INTRODUCCIÓN
La familia y el ambiente familiar han sido temáticas abordadas con gran interés debido a su influencia sobre el desarrollo y el comportamiento de los hijos (García-Núñez, 2005; Newcomb, Mineka, Zinbarg y Griffith, 2007). Es la familia quien permite el desarrollo de habilidades sociales y emocionales de los hijos a través de diferentes acciones (Cuervo, 2010).
Las actitudes, creencias y comportamientos de los padres tienen una influencia importante en el desarrollo de los hijos (Isaza y Henao, 2011), ya que impactan en su personalidad e identidad (Shahsavari, 2012), en el desarrollo socioemo-cional (Andrade, Betancourt, Vallejo, Segura y Rojas, 2012) y en la aparición de problemas internos y externos (Oliva, Parra y Arranz, 2008).
Existen pruebas de que algunas prácticas pa-rentales, como el control psicológico y la imposición, pueden estar asociadas a la presencia de sintomatología depresiva y de ansiedad (Andrade et al, 2012^ Betancourt y Andrade, 2011; Ramírez, 2007; Florenzano et al., 2009; Oliva et al., 2007) así como a problemas somáticos y del pensamiento (Betancourt y Andrade, 2011).
En su estudio, Gracia, Lila y Musitu (2005), observaron que los indicadores de ajuste psicológico en niños que informaron sentirse rechazados por alguno de sus padres, puntuaron significativamente más alto en las variables de ansiedad, depresión, trastornos somáticos, retraimiento social, agresividad y delincuencia que los niños que manifestaron sentirse aceptados por sus progenitores.
Así mismo, los estilos parentales excesivamente autoritarios, en donde se utilizan estrategias de disciplina con agresividad y sin razonamiento (Raya, Pino y Herruzo, 2009; Raya, Herruzo y Pino, 2008), castigos (Ramírez, 2007), patrones de comunicación ofensivos (Estévez, Murgui, Moreno y Musitu, 2007), escaso apoyo parental (Martínez, Murgui, Musitu y Monreal, 2008; Ló-pez-Romero, Romero y Villar, 2012), negligencia, hostilidad o permisividad, incluso diferenciado a partir del sexo de los progenitores, impactando principalmente el estilo ejercido por la madre (Tur-Porcar, Mestre, Samper y Malonda, 2012), pueden predecir la agresividad en los hijos.
La variable correspondiente al control conductual y supervisión parental ha demostrado constituirse como un factor protector de los adolescentes ante la involucración en conductas antisociales (Florenzano et al., 2009) o desafiantes (Betancourt y Andrade, 2011). En el estudio realizado por Torrente y Vazsonyi (2012), se encontró que la interacción entre la personalidad del adolescente y las prácticas parentales pueden favorecer las conductas disruptivas, específicamente el efecto entre la percepción de tener poca cercanía con los padres y percibir poca amabilidad.
En contrapartida, se ha comprobado que un estilo autoritario de crianza, que implica un claro balance entre las demandas a los hijos y las respuestas afectivas de los padres, es uno de los predictores más consistentes para el desarrollo de competencias en los niños y adolescentes (Darling, 1999) y más, en el desarrollo de competencias de regulación emocional (Sheffield, Silk, Steinberg, Myers y Robinson, 2007).
Los padres con mayor capacidad de manejo emocional y que presentan una exigencia positiva a los hijos (Alegre, 2011), así como la disponibilidad y el ejercicio de una estricta disciplina favorecen una mayor inteligencia emocional en los menores (Alegre y Benson, 2010). Otros estudios han puesto en evidencia la importancia del apoyo dialógico y la comunicación afectiva para el desarrollo de la asertividad en la disminución de conflictos en el interior de la familia (Da Dalt y Difabio, 2002; Fuentes, Motrico y Bersabé, 2003) y en la mejora del clima familiar (Ruvalcaba, Gallegos, Villegas y Lorenzo, 2013).
De igual manera, los adolescentes que perciben una relación de apoyo, comunicación y control conductual de los padres presentan menos sintomatología depresiva (Andrade et al., 2012; Betancourt y Andrade, 2012), mayor autoestima (Esteve, 2004) y mayor presencia de conductas sociales adecuadas (Laible y Carlo, 2004).
También existen escasos estudios que analizan la relación entre los estilos parentales y la resiliencia. No obstante, de acuerdo con Bulnes et al. (2008), el diálogo, el afecto, la aceptación y la implicación presentan asociaciones positivas con la resiliencia, a diferencia de la displicencia, la indiferencia y la coerción física, que presentan una relación negativa.
