1. A modo de introducción
Busque un médico! Sólo la ciencia puede mitigar su dolor y curar su enfermedad1.
La medicina popular (o curanderismo, como también era llamada) fue objeto de diferentes campañas de desprestigio y desacreditación en Argentina desde mediados del siglo XIX2 y también en el siglo XX3. Los escritos en las revistas médicas y el avance lento pero constante de la medicalización hicieron foco en las prácticas médicas no institucionalizadas y en la necesidad de extirparlas de la población4. Este artículo busca analizar cómo la primera revista de divulgación médica de Argentina, la Revista Viva Cien Años, abordaba esta temática y cómo el discurso médico intentaba instaurar en la población una idea sobre lo que realmente era la medicina y lo que no. Asimismo, se apreciará una continuidad del discurso crítico hacia la medicina popular, empero de una utilización por parte de algunos médicos de un recurso típico del curanderismo como la sugestión.
La Revista Viva Cien Años es producto de un clima de época del cual la Argentina no era ajeno: la expansión de la eugenesia durante las primeras décadas del siglo XX. La eugenesia puede ser definida como la 'ciencia del mejoramiento del linaje', sus lineamientos apuntaban a superar las consecuencias negativas que ejercía el medio ambiente sobre la selección natural, al impedir la eliminación natural de los portadores de diferentes taras. Por tanto, es posible afirmar que era el 'cultivo' científico de la raza; en principio, de la raza inglesa y, posteriormente, de los blancos y europeos. Este tipo de pensamientos tendió a desaparecer a partir de la Segunda Guerra Mundial, pero en Argentina las corrientes eugenésicas no lo hicieron5. Al respecto, numerosos trabajos en el ámbito local e internacional han abordado la temática6 y se han centrado en diferentes aspectos desde la noción de la familia7 hasta la imagen corporal 8 y actividad física9, todas fueron cuestiones de intereses de la eugenesia de inicios del siglo XX. En este trabajo, por el contrario, se empleará una serie de artículos y cartas de lectores que exponen algunas de las opiniones reinantes sobre la medicina popular. Algo que debe señalarse, pues fue contemplado al analizar esta revista, es el público al que estaba destinado: la mujer. Si bien no se desarrolla un artículo en el que la cuestión de género sea el enfoque, no puede soslayarse su relevancia. El discurso, la gráfica e incluso algunas de las notas apuntaban directamente a la mujer, especialmente como guardiana del hogar y de la reproducción de las buenas maneras que debían realizarse en sus hogares.
El análisis cualitativo de los escritos permitirá el acercamiento a algunos de los discursos de la época sobre la salud y el curanderismo, específicamente desde una publicación con una línea editorial eugenésica. En este sentido, se remarcarán algunas porque, si bien es una revista de difusión médica, no necesariamente todos los médicos podían pensar igual que los editores o los autores y, sin ir más lejos, los consumidores de la llamada 'medicina popular'. A lo largo de este artículo, se mostrará cómo el discurso médico de la revista buscaba ganar la confianza de la población. Para tal fin, se tomará por foco de análisis el tratamiento que se le daba al curanderismo desde la línea editorial y, en relación con esto, a la apropiación del concepto de sugestión por parte de algunos médicos durante un contexto de desarrollo y consolidación de las ideas psicoanalíticas en la Argentina. Estructuralmente, el artículo se divide de la siguiente manera: en primer lugar, se realizará una presentación de la revista y sus fundadores junto con una explicación breve sobre la eugenesia; en segundo lugar, un análisis sobre la percepción del curanderismo por los escritores en la revista, y, finalmente, un último apartado en el cual se aborda el concepto de sugestión y su empleo por parte de los médicos.
2. La Revista Viva Cien Años, pionera en varias cuestiones
La revista vio la luz en 1934 y tuvo su última publicación en 1947. La misma fue fundada por un grupo de médicos de amplia trayectoria y contó con el apoyo de asociaciones médicas, de publicidad y de algunos laboratorios10. Además, se convirtió en la primera revista de divulgación de salud de Sudamérica, gracias a sus fundadores Arturo León López, kinesiólogo, Mariano Barilari, médico formado en Alemania, y Godofredo Grasso, médico kinesiólogo. Todos compartían la idea de un perfeccionamiento de la atención médica en función de mejorar la raza y la salud de la población. Por esto mismo el nombre de la revista, que buscaba la preservación y reproducción de caracteres genéticos deseables de las personas, así como difundir nociones de higiene y cuidado personal. El discurso de la revista estaba enmarcado en un clima de época condicionado por la eugenesia. «La revista, que se proponía ser una "publicación científico-higiénica, esencialmente popular", slogan que acompañaba el título, planteaba la resolución, a partir del ideario eugenésico, de diferentes problemáticas como higiene, salud pública, enfermedades, saneamiento»11.
Tal como lo ha investigado Luciana Linares, la revista fue una novedad en la época y, gracias a su equipo editorial, empleó una serie de herramientas de vanguardia a fines de los años treinta y mediados de los años cuarenta. Su carácter popular (o al menos la intención de serlo) se basaba en el empleo de un lenguaje sencillo y de una serie de recursos visuales y discursivos atrayentes para los lectores (como la composición de la escena fotográfica, fotonovelas o breves historias de la vida real). Aunque no hay datos fehacientes sobre el tiraje, sí está documentado que llegaba a las principales ciudades del país12, además del número de suscriptores y el alcance de la publicación. Lo que no puede contabilizarse es la circulación de la misma gracias al préstamo por parte de distintas personas a sus vecinos, amigos, familiares o compañeros de trabajo. El análisis de la revista y sus contenidos permite sumergirse en los debates eugénicos de los años treinta y cuarenta en Argentina, pero, a su vez, muestra cómo las redes de profesionales y las asociaciones trabajaban para dar a conocer la importancia de la eugenesia en función del bienestar de la patria.
