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Historia Crítica

Print version ISSN 0121-1617

hist.crit.  no.95 Bogotá Jan./Mar. 2025  Epub Jan 23, 2025

https://doi.org/10.7440/histcrit95.2025.01 

Dossier

Nacionalización y nacionalismo cotidiano: una panorámica *

Nationalization and Everyday Nationalism: An Overview

Nacionalização e nacionalismo cotidiano: uma visão geral

Claudio Hernández Burgos** 

Odilon Caldeira Neto*** 

**Doctor en Historia Contemporánea por la Universidad de Granada (España). Profesor titular en la Universidad de Granada. Sus líneas de investigación se han centrado fundamentalmente en la historia social y cultural de la Guerra Civil y el régimen franquista, y las dictaduras nacidas en la Europa de entreguerras, con especial atención a las actitudes sociales, la historia de la vida cotidiana y los procesos de nacionalización. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: Ruptura, The Impact of Nationalism and Extremism on Daily Life in the Spanish Civil War (1936-1939). Brighton, Chicago, Toronto: Sussex Academic Press, 2020. The Soul of the Nation. Nueva York: Berghahn Books, 2024 (editor, junto con Gregorio Alonso); Divertirse en dictadura: el ocio en la España franquista. Madrid: Marcial Pons, 2024 (editor junto con Lucía Prieto). chb@ugr.es, https://orcid.org/0000-0002-4582-3313

***Doctor en Historia por la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (ufrgs), Brasil. Profesor de la Universidad Federal de Juiz de Fora (ufjf). (Brasil)Actualmente ocupa el cargo de vicecoordinador del Programa de Posgrado en Historia de la ufjf. Editor de Locus: Revista de Historia. Coordinador del Observatorio de Extrema Derecha (oed) y del Laboratorio de Historia Política y Social (lahps-ufjf). Investigador Asociado del Grupo de Trabajo “Derechas Contemporáneas: dictaduras y democracias” (Clacso), miembro de la Rede Conexões Lusófonas: dictaduras y democracias. Miembro del Comité Ejecutivo de Rede Direitas, História e Memória. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: “Neointegralismo: do debate historiográfico a uma possível definição”. L’Ordinaire des Amériques 226, 2021: [En línea]; O fascismo em camisas verdes: do integralismo ao neointegralismo. Rio de Janeiro: fgv Editora, 2020; y, Fascism in Brazil: From Integralism to Bolsonarism. Londres: Routledge, 2022 (autor, junto con Leandro Pereira Gonçalves). odiloncaldeiraneto@gmail.com, https://orcid.org/0000-0001-5926-528X


Resumen:

Objetivo/contexto:

Los estudios sobre el nacionalismo han evolucionado en los últimos años hacia un creciente interés en la nacionalización de la población. En particular, se ha prestado mayor atención a la construcción de las identidades nacionales “desde abajo” y a las múltiples maneras mediante las que los individuos reproducen, contestan o resignifican la nacionalidad. Partiendo del marco teórico del “nacionalismo cotidiano”, el objetivo principal de este artículo es ofrecer un recorrido historiográfico de las aproximaciones al estudio de la nacionalización y calibrar la utilidad de las aportaciones teóricas del nacionalismo cotidiano para diversos territorios y contextos cronológicos. En particular, este trabajo pone de relieve la pertinencia de dirigir la atención a la agencia individual y a las experiencias de nación de los sujetos históricos para entender en profundidad cuestiones claves como la construcción identitaria o la nacionalización de la sociedad en su vida diaria.

Originalidad:

El artículo evalúa las aportaciones teóricas y metodológicas del llamado “nacionalismo cotidiano” como una forma de conectar los niveles “micro” y “macro” y de captar, a través de las subjetividades, las complejidades inherentes a los procesos de construcción de la identidad nacional y los múltiples modos en que los individuos recibieron, contestaron o resignificaron los discursos y políticas de nacionalización impulsados desde el poder.

Conclusiones:

El trabajo evidencia el potencial del enfoque del “nacionalismo cotidiano” para estimar los procesos de nacionalización.

Palabras clave: experiencias de nación; nacionalismo; nacionalismo banal; nacionalización; nacionalismo cotidiano.

Abstract:

Objective/context:

Studies on nationalism have recently evolved toward a growing interest in nationalization. In particular, greater attention has been paid to the construction of national identities “from below” and to the multiple ways in which, in their daily lives, individuals reproduce, contest, or re-signify nationality. Starting from the theoretical framework of “everyday nationalism,” the main objective of this article is to offer a historiographical overview of the approaches to the study of nationalization and to gauge the usefulness of the theoretical contributions of everyday nationalism for different territories and chronological contexts. In particular, this paper highlights the relevance of directing attention to historical subjects’ individual agency and experiences of nationhood to understand key issues such as identity construction and the nationalization of society in their daily lives.

Originality:

This article evaluates the theoretical and methodological contributions of the so-called “everyday nationalism” as a way to connect the “micro” and “macro” levels and to capture, through subjectivities, the complexities inherent to the processes of construction of national identity and the multiple ways in which individuals received, answered, or re-signified the discourses and policies of nationalization promoted from power.

Conclusions:

This paper concludes by highlighting the potential of the “everyday nationalism” approach to gauge nationalization processes.

Keywords: everyday nationalism; banal nationalism; experiences of nation; nationalism; nationalization.

Resumo:

Objetivo/contexto:

Os estudos sobre nacionalismo evoluíram nos últimos anos para um interesse crescente na nacionalização da população. Em particular, tem sido dada maior atenção à construção de identidades nacionais “de baixo para cima” e às múltiplas maneiras pelas quais, em suas vidas cotidianas, os indivíduos reproduzem, contestam ou ressignificam a nacionalidade. Partindo do referencial teórico do “nacionalismo cotidiano”, o principal objetivo deste artigo é oferecer uma visão geral historiográfica das abordagens ao estudo da nacionalização e avaliar a utilidade das contribuições teóricas do nacionalismo cotidiano para diferentes territórios e contextos cronológicos. Em particular, este artigo destaca a relevância de se concentrar na agência individual e nas experiências de nação dos sujeitos históricos para entender em profundidade questões-chave como a construção da identidade ou a nacionalização da sociedade em suas vidas cotidianas.

Originalidade:

Neste artigo, são avaliadas as contribuições teóricas e metodológicas do chamado “nacionalismo cotidiano” como forma de conectar os níveis “micro” e “macro” e capturar, por meio das subjetividades, as complexidades inerentes aos processos de construção da identidade nacional e as múltiplas maneiras pelas quais os indivíduos receberam, contestaram ou ressignificaram os discursos e as políticas de nacionalização impulsionados pelo poder.

Conclusões:

O artigo conclui evidenciando o potencial da abordagem do “nacionalismo cotidiano” para estimar os processos de nacionalização.

Palavras-chave: experiências de nação; nacionalismo; nacionalismo cotidiano; nacionalismo banal; nacionalização.

La invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022 desató terribles consecuencias para la población del país y forzó a los ciudadanos a un cambio radical de sus vidas cotidianas. El nacionalismo constituyó uno de los impulsores principales del ataque del Gobierno de Putin y también se convirtió en uno de los motores de resistencia para la sociedad ucraniana. Desde el inicio de la guerra, su presidente, Volodímir Zelenski, ha hecho de los símbolos y la estética nacionales, la bandera de su oposición a Rusia y a sus intentos por reducir su territorio1. Entre los ciudadanos ucranianos de a pie la reproducción cotidiana de la nacionalidad se transformó en la expresión de un sentimiento necesario, hasta el punto de que, en los primeros compases del conflicto, los refugios antiaéreos fueron espacios de nacionalización “desde abajo”.2 El nacionalismo de matriz étnica se ha situado en el centro de la escena, pero no solo lo ha hecho en el ámbito discursivo ni ha sido exclusivamente el resultado de los impulsos estatales. Por el contrario, los ucranianos y ucranianas corrientes han resignificado, adaptado y negociado tales narrativas de acuerdo con sus expectativas, miedos y aspiraciones. Y todo ello en un contexto extraordinario marcado por la invasión rusa. El nacionalismo, la nacionalidad y la nacionalización de la población se han convertido, así, en cuestiones claves para analizar la guerra y las motivaciones del ataque de Rusia, pero también para entender las experiencias subjetivas de la población y el día a día de sus vidas.

Los estudios sobre nacionalismo y nacionalización de la población han experimentado un progreso evidente en las últimas décadas. Estos avances se han producido, en buena medida, por tratarse de temáticas inter e intradisciplinares que han suscitado no solo el interés de los estudios sobre historia, sino también de campos como la politología, la sociología, la geografía humana, la antropología, la ciencia económica, la psicología, el derecho, las ciencias de la educación, la historia del arte o la literatura, entre otros. Como resultado, en la actualidad el debate académico sobre el nacionalismo y las naciones ha alcanzado unos niveles de densidad y de abundancia que resultan casi imposibles de rastrear3.

