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Colombia Internacional

Print version ISSN 0121-5612

colomb.int.  no.122 Bogotá Apr./June 2025  Epub Apr 29, 2025

https://doi.org/10.7440/colombiaint122.2025.07 

Análisis

“El territorio es tuyo, pero la gente es nuestra”: los vínculos familiares y emocionales en la guerra por la Sierra Nevada de Santa Marta*

The Land Is Yours, but the People Are Ours”: Family and Emotional Bonds in the War for the Sierra Nevada de Santa Marta

O território é seu, mas o povo é nosso”: os vínculos familiares e emocionais na guerra pela Sierra Nevada de Santa Marta

Reynell Badillo Sarmiento** 

Luis Fernando Trejos Rosero*** 

Angélica Rodríguez Rodríguez**** 

**Es estudiante del Doctorado en Ciencia Política de la Universidad de Chicago (Estados Unidos) y magíster en Relaciones Internacionales de la Universidad de los Andes (Colombia). Sus investigaciones tratan sobre la gobernanza criminal y la violencia política asociada a organizaciones criminales. Últimas publicaciones: “Governing the Underworld: How Organized Crime Governs Other Criminals in Colombian Cities” (en coautoría), Trends in Organized Crime, 2023, https://doi.org/10.1007/s12117-023-09507-z; y “Las Autodefensas Gaitanistas de Colombia como grupo armado politizado: un nuevo paradigma del crimen organizado” (en coautoría), Revista Científica General José María Córdova 21 (42): 326-351, 2023, https://doi.org/10.21830/19006586.1053. rbadillo@uchicago.edu https://orcid.org/0000-0002-3576-8533

***Es doctor en Estudios Americanos con mención en Estudios Internacionales del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile. Profesor investigador del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad del Norte (Colombia). Sus investigaciones tratan sobre las negociaciones de paz, el conflicto armado y la seguridad ciudadana. Últimas publicaciones: “¿Cómo nombrar nuestra violencia?: la lucha por las denominaciones de la guerra en Colombia” (en coautoría), Araucaria 26 (55): 199-225, 2024, https://doi.org/10.12795/araucaria.2024.i55.09; y “Governing the Underworld: How Organized Crime Governs Other Criminals in Colombian Cities” (en coautoría), Trends in Organized Crime, 2023, https://doi.org/10.1007/s12117-023-09507-z. trejosl@uninorte.edu.co * https://orcid.org/0000-0003-4988-8576

****Es doctora internacional en Procesos Políticos Contemporáneos de la Universidad de Salamanca (España) y máster en Ciencia Política de la misma institución. Profesora investigadora del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad del Norte (Colombia). Sus investigaciones tratan sobre la diplomacia, el género y la política, los movimientos sociales y la política internacional. Últimas publicaciones: “The Civil Society Building Peace Amid War: A Conceptual Proposal” (en coautoría), FWU Journal of Social Sciences 18 (1): 1-15, 2024, http://doi.org/10.51709/19951272/Spring2024/1; y “Territorialidades en disputa alrededor de la paz en Colombia (2016-2022)” (en coautoría), en Historias territoriales: convergencias, dinámicas y fricciones, editado por Diana Rico Revelo y Carlos Zambrano, 69-106 (Barranquilla: Ediciones Uninorte, 2024). angrodriguez@uninorte.edu.co https://orcid.org/0000-0002-0425-9517


RESUMEN:

Objetivo/contexto:

¿Qué explica que algunos grupos criminales logren sobrevivir a la arremetida de grupos armados más poderosos? En este artículo, nuestro objetivo es entender cómo ciertos grupos armados locales, cohesionados a través de figuras familiares, logran perdurar en el tiempo a pesar de enfrentarse a enemigos más fuertes.

Metodología:

Realizamos un rastreo de los procesos de un grupo armado local y altamente cohesionado: las Autodefensas Conquistadores de la Sierra Nevada (ACSN) en Santa Marta, Colombia. Utilizamos entrevistas con miembros del grupo armado y civiles, así como documentos secundarios, para analizar tres momentos en los que sobrevivieron a un competidor armado más poderoso.

Conclusiones:

Argumentamos que estos grupos criminales pueden aprovechar sus vínculos emocionales para desarrollar una gobernanza criminal arraigada en la comunidad. Esto significa implementar un sistema de gobierno en el que sean percibidos, al mismo tiempo, como autoridad y miembros legítimos de la comunidad. Para sobrevivir en contextos de disputa en los que son inferiores militarmente, estos grupos armados pueden ceder estratégicamente el control territorial, mientras mantienen de forma continuada el control social.

Originalidad:

Mostramos empíricamente cómo los lazos personales, familiares y emocionales son fundamentales en la construcción de gobernanzas armadas y en la supervivencia de los grupos criminales.

PALABRAS CLAVE: control social; control territorial; gobernanza criminal; Sierra Nevada de Santa Marta; vínculos emocionales.

ABSTRACT:

Objective/context:

What explains why some criminal groups manage to survive attacks by more powerful armed actors? In this article, our goal is to understand how certain local armed groups held together by family ties manage to endure over time despite facing stronger enemies.

Methodology:

We trace the development of a local and highly cohesive armed group, the Autodefensas Conquistadores de la Sierra Nevada (ACSN) in Santa Marta, Colombia. Drawing on interviews with members of the armed group and civilians, as well as secondary sources, we analyzed three episodes in which the group survived confrontations with more powerful competitors.

Conclusions:

We argue that such criminal groups can leverage emotional bonds to establish a form of criminal governance that is deeply rooted in the community. This involves implementing a system of rule in which they are perceived simultaneously as both authority figures and legitimate members of the community. In conflict contexts where they are militarily weaker, these groups may strategically concede territorial control while maintaining continuous social control.

Originality:

We empirically demonstrate how personal, family, and emotional ties are fundamental to the construction of armed governance and survival of criminal groups.

KEYWORDS: criminal governance; emotional ties; Sierra Nevada de Santa Marta; social control; territorial control.

RESUMO:

Objetivo/contexto:

O que explica o fato de que alguns grupos criminosos conseguem sobreviver ao ataque de atores armados mais poderosos? Neste artigo, nosso objetivo é entender como certos grupos armados locais, coesos por meio de laços familiares, conseguem perdurar ao longo do tempo, mesmo enfrentando inimigos mais fortes.

Metodologia:

Realizamos um rastreamento do desenvolvimento de um grupo armado local e altamente coeso: as Autodefensas Conquistadores de la Sierra Nevada (ACSN), em Santa Marta, Colômbia. Utilizamos entrevistas com membros do grupo armado e civis, bem como fontes secundárias, para analisar três momentos nos quais o grupo sobreviveu a confrontos com concorrentes armados mais poderosos.

Conclusões:

Argumentamos que esses grupos criminosos podem se apoiar em vínculos emocionais para desenvolver uma governança criminal enraizada na comunidade. Isso significa implementar um sistema de governo em que sejam percebidos, ao mesmo tempo, como autoridade e como membros legítimos da comunidade. Para sobreviver em contextos de disputa nos quais são militarmente inferiores, esses grupos armados podem ceder estrategicamente o controle territorial, mantendo, no entanto, o controle social de forma contínua.

