PRESENTACIÓN
De acuerdo con la evolución de la ciencia del lenguaje, en el siglo XX, las dicotomías más relevantes podrían ser: lenguaje/lengua, lengua/habla, forma/sustancia, estructura sintagmática/estructura paradigmática, hablante ideal/oyente ideal, estructura superficial/estructura profunda, texto/discurso, texto/contexto, lingüística de la lengua/lingüística del lenguaje, lenguaje/pensamiento, lenguaje/sociedad y lenguaje/cerebro. Trataremos las primeras, y a partir de la estructura superficial/ estructura profunda, las siguientes.
LENGUAJE/LENGUA
Esta dicotomía permite una diferenciación importante entre lo cerebral, lo facultativo; lo ingénito y lo congénito: el lenguaje. Su uso, por medio de una convención social, mediada por unas normas naturales y otras académicas: la lengua. En efecto, el lenguaje es una facultad enseñoreadora que hace parte del cerebro, porta una información genética o familiar y se desarrolla desde el mismo momento de la gestación (ingénita y congénita).
Es muy común el monopolio del lenguaje sobre el de la lengua; es usual escuchar expresiones, tales como: uso del lenguaje, lenguaje como modelador y modulador de la conducta, lenguaje social, lenguaje como expresión de la ideología, lenguaje como componente de la competencia comunicativa, lenguaje del aula de clase, lenguaje de la educación, entre varias, cuando lo pertinente debería, en varios de los casos anteriores, ser lengua; v. gr. uso de la lengua, lengua social, lengua como expresión de la ideología, lengua como componente de la competencia comunicativa.
Ello puede deberse a la magnificencia, universalidad, prospección y totalidad del lenguaje, frente a la sencillez, localidad, circunstancialidad y particularidad de la lengua. Y, aunque Saussure le da al lenguaje las características de multiforme y heteróclito (A. Alonso en el prólogo del Curso de Lingüística general, 1945), la lengua es holística, y es parte principalísima del lenguaje; es una de sus manifestaciones sustanciales. (Crf. Saussure, 1945, p.37).
En síntesis, el lenguaje es una facultad ingénita y congénita de la especie humana; la lengua es el uso del mismo, su subsidiaria, parte de su realidad. Recordemos que en la expresión: pero el niño ya tiene edad de hablar, estamos reconociendo que el uso del lenguaje, mediante la lengua, y en caso del ejemplo el habla del niño, es parte del desarrollo armónico, pero también común al que estamos acostumbrados desde lo individual hasta lo social.
LENGUA/HABLA
En cierta ocasión, un colega, profesor de lengua materna, nos expresó su descontento al manifestar que alguien les estaba enseñando a nuestros estudiantes que la lengua era, generalmente, escrita, y que el habla era lo oral. Estaba muy enfadado. No obstante, con tranquilidad le dijimos que nosotros éramos culpables de su enfado porque la lengua, al ser lo estándar, lo formal, lo académico, lo más neutral posible, convive con el habla que puede ser acroléctica -recordamos que acroléctico, de acrolecto, es un término referido por el lingüista, de origen inglés, Derek Bickerton (cfr, p. ej., Bickerton, D. & Escalante, A. (1970), Bickerton, 1973, citados por Haugen, 2016), para referirse a un registro de lengua hablada que se considera como formal o alto, pero también informal. Y retomamos: el habla que, también, se torna dialéctica o modificable; contextual, pero también desprevenida; en fin, el habla es el uso de la lengua y es la directa responsable de sus transformaciones a través del tiempo.
Elementos de habla pueden, en un proceso exigente, largo y recurrente, tornarse lengua, parte de la lengua, de su uso y de su ser. Tomemos el ejemplo del pronombre sumercé, originalmente vuestra merced. En principio, un componente fundamental del lenguaje; por ende, de la lengua, y, luego, del habla. Del lenguaje porque se trata de una forma de tratamiento respetuosa que, para muchos, es fruto de una mentalidad colonizadora. De lengua porque es un pronombre con una historia paralela a la de la lengua española; en especial, a su esparcimiento o difusión por el mundo. De habla porque de ser sinónimo de expresiones como su majestad o su eminencia, hoy, se aleja de las mismas y pasa a una forma de tratamiento horizontal; no la usamos, necesariamente, para denotar a alguien más importante que nosotros; por lo contrario, es un igual (cfr. Rodríguez y Acevedo, 2020).