Actualmente, se han indagado los efectos diferenciales con respecto al sexo, tanto de los padres como de los hijos, que evalúa el estilo parental. Los resultados señalan que tanto hijos como hijas otorgan puntuaciones más altas a las madres en la mayoría de las dimensiones del estilo parental, especialmente en la comunicación (Santander et al., 2008), disciplina inductiva (Mestre, Samper, Tur y Díez, 2001) e implicación, afecto y control (Oliva et al., 2007; Laible y Carlo, 2004).
Así mismo, el efecto del soporte y el control proveniente del padre no resulta en una asociación significativa con la comprensión y regulación emocional (Henao y García, 2009), el ajuste interno, la autovaloración o las competencias sociales del adolescente (Laible y Carlo, 2004); no obstante, sí se observa una ligera interacción entre la variable de control paterno con los problemas externalizantes de los adolescentes, efecto que no se presenta al asociar esta variable con el control conductual materno (Oliva et al., 2007; Palacios y Andrade, 2008).
Así mismo, para afrontar dichos problemas, se ha encontrado que contar con habilidades socioemocionales y altos niveles de autoestima ayudan al adolescente a adaptarse con mayor facilidad a las diferentes situaciones, y a tener una mejor salud mental (Sheffield et al., 2007; Esteve, 2004), menores síntomas de ansiedad y de depresión (Latorre y Montañés, 2004).
Ahora bien, el objetivo del presente estudio fue identificar, por medio de un modelo de ecuaciones estructurales, la validez predictiva de las variables asociadas a los estilos y prácticas parentales sobre los indicadores de salud mental de los adolescentes, entendiendo a éstos como los constructos que favorecen el desarrollo positivo, y que están representados en este texto por las habilidades socioemocionales, la autoestima y la resiliencia. Así mismo, el objetivo era identificar cómo estas prácticas influyen en los indicadores de desajuste emocional y social.
El modelo hipotético se presenta en la Figura 1. Se espera que las prácticas parentales positivas como la autonomía, la comunicación, y el control conductual se relacionen positivamente con las competencias socioemocionales, la resiliencia y la autoestima, mientras que en el caso de las prácticas parentales negativas como la imposición y el control psicológico, se relacionarán con sintomatología de depresión y ansiedad, así como con conductas antisociales en los adolescentes mexicanos estudiados.
En el modelo se consideraba que las variables de autonomía, comunicación y control conductual, predecirían los indicadores positivos de salud mental, mientras que imposición y control psicológico ejercerían un valor predictivo directo sobre los indicadores de desajuste.
MÉTODO
Participantes
La muestra se obtuvo por conveniencia y estuvo compuesta por 417 estudiantes que vivían con ambos padres y que asistían a distintas escuelas secundarias de la Zona Metropolitana de Guadalajara (México). El 44% de la muestra fueron varones (edad media de 14.09 años; DT= 1.25) y el 56% mujeres (edad media de 14.35; DT= 1.20), con un rango de edad entre los doce y dieciséis años y una media global de 14.24 años (DT= 1.23).
Instrumentos
Cuestionario de características sociodemográficas para identificar edad, sexo, grado escolar. Además se solicitó información sobre la escolaridad y ocupación de los padres.
Escala de Prácticas Parentales (Andrade y Betan-court, 2008). Es un instrumento que evalúa las prácticas parentales desde la perspectiva de los hijos adolescentes. Incluye una versión de cuarenta ítems para evaluar a la madre y otra con el mismo número de reactivos para evaluar al padre. Tiene una estructura tipo Likert de cuatro puntos que van de Nunca (1) a Siempre (4). Los ítems se agrupan en las siguientes categorías: Comunicación, Control conductual, Control psicológico, Autonomía e Imposición. El alfa de Cronbach obtenido para la versión paterna fue de a= .907 y de a= .840 para la versión materna.
