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Revista Colombiana de Psiquiatría

Print version ISSN 0034-7450

rev.colomb.psiquiatr. vol.32 no.1 Bogotá Jan./Mar. 2003

 

Artículo original

El secuestro: su repercusión en las creencias y en la estructura de relaciones en un grupo de familias antioqueñas

Beatriz María Molina Vélez, MSc1 María Eugenia Agudelo Arango, T.S.2 Alfredo de los Ríos, M.D.3 María Victoria Builes Correa, M.D.4 Angélica Ospina Villada, T.S.5 Román Arroyave, Psic.6 Olga Lucía López Jaramillo, T.S.7 Margarita María Vásquez Correa, Psic.8 Carmen Elvira Navia, Psic9

1Magíster en Trabajo Social, especialista en Terapia de Familia, Departamento de Psiquiatría, Facultad de Medicina, Universidad de Antioquia. Correo electrónico: bemol@epm.net.co
2Trabajadora Social, especialista en Terapia de Familia, Departamento de Psiquiatría, Facultad de Medicina, Universidad de Antioquia. Correo electrónico: maruagudelo@epm.net.co
3Médico psiquiatra, especialista en Criminología Psiquiátrica, Departamento de Psiquiatría, Facultad de Medicina, Universidad de Antioquia. Dirección electrónica: alfredo@epm.net.co
4Médica cirujana, especialista en Terapia Familiar, Departamento de Psiquiatría, Facultad de Medicina, Universidad de Antioquia. Correo electrónico: mbuiles_correa@hotmail.com
5Trabajadora social, especialista en Psicología Clínica con énfasis en Salud Mental, Departamento de Psiquiatría, Facultad de Medicina, Universidad de Antioquia. Correo electrónico: angelicaospinavillada@yahoo.com
6Psicólogo e historiador, estudiante de la Especialización en Terapia Familiar, Departamento de Psiquiatría, Facultad de Medicina, Universidad de Antioquia.
7Trabajadora Social, terapeuta familiar, Instituto de Estudios Regionales, Universidad de Antioquia. Correo electrónico: alopez@iner.udea.edu.co
8Psicóloga clínica, Programa de Asistencia Integral al Secuestrado, Fundación País Libre, Seccional Medellín.
9Psicóloga clínica, M.A., asesora externa. Dirección electrónica: carmen_e_navia@yahoo.com

El secuestro es una soga que amarra por los dos extremos, por uno al rehén, a la prenda humana y por el otro a la familia, a su parentela próxima. Se trata entonces de utilizar un cautivo como torniquete para que tire la cuerda, para que tensione al máximo, hasta desesperar a su propio grupo familiar.

Nicolás Buenaventura


Resumen

Se investigó en forma multidi mensional el secuestro, acto sociopolítico del conflicto armado interno en Colombia, y su impacto en las relaciones y paradigmas de 32 familias de Antioquia, departamento que ocupa el primer puesto en el país y en el mundo con respecto a esta situación. Tales relaciones y paradigmas se evaluaron en un periodo supuestamente crítico, cuatro a nueve meses después de la liberación. El objetivo fue describir las interacciones y las creencias de familias afectadas con un secuestro y su asociación con la alteración del equilibrio y la necesidad terapéutica individual y familiar.

Los instrumentos aplicados fueron entrevista colaborativa-reflexiva, escala de visión del mundo y genograma. Los resultados señalaron que las familias definieron la unión como esencial a su identidad y como creencia proyectada a dos pilares culturales, el dinero y la religiosidad. La estructura de relaciones era muy cercana y después del cautiverio la pareja fue más simétrica, el padre se unió a los hijos y la jerarquía fue democrática. Lo religioso-práctico y la habilidad negociadora se fortalecieron. Por último, la credibilidad en el Estado disminuyó, pues sintieron que éste los abandonó.

La mayoría enfrentó exitosamente el secuestro, pero el 85% lo connotó de manera negativa. El 28% presentó algún subsistema tensionado: pérdidas, explosión de vulnerabilidades y encierro. Se dieron dos asociaciones significativas: las relaciones con conflicto o distanciamiento y el tratamiento familiar y un escaso compromiso con la vida y el individual.

Palabras clave

Secuestro, familia, relaciones, creencias, tratamiento.


Abstract

Kidnapping, a sociopolitical act of the internal conflict in Colombia, and its impact on the relations and paradigms of 32 Antioqueño families (Department that occupies the first place in the country and the world with regards to this situation), was investigated in a multidimensional way. Such relations and paradigms were evaluated in a suposedly critical period, four to nine months after liberation. The objective was to describe the interactions and beliefs of families affected by kidnapping and its association with the alteration of balance and therapeutical needs of individuals and families.

The instruments applied were: reflexive-collaborative interview, scale of vision of the world and genogram. The results indicated that families defined union as an essential part of their identity and as a belief proyected two to cultural values: money and religiosity. The structure of relations was very close and after captivity, the couple was more simmetrical, the father became closer to his children and jerarchy was more democratical. The religious practice and the negotiating skill strengthened. Finally, trust on the state diminished, since they felt they were abandoned by it.

The majority faced kidnapping successfully, but 85% defined it negatively. 28% presented a certain subsystem tension: loss, explosion of vulnerabilities and closedness. Two significant associations were given: the relations with conflict or gaining distance, family treatment, and a low commitment with life and the individual.

Key Words

Kidnapping, family, relations, beliefs, treatment.


