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Persona y Bioética

On-line version ISSN 2027-5382

pers.bioét. vol.18 no.1 Chia Jan./June 2014

 


HACIA UNA BIOÉTICA DEL ASOMBRO:
APORTES PARA UNA BIOÉTICA PERSONALISTA

TOWARDS A BIOETHICS OF WONDER:
CONTRIBUTIONS TO PERSONALIST BIOETHICS

RUMO A UMA BIOETICA DO ASSOMBRO:
CONTRIBUIÇÕES PARA UMA BIOÉTICA PERSONALISTA

Carlos Alberto Rosas-Jiménez1

1 Biólogo. Miembro de la Fundación Colombiana de Ética y Bioética, FUCEB, Colombia.
carlosalbertorosasj@gmail.com

FECHA DE RECEPCIÓN: 2013-11-27 / FECHA EN ENVIO A PARES: 2013-11-28 / FECHA DE APROBACIÓN POR PARES: 2014-01-20 / FECHA DE ACEPTACIÓN: 2014-01-20



RESUMEN

A comienzos de la década del 2000 ya se mencionaba que una de las cuestiones que aquejaba la Bioética era la falta de asombro. En la actualidad vemos que el paciente, el débil y el indefenso han pasado a ser clientes u objetos puestos a disposición de caprichos personales, comunitarios o empresariales basados en la funcionalidad o utilidad que pueda tener una vida en particular. Es por eso que en este trabajo proponemos el asombro como una actitud que permite no solo situar a la persona humana como centro y punto de partida de la reflexión bioética, sino que en dicho centro esté de manera preponderante el que más sufre, el débil y el indefenso.

PALABRAS CLAVE: bioética, defensa del paciente, relaciones médico-paciente, ética médica (fuente: DeCS, BIREME).



ABSTRACT

By the early 2000s, it was already being mentioned that one of the issues affecting bioethics was a lack of wonder or amazement. Today, we see the patient, the weak and the helpless have become clients or objects placed at the disposal of personal, community and entrepreneurial whims based on functionality or utility that can take on a life of its own. Accordingly, the authors of this article propose wonder or amazement as an attitude that not only makes it possible to place the human being at the center and starting point of bioethical reflection, but it is those who suffer the most, the weak and the defenseless, who are predominantly at that center or starting point.

KEY WORDS: Bioethics, patient advocacy, physician-patient relations, ethics, medical (source: DeCS, BIREME).



RESUMO

No início da década de 2000, já se mencionava que uma das questões que afetava a bioética era a falta de assombro. Na atualidade, vê-se que o paciente, o fraco e indefeso, passaram a ser clientes ou objetos postos à disposição de caprichos pessoais, comunitários ou empresariais baseados na funcionalidade ou utilidade que possa ter uma vida em particular. É por isso que, neste trabalho, propõe-se o assombro como uma atitude que permite não somente situar a pessoa humana como centro e ponto de partida da reflexão bioética, mas também que, nesse centro, esteja de maneira preponderante o que mais sofre: o fraco e indefeso.

PALAVRAS-CHAVE: bioética, defesa do paciente, relações médico-paciente, ética médica (fonte: DeCS, BIREME).



INTRODUCCIÓN

La Bioética ha tenido un amplísimo desarrollo desde el momento en que se constituyó como ciencia; sin embargo, esto no necesariamente ha sido positivo a todo nivel. El problema, según Juan María de Velasco (1), está en que la profusión de ideas y teorías no solo contribuye al enriquecimiento ético, sino que también puede conducir a la confusión y a la falta de criterios para priorizar un sistema moral sobre otro, introduciendo incertidumbre en la toma de decisiones, con el riesgo de generar una Bioética de procedimientos, sin valores qué defender y vacía.

En el fondo, poco a poco la bioética ha ido perdiendo la centralidad de la persona humana. Por ejemplo, en el principialismo, los principios de beneficencia, autonomía y justicia son considerados como absolutos y, sobre todo, no aclaran qué se debe entender, por ejemplo, por bien de la persona o por autonomía del individuo; así mismo, la formulación de estos principios sin una fundamentación ontológica y antropológica hace que estos se vuelvan estériles y confusos (2).

Si bien la Bioética tiene un amplio horizonte de trabajo —como ha quedado evidenciado en los últimos años—, si no existe una clara preocupación por el ser humano, toda reflexión posterior queda vacía y las soluciones de asuntos precisos, las propuestas y los juicios terminan resolviendo casos, pero no salen al encuentro de personas concretas. Dichas desviaciones de la Bioética pueden ser revisadas en Outumuro (3) y Rosas (4).