Originalidade:

Demonstramos empiricamente como os laços pessoais, familiares e emocionais são fundamentais na construção de formas de governança armada e na sobrevivência de grupos criminosos.

PALAVRAS-CHAVE: controle social; controle territorial; governança criminal; laços emocionais; Sierra Nevada de Santa Marta.

Introducción

En su página oficial de X, las Autodefensas Conquistadores de la Sierra Nevada (ACSN) se presentan como una organización “alzada en armas […] de más de tres décadas de historia”.1 Aunque su nombre más reciente lo adoptaron en el 2019, algunos de sus integrantes efectivamente han estado en esta región por más de treinta años y han sobrevivido a enemigos armados de gran envergadura. ¿Qué explica la capacidad de supervivencia y la longevidad de una organización criminal como esta?

Los grupos criminales suelen existir durante pocos años (Ouellet, Bouchard y Charette 2019). Uno de los elementos usados en la literatura para explicar que algunos tengan una mayor capacidad de supervivencia es la cohesión: la capacidad que tienen las organizaciones armadas para mantener unidad y disciplina entre sus tropas (Schubiger 2023; Staniland 2014). Por ejemplo, Staniland (2014, 8) afirma: “No vemos muchos grupos armados fragmentados que perduren en el tiempo precisamente porque son relativamente fáciles de destruir”. La falta de cohesión puede incentivar disidencias, generar parálisis operativas o contribuir a la defección de las tropas (Bakke, Cunningham y Seymour 2012; Staniland 2012). Esto genera riesgos para la existencia misma de la organización: divididos, son más fáciles de ser atacados por sus enemigos. Aunque parece claro cómo la falta de cohesión es riesgosa para los grupos armados, es menos evidente cómo es que la cohesión en sí misma puede ser útil para sobrevivir en la guerra.

En este artículo nos interesa entender cómo la cohesión contribuyó a la supervivencia de las ACSN. Este es un grupo armado que desde la década de los setenta ha estado articulado a través de la figura de Hernán Giraldo y muchos de sus familiares. Su principal área de influencia es la Sierra Nevada de Santa Marta (en adelante, Sierra Nevada), al norte de Colombia. Grupos guerrilleros, paramilitares y criminales han intentado controlar esta zona. Todos eran superiores en términos de capacidad militar y número de hombres cuando llegaron. Sin embargo, todos han fallado en el intento. Nuestro objetivo es mostrar de qué manera los altos niveles de cohesión y los lazos interpersonales contribuyeron a esta inaudita capacidad de supervivencia.

Argumentamos que la cohesión familiar fue fundamental para las ACSN porque les permitió desarrollar un régimen de gobernanza criminal altamente arraigado en la comunidad, esto es, en el que no solo son percibidos por los civiles como autoridades, sino en el que, por sus propios lazos familiares y personales, son también reconocidos como miembros de la comunidad. Estas comunidades permanecen social y políticamente vinculadas con el grupo armado a través de esta red emocional y familiar, lo que explica la capacidad de la organización para modificar patrones electorales, regular la vida en comunidad y garantizar su propia supervivencia. Precisamente ese involucramiento comunitario fue el que le permitió al grupo armado, en tiempos de inferioridad militar, ceder estratégicamente el control territorial (acceso al territorio), pero mantener el control social.

En la sección empírica, reconstruimos tres momentos en los que otros grupos armados intentaron arrebatar el control social y territorial de las ACSN. A través de múltiples fuentes primarias (entrevistas con civiles de la zona y miembros del grupo armado y documentos de inteligencia militar y policial) y secundarias (reportes de instituciones públicas, ONG, académicos y prensa) mostramos cómo la cohesión contribuyó a su supervivencia.

Este trabajo ofrece tres contribuciones a la literatura sobre resiliencia de grupos del crimen organizado y gobernanza criminal. Primero, continúa una valiosa discusión iniciada por Jentzsch y Steele (2023) sobre la necesidad de diferenciar control territorial de control social. Nosotros mostramos cómo un grupo armado puede ceder estratégicamente el acceso al territorio, si esto implica que puede seguir ejerciendo control sobre los civiles. Esto deja ver que los grupos armados no necesariamente van a desear siempre el monopolio del control social y territorial, sino que pueden usar la cesión de alguno de estos como una estrategia de supervivencia.

Segundo, contribuye a una reciente literatura que apunta a mostrar que la gobernanza criminal de los grupos armados es también una herramienta de supervivencia (Pereda y Décary-Hetu 2023). Asimismo, nos sumamos a numerosas contribuciones recientes que muestran que la violencia criminal y las formas de resistencia que desarrollan los civiles están atravesadas por los lazos interpersonales y familiares y por los roles sociales de los diferentes actores (Jenss 2023; Zubillaga y Hanson 2024). En ese sentido, la gobernanza criminal debería entenderse también como un modo de vinculación política en América Latina. Los grupos criminales generan nuevas formas de ciudadanía que incluyen desde pactos de silencio para impedir la acción policiva del Estado (Fynn 2025) hasta la alteración de las elecciones en favor de ciertos candidatos (Albarracín 2018). En nuestro caso, mostramos que esa vinculación puede suceder no solo a través de la violencia o la provisión de bienes y servicios, sino también mediante lazos interpersonales que convierten a los grupos criminales, paralelamente, en autoridades y familiares, vecinos o amigos. En consecuencia, cualquier discusión sobre cómo la ciudadanía se involucra con los mecanismos de la democracia electoral en la región necesariamente tiene que implicar una reflexión sobre la intermediación del crimen organizado.

Finalmente, una contribución a la literatura local es que ponemos el foco en grupos armados que han sido considerados menores y, consecuentemente, han sido poco estudiados en la guerra civil colombiana. Las ACSN hacen parte de una categoría de grupos armados que, por su carácter local y familiar, suelen ser ignorados en las discusiones nacionales. Sin embargo, como mostramos, sin entender a estos actores probablemente no sea posible tampoco entender cómo se han transformado las dinámicas violentas durante décadas. Así como las ACSN, existen grupos en muchas regiones del país en condiciones similares: Los Caparros en el Bajo Cauca, Los Pachelly en zonas urbanas de Antioquia, las Autodefensas Campesinas del Casanare o el Clan Isaza en el Magdalena. Analizar estas organizaciones más nucleares puede contribuir a repensar el protagonismo que suele atribuirse a los grupos más grandes en guerras locales, al reciclaje de la violencia y al rearme de facciones luego de grandes procesos de desmovilización. Nos sumamos, entonces, a los esfuerzos de otros autores por conectar empíricamente la relación entre conflicto y crimen organizado en Colombia (Durán-Martínez 2024; Gilbert 2024).

En lo que queda del artículo, primero dedicamos una sección a entender el rol de la cohesión para la supervivencia de grupos criminales en la literatura existente. Luego explicamos teóricamente el funcionamiento de la gobernanza criminal arraigada en la comunidad y cómo contribuye a la supervivencia durante momentos de crisis. Enseguida mostramos cómo utilizamos la metodología de rastreo de procesos para analizar a las ACSN y, finalmente, reconstruimos nuestro estudio de caso.

