Introducción
La participación ciudadana es la práctica de la democracia, esto es, el ejercicio del derecho a participar en la toma de decisiones colectivas (Laforgue et al., 2022), con diversas formas de manifestación en la adolescencia; estas connotan procesos psicosociales con grados de emancipación y transformación del entorno para su mejora democrática e inclusiva (Melero et al., 2021). La identificación de las mencionadas formas en los contextos de relacionamiento e interacción de los adolescentes permite reconocer qué espacios y acciones serían potencialmente promotoras de una participación ciudadana que contribuya constructivamente a un sistema democrático como el colombiano y, así, identificar intereses que conduzcan a una ciudadanía que participe y coopere en la construcción de su entorno (Ferreira et al., 2012).
La participación ciudadana de los adolescentes y su incidencia social en el marco de las cualidades estructurales y funcionales de los contextos de interacción familiar, social, institucional y ocupacional se manifiesta en redes potenciadoras de procesos psicosociales (Riádigos & Gradaílle, 2023). Estas redes deben ser entendidas como un producto individual y colectivo, conformado por múltiples relaciones de intercambio dinámico que potencian los recursos a quienes hacen parte de ellas, ya sea familia, grupo o institución (Dabas & Perrone, 1999; Tremolada et al., 2022). La red articula y conecta las experiencias humanas y las relaciones intersubjetivas en ámbitos familiares, comunitarios e institucionales a partir de los vínculos estrechos originados por intereses, necesidades, voluntades o emociones derivadas de la interacción con los demás (Martínez et al., 2020; Najmanovich, 2007; Perilla & Zapata, 2009).
Enchikova et al. (2019) y Prado et al. (2016) definen la participación de los adolescentes en términos de acciones con lo político, lo público y lo social, en el marco de los mecanismos de comunicación entre la sociedad y el Estado. No obstante, Del Prete y Vallejos (2021) sostienen que, en la vida social de los adolescentes, entendida como un proceso de desarrollo, se presenta una tensión entre el sentido de lo común y subjetivo-relacional, por un lado, y la participación política y la construcción de comunidad, por el otro.
Ello no significa que los adolescentes no participen en sus comunidades. Como indican Wray-Lake et al. (2020), los adolescentes tienden a involucrarse en actividades comunitarias y políticas, las mujeres se asocian con el servicio comunitario, mientras que los hombres con la participación política. Así mismo, Brito-Placencia et al. (2023) encuentran que la comunicación virtual y el uso de redes sociales son excelentes herramientas para la participación de los adolescentes.
En suma, se puede argumentar, siguiendo a Botchwey et al. (2019), Percy-Smith (2016) y Suppers (2024), que la participación ciudadana de los adolescentes es un proceso dinámico de negociación activa en relación con el contexto, esto es, con los espacios cotidianos del vecindario, el colegio y los servicios comunitarios locales.
En lo que respecta a la población joven en Colombia, a pesar de no mostrarse interesada en la política tradicional, ni en los espacios formales e institucionalizados (Mancera, 2018), se encuentran experiencias de autogestión dirigidas a la comunidad, los colectivos, los movimientos sociales y las expresiones culturales como el deporte, el arte y la música. Estas iniciativas horizontales y de equivalencia, según Montero (2004, 2009) y Sobottka (2018), denotan redes y vínculos para la construcción de ciudadanías en la articulación y creación de estructuras sociales (Rodríguez, 2014).
De esta forma, la comunidad es uno de los factores que influyen en la participación ciudadana en la adolescencia. Un mayor sentido comunitario fomenta la participación sociopolítica entre los jóvenes, independientemente de su género y estatus socioeconómico (Salado et al., 2022). Los adolescentes se interesan en convertirse en futuros líderes, se preocupan cada vez más por problemas sociales y consolidan un sentido de responsabilidad social (Xu & Yang, 2018).
Los programas comunitarios dirigidos a los adolescentes permiten que aprendan sobre las inequidades sociales (Carey et al., 2021). Además, Malorni et al. (2023), señalan que la participación cívica de los jóvenes (así como el aprendizaje que se genere de ella) crea conciencia social, interés en problemas sociales, toma de acción y pensamiento crítico (Lincoln et al., 2024). Al igual que se fomentan acciones prosociales, como la participación en voluntariados y un mayor bienestar subjetivo para los adolescentes (Bartolo et al., 2023).