El personalismo, que se caracteriza por darle centralidad a la persona humana haciendo de esta la clave arquitectónica de su antropología (5), ha tenido gran influencia en la reflexión bioética de la última década; tanto así, que Guerra (6) llega a decir que la Bioética debe ser personalista no por adscripción de escuela sino principalmente por exigencia intrínseca al momento de pretender constituirse como ciencia estricta.

La Bioética personalista, según Burgos (5), encuentra una fundamentación teórica lo suficientemente sólida en la corriente específica de la tradición realista. Por esta razón, el mismo Burgos menciona que el personalismo emplea un método propio que es una modulación del método fenomenológico (5). Esta consideración de la realidad como punto de partida nos lleva a pensar en el asombro, pues como dice Guiu (7), este nos abre totalmente a los datos de la realidad.

Ya desde el año 2000, Del Barco (8) hablaba de la bioética como asombro, y a manera de diagnóstico, Figueroa mencionaba que una de las cuestiones que la aquejaba era la falta de asombro (9). Una vez que se inició el desarrollo de la Bioética, los académicos comenzaron de inmediato su frenética marcha e impertérritos avanzaron elaborando principios, proclamando códigos, determinando procedimientos, fijando deberes, prescribiendo obligaciones, muchas veces sin tener en cuenta que su trabajo debe estar siempre enfocado en la persona, cayendo en lo que Figueroa llama "publish or perish" (10). Esta situación es, en palabras de Figueroa, "un acontecimiento estremecedor" (10), pues fue de una magnitud tal, que llevó a poner en tela de juicio muchas de las convicciones sostenidas durante milenios en el área de la salud, por ejemplo, el juramento hipocrático, paradigma del respeto por la persona, que ha conservado su vigencia después de 25 siglos y que es modelo de comportamiento profesional no solo para la medicina sino para todas las profesiones.

En la actualidad vemos que el paciente, el débil y el indefenso no son vistos siempre con una mirada reverente, sino que han pasado a ser clientes u objetos puestos a disposición de un utilitarismo científico, caprichos personales, intereses comunitarios o empresariales basados en la funcionalidad o utilidad que pueda tener una vida humana en particular. Por esta razón, en este trabajo proponemos el asombro como elemento fundamental de la Bioética, a través del cual esta no solo puede oxigenarse, sino que le permite volver a las raíces de la misión del quehacer médico y de la atención en salud. Para ello pretendemos evidenciar la necesidad de una fundamentación filosófica personalista para la disciplina, realizar una descripción del asombro, de su papel en la filosofía y de sus puntos de partida o presupuestos que lo ubican como actitud fundamental en el cultivo de los valores bioéticos. De esta manera, esperamos contribuir dando elementos a la fundamentación personalista de la Bioética no solo para que la persona humana vuelva a estar en el centro de esta reflexión, sino que lo estén de manera preponderante el que más sufre, el débil y el indefenso.


LA REALIDAD COMO PUNTO DE PARTIDA

El mundo que el ser humano observa e indaga, antes de cualquier otra consideración, existe: no se trata de una ilusión ni de un sueño con los ojos abiertos. Nos dicen Bersanelli y Gargantini (11) que quien ha probado el desafío de conocer o se ha dedicado a la investigación, sabe bien que la naturaleza no obedece a su fantasía, pues la existencia de las cosas es objeto de reconocimiento no de demostración. El dato que tenemos delante de nosotros es algo que se nos ofrece, algo con lo cual nos encontramos, es una realidad dada.

En su libro El descubrimiento de la realidad, Josef Pieper (12) define realidad como todo aquello que es independiente del sujeto. Por esta razón, la realidad (el objeto, la cosa) determina al entendimiento humano actuando como forma sustancial externa. Es por eso que el entendimiento "en acto", dice Pieper (12), es posterior a la realidad, pues esta última lo precede y lo determina. El entendimiento es algo segundo, dependiente, no es "de por sí". Cada cosa que existe tiene un valor por el mismo hecho de ser. Hay un valor inherente a cada piedra, a cada gota de agua, precisamente por el hecho de ser, porque posee su propio ser, por ser tal cosa y no otra. La realidad de las cosas es independiente de la persona que las considera y está fuera del alcance de la arbitrariedad de su voluntad.

