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Acta Colombiana de Psicología

Print version ISSN 0123-9155

Act.Colom.Psicol. vol.10 no.2 Bogotá July/Dec. 2007

 

ARTÍCULO

ESTRATEGIAS DE AFRONTAMIENTO DE CRISIS CAUSADAS POR DESEMPLEO EN FAMILIAS CON HIJOS ADOLESCENTES EN BOGOTÁ

COPING STRATEGIES FOR CRISIS CAUSED BY UNEMPLOYMENT IN FAMILIES WITH ADOLESCENT CHILDREN IN THE CITY OF BOGOTA

ERNESTO MARTÍN PADILLA*, CARLOS FAJARDO GONZÁLES, ADRIANA GUTIÉRREZ MORALES, DANIEL PALMA PRIETO

UNIVERSIDAD DE LA SABANA, BOGOTÁ-COLOMBIA

Recibido, marzo 9/2007
Concepto evaluación, abril 16/2007
Aceptado, noviembre 9/2007

* Coordinador del campo de clínica y salud, Facultad de psicología, Universidad de la Sabana, Puente del Común, Chía, Colombia. mario.martin1@unisabana.edu.co

Resumen

El objetivo de este artículo es describir y comprender las estrategias de afrontamiento de una crisis causada por el desempleo en familias con hijos adolescentes en la ciudad de Bogotá. La base conceptual paradigmática toma como referencia el enfoque sistémico integrado al construccionismo social, que facilita una lectura relacional y compleja de los fenómenos abordados. Se utilizó el enfoque social interpretativo, teniendo en cuenta los principios del construccionismo social y su relación con la cibernética de segundo orden; la estrategia cualitativa implementada consistió en la realización de entrevistas en profundidad a seis familias, y en su triangulación con la Escala de Evaluación Personal del Funcionamiento Familiar en Situaciones de Crisis (F-COPES), de Mc Cubbin, Larsen y Olson. Esta escala tiene como objetivo primordial el registrar las actitudes y conductas efectivas ante la resolución de problemas. Se concluyó que la forma como el sistema familiar interprete o signifique su realidad, incide directamente en la aparición o no de una situación de crisis. Las estrategias de afrontamiento mas utilizadas por las familias fueron la reestructuración del problema, la búsqueda de apoyo espiritual y la Evaluación Pasiva, mientras las utilizadas en menor medida fueron la Obtención de Apoyo Social y la Movilización Familiar para Obtener y Aceptar Ayuda.

Palabras clave: familias, desempleo, estrés, afrontamiento.


Abstract

The objective of this article is to describe and understand coping strategies for facing a crisis caused by unemployment in families with adolescent children in the city of Bogota. The conceptual framework for the study is the systemic approach that facilitates a relational and profound understanding of the problems dealt with. The social interpretative approach, based on the principles of social constructivism was the method used in the study, taking into account the relation with second order cybernetics. The qualitative strategy implemented consisted of in depth interviews carried out with six families and triangulated with Mc Cubbin, Larsen, and Olson’s Scale of Personal Evaluation of Family Functioning in Crisis Situations (F-COPES). The main purpose of the scale is to record effective attitudes and behaviours when having to solve a problem. The study concluded that the way in which a family system interprets its reality determines whether or not a crisis will emerge. The coping strategies most used by families were problem restructuring, spiritual support and passive assessment. The strategies that were least implemented included receiving social support such as charity and mobilizing to obtain and accept support.

Key words: families, unemployment, stress, problem facing.


Introducción

Este artículo tiene como objetivo comprender la relación que existe entre las creencias, los significados y rituales, con las estrategias de afrontamiento de crisis causadas por problemas económicos producto del desempleo en familias con hijo(s) adolescente (s); igualmente, se analiza el tipo de estrategias que desarrollan dichas familias cuando se ven expuestas a una situación que altera su cotidianidad y conlleva cambios drásticos en su estilo de vida, tal como la pérdida de su principal fuente de ingresos a causa del desempleo; este factor, desde el punto de vista psicológico y social, puede entenderse como un estresor externo que causa disminución en la percepción sobre calidad de vida, e impacta negativamente en la percepción de éxito o eficacia de las personas, convirtiéndose en una fuente de estrés importante. Como lo plantean Valls y Martínez (2004), “para las personas desempleadas el trabajo es la segunda faceta de la vida más valorada por debajo de la familia” (P. 350). Es por esto que, en la Conferencia Internacional del Trabajo desarrollada en Ginebra en 1999, (OIT, 2001) se concluye que detrás de cada persona desempleada hay una familia infeliz.

El desempleo puede definirse como: la pérdida de un trabajo y su respectivo salario, como la imposibilidad de conseguir el mismo en un tiempo que para las personas se convierte en excesivo para sus necesidades y expectativas. Es el paro forzoso o la desocupación de los asalariados que pueden y quieren trabajar pero no encuentran una posibilidad laboral (Alvaro y Garrido, 2003). En las sociedades en las que la mayoría de la población vive de trabajar para los demás, el no poder encontrar un trabajo es un grave problema, debido a los costos humanos derivados de la privación y del sentimiento de rechazo y de fracaso personal (Auil, 2007).

En cuanto al impacto del desempleo, puede decirse que la pérdida del trabajo es una experiencia que no afecta por igual a todas las personas. Si bien de forma general se puede afirmar que el desempleo tiene consecuencias negativas, muchas veces la situación de perder el empleo promueve en las personas la búsqueda de nuevos recursos y formas de afrontamiento. Así mismo, hay aspectos que pueden ampliar o amortiguar los efectos del desempleo en el bienestar y en la capacidad de superar las crisis. Entre estos aspectos cabe destacar, los recursos económicos, la edad, el género, la implicación en el trabajo, el apoyo social, la duración del período de desempleo y las atribuciones sobre las causas del desempleo (Álvaro, 1992; Álvaro y Fraser, 1995; Álvaro, Garrido y Torregrosa, 1996. Álvaro y Garrido, 2003).

Según estos autores, la reducción de los ingresos lleva a las personas desempleadas a sufrir las consecuencias de vivir en un medio inseguro. Los recursos económicos constituyen la principal fuente de control instrumental de la que dispone un miembro de la sociedad. Las situaciones de pobreza están asociadas a una situación de indefensión o a la expectativa de indefensión, lo cual puede provocar en la persona desempleada un deterioro en su bienestar psicológico. Por otro lado, la falta de dinero durante el desempleo influye negativamente en las relaciones sociales y fomenta la ocupación del tiempo en un ocio pasivo que contribuye a dicho deterioro. Lógicamente, la situación no es la misma para todas las personas desempleadas, y el apoyo financiero que éstas pueden obtener hace que este tipo de apoyo sea un elemento de gran importancia para analizar las diferencias que se observan entre distintas situaciones de desempleo y distintos tipos de desempleados. Sin duda, el apoyo económico que el desempleado pueda recibir y la disponibilidad de recursos económicos propios atenúan los negativos efectos del desempleo.

Según estudios consultados (Berenstein, 2003, Delgado y cols., 2001, Lievano y Velasco, 2006, Martínez, 2003, Merlinsky, 2002, Valls y Martínez, 2004), el desempleo es una experiencia negativa, independientemente de la edad. Sin embargo, si se compara entre distintos grupos de edad, hay que concluir que son los trabajadores adultos de edades intermedias entre treinta y cincuenta años los que más ven afectada su salud como consecuencia de la pérdida o no consecución de un empleo. Es en este grupo de edad donde se dan mayores responsabilidades familiares y en donde la pérdida del empleo lleva aparejada la pérdida de las relaciones sociales del trabajo, y una mayor desestructuración en la organización del tiempo. Asimismo, son los trabajadores de edades intermedias quienes tienen una mayor identificación con la actividad realizada fruto de una socialización previa en el trabajo (Álvaro & Garrido, 2003).