Otro factor determinante en la participación ciudadana de los adolescentes son las expresiones culturales. Esta se ve influenciada por los valores cívicos y aspectos culturales que los padres transmiten a los hijos (Wei et al., 2021). Estas manifestaciones culturales se expresan en actividades artísticas y deportivas. Al respecto, realizar algún deporte o crear una obra, permite que los adolescentes piensen más allá de sí mismos (Bauml et al., 2023), tengan mejores resultados académicos y socioemocionales (Hayes, 2023), además de promover comportamientos prosociales, incluidos el compromiso en acciones cívicas (Rotolo et al., 2020).
Así, experiencias cívicas basadas en expresiones culturales favorecen un adecuado compromiso social y cívico de los adolescentes (Hipolito-Delgado & Zion, 2017). Por ejemplo, el arte, como forma de producción cultural, propicia la responsabilidad cívica, pues su enfoque posiciona los procesos de creación simbólica como intrínsecos a las prácticas sociales participativas, ya que las acciones culturales no están desconectadas de cuestiones políticas (Scott et al., 2020).
A su vez, el deporte potencia el aprendizaje y la pertenencia de relaciones orientadas a actividades cívicas, de liderazgo y de promoción (Anderson-Butcher & Bates, 2021). Además, influye positivamente en la salud mental, reduciendo problemáticas sociales al promover relaciones de inclusión y bienestar social en los adolescentes (Hurley et al., 2016).
Así mismo, se reconocen las escuelas de formación deportiva como espacios que estimulan la participación. De tal forma, contribuyen al hábito de ciudadanía, dado que promueven la formación integral del individuo, aunque con un grado de participación limitada (Parra, 2021). Las actividades deportivas promueven un desarrollo juvenil positivo, caracterizado por relaciones entre jóvenes y adultos, habilidades sociales, emocionales y cognitivas en un ambiente de apoyo y de oportunidad de liderazgo.
Por otro lado, Belay y Tefera (2023), Fong y To (2024) y Muddiman et al. (2019) sostienen que la familia juega un papel importante en el desarrollo del compromiso de los adolescentes con la sociedad civil; ello debido a que la cercanía y los lazos dentro de ella se transfieran más allá del ámbito doméstico. Cheng et al. (2021) aseguran que la mediación de la familia facilita la confianza y la responsabilidad social de los adolescentes, los cuales son elementos fundamentales para la participación ciudadana. Así mismo, Esteban et al. (2022) señalan que los adolescentes reconocen que la familia favorece su reconocimiento como sujetos con derechos y responsabilidades.
A su vez, Oosterhoff et al. (2015) y Valenti et al. (2023) encontraron que el diálogo entre padres y adolescentes sobre asuntos de participación comunitaria y política promueve la vinculación de los adolescentes a los servicios comunitarios, la votación y el estar informados sobre los acontecimientos políticos actuales. De igual forma, diferentes hallazgos muestran que los padres que respaldan los valores humanitarios y de igualdad, y que ellos mismos participan en sus comunidades, tienen hijos con más probabilidades de vincularse como voluntarios en proyectos comunitarios y de participación ciudadana (Lenzi et al., 2014; Taylor et al., 2019; White, 2021).
Así, la iniciativa de participación por parte de los adolescentes emerge de necesidades sentidas en los territorios, contextos y familias, involucrando procesos de socialización que admiten diferentes niveles organizativos y políticos, como la democratización de las relaciones afectivas y el desarrollo de una enseñanza democrática (Cortes et al., 2008). Por lo que la actuación del ciudadano configura la experiencia democrática (García & Gonzales, 2014) e invita a la participación, cuya práctica se instala mediante procesos de socialización del sujeto ciudadano (Holbein et al., 2020; Ovejero, 2020).
Ahora bien, la participación mediada por contextos de interacción en la familia, la cultura, los deportes y las instituciones favorece el desarrollo de procesos psicosociales hacia la participación ciudadana. Guanipa y Angulo (2020) resaltan la autodeterminación como proceso psicosocial que involucra el valor comunitario que permite a las comunidades poner en movimiento sus proyectos para llevarlos a feliz término. Según Holbein et al. (2020), la determinación como habilidad psicosocial constituye un conjunto de creencias, actitudes y estrategias que intervienen en la planificación y la perseverancia para el logro de objetivos.