Vale la pena aclarar que si algo existe, lo más obvio, es que nos demos cuenta de que existe. Como dicen Bersanelli y Gargantini:

Darse cuenta de la presencia de las cosas es la primera y fundamental tarea del hombre que indaga: es de esta extraña pasividad de donde nacen la curiosidad, las preguntas y el deseo de conocer. Quizá por esta razón, en el fondo de toda persona que busca conocer hay algo que, como en un niño, mantiene sus ojos abiertos de par en par y sedientos de realidad (11).

No podemos dejar de lado la realidad, no podemos hacer caso omiso de ella. La razón humana es despertada y se conmueve, en primer lugar, por la existencia de la realidad; en consecuencia, es en sí misma un estímulo para nuestra razón. No podemos adjudicarle o atribuirle u obligar a la razón a que haga otra cosa, si no es dar cuenta de la pura presencia de las cosas.

De acuerdo con la propuesta de la filosofía perennis, encabezada por Aristóteles y Santo Tomás, decimos que el punto de partida del conocimiento no es, como para Descartes y los modernos en general, "yo tengo conciencia del conocer", sino, "yo tengo conciencia de conocer al menos una cosa: que algo es" (13). En el análisis del proceso del conocimiento, Maritain, como uno entre varios pensadores de esta corriente filosófica, insiste mucho, contra Descartes, en que el objeto de conocimiento no es la idea de la cosa, sino la cosa misma, a través de la idea o concepto; es decir, el concepto no es obiectum quod del conocimiento, lo que se conoce, sino "medium quo", aquello mediante lo cual se conoce, y que solo por una reflexión, que es una segunda intención, se hace objeto de conocimiento él mismo (14).

Para Maritain, dice Martínez (14), el error fundamental de Descartes y con él de toda la filosofía moderna ha sido tomar las "ideas" por objetos de conocimiento. Si el punto de partida es inmanente no puede llevarnos a lo trascendente, porque no se da lo que no se tiene, y la filosofía no es más que la explicitación de su punto de partida. Pero la experiencia nos muestra que lo que inicialmente conocemos no son nuestras ideas, sino las cosas, y solo por reflexión podemos llegar al concepto del concepto.

¿Por qué entonces a veces hacemos caso omiso de la realidad, y no le damos la centralidad que realmente tiene? Porque, entre otras cosas, como dice Peter Medawar2, "podemos perder de vista con frecuencia 'lo que tenemos ante nuestros ojos', o porque no encaja entre lo que consideramos como verdad posible, o porque consideramos que no puede ser cierto" (11). Ante este panorama proponemos el asombro como aquello que nos permite apreciar y acercarnos mucho mejor a nuestra propia realidad y a la que nos rodea, a lo cual dedicaremos ahora nuestra atención.


EL ASOMBRO

Según el diccionario de la Real Academia Española, la palabra asombro quiere decir susto, espanto o gran admiración. Santo Tomás de Aquino se preocupa por distinguir cinco términos que parecen significar lo mismo: pensamiento (cogitatio), meditación (meditatio), especulación (speculatio), admiración (admiratio) y contemplación (contemplatio) (15). Por su parte, Aristóteles, siguiendo a su maestro Platón, pone el origen de la filosofía en el sentimiento llamado , el cual sería traducido por los medievales por admiratio; en castellano hay dos vocablos que podrían competir a la hora de prestar fidelidad al griego thaumasein: tales son "admiración" y "asombro"; no así "estupor" (15). El doctor Cruz hace una distinción minuciosa entre admiración y asombro (15); sin embargo, dado que comúnmente se entienden como sinónimos, de igual manera serán así tratados en el presente trabajo.

Entre lo que podemos llamar asombro, Held (16) habla de las formas de asombrarse de todas las culturas; las cuales se dejan desglosar en tres tipos elementales: el maravillarse frente a algo nuevo, la admiración por una persona excepcional y la fascinación frente a algo grandioso o sublime. No obstante, en todos estos casos el admirarse por algo es caracterizado por el hecho de que es suscitado por algo inhabitual que provoca la atención de quien se asombra. La atención se dirige a algo singular, que destaca de su fondo familiar y que se desvía de lo normal a lo que estamos acostrumbrados. En este caso lo habitual es algo sabido de alguna manera por el hombre asombrado, pero nunca se vuelve tema de su atención. El asombro que despierta la filosofía se diferencia radicalmente de esto, dice Held (16), pues se dirige precisamente al trasfondo de lo acostumbrado; ese fondo, que hasta ahora permanecía obvio y oculto, de pronto aparece como algo absolutamente no-obvio e insólito.

