INTRODUCCIÓN
Nicaragua históricamente patriarcal
Nicaragua está ubicado justo en medio de Centroamérica, entre el océano Pacífico y el Atlántico. Es un país agrícola. Produce café, caña de azúcar, tabaco, maíz, frutas tropicales y verduras, tanto para la exportación como para el consumo local.
A pesar de eso, es el segundo país más pobre de América Latina, después de Haití. De una población de 6 496 000 de habitantes, 3.1 millones son mujeres (50,6 %), y de estas, el 48,6 % son mujeres que viven en las zonas rurales del país (INIDE, 2015). Según el reporte de la Fundación Internacional para el Desafío Económico Global (FIDEG, 2019), el 44.4 % de la población a nivel nacional vive en condiciones de pobreza general y 8.9 % en pobreza extrema.
También es un país con altos niveles de desigualdad, tanto en la distribución de la riqueza como en relación con el acceso a un sistema político democrático (Abelardo, 2020). Esto se evidencia en la represión que ha vivido la población nicaragüenses a lo largo de su historia, desde la dictadura somocista (1937-1979) y la revolución popular sandinista (1979-1990) hasta la crisis sociopolítica de 2018, el cierre masivo de organizaciones no gubernamentales y la lucha por los derechos humanos (2020 y continúa en 2024).
Durante la dictadura somocista, el Estado continuó perpetuando el sistema de género que ya existía en Nicaragua. Las políticas restrictivas sobre el acceso a la tierra, la educación y la atención sanitaria para las mujeres fueron una continuación de las tradiciones patriarcales y conservadoras que ya estaban en vigor. Entre 1967 y 1978 quedaron excluidas de las políticas económicas formales, y su trabajo reproductivo no fue valorado ni reconocido. Además, enfrentaron un acceso limitado a recursos productivos, como la tierra y los créditos agrícolas, lo que perpetuó su marginalización. La privatización de la educación y la falta de financiación para la salud pública, junto con el crecimiento del sector informal, empeoraron sus condiciones laborales, afectándolas de manera desproporcionada y profundizando la pobreza (Collinson y Broadbent, 1990).
Una vez que el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) tomó el poder (1979), se esperaba que las mujeres de la guerrilla regresaran a casa o, al menos, que dejaran las tareas de la militancia a los hombres para volver a lo "normal". En el discurso del Estado, los hombres se enorgullecían de la participación militar de las mujeres durante la revolución. Además, ellas se concientizaron de la necesidad de tener los mismos derechos que los hombres. A pesar de este discurso de igualdad, las mujeres enfrentaron obstáculos como la relegación al ámbito doméstico, la exclusión de recursos económicos y la falta de derechos reproductivos. Estas barreras, arraigadas en un sistema patriarcal, limitaron su participación en la vida pública y perpetuaron su dependencia, obstaculizando su autonomía.
El mismo Estado y organizaciones de la sociedad civil como la Asociación de Mujeres Nicaragüenses "Luisa Amanda Espinoza"1 promovieron la participación de las mujeres en tareas comunitarias, como la Cruzada Nacional de Alfabetización y las jornadas populares de salud. Estas tareas, a pesar de que se enmarcaban en los roles tradicionales de educadoras y cuidadoras de la familia, ayudaron a ampliar la visión de las mujeres para tomar en cuenta sus roles multifacéticos en lo productivo, especialmente a las mujeres en zonas rurales (Hamlin y Quirós, 2016); para 2006, los gobiernos de derecha en el país dejaron de promover programas desde el Estado que fueran dirigidos a mujeres rurales. El olvido que viven desde entonces las mujeres rurales en Nicaragua es una reproducción sistemática que les resta oportunidades para salir del círculo de pobreza.
El análisis de la historia de Nicaragua revela un arraigado sistema patriarcal, como señala Díaz Reyes (2021), en el que las estructuras de poder y control han perpetuado la subordinación de las mujeres. Esta realidad ha motivado a las feministas nicaragüenses a denunciar la naturaleza patriarcal y capitalista del sistema que ha alimentado dictaduras en el país. En respuesta a esta opresión sistémica, diversas organizaciones feministas se unieron con el propósito de impulsar proyectos que promovieron el desarrollo de las mujeres rurales.
