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Revista de Economía del Caribe

versão impressa ISSN 2011-2106

rev. econ. Caribe  no.7 Barranquilla jan./jun. 2011

 

El economista como analista político: la brecha entre la investigación, la docencia y la práctica

THE ECONOMIST AS ANALYST AND POLITICAL ADVISER: THE GAP BETWEEN THE RESEARCH, TEACHING AND THE PRACTICE

Frédéric Boehm*
fboehm@uninorte.edu.co

'Ponencia preparada para el II Encuentro de Profesores Universitarios de Economía realizado por la Asociación Colombiana de Facultades, Programas y Departamentos de Economía (Afadeco). Facultad de Economía de la Universidad del Rosario. "Formación y Evaluación por Competencias en economía". Realizado el 2 y 3 de junio del 2011.

*Docente tiempo completo del Instituto de Estudios Económicos del Caribe (IEEC) e investigador del Grupo de Análisis Económico (graneco) de la Universidad del Norte, Barranquilla (Colombia).

Recibido: 25 de mayo de 2011
Aceptado: 3 de junio de 2011


RESUMEN

Reformas políticas enfrentando diversas problemáticas socio-económicas requieren una asesoría y un acompañamiento por parte de expertos. Aquí, el economista puede jugar un papel importante estudiando los fenómenos socio/político-económicos mejorando así el entendimiento de los problemas y ofreciendo posibles soluciones, los cuales puede diseñar, implementar y/o evaluar. Sin embargo, se observa una brecha entre la investigación y la docencia por un lado, y las necesidades en la práctica por el otro. El ensayo intenta explicar a qué se debe esta brecha y cuales son las consecuencias para el trabajo como asesor político. Finalmente, deriva unas propuestas para fortalecer el tipo de capacidades necesarias para el trabajo como asesor político en la carrera de economía.

Palabras claves: Economía, Docencia, Metodología.


ABSTRACT

Political changes faced different socio-economics problems require counseling and coaching from experts. Here, the economist can play an important role by studying the phenomenons of the social scope, political and economical; and contributing to the acknowledgment of the problems and possible solutions, which he can design, implement or evaluate. Nevertheless, it is observe a gap between the research, the teaching and the practice necessities. This work aims to explain these gap and which are the consequences to the work as a political adviser. Finally, derives some proposals to strengthen the typo of skills needed for the job as political adviser in the economic career.

Keywords: Economic, teaching, methodology.


"It would be a useful principie that economists should actually believe the empirical assertions they make."

Robert Solow (1985, p. 329)

1. EL TRABAJO COMO ECONOMISTA1

En 1993, en la renombrada Richard T. Ely Lecture de la American Economic Association, el economista Arnold C. Harberger presentó un discurso entitulado "In Search for Relevance in Econo-mics". Ahí hace una analogía muy acertada entre la economía y la medicina. Ambas ciencias tienen una parte investigativa y una parte de profesionales. De hecho las perspectivas de trabajo para un graduado en economía y un graduado en medicina son muy similares: Ambos pueden elegir entre la investigación académica o la práctica; o intentar estar presente en ambas. La tarea de los profesionales es el diagnóstico (de enfermedades o mercados) y la formulación de recomendaciones (recetas medicas o políticas). Sin embargo, el profesor Harberger hace énfasis en que mientras la investigación en la medicina está fuertemente enfocada a encontrar medicinas para enfermedades, o sea medicinas que los profesionales médicos puedan recetar, la investigación económica esta a menudo muy alejada de la realidad y de las necesidades del profesional económico2.

Al mismo tiempo, nuestras sociedades se enfrentan con el reto de alcanzar un desarrollo sostenible, y resolver otras problemáticas socioeconómicas. El economista, como profesional, juega un papel importante estudiando estas problemáticas y fenómenos. En el análisis positivo buscamos relaciones de causa y efecto, para así explicar y a lo mejor prever ciertas tendencias. Sin embargo, rápidamente se nos preguntan por soluciones, o sea afirmaciones normativas, acerca de ¿qué debemos hacer para mejorar?3 Estas soluciones pueden ser pensadas, diseñadas, implementadas y/o evaluadas por economistas, basándose en su análisis positivo.

