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Revista Colombiana de Psiquiatría

Print version ISSN 0034-7450

rev.colomb.psiquiatr. vol.36 no.4 Bogotá Oct./Dec. 2007

 

Epistemología filosofía de a mente y bioética

Homofobia y psiquiatría

 

Homophobia and Psychiatry

 

Ricardo de la Espriella Guerrero1

1 Psiquiatra, terapeuta sistémico, magíster en epidemiología clínica. Director de Educación Médica e Investigaciones, de la Clínica de Nuestra Señora de la Paz, Bogotá. Coordinador del posgrado de Psiquiatría de la Fundación Universitaria Juan N. Corpas. Profesor del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. respriella@cllapaz.com.co

Hay un principio que constituye una barrera a toda información, que está al abrigo de todas las discusiones y que logra mantener al hombre en una permanente ignorancia: colocar el desprecio delante de la investigación

Herbert Spencer

 


Resumen

Antecedentes: La psiquiatría ha tenido tradicionalmente una mirada patologizante de la homosexualidad; si bien ésta ha sido excluida de la taxonomía, los psiquiatras mantienen frecuentemente posturas homofóbicas explícitas o encubiertas. La homofobia no fi gura en los buscadores de literatura médica más utilizados, tampoco aparece en libros de texto psiquiátrico, donde aún se encuentra la homosexualidad como trastorno mental. Métodos: Revisión narrativa de literatura, la cual hace evidente el vacío existente en la forma cómo se conceptualiza e investiga la homofobia desde la psiquiatría. Conclusiones: La homofobia debe ser considerada un trastorno mental pobremente estudiado desde la psiquiatría, por tanto, algunas acciones para desarrollar este tema serían el desarrollo de investigación en nuestro medio, la inclusión de la homofobia en los contenidos de las asignaturas de psiquiatría en pregrado y postgrado, el desarrollo de guías para el manejo adecuado de la condición y el establecimiento de zonas seguras para minorías sexuales; esto supone un cambio epistemológico y político para que se establezca una postura clara del colectivo psiquiátrico y de los psiquiatras en particular respecto a las diferentes formas de prejuicio antihomosexual y homofobia, además de la necesidad de la apertura de los terapeutas respecto a la sexualidad.

Palabras clave: homofobia, homosexualidad.

 


Abstract

Introduction: Traditionally in psychiatry homosexuality is believed to be pathological. In spite of its exclusion as a mental disorder psychiatrists frequently exhibit covered or explicit homophobic attitudes. The term “homophobia” is not included in the most widely used medical browsers and it is not found in psychiatry textbooks, where homosexuality is still considered a mental disorder. Methods: Narrative review of the literature. Conclusions: Homophobia is a poorly studied mental disorder in psychiatry. Some of the possible actions towards reversing this tendency would be to support research endeavors, the inclusion of this topic in medical under and postgraduate curricula, the development of guidelines and safe zone projects for sexual minorities. An epistemological and political change in Colombian psychiatry is needed in order to establish a statement both as a group and individually about different forms of antihomosexual prejudice, homophobia, and the disclosure of therapists’ attitudes towards sexuality.

Key words: Homophobia, homosexuality.

 


Introducción

Durante mucho tiempo, el discurso psiquiátrico se manifestó en diagnosticar la homosexualidad, en buscar características físicas, de comportamiento o de pensamiento en contraposición a la ‘heterosexualidad obligatoria’; en contraste, muy poco se ha hecho para estudiar la homofobia, salvo para la ‘homofobia interiorizada’.

Existen dos hechos fundamentales que se toman como una aceptación de la homosexualidad por parte del colectivo psiquiátrico:

1. La American Psychiatric Association (APA) retiró la homosexualidad de la lista de trastornos psíquicos (DSM) en 1973; esta decisión ha tenido consecuencias en todo el mundo. En 1987 se excluyó, también, la categoría diagnóstica de homosexualidad egodistónica (DSMIII-R).

