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vol.58 número139Rodríguez López, Blanca. Fuera de equilibrio. Moralidad y racionalidad indirecta. Madrid: Ed. Complutense, 2008. 201 pp.Martínez Ferro, Hernán. Introducción a la filosofía moral de Ernst Tugendhat. Bogotá: Uniediciones (Universidad Libre de Colombia). Prólogo de Guillermo Hoyos Vásquez. índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
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Ideas y Valores

versão impressa ISSN 0120-0062

Ideas y Valores v.58 n.139 Bogotá jan./abr. 2009

 

Castañeda, Felipe. Ensayos sobre antropofagia y buen comer en la filosofía antigua y medieval. Bogotá: Universidad de los Andes, 2008. 230pp.


El libro está hecho a partir de cinco ensayos extensos sobre dos temas relacionados entre sí: la antropofagia y el buen comer. Esta relación no es, por lo demás, evidente. Tampoco es evidente de qué modo podrían estos dos temas despertar un interés para la filosofía. Desde cierto punto de vista, el tema del buen comer remite a asuntos más bien mundanos. En este sentido, lo que pudo haber afirmado un autor medieval sobre la forma como hay que alimentarse pareciera develar nada más que un interés exótico. Cuando ese mismo autor (por ejemplo, San Agustín o Santo Tomás) se preocupó tanto y tan sistemáticamente por temas aparentemente más dignos de la filosofía, ¿qué importancia tiene, entonces, desentrañar el sentido de lo que alguna vez dijo sobre tomarse un vaso de leche o comerse un melón? ¿Qué valor podría tener para el trabajo filosófico desentrañar, por ejemplo de la extensa obra de Santo Tomás, lo que éste pudo acaso afirmar sobre la gula y sus parientes más cercanos? Por otra parte, ¿qué indicación importante sobre el pensamiento de autores como Aristóteles o como Montaigne podría ofrecerse con sus escasas referencias a pueblos o a individuos antropófagos?

Sin embargo, como lo muestra Castañeda en su libro, los temas mundanos o escandalosos bien pueden constituirse en una rica fuente de reflexión fi- losófica, no solamente por la relación que pueda establecerse entre ellos y el resto de los temas trabajados por un autor, sino por el valor filosófico que ellos, en sí mismos, tienen. Por lo que se lee en el libro (y es esto, a mi modo de ver, lo que le da unidad temática), en las razones por las cuales algunos alimentos deben ser preferidos sobre otros está contenida una rica descripción del lugar de los seres humanos en el mundo, de sus deberes y de su relación con la divinidad. En ese sentido, se tiene una visión más o menos antropocéntrica del mundo, en tanto se proponga el consumo de ciertos alimentos y no de otros. Del mismo modo, se es más o menos tolerante, escéptico o relativista en un sentido moral, en tanto sean unas y no otras las razones que se ofrezcan para condenar la antropofagia.

En el primero de los cinco ensayos contenidos en el libro, "El bárbaro caníbal y el esclavo por naturaleza a partir de Aristóteles", Castañeda se ocupa de mostrar la estrecha relación que, en escasas pero sugestivas líneas, propone Aristóteles entre la pervertida costumbre de alimentarse con carne de seres humanos, la barbarie y la esclavitud. La condena al canibalismo por parte de Aristóteles parece anticiparse solamente con el hecho de mostrar que esta relación existe. No es esto, sin embargo, lo más interesante de esta parte del libro. Según se muestra en ella, en las opiniones de Aristóteles sobre la antropofagia está también implícita su preocupación constante por dar cuenta de la compleja organización del alma humana y, con ello, de la organización de las partes en el todo social.

En "Los inconvenientes de alimentarse, y más, de un igual: la zoofagia en Porfirio", las razones a favor de la prohibición de comer carne remiten a una cuestión que es entre nosotros cada vez más familiar. Tal como es descrita en el ensayo, esta figura del neoplatonismo parece representar luchas más cercanas a nosotros que al cristianismo temprano. Del mismo modo como algunos autores contemporáneos insisten en preguntarse sobre las razones que tenemos para afirmar la condición de persona solamente a favor de los seres humanos, Porfirio, tanto tiempo atrás, ya se había preguntado por las razones morales de la atribución de racionalidad solamente a los seres humanos. De la mano de su condena contra el antropocentrismo, Porfirio aboga por un vegetarianismo humilde que, rigurosamente practicado, negaría varios de los principios más presentes en el dogma cristiano.