Introducción

El presente trabajo es un estudio descriptivo social y psicológico de familias antioqueñas que atravesaron la experiencia de un secuestro extorsivo económico. Los estudios respectivos han sido pocos, con una tendencia hacia lo individual; por eso esta investigación se centra en la familia como protagonista del secuestro. Es necesario tener en cuenta que, desde la dimensión social, es un fenómeno que se ubica dentro de un contexto sociopolítico; es una manifestación específica que la violencia política toma en Colombia, y, en particular, es la expresión del conflicto armado interno que tiene tres explicaciones: el cambio en la concepción y ejercicio del Estado, la orientación económica hacia el neoliberalismo y la expansión del narcotráfico (1).

Colombia ha sido declarado como el país más violento del mundo en tasas de homicidios: 56/100.000 habitantes en el 2000 (2). Con relación al secuestro, también ocupa el primer lugar en el mundo, seguido muy de lejos por México y por Brasil, países que no tienen guerrilla, pero sí un fuerte movimiento delictivo (3). En el 2001 Colombia tuvo 3.041 secuestros y Antioquia 601, con lo que se convirtió en el departamento con los índices más elevados, desde hace varios años (4), véase Figura 1.

La dimensión social del secuestro ha tenido larga trayectoria, se remonta a la época de la Conquista, cuando los españoles secuestraban caciques y cobraban rescate en oro (5). Hoy en día se ha acentuado el carácter extorsivo económico, que es el tipo de secuestro más común en Colombia y es ejercido, en primer lugar, por la guerrilla como una de sus fuentes de financiación, es decir, para aumentar su pie de fuerza, controlar territorios y expandir su influencia armada por todo el país (6), y, en segundo lugar, por la delincuencia común, por medio de grupos organizados o de empresas delictivas.

Por secuestro extorsivo económico se entiende que el cautivo es canjeado por dinero, no por libertades políticas o por cualquier otra razón. Además, el objetivo puede ser una persona o varias, en forma masiva.

El desajuste en el sistema sociopolítico y económico colombiano tiene serias implicaciones en las familias y en las personas. Estas tensiones pueden afectar a sus integrantes física o psíquicamente o con riesgo de muerte, y esto puede llevarlos a enfrentar los grandes desafíos de la vida. Sus efectos pueden convertirse en factores protectores de la salud o de riesgo para sus integrantes (7).

Desde las dimensiones psicológica individual y psicológica familiar, el secuestro ha sido visto y tratado como un trauma o como una crisis. Nuestro estudio está centrado en entenderlo como una pérdida ambigua, pues se define en términos relacionales, posibilita ver el impacto en la familia y se concibe como la pérdida incompleta e incierta cuando el estatus de un ser querido permanece confuso e indefinido. Es la más estresante de las pérdidas y puede ser de dos tipos: físicamente ausente y psicológicamente presente o viceversa. El secuestro corresponde al primer tipo (8).

La familia, como unidad básica de la investigación, fue caracterizada basándose en estudios que han demostrado que un solo dominio no la representa, sino que el interjuego de varios permite su mejor conocimiento (9).

Los dominios que se tuvieron en cuenta para este trabajo fueron el paradigma de creencias, la estructura de relaciones y el funcionamiento. Las creencias dieron cuenta de la visión del mundo que las familias tenían acerca de su vida y ofrecen conceptos a las situaciones experimentales y a las percepciones de sus realidades. Las relaciones evidenciaron los vínculos, la comunicación y el abordaje de las diferencias, y las funciones son las acciones que dan vida a la organización.

Las creencias desempeñan un papel fundamental en las actitudes y en la conducta, ya que tienen gran relevancia en la configuración de la capacidad de respuesta y de adaptación de una familia frente a una enfermedad física, emocional o un evento catastrófico como un secuestro (10). Comprenden los significados, los principios religiosos y espirituales y las actitudes morales organizadas en tres áreas: la habilidad en la adversidad, las fortalezas y posibilidades y los valores trascendentales.

De este modo, basándose en la estructura y funcionamiento familiar, se tuvieron en cuenta dos constructos recientemente desarrollados: la competencia familiar, referida a la unidad que realiza bien sus funciones y ofrece apoyo eficaz a sus miembros (11), y la resilencia familiar, caracterizada por los procesos de ajuste y de adaptación, que negocian el estrés y le permiten a la familia superar la crisis y resistir las penurias. En últimas, se asocian con la manera de afrontar y de manejar una experiencia potencialmente destructiva (7).

Esta investigación se realizó con un grupo de familias antioqueñas y el secuestro se contextualizó en la idiosincrasia de este pueblo. La cultura antioqueña, por tradición, se ha centrado en la trilogía: religión, familia y riqueza (12), por eso estas bases sirvieron de fundamento para entender, en parte, su particularidad.

La pregunta de nuestra investigación fue ¿cuál es el vínculo entre el paradigma de creencias y la estructura de relaciones de un grupo de familias víctima de un secuestro extorsivo económico y la alteración del equilibrio, que llevó a la necesidad de tratamiento individual y familiar?

Metodología

Participantes

En la investigación participaron 32 familias que cumplían los requisitos de inclusión: secuestro extorsivo económico de primera vez, periodo de liberación entre cuatro y nueve meses —el más crítico después del cautiverio según el estudio nacional sobre secuestro (13)—, de origen y residencia antioqueña y asistencia a la entrevista de dos personas. Las familias correspondieron al 24% (32 de 133) del total de estos secuestros en el Departamento de Antioquia, en el 2001 (4).

