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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

Print version ISSN 1692-715X

Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv vol.11 no.1 Manizales Jan./June 2013

 

 

Segunda Sección: Estudios e Investigaciones

 

 

Desarrollo teórico de la Resiliencia y su aplicación en situaciones adversas: Una revisión analítica*

 

The Theoretical Development of Resilience and its Application in Adverse situations: An analytical review

 

Desenvolvimento teórico da Resiliência e sua aplicação em situações adversas: uma revisão analítica

 

 

María Cristina García-Vesga1; Elsy Domínguez-de la Ossa2

1 Cinde-Universidad de Manizales, Colombia. Doctora en Educación de Nova, University-Cinde. Profesora del Centro de Estudios avanzados en Niñez y Juventud, Cinde - Universidad de Manizales. Correo electrónico: mariacristinagarciav@yahoo.com

2 Corporación Universitaria del Caribe, Colombia. Magíster en Psicología Clínica y de la Familia de la Universidad Santo Tomás de Bogotá. Profesora de la Corporación Universitaria del Caribe - Cecar. Correo electrónico: elsydominguez@yahoo.es

Artículo recibido en agosto 30 de 2012; artículo aceptado en noviembre 2 de 2012 (Eds.)

 


Resumen:

En este artículo hacemos una revisión analítica acerca de las teorías surgidas en las últimas tres décadas alrededor de la capacidad que poseen los niños y las niñas para afrontar situaciones adversas. Realizamos un recorrido por las definiciones del concepto, clasificándolas según la relación que hacen los distintos autores y autoras con los conceptos de adaptabilidad, capacidad y competencia. Identificamos dos momentos en la evolución teórica del enfoque y analizamos los fundamentos psicológicos, los factores de personalidad, y el temperamento, como categorías asociadas al concepto Resiliencia.

Recogemos las implicaciones prácticas en programas que promueven la construcción de la Resiliencia, basados en el reconocimiento de la importancia de los entornos -familia, comunidad, Estado- en interacción continua con el individuo. Explicitamos elementos comunes en los programas que se han desarrollado en países como Perú, Argentina y Brasil.

Palabras clave autoras: resiliencia, temperamento, competencia, factores de protección, factores de riesgo.

 


Abstract:

in this article an analytic revision is made on the theories that developed during the last three decades around the capacity that boys and girls have to face adverse situations. It considers the different definitions of the concept, classifying them according to the relationship different authors make about concepts of adaptability, capacity and competence. Two moments on the theoretical evolution of the approach were identified and the psychological fundamentals, personality factors and temper were analyzed as categories associated with the concept of resilience.

The practical implications for programs and projects that promote the construction of resilience are gathered, based on the knowledge of the importance of the spheres of family, community and state, in continuous interaction with the individual. Common elements in programs developed in countries as Peru, Argentina and Brazil are explained.

Authors key words: resilience, temper, competence, protective factors, risk factors.

 


Resumo:

neste artigo fazemos uma revisão analítica das teorías surgidas nas últimas três décadas sobre a capacidade que têm as crianças para se defrontarem com situações adversas. Realizamos uma busca pelas definições do conceito, clasificando-as segundo a relação que fazem diferentes autores e autoras com os conceitos de adaptabilidade, capacidade e competência. Identificamos dois momentos na evolução teórica do enfoque e analizamos os fundamentos psicológicos, os fatores de personalidade e o temperamento, como categorías associadas ao conceito de Resiliência.

Buscamos as implicações práticas em programas que promovem a construção da Resiliência, baseados no reconhecimento da importância dos entornos-familia, comunidade, Estado - em interação contínua com o indivíduo. Explicitamos elementos comuns em países como Perú, Argentina e Brasil.

Palavras-chave autoras: resiliência, temperamento, competência, fatores de proteção, fatores de risco.

 


 

1. Introducción

 

En este artículo hacemos una revisión analítica acerca de las teorías surgidas en las últimas tres décadas alrededor de la capacidad que poseen los niños y niñas para afrontar situaciones adversas. Realizamos un recorrido por las distintas definiciones, clasificándolas según la relación con los conceptos de adaptabilidad, capacidad, competencia o proceso.

Identificamos dos momentos en la evolución teórica: un primer momento en el cual analizamos factores individuales protectores que se relacionan con las capacidades resilientes para afrontar distintas adversidades como la pobreza. En una segunda etapa, reconocemos los ambientes donde las personas se desenvuelven, como factores de protección que al interactuar con los individuos modulan los efectos de un trauma. Es decir, pasamos de una reflexión desde lo personal hacia lo relacional, configurando así una teoría ecológica de la Resiliencia, expresión utilizada por Baldwin quien retoma el planteamiento de la teoría ecológica de Bronfenbrenner (1981).

Además analizamos los fundamentos psicológicos, los factores de personalidad, y el temperamento, como categorías asociadas a la Resiliencia, que permiten consolidar un cuerpo teórico en el que se articulan aspectos psicológicos con el fenómeno de la resistencia y la capacidad de sobreponerse que existe en los seres humanos. Finalmente, mostramos algunas experiencias de aplicación del concepto, al trabajo que hacen los sujetos profesionales dedicados al trabajo con la infancia y con las familias que viven en condiciones de vulnerabilidad social.

