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Ideas y Valores

Print version ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.56 no.133 Bogotá Jan./Apr. 2007

 

IMMANUEL KANT LA DECLARACIÓN PÚBLICA DE KANT CONTRA FICHTE

COMENTARIO, TRADUCCIÓN Y NOTAS1
FERNANDO MOLEDO
UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES–CONICET
FERNANDOMOLEDO@YAHOO.COM.AR

El contexto de una polémica

Durante la última década del siglo XVIII la reflexión filosófica en Alemania se encuentra completamente atravesada por la recepción y discusión del idealismo crítico kantiano. En este contexto, no deja de ser llamativo que el propio Kant mantuviera un silencio casi absoluto, y que su participación en el debate suscitado en torno a la disputa por su herencia filosófica fuera prácticamente nula. Su pronunciamiento público contra Fichte, aparecido en 1799, es quizás y a pesar de su brevedad, la excepción más importante al respecto.

Fichte había entrado en la escena a comienzos de la década de 1790 con la célebre propuesta que concibe bajo el nombre genérico de Doctrina de la Ciencia, y que difunde a partir de 1794 desde la Universidad de Jena como la interpretación más fiel del idealismo trascendental kantiano2. La originalidad de su propuesta radica en buena medida en el hecho de que intentaba articular los dos problemas centrales en torno a los cuales giraba entonces el debate sobre la recepción del criticismo: determinar la posibilidad de establecer un principio sistemático del idealismo trascendental, y dar una respuesta a las aparentemente irresolubles preguntas por la doctrina de la cosa en sí. Fichte encontrará la piedra de toque mediante la cual sería posible hacer frente tanto a un problema como al otro en la concepción del Yo puro como actuar originario, del que surge absolutamente la oposición de sujeto y objeto, de yo y no yo.

Decidido a poner fin al debate en torno a la herencia filosófica de Kant, coronándose como único heredero legítimo del criticismo, Fichte publica en 1797 su Segunda introducción a la Doctrina de la Ciencia; para lectores que ya tienen un sistema filosófico, que identificará después como blanco del pronunciamiento público de Kant en su contra. Probablemente en ninguna otra de sus obras correspondientes a los años de Jena, el creador de la Doctrina de la Ciencia afirme de un modo tan taxativo la imposibilidad de derivar la cosa en sí del Yo puro como principio sistemático de la conciencia, identificado con la apercepción trascendental. De aquí, concluye, se seguiría que la verdadera posición de Kant al respecto no podría haber sido otra más que aquella que presenta la Doctrina de la Ciencia, a saber: que ni en el idealismo trascendental en general, ni en la filosofía particular de su creador, hay lugar alguno para algo más que los fenómenos y el Yo puro que es su principio, y que por eso toda afirmación de un ser en sí independiente de la conciencia, y de ahí irreductible a ella, constituye una imperdonable concesión al dogmatismo. La existencia de la cosa en sí en la obra de Kant es más bien un espejismo que surge del modo concreto en el cual el filósofo de Königsberg expone las cosas3; de la letra kantiana, dirá, y no del verdadero espíritu del idealismo trascendental, que es el que recupera y presenta en forma fidedigna la Doctrina de la Ciencia4.

En la primavera de 1799, y tras enfrentar un proceso por ateismo, Fi chte debe abandonar su cargo en Jena y partir hacia Berlín. Ese mismo año Kant rompe el silencio, que en forma casi total había mantenido en relación a la discusión pública de su filosofía, y desautoriza a Fichte con un juicio lapidario en la Allgemeine Literatur Zeitung: la Doctrina de la Ciencia es un proyecto filosófico insostenible, porque intenta entresacar un objeto real de la mera forma del pensamiento5.

Si bien es difícil establecer a ciencia cierta qué es efectivamente lo que Kant conocía de la propuesta fichteana, lo cierto es que la Declaración en referencia a la Doctrina de la Ciencia de Fichte, cuya traducción presentamos aquí, constituye un testimonio importante de la idea que parece haberse formado sobre ella. Y, al parecer, la habría visto como un intento por encontrar en el pensamiento no sólo la condición formal de la objetividad, sino también una condición de la realidad de los objetos de experiencia, equiparando de ese modo las condiciones de posibilidad del pensamiento objetivo con la realidad misma del objeto, y transformando así la lógica trascendental en metafísica. Por eso Kant cree necesario sostener aquí que de la sola forma del pensamiento no se puede obtener más que mera lógica. La Declaración... expresa la negativa de Kant al abandono progresivo de la distinción entre el ser y el pensamiento, que, en términos de superación de la finitud, era ofrecido entonces como propuesta de solución para las distintas formas de dualidad que recorren la filosofía crítica. De ese modo, en la toma de posición frente a un rival, que en parte imaginó y en parte construyó fragmentariamente a partir de opiniones de corresponsales y de probables lecturas esporádicas, es posible encontrar el rechazo consciente de Kant a una línea de interpretación que entonces cristalizaba en torno a la Doctrina de la Ciencia, y que más adelante desembocaría en el idealismo absoluto de Hegel.

* * *

El propio Fichte intentó bajar los decibeles de la polémica, restándole importancia al pronunciamiento de Kant. La Declaración… debió caer sin embargo como una lluvia de piedras en quien se dijera el más avezado discípulo de la filosofía crítica, y efectivamente desató una polémica alrededor suyo6. Por eso sumamos aquí, a la traducción del pronunciamiento público de Kant, la respuesta de Fichte y una serie de comentarios provenientes del epistolario de los personajes involucrados en el asunto, que volcamos en las notas con el propósito de recuperar mínimamente el tono del debate filosófico de la época.

