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Trabajo social

versão On-line ISSN 2256-5493

Trab. soc. vol.21 no.2 Bogotá jul./dez. 2019

https://doi.org/10.15446/ts.v21n2.79595 

Entrevista

Entrevista con Martha Nubia Bello Albarracin1


Trabajadora social de la Universidad Nacional de Colombia (1981-1987), magíster en Ciencia Política de la Universidad de Los Andes (1991-1995). Profesora del Programa de Trabajo Social de la Universidad Nacional de Colombia desde 1991. Ha sido investigadora del Centro Nacional de Memoria Histórica desde el 2008. Actualmente es Directora Nacional de Investigación y Laboratorios de la Universidad Nacional. Obtuvo el premio al mejor proyecto de extensión solidaria de la Facultad de Ciencias Humanas en 1996 y 1999; el premio a la Docencia Excepcional en 1997, 1998 y 1999; y en 2014 fue reconocida como una de los treinta mejores líderes de Colombia por la revista Semana y la Fundación Liderazgo y democracia.

Profesora Martha, es un gusto tenerte acá y que hayas aceptado nuestra invitación. Inicialmente queremos saber ¿por qué decidiste estudiar Trabajo Social?

Básicamente, porque veía en el Trabajo Social la posibilidad de gestionar procesos sociales, como de movilizar a las personas en procesos que les permitieran mejorar la calidad de vida, construir condiciones de cambio social. Entonces, siempre entendí la carrera como eso, como un espacio donde procesos organizativos permiten lograr transformaciones sociales. Esa era como mi motivación.

¿Qué recuerdas de tu paso por la Universidad Nacional de Colombia como estudiante de pregrado?

Muchísimas cosas, porque yo estudié en la universidad en una época muy convulsionada. Ingresé como estudiante en el año 81, una época política bastante densa. Era una universidad supremamente politizada y participé de muchas de las dinámicas políticas del momento. Una universidad en esa época afectada por cierres muy fuertes, el cierre en el 82, un cierre de un año completo en el año 84; pero también era una universidad muy distinta a la de ahora, porque era una universidad con un carácter más nacional [...] mucha gente de las regiones llegaba a estudiar a la Nacional.

La Nacional contaba con un espacio enorme de residencias universitarias que permitía albergar gente como yo, de regiones [...]. Había organizaciones por regiones en la universidad, eso permitía el hecho de que se contara con un espacio de residencias universitarias, con una gran cafetería, [...] lo que también la hacía muy deliberante y que prácticamente se viviera en el campus universitario. Yo viví en el campus. Muchos vivíamos allí y eso permitía otras dinámicas de relacionamiento, también de discusión.

La universidad también estaba muy afectada por los movimientos subversivos de la época, que casi todos tenían presencia en la universidad, era muy activa. Entonces creo que fue una época muy convulsionada, y eso tiene sus más y sus menos. Sus más, como que definitivamente coloca a la universidad en un debate político; sus menos, muchas expresiones de violencia, muchas muertes, muchas desapariciones de estudiantes universitarios, de profesores también, [...] de pedreas, de destrucción en el campus y una universidad que siempre estaba en la lupa, en la sospecha de ser nido o lugar de guerrilleros. [...].

Después del cierre, la universidad cambió sustantivamente, porque fue un cierre de un año donde justamente se desmanteló el bienestar universitario. Un cierre donde se acabaron las residencias estudiantiles, se acabaron las cafeterías gigantes y fue el retorno a una universidad muy diferente. [...] fue un hito que partió la universidad y esa fue la universidad que yo viví.

Quisiéramos saber en dónde realizaste tus prácticas, cómo fue tu formación en ese espacio, y cuál fue el tema de tesis

Yo hice dos tipos de prácticas, una vinculada a un hogar de emergencia del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF). Estos hogares de emergencia estaban ubicados en sitios de altísima vulnerabilidad y esto implicaba un trabajo fuerte con habitantes de calle, con niños y niñas hijos de habitantes de calle y de mujeres trabajadoras sexuales. Fue un espacio muy duro en la práctica, pero muy interesante por los aprendizajes, pues era realmente mirar todos los problemas familiares, comunitarios, de grupos con altísima vulnerabilidad. Luego tuve práctica comunitaria, la cual desarrollé en el barrio Patio Bonito, que en ese momento era un barrio muy marcado por la dinámica de Corabastos, pero también por la llegada de mucha población migrante y desplazada. Mi práctica coincidió temporalmente con la tragedia de Armero y eso incidió hasta Patio Bonito, porque mucha gente de Armero llegaba allí. Fue una práctica más orientada a trabajar con Juntas de Acción Comunal (JAC), con organizaciones sociales; esas fueron mis prácticas siendo estudiante. Mi tema de tesis fue sobre movimientos sociales urbanos. Hice una investigación sobre movimientos sociales urbanos en Bogotá, ese fue un trabajo muy interesante para tratar de analizar cómo se expresaban, como era la dinámica de movilización social en la época.

¿En qué año entras a trabajar como docente de la Universidad Nacional y cómo fue el ingreso?

