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Antipoda. Revista de Antropología y Arqueología

Print version ISSN 1900-5407

Antipod. Rev. Antropol. Arqueol.  no.58 Bogotá Jan./Mar. 2025  Epub Jan 15, 2025

https://doi.org/10.7440/antipoda58.2025.03 

Panorámicas

El paisaje monumental conmemorativo de la batalla de San Carlos en la diacronía: latencias y tensiones (Buenos Aires, Argentina, 1872)*

The Commemorative Monumental Landscape of the Battle of San Carlos Over Time: Latencies and Tensions (Buenos Aires, Argentina, 1872)

A paisagem monumental comemorativa da batalha de San Carlos em diacronia: latências e tensões (Buenos Aires, Argentina, 1872)

Carlos Landa** 

Graciela Waks*** 

Jimena Doval**** 

Jerónimo Angueyra***** 

**Doctor en Arqueología y licenciado en Ciencias Antropológicas con orientación en Arqueología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (2006). Magíster en Investigación en Ciencias Sociales por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (2009). Investigador adjunto del Conicet (Argentina). Su lugar de trabajo es el Instituto de Arqueología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (IAFFyL-UBA). Es miembro del Laboratorio de Arqueología de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires (Arqueolab), el Grupo de Estudios de Arqueología Histórica de Frontera (GEAHF) y el Equipo Arqueología Memoria de Malvinas. https://orcid.org/0000-0002-2075-4294 - carlosglanda@gmail.com

***Licenciada en Geografía por la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (2003-2008). Desde 2021 colabora con el equipo del Grupo de Estudios de Arqueología Histórica de Frontera (GEAHF) de la Universidad de Buenos Aires (UBA)(Argentina), en relevamientos en el partido de Bolívar. https://orcid.org/0009-0000-1678-715X - gracielawaks@gmail.com

****Doctora en Arqueología y licenciada en Ciencias Antropológicas de la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Desde 2020 codirige el Grupo de Estudios de Arqueología Histórica de Frontera (GEAHF). https://orcid.org/0000-0001-8618-4899 - dovaljimena@gmail.com

*****Licenciado en Ciencias Antropológicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Actualmente participa en el equipo de investigación del Grupo de Estudios de Arqueología Histórica de Frontera (GEAHF), enfocado en la búsqueda, localización, documentación y reconstrucción 3D de fortificaciones militares del siglo XIX en la provincia de Buenos Aires, y colabora con diferentes proyectos del Instituto de Arqueología y el Museo Etnográfico de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (FFyL-UBA). https://orcid.org/0009-0009-5354-5876 - jangueyra@gmail.com


Resumen:

En este trabajo se analiza la monumentalidad conmemorativa de la batalla de San Carlos. Para ello se revisa la evidencia material, documental y la memoria oral de los casi cien años de paisaje monumental (1935-2024) en el paraje Los Cuatro Vientos (Bolívar, Buenos Aires, Argentina), en una serie de fases constitutivas. El estudio de estos paisajes como activadores de memoria contribuye a problematizar su función frente a la construcción de discursos hegemónicos que se superponen, permanecen y entran en tensión en su devenir y los actores implicados. El objetivo de este artículo será comprender la existencia del monumento como parte de los discursos imperantes y la coyuntura sociohistórica de cada etapa como parte de su historia social. La arqueología, como ciencia de las huellas, puede dar cuenta de fases o etapas monumentales, así como también de intentos de borramiento, daño o pérdidas por el accionar del tiempo y los elementos, al vislumbrar los múltiples sentidos plausibles de ser excavados tanto metafórica como literalmente. Lejos de constituirse como un paisaje estático, sigue en constante redefinición por medio de nuevos significados, actores sociales, actos conmemorativos y performáticos. De esta manera, en la contemporaneidad coexisten discursos y materialidades antagónicas. Como toda representación del pasado, el monumento es selectivo en relación con los acontecimientos pretéritos. Aporta tanto al recuerdo como al olvido, incluye y excluye, exalta y oculta, otorga voz y silencia. Este monumento buscó materializar, en su origen, el triunfo de la civilización sobre la barbarie del desierto, siendo el indígena el enemigo vencido y relegado a la invisibilidad que presupone su incorporación forzosa al Estado nación argentino. Pero los vencidos y su memoria siguieron y siguen latentes en la ciudad y en los pliegues del paisaje.

Palabras clave: arqueología; campos de batalla; iconoclasia; memorias; monumentalidad.

Abstract:

This article explores the commemorative monumentality of the Battle of San Carlos, focusing on material evidence, documentary sources, and oral memory spanning nearly a century of monumental landscape (1935-2024) at the site of Los Cuatro Vientos (Bolívar, Buenos Aires, Argentina). By examining these landscapes as activators of memory, this study sheds light on their role in shaping and perpetuating hegemonic discourses that overlap, persist, and conflict over time, as well as the social actors involved. The objective is to understand the monument’s place within dominant narratives and the sociohistorical context of each period as part of its social history. Archaeology, as a science of traces, reveals not only the phases or stages of monumentality but also attempts at erasure, damage, or decay due to time and environmental factors, uncovering multiple layers of meaning that can be excavated both literally and metaphorically. Far from being a static landscape, the site is continually redefined through new meanings, social actors, commemorative practices, and performative actions. In contemporary times, conflicting discourses and materialities coexist within the landscape. Like all representations of the past, the monument selectively relates to historical events, contributing to both remembrance and oblivion, including and excluding, exalting and concealing, amplifying certain voices while silencing others. Initially, this monument was intended to symbolize the triumph of civilization over the so-called barbarism of the desert, casting the indigenous population as the defeated, relegated to invisibility through their forced incorporation into the Argentine nation-state. However, the memory of the defeated persists, latent within the city and embedded in the landscape’s folds.

Keywords: Archaeology; battlefields; iconoclasm; memory; monumentality.

Resumo:

Neste artigo, é analisada a monumentalidade comemorativa da batalha de San Carlos. Para isso, são revisadas as evidências materiais e documentais e a memória oral dos quase 100 anos de paisagem monumental (1935-2024) na área de Los Cuatro Vientos (Bolívar, Buenos Aires, Argentina), em uma série de fases constitutivas. O estudo dessas paisagens, como ativadoras da memória, contribui para problematizar sua função na construção de discursos hegemônicos que se sobrepõem, permanecem e entram em tensão em seu desenvolvimento e nos atores envolvidos. O objetivo deste artigo é compreender a existência do monumento como parte dos discursos dominantes e a conjuntura sócio-histórica de cada etapa como parte de sua história social. A arqueologia, como ciência dos vestígios, pode dar conta das fases ou estágios monumentais, bem como das tentativas de apagamento, dano ou perda pela ação do tempo e dos elementos, vislumbrando os múltiplos significados plausíveis de serem escavados tanto metafórica quanto literalmente. Longe de ser constituída como paisagem estática, ela permanece em constante redefinição por meio de novos significados, atores sociais, atos comemorativos e performativos. Dessa forma, discursos e materialidades antagônicos coexistem na contemporaneidade. Como qualquer representação do passado, o monumento é seletivo em relação a eventos passados. Ele contribui tanto para a lembrança quanto para o esquecimento, inclui e exclui, exalta e oculta, dá voz e silencia. Esse monumento buscou materializar, em sua origem, o triunfo da civilização sobre a barbárie do deserto, sendo o indígena o inimigo derrotado e relegado à invisibilidade que pressupõe sua incorporação forçada ao Estado-Nação argentino. Mas os vencidos e sua memória permaneceram e permanecem latentes na cidade e nas brechas da paisagem.

Palavras-chave: arqueologia; campos de batalha; iconoclastia; memórias; monumentalidade.

Los monumentos, como los objetos o las imágenes, tienen cierto carácter irreductible. No se los puede reducir a la mera representación, ni a conceptos, tampoco a un signo. Al ser del orden de la pasión son inasibles, se desmarcan de todo intento de fijación o congelamiento. Ostentan un dinamismo del cual, en muchas ocasiones, carece la letra del discurso y denotan una presencia que entrecruza tiempos y espacios. Aparentemente anclados en el paisaje, pero siempre en devenir, continúan latiendo -con mayor o menor intensidad- a lo largo del tiempo.