Ejemplo de ello son la Coordinadora de Mujeres Rurales (CMR) y la Fundación entre Mujeres, que trabajaban con mujeres rurales que se organizan en cooperativas para promover su trabajo con la tierra. Muchas de estas cooperativas se crearon en los años noventa gracias al Centro para la Investigación, la Promoción y el Desarrollo Rural Social (CIPRES), que tenía como objetivo empoderar económicamente a las productoras que tenían acceso a pequeños lotes de tierra (CIPRES, 2006). Las beneficiadas formaron 130 cooperativas, algunas de las cuales tenían capacidad agroindustrial. Para 2014 se crearon alrededor de 1000 grupos precooperativas y 300 cooperativas.
Esta proliferación de cooperativas evidencia el interés de las mujeres en organizarse y subvertir el orden del sistema patriarcal y capitalista, que históricamente las ha excluido. La cooperativa emerge como una herramienta para desafiar este sistema al permitirles desarrollar modelos económicos más equitativos y colectivos, en los que sus contribuciones productivas y reproductivas sean reconocidas y valoradas. De esta forma, considero clave analizar si las prácticas y discursos que surgen de la participación en la cooperativa fomentan la autonomía, tanto colectiva como en sus relaciones sociales. Esta investigación se realizó con las mujeres de la Cooperativa multisectorial Mujeres en acción (COMAC) en la comunidad San Juan de las Pencas, en la ciudad de Chinandega, al occidente de Nicaragua.
¿Quiénes cosechan? Cooperativa multisectorial Mujeres en acción
Iniciaron 30 socias, pero actualmente son 45 mujeres las que conforman la Cooperativa multisectorial Mujeres en acción. Las socias tienen desde 15 hasta 65 años de edad. A nivel educativo, la mayoría de las socias terminaron la primaria, algunas eran analfabetas al momento de entrar a la cooperativa, y solo seis socias tienen título universitario o técnico. Son mujeres rurales con ingresos mensuales que oscilan entre 5000 córdobas (140 dólares) a 10 000 (280 dólares). Sus fuentes de ingresos provienen, en gran medida, de la agricultura y una parte menor de la crianza de ganado y el comercio de los productos que cosechan.
Mujeres en acción representa y defiende los intereses de sus socias, además de coordinar, orientar y supervisar sus actividades. También cuentan con asistencia técnica y asesoría a las socias y organizan servicios para el aprovechamiento conjunto de bienes. Así mismo, interesadas en el desarrollo educativo de sus integrantes, fomentan programas educativos y de promoción social, promoviendo la integración de las mujeres al movimiento cooperativo.
A través de procesos colectivos como el trabajo en conjunto, la formulación de proyectos de desarrollo comunitario con el fin de mejorar las condiciones de vida y las capacitaciones sobre temas relevantes para el desarrollo personal y profesional tratan de fortalecer la participación de las socias en la comunidad. Además, las socias perciben cómo ser parte de la cooperativa ha traído mejoras a su vida como madres, esposas, hijas y agricultoras.