Se contactaron 34 familias de las cuales aceptaron 32. Las dos que se rehusaron expresaron temores a revivir el doloroso suceso y no se diferenciaron en los aspectos sociodemográficos de las que aceptaron. El 69% procedió de la capital, Medellín, y el resto de otras partes del departamento (porcentaje representativo de la población estudiada). Para la selección de las familias se recurrió a familiares, amigos y conocidos de los investigadores ante la negativa de colaboración de instituciones de atención al secuestrado. Algunas de las entrevistadas refirieron otras que se basaban en métodos de redes. La descripción de las personas secuestradas fue la siguiente: la mayoría fue hombres (78%), en la posición de padre (56%) y la edad promedio fue de 47 años en un rango de 24 a 74 años. Las mujeres se ubicaron en rangos menores, de 24 a 39 años. La ocupación mayoritaria fue la de comerciante, muy propia de esta región. Con relación a las familias, una buena parte fue nuclear (81,3%). Asistieron a la entrevista un promedio de tres personas, correspondientes al 70% de lo esperado. El estrato social fue definido según los criterios de Empresas Públicas de Medellín, entidad pública de prestación de servicios básicos. Según su clasificación, los estratos que predominaron fueron el 3 y el 4 (medio) con un 62%, seguido del 5 y 6 (alto) en un 37,5%. Las etapas del ciclo vital familiar predominantes fueron la adolescencia de los hijos y su salida del hogar. Cuatro secuestros fueron de tipo múltiple: ambos cónyuges, padre e hijo y hermanos.

Procedimientos

Contactada la familia que reunía los requisitos, se le dio la información pertinente en forma verbal y escrita, primero con el intermediario que la conocía y luego en el contacto directo con los investigadores. Una vez el secuestrado y su familia aceptaban, se acordó lugar, fecha y asistentes a la sesión. Ésta se llevó a cabo la mayoría de las veces en sus casas.

La entrevista estuvo conducida por dos expertos en terapia familiar. Se inició con una presentación y explicación de los fines, las formas y los beneficios del estudio. El primer paso fue aplicar dos encuestas sobre creencias y funcionamiento a los mayores de doce años que supieran leer y escribir. El segundo fue realizar la entrevista de tipo reflexiva-colaborativa. Al final, los entrevistadores conversa ron entre ellos para presentar a las familias una reflexión de lo tratado, a lo que cada una respondió con su propia metarreflexión.

Medidas

Basándose en la pregunta del estudio, esta investigación se focalizó en el paradigma de creencias familiares y específicas del secuestro, en la estructura de relaciones y en la necesidad de tratamiento individual o familiar.

Las variables de creencias familiares generales

Las variables de las creencias familiares son autoimagen, metas, fortalezas y debilidades y tendencias al optimismo; sin embargo, las específicas de la cultura antioqueña (las prácticas religiosas, el valor del dinero y la habilidad negociante), los significados del secuestro y sus efectos en las relaciones fueron evaluados cualitativamente con la entrevista familiar semiestructurada de tipo colaborativa-reflexiva. Téngase en cuenta que para la selección de algunos temas se contó con su creadora, Harlene Anderson, quien también elaboró el modelo de lenguaje colaborativo en terapia familiar (14).

En esta entrevista se abordaron tres aspectos: (1) la autoimagen familiar; (2) las creencias culturales antioqueñas y las consecuencias del secuestro en las relaciones, las capacidades y limitaciones de la familia, y (3) los significados que incidieron en su impacto. Como conclusión se definió el estado de alteración del equilibrio general o individual y se decidió de común acuerdo la necesidad de la ayuda. Las entrevistas duraron entre dos y tres horas, fueron grabadas y transcritas para facilitar su análisis.

La variable de alteración del equilibrio individual

Esta variable, que incluye la alteración del equilibrio del secuestrado, así como la alteración del equilibrio familiar que requirió tratamiento, se definió, por consenso entre éstos y los entrevistadores, como conclusión de la evaluación. Basándose en el acuerdo se ofreció ayuda en el Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Antioquia.

Pasados entre uno y dos meses se hizo una entrevista telefónica de seguimiento sugerida por un terapeuta de familia experto en el tema (15). Su objetivo fue observar el impacto de la entrevista en efectos generales, cambios relacionales y creencias. Se reportará en informes posteriores.

La estructura de relaciones

La estructura de relaciones se evaluó mediante el genograma elaborado por los entrevistadores, basándose en la sesiones realizadas. Este instrumento fue diseñado para caracterizar a la familia como un sistema y para señalar las particularidades de los miembros y sus interacciones. Tiene varios tipos de información, pero se seleccionaron específicamente las relaciones. Los subsistemas se categorizaron en relaciones: muy cercanas, cercanas, en conflicto, en distancia y rotas. La tendencia relacional se definió en relaciones cercanas y con un subsistema en conflicto o distancia. Por último, se establecieron combinaciones entre las generaciones y dentro de cada una (16).

Las creencias familiares generales

Las creencias familiares se refirieron a la visión del mundo —conformada por una serie de supuestos y concepciones acerca de la vida—, que contribuye a interpretar la realidad y a coordinar la acción social. Fueron evaluadas con la escala de visión del mundo, que es un instrumento de autorreporte utilizado para evaluar el paradigma de creencias e hizo parte del estudio de Salud Familiar de California (9). Fue traducido al español por ellos, y se ha aplicado en diversas culturas y en población latina. Lawrence Fisher nos colaboró en la selección de las subescalas, basándose en información sobre la familia antioqueña, así: coherencia, religiosidad, compromiso con la vida, división de roles por sexo y actividades separadas de los cónyuges (17).

Los ítemes se calificaron entre acuerdo frente a desacuerdo, en una escala de Likert del uno al siete. De este modo, el puntaje de cada subescala se obtuvo sumando sus correspondientes puntos, y reflejó la opinión de la familia como unidad. Su coeficiente de confiabilidad estuvo entre 0,64 y 0,89 (9).

