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Antipoda. Revista de Antropología y Arqueología

Print version ISSN 1900-5407

Antipod. Rev. Antropol. Arqueol.  no.58 Bogotá Jan./Mar. 2025  Epub Jan 17, 2025

https://doi.org/10.7440/antipoda58.2025.07 

Panorámicas

Migración haitiana de tránsito: la ruta migratoria por Santiago de Chile y la aspiración de llegar hacia el norte global*

Haitian Transit Migration: The Route Through Santiago, Chile, and the Aspiration to Reach the Global North

Migração haitiana de trânsito: a rota migratória por Santiago do Chile e a aspiração de chegar ao Norte global

Lissette Madriaga-Parra** 

Nicolás Gissi-Barbieri*** 

**Doctora en Estudios Migratorios por el Instituto de Migraciones, Universidad de Granada, España. Actualmente es docente de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, Escuela de Trabajo Social de la Universidad UNIACC, Chile. https://orcid.org/0009-0007-6668-8177 - lissette.madriaga@uniacc.edu

***Doctor en Antropología por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), México. Posdoctorado en Estudios Migratorios por el Instituto de Migraciones, Universidad de Granada, España. Actualmente es académico-investigador de la Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Antropología de la Universidad de Chile, Santiago de Chile, Chile. https://orcid.org/0000-0001-5059-7691 - ngissi@uchile.cl


Resumen:

El artículo tiene como objetivo analizar la migración haitiana a Santiago de Chile y, en particular, las principales rutas de la migración de tránsito de este colectivo y los obstáculos que enfrentan una vez llegados a este país, del cual suelen reemigrar con un nuevo proyecto migratorio hacia el norte global. La metodología es cualitativa, con trabajo de campo realizado entre los años 2015 a 2023 en comunas pertenecientes al Gran Santiago y entrevistas en profundidad a personas haitianas residentes en estas comunas, junto a la revisión de documentos hemerográficos como medios de comunicación digitales nacionales e internacionales para producir información. Los resultados constatan dos tipos de rutas: una aérea en dirección a Santiago de Chile y Quito, Ecuador, y otra por tierra desde Quito hasta la frontera norte de Perú-Chile con trayecto a la capital. Para las personas haitianas habitar en Chile representaba la “salvación” a los males socioeconómicos, pero con el tiempo esta estrategia migratoria suele desmoronarse porque conviven con discriminaciones que redireccionan su trayecto migratorio. Como sucede con las políticas antihaitianas que revelan un racismo institucional y cotidiano, este colectivo convive con empleos precarios y de baja cualificación, viviendas indignas, ubicadas en sectores estigmatizados, donde las iglesias evangélicas pasan a constituirse en un espacio simbólico y de oportunidades para crear y fortalecer redes migratorias. Surge también como un novedoso hallazgo que Chile desde sus inicios es concebido como un país de tránsito del que migran vía terrestre a la frontera norte de México-Estados Unidos para intentar cruzar por caminos no habilitados y obtener mejores empleos, pese a que, cada vez más, la precariedad, la regularización y el racismo resultan tan difíciles como en el sur global.

Palabras clave: diáspora haitiana; migración de tránsito; norte global; racismo; Santiago de Chile.

Abstract:

This article examines Haitian migration to Santiago, Chile, with a particular focus on the primary transit routes taken by this group and the challenges they face upon arrival. Many Haitians subsequently re-emigrate with new migration plans aimed at reaching the Global North. The study adopts a qualitative methodology, including fieldwork conducted from 2015 to 2023 in communes within Greater Santiago. It incorporates in-depth interviews with Haitian residents in these areas, alongside an analysis of national and international digital media and other documentary sources. The findings reveal two main migration routes: an aerial route leading to Santiago, Chile, and Quito, Ecuador, and an overland route from Quito to the northern Peru-Chile border, culminating in Santiago. Initially, many Haitians viewed life in Chile as a “salvation” from socioeconomic challenges. However, this perception often deteriorates over time due to widespread discrimination, which redirects their migration journey. Anti-Haitian policies, marked by both institutional and everyday racism, leave this group grappling with precarious, low-wage jobs and substandard housing in stigmatized areas. In these environments, evangelical churches have emerged as critical spaces, providing both symbolic meaning and opportunities for building and strengthening migration networks. An important finding is that, from the outset, many Haitians perceive Chile as a transit country, using it as a stepping stone for overland migration to the northern border of Mexico and the United States. Despite their aspirations for better job opportunities, they increasingly face similar challenges, such as precarious living conditions, difficulties in regularizing immigration status, and systemic racism, mirroring those in the Global South.

Keywords: Global North; Haitian diaspora; racism; Santiago; Chile; transit migration

Resumo:

O objetivo deste artigo é analisar a migração haitiana para Santiago do Chile e, em particular, as principais rotas de migração de trânsito desse grupo e os obstáculos que enfrenta depois de chegar a esse país, de onde geralmente reemigra com um novo projeto de migração para o Norte global. A metodologia é qualitativa, com trabalho de campo realizado entre 2015 e 2023 em comunidades pertencentes à Grande Santiago e entrevistas em profundidade com pessoas haitianas residentes nelas, juntamente com a análise de documentos hemerográficos, como mídia digital nacional e internacional para produzir informações. Os resultados mostram dois tipos de rotas: uma por via aérea para Santiago do Chile e Quito, no Equador, e outra por via terrestre de Quito até a fronteira norte do Peru-Chile, a caminho da capital. Para essa população haitiana, morar no Chile costumava representar a “salvação” dos males socioeconômicos, mas, com o passar do tempo, essa estratégia migratória tende a desmoronar, pois essas pessoas têm de conviver com a discriminação que redireciona seu percurso migratório. Assim como as políticas anti-haitianas que revelam o racismo institucional e cotidiano, esse grupo vive com empregos precários e de baixa qualificação, moradias indignas, localizadas em setores estigmatizados, onde as igrejas evangélicas se tornam um espaço simbólico e uma oportunidade de criar e fortalecer redes migratórias. Também surge como uma descoberta inédita o fato de que o Chile, desde seus primórdios, é concebido como um país de trânsito do qual as pessoas migram por terra para a fronteira norte do México com os Estados Unidos para tentar atravessar por vias não autorizadas e obter melhores empregos, apesar do fato de, cada vez mais, a precariedade, a regularização e o racismo serem tão difíceis quanto no Sul global.

Palavras-chave: diáspora haitiana; migração de trânsito; Norte global; racismo; Santiago do Chile.

El objetivo de este artículo es identificar y analizar las principales rutas de la migración haitiana en tránsito y los obstáculos a los que se enfrentan en Chile, que suelen impulsarlos a emprender un nuevo proyecto migratorio hacia el norte global. Después del terremoto de 2010 en Haití, países de Norteamérica como Estados Unidos y Canadá, y de Europa, especialmente Francia, que cuentan con población haitiana residente, decidieron suspender las deportaciones y regularizar la condición migratoria como forma de facilitar la residencia. Forjar un proyecto migratorio hacia países del norte para las personas haitianas tiene relación con los procesos de migración históricos que vivieron sus antepasados en esos territorios y, en la actualidad, este colectivo aspira a llegar al norte global porque en esos países residen familiares y amistades que los motivan a alcanzar, especialmente, el “sueño americano”.