En concreto, la lengua es un sistema (conjunto ordenado de partes) que, como tal, está compuesto por unos niveles de análisis lingüístico (NAL); en nuestros cursos, precisamente, NAL, a saber: fonético, con una unidad mínima de análisis: el sonido; fonológico, con los fonemas; morfológico, con el morfema, como unidad mínima de análisis; sintáctico, con la oración, como unidad mínima de análisis; semántico, con el semantema; pragmático, con el contexto (años más tarde; solo lo citamos por completitud, pero no desconocemos que el estructuralismo se centra en el Sistema y en la oración, y en abordar el estudio lingüístico desde la perspectiva de "niveles"; deja de lado al emisor y al contexto; estos dos últimos aspectos esenciales para la pragmática, y semiológico, con el signo-símbolo, como unidad mínima de análisis.
El habla, el uso de la lengua, se erige como la relación más directa de los hablantes con su lengua; gracias al habla, nos manifestamos como parte de nosotros mismos, de nuestra familia, de nuestro entorno, de nuestro barrio, de nuestra institución educativa, de nuestro trabajo y, así, sucesivamente, construimos, experimentamos, improvisamos, aprendemos y triunfamos, o no, como le sucede al habla frente a la lengua.
FORMA/SUSTANCIA
Suele no tratarse esta dicotomía en la mayoría de cursos de Lingüística. Aquí la analizamos porque, de acuerdo con Corredor y Nieto (2007), desde la forma/sustancia: "(...) lo que permite concluir que el signo [lingüístico] está constituido por una doble forma que articula una doble sustancia" (p.87). Si nos vamos a la psicolingüística evolutiva, nuestras primeras manifestaciones lingüísticas -prelengua para algunos o protolengua para otros- se desprenden de la forma, primero, para darle paso a la sustancia, después.
Sin pretender ejemplificar la dicotomía, pero con ánimos de prospección, es como el momento onomatopéyico por el que todos pasamos. Antes de que se desarrolle nuestra habla, solemos imitar, muy bien, los sonidos de los animales, juguetes, o, en general, objetos con los que interactuemos. Así que lo fónico -la sustancia- es individual hasta que, como se dice popularmente, desenredamos el habla o nos hacemos entender. En el momento de pasar a un contexto social educativo, por ejemplo, comenzamos a dominar o a estudiar la forma.
A partir de esta dicotomía podemos darle un vistazo al signo lingüístico: significante/ significado, pero no como se suele estudiar: un significante para un significado o, más confuso aún, una imagen mental. Cabe recordar que, aunque así se suele creer, en nuestro cerebro es difícil guardar imágenes (figuras); probablemente, almacenamos representaciones y, con certeza, referentes, recuerdos, vivencias, entre otros. Así, pues, el signo lingüístico, además de dicotómico, sería doblemente tal; dos formas (la lingüística y la mental) y dos sustancias (la acústica propia y la acústica estándar), como ya lo habían trabajado desde la óptica estructuralista y semanticista.
ESTRUCTURA SINTAGMÁTICA/ESTRUCTURA PARADIGMÁTICA
Cuando trabajamos las nociones de lenguaje/lengua/habla, en la clase de Lingüística, solemos recurrir a las posibilidades verticales y horizontales del lenguaje, la lengua, el habla y el discurso.
Sintagmático, del griego, se relaciona con orden, y lo podemos hacer extensivo, precisamente, a estructura, a linealidad, a secuencialidad, y a jerarquía. Entonces, podemos relacionar la estructura sintagmática con la sintaxis, y con elementos, como el orden natural de la lengua: sujeto (o referente) más predicado (o lo que se escribe del sujeto), más complemento.