En 2009 CIPRES andaba buscando cooperativas y entonces vinieron y nos dijeron si estamos dispuestas a formar una cooperativa y nosotras dijimos que sí, nos juntamos y empezamos las capacitaciones para constituirnos como cooperativa... En ese mismo 2009 nos integramos a la coordinadora de mujeres rurales. Después de ese 2009 nosotras mismas nos pusimos un plazo de pagar (las donaciones a partir de los programas promovidos por CIPRES y por la Coordinadora de mujeres rurales), porque nosotras como cooperativa dijimos que teníamos que recoger dinero para recoger fondos para nosotras. (Testimonio B.C. Cooperativa Mujeres en acción, julio de 2022)
Conocerlas, me hizo verlas como mujeres autónomas, que, desafiando los roles de género impuesto por el sistema patriarcal, priorizan su desarrollo como colectivo e individualmente, pero no se trata de la forma en cómo entiendo la autonomía, sino justamente cómo en sus discursos y prácticas este concepto las atraviesa, las ha cambiado y hoy les ha dado herramientas para mejorar la calidad de su vida; dicho con sus propias palabras:
La primera vez que nos hablaron de autonomía y nos explicaron lo que era, yo pensaba: "Eso ya lo he hecho, eso lo estoy aprendiendo, eso me lo enseñaron en la cooperativa"... Una tomando conciencia de todo lo que ha vivido se da cuenta de lo mucho que hemos crecido aquí juntas. (Testimonio L. Cooperativa Mujeres en acción, julio de 2022)
Por eso, este artículo se sitúa en el enfoque relacional de la comunicación y desde el interés de entender cómo estas relaciones detonan en la autonomía, que a su vez desemboca en participación, en tener un rol diferente en la comunidad a los roles normativos tradicionales de género, en la toma de decisiones y en el papel que juega la cooperativa en sus vidas.
METODOLOGÍA
La metodología utilizada en la investigación que sustenta este artículo es fenomenológica, con un enfoque feminista, porque busca comprender un fenómeno social desde la propia perspectiva de las mujeres. El enfoque feminista enfatiza la importancia de describir y considerar el contexto social, histórico, político y cultural en que se realiza la investigación (Blázquez, 2012).
La investigación fue de corte cualitativo. La elección de estas herramientas se fundamenta en los objetivos de la investigación, que buscan analizar cómo las prácticas y discursos de las mujeres en la cooperativa promueven su autonomía. La observación participante fue crucial para captar los discursos en contextos cotidianos y naturales, mientras que las entrevistas semiestructuradas permitieron profundizar en las percepciones individuales de las mujeres, tanto dentro como fuera de la cooperativa. Los talleres participativos facilitaron la reflexión colectiva, abordando los factores que impulsan o limitan su autonomía. Estas técnicas eran adecuadas y factibles para el contexto comunitario, permitiendo un análisis profundo y contextualizado.
Para el análisis se consideraron los siguientes criterios: participación activa, responsabilidad y compromiso, relaciones interpersonales, redes de apoyo, impacto en la comunidad y reconocimiento de su trabajo.
Entre junio y julio de 2022 llevé a cabo cuatro talleres con la participación de 13 socias de la cooperativa, que fueron quienes aceptaron la invitación. El primer taller se centró en conocer a las mujeres que integran la cooperativa. El segundo abordó los proyectos realizados por la cooperativa y la participación de las socias en ellos. El tercero exploró la relación de la cooperativa con la comunidad y la percepción de integración de sus miembros. En el cuarto se trabajó en la construcción grupal del futuro de la cooperativa, incluyendo proyectos por desarrollar y aspectos para incorporar. Además, realicé siete entrevistas, cinco a socias de la cooperativa y dos a personas externas, con el fin de profundizar en temas discutidos en los talleres y conversaciones, complementando la información con documentos de la cooperativa, informes técnicos y artículos de opinión en los que la cooperativa o sus socias han participado, con el objetivo de conocer más sobre cómo proyectan el trabajo de la cooperativa.
RESULTADOS
Cosechando su autonomía: La autonomía según las socias
La organización de las mujeres a través de la cooperativa ha sido parte fundamental para el cumplimiento de sus proyectos en pro de la mejora de su trabajo como agricultoras y de la comunidad. Entendiendo que la autonomía es la capacidad de una persona de agenciar su vida con sus propios recursos para desarrollarse plenamente en la sociedad (Indap/Prodemu, 2016b) y desde espacios que promuevan el desarrollo para sus vidas. La cooperativa COMAC funciona como este espacio para las socias, ya que muchas de las mujeres han tenido la oportunidad de capacitarse y participar en los diferentes proyectos.