Cuando emprenden un proyecto migratorio, las personas haitianas comienzan una ruta de tránsito que contempla el uso de medios de transportes aéreos y terrestres, este último presenta un mayor riesgo porque transitan por distintos países en los que son expuestas a tratos inhumanos, violentos y discriminatorios. En la ruta migratoria de tránsito se encuentran con redes familiares y de amistades que facilitan en parte la llegada; el trayecto migratorio puede ser de corta y larga estancia por semanas, meses o años, tiempo que, en algunos casos, permite “estabilizarse”, reunir dinero con trabajos informales y retomar fuerzas para continuar con un nuevo destino migratorio desconocido y reinventado que, de acuerdo con la realidad vivida, puede sufrir variaciones del proyecto migratorio inicial.

Al estar asentadas las personas haitianas en Chile se topan con obstáculos porque no acceden a empleos decentes, enseñanza secundaria y universitaria, vivienda digna y a la comprensión de la lengua, lo que, sumado a todos estos aspectos durante la estancia en el país, hace dificultoso obtener una residencia definitiva porque la condición migratoria que portan es de carácter irregular. Asimismo, las políticas migratorias antihaitianas de corte discriminatorio impulsan a reemigrar con miras hacia el norte global para obtener empleos que les permitan una mejor calidad de vida que en Chile y reencontrarse con familiares y amigos.

Cabe entonces preguntarse sobre los procesos de emigración/inmigración/emigración de este colectivo diaspórico, ¿el colectivo de personas haitianas concibe un proyecto migratorio de tránsito desde sus orígenes?, ¿cuáles son las rutas migratorias que utilizan?, ¿Chile es considerado un país en tránsito para “estabilizarse” y emigrar hacia el norte global?, estas son las principales interrogantes que surgieron al hacer trabajo de campo en distintas comunas de Santiago de Chile entre 2015 y 2023.

A continuación, se establece un marco de referencia sobre el tránsito migratorio haitiano y las principales discusiones teóricas; luego se refiere la metodología utilizada; después se analizan los resultados, considerando dos ejes: (1) el desplazamiento de las personas haitianas y Chile como país de tránsito; y (2) requerimientos de ingreso y convivencia hostil en los ámbitos de la vivienda y la religión; por último, se presentan las conclusiones del estudio.

Marco de referencia: diáspora haitiana, racismo y migración de tránsito

En el siglo XX la diáspora haitiana se desplazó a países de Europa como Francia y colonias caribeñas francesas, así como también a Canadá y Estados Unidos en Norteamérica, porque hubo una baja considerable en las industrias haitianas que influyó en la falta de acceso a empleos en este país (Audebert y Joseph 2022; Ceja 2015). Así, cuando este colectivo emigrado se estableció en Estados Unidos, pudieron enviar ayudas económicas y encomiendas a familiares que se encontraban residiendo en territorios haitianos (Glick y Fouron 2003). Las diásporas conectan a comunidades múltiples de una población nacional dispersa por el mundo, que ha migrado de su país por motivos económicos, políticos y/o ambientales. Se trata de colectivos multilocalizados que han cruzado más de una frontera geopolítica, y puede que lo sigan haciendo, en la búsqueda de bienestar y estabilidad (permanencia). Estos ires y venires están acompañados de objetos (pasaportes, teléfonos celulares, alimentos, ropas y fotos), memorias, desidentificaciones y nuevas identificaciones en el tránsito y en los países de llegada. Se han dispersado desde un centro original, manteniendo la conciencia de su origen nacional y regional. Se suele considerar esta tierra natal como un lugar al que algún día se retornará. También se tiende a indicar una fuerte cohesión interna, compromiso y solidaridad, así como un regreso literal, y no solo mítico o utópico, al territorio de nacimiento, lo que ha sido cuestionado durante las últimas décadas (Clifford 1999; Hall 2010).

Al ser migraciones forzadas, se tiende a conectar los conceptos de diáspora con migración de tránsito, pues al no lograr integrarse en un país de destino se suele replantear el proyecto migratorio cambiando la trayectoria. La memoria y la experiencia colectiva de migración de hace ya un siglo, en el caso haitiano, permite localizarse en un nuevo país cuyas circunstancias y redes migratorias los motiven a mejorar su calidad de vida. Asimismo, la conciencia de origen nacional genera la expectativa de retornar y aportar en la optimización de las condiciones político-económicas en un Haití que ha vivido durante décadas en un marco histórico neocolonial.

Con la intervención norteamericana en Haití, que afectó a las compañías comerciales, se produjo una emigración de este colectivo hacia Nueva York, Estados Unidos, en 1915 (Ceja 2015) y a Cuba entre 1915 y 1935, donde se desempeñaban como braceros, eran explotados y estaban excluidos de la sindicalización, además de sufrir antihaitianismo (Alvares 2019), también, pese a la exclusión, traspasaron tradiciones socioculturales a la comunidad cubana (Romero, Divo y Sierra 2019). En 1960 se destacaron personas de clases medias y altas con alto nivel de conocimiento que solicitaron asilo político a causa del régimen de F. Duvalier; más adelante, en la década de los setenta, emigraron al sur de Florida personas haitianas de sectores empobrecidos y rurales que fueron reconocidas como boat people (balseros) (Gammage 2004). Más tarde, sucedieron hechos como el quiebre de la democracia con Aristide en 1991, que fue perseguido por una campaña estadounidense y por militares haitianos, lo que desencadenó un golpe de Estado que, debido a los problemas sociopolíticos y económicos del país, produjo una nueva migración de balseros haitianos entre los años 1991 y 1992, en la que fueron retenidos más de 34 000 haitianos en la Base Naval de la Bahía de Guantánamo por las milicias estadounidenses (Del Valle 2021).

La migración haitiana responde a procesos de expulsión producto de los históricos problemas estructurales de carácter socioeconómico, político y diplomático que han generado un éxodo a territorios alejados de Haití, y que a partir del terremoto de 2010 aumenta hacia países del sur de la región (López y Wessel 2017) como Chile y Ecuador (Rodríguez-Torrent y Gissi 2020). En Chile, la migración haitiana comenzó a tener notoriedad desde 2012, y cada año que avanzaba se incrementaba porque fueron entregadas más del 20 % de visas para este colectivo, pero mermaron en los años siguientes (Orrego 2022). Se ha identificado que una gran parte de los residentes haitianos se encuentran viviendo en espacios habitacionales indignos, empleos mal pagados, sin protección social y con experiencias de discriminación racial (Madriaga 2020; Orrego 2022; Soto, Gil y Pujadas 2019).

Constatamos que la migración haitiana se ha asentado principalmente en el Gran Santiago en la región metropolitana (Madriaga 2020; Rodríguez-Torrent y Gissi 2020; Rojas, Amode y Vásquez 2015), y con menor participación en regiones del norte y sur del país (INE y Sermig 2023). A partir de 2018 empezó a disminuir esta migración, pero se intensificó en 2020 a causa del cierre de las fronteras por la covid-19, que registró 71 % menos de ingresos de migrantes y, en específico, de la migración haitiana que disminuyó un 63 % sus ingresos (SJM 2021). En efecto, se informaron más salidas que entradas a Chile (“Éxodo de…” 2021; Orrego 2022; SJM 2021), debido a las medidas administrativas de corte racista del Gobierno de derecha en materia migratoria, que contemplaba la solicitud de una visa de turismo por 30 días en abril de 2021. Este proceso tuvo características diferenciadas y discriminatorias porque solo se aplicó al colectivo haitiano (Trabalón 2018), y porque el proyecto migratorio estaba enfocado en un tipo de gobernabilidad basado en la seguridad y el control, ya que la migración debía ser ordenada y segura (Concha 2018). Otro aspecto que influyó en la disminución de entradas al país fue la crisis sociopolítica del estallido social en octubre de 2019, que provocó escasez de empleo, y la pandemia por la covid-19, que cerró las fronteras durante 2020 (Rodríguez-Torrent y Gissi 2020).