2. El Comité Directivo (The Board of Trustees) de la American Psychiatric Association aprobó una declaración de posición sobre “Terapias enfocadas sobre intentos de cambiar la orientación sexual (terapias reparativas o de conversión)”, por parte de su Comisión de Psicoterapia por Psiquiatras (COPP), en 1998, aduciendo que desde 1973 la homosexualidad, en sí misma, no es un trastorno mental; se reveló, además, la base de las terapias reparativas en creencias religiosas y su falta de rigor científico.

Pese a estos hechos, aún encontramos en los discursos y acciones de algunos psiquiatras que la homosexualidad se sigue diagnosticando; se toma como criterio diagnóstico de trastornos mentales o se aplica un tratamiento para ésta. Declaraciones de psiquiatras a los medios de comunicación evidencian la adherencia a una postura todavía patologizadora de la homosexualidad; por ejemplo:

Conviene no olvidar la frecuente presencia en los homosexuales de dos trastornos simultáneos (un fenómeno denominado comorbilidad que suele abrir numerosos interrogantes sobre su interacción, influencia, relación causa-efecto y efectos de acción- reacción cuando se actúa médicamente sobre ellos): los trastornos de personalidad y los trastornos obsesivo-compulsivos. (1)

Jerarquía de la sexualidad

Existe una ‘jerarquía de la sexualidad’, la cual otorga a la heterosexualidad un estado superior, situándola así en el rango de lo natural, de lo evidente. Esta asimetría es evidente en los términos usados para nombrar la heterosexualidad y la homosexualidad: “En el diccionario de sinónimos, la palabra ‘heterosexualidad’ no fi gura en ninguna parte. Por el contrario, androgamia, androfilia, homofilia, inversión, pederastia, pedofilia, socratismo, uranismo, androfobia, lesbianismo, safismo, tribadismo se proponen como términos equivalentes a ‘homosexualidad” (2); otro tanto puede decirse para los términos coloquiales usados para defi nir heterosexual y homosexual. Esta designación sobreabundante revela lo que es considerado como problemático, y mantiene implícito lo que se supone evidente y natural (2). Curiosamente, la asimetría también se reporta ligada al género: 46 acepciones para homosexual (masculino) y sólo 6 para lesbiana (3), en términos usados en Ecuador. Katz (citado por Drescher) muestra cómo la palabra homosexual aparece a fi nales del siglo XIX, pero el término heterosexual es aún más tardío (4).

La homosexualidad en Colombia fue considerada delito en el Código Penal desde 1936 hasta 1980. La Constitución Política de 1991 ha supuesto una mayor garantía de los derechos de los homosexuales, al considerar, por ejemplo, el derecho al libre desarrollo de la personalidad y el establecimiento de que toda persona es libre. Sin embargo, falta mucho para equiparar los derechos de heterosexuales y homosexuales, como son, por ejemplo, el reconocimiento de la pareja y la posibilidad de adopción (5).

Homosexualidad y construccionismo social

La homosexualidad es un concepto cambiante, que debe ser entendido por los referentes culturales. El término homosexual no fue utilizado sino hasta la segunda mitad del siglo XIX, por el escritor húngaro K. M. Kertbeny (1); la psiquiatría propuso una interpretación matizada del darwinismo, al considerarla, por ejemplo, como ‘monomanía afectiva’, o al buscar anomalías psíquicas o físicas que justifi caran su condición diagnóstica.

Se reconoce, a través de la historia y de las diferentes culturas, cómo las conductas homoeróticas han sido consideradas en forma diversa: la efebofi lia de los griegos clásicos no era considerada anormal; existen culturas donde las prácticas homosexuales se permiten en forma transitoria en los jóvenes, y, por ejemplo, en nuestra cultura se considera que no es homosexual quien penetra a otro, pero sí aquel que es penetrado.