"El asombro —nos dice Heidegger— sostiene y domina por completo la filosofía" (17), puesto que en el fondo lo que hace es despertar y sostener naturalmente la pregunta por el ser (7). En la filosofía el asombro es como "el temple de ánimo fundamental" (17). Pieper (18) dice que no es simplemente el principio de la filosofía en el sentido de initium, comienzo, primer estadio, primer escalón, sino en el principium, origen permanente, interiormente constante del filosofar. Siguiendo a Heidegger, el asombro es arjé:

El asombro es en tanto (pathos) la (arjé) de la filosofía. La palabra griega debemos comprenderla en su sentido pleno. Nombra aquello desde donde algo proviene. [...] El del asombro no está simplemente al comienzo de la filosofía al modo como, por ejemplo, el lavado de las manos precede la operación del cirujano. El asombro sostiene y domina por completo la filosofía (pp. 53-54) (19).

Dice Guiu (7) que ya desde los inicios de la filosofía, Platón y Aristóteles proponían que no hay filosofar sin admirarse, sin asombrarse o maravillarse. Platón decía que el asombro es el origen de la filosofía, que nuestros ojos nos "hacen participes del espectáculo de las estrellas, del sol y de la bóveda celeste" (p. 7) (20). Aristóteles por su parte afirmaba: "Pues la admiración es lo que impulsa a los hombres a filosofar: empezando por admirarse de lo que les sorprendía por extraño, avanzaron poco a poco y se preguntaron por las vicisitudes de la luna y del sol, de los Astros y por el origen del universo" (p. 7) (20).

El asombro viene siendo un rasgo filosófico que nos permite reconocer si nos encontramos ante una actitud propiamente filosófica o no, y como dice Urteaga (21), descubrimos que sin asombro la vivencia filosófica se nos escapa.

Es pues, este asombro, el que queremos abordar aquí. El asombro no conduce únicamente a hacer filosofía, sino que teniendo en cuenta unos presupuestos fenomenológicos y antropológicos, una persona puede experimentar el asombro y es capaz, en lo cotidiano, de ir al fondo de la realidad que lo rodea y de su propia realidad, y pueda así comprometerse con dicha realidad. A continuación dedicaremos la siguiente sección para desarrollar los presupuestos mencionados.


PRESUPUESTOS FENOMENOLÓGICOS DEL ASOMBRO

a) Supone la posibilidad de lo real

Es necesario recordar que asombrarse tiene que ver directamente con el estar situado en la realidad, que el hombre se descubra anclado en ella. Esto nos lo recuerda Milllán-Puelles (22) agregando que si bien el asombro va más allá de nuestras evidencias inmediatas y de nuestras explicaciones, cuenta con ellas. Aquello que afirma Gabriel Marcel (23) sobre la contemplación podríamos decirlo aquí también del asombro: "la contemplation n'est possible que pour un être qui a assuré ses prises sur la réalité; elle est au contrarire inconcevable pour quelqu'un qui flotte en quelque sorte à la surface du réel"3.

El que se asombra y únicamente él, dice Pieper (18), es quien lleva a cabo en forma pura aquella primaria actitud ante lo que es, pura captación receptiva de la realidad, no enturbiada por las voces interruptoras del querer. El asombro, dice Guiu (7), nos permite estar más atentos porque nos abre totalmente a los datos de la realidad, nos deja provocarnos por ella, nos empuja a interactuar con ella, nos lleva a responder poniendo en juego nuestra capacidad racional; pero no solo la pone en juego, sino que lejos de suponer algún elemento irracional, el asombro tiene un fundamento razonable. El ser-asombrado está al principio no solo de un procedimiento singular del pensamiento, sino también de la facultad misma del pensar (24). Como bien dice Perlado (25): "el asombro es poner de rodillas a la inteligencia ante la naturaleza".

Esta racionalidad presente en el asombro es lo que le otorga la posibilidad de tener certezas. Comprender que el asombro supone lo real implica que la realidad no se nos escapa y que podemos tener certeza de algo porque tenemos la realidad delante de nosotros o porque ella misma es el objeto de estudio. Quizá esta falta de asombro en el quehacer filosófico, y actualmente en la vida humana en general, es lo que ha llevado a la pérdida de las certezas, algo que describe muy acertadamente Hannah Arendt: "lo que en la edad moderna se perdió no fue, naturalmente, la capacidad para la verdad, la realidad y la fe, ni la concomitante e inevitable confianza en los sentidos y la razón, sino la certeza que antes le acompañaba" (11). Esta postura es la consecuencia lógica de alguien que ha perdido el sentido de la realidad, y para quien la realidad ya no constituye el elemento central que le permite tener certeza de que las cosas existen o de que conoce lo que existe, lo que está ahí, que es real.


b) Parte de la observación

Italo Calvino decía que quizás la primera norma que debo imponerme es atenerme a lo que veo. Pero la observación va más allá de los sentidos; Romano Guardini decía que "el acto esencial del ojo consiste en aprehender, en lo dado de manera directa, la realidad auténtica que en ella aparece" (26).