[AK., XII., 396] Declaración en referencia a la Doctrina de la Ciencia de Fichte*a

Ante la invitación formal del reseñante del Esbozo de filosofía trascendental de Buhle, dirigida a mí en nombre del público en el número 8 de la Erlangische Literaturzeitung del 11 de enero de 1799b, declaro aquí que considero a la Doctrina de la Ciencia de Fichte un sistema completamente insosteniblec. Eso, porque una Doctrina de la Ciencia pura no es ni más ni menos que una mera lógica, que no se adentra con sus principios en lo material del conocimiento, sino que, en tanto lógica pura, se abstrae de su contenido. Por eso es un trabajo vano, y de ahí nunca intentado, entresacar de ella un objeto reald, y si en cambio es válida la filosofía trascendental, antes que nada se debe en esto ir más allá y pasar aquí a la metafísica. No obstante, estoy tan poco dispuesto a tomar parte de aquello que según los principios de Fichte concierne a la metafísica, que en una respuesta escrita le aconsejé cultivar su buen don de exposición, tal como provechosamente se aplica a la Crítica de la razón pura, en vez de sutilezas infructuosas (ápices)e. Sin embargo, fui eludido cortésmente con la declaración de que él no va a perder lo escolástico de vistaf. La cuestión, entonces, de si considero al espíritu de la filosofía de Fichte como auténtico criticismo, la responde él mismo sin que me sea preciso fijar posición respecto de su valor o falta de valor; y como aquí no se trata de juzgar un objeto, sino de un sujeto que juzga, es suficiente que rechace toda participación en esta filosofía.

Debo mencionar aún aquí que me resulta incomprensible la pretensión | [397] de atribuirme el propósito de haber querido proporcionar meramente una propedéutica a la filosofía trascendental y no el sistema de esta filosofía mismag. Nunca pude haber tenido en mente un propósito semejante, dado que yo mismo, en la Crítica de la razón pura, aprecié la totalidad acabada de la filosofía pura como la mejor marca distintiva de su verdadh. Debido a que el reseñante sostiene finalmente que, según su consideración, aquello que la Crítica enseña sobre la sensibilidad no está para ser tomado al pie de la letra, y que, dado que la letra kantiana mata al espíritu tanto como la aristotélica, quien quiera entender la Crítica debe adoptar antes que nada el debido punto de vista (de Beck o de Fichte), declaro una vez más que, ciertamente, la Crítica ha de ser entendida al pie de la letrai, y sólo ha de ser considerada desde el punto de vista del entendimiento común que esté lo suficientemente cultivado para semejantes investigaciones abstractas.

Dice un proverbio italiano: “Dios nos proteja sólo de nuestros amigos, de nuestros enemigos cuidémonos nosotros mismos”j. Hay amigos bondadosos y llenos de buenas intenciones hacia nosotros, que sin embargo se comportan a la inversa (torpemente) cuando eligen los medios para favorecer nuestros propósitos. Pero a veces los hay también engañosos que, pérfidos, se conducen con el lenguaje de la benevolencia, pendientes sin embargo de nuestra ruina (aliud lingua promptum, aliud pectore inclusum genere)k; de ellos y de las artimañas que urden, nunca se puede estar suficientemente protegido. Pero la filosofía crítica, dada su irresistible tendencia a la satisfacción de la razón, tanto en su propósito teórico como moral práctico, debe sentirse convencida de que ningún cambio en las opiniones, ningún retoque o construcción doctrinal moldeada de otra manera le esté próxima, sino, en cambio, de que el sistema de la Crítica, reposando en un fundamento asegurado completamente y consolidado para todas las épocas venideras, es indispensable para los fines supremos de la humanidad.

7 de agosto 1799Immanuel Kant

* * *

[Ak., XIII, 548] Proveniente de un escrito privado de Fichte concerniente a la declaración de Kant en Int. Bl. de A. L. Z. d. J. Nr. 109l

¿Qué digo acerca de la declaración de Kant sobre mi sistema? Permítaseme seleccionar de mis papeles que se encuentran en Jena, los escritos de Kant que esta declaración menciona. Ahí mismo leerá lo siguiente en relación con ella: “En la debilidad de mi vejez, que únicamente por medio del canal del Berliner Monatsschrift me deja dar aún noticias de mi existencia, –lo que sólo lenta y fatigosamente hago mediante la propaganda, como medio de conservación de mis escasas fuerzas vitales– me encuentro abocado casi exclusivamente a la asignatura práctica, y gustoso dejo a otros la sutileza de la especulación teórica, en especial cuando se trata de sus más nuevas y extraordinariamente filosas agudezas”. Y además después: “especialmente, porque en su última “pieza”” (ésta era la segunda introducción a la Doctrina de la ciencia en el Philosophisches Journal 4 y 5 del año 1797) “veo evolucionar su talento para una viva exposición unida con popularidad, ahora que ha recorrido ya los espinosos caminos de la escolástica y que no encontrará necesario regresar a ellos”m.