Luego del análisis teórico que propiciamos a lo largo del artículo, entre las principales conclusiones que presentamos está la de que el concepto de Resiliencia plantea interrogantes sobre el temperamento, sobre los factores de personalidad, sobre el ambiente y sobre los recursos de las personas; la comprensión de todos ellos será de interés para las posibilidades de aplicación en la práctica.

Es decisivo el papel de la familia, de la comunidad, de la sociedad en general y de los sujetos profesionales, como promotores de los recursos que tiene cada persona para lograr la autogestión del desarrollo personal y social.

Aunque identificar los factores protectores y de riesgo puede considerarse tarea difícil ya que estos varían según la naturaleza del trauma, la personalidad, la situación y el momento concreto, las diferencias en las formas de afrontar las adversidades se pueden considerar una riqueza y una oportunidad para aprender y para entender los mecanismos de riesgo y de Resiliencia. Ella es posible pero varía según el contexto y según las personas, su experiencia y su temperamento.

 

2. La evolución de las definiciones sobre Resiliencia

El enfoque de la Resiliencia surge a partir de los esfuerzos por entender las causas de la Psicopatología; estos estudios demostraron que existía un grupo de infantes que no desarrollaban problemas psicológicos a pesar de las predicciones de los investigadores e investigadoras (Masten, 2001; Grotberg, 1999). El primer paso fue asumir que estos niños y niñas se adaptaban positivamente debido a que eran "invulnerables" (Koupernik, en Rutter, 1991); es decir, podían "resistir" la adversidad. El segundo paso fue proponer el concepto de Resiliencia en vez de "invulnerabilidad", debido a que la Resiliencia puede ser promovida, mientras que la invulnerabilidad es considerada un rasgo intrínseco del individuo (Rutter, 1991).

Para Infante (2005), la Resiliencia intenta entender cómo los niños y niñas, los sujetos adolescentes y las personas adultas son capaces de sobrevivir y superar adversidades a pesar de vivir en condiciones de pobreza, violencia intrafamiliar, o a pesar de las consecuencias de una catástrofe natural (Luthar & otros, 2000). En el área de intervención psicosocial, la Resiliencia intenta promover procesos que involucren al individuo y su ambiente social, ayudándolo a superar riesgos y a tener una mejor calidad de vida.

Las definiciones que sobre Resiliencia se han construido se clasifican en cuatro:

1- Aquellas que relacionan el fenómeno con el componente de adaptabilidad.

2- Las que incluyen el concepto de capacidad o habilidad.

3- Las que enfatizan en la conjunción de factores internos y externos.

4. Las que definen Resiliencia como adaptación y también como proceso. Para la primera clasificación, hemos incluido a los siguientes autores y autoras con sus conceptualizaciones:

La Resiliencia se considera una historia de adaptaciones exitosas en el individuo que se ha visto expuesto a factores biológicos de riesgo; además, implica la expectativa de continuar con una baja susceptibilidad frente a futuros estresores (Werner, 2001; Luthar & Zingler, 2006; Masten & Smith, 1982).

Igualmente se define como una adaptación efectiva ante eventos de la vida severamente estresantes y acumulativos (Löesel, Blieneser & Köferl, en Brambing et al., 1989).

Milgran y Palti (1993) definen a los niños y niñas resilientes como aquellos y aquellas que se enfrentan bien a los estresores ambientales a los que se ven sometidos en los años formativos de su vida.

Aunque los autores y autoras incluyen en sus definiciones el componente de la adaptación positiva como sinónimo de Resiliencia, se considera que la diferencia entre estos dos fenómenos estriba en que, para que este último se desarrolle, deben existir las dos condiciones de riesgo y protección. También se reconoce que el sujeto que se comporta Resiliente está en búsqueda de sobrepasar la adversidad e ir más adelante de donde estaba al momento del percance. Por su parte, la adaptación no implica los requerimientos anteriores y se refiere básicamente al afrontamiento de una situación en particular, sin prever las implicaciones para el futuro.

El siguiente es un vistazo por las definiciones de Resiliencia en donde aparece el componente de capacidad:

Grotberg (1995) la define como la capacidad humana universal para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas o incluso ser transformado por ellas. La Resiliencia es parte del proceso evolutivo y debe ser promovido desde la niñez. Esta autora resalta el componente ambiental, en contraste con las definiciones que destacan que se requiere la conjunción de factores biológicos y ambientales para su desarrollo. Estos desacuerdos en las definiciones llevan a concluir que el fenómeno es complejo y que no tiene una sola explicación causal, sino que tiene que ser concebido como un proceso multifactorial en el que convergen las distintas dimensiones del ser humano.

Para Vanistendael (1994), la Resiliencia distingue dos componentes: la resistencia frente a la destrucción, esto es, la capacidad de proteger la propia integridad bajo presión; por otra parte, más allá de la resistencia, la capacidad para construir un conductismo vital positivo pese a circunstancias difíciles. Según este autor, el concepto incluye la capacidad de una persona o sistema social de enfrentar adecuadamente las dificultades de una forma socialmente aceptable.

En cuanto a la Resiliencia como proceso, se destaca Rutter (1992), quien argumenta que la Resiliencia se ha caracterizado como un conjunto de procesos sociales e intrapsíquicos que posibilitan tener una vida sana, viviendo en un medio insano. Estos procesos tendrían lugar a través del tiempo, dando afortunadas combinaciones entre atributos del niño o niña y su ambiente familiar y social; así, la Resiliencia no puede ser pensada como un atributo con el que los niños y niñas nacen, sino que está en desarrollo y en permanente interacción entre las características de la persona menor y su ambiente.