Análisis de datos

Los datos del estudio se analizaron con métodos cuantitativos y cualitativos. Las características generales de la familia y del secuestro, la estructura familiar y la visión del mundo fueron procesados mediante el SPSS 10.0. Para los datos categóricos se utilizaron frecuencias y porcentajes y con los datos continuos se exploró si tenían distribución normal con la prueba de Shapiro-Wilk y se emplearon promedios y desviaciones estándar cuando tenían una distribución normal, y medianas y rango intercuartílico cuando no la tenían.

Además, se exploró la asociación entre la necesidad de tratamiento y las relaciones familiares con chi cuadrado y prueba exacta de Fisher e, igualmente, se hizo entre la necesidad de tratamiento y las creencias según la escala de visión del mundo con la t de Student. Se usó un nivel se significancia del 5%.

La comparación de los datos cualitativos de la entrevista se llevó a cabo con un examen de contenido de cada aspecto o variable, el cual se basó en categorías emergentes que fueron surgiendo del proceso. Luego, al articularlas, se analizaron para dar cuenta de algunos datos de la pregunta de investigación. Ellos contribuyeron a responderla y otros, a establecer nuevos datos, conexiones y preguntas.

Resultados

Se observaron cifras similares en casi todas las creencias, según las escala de visión del mundo, con una ligera predominancia de la coherencia familiar y de los roles sexuales tradicionales (véase Tabla 1). El primer factor se asoció al grado de unión y en el estudio de California (9) mostró ser la variable de mayor influencia en la salud individual, es decir, dicha coherencia indica en manos de quién está el control de la vida familiar: personas de la familia o fuerzas externas como la suerte, la fortuna, el Estado, y funciona como necesidad en momentos de crisis. El segundo factor sugiere una característica que persiste en la cultura, así el secuestro haya promovido en algunos casos una relación marital simétrica.

Sorpresivamente las convicciones religiosas no tuvieron los promedios altos esperados en la cultura antioqueña (12). Sin embargo, sus prácticas con respecto al evento fueron armas poderosas para el rescate, según lo observado en la sesión, con porcentajes superiores al 82%, al sumar los de las categorías «de acuerdo» y «fuertemente de acuerdo» en los ítenes referidos a la religión como fuerza y a la oración especialmente a la colectiva (véase Tabla 2).

La información sobre creencias fue ampliada en la entrevista. Al abordar el concepto de autoimagen, se destacó la unión como la cualidad mayor de su identidad, esto es, intensa, expresada en aspectos como apoyo, colaboración, cohesión, fuertes vínculos emocionales internos con los miembros de la familia y externos con la movilización de las familias de origen, los amigos, los vecinos y en algunos casos con jefes y compañeros de trabajo. En consecuencia, fue definida como el proceso que más ayudó en la recuperación del secuestrado. Esta cohesión se proyectó en dos ejes de esta cultura. En el económico, el dinero del rescate se reunió colectivamente; en el religioso, se conformaron grupos solidarios y numerosos para rezar por la liberación del secuestrado. La segunda cualidad de la autoimagen fue la responsabilidad hacia los hijos, en la mitad de los casos constituida como un patrón familiar arraigado.

Al destacar sus fortalezas, las familias mencionaron de nuevo la cohesión, como recurso y estrategia en el 78% de los casos, asociada a su capacidad de lucha o coraje para superar dificultades menores y crisis mayores, elemento básico de la resiliencia familiar. La mayor debilidad se concentró para el 78% de las familias en la comunicación, especialmente en la expresión de la rabia, el enojo y la sensación de abandono y desprotección que vivieron. Este malestar se manifestó en silencios, problemas de salud o de conducta, aumento del consumo del licor, irritabilidad y aumento de la rigidez.

Las metas familiares en la mitad de los casos se centraron en el bienestar de los hijos, característica cultural antioqueña, percibida en la autoimagen familiar y afianzada después de la liberación. En otros casos se describieron metas de paz, tranquilidad y fortalecimiento de valores espirituales. Un número reducido de familias perdió sus objetivos de vida después del secuestro.

Con relación a la tendencia hacia el optimismo, la mitad de las familias sintió que éste descendió en dos formas: con vulnerabilidad, intranquilidad, confusión y tristeza o con incredulidad y desconfianza hacia las autoridades gubernamentales. Una tercera parte explicó que su optimismo no bajó, pero se sintieron enfrentados al peor momento de sus vidas.

El contexto sociopolítico del conflicto armado interno colombiano y la impotencia del Estado para controlar el secuestro influyeron en las creencias sobre éste (18), en sus condiciones y en su manejo. Existen elementos del secuestro que son estresores adicionales para la familia y para la persona, y que algunos autores han resumido en (19): el tiempo, con una duración promedio de 33 días, en un rango entre 1 y 273, y el trato dado por los captores, que en el 72% de los casos se definió como deficiente — ejemplos de situaciones extremas fueron la alimentación: «en el plato del perro me daban sus sobrados»; la forma de dormir: «me prestaron un machete para cortar yerba en que acostarme»; el maltrato físico: tortura, caminatas extenuantes, permanecer amarrado y dentro de una cueva, y el maltrato psicológico: «me amenazaban de muerte», «me vendían la idea de que no le importaba a mi familia» (a la mayoría se les negó el contacto con sus seres queridos)-.

El 85% de las familias connotó negativamente el secuestro a través de expresiones como «aberrante », «atroz», «verdadera infamia», «no alcanza uno a recuperarse de esto». Algunos lo refirieron como negocio y conjuntamente a la habilidad para negociar que ha tenido el hombre de esta región. (12). La capacidad financiera como valor y estrategia práctica fue una fortaleza para superar el evento catastrófico en el 81% de las familias, con el regateo, mentir con exageraciones y echar cuentos. El 62% de las familias valoraron menos el dinero y apreciaron más las relaciones familiares después del cautiverio.