Por otro lado, la identidad desde el sentido o pertenencia a una comunidad toma mayor fuerza en lo que respecta al ciclo vital (Flanagan et al., 2012; Ferreira et al., 2012; Loreto et al., 2012). La identidad individual se configura en una identidad social que dota de sentido colectivo las decisiones tomadas individualmente (Romero-Otálvaro et al., 2020). Por tanto, se da un proceso identitario de carácter psicosocial en la participación ciudadana en la adolescencia.
A partir de lo anterior, el propósito del ejercicio investigativo fue describir las configuraciones vinculares en los contextos de interacción (familia, comunidad, educación e instituciones) que orientan procesos psicosociales en la participación ciudadana de los adolescentes de los municipios de Facatativá, Ubaté y Fusagasugá del departamento de Cundinamarca (Colombia). En este ámbito, se reconoce una perspectiva que dista de la dualidad en la relación individuo-sociedad para enfocarse en el carácter procesual de las entidades sociales y los significados construidos en las relaciones entre las personas mediante el lenguaje (Vásquez & Molina, 2018). Lo anterior ofrece una alternativa para la identificación de la participación ciudadana como producto que emerge en el entramado de las relaciones contextuales y el papel de la adolescencia caracterizada por la apertura al cambio y la diversidad de posturas políticas, las cuales son limitadas en la edad adulta (Šerek & Lomičová, 2020).
Método
Se llevó a cabo un diseño cualitativo (Creswell & Creswell, 2023), mediante la recopilación de registros de experiencias individuales, para luego analizar los resultados referidos a la participación ciudadana desde las narrativas de los adolescentes. Esta tarea contempló contextos específicos de interacción para entender las características estructurales de las redes y las funciones del vínculo como mediadoras de los procesos psicosociales que facilitan la participación ciudadana.
Muestra y participantes
La recolección de información se realizó mediante la técnica de bola de nieve por medio de un muestreo no probabilístico, en instituciones educativas de los municipios de Fusagasugá, Facatativá y Ubaté. Se contactaron 18 adolescentes, seis por cada municipio, correspondiendo tres al contexto rural y tres al contexto urbano. Si bien las instituciones educativas decidieron participar de la investigación, el/la adolescente tenía la opción de desistir de participar, en reconocimiento a su autonomía.
Técnica de recolección
El mapeo de redes es una herramienta cualitativa desarrollada y conceptualizada por Sluzki (1996). Esta se utiliza para identificar los vínculos construidos en los contextos de interacción (familia, instituciones, colegio, comunidad) y establecer las cualidades del vínculo (Dabas, 2006; Sluzki, 1996, 2010). En este sentido, es una representación gráfica de las redes sociales de cada uno de los adolescentes. Genera cuadrantes de interés como lo son la familia y amigos, junto con las relaciones comunitarias que estos poseen, como son las instituciones como el colegio, el barrio, entre otros.
Procedimiento
Para iniciar la aplicación de la técnica del mapeo de redes se explicó a cada participante el propósito del ejercicio (el cual buscaba comprender las relaciones sociales en los ámbitos familiares, comunitarios, educativos e institucionales) presentando el mapa de relaciones en formato impreso. Las instrucciones se daban precisando las dimensiones, entornos o cuadrantes que se encontraban en la figura del mapa: familia, ocupación, instituciones y vida social/comunitaria. Además, se indicó que, para registrar la relación percibida con cada persona graficada, se establece un rango de cercanía de va del 1 al 3, siendo 1 poca cercanía, 2 moderada cercanía y 3 mucha cercanía. Estos niveles de cercanía se encuentran señalados a partir de los círculos del mapa, en dónde el centro corresponde a cada adolescente participante. Es importante, indicar que las mujeres se grafican con círculos y los hombres con triángulos (figura 1).