Los trabajos de Margaret Mead (6) mostraron que los roles de género varían respecto a la cultura. Los aportes de antropólogos donde evidencian el papel que tiene la cultura en la asignación de roles de género han sido retomados por la llamada teoría queer, la cual afi rma que la orientación sexual, al igual que la identidad sexual o de género, es el resultado de una construcción social y que no existen papeles inmutables, sino formas variables de ejercer uno o varios papeles sexuales, coherentes con la cultura. “Quienes deciden autonominarse queer se oponen no sólo a los intentos de inscribir el deseo en una supuesta normalidad psíquica, sino también a la demonización de aquellas conductas sexuales que exceden el marco de la homosexualidad ‘tolerada’” (7).

Algunas manifestaciones evidentes de la inscripción de formas diversas de evidenciar la homosexualidad están, por ejemplo, en el ‘orgullo gay’, la estética leather, bears o SM, que controvierten la tradicional imagen del homosexual afeminado y sugieren que debe hablarse de las homosexualidades (en plural).

Homofobia

La homofobia es la actitud hostil hacia los homosexuales (2). Al parecer, el término fue utilizado por primera vez en 1971. Sin embargo, la Real Academia Española (8) se negó durante sucesivas ediciones a incluir el término homofobia en su diccionario, pese a ser solicitado varias veces por distintos colectivos gays y antirracistas (fi nalmente incluyó el término en última edición, de 2001); así mismo, el término no existe, por ejemplo, en el buscador de PubMed.

Por su parte, el término homosexualidad fue introducido en 1995. No encontramos el término homofobia en libros de texto de semiología y psicopatología utilizados en Colombia. Aún más, si bien la homosexualidad no es un trastorno psiquiátrico, la homofobia nunca ha sido incluida en el Manual estadístico y diagnóstico de los trastornos mentales (DSM).

La homofobia como constructo se valida por estudios conductuales, en los cuales se han medido respuestas somáticas equivalentes de las fobias (respuesta cardiaca, por ejemplo) en personas intolerantes con los homosexuales. Se verifi ca que el homonegativismo tiene una respuesta biológica similar a las fobias (9).

En sentido estricto, una fobia es el temor irracional. En el caso de la homofobia, su rango es variado, incluye el odio, el señalamiento del homosexual como contrario, inferior o anormal y, en el caso del discurso psiquiátrico, el hecho de ubicarlo en el rango patológico o sintomático.

Actualmente, se relaciona la homofobia con otros tipos de intolerancia, como son el racismo, la xenofobia y el antisemitismo, al señalar al otro como contrario, inferior o anormal, y ha sido señalada como fascismo, ya que “Se fundamenta en el odio al otro, entendido éste como una entidad ajena y peligrosa, con valores particulares y extraños, amenazadores para la sociedad, y –lo que es peor– contagiosos” (2). En nuestra cultura corresponde a una fobia promovida y aceptada, en tanto que la condición de tolerancia hacia los homosexuales muchas veces es vista, al menos, con desconfianza.

La homofobia, como las demás variantes del fascismo, prepara siempre las condiciones del exterminio. Pasiva o activamente crea y consolida un marco de referencias agresivo contra los gays y las lesbianas, identificándoles como personas peligrosas, viciosas, ridículas, anormales y enfermas, marcándoles con un estigma específico que es el cimiento para las acciones de violencia política (desigualdad legal), social (exclusión y escarnio públicos) o física (ataques y asesinatos). (10)

La homofobia supone que la identidad de valor de la homosexualidad que reivindica públicamente su existencia o su equivalencia con la heterosexualidad se evidencia, por ejemplo, en discursos de expertos, tiene un carácter familiar, produce consenso y se percibe como un fenómeno banal (2). El rechazo a la homofobia se relaciona con la tolerancia, la cual, si bien es un concepto que goza de prestigio, es imprecisa y, como lo afi rma Savater: “En cuya alabanza todo el mundo está vehementemente de acuerdo, pero sobre cuya aplicación casi nunca se dice nada concreto, por lo que cada cual puede emplearlo para arrimar el ascua a su sardina”, si bien decimos que “es necesario ser tolerantes”, también decimos que “no debe tolerarse la intolerancia” (11).

Daniel Borrillo considera que existe una doble dimensión del problema: el rechazo irracional (afectivo) y una construcción ideológica (cognitiva), por lo cual la homofobia debe ser considerada tanto en el ámbito individual como social (2).