Dentro de las diferencias individuales en la forma de asumir el desempleo está el significado y la valoración que cada persona hace del trabajo. La centralidad del trabajo, es decir, el valor atribuido y la importancia dada al hecho de tener un trabajo remunerado es un elemento de gran importancia para explicar los efectos del desempleo en la salud. Cuanto mayor es el valor atribuido a tener un empleo mayores serán los efectos negativos asociados a su no consecución. Las consecuencias psicológicas y físicas provocadas por el desempleo son mayores entre quienes se identifican más con la dimensión expresiva del trabajo (Álvaro, 1992). Igualmente, el factor tiempo determina las reacciones ante el desempleo. Las personas pasan por diferentes reacciones ante la pérdida del empleo o ante la no consecución del mismo. La persona que busca activamente un puesto de trabajo sin éxito aprenderá que los resultados son independientes del esfuerzo y motivación empleados. Esto puede provocar una situación de indefensión que lleva a dicha persona a perder sus esperanzas de encontrar un puesto de trabajo. Esta desesperanza está asociada al pesimismo en una fase inicial, y al fatalismo en una fase posterior. En esta última fase, la persona deja de buscar un empleo ante la situación de indefensión en la que se encuentra, lo que puede afectar su bienestar emocional y físico. Los estados de desvalimiento son fuente de depresión y deterioro en la salud física (Bernstein, 2003).

Otro factor menos estudiado pero no menos importante a la hora de considerar la variabilidad individual en el impacto psicológico del desempleo, es el que corresponde a las atribuciones que la persona hace sobre el porqué de su situación. Diferentes estudios han puesto de manifiesto que los desempleados que se atribuyen a sí mismos la responsabilidad por estar desempleados, creyendo que por causa propia se pierde toda posibilidad de conseguir un nuevo trabajo y mantienen esas creencias ante cualquier suceso negativo que les pueda suceder, tienen mayores probabilidades de sufrir un mayor deterioro en su bienestar emocional, lo que a su vez, puede incidir negativamente en su bienestar físico (Bernstein, 2003).

Paradigma sistémico y construccionismo social

Como soporte teórico, se ha escogido el enfoque o paradigma sistémico integrado al construccionismo social; el paradigma sistémico proporciona el sustento para comprender la influencia del contexto relacional en las personas, ya que parte de la concepción del sistema como un todo resultante de partes interdependientes, donde dichas partes coexisten en un conjunto de relaciones mutuamente condicionales (Hernández, 1991). Esta visión se complementa desde lo ontológico con el constructivismo, en tanto se reconoce al individuo como parte de un sistema interaccional y como sujeto cognoscente, y se integra al supuesto epistemológico del construccionismo social en el cual se asume la construcción de la realidad en el lenguaje y los usos culturales. El construccionismo social define unas premisas de orden epistemológico que buscan la compresión de los procesos sociales, dando cuenta de la realidad social antes que traducirla o explicarla. Gergen (1996), sostiene que “las descripciones y explicaciones ni se derivan del mundo tal como es, ni son el resultado inexorable y final de las propensiones genéticas o externas del individuo. Más bien, son el resultado de la coordinación humana de la acción” (P. 73). En esta premisa se puede ver que las experiencias cobran sentido y se convierten en lo real cuando son relatadas y sus significados acordados por un grupo social.

Desde esta perspectiva, una experiencia humana como es el desempleo toma un sentido para el contexto social participante de la misma cuando se le asigna un lenguaje, una historia construida sobre los eventos donde confluyen las creencias y significados personales, familiares, sociales y culturales; esta historia a su vez va a conferir sentido a las emociones positivas o negativas y a las acciones posteriores de las personas y los grupos.

De esta forma, los términos para explicar la realidad desde el construccionismo, están mediados por relatos comunales que van siendo co-construidos por las personas en relación, y así mismo, con respecto a la relación mundo–conocimiento; el construccionista afirma que las ideas son acuerdos sociales situados culturalmente en los diferentes momentos históricos de todos los contextos (Gergen, 1996). Estos relatos o historias son constitutivos de la experiencia inmediata en sí, tal como aparece organizada temporalmente en el lenguaje. La historia se relaciona directamente con las creencias de las personas que participan en ella. Una creencia es una abstracción, una descripción sumaria de aquellos aspectos de una historia, o conjunto de historias, que son importantes para guiar la acción futura. Mientras que una historia aproxima lo acontecido como algo vivenciado en forma inmediata; una creencia es una interpretación y una narración de esa vivencia historiada (Griffith & Griffith, 1996). Linares (1996) especifica que “el desarrollo de una narración o una historia es algo que se hace en conjunto con otros; es el proceso de definir quiénes somos en interacción con las diversas maneras en que otras personas nos perciben, y este proceso es recursivo. Damos forma al mundo en que vivimos, y creamos así nuestra propia “realidad” dentro de un contexto de una comunidad de otros” (p.26).

En este sentido, Una historia es una unidad lingüística de estados corporales asociados entre miembros de un grupo social. Esta historia fluye en la danza de interacciones y solo al hacerla explícita es posible al grupo salirse de ella. Muchas veces ocurre que las historias más perniciosas no son percibidas como tales, ya que para el consultante han formado una parte tan habitual de su paisaje de la vida que ya es “realidad” inamovible. Las narrativas no son solo estructuras de sentido, también son estructuras de poder al ser incorporadas a lo real (Bruner, 1986). En vez de ser desplazada o desechada, “una narrativa personal vinculante puede ser recompuesta o transformada en una versión benigna” (J. Griffith & M. Griffith, 1996, p. 195).

El trabajar en las historias puede ser un foco fundamental en la investigación, pues estas narraciones emergen en cada individuo desde su comprensión, sus creencias, desde las conversaciones con los demás. La narrativa como forma de vivir la experiencia se constituye en el método para que las personas puedan comprender los acontecimientos e integrarlos a sus esquemas mentales en forma de historias. Esta perspectiva se puede relacionar con los supuestos del enfoque sistémico, ya que las historias surgen en los contextos relacionales, los cuales son constituidos por organizaciones humanas que construyen sus pautas y estilos de interacción mediante el lenguaje. Esto también implica un proceso en espiral entre las historias y sus significados, y la interacción familiar, ya que en la medida en que se resignifica la experiencia la forma de relacionarse también se modifica, generando nuevas comprensiones y relatos. Por lo tanto, es de interés comprender las historias y las correspondientes acciones que desarrolla la familia cuando se ve abocada a una situación que implica modificar sus pautas de comportamiento, observando en especial los cambios en los rituales habituales cuando la situación laboral y económica se ve alterada drásticamente.