Yo me gradué en el 87, como te digo, prácticamente dos años fueron de cierre de la universidad [...]. Mi primer trabajo lo desarrollé en la Fundación Mencoldes2, era un trabajo comunitario. Posteriormente, hice una maestría en Ciencia Política en la Universidad de Los Andes y en el año 91 me presenté al concurso docente. Ingresé por concurso en junio del año 91. Fue una fecha particular porque fue el año de la Constitución Nacional, donde también había una gran esperanza y una gran movilización social. Ese fue mi ingreso, en un momento y una coyuntura política bastante importante.

¿Cómo inicia la comprensión de lo psicosocial? ¿Cuáles prácticas especificas consideras que son relevantes para llevarlo a cabo?

Todo inicia ante la evidencia de la llegada de familias desplazadas a Soacha [...]. Realmente yo creo que confluyeron varias cosas, pues esto se origina a partir del trabajo con prácticas de los estudiantes, en concreto con las que se desarrollaban en Altos de Cazucá. A finales de los años 90, como 1996-97, teníamos prácticas y eran interdisciplinarias porque estaban inscritas en [...] el Programa de Iniciativas Universitarias para la Paz y la Convivencia (PIUPC) y el Programa Interdisciplinario de Apoyo a la Comunidad (PRIAC) [...]. No eran prácticas exclusivamente de Trabajo Social, sino que eran prácticas jalonadas por el Trabajo Social en las que estaban participando estudiantes de otras áreas como: odontología, medicina y de las ciencias humanas.

Estábamos más orientados a la compresión del tema de exclusión social, participación comunitaria, en sectores de Ciudad Bolívar y de Soacha [...]. En Soacha se realizaba en Altos de la Florida3. Allí se evidenció el problema; estaban llegando muchas personas desplazadas [...]. En ese momento nosotros decíamos: "Es la margen de la margen", era como si hasta aquí llegara la marginalidad más extrema.

Empezamos un trabajo de observación del fenómeno también por solicitud de la Personería Municipal de Soacha, de instituciones que estaban allí y que en ese momento no tenían ninguna propuesta ni para leer lo que pasaba ni para atender la situación. De hecho, en el trabajo que hacíamos la gente iba apareciendo con sus historias en la calle, sin más. [...] El fenómeno fue mucho más claro en las escuelas [...], donde los chicos llegaban también con sus historias y sus familias. Ahí empezamos a indagar un poco de una manera más sistemática, a partir del desplazamiento [...].

[...] En ese entonces yo pertenecía también a la Corporación avre4. Allí el tema psicosocial venía de un poco más atrás [...]. Coincidimos con Elena Martín, quien también es profesora de la Universidad Nacional, de psiquiatría, en pensarnos en estos debates un poco más sistemáticamente en la universidad con los estudiantes y recogiendo también algunas de las discusiones que se hacían en AVRE frente al tema [...].

Nuestra entrada no se dio directamente por el tema psicosocial, [...] nosotros formulamos un proyecto de investigación, en ese entonces a la Dirección de Investigación de la sede Bogotá de la universidad, para mirar los impactos y las transformaciones de las personas desplazadas en Altos de Cazucá5. Evidenciamos a través de entrevistas cómo cambiaba la vida de las personas, cómo cambiaban las familias. Organizamos un trabajo a partir de genogramas, miramos las transformaciones de las familias, el antes y el después del desplazamiento, su inserción en la vida urbana.

El autocuidado de los equipos

Frente al autocuidado, surgió de los estudiantes de práctica por las crisis que generaba este tema. Lo comenzó a trabajar básicamente Elena Martín al plantearle a los estudiantes que hacían trabajo de campo, herramientas de autocuidado. [...] más que con los estudiantes de Trabajo Social, las crisis se presentaban con los estudiantes de odontología, porque se originaba una confrontación muy fuerte que ocasionaba problemas durísimos entre los estudiantes por los compromisos personales y académicos [...], lo cual produjo crisis al interior de los grupos de práctica. Eran grupos muy grandes, como de quince o dieciocho estudiantes, entonces, era muy difícil de manejarlos; pero era interesante porque ahí Elena empezó a orientar más a los estudiantes en charlas de autocuidado y en manejo de crisis, también de las propias [...]. Realmente, es un tema que se toca y se le reconoce la importancia, pero queda ahí abandonado un poco a su suerte porque uno hace de todo menos autocuidarse [...] (risas).

Identidad y dignidad: ejes de reflexión sobre lo psicosocial

[...] el tema de identidad fue lo que dio lugar a esa publicación del Ministerio de Educación que se titulaba: Identidad, dignidad y desplazamiento forzado: una lectura psicosocial (2000)6. Ahí el tema [...] no fue la perspectiva psicosocial, sino dos categorías, que de todas maneras cruzan lo psicosocial [...]: identidad y dignidad. Son categorías un poco más cercanas, más sociológicas, más filosóficas también, si se quiere, más éticas, más que psicológicas [...].

[...] la preocupación por lo psicosocial era más por la manera como nosotros nos debíamos relacionar con las historias de la gente cuando nos las contaban y con esas crisis que evidentemente traían. Era claro que, si nosotros nos estuviéramos acercando a un ejercicio investigativo responsablemente, se requería contar con unas estrategias de abordaje para este tipo de situaciones.