Lo que parece claro es que dicho crecimiento vertiginoso del interés y de la producción científica en este campo ha venido acompañado de un cambio de objetos de estudio por parte de la comunidad investigadora. Durante mucho tiempo, la atención se concentró de manera preferente sobre cuestiones tales como el origen de las naciones, los debates en torno a la definición del nacionalismo como fenómeno moderno y la construcción de los Estados-nación desde el punto de vista de intelectual. La consolidación de las nacionalidades y de los nacionalismos ha sido, en gran medida, pensada y analizada desde una relación Estado-sociedad o desde una perspectiva de emisores-receptores, entendidos como constructores-reproductores de la nación. La problematización de marcos y objetos de análisis se ha modificado. Ya no hay tanto interés por encontrar grandes metarrelatos omnicomprensivos sobre las naciones, por hallar sus raíces o por discutir la finalización de los procesos de nation-building4. Frente a ello, han ido ganando peso nuevas miradas que han puesto el acento en la formación de las identidades nacionales, en los mecanismos de nacionalización y, en definitiva, en las maneras en que individuos y colectivos experimentan la nación. Este giro ha derivado en una concepción más fluida del fenómeno del nacionalismo, en la atención a diferentes escalas de observación, en una mayor predilección por perspectivas centradas en cómo se identifican los individuos con su nacionalidad y, en definitiva, en perspectivas múltiples y dinámicas que, aunque resultan más desconcertantes que las previas dada la volatilidad de sus objetos de estudio, han dotado de complejidad a los análisis en este campo.

Es en esta línea en la que debemos enmarcar el surgimiento de perspectivas como el llamado everyday nationalism (nacionalismo cotidiano). El objetivo de este artículo es realizar un balance historiográfico de la evolución de los estudios sobre la nacionalización y evaluar la potencialidad de las propuestas teóricas del nacionalismo cotidiano para explorar los procesos de nacionalización y la construcción de las identidades nacionales en diferentes contextos temporales y ámbitos espaciales. Para ello, en primer lugar, realizamos un recorrido breve sobre los progresos y cambios experimentados por los estudios sobre el nacionalismo y la nacionalización. En segundo lugar, calibramos el impacto generado por el enfoque del nacionalismo banal y a las críticas que sus argumentaciones despertaron, como precedente fundamental para entender el surgimiento de las propuestas del nacionalismo cotidiano. En tercer lugar, prestamos especial atención a la agencia individual y a la conformación de las “experiencias de nación” de la población como uno de los elementos más destacados que sustentan la perspectiva del nacionalismo cotidiano. En cuarto lugar, realizamos una propuesta de aproximación teórica y epistemológica entre el nacionalismo cotidiano y la denominada “historia de la vida cotidiana”, señalando las conexiones entre ambas perspectivas y los posibles beneficios de esta interrelación. Finalmente, centramos la atención en el caso de América Latina. Todo ello nos permite ir enmarcando las diferentes propuestas que conforman el dossier y observar las potencialidades de este enfoque a través de estudios de caso concreto que exploren de manera práctica la nacionalización de la población en el ámbito cotidiano.

La evolución de los estudios sobre el nacionalismo y la nacionalización

La nación, entendida como fenómeno moderno, vino a dar respuesta a un vacío ideológico derivado de la crisis experimentada por el Antiguo Régimen y al surgimiento de una nueva realidad situada bajo parámetros muy diferentes, como podían ser, entre otros, la creciente movilidad social, el anonimato, el individualismo, la gestación de relaciones impersonales, la ruptura de ciertos lazos comunitarios, la progresiva industrialización, la ampliación de la participación política o la burocratización estatal. De este modo, la nación se convirtió en un sucedáneo de las antiguas lealtades grupales y cubrió el hueco dejado por la destrucción de las raíces étnicas, religiosas y culturales provocada por el liberalismo decimonónico. La nación, además, se transformó en fuente de legitimación política y social de los nuevos estados nacidos durante la “Era de las Revoluciones”. Frente a las referencias a la divinidad empleadas por los caducos sistemas del Antiguo Régimen, las nuevas elites dirigentes hicieron de la nación el eje de sus discursos y políticas y llenaron de contenido nacional sus instituciones, al tiempo que utilizaban nuevos “mitos” para propiciar la identificación de los ciudadanos con la nación5.

Es en este contexto, a caballo entre los siglos xviii y xix, en el que hemos de entender la aparición de los primeros estudios dedicados a analizar la propia noción de nación, concebida como una realidad incuestionable6. El Romanticismo alemán y figuras como las de los filósofos Jean-Jacques Rousseau o Immanuel Kant y, más adelante, Johan G. Herder, Johann Fichte o Ernest Renan se convirtieron en referencias obligadas para explicar la conformación del nacionalismo como fenómeno teórico moderno7. La conversión de todas esas ideas en una base teórica e ideológica bien definida del nacionalismo estaba en su esencia finalizada a inicios del siglo xix, al menos en lo referente al norte global. Se trataba de un “nacionalismo metodológico”, puesto que las reflexiones sobre el concepto de nación y la nacionalidad estaban condicionadas por el propio hecho nacional, pero lo cierto es que esta concepción permaneció prácticamente inamovible durante toda la centuria, marcando las diferentes oleadas revolucionarias tanto en Europa como en América, así como los procesos de unificación nacional de Alemania e Italia, ocurridos en la segunda mitad del siglo8.

El “apogeo del nacionalismo” como lo calificaría el historiador británico Eric Hobsbawmvino de la mano de la Gran Guerra (1914-1918) y se extendió hasta la finalización de la Segunda Guerra Mundial en 1945 con la derrota de la Alemania Nazi y la Italia fascista. Además de multiplicarse los estudios sobre las naciones, se produjo un cambio de perspectiva fundamental. De los primeros trabajos teóricos sobre la nación, marcados por el nacionalismo metodológico referido, la historiografía sobre el tema pasó a producir concepciones en las que los autores desestimaban al Estado-nación como unidad absoluta para analizar los procesos históricos9. Al término de la Segunda Guerra Mundial se inauguró una nueva etapa. La incidencia del conflicto, unida a los procesos de descolonización -presentados muchas veces como historias de “liberación nacional” o nacionalismos emergentes- marcaron las nuevas miradas sobre el nacionalismo. Estas perspectivas contribuyeron a asentar el paradigma del origen moderno de las naciones y dieron lugar a teorías funcionalistas, en las que la agencia individual se veía completamente constreñida por las estructuras sociales10. Si bien estuvieron enmarcadas dentro de esta corriente, en las décadas de los setenta y ochenta del siglo xx empezaron a aparecer perspectivas que se interrogaban por cuestiones mucho más cercanas a la nacionalización de los sujetos históricos y a la conformación de las identidades nacionales. Durante los años setenta, trabajos como el de George L. Mosse, dedicado al análisis de la nacionalización de las masas alemanas en torno a una serie de ritos, símbolos y ceremonias seculares; o el de Eugen Weber, ocupado de explorar las múltiples vías mediante las que el Estado francés logró que la nación se introdujera entre la población, prestaron mayor atención a los componentes culturales del nacionalismo y a la heterogeneidad de plataformas utilizadas por los Estados para la nacionalización (escuela, servicio militar o medios de comunicación de masas)11. En la década siguiente, la definición de las naciones como “comunidades imaginadas” por parte de Benedict Anderson puso de relieve el carácter construido de la nacionalidad, concibiéndola como una especie de camaradería horizontal. Por su parte, la concepción de las naciones como “artefactos culturales”, propuesta por Hobsbawm en 1990, puso el acento en la capacidad de las elites gobernantes para instrumentalizar los sentimientos de pertenencia nacional en favor de la movilización de las masas12. Todos estos trabajos, situados claramente en una concepción modernista del fenómeno nacional, roturarían el camino para que nuevas investigaciones empezaran a interrogarse por la vivencia de la nación y a dirigir sus miradas hacia ámbitos más cotidianos.

A pesar del interés por nuevas temáticas de análisis vinculadas a la construcción de “sujetos nacionales” por parte del Estado, a través del Ejército, la escuela o las políticas sociales y económicas oficiales, lo cierto es que los estudios sobre el nacionalismo consolidaron una concepción del suceso como un fenómeno construido exclusivamente “desde arriba” (top-down approach). En sus narrativas, las elites políticas, los intelectuales o las autoridades estatales constituían el agente nacionalizador por excelencia, así como los inventores “únicos” de las naciones, dejando a la sociedad como un sujeto pasivo susceptible de ser nacionalizado, pero sin capacidad para dar forma, rechazar o adaptarse a los discursos o políticas impulsadas desde el poder13.