La guerra no solo deja silencios y ausencias, sino rastros, huellas, materiales de muerte y sobre ellos: marcas de memoria. Los monumentos de guerra en el paisaje constituyen un tipo particular de monumentalidad. Al tener un gran poder evocativo y emocional ligado al trauma, al heroísmo, al sacrificio y a la gloria son tal vez una de las formas más visibles, ancestrales y persuasivas de memoria (Landa y Coll 2020). Las ciencias sociales y la arqueología, en particular, pueden y deben desarrollar este tema, siendo esta última disciplina plausible de alcanzar metafórica y literalmente sus cimientos y territorios.

Fundamentado en las investigaciones arqueológico-históricas llevadas a cabo en el área (Landa et al. 2022), en el artículo se analizará el paisaje monumental conmemorativo de la batalla de San Carlos (Buenos Aires, Argentina). El objetivo será comprender el devenir de los monumentos contemplando diversas coyunturas sociohistóricas, tanto locales como nacionales, e integrándolos con discursos imperantes y su impacto en los imaginarios sociales en torno a la batalla. Dicha batalla acaeció el 8 de marzo de 1872 y enfrentó a las fuerzas del Ejército nacional y sus aliados indígenas con los guerreros al mando del cacique Juan Calfucurá. Se hará hincapié en su “vida social”, biografía cultural o historia (Appadurai 1986; Kopytoff 1986), considerando su devenir desde la creación del primer monumento transformador del paisaje en la década de 1930 a la actualidad. De esta forma, al integrar información documental (diarios, álbumes, legajos de archivos provinciales y municipales, entre otros); oral (memorias de miembros de la comunidad bolivarense) y arqueológica (relevamiento de las estructuras monumentales) se situarán en relación: origen, actores políticos involucrados, intenciones y capas de sentidos, invisibilizaciones y tensiones, apropiaciones y reapropiaciones, entre otros aspectos que configuraron este paisaje monumental de guerra. Sin ánimos de respuestas concretas o cerradas, cabe preguntar: en el monumento de la batalla de San Carlos y su paisaje, ¿quiénes los erigieron y con qué fines? ¿Desde qué miradas representan al evento bélico? ¿Por qué se eligió determinado espacio para su emplazamiento? ¿Existe una guerra de símbolos expresados materialmente? ¿Coexisten en aquel lugar monumento y antimonumento o contramonumento? ¿Puede portar memorias, recuerdos, sentires, afectos? ¿De qué forma conviven en el paisaje las memorias enfrentadas? A lo largo de este artículo se reflexionará sobre los interrogantes planteados y se generará información que, a su vez, despertará nuevas inquietudes. Desandar este derrotero implica empeñarse -otra vez- en la más antigua y eterna lucha de nuestra especie: la memoria. Ese es nuestro hado y la arqueología una de las formas de recorrerlo.

Este trabajo se enmarca en la investigación realizada por el Grupo de Estudios de Arqueología Histórica de Frontera (GEAHF de ahora en adelante) que desde una perspectiva interdisciplinaria trata el estudio del espacio fronterizo bonaerense y pampeano desde finales del siglo XVIII hasta el siglo XIX. El espacio de frontera, conocido en la historiografía argentina como “La frontera con el indio”, ha sido parte de los conflictos territoriales sobre los pueblos indígenas y las políticas del gobierno imperante por hacerse de dichas tierras. Desde fines del siglo XVIII, las políticas del gobierno de Buenos Aires se centraron en el control y la consolidación de la frontera para promover el desarrollo económico de las élites sociales, como hacendados y terratenientes, a expensas de las poblaciones indígenas. Este conflicto fronterizo se manifiesta mediante diversas estructuras y eventos bélicos, como fuertes, fortines, campamentos y combates, los cuales pueden ser analizados desde diferentes disciplinas (Doval 2018; Pedrotta 2022, entre otros).

A continuación, se expondrá una breve síntesis de la batalla de San Carlos y los trabajos arqueológicos que se desarrollaron allí. En el segundo acápite se analizará de forma somera lo referente a la arqueología y la monumentalidad de guerra, haciendo hincapié en los antecedentes del contexto argentino. En tercer lugar, se presentará una revisión de las fases históricas monumentales por medio de la fotografía y las memorias. Para finalizar, se reflexionará sobre el caso de estudio, sus implicancias para una arqueología de la materialidad y el uso de la imagen como una forma de acceso a las memorias del pasado.

La batalla de San Carlos: paisaje, representaciones y monumentalidad

Antes de comenzar con el análisis del paisaje monumental de la batalla de San Carlos resulta imperante esbozar un pantallazo sobre este evento bélico, cuya gran importancia es proporcionalmente inversa a su enorme desconocimiento por parte de la sociedad en general.

La batalla de San Carlos, ocurrida el 8 de marzo de 1872, fue un enfrentamiento que se produjo en las cercanías del Fuerte San Carlos instalado como defensa de la línea de fortines instalada en la década de 1860 (actual partido de Bolívar, provincia de Buenos Aires, Argentina). En dicho evento, las fuerzas del Ejército argentino, comandadas por el general Ignacio Rivas, e “indios amigos” lucharon contra los guerreros del cacique Calfucurá (líder de la Confederación de las Salinas Grandes), quien retornaba con gran botín producto de un malón simultáneo en diversos partidos de la frontera bonaerense. Esta batalla fue la de mayor relevancia y envergadura acaecida entre fuerzas militares e indígenas autónomas y fue decisiva para los avances y retrocesos posteriores de la frontera (Waks y Lapena 2018; Walther [1948] 1980 ). En ella participaron más de 6000 combatientes. La lid sucedió combinándose cargas de caballería con lucha cuerpo a cuerpo. Según la historiografía oficial -basada en lo que Germán Reguero (2022) define como la invención de Estanislao Zeballos1, e incluso la revisionista (basada en el parte de batalla de Rivas), si bien aducen confusión en torno al desarrollo de la batalla-, las fuerzas nacionales terminaron por poner en fuga a las indígenas, ocasionándoles alrededor de 200 bajas, mientras que el Ejército tuvo 40 (Schoo [1928] 2004 ; Walther [1948] 1980 ).

Sin embargo, en tiempos muy recientes, esta caracterización ha sido puesta en duda. La historicidad hegemónica de carácter unilateral y desde un solo lugar, en palabras de Michell Trouillot (2017), no puede silenciar el pasado del otro. Sus voces apenas audibles se encuentran latentes a la espera del momento de emergencia. Actualmente, desde los estudios de memoria oral de descendientes de Calfucurá, sus capitanejos y guerreros (agrupados en diversos colectivos de pueblos originarios), así como desde el campo de la etnohistoria o la antropología histórica y la geografía, se discute la derrota de Calfucurá. Estas miradas (que no son nuevas, simplemente nunca fueron consultadas por las disciplinas de lo social) aseveran que la batalla fue una maniobra para entretener a la tropa castrense. Un plan estratégico/táctico llevado a cabo por el gran cacique con el fin de alzar un inmenso arreo de cientos de miles de cabezas de ganado y demostrar así su poderío (Autores varios 2004; Waks 2022; Waks y Lapena 2018). Una maniobra de este tipo, que en la jerga militar actual se denomina de divertimento, busca comprometer a las fuerzas contrarias en un sector con el fin de poder llevar a cabo el objetivo estratégico en otro. Efectivamente, el ganado fue arriado al “desierto” por un líder conocedor de la intrincada red de rastrilladas que lo atravesaban. A estas nuevas voces, como veremos, se suma la arqueología desde el estudio de la materialidad y la espacialidad del conflicto.

Si bien con antecedentes seculares y un incremento notorio a partir de los “giros epistémicos” y con mayor énfasis durante la década de 1980, la historia como disciplina tiene aún una deuda con los registros no escritos. Su balanza epistemológica continúa poniendo en alza a la fuente documental sobre las orales, iconográficas y materiales, generando una centralización en el documento que limita su labor. El caso de la batalla de San Carlos constituye un claro ejemplo de ello. Resulta necesario estrechar lazos disciplinarios entre la historia, la antropología, la arqueología y la geografía, entre otras, en aras de una gran ciencia social que pueda dejar atrás las trincheras que cada ciencia ha excavado para su protección.

Con respecto a las imágenes, no se han hallado hasta el momento fuentes primarias iconográficas que den cuenta de la batalla (bocetos, dibujos a lápiz, acuarelas o litografías). Asimismo, existen escasas representaciones posteriores y son extremadamente recientes, que vinculan mayoritariamente al 100 y 150 aniversarios de la batalla (1972 y 2022 respectivamente). Situaciones similares ocurren con la música y las letras. Si bien sus interpretaciones son materia de otro trabajo, cabe preguntarse: ¿por qué un hecho tan significativo en la historia oficial de las fronteras y de la expansión del Estado nación argentino sobre los territorios de los pueblos originarios tiene tan escasas representaciones?