Esta publicación es básicamente una plataforma de publicidad de la eugenesia. Sus editores y colaboradores diseñaron una revista que era moderna para la época y permitía una difusión más amplia en la sociedad. La figura de la mujer como interlocutora y educadora de la familia y de las prácticas es una de las características de esta revista, metodología empleada también por los socialistas en ciudades como Tandil en las décadas de 1920-194013. La búsqueda de una salud mental al igual que física será uno de los ejes por los cuales la revista encaminará sus artículos. La novedad, como ya se ha mencionado anteriormente, radica en cómo miembros de la corporación médica decidieron emplear, a través de una campaña gráfica, la difusión de las ideas eugénicas.
La idea de una sociedad sana, carente de patologías y en la que se mejorara la calidad de vida de las personas implicaba, a su vez, un control férreo de las prácticas de curar en todos sus sentidos. La Revista Viva Cien Años no fue ajena a esto, pues uno de los dardos que disparaba era en contra de los curanderos, charlatanes y otros agentes de la medicina popular. Los editores de la revista tenían en claro que, para lograr una salud integral de la población, debían tenerse en cuenta dos factores clave: prevención y estabilidad mental. Por tanto, los artículos sobre curanderismo, al igual que sobre el empleo de técnicas del psicoanálisis o prácticas de la medicina popular, fueron temas recurrentes por los médicos que escribían sus columnas como una manera de comprender mejor a la sociedad en la que vivían y poder desarrollar una estrategia que permitiese garantizar un cambio comportamental. En consecuencia, una mejora de la calidad de vida y una esperanza para las personas.
Ahora bien, la lucha contra el curanderismo por parte de los médicos como una forma de legitimar su profesión es algo que se producía desde mediados del siglo XIX. Si bien es cierto que la mayor proliferación de casos contra los llamados 'curanderos' es del último cuarto del siglo XIX, hasta mediados del siglo XX su presencia era muy intensa. De esta manera, se puede apreciar que, a partir del siglo XX, el curanderismo comenzó a ser tratado como una enfermedad mental, por ejemplo, en publicaciones de Pedro Barbieri14 o como ya han demostrado Di Liscia 15y Bubello16. Por ende, a pesar de que la noción de embaucadores pervivía, el cambio de catalogación implicaba el hecho de que la psiquis y las enfermedades mentales empezaban a tomar una relevancia ligada a la llamada 'medicina popular'.
3. De embaucadores y verdaderos curanderos
El control del ejercicio de la medicina fue motivo de preocupación desde mediados del siglo XIX en la Argentina. Los médicos buscaron monopolizar los saberes y hacerse de una reputación frente a la sociedad y el Estado como los únicos responsables idóneos de la salud de la población. Desde el gusano roedor de Montes de Oca17 hasta las declaraciones de los médicos hoy en día sobre la ineficiencia de las prácticas populares en lo relacionado con la pandemia del COVID-19, los galenos han intentado ser los únicos depositarios de saber, aunque la presencia de médicos sin titulación, charlatanes, curanderos y todo tipo de personajes fueron y son una constante de la fauna 'médica' en la Argentina18.
La medicina popular puede ser definida como un cúmulo de conocimientos empíricos adquiridos por las sociedades, transmitidos a través de la tradición oral, que han probado ser eficaces (o que lo son en el imaginario popular). En cambio, el curanderismo es asociado a la práctica ilegal de la medicina por parte de agentes que no tienen una habilitación legal para hacerlo, y que llevan a cabo su accionar a cambio de una remuneración económica y, desde el punto de vista de los médicos, se aprovechan de la ignorancia y la desesperación de sus víctimas19. Esta última acepción es la que se describe en la revista. Para los autores, la deshonestidad y el engaño a personas fácilmente sugestionables e incrédulas era algo inherente al curanderismo. La visión de los curanderos que se aprecia en los escritos es la prototípica de un sector médico que veía con desconfianza todo tipo de accionar que pudiera ser refrendado científicamente. Esta descripción simplemente refuerza la idea de un sector de la corporación sobre el pernicioso accionar de sus competidores, no solo para su propia actividad, sino también para la población en general.
En este marco de referencia, en el número de octubre de 1934, se publica el artículo «Curanderos, charlatanes y adivinas» junto a la leyenda «Confíenos sus problemas y se los resolveremos», que se refería a una supuesta curandera/adivina llamada Yolanda Montenegro. La nota es una burla sobre la supuesta adivina, la presenta como una mujer capaz de hacer cualquier cosa, pues sus habilidades son de las más variadas: «Acaba de aparecer la maga invisible, de donde deducíamos que ha resuelto el problema de la trasmutación de la materia»20. Además, llegó a la Argentina luego de finalizar su 'gira europea' realizando trabajos difíciles, se refería que «el incidente austroalemán no haya desencadenado la guerra, que Mussolini resuelva el problema de la desocupación en Italia, y que Stalin haya aumentado la producción de tractores»21. El cariz burlesco se repite a lo largo de toda la nota, de manera que se puede apreciar el sarcasmo del autor cuando manifestaba que debería llamársele para «utilizar su eficacia ultra-rápido para la solución del conflicto boliviano-paraguayo»22.