Sin embargo, el impacto del “giro cultural” -que vino a poner énfasis en cuestiones tales como los imaginarios, las representaciones colectivas, las mentalidades o el lenguaje-, junto con el creciente interés por la conformación de las identidades, condujo al surgimiento de nuevas perspectivas que, paulatinamente, fueron redirigiendo el foco de análisis hacia los sujetos. Nos referimos a aquellas investigaciones que dibujaron el nacionalismo como una “formación discursiva”, como una “narración” abierta, por tanto, a interpretación14. Al entender la nación como un conjunto de representaciones y metáforas, es decir, como una construcción lingüística, autores como el ya citado Homi K. Bhabha pusieron de relieve la importancia de interrogarse por los marcos cognitivos que permiten a los individuos articular su visión de la realidad y acciones15. Las naciones, de esta forma, dejaban de ser algo ajeno a los sujetos, sino parte de sus mentes y de sus prácticas, como demostraba Rogers Brubaker en su estudio sobre Transilvania16. Más allá de los excesos de algunas teorizaciones posmodernistas -particularmente en lo derivado de identificar la realidad como una construcción meramente textual- lo cierto es que las contribuciones del giro cultural a los estudios del nacionalismo ayudaron a problematizar conceptos claves como “etnicidad”, “identidad” o “nación”, permitiendo así interrogarse de manera más decidida por la cuestión de la nacionalización.

Es en este contexto en el que debemos enmarcar el impacto generado por una investigación que, sin duda, resultó fundamental para el surgimiento de perspectivas dedicadas a explorar la construcción cotidiana de la nacionalidad y de las identidades nacionales. Nos referimos a la obra de Michael Billig, aparecida en el año 1995. Con el concepto de “nacionalismo banal”, el sociólogo británico buscaba examinar las maneras en que la identidad nacional era reproducida en el ámbito cotidiano. Para ello apelaba al papel esencial de elementos culturales, simbólicos y emocionales que actuaban como “recordatorios” sin los cuales los individuos olvidarían su pertenencia a una nación17. Billetes, monedas, mapas, señales, banderas, sellos actuaban, según Billig, como referentes que servían para que los sujetos históricos reprodujeran la nación, de manera inconsciente, en su día a día. Esta reproducción rutinaria de la nacionalidad es la que, a su juicio, permitía el mantenimiento de la comunidad nacional, en la medida en que tales “recordatorios” cotidianos hacían que la identidad nacional no fuera olvidada por los sujetos. De esta manera, frente a estudios anteriores que habían prestado atención preferente a los canales formales empleados por el Estado para la nacionalización de la población, Billig situaba el foco sobre elementos informales a través de los cuales la identidad nacional era reproducida en las rutinas diarias de los sujetos18.

Del nacionalismo banal al nacionalismo cotidiano

Los estimulantes y desafiantes argumentos lanzados por Michael Billig fueron, desde su aparición, blanco de diferentes y duras críticas; pero las “deficiencias” detectadas se convirtieron en el acicate necesario para propiciar los avances en el campo de los estudios sobre el nacionalismo. En primer lugar, Billig fue acusado de centrar su estudio exclusivamente en democracias occidentales establecidas, especialmente las de Estados Unidos y el Reino Unido. Esta restricción geográfica limitaba, por tanto, el alcance de sus conclusiones y dificultaba extrapolar la categoría de “nacionalismo banal” a realidades nacionales diversas o al estudio de regímenes dictatoriales. En su estudio sobre la Serbia contemporánea Ivana Spasić criticaba la falta de aplicabilidad y la ambigüedad del concepto que, a su juicio, condenaba al país balcánico a un nacionalismo explícito y evidente, es decir, al “nacionalismo caliente” y visible en símbolos, ceremonias y ritos exaltadores de la nación19. Sin embargo, estudios más recientes han mostrado que este nacionalismo implícito y banal también formó parte de los discursos y de las políticas de realidades que no eran occidentales ni siempre democráticas. Por ejemplo, la dictadura franquista diseminó a través de diversas plataformas -los medios de comunicación, la escuela, la música o las tradiciones populares- un españolismo banal que pudo resultar más efectivo para la nacionalización de la sociedad que otros mecanismos más formales empleados por el régimen20.

En segundo lugar, Billig parecía concebir la existencia de una audiencia nacional homogénea y uniforme, lo que implicaría admitir que los mensajes transmitidos por los medios de masas son recibidos de la misma manera por todos los individuos. Esta limitación ha sido el catalizador de perspectivas que se han interrogado por la recepción de los ofrecimientos realizados “desde arriba” y las múltiples maneras a través de las que los sujetos “ondean” la nación en su día a día. En relación con ello y, en tercer lugar, la concepción de que la transmisión de contenido nacional es un proceso que se produce unidireccionalmente “desde arriba hacia abajo” ha sido también objeto de críticas. Esto ha llevado a interpelar esta perspectiva con otras maneras de construcción de la nacionalidad y, con ello, a devolver la capacidad de agencia que el enfoque de Billig arrebataba a los sujetos históricos, considerados como meros recipientes dispuestos a ser “llenados” de nacionalismo21.

Por último, las propuestas de Michael Billig fueron acusadas de trazar una divisoria excesivamente nítida entre el “nacionalismo caliente”, vinculado a ceremonias, manifestaciones y ritos de exaltación de la nacionalidad; y el “nacionalismo frío”, representado por los elementos banales que ayudaban a la reproducción diaria y rutinaria de la identidad nacional. Aunque estas críticas fueron refutadas por el sociólogo británico22, lo cierto es que, al poner casi exclusivamente el acento en las mecanismos informales e inconscientes de transmisión nacional, pasaba por alto el hecho de que las fronteras entre el nacionalismo banal y el blatant nationalism (nacionalismo evidente) son mucho más borrosas en la práctica. En su estudio sobre las Islas Maldivas, Benwell y Dodds han insistido en el carácter explícito del nacionalismo en la vida diaria de los ciudadanos, dirigiendo su atención hacia espacios que, como las aulas escolares, demostraban que los componentes supuestamente banales transmitidos a los más jóvenes construían narraciones esenciales para la construcción deliberada de una identidad nacional, por ejemplo, a través de canciones, libros de texto, mapas o posters23. Asimismo, Paasi rechazó esta distinción dicotómica entre nacionalismo frío y caliente en su estudio sobre la memoria de la independencia en el caso de Finlandia. Por el contrario, el geógrafo finlandés ha argumentado que el nacionalismo “rutinario” y “latente” se combina con otras “formas muy destacadas” y explícitas, entendiendo la construcción de la nacionalidad como un proceso dinámico, en el que la agencia humana resulta clave y donde la divisoria entre el “nacionalismo caliente” y el “nacionalismo frío” es mucho más borrosa24.

La obra de Billig argumentaba mucho más de lo que demostraba y, como se ha visto, fue objeto de numerosas críticas, muchas de ellas sólidamente razonadas. Sin embargo, su estudio también abrió el camino para futuras indagaciones en torno a la nacionalización y la conformación de las identidades nacionales. De un lado, su argumentación de que existían múltiples formas mediante las que la población reproduce la nacionalidad en su vida diaria animaba a prestar atención a la cotidianidad de la gente corriente25. De otro, su estudio resultaba clave para interrogarse por la relación entre lo banal y lo formal, complejizando el análisis de los procesos de nacionalización y de la construcción identitaria26. Por todo ello, podríamos decir que, de algún modo, el nacionalismo banal fue el precursor de las perspectivas centradas en estudiar la presencia de la nación en el día a día de las personas27.

Lo que actualmente entendemos por nacionalismo cotidiano hace referencia a las diversas maneras a través de las que la gente en su día a día “moviliza” la nacionalidad a través de sus interacciones sociales. A diferencia del nacionalismo banal, la perspectiva del nacionalismo cotidiano no enfatiza únicamente en los instrumentos que utilizan los sujetos históricos para reproducir su identidad nacional, sino también en las formas a través de las que esa nacionalidad es materializada y “practicada” conscientemente en la cotidianidad. Como acertadamente apuntaron Jon E. Fox y Cynthia Miller-Idriss:

La nacionalidad no (solo) acecha en las grietas de lo inconsciente, conformando subrepticiamente el discurso sin ser el sujeto del mismo; es simultáneamente la realización práctica de la gente corriente que ofrece una expresión concreta a su comprensión de la nación. La nacionalidad no solo define su discurso, sino que es definida por su discurso28 .

