El cómic Camino y ruptura: historia gráfica de las prácticas jurídicas indígenas en el Cauca a principios del siglo XX, de Karla Escobar, Óscar Pantoja y Miguel Vallejo, se inserta en la creciente producción universitaria que explora la narrativa gráfica como medio académico. Este trabajo parte de la tesis doctoral de Karla Escobar, titulada “Ciudadanía, justicia e indigeneidad: un estudio de las prácticas jurídicas indígenas en el Cauca, 1880-1938”, y forma parte del proyecto Transmedia History-Telling, que busca dialogar con la academia mientras complejiza las narrativas históricas y expande las posibilidades del cómic como herramienta de divulgación de procesos históricos y jurídicos complejos. En este sentido, el cómic aborda los diversos discursos sobre justicia en territorios indígenas del Cauca.
El cómic presenta una narrativa histórica densa y cuidadosamente estructurada a lo largo de doce capítulos, que examina la construcción legal de la categoría jurídica de indígena en Colombia, así como la lucha de los pueblos indígenas por la preservación de sus territorios. El primer capítulo, “El inicio de la conversa”, introduce la premisa central: la importancia de hablar en derecho para salvaguardar el territorio y cómo este discurso legal fue adoptado por las comunidades indígenas. En “Antes de la Ley 89”, se expone un estudio de caso de las poblaciones misak y nasa de Cajibío, en el Cauca, que emplearon estrategias jurídicas y alianzas políticas para inclinar la balanza a su favor en los tribunales. A continuación, “Empezar a usar la ley” traslada el análisis a Nariño, mostrando el pleito de Ancuyá y la constitución de un cabildo indígena como un precedente importante para futuros litigios.
El capítulo “El papel de la guerra” ilustra cómo la participación de los indígenas en la guerra de los Mil Días no solo les permitió obtener tierras, sino también consolidar su capital político, abriendo espacios de negociación más amplios en las discusiones sobre tierras. En “Ante la adversidad”, el relato vuelve a Nariño para examinar el caso de Tangua, donde el concepto de misericordia fue utilizado como herramienta discursiva en la búsqueda de justicia. En “La indigeneidad y el embate legal”, se narra el impacto de la reforma de la Ley 89 con la Ley 13 de 1903, utilizando un conflicto en Timbío, Cauca, para explorar las incertidumbres sobre la propiedad y los enfrentamientos entre indígenas y no indígenas.
En “Negociar la indigeneidad en el litigio”, se profundiza en cómo las comunidades indígenas enviaron memoriales a las autoridades locales para defender sus tierras, mientras la indigeneidad, como concepto jurídico, era aceptada o rechazada según los intereses. Este tema culmina en “La ruptura de la ‘amistad’ republicana y el surgimiento de la ‘raza’ indígena”, un capítulo protagonizado por Quintín Lame, donde se aborda su vida como un símbolo de la lucha por la personería jurídica de los cabildos indígenas en el Cauca. El capítulo “El peso de la ley” analiza la promulgación de la Ley 32 de 1920, sus implicaciones y las respuestas que surgieron desde las comunidades.
En “Los discursos de la indigeneidad en contexto”, se retoma la noción de raza indígena, revisitando las propuestas de Lame en una nueva coyuntura. “El pensamiento lamista y su transformación” aborda la apropiación de sus ideas en las luchas indígenas posteriores, mientras que el capítulo final, “Las múltiples formas de lucha”, establece un diálogo entre el pasado y el presente, conectando la relación entre Collo y Lame y el legado de resistencia que han dejado para los movimientos indígenas contemporáneos.
El equipo creativo de Óscar Pantoja y Miguel Vallejo resulta idóneo dada su experiencia en proyectos de imaginación histórica en el cómic. Pantoja, como guionista, muestra nuevamente su habilidad para adaptaciones, como ya lo ha hecho en Tanta sangre vista (Baena, Gaviria y Pantoja 2015) y La vorágine (Jiménez y Pantoja 2024). Por su parte, Vallejo aporta su estilo gráfico característico de líneas expresivas, en el que la tinta análoga crea la sensación de estar leyendo un documento visual. Un acierto particular del cómic es el uso de portadillas, que permite la participación de otros autores y contribuye a la cohesión del libro en su conjunto.