Cohesión y supervivencia de grupos criminales

Los grupos armados enfrentan múltiples retos para su existencia. Primero, su condición de ilegalidad los pone en una situación de desventaja frente a organizaciones legales, dado que el Estado se convierte en un enemigo constante -al menos teóricamente- (Trejo y Ley 2020). Segundo, los grupos armados tienen que competir permanentemente con otras organizaciones con propósitos similares (Yashar 2018). Tercero, estas entidades también deben enfrentar rebeliones internas (Bakke, Cunningham y Seymour 2012).

En la literatura pueden encontrarse múltiples argumentos para explicar la resiliencia de algunos grupos armados: entornos favorables (Varese, Lonsky y Podvysotskiy 2021), las fuentes de los recursos de los grupos armados (Tominaga y Lee 2021), el apoyo por parte de los civiles (Jordan 2014) o la estructura organizacional (Day 2019). Identificar causalmente cuál de estas es la que lleva a la perdurabilidad está fuera del alcance de nuestro artículo (además de que implica suponer que tales circunstancias no pueden suceder al tiempo); sin embargo, explotamos un patrón recurrente en múltiples hallazgos: los grupos armados con menos capacidad para controlar a sus tropas suelen ser más susceptibles de ser desmantelados (Staniland 2014).

Antes de pasar a explicar este punto, puede ser útil detallar brevemente qué entendemos por una organización criminal y por cohesión. Utilizamos la expresión organización criminal para describir a grupos armados involucrados en actividades delictivas, pero con alguna suerte de estructura formal y de comandancia, y algún nivel de identidad colectiva estructurada a través de un nombre, logos u otras señales de pertenencia. En ese sentido, es un término sombrilla que, esperamos, ayuda a explicar otros casos (como megabandas o grupos más politizados), pero que no creemos que permita entender grupos menos estructurados (como redes criminales pobremente conectadas o pandillas barriales).

Por otra parte, entendemos la cohesión como la capacidad de la organización criminal para mantener la disciplina entre sus tropas, hacer cumplir las órdenes de sus comandantes y evitar divisiones internas. Altos niveles de cohesión pueden ser el resultado de fuertes lazos, ya sea familiares (Paoli 2020), sociales (Pyrooz, Sweeten y Piquero 2013) o creados artificialmente por la comisión conjunta de hechos violentos (Pereda 2021) entre los integrantes del grupo armado. Nótese que en este caso hablamos de cohesión como una característica interna del grupo armado, no en relación con las comunidades que gobierna.

La falta de cohesión implica potenciales riesgos: que los mandos medios decidan fragmentarse y crear disidencias (Bakke, Cunningham y Seymour 2012), que los combatientes incurran en más violencia contra los civiles (Arjona 2016) o que los comandantes tengan más problemas para organizar acciones militares de gran escala (Staniland 2012).

Sin embargo, la cohesión también implica riesgos para los grupos armados. Shapiro (2013) muestra uno de estos dilemas. Los grupos armados necesitan mantener la disciplina de sus tropas para que las órdenes de sus superiores se cumplan. No obstante, los procesos que llevan a esa disciplina (registros detallados o entrenamientos, por ejemplo) pueden también debilitar su capacidad para mantenerse encubiertos, lo que los hace presa fácil de las autoridades. En tiempos de crisis, además, una organización demasiado densa tendría más problemas para readaptarse de forma rápida y eficiente (Kenney 2016).

Nuestro aporte a esta discusión está, primero, al igual que varias contribuciones recientes, en concentrarnos en esclarecer los mecanismos que hacen que la cohesión contribuya a la supervivencia durante momentos de crisis. Los estudios detallados de casos resultarían en ese sentido más útiles que comparaciones entre múltiples casos.

Segundo, mostramos cómo una forma de cohesión interna (a través de lazos familiares) es capaz de generar una externalidad útil para el grupo armado: contribuir a la creación de relaciones interpersonales con las comunidades, lo que puede ser entendido como una forma de cohesión externa, dado que une a los miembros del grupo armado con los civiles. Esto, argumentamos, ayuda a los grupos a superar los dilemas antes mencionados.

En particular, identificamos que, en un grupo armado altamente cohesionado a través de los lazos familiares, la supervivencia estuvo mediada por la posibilidad de construir una gobernanza criminal arraigada en la comunidad. Esto es, la capacidad que el grupo armado tuvo de permear vínculos íntimos y emocionales y presentarse no únicamente como las autoridades de facto del territorio, sino como miembros legítimos de la comunidad.

Argumentamos que estos lazos implicaron que, incluso cuando el grupo armado perdió su capacidad de control territorial, no lograron arrebatarles el control social. Ejercer un control social efectivo, incluso en tiempos de inferioridad militar, solo fue posible debido a las estrechas relaciones familiares y personales que sostiene el grupo armado. Es necesario añadir que nuestro argumento no es que todas las organizaciones cohesionadas internamente a través de vínculos familiares perduren más en el tiempo. De hecho, múltiples clanes familiares involucrados en el crimen organizado en el pasado han desaparecido: el Clan Rojas en el Magdalena, Juancho Prada y sus familiares en el Cesar, Los Buitragueños en el Casanare, entre otros. Más bien, lo que buscamos mostrar es que, cuando esos vínculos familiares son aprovechados para construir una gobernanza criminal arraigada en la comunidad y crear lazos interpersonales sólidos con esta, los chances de sobrevivir a enemigos más fuertes incrementan notablemente.

Gobernanza criminal arraigada en la comunidad: el uso estratégico de las relaciones interpersonales

Algunas organizaciones criminales, además de dedicarse a sus actividades económicas, han establecido esquemas de normas y castigos en las comunidades en las que habitan. En estos espacios, el grupo armado se convierte en articulador del orden social, proveyendo seguridad, resolviendo conflictos interpersonales, creando bienes públicos, entre muchas otras funciones. Esta forma de gobierno alternativo a los civiles ha sido llamada gobernanza criminal (Lessing 2021).

Una de las razones para ejercer ese gobierno es la propia supervivencia. Al gobernar a los civiles, pueden construir bases sociales que los protejan (Blattman et al. 2024), que les brinden información privilegiada (Lessing 2021) o incluso defenderse frente a la potencial emergencia de grupos de autodefensas en su contra (Moncada 2021).

La gobernanza criminal, sin embargo, no solo se sostiene a través de la violencia. Algunos autores argumentan que los grupos armados aprovechan su propio rol como miembros de la comunidad para poner en marcha este sistema (Feltran 2020; Jensen y Rodgers 2022). Las conexiones personales y emocionales de los miembros de los grupos armados terminan articulando la puesta en práctica del régimen de gobernanza criminal. Arias y Rodrigues (2006, 60) le llaman a esto “el mito de la seguridad personal”: la idea de que, sosteniendo relaciones más cercanas con quienes fungen como autoridades, los civiles garantizan exitosamente su seguridad.