De hecho, gobiernos a nivel nacional y a nivel desconcentrado, instituciones de la cooperación internacional bilateral y multilateral, instituciones de las Naciones Unidas, la sociedad civil organizada a nivel nacional e internacional, institutos de investigación y universidades demandan expertos para el análisis y la asesoría en el diseño de procesos de reformas - sea como voz independiente o como parte de ellos. Para estas tareas, a priori, la economía ofrece una visión crítica y sistémica basada en métodos de análisis rigurosos muy valiosa para el trabajo en la práctica.

Sin embargo, el análisis de Arnold C. Harberger sigue vigente casi 20 años después de su discurso. Es más, mirando las publicaciones científicas en las revistas, uno se podría preguntar si la brecha entre la investigación y las necesidades del profesional no se ha ido incrementando.4 ¿Cómo podemos explicar esta brecha? ¿Qué consecuencias tiene para el trabajo como asesor político?

En el presente ensayo quiero argumentar de forma muy subjetiva que la mente crítica, tanto citada como competencia clave del economista, debe incluir una autocritica sana y una cierta humildad en las recomendaciones que podemos brindar como economistas. Hago énfasis en "humildad" y en el verbo "podemos", porqué a pesar de las técnicas cada vez más refinadas, estamos lejos de entender realmente muchos de los problemas que enfrentamos en nuestras sociedades, y mucho menos de conocer las respuestas políticas; o para retomar la analogía con la medicina, los medicamentos a las enfermedades. Desafortunadamente, esta humildad brilla a menudo por su ausencia.

Me apoyo, entre otros artículos, en un texto brillante y altamente crítico de Robert Solow del 1985. A pesar de que aportes autocríticos de grandes economistas abundan - de pronto como en ninguna otra ciencia - estos trabajos usual-mente no hacen parte de las lecturas estándar de los estudiantes. El ensayo, y su motivación, también refleja una cierta incomodidad que sentí en mi formación como economista y las experiencias que adquirí en el trabajo de campo como asesor en el área de gobernabilidad y anticorrupción.

En primera instancia presentaré tres conocidas y discutidas falacias de la economía como ciencia, las cuales son, a mi juicio, en parte responsables de esta brecha entre la investigación académica y las necesidades del trabajo como economista profesional. En segunda instancia resaltaré sus consecuencias para el rol del economista como asesor y analista político. De aquí intentaré derivar algunas lecciones para la enseñanza de la economía en las universidades.

2. Tres falacias de la economía

La primera falacia es la aspiración de la economía a ser una ciencia exacta. Como lo destacan Kenny y Williams (2001), dos compromisos científicos guían gran parte de la economía como la practicamos y enseñamos hoy. Un compromiso es lo que se podría llamar universalismo epistemológico: Se cree que es posible conocer todos los procesos relacionados con los fenómenos estudiados, como por ejemplo el crecimiento. Estamos en la búsqueda de una verdad universal. Esto implica un compromiso previo con un universalismo ontológico. Creemos que los procesos en las economías alrededor del mundo son iguales y entonces comparables, y, por consiguiente, que las componentes de las economías interac-túan de la misma forma. Es decir, creemos que existen unas "leyes" económicas validas independientes del tiempo y de la situación - solo falta "descubrirlas". Así buscamos por ejemplo causalidades con comparaciones econométricas. Pero los autores muestran que estos dos compromisos, tal como una camisa de fuerza, nos impiden entender fenómenos tan complejos como el crecimiento, y porque los modelos fallan en los dos criterios mínimos de supervivencia: ¿Sirven para explicar? ¿Sirven para prever?'5