De igual manera que la homosexualidad puede ser considerada una construcción social, la homofobia también puede serlo. No todas las culturas son homofóbicas y las formas de homofobia toleradas varían entre culturas (4).

Se han sugerido diversos orígenes de la homofobia: ya sean motivos religiosos, temor secreto de ser homosexual, envidia reprimida o la afrenta a los valores (4); sin embargo, falta mucho por estudiar de este fenómeno, cuyas bases encontramos a escala individual, familiar y social, en las creencias y los valores, en la ignorancia y la intolerancia; luce como un trastorno complejo, con diversos grados y expresiones.

A continuación se muestran los factores relacionados con las acitudes negativas hacia la homosexualidad (Tabla 1) y luego se establecen algunas consideraciones sobre la homofobia y, en particular, lo que atañe al discurso psiquiátrico.

Homofobia personal

“La homofobia se presenta como una experiencia onírica de autoacusación en el Otro, reproduciendo los procedimientos de defensa contra el miedo y la culpabilidad (mecanismo de desplazamiento) con la posibilidad de defensas contrafóbicas dirigidas hacia sustitutivos de la situación reprimida” y “La homofobia infl uye en todas las etapas del desarrollo de la persona psicológica y se expresará de acuerdo a las características de personalidad de la misma” (12).

Homofobia cultural

Desde la segunda mitad del siglo XX, muchos grupos excluidos reivindicaron sus derechos y lucharon por la inclusión y la no segregación; los homosexuales permanecen como una minoría excluida por la homofobia, de la cual no hay “conciencia colectiva de su peligro” (10).

En muchas regiones aún se penalizan las relaciones homosexuales, en forma atenuada persisten chistes y “rumores” sobre gays, los mal llamados “grupos de limpieza social” continúan asesinando homosexuales, aún existen redadas policiales en sitios de encuentro de homosexuales.

La falta de reconocimiento de los derechos de los homosexuales, como es el reconocimiento a la pareja homosexual con sus implicaciones legales (sustitución pensional, afi liación a salud, derecho a herencia, etc.), es una forma de ejercer un dominio heterosexista; véanse, por ejemplo, las declaraciones homofóbicas para justifi car el rechazo de la propuesta de ley de parejas, la cual no fue aprobada en Colombia en el 2007.

Homofobia e institución

La homofobia ejercida por las llamadas instituciones totales (manicomio, Iglesia e institución militar) supone un énfasis particular, “ya que ponen en juego las viejas prohibiciones” (12); éstas ejercen represión sobre la sexualidad y excluyen los sentimientos o expresiones homoeróticas. En la medida en que ha existido revisionismo sobre las actuaciones y posible totalitarismo de la psiquiatría –al abrir espacios hacia la comunidad–, pensar en el ejercicio de la sexualidad de los pacientes incluye pensar también la orientación homosexual.

Otros espacios, como las escuelas, son escenario de actitudes homofóbicas; son instituciones donde un adolescente que siente atracción por personas del mismo sexo es víctima frecuente de abuso verbal o físico debido a su orientación sexual. Se refi ere que un 70% de las conductas discriminadoras tienen lugar en la escuela (13).

Homofobia psiquiátrica

La temática homosexual ingresa a la psiquiatría con los trabajos de Ulrichs: los tempranos intentos de individuos homosexuales por su propia aceptación fueron vistos como parte de su patología (‘perversión’); así, por ejemplo, Chauncey anota que los médicos norteamericanos de los años veinte se quejaban de que cada vez era más difícil curar a los invertidos, porque algunos se negaban a considerarse enfermos y hasta se enorgullecían de ser lo que eran. El psiquiatra Jean Delay, por ejemplo, en su Psicobiografía de André Gidé lo trata de pederasta arrogante, al reivindicar su homosexualidad y escribir Corydon (14).