En el mismo sentido, Suárez (1995) considera que la Resiliencia habla de una combinación de factores que permiten a un ser humano afrontar y superar los problemas de la vida.

Las definiciones que incluyen tanto la dimensión de adaptación como la de procesos, son las siguientes:

Para Osborn (1993), la Resiliencia es un concepto genérico que se refiere a una amplia gama de factores de riesgo y a los resultados de competencia. Puede ser producto de una conjunción entre los factores ambientales, el temperamento y un tipo de habilidad cognitiva que tienen los niños y niñas a temprana edad.

Luthar y Cushing (1999, p. 543) definen la Resiliencia como "un proceso dinámico que tiene como resultado la adaptación positiva en contextos de gran adversidad". Esta definición distingue tres componentes esenciales que deben estar presentes en el concepto de Resiliencia:

    o La noción de adversidad o amenaza al desarrollo humano,
    o La adaptación positiva de la adversidad,
    o El proceso que considera la dinámica entre mecanismos emocionales, cognitivos y socioculturales,

En resumen, las distintas definiciones de Resiliencia enfatizan en características de los sujetos tales como: habilidad, adaptabilidad, baja susceptibilidad, enfrentamiento efectivo, capacidad, competencia, resistencia a la destrucción, conductas vitales positivas, temperamento especial y habilidades cognitivas, todas desplegadas frente a situaciones estresantes que les permiten superarlas.

También se destaca que la Resiliencia se desarrolla en función de procesos sociales e intra-psíquicos; está en función de los procesos interaccionales entre las personas y estos, a su vez, aportan a la construcción del sistema intrapsíquico del ser humano.

 

3. Desarrollo histórico del concepto

Alrededor del concepto de Resiliencia surgió una primera generación de investigadores e investigadoras a principios de los setenta, cuyo interés fue descubrir aquellos factores protectores que están en la base de esta llamada adaptación positiva en niños y niñas que viven en condiciones de adversidad (Kaplan, 1999). Este grupo se formulaba la pregunta: "¿Entre los niños que viven en riesgo social, qué diferencia a aquellos que se adaptan positivamente de aquellos que no se adaptan a la sociedad?" (Luthar, 1993, en Kaplan, 1999). Un hito en esta primera generación fue el estudio de Werner (1992) con 500 niños de Hawai, encontrando que una tercera parte de ellos, a pesar de vivir con padres alcohólicos y estar sometidos a distintas situaciones de estrés, lograron salir adelante y se construyeron como personas la posibilidad de un futuro.

A partir de este primer estudio, surgen una serie de investigaciones que evidencian la existencia de factores protectores en infantes a pesar de la pobreza, considerada una de las situaciones generadoras de estrés y que bien puede traer como consecuencia mayor fragilidad emocional, menor desempeño intelectual y peor ejecución académica. Sin embargo, el daño potencial ocasionado por las situaciones que se vinculan con la pobreza no es inevitable ni irreversible. Existen factores protectores que amortiguan el impacto de las diferentes clases de deprivación a las que están expuestos estos niños y niñas.

Llama la atención que a pesar de vivir en situaciones difíciles, las diferencias individuales muestran que unos niños o niñas que comparten las mismas situaciones sociales de base que el resto del grupo, conservan sus niveles de aspiración, sus expectativas y su motivación; no son como las del resto, y por el contrario sobresalen (Kotliarenco, Caceres & Fontecilla, 1997).

Por lo tanto, la Resiliencia viene asociada a la presencia de factores protectores que amortiguan los efectos adversos de golpes físicos y/o emocionales, y estos factores se definen como aquellos recursos que pertenecen al niño o niña, a su entorno, o a la interacción entre ambos, y que amortiguan el impacto de los estresores, alterando o incluso revirtiendo la predicción de resultados negativos (Garmezy, 1991; Garmezy & Masten, 1994; Lazarus & Folkman, 1986).

En la Resiliencia intervienen algunos "factores protectores" que operarían protegiendo al sujeto de la hostilidad encontrada en su entorno. Dichos factores se agruparían en factores personales, tales como tendencia al acercamiento social, humor positivo y ritmo biológico estable.

También participan factores cognitivos y afectivos, a saber: un mayor C.I. verbal y matemático, empatía, mayor autoestima, motivación al logro, sentimiento de autosuficiencia, baja desesperanza, autonomía en las acciones emprendidas y orientación a la resolución de problemas.

Existen otros factores tales como las emociones positivas que pueden contrarrestar e incluso prevenir los efectos nocivos que acarrean las vivencias derivadas de la pobreza (Oros, 2009).

Oros (2009) plantea cuatro argumentos acerca de la importancia y utilidad que podría tener la promoción de emociones positivas; las mismas pueden optimizar el funcionamiento de los niños y niñas pobres, porque favorecen una apreciación más saludable de las dificultades, un afrontamiento más funcional de las mismas; incrementan aspectos cognitivos involucrados en la prevención del fracaso académico y fomentan actitudes tolerantes ante las frustraciones.