Entonces, ahí se percibe un diálogo entre [...] unas categorías de orden sociológico, pero también una necesidad de contar con unas herramientas de tipo terapéutico que nos permitieran conversar con las víctimas, hacer las entrevistas, apoyar situaciones de crisis. Eso lo hicimos a partir de un seminario de práctica, donde Elena trabajaba con los estudiantes cómo manejar situaciones de crisis, cómo modular una conversación en estas situaciones, qué herramientas mínimas se debían contar para la escucha, cómo ubicar casos críticos y poderlos remitir [...].

[...] Para ello hicimos unas alianzas institucionales. CODHES estaba produciendo el libro Un país que huye, pero previo a eso publicó un informe sobre Soacha [...], entonces lo hicimos conjuntamente [...] como departamento de Trabajo Social. En ese momento era el primer informe que había sobre Soacha [...]. También hicimos varias alianzas, incluso para mirar cómo era la presencia institucional, [...] porque empezó a venir una avalancha de instituciones [...]. Entonces se inició la creación de un mapa de la intervención institucional [...]. Todo esto fue como el arranque, antes del año 2000.

Posteriormente, vimos la necesidad de que el seminario de reflexión no fuera solamente un seminario de práctica, sino también una asignatura abierta para estudiantes de Trabajo Social y de otros departamentos. Entonces, en el año 2000 montamos el seminario de profundización Violencia política y trabajo psicosocial [...] que abordó sistemáticamente la reflexión sobre el tema psicosocial [...]. Revisamos toda la bibliografía en Latinoamérica sobre el tema, buscamos los autores de referencia, profundizamos en las experiencias de acompañamiento psicosocial, incluso revisamos las experiencias de AVRE, la Corporación Vínculos7, la Fundación dos mundos8 [...]. La pregunta por quiénes eran los que estaban haciendo trabajo psicosocial y desde qué referentes, orientó parte de esta búsqueda [...].

El seminario tenía un fuerte énfasis en modalidades, en mirar el impacto psicosocial por desaparición forzada, por desplazamiento, por torturas; mirar las modalidades de violencia, qué impacto generaban y también qué tipo de acompañamiento se precisaba para cada una. El seminario fue una fuente de conocimiento porque los estudiantes hacían trabajos vinculados a las modalidades, buscaban los tipos de investigaciones realizadas; entonces eso nos fue dando más documentación [...].

Trauma, impacto, daño y duelo

[...] por más que las organizaciones no gubernamentales (ONG) se plantearan como distantes de lo clínico, siempre encontrábamos una lectura clínica, incluso en AVRE, aunque desde una perspectiva menos "psicologizante" [...]. La manera de no "psicologizar" el tema, era precisamente las categorías de análisis desde donde uno se paraba. Entonces, si tú sigues parado desde la dignidad humana y no desde el trauma, tienes una forma de asumir el tema distinto [...]. Esa fue la insistencia que se hizo, no solamente como categoría conceptual, pues era lo que se evidenciaba: las personas cuando llegan a Cazucá no solamente han sido víctimas y testigos de un hecho "horroroso", sino que la gente llega desprovista de todos sus recursos, fuentes de protección y soportes identitarios. La gente llegaba sin las relaciones que les había permitido vivir y ser [...], se hacían cargo de sí mismas en condiciones de pobreza, en situaciones de adversidad con el apoyo de sus redes familiares, comunitarias y con sus soportes espirituales que también hacen parte de esas redes [...].

De manera que el tema psicosocial plantea reelaborar la experiencia del hecho victimizante, ya que al sujeto no solamente le está afectando ese hecho, sino quedar desprovisto de todo este tejido relacional y simbólico [...]. También se intenta reconceptualizar el tema de lo psicosocial, buscando una más clara relación de lo subjetivo-individual, con lo colectivo y lo social. [...] La identidad en estos términos es una variable poderosa, porque es ese encuentro entre lo subjetivo y lo colectivo, es esa dinámica constante de cambio que se hace y se rehace y entra en crisis [...].

Con la gente reflexionamos sobre ¿cómo se le transforma la vida?, ¿cómo cambia?, y trabajábamos con las categorías de Amartya Sen. Esta ruta fue más sociológica al inicio con Berger y Luckman, a partir del texto La construcción social de la realidad [...], pues ellos dicen que la gente sufre unas transformaciones que no son de la vida cotidiana, sino que se rompen; esto lo deducen a partir de casos religiosos y de casos étnicos en otros contextos del mundo [...]. Por otro lado, con Sen hallé la profunda relación que [existe] entre el ser, haber y tener [...].

Con relación al trabajo, nosotros lo que hacíamos era indagar con la gente: ¿qué era lo que yo hacía?, ¿qué era lo que yo tenía?, ¿yo quién era? [...]. Inclusive, con los niños y niñas también lo hacíamos para tratar de ubicar esa transformación que no era del todo negativa; era cuestión de adjetivarla desde una lectura de derechos, si la tienes que calificar, pero desde otra perspectiva era volverla palabra. [...] lo que nosotros empezamos a hacer con los niños y las niñas en esa época eran esas preguntas: ¿qué era lo que yo hacía?, ¿qué era lo que nosotros teníamos?, ¿qué es lo que hacemos ahora?, ¿qué es lo que tenemos ahora?, ¿quién soy? Esta pregunta la hacíamos [...] con sus atributos, sus cualidades, y ellos nos hacían la entrada a sus familias; así empezamos a construir los relatos de los chicos -era un trabajo con ellos en la escuela-.

