Aunque el escenario de Ucrania es el predominante en la arena internacional, y no sobran razones para ello, la creciente tensión entre Estados Unidos y China también ensombrece el panorama tanto geopolítico como económico a nivel mundial. Vistas en perspectiva, ambas situaciones sugieren ser dos aristas de un entramado con antecedentes históricos que van más allá de la coyuntura y que parece resbalar, poco a poco, hacia el surgimiento de una nueva guerra fría. Vale la pena, pues, elaborar una reflexión sobre lo que han sido otras guerras frías, en particular la Guerra Fría del siglo XX, para ponderar los riesgos y costos que implica una posible nueva confrontación de este tipo.
En realidad los costos de las guerras frías son bastante conocidos en la historia. Existen varios antecedentes de este tipo de guerras: la República de Venecia y el Imperio otomano, entre 1570 y 1606; Gran Bretaña contra Francia, desde 1689 hasta 1815; y la Guerra Fría árabe, desde 1952 hasta 1979; además de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética desde 1945 hasta 1991.
La primera de ellas, entre la República de Venecia, que se expandía hacia el este, y el Imperio otomano que se ampliaba hacia el oeste, en sentido opuesto, implicó un conflicto indirecto entre estas dos partes que lucharon por la influencia y el poder en el Mediterráneo oriental y en la zona de los Balcanes. El detonante fue la negociación entre las partes luego de la conquista de la isla de Chipre por parte del Imperio otomano, importante puerto comercial para la República de Venecia, cuyo antecedente mediato fue la guerra veneciano-otomana entre 1537-1540 (Panciera, 2013, p. 9). Se trataba de una lucha por el control de rutas comerciales marítimas y de las costas del Mediterráneo, que por aquel entonces formaba un espacio marítimo de la mayor importancia. Igualmente, tenía como trasfondo el control de los Balcanes, que constituían el siguiente paso en la expansión continental del Imperio otomano hacia occidente, espacio en el que los venecianos tenían intereses geopolíticos y religiosos (Pedani, 2018, p. 27-30), y por el que pasaban rutas comerciales terrestres claves (Eksigil, 2014, p. 38). Sin embargo, como es usual en las guerras frías, a lo largo de todo el periodo, los otomanos, en algunos casos coaligados con los genoveses, establecieron lazos comerciales con los propios mercaderes venecianos que dominaban importantes rutas comerciales (Şeker, 2011, p. 60-85). Esta guerra fría moldeó diversos aspectos de corte nacionalista y estuvo plagada de continuos roces fronterizos, por ejemplo, en la Dalmacia y en la zona de Bosnia (Içiksel, 2017, pp. 2-9). La batalla de Lepanto marcó su fin, con la victoria de la Liga Santa, de la cual hacía parte la República de Venecia, y la consecuente derrota de los otomanos, quienes, a pesar de ello, se recuperaron luego de varios años.
Como habría de ocurrir con otras guerras frías posteriores, este enfrentamiento entre venecianos y otomanos se caracterizó por la existencia de una cierta cohabitación, e incluso interdependencia entre las partes; a pesar de las persistentes escaramuzas en las fronteras comunes (Bouvarel, 2015, p. 43-73), tuvo un fuerte impacto en la historia, sobre todo en Europa y en el Mediterráneo, y marcó líneas nacionalistas que dejaron fuertes rescoldos, los cuales de cuando en cuando se calientan. Además, también moldeó el mapa de la región y del declive de la República de Venecia (Altarozzi, 2017, p. 779-780), pero quizás la mayor consecuencia fue el bloqueo del avance del islam hacia occidente por el Mediterráneo (Serlin, 2014, p. 28).