En un segundo momento, los investigadores e investigadoras ampliaron el tema de la Resiliencia en dos aspectos: la noción de proceso, que implica la interacción dinámica entre factores de riesgo y de Resiliencia, y la búsqueda de modelos para promover Resiliencia en forma efectiva a nivel de programas sociales. En esta segunda generación se desplaza el foco de interés desde las cualidades personales hacia un mayor interés en los factores externos. La gran mayoría de los investigadores e investigadoras de esta generación podrían adscribirse al modelo triádico de Resiliencia, que consiste en organizar los factores resilientes en tres niveles: individuales, familiares, y los ambientes en los que los individuos están inmersos.

Dos investigadores pioneros en la noción dinámica de la Resiliencia fueron Michael Rutter (1991), quien propuso el término de mecanismos protectores en vez de factores protectores y quien concibe la Resiliencia como una respuesta global en la que se ponen en juego los mecanismos de protección, entendiendo no la valencia contraria a los factores de riesgo, sino aquella dinámica que permite al individuo salir fortalecido de la adversidad, en cada situación y respetando las características personales (Rutter, 1991, en Infante, 1997, p. 10).

Por su parte, Edith Grotberg define la Resiliencia como la interacción de factores resilientes provenientes de tres niveles diferentes: soporte social (yo tengo), habilidades (yo puedo) y fortaleza interna (yo soy y yo estoy).

Autores más recientes de esta segunda generación son Luthar y Cushing (1999), Masten (2001), Kaplan (1999) y Bernard (1999), quienes entienden la Resiliencia como un proceso dinámico donde las influencias del ambiente y del individuo interactúan en una relación recíproca que le permite a la persona adaptarse a pesar de la adversidad. La gran mayoría de los investigadores e investigadoras de esta generación podrían adscribirse al modelo ecológico-transaccional. La perspectiva que guía este modelo de la Resiliencia es que el individuo está inmerso en una ecología determinada por diferentes niveles que interactúan entre sí, ejerciendo una influencia directa en su desarrollo humano. Los niveles que conforman el marco ecológico son: el individual, el familiar, y el comunitario vinculado a los servicios sociales.

La Psicopatología Evolutiva es un paradigma dominante en la conceptualización de los trastornos mentales, cuyo objetivo es integrar el conocimiento de las vicisitudes del desarrollo normal y patológico y de los factores y procesos que lo influyen, a través de una perspectiva temporal (Cichetti & Cohen, 1995; Rutter & Sroufe, 2000). Desde este paradigma, la Resiliencia se define como un proceso dinámico pero de carácter evolutivo que implica una adaptación del individuo mejor que la que cabría esperar, dadas las circunstancias adversas (Luthar, 2006; Luthar, Cicchetti & Becker, 2000). Esta adaptación personal y social suele resultar de cierta capacidad para utilizar los recursos internos y externos que le van a permitir a la persona enfrentarse con éxito a la adversidad. La interacción de ambos recursos hace parte de un modelo transaccional y bidireccional de las influencias, en el que se da un peso importante no solo al entorno, sino también a las características del sujeto menor (Lynch & Cicchetti, 1998; Sameroff, 1997).

Para los pensadores y pensadoras del enfoque relacional es pertinente integrar los conceptos de temperamento y apego en un modelo transaccional de desarrollo humano.

Los mecanismos de riesgo y de la Resiliencia no se dan en un equilibrio de fuerzas- factores de riesgo contra factores de protección, en el que el niño o niña tendría un papel pasivo. Antes bien, parece que lo esencial pasa en interacciones activas entre el niño y su entorno. Así pues, la dialéctica de lo innato o de lo adquirido está superada. El reto no es ya identificar nuevos factores de riesgo o de protección, sino elucidar los procesos que intervienen, sobre todo en la interacción entre los factores genéticos y el ambiente.

Por su parte, Guedeney (1998) se centra en aquellos factores protectores de la vida relacional que favorecen los comportamientos resilientes, tales como una actitud parental competente, una buena relación con el padre o la madre, el apoyo del entorno, una buena red de relaciones sociales informales, la educación, y el compromiso religioso bajo la forma de participación en un grupo.

En resumen, para la construcción de un esquema conceptual de la Resiliencia surgen de manera articulada características individuales relacionadas con la identidad, las creencias y la visión que se tiene de uno mismo, en su interacción permanente con el entorno social, características que potencian una respuesta activa por parte del sujeto que le permite superar la adversidad y construir a partir de ella. Del mismo modo existen elementos de relación con el medio y con los otros, que harán que los sujetos dimensionen el problema y organicen una respuesta activa, caracterizada por involucrar a los otros sujetos en una formulación de metas a corto plazo y con objetivos prácticos.

En suma, el modelo de la Resiliencia planteado por los investigadores e investigadoras de la segunda generación, implicaría una serie de retroalimentaciones que configuran un sistema complejo, integral y cíclico de la Resiliencia.

Podemos concluir de este desarrollo teórico del concepto que, si bien tanto el término factores de protección con factores de Resiliencia, ha sido tratado indistintamente entre los expertos y expertas, un análisis comparativo de estos aspectos nucleares permite señalar que la combinación de los factores de protección está asociada a un estado de Resiliencia en una persona, grupo o comunidades. La segunda generación de pensadores y pensadoras de la Resiliencia ha generado un cambio en el lenguaje, y hoy se plantea que la Resiliencia es diferente a Factores de Protección, en tanto los factores de Resiliencia enfrentan al riesgo mientras los factores de protección protegen del riesgo.