Para Andolfi (1985), los ritos (rituales) son una organización de actos bien codificados en la familia, que se vuelven repetitivos a lo largo del tiempo y de los cuales participan los miembros de la familia y eventualmente otras personas cercanas. Estos rituales proporcionan una estructura que cumple la función de organización del tiempo en familia, así como la de comunicar a los miembros familiares ciertos valores o formas ideales de comportamiento, en situaciones específicas o vivencias emotivas relacionadas con ellos. El conjunto de rituales constituye un soporte para los significados que cada persona atribuye a diversas situaciones, y se enriquece con nuevas experiencias y valencias a lo largo del tiempo; permite posteriores adaptaciones al marco de creencias familiares. Andolfi plantea igualmente que los ritos familiares también cumplen una función de aprendizaje, ya que a través de ellos los miembros de la familia se conocen y adquieren pautas acerca de cómo comportarse frente a los demás. Por otro lado, el ritual no es un código que envía mensajes predefinidos de ante mano, sino un mecanismo que permite canalizar nueva información, por lo que se trata de un conjunto potencialmente creador de conciencia. Es decir que, ante los cambios que experimenta un grupo familiar, emergen nuevos rituales que llegan a establecerse indicando la trasformación y la necesidad de acoplarse a la nueva situación.

Roberts, (1991) describe además que la capacidad para modificar los rituales a lo largo del ciclo vital, mantiene el vigor de los rituales familiares, facilita a las familias contar con momentos especiales para marcar y reelaborar roles, reglas y relaciones, y refuerza la cohesión grupal. Falicov (2001), afirma también que se sabe intuitiva y académicamente acerca de la importancia de los rituales como marcadores de transiciones. Sin embargo, hay transiciones para las cuales no se han creado rituales familiares ni culturales. Estas transiciones carecen del beneficio emocional que brindan los rituales. Muchas prácticas espontáneas de las personas que se desplazan pueden ser interpretadas como formas de lidiar con las pérdidas, creando puentes de presencia física y psicológica que ayudan a llenar las ausencias.

En conclusión, se puede decir que la metáfora de la familia vista como un sistema, permite un orden de discusión sobre el comportamiento grupal y circular, posibilitando las descripciones interacciónales. No obstante, se requiere otro orden de discusión sobre el componente cognoscitivo y la subjetividad, al reconocer la capacidad activa de los miembros de reconstruir reflexivamente sus historias sobre la realidad cambiando así las conductas y pautas habituales de relación familiar, como los rituales. La familia, la pareja y los demás grupos de referencia deben ser incorporados al análisis y comprensión del sujeto como elementos primordiales, y no sólo como meros telones de fondo. La adopción de la epistemología circular, que está por encima de la búsqueda de causas y efectos, centrándose más bien en la observación de relaciones, en la interacción y la retroalimentación de los sistemas complejos, es el paradigma más adecuado (Keeney, 1994).

Sistema familiar, adolescencia y crisis

La familia es un conglomerado social con existencia prácticamente universal que abarca a la gran mayoría de los miembros de una sociedad, y es en ella donde se cumplen las principales funciones de socialización, en cuyo ámbito el sujeto adquiere su identidad y su posición individual dentro de la red intergeneracional. (Delgado y Cols. 2001). Por lo tanto, las vicisitudes por las que atraviesa un grupo familiar inciden de manera directa en el bienestar de las personas y de la sociedad en su conjunto.

De esta forma la familia como objeto de investigación no es una categoría abstracta, sino histórica. Su vida y su forma están condicionadas por el régimen económico social imperante y por el carácter de las relaciones sociales en su conjunto; es una categoría que se mantiene en constante desarrollo y transformación, tal es así que la forma e intensidad en que la familia experimenta cambios en su estructura, funciones y roles, sirve de medida para graduar la profundidad y magnitud de los cambios que se operan en el conjunto de la sociedad (Delgado, y cols., 2001).

Una de las dimensiones planteadas desde el enfoque sistémico es el ciclo vital de la familia; las investigaciones sobre este tema han mostrado que la presencia de otras crisis como las de la edad adolescente son desfavorables para la mayoría de las familias estudiadas, “La adolescencia es un viaje que parte de la infancia y tiene como destino la edad adulta. Ya que los padres acompañamos a cada hijo en ese viaje, tenemos que preparar cuidadosamente nuestro equipaje asegurándonos de llevar lo imprescindible en 3 maletas: en la primera buen material de lectura acerca de la adolescencia y sus características; en la otra, un buen sentido del humor; y en la ultima, grandes cantidades de paciencia; que de todas maneras no es suficiente” (Quevedo, M. Sin año de publicación P. 20).

Se puede considerar la adolescencia como evento normativo que produce un impacto importante en la esfera socioeconómica de las familias, por lo general con un sentido negativo (Herrera y González 2002), lo cual es fácilmente explicable por el cambio de las necesidades físicas, psíquicas y sociales de los adolescentes, quienes en este período demandan a sus padres , dinero y cosas relacionadas, por ejemplo, con el vestuario a la moda, que sigue los lineamientos criterios grupales y etéreos; igualmente, el joven requiere una mayor independencia y posibilidades de participación en actividades de tipo social, lo cual implica un aumento de sus gastos. De acuerdo con Caicedo, García, Ballesteros, y Novoa, (2003), en el adolescente pueden desarrollarse diferentes conductas problema, que se suman como estresores a la problemática económica; en este caso, las estrategias de control parental cumplen una importante función en el moldeamiento del repertorio de los individuos y los prepara para ajustar su conducta en otros contextos sociales más amplios como el ambiente escolar. Así mismo, las reglas y contingencias establecidas en el ambiente escolar juegan un papel definitivo en el desarrollo de dichas conductas. Mestre, Samper y Frías (2004) identificaron la existencia de comportamientos muy relacionados con esta etapa adolescente en los jóvenes, tanto prosociales como antisociales. Los análisis realizados indican que los procesos emocionales alcanzan una mayor correlación con el comportamiento agresivo, destacando la inestabilidad emocional y la disposición a respuestas de ira como los principales factores predictores del comportamiento antisocial, mientras que la empatía aparece como el principal predictor del comportamiento prosocial. Se concluye también que los estilos de crianza de los padres son fundamentales en la generación de este tipo de respuestas por parte de los hijos. Por esto, es pertinente relacionar los patrones de crianza y estructura familiar así como otras variables tales como los valores, actitudes y creencias, las redes de apoyo social de la familia, la autoestima, el locus de control, la motivación al logro, el bienestar subjetivo y las estrategias de afrontamiento del estrés, con las reacciones del adolescente y la familia al afrontar una situación difícil (Palomar y Lanzagorta, 2005).

En relación a lo anterior, una mirada al campo de interés planteado en este artículo desde el enfoque sistémico y el construccionismo social se centra en comprender los procesos de autoorganización familiar mediante los relatos de sus miembros, para poder interpretar su experiencia extractando los recursos y capacidades desarrollados para lograr salir adelante y preservar su grupo familiar sin mayor menoscabo del bienestar de los individuos que lo conforman. De este modo, las percepciones de los miembros de la familia permiten comprender e interpretar su vivencia de la situación crítica. Estudios sobre la vida familiar, en especial aquellos que adoptan una perspectiva cognitiva y sistémica, enfatizan en la importancia de la percepción que cada miembro de la familia tiene del sistema familiar como una herramienta útil para valorar de forma precisa las relaciones familiares.

Las familias, entendidas como sistemas en constante transformación (Watzlawick, 1986), atraviesan por continuos cambios, tanto internos como externos. No todos los procesos de trasformación son generadores de crisis. Según Maturana y Varela (1996) la Crisis se da cuando algún miembro o miembros sienten amenazada la organización familiar y la identidad del sistema. Para Olson y Mac Cubbin (1989) la crisis es el desequilibrio, cuando el número de demandas excede las capacidades existentes. Pittman (1990) la define como un estado de cosas en el que es inminente un cambio decisivo en un sentido o en otro. El punto nodal en el que las cosas mejoran o empeoran.