Por su parte, la guerra fría que enfrentó a Gran Bretaña y Francia entre 1689 y 1815 emergió como una lucha interimperialista entre estas dos potencias de la época. Estuvo marcada por diferentes conflictos y por una fuerte competencia geopolítica y militar. Asuntos como el dominio de las rutas comerciales marítimas, la pugna por el control de colonias en América del Norte y el Caribe y el equilibrio de poder en el continente europeo constituyeron los motores de dicho enfrentamiento. Como es común denominador en las diferentes guerras frías, el leitmotiv en este caso fue la lucha por el poder que se inició con la Revolución Gloriosa de 1688, que le dio el trono de Inglaterra al rey Jacobo II, un católico romano, dando inicio a las hostilidades, las cuales se intensificaron con la Guerra de Sucesión Española en 1702, que terminó con el Tratado de Utrecht en 1714, que se logró a partir de reuniones entre Francia y Gran Bretaña a través de un canal secreto, quienes “actuando al margen de sus respectivos aliados, llegaron a una serie de acuerdos preliminares claves para lograr la conclusión del conflicto” (Castellano, 2020, p. 199). Con ese tratado, Gran Bretaña ganó el control de Menorca, Gibraltar y Nueva Escocia, logrando un reequilibrio del poder en Europa frente a su gran competidor, Francia. No obstante, la guerra fría y las hostilidades continuaron a lo largo del siglo XVIII, con diversas confrontaciones bélicas como la guerra de los Siete Años entre 1756 y 1763, y finalizaron con las guerras napoleónicas, las cuales agrupan a siete confrontaciones militares entre 1803 y 1815, año en el que se llevó a cabo la batalla de Waterloo, cuando Napoleón fue derrotado y se firmó el Tratado de París por el cual Gran Bretaña fue, de nuevo, el ganador, pues logró el control de Canadá, Nueva Zelanda, Australia y Sudáfrica, emergiendo como la potencia dominante.
Como todas las guerras frías, esta tuvo un fuerte impacto, en principio en la remodelación de Europa, dado que permitió a Gran Bretaña fortalecer sus dominios coloniales y limitar los de Francia, emergiendo como la gran potencia marítima mundial del siglo XIX con su triunfo en la batalla de Trafalgar, la cual le concedió el control de rutas marítimas que fueron fundamentales para su hegemonía imperial a nivel global. En segundo lugar, desde una perspectiva más global, la pérdida de las colonias de ultramar por parte de Francia, la venta de Luisiana a Estados Unidos en 1803, la independencia de Haití en 1804, la cesión de las islas Seychelles, Mauricio, Santa Lucía y Tobago a Gran Bretaña, permitieron a esta última acceso a lugares estratégicos para el comercio mundial, algunos de los cuales aún conserva pese a que han sido objeto de discordias geopolíticas. Además, Francia tuvo que pagar voluminosas indemnizaciones y aceptar la ocupación de parte de su territorio durante tres años.
Finalmente, una consecuencia muy importante del final de esta guerra fría fue la desaparición del feudalismo, la difusión de los principios de la Revolución francesa y la consolidación de la Revolución Industrial, en síntesis, el avance de la burguesía y la extensión del capitalismo como sistema económico mundial. La situación también favoreció el entorno para que se desarrollaran las luchas de independencia en las colonias de España en América. Luego de tantas luchas, la conclusión de esta guerra dio paso a la extensión de sentimientos nacionalistas en Europa, como consecuencia del repudio a la ocupación napoleónica y el restablecimiento de la monarquía absoluta a partir del Congreso de Viena de 1814-15.
En síntesis, esta guerra fría estuvo sembrada de confrontaciones militares, que dejaron alrededor de 3 millones de combatientes muertos, de ellos 1 200 000 franceses y el resto británicos, rusos, austriacos, prusianos, portugueses, italianos y españoles; remodeló el mundo y dejó derrotada a una de las partes que participó en ella y que había sido quien la inició: Francia (Musa, 2018, p.4). A pesar de una cierta cohabitación, en especial por los canales creados secretamente que condujeron al Tratado de Utrecht, los altos costos de esta guerra fría fueron evidentes y remodeló el mundo moderno.
En otro momento de la historia, los orígenes de la Guerra Fría tras la Segunda Guerra Mundial señalan que el trabajo mancomunado entre Estados Unidos y los países europeos se logró por el mutuo interés de derrotar a la Alemania nazi, “por tanto, el desarrollo de la alianza durante la guerra y la posterior división de Europa no se debió a un error, a un interés egoísta o a la malevolencia, sino que existían unas raíces históricas” (Judt, 2006, p. 165). Así que la división de Europa, un elemento central para explicar esta confrontación entre 1945 y 1991, tenía profundas raíces históricas, de manera que “el resurgimiento de la Guerra Fría en Europa había sido siempre probable, pero no inevitable. El hecho de que finalmente se produjera se debió a los objetivos y necesidades finalmente incompatibles de las partes interesadas” (Judt, 2006, p. 165). En la memoria europea palpitaban, además, viejas rencillas entre las diversas conformaciones nacionales y entre estas y el viejo imperio ruso, de tendencias conquistadoras en el territorio del viejo continente.