Este cambio denota que el enfoque de la Resiliencia está más comprometido con el modelo de la promoción, con la noción de maximizar el potencial entre los individuos en riesgo y no solo con la evasión o prevención de las enfermedades, más relacionado esto último con el modelo epidemiológico de la salud. Este modelo de la promoción es consistente con la construcción de factores de Resiliencia y con obtener resultados positivos. En este sentido, Grotberg (1999) plantea que un factor de Resiliencia sería contar con un ser querido que brinde amor incondicional, lo cual no actúa directamente en contra de ningún factor de riesgo pero sí desarrolla una fortaleza intrapsíquica.

En consonancia con la idea planteada anteriormente, la relación con una persona en cualquier momento de la vida, que no focaliza la atención en conductas problemáticas sino que busca satisfacer las necesidades de reconocimiento y autonomía que requieren las personas, se convierte en un "tutor de Resiliencia", definido por Cyrulnik (2001) como alguien que puede ser una persona, un lugar, un acontecimiento, una obra de arte, todo aquello que pueda provocar un renacer del desarrollo psicológico tras el trauma. Es decir, que a través de ese otro significativo, podrá ponerse en marcha el proceso de construcción de Resiliencia.

Las Características propias del "Tutor de Resiliencia" son: presencia junto al sujeto; amor incondicional, estímulo y gratificación afectiva a los logros, creatividad, iniciativa, humor, capacidad para asimilar nuevas experiencias y para ayudar a resolver problemas sin suplantar al sujeto.

 

4. Fundamentos Psicológicos del concepto de Resiliencia

Para el análisis de los fundamentos psicológicos de la Resiliencia, es necesario explicitar el funcionamiento de la mente, la cual, en los últimos tiempos, se ha conceptualizado de manera convergente por parte de las corrientes cognitivistas y de las Neurociencias. Es decir, la mente en sus aspectos sustanciales está en relación con el cuerpo y con el mundo en el que actúa. El niño o niña inicia su vida antes de nacer en el espacio psíquico de la madre; cuando esta lo acepta y lo nombra, la protección y la adversidad se vuelven previas al nacimiento, de acuerdo con la clase de relación primaria entre la madre y el padre.

Para Maturana y Varela (1984), somos seres que vivimos en el acto de conversar; nuestro espacio relacional consiste en redes de conversaciones que constituyen la cultura en que nos desarrollamos.

Como plantea Clark (1999) desde una perspectiva cognitivista, los seres humanos construimos "entornos de diseño", en los que la razón humana es capaz de sobrepasar el cerebro biológico en tanto interactúa con un mundo complejo, tanto de estructuras físicas como sociales. Estas relaciones con el entorno pueden limitar pero también potencian las actividades de resolución de problemas, manejo del estrés, capacidades de afrontamiento de las situaciones críticas, entre otras. Vygotsky (1978) propuso en los años treinta la idea de que el empleo del lenguaje público tiene profundos efectos en el desarrollo cognitivo. Postuló un fuerte vínculo entre el discurso, la experiencia social y el aprendizaje, y planteó la noción de "zona de desarrollo proximal" para designar la necesidad que tiene el niño o niña de la orientación y la ayuda proporcionada por otro ser humano para tener éxito en las tareas que su desarrollo vital le impone. Sólo si ha tenido suficiente apoyo en la etapa del desarrollo puede, en ausencia del sujeto adulto, cumplir la tarea de que se trate: el diálogo instructivo que antes tenía con el ser adulto ahora lo tiene consigo mismo y logra orientar su conducta, enfocar su atención y evitar errores. No siempre los padres y madres ejercen un rol protector y beneficioso; cuando el sujeto progenitor es maltratador o abusador, se convierte en factor de riesgo y por lo tanto no aporta a la construcción de la Resiliencia.

Desde el enfoque de la Resiliencia se alude al sujeto adulto que estimula y ayuda al niño o niña a salir adelante. El más competente ayuda al sujeto joven o niño a alcanzar una posición desde la cual podrá reflexionar sobre lo que acontece y al mismo tiempo poseerá mayor conciencia y control de sus actos.

En esta dirección, Bruner (1996) llega a la conclusión de que cualquier mecanismo de adquisición del lenguaje, no tiene posibilidad de lograrse si no existe un sistema de apoyo proporcionado por el mundo social, que se combine con la capacidad de adquisición. Enfatiza en la necesaria presencia del otro para adquirir el lenguaje, lo que equivale a decir que el individuo requiere de otra persona que le apoye para ingresar en la cultura humana.

Como resultado de la interacción con una figura significativa, emerge la Resiliencia, y por lo tanto es importante el rol que desempeña la relación con el otro en el desarrollo del sistema psíquico humano. El bebé requiere ser reconfortado, contactado por un cuerpo cálido, y estos registros corporales son la base de la constitución del yo sujeto. De lo positivo de la relación con el ambiente depende el desarrollo de la autoestima, y cuando este proceso no transcurre así, aparecerá un déficit primario que puede agravarse si los padres y madres no aportan una imagen valorizada de sí con la cual los niños y niñas puedan identificarse, y por esto se afirma que la autoestima del sujeto se construye en el vínculo con otro significativo. A pesar de estas carencias relacionales, la literatura sobre la Resiliencia está impregnada de casos que evidencian que la aparición de una persona afectuosa y cuidadora en cualquier momento, puede despertar en los niños y niñas esa fuerza interior que permite sobrepasar obstáculos.

