entrevista, 3 de septiembre de 2019, Tibú). Asimismo, varias de las farianas se refirieron al feminismo más como sinónimo de igualdad de género, en relación con lo que vivieron en armas, por ejemplo: “que sea una política donde haya hombres y mujeres […] que seamos todos por igual” (Daniela, exguerrillera, entrevista, 3 de septiembre de 2019, Tibú); “la balanza está desequilibrada, está inclinada hacia un lado; entonces, dijimos nosotros no, nivélese esa balanza […] por eso dijimos que tenemos que equilibrar la balanza […] ese es el feminismo que nosotros hemos planteado como movimiento, como partido FARC, es la equidad de género” (Nelly, exguerrillera, entrevista, 12 de septiembre de 2019, Filipinas); “tenemos que ir hombro a hombro luchando ellos y luchando nosotras, no podemos apartarnos de ellos [los hombres]” (María, exguerrillera, entrevista, 11 de noviembre de 2019, Caño Indio). Para Lucy, exguerrillera, “el feminismo fariano es esa concepción que nosotros hicimos de acuerdo a la convivencia que tuvimos con los hombres en filas, unos machistas y otros no” (Lucy, exguerrillera, entrevista, 19 de octubre de 2019, Cúcuta). Y añade: “Yo siento que, dentro de todo este tema del feminismo, a veces es el ataque contra el hombre y yo tampoco comparto eso”. María, también exguerrillera, argumenta en el mismo sentido: “soy de las que no les gusta que las reuniones sean solo para mujeres” (entrevista, 11 de noviembre de 2019, Caño Indio). Algunas de las mujeres militantes urbanas, como Mariana, reflexionan sobre el concepto mismo de feminismo y cómo se ha trabajado en la organización: “el concepto de feminismo se ha tergiversado […] internamente, siempre hemos debatido […] de no confundirlo con el hembrismo” (entrevista, 6 de agosto de 2019, Bucaramanga). Según Antonia, esto se debe a que “algunas camaradas también no entienden todavía la dinámica del feminismo. Todavía no. Ellas tienen su experiencia, pero con el tiempo vamos a ir adaptando porque ellas tienen la idea de que el feminismo es trabajar sin los hombres y que los vamos a alejar completamente, y no es así” (militante urbana, entrevista, 27 de agosto de 2019, Bucaramanga). Estas tensiones de definición son sintomáticas de la dificultad de adoptar una “práctica de doble militancia”, sin marcar una prevalencia para el partido de izquierdas o el feminismo (Shayne 2004, 6).

Así, a veces, el rechazo del feminismo está vinculado a la percepción de la “radicalidad” de las feministas o a la idea de que el feminismo está “en contra de los hombres” con quienes han luchado. Sin embargo, Duarte-Mayorga (2019) muestra que la no identificación como “feminista” para algunas farianas no significa que no militen de otras maneras; por ejemplo, en la comisión de género, en sus ámbitos locales, incluso, en sus casas.

b. Figura de la combatiente y feminismos

Estas tensiones definicionales llevan a retornar a un elemento importante del continuum de la militancia, es decir, la centralidad de pensar la figura de la combatiente. En efecto, el feminismo insurgente, concebido como una expresión colectiva de las exguerrilleras, se ha vuelto más complejo: como en muchos movimientos feministas, han surgido diferencias entre las mujeres. Figuras centrales en los diálogos de La Habana sobre género, como Tanja Nijmeijer, se han retirado del partido político (“Exguerrillera holandesa” 2020). Durante ambos campos de trabajo en 2019 y 2022, en las reuniones de las farianas, surgieron debates sobre la legitimidad de hablar en nombre de las exguerrilleras: ¿es la figura del combatiente un requisito para la lucha feminista fariana?

Según Meilyn (entrevista, 30 de noviembre de 2019, Cúcuta), militante del partido en Norte de Santander, muchas divisiones iniciales en el feminismo fariano derivan de las percepciones distintas de las mujeres más visibles en lo mediático, Victoria Sandino y Sandra Ramírez. Si Victoria Sandino ha abogado por la priorización del feminismo insurgente, Sandra Ramírez ha orientado acciones de género hacia el partido político. En el corazón de las tensiones está la necesidad de pensar quién es el sujeto político del feminismo fariano, pregunta asociada sobre todo a dos elementos del continuum de la militancia, a saber, el reconocerse insurgente (elemento 3) y crear una conciencia política colectiva (elemento 4).