Las razones de San Agustín contra el maniqueísmo son bien conocidas en la historia de la filosofía: el bien y el mal no son principios constitutivos de la realidad, no hay ninguna buena razón para pensar que el mal, en sí mismo, exista, las almas no transmigran de un lugar del universo a otro, etc. Sin embargo, en "Apología del carnívoro: Agustín de Hipona contra los Maniqueos", Castañeda se ocupa de convertir dichas razones en la defensa agustiniana del carnívoro. Los distintos argumentos de los que se vale Agustín para desmotar el dogma maniqueo contenido en "el Sello de la boca" remiten todos a faltas de consistencia en los propios planteamientos maniqueos. Reducidos al absurdo, dichos argumentos contienen la negación de sus propias conclusiones. La delación de dichas inconsistencias le sirve Agustín para dejar ver, una vez más, que si a Dios, después de todo, no le preocupa tanto lo que comamos, quizás el acto de la creación sea indiferente a cuestiones morales.

Si la ley natural demanda un equilibrio racional que conviene en promover el bien y evitar el mal, ¿por qué evitar lo bueno de aquello que nos ha provisto Dios para procurar la vida? La defensa del consumo de animales en "La necesidad, la comida y sus excesos en Tomás de Aquino", se entiende como la defensa del ejercicio de un derecho. Como todos los derechos, el derecho a la comida, según Tomás, es el resultado de un mandato divino. El derecho a la comida, así entendido, deja ver, transparente, el antropocentrismo de Tomás de Aquino: toda la creación está a disposición de los seres humanos. Sin embargo, el solo hecho de que esta fórmula esté bien arraigada en nosotros, puede ser moralmente peligroso. Si "toda" significa "tanto de ella como se nos antoje", entonces es preciso revisar nuestra relación con la fórmula. De allí que, según Tomás, sea preciso tener cuidado con lo que se come. Quien quiera honrar el principio del equilibrio racional, habrá de saber cómo es que hay que alimentarse. Y si el criterio para determinar la forma de alimentarse está contenido en la ley natural, entonces, serán la belleza y la salud físicas las que constituyan la mejor indicación acerca de qué debe ser consumido y en qué cantidades; será la mejor indicación del sentido del término "toda la creación" en el mandato divino.

En "Mis caníbales: Trazos de antropofagia en el pensamiento de M. de Montaigne", este autor se nos muestra como un etnógrafo de finales del siglo XIX. Las opiniones de Montaigne sobre el canibalismo se relacionan con el principio según el cual hay moralidad en el sólo hecho de reconocer, sin prejuicios, la variedad extrema de costumbres en el mundo. La disposición para esa suerte de actitud abierta a las expresiones de lo humano en las distintas formas de vida se manifiesta en un claro rechazo, no sólo al antropocentrismo, sino a cualquier forma de universalismo normativo. La antropofagia constituye, así, para Montaigne una prueba contundente del sinsentido de normas universales, del sinsentido de aquello en lo que Tomás de Aquino fundó todo su sistema: la ley natural. Sin embargo, el canibalismo constituye para Montaigne una manifestación de la crueldad de la que somos capaces los seres humanos, y como tal debería servir, no tanto como objeto de una condena sin más a la supuesta inhumanidad expresa en él, sino, justamente, como objeto de reflexión sobre la humanidad que él deja ver.

En cada uno de estos cinco ensayos se muestra la importancia general del tema central del que se ocupa el libro: en los alimentos que rechazamos, en los que consumimos y en las manifestaciones extremas de nuestras costumbres está mucho más en juego que un mero asunto de preferencias gastronómicas. Ellas tienen una clara trascendencia moral que hace explícita, también, toda una forma de dar a entender el lugar que creemos, tenemos en el mundo.

Ángela Uribe Botero

Universidad Nacional de Colombia auribeb@unal.edu.co

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