Para esta investigación se retoma la conceptualización de autonomía de Marcela Lagarde (1997), quien enfatiza que este concepto se fundamenta en la libertad, entendida no como una abstracción, sino a partir de las vivencias y experiencias concretas de las mujeres. La elección de utilizar uno de los conceptos trabajado por Lagarde se debe a su enfoque sobre la interrelación entre autonomía y el reconocimiento social, así como a su insistencia en la necesidad de mecanismos operativos para su ejercicio (Lagarde, 2000), lo que resulta crucial para el contexto de esta investigación. Sin un entorno favorable, la mera declaración de autonomía se vuelve vacía, ya que carece del respaldo necesario para su ejercicio tanto individual como colectivo. Durante los talleres se buscó explorar cómo las socias interpretan la autonomía en sus propias prácticas y discursos, evitando una referencia directa al concepto para permitir que la discusión emerja de sus propias experiencias. Asimismo, es importante aclarar que la elección de enfocarse en la autonomía, en lugar de otros conceptos, como autodeterminación o emancipación, se debe a la relevancia del contexto social y relacional en el que se desenvuelven las mujeres de la cooperativa.
Esto se evidencia en expresiones como "Nos dimos cuenta que teníamos derecho a participar"; "Si no nos hubiéramos organizado no tendríamos nada en la cooperativa, ni nuestra casita"; "Tener nuestras propias cosas, cosas a nuestro nombre"; "Aprender más de la importancia de nuestro trabajo en la tierra"; "construimos algo juntas, para nosotras y por nosotras". Estas expresiones dan la pauta para entender mejor cómo desde su participación en la cooperativa, las relaciones, la organización y la vida cotidiana van construyendo un entramado de vivencias que reflejan su autonomía.
La cosecha: Las relaciones sostienen la autonomía
Las mujeres de la COMAC destacan que formar parte de la Coordinadora de Mujeres Rurales2 (CMR) ha sido un gran apoyo en términos de recursos y conocimiento, y una pieza fundamental para crear lazos sólidos entre las socias. El concepto de autonomía relacional ha sido extensamente desarrollado en la teoría feminista y se refiere al contexto de relaciones que dan lugar a un ejercicio de autonomía. La autonomía de las mujeres que participan en la cooperativa depende de múltiples factores, tanto internos como externos. Según Raz (1986), existen opciones relevantes relacionadas con la autonomía que no dependen únicamente de la sujeta, sino que se ven influidas por el contexto y las relaciones en las que se desarrolla su acción. En el marco de esta investigación, estas opciones incluyen el acceso a recursos económicos y educativos, la posibilidad de participación en decisiones comunitarias y el apoyo institucional a través de redes como la CMR. Además, se deben considerar las normas culturales y sociales que condicionan las oportunidades de las mujeres, así como su capacidad para desarrollar proyectos productivos dentro y fuera de la cooperativa. Estos factores externos juegan un papel crucial en la capacidad de las mujeres para ejercer su autonomía en la práctica, influyendo directamente en sus procesos de empoderamiento y en sus relaciones dentro de la cooperativa y con su entorno social (Lagarde 2000, pp. 373-390).
En el caso de las mujeres de COMAC, el contexto en que se desarrolla la cooperativa tiene una enorme relevancia en cuanto a su relación con las otras mujeres de la cooperativa y de la comunidad, con sus familias y con la comunidad en general, ya que todas estas relaciones son factores que influyen en la toma de sus decisiones.
Solo nosotras sabemos lo mucho que hemos trabajado, no solo por la cooperativa, sino también para ayudarnos entre nosotras...yo aquí he salido con hermanas. (Testimonio B. Cooperativa Mujeres en acción, julio de 2022)
El entramado relacional y contextual que rodea a la persona tiene una dimensión objetiva que tiene lugar en la red de relaciones que da al sujeto una posición relativa, es decir, un lugar en relación con las otras personas de su entorno (Álvarez, 2015). Oshana (2005) apunta la necesidad de que la persona autónoma sea consciente del entramado social del que forma parte. También afirma que la persona autónoma debe ser consciente de la influencia que ejercen las personas de su entorno sobre ella, tanto que pueden condicionar o disminuir su propia autonomía (p. 94). Tomar en cuenta la red relacional de las mujeres de COMAC, la cual incluye a las otras socias, sus familias, los vecinos, los líderes de la comunidad, me ayudó a tener una mejor percepción de su participación en la toma de decisiones y a comprender qué tanto influía la decisión de las otras socias sobre las de ellas.