Así, el nacionalismo cotidiano pone mayor énfasis en la construcción discursiva y práctica de la nacionalidad en el día a día por parte de las personas29. La agencia individual y colectiva se convierten, entonces, en un elemento crucial y distintivo de este enfoque. Frente al papel pasivo que el nacionalismo banal confería a los sujetos históricos, el nacionalismo cotidiano supone entender la habilidad que tienen las personas para identificarse con las naciones. El prisma de observación cambia radicalmente. De una perspectiva que se situaba “desde arriba hacia abajo” (top-down approach), en la que el Estado y las instituciones aparecían como constructores políticos de la nación, se pasa a un enfoque “desde abajo hacia arriba” (bottom-up approach), en el que la gente de a pie utiliza recursos para dar forma a su nacionalidad y para identificarse con ella; así como para definir (o reivindicar) cuáles deben ser los marcadores distintivos entre aquellos grupos sociales o étnicos que están dispuestos a la condición de nacionalidad. De esta forma, el nacionalismo cotidiano no sólo alude a la participación en la construcción de la nación, sino también a la delimitación de quienes no están tangiblemente asociados a esas nacionalidades30. Y, en definitiva, la atención se pone mucho más en la prominencia de la nacionalidad, que en su banalidad. La vida cotidiana es el lugar donde se dan los procesos banales y mundanos, pero también expresiones explícitas que afectan la vida de la gente en su día a día31.

Nacionalización, agencia y experiencias de nación

Uno de los rasgos distintivos de la perspectiva teórica del nacionalismo cotidiano y que, además, la diferencian de las propuestas del nacionalismo banal, es la atención a la agencia humana. Al calificar como “inconsciente” la reproducción diaria y rutinaria de la nacionalidad, Michael Billig reducía los sujetos históricos a elementos pasivos que no jugaban papel alguno en la construcción de sus identidades nacionales. Así las cosas, dos preguntas fundamentales quedaban irresueltas. De una parte, la de la recepción del “contenido nacional”, esto es, cómo percibían y recibían los individuos los discursos y políticas utilizadas por diferentes agentes -aunque habitualmente restringidos a las instituciones estatales- para propiciar la nacionalización de la población. De otra, la cuestión relativa a los recursos mediante los que las personas daban forma “desde abajo” a sus identidades nacionales, aceptando, negociando o rechazando -total o parcialmente- las propuestas realizadas “desde arriba”32.

En su obra ya clásica, Naciones y nacionalismo, publicada en el año 1990, Eric Hobsbawm sostenía que, aunque el nacionalismo es esencialmente construido desde el poder, no podía ser entendido si no se analizaba desde la perspectiva de los individuos, interrogándose por las “asunciones, esperanzas, necesidades, anhelos e intereses de la gente corriente”33. En estos términos, la nación se concibe como una construcción cultural que se realiza y legitima a través de prácticas institucionales y discursivas producidas “desde arriba”; pero también como un ejercicio de la gente de a pie, que ocurre a través de actividades rutinarias y cotidianas mediante las que se negocia y se reproduce la nacionalidad34. En estos términos, la identidad no es un objeto que tienen las personas, sino una construcción, por lo que deberíamos explorar los mecanismos mediante los cuáles estas se identifican con una comunidad35.

Dos de los grandes representantes de la perspectiva del nacionalismo cotidiano, Jon E. Fox y Cynthia Miller-Idriss, propusieron explorar cuatro formas mediante las cuales se produce y reproduce la comunidad nacional en la vida cotidiana. En primer lugar, rastrear las formas mediante las que la nación, entendida como formación discursiva, es construida y legitimada no solo como respuesta a los dictados del poder, sino de acuerdo a las contingencias de la cotidianidad (talking the nation). En segundo lugar, explorar la influencia que la nacionalidad tiene sobre las elecciones particulares de la gente corriente (choosing the nation). En tercer lugar, analizar la producción de sensibilidades nacionales a través de los símbolos y los significados e invocaciones que las personas hacen de estos en su día a día (performing the nation). Finalmente, examinar los hábitos nacionales para observar de qué manera se construye la diferencia nacional en el campo de lo mundano (consuming the nation)36.

Las cuatro formas de exploración recién mencionadas pueden servir de eje para ilustrar cómo los individuos no son meras marionetas en los procesos de nacionalización y construcción de identidades nacionales. Examinar, en primer lugar, las maneras a través de las que se propaga y constituye narrativamente la comunidad nacional exige reconocer la capacidad que tienen los sujetos históricos para construir creativa y conscientemente la nacionalidad. A diferencia del marco propuesto por Billig para estudiar el nacionalismo banal, centrado fundamentalmente en contingencias políticamente estables (las llamadas democracias occidentales), la atención a la agencia de los sujetos nos sitúa en escenarios diversos. Contextos extraordinarios como las guerras, los acontecimientos deportivos o las catástrofes constituyen coyunturas idóneas para la articulación cotidiana de la nación. Por ejemplo, durante la Primera Guerra Mundial, los hombres que marcharon a las trincheras dieron forma a una concepción determinada de nación para dar sentido, así, a su experiencia bélica. La definición de la “comunidad nacional” por la que luchaban y de quienes la amenazaban y quedaban excluidos de la misma fue un elemento primordial, tanto para la movilización de los combatientes, como para la justificación de sus acciones en el frente37. De manera similar, la pandemia de covid-19 situó a los ciudadanos en un escenario extraordinariamente excepcional que, entre otros, planteó enormes desafíos para las estructuras nacionales. En este contexto, los ciudadanos articularon estrategias diversas -como aplaudir a los profesionales de la salud o comunicarse con la familia de manera virtual- para recuperar paulatinamente la normalidad, muchas de las cuales pueden ser interpretadas en clave nacional -tales, la reproducción de himnos nacionales tras los aplausos o la exhibición de banderas en balcones-38. La nación actuó, quizá más que nunca, como un “marco cognitivo” mediante el que las personas “aprehendieron la realidad” y emplearon diversas “estrategias de acción” para afrontar los cambios generados por la pandemia39. La cancelación de numerosas actividades cotidianas -ir a la escuela y al trabajo, salir de compras o hacer deporte- condujo a los ciudadanos a redefinir discursivamente la nación y a acomodarla a la nueva realidad40.

En segundo término, explorar de qué manera la nación media las elecciones individuales supone interrogarse por la cuestión de la recepción. Como ha señalado Michael Skey debemos partir de que no todas las personas reaccionan de la misma forma ante la transmisión de contenido nacional. Cada individuo da forma y adapta las narrativas que recibe “desde arriba” y elige -incluso en contextos donde no hay libertad para ello- “su” nación de acuerdo con sus expectativas e intereses41. Simplemente observando la realidad del Reino Unido o de Estados Unidos, podemos constatar que existen factores políticos, sociales o económicos que condicionan la recepción de los discursos o políticas nacionales a través, por ejemplo, de los medios de comunicación como la prensa o la televisión. Es por ello que el análisis de la nacionalización en el plano cotidiano requiere una mirada más inclusiva, que recoja experiencias concretas y atienda a las maneras en que los individuos se sitúan a sí mismos en relación con los símbolos y narrativas nacionales42. En esta línea, autores como Anthony Cohen han hablado de “personificación de la nación” y de “nacionalismo personal”, para referirse a cómo los sujetos se apropian de los discursos, les atribuyen sentido y se identifican con ellos de una manera personal. Cohen, por ejemplo, ha vinculado las tradiciones, ritos y festividades asociadas a la identidad nacional escocesa, con las experiencias individuales de las mismas, demostrando la vivencia particularizada de tales fenómenos43. Nunca llegaremos a saber, evidentemente, en qué medida y hasta qué punto las elecciones y comportamientos individuales se vieron condicionados por la nacionalidad, pero existen fuentes para aproximarnos a esas vivencias personales. El uso de ego-documentos -tales como narrativas personales, diarios, memorias o cartas- no solo puede contribuir a nuestro entendimiento sobre la percepción subjetiva y personalizada de la nación, sino también a demostrar al mismo tiempo que lo nacional enmarca significativamente y da sentido a las experiencias44. Es en este sentido en el que hemos de comprender asimismo el creciente protagonismo que el enfoque biográfico ha cobrado en los estudios sobre nacionalización, como una vía para entender tanto la forma en que la nación moldea los sujetos y sus decisiones, como el papel que juega en sus existencias45.