Por indagaciones recientes se sabe de una importante participación laboral de la migración haitiana en el norte global como Estados Unidos. Orozco (2018) detalla que existe un aumento de envío de ayudas económicas a Haití por parte del colectivo de personas haitianas que reside en ese país, mientras que Canales (2017) sostiene que la realidad de la estructura laboral de las personas trabajadoras afrodescendientes y latinoamericanas en Estados Unidos es compleja, porque acceden a empleos diferenciados por marcadores étnicos y raciales que los posicionan en mercados laborales segregados. Entendemos que el racismo es la manifestación de la jerarquía de superioridad que es construida a partir de la historia colonial de cada pueblo en el mundo, y en que las manifestaciones raciales son expresadas por marcadores como el color de piel, la religión, la etnia, la cultura, la lengua, etc., hacia quienes se encontrarían en una jerarquía inferior, considerada incluso bajo la línea de lo humano (Grosfoguel 2012).

Ahora bien, no es un fenómeno reciente que la movilidad haitiana realice un trayecto migratorio de forma inversa hacia las fronteras de México con Estados Unidos desde Chile, ya que el Informe sobre migración haitiana y centroamericana en Tijuana y Baja California (París 2018) detalla que en 2016 hubo un flujo de esta migración que se instaló en el estado de Baja California y Tijuana, en las fronteras con Estados Unidos, para solicitar asilo en este país, y se identificó a personas haitianas con residencia previa en Chile, con una cifra menor al 5,9 %, en relación con Brasil, que contaba con el 90,5 % de personas de este colectivo con residencia previa (París 2018).

En 2021 se difundieron imágenes que muestran la crisis de la migración en la frontera noroeste mexicana con Estados Unidos, donde la policía encargada de vigilar la frontera de Estados Unidos, montada a caballo y a punta de latigazos controlaba el paso de 13 000 migrantes haitianos que intentaban cruzar por la ciudad de Acuña en Coahuila y Del Río en Texas (“Migrants in…” 2021). Este hito marca un precedente de la migración haitiana que intenta cruzar de forma masiva; en este lugar se hallaron cédulas de identidad chilena de haitianos con residencia en Chile, lo que demuestra que la ruta migratoria inversa realizada desde Chile hacia Estados Unidos era real y aumentaba cada día. Estos hechos y los relatos emanados hace algunos años por las personas entrevistadas enunciaban que el tránsito por Chile era decisivo, porque el anhelo estaba enfocado en migrar al norte global cuando “se flexibilizaran” las fronteras y que el Gobierno de Joe Biden vociferaba en su campaña política y a principios de su mandato que fortalecería y generaría políticas promigrantes en 2021.

Al respecto, Massey et al. (1993) plantean que se van formando redes en la migración como capital social porque entre migrantes se forjan relaciones sociales para buscar empleos, mejorar los salarios y obtener bienes económicos, puesto que, como plantea Arango (2000), el proceso migratorio está determinado por la migración en cadena que implica que este proceso se “eternice”, aumenten los desplazamientos en el tiempo y se estanquen en algún momento. Las redes migratorias son un nexo entre migrantes, futuros migrantes y personas no migrantes que pueden ser familiares, amistades, entre otros sujetos que sostienen relaciones horizontales y verticales, así como de dependencia y dominación (Nieto 2014). En efecto, las redes migratorias facilitan las relaciones sociales y delimitan las responsabilidades que cada persona migrante asumirá.

Düvell (2006) detalla que las redes sociales son importantes en la migración de tránsito, ya que las personas suelen ser atraídas por compatriotas bajo tres condiciones: económica, social y política. Sostiene que es probable que las personas que desean pasar de un país A a uno C no dispongan de medios para realizar esta proeza y llegan antes a un país B que está de camino al destino final, y en este lugar adquieren recursos económicos adicionales para continuar hacia el destino anhelado. Cuando requieren pasar de un país A a un país C se encuentran con obstáculos como el bloqueo de la regulación que dificulta asentarse de forma inmediata en el país C. Plantea también que un país B puede ser un país vecino, un país que está de camino a la ruta final o un país al que es posible llegar.

De acuerdo con la revisión realizada por López y Wessel (2017), sobre el concepto de migración de tránsito, los autores mencionan que algunas instituciones internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) asumen sus definiciones al respecto. La primera organización mantiene que este tipo de migración está caracterizada por personas migrantes en condición irregular, que residen en países con economías menos estables y que migran a un país por un tiempo determinado con la aspiración de emigrar a otro país como destino final. La segunda institución afirma que el migrante en tránsito es la persona que está en un país por un tiempo con el afán de migrar a otro país López y Wessel 2017). Es cierto que no existe una definición clara, única y aceptada para estudiar esta categoría, pero el hecho es que en las disciplinas de las ciencias sociales y del derecho internacional, la migración de tránsito está cada vez más presente como objeto de estudio, por lo que hay que rescatar las definiciones descritas, así como también las propuestas por la academia.

Para Düvell (2006), la migración de tránsito tiene como objetivo movilizar a una persona por un país de manera transitoria con el propósito de continuar su viaje para llegar al destino deseado. López y Wessel (2017) señalan que para que exista una migración de tránsito se debe transitar por un tercer país, indistintamente del país de origen y de destino, mientras que Düvell (2006)sostiene que tienen que existir tres países en la migración de tránsito: origen A, tránsito B y llegada C; aquí la persona migrante realiza una ruta migratoria que está encauzada por propia decisión o a veces obligada a emprender una trayectoria por diversos países y donde las estrategias de sobrevivencia son fundamentales para lidiar con las difíciles experiencias que encuentra en el camino.

La migración de tránsito está configurada por procesos sociohistóricos de oleadas de humanos que requieren circular por un espacio geográfico que es interrumpido y fronterizado desde el origen, intermedio y destino final; este tipo de migración contiene dimensiones geográficas, demográficas, económicas, políticas, socioculturales, identitarias y temporales que permiten comprender los puentes entre el origen, tránsito y destino final, en que todos estos elementos son característicos de la condición migratoria en tránsito y de un movimiento de personas que se dirigen a través de una ruta migratoria a un país o territorio con destino final (González 2017).

En la migración, la temporalidad no es lineal porque los proyectos migratorios se van articulando en la medida que avanza el proceso migratorio; el tránsito es un concepto fluido, un objeto de estudio engañoso, difícil de definir y analizar empíricamente (Castagnone 2011). La migración de tránsito no asume un patrón de viaje ordenado, puesto que los flujos y rutas cambian constantemente, respondiendo a la actualización de las políticas migratorias en cada país. Düvell (2006) destaca que en la migración de tránsito se encuentran migrantes que cuentan con bienes y medios económicos suficientes que convencen a los funcionarios de inmigración, mientras que otros disponen de menos recursos y utilizan transportes precarios e inseguros donde realizan rutas largas y cruzan varios países en los que permanecen por periodos prolongados para reunir dinero y continuar al destino final. Sostiene que hay un supuesto de que países con menores economías son reconocidos como países de tránsito, pero también países con mejores economías pueden ser países de tránsito, porque es un resurgimiento de patrones y caminos tradicionales históricos que hoy están diferenciados con la existencia de las fronteras nacionales y de control.