El caso anterior remite indefectiblemente a la Madre María de Turdera, quien fue una célebre consejera de Hipólito Yrigoyen, sobre cuestiones políticas e incluso en asuntos personales, hasta que falleció en 192823. Sin embargo, su figura cobró una relevancia en el ámbito nacional y traspasó las fronteras siendo conocida hasta en Uruguay. Por ejemplo, el pasaje referido a la muerte y funerales de la Madre María de Turdera del Diario La Razón marca un contraste entre ciertas adivinas y otras de su misma profesión: «Clientela inmensa: fue también clientela distinguida. No fue la Madre María la vulgar adivina de la calle Rincón. Los automóviles particulares parados frente a su casa, la cantidad de personas de provincia y aun hasta de Montevideo que venían a consultarla»24. Esto lleva a una cuestión que ha sido trabajada ya con anterioridad y es la relación entre la política y estos personajes25. La fascinación por parte de los políticos, magnates económicos, hacia todo tipo de personas que se decían poseedoras de poderes y habilidades que escapaban a la comprensión humana no es ninguna novedad. Tal vez uno de los casos más famosos del siglo XX fue el de Rasputín y su influencia en la Corte Imperial Rusa. En Argentina, tampoco fueron escasos estos personajes, muchos ligados al espiritismo en las últimas décadas del siglo XIX y mediados del XX26.
Aparentemente, esta adivina poseía dotes desde su nacimiento, lo que le permitía ayudar a otros para que ganasen prestigio, fama y dinero (como los casos de Vito Dumas y Bernabé Ferreyra) e incluso se jactaba de hablar con los muertos, estuviese despierta o dormida. Además, la mujer se presenta como una estudiosa de las ciencias ocultas, afirmando poseer el testamento de madame de Tèbes, firmado con su propia sangre, y aseveró que «todos las magas y magos dependen de mi trabajo»27. Estos dichos provenían de un folletín que era repartido por las calles de Buenos Aires y al que posiblemente el autor de la nota accedió en la vía pública. La idea central era concientizar a la población de lo ridícula que era esta mujer y lo que ella representaba. La falta de rigor científico de sus dichos y la idea de que mediante el poder sanador de una mujer que había sido bendecida y podía curar casi cualquier enfermedad, a los ojos de los médicos escritores de la revista, es casi infantil. Ellos mismos llegan a decir que es imperioso combatir este tipo de personajes: «La lucha contra estos cínicos traficantes del dolor y de la insuficiencia mental y cultural de nuestro pueblo, terminará a medida que ahuyentemos la ignorancia»28. Finalmente, la nota concluye con una pregunta a los lectores: «¿Qué medidas tenderán a hacer desaparecer más rápidamente a esta plaga social? Las respuestas servirán para curar esta 'lacra' y para orientar a las autoridades»29.
Por consiguiente, en la edición de noviembre de 1934, un lector envió una carta narrando su propia experiencia con una colega de Montenegro, a la cual, según sus propias palabras, prefería olvidar. Roque Demaría Antúnes, como decía llamarse el lector, recibió en el tranvía una tarjeta con palabras y frases similares a la anterior. Se dirigió a «la guarida de la 'sabihonda y esclarecida mujer' en la calle Rivadavia» cerca de la plaza Once, uno de los centros neurálgicos de la ciudad de Buenos Aires; allí, un hombre le informó que la mujer no estaba atendiendo en ese lugar y que debía ir hacia la localidad de Avellaneda en la avenida Mitre. Esto merece mayor atención, pues no se especifica el porqué de la mudanza de esta mujer, probablemente haya sido apercibida por las autoridades, tuvo desavenencias con su casero o, con mayor seguridad, atendía en un espacio rentado y no pudo costear su estadía. Esto permite comprender, en30 una escala pequeña, la circulación de los personajes por distintos lugares, de manera que podían pasar de la ciudad de Buenos Aires a las localidades aledañas si sufrían algún contratiempo y era poco probable que fuesen reprimidos por el orden público. Así entonces, Antúnes fue a ver a esta mujer a la localidad de Avellaneda, una vez llegado le cobraron 2$ por adelantado y pudo ver una variada selección de personas que aguardaban para ser atendidos: «sirvientes extranjeros y provincianos, mujeres pobres y mal trajeadas y dos hombres viejos uno y casi joven el otro. Todos estaban como avergonzados, sumidos en hondas preocupaciones». Estas palabras solamente confirmarían lo señalado en la nota anterior: la ignorancia y la desesperación eran el factor común para que personajes como Montenegro y esta mujer existiesen.
En este panorama, se vislumbra la creencia extendida entre los médicos y detractores de la medicina popular y las prácticas del esoterismo, quienes relacionaban estos comportamientos y la reproducción de las prácticas con la ignorancia; lo anterior, sin profundizar en los orígenes o los motivos por los cuales las personas creían en ellos y acudían en su búsqueda. Por ejemplo, Aristo Licurzi, a quien se hará referencia más adelante, explicaba que esta era una de las características del curanderismo verdadero: «tal como se lo entiende en el concepto corriente. Sus características son la ignorancia y la superchería. Ignorancia densa y opaca, tanto en el curandero como en el paciente incauto; la superchería es el instrumento que manipulea tanta ignorancia»31. La ignorancia, en reiteradas ocasiones, era asociada al pensamiento religioso que apelaba a lo sobrenatural para explicar enfermedades y también curaciones.
En otras palabras, uno de los motivos por los cuales este tipo de actividades se reproducen y perduran es porque apelan a lo milagroso e inesperado para la solución de problemas que parecen carecer de ello. Al igual que con Montenegro, la adivina era de origen extranjero, italiana, pero no actuaba sola, sino con un hombre que leía las manos. La mujer, en cambio, tiraba las cartas. Sus predicciones aparentemente no eran muy acertadas: «me dijo una cantidad inconcebible de disparates»32, y como parte del servicio, le pedía la suma de 200$ para cambiar su destino, garantizándole fortuna en el amor y castigando a la mujer infiel. Finalmente, este hombre se va y se siente timado por haber sucumbido, tal vez a la curiosidad o a la necesidad de modificar algo, en forma mágica, de su existencia.