5. Factores de personalidad asociados a la Resiliencia

Los primeros planteamientos teóricos sobre la Resiliencia desarrollados por Rutter (1985, 1987), Werner (1989), Werner y Smith (1982) y Garmezy (1991), enfatizaron en los factores de personalidad que distinguen a los niños o niñas que superan la adversidad, de quienes se agobian por los factores de riesgo, tales como: el acercamiento activo -evocador hacia el problema a resolver-, permitiéndoles que negocien una serie de experiencias emocionalmente arriesgadas; la habilidad en la infancia para ganar la atención positiva en los otros; la visión optimista de sus experiencias; la habilidad de mantener una visión positiva de una vida significativa; la habilidad de estar alerta y con autonomía; la tendencia a buscar nuevas experiencias; y la perspectiva proactiva.

Por otra parte, investigaciones más recientes documentadas en el trabajo de Coutu (2002, citado por Ángel, 2003) evidencian que la Resiliencia tiene tres cualidades fundamentales que son igualmente válidas en los casos de enfermedades terminales o de crisis vitales. Dichas cualidades medulares son: una comprensión y aceptación de la realidad, una profunda creencia en que la vida sí tiene significado, y una habilidad para ingeniarse alternativas de solución. Se trata de cierto tipo de creatividad aparentemente ilógica, que permite improvisar soluciones sin contar con las herramientas y recursos apropiados.

Desde el enfoque de la psicopatología evolutiva (Luthar, 2006; Luthar et al., 2000; Masten, 2001; Rutter, 2000) se han descrito algunas de las características de la Resiliencia relacionadas, tanto con dimensiones de la personalidad como con un buen desarrollo competencial: buena inteligencia, temperamento fácil, tener control sobre lo que ocurre, alta autoestima y autoeficacia, búsqueda de apoyo social, humor y optimismo vital, afrontamiento adecuado de los problemas, buena gestión de la autonomía personal como tener iniciativas, tomar decisiones y tener un proyecto de vida, lo que requiere, a su vez, una planificación efectiva, capacidad de entusiasmo, motivación e interés por las cosas.

 

6. Temperamento y Resiliencia

En estudios recientes ha vuelto a aparecer el interés por el temperamento como un componente relacional en la definición de Resiliencia. El temperamento se considera como el conjunto de elementos biológicos que junto con los factores psicológicos forman la personalidad (Lemay, 2009, citado por Bouvier, 2003).

Los trabajos de Chess y Thomas (1990) aportan bases conceptuales que han permitido desarrollar investigaciones; estos autores estudiaron una cohorte de infantes durante más de veinte años, para identificar las características de su temperamento, a partir de las cuales identificaron tres perfiles de temperamento:

    a. Niños o niñas fáciles, es decir, manejables, que afrontan con placer las situaciones y los objetos nuevos.

    b. Niños o niñas lentos para animarse, que reaccionan ante la novedad con evitación y malestar emocional.

    c. Niños o niñas difíciles, es decir, inestables, irritables y poco adaptables.

La distinción, simplista pero eficaz, entre niño o niña difícil y niño o niña fácil, se ha hecho clásica en Estados Unidos debido a los resultados del estudio en mención.

Entre los elementos asociados a la Resiliencia, hay factores personales como el temperamento; proporcionalmente, los sujetos infantes resilientes muestran más rasgos de carácter como la autonomía, la autoestima alta y la orientación social positiva. Se han realizado estudios de niños y niñas en situación de riesgo -como el divorcio de los padres- y pese a los dolores y retos que hay que superar, se ha comprobado que los niños y niñas evolucionan positivamente (Bouvier, 2003; Werner, 1992). El niño o niña resiliente, independiente de su sexo, suele tener un temperamento fácil, activo y mimoso, mientras que un temperamento difícil se asocia a problemas de adecuación emocional.

De otro lado, los estudios sobre el temperamento y la Resiliencia aclaran el concepto de apego, y los trabajos de Bowlby (1998) abrieron camino a las investigaciones sobre riesgo y Resiliencia. El concepto de apego se ha podido ampliar al papel de los hermanos y hermanas, de los pares y otras personas, del colegio y la comunidad. Poco a poco se ha reconocido el papel activo del niño o niña en su desarrollo, y la influencia que el mismo ejerce en su entorno.

En los trabajos de Ainsworth (1978), los estudios del modo de apego permitieron describir varios grupos de niños y niñas. Junto a quienes mostraban un apego seguro a la madre (grupo B), otros mostraban manifestaciones de ansiedad y evitación (grupo A) o de ansiedad y resistencia (grupo C). Estas últimas categorías coinciden en parte con las del temperamento inhibido de Kagan (2000, 1995). Para Seifer y cols. (1996), el temperamento del niño o niña tendrá un papel predominante en el desarrollo de esos tipos de apego.

Los estudios sobre Resiliencia confirman que hay que ampliar el concepto de apego, limitado mucho tiempo a la relación madre-hijo. En su estudio, Werner y Smith observan que un vínculo intenso con una persona que cuide al niño o niña en su primer año de vida, es un elemento importante de la Resiliencia. Aunque la madre trabajase periodos prolongados, el niño o niña resiliente recibía el apoyo de otras personas a las que se apegaba, como su abuela o las hermanas mayores. En cambio, en el niño o niña con dificultades, a menudo faltaban esos lazos intensos. Esa falta de apego era especialmente destructiva en el niño o niña poco activo, dado a retraerse y a ser pasivo.