Metodología

La metodología es cualitativa pues permite comprender las individualidades y sensibilidades de las personas entrevistadas, e interpretar y analizar las fuentes documentales hemerográficas que son utilizadas para complementar la experiencia de los migrantes que circulan por Santiago. Hicimos trabajo de campo y entrevistas en profundidad entre los años 2015 a 2023, en los que analizamos los distintos relatos para comprender las experiencias que narran las personas haitianas.

El trabajo etnográfico se llevó a cabo en dos fases en Santiago de Chile: (1) entre 2015 y 2020, por Madriaga, y (2) entre 2021 y 2023, después de la pandemia, por Gissi. Se entrevistaron 30 personas mayores de edad hasta alcanzar los objetivos propuestos, 10 de género femenino y 20 de género masculino que residían en comunas de los sectores norte, centro y sur del Gran Santiago.

Las entrevistas fueron realizadas en español-chileno a personas haitianas que comprendieran el idioma nacional. Se cambiaron los nombres originales de los entrevistados para proteger su confidencialidad a manera de resguardo ético. Como segunda técnica recurrimos a fuentes documentales hemerográficas y artículos periodísticos desde el último trimestre de 2021, pues reflejaban la crisis de la migración haitiana en Chile por causa del estallido social y de la covid-19, y porque aumentó el tránsito migratorio haitiano hacia el norte global, debido a que las leyes migratorias estadounidenses serían más laxas por el cambio de mandato presidencial de Biden. Estas fuentes permitieron elaborar análisis que tienen relación con la idea de migrar hacia Estados Unidos, ya que no encontraron “lo que andaban buscando” en Chile, lo que ocasionó que algunos se replantearan “el sueño chileno”.

Por último, utilizamos la técnica de análisis de contenido cualitativo (Andréu 2000) para producir información con las entrevistas que fueron transcritas y los periódicos digitales como recursos hemerográficos, conforme al objetivo planteado; además, fijamos categorías centrales, codificaciones y reducciones para obtener la validación de los resultados alcanzados y poder publicarlos.

Análisis

El desplazamiento de las personas haitianas y Chile como país de tránsito

En las narrativas se destaca que las principales rutas migratorias utilizadas para llegar a Chile fueron las vías aéreas y terrestres. En vuelos directos se dirigían a Santiago de Chile desde Puerto Príncipe o desde Santo Domingo, República Dominicana, porque algunas personas contaban con residencia previa en este país y se movilizaban en vuelos más económicos en comparación con los vuelos desde Haití. También desde estas dos ciudades se dirigían en vuelos directos hasta el aeropuerto principal de Quito, Ecuador, para reunirse con redes familiares y de amistades que vivían hace años allí y que, a causa del terremoto de Haití en 2010, habían sido amnistiadas por este país. Esto coincide con los estudios de Ceja (2014) y Ceja y Ramírez (2022), que analizan la migración haitiana en tránsito por Ecuador, y Nieto (2022, 2014) sobre la migración haitiana por Ecuador hasta asentarse en sus países de destino como Brasil y Perú.

Al respecto, identificamos que Quito, Ecuador, fue la principal vía de entrada para las personas haitianas que comenzaron la ruta migratoria terrestre en tránsito con destino a Chile. Encontramos dos casos: el primero es el de quienes se reunían con familiares y amistades en ese país con el fin de buscar trabajo y quedarse por un tiempo determinado; el segundo caso es el de personas sin redes sociales que, por motivos de ahorro de dinero, comenzaban la ruta migratoria terrestre desde Ecuador hacia Chile con el propósito de instalarse en este país que contaba con mayor seguridad y una economía más estable que los países vecinos.

En 2010, Rimpel tenía 29 años cuando emigró a Ecuador donde permaneció 5 meses, se empleó indignamente y no consiguió estabilidad sociolaboral, por lo que decidió encaminarse hacia Chile en búsqueda de mejoras laborales.

Yo salí de mi país en julio de 2010 en dirección a Ecuador porque yo tenía un primo allá y me dijo que si podría venir a Ecuador, que allí había trabajo. Y cuando llegué a Ecuador me di cuenta de que hay poco trabajo y pagan poco también, y por el tema de la regularización es más difícil que Chile […] tomé un bus de Ecuador a Perú y de Perú en avión a Chile. (Conversación personal con Rimpel, 36 años, Madriaga 2020, 216)

Rimpel detalla que la ruta migratoria desde Ecuador con destino a Chile es realizada por vía terrestre y aérea, siendo uno de los pocos casos que mencionó utilizar un vuelo en el tránsito migratorio porque, según los relatos, son utilizados medios de transportes económicos porque el dinero escasea. Asimismo, la ruta de paso por Ecuador ha sido una desilusión ya que se ha negado el acceso a un empleo digno y a las garantías sociales, hecho que lo motiva a continuar con la trayectoria migratoria hasta hallar un empleo decente y acceso a educación.

El caso de Placide, que tenía 34 años cuando comenzó su trayectoria migratoria, describe cómo fue su experiencia en la ruta migratoria de paso que partió primero desde Haití hasta Ecuador, y posteriormente desde Ecuador, vía terrestre por Perú, hasta llegar a la frontera peruana y chilena con el objetivo de pretender entrar por un camino nortino del país. Su relato es el siguiente:

Era muy duro, muy difícil, nosotros éramos tres, mis dos primos y yo. Mi primo y yo habíamos salido de Ecuador y pasamos por una ciudad que no me acuerdo. En el camino hemos encontrado policías del Perú, aunque no parecían policías de verdad y nos querían robar. Así que cuando llegamos a la ciudad de Lima en Perú, estábamos en un hotel y salimos para comer algo, pero cuando volvimos, nos habían robado todo, por suerte salimos con nuestros pasaportes. El viaje duró como 7 días por tierra y siempre en bus de la misma compañía, la misma compañía nos dejaba hasta Lima y cuando llegamos a Lima pasamos la noche en el hotel en el que nos robaron al día siguiente. Dejamos Perú para venir rumbo a Chile y cuando pasamos la frontera, teníamos mucho estrés porque veíamos que devolvían a muchas personas colombianas. Nosotros no teníamos plata, solo teníamos 20 dólares. [Gastamos los 1000 dólares] en arriendo, comer y para el viaje de Ecuador a Chile, así que entonces no nos quedaba dinero, teníamos solo 20 dólares y así que cuando llegamos a la frontera de Perú en Tacna ¡ay!, vimos que devolvieron a muchas personas. Nosotros teníamos mucho miedo porque pensábamos que nos iban a devolver, así que Dios nos ayudó y nos dejaron pasar […]. En ese tiempo no había muchos haitianos que ingresaban como ahora, así que las personas que nos estaban atendiendo nos preguntaron si teníamos plata y qué veníamos a hacer a Chile. Y nos dijeron que esperáramos porque tenían que llamar a Santiago para saber si nos autorizaban a pasar. Llamaron y esperamos como 30 minutos, después tomaron el pasaporte de cada uno y pusieron el timbre y estábamos muy contentos. (Conversación personal con Placide, 34 años, Madriaga 2020, 211 y 212)

El tránsito migratorio de Placide comenzó en Quito con destino “final” en Chile donde relata una serie de dificultades que enfrentó en su ruta en tránsito recorrida por días, y una vez en Chile, viajando miles de kilómetros hasta llegar a la capital. El miedo es un sentimiento recurrente en las narraciones de las entrevistas porque estas personas están en condición de fragilidad en cada frontera que intentan atravesar. El miedo es manifestado porque no pueden expresar lo que sienten, sufren estrés y experimentan sudoración por todo el cuerpo, hechos que se producen al estar transitando por largos e indeterminados días con el afán de intentar cruzar las fronteras intermedias y llegar al destino “final”.