Esta misma temática sería retomada en 1940 por el ingeniero agrónomo Luis E. Grimaud33, quien realizó una publicación titulada «Los curanderos de la verdad... curanderos del embuste»34. En ella, se consideraba que los verdaderos curanderos, a los cuales debía rendirse un homenaje, eran aquellos de origen indígena que no estafaban a sus clientes: «personaje mítico de antaño, precursor del médico actual, y no al charlatán que vive al margen de la Medicina, que ejerce sin conocimiento alguno y apoyándose en la ignorancia de sus 'clientes'»35. Más adelante, aclara que no se refiere al gaucho, sino al indígena, aquellos que resguardan la sabiduría de la flora americana. Esto guarda relación con su libro, publicado en 1922, y también con los trabajos de Juan Domínguez en la década del veinte sobre la farmacología indígena y los intentos por parte de la farmacología nacional de recuperar los conocimientos en esta área. Empero, explica que los verdaderos peligros son aquellos que se aprovechan de la credulidad del vulgo, entre ellos están Pancho Sierra de Salto y la Madre María de Turdera.
La revista también fue una plataforma de acusación por parte de los editores y participantes sobre la inacción y el accionar político y del Estado sobre estos embaucadores. Por tanto, en la Sección «Ahora y Aquí» de la revista, se denuncia una decisión tomada por las autoridades de la provincia de San Luis acerca de ciertas laxitudes correspondientes al ejercicio de la medicina. La ofuscación del autor es palpable cuando destaca que el siglo que transitan es el del 'progreso'36, con énfasis en lo científico, pero paralelamente se le da un amparo legal al curanderismo, pues, «a falta de médicos diplomados en algunas localidades, ha sido necesario autorizar a los 'curanderos' y 'componedores de huesos' y todos aquellos que especulan con la ignorancia de la gente»37. Esta editorial abre una puerta que en el futuro debería ser profundizada sobre cómo se dio la medicalización en el interior del país y qué sucedió con estos personajes que ejercían la profesión sin título. Si bien se conocen trabajos para la provincia de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe38, lo acontecido en provincias como San Luis es aún una incógnita. La preocupación del editor se basa en dos cuestiones: la primera, que la salud de la población de los parajes y zonas sin médicos estaría bajo el control de 'manos santas', las cuales consideraba una plaga que asolaba el interior del país39. Pese a ello, lo que percibe como la peor cuestión es el peligro en la moral de los médicos que observan cómo son sustituidos, con amparo legal, por otros que carecen de titulación. En su interpretación, es un menosprecio de la labor y el saber del médico decir que cualquiera puede curar o prescribir una medicación para paliar una enfermedad. Para enfatizar su postura crítica hacia los legisladores puntanos, cierra la nota con la siguiente pregunta: «¿Es que la actitud de la legislatura de San Luis no equivale acaso a expedir diplomas por decreto?» Estas descripciones abundan en los escritos de los médicos.
Para complementar lo anterior, es posible mencionar a Manuel Montes de Oca, quien, en su tesis doctoral sobre las enfermedades que aquejaban a la ciudad de Buenos Aires, realizó una crítica demoledora a los charlatanes, llamando «gusanos roedores que destruían la Nación»40 a los agentes de la medicina popular. En 1925, el psiquiatra Pedro Barbieri explicaba que el curanderismo extendido por el país, particularmente en la ciudad de Buenos Aires41, era un gran riesgo para la población pues el accionar de quienes lo realizan podía derivar en epidemias de enfermedades infectocontagiosas. Así entonces, el curanderismo era un preocupante para este médico, pues «se alimenta en la credulidad é ignorancia de unos y en la habilidad y conocimientos de las debilidades humanas en los otros»42. La ignorancia era el enemigo para vencer, pues era la única razón por la cual una persona podía creer que otra poseía facultades innatas para la curación. Con el propósito de evitar confusiones, empleó una definición de un magistrado norteamericano apellidado Davis, para asentar que entendía por curanderismo: «Todo sujeto que ofrece curar y carga con las responsabilidades inherentes al tratamiento y carece de título profesional adecuado, es un charlatán, un curandero; cualquiera sea el método que emplee, aunque no exija honorarios, y, con más razón, el que haga de ese su trabajo su modo de vivir y subsistir habituales»43.
Al principio del artículo, se hizo referencia al título de un escrito del Doctor Harold Harrison, en el que hace un llamado claro a la población para que busque un médico en lugar de otro tipo de persona si requiere solucionar sus problemas médicos. El discurso de este médico, del cual no se tienen mayores detalles, no difiere mucho del de otros de sus colegas. Básicamente, culpa a la superstición, la ignorancia, el vicio y la corrupción de las sociedades como los causales para que el curanderismo florezca entre las personas. Solamente con estas palabras realiza un análisis de carácter sociológico sobre la sociedad argentina. En sintonía con lo escrito por Carlos Octavio Bunge44, ve en las herencias raciales y culturales los factores que favorecen el curanderismo en la Argentina. Asimismo, considera que «nuestra civilización es compleja»45. El triunfo o la debacle de la medicina reside en la cultura de las personas que conforman la sociedad, y este es el problema de la Argentina, debido a que «posee ciertos tintes de salvajismo africano, del misticismo oriental, superación europea del sudeste, fanatismo religioso y una ignorancia científica sorprendente (...) de modo que abundan estos doctores, magos, botánicos, curanderos naturales, santos y muchas otras variedades del charlatanismo»46.