Para evaluar los indicadores positivos de salud mental se aplicaron los siguientes instrumentos:
Inventario Bar-On de Cociente Emocional (Bar-On Emotional Quotient Inventory-Youth Version (EQ-i-YV; Bar-On & Parker, 2000). Versión en castellano elaborada y validada por Ferrándiz, Hernández, Bermejo, Ferrando y Sáinz (2012). Es un instrumento de autoinforme constituido por sesenta ítems que se responden en una escala Likert de cuatro puntos que van de Nunca me pasa (1) a Casi siempre me pasa (4) y que evalúa cinco dimensiones: Competencias intrapersonales, Competencias interpersonales, Manejo del estrés, Adaptabilidad y Estado de ánimo. Globalmente, la escala obtuvo una fia-bilidad de a= .908
Escala de Resiliencia para Adolescentes (Resilience scale for Adolescents, READ; Hjemdal, Friborg, Stiles, Martinussen y Rosenvinge, 2006). La validación del instrumento READ con población mexicana fue realizada por Ruvalcaba, Gallegos y Villegas (2015). Se trata de un autoinforme de veintiseis ítems que se responden en una escala Likert de cinco puntos que van desde Totalmente en desacuerdo (1) a Totalmente de acuerdo (5). Valora cinco dimensiones: Competencia personal, Competencia social, Cohesión familiar, Recursos sociales y Orientación a metas. La escala total obtuvo un alfa de Cronbach de .886
Escala de Autoestima (Rosenberg Self-Esteem Scale, RSES; Rosenberg, 1965) Adaptación realizada por Atienza, Moreno y Balaguer (2000). Se trata de una escala unifactorial que evalúa en diez ítems la autoestima de los adolescentes. El índice de fiabilidad obtenido para este estudio es de un alfa de Cronbach de .782.
Para la evaluación de los indicadores negativos, se aplicaron las siguientes escalas:
Escala de Ansiedad Manifiesta en Niños Revisada (Children's Manifest Anxiety Scale, CMAS-R; Reynolds y Richmond, 1997). Es un instrumento de respuesta dicotómica, que valora el nivel y la naturaleza de la ansiedad en niños y adolescentes. Consta de treinta y siete ítems incluidos en tres subescalas: Ansiedad, Inquietud e Hiper-sensibilidad y la subescala de Preocupaciones sociales. Así mismo, cuenta con una escala de Mentira, diseñada para detectar conformidad, conveniencia social o la falsificación deliberada de respuestas. En este estudio el alfa de Cronbach para esta escala fue de α= .764
Inventario de Depresión Infantil (Child Depression Inventory, CDI; Kovacs, 2004). Se trata de un instrumento de autoinforme de veintisiete ítems. Para responder a la prueba es necesario elegir entre tres opciones posibles por cada uno de los reactivos. Está constituida por dos escalas: Disforia, que considera elementos como el humor depresivo, la tristeza o la preocupación y la subescala de Autoestima negativa, que incluye juicios de ineficacia, fealdad o maldad (Kovacs, 2004). La fiabilidad interna para esta prueba, en este estudio, fue de α = .815
Escala de Conducta Disocial (ECODI-27; Moral y Pacheco, 2011). Se trata de una herramienta que busca detectar conductas que anteceden al trastorno antisocial de la personalidad y problemas legales. Es una escala de tipo Likert de cinco puntos con veintisiete ítems. Es importante señalar que en la escala original una mayor puntuación representa menor presencia de conductas disociales; no obstante, con la finalidad de facilitar la lectura de los resultados, se optó por invertir las puntuaciones, de manera que a mayor puntuación, mayor presencia de conductas disociales (1 representaría la opción Totalmente en desacuerdo y 5 la de Totalmente de acuerdo). En este estudio se obtuvo un alfa de Cronbach de .929 para esta escala.
Procedimiento
Se aplicaron las encuestas previo consentimiento informado por parte de las autoridades de cada uno de los planteles educativos.
Análisis de datos
La captura y análisis de los datos se realizó con el programa estadístico SPSS v.21. Se realizaron los análisis descriptivos de la información, los análisis de correlación, de regresión lineal y factoriales para cada uno de los instrumentos utilizados. Posteriormente, se elaboró el modelo de ecuaciones estructurales con el programa AMOS.
resultados
En la Tabla 1 mostramos los resultados descriptivos de cada una de las escalas aplicadas, así como el análisis de la varianza por sexo. Podemos observar que los varones puntuaron más alto en la percepción de la comunicación y el control paterno, mientras que las mujeres percibieron mayor control conductual materno.
En la Tabla 2 encontramos el análisis de correlación entre las variables utilizadas en este estudio, en el cual podemos observar que, salvo en la variable relativa a la percepción de la Imposición que denota que la apreciación de ésta en los padres varones tiene mayor relación con la sintomatología depresiva y de ansiedad, en el resto de las variables se observan índices de correlación más elevados con la percepción de las prácticas parentales de las madres de familia.