Con relación a la confianza y a la credibilidad para con el Estado y con los organismos contra el secuestro, la gran mayoría de las familias las calificó en forma muy crítica como deplorables y atroces.

Las explicaciones se apoyaron en la situación del país, en condiciones particulares, pero ante todo en la experiencia que tuvieron y en el abandono que evidenció el Estado hacia ellos. La vivencia propia a veces aumentó la idea de ineficiencia gubernamental que ya traían. Esto se relaciona posiblemente con los datos de las figuras 2 y 3, donde se observa una diferencia de la proporción entre liberados y rescatados en Colombia y Antioquia, siendo mayor en este departamento, donde se evidencia un mayor número de liberados por su propios medios que rescatados por el gobierno. La estructura relacional elaborada por medio del genograma durante la entrevista muestra las características de los vínculos entre los diferentes subsistemas.

Predominaron con porcentajes mayores del 68% las interacciones de cercanía y mucha cercanía (Tabla 3). Los subsistemas de mayor cohesión fueron: madrehijos y los fraternales. Las de menor unión fueron las relaciones conyugales y las del padre con los hijos. Las relaciones en conflicto o con alejamiento se presentaron en una tercera parte de las familias así: el enfrentamiento se dio más entre hermanos y la distancia en la pareja.

Con relación a la tendencia general de las relaciones, predominó consecuentemente la alta unidad entre todos. Surgió la pregunta de si esta fuerte unidad era una condición previa o si aumentó por la solidaridad que el secuestro exigió.

En la entrevista explicaron los cambios relacionales posteriores al secuestro, así: mayor simetría en la relación marital, aumento de la cercanía del padre a los hijos y reforzamiento de la unión interna y con las familias de origen. Estas condiciones se dieron por medio de afecto y seguridad que, en momentos de conflicto, como una guerra, son elementos básicos de manejo.

Además de observar el impacto del secuestro en las relaciones y creencias, se buscó la asociación entre los aspectos anteriores y la necesidad de tratamiento individual o familiar como indicadores de una alteración en el respectivo equilibrio Un total de seis personas (seis secuestrados) y cinco familias lo requirieron. Los datos significativos se encontraron en la relación entre la estructura y la necesidad de ayuda familiar. Un hallazgo importante fue la necesidad de realizar intervención para las familias que tenían un subsistema con tensión conflictiva o de distancia, evaluadas clínicamente por los entrevistadores (véase Tabla 4).

Se relacionaron las creencias con la ayuda individual, y se encontró una asociación significativa: las personas con menor compromiso con la vida, entendido como la responsabilidad de tratar lo nuevo, disfrutar el cambio y medir los riesgos de la vida, evidenciaron una mayor necesidad de tratamiento individual (Tabla 5).

Esta condición se relacionó con la autonomía, posiblemente vulnerada en el secuestro con la pérdida de la libertad durante el cautiverio y otras pérdidas durante la liberación que llevaron a preguntarse por qué y para qué vivir.

Entre estas últimas vale la pena anotar la iliquidez económica, la pérdida del trabajo, la de propiedades donde se vivía y laboraba, la del entorno y la de amigos, entre otros. Esta acumulación aumentó el abandono de objetivos de vida y la desesperanza.

No se encontró asociación significativa entre la necesidad de ayuda terapéutica individual y las relaciones, o entre la intervención familiar y las creencias.

Un resumen de los resultados mostró que la mayoría de las familias tenía una sensación de bienestar general en sus creencias y relaciones, fortalecida en general por una gran unión y capacidad de lucha y en particular por la fuerza religiosa práctica y la habilidad de negociar. Todos estos aspectos se constituyeron en los elementos de su competencia familiar.

Discusión

De acuerdo con las teorías y con los estudios revisados, éste es el primer trabajo en Colombia que correlacionó en forma multidimensional los diversos aspectos de la vida de una familia con el secuestro como duelo ambiguo, en sus condiciones y sus significados.

El estudio señala tres asuntos de importancia para investigadores y clínicos: el secuestro se da en un contexto de violencia y conflicto armado interno, el fenómeno se enfoca como un duelo ambiguo asociado a sus relaciones y creencias y las fortalezas familiares y la connotación negativa del evento fundamentaron el abordaje terapéutico.

El secuestro fue considerado por las familias del estudio como un ultraje a dos derechos fundamentales del ser humano: la vida y la libertad. No obstante, movilizó sus potencialidades de forma que no permitieron su derrumbamiento ni en desintegración, ni en conflicto, y demostraron su fuerte resiliencia familiar. El marco de referencia teórica del estudio es novedoso, porque no hizo hincapié en la patología individual o en la del grupo nuclear. En primer lugar, se utilizaron conceptos descriptivos para evidenciar cómo se estructuraron y trabajaron las familias, con un enfoque de los dominios bien definidos: la estructura, las creencias y el secuestro en sus condiciones y significados.

En segundo lugar el secuestro fue considerado como una pérdida ambigua, y así lo asumieron las familias. «Fue la experiencia más dura y llena de incertidumbre, que puede vivir una persona», otra expresó: «para la familia el secuestro significó una pausa en el tiempo, una castración de ideales y de metas, una incertidumbre y una angustia al no saber qué pasaría en el futuro».