El DSM I, publicado por la APA en 1952, contenía la homosexualidad dentro de las llamadas “alteraciones sociopáticas de la personalidad”; posteriormente, fue trasladada a la categoría de “otras alteraciones mentales no psicóticas”. En el DSM III fue retirada de los trastornos mentales, y en el DSM III-R fue retirado el diagnóstico de homosexualidad egodistónica. A propósito, Foucault, citado por Eribon, afi rma lo siguiente:

Puede ver en el personaje del ‘homosexual’ el efecto de una invención de la psiquiatría del siglo XIX, y no ya, como en Historia de la locura, la enfermedad de todos los parias del siglo XVII. Lo que significa que el ‘contraataque’ no pasa ya por una ‘transgresión’ de lo ‘prohibido’ o del ‘tabú’, sino por una política ‘de los cuerpos y los placeres’. (14)

La influencia psicoanalítica temprana de la psiquiatría ha estado plagada de conceptos homofóbicos. D. J. West (citado por Isay) escribió: “El psicoanálisis posee un repertorio considerable de etiquetas ofensivas, casi todas ellas aplicadas tarde o temprano a los homosexuales” (15). Hubo oposición a que la homosexualidad se borrara de la clasifi cación de enfermedades psiquiátricas; tan tardíamente como en 1986, Otto Kernberg escribió: “no encontramos, excepto muy raramente, hombres homosexuales sin patología del carácter significativa”.

“La incomprensión, e incluso el estupor, de los psiquiatras y los psicoanalistas ante el ‘orgullo’ mostrado por los homosexuales ha sido una constante de la historia de estas disciplinas de ‘pretensión científi ca’, por emplear una expresión de Foucault” (14).

Aún más, Daniel Borrillo afirma:

La interpretación que la medicina y, en consecuencia, el psicoanálisis, hizo de la homosexualidad es en sí misma una forma de homofobia, ya que no se busca nunca la diferencia en aras de integrarla en una teoría pluralista de la sexualidad normal, sino, por el contrario, para colocarla en las filas de la enfermedad, la neurosis, la perversión o la excentricidad. (2)

Debe recordarse, por ejemplo, el diagnóstico de pánico homosexual.

Algunos psiquiatras han actuado en defensa de la homofobia; por ejemplo, Socarides (citado por Drescher) ha hipotetizado que la denigración cultural de la homosexualidad es el resultado de procesos biológicos para asegurar la supervivencia reproductiva (4). Es necesario resaltar que las presunciones teóricas que “biologizan” las actitudes antihomosexuales han sido sesudamente retadas, entre otros, por Kinsey, Pomeroy y Martin; Ford y Beach; Wilson; Foucault; Bayer; Butler; Gonsiorek, Fausto- Sterling; DeCecco y Parker; Cabaj y Stein (4).

Existen trabajos que demuestran formas de homofobia en trabajadores de salud mental; algunos de ellos han alertado a los terapeutas a no mostrarse discriminadores y ser ‘políticamente correctos’. Muy pocos terapeutas admiten abiertamente ser homofóbicos, dada la valoración negativa de tal tipo de actitudes (16).

Algunos ejemplos de actuaciones de psiquiatras nos revelan que la actitud hacia el homosexualismo sigue siendo homófoba, pese al discurso oficial.

Patologización

Caso 1: Paciente de 47 años que acude para examen ejecutivo y es remitido a psiquiatría, dado que presenta algunos síntomas de corte depresivo ansioso. Al ser examinado por el psiquiatra, éste pregunta por su orientación sexual, el paciente responde que es homosexual; acto seguido, el psiquiatra manifi esta que “el problema de los homosexuales es la inestabilidad de pareja”; el paciente anota que lleva 17 años con su pareja y rechaza la intervención.

La homosexualidad aún es considerada patológica por el psiquiatra, al igual que sus conductas; dominan aquí los estereotipos respecto a la pareja homosexual. Es evidente la patologización y la actitud de prejuicio del psiquiatra, la cual llevó a organizar un cuadro de problemas de pareja e inestabilidad emocional que no correspondían al caso; el paciente rechazó la homofobia del psiquiatra al negarse a continuar tratamiento con el profesional.