Arqueología de la batalla de San Carlos

En 2022, en conmemoración de los 150 años de la batalla, se llevó a cabo una campaña arqueológica que incluyó tareas de teledetección, aeroarqueología y prospección superficial. Para ello, se realizó un trabajo documental sistemático, utilizando documentación catastral, testimonios orales de vecinos de la localidad y diversas fuentes históricas, que seguían el trabajo que la profesora Waks ha adelantado hace años (Waks 2022). Es importante destacar que el monumento conmemorativo no necesariamente coincide con el lugar exacto del hecho histórico, un aspecto que se ampliará en los siguientes apartados.

Dado que se trató de una batalla de caballería con gran cantidad de combatientes, la extensión del sitio es vasta y los límites son difusos. La materialidad que deja este tipo de eventos bélicos es efímera, en especial, debido a la escala territorial y al hecho de que el combate se desarrolló cuerpo a cuerpo, principalmente con lanzas y sables, aunque también se emplearon algunas armas de fuego largas. Además, el laboreo del suelo y la actividad de coleccionistas han afectado los hallazgos de los restos materiales de la batalla.

Durante la campaña realizamos prospecciones y entrevistas a los pobladores de los campos donde habría ocurrido la batalla. Debido a la gran extensión espacial, se llevó a cabo una primera aproximación mediante el uso de vehículos aéreos no tripulados o drones (VANT). Con ello se buscó adelantar fotogrametrías, fotografías y filmaciones que permitieran conocer los rasgos estructurales de los asentamientos militares relevados, implementar modelos de elevación digital (DEM) y producir material de difusión. Para estas tareas se utilizó un dron DJI Mavic Pro, equipado con una cámara de 12 megapíxeles y un lente equivalente de 35 mm. Las imágenes capturadas por el dron fueron georreferenciadas mediante la inscripción de coordenadas geográficas en los metadatos de cada fotografía, con lo que se obtuvo esta información para cada fotograma en el caso de los videos. Como es habitual con los sistemas de geoposicionamiento global, las coordenadas presentan un margen de error debido a la constelación de satélites de sistema global de navegación por satélite (GNSS), que puede oscilar en un radio de 5 m², pero puede ser corregido con diferentes métodos.

El relevamiento fotogramétrico se planificó tanto en función de las características morfológicas del objetivo a documentar, como del espacio físico donde está emplazado. El conjunto de estructuras que hacen parte del complejo monumental se compone de cuatro elementos: el monolito, el muro, el mástil y el cenotafio. El proceso de registro se desarrolló en dos fases complementarias: por un lado, el relevamiento fotográfico terrestre y, por otro, el trabajo específico de aerofotogrametría. El registro terrestre se llevó a cabo con una cámara réflex Nikon D3500 con un lente 18-55 mm y una resolución de 24 megapíxeles. La combinación de estos dos procedimientos permitió manejar dos escalas distintas: por una parte, documentar cada estructura de manera individual y, por otra, registrar la relación espacial entre sus distintos elementos.

Las fotografías obtenidas fueron procesadas después con el software de fotogrametría digital AGISoft Metashape Professional 4, lo que facilitó la generación de tres modelos tridimensionales virtuales: el primero, a partir de la combinación de imágenes aéreas y terrestres, correspondiente al monolito y su relación con el muro, el cenotafio y el mástil; el segundo, referente al muro; y el tercero, relacionado con el cenotafio. Estos modelos fueron sometidos a posprocesamiento digital para corregir imperfecciones causadas por el movimiento de la vegetación, con lo que se logró un producto de mayor calidad visual.

La fotogrametría digital ha provocado una transformación profunda en la práctica arqueológica. Las aplicaciones tanto de la aerofotogrametría como de la fotogrametría terrestre son múltiples y ofrecen una capacidad ampliada para documentar sitios, materiales y paisajes arqueológicos, además de contribuir en áreas como la conservación, la preservación del patrimonio y la difusión educativa. Estas técnicas facilitan el desarrollo de modelos digitales texturizados de alta resolución en tiempos cortos, con equipos de trabajo reducidos, lo que optimiza la inversión de trabajo y genera grandes cantidades de información con niveles de precisión espacial muy elevados (Torreño 2022).

En cuanto a los acervos documentales, se consultaron archivos locales, provinciales y privados (Waks 2022). La recopilación de información incluyó la participación de informantes clave mediante la metodología de bola de nieve (Taylor y Bogdan 1987), facilitada por el trabajo en colaboración con la profesora e investigadora local Graciela Waks.

En el marco de la campaña fuimos invitados a participar en la ceremonia organizada por las comunidades mapuches en el sitio conocido como Los Cuatro Vientos, cercano al monumento de la batalla. Ese mismo día hicimos parte de un conversatorio liderado por representantes de las comunidades mapuches y varios investigadores, en el cual se trataron temas relacionados con la batalla y las problemáticas patrimoniales y antropológicas vinculadas a este acontecimiento histórico. Durante esa instancia, realizamos un registro de campo de las prácticas performáticas, los discursos y los significados que los diversos actores sociales -actores políticos, comunidades indígenas, comunidad educativa, pobladores y prensa- atribuyen al monumento.

Seguimos trabajando activamente en la comunidad, colaborando con otros sitios arqueológicos. En lo que sigue profundizaremos en la monumentalidad de la batalla y los significados que emergen, y destacaremos su relevancia para la confirmación de la memoria e identidad de los pueblos locales, así como para la construcción de la historia nacional.

Los monumentos de guerra y su estudio desde la arqueología

Los memoriales o monumentos de guerra constituyen un tipo especial de monumentalidad (Landa y Umaño 2020). Tal vez sean una de las manifestaciones monumentales más antiguas de la humanidad (se puede citar el túmulo de la batalla de Maratón [Atenas 490 a. C.]), pero poco sabemos de las marcas territoriales prehistóricas que abundan alrededor del mundo, muchas de ellas pueden ser indicadoras de conflicto y memoria. Por razones de espacio no nos adentraremos en los aspectos relacionados con la marcación territorial, la patrimonialización o la monumentalización del paisaje, ya que en la bibliografía citada en este artículo se analiza de manera extensiva.

En la actualidad, los memoriales tienen una enorme y extendida distribución a escala global como producto de los conflictos atribuibles al desarrollo y consolidación de los estados nacionales durante los siglos XIX y XX (Umaño y Landa 2018; Vargas 2021). Múltiples espacios fueron marcados materialmente mediante formas conmemorativas. Si bien sus morfologías, materiales, estilos, funciones y significados se modificaron con el transcurso del tiempo, estos monumentos, allende su poder evocativo, constituyen un nexo en el que se condensan la cultura, la política y la memoria. Muchos subsisten y son parte de rituales conmemorativos; otros cayeron en un aparente olvido (Umaño y Landa 2018). Al perdurar diacrónicamente tienen un devenir biográfico que parte de un origen y una intención que se presupone única, pero que una vez instalados ingresan en un ciclo hermenéutico de múltiples interpretaciones, muchas de ellas enfrentadas: lo que hoy es hegemónico mañana puede dejar de serlo. Idas y vueltas, apropiaciones y reapropiaciones, convivencias y luchas pueden ser el destino de las marcas de memoria. En este caso de estudio se revisará cómo se suceden y superponen esos significados y memorias como un palimpsesto que contribuye a identificar continuidades y rupturas con los discursos sobre un hecho histórico.

Antecedentes arqueológicos históricos argentinos del estudio de monumentalidad de guerra

Los estudios de monumentos e hitos conmemorativos por parte de la arqueología son relativamente recientes. Puede vinculárselos a la eclosión global de estudios en torno a la memoria durante la década de 1960, denominada boom de la memoria (Olick y Robbins 1998). La arqueología histórica argentina no ha quedado al margen y ha avanzado en esta línea de investigación, especialmente en torno a aquellas materialidades diseñadas para recordar batallas significativas para la nación.