En tercer lugar, las naciones, sin embargo, no solo son “individualizadas” o “personificadas”, también son realidades “realizadas” y “materializadas” por los sujetos en su día a día. El nacionalismo cotidiano pone el acento en cómo las personas “hacen cosas” en relación con el nacionalismo y no son espectadores pasivos en el proceso de nacionalización. Las naciones no son meramente “comunidades imaginadas”, sino que son vividas, corporizadas y representadas. Como apuntó hace tiempo Anthony Smith, son las acciones y no los pensamientos los que generan el sentido de pertenencia a una comunidad nacional. Ese carácter performativo de la nacionalidad ha sido puesto de manifiesto por el concepto de “experiencia de nación” del historiador Ferran Archilés. Con él se refirió a las vivencias mediante las cuales adquiere la identidad nacional un sujeto en múltiples espacios y acciones cotidianas46. Con la atención puesta en estas experiencias subjetivas, el foco se sitúa sobre la realización práctica de la nacionalidad, las resignificaciones y las resistencias. De esta forma, lo cotidiano se convierte en el locus donde la gente activa la nación a través de interacciones cotidianas47.

Por último, y en relación con las formas en que la nación es “realizada”, estaría el “consumo de la nación”. Entendiendo el nacionalismo como un producto nacional, las personas serían los consumidores de aquel. Si bien esta interpretación ofrece una concepción poco fluida y excesivamente cosificada del fenómeno nacional, como si fuera algo que se crea, transmite y recibe48; nos ayuda a entender el funcionamiento de los procesos de nacionalización en el ámbito cotidiano. Comprar, por ejemplo, constituye una actividad mundana y rutinaria que permite a los individuos conectarse con una determinada concepción nacional49. El consumo de de la gastronomía, por ejemplo, frecuentemente se presenta como un “deber nacional” a través de los medios de comunicación, aunque las relaciones implícitas en este caso son más complejas, precisamente en torno a las construcciones de identidad en las nacionalidades, a menudo con matices regionales, como en Brasil50. Así mismo ocurre con otros productos, como lo demostró en su trabajo sobre Papúa Nueva Guinea, Robert J. Foster, quien analizó en profundidad el papel que tuvieron los anuncios de prensa o los medios de masas en la construcción de una identidad asociada al consumo51.

Pero no solo se trata de bienes materiales. El “Estado Novo” liderado por António de Oliveira Salazar (1933-1974) logró articular toda una producción cultural nacional -ideas sobre la nación y políticas de nacionalización vinculadas al régimen- a través de diferentes plataformas de sociabilidad y ocio que se enraizaron en la vida cotidiana de la población portuguesa, así como en las regiones colonizadas por ese país en el continente africano52. Pese a sus limitaciones, derivadas del rechazo o la indiferencia de una parte de la población, la naturaleza despolitizada y banal de algunos elementos controlados por la dictadura portuguesa (el ocio, las festividades o el deporte) garantizó cierto éxito en la transmisión de determinadas concepciones sobre la nación en el ámbito cotidiano53. Por tanto, el acto de consumir la nación no se restringe meramente al plano material, sino que nos remite a paisajes, lenguajes, ideas comunes sobre la herencia nacional o a nociones tan cotidianas como las de los valores o gustos. En el día a día de las personas podemos observar la tensión entre los intentos por nacionalizar la cultura y propiciar un consumo “organizado” de la misma, y los recursos mediante los cuales los individuos los adaptan a sus necesidades y aspiraciones54.

Evidentemente, explorar los procesos de identificación nacional en el día a día de los sujetos presenta problemas conceptuales y metodológicos de relevancia que no pueden soslayarse. De manera particular, la indefinición de lo cotidiano constituye un desafío imponente para la investigación. El sociólogo judío-alemán Norbert Elias apuntaba, hace casi medio siglo que el concepto de cotidianidad se había definido de manera negativa, basándose en un rechazo común de los analistas a valorar los constructos previamente dominantes sobre “lo cotidiano”, más que en la elaboración de algo nuevo. En otras palabras, lo cotidiano era aquello que no era extraordinario55. Habitualmente la vida cotidiana ha quedado asociada a todas las acciones repetidas, a los recorridos frecuentes y a los espacios más ocupados en el día a día. Sin embargo, debemos entender lo cotidiano como algo que va más allá de prácticas regulares. La vida cotidiana es fragmentaria, polifónica y compleja, como también quedaría evidenciado en el trabajo de Michel de Certeau56. Es un escenario con límites porosos, abiertos a una variedad ilimitada de experiencias. Un espacio donde tienen lugar interacciones multivalentes entre elites y masas, entre lo micro y lo macro, entre lo público y lo privado y entre lo corriente y lo extraordinario57. Enfatizando esta complejidad, el sociólogo italiano Paolo Jedlowski definió la vida cotidiana como “el conjunto de prácticas, ambientes, relaciones y horizontes de significado en los que los individuos pasan ordinaria y recurrentemente la mayor parte de su tiempo, de acuerdo a los cursos vitales y los roles en los que están implicados, en una sociedad dada y en un periodo particular”58.

Pese a todo, la complejidad y borrosidad del concepto de vida cotidiana ha resultado ser, paradójicamente, el motor del interés y atractivo de este enfoque para investigadores de diversas disciplinas, incluidos los estudios del nacionalismo. Asumir, por tanto, el carácter fragmentario, borroso y complejo de lo cotidiano es fundamental para acercarse a procesos de identificación que son parte de las experiencias subjetivas que tienen lugar en este nivel. Solo así podremos estudiar las elecciones individuales, la personificación de la nación o las múltiples maneras en la que esta es “ondeada” por los sujetos en su día a día.

Observar todos estos procesos, además, es esencial para explorar la dimensión afectiva, crucial para entender la nacionalización y la construcción de identidades nacionales en el ámbito cotidiano. La construcción de la nación mediante discursos, referencias, ritos y políticas concretas impulsadas “desde arriba” forjó “comunidades emocionales”, tramadas por “sistemas de sentimiento”, que delimitan la pertenencia o no a las mismas59. Si adoptamos una perspectiva “desde abajo”, parece evidente que los recursos mediante los que los sujetos dan sentido y resignifican los discursos y políticas nacionalizadoras están mediados por emociones y sentimientos que no pueden ser ignorados. Los rituales, las ceremonias, las excursiones, las actividades deportivas, las canciones o la vida en la escuela conforman escenarios y experiencias fuertemente vinculados a experiencias emocionales60. Sentimientos como el orgullo, la nostalgia, la tristeza o la vergüenza pueden adquirir significado nacional en determinados espacios y contextos y pueden conectarse a objetos cotidianos. Pensemos, por ejemplo, en las experiencias de los combatientes en el frente y en sus rutinas cotidianas vinculadas muchas veces a bienes materiales y plasmada en diarios y cartas enviadas a sus familiares en la retaguardia61. En este sentido, también es necesario recordar la capacidad del nacionalismo para entrelazarse con formaciones emocionales como la familia, el idioma o la religión que se dan habitualmente en el ámbito cotidiano contribuyendo a consolidar sentimientos de pertenencia a una comunidad nacional62. Enlazar el nacionalismo y las emociones resulta clave para analizar temas de actualidad como las migraciones y los refugiados derivados de los conflictos armados. Esta conexión puede ayudarnos también a explorar, por ejemplo, las trabas que el pueblo palestino encuentra para la reproducción cotidiana de su identidad nacional en territorios en los que siente que no pertenece63; y a examinar las dificultades derivadas de la convivencia en barrios receptores de emigración y los discursos y prácticas -xenófobos y racistas en muchos casos- a los que ha dado lugar, espoleadas por determinadas formaciones políticas64.

Nacionalismo y nacionalismo cotidiano en América Latina: breves apuntes

De manera específica, en lo referido a la formación de las expresiones del nacionalismo, así como del nacionalismo cotidiano, existen dinámicas distintas de las perspectivas transatlánticas y comparativas a las que se circunscribieron las cuestiones coloniales y los procesos de independencia en América Latina. Como sostuvo Benedict Anderson, algunos de los pioneros “constructores” del nacionalismo habrían sido los pueblos criollos del siglo xix en Hispanoamérica.65 Según Eric Hobsbawm66, este proceso de construcción fue un producto asociado principalmente a los grupos de élite locales, algo mucho menos abierto en el caso de América Latina e Hispanoamérica, si se compara con la construcción de la nacionalidad y la cuestión nacional en países como Francia y Estados Unidos, y si tomamos en consideración el carácter integrador de estos procesos.

En cierto modo, los inicios del nacionalismo en América Latina podrían dividirse en tres grandes bloques. Una primera fase marcada por un tono postindependentista y revolucionario; una segunda, en la que el nacionalismo se caracterizó por un carácter opuesto a la tradición y por una alianza con el progreso de la mano de los estados-nación; y, finalmente, una tercera fase inaugurada con la entrada en la escena popular, con la Revolución mexicana como referencia, así como los ecos de la Revolución rusa en el continente. Este proceso de construcción nacional en América Latina, tal y como ha puesto de relieve Guillermo Mira Delli-Zotti67, estuvo fuertemente marcado por la imaginación de las naciones desde una perspectiva elitista, racializada y racista, que atribuía una condición de inferioridad a negros, mestizos e indígenas, en beneficio de la población blanca dominante.