Una forma sutil de homofobia es considerar la homosexualidad como “opción o elección” y no como orientación sexual; una forma más agresiva la constituye el equiparar el homosexualismo con la psicosis o el trastorno de la personalidad (del polo dramático, obviamente), o considerar que “los homosexuales no pueden pensar dialógicamente, pues no hay alteridad”, según la expresión de un psiquiatra docente universitario.

Desconfirmación

La desconfirmación involucra el mensaje “tú no existes”, no revela una aparente aceptación, pero tampoco un rechazo explícito; ha sido considerada una actitud mucho más dolorosa y agresiva que el ataque frontal. El hecho de no pensar la homosexualidad es mucho más evidente en el caso de las lesbianas, que no son consideradas en sus particularidades en la explicación de su orientación sexual, al asumir que todo lo que es dicho acerca de la homosexualidad se aplica a ellas. Otra forma de desconfirmación es el heterosexismo “por default”, el cual asume que, por ejemplo, a quien estamos entrevistando es heterosexual: le preguntamos al varón acerca de su relación de pareja y asumimos que es una mujer (la homosexualidad no existe).

Para el caso de las lesbianas, existe un doble riesgo de discriminación y también de desconfi rmación, por el hecho de ser mujeres y por tener una orientación homosexual en una sociedad heterosexista patriarcal. Los varones homosexuales han tenido mayor participación y reconocimiento social (5). “La exclusión opera mediante la creación de un dominio de sujetos desautorizados, presujetos, de poblaciones borradas del panorama visual y las lesbianas ocupan ese dominio de sujetas borradas de lo posible de imaginar” (17).

Homofobia interiorizada

Caso 2: Psiquiatra homosexual que en varias ocasiones ha ‘acusado’ de homosexual a otro colega con quien no tiene relación laboral directa, frente a psiquiatras, psicólogos y residentes de psiquiatría; con esto busca deteriorar su imagen. La internalización de la norma cultural en la cual la homosexualidad es pecado, desviación, anormalidad o inferioridad se refl eja en este caso, para desviar la mirada y las culpas personales; no hay aceptación de la propia homosexualidad y se utiliza la del otro para lograr aceptación y ajuste social.

El elemento tabú, que la persona toda expresa, imprimirá a través de diferentes rechazos, tomando en el afuera, los objetos que necesite o cree necesitar para aliviar la angustia culpógena que produce el lugar de la prohibición. Es así que aparecen defensas que C. A. Tripp denominaría defensa del “rol de género”, en que muchos varones y mujeres se sienten libres para responder a parejas del mismo sexo si pueden mantener el rol que el género les asigna ante sí mismos, ya que es una forma de racionalizar que lo que están haciendo “no es realmente homosexual”. (12)

[…]

La psicología homofóbica de algunas personas homosexuales puede ser muy compleja. Motivada por un simple deseo de proteger a los de su propia posición, es frecuente que construya una complicada moralidad, según la cual justifique sus preferencias mediante el ataque público a las variaciones de su propia actividad, y puede hacerlo pensando que mantiene una cierta honestidad. (12)

Así, niega ante grupos homosexuales ser homofóbico y obtiene benefi cios de posturas homófobas frente a heterosexuales, al asumir que la norma es el rechazo.

Exclusión

Caso 3: Psiquiatra y psicoanalista que “revela” la homosexualidad de un colega frente a sus jefes, y busca con ello la remoción del cargo de éste; pese a ello, el colega es mantenido en el cargo, dado que su orientación sexual no interfería con el trabajo, además se tuvo en cuenta el tiempo que llevaba en la institución.

En este caso, el discurso heterosexista implica que es correcta la heterosexualidad y que la homosexualidad es un impedimento moral para el ejercicio psiquiátrico; la rivalidad intenta tomar ventaja del discurso imperante y de la presumida intolerancia de los oyentes.

Conclusiones

En resumen, podemos considerar que: • La homosexualidad no constituye una enfermedad o trastorno psiquiátrico.

• La homosexualidad no constituye un síntoma per se de patología.

• La homofobia debe ser considerada un trastorno mental.