Ante usted no requiere de disculpa alguna el haber sido tan atrevido como para no tomarme especialmente a pecho el buen consejo de Kant: “aplicar” un don de exposición “con provecho a la crítica de la razón pura”. Un buen consejo que, además, no consideraría para nada osado entenderlo como lo interpreta Kant ahora. No tomé por burla, sino como plenamente en serio, el hecho de que Kant, después de una vida plena de trabajo, se considere incapaz, en su avanzada vejez, de adentrarse en especulaciones totalmente nuevas. Hace ocho años el hombre digno de honra me dio otro consejo, para el cual me sentí predispuesto: estar siempre parado sobre mis propios pies.

No lo remito a estos escritos, referidos públicamente por Kant, con el propósito de disculparme, sino para poner de relieve con mayor precisión aún aquello que Kant mismo dice con amable equidad | [549] en esta declaración: únicamente que no está dispuesto a tomar parte en las nuevas investigaciones, que sólo se aparta de toda participación en sus resultados, y que acá, sobre todo, no se trata de un objeto juzgado, sino de un sujeto que juzga.

Es verdad que la declaración arranca con algo que alguno podría tomar por una prueba con fundamentos objetivos: la Doctrina de la Ciencia no sería ni más ni menos que mera lógica, la cual, como lógica pura, se abstraería de todo contenido del conocimiento. Sobre lo último, es claro, estoy completamente de acuerdo con Kant, sólo que, según el uso de mi lenguaje, el término Doctrina de la ciencia no designa para nada la lógica, sino la filosofía trascendental o la metafísica misma. Nuestra pelea sería así una mera pelea terminológica. Sobre quién de los dos usa este término en su sentido justo –qué tipo de afección sea la que, después de atravesada una serie escalonada de espiritualizaciones sucesivas, prorrumpe finalmente en el término Doctrina de la ciencia–, Kant, tanto como yo, debe abrevar en la línea de Herder.

Por lo general, querido S., mientras los defensores de la metafísica prekantiana no han cesado aún de decir que Kant se ocupa de agudezas infructuosas, él nos dice eso mismo a nosotros; en general, mientras éstos aseguran contra Kant que su metafísica todavía se encuentra indemne, inmejorable e incambiable para toda la eternidad, Kant asegura lo mismo de la suya contra nosotros. Quién sabe en dónde trabaja, ya en este momento, la joven cabeza encendida que intentará ir más allá de los principios de la Doctrina de la Ciencia y demostrar estas inexactitudes e incompletitud. Que el cielo nos conceda su gracia, para que no quedemos detenidos en la seguridad de que éstas sean sutilezas infructuosas –a lo que seguramente no nos comprometeríamos–, y que en cambio uno de nosotros, o, si esto no debiera sernos más exigible, en vez de uno de nosotros, uno formado en nuestra escuela, esté ahí para demostrar realmente la nulidad de estos nuevos descubrimientos, o bien, si no puede hacerlo, para aceptarlos con gratitud en nuestro nombre.

* * *

Publico el escrito anterior dirigido a mí, en lugar de toda respuesta a la declaración de Kant, tal cual como fue escrito, se entiende, después de que recibo para ello el consentimiento de mi amigo. El juicio queda librado a cada unon.

Jena, 19 de septiembre, 1799F. W. J. Schelling

Notas del traductora

a Ak.: XII, 396-398. La Declaración... apareció el 28 de agosto de 1799 entre las páginas 876-878 del número 109 de la Allgemeine Literatur Zeitung.

b El 11 de enero de 1799, en el número 8 de la Literaturzeitung de Erlangen, el reseñante anónimo del Proyecto de la filosofía trascendental de Johann Gottlieb Buhle (cf. Buhle), pidió públicamente la opinión de Kant sobre la filosofía de Fichte: “Kant es el primer maestro de la filosofía trascendental, y Reinhold el más excelso difusor de la doctrina crítica, pero el primer filósofo trascendental en sí mismo es indiscutiblemente Fichte. Fichte realizó el plan proyectado en la Crítica y llevó a cabo sistemáticamente el idealismo trascendental indicado por Kant. ¡Qué natural es por eso que el público quiera que el autor de la Crítica se explique públicamente sobre la empresa de su más digno alumno, autor de la filosofía trascendental! ¡Cómo es acicateado este pedido, cuando el propio Kant (por ejemplo en el Intelligenzblatt de la A. L. Zeitung y en algunos de sus escritos más recientes) dio señales desaprobatorias sobre el espíritu de la filosofía de Fichte, y varios kantianos queridos y reconocidos por su maestro (por ejemplo en los Jacobschen Annalen) trataron los escritos y el método de Fichte de una manera muy indebida! De ahí que el reseñante crea tener permiso para aventurar el pedido, en nombre de una parte del público, grande y digna de consideración, de que el maestro de la filosofía trascendental comunique su juicio, tan interesado por la ciencia, sobre la Doctrina de la ciencia” (Reproducido en Ak.: XIII, 542-543)