[...] A nosotros nos llamó muchísimo la atención en los relatos de los niños, pues ellos vivían y narraban esas transformaciones, no todas de forma negativa; precisamente fue algo que nos llevó a ser muy insistentes en que no podíamos colocarle una etiqueta de niño traumatizado o experiencia traumatizante, dolorosa o difícil. Por ejemplo, para muchos niños y niñas de contextos del campo [...] infancia prácticamente no existe, la escuela precaria de Altos de la Florida era una escuela, había opciones de juego y de cosas que estaban totalmente negadas [...].

Yo, a los estudiantes, les decía mucho que no habláramos de pérdida de identidad [...], esas son transformaciones que uno tiene y todas son muy subjetivas, en la forma como se viven y como se significan. Son cambios profundos en la vida de la gente que no se pueden juzgar a priori, como malos o etiquetarlos como trauma, eso parte de la lectura de los niños y las niñas y luego de las mujeres. Yo me acuerdo mucho del testimonio de una mujer [...], ella me decía: "Aquí uno grita cuando le pegan y hay una vecindad que está. Allá uno grita y no hay quién lo escuche". Ella hacía referencia a la violencia intrafamiliar que padecía en el campo [...]. Entonces, empezar a matizar ese tema del impacto, si hay impacto, pero es ahí donde está la diferencia con el daño [...]. El impacto es como algo que le pega a algo, lo cambia, pero tú no puedes decir que el impacto es algo negativo, puede ser incluso positivo.

Esas experiencias se dieron no porque nosotros tuviéramos un programa de atención psicosocial -nunca lo planteamos así-, sino en el ejercicio del trabajo en la escuela y del trabajo en el barrio, al escuchar esas historias y con las personas repensar: ¿qué es lo que esto ha generado en nuestras vidas?, al tratar de crear nuevos vínculos de solidaridad, de relación con el que le toca vivir ahora y, desde luego, desde una perspectiva de derecho que siempre está presente. Las personas, independientemente de cómo signifiquen la experiencia desde su perspectiva subjetiva, son sujetos vulnerados y cada uno de esos sujetos tienen derecho a una reparación. Fue todo el diálogo que nosotros estuvimos dando; era interesante porque estábamos en un contexto de creación institucional, que nos permitió tener una incidencia muy importante en la creación de la Unidad de Atención y Orientación al Desplazado (UAO) en Soacha y empezar a incidir en qué tipo de atención dar en un espacio institucional. Estuvimos en el diseño inicial y en la discusión sobre cómo debían funcionar las unidades -por lo menos la de Soacha- e incidir en el modelo y la atención al público [...].

Estábamos en un contexto en el que se estaba creando la Ley 387 de 19979 y nosotros ya estábamos trabajando en el sector, pero después de la expedición de la Ley, al momento en que se empieza a concretar la institucionalidad requerida para que opere, hay un trecho muy largo, dado que las UAO empiezan a funcionar como hasta el año 2000. Entonces estuvimos en todo ese proceso también de ir pensando cómo la Ley se tenía que concretar en una oferta institucional [...]. Hubo diálogos interesantes con la Personería, con la Secretaría de Gobierno, que nos permitieron ir pensando en diferenciar esas distintas dimensiones, el trabajo de acompañamiento en lo barrial, pero también el diseño institucional para entender ese tipo de problemáticas y relacionar una reflexión que estaba en el tema de lo subjetivo con el tema más político del derecho y con el tema de subjetivar el diálogo [...]. Hay varios vínculos, el tema de las practicas, las asignaturas, las relaciones interinstitucionales que se dieron con CODHES, la Personería, y la que en ese entonces era la Red de Solidaridad Social10 [...].

Hasta ese momento habíamos hecho la primera investigación sobre identidad, un proceso con los niños y las niñas que se tradujo en el libro Relatos de la violencia: impactos del desplazamiento forzado en la niñez y la juventud, donde empezamos a dar diálogos interdisciplinarios. Ahí participó Elena Martin y otro psiquiatra [...]. Era un diálogo entre psiquiatría y Trabajo Social. Estos psiquiatras plantearon una ruptura con la psiquiatría clínica, pues eran psiquiatras más sociales. [...] después hicimos un evento tratando de promover la discusión psicosocial, que fue lo que dio lugar al libro Impactos psi-cosociales y culturales del desplazamiento (2000)11. Fue producto de un evento que convocamos en la universidad, con AVRE, la Fundación Dos Mundos, la Corporación Vínculos y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Fueron las memorias de ese evento; lo hicimos para discutir el tema psicosocial [...] en el año 2000 [...]. Hicimos posteriormente otro evento Conflicto armado, niñez yjuventud, donde seguíamos trabajando el tema psicosocial.