Doldán y Landa (2015) analizaron y compararon los monumentos de la batalla de Suipacha (1810), Vuelta de Obligado (1845) y La Verde (1874), sus ubicaciones y cambios a lo largo del tiempo desde una impronta psicoanalítica. A su vez, Umaño y Landa (2018) y Landa y Umaño (2020) realizaron un estudio de la monumentalidad de guerra de varios episodios bélicos decimonónicos, poniendo énfasis en sus procesos de patrimonialización. Dichos procesos -sean impulsados por el Estado o por diversos particulares- permiten comprender el papel que desempeñan en las construcciones identitarias y de memoria de múltiples colectivos, así como sus conflictos subyacentes. Asimismo, Frère (2018) analiza desde una perspectiva teórica cifrada en la “historia social de las cosas” (Appadurai 1986), una serie de anclas -algunas de ellas de buques de guerra- recontextualizadas en el paisaje costero bonaerense. Por otra parte, Warr (2020, 2018) estudia las numerosas y disímiles representaciones monumentales diseminadas en el área donde se desarrolló la batalla de Vuelta de Obligado (1845), en relación con los emprendedores de memoria e ideologías que las constituyen. Por último, Leoni (2020) examina las prácticas de conmemoración a través de los memoriales y monumentos en campos de batalla de la guerra de Las Malvinas (1982): concluida la contienda en dichos espacios comenzó un proceso de instalación de monumentos, a modo de continuación del combate en el plano simbólico, en donde las formas y materiales británicas difieren significativamente de las argentinas.

En torno al conflicto de fronteras existen algunos trabajos que abordan la monumentalidad o las marcas territoriales como parte de un estudio arqueológico más amplio. En el marco del estudio de la batalla de Cochicó, Landa et al. (2020) buscan recopilar las narrativas y escenarios del acontecimiento bélico en el que es abordado el paisaje y el monumento como parte de los relatos y significaciones de la resistencia armada encabezada por el cacique Yancamil. Por su parte, Panizza y Oliva (2020) analizan los monumentos militares dentro del partido de Saavedra (Buenos Aires) haciendo hincapié en los procesos de memoria e identidad que se tejen alrededor de ellos. En este trabajo -el primero en focalizar enteramente el análisis de un monumento en torno al conflicto de fronteras entre los gobiernos hispano-criollos y los pueblos originarios- se prestará atención al paisaje monumental de la batalla de San Carlos y sus marcas territoriales.

El paisaje monumental de la batalla de San Carlos

Posicionar una marca de memoria en un espacio transforma el entorno al imponer un significado en el lugar donde se emplaza, lo que convierte a dicho espacio en un paisaje de memoria (Jelin y Langlad 2003; Vargas 2021). Esta primera capa de significación memorial impuesta por diversos activadores, al constituirse, se erige desafiante ante el posible conflicto venidero con otras formas del recuerdo que anhelen incorporar otras capas. La memoria es inherentemente beligerante y, tarde o temprano, sus marcas territoriales manifestarán los conflictos latentes.

Por más que una única marca material (monolito, cruz, estatua, obelisco, túmulo, pirámide, cenotafio; entre otras) sea erigida en un espacio, descartamos la idea del monumento aislado. Estas marcas se hallan en relación espacial con otros elementos (naturales o antrópicos) y constituyen así un paisaje monumental. De esta manera, cuando un monumento se ubica en el mismo lugar del evento que evoca (real o ficticio), la conexión entre el espacio seleccionado y el significado a imponer procura ser directa. Por ende, el propio paisaje se convierte en el verdadero monumento (Umaño y Landa 2018).

El monumento recordatorio de la batalla de San Carlos se erige en el paraje Los Cuatro Vientos (latitud: -36,105590° / longitud: -61,049234°, Partido de Bolívar, provincia de Buenos Aires, Argentina) (figuras 1A y 1B). Su instauración -el 13 de octubre de 1935, a las 9 horas (Greco 2022)- dio lugar a la constitución de un pasaje monumental que fue variando en la diacronía. Este se sitúa en la encrucijada de la Ruta Provincial 65 (RP65) con un camino rural, distante a 1,6 km del Fuerte San Carlos (sitio arqueológico que se encuentra siendo investigado actualmente por el GEAHF) y 15,5 km de la ciudad de San Carlos de Bolívar. Si bien hoy en día el tránsito por dicha ruta es habitual, este paraje bucólico debió haber sido poco transitado en la década de 1930. Ahora solo es un lugar de paso. Desde la memoria oral de diversos miembros de la comunidad de Bolívar se recuerda una ubicación anterior, posiblemente situada en una encrucijada de rastrilladas indígenas (Graciela Waks 2023, comunicación personal, Bolívar, 8 de marzo de 2023). El emplazamiento actual de esta marca de memoria (Jelin y Langlad 2003) también se arroga el estar posicionado sobre el espacio en donde se libró la batalla de San Carlos (8 de marzo de 1872). Futuros trabajos arqueológicos podrían corroborar o refutar los motivos del emplazamiento presente o de aquel original aparentemente perdido. La elección del lugar de los hechos -como veremos más adelante- tiene su razón de ser a la hora de conmemorar un campo de batalla.

La erección de este hito recordatorio ocurrió en simultáneo con la inauguración del monumento a San Martín en Bolívar (Greco 2022) y forma parte de un proceso de monumentalización y musealización mayor ocurrido durante la tercera década del siglo pasado en la provincia de Buenos Aires. Esta fue una segunda etapa monumental sucedida una vez aplacada la primera vinculada al centenario de la independencia (1910-1916). Dicho proceso fue impulsado febrilmente por Enrique Udaondo (1880-1962) y se extendió al resto del país durante inicios de la década siguiente. Este estuvo inscripto en una matriz en la que convergían un revisionismo histórico de derecha, el ejército y el poder ejecutivo, unidos por la argamasa de la religión católica (Warr 2020). Dicho proceso acaeció en un contexto histórico internacional signado por la crisis económica mundial y la guerra civil española (1936-1939) y, a escala nacional, por la denominada “década infame” de 1930 a 1943, signada por golpes de Estado a cargo de militares, el monopolio económico británico, fraudes electorales, revoluciones radicales y el ingreso cada vez mayor de las masas en política. Precisamente, el 13 de julio de 1943 se promulgó el Decreto 2.478 que declara al espacio en donde sucedió el combate de San Carlos como Lugar Histórico Nacional (Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos Bienes Declarados 2023)2.

Fuente: zona de Bolívar, Buenos Aires, Argentina. 2024. Carlos Landa, Graciela Waks, Jimena Doval y Jerónimo Angueyra, “Google Maps”, https://earth.google.com/web/search/san+carlos+de+bolivar/@-36.14755133,-61.17241511,111.38786606a,62499.8436975d,35y,0h,0t,0r/data=CiwiJgokCb3vAPs91TNAEbzvAPs91TPAGefw1ogHtkRAITU_cU2w2k3AQgIIAToDCgEwSg0I____________ARAA (15 de noviembre de 2024).

Figura 1A. Ubicación del monumento de la batalla de San Carlos en relación con el fuerte homónimo y la ciudad de Bolívar 

Fuente: zona de Bolívar, Buenos Aires, Argentina. 2024. Carlos Landa, Graciela Waks, Jimena Doval y Jerónimo Angueyra, “Google Maps”, https://earth.google.com/web/search/san+carlos+de+bolivar/@-36.14755133,-61.17241511,111.38786606a,62499.8436975d,35y,0h,0t,0r/data=CiwiJgokCb3vAPs91TNAEbzvAPs91TPAGefw1ogHtkRAITU_cU2w2k3AQgIIAToDCgEwSg0I____________ARAA (15 de noviembre de 2024).

Figura 1B. Ubicación del paisaje monumental de la batalla de San Carlos en la encrucijada del paraje Los Cuatro Vientos 

Los activadores de memoria (Jelin y Langlad 2003), tras este intenso proceso monumental, buscaron fijar materialmente su visión monolítica de la argentinidad: soberana, católica y marcial. Por ello, los campos de batalla, y específicamente los lugares en donde ocurrieron -aun cuando se encontraran en espacios recónditos o privados- se convirtieron en asideros legítimos de una construcción identitaria nacional opuesta a enemigos externos como los ingleses (véase monumentos de Vuelta de Obligado en Warr 2020) o internos, como fueron los pueblos indígenas pampeano-patagónicos en San Carlos. Esta fue la visión que hegemonizó las narrativas e imaginarios, relegando a otras a la invisibilidad, la tensión y a sostener sus luchas en el tiempo. Existen muchas alteridades, numerosos otros. Muchos de ellos son exaltados -los monumentos son ejemplo de ello-, pero los otros, los invisibilizados, son siempre los mismos (indios, negros, maricas, pobres, villeros, etc.). Sin embargo, resisten, no se dejan eliminar, luchan, destruyen y/o crean, colocan sus marcas en el espacio del trauma y lo viven.