Aquí todo pasa por la asamblea, todas tenemos que estar de acuerdo con lo que vamos hacer, y si no estamos de acuerdo, pues lo hablamos, pero tenemos que hablar para saber qué es lo que queremos hacer. (Testimonio B.C. Cooperativa Mujeres en acción, julio de 2022)
Al hablar de relaciones, no me refiero exclusivamente a aquellas con las personas cercanas, sino también a las que tienen con quienes ocupan una posición de poder en la comunidad. En el caso de las mujeres de COMAC, no solo sus familiares o vecinas influyen en ellas, sino también los líderes comunitarios y líderes religiosos. A través de espacios como la asamblea, donde se busca el consenso, sus decisiones se ven moldeadas por las dinámicas colectivas, reflejando cómo estas relaciones pueden ampliar o limitar su capacidad de ejercer autonomía.
Aun cuando están mediadas por un ejercicio de poder, esto no les resta autonomía en su capacidad de decisión y logran identificar qué depende de ellas, hacerse notar y organizarse para lograr sus objetivos y los de la cooperativa:
Pero cómo, si no estás organizada, ¿quién va a venir a dar? Nadie va a venir, nadie, ni el Gobierno, porque el Gobierno viene a buscar a las organizaciones para ayudarle; por eso, la gente tiene que saber qué estamos haciendo. (Testimonio A. Cooperativa Mujeres en acción)
De esta manera, las mujeres de la COMAC han encontrado su autonomía en este tejido de relaciones que se sostienen en el afecto al considerarse hermanas, en la confianza de la toma de decisiones colectiva, y en que a pesar de que existan relaciones mediadas por el poder, sostener a la cooperativa les da un nuevo rol social, que se visualiza a través de la participación activa y visible en la toma de decisiones y gestión de proyectos dentro de su comunidad. Los proyectos comunitarios que pueden ser mediados por el Estado, las alcaldías, empresas privadas, ONG, la Iglesia o la misma cooperativa. Es así como las relaciones sostienen la autonomía.
La cosecha: La organización como herramienta para la autonomía
La mayor parte de las socias son madres de familias o están a cargo del cuidado de otros familiares; esto nos indica que las tareas de cuidado que realizan tienen un enorme peso de responsabilidad para ellas. Para comprender la carga del día a día en la vida de estas mujeres, tenemos que entender que lo cotidiano depende de una carga simbólica. D'epinay (2008) nos habla de que existe una interconexión entre la naturaleza y la cultura, y es en esa interconexión que la vida cotidiana aparece como el lugar de la producción y de la reproducción de los ritmos socioculturales, y de su organización para poder cumplir con estos ritmos. Es decir, que este diálogo que se tiene con el entorno en nuestro día a día genera una experiencia que se vuelve parte de esta cotidianidad que nos rodea.
Incluso las interacciones que tenemos con el espacio o con los otros son productores y reproductores de prácticas sociales, que van construyendo esa cotidianidad con la que se convive. También es importante reconocer el rol de la mujer en lo cotidiano y cómo este se va constituyendo como una identidad, porque muchas de las acciones colectivas se van produciendo en el encuentro de lo que le acontece en su vida, en su cotidianidad (D'epinay, 2008). En este sentido, las experiencias están construidas de los significados que le dan a aquello que han vivido, aquello que ocurre en lo cotidiano.