Bojayá: un hito en la comprensión de lo psicosocial

[...] en el 2002, habíamos firmado un convenio con la Red de Solidaridad Social, la cual había hecho una convocatoria pública en el 2001 para evaluar impactos de la violencia. Nosotros diseñamos una propuesta, nos presentamos a esa convocatoria porque nos interesaba seguir profundizando el tema de los impactos no solamente del desplazamiento forzado, sino de otras modalidades de violencia. Fuimos seleccionados, pero nosotros no sabíamos dónde teníamos que hacer la evaluación de los impactos ni en qué comunidad [...] fue cuando ocurrió la masacre en Bojayá, entonces la Red nos pidió que hiciéramos la evaluación de impactos en Bojayá, en Bahía Cu-pica y Napipí12 [...]. Empezamos a mirar un contexto que nosotros no conocíamos; habíamos estado en la reflexión del desplazamiento con la gente que llega aquí. Ir a Bojayá, a Napipí y hacer una lectura de impactos, pues era cambiar todo, las metodologías, las preguntas, eran otras modalidades de violencia, otro contexto étnico, pues era población afrodescendiente.

¿El trabajo también fue interdisciplinario?

Sí, [...] básicamente era el mismo equipo. De hecho, el trabajo lo empezamos a asumir fundamentalmente con estudiantes de Trabajo Social. En ese entonces estuvieron Belky Pulido, Constanza Millán, Susana Ardila; nos acompañaban también Elena Martin y Eduardo, quien era psicólogo y en ese entonces trabajaba en AVRE [...].

¿Qué implicó?, pues pensarse el tema de lo psicosocial mucho más ampliado, con otros componentes, vinculado a otras situaciones, ya no solo al desplazamiento, sino preguntarse qué implica para una comunidad afrodescendiente impactada por una masacre de semejante magnitud. Napipí era un contexto muy desafiante porque era afectado por incursiones armadas permanentemente: incursionaron las Farc, incursionaron los paras13. A finales de los años 2002-2003 entramos en un contexto político ¡tenaz!, de los más duros que hay [...], nosotros teníamos incluso el equipo en Napipí, al que le tocó vivir una incursión armada de las Farc; yo no estaba allí, pero el equipo sí [...]. En los viajes a Bojayá también nos tocó vivir incursiones armadas, era un contexto bien complejo de trabajo [...].

[...] Había mucha tensión por la Red de Solidaridad Social que quería un diagnóstico clínico, ellos decían: "¿Cuál es el impacto? En-tréguennos un listado, donde diga, por ejemplo, alteración del sueño". Y frente a eso nosotros decíamos: "¿Cómo? Es una comunidad étnica, nosotros no podemos venir a aplicar aquí las fichas de chequeo que se aplican en un consultorio médico". A ellos no les servía en su practicismo institucional un diagnóstico con las creencias de la gente, el tema del duelo y sus muertos, pero eso era lo que uno tenía que entrar a mirar ahí.

Yo siento que, frente a esto, sí fue un trabajo muy intenso, pero muy rico en términos de todo lo que amplió la perspectiva de comprensión del tema, porque ahí nos metimos con la categoría del duelo y de la memoria. Ahí es donde aparecen estas categorías, no antes; [...] porque es la característica de esa comunidad [...] es su referencia permanente a sus muertos, a sus pérdidas, y eso no se podía entender sin comprender toda la cosmovisión. Una cosmovisión en una perspectiva histórica distinta [...].

Los conceptos de estar "sano", estar "traumatizado", nos permitieron acercarnos a otros autores que han trabajado con comunidades étnicas, como Pau Pérez, quien había trabajado en Chile con los Mapuche, y como psiquiatra se había distanciado mucho de esa noción de trauma; había trabajado con comunidades en México, Salvador y Nicaragua. [...] antes habíamos revisado más la literatura producida en el marco de la reacción frente a las dictaduras, con Elizabeth Lira, los psicoanalistas argentinos, chilenos, peruanos, incluso aquí nos acercamos mucho a esa lectura más étnica, también situados en el marco de conflictos armados, con relación a cómo se vieron afectados los mapuches, cómo afectaba la desaparición forzada a esta comunidad [...].

La desaparición en una comunidad étnica es distinta a lo que significa la desaparición en una persona urbana o de otro contexto, lo que nos motivó y nos obligó a pensar Bojayá y todo este referente en una lectura que deja de ser tan sociológica, para adentrarnos en una lectura más antropológica para entender el concepto de la muerte, el ritual, el duelo [...]. Como producto publicamos el libro de Bojayá, memoria y río en 200514.

El área de Divulgación Cultural de la Universidad Nacional estaba también haciendo un trabajo de ubicar algunas prácticas de acompañamiento comunitario. Nosotros nos presentamos a esa convocatoria y ellos nos dieron recursos para hacer un video y dos cartillas acerca de la ruta metodológica que habíamos elaborado para hacer el trabajo psicosocial [...]. Son dos cartillas pedagógicas que se produjeron en ese marco y un video que se hizo sobre Bojayá para acompañar la reflexión sobre la experiencia; este es un camino que se recorre entre el 2002 y el 2006.

En ese lapso también hicimos un trabajo importante de reflexión con el Ministerio de la Protección Social. Ellos nos pidieron que revisáramos la [Ley 975 de 2005] creo que eso fue en el 2005 [...]. Hicimos una evaluación de cómo estaba el Ministerio asumiendo el tema psicosocial, no solamente con víctimas sino con desplazados, quienes eran el centro de atención del Estado; las otras victimizaciones estaban muy invisibilizadas en ese contexto.