Materialidades monumentales: técnicas y morfologías

Tal como suele suceder con los espacios, la elección de formas y materiales destinados a la construcción de un hito o marca territorial no es casual. Los lugares por sí solos carecen de poder evocativo, requieren de una marcación. Como sostiene Elizabeth Jelin (2002), la memoria no existe si no se expresa materialmente. Se deben construir elementos que la plasmen. Dichos elementos son escogidos por diversos motivos (calidad y propiedad de los materiales, presupuesto, etc.). Los discursos tratan de encarnarse en un material determinado o en ensambles de ellos. Algunas de estas combinaciones se tornaron canónicas a lo largo del tiempo, otras fueron abandonadas, a veces surgen nuevas maneras. Es por ello que para poder analizar y comprender un monumento “[…] es imprescindible tener en cuenta su materialidad: por un lado, sus materiales (piedra, mármol, bronce, hierro, etc.) pues existe una clara relación entre monumento y pretensión de eternidad y glorificación” (Vargas 2021, 20). A esto debe adicionársele la revisión morfológica y técnica de su construcción.

Fases en la construcción del paisaje monumental

El paisaje monumental de la batalla de San Carlos, constituido a partir de la erección del primer monumento, fue sumando y superponiendo en la diacronía diversas marcas de memoria de variados estilos y materiales que responden a actores sociales y a sus usos particulares. Pueden distinguirse, en los casi cien años de paisaje monumental (1935-2024) en el paraje Los Cuatro Vientos, una serie de fases constitutivas.

La fase inicial o primera fase fue aquella que estableció el paisaje monumental al erigir su primer monumento: un monolito. Este es un obelisco apoyado sobre una base cuadrada o pedestal con tres escalones. El material empleado en su construcción es un autóctono granito rojo proveniente de Sierra Chica (partido de Olavarría, localidad cercana a Bolívar). En su base puede leerse Sierra Chica MOP (Ministerio de Obras Públicas). El mismo material fue utilizado para los monumentos de San Martín y el fundacional de Bolívar. Este tipo de roca, por su dureza y resistencia, proyecta el monumento y los valores que representa hacia la eternidad. Por otra parte, los lados de la base del pedestal sobre el que se erige el obelisco se encuentran orientados cardinalmente y sobre el lado de la base cuadrada que mira al oriente, hay una placa -de mármol- que versa:

La Municipalidad de Bolívar a la memoria de los valientes conquistadores del desierto que rindieron su vida al servicio del progreso de la patria en los campos del Fortín San Carlos en cruenta lucha contra las indiadas de Calfucurá el 8 de marzo de 1872-1935. (Greco 2022, 137)

Sobre esta placa y su mensaje vencedor de la “barbarie” volveremos, dado que apareció rota recientemente (figura 6). En los otros tres lados se colocaron -también en mármol- inscripciones municipales y un mapa de planta del Fuerte San Carlos. Las placas marmóreas tienen una forma abaluartada. En sus extremos se representan baluartes defensivos propios de las fortificaciones castrenses, esto simboliza el resguardo y la protección a ultranza del discurso contenido. Así como el fuerte fue el mojón de la civilización, serán también las palabras que la celebren. Estos materiales constituyen parámetros o estándares que adscribían estas obras dentro de las coordenadas de “modernidad y progreso” (Vanegas 2020) confiriéndoles un aura civilizatoria que emana en el otrora espacio salvaje. Asimismo, la orientación cardinal del monolito parece condecirse con el nombre del paraje y sus vientos que se cruzan en el territorio nacional, simbolizando también a los astros que recorren todas sus direcciones. Por último, cabe destacar -siguiendo a Greco (2022)- que el obelisco figura entre los emblemas de la masonería, como lo son también los símbolos solares y aquellas herramientas vinculadas a la arquitectura (escuadra o compás). Su elección podría plantear una relación entre el hecho histórico, sus constructores y los masones (ciudadanos bolivarenses iniciados en sus misterios, generalmente gente de clase alta).

En una segunda fase -entre 1922 (aniversario cincuenta) y 1972 (aniversario cien)- se adosó un mástil y un muro destinado a la colocación de placas recordatorias (casi siempre de bronce o mármol). Una de las placas originales empotradas en la base del monolito fue trasladada al muro (en fecha incierta). Algunos registros orales cuentan que, a fines de la década de 1950, la construcción de un nuevo camino requirió el traslado del monolito desde su emplazamiento original. Estas incorporaciones y cambios conforman un complejo monumental, un escenario en donde se desarrollarían actos performáticos, cuyos significados y formas irán variando a lo largo del tiempo (como veremos más adelante). El mástil es un ordenador del espacio, en su derredor se forman los cuadros que honrarán el hecho en nombre de la nación y bajo el signo de su bandera. Las primeras placas añadidas sostienen y refuerzan el discurso civilizatorio inaugural.

Una última y tercera fase, que parece extenderse en la actualidad, comienza hacia mediados de la década del 2000. En ella destacan las marcaciones de memoria de un actor hasta ahora invisibilizado: los pueblos originarios (tanto de aquellos que pelearon en contra como a favor del Ejército nacional). Desde 2004 se añadieron al muro recordatorio placas alusivas a la participación indígena y a sus caídos. Estas comparten prolijamente espacio con aquellas que rememoraban la “gesta civilizatoria” (figura 2). Durante el sesquicentenario de la batalla (8 de marzo de 2022) se añadió al paisaje monumental -además de una nueva placa en el muro previamente restaurado en su memoria- (figura 3), el cenotafio que simboliza el lugar en donde se esparcieron las cenizas de Olga Garay de Herrera (6 de febrero de 1942 - 1.º de enero de 2015), descendiente del cacique Andrés Raninqueo (combatiente de San Carlos) e impulsora y activista por la identidad y cultura de su pueblo (figura 4). Se trata de un pequeño trapecio rectangular ubicado por fuera de la plataforma que contiene a los demás monumentos, ligeramente desplazado hacia el norte. Es de cemento pintado de color blanco con una placa recordatoria. En ella se combinan símbolos de los pueblos del mapu y cristianos ¿tal vez una metáfora del punto de encuentro que constituye en la actualidad el paisaje de guerra? Esta incorporación agrega una nueva y fuerte capa de sentido al espacio monumental. El viento y la lluvia han unido sus restos con los de sus antepasados en el seno de la pacha. De esta forma, la remembranza de Olga se une eternamente al lugar y a la memoria de la batalla de San Carlos e invita a rememorarla en cada aniversario. Sus restos gozan de una “vida política”, en términos de Katherine Verdery (1999), vinculada a la ligazón de su recuerdo con la batalla y a los actos de esta índole asociados (Escobar 2021).

Fuente: archivo propio, GEAHF, autor Carlos Landa, 2022.

Figura 2. Muro recordatorio en el que coexisten placas alusivas generadas por diversos y antagónicos actores sociales. 

Fuente: archivo propio, GEAHF, autor Carlos Landa, 2022.

Figura 3. Detalle de las placas que rememoran a los indígenas que participaron en la batalla de San Carlos. 

Fuente: archivo propio, GEAHF, autor Carlos Landa, 2022.

Figura 4. Cenotafio en memoria de Olga Garay. 

Las prácticas performáticas conmemorativas en el paisaje

Los monumentos y sus paisajes se construyen también con prácticas que implican diversas performances por parte de los activadores de la memoria que compartan o pugnen por esos espacios. Estas prácticas son reforzadoras de las memorias que sostienen, pudiendo ser de distinta índole y variada gama: ceremoniales-protocolares o artísticas. Las performances rituales, como una de tantas prácticas espaciales, suelen apuntalar los objetivos perseguidos por los agentes que emplazaron o celebran los eventos vinculados a la monumentalidad erigida (Umaño y Landa 2018).

El paisaje monumental de la batalla de San Carlos en el paraje Los Cuatro Vientos fue y es epicentro de reuniones en torno al día de conmemoraciones de la batalla a lo largo del tiempo por parte de distintos actores sociales. En ellas, por medio de varios dispositivos que implican un diseñado lenguaje visual, se comunican discursos e imaginarios que pueden manifestar tensiones sustentadas en lo no resuelto. Por medio de entrevistas a vecinos de Bolívar y la consulta de diarios y álbumes alusivos a los festejos y aniversarios pueden esbozarse los diversos usos comunitarios del espacio monumental.