c Dado que Kant no menciona más que el término “Doctrina de la ciencia”, no es nada sencillo determinar a cuál de las diversas exposiciones filosóficas llevadas a acabo por Fichte bajo este nombre se refiere, y cuán bien conocía su proyecto en general. La pregunta es fundamental, sin embargo, a la hora de echar luz a la polémica y de poner en relación aquello que Kant dice encontrar insostenible en la filosofía fichteana: el intento de entresacar un objeto real de una mera lógica. Al respecto, vale la pena mencionar que, el 6 de octubre de 1794, Fichte le había escrito a Kant lo siguiente: “Permítaseme interrumpir su tiempo libre, hombre sin par venerable, con el pedido de que, si su ocupación lo permite mínimamente, lea la pequeña parte, que adjunto aquí, del primer intento por llevar a cabo el plan mencionado en mi escrito Sobre el concepto de la Doctrina de la Ciencia etc., y me diga su juicio sobre ella”. (Ak.: XI, 526). El escrito que iba adjunto con la carta no fue otro que el célebre Fundamento de toda la Doctrina de la Ciencia, como manuscrito para sus oyentes, publicado en Jena en 1794. Sin embargo, no se puede concluir de aquí que Kant lo haya leído efectivamente, o no por lo menos que lo hiciera en forma completa. Todavía el 5 de abril de 1798 Kant le pregunta a Johann Heinrich Tieftrunk: “¿Qué opinión tiene [...] de la Doctrina de la ciencia en general del señor Fichte, libro que me ha enviado hace tiempo, pero cuya lectura completa dejé de lado por ahora por encontrarla tan vasta, como entrecortada resulta mi ocupación, y que sólo conozco actualmente por medio de la reseña de la Allgemeine Literatur Zeitung?”. (Ak.: XII, 240). Con todo, la posibilidad de que Kant la leyera después de enviada esta carta a Tieftrunk, en el período de poco más de año y medio que la separa de la declaración contra Fichte, no es muy sólida, en vistas del modo de trabajo de Kant, y se debilita aún más si se presta atención al hecho de que entre la reseña del proyecto de Buhle, que es la que verdaderamente motiva el pronunciamiento público de Kant, y la redacción de la Declaración misma, el tiempo se reduce a poco más de seis meses. La misma carta a Tieftrunk abre sin embargo una segunda posibilidad: Kant se refiere allí a una reseña sobre la filosofía de Fichte publicada en la Allgemeine Literatur Zeitung que sí habría leído. Y en ese sentido, es interesante que ya entonces exprese en base a ésta sus dudas de un modo muy similar al que será empleado en la Declaración: “la reseña sobre Fichte (redactada con una pronunciada inclinación del reseñante) me da la apariencia de una suerte de fantasma; cuando uno cree que lo atrapó, no encuentra ningún objeto, sino a sí mismo, es decir: a la mano batiendo y agitándose por delante. Produce una rara sensación en el lector que la mera autoconciencia, esto es, sólo según la forma del pensamiento, sin materia y por consiguiente sin que la reflexión tenga algo ante sí a lo cual pudiera ser aplicada, vaya por sí misma más allá de la lógica. Y dado que toda doctrina proseguida sistemáticamente es ciencia, ya el título (Doctrina de la ciencia) despierta pocas expectativas de provecho, porque daría a entender que se trata de una ciencia de la ciencia [wissenschaftswissenschaft] y así hasta el infinito.” (Ak.: XII, 240).

A lo que Kant pudo haber leído en la reseña que discute con Tieftrunk en 1798, hay que agregar la posibilidad de otras dos fuentes de las cuales pudiera haber obtenido información sobre la Doctrina de la Ciencia. La primera proviene del extenso intercambio epistolar de Kant con Jacob Sigismund Beck, a quien el 27 de septiembre de 1791 había autorizado por carta a realizar una exposición de la filosofía crítica (Ak.: XI, 289 y ss.). El 24 de junio de 1797, Beck le escribe a Kant -por segunda vez en una misma semana- para pedirle que de ningún modo se deje influenciar por las afirmaciones del pastor Johann Schultz con respecto a que el verdadero objetivo de su exposición de la filosofía crítica en Único punto de vista posible para enjuiciar la filosofía crítica (Riga, 1796) no sería otro sino el de tener un pretexto para poder derribarla por completo. El pedido de Beck había sido motivado por el propio Kant, quien le había comunicado en una carta perdida lo que oportunamente le dijera sobre él el pastor Schultz. Beck le responde a Kant largamente el 20 de junio de 1797 (Ak.: XII, 162-171). Cuatro días mas tarde, el 24 de junio, vuelve a escribirle para comentarle, entre otras cosas, lo siguiente: “[Ak.: XII, 173] Cuando llevé al correo la vigésima carta dirigida a Usted, tomé la suya una vez más en mis manos. Mientras me detenía en su comienzo y en algo que me dice el pastor Schulz, se me hizo algo más claro el verdadero motivo tanto de su carta como del enojo de ese hombre respetable. Como entonces vi el asunto bajo una luz algo distinta, tomé la decisión de enviar con el correo de hoy lo que todavía me parece necesario decirle.