Dicha evaluación fue interesante, porque nosotros terminamos formulando unos lineamientos de trabajo psicosocial con víctimas, particularmente desplazados, pero cuando estábamos en ese ejercicio [...] vimos esa discusión interna [...], si nosotros fuésemos a diseñar esa política de atención psicosocial ¿cómo la orientaríamos?; ya al margen de criticar lo que se está haciendo, que era desastroso, ¿qué lineamientos le dábamos al Ministerio? Entramos de nuevo a la discusión sobre ¿qué es eso que llamamos psicosocial?, ¿cuáles son los fundamentos de lo que llamamos lo psicosocial?, ¿cuáles son los criterios éticos que orientan la intervención psicosocial?, y ¿cuáles son los campos de actuación de lo psicosocial? Ahí fue donde construimos esas categorías [...] y se fueron dando en simultánea estos dos procesos: el de Bojayá y este proyecto de una mirada general de la política en términos de lo psicosocial [...].

La reconstrucción de la memoria desde las víctimas. Otro hito en el camino hacia perfilar lo psicosocial

Yo empiezo en Memoria Histórica en el año 2008 [...] ¿Por qué entro yo a memoria? [...], porque habíamos escrito el texto Bojayá, memoria y río que, además de trabajar el tema en perspectiva de memoria, nos ubicaba en un caso emblemático que el grupo quería asumir: Bojayá [...]. También entro al Grupo de Memoria Histórica en ese momento y pues ahí no hay una perspectiva psicosocial, para nada, hay una perspectiva mucho más marcada por la historia, el derecho; digamos que era la reconstrucción de los casos, desde el qué pasó, por qué pasó. Un poco más allá del qué pasó, propusimos en ese momento la pregunta ¿cómo afecta esto la vida de la gente?, hagamos un capítulo de daños, impactos, metamos estas categorías en todo lo que estamos mirando [...].

[...] Bueno, era entrar a revisar toda la jurisprudencia del daño [...] como se nombraba el daño en la jurisprudencia interna, cómo se nombra en las normas internacionales, en los fallos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos [...]. Entonces empezamos a leer eso para tratar de incorporarlo en una lectura que fuera más amplia, que no tuviera solamente un sesgo jurídico, porque así era visto inicialmente. Eso marca entonces otra reflexión, el tema psico-social entra aquí no tanto como la lectura psicosocial de la memoria, sino como otras afectaciones de la guerra, desde lo subjetivo, desde lo colectivo, desde lo cultural y de cómo lo psicosocial aporta a esa lectura del daño, pero también cómo aporta a esa lectura de la resistencia y a una lectura de la memoria [...].

Empezamos a hacer prácticas aquí en la CNRR (Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación), en la Unidad Territorial Bogotá, y a mirar en el marco de la Ley 975, la creación del CNRR y la atención, muy orientada por el decreto de reparación administrativa. Entonces la gente venía en función del decreto de reparación administrativa y se formulaba también esa pregunta: ¿qué le pasa a la gente cuando viene por acá? Cuando la gente viene por aquí hay un impacto de la atención, nos estábamos preguntando por el impacto de la violencia, era el impacto de la Ley 975 sobre las víctimas [...].

Los autores y autoras de referencia

[...] algo que a nosotros nos empieza a marcar mucho en la reflexión es que para tratar de fundamentarnos en estos temas íbamos a la herencia del cono sur. Como era donde uno buscaba un poco de soporte conceptual porque [...] cuando hablo por ejemplo de la formación en la Nacional, en la Javeriana, en otras universidades, uno buscaba los referentes bibliográficos y todo te llevaba a Melanie Klein, a Freud, pero los autores como Martín-Baró no existían [...], Elizabeth Lira no existía, los psicoanalistas argentinos y peruanos no existían, no se reconocen en las escuelas aquí [...].

Elizabeth Lira vino a Colombia en el 2005 porque nosotros la invitamos a un evento chiquito, dijimos: "Escribámosle a ver si viene, de pronto nos responde" [...]. Empezamos entonces a dar un diálogo con autores que nosotros conocíamos por búsquedas, pero no porque la academia les dé un lugar. [...] Buscamos los centros en Perú, en Guatemala, e intentamos conectarnos con la gente que estaba haciendo trabajo allí. En el 2007, abrimos pasantías para estudiantes de Trabajo Social en Guatemala [...].

Ahí establecimos unos nexos interesantes porque Elizabeth empezó a ser una interlocutora muy fuerte con respecto a lo que nosotros mismos íbamos escribiendo. Ella siempre nos decía: "Inspírense ustedes mismos, no se inspiren en Elizabeth Jelin, pues sí, léanla, pero ustedes están produciendo su propio conocimiento; este es un contexto muy particular frente al que yo me siento, incluso, incapacitada para opinar porque esto es tan complejo, esto no es la dictadura chilena; construyan ustedes su conocimiento que tienen mucho por construir".

Pau Pérez también vino, lo invitamos. Pau es un psiquiatra muy reconocido en España, por ser muy disidente de la psiquiatría y estar creando toda una escuela diferente [...]. Yo presenté una ponencia en Guatemala en el 2006, creo que ahí fue la posibilidad de encontrarnos con Pau, con Elizabeth, con toda la gente que venía, y yo estaba vinculada a la Red Latinoamericana de Derechos Humanos y Salud Mental. En esa red [...] yo participaba en representación de AVRE. Era muy interesante porque vinculaba el tema de la salud mental a los Derechos Humanos. Así lo venían haciendo ellos, los profesionales del tema psicosocial [...].