• La homofobia requiere tratamiento.

• Es necesario combatir los esfuerzos por repatologizar la homosexualidad.

• Muchos casos de homofobia son evidencia de ignorancia; en el caso de los psiquiatras, revela sus défi cits personales y no puede establecerse como un discurso científi co u ofi cial de la especialidad.

Como acciones que se deben tener en cuenta para combatir la homofobia a partir de la psiquiatría podemos considerar las siguientes:

• La necesidad de mantener la psiquiatría como una disciplina no confesional, donde no se deben traducir los valores y creencias personales para ejercer una exclusión de cualquier individuo o grupo por pertenecer a una minoría.

• Velar por incluir el estudio de los derechos humanos y la bioética por parte de los psiquiatras y residentes de psiquiatría.

• La psiquiatría debe explorar de manera desprejuiciada las nuevas sexualidades y ampliar el espectro de estudio respetuoso a formas tradicionalmente consideradas como trastornos mentales. Hace falta explorar la proliferación de nuevas sexualidades en la cultura, expresadas a través de lenguaje innovador, aún no apropiado por el discurso ofi cial psiquiátrico (18). Por ejemplo, Eve Kosofsky Sedwick anota:

Podemos describirnos (entre otras posibilidades) como lesbianas femeninas y penetradoras, locas new age, fantasiosas y fantasmadoras, travestis, clones, leathers, mujeres con esmoquin, mujeres feministas, hombres feministas, onanistas, traileras, divas, jotos, machos sumisos, mitómanas, transexuales, tías, hombres que se definen como lesbianas, lesbianas que se acuestan con hombres, etcétera. (19)

• Es necesario estudiar y evidenciar las formas de homofobia en nuestra cultura. Una consideración especial la requiere el estudio de la homofobia al lesbianismo, el cual ha sido pasado por alto; incluso, se ha llegado a considerar que la homosexualidad femenina no existe.

• Es necesario realizar acciones incluyentes y tolerantes sobre la homosexualidad en las universidades e instituciones psiquiátricas, y la psiquiatría puede ejercer un liderazgo en el manejo de la homofobia en nuestro medio.

• Se requiere un cambio epistemológico y político de la consideración sobre la cuestión homosexual, en el análisis y tratamiento de la hostilidad específi ca de la orientación sexual homosexual (2); la psiquiatría se ha ocupado in extenso del homosexualismo, y muy poco se ha estudiado la homofobia.

• Se debe realizar censura de grupo de los comportamientos homófobos, tanto los actos de discriminación como los discursos de odio; podemos considerar que el discurso psiquiátrico ha sido muy conservador al respecto.

Podríamos considerar algunas acciones específi cas de la Asociación Colombiana de Psiquiatría y las universidades tendientes a prevenir y manejar la homofobia, las cuales deben comprometer al colectivo psiquiátrico en coherencia con la evidencia y los pronunciamientos ofi ciales de la psiquiatría:

• Educar sobre la homofobia y comprometer a los colegas acerca de la tolerancia y el respeto por los derechos.

• Evidenciar el lenguaje homófobo cotidiano usado en las universidades y clínicas, el cual legitima el odio y la agresión (véase la cantidad de términos al respecto, que evidencian la homofobia cultural), e incluir el término homofobia para nombrar esta tendencia (10).

• Abandonar las formas de segregación en el discurso psiquiátrico y, en el caso que nos ocupa, la segregación por orientación sexual; dejar de señalar la homosexualidad como anormal, patológica, indicadora de gravedad de patología o síntoma.

• Vigilar los comunicados en medios de comunicación y textos producidos por psiquiatras.

• Favorecer la apertura (disclosure) de la postura que el terapeuta tiene frente a la homosexualidad y el establecimiento de programas del tipo “zona segura” (20) para la atención de personas homosexuales.

• Estudiar la homofobia, los factores personales y culturales y las formas de ésta en Colombia.

Anexo

Bibliografía

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Recibido para evaluación: 8 de agosto de 2007 Aceptado para publicación: 1° de noviembre del 2007

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