Desde su perspectiva, el simple discurso rimbombante que prometía y aseguraba firmemente curas o alivios, independientemente de la efectividad, era lo que posicionaba a los curanderos por encima de los médicos al momento de elegir entre unos y otros. Además, en relación con esto último está el comportamiento de los pacientes y sus familiares, pues la impaciencia es la norma por la cual cualquier tratamiento que prometiese una rápida mejora sería recibido con mejores ojos que un procedimiento largo, tal vez costoso, y sin ninguna garantía de éxito. Las recomendaciones por el 'boca a boca' y las publicidades de remedios47 eran los enemigos con los que también se enfrentaban los médicos al momento de luchar por el monopolio de la práctica.
En esta misma lógica, el médico Mario Alzúa, columnista recurrente de la revista, se expresaba sobre los dentistas y los célebres 'sacamuelas'. Al igual que sus colegas, antepone cuestiones de índole ético sobre el ejercicio de la profesión, directamente se refiere a los sacamuelas como «despreciables charlatanes para quienes las palabras moral y honestidad no significan nada»48. Sin embargo, su análisis no es del todo acertado, pues asocia a los sacamuelas únicamente con el ámbito rural y agrega que estas figuras casi habían desaparecido gracias a las leyes promulgadas49. La caracterización que realiza como 'grandes maestros del teatro, de la prestidigitación y de la aventura' implica una cierta connivencia con personas que prestaran su testimonio sobre los milagros de su accionar. Esta idea la retoma unos meses después, en agosto, cuando se dedica a profundizar sobre los falsos testimonios en las curaciones. Los testimonios han sido empleados para dar fe de la efectividad de ciertos remedios como una forma de publicidad a lo largo de los años. Algunos de ellos podían ser fraguados mientras que otros realmente creían o fueron curados por los métodos de los curanderos50. Este artículo, ya de manera velada, introducía una temática que sería abordada por otros médicos ligados a los campos de la psicología y la psiquiatría: la sugestión en la medicina popular.
Ciertamente, el discurso empleado por unos y otros podía ayudar a que la población se decantara por quien le garantizara el alivio, independientemente de lo que ocurriese. Por ejemplo, Aristo Licurzi, junto con Gergorio Bergman, referentes del psicoanálisis en la provincia de Córdoba51, ya habían mostrado esta preocupación en su libro Los explotadores de la salud de 1937, en el que realizaron una dura crítica al curanderismo en la Argentina. En el texto, sus palabras apuntan al hecho de que, pese a estar en un siglo de avances científicos, desterrar la ignorancia y la superstición de los individuos y de la población era muy difícil52. El eje de su argumentación para comprender la presencia y pervivencia de estas prácticas es la sugestionabilidad de las personas. De esta manera, daba pie a algo que posteriormente se desarrollará: la sugestión y la psicoterapéutica en el ejercicio de la medicina, especialmente en los escritos de Mariano Barilari.
En la edición del 5 de octubre de 1938, en consonancia con su anterior libro, Licurzi realiza una nueva clasificación sobre el curanderismo, desglosando la categoría que él llama «curanderismo diplomado». En su estudio de 1937, explicaba que había tres tipos de curanderismo: el real, que incluía la superchería y la ignorancia practicadas por sujetos que decían poseer habilidades para la cura con el empleo de diferentes formas; el segundo, al cual dividía en dos: «curanderismo de frontera», en donde posicionaba a los farmacéuticos, estudiantes de medicina, aquellos que, según él, estaban en los límites de la práctica médica53; y el «curanderismo impersonal» llevado a cabo mediante publicidad paga de productos específicos; y, finalmente, el tercer grupo «el curanderismo inmoral», basado en propaganda exagerada que realizaban los médicos, denominada «charlatanismo».
En esta última categorización, profundizada en su artículo «Curanderos 'diplomados'»54, señala cómo la relación entre los médicos y los curanderos es de atracción y rechazo, casi complementarios los unos con los otros. Una idea que ha sido ya esbozada para el siglo XIX en la provincia de Buenos Aires55, pero Licurzi va más allá e introduce la figura del curandero 'diplomado', algo que el cine, en 1955, adaptará en la película El Curandero de Mario Soffici. Ahora bien, al referirse al «curandero diplomado», está hablando del médico como beneficiario directo del curanderismo.
Para ello, describe cuatro oportunidades en las que se da esta cuestión. En un primer momento, el curandero que posee diploma de médico, quien se hace pasar por curandero para generar ganancias y pacientes, y «se refugia en el ambiente vicioso del curanderismo que es actividad delictuosa y amoral»56. En un segundo momento, el médico y el curandero asociados, ambos se benefician de la acción de uno y otro. En esta oportunidad se remite a un caso específico aparecido en el diario La Razón del 30 de julio de 1938, en el cual se describe, cómo frente a la casa del médico Guillermo Sabati, estaba el consultorio de la «Profesora Quemalinis Castro, vieja estafadora que se titulaba naturista, espiritista y vidente, en el ejercicio ilegal de la medicina»57. Este médico, según consta en el relato, examinaba a los pacientes y, posteriormente, los derivaba a la profesora para completar el tratamiento.
En un tercer momento, el médico y el enfermo son explotados por beneficiarios, algunos de ellos impersonales. Sobre este tema, directamente se refiere a las asociaciones mutuales, 'pseudomutuales' las llama, 'policlínicos', 'curatorios', entre otros. El hecho de asociarse, pagar una cuota mensual y garantizarse una cantidad considerable de personas e ingresos, mas no de resultados satisfactorios en lo referente a la curación de los pacientes. Por último, el curandero con diploma falso que ejerce la medicina sin habilitación alguna, el mismo de la primera categoría empleada en su libro. Estos personajes, a los cuales denominaban 'embaucadores, charlatanes' generaron un tópico de interés en algunos de los participantes de la revista. En consonancia con el surgimiento y la consolidación de la Higiene Mental y el avance de la psiquiatría y la psicología en la Argentina, la sugestión en el curanderismo despertaba el interés de algunos médicos.