Durante la aplicación se guió a los adolescentes durante el ejercicio y se realizaron preguntas específicas sobre cada dimensión, las cuales permitieron motivar a los adolescentes a reflexionar sobre sus relaciones. Al completar los mapas, se dio un espacio de discusión sobre lo encontrado de manera particular, además de favorecer comprensiones sobre las relaciones más comunes, las diferencias individuales y la influencia de las relaciones sociales en los comportamientos participativos en los entornos graficados.
Análisis de datos
Los datos cualitativos recolectados se organizaron de acuerdo con las características estructurales de la red: tamaño (número de personas), densidad (grado de relación entre las personas de la red), composición y distribución (personas que componen la red y cómo se organizan), dispersión (posición geográfica de las personas en la red, qué observa la respuesta ante situaciones de crisis), homogeneidad y heterogeneidad (similitudes o diferencias en cuanto edad, sexo y factores socioculturales). Adicionalmente, los datos se organizaron según las características interaccionales de la red: multiplicidad del vínculo en su contenido, direccionalidad y reciprocidad e intensidad (Dabas, 2006; Sluzki, 1996, 2010).
Finalmente, los datos cualitativos se clasifican según las funciones del vínculo: compañía social, apoyo emocional, guía cognitiva y consejos, regulación social, ayuda material y de servicios, así como acceso a nuevos contactos (Dabas, 2006; Sluzki, 1996, 2010).
Los mapas se analizaron por medio de matrices analíticas a partir de las características estructurales, interaccionales y funcionales del vínculo para cada uno de los participantes. Se transcribieron de manera directa en el software de código abierto Cytoscape.
Resultados
A continuación se presentan los resultados teniendo en cuenta las características estructurales del mapeo de redes, las interaccionales de las redes encontradas y el funcionamiento del vínculo relacional de los adolescentes participantes.
Características estructurales de las redes
Estas características describen cómo se componen y se distribuyen las redes sociales en cada uno de los contextos de interacción social. El análisis por característica brinda una noción acerca de la calidad y cualidad de los vínculos que los adolescentes construyen en cada contexto. Además, da la posibilidad de identificar cuáles son los roles más presentes e influyentes en la vida de los adolescentes.
En cuanto a la característica tamaño, la familia constituye el mayor número de contactos que los adolescentes identifican en sus mapeos. Así, considerando la influencia de padres, madres, abuelos y hermanos, las relaciones familiares abarcan gran parte del entorno social de los adolescentes (tabla 1).
Sin embargo, no es la única fuente de vínculos estrechos; también se puede ver que la mayor parte de participantes refirieron una cantidad significativa de contactos o personas a la dimensión de vida social, considerando a los amigos, vecinos o grupos informales en donde interactúan. Por su parte, en el cuadrante instituciones (justicia, salud, cultura, política, movimientos juveniles) y ocupación (estudio), la construcción de contactos y redes presenta una tendencia reducida de contactos, pues para algunos participantes no se han construido relaciones. Un caso contrario es el de un participante del municipio de Ubaté (de contexto rural) quien gráfica a 11 personas pertenecientes a relaciones institucionales. Tabla 2
Con respecto al grado de interconexión y densidad de las redes, el contexto de familia y vida social presenta la mayor densidad, ya que en él emergen acontecimientos y experiencias de involucramiento y participación. En cuanto a las redes institucionales, red escolar y de ocupación, se indica un bajo nivel de involucramiento, siendo significadas con un bajo nivel de densidad de las relaciones interpersonales. Sin embargo, algunos adolescentes indican miembros pertenecientes al contexto institucional y ocupacional, quienes potencian actividades de orden social y comunitario. Cabe resaltar que la interconexión entre los miembros de la familia y los miembros de los contextos institucionales es escasa y en la mayoría de los casos nula.
La figura 1 muestra el gráfico correspondiente al mapeo de redes, con el adolescente ubicado en el centro. Los círculos representan las mujeres y los triángulos hombres. Cada representante dibujado se ubica de acuerdo al nivel de cercanía.
De esta forma, tal y como se muestra en la figura 1, este participante presenta mayor diversidad en la composición y distribución de las redes. En el caso de la familia, se destaca la figura materna y paterna, así como abuelos y abuelas. Además, es importante señalar el contenido de la red basado en el cuidado fraterno entre hermanos. En las relaciones comunitarias y de amistad, los contactos referidos dan cuenta de relaciones entre pares. Por su parte, en la dimensión de ocupación e instituciones, se encuentran líderes religiosos, concejales, profesores de áreas artísticas, deportivas, productivas y de formación técnica.