Por un lado, se nos olvida que la historia, la situación, importa, y este olvido viene acompañado de un concepto erróneo de causalidad. El sistema social es complejo, no existe una causa, sino varias causas, y para complicar el asunto aún más, entre estas causas existen también relaciones de causalidad. Se trata de una causalidad circular, no linear. Por otro lado, en su último libro, Douglas North (2005) hace énfasis en que estamos en un mundo incierto, no-ergódico. La importancia de la historia se vuelve entonces aún más importante. Un modelo matemático, así como se usan en economía, implica una reversibilidad perfecta. En la realidad, sin embargo, los eventos que "pasan", pasaron - son historia - y una vez sucedió un evento no es reversible. Esto implica que no existe una distribución de probabilidad única a través de la cual podríamos modelar la incertidumbre, sino que esta misma distribución depende de eventos históricos que no son reversibles. Además, una incertidumbre real no significa no saber si el resultado de lanzar el dado será 1, 2, 3, 4, 5 o 6 - es no saber cuántas caras tiene el dado, o no saber si, de hecho, se trata realmente de un dado (Brodbeck, 2000: 99).

La lógica de la matemática es indiscutible, pero ¿existe una lógica de la sociedad? Tal como preguntamos por la validez externa de resultados de experimentos, tenemos que pensar si los resultados de modelos matemáticos, internamente perfectamente lógicos, son trasferibles al mundo externo, real. Viendo la problemática de causalidades circulares y un mundo no-ergodico, la pregunta queda en el aire si el instrumento de la matemática siempre será el más adecuado para entender los problemas. John Maynard Keynes (1926: 150) escribió:

We are faced at every turn with the problems of organic unity, of discreteness, of discontinuity-the whole is not equal to the sum of the parts, comparisons of quantity fail us, small changes produce large effects, and the assumptions of a uniform and homogeneous continuum are not satisfied.

Esto me lleva a la segunda falacia, relacionada con esta idea de la "economía como la física de la sociedad"6 (Solow, 1985: 330), y por consiguiente los economistas como los ingenieros de esta máquina: La creencia, a veces casi ciega, en los datos y los resultados de estudios econométricos. Un tanto cínico, Solow (1985:328) escribe:

As soon as time-series get long enough to offer hope of dis-criminating among complex hypotheses, the likelihood that they remain stationary dwindles away, and the noise level gets correspondingly high. Under these circumstances, a little cleverness and persistence can get you almost any result you want. I think that is why so few econometricians have ever been forced by the facts to abandon a firmly held belief.

Sin querer entrar en la problemática del origen dudoso de muchos de los datos que utilizamos - ¡a menudo estamos tan contentos como niños el día de navidad de haber encontrado al menos algunos datos! - quiero limitarme al uso de los modelos para interpretarlos. La renombrada revista Journal of Health Economics publicó en el 2004 un estudio de Chou, Grossmann y Saffer que "demostraba" con datos "exactos" la causalidad entre un aumento de la obesidad y la disminución en el consumo de cigarrillos, concluyendo que la reducción del consumo de tabaco tenía como consecuencia indeseada un aumento en la obesidad de la población. Un año más tarde, Gruber y Frakes publicaron en la misma revista, con los mismos datos un artículo que llegó al resultado opuesto, únicamente cambiando unos detalles al modelo econométrico. Primero cabe resaltar el valor de la revista en publicar este segundo artículo. Pero, sobre todo, esto nos debería enseñar más precaución en el uso de la econometría, más aún si queremos formular recomendaciones políticas basadas en los resultados.7

Además surge la pregunta, ¿porqué los economistas no repetimos más a menudo modelos que ya han sido publicados? En otras ciencias esto es muy común, promueve el debate científico y el auto-control de los científicos. Extraño que los economistas en esta área eviten la competencia, la cual normalmente elogian y recomiendan en toda circunstancia que se les ofrece para hacerlo.

La tercera falacia consiste en una cierta ingenuidad, que sorprende dado que la economía pone en el centro de su análisis los incentivos. ¿Ingenuidad en qué sentido? En los modelos neoclásicos los actores persiguen sus propios intereses basados en un comportamiento racional. Sin embargo, estos actores no engañan, no roban, no incumplen contratos - no son oportunistas (Williamson, 1993). Pero estos comportamientos, sin duda, no son ajenos a la realidad humana. La principal ventaja comparativa del hombre es la creatividad, a priori nuestro ingenio no tiene límites - razón por la cual, por ejemplo, las predicciones tenebrosas de Thomas Malthus no se cumplieron.