Temen también a las bandas organizadas que se encuentran en la ruta de tránsito, que venden servicios para cruzar por fronteras inhabilitadas o lejanas y los dejan abandonados en rutas inseguras donde roban sus pocas pertenencias y su dinero. El control migratorio le genera incertidumbre a una persona haitiana que porta la historia de la negritud y la pobreza, lo que conlleva que, en los pasos fronterizos que intentan cruzar, se ejerza un racismo institucional por parte de los empleados de las aduanas. En las fronteras el temor es recurrente porque si la entrada es negada no cuentan con redes familiares o de amistades que cuiden y ayuden a disputar el espacio fronterizo para habitarlo.

La migración de tránsito puede contener estancias cortas, medianas y largas en el tiempo en distintos países, con el fin de seguir migrando hasta lograr oportunidades sociolaborales que, en algunos casos, también están enfocadas en el acceso a la educación profesional. A los 28 años, Benjamin hizo su ruta de tránsito desde Haití con dirección a Argentina y Paraguay para cursar una especialidad en ambos países; finalizados estos estudios buscó opciones académicas en su área, pero no tuvo buena recepción, por lo que emprendió una nueva trayectoria migratoria a Chile (conversación personal con Benjamin, 36 años, Madriaga 2020). La ruta migratoria de Benjamin comenzó en 2009 en Haití y Argentina, luego de Argentina a Paraguay para retornar desde Paraguay hasta Argentina, con destino “final” en Argentina y Chile, esto con la aspiración de desarrollarse profesionalmente y reencontrarse con redes de amistades.

El proceso migratorio de Benjamin es novedoso porque, para las personas entrevistadas, Argentina y Paraguay no son países seductores en la trayectoria migratoria, en cambio sí lo son países como Ecuador y Perú, que se destacan por ser territorios con migración haitiana en tránsito (López y Wessel 2017; Nieto 2014, 2022 ). La experiencia de la migración de tránsito de Benjamin es realizada por tres o más países, “inmigrar/emigrar/inmigrar”, donde el tiempo de estancia es indeterminado y variable de acuerdo con la experiencia migratoria y los objetivos que van surgiendo en el tránsito de cada migrante.

Las personas que han transitado por países de Sudamérica son vulnerables porque el estatus migratorio es irregular y dificulta ejercer la ciudadanía y sus derechos, hallar empleos con garantías sociales y alquilar viviendas decentes; muchas veces residen en un país en tránsito, pero no quieren permanecer en él. Como sostienen Hernández-Hernández y Medina (2022), las personas haitianas en tránsito se encuentran con una vulnerabilidad estructural porque al estar desempleadas y al vivir opresiones sociopolíticas comienzan un desplazamiento a solas o acompañadas de familiares.

Identificamos que quienes cuentan con un capital cultural elevado, en relación con sus pares del colectivo de personas haitianas, y que inician una ruta de tránsito hacia Chile, mencionan que una de las principales motivaciones para llegar a este país es trabajar, reunir dinero y estudiar en la educación superior, así como continuar en el futuro con la trayectoria migratoria hacia Estados Unidos o Canadá. Como comenta Manno: “pienso que yo debería irme a estudiar a Canadá o Australia para hacer un magíster, y podría regresar por un tiempo a Chile, para luego salir del país con el fin de realizar un doctorado” (conversación personal con Manno, 37 años, Madriaga 2017). En el norte global residen redes familiares que les dicen que, con el tiempo, las políticas migratorias serán más laxas y podrán cruzar las fronteras para cumplir “el sueño americano”.

Como la experiencia de Leroi, que señala: “Mi meta es irme de Chile, sobre todo a Estados Unidos para estudiar y buscar un buen trabajo, con el fin de estabilizarme y hacer mi vida en ese país” (conversación personal con Leroi, 28 años. Madriaga 2020, 215), y de Joan y Emeline que mencionan que tienen familiares en Estados Unidos y que coinciden en tener la esperanza de que las políticas migratorias se flexibilicen allá para poder emigrar a ese país:

Establecerse en Estados Unidos implica que podemos llegar a tener la residencia. Su hermano [dirigiéndose a la pareja] tiene la nacionalidad americana, entonces nos estamos preparando para obtener el proceso de residencia y viajar un día, solo lo sabremos cuando nos comuniquen que tenemos la visa para poder viajar. Me gustaría conocer la cultura, trabajar en la diversidad porque me gusta la diversidad y como misionero tengo un tiempo para pasar en cada lugar, un tiempo para vivir en Chile y un tiempo para conocer otros lugares para evangelizar y hacer otras cosas. (Conversación personal con Joan, 43 años, Madriaga 2017)

Todavía no tengo en mente si quedarme o no, me gustaría quedarme un tiempo para ver cómo van las cosas, pero me gusta viajar, me gustaría ir a otro país, no sé si va a ser fácil. Me gustaría ir a Estados Unidos, porque es un país grande, igual tengo familia allá, me gustaría mucho. (Conversación personal con Emeline, 35 años, Madriaga 2017)

El “sueño americano” de un “país grande” es la principal motivación para emigrar al norte global que se acentúa con las fotografías que son difundidas por familias, amistades y medios de difusión que subrayan la gran economía que sostiene a ese país. Algunas personas son conocedoras de las lenguas inglesa y francesa, lo que les puede abrir las puertas en las interacciones cotidianas en esos territorios. De esta forma, la migración haitiana en tránsito por Chile, que ha atravesado más de dos o tres países con el deseo de concretar sus proyectos, se replantea con un nuevo viaje migratorio hacia Norteamérica para obtener mejores experiencias sociolaborales y estabilidad económica.

Según datos de Servicio Jesuita a Migrantes de Chile (“Éxodo de…” 2021), existió un incremento de la emigración haitiana con 3534 personas, en relación con el ingreso de 2444 personas haitianas al país, estas cifras reafirman la información que entregaban algunos medios de comunicación sobre “el problema” que estaba generando la migración en la frontera norte mexicana y estadounidense. Una entrevista realizada por el canal de televisión Deutsche Welle (“Haitianos se…” 2021) a un joven haitiano con residencia en Quilicura, que es una comuna que concentra una gran población de personas haitianas que viven allá, señaló “no ver haitianos en las plazas como antes”. En octubre de 2021 habían emigrado 3500 personas haitianas hacia las fronteras del norte de Chile para realizar la ruta migratoria vía terrestre por Sudamérica y Centroamérica, con el fin de llegar al límite mexicano y estadounidense.

Por su parte, la cadena BBC News Mundo (Paúl 2021) señala que las motivaciones para emigrar tuvieron relación con las escasas posibilidades laborales en Chile y la política migratoria que regía a partir de abril de 2021 con el eslogan “ordenar la casa”, que consistía en regularizar a las personas migrantes que habían ingresado por pasos habilitados antes del 18 de marzo de 2020 cuando fueron cerradas las fronteras por la pandemia de la covid-19. Después de ese momento, las personas contaban con 180 días para regularizar la situación migratoria, cuya fecha de vencimiento era el 17 de octubre de 2021, entonces, el miedo a las deportaciones ocasionó que algunas personas haitianas decidieran emigrar antes (Paúl 2021). También, la elección del presidente de derecha, Sebastián Piñera, que fortaleció el racismo institucional con las políticas antiinmigrantes y dificultó regularizar la situación migratoria de muchas personas que quedaron desamparadas (“Haitianos se…” 2021).