En este artículo, exponemos cómo los lazos familiares de un grupo armado pueden llegar a hacer esa gobernanza criminal mucho más efectiva por tres razones. Primero, dado que muchos de los integrantes del grupo armado son familiares, nacidos y criados en estos territorios, tienen la habilidad de mimetizarse también como miembros de la comunidad. Esto no implica que pierdan su lugar como autoridades locales. Por el contrario, la gobernanza criminal arraigada les permite jugar un rol simultáneo como miembros de un grupo armado y, al tiempo, como habitantes legítimos de una comunidad.

Segundo, no todos los miembros de la familia participan activamente en la guerra. Esto implica que los miembros del grupo armado tienen varias lealtades entre civiles que ganaron por simple vínculo sanguíneo. En ese sentido, siempre encuentran redes de apoyo sólidas con las que contar incluso en momentos en los que hay competidores armados.

Tercero, aun cuando el grupo armado sea inferior militarmente y pierda su control territorial, esos lazos familiares son útiles para sostener algún nivel de control social. Jentzsch y Steele (2023) argumentan que el acceso a un territorio (control territorial) no necesariamente implica acceso a las personas y a sus recursos (control social). Basándonos en esta idea, argumentamos que grupos criminales con un carácter familiar son capaces de ceder el control territorial siempre que puedan mantener algún nivel de control social.

En síntesis, los grupos armados no necesariamente buscan monopolizar el control territorial y social, sino que en ocasiones ceden estratégicamente uno de estos para garantizar su supervivencia. La gobernanza criminal arraigada en la comunidad es funcional de esta manera porque, por un lado, les ayuda a mantener la capacidad de reorganización que pueden usar cuando deseen retomar el control territorial. Por otro lado, les permite garantizar una gobernanza interna que impida la fragmentación cuando tengan que ceder el control territorial. A continuación, explicamos ambos escenarios.

Capacidad de reorganización

Varios autores han identificado que, para que un grupo armado sobreviva, es necesario que sea capaz de retener y remplazar a sus miembros. Retenerlos puede ser difícil, dado que las condiciones que enfrentan hacen que la deserción sea una opción muy atractiva (Nussio y Ugarriza 2021). Remplazarlos es también complejo, puesto que algunas habilidades (manejo de armas, estrategia de combate, etcétera) solo se desarrollan con años de formación y experiencia (Albrecht y Koehler 2018).

En momentos en los que competidores más fuertes llegan al territorio, la posibilidad de mimetizarse entre la comunidad y tener múltiples bases sociales por esos vínculos familiares permiten mantener un control social continuado, como civiles desarmados y realizando labores cotidianas (como, por ejemplo, “volverse” un campesino). Luego, cuando el enemigo armado se va del territorio, retornar a la guerra es sencillo y se reorganizan rápidamente.

Regulación intragrupal

Los grupos criminales difícilmente sobreviven si no son capaces de ejecutar eficazmente una gobernanza interna. La paradoja está, precisamente, en que estos grupos están compuestos por criminales: personas que han demostrado una mayor voluntad para participar en comportamientos socialmente inaceptables. Los grupos armados, entonces, deben generar incentivos para que sus miembros se mantengan unidos (Lessing y Denyer Willis 2019; Leeson y Skarbek 2010).

En momentos en los que la existencia de un grupo armado se ve retada, la capacidad de regulación intragrupal se vuelve incluso más relevante, puesto que allí se generan incentivos para que los mandos medios fragmenten la organización, construyendo proyectos criminales alternativos (Alcocer y Hesles 2024; Atuesta y Pérez-Dávila 2018).

Encontramos que los lazos familiares pueden funcionar como un mecanismo de cohesión que reduce notoriamente la necesidad de recurrir a la violencia y garantiza eficazmente la gobernanza interna. En un contexto familiar y localizado territorialmente, existen menos incentivos para traicionar al grupo armado, abandonarlo o construir un proyecto alternativo. Primero, porque la deserción puede entenderse también como una forma de traicionar a la familia, lo que tiene un alto costo social (Whitehouse et al. 2014). Segundo, porque la figura de un líder familiar contribuye a reducir la violencia al generar la sensación de confianza en las decisiones del líder, de quien es posible asumir que tiene buena fe y el deseo de preservar a la familia por encima de sus intereses individuales (Gambetta 2009).

Metodología

Diseño y selección de caso

Para entender cómo la gobernanza criminal arraigada en la comunidad es útil para resistir la llegada de actores armados militarmente más poderosos, realizamos un rastreo de proceso (process tracing) de la supervivencia de un grupo armado que, sabemos, tiene muy altos niveles de cohesión: las ACSN, localizadas al norte de Colombia en la Sierra Nevada. Seleccionamos este caso porque contiene la variable dependiente de interés (supervivencia de un grupo armado) y la variable independiente de interés (alta cohesión). Así, si hubiera un escenario en el que sea más factible ver en acción el mecanismo causal, sería precisamente uno en el que conozcamos de antemano las variables de interés (Mahoney 2012).

Nuestro propósito no es cuestionar la relación entre esas variables o demostrarla, sino identificar su mecanismo causal. El rastreo de procesos es una metodología que, según múltiples autores, es especialmente útil para identificar cómo una causa x produce un efecto y (Beach 2016; Checkel 2008; Waldner 2014). Por tanto, realizamos un rastreo de procesos de tres momentos en los que el grupo criminal de interés estuvo en medio de una competencia armada en la que militarmente era inferior y, por tanto, vio su existencia amenazada:

  1. 1982 - década de los noventa: llegada de las guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo (FARC-EP) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN).

  2. 2002-2006: llegada de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).

  3. 2013 | 2018-2024: llegada del Ejército Gaitanista de Colombia (EGC).

Es importante aclarar que los mencionados no son los únicos competidores armados que ha tenido el grupo armado en el territorio. Sin embargo, son los únicos que han significado un desafío existencial para las ACSN, en cuanto todos eran grupos de carácter nacional que los superaban ampliamente en número de tropas, sofisticación militar y operativa, y recursos económicos. El hecho de que las ACSN sigan existiendo en la actualidad indica que lograron superar estos retos. Se busca, entonces, identificar los mecanismos que permitieron la supervivencia en medio de los desafíos señalados.

Nótese que no incluimos ningún momento en el que el Estado colombiano haya sido la principal amenaza para las ACSN, principalmente porque creemos que nunca ha sido el caso. En la década de los setenta, el Ejército se concentró únicamente en la erradicación de los cultivos de marihuana a través de plaguicidas, como durante la Operación Estopín (Randall 2017). En los ochenta y los noventa, el Estado concentró sus esfuerzos en erradicar a las insurgencias armadas de la región, por lo que las ACSN fueron funcionales. La Operación San Jorge, probablemente la intervención militar más grande de la región en el periodo 2003-2004, fue también contra insurgencias. Incluso cuando el Estado ha hecho intervenciones no militares, hubo alguna articulación con las ACSN (Bocarejo 2014). Durante la última década ha habido esfuerzos por capturar a miembros importantes del grupo armado; esto, sin embargo, no se ha traducido en un esfuerzo sistemático por adquirir el control social o territorial de la subregión.