En gran medida, este primer momento de inicio de estudios del nacionalismo en América Latina impuso límites a la participación popular en el proceso de imaginación y construcción nacional, algo que vino a ser disputado en fases posteriores como en los años veinte y treinta del siglo xx68, ya fuera en torno a los reflejos de la modernización capitalista o, sobre todo, a partir de la construcción de la nacionalidad desde bases populares (y eventualmente populistas). Estos son aspectos importantes para considerar cómo se manifiestan los temas e intereses de la investigación sobre el nacionalismo cotidiano en América Latina, tanto en la realidad, como en el campo de estudio.

De hecho, no se trata sólo de una cuestión sobre la relación entre los individuos -subalternizados o no- y el Estado, sino también sobre la nacionalidad como campo de disputa a partir de referencias que podrían divergir de las percepciones clásicas sobre la nacionalidad y el nacionalismo construidas por las elites latinoamericanas tras la independencia. En otras palabras, dado que en muchos casos el proceso de construcción de las nacionalidades se basó en casos clásicos (sobre todo en Europa), las tensiones/representaciones entre las élites y las clases populares se verán en la forma en que se idealizan estas naciones, así como en la manera en que se explica la historia de estas construcciones. En este sentido, la adopción de una perspectiva cotidiana para acercarse al fenómeno del nacionalismo y de la nacionalización de la población ofrece grandes aportaciones, especialmente en lo relativo a cuestiones vinculadas con la cada vez más compleja esfera pública en las sociedades contemporáneas.

Todas estas dimensiones están presentes de una manera u otra en los textos que conforman este dossier. Los diferentes trabajos aquí reunidos abarcan, en cierta medida, un amplio espectro de posibles miradas sobre el tema de las prácticas cotidianas del nacionalismo, desde cuestiones “clásicas”, como las relaciones con el poder institucional, hasta la construcción de cosmovisiones revolucionarias. Esta diversidad nos ayuda a comprender los componentes de los nacionalismos cotidianos no sólo desde abajo (bottom-up approach),sino también desde un planteamiento que considera los nacionalismos cotidianos “emergentes”, partes de un espacio extraeuropeo y, no pocas veces, como contrapunto a procesos construidos de arriba hacia abajo. En otras palabras, las prácticas comunes al universo del nacionalismo cotidiano, en estos casos seleccionados, no sólo sirven para mantener o reforzar los marcos mentales de la nación, sino también como repertorio para demandas variadas, ya sean de reificación o procesos de ruptura con modelos consolidados. Estas perspectivas contribuyen a la investigación que desarrolla cuestiones tales como las disputas sobre el alcance de la cuestión nacional (o un nacionalismo internacionalista), las disputas sobre las identidades en los proyectos nacionales en contextos de transición, así como las relaciones del nacionalismo cotidiano en los espacios fronterizos.

En “La prefectura y las subprefecturas ayacuchanas como artífices del nacionalismo ante el litigio fronterizo entre Perú y Ecuador (1910)”, Miriam Encarnación Pinedo y Carmen Cazorla-Zen ofrecen una lectura de las pautas del nacionalismo cotidiano en la creciente tensión en los territorios entre Perú y Ecuador. Al analizar los documentos oficiales producidos por la prefectura y las subprefecturas, es posible constatar la ramificada red de construcción y difusión de temas que van desde los esfuerzos institucionales, como las Fuerzas Armadas, hasta las políticas locales, como las subprefecturas. Esta dimensión local, de hecho, actuó como catalizador, desde el universo cotidiano, para la integración de la identidad ayacuchana en disputas que involucraban cuestiones más amplias de nacionalidad. Más que una perspectiva de integración, hubo una articulación desde la identidad regional ayacuchana, tanto en la construcción de identidades ulteriores, como en el proceso de movilización de los batallones de voluntarios. En este contexto, el “nosotros” peruano se movilizó como argumento para contrarrestar al “otro” ecuatoriano.

Este marco, de interlocución con una identidad fronteriza para consolidar una conflictividad en torno a una nacionalidad “hermética”, difiere del análisis de Cristina Oyarzo en “Una nación en bosquejos: procesos de identificación nacional aymara en Chile en el periodo transicional, 1990-1993”. La presencia aymara en Perú, Bolivia, Argentina y Chile fue un factor que, en el contexto transicional posterior a la dictadura chilena, sirvió de base para la discusión no sólo sobre la identidad presente en diversos estados nacionales, sino también para tensionar la propia consolidación democrática chilena. La documentación analizada muestra que las discusiones no fueron sólo sobre etnicidad, nacionalidad, identidad y la necesidad de reconocimiento aymara, sino precisamente sobre cómo estos temas debían insertarse en aspectos como la universalización de la educación (bilingüe, aymara-español) y otros elementos propios del contexto transicional. Aunque las discusiones sobre los aymaras no se han combinado con las reflexiones sobre la nacionalidad chilena, el texto nos ayuda a comprender estos aspectos -o, simplemente, juegos de escalas- entre la nacionalidad, su pluralidad y los aspectos de composición. En particular, resulta esclarecedor en el análisis de territorios con marcadas organizaciones de pueblos originarios y en un contexto de convulsión política, como es la transición chilena a la democracia. Si, por un lado, hay un movimiento hacia la circunscripción (Perú y Ecuador) y, por otro, la búsqueda de autonomía en torno a la pluralidad, el contexto post-revolucionario cubano aporta una perspectiva de universalización de este proceso combinada con el signo de la nacionalidad.

El contexto de las conmociones revolucionarias y de la Guerra Fría tuvo un gran impacto en las atribuciones de las nacionalidades, particularmente en Cuba. Este es el objeto central de la discusión de Alberto García Molinero en el artículo titulado “‘Cualquier movimiento revolucionario podrá contar con Cuba’: la construcción del nacionalismo internacionalista cubano durante el Año de la Solidaridad (1966)”. La identidad nacional cubana, construida a partir de referentes como las guerras de independencia contra la Corona española y contra la dominación estadounidense a principios del siglo xx, tuvo un nuevo referente con la Revolución cubana de 1959. El principal argumento esgrimido por Alberto García Molinero es precisamente que el proceso de construcción ritualizada del heroísmo abrazado por los revolucionarios de 1956 se construyó como una forma de reivindicación cotidiana de las agitaciones independentistas de antaño. A este proceso, integrado por muchos otros movimientos nacionalistas, se sumó el componente socialista internacional, promoviendo un carácter dual en esta representación, que se basaba al mismo tiempo en un culto patriótico a la génesis histórica, junto con la previsibilidad revolucionaria universal. Y ello implicaba un proceso de “renacionalización” bajo la bandera revolucionaria. Esta operación compleja y potencialmente paradójica se constituyó en nacionalismo internacionalista a partir de 1966, cuando el gobierno encabezado por Fidel Castro invirtió en la construcción de un paralelo común entre los pueblos de América Latina, África y Asia. En este empeño participaron actores institucionales, así como intelectuales y otros mediadores.

Unas décadas más tarde, también en el contexto de la Guerra Fría, se enmarca el trabajo de Sebastián y Pablo Neut Aguayo. Su artículo titulado “Nacionalismo militarista cotidiano en las escuelas de la dictadura chilena: usos rituales de los actos cívicos y las efemérides (1973-1980)”, pone de manifiesto cómo la escuela fue un mecanismo esencial para la nacionalización cotidiana de la infancia durante la dictadura chilena encabezada por Augusto Pinochet. Las aulas fueron una plataforma privilegiada para inculcar valores militares y una visión de la nación acorde con los fundamentos ideológicos de la dictadura militar. A través de una serie de ritos y símbolos, con fuerte carga emocional, el régimen de Pinochet introdujo un nuevo lenguaje y unas nuevas prácticas nacionalistas en la cotidianidad escolar coincidentes con su visión de lo que debía ser Chile. Sin embargo, tales discursos e iniciativas fueron sometidas a un proceso de reapropiación y, como ocurre con otras políticas de nacionalización impulsadas “desde arriba”, reelaboradas de acuerdo a los intereses y expectativas particulares. El resultado fue una dinámica de adaptación, naturalización y resistencia de los discursos y prácticas nacionalizadoras que el Estado dictatorial trató de implementar.