Usted encuentra el motivo de su carta en el hecho de que él referiría, como de la más alta prioridad, el rápido y público arreglo de la falta de claridad de los principios críticos. Por otro lado, el pastor me hace decir por ejemplo: “realidad [Realität] es la síntesis originaria, del mismo modo que la de la sensación, que va del todo a las partes” -en lo cual probablemente Usted acuerda conmigo- y así y todo dice él con pleno derecho: “no veo del todo bien qué querría aquí decir sensación, si no hay sensibilidad alguna”, respecto de lo cual, hombre magnífico, esté seguro |[Ak.: XII, 174] de que si alguna vez se me hubiera ocurrido algo así, que el entendimiento produce el objeto, iría en este sin sentido contra mí mismo. De ambas cosas concluyo que Usted debe haber estado conversando sobre los raros disparates del señor Fichte, según lo completamente fichteanas que me suenan estas expresiones. Acerca de esto no puedo más que recordar lo siguiente y proponer algo que ronda mi cabeza. Le aseguro, tanto como que soy un hombre honrado, que me encuentro infinitamente alejado de este sin sentido fichteano. [Ak.: XII, 175] Pero yo sé que Fichte, que parece buscar adeptos, dice de mí que me encuentro en el mismo camino que él; tanto lo sé, que dije lo contrario en una reseña en los Jakobs Annalen y también en mi Punto de vista. Cuando lo visité en Jena durante la semana santa, realmente quiso hechizarme, al comenzar realmente así una conversación conmigo: “yo sé que Usted opina como yo, acerca de que el entendimiento hace la cosa”. Me dijo cosas tan disparatadas y quizás por nadie fue rechazado tan amigablemente como por mí, porque pronto corregí a mi hombre. Lo que quiero decir, pues, es lo siguiente. Fichte me dijo que en su nueva revista, donde elaboró nuevamente su Doctrina de la Ciencia, entre otras cosas acepta sólo una filosofía y ninguna diferencia entre filosofía teórica y moral, porque en todas partes el entendimiento, por medio de su libertad absoluta pone las cosas (¡un disparate! quien puede hablar así, no puede nunca haber tomado plenamente en serio los principios críticos) y que ahí hablaría mucho de mi Punto de vista. No tuve pues aún estas cosas en mis manos, pero [Ak.: XII, 176] estoy prevenido de antemano, de poder hacer de esto simplemente la razón para declarar en los Jakobs Annalen, en primer lugar, que mi opinión de ningún modo concuerda con la de él; en segundo lugar, que creo haber expuesto correctamente la crítica, y que por eso no creo haberme apartado de su sentido, porque a mí nada me es más imperioso que diferenciar la sensibilidad (la facultad de ser afectado por objetos [Gegenstände]) del entendimiento (la capacidad de pensarlos, de referir esto subjetivo a objetos); en tercer lugar, que, sin embargo, de ninguna manera tengo la intención de comprometer por medio de lo segundo al fundador de la filosofía crítica en aquello que en el Punto de vista… corresponde completamente a mi propia idea: cuando sus obras lleguen a fin, cada uno puede evaluarlas con sus propios ojos y formar su juicio propio.

Para nada quiero tener que cargar con el mismo Fichte, y por eso voy a decir muy suavemente lo que le concierne. Con respecto al segundo punto, quiero sin embargo explayarme minuciosamente, y corregir lo defectuoso que haya sido dicho por mí en el Punto de vista” (Ak.: XII, 174-76).

Es preciso sumar además un comentario de Tieftrunk a los elementos mediante los cuales Kant pudo haber formado su juicio sobre la Doctrina de la Ciencia. El cinco de noviembre de 1797 se queja ante Kant de quienes se dicen continuadores de la filosofía crítica, haciendo una referencia al autor de la Doctrina de la Ciencia, que retoma la línea de lectura presentada ya por Beck cinco meses antes, y permite por eso pensar en lo que parecería ser una opinión generalizada: “Se tiene a la sensación y a la realidad [Realität] por lo mismo y se cree según eso poder deducir a priori, como [hace] Fichte, por ejemplo, tanto el aire como la luz” (Ak.: XII, 213). El propio Fichte agregará finalmente una última hipótesis respecto de cuál de sus escritos sea el que sirve de apoyo a Kant en la Declaración (cf. aquí la nota 5).

d En una nota del convoluto segundo del Nachlaß correspondiente al período julio 1797 – agosto 1799, se encuentra una formulación probablemente anterior de esta misma idea: “A una ciencia como sistema corresponden principios a priori que conciernen a la forma de la misma, a la cual luego está subordinada la materia como complejo de objetos, medio por el cual el conocimiento se vuelve científico. (*) Una Doctrina de la Ciencia en general, en la que se abstrae de la materia de la misma (los objetos del conocimiento), es la lógica pura, y es moverse en círculos figurarse, aun con conceptos a partir de ésta, otra Doctrina de la ciencia más alta y más general que pueda contener en sí misma nada más que lo científico del conocimiento en general (la forma del mismo)” (Ak.: XXI, 207). La similitud con la Declaración... permite pensar que la referencia de “Doctrina de la Ciencia” es aquí el proyecto filosófico de Fichte, con el cual Kant se consideraba ya en desacuerdo. Así mismo, es posible destacar que el hecho de que Kant hable aquí y en la Declaración… misma de una Doctrina de la ciencia en la que se abstrae de la materia del conocimiento, deja abierta al parecer la posibilidad de una en la cual no se lo hiciera. Y en efecto, Kant utiliza el término “Doctrina de la ciencia” en Los progresos de la metafísica para designar la primera etapa en el desarrollo de la razón pura, correspondiente a su progreso seguro (etapa a la que sigue la doctrina de la duda, como estancamiento que sirve de preludio a su vez para la doctrina de la sabiduría, tránsito al fin último de la metafísica) (cf. Ak.: XX, 273).