Entendemos los mecanismos causales de la forma propuesta por Beach (2016): como sistemas teóricos que vinculan las causas con los efectos. Esto implica que el propósito al analizar cada uno de los tres momentos mencionados es asociar lógica y sistemáticamente la alta cohesión del grupo armado con su supervivencia a un reto particular. Esa conexión, argumentamos, se dio a través de un sistema de gobernanza criminal arraigado en la comunidad. Por tanto, en cada uno de estos tres momentos intentaremos identificar: i) la forma en que esa gobernanza criminal arraigada en la comunidad se utilizó en favor de su supervivencia, y ii) la secuencia de eventos que posibilitó su supervivencia en dicho contexto. Básicamente, y siguiendo la recomendación de Bennett y Checkel (2014), durante cada periodo preguntamos: si nuestro mecanismo causal fuera cierto, ¿cuál es el proceso que tendríamos que haber observado para identificarlo?

Evidencia empírica

La evidencia que recolectamos está compuesta básicamente de dos tipos de fuentes. Primero, múltiples fuentes secundarias para el análisis histórico. Estas incluyen seis documentos privados de inteligencia provistos por la fuerza pública sobre la historia de la organización y algunos de sus integrantes; 39 alertas tempranas publicadas por la Defensoría del Pueblo de Colombia, que corresponden a todas las que hacen alguna referencia a la Sierra Nevada o a la organización armada; dos sentencias condenatorias para miembros de las ACSN; los reportes publicados por el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) de Colombia sobre la historia de la guerra en la Sierra Nevada, y artículos periodísticos o académicos publicados por investigadores, ONG, y prensa local y nacional.

Segundo, realizamos veintidós entrevistas con miembros de las ACSN, miembros de otros grupos armados que han actuado en la región y civiles que viven o han vivido en la Sierra Nevada durante los últimos treinta años. Estas entrevistas fueron útiles para triangular información encontrada en las fuentes secundarias, así como para obtener evidencia de actividades que, por su carácter más personal, no fueron necesariamente registradas por estos análisis. En el anexo metodológico explicamos con mayor detalle los perfiles de los entrevistados y los pormenores del trabajo de campo.2

Caso de estudio: Sierra Nevada de Santa Marta

La primera expresión de lo que hoy son las ACSN puede encontrarse hacia la década de los setenta. En medio de la bonanza marimbera, Hernán Giraldo, también conocido como el Viejo o el Patrón, compró su primera finca en la Sierra Nevada: La Estrella, en el corregimiento de Guachaca. Giraldo entró en contacto con los marimberos de ese sector y se inició en la siembra y el transporte de marihuana (Sentencia condenatoria 2018). Al notar el éxito de este negocio y el liderazgo que estaba adquiriendo, decidió llevar a parte de su familia desde el departamento de Caldas y, junto a ellos, promover la colonización de territorios de las partes medias de la vertiente norte de la Sierra Nevada. Esto lo convirtió en una suerte de líder de los colonos (CNMH 2022a).

En este contexto, Giraldo se unió en 1977 al grupo de seguridad privada (ilegal) Los Chamizos, cuyo centro de operaciones fue el mercado público de Santa Marta. Este grupo perseguía, esencialmente, a pandillas y delincuentes comunes con apoyo de miembros de la Policía Nacional (CNMH 2022a; Zúñiga 2007). Giraldo no solo se convirtió en una figura destacada de Los Chamizos, sino que empezó a involucrarse, junto con su familia, en las actividades sociopolíticas de la región. Por ejemplo, en 1979 se hizo miembro de la Junta de Acción Comunal de la vereda Machete Pelao de Santa Marta, y ese mismo año asumió el control total de Los Chamizos.

1982 - década de los noventa: la amenaza insurgente

Contrainsurgencia y politización (1982-1995)

En 1982, las FARC-EP llegaron a la Sierra Nevada con el frente 19, como resultado de las directrices trazadas en su séptima conferencia (Paez-Murillo y Manosalva-Correa 2021). Antes de hacer una incursión militar de gran escala, intentaron presentarse como militantes del Partido Comunista Colombiano (PCC) y participar en discusiones locales del campesinado (CNMH 2022a). Luego, ese mismo año, le pidieron a Hernán Giraldo dos cupos para que profesores de su organización dictaran clases en las escuelas de la zona, además de apoyo económico para el desarrollo de sus actividades. Giraldo se opuso y estableció un plazo cercano para que se fueran de la zona o iniciar una guerra frontal (Sentencia condenatoria 2018, 36).

Por su parte, el ELN llegó también a la región para esta época con los frentes Francisco Javier Castaño, Domingo Barrios y la compañía Héroes de las Bananeras. Con esto, se incrementaron la extorsión, el secuestro y los ataques a la fuerza pública (Grajales 2017). La resistencia a las guerrillas impidió su plan inicial de instalarse en la zona rural de Santa Marta, por lo que se movieron hacia Ciénaga y Fundación (Comisión de Historia de las FARC-EP 2017, 113; Santrich y Almeida 2008).

Cuando las guerrillas llegaron a la Sierra Nevada, las autodefensas de Giraldo, que pasaron a llamarse Los Chamizos o Autodefensas del Mamey (AM), ya regulaban la vida de las comunidades: habían creado normas de comportamiento, habían construido escuelas y centros de salud, se encargaban de resolver problemas de convivencia e incluso administraban justicia (Zúñiga 2004). Esa “forma de actuar”, cuenta alguien que participó de la organización, “nos llevó a adquirir fama […], lo que nos supuso establecer relaciones con otros sectores económicos, los cuales decidieron adquirir nuestros servicios para proteger su propiedad, sobre todo las haciendas y plantaciones” (Zúñiga 2007, 243).

Con esto, las AM adquirieron un discurso contrainsurgente y empezaron a tener relaciones de colaboración con la fuerza pública. Obtuvieron armas con salvoconducto del batallón Córdoba en Santa Marta y lo justificaban con que “el gobierno […] no tenía suficientes Fuerzas Militares para prestarle apoyo a los campesinos” (CNMH 2022a, 104). Además, las élites políticas los utilizaron como instrumentos para eliminar a competidores políticos y a militantes de la izquierda democrática, lo que explica su participación en el homicidio de liderazgos y bases sociales (primero de la Unión Patriótica [UP] y posteriormente de la Alianza Democrática [AD M-19]) (“Los años de Hernán Giraldo en la Sierra Nevada de Santa Marta” 2010). Las AM, entonces, se volvieron funcionales desde todo punto de vista: como reguladores de la vida en comunidad, como controladores de la competencia electoral y como aliados en la lucha contrainsurgente.

Durante la década de los noventa, el frente 19 de las antiguas FARC-EP realizó dos incursiones militares en el área de retaguardia de las ACMG, con el fin de asesinar a Hernán Giraldo y controlar la Troncal del Caribe. No obstante, siempre encontraron amplia resistencia por parte de los civiles. Según un excombatiente del ELN que estuvo varios años en la Sierra Nevada, “todos los campesinos e indígenas que vivían en esa zona le eran leales al Patrón. […] Era muy difícil entrar a esa parte de la Sierra sin que alguien les avisara” (entrevista 19). El frente Francisco Javier Castaño del ELN logró acceso territorial únicamente enviando mensajeros para pactar no agresión con los Giraldo. Así, acordaron “una frontera invisible y el compromiso de que ninguna de las partes la cruzaría. En cierta forma, el ELN lo hizo porque no tenía los recursos suficientes para retar a Giraldo y sostener un esfuerzo militar por tiempo indefinido en un territorio que le era socialmente adverso” (entrevista 20).