Es importante aclarar que el hecho de que haya crisis no significa que deba entenderse siempre como algo negativo; también tiene un componente positivo, ya que como dice Pittman (1990) no es posible lograr ningún cambio sin crisis; el cambio puede favorecer el mantenimiento y mejora del funcionamiento de la familia. No obstante, la respuesta natural de las familias es demorar el cambio, o incluso castigarlo y evitarlo; los problemas surgen cuando una parte de la familia trata de impedir la crisis en lugar de definirla y adaptarse a ella.

En relación con esto, según Maturana y Varela (1996) hay 2 formas de dinámica de cambio de los sistemas humanos en crisis:

• La crisis sobreviene cuando las demandas superan la capacidad para enfrentarlas y sólo cuando desarrolle nuevas capacidades de afrontamiento se dará nuevamente la adaptación.

• La crisis sobreviene cuando se ve amenazada la organización, generando la posibilidad de crear cambios estructurales para la supervivencia del sistema.

Para Falicov (1988), una familia en crisis ha perdido la capacidad de restablecer el equilibrio y padece, en cambio, una necesidad constante de adaptarse cambiando las pautas de interacción entre sus miembros. El estrés no produce necesariamente una crisis pues ésta ocurre cuando la familia ya no puede acceder a sus recursos y utilizarlos de manera tal que controle y contenga las fuerzas propulsoras del cambio. El estrés familiar se define como un estado derivado de un desequilibrio, real o percibido, entre la demanda (el estresór, p .ej., desafío, amenaza) y la capacidad (p. ej., recursos, manejo) en el funcionamiento de una familia. Cuando el desequilibrio obedece a que las demandas exceden los recursos, se experimenta un estado de hiperestrés; a la inversa, cuando el desequilibrio se debe a que los recursos exceden las demandas, la familia experimenta un estrés mas bajo.

Desempleo y estrategias de afrontamiento

Hablar del desempleo es tocar un factor determinante en la calidad de vida de las sociedades. Por esto es motivo central de los programas de gobierno de los países a nivel mundial, ya que el índice de personas empleadas es un factor determinante en la evaluación de la calidad de vida y por ende un parámetro del éxito de las políticas gubernamentales. Al respecto se puede citar el informe “Tendencias del Empleo en el Mundo” de la Organización Mundial del Trabajo (OIT, 2006), el cual destaca que, pese al fuerte crecimiento económico global registrado en 2005, el número de personas sin empleo en el mundo ha crecido a 191,8 millones. A lo largo del año, unas 2,2 millones de personas en el mundo se sumaron a las filas de desempleados. América Latina y el Caribe es la región del mundo donde la falta de empleo se ha acelerado más en el último año. El numero de personas sin trabajo aumento a 1.3 millones entre 2004 y 2005, subiendo la taza de desempleo a 7.7 %. A esto hay que agregar que la mayoría de los empleos son generados por la economía informal. Le siguieron Europa Central, Oriental a excepción de la Unión Europea y las ex repúblicas soviéticas, con un crecimiento de dos décimas porcentuales a 9,7% en 2005. Entre las tasas más altas de desempleo se encuentra Medio Oriente y África del Norte, con un 13,2% un incremento de una décima porcentual con respecto a 2004, mientras la más baja le corresponde al este asiático con un 3,8% apenas sin cambios. En contrapartida, la tasa de desempleo se redujo en 2005 en las economías desarrolladas y en la Unión Europea, donde el desempleo disminuyó de 7,1% a 6,7% en 2005.

En Colombia, según el boletín de prensa presentado por el Dane (2007) en el período enero-diciembre 2006 con los resultados de la encuesta continua de hogares, la tasa de ocupación se ubicó en 51,8%, disminuyendo en 1,1 puntos frente al promedio enero –diciembre de 2005 (52,9%) y la tasa de desempleo se ubicó en 13,3%, igual a la registrada en el año anterior. Igualmente, los indicadores del mercado laboral durante enero a diciembre de 2006 registraron que las ciudades de mayor desempleo fueron: Ibagué: tasa de desempleo 19,1%, Manizales: tasa de desempleo 15,6%, y Pasto: tasa de desempleo 15,4%. Las que presentaron menor tasa de desempleo fueron: Bogotá: tasa de desempleo 11,5%, Villavicencio: tasa de desempleo 12,5%, Cúcuta tasa de desempleo 12,8%. Esta situación se complica para las personas sin ingresos estables porque en Colombia no se presenta claramente un sistema de seguridad social para las personas que se encuentran desempleadas, lo cual se convierte en un gran problema social para la mayoría de las personas en las que su estado de desempleo representa la reducción de ingresos y por ende la perdida de bienestar o calidad de vida (Martínez, 2003). Es por esto que, se plantea la necesidad de considerar en las políticas sociales los cambios en las variables que inciden en la generación de ingresos de las familias. Los ingresos de un hogar dependen, entre otras cosas, de las condiciones del mercado laboral, de las dotaciones de los hogares y la distribución del ingreso; los cuales deben tenerse en cuenta ya que son determinantes de la pobreza colombiana (Núñez, J. Ramírez, J. y Cuesta L. 2005).

Dado lo anterior y de acuerdo a lo planteado por Corpoeducación (2007), en el marco del Convenio con el Ministerio de Educación Nacional de Colombia para el apoyo a la definición de lineamientos de política para la educación media, la desaceleración de la actividad económica, el incremento del uso de las tecnologías de información y comunicación, la nueva organización del trabajo y los cambios en los mecanismos de contratación del personal han tornado inestable el trabajo y aumentado el desempleo. Las medidas asociadas a los procesos de globalización han producido efectos relacionados con la exclusión de la participación en el ciclo productivo de amplias franjas de población, ya no sólo de baja calificación sino incluso en personas con formación universitaria.

Pero ¿Qué factores posibilitan el afrontamiento de la pérdida del trabajo? Los estudios afirman que un aspecto que puede amortiguar o aumentar los efectos negativos del desempleo en la salud es el apoyo social. Las investigaciones realizadas hasta el momento ofrecen evidencia empírica suficiente como para poder afirmar que las diferentes formas de apoyo que pueden recibir las personas desempleadas, contribuyen a disminuir las consecuencias del desempleo. Dicho apoyo puede ser dado en diferentes dimensiones: apoyo emocional, alguien con quien compartir sentimientos y emociones; apoyo informativo, alguien que ofrezca ayuda para buscar y encontrar un puesto de trabajo; y apoyo económico, alguien que pueda prestar su ayuda para resolver los problemas financieros. Estas formas de apoyo pueden actuar sobre la persona desempleada de dos maneras diferentes pero, al mismo tiempo, complementarias. En primer lugar, el apoyo social puede ser beneficioso independientemente de que la persona se enfrente a un acontecimiento estresante como es el desempleo. Las personas que tienen o sienten tener apoyo por parte de la familia, los amigos o las instituciones sociales pueden manejar mejor una situación de estrés como es la pérdida o no consecución de un puesto de trabajo. Asimismo, las personas que ante una situación como el desempleo cuentan con apoyo social podrán amortiguar los efectos asociados a la experiencia de dicha situación de estrés. El apoyo social por tanto puede tener tanto efectos directos como de amortiguación, lo que hace que sea una fuente de afrontamiento de gran importancia (Álvaro y Garrido, 2003).