En el trabajo de campo de 2019, el debate se orientaba entonces a definir una asociación que tuviera una doble función: unir políticamente a las farianas y buscar recursos para la militancia y la reincorporación en el posacuerdo de paz. Dicha figura jurídica permitiría garantizar la participación política, pero también los recursos para subsistir. En efecto, la adopción del feminismo insurgente y la posibilidad de una asociación nacional permite a las farianas posicionarse en el posacuerdo y acceder a los recursos de la comunidad internacional (Boutron 2020). Pero los términos de esta asociación seguían siendo poco claros en marzo de 2022 y, a septiembre de 2022, parecía que se estaba transformando hacia una colectiva nacional más amplia, la Coordinadora Nacional de Mujeres11 (Conamu).

Sigue habiendo muchos debates internos sobre la figura de la combatiente y muchas militantes perciben líneas de fractura que seguro se seguirán discutiendo a la hora de pensar las tesis del partido Comunes (conversaciones virtuales con Violeta y Antonia, 2022). Para las militantes urbanas de Bucaramanga, los debates sobre el feminismo insurgente muestran un “encontrón entre dos ideas: la diferencia entre las armas y la vida civil” (entrevista colectiva, 28 de octubre de 2019, Bucaramanga). Esta situación refleja dos tensiones dentro del movimiento (no unificado) de las farianas: (1) la dificultad de lidiar con la diversidad de sus militantes que ocuparon diferentes posiciones -rurales, urbanas, trans, indígenas, campesinas, etc.-; y (2) el conflicto en torno a la figura de la exguerrillera o quiénes son las voces “legítimas” para abogar por el feminismo insurgente. Al final, se trata de una cuestión de inclusión/exclusión. En 2019, la sensación de las militantes urbanas o de las nuevas militantes del partido era que había un “sesgo por las reivindicaciones de las mujeres de armas” y que hubiera sido necesario cambiar el nombre desde el principio, ya que “farianas se asocia a armas”, lo que impide “la posibilidad de expandirse a otros espacios” (entrevista colectiva, 28 de octubre de 2019, Bucaramanga). El punto de fricción pasaba entonces por la identidad insurgente en armas: la propia atribución de insurgente para tipificar el feminismo estaba en discusión -y lo sigue estando-. Sin embargo, militantes actuales del partido, como Antonia, cambiaron su perspectiva en el 2022: “lo insurgente, me lo he replanteado, porque la verdad, a nosotras las mujeres nos toca obligatoriamente levantarnos, nada va a llegar de lujo” (Antonia, entrevista, 15 de marzo de 2022, Bucaramanga).

c. Tensiones en la política formal

En 2019, Victoria Sandino dijo en entrevista que la militancia feminista en el partido FARC era “lo más innovador” que tenían y que era “una apuesta estratégica de transformación radical”; un “trabajo de esperanza infinita”. Para ella, el feminismo va más allá del partido y algunas tensiones internas se dibujaron al respecto, lo que culminó con una cambio en la militancia de la exsenadora que, si bien sigue abogando por el feminismo insurgente, ya no está en el partido.

Muchas de las tensiones en el partido respecto al feminismo tienen que ver con la doble militancia -de clase y de género- y la inserción del feminismo en una estructura previamente muy jerarquizada, una característica generalmente opuesta a los valores de los grupos feministas (Ehasz 2020). Además, el feminismo cuestiona varias premisas del marxismo-leninismo y de lo político en general; en particular, la separación entre lo público y lo privado, pero también la relación con el tiempo: mientras que el marxismo hizo del futuro (la revolución futura) su telos político, el feminismo se vuelve hacia el presente y la relación con la experiencia política corporal de las mujeres y los sujetos subalternos (Lamoureux 2016).

Así, las farianas han tenido que enfrentarse a los medios de comunicación que las sitúan como “víctimas” de los hombres de las FARC-EP y a las tensiones internas, pues el feminismo es visto como causante de la división de la lucha. El proceso de La Habana ha reavivado así una tensión para las FARC-EP: su controvertida y compleja relación con el tema de género. La oposición comenzó ya en los diálogos de La Habana, cuando las farianas aún estaban en armas, pero empezaban a proponer una discusión de fondo sobre el lugar de las mujeres en la organización. Yeni recuerda: “las muchachas que les tocó iniciar en temas de género, eso fue muy duro; ellas dicen que hasta por parte de los mismos compañeros de nosotras trataban de darle la espalda, porque sí se están poniendo en riesgo los intereses de ellos” (entrevista, 16 de septiembre de 2019, Caño Indio). También, según las fundadoras de Mujer Fariana, había “camaradas que no estaban de acuerdo y que creían que no nos podían soltar porque, pobrecitas, nos desviábamos [de la lucha principal]” (Devia López 2021, 19). Asimismo, la transición hacia la sociedad civil se hizo con tensiones al respecto, con la perpetuación de jerarquías militares en lo civil -por ejemplo, la difícil renovación de los liderazgos políticos, la división en bloques, las prácticas clandestinas o la verticalidad del poder, lo cual ha sido comprobado por otras investigaciones (Ehasz 2020).