Pero esta creatividad esta fuera del bien o del mal. Sabemos que el ingenuo criminal es muy potente. Ahora bien, muchas políticas bien pensadas y diseñadas desde alguna oficina en la capital o en Washington se encuentran, se chocan con este mundo real. Sobre el fenómeno de la corrupción, el economista William Easterly (2001: 241) que durante mucho tiempo trabajó para el Banco Mundial y ahora es profesor de economía en la NewYork University nota con asombro:

Despite the obvious importance of corruption in economic development, it has not attracted much attention from econo-mists until recently. The prestigious four-volume Handbook of Development Economics, published from 1988 to 1995, does not mention corruption anywhere in 3,047 pages of text.

Sin duda, no sería pedir demasiado que los economistas que pretenden explicar el mundo real, salgan de vez en cuando de sus oficinas y de lo que Coase (1992: 714) llama la "economía de pizarra" para vivir este mundo real. El fracaso más espectacular de asesoría por un grupo de economistas fue de pronto el trabajo relacionado a la transición de la Unión Soviética de un sistema comunista a una economía de mercado.

3. CONSECUENCIAS DE LAS TRES FALACIAS

¿Cuáles son las consecuencias de estas tres falacias para el trabajo del economista como consultor o analista político? Recordemos que en este trabajo, el economista debe recomendar, diseñar, implementar y/o evaluar procesos de reformas, políticas.

¿Pero en qué se basa? Si el fundamento de su análisis está limitado en lo que generalmente se enseña en las carreras de economía alrededor del mundo, esto puede llevar a que interprete la sociedad como una máquina que responde a leyes mecánicas con el riesgo de que permanezca ciego frente tanto al contexto institucional y de la historia del país en cuestión, como del hecho que el ser humano no es un objeto muerto. Pero la primera falacia nos debería advertir que algo que funcionó en país A no tiene que funcionar necesariamente en el país B.8

Estrechamente vinculado con esto, el economista tiende a usar como ventaja comparativa los "datos exactos", tano con la lógica matemática como con datos estadísticos. Es más convincente poder "demostrar" la certeza de una teoría y las recomendaciones basadas en ella con unas cifras "significativas".

Pero como vimos en la segunda falacia, estas recomendaciones políticas pueden ser extraídas de razonamientos formales o estadísticos que no logran realmente captar la realidad compleja. A parte de esto, se puede observar que problemas que no son fácilmente cuantificables tienden a recibir menos atención. Sin embargo, como nos recuerda Albert Einstein "Not everything that counts, can be counted, and not everything that can be counted, counts".

Por último, considerando la tercera falacia y estrechamente vinculado con lo anterior, los economistas deberíamos abrirnos más al mundo real y al poder tanto positivo como negativo de la creatividad humana. La complejidad de mundo consiste en más que en la incorporación de unas restricciones en una optimización tipo Lagrange. Y muchos casos de reformas y políticas bien pensadas fallaron porque no tomaron en cuenta el genio humano de poder aprovechar de su entorno - y esto a pesar de que "la gente responde a incentivos" es uno de los principios enseñados a todo economista.

Por ello, en mi opinión, la formación universitaria debe evitar formar tecnócratas rígidos y dogmaticos. No es el mundo que tiene que encajar con nuestros modelos, sino son nuestros modelos que deben ayudarnos en explicar el mundo y aportar a que se mejore. No estoy argumentando en contra de modelos matemáticos, ni de estudios econométricos. Nos pueden prestar muy valiosos servicios, aclarando partes del gran rompe-cabeza.9 Estoy abogando a un uso crítico y humilde de estas herramientas. Muchas ideas originadas en teorías económicas tienen una relevancia importante para mejorar el estatus quo; a veces es más bien difícil explicar a no-economistas las ventajas de ciertas ideas.10 Sin embargo, la tarea es no cerrarse a otros argumentos que de pronto pueden ser la explicación porqué algo que parece muy lógico y hasta obvio en la teoría no puede funcionar en la práctica.