A estos se suman otros importantes antecedentes, como la hostilidad de Estados Unidos y el Reino Unido hacia la Unión Soviética desde su surgimiento, elemento que habría de marcar desde entonces y hasta hoy sus relaciones con el país del oso. Dicho antagonismo se origina en la constitución de este como un país comunista con una economía centralmente planificada, lo que lo ubicaba como un enemigo de las economías de mercado y las democracias liberales, según la interpretación estadounidense y europea. De hecho, los avances iniciales de la Alemania de Hitler se vieron como una oportunidad, fallida por supuesto, de ver derrotada y fragmentada a la Unión Soviética. Desde la perspectiva rusa, esta posición inicial también dejó una profunda huella en contra de “Occidente”.
Así pues, el fin de la Segunda Guerra Mundial dio paso a la denominada Guerra Fría, cuya imagen por antonomasia fue el muro de Berlín, que simbolizó la fractura de Europa y del mundo que tuvo lugar desde 1945 hasta la descomposición de la Unión Soviética en 1991. Esta confrontación estuvo caracterizada por una continua y creciente tensión política y militar, con un trasfondo de competencia económica y tecnológica entre las dos superpotencias emergentes después del fin de la segunda gran guerra, Estados Unidos y la Unión Soviética, y enmarcada en un complejo de luchas ideológicas traducidas en diversos conflictos que las enfrentaron en forma indirecta alrededor del mundo.
El afán de extender su propia influencia condujo a cada potencia a intervenir en diversas regiones del mundo, bien para frenar el avance del contrario o bien para lograr expansiones propias, lo que redundó en el surgimiento de conflictos que, si bien tuvieron siempre una esfera de influencia regional, implicaron indirectamente (y en algunos casos de forma directa) a las dos superpotencias. Ejemplos de ello son las guerras de Corea y Vietnam, la crisis de los misiles en Cuba y la guerra en Afganistán, al igual que la intervención en asuntos internos de países que una u otra superpotencia consideraba parte de su espacio de influencia y que veía en riesgo de perder debido a los procesos políticos internos. Ello se reflejó en la invasión a diversos países de Europa del Este por parte de la Unión Soviética, de un lado, y de otro, en la intervención de Estados Unidos para derrocar gobiernos socialistas elegidos democráticamente como el caso de Chile, atacar la victoria revolucionaria cubana de corte socialista o apoyar dictaduras proclives a sus mandatos, como en el caso de los países árabes, de Somoza en Nicaragua o de Pinochet en Chile.
No obstante, la característica particular de esta guerra fría estriba en que, analizada de forma objetiva, en realidad no entrañaba un peligro inminente de guerra mundial, sino que, de hecho, “pese a la retórica apocalíptica de ambos bandos, sobre todo del bando norteamericano, los gobiernos de ambas superpotencias aceptaron el reparto global de fuerzas establecido al final de la Segunda Guerra Mundial” (Hobsbawn, 2010, p. 230).
La “carrera armamentista” fue una de las consecuencias directas y más peligrosas de esta guerra fría, consistente en la sucesiva invención, por ambas partes, de armas cada vez más letales y sofisticadas, conduciendo a una creciente inversión en el aparato militar, resultando en el registro de crecientes arsenales nucleares y restando recursos económicos para el desarrollo social y el bienestar de las comunidades. La misma transformó la escena internacional en tres sentidos, “en primer lugar, había terminado o eclipsado totalmente las rivalidades y conflictos, salvo uno, que configuraron la política mundial antes de la Segunda Guerra Mundial” (Hobsbawn, 2010, p. 255). En segundo lugar, congeló la situación internacional, generando una estabilidad precaria, siempre provisional, como en el caso de Alemania, que permaneció dividida durante 46 años. Y en tercer lugar, el creciente armamentismo, aupado por el nacimiento de la OTAN en 1949 por el temor a la fuerza militar soviética y su expansionismo (Wasserstein, 2010, p. 402), por la parte estadounidense y europea, y en 1955 por el pacto de Varsovia como respuesta a la OTAN, del lado soviético, que derivó en una peligrosa carrera nuclear. Esta tensión constante generó una ruptura de la institucionalidad y la independencia de aquellos Estados “adscritos” a uno de los dos bandos. Una de las manifestaciones más críticas de esto fue la existencia de ejércitos secretos en muchos países de Europa, organizados por la CIA y el MI6 y coordinados por la OTAN, que en Italia, por ejemplo, operaron bajo la denominación de operación Gladio, según lo denunció el primer ministro italiano Giulio Andreotti en 1990, todo un ejército anticomunista que funcionaba a espaldas de los parlamentos y de la población (Ganser, 2005, p. 27).