Hernán Giraldo se ganó su apoyo mediante estrategias tales como la compra de ganado para los campesinos o la oferta de mejoras de las fincas. No obstante, muchas veces esto implicó exigir a las familias que entregaran menores de edad para violarlas. Estas niñas luego pasaban a formar parte de la familia Giraldo como esposas de Giraldo o como madres de sus hijos (Corporación Humanas 2013). A pesar de esta práctica, en varias oportunidades una relación cercana con Giraldo estaba revestida de estatus social, lo que ayuda a entender por qué “los padres le entregaban las niñas a Giraldo cuando tenían entre 13 y 14 años” (“La Tetona asegura” 2009). Como explica una persona que vivió en la zona: “la persona ya empezaba a identificarse como el yerno de Hernán Giraldo. Entonces, ya no era fulano de tal, [ya no decían]: mucho gusto, fulano de tal, sino: mucho gusto, soy fulano de tal, el yerno de Hernán Giraldo” (CNMH 2022a, 116, énfasis añadido).

Además, Giraldo empezó a apadrinar niños y niñas en la región, con lo que se vinculaba a sus familias, convirtiéndose en “compadre” de sus padres y en “padrino” de los menores. La Corporación Humanas (2013) afirma que Giraldo llegó a tener alguna relación con al menos cincuenta familias de la Sierra Nevada. Esto produjo la fidelidad de una parte importante de la población, como cuenta un habitante de la zona:

Esa persona, por ejemplo, ese núcleo familiar, […] ya es un aliado de Hernán Giraldo, por el simple hecho de que la hija viva con él, hasta el primo de la muchacha, él ya sabe que ella vive con él y eso implica un canal directo de comunicación con el jefe. Y él se mantenía informado a través de las esposas sobre las cosas que ocurrían allí. (Corporación Humanas 2013, 103-104)

Alguien que vivió en esa época comenta que Giraldo solía afirmar: “Nosotros somos una comunidad y las comunidades se cuidan entre sí […] acá todo el que viene tiene que quedarse” (Corporación Humanas 2013, 98). Giraldo sostenía que las autodefensas debían estar integradas por personas que compartieran algún tipo de vínculo que los uniera al territorio:

Ese algo por qué quedarse puede ser una familia, pero también puede ser una casa o puede ser una finca. Entonces, decía: que haya algo que lo una al territorio, o que nació o alguna cosa, algo que de alguna manera lo una al territorio. (CNMH 2022a, 273)

El mismo Giraldo afirmaba que él era visto por las comunidades no solo “como un jefe paramilitar, sino también como un líder comunitario” (CNMH 2022b, 362).

En síntesis, las guerrillas encontraron un territorio difícil de dominar, dado que hubo una amplia resistencia civil basada en las lealtades que existían hacia la familia Giraldo, construidas, en parte, con base en el sistema de gobernanza criminal del territorio y en la extensión de la idea de comunidad y familia que Giraldo gestó a través de la violencia sexual. Además, sus alianzas con la fuerza pública y élites locales hicieron el territorio incluso más agreste para los insurgentes. Lo máximo que lograron pactar fue acceso territorial con la condición de que no hubiera ataques contra la estructura establecida por Giraldo.

La legalización y la consolidación criminal (1995-2000)

En 1995, aprovechando el Decreto Ley 356 de 1994 que reguló la creación de las cooperativas de vigilancia y seguridad privada para la defensa agraria, Convivir,3 Hernán Giraldo legalizó su estructura armada al inscribirla como una empresa de vigilancia y seguridad privada en la Cámara de Comercio de Santa Marta, bajo el nombre de Conservar Limitada (CNMH 2022a, 110). La Corte Constitucional declaró ilegales las Convivir en 1997, y este mismo año las AM se cambiaron el nombre a Autodefensas Campesinas del Magdalena y La Guajira (ACMG). Además, se cualificaron en términos militares y operativos, ya que se extendieron a Guachaca y Buritaca, mejoraron su armamento y, al insertarse en la guerra contrainsurgente, recibieron formación de comandantes en las escuelas de autodefensas de la casa Castaño en Urabá (Ronderos 2014). 4

2002-2006: la amenaza paramilitar

A principios del nuevo milenio, las ACMG eran una fuerza social, política y militar hegemónica, al punto de que afirmaron haber puesto los 7.000 votos que hicieron a Hugo Gnecco ganar las elecciones a alcalde (CNMH 2022a). Sin embargo, la organización se abstuvo de participar en el proyecto de unificación de las autodefensas a nivel nacional que lideraban los hermanos Castaño.

En el 2001, esas tensiones estallaron cuando Pacho Musso, protegido de Giraldo, dio la orden de asesinar a tres agentes de la DEA y a tres policías antinarcóticos en Mendihuaca (Sentencia parcial 2015, 610). Carlos Castaño, molesto por esa acción, le pidió a Giraldo entregar a Musso (“Los años de Hernán Giraldo en la Sierra Nevada de Santa Marta” 2010). Giraldo respondió con un comunicado en el que decía que “un padre nunca entrega a su hijo” e inició una guerra entre el 2001 y el 2002. Giraldo utilizó hasta 14.000 campesinos como escudo, “obligados a quedarse en la Troncal del Caribe para evitar que los hombres de Castaño entraran a la Sierra Nevada” (documento privado 1, 12).

La pérdida de control territorial

Pese a la resistencia de Giraldo, el bloque Norte de las AUC superaba ampliamente a las ACGM en una proporción de 8 a 1, además de su extensa capacidad militar. Sin embargo, Giraldo tenía suficiente poder para presionar un acuerdo con las AUC y evitar la aniquilación de las ACMG. Esto se vio reflejado en la movilización de 30.000 campesinos, líderes indígenas y comerciantes que realizaron un paro en la Troncal del Caribe en febrero de 2002.