e El último párrafo de esta carta del 13 de octubre de 1797 dice así: “Sus obras, que me ha enviado en 1795 y 1796, llegaron perfectamente a mis manos por medio del señor Hartung. Me llena de especial alegría que mi doctrina del derecho haya despertado su aprobación. Si no es muy grande su enojo por mis titubeos a la hora de responder, no deje de honrarme con sus cartas y acercarme noticias literarias. Voy a hacer el esfuerzo en lo venidero de estar más abocado en esto [la lectura de sus obras], especialmente porque he visto que su excelente don de exposición, vivaz y unido con popularidad, evoluciona en sus nuevas piezas, con lo cual tiene recorrido ya los espinosos senderos de la escolástica y no va a encontrar necesario regresar la mirada hacia ellos” (Ak.: XII, 221-222). Esta carta abre la posibilidad de una nueva hipótesis sobre lo que Kant pudiera haber leído en forma efectiva para fundamentar la Declaración…. Fichte, como se verá en la respuesta pública al pronunciamiento de Kant que reproducimos a continuación de la Declaración…, se basa justamente en esta carta para fundamentar su propia hipótesis respecto del escrito al cual se estaría refiriendo Kant. A partir de las apelaciones de Kant al don de exposición y a la popularidad que encontraría en sus últimas obras, Fichte concluye sin dudar que el blanco de las críticas no sería otro más que su Segunda introducción…, redactado con la específica intención de irrumpir en la polémica pública por la “herencia” filosófica de Kant.

f El texto alemán dice literalmente: “mit der Erklärung “er werde doch das Scholastische nicht aus den Augen setzen””. Queda claro que por “él” debe entenderse aquí: Fichte. El problema es que Kant mezcla el discurso directo con el indirecto. La referencia aquí es la respuesta de Fichte a Kant del 1 de enero de 1798: “Me produce el más animado gusto que mi exposición encuentre su aprobación. No creo merecerla, cuando el propio Bouterweck la llamó públicamente barbárica (en los avisos de Göttingen). Valoro altamente el mérito de la exposición; soy consciente del gran esmero que apliqué desde muy temprano para lograr destreza en ello, y no voy a dejar nunca de poner empeño allí, hasta donde el asunto lo permite. Por eso no pienso para nada en darle la despedida a la escolástica. Me dedico a ella con ganas y sin presión, y fortalece y aumenta mis fuerzas. Además, atravesé un considerable ámbito de ésta, tocado hasta ahora meramente de pasada, pero nunca específicamente: el de la crítica del gusto [Geschmacks-Kritik]” (Ak.: XII, 230-31).

g La intención de haber querido proporcionar sólo una propedéutica de la filosofía trascendental, necesitada entonces de un posterior desarrollo completo y sistemático, que Kant rechaza aquí, aparece formulada literalmente en el Fundamento… de 1794 de Fichte, enviado oportunamente a Kant. Éste último, afirma Fichte, “ha dicho alguna vez que en sus críticas no quería establecer la ciencia, sino una propedéutica de ésta” (Grundlage... FSW: I, 176). Aunque Kant podría haber tomado esta referencia en forma directa del texto de Fichte, no podría concluirse de aquí sin embargo suficientemente que hiciera una lectura exhaustiva del Fundamento…, ni menos aún que éste sea el verdadero referente de la Declaración… contra Fichte. Si se tiene en cuenta la carta a Tieftrunk de 1798, comentada más arriba (cf. n. 3), cabe pensar que Kant podría haber tomado la frase, o bien de esa lectura que dice haber hecho sólo de forma incompleta, o bien de la reseña por medio de la cual afirma conocerla realmente. Por otro lado, vale la pena señalar que en la introducción a la Crítica…, Kant había escrito efectivamente que una ciencia del mero juicio de la razón pura, de sus fuentes y límites, en la que consistiría una crítica de la razón pura, “puede verse como una propedéutica al sistema de la razón pura” (A 11 / B 25); también (cf. A 841 / B 869).

h Probablemente Kant se refiere aquí al prólogo de la segunda edición de la Crítica… (cf. B xxii-xxiv).