Finalmente, el nacimiento del partido político estuvo acompañado de difíciles negociaciones con el colectivo: la lucha ya no es armada, es una cuestión de diálogo. Como señala María, exguerrillera, “la mujer ha sido muy sumisa y no es fácil […] entonces, esa es la lucha que se está dando; es mucho más difícil estar metidos en un partido político que como lo hacíamos dentro de la montaña” (entrevista, 11 de noviembre de 2019, Caño Indio). En el caso del partido político, surgieron tensiones sobre el lugar de las mujeres en la organización: al no haber una estructura militar ni la disciplina de los cuerpos, resurgieron las desigualdades de género. Por ejemplo, algunas de las mujeres con las que pude hablar durante el primer trabajo de campo en 2019 ya habían decidido retirarse del partido político entre esa fecha y 2022. Los que han pasado por este proceso de separación del partido político lo comparan con una “tusa” o un “proceso de duelo” (notas de observación, noviembre de 2019, Bogotá, y marzo de 2022, Caño Indio).

Estas conclusiones coinciden con varias investigaciones sobre la reintegración de las excombatientes a nivel internacional y su participación en la política “formal”, que muestran que las mujeres se sintieron traicionadas por sus compañeros de lucha (Koens y Gunawardana 2020; Shayne 2004). Dietrich (2017) ha mostrado que el rechazo hacia las feministas llega muy pronto después del desarme; las militantes del M-19 también han afirmado su decepción por haber estado dispuestas a dar sus vidas por los camaradas que, en la vida civil, retornaban a visiones tradicionales de género (Ibarra Melo 2009). Por último, Dahal (2015) llega a la misma conclusión con respecto a las combatientes maoístas en Nepal, que también se sintieron traicionadas por su partido en el periodo posterior al acuerdo de paz.

d. Inserción en el movimiento feminista

La categoría de la mujer combatiente cuestiona directamente el feminismo porque implica pensar una corporalidad militarizada para las mujeres, mientras que las feministas han denunciado históricamente la militarización patriarcal de la vida de las mujeres (Parashar 2014). Todavía existe una reticencia entre las feministas a incluir perspectivas teóricas sobre la violencia de las mujeres, la cual “ha sido históricamente un tema tabú en la práctica feminista y en la literatura feminista contemporánea sobre la violencia” (Fitzroy 2001, 7).

El acuerdo de paz de 2016 ha mostrado “los triunfos y desafíos de la movilización feminista en torno a las negociaciones” (Lemaitre 2020, 455). Triunfos, porque el trabajo colectivo de las farianas, los grupos feministas y los grupos LGBTIQ+ aseguró uno de los acuerdos de paz mejor diseñados en términos de género a nivel mundial (Barrera Téllez 2017). Desafíos, porque las relaciones entre los diferentes grupos que se reclaman feministas son tensas, pues compiten por los recursos de la cooperación posacuerdo de paz con, algunas veces, posiciones aún polarizadas sobre el conflicto armado.

Céspedes-Báez (2019, 45-46) examina cómo las farianas se posicionaron en el movimiento feminista colombiano, y específicamente el papel de las letradas, que son las feministas que han accedido al “conocimiento de las letras” y, sobre todo, de las leyes. De ahí se construyó un movimiento feminista “profesionalizado” en favor de los derechos de la mujer como principal interlocutor a nivel nacional e internacional. Según la autora, “la forma en que las farianas entienden el papel de la mujer promete chocar, tarde o temprano, con ciertos puntos de la agenda de las letradas” (54). De hecho, su visión de la lucha complementaria con los hombres, de la camaradería y de los ideales revolucionarios, no encaja con “la versión de la feminidad en el contexto del conflicto vinculada exclusivamente a la victimización y a la movilización pacífica” (61). De hecho, Nieto-Valdivieso (2020, 92) sostiene que las excombatientes que se desarmaron en los años noventa todavía luchan por encontrar su lugar en los movimientos feministas. En su investigación, algunas excombatientes confiesan sentirse “contaminadas” o marcadas por una “mancha indeleble”, como si la identidad guerrillera siguiera implicando una imposibilidad de aceptación en los movimientos feministas. Varios años después de dicha desmovilización, las farianas expresan el mismo sentimiento sobre sus relaciones con otras organizaciones de mujeres: “a veces uno siente como que ellas [las organizaciones de mujeres] están por allá, nosotros por acá, por el hecho de nosotras ser guerrilleras” (Carmen, entrevista, 11 de septiembre de 2019, Filipinas).