Debido al trabajo realizado por nuestra autodefensa durante años atrás, contamos con la colaboración de todo el campesinado y la mayoría del comercio de Santa Marta, quienes, en apoyo a nuestras tropas […] se tomaron la Troncal del Caribe a la altura de Calabazo […] con el fin de apoyar la organización. (Citado en CNMH 2022a, 123)

Jorge 40, comandante del bloque Norte, le propuso a Giraldo un acuerdo bajo los siguientes términos, que el líder de las ACMG aceptó:

Te vamos a respetar a ti tu zona, te vamos a respetar a ti el grupo de personas más cercanas que tú quieras tener, te las vamos a respetar, te vamos a dar el 20 % de las ganancias del bloque, pero tú no vas a tener ninguna responsabilidad frente a esto. (Citado en CNMH 2022a, 9 de septiembre)

De esta manera, el 24 de febrero de 2002, se dio el acuerdo entre ambas estructuras, que implicaba la fusión de las ACMG con el bloque Norte, y fueron renombradas como Frente Resistencia Tayrona (FRT) en julio de ese mismo año. Édgar Córdoba, alias 5.7, lideraría el FRT y Giraldo fue designado como comandante político (un cargo simbólico). De esta manera, perdió el control del narcotráfico y la extorsión, así como un gran porcentaje de las rentas que obtenía por estas actividades ilegales. No obstante, evitó el destierro y mantuvo cierto grado de influencia en el territorio que otrora había estado bajo su dominio. Un ejemplo de esa capacidad de control se observa en la industria del turismo, como relata una persona de la zona:

Lo que era el (parque) Tayrona y todo eso, la entrada al Tayrona era regulada por los Giraldo, todo el turismo era regulado por ellos, los vendedores, todo el que vendía ahí tenía que ser carnetizado por […] tanto por la alcaldía, como carnetizado por permiso de ellos para poder trabajar en esa zona como ambulante o como sea. (Citado en CNMH 2022a, 229)

Pero, además de ese control, que podría argumentarse fue estrictamente motivado por la búsqueda de rentas, la estructura de Giraldo también ejerció un control sobre elementos de la vida social, como relata alguien que vivió en el territorio:

No gustaban de homosexuales ni de bisexuales, […] de prostitutas ni nada de eso, ni viciosos […]. Un ejemplo, allá se dio una orden, pero eso la dio Hernán, de que […] las mujeres chismosas, las ponían a hacer oficio, a barrer todo el barrio. […] Las que peleaban, se jalaban por los pelos o entre hombres también si fuera así. (Citado en CNMH 2022a, 417)

La cesión del control territorial a las AUC se extendió hasta el 6 de febrero de 2006, cuando el FRT se desmovilizó. Hernán Giraldo fue recluido en la cárcel de Itagüí y posteriormente extraditado a los Estados Unidos en 2008.

2013 | 2018-2024: la amenaza del crimen organizado

2006-2013: cogobierno EGC - los Giraldo y separación

El EGC es una de las organizaciones armadas más grandes de Colombia, con al menos 5.000 hombres en armas y presencia en más de 200 municipios, según el reporte del Ministerio de Defensa de Colombia a principios de 2024 (Rodríguez Álvarez 2024). No obstante, el control de la Sierra Nevada siempre les ha sido esquivo, dado que nunca han podido arrebatar este territorio a las ACSN. La primera llegada fue hacia el 2006, cuando consiguieron involucrar en la organización a varias personas cercanas a los Giraldo. Gracias a eso, lograron repeler exitosamente a grupos como Los Paisas y Los Nevados que, ante la salida de las AUC, buscaron también asentarse en la Sierra Nevada (documento privado 2).

Hasta el 2012, el EGC y los Giraldo sostuvieron un acuerdo de colaboración que consistía, básicamente, en que el primero tenía libertad para actuar en el territorio, pero eran los miembros de la familia Giraldo (o sus allegados) los que ejercían el control social. “El territorio era del Clan [EGC], pero la gente era de los Giraldo” (entrevista 6), cuenta un civil que vivió en esta zona durante esos años. Tan era así que el comandante del EGC en la región era Daniel Eduardo Giraldo Contreras, uno de los hijos de Hernán Giraldo Serna. Por su parte, la persona encargada de las extorsiones y segundo al mando era Jesús María Aguirre Gallego (alias Chucho Pachenca), quien había estado cerca de los Giraldo desde los ochenta, cuando inició su carrera criminal en Los Chamizos.

Dicho de otra forma, la presencia y consolidación del EGC solo fue posible porque en el núcleo de la gobernanza criminal estuvieron las figuras de las ACSN. Precisamente por eso, hacia mediados del 2013, cuando el EGC intentó llevar a varios de sus hombres de otras regiones para que comandaran la estructura en la Sierra Nevada, los Giraldo decidieron sabotear al EGC y asumir ellos el control territorial:

Para los Giraldo, ellos eran los que prácticamente habían hecho a las AGC ser lo que eran en la Sierra. Sin ellos, su conocimiento de la montaña y el apoyo que todavía tenían entre los pobladores, las AGC habrían tenido que irse. Entonces, lo que ellos decían es que era injusto que las AGC fueran, por decirlo así, las que quisieran mandar. (Entrevista 2)

Chucho Pachenca asumió entonces el liderazgo de la nueva organización, pero con la bendición de Rubén Giraldo, sobrino de Hernán Giraldo Serna y quien proveyó el armamento con el que la nueva organización, conocida como La Oficina Caribe o Los Pachenca, le declaró la guerra al EGC. Esta guerra, a la que la Defensoría del Pueblo de Colombia (7 de mayo de 2018) atribuyó 150 muertes, acabó hacia finales del 2013, cuando ambos grupos pactaron que las ACSN se encargarían de monitorear la subregión, administrar el cobro de extorsiones al turismo y la industria bananera y de palma, y ejercer control social. En contravención, le darían acceso territorial al EGC a fin de garantizarles los corredores a los principales puertos para mantener el flujo del narcotráfico (Defensoría del Pueblo de Colombia 2018).

2019: amenaza de fragmentación y guerra por la Sierra Nevada

Este acuerdo se sostuvo hasta el 2019, cuando Chucho Pachenca fue capturado. Su ausencia generó un breve periodo de fricción en las ACSN, dado que múltiples mandos medios quisieron asumir el liderazgo. Además, el EGC asesinó a un miembro de Los Pachenca como retaliación por un cargamento de drogas que fue incautado en abril del 2019 (documento privado 2, 2022; Defensoría del Pueblo de Colombia 2019). El EGC envió a más de cien hombres para controlar la Troncal del Caribe, pero las ACSN reaparecieron con un panfleto en el que afirmaban ser “los únicos que dominan y controlan la Sierra Nevada” (Defensoría del Pueblo de Colombia 2019).

Un miembro del EGC resumió ese momento como “un mal juicio. Cuando empezaron a pelear entre ellos, parecía el momento perfecto, pero resulta que fueron muy efectivos en rearmar toda la estructura” (entrevista 7). Esta capacidad de rearme estuvo anclada en los lazos familiares dentro de la organización, dado que utilizaron el regreso de Giraldo, extraditado en Estados Unidos, para generar orden: “En medio de todo ese ‘zambapalo’, lo único que logró calmar las aguas fue que el Viejo iba a regresar. Uno escuchaba: ‘toca ponernos serios porque el Viejo va a regresar y no puede encontrar ese desorden’” (entrevista 13).

Asimismo, el EGC encontró resistencia de la población civil o incluso de sus propias filas para atacar a las ACSN. Por ejemplo, miembros del EGC no aprobaron el homicidio de un sobrino de Giraldo e incluso se negaron a hacerlo (documento privado 3). Un civil, al hablar sobre esta disputa, menciona: “El asunto es que los señores [de las ACSN] son gente de aquí. Uno los ve comprando en la tienda o bebiendo en la cantina. Los otros [del EGC] apenas están llegando” (entrevista 10). En el mismo sentido, un dueño de un establecimiento señaló: “Ellos [los de las ACSN] han estado aquí toda la vida. Uno conoce al primo, al sobrino, y se puede acercar a pedir favores o quejarse. Los otros llegan y es más difícil confiar” (entrevista 8).