En cuanto a la percepción que la familia tiene de sus fortalezas en la crisis, estudios sobre la vida familiar, en especial aquellos que adoptan una perspectiva cognitiva y sistémica, enfatizan en la importancia de la percepción que cada miembro de la familia tiene del sistema familiar y los significados atribuidos a la situación como herramientas útiles para valorar de forma precisa las relaciones familiares (Meléndez, Córdoba, Gimeno y Cerviño, 2004). Por lo tanto, la capacidad de afrontamiento puede estar relacionada con la percepción que se tiene de la situación y de las posibilidades del sistema familiar para salir adelante.

Casullo, Bonaldi y Fernández (2000) entienden a la capacidad de afrontamiento como el conjunto de respuestas (pensamientos, sentimientos, acciones) que un sujeto utiliza para resolver situaciones problemáticas y reducir las tensiones que ellas generan. Para Lázarus (2000) no son las situaciones en sí mismas las que provocan una reacción emocional, sino la interpretación que el sujeto realiza de tales situaciones. Frydenberg y Lewis (1997) afirman que es posible hacer una distinción entre el afrontamiento general y específico, es decir, el modo con el que la persona encarna cualquier situación (general) y afronta una problemática particular (específico). En sus investigaciones identificaron 18 estrategias utilizadas frente a los problemas: buscar apoyo social, concentrarse en resolver el problema, esforzarse y tener éxito, preocuparse, invertir en amigos íntimos, buscar pertenencia, hacerse ilusiones, falta de afrontamiento, reducción de la tensión, acción social, ignorar el problema, autoinculparse, reservarlo para sí, buscar apoyo espiritual, fijarse en lo positivo, buscar ayuda profesional, buscar diversiones relajantes y distracción física.

La situación de perder el trabajo, además de las consecuencias económicas para la persona y su familia, conlleva el tener que desarrollar formas de adaptarse a la emergencia; en este sentido, podemos entender a la familia como un sistema que, o se desintegra cuando algunas de las condiciones substanciales cambian, o logra sostenerse y afrontar los peligros que amenazan su forma de existencia; en este caso surge la capacidad de auto-organizarse y lograr una transformación en la medida en que los miembros se movilizan individual o colectivamente para superar las crisis, ya sean inesperadas, relacionadas con el desarrollo evolutivo, o generadas por iniciativa propia de los miembros que la conforman.

Método

Tipo de estudio

El tipo de estudio que se utilizó fue de carácter descriptivo comprensivo desde una aproximación cualitativa, realizando entrevistas a profundidad y complementando la información con la aplicación de Escala de Evaluación Personal del Funcionamiento Familiar en Situaciones de Crisis (F-COPES), de Mc Cubbin, Olson y Larsen (1981); El análisis comprensivo de la información se fundamenta en una estrategia de triangulación e interpretación postulado desde un enfoque social hermenéutico e interpretativo. En este enfoque, según Briones, (1996): “las ciencias sociales, como todas las otras ciencias, son sistemas relacionados de teorías hipótesis y principios metodológicos que se refieren a diversos campos de la realidad social. Es así como el enfoque social-interpretativo, nos permite un entendimiento de la vida social y el descubrimiento de los procesos propios de las personas en la construcción de sus procesos de interacción con el medio que las rodea” (p.212). Se asume que el conocimiento es una creación compartida a través de la interacción entre el investigador y el investigado. (sujeto-sujeto). Por lo tanto la realidad social no existe independiente al pensamiento, lenguaje e interacción de los seres humanos, según la realidad que se materializa a través de estos tres medios. La investigación cualitativa mantiene una visión tolerante, comprensiva y respetuosa de la diversidad. (Valles, 1999).

Participantes

Participaron en la investigación 6 familias casadas residentes en Bogotá con más de 2 años de convivencia, donde uno de los miembros de la pareja se encontraba desempleado por un período superior a dos meses, mientras uno o mas de sus hijos estaba en edad adolescente es decir entre los 13 y los 18 años.

Instrumentos

Para la recolección de los datos necesarios para llevar a cabo la investigación, se utilizó, en primer lugar, una entrevista semi-estructurada; este método permite recolectar información de carácter pragmático, es decir, cómo los sujetos actúan y reconstruyen el sistema de representaciones en sus prácticas individuales. Así mismo se entabló un conversatorio en torno a las categorías planteadas, que aunque mantiene como clave específica el tema de la investigación, no es rígido y a través de las preguntas deriva en otras conversaciones afines que pueden nutrir el proceso.

Se empleó paralelamente la Escala de Evaluación Personal del Funcionamiento Familiar en Situaciones de Crisis (F-COPES), de Mc Cubbin, Olson y Larsen (1981). Esta escala tiene como objetivo primordial el registrar las actitudes y conductas efectivas ante la resolución de problemas, desarrolladas por las familias para responder a los problemas o dificultades. Esta escala destaca 5 grandes recursos familiares para hacerle frente a las crisis, entendidas en este caso como las tensiones económicas producto del desempleo. La prueba consta de 29 Ítems que se agrupan de la siguiente forma para cada factor:

9 Ítems para Obtención de Apoyo Social
8 Ítems para Reestructuración
4 Ítems para Búsqueda de Apoyo Espiritual
4 Ítems para Movilización Familiar para Obtener y Aceptar Ayuda
4 Ítems para Evaluación Pasiva

Procedimiento

1. Estudio piloto. se contactó una primera pareja a la que se le realizó la entrevista piloto aplicando el instrumento construido anteriormente para tal fin (entrevista semi-estructurada) y la escala de evaluación personal del funcionamiento familiar en situaciones de crisis (F-COPES). Esta fue sometida a Evaluación por Jueces buscando calibrar la entrevista, realizar las matrices y obtener la retroalimentación pertinente para corregir y mejorar futuras aplicaciones.

2. Entrevistas. Luego de realizar los cambios propuestos, se contactaron las 5 familias restantes, a cada una de ellas se le realizo entrevista y se le aplico la escala de evaluación personal del funcionamiento familiar en situaciones de crisis (F-COPES), se construyeron las matrices de acuerdo a los procesos conversacionales realizados y los procesos de auto-referenciación teniendo en cuenta la opinión y experiencia de cada uno de los investigadores, para así generar una discusión sobre el tema central de esta investigación y aportar a la construcción de realidades a partir de dichas narrativas.

3. Encuentro de retroalimentación. Se realizo un segundo encuentro con dos de las familias que se consideraron más significativas teniendo en cuenta el contenido de sus narrativas respecto al tema, con quienes se compartió la experiencia recolectada con las otras familias, generando nuevas discusiones a partir de estas nuevas experiencias en torno al tema, con el fín de triangular la información obtenida.

4. Análisis e interpretación. Se realizaron tres momentos para el análisis y la interpretación de la información. En primera instancia, se hizo el procesamiento de los datos arrojados por el F-COPES, el cual fue contestado en pareja por los padres, Los resultados se tradujeron a las tablas de la escala, y se presentan por percentiles, insumo para las categorías de cada encuentro y para la retroalimentación de la segunda fase. Estos resultados se compararon con la información relevante obtenida en la trascripción de las seis entrevistas, donde la estrategia de análisis fue inferencial e interpretativa, mediante agrupación de los textos por las categorías (véase tabla 1), destacando los verbatims relevantes que salen de las trascripciones e identificando los elementos nucleares del relato, donde el análisis es una reinterpretación de lo dicho por los entrevistados (Cáceres, 1999). Estas conclusiones se llevaron al grupo de discusión en la siguiente fase mediante la estrategia de triangulación de la información, confirmando mediante consensos la validez de las apreciaciones. Para terminar se desarrolló el análisis de toda la información recolectada y se procedió a realizar el informe definitivo.