Conceptos como trauma y crisis no se utilizaron de la misma manera que en la mayoría de trabajos previos. Sin ese acento pudo observarse que un suceso de ese tipo no siempre es destructivo. Sin duda deja huellas profundas, sin embargo, un buen número de familias se sobrepuso y preservó su estructura y su funcionamiento. Este hallazgo es diferente a lo planteado por algunos expertos en el tema, quienes afirman que es el carácter catastrófico del evento mismo el que genera el desequilibrio y no la organización previa de la familia. Incluso han denominado tal descompensación como traumatización secundaria, por el desarrollo de pruebas clínicas en otra persona diferente al secuestrado o el hecho de tener que apoyar a quien padece los síntomas (8). Esta afirmación también se presta a dudas, porque las familias pudieron estar sujetas simultáneamente a otros eventos y problemas que lograron afectarlas negativamente.

En su conjunto, la investigación mostró las capacidades, las potencialidades y las cualidades de las familias, las cuales les permitieron superar con éxito una situación extrema y cercana a la muerte, para uno de sus miembros. Su paradigma estuvo basado en la competencia familiar para hacerle frente a una situación ambigua y orientado a sus fortalezas.

La estructura de la familia en sus relaciones de cercanía y de fortalecimiento del sistema, en todos sus aspectos, expresado en lo que denominaron unión con relaciones de afecto y seguridad indispensables en situaciones de guerra, fue el recurso más potente para abordar el secuestro y sus efectos. Esta conectividad atravesó y se integró a la estructura, el funcionamiento y las creencias. Fue tan fuerte que en uno de los casos produjo la reconciliación del secuestrado con suex esposa e hija después de diez años de ruptura total. Otro indicador de este enlace afectivo fue la superación y la conservación de los vínculos afectivos después de eventos críticos previos, como en el caso de una familia que meses antes afrontó el fallecimiento de la hija mayor tras una penosa enfermedad y el fortalecimiento de la unidad que vivieron, se constituyó en su mayor fortaleza para afrontar el secuestro de padre. Esta situación no se puede generalizar, porque el secuestro pudo oscurecer el efecto de otros sucesos significativos.

Con posterioridad al secuestro, tres procesos interaccionales se fortificaron: (a) se dio una mayor simetría en la relación marital, en parte por el exitoso desempeño de la mujer, quien asumió la negociación, porque la mayoría de los secuestrados fueron hombres. Se ha afirmado que las familias con menores estereotipos de género son más funcionales. (b) El liderazgo se movilizó hacia modelos más firmes y democráticos, hecho que logró más armonía entre los cónyuges, con una participación importante de los descendientes, recurso clave en el manejo del duelo ambiguo. (c) Se evidenció un mayor acercamiento afectivo del padre hacia los hijos, conectado probablemente con el cambio iniciado en el cautiverio al valorar más a los parientes que al dinero. Experimentaron que la familia es lo único que cuenta y que se había perdido un tiempo precioso para compartir con los suyos.

Las creencias fueron el segundo dominio más movilizado durante el secuestro, con la permanencia y el fortalecimiento de las anteriores, con la aparición de nuevos valores que perduraron y con el debilitamiento de otros ya agotados, como la confianza en el Estado. Se fortalecieron las creencias religiosas y los valores espirituales como energía vital y se intensificó la idea de Dios como el que ayudó en la recuperación del cautivo. La espiritualidad se definió como la fuerza de los valores internos que dan sentido a la vida, la sensación de integridad y la conexión con otros. Se aumentaron las prácticas religiosas informales, especialmente las de tipo popular, que convocaron a parientes y amigos en novenas y grupos de oración.

De igual forma, se valoró la habilidad del antioqueño para negociar, la cual debió utilizarse con mayor originalidad y fue puesta a prueba con relativo éxito. Valores previos, de carácter individual, mostraron solidez como pilares para enfrentar el plagio, por ejemplo, la honestidad, el respeto y el compromiso con la vida. Uno de los hallazgos más interesantes del estudio fue la desconexión a la que llegaron las familias con los organismos del Estado creados específicamente para ayudar a los secuestrados, como el Ejército Nacional y la Policía Nacional y con entidades privadas que podían ayudarles. La credibilidad en el Estado como ente protector y defensor de los derechos fue muy precaria y, en efecto, quedó muy resquebrajada, y sus consecuencias a mediano y largo plazo son preocupantes e impredecibles. Esto se apoyó en la sensación del vacío de poder efectivo y en la impresión de estar solos para afrontar este problema. Se aumentó la desconfianza hacia dichos organismos.

En ocasiones el secuestrado pareció haber superado la experiencia, pero la mirada al sistema completo mostró que otra persona del grupo familiar, incluido el extenso, se había descompensado. En tales casos las razones posibles de esos hallazgos se resumieron en las siguientes: (a) vulnerabilidades propias de la personalidad del familiar; (b) otro pariente se descompensaba en remplazo del secuestrado, por la existencia de fuertes mecanismos de negación en este último, y (c) una sola persona podía asumir y expresaba el dolor de todos, o del cónyuge o alguno de los hijos y compartía con el liberado el efecto del sufrimiento emocional. Estas condiciones propiciaron en parte la aparición de síntomas.

En el plano individual se dio algo sugestivo: la ambigüedad y la ambivalencia propias de este tipo de duelo se evidenciaron más durante el cautiverio, según lo expresado por las familias. Esto inicialmente perturbó, preocupó y a veces descompensó el grupo familiar. En la liberación se mejoraron estas condiciones, debido quizá al regreso de la persona secuestrada, y a la sensación de que la salida del cautiverio fue lograda con el producto de los esfuerzos familiares. La coherencia, una de sus creencias mayores, se asoció al liderazgo firme y seguro que permitió el control interno de la familia y la superación del evento estresante.