Uno de los aspectos más interesantes es la inclusión de Karla Escobar como personaje dentro de la narración, lo que posibilita que reflexione sobre su investigación de forma directa y subjetiva. Este recurso añade una capa de introspección y vulnerabilidad poco habitual en textos académicos tradicionales, lo que brinda frescura narrativa. A través de esta autorreflexión, Escobar cuestiona los límites entre historia, derecho, justicia y lucha política, e invita al lector a hacer lo mismo. Esta subjetividad enriquece la aproximación a los hechos, combinando las dudas de la investigadora con la reconstrucción histórica que se despliega en cada página.
El lenguaje gráfico, de corte clásico, mantiene una relación dicotómica entre imagen y texto, de modo que cada viñeta comunica algo tanto visual como discursivamente. Las poderosas frases que acompañan las imágenes invitan a una lectura pausada y las secuencias, aunque breves, están cargadas de significado. La estructura del cómic recurre a grandes elipsis narrativas, creando saltos entre escenas fragmentadas que, sin embargo, mantienen cohesión gracias al uso de la voz en off, que establece un diálogo pedagógico con el lector. Este estilo recuerda el trabajo de Altais Cómics en el cómic Emilia (Flórez y Pérez 2019), donde la voz en off se utiliza para mantener una fidelidad documental y crear una conexión didáctica y emocional. No obstante, en algunos momentos, los diálogos resultan algo acartonados, posiblemente debido a la fuerte dependencia de las fuentes de archivo, lo que a su vez refuerza la fidelidad histórica del trabajo.
Un aspecto que puede mejorarse es la rotulación de las páginas, particularmente en el manejo de las cartelas y globos de diálogo, que podrían beneficiarse de otro tratamiento. Este tipo de desafíos es frecuente en publicaciones universitarias. Una posible estrategia para solventarlos sería explorar alianzas editoriales, como las exitosas colaboraciones entre la Universidad de los Andes y Rey Naranjo en Delirantes (Acosta, Camperos y Naranjo 2020), o entre la Universidad Javeriana y Cohete Cómics en Caminos condenados (Aguirre et al. 2016) y Recetario de sabores lejanos (Aguirre et al. 2020), las cuales han logrado una consonancia notable en este aspecto.
La obra también destaca por mostrar el proceso de investigación desde los archivos hasta la interacción directa con los territorios y sus comunidades. Este recorrido conecta con la diversidad de los pueblos indígenas y, así, revela cómo las luchas por la tierra son heterogéneas en términos de tiempo, espacio y actores. Las relaciones de poder, las alianzas con los gobiernos y las decisiones amañadas se representan visualmente, lo que añade una profundidad difícil de encontrar en otros textos académicos y cómics.
Además, el cómic enfatiza que la mediación legal no ocurre solo en los tribunales, sino también en discursos, manifestaciones y formas de resistencia extralegales. Los autores capturan la complejidad del derecho como herramienta política mostrando cómo los cabildos indígenas, en muchos casos, no surgieron para gobernar, sino para proteger colectivamente sus tierras, un elemento crucial que rara vez se aborda en la historiografía tradicional.
A pesar de su calidad, Camino y ruptura no es un cómic para lectores impacientes ni para una audiencia general. Su manejo del tiempo, que alterna entre pasado y presente, exige una lectura atenta y, en muchos casos, una relectura para captar todas las sutilezas. En este sentido, parece estar dirigido a un público especializado: lectores de cómics, abogados, historiadores y personas interesadas en las luchas indígenas y los conflictos de tierras. No obstante, capítulos como el dedicado a Quintín Lame, con su narrativa más dinámica y diálogos fluidos, podrían atraer a un público más amplio.
En definitiva, Camino y ruptura invita a repensar las relaciones entre derecho, historia y territorio desde una perspectiva visual. Al entrelazar tiempos y espacios, personajes y discursos, los autores crean una narración que complejiza la historia lineal y nos lleva a reflexionar sobre los procesos legales en Colombia, así como sobre las luchas indígenas que, lejos de pertenecer a un pasado estático, siguen siendo una realidad vigente.