Se tomaron seis categorías de análisis para soportar el proceso interpretativo.

Resultados

Según los resultados de la aplicación de la escala F.-COPES, las familias entrevistadas prefieren como estrategia de afrontamiento la reestructuración del Problema con un porcentaje del 92.5%, seguido de la Búsqueda de Apoyo Espiritual con un 65%; en menor medida las familias hacen uso de los factores Evaluación Pasiva con un 40.8 %, Obtención de Apoyo Social con un 32.6% y por ultimo la Movilización Familiar para Obtener y Aceptar Ayuda con un 28.3%. En la Figura 1 se pueden ver los porcentajes totales en cuanto a las preferencias por factor de las 6 familias.

De esta forma se puede ver como las estrategias mas usadas son las que se pueden desarrollar al interior del núcleo familiar, en contraste, las estrategias de menor preferencia tienen en cuenta principalmente el apoyo externo, es decir, el recurrir a la red social.

En cuanto a lo arrojado en la interpretación de las entrevistas, se puede afirmar lo siguiente en cada categoría de análisis (Se introducen Verbatims de los participantes entre comillas como ejemplo de los enunciados que apoyan las interpretaciones):

Creencias y significados

En la primera categoría, creencias y significados, se hallaron dos formas de interpretar el desempleo. Por una parte, las familias que no le atribuyeron un sentido de crisis ya que, a pesar del desequilibrio en su economía y de haber disminuido la cantidad de ingresos, el factor no fue tomado como algo de mayor significancia; se asumió la situación como algo pasajero que con tiempo y empuje personal tendría que cambiar, como lo manifiesta una de las parejas entrevistadas: “lo importante es estar en familia, no nos desvivimos por lo que hay o lo que no, si no se puede salir, vemos televisión sin ningún problema”. Estas familias tuvieron ciertos cambios, modificando algunos de sus rituales, creencias, roles, y desarrollando determinadas estrategias de afrontamiento, con el fin de adaptarse y superar la situación, pero estas modificaciones en su cotidianidad fueron asumidas sin mayor traumatismo: “pues raciona uno los servicios… eso de salir a pasear es muy relativo, porque es mejor no salir a comer algo o darse un lujo porque después va a faltar que comer”.

En el caso contrario, es decir, en el que la situación de desempleo tuvo para los participantes una connotación de crisis, se afectó de una forma importante el sistema familiar, ya que se generaron discusiones y los cambios fueron experimentados como más trascendentales...

“de pronto esa crisis económica puede llegar a generar una serie de problemas muy graves que podrían de pronto… inclusive llegar a la disolución de la pareja como tal”; No obstante, la parejas reconocían las dificultades venían de tiempo atrás. “nosotros hemos enfrentado problemas donde decimos que nos vamos a separar y de pronto en un momento de mal genio pueden haber agresiones verbales que, digamos hacen que uno esté mas aburrido con la otra persona porque no cambia y entramos en conflicto porque no nos ponemos de acuerdo. Para mi no es tanto el dinero, es la comprensión en el hogar pues nosotros hemos enfrentado problemas pero yo digo que no es por la situación económica. Es por la falta de comprensión, por esas mismas circunstancias se pelea uno por conflictos al interior de la familia, no por la falta de plata”.

En estas parejas también se contempló por momentos la idea de vivir separados en casas de familiares para disminuir la ansiedad por los gastos, pero tocar este tema generó una mayor tensión y disminución de la expectativa de poder afrontar el difícil momento, por lo que se abandono prontamente, como se aprecia en el siguiente verbatim:

“eso de salir corriendo a donde la Mama al primer problema es huir; además las suegras son muy metidas. Yo prefiero que las parejas se vayan a vivir solas así sea en una pieza”.

En este punto en las entrevistas surgieron creencias como que la red social no les podría ayudar de ningún modo y que además no tenían por que inmiscuirse en sus problemas, en otras palabras “por que cada uno tiene sus problemas y así mismo cada uno debe pensar en como arreglarlos”; sin embargo, el mismo proceso de adaptación logra que con el tiempo las familias recurran y acepten este tipo de ayuda, en la medida en la que se mantenga o se agrave la crisis, ya que las familias tienden a desarrollar un mayor número de estrategias para afrontarla. Hubo familias que utilizaron con más frecuencia el apoyo social de sus familiares, amigos, la comunidad o el Estado; en este caso las familias que lo hicieron fueron las de situación económica más apremiante.

Cabe señalar que para los hijos en general la acomodación a la situación no fue particularmente difícil, y les permitió reevaluar sus actitudes frente a la familia, como lo sostiene un adolescente: “Pues la verdad no me parece que haya sido algo tan terrible, de hecho no lo vi tan negativamente, la verdad creo que nos unió mucho más porque estábamos muy afectados por la escasez”.

Rituales y pautas de organización familiar

Un aspecto necesariamente relacionado con la situación económica es el explorado en la categoría de las pautas y rituales de organización familiar. Las familias, obligadas a suspender actividades y pasatiempos onerosos, buscaron oportunidades de esparcimiento que representaran menos gastos, tales como ir a parques públicos, visitar otras familias o ver películas siempre y cuando no se afectara la capacidad de ahorro. Las celebraciones implicaron reuniones en casa y elaborar la comida juntos. Esto fue importante tanto para padres como para los hijos, porque disminuía el estrés y daba la sensación de continuar con la vida normal. “Es un hogar normal, llevamos una vida agradable… cuando se puede salimos a pasear… tratamos de estar en familia… pues lo que más podamos… compartir las cosas, los momentos buenos, enfrentar los momentos malos. Una familia común y corriente”.

Igualmente, la mayoría de las familias entrevistadas relataron cambios en su organización tales como el que un padre asumiera el rol de “ama de casa”, mientras el otro se dedicaba a buscar recursos. En las familias que poseen un sistema de reglas percibido como claro, en donde la madre es principalmente la encargada de velar por su cumplimiento, se observa congruencia en la pareja al momento de tomar acciones correctivas frente a alguno de sus hijos; así mismo es evidente una tendencia al dialogo tanto a nivel de pareja como en familia.

La alimentación y el estudio sufrieron alteraciones ya que hubo que cambiar la dieta y concretarse a los alimentos básicos; del mismo modo, los hijos debieron comenzar a trabajar para aportar económicamente. Estos últimos debieron también adaptarse a salidas más económicas con los amigos o a aceptar el apoyo de éstos para poder compartir el mismo plan si se trataba de algo costoso. En unos casos la hija tomó la función de cuidar la casa mientras los padres buscaban trabajo o desempeñaban tareas para obtener algunos ingresos. Estas paulatinas movilizaciones fueron permitiendo que la familia restableciera el equilibrio y se adaptara a la crisis.