Por último, en los participantes se encuentran homogeneidad en sus redes, en cuanto al sexo, edad y características sociodemográficas. Sin embargo, la heterogeneidad en el contexto familiar se presenta referida a adultos y adultos mayores, hermanos menores y mayores, otros miembros de la familia. En el cuadrante de instituciones y ocupación se establecen contactos con diversos roles socioculturales: entrenadores, profesores, compañeros de deporte o música. En el contexto rural (figura 2), las redes son homogéneas con y entre adultos que laboran en actividades agrícolas y se representan en la red personas que los adolescentes señalan como patrones o dueños de las fincas.
Características interaccionales de las redes y funciones del vínculo
Se encuentra que el entorno de la familia cumple con una multiplicidad de funciones en sus cualidades vinculares. A los padres, madres y hermanos se les atribuyen funciones de compañía social, apoyo emocional, regulación social, guía cognitiva y de consejos, ayuda material y de servicios; todo esto enmarcado en el reconocimiento que tienen los hijos frente a el ejercicio de crianza de sus padres. Los amigos y pares son los contactos de la de vida social comunitaria más referidos. Estos cumplen una función emocional, mas no una relación de regulación social y de ayuda material y de servicios. Lo anterior demuestra que la condición vincular con mayor relevancia se encuentra en la familia y en los contextos comunitarios y cotidianos de la amistad.
Por otra parte, los profesores son altamente nombrados con funciones de regulación social, apoyo emocional y ayuda material y de servicios. Por lo que es importante observar las experiencias vividas que propician vínculos a través de actividades académicas, pero también deportivas y musicales, en donde el colegio puede posicionarse, junto con otros contextos, como un espacio de participación comunitaria.
Dos participantes refirieron a figuras públicas del sector político con múltiples funciones vinculares, en especial, ayuda material y servicios, dando a entender que posiblemente hay un bajo involucramiento por parte de los adolescentes en ámbitos políticos.
En cuanto a la reciprocidad, esta es mayor en las relaciones familiares, es decir, que la percepción de ayuda y compromiso mutuo prevalece más en el contexto familiar. Sin embargo, en las relaciones comunitarias y de amistad se encuentran mecanismos de solidaridad que brindan apoyo emocional, compañía social, guía cognitiva, de consejos y, en ocasiones, acceso a nuevos contactos. Los participantes que se involucran en otros espacios de interacción tienden a percibir las relaciones y vínculos creados en esos espacios como relaciones más significativas y con mayor nivel de reciprocidad. El vínculo con profesores o instructores -ya sea en deporte o música- es recíproco y permite mayor significancia emocional.
Los participantes tienden a tener mayor frecuencia de contacto con familiares y amigos cercanos, construyendo relaciones de aceptación y confianza. La figura materna es con la que mayor frecuencia de contacto tienen todos los participantes. El contacto con otros ocurre más con amigos cercanos que con compañeros de colegio. Se perciben contactos frecuentes con personas con las que interactúan en contextos extraescolares; así, solo tres participantes indican mayor frecuencia de contacto en el contexto escolar, considerando la tendencia de vinculaciones desde la indiferencia e, incluso, desde la oposición y conflicto. Ello quiere decir que al participar e involucrarse en otras actividades fuera de lo académico se promueve la creación de relaciones estrechas, probablemente con mayor interés por el otro y se facilita la promoción de habilidades como la empatía o el sentido crítico, siendo el conflicto un posibilitador de involucramiento.
La mayor tendencia de intensidad del vínculo se vive con la figura materna; esta cumple múltiples cualidades vinculares, de apoyo emocional, de toma de decisiones y de orientación y consejo. Con respecto a los padres se denota presencialidad; sin embargo, para algunos participantes estos cumplen un rol periférico en la red. El contexto de las amistades se ilustra desde la intensidad del vínculo, siendo este el que posee el mayor compromiso y la experiencia afectiva más fuerte. En el colegio existen redes con funciones de compañía social, guía cognitiva y acceso a nuevos contactos, incluso en el caso de los profesores, a quienes se les atribuye la función de regulación.