Así, para las farianas, las tensiones con el movimiento feminista mainstream surgen en torno a la figura de la combatiente frente a la de la víctima, a las cuestiones de la lucha con los hombres y la doble militancia, y al antimilitarismo. Para los movimientos feministas, la figura de la combatiente presenta una tensión en la que se trata de denunciar las “masculinidades militarizadas”, al tiempo que se aceptan los múltiples roles, incluidos los militares y violentos, de las mujeres (Parashar 2014, 8). Estas tensiones se manifiestan desde mucho antes de los diálogos de La Habana, por lo que “el movimiento feminista siempre ha estigmatizado [a] las farianas”, sobre todo por su representación como “víctimas del patriarcado de las FARC-EP” y porque “el movimiento feminista colombiano nunca ha sido realmente de izquierda” (Pilar, asesora de género durante los diálogos de La Habana, entrevista, Bogotá).

De este modo, la vida civil se asocia con el pacifismo y “la violencia solo se piensa como expresión del poder de actuación de los ‘dominantes’ y, por tanto, no es, o deja de ser, una opción ‘política’ posible para el feminismo” (Dorlin 2017, 164). Sin embargo, las mujeres excombatientes tienen una larga historia de participación en procesos organizativos como sujetas políticas (Sicua Bogotá 2018). Su constitución como sujeto político revolucionario (Dorlin 2017, 173) depende de la experiencia en la violencia y es consecuencia de esta. Así, su “feminismo revolucionario se enfrenta a aspectos del conocimiento feminista dominante sobre el conflicto interno” (Céspedes-Báez 2019, 42), incluyendo el énfasis en la categoría de víctima y en el “pacifismo”, vinculado a la dicotomía hombre/guerra versus mujer/paz. Reconducir la asociación entre mujeres y victimización plantea múltiples problemas; en particular, reitera un énfasis sobre la violencia sexual como “crimen paradigmático de género”, lo que contradice el deseo de las “farianas de hacer una narrativa de sí mismas como mujeres luchadoras y revolucionarias” (Céspedes-Báez 2019, 53).

En la construcción de su feminismo y en las acciones para la paz y la justicia de género, las farianas se enfrentan al imperativo de cuestionar su relación con la violencia y las posibilidades de reorientar sus luchas hacia la noviolencia. De hecho, las décadas de activismo de las feministas colombianas contra la militarización de la vida cotidiana de las mujeres son un tema central para considerar en la reorientación de sus luchas. Pero también, para las farianas, estas tensiones producen conflictos ideológicos, emocionales y arraigados derivados de la doble militancia. Sin embargo, no están fijados en el tiempo y son productores de sentido. Reconocer el conflicto inherente a los movimientos feministas muestra la importancia de pensar el feminismo à la fariana en el escenario nacional y el movimiento de las letradas puede aprender de estas tensiones. A fin de cuentas, el hilo conductor que une al movimiento femenino/feminista colombiano con las farianas es la necesidad de implementar lo negociado en La Habana, en sus dimensiones estructurales.

Conclusiones

Con este artículo, he querido mostrar la complejidad de la militancia posinsurgencia armada para las mujeres exguerrilleras, tomando el caso de las farianas en el desarrollo de su actuar feminista en el posacuerdo de paz colombiano. He propuesto el concepto de continuum de la militancia para dar cuenta de la necesidad de complejizar el entendimiento del feminismo revolucionario, insistiendo sobre las posibilidades y tensiones que se dibujan en torno a la figura de la combatiente en dicho proceso. A partir de dos investigaciones conducidas en el nororiente colombiano, el artículo teorizó la aplicación práctica de este continuum de la militancia con base en cuatro elementos analíticos: el rompimiento de las dicotomías sobre la militancia, la necesidad de un enfoque que dé cuenta de la multiplicidad de las luchas, la importancia del carácter insurgente y, finalmente, la creación de un sujeto político y de una conciencia feminista.