4. La sugestión y la medicina popular
Este tema no era ajeno ni a la medicina ni al campo intelectual en la Argentina. El interés por la sugestión y las técnicas ligadas al mesmerismo e hipnotismo tuvo sus seguidores y adeptos en el último tercio del siglo XIX58 y primeros años del XX, probablemente la figura del campo de la ciencia más destacada que se cautivó por esta temática fue José Ingenieros59. Lo anterior, gracias a los trabajos de Charcot que tempranamente llegaron a Buenos Aires (revistas, libros e hipnotizadores) y fueron objeto de debate entre los médicos. Esta práctica era asociada con el charlatanismo y el curanderismo60, aunque dividía las aguas en medio de los mismos médicos61. Entre 1880 y el Centenario, tuvo lugar la construcción y consolidación de la psiquiatría en Buenos Aires, con un dispositivo institucional basado en la tradición francesa. Durante las primeras décadas del siglo XX, se dio una diversificación, el modelo alienista no sería el predominante y surgirían la neuropsiquiatría, hipnosis, sugestión, higiene mental, entre otras62, centrando su interés en los conflictos de la vida urbana. En este tiempo, la obra de Ingenieros introduce a la hipnosis, la histeria y la sugestión en el campo de la ciencia positiva, siendo estos, hasta el momento, propiedad de las prácticas mágicas. Sin embargo, el problema sería dotar de cientificidad a prácticas ligadas al ocultismo, y su aprobación por parte de la cofradía médica. No es sorprendente que Ingenieros introdujera estas cuestiones gracias a su propia trayectoria intelectual63. La influencia de las teorías de Freud continuaría su expansión hasta la década del treinta cuando se focaliza la atención en la significación cultural de sus estudios más que en los órganos de control psiquiátrico. La influencia del psicoanálisis se expandiría, factor que llevaría a que un mayor número de psiquiatras se interesaran por sus técnicas, las cuales eran similares a la de los espectáculos callejeros o teatrales de adivinos, espiritistas, prestidigitadores, entre otros.
Vezzetti en su estudio sobre la recepción del psicoanálisis, explicaba que ya en los años veinte la presencia de personajes que decían curar mediante la sugestión estaba presente en la escena nacional, varios de ellos europeos, trashumantes como los han retratado Correa y Vallejo. Por ejemplo, Vezzetti ilustra el caso de James Mapelli, un italiano, quien afirmaba curar mediante el 'credo terapéutico', este personaje desarrolló parte de su actividad en el hospital Pirovano de la ciudad de Buenos Aires, a pesar de que no era médico y provenía del mundo del espectáculo. Con excepción de Mapelli y otros casos, según Vezzetti64, no había comunicaciones ni procedimientos psicoterapéuticos documentados.
Como se mencionó anteriormente, la psicoterapia se convirtió en uno de los puntos desarrollados por los psicólogos desde inicios del siglo XX en Argentina. El curanderismo primitivo, en términos de Licurzi, es aquel que se empleaba con la cura de palabra, posiblemente la práctica más antigua y la que apela a la psiquis de las personas, pues sugestiona a los individuos a sentir y hasta curarse de ciertos males. Un punto importante y que se desarrolla a lo largo también de la revista es la idea, en ciertos sectores, de asociar los padecimientos psiquiátricos a consecuencias de maleficios y brujerías65. Los curanderos serían tanto psiquiatras como embaucadores a los ojos de Licurzi, por aprovecharse de la población al emplear palabras y conceptos propios de la psicología y la psiquiatría, tal es el caso de sugestión y autosugestión.
Además, en el discurso de la Revista Viva Cien años, se halla una nota de Mariano Barilari que dio cuenta de la relevancia de la sugestión para el estudio del curanderismo. Barilari fue una figura resonante en el campo de la psiquiatría y el psicoanálisis en la Argentina de las primeras décadas del siglo XX. Formado en Alemania, amigo de Sigmund Freud, incursionó en el campo de la hipnosis y en sus escritos apuntó a investigar y comprender la personalidad para poder adentrarse en el tratamiento de las enfermedades. Al respecto, cuestiones como la somatización, la sugestión y la autosugestión fueron claves en esto66. Desde los primeros números de la revista, la relación entre mente y cuerpo sobre la etiología de las enfermedades fue un tema recurrente. De esta manera, Barilari y otros escribieron acerca de la relevancia de la psiquis en el desarrollo de enfermedades como asma, úlcera péptica, alergias, entre otros.
Si bien la sugestión era cuestionada por algunos médicos, especialmente por su asimilación al curanderismo, varios especialistas en enfermedades nerviosas la veían como una forma de acceder a sus pacientes y poder tratarlos. Claramente, el concepto de somatización es clave para comprender el poder de las palabras sobre el cuerpo y sus manifestaciones físicas. En su artículo, Barilari, basándose en un psicólogo de nombre James, explica que la sugestión es «el poder que ejercen las ideas sobre las creencias y las conductas»67. La idea que introduce Barilari es que la sugestión implanta una idea en el subconsciente de la persona, esta se arraiga y, posteriormente, lo induce ('ordena' es el término que emplea) a realizar ciertas acciones.