Así mismo, en la estructura sintagmática se tienen presentes las palabras y la manera como, ordenadas, mediante la oración, especialmente en la escritura, producen un sentido y un significado, Y entran en la escena los signos de puntuación, los conectores, las oraciones, y, en últimas, se relaciona e influye en la configuración de discursos escritos ligados y congruentes. Por tanto, la estructura sintagmática es consecuente con entornos y contextos; por ejemplo, se saluda distinto en la mañana, en la tarde y en la noche.
Paradigmático, del griego, se relaciona con modelo, con demostración, y con comparación. Así, podemos asociar la estructura paradigmática con la propiedad lingüística (desde la gramática tradicional), con elementos, como la relación pensamiento-discurso, de acuerdo con la dificultad y el azar que representa el hecho de que se entienda lo que realmente se dijo, se entienda algo diferente, se entienda lejanamente o se entienda lo que el interlocutor quiere y no lo que dijo o escribió el locutor.
Las relaciones sintagmáticas se dan desde la linealidad de los signos, desde el hecho de ser sucedáneos; desde su presencia. En la oración los signos están, pudiéramos decir, encadenados. Los signos son consecutivos o ininterrumpidos (cfr. Medel, 2013). Si de acuerdo con Medel (2013), los signos son consecutivos, este tipo de relación se apoya sobre dos conceptos fundamentales: la linealidad del significante y el concepto de valor.
Las relaciones paradigmáticas se dan en ausencia; las entablan los signos con otros del código, fundando esta relación en el concepto de representar ideas. Según Medel (2013), Los rasgos que diferencian un signo de otro, en su significado/significante incentivan o motivan la elección que el individuo realiza de uno u otro (sinónimos, por ejemplo, o antónimos. Desde lo paradigmático, por un buen tiempo, en los estudios lingüísticos, se diferenciaba la oración de la proposición; de hecho, la primera se asocia a lo sintáctico (sintagmático); la segunda, a lo semántico (paradigmático).
En concreto, la estructura sintagmática se ejemplifica desde un orden necesario que experimentan todas las lenguas, sea en el habla, sea en la escritura. Tal orden, a veces, inconscientemente, se manifiesta en las oraciones, en las proposiciones y demás unidades o conceptos propios de la expresión oral y de la escrita. Lógicamente, en ocasiones, el orden es consciente o inconsciente.
La estructura paradigmática se pone en práctica cuando los hablantes acudimos a nuestros lexicones, memorias, recuerdos, vivencias, incluso, y con los mismos, elegimos, consciente o inconscientemente, y de acuerdo con el sistema lingüístico, ciertos elementos lingüísticos, en aras de lograr nuestros propósitos comunicativos.
Hablante ideal/oyente ideal
Proveniente de la tradición mentalista, en esta dicotomía "la lingüística selecciona como unidad de análisis la muestra de habla más depurada, más homogénea, digna del hablante/oyente ideal en su monolingüismo" (Abouchaar, 2012, p. 87). Sobre la misma, se encuentran excelentes materiales en su contra. No obstante, aquí la mencionamos para, precisamente, reflexionar sobre la comunicación y su estudio, así como el hablante y su uso lingüístico.
En primera instancia, es el momento de recordar que esta dicotomía es una abstracción y, como tal, lejana de la realidad lingüística. No existe un hablante ideal; tampoco, un oyente ideal. Por lo contrario, todos podríamos ser los hablantes y los oyentes reales: los que no comprenden lo que deberían, los que interpretan a su manera, los que afirman: no lo quise decir, los que confunden el significado y el sentido, los que tergiversan, entre otras acciones propias del proceso de uso del lenguaje, de la lengua y del habla en la comunicación.