Participamos en la construcción de los estándares mínimos para las exhumaciones, que fue una construcción latinoamericana recogiendo la experiencia de Guatemala, Perú, la de los forenses en Argentina, Brasil [...]. Yo entré a hacer parte del GAC (Grupo de Acción Comunitaria)15, el cual tenía toda una propuesta de reflexión sobre el tema psicosocial [...]. Entonces esa es una cosa que también nos ha nutrido mucho, porque nosotros hicimos diplomados, vinieron Alberto Fernández Liria, Pau Pérez, Beatriz Vera, quienes son psiquiatras [...].

Revisiones sobre el concepto de trauma

Frente al tema del trauma yo he tratado de ser muy cuidadosa, de no desconocerlo, pero tampoco ha sido el centro de la reflexión. Inclusive, cuando yo empecé a escribir el texto ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad, el apartado de los impactos sociales lo envié a Elizabeth Lira, Pau Pérez y a Alberto Fernández, les dije: "Bueno, colegas, ustedes ¿Qué opinan de ese texto? Critíquenlo y adviértanme un poco de cosas que puedan estar ahí". Yo me acuerdo que en la primera versión Pau me dijo: "¡Sobredimensionas el trauma!", y yo cuidadosa de poner siquiera el tema [...]. A su vez, Elena advirtió algo muy interesante en la discusión, ella decía: "Hemos dado un giro muy importante de "despsiquiatrizar" el tema, pero podemos caer en un riesgo muy importante de desconocer que la gente sí se enferma"; ella lo decía literalmente: "La gente se enloquece". Entonces en esa idea de quitar el énfasis psicologizante y psiquiatrizante, podemos pasar al extremo [...].

En el Salado [...] es donde yo me enfrento a una persona que tú la ves enloquecida, o sea, que la guerra, las masacres la desconectaron de la realidad. Al tenerla al frente me decían: "Mire, ella era una señora, era una líder, hacía esto.". Y, verdad, totalmente desconectada de la realidad. [...] Para ese momento, en el Centro me piden que haga la figura del Amicus curiae16[...], entonces yo produje un documento de unas siete páginas, dirigiéndome a la Corte Constitucional y diciéndole cómo entendemos nosotros el tema de la salud mental, qué tipo de atención se debería brindar a una persona que ha sido víctima de la violencia.

[...] La CNRR creó unas mesas, y esas mesas decían: "Bueno, ¿cómo se repara el daño?". Pero como no nos estaban convocando a la discusión general del daño, sino lo que ellos llamaban el daño psicosocial, entonces cuando decimos que hay daño, la gente tiene el derecho a ser reparada, a recibir una indemnización; o sea, ahí había implicaciones también jurídicas que tiene el decir, si hay trauma o no hay trauma. ¿Cuál es la diferencia entre reparar una persona que se enloqueció por la guerra, a otra que sufre? En tanto sufre, hay una afectación emocional y también merece ser reparada.

[...] De entrada, propusimos unas discusiones distintas sobre el tema del trauma y del daño. [...] de eso dejamos algunos textos, inclusive con Ricardo Chaparro, quien también fue estudiante en práctica de Trabajo Social. Ya habíamos editado algunas cosas, y presentamos la lectura que hacíamos del daño. [...] entregamos a una mesa muchos insumos para que en ese momento la CNRR, con sus unidades territoriales, determinara qué tipo de reparación se daba para ese tipo de daño, si el daño era daño-trauma, o era otro tipo de daño. Quedaron escritas algunas cosas que nosotros planteamos en ese escenario, yo creo que hicimos una incidencia importante allí, porque se incluyó el tema de la discapacidad. La guerra produce discapacidades frente a la salud mental, es una discapacidad no poder resolver los problemas de la vida diaria [...].

Por último, queremos saber, como profesional y como docente, ¿cuál crees que es el papel fundamental del Trabajo Social en la migración y el desplazamiento?

Bueno, yo creo que desde el Trabajo Social tenemos una enorme riqueza; es una profesión que nos habilita para entender los contextos y, en esa medida, poder analizar este tipo de situaciones, haciendo lectura de todos los factores estructurales que estas dinámicas expresan. Pero también tenemos una capacidad importante para hacer lectura de los impactos que esos contextos generan en las familias, las personas y en las comunidades; mirarlo también no solo como un fenómeno sociodemográfico, sino como un fenómeno cultural, también como un fenómeno emocional y psicosocial. Creo que la mayor potencialidad del Trabajo Social es una mirada integral que lo habilita para comprender el hecho en el contexto; a su vez, para intervenir a partir de las manifestaciones individuales, familiares o comunitarias que estas dinámicas generan.

Creo que el Trabajo Social apoya entendiendo y crea conocimiento, interviniendo y acompañando esos procesos. Ha aportado mucho el Trabajo Social en la formulación de políticas públicas, porque justamente esa mirada de lo individual, lo comunitario en contextos macro políticos permite que las políticas sociales sean mucho más pertinentes y más adecuadas. Creo que [...] hemos jugado un papel muy importante aportando a la comprensión del fenómeno de la migración y del desplazamiento, por qué ocurre, cómo ocurre, de explicarlo, de caracterizarlo; pero al mismo tiempo de acompañar procesos, y garantizar los derechos de las poblaciones afectadas y transformar las políticas públicas.