El trabajo y el dinero

En la categoría del trabajo y el dinero como factores asociados a la calidad de vida, un efecto en la totalidad de las parejas fue el cambio en la significación que se le daba al dinero como medio esencial para lograr la felicidad, ya que se entendió la sobrevaloración previa que le daban a este factor como determinante para el bienestar. Esto cambió al tener que buscar otras formas de satisfacción, pues se encontraron valores que tenían una incidencia primordial para la convivencia en familia, tales como el apoyo, el acompañamiento y la unión, que habían pasado a un segundo plano:

“Aunque el dinero es necesario para obtener ciertas cosas que nos ayudan a vivir, también tiene su lado negativo ya que en la medida en que se tenían comodidades la familia tendía a desunirse precisamente porque cada uno puede conseguir sus propias cosas y hacer sus propios planes”.

Del mismo modo, se dio una dimensión distinta al trabajo, comprendiendo su importancia en cuanto a la planificación de la vida y medio de autorrealización que evita que se caiga en la ociosidad, más que como factor de enriquecimiento.

En este sentido se encontró también que, aunque lo económico representa para las familias un medio de acceso a una mejor calidad de vida; esto se logra solo con un manejo racional y adecuado del mismo, ya que cuando se dispone de sobrantes la familia puede caer en actividades ociosas que distraigan a los miembros, no contribuyan a la unión, dificulten el diálogo y generen posturas de rechazo al trabajo mismo, opinión reflejada en comentarios como

“Lo que pasa es que, si uno tiene mucho dinero, pues entonces se pierden las ganas de trabajar, y llegara el día en que ya no se tiene nada que hacer, porque como se tiene plata… como no es necesario trabajar, entonces yo no se, se le puede volver a uno como monótona… la vida; porque pues, claro si yo tuviera mucho dinero, pues yo no trabajaría, no me machucaría los dedos allá, yo no se que haría”.

Por lo tanto, aunque no es condición el tener riqueza para caer en vicios o hábitos negativos, el disponer de capitales puede convertirse en un factor que desvíe a la familia de lo realmente importante de la vida, como opina uno de los participantes:

“Hay gente para la cual el exceso de dinero puede ser lo peor que le haya podido pasar en la vida…yo pienso que un dinero bien dosificado se puede manejar muy agradablemente para el núcleo familiar”.

Cabe anotar que estas reflexiones surgen posteriormente a la crisis, ya que antes de esta la aspiración era conseguir mas dinero como forma de lograr el bienestar, independientemente de cómo se administre.

Un efecto interesante en las familias fue la reflexión que surgió sobre la responsabilidad con el manejo del dinero y la importancia de utilizar los recursos de la mejor manera, planificando el futuro y previendo posibles altibajos en la economía familiar, a diferencia del manejo a corto plazo que se le daba a los recursos económicos antes de la perdida del trabajo.

Estresores o demandas del contexto

En cuanto a los eventos estresores que surgieron de manera alterna a la situación de desempleo, se presentaron situaciones que ahondaron la crisis tales como problemas de alcohol, enfermedad en un hijo o en un caso la quema de la casa por un descuido. Estos estresores desencadenaron discusiones y malestar dentro de la familia, dificultando el dialogo, el apoyo y la comprensión entre ellos. Aunque las familias cuenten con este tipo de situaciones dolorosas y complicadas, estas van poco a poco buscando la forma de prevalecer y adaptarse a las diferentes situaciones.

Con relación al comportamiento de los hijos adolescentes, estos prefirieron guardar silencio frente a sus amigos sobre su situación familiar. Disminuyeron sus exigencias y demandas a los padres, y se acomodaron a los cambios en cuanto a las salidas, la restricción en la alimentación y las compras. Con ellos la situación fue muy similar a la de los padres: aunque los prejuicios y los estereotipos sociales eran igualmente preocupantes en los adolescentes, así como las oportunidades de acceso a la educación y su futuro, algunos opinaron estar de acuerdo con que los hijos mayores trabajen si es necesario para ayudar a la familia. Las familias afirman que el comportamiento de los hijos durante la crisis fue fundamental como apoyo, al asumir las cosas con madurez y conciencia. A pesar de la presencia de las vicisitudes propias de esta etapa, tales como la actitud de rebeldía, los modos de vestir, los estereotipos, etc... Se resalto que en los momentos difíciles afloraron en los jóvenes los principios y pautas educativas aprendidas en el seno familiar. En los puntos en los que más mostraron afectación fue en el tema de la educación y en la vida social, por el temor a no lograr consolidar un futuro laboral y a las dificultades para salir con los amigos o aceptar ser siempre el invitado. En un joven los consumos más frecuentes son en bebidas alcohólicas, ropa y transportes.

Por otra parte, se puede afirmar que la situación de desempleo afecta en gran medida al adolescente, ya que en estos casos se crea en ellos una gran preocupación por el hecho de no contar con el dinero suficiente para acceder a la educación superior o a mejores oportunidades para su futuro; de esta forma se generan sentimientos de inseguridad y angustia en ellos. Ese mismo sentimiento de incertidumbre, ayuda también a que el adolescente adquiera una conciencia de la situación critica y a su vez asuma actitudes de ahorro, cambiando sus hábitos y rituales de forma que sean más acordes con la situación, sin que se vean afectadas sus relaciones sociales como vimos en la mayoría de los casos.

Estrategias de afrontamiento

Corroborando en las entrevistas lo obtenido por el F-COPES, se halló que los tipos de estrategia para afrontar la situación mas utilizados por las familias fueron internas, en cuanto a que buscaron soluciones que pudieran generarse en la familia; estas estrategias eran fundamentadas en creencias como la auto-superación, donde el superar la crisis depende de la capacidad de los miembros de la familia de apoyarse emocionalmente, así como de la fé religiosa que actúa como fuente de fuerza y motivación, independientemente de la forma en como cada familia practique su espiritualidad, y la actitud de espera pasiva reflejada en las entrevistas en enunciados tales como:

“Pues… somos una familia… primero afortunada de conocer de Dios… a partir de ese momento, pues… la familia ha mejorado en todos los aspectos: hay más unión familiar, hay más acuerdo, digamos, en lo que se piensa… definitivamente, a estas alturas, después de 25 años de casados, pues yo creo que estamos bien… bien en todo sentido… a excepción de los apretones económicos que yo creo que todo el mundo los tiene… pero de resto bien” que le dan un toque menos preocupante a la situación, o enunciados que hacen énfasis en la estrategia pasiva: “ yo diría que una familia sin importar el estrato, en todos los hogares se tienen problemas de economía pero lo mas importante es el amor, ya que nos han enseñado bíblicamente que el amor es sufrido es benigno, permanece, todo lo soporta todo lo surge y hay que soportar todo eso. Lo mas importante es la paciencia, con amor y con paciencia no importa que la situación económica este mal pues prima la comprensión”.

Igualmente, los grupos familiares relataron que a partir de al crisis aumentaron su nivel de unión, identificando que el apoyo mutuo y el amor como las formas principales de afrontamiento; varias familias rehusaron dar a conocer a sus amigos o familias extensas su situación para evitar que los demás sintieran lástima o porque lo veían contraproducente y no creían que pudieran lograr un apoyo significativo. En general las familias tenían algunos recursos (dinero, bienes) de reserva, que preferían agotar lentamente a solicitar ayuda de familiares o amigos. Las ayudas externas fueron en situaciones excepcionales y se hacían a algún miembro en particular, no como apoyo a la familia.