En conclusión, si bien los estudios del temperamento han tenido una larga historia, también han pasado por fases de extinción y vuelven con datos científicos a partir de los estudios de Chess y Thomas (1990), y de Kagan (2000), quienes aportan bases conceptuales y metodológicas que permiten seguir desarrollando investigaciones en este campo. Contra el fatalismo del determinismo biológico, la Resiliencia aporta cierta esperanza y nos muestra a la vez que lo esencial no es lo constitucional ni lo ambiental, sino una interacción activa entre ambos.

 

7. Del concepto a la aplicación

Aunque la hipótesis que plantea que la Resiliencia es una realidad humana que ha existido siempre, y durante mucho tiempo se ha alimentado de casos excepcionales como el de la vida de Ana Frank, existe suficiente evidencia para relacionarla también con situaciones de la vida diaria.

Aparte de situaciones extremas que visibilizan la Resiliencia, hay también comportamientos resilientes presentes en la gran mayoría de las personas, menos visibles y menos documentados; para Vanistendael (2003), las personas que deben enfrentarse a situaciones difíciles pueden superarlas sin intervención profesional, y la mayoría de ellas no son superdotadas ni excepcionales.

Una de las situaciones difíciles de enfrentar es la Farmacodependencia, y en Colombia, Puerta (2006) aplicó una Experiencia de Activación de la Resiliencia en familias codependientes, en la que definió las familias codependientes como aquellas que se caracterizan por mantener relaciones de codependencia que implican un sistema habitual de pensar, sentir y comportarse en relación consigo mismo y con los demás, que genera conflicto y dolor.

El objetivo de la experiencia fue entrenar a los miembros de las familias en el empleo de principios de interacción emocional y mediación cognitiva, para activar la Resiliencia que los llevara al fortalecimiento de vínculos afectivos sanos. Esta experiencia demostró la utilidad de la aplicación de la Resiliencia para apoyar la solución de problemáticas como la Farmacodependencia, que generan malestar y afectaciones desfavorables en la calidad de vida.

Vale la pena tener en cuenta al aplicar la Resiliencia en la solución de problemas sociales, que ella es un fenómeno humano y una experiencia de vida difícilmente replicable, que acontece en un momento y contexto específico, y por tanto no se puede generalizar, en otros contextos, los resultados de una experiencia, dadas las particularidades de cada caso. Así mismo, cada cultura desarrolla sus propias estrategias para enfrentar los problemas y la visión que tiene de ellos; considerando así, que no siempre una misma situación desencadena fatalmente un resultado negativo, sin desconocer que una condición difícil aumenta el riesgo de que surja un problema determinado. Esta lógica de la Resiliencia es vital para la esperanza realista que puede suscitar, en tanto conlleva consecuencias constructivas, como resultado de una mirada esperanzadora en medio de un acontecimiento doloroso.

Lo anterior tiene implicaciones prácticas para los programas que promueven la Resiliencia basados en el reconocimiento de los entornos: familia, comunidad, Estado, en interacción continua con el individuo, que a su vez se visiona como alguien competente socialmente, con capacidad para resolver problemas y orientado hacia un futuro mejor y prometedor.

Partiendo de una revisión de la literatura científica, los investigadores e investigadoras concretan tres grupos de factores que ayudan a la promoción de la Resiliencia, especialmente en las primeras etapas del desarrollo: la atención y el cuidado al sujeto infante, grandes expectativas para ellos, y el fomentar su participación activa en la vida familiar, del colegio y de la comunidad (Collin-Simard, 1996; Vanistendael, 2003; Kotliarenco, 1998; Infante, 1997).

Así mismo, al hacer una revisión de distintos programas de promoción de la Resiliencia (Santacruz, 1999; Lascano, 1995; Rios, 2000; Matos, 1996), se pudo notar que existen elementos comunes en cuanto a sus objetivos, estrategias de intervención, resultados alcanzados, impacto en política y ámbitos de trabajo: Tabla 1.

Los programas descritos arriba, tienen un interés común por el trabajo con la Primera y la Segunda Infancia, buscando aumentar en los niños y niñas los factores de protección y minimizar los de riesgo, en medio de la pobreza o la exclusión social.

La Lúdica, la participación de todos los miembros de un sistema determinado, y un enfoque integral para las estrategias de intervención, se convierten en las preferencias de estos programas al momento de emprender acciones para lograr sus propósitos.

En los resultados alcanzados, son una constante los cambios positivos notados en las actitudes de los niños y de las familias, y el fortalecimiento de la gestión comunitaria, así como en la perspectiva de apreciar de manera favorable las situaciones difíciles.

La preocupación por generar impactos en las políticas del Estado, es notoria, lo cual demuestra una vez más que las pretensiones de estos programas son ampliar sus proyecciones hacia la esfera del poder que toma decisiones en cuanto al cumplimiento de Derechos y al logro del bienestar de una población.

 

8. Conclusiones

El concepto de Resiliencia plantea interrogantes sobre el temperamento, los factores de personalidad, el ambiente y los recursos de las personas; la comprensión de todos ellos será de interés para sus posibilidades de aplicación.