De este modo, el artículo ha demostrado que el feminismo insurgente, aunque todavía en construcción, es un ejemplo práctico del continuum de la militancia. Por lo tanto, representa una oportunidad teórica y práctica para pensar en la militancia de las mujeres excombatientes desde una mirada más amplia, además de oponerse a la despolitización de sus luchas posinsurgencia armada. Dado su carácter reciente y en construcción, el feminismo insurgente debe ser objeto de más investigaciones; este texto consiste entonces en una apertura para su discusión académica y práctica.12

En suma, la militancia posacuerdo de paz de las mujeres exguerrilleras ofrece un espacio para pensar el feminismo y su relación con la violencia, pero también una grieta analítica para abrir la noción misma de militancia. Para evitar los procesos de despolitización y el olvido de su contribución al cambio de las estructuras opresivas en Colombia, las farianas están -aunque frente a muchos desafíos- en constante reflexión sobre su militancia de clase y feminista. La reincorporación de mujeres excombatientes y su papel activo en la construcción de la paz implica importantes reflexiones sobre las prácticas feministas en Colombia, sobre todo en lo que se refiere a la militancia interseccional y la deconstrucción de la binariedad víctima-victimaria.

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1Siguiendo el texto final del acuerdo de paz de 2016, adopto el término reincorporación con el fin de diferenciar el proceso de retorno a la vida civil de las FARC-EP de los anteriores programas de reintegración en Colombia.

2Existen varios debates sobre el uso de la identidad fariana para nombrar la experiencia de las mujeres que pertenecieron a las FARC-EP. También hay líneas de fractura entre las mujeres guerrilleras rurales y las que fueron militantes clandestinas en lo urbano. Desde el inicio del partido Comunes (anteriormente Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común [FARC]) se debatió sobre si la identidad fariana sería restrictiva en términos políticos, ya que no abarcaría una identidad para todas las mujeres que conforman las bases militantes. Algunas mujeres participantes de esta investigación se identifican como farianas, otras rechazan dicha identidad y prefieren llamarse comuneras o las del común. Como he argumentado en otro artículo (Anctil Avoine 2022a), adopto el término fariana por su historicidad, a partir de una insurgencia armada particular (ver Devia López 2021) y porque los relatos de las mujeres exguerrilleras movilizan unos afectos particulares al referirse a esta identidad.

3Mi objetivo aquí no es analizar la transformación política de las FARC-EP como partido político nacido de una insurgencia. Más bien, busco abrir reflexiones acerca de las tensiones en torno a la militancia feminista en un escenario posterior a la lucha armada. El foco no es institucional y no se orienta únicamente a la política formal. Para un análisis reciente de los desafíos del partido Comunes, ver Rettberg y Moreno Martínez (2023).

5Ahora, antiguos ETCR (AETCR).

6Se utilizan seudónimos para proteger la identidad de las participantes. En el consentimiento informado, algunas han elegido que sus nombres (generalmente el de guerra o militancia clandestina) aparezcan en las publicaciones. Los certificados éticos fueron obtenidos por los comités de la Université du Québec à Montréal y la Universidad Autónoma de Bucaramanga para el trabajo de campo de 2019, y por el comité nacional Etikprövningsmyndigheten en Suecia para el de 2022.

7Colectiva feminista y antirracista. Véase www.fundacionluvo.org

8Todas las traducciones de citas del inglés y del francés son propias.

9No pretendo asociar aquí directamente al movimiento estudiantil con la idea de ser personas colaboradoras de la guerrilla en armas. Simplemente, quiero subrayar que existieron, al menos en los relatos recogidos por mi investigación, vínculos políticos e ideológicos con el movimiento estudiantil más amplio.

10Por ejemplo, en entrevista a Nelly (12 de septiembre de 2019, Filipinas), Kate (3 de septiembre de 2019, Caño Indio) y Sandra Ramírez (7 de febrero de 2019, Bogotá).

12Agradezco a una de las personas revisoras anónimas por hacerme ver que existen varias posibilidades futuras de investigación al respecto.

CÓMO CITAR: Anctil Avoine, Priscyll. 2023. “¿Un feminismo à la fariana? El continuum de la militancia en el posacuerdo de paz en Colombia”. Colombia Internacional 115: 139-173. https://doi.org/10.7440/colombiaint115.2023.06

Recibido: 20 de Septiembre de 2022; Aprobado: 12 de Marzo de 2023

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