Los reportes que consignan un mayor número de integrantes de las ACSN en el 2024 señalan que esta organización puede llegar a tener hasta ochocientas personas. De acuerdo con un estimado más conservador sobre el EGC, esta es la misma cantidad de personas de este último grupo que en 2024 actuaban únicamente en el Magdalena, Cesar y La Guajira, áreas de influencia de las ACSN (documento privado 6, 2023). A pesar de que el EGC cuenta con este pie de fuerza y la posibilidad de traer refuerzos de otras regiones, no ha podido obtener control territorial de la Sierra Nevada.

Hasta agosto de 2024, el control de la Sierra Nevada seguía esencialmente en manos de las ACSN. Su comandante político, Freddy Castillo Carrillo (alias Pinocho), señalado por las autoridades como la figura más representativa de las ACSN, es muy cercano a Hernán Giraldo Serna (SAGA, UNODC s. f.). El hermano de Castillo, Carmen Evelio, fue además el máximo comandante de las ACSN hasta junio de 2024, cuando fue capturado (“Cae en Pereira ‘Muñeca’” 2024). Carmen Evelio era también uno de los hombres de confianza de Giraldo Serna.

De acuerdo con un civil que vive en la región, Freddy, “más que un combatiente, es como una persona que se encarga de cosas como dar regalos, hacer brigadas de salud o revisar si alguien tiene alguna necesidad y buscarle solución” (entrevista 8). En la Sierra Nevada, las ACSN son la principal autoridad en múltiples temas. Cobran impuestos a la industria turística y le garantizan seguridad en sus negocios, regulan el transporte hacia múltiples zonas de la región, construyen y limpian carreteras, y hasta deciden las horas en las que se puede salir (documento privado 3; entrevistas 4, 6, 9 y 15). En agosto del 2023, por ejemplo, enviaron una cadena de WhatsApp en la que les ordenaban a los habitantes de las veredas San Pedro, San Javier y El Mico “salir […] a limpiar o arreglar la vía principal”, y amenazaban a quienes no lo hicieran con “sanciones de labor social” (documento privado 5).

Este sistema se sostiene gracias a su imbricación con la comunidad. Una civil que trabaja y vive en la zona, por ejemplo, afirma:

Ellos están siempre viéndote, porque al final son como uno. El muchacho que te trae en la moto hasta el hotel luego hace una llamada y dice que vino alguien. Luego la que te atiende en el hotel es quizá la mujer de alguno de ellos. Luego, en el restaurante, le pagan el cobro a un sobrino. Y el de la discoteca es amigo. No pienses que están en el monte con armas todo el tiempo. Más bien es que viven con uno. (Entrevista 17)

Otro civil, dueño de un negocio, reconoce esto y añade, al hablar sobre el pago de impuestos al grupo armado en su negocio:

Y dirán lo que quieran, pero si sales a las dos de la mañana del negocio, puedes caminar tranquilo sabiendo que nada te pasa. Y si te pasa, ellos te responden. A ellos les importa que esto esté sano porque aquí es donde viven. Entonces, uno paga, pero ve resultados. (Entrevista 18)

Conclusiones

Dado que la mayoría de grupos criminales tienen una expectativa de vida bastante corta, ¿qué explica que algunos logren perdurar en el tiempo? La literatura en ciencia política y criminología usualmente afirma que la cohesión es un elemento clave: los grupos más cohesionados suelen también ser más resilientes. En este artículo, hemos intentado entender entonces los mecanismos detrás de esa relación. En particular, revisamos el caso de las ACSN, un grupo armado que ha sobrevivido durante más de treinta años en el norte de Colombia y que está articulado alrededor de la figura de la familia Giraldo.

Argumentamos que, para un grupo armado altamente cohesionado a través de una figura familiar, su supervivencia está amparada, esencialmente, por la consolidación de un régimen de gobernanza criminal altamente arraigado en la comunidad. Esto es, un sistema de control social que instrumentaliza los vínculos familiares, personales y emocionales para diseminar y hacer cumplir las normas de comportamiento, así como para granjear apoyos entre los civiles. Los combatientes, entonces, no son actores armados que fungen como autoridad de forma exógena, sino que al tiempo son vistos como miembros legítimos de la comunidad, en donde han habitado por décadas y en la que tienen a familiares, amigos y allegados. En este contexto, incluso cuando un enemigo logra superarlos en capacidad militar, el resultado es la cesión estratégica del control territorial (acceso a la zona), pero el control social se mantiene, pues no puede ser cedido por la misma estructura comunitaria.

Esa cohesión familiar, a su vez, permite dos estrategias útiles para la supervivencia de la organización. Primero, la dota de una capacidad de reorganización rápida. A pesar de la cesión del control territorial a otro grupo armado, el hecho de que siempre haya remanentes ejerciendo algún nivel de control social les permite que, ante la salida del enemigo, puedan recomponer la estructura de forma rápida. Segundo, la organización se vuelve más resistente a las amenazas de fragmentación. Incluso ante la necesidad de hacer cumplir órdenes difíciles, como ceder el control territorial al enemigo, las figuras familiares sirven para generar cumplimiento y disciplinar a la base sin que haya grandes fracturas.

Este artículo es útil para los estudiosos de la guerra civil colombiana. Al poner el lente en una organización familiar notoriamente territorializada, mostramos también que los análisis no deberían ignorar a estas figuras nucleares que en múltiples territorios son actores excepcionales en el reciclaje de la violencia. El foco en los grupos armados de carácter nacional es útil, pero, sin entender a estos actores más territorializados, cualquier explicación de la guerra resulta incompleta.

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*Este artículo fue financiado por los proyectos “Dinámicas de la insurgencia armada en el Caribe colombiano” (código: 2022-037, Universidad del Norte, Barranquilla, Colombia) y el CLAS Tinker Field Research Grant Program, de la Universidad de Chicago (proyecto: “Anxieties and Knowledge: Unravelling Variation in Constraints on Humanitarian Access by Rebel and Criminal Groups in Colombia”).

1Véase el perfil de las Autodefensas Conquistadores de la Sierra Nevada en la red social X: https://x.com/ACSN129068

3Grupos creados para prestar servicios de vigilancia y seguridad privada de manera remunerada a una comunidad. Se erigieron como una estrategia de cooperación entre asociados y la fuerza pública para mantener el orden público.

4Las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá nacieron a finales de 1994 y se expandieron y consolidaron hasta 1997, cuando lograron controlar el norte de Urabá y el eje bananero, región previamente dominada por la guerrilla.

CÓMO CITAR: Badillo Sarmiento, Reynell, Luis Fernando Trejos Rosero y Angélica Rodríguez Rodríguez. 2025. “‘El territorio es tuyo, pero la gente es nuestra’: los vínculos familiares y emocionales en la guerra por la Sierra Nevada de Santa Marta”. Colombia Internacional 122: 187-213. https://doi.org/10.7440/colombiaint122.2025.07

Recibido: 25 de Septiembre de 2024; Aprobado: 04 de Febrero de 2025

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