Se da por supuesto muchas veces que ya se observó, cuando en realidad no es así, pues como dice Alexis Carrel4: "el inventario de las cosas que podían conducirnos a un mejor conocimiento del ser humano ha quedado incompleto; debemos pues volver hacia atrás, hacia la observación ingenua de nosotros mismos en todos nuestros aspectos, sin rechazar nada y describiendo con sencillez cuanto vemos" (11). Es necesario ejercitar el ojo para abrirse al asombro (25). Una mirada que trae consigo una buena dosis de asombro nos permite comprender la realidad que nos rodea. Ortega y Gasset decía:

Sorprenderse, extrañarse, es comenzar a entender. Es el deporte y el lujo específico del intelectual. Por eso su gesto gremial consiste en mirar al mundo con los ojos dilatados por la extrañeza. Todo en el mundo es extraño y es maravilloso para unas pupilas bien abiertas. Esto, maravillarse, es la delicia vedada al futbolista, y que, en cambio, lleva al intelectual por el mundo en perpetua embriaguez de visionario. Su atributo son los ojos en pasmo. Por eso los antiguos dieron a Minerva la lechuza, el pájaro con los ojos siempre deslumbrados (27).

Mediante el thaumazein (asombro) dice Held (16), el mundo sale de su estado de ocultamiento. Comenzamos a ver lo que con una mirada superficial no podemos ver. Richard Feynman5, físico teórico que formó parte del grupo que llevó a término la fabricación de la primera bomba atómica, decía que cuando miramos algo con suficiente profundidad, la misma emoción, el mismo respetuoso temor, el mismo misterio vuelve a aparecer una y otra vez, y que con el mayor conocimiento llega un misterio más profundo y maravilloso, que nos incita a penetrar en él más hondamente (11).

La profundidad de la observación se da porque en el fondo, como decía Guardini, "las raíces del ojo se encuentran en el corazón" (26). El verdadero asombro implica entonces una apertura de corazón, no solo de los sentidos o del entendimiento.


c) La reverencia

La reverencia es una actitud de aquel que cuando se encuentra con los seres permanece en silencio para darles la oportunidad de hablar, sabe que el mundo del ser es más grande que él mismo, que no es un dominador que pueda hacer con las cosas lo que quiera, y que debe aprender de la realidad, y no al revés (28). Por el contrario, dicen los Hildebrand (28), la persona irreverente no puede nunca albergar el silencio en su interior; nunca da a las situaciones, a las cosas, a las personas, la oportunidad de desplegar su propio carácter y valor; se aproxima a todo de una manera impropia y con una falta de tacto tal que se observa solo a sí misma, se escucha solo a sí misma, y se desentiende del resto, no mantiene una distancia reverente con el mundo.

A lo largo de la historia siempre ha habido quienes han sido más o menos reverentes, pero dado el bombardeo de ruido y flujo de información por los medios de comunicación, sí es más difícil ser reverente hoy en día. Decía von Hildebrand: "Ahora hemos pasado al extremo contrario de hipertrofia de los sentimientos y las emociones, pero siempre dentro de una concepción mecanicista del hombre, de manera que cada vez es mayor la tecnificación de la vida humana y, por consiguiente, la falta de reverencia y la ceguera" (28).

Albert Schweitzer (1875-1965) propuso la reverencia por la vida como un concepto base de la Bioética, tanto así, que Goldim y Santana (29) dicen que comprender las contribuciones de Albert Schweitzer es fundamental para entender la Bioética como un todo. Schweitzer dice que la reverencia por la infinitud de la vida significa la remoción de la alienación, la restauración de la empatía, de la compasión y de la simpatía (29).

Contraria a la reverencia tenemos la irreverencia, que puede ser de dos clases según esté enraizada en el orgullo o en la concupiscencia. No vamos a profundizar aquí en estos aspectos, pero sí haremos a continuación una descripción de aquella actitud diametralmente opuesta al orgullo, que es la humildad.