Esta situación de malestar se generó al vivirse como una confrontación cercana con la muerte que a veces no logró ser simbolizada y se reflejó en expresiones como «no existen palabras para describirlo ». Para otros, lo negativo estuvo constituido por las condiciones generales y extremas del cautiverio, especialmente en los casos de maltrato físico y emocional, que vivieron como una ofensa a su esencia personal. Ejemplos de estos casos son estas expresiones: «ellos manipularon el temor del secuestrado, parecieran que gozaran de él. Le decían: váyase olvidando de su familia». En un sentido más directo: «recibí tortura física, amenazas de muerte y esto fue lo más difícil, saber que me iba a morir, más cuando había intimidación con armas». Puede decirse que en muchos casos se sintieron como una mercancía, a la que los captores tenían que sacarle todas las ganancias posibles, con una mínima inversión.

Una minoría de familias connotó el secuestro con algún sentido positivo. Se asentó en el perdón y en el crecimiento humano y moral, producto de la superación de sus efectos. Una familia expresó claramente: «hubo un acercamiento al lado humano y sentimental de uno mismo y de los otros, y se dio un reconocimiento, valoración y respeto a los sentimientos de las personas». En estos casos cabe la pregunta de si estas representaciones son mecanismos necesarios que ayudaron a resignificar o a disminuir el sufrimiento de algunos, especialmente por los aprendizajes que lograron y la revaloración de la vida familiar y de la espiritualidad.

En cuanto a la concepción que las familias tenían del secuestro y la incidencia en su manejo y en sus efectos, se percibió que no lo consideraran como un negocio en sí mismo, pero sí en su solución. Esta situación estimuló de manera muy probable el despliegue de las habilidades propias del antioqueño para negociar y comerciar, para enfrentarlo como experto, disminuir sus temores y amortiguar las consecuencias negativas. Los estudios muestran que cuando el secuestro se asume como un negocio que hay que resolver, las personas salen menos afectadas (20). Este trabajo mostró que la capacidad para superarlo como tal, es decir, utilizando las propias habilidades, tuvo quizá resultados menos perjudiciales.

En conclusión, la unión y la fortaleza espiritual que se hicieron visibles en la conformación de lazos sólidos entre los parientes y con la comunidad fueron, para las familias y para los investigadores, los elementos más valiosos para afrontar y superar una situación dura. Su visibilidad y su eficacia hicieron de ambos aspectos los dos elementos básicos de su resiliencia familiar, con la que afrontaron bien la adversidad del secuestro y, a su vez, se constituyeron en los pilares de la liberación.

Aunque en otros estudios se reportó que el segundo periodo más crítico para las familias después del cautiverio se dio en la etapa posliberación, entre los cuatro y los nueve meses (13), un hallazgo diferente fue que en nuestro estudio dicho periodo no mostró mucho desequilibrio familiar ni individual. Un número grande del grupo de familias antioqueñas estudiadas expresó que logró sobrevivir bien el evento, a partir de la percepción de su autoimagen con un reforzamiento de los vínculos afectivos y de apoyo, unas relaciones fuertemente solidarias, funciones que consideraban adecuadas y un conjunto de creencias orientadas hacia su compromiso y lucha por la vida. La investigación plantea unas implicaciones clínicas, fundamentadas más en supuestos que en respuestas definitivas. Se resumen en los siguientes puntos:

En primer lugar, la estructura relacional, la ejecución funcional y el paradigma de creencias que se basan en el optimismo, en la religiosidad y en la valoración de la familia eran probable- mente adecuados con anterioridad al secuestro. El trabajo mostró cómo las familias con estas bases enfrentaron una experiencia catastrófica, amortiguaron el estrés natural del evento, se reorganizaron efectivamente y continuaron hacia adelante con la vida.

En segundo lugar, ante el reto de enfrentar un evento atroz y sentirse solas para hacerlo, las familias debieron desplegar todo su potencial y sus recursos internos para rescatar con vida a su pariente. Algunas cualidades previas debieron fortalecerse, por ejemplo, la cohesión, la flexibilidad en los roles y la autoridad democrática. Las debilidades tuvieron que rehabilitarse, tal fue el caso de las relaciones distantes o rotas en las cuales fue necesaria la reconciliación. Este tipo de relaciones se constituye en un factor de riesgo en el enfrentamiento de eventos como el secuestro. Éste sería un primer tipo de familias encontradas en el trabajo, denominadas sobrevivientes, caracterizadas por un buen funcionamiento previo, una fuerte cohesión, un sentido de optimismo, una persistencia de las fortalezas usadas y un desenlace de liberación. Surge la pregunta de la descripción de otros finales como la muerte o la desaparición.

En tercer lugar, un paradigma de creencias asentado en el contexto general y en la cultura paisa, arraigado y acoplado en los tres pilares específicos, fue definitivo en el afrontamiento exitoso del secuestro: la riqueza, en el empuje en las actividades y empresas, con un foco en la productividad y en la ganancia; la religión, como práctica instrumental y como fuerza que puede oponerse a los secuestradores, y la familia, con su capacidad poderosa de unión y capacidad de lucha. La creencia mayoritaria en las grandes habilidades del antioqueño para negociar, asentadas en el arte del regateo, el valor de su palabra en las grandes y pequeñas transacciones de dinero, su posición táctica de no moverse más allá de una suma fijada y la capacidad para demostrar, por su astucia y habilidad verbal, sólo una parte de sus bienes se constituyó en un contribuyente ingenioso para lograr la solución de secuestro como negocio. Desde otras perspectivas hay quienes dicen que estos valores tradicionales están también en la base del problema de violencia de nuestro departamento y pueden traer otras consecuencias.

Por último, pero no por ello menos importante, fue el referente teórico con el cual se fundamentó el trabajo. Acercarse como observador para entender cómo son y cómo están, y con la representación del secuestro a manera de duelo ambiguo y como adversidad que sacó a luz las fortalezas desempeñó un papel de valoración de las fortalezas y pudo disminuir la apreciación de las dificultades.