Y es una oportunidad importante de hacernos caer en la cuenta de lo delicado, azaroso, complejo y difícil que resulta el proceso de la comunicación -que no se da entre un emisor y un receptor (Teoría Matemática de la Comunicación, 1949), sino entre un locutor y un interlocutor (Teoría Discursiva de la Comunicación, 1984)-. Un proceso (el de la comunicación) que, difícilmente, asegura éxito, dado el hecho de que la competencia lingüística de los usuarios, inmersa en la comunicativa, podrían parecer parejas, pero no ser tal.
En fin, el hablante oyente ideal es una conceptualización que, como la de la oración, permite estudiar aspectos relevantes como los de la competencia lingüística frente a la comunicativa; así mismo, es la posibilidad de teorizar el uso lingüístico con fines sociocomunicativos. Empero, es solo el principio. Realmente, uno de los factores, para que se dé la comunicación es compartir, tentativamente, la competencia lingüística -que supone hablar la misma lengua- y la competencia comunicativa -que supone compartir lo sociocultural, lo contextual-lingüístico, y lo tímico-. Que ello, realmente, pueda darse es terreno de estudios prolíficos y con importantes resultados.
No podemos terminar sin un asunto pendiente, colegir la diferencia o similitud entre lenguaje/lengua o lengua/idioma. Vayámonos por la diferencia: entre lenguaje/ lengua estaría en lo facultativo. El primero es ingémito; la segunda, social. Entre lengua/ idioma estaría en el ámbito de circunscripción: el idioma hace parte de la lengua.
No olvidemos que los idiomatismos o frases sin traducción, vernáculas y propias de los distintos contextos sociales de la lengua son componente, factor, elemento y estructura sine qua non de la misma. A la lengua la hacen los usuarios, pero también sus entornos, contextos, geografía, historia y, en general, cultura.
Conclusiones
Con la tradición mentalista, proveniente del siglo XVIII, dos ámbitos o dos niveles de la lingüística de la lengua, vienen encontrándose consuetudinariamente: el sintáctico y el semántico. A la vez, los mismos han acompañado la tradición retórica, gramatical, oratoria, discursiva y cognitiva de la lengua: De hecho, en la dicotomía estructura superficial/estructura profunda, mediada por el componente fonológico, la primera se inscribe en lo sintáctico y la segunda en lo semántico.
Ya habíamos aludido a la competencia lingüística que, frente a la actuación lingüística podrían ser una dicotomía muy interesante, dado su peso en la interacción lingüística, en general, y en los planos intra e interlingüísticos propios del lenguaje, de su uso y de localización geográfica, histórica, temporal, contextual y circunstancial. Lo intra sería adscribible a la competencia lingüística; lo inter, a la actuación lingüística.
Consecuente con lo anterior, en el inconmensurable mundo del lenguaje, de la lengua, del habla, del dialecto, se inscribe la dicotomía texto/discurso. Un concepto que, paulatinamente, se ha encerrado en la primera o en la segunda parte de la tal dicotomía (para algunos, todo se encierra en el texto; para otros, en el discurso), Para nosotros, el texto es mental, es una urdimbre conceptual, propia de la experiencia de vida y de mundo, que rige, actualiza, pero no cambia, adscribe, inscribe, amplía e, incluso, limita el discurso, que puede ser oral, escrito, kinésico, proxémico, icónico, señalístico, natural o de la naturaleza, entre varios.
Si existe un texto es porque están los contextos, necesarios para que la lengua surja, evolucione, se divulgue, se extienda o se restrinja, y resurja o fenezca. Y si de estudiar la lengua se trata, la lingüística de la lengua se concentrará en sus disciplinas lingüísticas (fonética, fonología, morfología, sintaxis, semántica, pragmática y semiología; estas dos últimas que, para varios estudiosos, trascienden las fronteras de la propia lengua; cfr. Corbellini, 2004), mientras que la lingüística del lenguaje atenderá las relaciones lenguaje-lengua/conocimiento-pensamiento (psicolingüística), lenguaje/comportamiento-uso (sociolingüística), lenguaje-lengua/contexto-uso (pragmalingüística), lenguaje/ cerebro (neurolingüística) y lenguaje-sociedad/cultura (etnolingüística).