Bueno, yo ya tengo mis horas, porque si no, no doy para hacer todo con lo que tengo que hacer en la casa. Todos los días me levanto a las cinco de la mañana, arreglo la cama, barro, lavo trastes. A las 6 hago el desayuno y a las 6:30 ya estamos desayunando. A las 7 lavo trastes de nuevo, los peroles y dejo todo limpio. Como a eso de las 8 ya empiezo a lavar ropa, y si es poquita ropa, descanso un rato, pero eso no es siempre. Más o menos a las 10 ya me estoy bañando para que a las 11 ya me esté poniendo hacer el almuerzo. Comemos como a las 12 y después otra vez a lo mismo ... pero así me queda la tarde libre por si tenemos algo en la cooperativa, o ya me voy a la parcela. (Testimonio R. Cooperativa Mujeres en acción, julio de 2022)
Conocer lo que hacen y cómo se organizan las mujeres en su día a día permite entender cómo las tareas de cuidado y su cumplimiento van sujetas a las demás actividades que desean realizar. Aunque la rutina doméstica sigue siendo central en la vida de las socias, la participación en la cooperativa introduce un espacio de autonomía dentro de la estructura demandante de las tareas del hogar. Como menciona Rodríguez (2015), en un sentido amplio, el trabajo de cuidado se refiere a todas las actividades y prácticas necesarias para la supervivencia cotidiana de las personas en la sociedad y el espacio en que viven. Por ejemplo, se habla de madrugar para poder cumplir con la limpieza de la casa, hacer la comida. Para ellas madrugar significa poder rendir durante el día, cumplir las responsabilidades que tienen con los suyos en el hogar para en la tarde tener el tiempo para participar en otros espacios. Además, debemos tener en cuenta que todas estas horas de trabajo en la casa no son remuneradas, pero son parte vital para el sustento del hogar. Sin embargo, la carga del trabajo doméstico sigue siendo evidente, perpetuando esta doble jornada, producto de una cultura en la cual los cuidados y trabajos domésticos siguen estando a cargo de las mujeres. Como dice Rodríguez (2015), "hay que tomar en cuenta las implicancias que la manera en que se organiza el cuidado tienen para la vida económica de las mujeres" (p. 36).
Los trabajos de cuidado cruzan la vida de las mujeres y son parte de sus procesos de autonomía.
Ajá, por ejemplo, ve el tiempo en el que trabajaba, ideay3 y nos levantábamos a las 2 de la mañana a cocinar con mi mamá. Y después nos íbamos al trabajo, después venía a las 2 de la tarde a ver una yegüita que tenía y de ahí me iba para arriba a ver el ajonjolí que tenía... Entonces hacía tres jornadas laborales. El trabajo de cuidado, el trabajo remunerado y el trabajo, pues también el trabajo de la parcela. (Testimonio L. E. Cooperativa Mujeres en acción)
Como parte de su independencia, y al ser un sustento para sus familias, estas mujeres tienen múltiples jornadas de trabajo. Como ellas mismas reconocen, la principal es la del trabajo del cuidado, la cual parte de la centralidad de la sostenibilidad de la vida. Sin embargo, la sociedad patriarcal y capitalista pone al centro el beneficio económico, invisibilizando el trabajo que hay en el cuidado de los niños y niñas, el cuidado del hogar y en la reproducción de la vida. En este sentido, como plantea Carrasco (2001), se necesita visibilizar la relación que existe entre la producción capitalista y el bienestar humano, entre el objetivo del beneficio, como el reconocimiento y la revalorización de su trabajo, y el objetivo del cuidado de la vida.
Si bien los participantes priorizan las tareas del hogar y el trabajo, también asignan tiempo a la cooperativa, permitiendo participar en este espacio de producción. Esto se evidencia en las decisiones que toman para organizar su tiempo en los espacios que la cooperativa facilita.