El uso de la palabra, en su justa medida, con una ambientación, tono, luz o incluso un contexto controlado por quien habla puede inducir a las personas a hacer cosas o sentir cosas que no tenían presentes. Dos cuestiones son necesarias para el éxito o no de la sugestión. La primera es la sugestionabilidad del individuo y la segunda es el estado mental y afectivo del mismo68. Incluso llega a relatar un episodio en el cual un amigo a quien atendía por trastornos generales le preguntó si no lo veía algo pálido, si no podría llegar a tener una neumonía. Barilari le contestó que no era nada, pero que se cuidara porque estaban en la estación invernal. Grande fue su sorpresa cuando fue llamado esa misma tarde y lo encontró en cama temblando, alegando estar gravemente enfermo. En ese momento, se dio cuenta que su paciente se había autosugestionado y, con unas palabras precisas, se levantó de la cama curado. De acuerdo con el relato, esa persona era un hipocondríaco, cuyo trastorno lo hacía altamente influenciable a las palabras de las personas, en esta oportunidad, las de su propio médico y amigo. Al respecto, Barilari concluye que la autosugestión, lo ocurrido a este hombre es algo que podría ser evitable si se destierran ciertas prácticas de crianza durante la niñez. Este médico apunta a no inculcar pensamientos mágicos en las mentes de los niños, lo cual evitará, en gran medida, que sucumban a ciertas personas. Empero, esto no necesariamente es así, y el mismo Barilari lo ratifica cuando afirma que «¡Cuántos hombres serios, inteligentes y de carácter, que se preciaban de ser inmunes a las sugestiones externas, han sido víctimas de sugestiones banales, en momentos de descanso de sus habituales actividades!»69. Esto mismo remite a las primeras páginas de este artículo en donde una persona escribió sobre cómo, tal vez en un momento de debilidad, se dejó convencer por una adivina que le realizó una serie de profecías a cambio de dinero.
Ahora bien, al igual que los médicos que estudiaban las técnicas de la medicina popular y el empirismo, en función de comprenderlas y encontrar la causa de su efectividad y posterior aplicación en la práctica médica, algunos psicólogos y psiquiatras hallaban a la sugestión como una herramienta en la terapéutica de las enfermedades mentales. Es el mismo Barilari quien, como una continuación de su artículo anterior, se sumerge nuevamente en el mundo de la sugestión y desarrolla un análisis sobre las bondades de esta para la medicina: «Inteligentemente empleada, constituye un medio de invaluable utilidad en el tratamiento de enfermedades»70. Este trabajo de Barilari profundiza en cuestiones psicológicas a través de un análisis de la personalidad como objeto de estudio. Aunque esto es así a los objetivos de este artículo, lo más interesante es la relación que establece entre superstición y sugestión. La superstición que ya había sido mencionada con anterioridad por sus colegas y que continuamente se menciona en las revistas del claustro médico.

Figura 1 fotografía extraída del artículo de Mariano Barilari. Aplicaciones de la sugestión. RVC, 17 de noviembre de 1937, p.253.
En el pie de esta fotografía, se explica que toda persona supersticiosa es un alguien que fácilmente es sugestionable. Sin embargo, varias cosas se pueden analizar de esta fotografía. Lo primero y no sorprendente es que la protagonista sea una mujer, dos motivos existen: el primero, que el público al que apunta la revista, como se ha mencionado anteriormente, era la mujer, la lectora y embajadora de las ideas de los médicos que publicaban. En segundo lugar, y tal vez la menos halagüeña para con el público, el hecho de que el sexo femenino era más propenso a caer en los engaños de aquellos que empleaban la sugestión como medio para generar dinero. Como muestra de lo anterior, se hace referencia a los adivinos, médiums, espiritistas, entre otros, al igual que los curanderos. Por ejemplo, Roberto Arlt, en una versión ficcionada, relata una conversación con un médico indignado pues decía que: «en estos momentos, mi señora está terminando de vestirse para ir a consultar a un curandero»71. Su mayor estupor radicaba en que él la había diagnosticado y le había explicado el motivo por el cual su condición no mejoraba: «ir a lo de un desvergonzado, que se las da de naturalista, con el objeto de que le adivine qué enfermedad padece, la cual, entre paréntesis, consiste en unos eczemas (sic), naturalmente duras de curar, debido a que es diabética»72.
Las palabras del médico eran de espanto al describir la práctica curativa consistente en el análisis de la letra y el nombre del paciente, para el médico el problema radicaba en la simpleza de su mujer que caía en un embauco. Así entonces, agregaba en su descargo ante Arlt que el curandero vivía en Villa Domínico, y no cobraba la consulta. Sin embargo, recetaba «[...] yuyitos que un cómplice suyo, en la herboristería de la esquina, vende a peso de oro». La paradoja imperante en esos años, en la cual la mujer como educadora y organizadora del hogar era la responsable de la educación de la familia, hijo y esposo, colisiona con la idea de que son el género más susceptible a los engaños, pero esto no es todo lo que demuestra la imagen, pues, si se analiza con detenimiento, cuatro conceptos rondan a la mujer que mira hacia un espejo: superstición, descontento, temor y desesperación. En una persona, esta combinación fácilmente hace que crea cualquier cosa. Por eso mismo, Barilari expresa la importancia de comprender a las personas no solamente por su estado mental, sino también por lo emocional. La desestabilización de las emociones hace a las personas más permeables a diversos discursos.