El análisis estructural de las redes permite considerar que existen menores contactos para el involucramiento ocupacional e institucional, a diferencia de la contextos familiares y comunitarios en los que se encuentra un mayor número de contactos con una percepción de vínculos estrechos y significativos, donde la red tiene mayores posibilidades de interacción ampliando su densidad y reciprocidad.
En cuanto el contenido y cualidad de los vínculos, es común encontrar que se caracterizan por la expresión de emociones, la comunicación, la compañía social y la orientación hacia y entre los miembros de la red; estos elementos son potenciales en las acciones de expresión social o política. Si bien en contextos familiares y de relaciones de amistad se encuentran vínculos estrechos, en los miembros de los contextos institucionales y ocupacionales (como el colegio) los adolescentes desarrollan actividades de incidencia social a nivel deportivo, artístico, religioso y comunitario.
Al analizar el total de las redes de los adolescentes, tanto rurales como urbanas, se reportan ilustraciones que dan cuenta de los resultados que se han venido anunciando; estos consideran el comportamiento de las mismas con respecto a su tamaño, densidad e interconexión, con mayores posibilidades de desarrollar procesos psicosociales de contenido emocional, comunicacional y cognitivo; siendo la red un medio de reconocimiento de actores y contextos con los cuales es posible el desarrollo de acciones de participación.
Discusión
De acuerdo con los resultados es posible inferir que, a mayor número de contactos y vínculos significativos y recíprocos, mayores las posibilidades de expresión emocional, comunicación e intercambio social. Así mismo, las instituciones y el contexto escolar se configuran como espacios relacionales que potencian la incidencia social en acciones no convencionales al configurar la identidad del adolescente, en coherencia con lo sugerido por (Riádigos & Gradaílle, 2023). La garantía del derecho a la participación se logra con la generación de espacios locales de participación, atendiendo a las dificultades de crear contactos sociocomunitarios entre familias, escuelas y asociaciones. Esto permitirá mayor compromiso de agenciamiento en los adolescentes.
Con lo observado en las características estructurales de las redes y las funciones de los vínculos de los adolescentes, se registran contextos familiares, comunitarios y culturales de expresión artística y deportiva como expresiones de acción social; intenciones participativas hacia la expresión sociopolítica de lo institucional y, a la vez, expresión espontánea en el impacto social, así como acciones comunitarias y colectivas materializadas en la ayuda, pertenencia a grupos y movimientos que promuevan la colectividad y la labor por el otro.
Frente a las diversas formas de participación ciudadana, Isunza-Vera (2010), Pérez (2019) y Prado et al. (2016) refieren aquella ligada a los asuntos públicos y políticos en conjunción con la figura del Estado (por ejemplo, la rendición de cuentas), considerables en la línea de los resultados de las acciones de expresión social o política. Sin embargo, los resultados propician la reflexión, al considerar los lugares de enunciación de la participación; es decir, «desde dónde» emergen alternativas y procesos vividos por los adolescentes y en los que se destaquen otras formas de participación.
El mapeo permitió a los adolescentes identificar personas e instituciones y, en conjunto con los investigadores, reconocer los contextos relacionales en lo sociocomunitario, las expresiones culturales a través del arte, la participación en grupos deportivos y el papel de la familia y las instituciones; todo lo anterior, como redes y vínculos potenciales en experiencias alternativas de participación ciudadana (Montero, 2004, 2009; Sobottka, 2018).
En cuanto el contexto comunitario, se reconocen acciones de los adolescentes en diversos programas, instituciones y grupos de interés con pares, por lo que llama la atención la presencia de dichos contextos como potenciales encuentros de desarrollo de habilidades de pensamiento crítico, empatía y conciencia social (Carey et al., 2021; Lincoln et al., 2024 y Malorni et al., 2023). Las redes de los adolescentes del presente estudio se concentran en sus familias, con múltiples funciones, buscando el mejor desarrollo para sus hijos. De tal manera, la familia es un actor fundamental en el ejercicio del comportamiento ciudadano, en ocasiones sin darse cuenta de ello. No obstante, la relación con los adolescentes trasciende más allá de lo doméstico (Belay & Tefera, 2023; Fong & To, 2024; Muddiman et al., 2019), buscando formas de articulación en red con otros contextos, en una visión dialógica entre la familia y la estructura social.