Si bien los aniversarios de cifras redondas (cincuentenario, centenario, sesquicentenario) generaron publicaciones plagadas de textos e imágenes, sabemos por la memoria oral que anualmente el 8 de marzo se realizaban actos municipales con la presencia de autoridades políticas, eclesiásticas, militares e incluso escolares -especialmente abanderados y escoltas-, pese a ser el final de las vacaciones de verano (Graciela Waks, comunicación personal, San Carlos de Bolívar, 8 de marzo de 2023). En numerosas ocasiones estos actos se replicaban en el monolito -hermano del paraje Los Cuatro Vientos- que celebra la fundación de Bolívar (2 de marzo de 1878). En estos actos solían descubrirse placas recordatorias que se sumaban al muro conmemorativo (figura 5).

Fuente: archivo propio, GEAHF, autor Carlos Landa, 2022.

Figura 5. Placa recordatoria escolar en honor al centenario de la batalla de San Carlos. 

Las alocuciones en estos actos eran de índole laudatoria y versaban sobre el triunfo del progreso contra la barbarie, destacando el accionar del Ejército y sus líderes militares. No se recordaban en ellas a los guerreros caídos de Calfucurá, ni siquiera a los “indios amigos” que pelearon con los blancos bajo el mando de los caciques Catriel y Coliqueo.

El monolito, solitario en un principio y luego con sus agregados, se presenta en el paisaje como la marca territorial que sustenta discursos civilizatorios celebrantes de la derrota de los guerreros indígenas y del posterior poblamiento de colonos. El tenor de estos discursos y sus prácticas performáticas se acrecentaron ante la aproximación del centenario de la batalla durante la dictadura de Alejandro Lanusse (1971-1973)3 y el centenario de la “Conquista del desierto” celebrado extensamente por la cruenta dictadura denominada Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983).

Hacia mediados de la década del 2000, en el marco del Gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007) y los dos periodos posteriores a cargo de su esposa Cristina Fernández (2007-2011 y 2011-2015), caracterizados por tendencias hacia el progresismo y una mirada revisionista e inclusiva de la historia, comienzan a integrarse en el paisaje monumental las voces antes excluidas de los pueblos originarios que participaron en el evento bélico. La voz inicial fue la de la mencionada Olga Garay, quien incorporó una placa al muro recordatorio (figura 3) cuya inscripción es: “Homenaje a mis antepasados indígenas que cayeron en este lugar”. Desde entonces, colectivos indígenas y últimamente femeninos han celebrado allí ceremonias. Ejemplo de ello fue el aniversario 150 de la batalla de San Carlos (8 de marzo de 2022) en el que se inauguraron nuevas placas recordatorias (figura 6)4.

Fuente: archivo propio, GEAHF, autor Carlos Landa, 2022.

Figura 6. Ceremonia de descubrimiento de placa de los pueblos originarios y del cenotafio en recuerdo de Olga Garay. 

Allí, congregados y con la presencia de autoridades políticas y medios locales, se dieron discursos reivindicatorios a cargo de varios miembros de diversas agrupaciones de pueblos originarios que participaron en la batalla e incluso de descendientes de caciques que combatieron a otras parcialidades del lado de los blancos (uno de ellos, además, veterano de la guerra de Las Malvinas).

La emergencia de estas voces en el paisaje monumental -lugar entrecruzado y por ende inestable- se debe a que, como sostiene Ticio Escobar (2021), en todo caso existe un aura latente, una disponibilidad potencial en los objetos, los hechos y las imágenes, que se mantienen en modo de espera, listos para su activación.

¿Vandalismo o iconoclasia en Los Cuatro Vientos?

Hacia mediados de 2021, durante la pandemia de SARS-COV2, una de las placas originales del monumento que dio inicio al paisaje monumental de la batalla de San Carlos en el paraje de Los Cuatro Vientos apareció completamente destrozada. La placa destruida es la que estuvo empotrada en la cara este desde 1935 (figura 7). Esa placa contiene palabras laudatorias a la memoria de los “conquistadores del desierto”, soldados caídos en la lucha contra “las indiadas de Calfucurá”. A este tipo de discurso, que celebra el mito civilizatorio, se le ha contrapuesto el de las voces que fueron silenciadas por más de un siglo. Dada esta condición, cabría preguntarse si estamos frente a una acción iconoclasta o de vandalismo (Vargas 2021).

La destrucción de la placa ocurrió unos meses antes del sesquicentenario de la batalla (8 de marzo de 2022), cuando iban a sucederse algunos eventos performáticos en torno al monumento. Los restos de la placa fueron recogidos y llevados al Museo Municipal Florentino Ameghino de Bolívar, con el objetivo de ser remontada y vuelta a colocar en su lugar original. Sin embargo, esto no sucedió para el aniversario de la batalla (figura 7) y para el momento de este escrito (enero de 2024) la placa continúa en el depósito del museo.

Ningún colectivo, ni asociación, reivindicó la destrucción de la placa, ni existe registro alguno en redes sociales de ese accionar. Tampoco hay reclamos relacionados con este hecho. Tras consultar a la profesora Graciela Waks y a la museóloga Aldana Lora, ellas consideran que se ha tratado de un acto de vandalismo, un daño al patrimonio y la propiedad común en zonas de rutas rurales como suelen ser los disparos a carteles viales. El móvil o motivación fue el daño per se (Vargas 2021), no un intento de borramiento de una memoria. De esta forma, se descartan accionares iconoclastas atribuibles a causas políticas, identitarias o de cualquier otra índole.

La tardanza en la puesta en valor de dicha placa y su recolocación en el sitio original se debe más a cuestiones presupuestarias que a evitar conflictos entre los distintos activadores de memoria que hacen uso del paisaje monumental (Lora, comunicación personal, San Carlos de Bolívar, 9 de marzo de 2023). Entonces, ¿qué tipo de monumentos conforman el paisaje y cuáles son las tensiones que manifiestan?

Fuente: archivo propio, GEAHF, autor Carlos Landa, 2022.

Figura 7. Cara este del monumento con remoción de la placa destruida. A la izq. el Lic. Ravazzola registrando la placa. 

Relevamiento fotogramétrico preliminar del monumento de la batalla de San Carlos en el paraje Los Cuatro Vientos

La arqueología como ciencia de las huellas puede dar cuenta de fases o etapas monumentales, así como también de intentos de borramiento, daño o pérdidas por el accionar del tiempo y los elementos, lo que deja en evidencia múltiples sentidos plausibles de ser excavados tanto metafórica como literalmente.

El monumento de la batalla de San Carlos fue objeto de trabajos de relevamiento y documentación, tanto aerofílmica como fotográfica y aerofotográfica. Los materiales generados durante estas actividades ofrecen distintas potencialidades dentro del trabajo de investigación y conservación arqueológica, así como de preservación patrimonial.

El relevamiento de fotogrametría se planificó tanto en función de las características morfológicas del objetivo a documentar, como del espacio físico en el que este se encuentra emplazado. El conjunto de estructuras que componen el complejo monumental está integrado por cuatro elementos distintos: monolito, muro recordatorio, mástil y cenotafio. El relevamiento fotográfico meticuloso permitió cotejar un plano plasmado del Fuerte San Carlos en uno de los mármoles incorporados en sus paredes, con los modelados digitales de terreno (DTM) llevados a cabo en dicho sitio arqueológico. Esto nos permitió comprobar que ninguno de los documentos cartográficos históricos de la planta del Fuerte San Carlos consultados coincidía con sus rasgos en el terreno, pero sí el registrado en la placa (Landa et al. 2022) (figura 8). Sin embargo, los planos históricos disponibles del Fuerte San Carlos no condicen con el DTM. El trabajo de documentación del monumento de la batalla de San Carlos -paraje de Los Cuatro Vientos- hizo posible la identificación de un plano de este asentamiento que se condice con el DTM, lo que permitió diseñar el trabajo de campo arqueológico para comenzar con los trabajos de prospección y excavación en dicho fuerte.

Fuente: archivo propio, GEAHF, imagen de Jerónimo Angueyra, 2022.

Figura 8. A, B, C: DTM. D: planos históricos disponibles del Fuerte San Carlos E, F: plano en el monumento de la batalla de San Carlos, paraje Los Cuatro Vientos; H, I, J: intervenciones arqueológicas en el sitio Fuerte San Carlos. 