Así mismo, se observan similitudes con respecto a los valores de las asociaciones, en donde las variables de Autonomía, Comunicación y Control conductual presentaron relaciones positivas con los indicadores de Autoestima, Resiliencia y Competencias socioemocionales y relaciones negativas con variables como la Imposición y el Control psicológico. Estas dos últimas variables se relacionan positivamente con los indicadores de conductas disociales, la sintomatología ansiosa y depresiva.
Con la intención de analizar la validez predictiva de las variables relativas a los padres sobre los indicadores de salud mental, se procedió a probar un modelo original con base en los análisis de regresión independientes que se llevaron a cabo por cada una de las variables dependientes. Una vez realizados los análisis factoriales exploratorios para cada una de las pruebas multidimensionales se evidenciaron los siguientes índices de ajuste: READ (CFI = .932; NFI = .899; IFI = .933; TLI = .921; RMSEA = .046), EQi-YV (CFI = .866; NFI =.765; IFI = .867; TLI = .856; RMSEA =.049), ECODI (CFI = .864; NFI = .821; IFI = .865; TLI = .845; RMSEA =.070); CDI (CFI = .799; NFI = .684; IFI = .802; TLI = .781; RMSEA = .052) y C-MAS (CFI = .812; NFI = .676; IFI = .815; TLI = .795; RMSEA = .047).
Si bien con el modelo hipotético se encontraron indicadores de ajuste moderados, éstos podrían ser mejorados. Dado que las variables de imposición tanto del padre como de la madre perdieron significación en el modelo, se procedió a retirarlas, al igual que aquellas relaciones que resultaban no significativas. A pesar de esto, los índices de ajuste no mejoraron, por lo que se probó un tercer modelo para evaluar un posible efecto mediador de las variables positivas sobre las negativas. Los resultados favorecieron al modelo de manera considerable; sin embargo, éste aun mostraba posibilidad de ser mejorado (Tabla 4).
En el modelo final (Figura 2) se incluyó la influencia de las competencias socioemocionales sobre la Resiliencia y la Autoestima, así como entre la ansiedad y la depresión, y se obtuvo una adecuación de los índices.
discusión
El propósito del presente estudio fue determinar la relación y validez predictiva de los estilos parentales sobre los indicadores de salud mental, tanto positivos como negativos, en adolescentes mexicanos. Los resultados obtenidos comprueban nuestra hipótesis y son consistentes con lo encontrado en investigaciones previas (i.e., Newcomb et al., 2007; Cuervo, 2010; Santander et al., 2008), con excepción de las correlaciones específicas de imposición parental y resiliencia e imposición materna y competencias socioe-mocionales. En general, los resultados sugieren que los estilos parentales positivos facilitan el desarrollo de una buena salud mental y, por el contrario, los estilos negativos se asocian con su deterioro. Similar a lo encontrado en otras investigaciones, las prácticas parentales de la madre de familia son las que muestran mayor peso (por ejemplo, Laible y Carlo, 2004; Oliva et al., 2007).
La relación entre los estilos parentales y los indicadores positivos y negativos de salud mental en adolescentes mexicanos
De forma similar a lo informado por diversos autores, a mayor autonomía, comunicación y control conductual por parte de los padres, se observa una mayor autoestima, resiliencia y competencia socioemocional por parte de los hijos. Por ejemplo, Esteve (2004), encontró que el apoyo, la comunicación, la autonomía y el control conductual están asociados a mayores niveles de autoconcepto en adolescentes españoles, mientras que Bulnes et al. (2009), encontraron que estas prácticas incrementan la resiliencia en los adolescentes peruanos. Se ha demostrado también que un estilo autoritativo y asertivo, con balance entre las demandas de los hijos y la respuesta eficaz de los padres, favorece la regulación emocional (Sheffield et al., 2008) así como la comprensión emocional en niños y adolescentes (Alegre y Benson, 2010).
Los estilos parentales positivos también informaron de un efecto preventivo ante síntomas de ansiedad, depresión y las conductas disociales.
Lo encontrado es congruente con la literatura previa en donde la comunicación, autonomía y control conductual de los padres se muestra asociada a una menor sintomatología depresiva en los hijos (Andrade et al., 2012; Betancourt y Andrade, 2012; Gracia et al., 2005; Florenzano et al., 2009).