Discusión

Luego de interpretar los resultados de la primera y segunda fase de encuentros, así como los datos arrojados por la Escala de Evaluación Personal del Funcionamiento Familiar en Situaciones de Crisis (F-COPES), se plantean las siguientes conclusiones con las que se da respuesta a las preguntas de investigación y objetivos planteados:

La forma como el sistema familiar interprete o signifique su realidad, se relaciona directamente con la percepción de una situación de crisis, ya que en este sentido se identificaron dos tendencias: por una parte, las familias pueden asumir la situación del desempleo como circunstancial y pasajera, de menor importancia que otras situaciones que pueden generar preocupación, mientras que para otras familias el desempleo se constituye en una verdadera amenaza. Es decir, el hecho de que presentar una crisis económica producto del desempleo puede verse como algo catastrófico e irremediable, o como una situación en la que la familia permanece más unida, brindándose apoyo mutuo; y así mismo, se van desarrollando progresivamente una gran variedad de recursos para hacerle frente a la situación. Estas construcciones mentales también cumplen un papel fundamental en las estrategias que se desarrollan al momento de afrontar una crisis de este tipo.

En cuanto a las pautas y rituales de organización, fue notorio que las familias que tienen una percepción mas positiva de sí mismas frente a la crisis son las que cambian sin mayor dificultad sus actividades y hábitos. Esto coincide con lo planteado por Roberts, (1991) quien describe que la capacidad para modificar los rituales facilita a las familias contar con momentos especiales para marcar y reelaborar roles, reglas y relaciones, y refuerza la cohesión grupal.

Igualmente, presentar una crisis económica producto del desempleo puede ser tomado de dos maneras: Como un hecho catastrófico que lleve a los miembros a entrar en ansiedad y conflicto, o como una circunstancia favorable en la medida en que la familia más unida, brindándose apoyo mutuo; y así mismo, se van desarrollando progresivamente una gran variedad de recursos para hacerle frente a la situación. Estas construcciones mentales también cumplen un papel fundamental en los movimientos de ajuste y adaptación que se desarrollan al momento de afrontar una crisis de este tipo, lo cual puede verse en los cambios que tuvieron los dos tipos de familia según su reacción.

Algo que llama mucho la atención en la particularidad de las reacciones de las familias estudiadas es la resistencia a vivir separados de sus hijos o disolver el vínculo conyugal. A pesar de que el tema fue planteado principalmente por aquellas familias que vivieron la situación de manera muy angustiosa, el rechazar la posibilidad de separarse dio a las familias estudiadas una sensación de fortaleza y esto aumento la expectativa de poder salir adelante. Estos hallazgos de cierta forma contradicen lo encontrado por Merlinsky (2002) con familias argentinas, donde el desempleo originó importantes cambios en las pautas de conformación de los hogares, expresándose en primer lugar en separaciones, y conformación de nuevos hogares por allegamiento cohabitacional. Esta disparidad podría deberse a variaciones de orden sociocultural e ideosincrático, o en algunos casos, la disolución del núcleo familiar tendría que ver con conflictos preexistentes que el desempleo viene a actualizar.

Se puede concluir que el desempleo puede ser un factor de cambio positivo en la medida en que, a pesar de generar una crisis familiar, moviliza valores y recursos a nivel emocional y relacional definidos por las familias como “la comprensión, el dialogo, el amor y el apoyo”, grandes pilares en el afrontamiento de la situación, los cuales fortalecen a la familia evocando formas de relación a veces dejadas atrás por estar inmersos en la rutina diaria. Así mismo, la ausencia de estos pilares al aparecer un evento como el desempleo puede generar un gran número de dificultades y problemas como la infidelidad, las adicciones, la deshonestidad, la violencia y el maltrato tanto físico como psicológico.

También se puede concluir que el desempleo moviliza la perspectiva sobre la calidad de vida frente a aspectos como el dinero, que pasa a ser visto como medio de ayuda esencial, mas no como algo primordial para la convivencia en familia; también lleva a las personas a redefinir el valor del trabajo, comprendiendo su importancia en cuanto a la planificación de la vida y medio de autorrealización que evita que se caiga en la ociosidad, valores que se sobreponen al hecho de recibir una alta remuneración., lo cual coincide con el estudio realizado por Lievano y Velasco (2006) donde se evidenció que las personas le dan más importancia a las necesidades sociales entre ellas la autorrealización, la autonomía y la independencia que a la seguridad material y al pago de obligaciones adquiridas. El trabajo cobra importancia en la medida en que se constituye como un factor de desarrollo que permite crecer, auto realizarse y por supuesto, ganar dinero, aunque esta última función es tomada como algo secundario.

Lo anterior abre la posibilidad de investigar sobre el posible efecto contraproducente que puede darse en familias adineradas con respecto a las relacione, la cercanía afectiva y el valor del trabajo como fuente de satisfacción, debido a las actividades, intereses y valores ligados a un estilo de vida con abundancia material y capacidad económica que puede llevar a los miembros a perder de vista estos factores de bienestar no ligados al dinero.

Otro hallazgo a destacar es la renuencia de las familias participantes a buscar apoyo externo. Es posible que en esta manera de reaccionar de las familias de no comunicar la situación o buscar el apoyo social existan determinantes culturales propios de la región que hacen que buscar apoyo sea visto como algo inútil o penoso, ya que en otras latitudes el apoyo social puede ser un recurso eficaz para disminuir las consecuencias del desempleo, dado que dicho apoyo puede ser dado en diferentes dimensiones: apoyo emocional, alguien con quien compartir sentimientos y emociones; apoyo informativo, alguien que ofrezca ayuda para buscar y encontrar un puesto de trabajo; y apoyo económico, alguien que pueda prestar ayuda para resolver problemas financieros (Merlinsky, 2002). De todos modos la experiencia relatada en las investigaciones previas sugiere que estas formas de apoyo pueden actuar sobre la persona desempleada de dos maneras diferentes pero, al mismo tiempo, complementarias. En primer lugar, el apoyo social puede ser beneficioso independientemente de que la persona se enfrente a un acontecimiento estresante como es el desempleo. Las personas que tienen o sienten tener apoyo por parte de la familia, los amigos o las instituciones sociales pueden manejar mejor una situación de estrés como es la pérdida o no consecución de un puesto de trabajo. Asimismo, las personas que ante una situación como el desempleo cuentan con apoyo social podrán amortiguar los efectos asociados a la experiencia de dicha situación de estrés. El apoyo puede tener tanto efectos directos como de amortiguación, lo que hace que sea una fuente de afrontamiento de gran importancia (Álvaro y Garrido, 2003). Esto mismo lo confirmaron las familias que sí buscaron apoyos en familiares o amigos, ya que según ellas sus relaciones sociales no se vieron afectadas en ningún momento por pedir ayuda y hubo solidaridad y acompañamiento en especial de la familia extensa; al contrario de verse perjudicada su imagen con ellos, estas personas reaccionaron de manera positiva apoyando material o emocionalmente e incluso con admiración por la difícil lucha para salir adelante.

En cuanto a la etapa del ciclo vital, la adolescencia, se puede aceptar que el supuesto de los investigadores era que las familias en esta etapa se vieran en más apuros por las demandas de los jóvenes. Sin embargo, esta concepción ha cambiado debido a que las demandas y el comportamiento del adolescente depende de determinados factores que pueden hacer que su influencia adquiera un sentido favorable, como las pautas de crianza, el afrontamiento, la recursividad y la conciencia de la situación económica; de esta forma, se puede afirmar que el adolescente alimenta una fuente importante de motivación para los padres que buscan el sustento y mantenimiento del hogar, redundando en la búsqueda de mejores ingresos y oportunidades.


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