Profesora Martha, ese recorrido que hiciste, como iban apareciendo categorías según el contexto, la normatividad o tu experiencia docente, hoy nos ha dado muchas luces, pues teníamos muchas inquietudes sobre la parte histórica. Entonces, creo que nos aporta muchísimo esta charla, ¡muchas gracias!

A mí también, porque no hago este recuento, yo no me he contado esta historia [risas]. Me ayuda también a entender por qué uno está en donde está.

1Apartes de entrevista realizada en el Centro de Memoria Histórica (Bogotá), el 20 de mayo de 2015, por Jairo Ortegón, Lina Guacaneme, Mónica Iza y Clara Isabel Mendivelso, integrantes del semillero de investigación del Programa de Iniciativas Universitarias para la Paz y la Convivencia (PIUPC), del Departamento de Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia. Entrevista complementada por Deisy Johanna Moreno el 4 de abril de 2019.

2Fundación Menonita Colombiana para el Desarrollo, promueve la transformación social dignificando las condiciones de vida y el pleno goce de los derechos humanos de la población en situaciones de vulnerabilidad. Se orienta bajo los siguientes principios: vida digna, no violencia, justicia social, verdad, paz integral, equidad y esperanza. Obtenido de: http://www.fundacionmencoldes.org

3Barrio de la comuna cuatro de Soacha, cuya constitución ha sigo generada por procesos de invasión ocasionados por el asentamiento de familias en situación de desplazamiento.

4La Corporación Apoyo a Víctimas de Violencia Socio Política Pro-Recuperación Emocional es una organización no gubernamental que ofrece atención psicosocial desde el trabajo interdisciplinario con personas víctimas de violencia política y de violaciones de Derechos Humanos.

5Es la comuna cuarta de seis comunas del municipio de Soacha, caracterizada como territorio suburbano, cuyos barrios han sido lugares de recepción de personas víctimas de desplazamiento forzado causado por el conflicto armado en Colombia.

6Bello, Martha Nubia. 2000. Identidad, dignidad y desplazamiento forzado: una lectura psicosocial. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.

7Organización no gubernamental creada en el 2003 para desarrollar procesos de atención psicosocial a personas, comunidades y organizaciones víctimas de violencia sociopolítica y conflicto armado, fomentando la construcción de paz con la promoción de derechos de las víctimas y las acciones de paz.

8Organización que centraba sus labores de acompañamiento a personas y comunidades víctimas del conflicto armado, desde un enfoque psicosocial. Después del 2009, la fundación se disolvió, luego de estar involucrada en desviación de recursos, debido al mal manejo de dinero justificado por falsos informes a organizaciones internacionales de las que se obtenía la financiación.

9"Por lo cual se adoptan medidas para la prevención del desplazamiento forzado; la atención, protección, consolidación y estabilización socioeconómica de los desplazados internos por la violencia en la República de Colombia".

10La Red de Solidaridad Social fue creada en 1994 como una iniciativa para atender las necesidades de la población pobre y vulnerable; posteriormente cambió a Acción Social, dependencia encargada de atender y prevenir el desplazamiento de comunidades vulnerables; y en 2011, finalmente, se efectúa el cambio a Departamento Administrativo para la Prosperidad Social (DPS), como organismo encargado de fijar políticas, planes, programas y proyectos con el fin de atender y reparar a las víctimas de la violencia y a grupos vulnerables.

11Bello, Martha Nubia, Elena Martín Cardinal y Fernando Jiovani Arias (eds.). 2000. Bogotá: Programa de Iniciativas para la Paz y la Convivencia (PIUPC), Corporación Avre, Fundación Dos Mundos.

12Corregimientos ubicados en los municipios de Bahía Solano y Boj'ayá del departamento del Chocó, fueron afectados por la violencia sociopolítica en Colombia, en las décadas del 90 y el 2000. Grupos paramilitares y guerrilla tuvieron presencia en la zona, estableciendo dinámicas de control territorial que afectaron la vida de sus habitantes. El hecho más sobresaliente es la masacre del 2 de mayo de 2000, cuando, por enfrentamientos armados entre estos dos bandos, estalló un cilindro bomba en la iglesia principal de Bojayá, donde se resguardaban habitantes del sector. Murieron más de setenta personas por este hecho.

13"Paras" o paramilitares, refiere a un grupo armado ilegal de derecha que mantuvo nexos con elites colombianas para combatir junto a la fuerza estatal los grupos guerrilleros de izquierda. Entre 2004 y 2006 se realizó el proceso de desmovilización desde el Gobierno nacional.

14Bello, Martha Nubia, Elena Martín Cardinal, Constanza Millán Echeverría, Belki Pulido Hernández y Raquel Rojas Isaza. 2005. Bojayá, memoria y río: violencia política, daño y reparación. Bogotá: Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia.

15Organización creada en 1997 con personas voluntarias vinculadas alrededor del trabajo psi-cosocial, la salud mental y los Derechos Humanos.

16Es una figura del derecho empleada para acciones de litigio por parte de terceros. Consiste en la presentación de un informe escrito por un especialista en el tema, para brindar argumentos que posibiliten la solución de un hecho, por lo general, relacionado con el interés público.

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