La hipótesis sobre los efectos negativos del control psicológico y la imposición parental también fue comprobada. Pocos son los estudios que han investigado la relación que éstas tienen con indicadores positivos de salud mental. Sin embargo, existen numerosas investigaciones sobre su relación con problemas emocionales y de conducta. Por ejemplo, Andrade et al. (2012), al igual que Florenzano et al. (2009), encontraron que cuanto mayor sea el control psicológico ejercido por los padres, más síntomas de depresión sufrirán los hijos. De igual manera, dicho estilo parental aumenta la presencia de desajustes externos como agresividad y consumo de sustancias (Betancourt y Andrade, 2011; Cruz et al., 2013; Oliva et al., 2007; Oliva, Parra y Arranz, 2008).
En comparación con el control psicológico, la imposición parental ha sido un tema mucho menos investigado. Las pocas pruebas existentes (ver Bulnes et al., 2009) coinciden con lo encontrado en este estudio: mostrar imposición mediante la coerción física se relaciona con menores niveles de resiliencia en los adolescentes.
Validez predictiva de los estilos parentales en los indicadores positivos y negativos de salud mental del adolescente
Con respecto al papel modulador de las prácticas parentales sobre los indicadores positivos de salud mental en los adolescentes, se observa que las prácticas parentales de mayor peso son autonomía materna, comunicación y autonomía parental. Desafortunadamente, no es posible hacer una comparación de los resultados debido a que no se encontró ninguna publicación científica que evaluará la validez predictiva de los estilos parentales sobre indicadores positivos de salud mental en esta población.
Acerca del papel modulador de las prácticas parentales sobre los indicadores negativos de salud mental en los adolescentes, se observa la importante influencia del control psicológico ejercido por los padres. Diversos estudios también han encontrado al control psicológico siempre presente en la sintomatología depresiva (Betancourt y Andrade, 2011; 2012), incluso hay estudios que indican que la varianza es explicada por el control psicológico materno (Andrade et al., 2012).
En cuanto a la conducta disocial, se observó la influencia del control conductual materno. No existen estudios que investiguen dicha relación con la conducta disocial en específico, pero sí con otras conductas similares. Por ejemplo, Be-tancourt y Andrade (2011), encontraron que los controles conductuales maternos junto con el control psicológico son importantes predictores de problemas de conducta. López-Romero et al. (2012) informaron de relaciones estadísticamente significativas entre prácticas y estilos de socialización parental y la presencia de rasgos psicopáticos a edades tempranas.
Estevez et al. (2007), por su parte, informaron que las expectativas del profesor, junto con la falta de comunicación con el padre y la madre, explicaban en una tercera parte el comportamiento violento del estudiante. La imposición paterna y la baja comunicación materna fueron reportadas como las variables que explican un porcentaje significativo de conductas problemáticas, incluyendo a la conducta disocial (Palacios y Andrade, 2008).
En conclusión, los resultados evidencian la importancia de fomentar la comunicación y autonomía, sobre todo materna, para elevar los indicadores positivos de salud mental en el adolescente. Para prevenir la ansiedad y la depresión, es necesario que los padres de familia eviten ejercer el control psicológico y para prevenir las conductas disociales, es necesario fomentar el control conductual, en particular el materno.
Los resultados de la presente investigación muestran la relevancia de apoyar a los padres de familia en la tarea más enriquecedora, difícil, e importante de sus vidas: la formación de sus hijos. El diseño de programas preventivos relacionados con competencias parentales deberá incluir tanto información como ejercicios prácticos de modelado de conductas parentales positivas. Esto se hace prioritario en un país como México, en donde casi la mitad de nuestros adolescentes han sufrido algún problema de salud mental y un gran porcentaje de ellos ha experimentado síntomas depresivos y ha sido víctima de actos violentos (Benjet et al., 2009; SEP, 2008). Así mismo, es importante destacar la función educativa que ejercen los adultos en el interior del hogar frente a las problemáticas que tenemos como sociedad en este contexto específico, caracterizado por una significativa ruptura del tejido social.
Dentro de las limitaciones del presente estudio se encuentra que solamente se aplicaron pruebas de autoinforme para los adolescentes, y no se incluyeron a los padres de familia como participantes del estudio. De igual manera, siendo un estudio de corte transversal, no es posible observar las fluctuaciones de las variables y su relación en el tiempo. Como prospectiva de investigación, se sugiere incluir otro tipo de variables como la personalidad o la presencia de psicopatología en los padres de familia, así como replicar este estudio en otras regiones para indagar los posibles efectos de las diferencias socioculturales para el planteamiento de estrategias pertinentes e implementación de programas adaptados a las características particulares de la comunidad en cuestión.