Es decisivo el papel de la familia, la comunidad, la sociedad, como promotores de que surjan los recursos que tiene cada persona, y así posibilitar la autogestión del desarrollo personal y social. En este sentido, el desarrollo de la Resiliencia permite sobrepasar situaciones adversas que paradójicamente revelan los recursos de cada quien.

Una serie de estudios da cuenta de los diversos factores protectores que se observan comúnmente en los niños y niñas que estando expuestos a situaciones adversas, se comportan en forma resiliente. Se distinguen 3 aspectos que se repiten en forma recurrente cuando se identifican los factores protectores de la Resiliencia: Características del temperamento, Relaciones familiares y Fuentes de apoyo externo.

Sin embargo, es concluyente decir que ningún factor por sí solo promueve la Resiliencia; tienen que estar involucrados varios factores y cuando actúan combinadamente son capaces de promover un desarrollo sano. Los factores protectores no son independientes entre sí, sino que actúan relacionados entre ellos de forma tal que los de tipo personal pueden disparar los recursos sociales y viceversa.

Más que establecer una distinción sistemática entre factores de riesgo y de protección, parece preferible discernir en cada situación lo que es riesgo y lo que es protección, utilizando criterios adaptados al contexto y a las personas implicadas. Es pertinente no formar juicios a priori; mejor es comprender las estrategias de supervivencia adaptadas a cada situación de riesgo, a la lógica de las personas y su situación, cuando se trata de enfrentarse a enormes dificultades.

En el contexto de la Resiliencia, riesgo y protección permanecen en constante movimiento, es decir, por ser el riesgo inherente a la vida, si hay un contexto de seguridad que pone límites aparece la protección para contrarestar los efectos del riesgo. Así, un infante puede aumentar su capacidad de defensa si ha contado con un apoyo sólido por parte de alguna persona cercana.

Estos lineamientos de la Resiliencia invitan a los profesionales de la infancia y de la familia a centrar las intervenciones en las posibilidades de las personas, pasando del concepto de víctima al de capacidad, para comprender que un trauma no predice el futuro y más bien puede darle fuerza al individuo que lo padece; en tanto, no es posible volver a la situación anterior o reparar lo irreparable; más bien es posible abrir una nueva etapa en la vida que integre los dolores del pasado en una experiencia de aprendizaje.

Según Vanistendael y Lecomte (2002): "este entramado del sufrimiento pasado y la Resiliencia presente, lleva a muchas personas resilientes a mostrar una extraña mezcla de fuerza y fragilidad. La Fragilidad proviene de la prueba vivida, la fuerza de la prueba superada" (p. 157).

De igual forma, afrontar las intervenciones profesionales desde la perspectiva de la Resiliencia, conlleva a que la atención no solo se centre en el tratamiento de los síntomas, sino en abordar de manera integral a la persona, reconociendo las dimensiones en las que puede desplegar sus potencialidades para ser capaz de responder de manera activa y autogestionaria a los desafíos de la vida diaria.

Paralelamente este enfoque conlleva la necesidad del apoyo en las redes sociales que permite una respuesta resiliente ante la adversidad. El apoyo puede proceder del entorno familiar y del grupo social más amplio cuando las personas se pueden ayudar mutuamente, se aceptan, se reconocen y obtienen el beneficio de una mejora significativa en la autoestima y en la salud en general. En concordancia con lo anterior, Silva (1999) expresa que la Resiliencia no depende solamente del individuo, sino también de las características específicas de la familia y del grupo, que tienen evidentemente una repercusión sobre el individuo. Se puede hablar aquí de la interacción entre la Resiliencia individual y la Resiliencia comunitaria, definida esta última por Suárez (2005, p. 41) como

(…) las condiciones colectivas de los grupos humanos o sociedades para enfrentar las adversidades y buscar en conjunto, el logro de su bienestar. Para la comunidad una tragedia puede significar el desafío para movilizar las capacidades solidarias de la población y emprender procesos de renovación, de reconstrucción social.

Aunque identificar los factores protectores y de riesgo puede considerarse tarea difícil, ya que varían -según la naturaleza del traumala personalidad afectada, la situación y el momento, las diferencias en las formas de afrontar las adversidades se pueden considerar una riqueza y una oportunidad para aprender y entender los mecanismos de riesgo y de Resiliencia (Manxiaux, 2003). Esta no es uniforme, no hay un solo modo de superar el estrés o la adversidad; enfrentar el sufrimiento es un camino que se construye en el día a día. Entonces, la Resiliencia es posible pero varía según el contexto y según las personas, su experiencia y su temperamento. La Resiliencia invita a buscar salidas más allá del determinismo para abrirse camino a la creatividad y a la libertad.

 


Notas:

* Este artículo corto se deriva de una de las categorías del proyecto en curso denominado La Resiliencia Familiar emergente en situación de Desplazamiento Forzado: Un Modelo Teórico desde las Resiliencias de Padres e Hijos hacia los Recursos de las Familias en el Departamento de Sucre, presentado como requisito para la candidatura al doctorado en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud de la Universidad de Manizales-Cinde.

 


 

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    Referencia para citar este artículo: García-Vesga, M. C. & Domínguez-de la Ossa, E. (2013). Desarrollo teórico de la Resiliencia y su aplicación en situaciones adversas: Una revisión analítica. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 11 (1), pp. 63-77.