PRESUPUESTOS ANTROPOLÓGICOS DEL ASOMBRO

a) Requiere humildad

El asombro es siempre apostar por vivir todo lo sencillo, vivir asombrados es apostar por vivir con sencillez las cosas de cada día (30). Este concepto lo explica más detalladamente Irízar como sigue:

El sentimiento de admiración que está en el inicio de toda reflexión sapiencial solo es posible gracias a una actitud fundamental de humildad: el reconocimiento de la propia ignorancia y de los límites de la propia inteligencia. Es así como el ser humano queda radicalmente capacitado para avanzar en el camino que lo conduce al hallazgo de respuestas cada vez más fundantes, pues, gracias a la humildad, somos conscientes de la riqueza insondable de la realidad y, al mismo tiempo, de la limitada capacidad del entendimiento humano para abarcar y penetrar dicha realidad en toda su complejidad y amplitud. La persona humilde sabe que detrás de cada interrogante resuelto late una nueva pregunta que le incita a avanzar respetuosa y atenta por los senderos que cosas, hechos y personas le señalan. El humilde es, por consiguiente, sumamente dócil, esto es, habitualmente dispuesto a dejarse enseñar por la realidad y por los demás (31).

Aristóteles ya lo había señalado diciendo que la admiración proviene de la conciencia de la propia ignorancia, de saber que no se sabe, sin lo cual es imposible buscar el saber y salir de esa ignorancia consciente (7). Muchos filósofos y científicos, por estar pensando en construcciones demasiado elaboradas, razonando y elucubrando cómo explicar la realidad, pierden de vista lo esencial, pues como decía Alexis Carrel, son muchas más las mentes capaces de construir un silogismo que las que saben captar exactamente lo concreto (11). En el fondo, todos esos razonamientos creados por ellos mismos, en muchos casos, son fruto de una desconfianza en la realidad con una dosis exagerada de confianza en sus propios razonamientos.

Werner Heisenberg6, científico dedicado a su labor investigativa, afirmaba en referencia a los hallazgos obtenidos en su trabajo: "que estas relaciones internas muestren, en toda su abstracción matemática, un grado de increíble sencillez, es un don que solo podemos aceptar con humildad. Ni siquiera Platón habría podido creer que fueran tan bellas. Estas relaciones, en efecto, no pueden ser inventadas. Existen desde la creación del mundo" (11).

La humildad es entonces esa pieza clave del asombro que hace posible ver la realidad tal cual es, para que con mayor nitidez permita que esta misma realidad resuene en el interior del sujeto que se aproxima a ella.


b) Implica responsabilidad

No es asombrarse por asombrarse lo que aquí nos interesa; no es un simple entusiasmarse por la realidad. El asombro nos conduce a compenetrarnos de manera más estrecha con aquella. Esa realidad de la cual nos hemos asombrado nos afecta, nos toca en lo profundo de nuestro ser, no podemos ser indiferentes a ella. La responsabilidad es lo que cierra el ciclo del conocimiento y de la comprensión de la realidad y del asombro.

¿Dónde están pues los que alguna vez se asombraron con el desarrollo tecnológico en la época de la Revolución Industrial? ¿Dónde están quienes dieron rienda suelta a su afán investigativo y luego se desentendieron de los macabros efectos de las genocidas armas y bombas de las dos guerras mundiales? ¿Dónde están quienes fascinados con sus ideas o propuestas políticas o filosóficas las lanzaron sin pensar a la sociedad y pasados los años han sido causa de destrucción de numerosos pueblos alrededor del mundo y de incontables injusticias?

No quiere decir que no haya habido personas, científicos y hombres con buenas intenciones y deseos puros de conocer y avanzar en el conocimiento de la tecnología, la política o las ciencias humanas; sin embargo, cierto es que solemos decir y hacer cosas sin entender o sin querer ser responsables de estas y sin pensar que tenemos que hacernos cargo de ellas y de sus consecuencias. Bien lo decía Shell (32), que al renunciar a todo compromiso, la persona queda fuera de la realidad, la existencia es superficial, sin contenido, mediocre, y se llega al conformismo.