Estos distintos enfoques se organizan partiendo de lo local, pasando por cuestiones de fronteras, hasta la perspectiva del internacionalismo, demuestran, en gran medida, cómo la propuesta teórica y metodológica del nacionalismo cotidiano incorpora cuestiones implicadas en el proceso de formación y conformación de las nacionalidades tardías (o disputas recientes sobre la reconfiguración de las nacionalidades), estableciendo dinámicas variadas sobre el significado de la nacionalidad y la perspectiva de oposición a los otros o a los ajenos a la nación. Esto abarcó desde cuestiones asociadas a las tensiones fronterizas, como en el caso de Perú y Ecuador, hasta la reivindicación de las identidades en el proceso de transformación política, como se vio en el debate sobre la situación chilena. Y en la coyuntura política posrevolucionaria, el cuadro de la nacionalidad cubana proporciona insumos para un diálogo transnacional y antiimperialista. Con esto es posible verificar la viabilidad de una mirada analítica que, a partir de diferentes objetivos, busca pensar el nacionalismo más allá de un marco impuesto por las instituciones y aparatos estatales, tratando de reflejar variadas formas de agencia en torno a la cuestión nacional; tema que sigue siendo muy actual en términos historiográficos, pero también políticos. Estos procesos de invención y reinvención proporcionan así formas de interactuar y tratar con el mundo y sus actores.

El nacionalismo sigue ocupando un espacio fundamental en nuestro mundo actual. La desaparición del escenario de bloques característico de la Guerra Fría, el establecimiento de entidades supranacionales y la globalización económica, social y cultural experimentada desde el último tercio del siglo xx, parecían haber quebrado los cimientos del mundo de los Estados-nación. Aparentemente las identidades nacionales se verían pronto sustituidas por otras lealtades superiores y menos rígidas. Sin embargo, la realidad demuestra que las naciones siguen siendo un referente político y cultural para la población y el nacionalismo constituye una herramienta de movilización social y un arma política de confrontación entre gobiernos y ciudadanos. En este contexto, estudiar las experiencias subjetivas de la nacionalidad y los múltiples mecanismos empleados para lograr que los individuos abracen determinadas concepciones de la nación y rechacen otras, es crucial si queremos entender el funcionamiento de numerosos procesos históricos. No se trata de analizar todos los fenómenos en clave nacional o nacionalista, sino de entender que la nación forma parte del día a día de las personas y que constituye un referente que no se puede soslayar cuando analizamos actitudes, comportamientos y respuestas populares a los discursos y políticas oficiales. El enfoque del nacionalismo cotidiano nos sitúa en un plano “micro” pero conectado con el nivel “macro”, como un puente que elude planteamientos dicotómicos en beneficio de visiones más complejas.

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*El artículo se realizó con recursos propios.

1 Volodymyr Kulyk, “Ukraine according to Zelensky: Populism and National Identity in Presidential Addresses to Compatriots”. Nationalism and Ethnic Politics 30, n.º 3 (2023).

2 Marnie Howlett, “Nation-building from (below) the grassroots: Everyday nationalism in Ukraine’s bomb shelters”, Nations and Nationalism 29, n.º 1 (2023).

3 Una panorámica del aumento exponencial de estudios en este campo puede consultarse en: Umut Özkirimli, Theories of Nationalism. A Critical Introduction (Nueva York: Palgrave Macmillan, 2000): 1-5.

4 Michael Skey, National Belonging and Everyday Life ― The Significance of Nationhood in an Uncertain World (Nueva York, Palgrave Macmillan, 2011).

5 Fernando Molina Aparicio, “Modernidad e identidad nacional. El nacionalismo español del siglo xix y su historiografía”, Historia Social 52, (2005): 147-148; Craig Calhoun, Nationalism (Minneapolis: University of Minnesota Press, 1997), 70-78.

6 Raúl Moreno Almendral, “El debate académico sobre nación y nacionalismo desde los orígenes hasta la consolidación del predominio anglosajón”, Arbor 191-775, (2015).

7 Özkirimli, Theories, 12-13; Frederick M. Barnard, Herder on Nationality, Humanity, and History, (Baskerville: McGill-Queen’s University Press, 2003); Elie Kedourie, Nacionalismo [1960] (Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1985).

8 Sobre el nacionalismo metodológico: Andreas Wimmer y Nina Glick Schiller, “Methodological nationalism and beyond: nation-state building, migration and the social sciences”, Global Networks 2, n.º 4 (2002). Sobre los avances en los estudios sobre nacionalismo en este siglo véase: Montserrat Guibernau, Los nacionalismos (Barcelona: Ariel, 1996), 40-48.

9 Véase Álvarez Junco, José, “Ciencias sociales e historia de Estados Unidos. El nacionalismo como tema central”, en Ayer, n.º 14, 1994.

10 Por citar solo algunos ejemplos: Kedourie, Nacionalismo; Ernest Gellner, Naciones y nacionalismo (Madrid, Alianza 2008 [1989]): 39-44 y 52; John Breuilly, Nacionalismo y Estado (Barcelona: Pomares-Corredor, 1990). Miroslav Hroch, Social Preconditions of National Revival in Europe: A Comparative Analysis of the Social Composition of Patriotic Groups among the Smaller European Nations (Cambridge: Cambridge University Press, 1985).

11 George L. Mosse, La nacionalización de las masas. Simbolismo político y movimientos de masas en Alemania desde las Guerras Napoleónicas al Tercer Reich [1973] (Madrid: Marcial Pons, 2005); y Eugen Weber, Peasants into Frenchmen. The Modernization of Rural France, (1870-1914) (Stanford: Standford University Press, 1976) [Hay traducción en castellano: De campesinos a franceses: La modernización del mundo rural (1870-1914) (Madrid: Taurus, 2023)] .

12 Benedict Anderson, Imagined Communities ― Reflections on the Origin and the Spread of Nationalism [1983/1990] (Londres: Verso, 2016): 23. Aunque la edición original es de 1983, la versión de 1990 añade capítulos que tenemos en cuenta aquí. Eric Hobsbawm, Naciones y nacionalismo desde 1780 (Barcelona: Crítica, 1991).

13 Özkirimli, Theories, 44-46.

14 El término “formación discursiva” es tomado de Foucault por Calhoun, Nationalism, 3; Homi K. Bhabha: “Introducción: Narrar la nación”, en Nación y narración ― Entre la ilusión de una identidad y las diferencias culturales [1990], compilado por Homi K. Bhabha (Madrid: Siglo XXI, 2010): 11-19; Stefan Berger: “Narrating the Nation: Historiography and Other Genres”, en Narrating the Nation. Representations in History, Media and the Arts, editado por Stefan Berger, Llinas Eriksonas y Andrey Mycock (Nueva York y Oxford: Berghahn Books, 2008).

15 Rogers Brubaker, Ethnicity without groups (Cambridge: Harvard University Press, 2004).

16 Rogers Brubaker et al. Nationalist Politics and Everyday Ethnicity in a Transylvanian Town (Princeton-Oxford: Princeton University Press, 2006). Véase también: Calhoun, Nationalism, 10-11.

17 Michael Billig, Banal Nationalism (Londres: Sage, 1995) [Hay traducción al castellano: Nacionalismo banal, Madrid: Capitán Swing, 2014].

18 Michael Billig, “El nacionalismo banal y la reproducción de la identidad nacional”, Revista mexicana de sociología 60, n.º 1 (1998).

19 Ivana Spasić, “The Universality of Banal Nationalism, Or Can the Flag Hang Unobtrusively Outside a Serbian Post Office?”, en Everyday Nationhood. Theorising Culture, Identity and Belonging after Banal Nationalism, editado por Michael Skey y Marko Antonsich (Nueva York: Palgrave Macmillan, 2017), 31-51.

20 Claudio Hernández Burgos, “Nationalisation, banal nationalism and everyday nationhood in a dictatorship: The Franco regime in Spain”, Nations & Nationalism 27, n.o 3 (2021).

21 Sobre las críticas al concepto véase especialmente Michael Skey, “The national in everyday life: A critical engagement with Michael Billig’s thesis of Banal Nationalism”, The Sociological Review 57, n.o 2 (2009): 340. Se hallan desarrolladas de manera más detallada en: Skey, National Belonging

22 Billig. “Banal Nationalism and the Imaging of Politics”, 316.

23 Matthew C. Benwell, “From the banal to the blatant: Expressions of nationalism in secondary schools in Argentina and the Falkland Islands”, Geoforum 52 (2014): 51-60; Matthew C. Benwell y Klaus Dodds, “Argentine territorial nationalism revisited: The Malvinas/Falklands dispute and geographies of everyday nationalism”, Political Geography 30, n.o 8 (2011).

24 Anssi Paasi, “Dancing on the graves: Independence, hot/banal nationalism and the mobilization of memory”, Political Geography 54, (2016).