Desafortunadamente, parece que muchos estudiantes, y economistas, de hecho creen en algunos resultados absurdos de modelos, solo porque su lógica interna es indiscutible.11 Esto es algo aún más preocupante que la recomendación de Ro-bert Solow citada al principio de este ensayo: ahí se supone que el economista al menos está consciente de los límites.

Ahora, vaya y pase que estos resultados y sobre todo las recomendaciones políticas basadas en ellos permanezcan en alguna revista científica, como contribución de l'art pour l'art, o en el mejor caso como contribución al desarrollo metodológico. Pero su aplicación ciega al mundo real abogada por algún economista consultor puede ser hasta peligrosa. Por ejemplo encontramos modelos que analizan el impacto de la corrupción en el resultado de subastas y que llegan a la conclusión que la corrupción no tiene ninguna repercusión sobre la eficiencia asignativa de la subasta. ¿Cómo logran obtener este resultado? En los modelos parten del supuesto que la empresa más eficiente será la que tiene más recursos "libres" para sobornar; así la empresa más eficiente puede pagar el soborno más alto en la competición corrupta por el contrato y ganará la subasta: el costo de la corrupción consistirá únicamente en subir el precio (Boehm y Olaya, 2006). Sin embargo, una mirada a la realidad muestra que nada nos permite asumir que exista un vínculo entre la eficiencia de una empresa en construir, por ejemplo, plantas de energía, y su savoir-faire en el arte de la corrupción (Boehm y Lambsdorff, 2009). La empresa que ganará probablemente será la que mejor sepa iniciar y gestionar acuerdos corruptos, no la más eficiente en el ámbito productivo.

4. RECOMENDACIONES PARA LA FORMACIÓN

¿Cómo podríamos contribuir a formar economistas más críticos y humildes? Los siguientes puntos, tanto como el análisis precedente por supuesto, son propuestas abiertas al debate.

Primero, el trabajo en asesoría política usualmente se hace de forma multidisciplinaria; así se necesita tanto una cierta apertura a las conexiones de la economía con otros campos de las ciencias sociales y otras ciencias, como una sensibilidad social y un cierto tacto diplomático. Cursos o seminarios juntos con otras disciplinas pueden fomentar este intercambio ya a nivel universitario y ayudar en entender que la economía solo es un aspecto de la realidad social y humana.

Segundo, el economista debe también aprender a ser consciente del "mundo real" y, pues, de las limitaciones de sus modelos formales y/o econométricos. Desafortunadamente esto está a menudo muy poco en el foco de la enseñanza del economista. Sería importante, por ejemplo, no pasar por alto en las clases la discusión crítica de los supuestos de los modelos y de sus aportes, y no solo inculcar los modelos, sus resultados y las técnicas para resolverlos.

Tercero, los mencionados artículos (auto) críticos de grandes economistas, además de ser por lo general muy agradables y divertidos para leer, ayudarían a mostrar a los estudiantes que gran parte de los mismos teóricos que formulan modelos están conscientes de sus limitaciones. Una discusión en clase de estos artículos seguramente ayudaría a aterrizar y relativizar el aporte de modelos formales y econométricos.

Cuarto, tenemos que acabar con el estatuto de paria que tiene el estudio de caso en nuestra profesión. A veces ya ni se considera como un trabajo científico y se denigra como evidencia anecdótica. Sin embargo, se desarrollaron metodologías no menos estrictas para estudios de casos y contamos con una amplia literatura al respeto. Estudios de casos pueden, por ejemplo, descubrir, especificar o refutar teorías (Masten y sausier, 2002). Tanto como los hechos estilizados hacen parte de un buen estudio econométrico, una sección cualitativa podría agregarles valor. Saber cómo escribir un buen estudio de caso es además una capacidad altamente demandada en las instituciones internacionales.