Los tres modelos virtuales tridimensionales fueron creados con los relevamientos aerofotográficos: el primero, desarrollado a partir de la combinación tanto de imágenes aéreas obtenidas con el dron, como de aquellas capturadas por la cámara réflex, correspondiente al monolito y su relación espacial con el muro, el cenotafio y el mástil. El segundo, referente al muro; y el tercero, al cenotafio. Los modelos fueron objeto a su vez de trabajos de posprocesamiento digital para limpiar imperfecciones causadas por el movimiento de la vegetación presente en el espacio físico documentado, que generan errores característicos, con lo que se obtuvo un producto de mayor calidad visual.

La fotogrametría digital ha desatado una transformación estructural profunda en la práctica arqueológica. Las aplicaciones, tanto de la aerofotogrametría como de la fotogrametría convencional terrestre, son múltiples y ofrecen una ampliación exponencial de la capacidad de los equipos de investigación. La disponibilidad de modelos virtuales 3D de sitios arqueológicos, secuencias de excavación, estructuras y objetos de todas las escalas brindan posibilidades previamente inexistentes de documentación, que pueden ser utilizadas para propósitos tan disímiles como la preservación virtual, el análisis remoto y la mensura espacial, tanto longitudinal como volumétrica, la producción de réplicas realistas de objetos y estructuras originales en distintas escalas, la disponibilidad de referencias de gran exactitud para trabajos de conservación y restauración patrimonial, y para el manejo y la gestión de espacios patrimoniales. No menos importante, en combinación con registros fílmicos, en el trabajo de difusión, sensibilización, transferencia y educación patrimonial, mediante el avance de recursos en distintos formatos que van desde modelos interactivos disponibles en internet hasta la generación de videos especializados en estos campos (Torreño 2022).

Los modelos 3D realizados en el paisaje monumental de la batalla de San Carlos fueron subidos a la red social Sketchfab del GEAHF. Pueden ser consultados tanto por especialistas como por el público general (GEAHF SketchFab 2024)5. Asimismo, siguiendo esta línea de difusión, dichos enlaces fueron incorporados al Mapa Interactivo de Conflictos Armados (MICA 2024)6, que se trata de un portal web que permite acceder a información multimedia con soporte cartográfico en torno a combates, batallas y otros tipos de enfrentamientos bélicos en el cono sur, que contempla -en un principio- del siglo XVI al XX (Ravazzola et al. 2021). Esta herramienta se configura como abiertamente participativa de divulgación y creación comunal de conocimiento.

Reflexiones finales

Los paisajes monumentales de cualquier índole en su devenir ocasionan capas espaciotemporales que rara vez sedimentan en forma de estratos geológicos, sino más bien se solapan, se entrecruzan, se repudian, se repelen o buscan colonizarse. Estas capas del espacio “[…] construyen una unidad que existe tensionada y en constante cambio” (Umaño y Landa 2018, 25). En los paisajes monumentales vinculados a la guerra esta característica parece profundizarse. Su estudio debe examinar los elementos y relaciones que los constituyen, así como su historia y forma en que se integran distintas escalas de la memoria y la identidad, tanto individual y colectiva, como local y nacional. Los diversos actores que lo habitan, a lo largo del tiempo, crean y sedimentan sentidos e imaginarios variados que en ocasiones dialogan y en otras confrontan (Landa y Coll 2020). La batalla de San Carlos y su paisaje monumental no son la excepción.

Como se ha visto, el paisaje monumental de la batalla de San Carlos fue constituyéndose en la diacronía por medio de varias prácticas asociadas que comenzaron con la colocación de marcas territoriales en diferentes periodos y por actores sociales una vez antagónicos. El lugar de elección no fue azaroso. Siguiendo a Sebastián Vargas Álvarez (2021), existe una relación directa entre lo que un monumento pretende recordar y el lugar específico en donde es erigido. En nuestro caso de estudio, lo que se monumentaliza es la batalla en sí, una lucha de más de 6000 hombres entreverándose por el campo. Cualquier punto de ese inmenso espacio hubiera sido válido y no solo el paraje de Los Cuatro Vientos, escogido en 1935. Tal vez, la encrucijada de caminos (uno de ellos hacia Bolívar) y su visibilidad haya sido el motivo de elección de estos primeros activadores materiales de esa memoria.

Tradicionalmente, los procesos de monumentalización encarados por los Estados naciones, como es el caso de los constructores del monumento inaugural, están vinculados con su origen y los mártires sacrificados para su existencia. Buscan fijar historias ennoblecedoras de la nación que quieren honrar a los que ofrendaron sus vidas para que el país pueda vivir: historia sobre la barbarie (Young 1992).

En Los Cuatro Vientos se erigió un monolito que pretendió sostener el mito civilizatorio de la batalla de San Carlos esgrimido por Estanislao Zeballos (1994[1884]) y sostenido desde la generación de 1980 en adelante. Como toda representación del pasado, el monumento es selectivo en relación con los acontecimientos pretéritos. Aporta tanto al recuerdo como al olvido, incluye y excluye, exalta y oculta, otorga voz y silencia. Este monumento quiso materializar -en clave sarmientina- el triunfo de la civilización sobre la barbarie del desierto, siendo el indígena el enemigo vencido y relegado a la invisibilidad que presupone su incorporación forzosa al Estado nación argentino. Pero los vencidos y su memoria siguieron y siguen latentes en la ciudad y en los pliegues del paisaje. Aguardaron su momento y pudieron manifestarse materialmente -hacia mediados del 2000- en el mismo paraje en donde campeaban las marcas del vencedor. Sin embargo, coinciden en algo: ambos intentan ligar hacia atrás -desde un presente- a la comunidad y proyectarla a un futuro (Gorelik 1997).

El monumento de San Carlos plantea desde sus orígenes una tensión que se manifiesta no solo en los actores enfrentados que comparten o disputan ese paisaje, sino también entre la representación y el acontecimiento (Doldán y Landa 2015). El monumento es una materialidad a la que se le confirió cierta apariencia con la finalidad de representar un hecho, idea o principio cuya permanencia sea inalterable. No obstante, es habitual que le ocurra algo que trasciende ese propósito de representación. Se produce un acontecimiento que lo afecta, ya sea en los elementos que lo componen, en su emplazamiento y, a veces, en su misma existencia. Sin embargo, como todo acontecimiento, ocurre en un espacio determinado, en un momento dado y entre diversos actores sociales. Como todo acontecimiento es único, irrepetible e incalculable. Esto produce una tensión que se manifiesta en cada experiencia de la monumentalidad. Esta tensión entre representación y acontecimiento podría pensarse como un cruzamiento de dos temporalidades: eternidad y acontecimiento, pudiendo manifestarse en el paisaje monumental de diferentes modos (véase modos en Doldán y Landa 2015). El acontecimiento implica temporalidades condensadas que difieren de la eternidad monumental y a la que horada, agujerea y mutila. El acontecimiento surca, pliega y condensa la experiencia monumental, corrompiendo así la topología de la eternidad (Doldán y Landa 2015). En diferentes formas e ímpetus son el dinamismo y la interpretación la cifra de las monumentalidades y no el ideal de eternidad. En el caso de San Carlos no ocurre un palimpsesto monumental: sobre escritura o sobre exposición de marcas territoriales conmemorativas. Los modos en que se muestra la tensión en relación con la distribución monumental en el paisaje son: el collage -técnica utilizada principalmente en la plástica, por medio de la cual se busca unificar diferentes elementos- y el desplazamiento, caracterizado por el movimiento reflejado en una sucesión de monumentos que van trazando un recorrido en sus sucesivas realizaciones en el espacio y en el tiempo, pero que siempre, paradójicamente -como las imágenes-, manifiestan la presencia de una ausencia o la ausencia de una presencia.