Aunque el asombro no resulta nunca limitado, no avanza a rienda suelta (11), hay algo que en la realidad es digno de un asombro mayor, "el otro", como veremos a continuación. Si bien el asombro no resulta nunca limitado y el propio conocimiento es motivo de un asombro mayor, como dicen Bersanelli y Gargantini (11), no dejamos que el asombro vaya a rienda suelta porque sí nos conduce a algo importante.


c) El asombro nos lleva al encuentro con el misterio que es "el otro"

En su obra titulada Asombro, Francisco Cerro menciona que "solo el asombro nos abre al misterio" (30). Con el asombro nos percatamos de que nuestra atención crece tanto que podemos darnos cuenta de muchos detalles que podrían pasar inadvertidos, pero que al tenerlos presentes van construyendo una percepción mucho más profunda de la realidad. Existe algo en la vida misma que es motivo de asombro y que no es fácil de explicar. Albert Einstein, con palabras muy sencillas y claras se refería a la realidad del misterio de la siguiente manera:

La más bella y profunda emoción que podemos probar es el sentido del misterio. En él se encuentra la semilla de todo arte y de toda ciencia verdadera. El hombre para el cual no resulta familiar el sentimiento del misterio, que ha perdido la facultad de maravillarse y humillarse ante la creación, es como un hombre muerto, o al menos ciego [...]. Nadie puede sustraerse a un sentimiento de reverente conmoción contemplando los misterios de la eternidad y de la estupenda estructura de la realidad. Es suficiente que el hombre intente comprender solo un poco de estos misterios día a día sin desistir jamás, sin perder nunca esta sagrada curiosidad (11).

De igual manera, Francesco Redi, tocado en su interior por la grandeza de las cosas que observaba en la naturaleza, decía que su asombro proviene del reconocimiento de un orden divino en el mundo, mientras que hoy se tiende a considerar al mundo como una materia prima puesta a nuestra disposición (11).

Pues bien, sin el asombro, el hombre caería en la repetitividad y, poco a poco, sería incapaz de vivir una existencia verdaderamente personal (25). Ser asombrado, dice Serretti (24), es encontrar a otro que no soy yo, que está fuera de mí y que, sin embargo, se diferencia en mí hasta alcanzar el punto en el que puedo devenir yo mismo; el otro —continúa Serretti—, es fuente de asombro y de maravilla, y en ese ser asombrado se preanuncia el misterio de la mayor grandeza del otro. En esa misma línea Romano Guardini define la persona como "aquel hecho que provoca, una y otra vez, el asombro existencial" (33). Por esta razón, como bien menciona Ugarte (34), la capacidad de admiración facilita notablemente la relación con los demás, porque genera en nosotros la inclinación a descubrir toda la riqueza que hay dentro de ellas, sus cualidades y valores, y favorece la comprensión que es visión objetiva de la riqueza que hay en una persona, pues se ven los defectos y las limitaciones, sin producir ningún rechazo sino afán de ayudar al otro a superarlos.

A lo largo de la historia los científicos han estado interesados por conocer y manejar la naturaleza e incluso por manipular la vida. Los adelantos biotecnológicos en los últimos cincuenta años han permitido manipular la vida desde su comienzo sin que se hayan preguntado en realidad por aquello que está entre sus manos. La vida es un misterio, estamos constituidos de hidrógeno, oxígeno, carbono, nitrógeno, calcio, fósforo y otras sustancias, y tenemos capacidad de crecer, de reparar una herida, de comer alimentos y convertirlos en tejidos propios. Una persona está viva y cinco minutos después puede estar muerta y comienza un proceso de descomposición que no podemos detener. Se manipula la vida en varias de sus etapas, pero no se le respeta; puede ir a parar a un cesto de basura, arrojada por el inodoro o permanecer congelada en su etapa embrionaria por varios años. Se sabe cómo se forma un embrión humano pero ya no se tiene asombro ante ese hecho, se hace con él lo que más le conviene a quien se cree su dueño, desconociendo que una vida humana es algo revestido de dignidad, y por tanto es merecedora de todo respeto.

La Bioética debe partir de la persona humana. En su reflexión está llamada a defender la vida humana, pero es más, hombres y mujeres, cualquiera que sea su condición social, racial o religiosa, están llamados a defenderla en todas sus etapas de desarrollo, desde la concepción hasta su muerte natural. No obstante, esto no será posible si no se adopta el asombro como una actitud bioética.


CONCLUSIÓN

Para Platón y Aristóteles (35) la filosofía nace de la admiración y de la extrañeza. Todo hombre es por naturaleza filósofo, como dicen Guiu (7) y otros filósofos; así que podríamos asegurar que el asombro es pieza clave en todo ser humano para conocer y apreciar la realidad que lo rodea. Independientemente de que se nos pueda llamar filósofos o no, sí podemos resaltar la necesidad del asombro que tiene toda persona para poder conocer, entrar en contacto con la realidad e interactuar con ella. Decía Hegel que el hombre sale de la condición natural o animal por la admiración, y que el hombre que todavía no se admira de nada vive en el estado de estupidez e imbecilidad, en el cual nada le interesa, porque vive para sí mismo, sin haberse separado y desligado aún de los objetos y de su existencia inmediata (15).