Cuando entré a la cooperativa yo tenía 19 años, ya tenía a mi primera hija y había dejado de estudiar. Un día, después de hablar con Tere (la encargada por parte de la coordinadora), llegué a mi casa y le dije a mi pareja que iba a volver al colegio... Ya después que terminé la secundaria dije que quería seguir estudiando, pero la universidad es bien cara aquí... Mi mamá me heredó una manzana de tierra, con lo que he logrado pagar mis estudios universitarios y los estudios de mis hijas. (Testimonio L. E. Cooperativa Mujeres en acción)
Las mujeres de la COMAC reconocen que el poder de decisión que les ha brindado el tener que organizarse desde la cooperativa también ha influido en sus vidas, y sobre todo en las dinámicas en sus hogares, permitiéndoles tener la iniciativa para continuar con metas o proyectos personales. Por ejemplo, continuar con sus estudios no solo significa terminar la etapa de educación básica, sino también poder acceder a un trabajo diferente -si no desea continuar trabajando en la tierra-, o bien seguirse capacitando en cuanto al trabajo en el campo. Pero es una decisión que ellas solas tomaron, y para poder llevarla a cabo necesitaron el apoyo de las personas que las rodearon.
La cooperativa ha influido en sus vidas desde varios aspectos, y es que para las mujeres rurales en Nicaragua, las cooperativas representan una alternativa en la generación de ingresos, servicios y empleo en las zonas rurales, donde participan buscando alternativas para lograr cierta independencia económica (Flores y Jackson, 2019). Con la motivación de crear un espacio donde la participación de las mujeres, que normalmente es difícil de encontrar debido a la dominación del poder por los hombres en el campo, sea una oportunidad para incentivarse entre ellas a confiar más en su capacidad, desarrollando una cultura de mayor participación y liderazgo, una capacidad crítica, tener conciencia de elegir y construir desde una misma una opinión, una idea, una acción, y a partir de estas trabajar en conjunto para el bien de la comunidad que habitan.
Aunque tenemos que tener claro que para poder hablar de la autonomía de las socias de la cooperativa COMAC es necesario articular su vida cotidiana con su participación en ella. Es decir, no se puede comprender la autonomía de las mujeres sin comprender su vida completa: lo familiar, el trabajo de cuidado y reproducción, el comunitario y en la colectividad. Es por eso que su organización en la vida cotidiana influye en su participación en la cooperativa. Poder reconocer que todo el trabajo que realizan las mujeres de COMAC forma parte de ellas, y que este tiene una carga importante en la dinámica del hogar, es primordial para que sepan que ellas no tienen que realizar todo. Todos en la familia tienen responsabilidades, y según sus capacidades, cada uno puede ir cumpliendo con estas. Llegar a identificar o reconocer esta posición puede ser muy complicado, debido al entorno en el que viven, pero tener la fuerza para pararse y decir no, esto es trabajo de todos, también forma parte del poder que ellas tienen para tomar sus propias decisiones.
Cuando no reconocemos ese trabajo (trabajo del cuidado) como un trabajo, si llegan encuestarnos y nos preguntan ¿ustedes trabajan?, de una decimos NO... Eso es lo peor, no reconocernos, no reconocer todo el trabajo que hacemos. por eso nosotras hemos aprendido, pues de que ese trabajo tiene tres R. Nosotras tenemos que reconocer, reducir y redistribuir, o sea, reconozco que es un trabajo que hago y que no es solo responsabilidad mía, este tengo que redistribuir esas tareas de cuidado, esas tareas que tienen que ser compartidas. Y reduzco esa carga a mi persona, que no es responsabilidad solo mía, y este, redistribuido entre todos los de la casa. (Testimonio R. Cooperativa Mujeres en acción)
Las mujeres de COMAC ponen en evidencia que ya no son las mismas de antes, que el hecho de formar parte de la cooperativa las ha llevado, a la gran mayoría, a un aumento de su autoestima, de su independencia y de la confianza. Esto les proporciona una sensación de control sobre sus propias vidas, y el hecho de sentir que son capaces de generar cambios en la sociedad y en sus hogares.
