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Papel Politico

versão impressa ISSN 0122-4409

Pap.polit. v.11 n.1 Bogotá jan./un. 2006

 

UN ASUNTO TENEBROSO: EL CADÁVER INSEPULTO

Ricardo Sánchez Ángel

Profesor asociado Universidad Nacional
Profesor titular Universidad Externado

En este artículo se realiza una lectura crítica de la obra del escritor Arturo Alape El cadáver insepulto, en la perspectiva de escrutar las complejas relaciones entre la realidad y la ficción que están presentes en esta novela. Se trata de un ejemplo de literatura testimonial sobre la violencia que la ubica en el género de la novela histórica, pero de igual forma, es una obra sentimental sobre la desdicha humana.

***

Por obligante invitación del escritor Arturo Alape, leí una copia de su novela, con el compromiso de compartir con él mis apreciaciones, en forma libre, no sin reiterarle mi condición de sencillo lector y admirador de su obra de crónica histórica, sobre el Bogotazo y Manuel Marulanda, especialmente. Como se sabe, con estos libros y otros más de su ya abundante cosecha, Arturo Alape ha conquistado en justa lid, un nombre destacado en las letras nacionales.

Es el logro de un tenaz esfuerzo, de una voluntad férrea de superación y de una inteligente apuesta por volcar su mundo interior y su larga experiencia social a la creación literaria. La disciplina partidaria de hierro convertida en disciplina estoica del quehacer narrativo.

Con esta novela, Arturo Alape alcanza una madurez literaria y una riqueza expresiva, con logros en el lenguaje ora poético, ora periodístico y documental. El cadáver insepulto es una novela testimonial en la acepción de estar situada social y políticamente en un período crucial de la vida colombiana, que va del 9 de abril a la inauguración del Frente Nacional, período de barbarie inusitada, sólo comparable al que vivimos en la actualidad.

La novela captura la complejidad de la trama individual y colectiva, el drama del personaje principal, la extraordinaria doña Edelmira viuda de Orozco. El heroísmo en la violencia colombiana se singulariza en la saga de esta mujer. El caudal de personajes novelados pero reales que viven la urdimbre de los sucesos detallados por nuestro escritor, son expresivos de una tragedia colectiva de los colombianos de toda condición humana. Como novela histórica, El cadáver insepulto describe con aire de historiador y distancia de artista los sucesos y realidades, el clima psicológico y político inaugurado con el magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán, el levantamiento popular y el comienzo de un proceso de violencias políticas, dictaduras conservadoras, las de Mariano Ospina Pérez y Laureano Gómez y la dictadura militar de Gustavo Rojas Pinilla, en las que los personajes centrales fueron el miedo, la censura y la impunidad. Un trípode devastador para las costumbres políticas de civilización y democracia.

Don Jorge Zalamea con La metamorfosis de su Excelencia y El gran Burundún Burundá ha muerto y Daniel Caicedo con Viento seco, cada uno a su manera y en la diversidad de géneros, han dado cuenta de aspectos centrales de estas realidades, como gran metáfora del poder, la de su Excelencia y el Burundún en Zalamea y la de la crónica naturista e histórica en Caicedo. Muchas obras de la llamada literatura de la violencia han concurrido a testimoniar, con desigual fortuna este período de pesadilla nacional.

La novela histórica como género de ficción, permite licencias propias del quehacer literario. Pero no escapa a los problemas de la historia. Los surrealistas organizados en la resistencia —la Main à pluma— en Francia durante la Segunda Guerra Mundial, en la línea de Breton, de total libertad artística, acuñaron (1941) este postulado para encarar el problema: “nos resistiremos siempre a cambiar la poesía por la realidad, pero nos resistiremos siempre a cambiar la realidad por la poesía”. Así, la Junta Revolucionaria del 9 de abril, a la cual dedica Alape un apartado del libro, permite otro tipo de valoración a la presentada por el novelista. Este intento organizativo que lanzó consignas llamando a la insubordinación nacional, a través de la Radiodifusora Nacional, tuvo vida efímera ante la erupción volcánica de la rabia popular y sus propias limitaciones políticas. No existía el partido revolucionario y el gaitanismo se encontraba desorientado e impotente ante el asesinato del líder popular. Todos los miembros de la Junta: Arriaga Andrade, Gerardo Molina, Diego Montaña, Jorge Zalamea, Carlos Restrepo, Carlos H. Pareja (Simón Latino) eran intelectuales partidarios de Gaitán. Ellos sencillamente fracasaron en sus intentos idealistas pero nobles. Arturo Alape no sólo niega el sentido que acompañó a estos personajes, sino que emite juicios morales peyorativos.

La novela de Arturo Alape viene a ser una obra de la literatura testimonial sobre la violencia, con la gran cualidad de transitar del drama psicológico individual a la crónica periodística con la saga del cronista Felipe González Toledo, un peso pesado del diarismo colombiano, convertido aquí, a la manera balzaciana en personaje literario: una literatura de lo real periodístico, de la novela histórica del testimonio que trasciende la crónica del género para sentar sus realidades en los territorios sentimentales de la creación literaria. Novela histórica pero sentimental viene a ser El cadáver insepulto de Arturo Alape.

Historia, memoria y olvido una tríada en que lo último prevalece como una peste. Sí, la peste del olvido, a tal punto hay que enfatizarlo que en el balance del siglo XX realizado por el historiador británico Eric Hobsbawm, ha señalado como resultado negativo, la herencia perversa del siglo, al olvido. Una sociedad en que la relación del presente con el pasado no se produce en forma de una integración progresiva, que padece la amnesia, es una sociedad al garete.

En Colombia, el olvido se ha incrustado como cultura desafortunada, como mandato legal y decisión política, en diversos momentos del proceso político. Los pactos, amnistías, indultos entre los partidos armados, han significado no sólo perdón, esa llave maestra de la reconciliación, sino olvido y su manifestación afrentosa a la moral pública, como si triunfara la divisa de volver los vicios privados virtudes públicas. Así ocurrió con la instauración del Frente Nacional y el mismo expediente se utilizó ante la tragedia inmensa del Palacio de Justicia y ahora con los mal llamados acuerdos de Paz, Justicia y Reparación. La literatura de buena ley como la que realiza Arturo Alape en el caso de El cadáver insepulto, alimenta los imaginarios de la verdad histórica, estimula la vida de las emociones y mantiene viva la pasión por la justicia. En su manifiesta complejidad la realidad como la literatura, deben estimular la controversia sobre lo sucedido y valorar el sentido de lo artístico.

Referencias

ALAPE, ARTURO (2005), El cadáver insepulto. Bogotá, Seix Barral.

BRETON, ANDRÉ et al. Por un arte revolucionario e independiente. Barcelona, Viejo Topo, s.f.

HOBSBAWM, ERIC (1996). Historia del siglo XX. Barcelona, Crítica/Grijalbo.

RICOEUR, PAUL (2004). La memoria, la historia, el olvido. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.

SÁNCHEZ, RICARDO (2003). De la memoria a la acción. Crítica histórica. Cali, Universidad del Valle.

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