Finalmente, la carrera de economía a menudo no incluye pasantías obligatorias. Sin duda una práctica ayudaría tanto a aterrizar como a preparar mejor al estudiante a una de las aéreas quizás más interesantes que les ofrece el mercado de trabajo: el de consultor y analista político.

Para cerrar el círculo, quiero terminar nuevamente con Solow (1985: 238):

If I am anywhere near right about this, the interests of scien-tific economics would be better served by a more modest approach. There is enough for us to do without pretending to a degree of completeness and precision which we cannot deliver."


1 Un primer borrador de este artículo ha sido presentado durante el "II Encuentro de Profesores Universitarios de Economía", Asociación Colombiana de Facultades, Programas y Departamentos de Economía (AFADECO) en la Facultad de Economía de la Universidad del Rosario el 3 de Junio del 2011. El autor agradece los organizadores por esta oportunidad y los participantes por las discusiones y preguntas durante este evento.

2 Lora y Ñopo (2009) en un estudio para el BID analizando la formación de economistas en América Latina, encuentran lo siguiente: "[...] los profesores efectivamente están en contacto con el mundo exterior al campus universitario, pero no necesariamente transmiten a sus estudiantes lo que perciben de tal mundo. El gran reto para las universidades, especialmente las públicas, es entonces enfocar su educación en lo que el mercado demanda de los economistas hoy en día."

3 Note que siendo la economía una ciencia social, cuyo objeto es la sociedad, es altamente cuestionable si es posible una división nítida entre análisis positivo y normativo, ya que el mismo análisis positivo contribuye a influenciar el objeto que se estudia: la sociedad.

4 Esta tendencia parece auto-sostenerse y potenciarse (¿path depende-cy?). Publicar en revistas indexadas es primordial para un investigador. Sin embargo, el economista Bruno Frey (2003) muestra que la publicación en estas revistas a menudo requiere una "prostitución intelectual", es decir: el investigador tiene que escribir artículos que no desvíen fuertemente del mainstream. Artículos originales, en el sentido de creativos, nuevos, en cambio tienen poca probabilidad de ser aceptado. Ver también el artículo de Bar-dhan (1993) que analiza la dificultad de publicar en temas de la "periferia" de la economía.

5 Ver también Easterly (2001) para una revisión detallada del fracaso de las teorías de crecimiento en estos sentidos. El autor (p. 41) muestra por ejemplo la predicción basada en el modelo Harrod-Domar para Zambia: Entre 1960 y 1993 el PIB per cápita, considerando las inversiones realizadas, debería haber crecido a alcanzar unos 20.000 USD per cápita. En realidad fue de 600 USD en 1993. Pero lo peor no es el error de la predicción, si no que este modelo de Harrod-Domar ha sido la base para la parte del Revised Minimum Standard Model (RMSM) del Banco Mundial que explica el crecimiento económico y usado hasta hace poco para programar las inversiones, o sea, para hacer recomendaciones políticas.

6 Aquí, Marxistas y Neoclásicos están de acuerdo en su búsqueda de una teoría "mecánica" de la sociedad.

7 Tomando en cuenta, además, qué los problemas de correlación espuria e inversa son ampliamente conocidos en la profesión.

8 E un artículo corto y excelente, Rodrik (2008) hace énfasis en el riesgo de querer aplicar "mejores prácticas" sin tomar en cuenta el contexto institucional. En la realidad, el reto es más bien encontrar las instituciones "second-best" que funcionan.

9 Note que esta alegoría supone, a su vez, que exista realmente este rompecabeza y que se pueda "solucionar". Esto implica, de hecho, una vista de "ingeniería social" típico al pensamiento del economista...

10 Para esta argumentación, según la cual el mundo debería escuchar mucho más a los economistas, recomiendo la lectura de Stigler (1982) y Woodbury (2000).

11 Una lectura muy divertida y a la vez lucida es el artículo de Rubinstein (2006).


Referencias

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