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Ideas y Valores

Print version ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.55 no.132 Bogotá Sep./Dec. 2006

 

Rosas, Alejandro. La moral y sus sombras: la racionalidad instrumental y la evolución de las normas de equidad. En: Crítica, Revista Hispanoamericana de Filosofía. Vol 37, No. 110 (agosto de 2005): 79-104.

MAXIMILIANO MARTÍNEZ
DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA
naturalmax@hotmail.com

 


Desde The Descent of Man de Darwin, los esfuerzos por hacer una aproximación filosófico-científica que dé explicación del origen, naturaleza y evolución de la moral se han ido consolidando para convertirse actualmente en un área de investigación fructífera con enormes e importantes avances. Las explicaciones naturalistas y evolucionistas de la cognición gozan hoy en día de gran popularidad y atención (ya no exclusivamente en el mundo anglosajón), lo cual se justifica tanto por la seriedad y rigurosidad de muchas de ellas, como por el apoyo que toman de la investigación cotidiana hecha en diversas disciplinas. Esto resalta su pertinencia a la hora de dar una explicación más comprensiva de los asuntos humanos.

Alejandro Rosas, quien desde hace varios años se destaca en este tipo de propuestas naturalistas, nos presenta en esta ocasión un artículo con objetivos tanto críticos como propositivos. En primera instancia, denuncia una concepción equivocada de la moral que sostienen dos de las figuras más prominentes en filosofía de la biología, como son G.C. Williams y Richard Dawkins, principales expositores de la teoría del gen egoísta. Para estos autores, la moral humana, cuya base es el altruismo incondicionado, es un fenómeno contrario a la naturaleza "egoísta" de nuestros genes, lo que hace imposible su explicación mediante el proceso de selección natural. Rosas, sin separarse de la teoría del gen egoísta, y acudiendo acertadamente a Robert Trivers y su noción de altruismo recíproco, propone una manera muy distinta de ver a la moral: como una adaptación, objeto directo de la selección natural, y no como fenómeno opuesto a ella. Según Rosas, la confusión de Williams y Dawkins (y también de McGinn y Singer) y en general de aquellas propuestas naturalistas de una moral de tipo hobbesiano (como la de Alexander), estriba en suponer que los genes "egoístas" (en sentido biológico) deben necesariamente producir fenotipos -conductas- egoístas y no altruistas (estos dos últimos términos tomados en sentido psicológico). Este error, según Rosas, descansa en la crasa equivocación de identificar un altruismo incondicionado (AI) con un altruismo recíproco (AR) y en proponer, como en el caso de Alexander, un altruismo falso (AP) cuyas motivaciones reales son meros cálculos prudenciales. Pero es precisamente la noción de AR y no las de AI ni AP, la que mejor captura nuestras intuiciones cotidianas acerca de la moral. Este hecho, sumado a importantes investigaciones empíricas que comprueban la existencia de motivaciones altruistas genuinas, hace del AR un modelo de mayor plausibilidad a la hora de dar cuenta de los fundamentos de la moral, según el autor.

En la segunda parte del artículo, y atendiendo a la distinción entre un fenotipo como adaptación y un fenotipo adaptativo, Rosas emprende la tarea de analizar evidencias evolutivas experimentales que reafirman la tesis de la moral como producto evolutivo y no como adquisición cultural (pues el AR no excluye a priori una posibilidad de origen cultural). Con este objetivo, el autor examina los importantes trabajos de Frans de Waal, autoridad de referencia obligada en conducta de primates. El acudir a este tipo de estudios debe permitir rastrear los orígenes y desarrollos tempranos de la moral, pues es factible que, si la moral es un producto evolutivo, el ancestro común entre nosotros y nuestros parientes filogenéticos más cercanos, los chimpancés, tuvieran rasgos protomorales que fueron heredados por las dos especies. Es así como de Waal intenta probar la posesión de motivos y conductas de tipo moral en los chimpancés (simpatía, reciprocidad, representación de reglas de conducta y resolución de conflictos) las cuales son piezas constitutivas de la moralidad y comprueban el vínculo (y no la oposición) entre moral y evolución. De hecho, para de Waal, los chimpancés no se encuentran en el estado natural hobbesiano, como sugiere Dennett, pues presentan conductas de autorregulación y de sacrificio por intereses ajenos a los propios. Es aquí donde Rosas se desmarca de de Waal, y concordando con otros críticos, distingue entre piezas constitutivas de la moral y comportamientos morales (las primeras son necesarias más no suficientes para hacer de un individuo un agente moral). El proyecto de de Waal, demasiado optimista, según Rosas, descansa erróneamente en ver a dichas piezas constitutivas como conductas morales. Rosas propone entonces interpretaciones alternativas, más económicas y adecuadas, de las conductas en chimpancés (reciprocidad e interés por la comunidad) que de Waal ve como morales. Estas descansan en una comprensión más ajustada y plausible de las capacidades cognitivas reales de dicha especie. Y es que para Rosas, al igual que para otros críticos, la reciprocidad y el interés por el grupo requieren de capacidades cognitivas muy elaboradas y especializadas, las cuales es muy dudoso que posean los chimpancés: una teoría de las otras mentes, tener la memoria suficiente para memorizar múltiples interacciones con diferentes agentes, distinguir el tipo de reciprocidad correspondiente y tener la capacidad de hacer cálculos prudenciales. Ellas resultan exageradas para explicar la mayoría de los comportamientos en chimpancés, más aún cuando se pueden postular habilidades mentales menos complejas y más factibles que den cuenta de esos comportamientos, como hace el autor.

Como conclusión del artículo, Rosas propone como objeto de estudio el entender la evolución de la moral como un continuo que (muy ligado a la evolución cada vez más especializada de la cognición) grosso modo va desde agentes prehobbesianos (en donde podríamos ubicar a los chimpancés) hasta individuos equitativos o altruistas recíprocos con motivaciones morales genuinas, pasando por individuos hobbesianos de racionalidad instrumental, en una etapa intermedia. Estos últimos no serían aún estrictamente agentes morales, pues reúnen características necesarias mas no suficientes para la moralidad, tal y como se entiende usualmente.

A mi modo de ver, el autor alcanza exitosamente los objetivos que se propone. Por un lado, saca a la luz una concepción errónea de la moral sostenida por los principales autores del tema (aunque mantengo mis reservas con respecto a la lectura que se hace de Dawkins) y denuncia un optimismo mal fundado en la obra de de Waal. Por otro, rescata y pone en perspectiva (de manera muy justa) el trabajo de Trivers sobre el AR, lo cual le sirve al Rosas para proponer un modelo de evolución de la moralidad teóricamente más plausible y más ajustado a la evidencia empírica.

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