Dichas articulaciones responden a la capacidad de asociatividad, dinamismo y flexibilidad de las redes (Dabas, 2006; Sluzki, 1996, 2010); por tanto, se logran encuadrar vínculos con escenarios que potencian la actividad artística y deportiva, bajo la convicción de las familias de aportar a la sociedad con un buen ciudadano. Los hallazgos identifican redes mediadas por el arte y el deporte, siendo más que actividades lúdicas o recreativas al implicar valores cívicos (Wei et al., 2021), considerar el pensarse en la otredad (Bauml et al., 2023) y, en este sentido, construir acciones de pertenencia e identidad como procesos psicosociales en el ejercicio de la ciudadanía. Lo anterior, dado que los vínculos en contextos fuera de la familia propician la participación a partir de la interacción, el desarrollo de identidad social y colectiva, el reconocimiento de valores (como el respeto por el otro) y habilidades psicosociales (como la empatía, la sociabilidad y el sentido crítico).
Con lo anterior, se resalta la importancia del presente estudio en el reconocimiento del estado de la participación ciudadana a través de la configuración de redes y vínculos en un espacio ecológico y contextual, desde la heterarquía que implica la coexistencia y reconocimiento de diversas jerarquías (Dabas, 2006). De esta manera, es posible superar la visión piramidal y jerárquica del trabajo en red tradicional (Sluzki, 1996, 2010) para potenciar relaciones horizontales y de equivalencia, como lo planteaban Montero (2004, 2009) y Sobottka (2018) en la construcción de ciudadanía en principios democráticos.
Cabe resaltar la etapa de desarrollo en la que se encontraban los participantes y relacionarla con el ejercicio de la ciudadanía y la democracia desde una perspectiva de ciclo vital, entendiendo la necesidad de la defensa y reconocimiento de sus derechos. En este sentido, Šerek y Lomičová (2020) advierten la necesidad de generar una perspectiva de desarrollo frente al ejercicio democrático de la ciudadanía, a partir de la diversidad y socialización en la adolescencia.
Además, el presente ejercicio encuentra la capacidad de los adolescentes por configurar y visualizar redes como escenarios potenciales de socialización y participación. Lo anterior en línea con lo planteado por Ben-Arieh y Attar-Schwartz (2013), quienes sugieren la importancia de desarrollar modelos ecológicos y contextuales basados en un enfoque de derechos; de manera que los adolescentes encuentren en la participación un camino para el reconocimiento de sus derechos y percepciones de su participación en diversos marcos ecológicos: la familia, la escuela, la comunidad y el sistema sociopolítico articulando enlaces y contactos (Riádigos & Gradaílle, 2023).
Teniendo en cuenta la intensidad de la interconexión y la densidad de las redes en la familia y la vida social (las cuales connotan experiencias de confianza y apoyo emocional), se considera que pueden ser espacios potenciales para la construcción de lo que Geboers et al. (2015) llama una «democracia sólida de la participación» en diversas esferas sociales, así como en interacciones de involucramiento con otros. De la misma forma, la familia -como agente de socialización- puede orientar relaciones con otros sectores, mediante el acompañamiento en la formación y desarrollo del adolescente, propiciando un sujeto ciudadano participativo que contribuya a la democracia ciudadana (Holbein et al., 2020; Ovejero, 2020).
Igualmente, el contexto escolar como espacio de socialización se identifica como fuente de la experiencia emocional asociada al docente como figura significativa; de manera que este contribuya a procesos psicosociales que se fundamenten en el sentimiento de comunidad o de pertenencia a una (Ferreira et al., 2012; Flanagan et al., 2012; Loreto et al., 2012).
Respecto al mapeo de redes, el vínculo es aquello que garantiza una conexión témporoespacial entre las personas (Hernández & Bravo, 2008). Desde el paradigma de la complejidad de Morin et al. (1990) se comprende que los adolescentes son producto y productores de sus contextos ecológicos; estos ponen en juego procesos de cognición y comunicación que se dan en interacción ecológica en la organización social y familiar (Miermont, 2007). De acuerdo con lo anterior, describir las redes de interacción permite destacar el papel de las relaciones y las cualidades que se dan en ellas, como es el caso de la compañía, el apoyo emocional, la orientación cognitiva y la ayuda material que ocurre en la naturaleza del vínculo.