25 Sobre el impacto del trabajo de Billig y la “modulación” de algunas críticas deben destacarse Sophie Duchesne, “Who is Afraid of Banal Nationalism?”, Nations and Nationalism 24, n.o 4 (2018): 841-856; y el trabajo colectivo editado por Alejandro Quiroga y Ferran Archilés, Ondear la nación: nacionalismo banal en España (Granada: Comares, 2018).

26 Craig Calhoun, “The Rhetoric of Nationalism”, en Everyday Nationhood, 19-20.

27 Así lo ha expresado Eleanor Knott, “Everyday Nationalism. A Review of the Literature”, Studies on National Movements 3, (2015).

28 Jon E. Fox y Cynthia Miller-Idriss, “Everyday nationhood”, Ethnicities 8, n.o 4 (2008): 539. Traducción de los autores.

29 Marko Antonsich, “The ‘everyday’ of banal nationalism Ordinary people’s views on Italy and Italian”, Political Geography 54, (2016): 40.

30 Yves Déloye, “National identity and everyday life”, en Oxford Handbook of the History of Nationalism, dirigido por John Breuilly (Oxford: Oxford University Press, 2013): 615; Vincent Martigny, “Penser le nationalisme ordinaire”, Raisons politiques, n.o 37 (2010).

31 Rhys Jones y Peter Merriman, “Hot, banal and everyday nationalism: Bilingual road signs in Wales”, Political Geography 28, n.o 3 (2009): 166.

32 Andrew Thompson, “Nations, National Identities and Human Agency: Putting People Back into Nations”, The Sociological Review 49, n.o 1 (2001).

33 Hobsbawm, Naciones y Nacionalismo, 18.

34 Fox y Miller-Idriss, “Everyday nationhood”, 536-537.

35 Rogers Brubaker y Fredrick Cooper, “Beyond ‘identity’”, Theory and Society 29, n.o 1 (2000): 15-16.

36 Fox y Miller-Idriss, “Everyday nationhood”, 537-538.

37 Por ejemplo, Stepháne Audoin Rouzeau y Anette Becker, 14-18, retrouver la Guerre (París: Gallimard, 2003); Bernd Ulrich y Benjamin Ziemann, eds., German Soldiers in the Great War: Letters and Eyewitness Accounts (Barnsley, UK: Pen and Sword 2010).

38 J. Paul Goode, David R. Stroup y Elizaveta Gaufman, “Everyday Nationalism in Unsettled Times: In Search of Normality during Pandemic”,Nationalities Papers 50, n.° 1 (2022): 61-62.

39 Bart Bonikowski, “Nationalism in Settled Times”, Annual Review of Sociology 42, (2016).

40 Goode, Stroup y Gaufman, “Everyday Nationalism”: 63. Michael Skey y César Jiménez Martínez, “Coronavirus reveals how important the nation is to our daily lives”, www.theconversation.com (9 de abril de 2020), consultado el 18 de diciembre de 2024.

41 Skey, “The national in everyday life”.

42 Marnix Beyen y Maarten Van Ginderachter, eds., “General Introduction: Writing the Mass into a Mass Phenomenon” en Nationhood from below: Europe in the long nineteenth century (Basignstoke: Palgrave Macmillan, 2012):10; y Thompson, “Nations, National Identities and Human Agency”, 27.

43 Anthony P. Cohen, “Personal Nationalism: A Scottish View of Some Rites, Rights, and Wrongs”, American Ethnologist 23, n.° 4 (1996): 802-815.

44 Raúl Moreno Almendral, “Reconstructing the history of nationalist cognition and everyday nationhood from personal accounts”, Nations and Nationalism 24, n.° 3 (2018): 648-668.

45 Raúl Moreno Almendral y Steven Forti, “La nación de los individuos: la consagración de una perspectiva alternativa para el estudio de los procesos de construcción nacional”, en La nación omnipresente: procesos de nacionalización en la España contemporánea, coordinado por Justo Beramendi et al. (Granada: Comares, 2022).

46 Ferran Archilés, “Lenguajes de nación. Las ‘experiencias de nación’ y los procesos de nacionalización: propuestas para un debate”, Ayer 90, (2013).

47 Shanti Sumartojo, “Making Sense of Everyday Nationhood: Traces in the Experiential World”, en Everyday Nationhood. Theorising Culture, Identity and Belonging after Banal Nationalism, editado por Michael Skey y Marco Antonsich (Palgrave Macmillan: London, 2017), 199.

48 Raúl Moreno Almendral, “La nación de los sujetos: propuestas para una investigación de los fenómenos nacionales a comienzos de la época contemporánea”, Rúbrica Contemporánea 6, n.° 11 (2017).

49 Tim Edensor, National Identity, Popular Culture and Everyday Life (Nueva York: Oxford, 2002): 109-111.

50 Jane Fajans, Brazilian Food: Race, Class and Identity in Regional Cuisines (Londres: Berg, 2012).

51 Robert J. Foster, Materializing the Nation: Commodities, Consumption and the Media in Papua New Guinea (Bloomington: Indiana University Press, 2002).

52 João Manuel Santos Casquinha Malaia, “‘Os Leões em África’: futebol e político no Império Colonial Português (1954)”, Estudos Históricos 32, n.º 68 (2019).

53 Véase Daniel Melo,“‘Living Normally’: Everyday Life Under Salazarism”, European History Quarterly, 52-2 (2022).

54 Sobre la nacionalización de la cultura: Orvar Löfgren, “The nationalization of Culture: Constructing Swedishness”, Studia Ethnologica, 3 (1991): 101-116; y Daniel Hammett, “From banal to everyday nationalism: narrations of nationhood”, Geography 106, n.° 1 (2021).

55 Norbert Elias, “On the concept of everyday life”, en The Norbert Elias reader [1978], editado por Johan Goudsblom y Stephen Mennell (Oxford: Blackwell, 1998).

56 Michel de Certeau, La invención de lo cotidiano. Vol 1. (México D.F: Universidad Iberoamericana, 1996); Ben Highmore. Everyday Life and Cultural Theory: An Introduction (Londres: Routledge, 2002): 5-6.

57 Andrew Stuart Bergerson y Leonard Schmieding, Ruptures in the everyday Views of modern Germany from the ground (Nueva York: Berghahn Books 2017); Dorothee Wierling, “The History of Everyday Life and Gender Relations. On Historical and Historiographical relationships” en The History of Everyday Life. Reconstructing Historical Experiences and Ways of Life, editado por Alf Lüdtke (Nueva Jersey: Princenton University Press, 1995), 151.

58 Paolo Jedlowski, Un giorno dopo l’altro (Bolonia: ii Mulino, 2005), 18.

59 Bárbara H. Rosenwein, Emotional Communities in the Early Middle Ages (Nueva York: Cornell University Press, 2006), 2.

60 Xosé Núñez Seixas, Maarten Van Ginderachter, “Conclusions: National(ized) emotions from below” en Emotions and Everyday Life in Modern European History, editado por Xosé Manoel Núñez Seixas, Maarten Van Ginderachter y Andreas Stynen (Nueva York, Routledge, 2020), 205-209.

61 Algunos ejemplos en: John A. Hall y Siniša Malešević. eds., Nationalism and War (Nueva York: Cambridge University Press, 2013).

62 Véase Reeta Eiranen, “Emotions and Nationalism” en The Routledge History of Emotions in the Modern World, editado por Katie Barclay, Peter N. Stearns (Londres: Routledge, 2022): 407-422.

63 Por ejemplo, Luigi Achilli, Palestinian Refugees and Identity: Nationalism, Politics and the Everyday (Londres: i.b. Tauris, 2015).

64 Francisco Jiménez Bautista, “Nuevas formas de racismo cotidiano”, Revista de Cultura de Paz 5, (2021).

65 Anderson, Immagined communities.

66Eric J. Hobsbawm, “Nacionalismo y nacionalidad en América Latina” en Repensando la subalternidad: miradas críticas desde/sobre América Latina, editado por Pablo Sandoval (Popayán: Envión Ed., 2010).

67Guillermo Mira Delli-Zotti. “Población, migraciones y Construcción nacional en América Latina”. en ¡Viva la Patria! Nacionalismo y Construcción nacional en el mundo iberoamericano (siglos xviii-xxi), editado por Mariano Esteban de Vega y Raúl Moreno Almendral (Granada: Comares, 2021).

68 Claudia Wasserman. “A primeira fase da historiografia latino-americana e a construção da identidade das novas nações”, História da historiografía, n.° 7 (2011).

Cómo citar: Claudio Hernández Burgos y Odilon Caldeira Neto. “Nacionalización y nacionalismo cotidiano: una panorámica”. Historia Crítica n.° 95 (2025): 3-25, https://doi.org/10.7440/histcrit95.2025.01

Recibido: 03 de Septiembre de 2024; Aprobado: 20 de Noviembre de 2024

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