Podemos concluir que el asombro no solo fue una actitud clave en el pensamiento de los primeros filósofos de la historia, que es el arjé de la filosofía, sino que está fundamentado en presupuestos fenomenológicos (supone la posibilidad de lo real, observación y reverencia) y antropológicos (humildad, responsabilidad y apertura al misterio que es el otro) que permiten aproximarse de una manera detallada a la realidad, descubriendo en ella la centralidad de la persona humana, y en particular de la vida del débil, del que sufre y del indefenso. Por esta razón constituye pieza clave como actitud en la reflexión bioética y en el trato cotidiano con pacientes o cualquier persona sumida en una experiencia de dolor y sufrimiento.

El asombro implica un compromiso con la realidad, pues esta toca profundamente a la persona que se asombra. Es por eso que queremos acentuar el hecho de que el asombro en la Bioética nos conduce a ser responsables; el asombro no tiene nada que ver con una actitud pasiva, idílica, irenista, que vuela por las nubes y se desentiende de la realidad. Por el contrario, remite constantemente al hombre a una actitud de apertura de mente y de corazón, que le permite interactuar con la realidad y hacerse cargo de ella.

Es interesante que hayamos podido incluir en esta reflexión sobre el asombro varias citas de científicos, quienes algunas veces son tildados de "duros de corazón", pragmáticos, insensibles y cerrados a la realidad. En el presente trabajo hemos dado unos ejemplos que ilustran todo lo contrario. ¿No será que esta misma actitud de los científicos mencionados la deberían adoptar muchas personas dedicadas a la Bioética o en el área de la salud, que terminan viendo solo lo que quieren ver y no se abren a la realidad que se les presenta?

Dice Gonzalo Herranz (36): "el respeto ético se incuba, no solo en el fundamento metafísico, sino también en el asombro biológico, en la mirada contemplativa". La reverencia por la vida ya había sido propuesta por Albert Schweitzer desde antes de ser acuñado el término Bioética por van Ransselaer Potter. Es por eso que pensamos que la Bioética debe abrirse a un nuevo horizonte, que debe volver a sus raíces, a la raíz de lo que significa el trato con el ser humano enfermo, el débil y el necesitado de ayuda. La vida de aquellos parece hoy día más bien un estorbo, pero como dice Cerro (30), la vida no es un problema, es más bien un misterio que nos asombra cada día y que nos lleva al agradecimiento. Por tanto, el profesional en Bioética y todo trabajador en el área de la salud tiene que estar atento a una gran cantidad de datos que ayudado por el asombro podrá evitar que pasen de largo, y estar más atento a lo compleja y a la vez frágil que es la vida.

Quisiéramos terminar con unas palabras de José Luís del Barco (8) que hacen este reclamo por el asombro para aproximarse correctamente a la vida humana: "¡Ah, la vida! ¡El gran misterio de esfinge colocada en los caminos por donde los hombres pasan como una interrogación recabando una respuesta! ¡Manantial del asombro y semillero del pasmo! ¡Madre de la admiración! ¡Destino del homenaje y objetivo del respeto! ¡La a la vez débil y fuerte!".


2 Biólogo británico (1915-1987). Sus estudios impulsaron las investigaciones en la inmunología del trasplante. Recibió el Premio Nóbel de Medicina y Fisiología en 1960.

3 "La contemplación no es posible sino para un ser que tiene asegurados sus asideros sobre la realidad; por el contrario, esta es inconcebible para alguien que flota de alguna manera en la superficie de lo real" (traducción del autor).

4 Licenciado en medicina (1873-1944). Se dedicó a la investigación en cirugía vascular. En 1912 ganó el Premio Nóbel de Medicina y Fisiología.

5 Físico estadounidense (1918-1988). Fue uno de los fundadores de la electrodinámica cuántica. Por sus investigaciones en este campo recibió el Premio Einstein en 1954 y el Nóbel de Física en 1965.

6 Físico alemán (1901-1976), alumno de Niels Bohr. Fue uno de los fundadores de la mecánica cuántica. Recibió el Premio Nóbel de Física en 1932.



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Rosas-Jiménez CA. Hacia una Bioética del asombro: aportes para una Bioética personalista. pers. bioét. 2014; 18(1):22-34.

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