En el contexto de la familia, que tiene el mayor número de contactos referidos por la población adolescente, las relaciones que allí ocurren pueden ser generadoras de participación, según el modelo de Flores y Javiedes (2000), bajo el orden de la fraternidad, la relación comunitaria y la amistad. Además, la reciprocidad identificada en las relaciones comunitarias y de amistad podría constituir un referente para evaluar el grado de determinación en los adolescentes, como aspecto psicosocial que facilita el comportamiento participativo para el logro de objetivos colectivos (Guanipa & Angulo, 2020; Holbein et al., 2020).
En el contexto institucional, la principal función del vínculo referido por los adolescentes implica la obtención de beneficios de orden material, dados en relación con actores como docentes, instructores, líderes políticos y religiosos. Con estos se señalan vínculos significativos, siendo espacios potenciales para el fortalecimiento de la participación a través de la interconexión entre contextos cotidianos del adolescente; estos hacen parte de la identidad, la autonomía y la generación de recursos emocionales recurrentes en la descripción de la participación ciudadana.
Desde una perspectiva psicosocial (Ferreira et al., 2012; Flanagan et al., 2012; Loreto et al., 2012; Romero-Otálvaro et al., 2020), en el proceso identitario el carácter emocional, la compañía social y la comunicación son cualidades de los vínculos que participan activamente de la construcción de identidad y, así, potencian el sentido de comunidad con su respectivo reconocimiento del impacto de las decisiones individuales en los contextos experimentados como referentes.
Atendiendo a las limitaciones del estudio, no fueron incluidos los espacios digitales y las redes sociales virtuales, no obstante su significacia. Es así como Fuentes y Belando (2022) refieren que los adolescentes encuentran en la red social un apoyo para movilizar relaciones presenciales, ya que son plataformas que ofrecen información y pueden favorecer la incidencia y participación de los adolescentes en campañas, discusiones y organizaciones sociales.
El mapeo de redes ofrece una novedad metodológica que permitió observar y describir la participación ciudadana de los adolescentes en el marco de las cualidades estructurales y funcionales del vínculo como potenciadoras de procesos psicosociales. Sin embargo, es importante encontrar cualidades vinculares que van más allá de conexión física y que implican lo psicosocial en términos de creatividad, innovación y libertad como posibilidad del adolescente en el curso de su vida.
Junto con lo anterior, es importante señalar el momento del ciclo vital de los adolescentes, los procesos psicosociales vividos por aquellos y sus posibilidades de expresión participativa; lo anterior frente a la diversidad de contextos que requieren otras maneras de observar y comprender las vivencias y experiencias del ser adolescente en relación con mecanismos de participación no convencionales.
En efecto, las formas de articulación y organización de la interacción de los adolescentes con sus contextos se activan a partir de las actividades, creencias, conocimientos y saberes que significan la existencia (Hernández & Bravo, 2008); así como también potencian o estancan los procesos de autonomía (uno de los recursos propios a la hora de generar decisiones participativas). Como lo sugieren Guanipa y Angulo (2020) y Holbein et al. (2020), la determinación es un facilitador de las acciones participativas conducentes a metas conjuntas.
De acuerdo con el alcance de los resultados, se considera la relevancia de adelantar estudios longitudinales que permitan conocer los cambios de la participación ciudadana cuando ya se encuentran en edad adulta y su grado de apertura a otras formas de experimentar la democracia. Así como la identificación de oportunidades de participación que se ofrecen a los adolescentes y aquellas que estos se construyen fundamentados en su interés por resolver necesidades sentidas dentro de los espacios de socialización donde interactúan.
La mayoría de las acciones participativas identificadas en la población adolescente fueron de carácter comunitario, en el cual existe un relacionamiento directo con la comunidad y la construcción de identidad; sin embargo, estas no se cristalizan en lo sociopolítico, abriendo posibilidades identitarias en medios artísticos, deportivos y comunales donde encuentran lugar y sentido a su acción ciudadana.