El análisis discursivo de la revista ha sido ya trabajado para otros problemas, mas no para el curanderismo y la sugestión. La relación entre sugestión y superstición es un punto focal para Barilari, quien le dedica varias líneas al tema. La base de esa relación la halla en la infancia, pues desde pequeños se les inculcan ideas erróneas sobre creencias, prácticas y sus consecuencias. La leyenda del 'pelo vivo' de la región cordillerana de la Patagonia es un claro ejemplo. Si una persona está en el agua y le cae un pelo, este automáticamente se convierte en un gusano que lo pica, se aloja en su cuerpo y puede viajar a lo largo de todo el organismo y producir enfermedades. La enfermedad se cura cuando se forma un grano, sale el pelo y todo el pus del enfermo73. Esta es una creencia, superstición, según Barilari, transmitida de generación en generación por los pueblos araucanos. Este caso le sirve de ejemplo para ilustrar cómo las creencias pueden arraigarse en la población desde temprana edad y modificar las acciones de los individuos de acuerdo con lo que han incorporado social y culturalmente. Los cuatro conceptos que aparecen en la foto son tomados de una alegoría de Chesterfield, «[...] el monstruo de cuyas garras acabo de liberarte se llama Superstición; es hijo del Descontento y sus secuaces son el Temor y la Desesperación»74, y esto últimos son 'secuaces' de la sugestionabilidad.
Sobre este último tema, es necesario retomar a E.A.G. Gammalson, quien, en 1946, intentó explicar los orígenes y las utilidades de la sugestión. La sugestión y la enfermedad son tópicos analizados por el autor y los relaciona directamente con la autosugestión. Es imposible que una persona piense que está enferma si antes no se convence a sí misma que podría estarlo. Gammalson recurre al mismo recurso que Barilari y señala cómo una serie de palabras bien empleadas pueden, en una mente adecuada, derivar en sugestión. El problema radica cuando esas palabras derivan en somatizaciones del paciente y los médicos terminan por no creerles. Comienza así el peregrinaje por distintos médicos que lo desahucian y prácticamente lo empujan a los brazos de los curanderos, adivinos, quienes, a entender de Gammelsson, terminarían realmente por enfermarlo y, por qué no, con curaciones para el 'vulgo' casi milagrosas75, pues la fe todo lo cura. Como ilustra la caricatura a continuación:

Figura 2 Caricatura extraída del artículo «¿Qué es y para qué sirve la sugestión?» de E.E.A. Gammelson. RVCA, abril de 1946 p. 410-411.
La caricatura deja en evidencia tres cuestiones que se desarrollan en el artículo: la primera, relacionada con la publicidad de lo pseudocientífico; la segunda, el poder de sugestión ligado a la autosugestión y, la tercera, relacionada con el factor psíquico, clave en el rol de los curanderos y la fe. Sobre la primera cuestión, los trabajos de varios investigadores han iluminado sobre cómo evolucionaron las publicidades en las revistas médicas y de tiraje popular. Acerca del segundo punto, Barilari explicaba claramente cómo las personas podían autosugestionarse y pensar que podían estar enfermas e incluso desarrollar sintomatología coincidente con la enfermedad que pensaban padecer. Finalmente, el tercer punto está relacionado con la fe y los curanderos, pues se manifiesta una relación intrínseca entre las enfermedades y las razones religiosas.
5. Conclusiones
Este trabajo lejos está de ser un análisis exhaustivo de la problemática del curanderismo y la sugestión en las décadas de 1930-1940; sin embargo, es una aproximación a una de las nuevas formas por las cuales era percibido el llamado curanderismo. El hecho de que las modificaciones en el campo de la psiquiatría y la incipiente psicología incorporaran a su terapéutica el concepto de sugestión implica un cambio gradual en la percepción de una de las tácticas más criticadas por los médicos hasta el momento. Considerar a la sugestión como un método terapéutico (en las manos adecuadas) implica un cambio en la visión de ciertas enfermedades del ámbito de la salud mental de la población. En cierta forma, se reconoce la capacidad de ciertos individuos de potenciar la sugestionabilidad de otros para que crean que han sido curados o que incluso se encuentran enfermos, sin llegar al hipnotismo.
La Revista Viva Cien Años y sus colaboradores permiten el acercamiento a algunos de los debates en el campo de la psiquiatría y la psicología a través del curanderismo y la sugestión, algo que ya en 1905 Pedro Barbieri había hecho mediante sus trabajos científicos en La Plata. Sin embargo, ahora la diferencia radica en que estas notas no están destinadas a un público lego, al contrario, son para personas que no tienen una formación en medicina. Es decir, la revista era un órgano de difusión de las ideas imperantes en la época sobre la eugenesia, por lo tanto, el curanderismo y las prácticas ligadas a la salud mental necesariamente debían ser analizadas. Es por ese cariz de divulgación que su principal público era la mujer, guardiana del hogar y cuidadora por excelencia desde el discurso médico.
A lo largo de las páginas precedentes, se ha realizado un repaso de algunas de las posturas de las editoriales publicadas en la Revista Viva Cien Años. Así entonces, es realmente interesante analizar de qué manera el debate de la sugestión como algo pernicioso para la población, que en teoría estaba superado, es redimensionado a la luz de la expansión de la psicología y psiquiatría en Argentina. Además, no debe perderse de vista que la revista tiene una línea editorial eugénica que busca la armonía entre el cuerpo y la mente. Esto último se halla subyacente en todos los escritos analizados. Asimismo, los artículos ponen en cuestionamiento que las técnicas empleadas por los curanderos y charlatanes sean del todo perniciosas, siempre y cuando estén empleadas por profesionales, entiéndase psicólogos y psiquiatras. El curanderismo es un mal social que debe ser erradicado, de eso no cabía duda, lo cual no implicaba que sus técnicas no podían ser útiles en manos expertas. La nueva disciplina psicológica y la no tan nueva psiquiatría vieron en estas prácticas una forma de reafirmar su autoridad, apelando a tácticas conocidas por la población, salvo que en esta oportunidad sería un médico quien las aplicara. En consecuencia, la sugestión puede ser legitimada porque un médico lo dice, y la Revista Viva Cien Años intentó hacer esto.