Si uno se detiene más a fondo en las familias con algún grado de alteración en el equilibrio, nos encontramos con el segundo tipo de familias del estudio, definidas como estancadas. Sus condiciones fueron las siguientes: relaciones distantes o conflictivas, a veces como producto de la tensión del plagio; vulnerabilidad previa; sensación de no futuro; negación y aislamiento, y síntomas en el secuestrado o en otro miembro de la familia. Algunas familias se encerraron por temor a salir y a ser víctimas de una nueva captura; otras se quejaron de un cambio negativo en las relaciones con el familiar que fue secuestrado y liberado, por los síntomas de depresión, ansiedad, inseguridad y miedo con los cuales se reincorporaba al hogar. Las relaciones de alejamiento y enfrentamiento se convirtieron en factor de riesgo para el desequilibrio familiar, mientras que las de apoyo y colaboración fueron protectoras.

En cuanto a las creencias del compromiso con la vida, se observó la devaluación del valor del dinero y el aumento de la incredulidad y desconfianza con las instituciones del Estado. El sentimiento de malestar empeoró cuando al secuestro siguieron otras pérdidas mayores y la sensación era de no tener nada a qué aferrarse.

Un análisis de las familias estancadas sugiere en estos casos dos posibles respuestas. La primera es que sus vulnerabilidades previas familiares e individuales explotaron y emergieron a la superficie ante la magnitud del evento, su carácter catastrófico y el significado nocivo que algunos le asignaron. La segunda es que este suceso impactó los puntos sensibles y exigió manejos específicos que estaban débiles o casi desaparecidos, lo que produjo una eclosión.

Con la aprobación de cinco familias se definió un tratamiento para el grupo familiar y en otras seis se requirió y aceptó la ayuda individual para el que estuvo secuestrado. La mayoría de las veces la intervención familiar se llevó a cabo con la participación de todos sus integrantes.

Conclusiones

Con relación a futuros estudios, sería conveniente un seguimiento a las familias a largo plazo para observar los efectos, la permanencia de sus cambios y la aparición de posibles dificultades. En la investigación y en el tratamiento se mostró la utilidad del modelo colaborativo- reflexivo, basado en una relación democrática y horizontal, de dos coinvestigadores y expertos: el entrevistador en el proceso y la familia en el contenido, con el fin de transformar un problema no viable en una narrativa viable. En varios casos la conversación terapéutica, su apertura y confiabilidad fueron grandes, valoraron especialmente los nuevos significados del secuestro y sus efectos.

Desde el punto de vista clínico, este estudio destaca el valor del tratamiento familiar cuando sea necesario. Basándose en los resultados y en la experiencia de ayuda dada a algunas familias, es posible extraer tres recomendaciones específicas: la primera tiene que ver con el establecimiento de la relación terapéutica que hay que construir progresivamente y que es básica para familias que viven con miedo y desconfianza hacia el mundo externo. En este sentido hay que modificar una actitud común caracterizada por la curiosidad e interés de escudriñar un evento tan dramático como el secuestro. Este asunto vital no debe abordarse de entrada, sino cuando ya se haya creado un clima de gran seguridad.

En segunda instancia, cuando el tema se trate directamente, el respeto y la consideración deben ser posiciones esenciales, el objetivo es ayudarles a todos a reconsiderar el secuestro, a recapitular qué pasó y a evaluar los aprendizajes y pérdidas que dejó, para que puedan construir colectivamente una historia familiar del plagio. De esta manera los silencios son reconsiderados y, como vimos en algunos casos, al ser la primera vez que se sentaban a conversar del tema, lo valoraron positivamente y pudieron darle una perspectiva diferente y más adecuada.

En último lugar, fue necesario colaborar en la transformación de relaciones distantes y de conflicto, factores de riesgo para el desequilibrio, por unas de mayor cercanía. En algunos casos esto no implicó mayores dificultades, pero en otras familias esto se tradujo en procesos intensos a largo plazo por la cronicidad de estos problemas y la tendencia a rupturas. Puede decirse que en el plano preventivo, en los comienzos del cautiverio, la intervención temprana en este tipo de vínculos puede ser factor que disminuya el impacto negativo del secuestro y habilite áreas vitales pata superar el plagio. Para disminuir la sensación de victimización que un evento como éste puede traer, es conveniente llevar a la familia a identificar las fortalezas y las metas que tenían y que contribuyeron al rescate y a posicionarse bien, además de analizar cómo se pueden potenciar dichas cualidades, para que finalmente vivan con la sensación de que el secuestro no los aplastó y que, por el contrario, tuvieron los recursos para vencerlo.

Las fortalezas del estudio se centraron en la respuesta positiva de las familias: su numerosa asistencia, su activa participación y apertura al tema. El marco conceptual escogido y el enfoque en la cultura antioqueña fueron valiosos, porque intentó un acercamiento neutral de investigadores paisas influidos por la misma cultura de las familias. Finalmente, la metodología de combinación cuantitativa y cualitativa y variación de instrumentos y variables consideradas ayudó a una mejor compresión de la relación entre la familia y el secuestro.

Las limitaciones estuvieron en la falta de colaboración de entidades gubernamentales de lucha contra el secuestro, limitado a un solo desenlace, el de liberado; sin estudiar el rescatado, el cautivo y el muerto. En últimas, no haber evaluado con más aspectos y medidas el malestar individual del secuestrado o de otro miembro de la familia, así el eje del estudio haya sido la familia.

Agradecimientos

Este estudio ha sido financiado por la Universidad de Antioquia y la Fundación País Libre, Medellín, Colombia.

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