i El reseñante del Proyecto… le reprocha a Buhle que: “presenta los principios trascendentales del conocimiento como recipientes que no contienen nada (formas), los cuales deben llenarse primero con una materia dada de afuera, si es que deben cobrar realidad”. A continuación cita un fragmento del § 70 del escrito reseñado, en el que Buhle afirma: “A pesar de que los principios del conocimiento en sí mismos están disponibles en y con el ánimo, se requiere sin embargo primero una conexión de éste con los objetos de la experiencia para poder llegar a la conciencia de ellos. Como en y para sí sólo expresan disposiciones para determinadas funciones del ánimo que en sí mismas son sin embargo vacías, es concebible primero que queramos diferenciarlas en la conciencia de una materia, que es su contenido”. El reseñante comenta entonces a propósito: “¿Debe creerse que un hombre que se declara en favor de la doctrina del idealismo trascendental [...] filosofe tan dogmáticamente? ¿Debe creerse, finalmente, que un hombre que, con todos los kantianos, se pronuncia –según las palabras– contra la cosa en sí, se base en un ser en y con el ánimo, es decir, en un substrato, es decir, en el hecho de una cosa en sí, en vez tener que reconocer una actividad, un actuar, como principio originario de la filosofía?” El reseñante afirma, por último, que el fundamento de las vacilaciones de Buhle no se debe a otra cosa más que a los propios escritos de Kant, “en los cuales él mismo oscila entre lo trascendental y lo empírico, y muchas veces cae desde el punto de vista crítico en uno dogmático”. El único error es “que estos escritos se valoran como palabra sagrada, se aprenden de memoria y se los repiten al público al pie de la letra hasta el hartazgo. [...] el público y la juventud estudiante han sido ya bastante fastidiados con la exégesis de los escritos kantianos, y los kantianos han reprobado ya en forma suficiente la lección de la Crítica, y demostrado abundantemente que la letra kantiana mata al espíritu tanto como la aristotélica. Por fin es tiempo de entregarse, en Fichte y Reinhold, al excelente genio despierto del pensamiento independiente, romper las ataduras de la filosofía de formulario y guiar el espíritu libre al pensamiento real” (Reproducido en Ak.: XIII, 547). La tesis de que el espíritu de la filosofía kantiana necesita ser liberado de la letra en la que estaría prisionero y a la cual habría que atribuir los problemas que presenta, es un lugar común que atraviesa todo el debate en torno de la recepción del criticismo y de la herencia filosófica de Kant. Según este punto de vista, los problemas del criticismo estarían ligados a la particularidad de la exposición kantiana, que consistiría en hacer de la finitud el punto de partida de la filosofía, y sólo se solucionarían por eso una vez que ésta fuera desarrollada en forma sistemática. A esta interpretación agregará Fichte que, justamente aquello que a Kant no le permite decir su propio modo de exposición, es a lo que la Doctrina de la Ciencia es verdaderamente fiel, completando así de algún modo, por medio de su explicitación, el plan trazado ya por el autor de la Crítica…. En ese sentido Fichte afirma en el Fundamento…: “Aquí no es el lugar para mostrar que Kant sabía plenamente lo que no dijo –lo cual, por lo demás, se puede ver fácilmente–, ni para ofrecer las razones de por qué no pudo ni quiso decir todo lo que sabía. Los principios establecidos aquí, y los que se establecerán, tienen claramente a los suyos por fundamento, de lo cual puede convencerse cualquiera que quiera familiarizarse con el espíritu de su filosofía” (Grundlage…FSW: I, 176); también (cf. I, 175). Del mismo modo, en la Segunda Introducción..., señala justamente que es al “espíritu” de la filosofía de Kant a quien es realmente fiel la interpretación del criticismo que propone la Doctrina de la Ciencia. “A explicar por el espíritu se está forzado”, aclara, “cuando no se quiere ir muy lejos con la explicación por la letra. Kant mismo, al hacer la modesta confesión de no ser especialmente consciente del don de la claridad expresiva, no concede gran valor a su letra, y en el prólogo a la segunda edición de la Crítica de la razón pura [...] él mismo recomienda explicar sus obras ateniéndose a la coherencia y a la idea de conjunto, o sea, por el espíritu y la intención”. (Zweite Einleitung in die Wissenschaftslehre; für Leser, die schon ein philosophisches System haben. FSW: I, 479 y n.). También Schiller indica, en las Cartas sobre la educación estética del hombre, antes de su propia polémica con Fichte, que la doctrina de la oposición entre la razón y la sensibilidad “no se encuentra de ningún modo en el espíritu del sistema kantiano, aunque plenamente podría encontrársela en su letra” (Schiller: XIII, 2 (n.)). En 1801 Georg Wilhelm Friedrich Hegel publica Diferencia entre los sistemas de filosofía de Fichte y Schelling, escrito con el cual hace su presentación filosófica en el debate filosófico de Jena. En el proemio puede seguirse aquello que constituye el punto de partida de la lectura fichteana de la filosofía de Kant, explicado sobre la misma premisa según la cual el espíritu de la filosofía kantiana debe ser liberado de la letra de la que surgen los problemas de los cuales fatalmente queda preso: “la filosofía kantiana había necesitado que su espíritu fuera separado de la letra y que el principio puramente especulativo fuera liberado del resto [...]. En el principio de la deducción trascendental de las categorías esta filosofía es auténtico idealismo, y este principio es el que Fichte ha puesto de manifiesto en una forma pura y rigurosa, y lo ha llamado el espíritu de la filosofía kantiana. Que las cosas en sí –con lo cual no se expresa objetivamente más que la forma vacía de la oposición– hayan sido nuevamente hipostasiadas y puestas en cuanto objetividad absoluta, como las cosas del dogmático”, y que las categorías impidan toda posibilidad de expresión de lo absoluto, “son circunstancias que radican a lo sumo en la forma de la deducción kantiana de las categorías, no en su principio o espíritu”, que es “la identidad del sujeto y del objeto” (Hegel: II, 8-9).

j “Degli amici mi guardi Dio, che dai me nemici mi guarderò io” (Caponni: 130). (Reproducido en Ak.: XIII, 548).

k “Aliud clausum in pectore, aliud in lingua promptum habere”, “tener un contenido en el pecho, y otra disposición en la lengua” (Sallusti: 10, 5): Kant había citado ya esta frase en la Metafísica de las costumbres (cf. Ak.: VI, 429).

l Respuesta de Fichte a la declaración de Kant contra la Doctrina de la ciencia, publicada a instancias de Schelling en las páginas 990-992 del número 122 de la Allgemeine Literatur Zeitung del 28 de septiembre de 1799, reproducida en Ak.: XIII, 548-49.

m Cf. nota 5.