En la misma entrevista de la cadena BBC News Mundo (Paúl 2021), un joven haitiano residente en Chile declaraba lo siguiente: “Necesito escapar de Chile. Eso es lo único que me importa”, porque durante mucho tiempo ha estado desempleado a causa del estallido social y la pandemia que le ha impedido renovar el permiso de residencia, por lo cual ha convivido con una sensación de peligro al estar de manera irregular. Sigue relatando que llegó a Chile en 2014 y desde esa fecha no ha encontrado una estabilidad sociolaboral y que, con la idea de “escapar” del país, ha decidido realizar la ruta migratoria vía terrestre desde Santiago hasta la frontera norte con Perú, para salir por un paso no oficial con el anhelo de cruzar Sudamérica y Centroamérica hasta llegar a Estados Unidos. Menciona que 24 haitianos se sumaron a esta travesía en la que él porta 2150 dólares americanos para el viaje y es consciente de los riesgos con los que se topará en el camino, pero emigra porque el miedo es mayor debido a las discriminaciones que recibe por su origen y por ser deportado en Chile.

Otro medio de comunicación chileno (“Hallan decenas…” 2021) refiere que, en la ciudad de Acuña, México, cercana a la frontera Del Río en Texas, Estados Unidos, se encontraban personas haitianas provenientes de Chile que arrojaron sus documentos de identidad chilena, el objetivo era pedir asilo en Estados Unidos, pero la solicitud podría ser rechazada por el Gobierno de este país si habían residido antes en otro país. Más de 13 000 personas haitianas estaban en esta frontera y algunas con residencia en Chile a la espera de ingresar a Estados Unidos porque el presidente Joe Biden daba la bienvenida a la migración en ese país con la flexibilización de las políticas migratorias (Paúl 2021).

Al respecto, emprender un nuevo proyecto migratorio y realizar una ruta de tránsito vía terrestre de forma inversa, de Chile a Estados Unidos, no está exento de peligros como, por ejemplo, la ruta de la selva del Darién, una peligrosa selva ubicada en la frontera de Colombia con Panamá. También, se enfrentan a discriminaciones en su tránsito y en el destino “final”, aunque mencionan que pese a padecer exclusión en Norteamérica obtendrán mejores condiciones sociolaborales que las que experimentaban en Chile. Rojas, Amode y Vásquez (2015) puntualizan que la migración haitiana tiene muy presente los proyectos socioeconómicos que quieren alcanzar en Chile y que, a pesar de las experiencias de no reconocimiento (Taylor 1993) con las que conviven cotidianamente en este país, señalan que también es responsabilidad del propio colectivo porque no se amoldan a las reglas del juego neoliberal, que está enfocado en la mano de obra sumisa de estas personas, constitutiva de desigualdades entre capital y trabajo (Rojas, Amode y Vásquez (2015).

Es común que se indique en las entrevistas que habían cursado carreras técnicas y profesionales, pero no pueden ser homologadas en Chile y, una vez en este país, cursaron la educación secundaria con el deseo a posteriori de estudiar nuevamente una carrera técnica profesional o universitaria (Madriaga 2019). Esto significó que accedieran solo a empleos con baja cualificación en mercados laborales segregados y conviviendo con el racismo porque son marcados por su “raza”, origen y clase en Chile (Madriaga 2020).

Migrar al norte global es la salvación a los males socioeconómicos que históricamente ha tenido Haití por las constantes inestabilidades, intervencionismos y saqueos coloniales que en el siglo XX redirigieron una importante migración hacia Estados Unidos y que, en la actualidad, se vuelve más presente. En efecto, las personas haitianas entrevistadas desde sus inicios identificaron que Chile era un país en tránsito porque el proyecto migratorio “final” estaba orientado mayormente a países como Estados Unidos y Canadá, donde contaban con redes migratorias.

Requerimientos de ingreso y convivencia hostil en los ámbitos de la vivienda y la religión

En las narrativas del colectivo entrevistado se destaca que entre 2008 y 2012 el ingreso fue menos restrictivo y controlador en Chile, puesto que viajaban con escasa cantidad de dinero y no eran entrevistados por la policía internacional o les hacían preguntas rápidas, como puntualiza Rimpel: “¿De dónde viene?, ¿por qué viene?, y luego de responder, me dejaron entrar” (conversación personal con Rimpel, 36 años, Madriaga 2020, 216). Jonnasaint también relata cómo fue su entrada al país:

Cuando llegué en mi tiempo no había requisito de entrada, ni siquiera me preguntaron a qué venía, porque se supone que venía en calidad de turista. Entonces cuando llegué, entregué mis documentos, vieron el papel de turismo [reserva hotelera] y me timbraron el pasaporte e ingresé al país. No existía tanta barrera como hoy en día porque exigen tener una cantidad de dólares que demostrar para permanecer un tiempo en el país y sustentar la situación socioeconómica. (Conversación personal con Jonnasaint, 35 años, Madriaga 2020, 216)

Las personas entrevistadas destacan que Chile era un país con menos restricciones de entrada, en relación con países de Norteamérica que contaban con políticas migratorias más restrictivas y solicitaban un visado consular, mientras que en Chile se ingresaba solamente con el pasaporte vigente. Como puntualiza una entrevistada: “Chile era el único país de la región al que se podía entrar con pasaporte y no con visa” (conversación personal con Belle, 20 años, Madriaga 2020, 209). Los relatos de los entrevistados puntualizan que en 2013 ingresar por el aeropuerto internacional del país tenía características restrictivas y diferenciadas para este colectivo, y que a causa del aumento de esta migración las fronteras se transformaron en fronteras simbólicas de la exclusión social; Trabalón (2018) sostiene que en estos lugares se filtra a las personas migrantes mediante prácticas discriminatorias.

Como sucedió con el colectivo entrevistado, personas que debían demostrar una carta de invitación y 1000 a 2000 dólares en efectivo, suma alcanzable para algunos en relación con sumas más altas exigidas en países del norte global, dicho criterio no fue una exigencia oficial, sino informal de parte de la institución que controlaba el ingreso. A las personas haitianas se les denegaba el ingreso, no así a las personas “extranjeras” con mayor poder adquisitivo, de piel clara y de países sin marcas raciales que eran bienvenidas al país. Quienes ingresaban vía terrestre, por las fronteras norte del país, experimentaron miedo por las políticas migratorias de carácter restrictivo que fueron aplicadas especialmente a la comunidad haitiana que era reconocida como “un problema” (Trabalón 2018). También sufrieron racismo porque se encontraron con la fronterización física y simbólica de la condena sociocultural, al ser personas negras pertenecientes a un país pobre y cargado de estereotipos como Haití. Liberona (2015) detalla que la migración afrocaribeña se cruza con fronteras de la diferenciación social que está asociada con categorías de “raza”, clase, etnia, género, entre otros marcadores de jerarquización social.