La tensión latente entre historia, representaciones, acontecimiento y activadores de memoria en el paraje Los Cuatro Vientos torna en contemporáneo -en el sentido esgrimido por Giorgio Agamben (2011)- el paisaje monumental de la batalla de San Carlos. Allí parecen actualmente coexistir discursos y materialidades antagónicas -descartadas acciones iconoclastas- sin problemas aparentes. De acuerdo con las características desarrolladas por Young (1992), no han se han erigido allí antimonumentos ni contramonumentos: las formas y estilos monumentales elegidos por los colectivos indigenistas parecen seguir a las tradicionales y ocupar un lugar junto a ellas. Son de índole contemplativa. La distinción se encuentra en el uso de materiales más económicos -signo de la era- el mármol reemplazado por otras rocas y el bronce por nuevas y endebles aleaciones. Importa siempre tanto el contenido como la forma; tanto el mensaje como el medio utilizado (Vargas 2021). Entonces, cambia solo el actor, donde antes se reivindicaba a militares ahora se reivindica a guerreros indígenas. Coinciden también en sostener héroes colectivos antagónicos. Por ello, consideramos que esta apropiación de la práctica ornamental conmemorativa expresa una continuidad del conflicto en el paisaje monumental, en donde cada actor hace marcas y rituales que sostienen su posición con respecto al acontecimiento. Esta aparente convivencia monumental deja en evidencia una sutil disputa en el paisaje. Lo no resuelto se mantiene siempre tenso, supurando en la espera por aflorar o estallar; el conflicto de frontera es uno de ellos. Lo latente puede manifestarse con el tiempo en el paisaje monumental, presentar nuevas formas, enunciaciones, comprensiones y prácticas diferentes y alternativas, que pueden llegar a incluir, también, su modificación o destrucción (Escobar 2021; Vargas 2021).

Las marcas territoriales, como nexos entre pasados y presentes en conflicto, no pertenecen a ninguno de los tiempos o a todos en simultáneo (Agamben 2011). La existencia de un punto de encuentro ostensible, tenso y latente entre los tiempos, las generaciones y sus emprendedores de memoria será génesis de nuevas construcciones de sentidos en torno a un lugar, su materialidad y las imágenes subsecuentes que mostrarán la vitalidad y contemporaneidad del paisaje monumental.

Como sostuvimos al inicio de este trabajo, la guerra no solo deja silencios y ausencias, también deja rastros, huellas y materiales de muerte. También deja marcas que pretenden fijar memorias sobre los hombres y sus luchas. Los monumentos no pertenecen al pasado ni congelan el tiempo, consideramos que guardan, entrecruzan o condensan en sí distintos tiempos. Acumulan y entremezclan capas sedimentadas que pueden “excavarse” a veces literalmente, otras desde sus imágenes, discursos y prácticas asociadas. Esta capacidad monumental la torna ideal para el trabajo del arqueólogo.

La arqueología, una ciencia de las “cosas”, estudia esa capacidad asombrosa de los objetos de producir una sacudida en los sentimientos y trasladar cargas emocionales que no pueden ser pasadas por alto, devolviéndonos a tiempos y lugares a los que es imposible retornar y hablan de acontecimientos demasiado dolorosos o gozosos para recordar (Moxey 2009). Desde nuestras prácticas y saberes legitimados, los arqueólogos nos erigimos en otros activadores de memoria más, podemos generar disputa de sentidos o entrometernos en otros preexistentes. Como sostiene Giorgio Agamben (2011), la vía de acceso al presente tiene necesariamente la forma de una arqueología.

Ese espacio liminal que llamamos frontera y que creemos desaparecido del todo -porque así nos lo han enseñado- persiste tenazmente en su latencia. Marcas, imaginarios y performances territoriales constituyen el abismo por el cual brota un conflicto no resuelto. Las voces del desierto siguen clamando entre la reivindicación y la coexistencia con un pasado-presente inscripto en una violencia fundacional que no deja de ser contemporánea.

Como reflexión quedan preguntas más amplias: ¿el espacio que se constituye por la guerra queda signado por ella? ¿Existe un fatum que esencializa esos lugares? ¿Imperan siempre sobre ellos los memoriales? ¿Perdura el conflicto por medio de representaciones adversas, cual nuevos soldados en el campo de batalla? Un germen latente se aferra en ellos y clama por marcar, por narrar, por decir aquí estuvimos y estamos. Así ha sido desde las cavernas. Los recuerdos y los olvidos plenos son quimeras, en su tierra de nadie batallamos por unos u otros.

Agradecimientos

Aldana Lora, Santos Vega, Amanda Irigoin y a toda la comunidad del partido de Bolívar (provincia de Buenos Aires, Argentina). Al equipo de GEAHF y Samanta Pérez Berzal. A los autores y editores de este número, que con sus comentarios han mejorado notablemente el trabajo. Lo vertido aquí es de nuestra entera responsabilidad.

Referencias

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Appadurai, Arjun. 1986. La vida social de las cosas. Perspectiva cultural de las mercancías. Cambridge: Cambridge University Press. [ Links ]

Autores varios. 2004. Pronunciamiento del Foro Regional de Pueblos Indígenas en San Carlos de Bolívar (PFRPI). Manuscrito inédito. [ Links ]

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Doldán, María Pía y Carlos Landa. 2015. “La batalla en el monumento de batalla”. Arte y Psicoanálisis. ElSigma.com, 8 de mayo, acceso 30 de octubre de 2024. http://www.elsigma.com/arte-y-psicoanalisis/la-batalla-en-el-monumento-de-batalla/12940 Links ]

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*Este trabajo es parte de la investigación “Paisajes de conflicto, violencia y guerra. La Frontera Sur (centro-oeste bonaerense) desde fines del siglo XVIII a fines del XIX”, que se encuentra bajo la dirección del Dr. Carlos Landa y radicado en el Instituto de Arqueología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, y aprobado por la Dirección Provincial de Museos y Preservación Patrimonial bajo el n.º NO-2021-02568583-GDEBA-DPPCMPCEITGP, con vigencia hasta 2024. Dicho proyecto es financiado por PICT-2019-2019-01960 Arqueología del conflicto: espacio de violencia y guerra en la frontera sur (centro-bonaerense y norte-centro de la pampa) desde fines del siglo XVIII a fines del XIX (dirigido por el Dr. Carlos Landa), UBACyT; código n.º 20020170100060BA, Resolución (CS) 1041/18 Arqueología del norte de la pampa. Diversidad poblacional, cambio y persistencia de estrategias culturales (dirigido por la Dra. Alicia Tapia) y Proyecto FILOCyT Resolución (CD) n.º 1570 “Arqueología del conflicto: espacio, materialidad y memoria del Fuerte Cruz de Guerra (1828-1859, provincia de Buenos Aires)”, del Programa de Apoyo a la Investigación de la Facultad de Filosofía y Letras (dirigido por el Dr. Carlos Landa). Así mismo, señalamos que el estudio cumplió con las normas éticas y de resguardo de la información personal. Todos los datos volcados aquí se atienen al consentimiento de los informantes e implicados.

1Estanislao Zeballos (1854-1923), jurista, legislador y escritor propagandístico de la “Conquista del desierto” narró —sin haberla presenciado— con detalle una batalla disciplinada con formaciones desplegadas de los ejércitos (tanto criollos como indígenas), de tipo regular, ubicados en columnas: izquierda, centro, derecha, reservas y caballadas (Reguero 2022; Zeballos [1884] 1994). Una descripción de índole napoleónica para un enfrentamiento de frontera, que se convirtió en canon para los historiadores.

2Para mayor detalle resta examinar y relevar en el Complejo Museográfico Enrique Udaondo, Archivo del Museo Nacional de Luján (CMEU-AMNL), la Caja Monumento 1935.

3Desde mediados de la década de 1960, Juan Carlos Onganía, primer presidente de facto de la denominada “Revolución argentina” y sus sucesores, impulsaron su ideario nacionalista haciendo hincapié en su mirada de la historia argentina y destacando en ella los conflictos de frontera con las poblaciones indígenas. Fue así que, sobre estas temáticas, se desarrollaron filmes cinematográficos, se editaron y reeditaron numerosos libros y se llevó a cabo la recreación de múltiples asentamientos castrenses de frontera (fuertes y fortines).

4Ese mismo día, en un paraje cercano (bajada vieja a Villa Sanz), también sobre la Ruta Provincial 65, se celebró un ritual en el que participaron comunidades indígenas, colectivos feministas y parte del equipo arqueológico. Posiblemente, estemos frente a la génesis de un nuevo espacio conmemorativo. Las latencias en el tiempo lo dirán.

Cómo citar: Landa, Carlos, Graciela Waks, Jimena Doval y Jerónimo Angueyra. 2025. “El paisaje monumental conmemorativo de la batalla de San Carlos en la diacronía: latencias y tensiones (Buenos Aires, Argentina, 1872)”. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 58: 53-81. https://doi.org/10.7440/antipoda58.2025.03

Recibido: 15 de Mayo de 2024; Aprobado: 22 de Septiembre de 2024

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