n Schelling, quien en muy poco tiempo se convertiría en el sucesor filosófico del autor de la Doctrina de la Ciencia en la Universidad de Jena, y que en 1800 comienza a apartarse de la posición de Fichte con la publicación en esa ciudad de su Sistema del idealismo trascendental, tomó parte en la polémica. En una carta del 12 de septiembre de 1799 le desliza a Fichte una sospecha sobre las verdaderas intenciones que habrían motivado la desautorización de Kant, basándose para ello en la relación que podría haber entre el largo tiempo transcurrido, casi ocho meses, desde la aparición de la invitación del reseñante del Proyecto... de Buhle en la revista de Erlangen, y la publicación de la Declaración..., y el hecho de que justamente durante este período hubiera tenido lugar el proceso por ateísmo seguido contra el autor de la Doctrina de la Ciencia. Según Schelling, Kant escribe contra Fichte por miedo, para alejar toda posibilidad de poder correr la misma suerte que él: “le pido a usted meditar sobre lo siguiente. Kant se remite, como dice, a la invitación de un oscuro reseñante [...]. Esta invitación se publicó en enero. Kant sólo esperó primero hasta que empezara el proceso sobre su ateísmo. Guardó silencio un poco más también entonces, y esperó no sólo hasta que perdiera usted su puesto, sino que esperó hasta que estuviera en Berlín [...]. A comienzos de julio estaba usted en Berlín, y la declaración está escrita a fines de agosto. Qué máscara despreciable, entonces, citar el espíritu, olvidado hace tiempo, de una reseña aparecida hace ocho meses, para no parecer demasiado miserable ante el público con su declaración, y poder exhibir así un mejor motivo que aquel que realmente tuvo: la mera preocupación por su tranquilidad. Aparentemente le dio miedo Berlín: ser puesto en la misma categoría que Usted, y tener que conllevar lo que Usted causó. Todo el asunto es un rasgo característico más de la clase del ya familiar “como el más leal súbdito de la eterna majestad” en el Conflicto de las facultades” (Fichte & Schelling: 19-20), reproducido en Ak.: XIII, 543. Schelling cita aquí a Kant en el prólogo de El conflicto de las facultades (Ak.: VII., 10). La frase pertenece a la respuesta de Kant al emperador Federico Guillermo II de Prusia, con motivo de la censura de la Religión dentro de los límites de la mera razón. Kant declaraba de esta manera que se abstenía, de allí en adelante, de toda declaración pública en relación a la religión. Sin embargo, él mismo aclaró en 1798, en el Conflicto de las facultades, que lo que escribió entonces fue una suerte de reaseguro que le sirvió para proteger la libertad de su juicio, atado de ese modo solamente a lo duración de la vida del emperador (cf. Ak.: VII, 11). Fichte mismo bajó el tono de la polémica, respondiéndole a Schelling a los pocos días que: “para la disculpa de Kant sirve que en Königsberg, como yo sé por mi estadía allí, reciben las novedades literarias usualmente tarde [...]” (Fichte & Schelling: 19-20).

 


1 El texto fue publicado como separata de la Revista Latinoamericana de Filosofía, vol. XXXII, 1, otoño 2006. Se publica con la generosa autorización tanto del traductor como de la revista.

2 Cf. Fichte: Grundlage der gesammten Wissenschaftslehre, als Handschrift für seine Zuhörer (de aquí en adelante se cita como Grundlage…) en: Johann Gottlieb Fichtes sämmtliche Werke. La edición de las obras completas de Fichte utilizada aquí se cita en adelante como FSW. En números romanos se indica el tomo y en arábigos las páginas correspondientes.

3 Vale la pena señalar que, a pesar de las claras afirmaciones de Fichte contra la cosa en sí, no es sencillo determinar cuál haya sido realmente su posición definitiva en relación a este punto. Y así, mientras que Herbert J. Paton, por ejemplo, reconoce en Fichte al iniciador de la doctrina según la cual Kant debería renunciar al concepto de noúmeno –lo cual, según Paton, no sería verdaderamente posible sin abandonar en el mismo movimiento también el propio criticismo (cf. Paton: II, 454-55)–, la literatura fichteana especializada registra como punto de discusión el hecho de que Fichte haya sostenido verdaderamente una doctrina semejante. Según Alexis Philoneneko, Fichte se encuentra mucho más próximo a la filosofía de Kant, cuya crítica a la metafísica profundiza y refina, de lo que la tradición filosófica ha querido reconocer. Fichte “jamás intentó suprimir la cosa en sí”, y el hecho de que se le haya atribuido esta posición como la suya propia se debería más bien a Schelling y Jacobi (cf. Philonenko: 286).

4 Para una de las primeras afirmaciones de Fichte en esta dirección (cf. Grundlage...). Sobre el tema de la distinción entre el espíritu y la letra por ejemplo cf. Breazeale.

5 La Declaración... es señalada como uno de los acontecimientos que marcan la transición entre una primera etapa en la recepción de la filosofía de Kant, dominada por las figuras de Karl Leonhard Reinhold, Friedrich Heinrich Jacobi, Gottlob Ernst Schulze, Salomon Maimon y Jacob Sigismund Beck, y un segundo momento que tiene su origen en la filosofía de Fichte, y se extiende progresivamente en la producción de Schelling y Hegel (cf. Di Giovanni: 417 y ss). Sobre las tesis compartidas por Fichte, Schelling y Hegel en relación a la filosofía de Kant, y la posibilidad de pensar o no, a partir de esta coincidencia, a los tres como partes de un mismo movimiento filosófico, cf. Horstmann: 117 y ss.

6 Por ejemplo, el 13 de abril de 1800 Georg Samuel Albert Mellin le escribe a Kant: “su declaración contra Fichte causó mucha sensación, pero era necesaria” (Ak.: XII, 303). Como es usual, la edición académica de las obras de Kant se cita de aquí en adelante como Ak., seguido del tomo correspondiente en números romanos y del número de página en arábigos. La Crítica de la razón pura se toma de esta misma edición y se cita con las letras A y B, según se trate respectivamente de la edición de 1781 o de 1787.

* Las notas al texto de Kant se señalarán con letras (a-n) y se encontrarán al final.


Bibliografía

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