Una vez asentados en la capital se enfrentaban a barreras socioculturales y problemas para obtener empleos con un salario mínimo de 301 000 pesos chilenos equivalente a 417 dólares según el cambio de la época, dinero que les permitiera alquilar una vivienda en buenas condiciones estructurales porque el pago alcanzado por una jornada diaria de trabajo estaba alrededor de los 21 dólares. También, en ocasiones, fueron engañados con contratos de arriendos falsificados, lo que hizo que perdieran parte de los ahorros invertidos para este cometido. Las moradas a las que acceden están caracterizadas por ser habitaciones pequeñas de casas compartidas con familiares u otras familias migrantes que están en situaciones socioeconómicas precarizadas. Las viviendas se encuentran deterioradas, pero el mayor riesgo está relacionado con la electrificación, puesto que se han generado incendios por la falta de mantenimiento a estos sistemas que soportan una gran cantidad de aparatos eléctricos, lo que termina provocando una sobrecarga en el sistema eléctrico central.

Estas viviendas están a veces en territorios estigmatizados reconocidos como barrios de migrantes en comunas como Quilicura, Pedro Aguirre Cerda, Pudahuel, Lo Espejo y El Bosque, ubicadas en los sectores norte, sur y poniente; otras están en barrios peligrosos de la comuna de Santiago, además, algunas personas no tienen experiencia habitando este tipo de lugares que exponen su vida al desamparo social. El siguiente es un relato que alude a esta realidad:

Yo le mando fotos a mi papá que es agricultor. Le muestro la casa y el barrio donde vivo con mi hermana, mi cuñado y mi sobrino, y no lo puede creer. Aquí todo es tan feo, Haití es pobre, pero es uniforme y hay un estilo. Mi papá cuando ve la foto me dice: “esa casa se va a caer ¿cómo puedes vivir ahí?”, y eso significa, vivir en este barrio. Nosotros podríamos pagar una casa buena entre varios, pero ¿quién nos va a dar un crédito con el dinero que ganamos?, ¿cuántos sueldos tendríamos que invertir para pagar las garantías de la casa? (Conversación personal con Jonnás, 26 años, Rodríguez-Torrent y Gissi 2022, 7)

Asimismo, las viviendas y habitaciones suelen tener serios problemas con la aislación térmica porque son muy frías en la temporada invernal, lo que expone a los habitantes a enfermedades respiratorias como la gripe, la influenza y la neumonía, malestares característicos en la región metropolitana, y que afectan la salud de personas que provienen de un clima cálido/tropical. El acceso a la vivienda digna para el colectivo haitiano es difícil de alcanzar por la situación migratoria irregular, en algunos casos, el elevado costo del alquiler, que impide cubrirlo con empleos de bajos salarios y convivir con una precarización de la vida, y una compleja movilidad social en Chile (Rodríguez-Torrent y Gissi 2022).

En las narrativas de las personas entrevistadas se especifica que, en la idea de acceso a oportunidades, se vinculan con comunidades religiosas chilenas y personas que profesan alguna religión porque las iglesias evangélicas pasan a constituirse en lugares simbólicos, transnacionales y de socialización con otros colectivos que comparten creencias y prácticas similares. De la misma manera, para las personas entrevistadas, la conformación de redes migratorias está emparejada con la “adaptación” al nuevo entorno social y la resignificación de las prácticas asociadas a profesar la religiosidad del país de origen; esto tiene relación con la religión evangélica y protestante que continúan obrando en el país de llegada, pero la mayor motivación para asistir a estos lugares está enfocada en la generación de redes de contacto que puedan facilitar la obtención de un tipo de empleo y el alquiler de una vivienda o habitación (Madriaga 2020). Se ha identificado que las iglesias evangélicas desempeñan un papel fundamental en la acogida de este colectivo porque ayudan a sostener una mayor cohesión social y fomentan la autoayuda (Aguilar, Sandoval y Gissi 2024).

Las iglesias evangélicas como la Nouvelle Onction en Pedro Aguirre Cerda, la Iglesia de la Compasión y la Iglesia Bautista Monte de Dios en Quilicura, son dirigidas por personas haitianas, lo que las hace más cercanas, porque ofrecen el servicio religioso en lengua creole, y el ritual es más amable para ellos, pues comprenden en su propia lengua el oficio religioso. También, en estos espacios se difunden los servicios públicos y del Estado, y su funcionamiento, como por ejemplo, las municipalidades, los hospitales, las escuelas, las oficinas de extranjería, las ofertas de empleos y los alquileres de casas/habitaciones, entre otros, que son de interés y fundamentales para mantener una convivencia y permanecer en el país. Este momento, que puede durar más de tres horas, podría denominarse “la hora de los servicios sociales” pues se profesa el credo religioso y se comunican los servicios importantes para este colectivo (Madriaga 2020).

Las iglesias a las que asiste este colectivo son prestadas o alquiladas por otras iglesias chilenas ubicadas en comunas del Gran Santiago o son improvisadas en un primer momento en casas o locales alquilados para celebrar el culto; también, utilizan iglesias chilenas para establecer un puente y sostener redes para mejorar el manejo de la lengua chilena; en todos los casos, se encuentran en sectores vulnerables de la ciudad donde habita este colectivo, principalmente, como Quilicura, Estación Central y San Ramón (Aguilar, Sandoval y Gissi 2024).

Como vemos, una vez instaladas estas personas en Chile se cruzaron con experiencias de discriminación racial, clase, religión y procedencia por la falta de oportunidades en los espacios sociales en que se movilizaban; asimismo, con el tiempo, el racismo cotidiano escaló a un racismo institucional con la política migratoria de abril de 2018, cuya característica fue de una orientación securitista y selectiva para resistir la migración haitiana que aumentaba con los años.

Al respecto, la migración haitiana se enfrentó a un racismo sobre el que las organizaciones haitianas, como la Organización Sociocultural de los Haitianos en Chile (OSCHEC), de Estación Central, y la Asociación Educativa Sociocultural Flambeau de Chile, en Quilicura, se pronunciaron al constatar las diversas discriminaciones que estaban asociadas a la delincuencia y precariedad de este colectivo. El Estado chileno invitaba a participar en el “Plan de Retorno Humanitario Ordenado”, cuyo fin era expulsar al colectivo de personas haitianas en vuelos realizados por la Fuerza Aérea de Chile (FACH), con el único derecho de retornar al país solo después de 9 años. Como sostienen Stang, Lara y Andrade (2020), la gobernabilidad de las migraciones en Sudamérica ha generado que el Estado chileno haya institucionalizado esta medida hace aproximadamente una década; este accionar se observa con el plan que se incorporó en 2018 y que está basado en un discurso de carácter humanitario en favor de los derechos humanos, pero con énfasis en la expulsión selectiva de las personas haitianas, también, como parte “del régimen global de gestión/control de las migraciones contemporáneo” (Stang et al. 2020, 194 ). Este hecho se concretó en 2019 cuando 9 vuelos trasladaron de forma “voluntaria” a 1400 personas a Haití, lo que demostró, una vez más, un trato excluyente y en el que los argumentos esgrimidos por el plan fueron sustentados por “razones humanitarias y de derechos humanos, se revelan como discursos retóricos” (Stang, Lara y Andrade 2020, 197 ).