Si éramos como 10 personas en la casa, vivíamos todos, y usted sabe que en una casa pequeña, todos hemos estado allí, pero al traer este proyecto ya ahora se dividieron... nosotros teníamos una casita; ahí estaba el solar donde teníamos la casita, y era con plástico... nosotras pues logramos que los maridos aquí nos dieran un pedacito para las casas y asegurar que salieran al nombre de nosotras porque eso es de nosotras. Lo tenemos al nombre de nosotras; ellos firmaron con un abogado y todo, porque estas casas son de las mujeres. (Testimonio B.C. Cooperativa Mujeres en acción, julio de 2022)
El proyecto de construcción de vivienda benefició a 17 de las socias, sin embargo, logró que todas se organizaran para su ejecución. El hecho de que este proyecto fuera pensado en su totalidad como un beneficio para las mujeres y sus familias, contando a las mujeres como el principal benefactor, permite que ellas tengan un cierto grado de libertad en cuanto al espacio en que habitan. Y que por cualquier situación que lleguen a vivir que las haga sentir amenazadas, ellas puedan contar con un espacio propio.
Muchas mujeres reconocen que trabajar en la cooperativa les hace sentir que su tiempo es productivo, que están realizando un trabajo y que esto les reporta un beneficio económico y, a la vez, que les permite ganar autonomía. El contar con una red tan amplia y consolidada de mujeres, les ha permitido hablar más del contexto en el que viven y discutir acerca de las prácticas machistas que todavía existen dentro de la comunidad; así como promover la integración y finalización de estudios de muchas de las socias.
La organización cruza todos los aspectos de la vida de las socias, desde el ámbito doméstico hasta su participación en la cooperativa, entendida como una herramienta esencial para ejercer la autonomía. Organizarse desde todos los frentes para poder tener la libertad de decidir en qué participar y en qué no, organizarse para participar en la cooperativa les da a las socias un espacio donde pueden involucrarse activamente en la toma de decisiones, colaborar en la gestión de recursos y compartir conocimientos y vivencias. La cooperativa se entiende como una estructura organizativa que promueve la solidaridad, fortalece la cohesión y potencia la autonomía de sus integrantes, permitiéndoles ejercer su autonomía de forma colectiva y efectiva, donde la organización funciona como un medio para comprender esta estructura.
CONCLUSIÓN
La historia del país está marcada por un arraigado sistema patriarcal que ha limitado los derechos y oportunidades de las mujeres a lo largo del tiempo. Sin embargo, organizaciones como la Cooperativa Multisectorial Mujeres en Acción han surgido como una respuesta a estas injusticias, brindando un espacio donde las mujeres rurales pueden unirse, trabajar juntas y empoderarse económicamente.
Aun cuando los roles establecidos por el sistema patriarcal se han sostenido, haciendo que para que ellas puedan ser parte de la cooperativa tengan que asumir dos trabajos, el de casa y el de la cooperativa, valoran el poder asumir un rol diferente de participación más activa en la comunidad y han implementado estrategias para distribuir mejor el trabajo de casa y liberar tiempo para asumir su rol de socias. Y es justamente desde la participación en la cooperativa que ellas encontraron la autonomía que no tenían en su rol en el hogar.
Esto no significa que no les guste mantener estos roles, sino que, por el contrario, disfrutan de la posibilidad de tener oportunidades que antes no tenían, como la posibilidad de mejorar la calidad de vida de ellas y de sus familias, o tener una actividad productiva que les genera bienestar y les da poder en la comunidad para tomar mejores decisiones que generen el bien común y el bien de la cooperativa. Ser cooperativistas ha enriquecido el proceso de toma de decisiones de las socias a partir de las diversas perspectivas, experiencias y espacios de mayor participación que tienen como organización en la comunidad. Este enfoque colaborativo promueve un sentido de pertenencia y responsabilidad compartida.
Es así como reconocen a la cooperativa como el espacio en que fortalecen sus relaciones, para transformar sus vidas y alcanzar sus metas individuales y colectivas. De esta manera, la autonomía no es un simple concepto, es un discurso y una práctica arraigadas a la vida cotidiana y que nace desde el momento en el que cada mujer decidió asociarse.
De esta manera, la organización colectiva, el trabajo conjunto y las relaciones que se van construyendo a través de la participación en la cooperativa se convirtieron en herramientas poderosas para que ellas fueran autónomas, contrario a lo que se esperaría en el contexto en el que habitan. Así, no aprendieron solo a cultivar la tierra, sembraron, y hoy cosechan su autonomía.