En efecto, para algunas personas entrevistadas los acontecimientos detallados, sumados el estallido social en octubre de 2019, la pandemia de la covid-19 y las diversas discriminaciones que vivieron, provocaron la emigración haitiana hacia el norte global desde Chile. Asimismo, ha aumentado la organización haitiana, y sus objetivos, como la asociación donde participa Antoine, que le da valor a la cultura haitiana y se extiende a actividades deportivas que incluyen a miembros de otros colectivos migrantes:

Hemos estado realizando una [actividad] para dar a conocer la cultura haitiana que tiene que ver con vestimenta, comida, arte, música, poemas, etc. Eso lo organizamos en el GAM [Centro Cultural Gabriela Mistral] y fue muy hermoso. Dentro de la organización tenemos un subdepartamento, por así decirlo, que se encarga de todo lo social y otro que se encarga del deporte, y organizamos campeonatos de fútbol y baloncesto, estamos pensando en hacer una actividad de diversidad cultural entre dominicanos, venezolanos y haitianos. (Conversación personal con Antoine, 34 años, Gissi 2023)

Conclusiones

La historia de la diáspora haitiana dirigiéndose a territorios del norte global se remonta principalmente al siglo XX, cuando personas con mayor y menor cualificación se instalaron en estos países con la idea del “sueño americano”, puesto que los procesos migratorios haitianos han estado configurados por el orden neocolonial, cuya consecuencia son los continuos intervencionismos políticos, económicos, diplomáticos y militares de países del norte global. En lo más reciente, los procesos migratorios haitianos se comportan como su histórica migración, puesto que las personas haitianas son expulsadas de Haití porque están viviendo en condiciones de vulnerabilidad como consecuencia de las fallas estructurales y político-económicas que padece este país.

De acuerdo con los relatos de las personas entrevistadas, los procesos migratorios hacia Santiago de Chile responden a dos miradas: una, que Chile era reconocido en Latinoamérica y el Caribe como un país con una economía estable, seguro y fácil de ingresar por las fronteras habilitadas, con discursos que habían emergido por las redes familiares y de amistades que habitaban en el país hace tiempo. Y dos, porque el proyecto migratorio en sus inicios estaba concebido como Chile “país de tránsito” por un tiempo, mientras que las políticas migratorias de Norteamérica y Europa se flexibilizaran, y así emprender la ruta migratoria hacia el destino “final” que era fundamentalmente Estados Unidos.

Las principales rutas migratorias que se indican se efectuaron a través de vuelos directos de Puerto Príncipe al aeropuerto internacional más grande de Chile en Santiago; también de Santo Domingo a Santiago de Chile, y desde Puerto Príncipe hasta el aeropuerto internacional de Quito, Ecuador. Este último recorrido presenta mayores riesgos porque es donde comienza la ruta migratoria vía terrestre para cruzar en buses las fronteras y llegar a Chile. En este camino fueron víctimas de robos por parte de las mafias que se lucran con la migración y de tratos discriminatorios de los funcionarios de aduanas chilenas, así como también experimentaron miedo a lo largo de la ruta migratoria en tránsito y en los pasos fronterizos. La migración haitiana en tránsito permaneció en dos o más países de Sudamérica como Ecuador y Perú, pero se identificaron en menor cantidad otras rutas como Paraguay y Argentina; en ambos casos, fueron estancias cortas y medianas antes de llegar a Chile y, en algunos casos, se asentaban en estos territorios con la idea de reunir dinero para continuar con la ruta migratoria, mientras que otros no hacían paradas prolongadas. Son comunes también las estancias largas en República Dominicana, que es el primer destino migratorio de algunas de las personas entrevistadas.

Con el estallido social en octubre de 2019 en Chile y la pandemia por la covid-19 iniciada en marzo de 2020, quedó en evidencia que las personas haitianas eran más vulnerables porque no contaban con empleos estables, tenían problemas con el acceso a la vivienda o habitación, dificultades con el proceso de regularización y las políticas migratorias antihaitianas del Gobierno de derecha de la época las afectó directamente. Asimismo, los discursos de odio con corte racista aumentaron a causa del resurgimiento de políticas securitistas en Chile y en la región. Los espacios religiosos cristianos resultaron un refugio para obtener información práctica que mejorara su incorporación social, sin embargo, no están exentos de problemas de convivencia. Algunos medios de comunicación detallan que estas personas, una vez instaladas en Chile, se encontraron con obstáculos y discriminaciones que ocasionaron que redirigieran su proyecto migratorio hacia el norte global para alcanzar el “sueño americano”; esta ruta fue realizada de forma inversa a través de medios terrestres y caminando por lugares peligrosos, lo que los dejaba expuestos a violencias físicas y simbólicas en Sudamérica y Centroamérica hasta la frontera norte entre México y Estados Unidos.

En consecuencia, muchas personas haitianas no hallaron lo que buscaban en Chile; otras, desde sus inicios, concibieron a este país como un tránsito migratorio y, en ambos casos, el norte global era visualizado como el salvador para alcanzar una estabilidad económica y sociolaboral. Intuían que el proceso de regularización era difícil como en Chile, pero conservaban la ilusión de llegar a uno de estos países porque su situación iba a mejorar pese a que el racismo estaría presente siempre. El proyecto migratorio en tránsito de las personas haitianas en un país del sur global y neoliberal, como Chile, tiene fuertes marcas porque han padecido racismo cotidiano y racismo institucional, lo que los motiva a reemigrar hacia el norte global e imaginar un mejor futuro.

Los avances teóricos-conceptuales de este texto permiten analizar los desplazamientos y las principales rutas de tránsito de la migración haitiana por países sudamericanos hasta llegar a la frontera norte chilena y “asentarse” en Santiago de Chile; asimismo el artículo contribuye al estudio de los procesos migratorios latinoamericanos en tránsito que deben seguir develándose. La mirada etnográfica ha desentrañado las experiencias subjetivas que intersectan a las personas haitianas en su tránsito migratorio por Sudamérica hasta replantearse el proyecto migratorio “de llegada” a Chile, pues el propósito está enfocado en la redirección por tierra hacia el norte global. Quedan preguntas que podrán ser tratadas en futuras investigaciones, por ejemplo: ¿cómo ha sido el tránsito migratorio inverso, sus principales riesgos y dificultades hasta pisar tierra norteamericana?, y, para quienes lograron alcanzar “el sueño americano”, ¿cómo son las experiencias sociolaborales que están intersectadas por categorías como “raza”, nacionalidad, género y clase en el norte global?, entre otras situaciones y marcadores de exclusión social.

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*Este trabajo es parte de una investigación titulada “El sueño de viajar y la realidad de habitar Santiago de Chile: migración haitiana en espacios laborales segregados y el racismo como una relación social”, financiada por el Doctorado Becas Chile n.º 72180155, que desarrolló Lissette Madriaga-Parra como investigadora del Instituto de Migraciones de la Universidad de Granada, cumpliendo con los criterios de consentimiento informado y confidencialidad que se aplican en los estudios migratorios con el fin de asegurar el derecho de las personas entrevistadas, así como resguardar su identidad; además, se trata de personas mayores de 18 años. Este artículo también se enmarca en el Proyecto ANID-Conicyt “Ciudadanías emergentes y organización social migrante desde el centro-sur de Chile: Imaginarios y demandas en el nuevo marco institucional”. Proyecto Fondecyt Regular n.º 1220993, en el que el investigador responsable es Nicolás Gissi, evaluado y aprobado por el Comité de Ética de la Facultad de Ciencias Sociales (Facso), de la Universidad de Chile.

Cómo citar: Madriaga-Parra, Lissette y Nicolás Gissi-Barbieri. 2025. “Migración haitiana de tránsito: la ruta migratoria por Santiago de Chile y la aspiración de llegar hacia el norte global”. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 58: 155-178. https://doi.org/10.7440/antipoda58.2025.07

Recibido: 15 de Mayo de 2024; Aprobado: 27 de Octubre de 2024

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