Entre las secuelas geopolíticas de mayor importancia de la Guerra Fría del siglo XX estuvieron los procesos de descolonización en África y en parte del continente asiático, que marcaron nuevas fronteras nacionales, desconociendo desarrollos históricos y culturales concebidos desde la cotidianidad de sus habitantes, y cuyas consecuencias nefastas en términos de guerras fronterizas y culturales se viven aún hoy en día.
Otra consecuencia de la Guerra Fría fue la división del mundo en dos partes, una bipolaridad que limitó tanto los flujos comerciales como los intercambios económicos y culturales, enmarcada en una aguda lucha ideológica, con aparatos propagandísticos de parte y parte que mostraban al contrario como lo peor de la producción humana. Con la caída del muro de Berlín en 1989, la disolución de la Unión Soviética en 1991 y el colapso del bloque socialista, este conflicto llegó a su fin, dejando un impacto duradero en la política global y profundas heridas en el mundo contemporáneo, a partir de su configuración del orden mundial durante gran parte del siglo XX.
Estas breves reflexiones sobre algunos ejemplos de guerras frías permiten dilucidar algunos elementos comunes en sus consecuencias:
En primer lugar, siempre es la población civil la que más pierde, tanto en posibilidades de recursos para su desarrollo como en el acceso a mercados e intercambios comerciales y culturales que los enriquezcan y les permitan mejorar su calidad de vida. Los altos costos de la carrera armamentística y la creciente tensión de una conflagración nuclear a mayor escala constituyen obstáculos al desarrollo, siempre asociados a un creciente contrabando de armas hacia países ubicados en la frontera, tanto ideológica como geográfica, que demarca la influencia de las potencias en tensión, en beneficio de la industria armamentista. La división bipolar que se genera limita las posibilidades de intercambios comerciales y, en consecuencia, erosiona el acceso a nuevas tecnologías y conocimientos. Además, como es bien sabido, se puede saber cuándo y dónde empieza una guerra pero no cómo y dónde termina, y las experiencias señaladas demuestran que muchas veces quienes más las impulsan terminan siendo perdedores.
De otra parte, la guerra siempre deja huellas y heridas difíciles de sanar, un rastro de rencores que de cuando en cuando renuevan la belicosidad entre los pueblos.
Asimismo, como se observó, las guerras frías constituyen pasos hacia la construcción de un emergente orden mundial en cada momento histórico, aunque lamentablemente, “el cambio del orden mundial viene de la mano de las armas” (Barragán, 2023, p. 216). En cualquier caso, hay que tener en cuenta que cada guerra fría tiene sus propias características, que es diferente a las que le antecedieron y que, en una perspectiva global, las diversas regiones del mundo la sobrellevan de distintas formas; así, por ejemplo, existe una enorme disimilitud entre la realidad de la Guerra Fría en el Asia-Pacífico frente a América Latina. En esta última región, el conflicto se desarrolló en el marco de Estados formalmente creados con más de cien años de vida, con ciertas experiencias institucionales aunque precarias, mientras que en el Asia-Pacífico esa bipolaridad implicó a naciones recién independizadas, o con reformas estructurales tan de fondo que iniciaban un nuevo camino de conformación nacional, como en Japón y Tailandia (Iacobelli y Cribb, 2018, p. 25).
Para concluir, es evidente pues que una nueva guerra fría constituye un obstáculo al desarrollo, siendo la población civil la que en definitiva sufre las mayores consecuencias, en tanto que los beneficiarios son las industrias de armas y el aparato ideológico militar de las potencias. Al mismo tiempo, la globalización comercial se ve seriamente afectada e implica, en consecuencia, menores niveles de intercambio y limitaciones al desarrollo tecnológico y a la difusión del conocimiento, como ya se está viendo con el caso de los semiconductores debido a la guerra que Estados Unidos le ha planteado China en este campo.
Es necesario entonces tomar conciencia sobre los riesgos de una nueva guerra fría, en este caso entre Estados Unidos y China, difundir las consecuencias que traería para las sociedades en su conjunto y mostrar que los ganadores son solo unos pocos, que se enriquecen con el empobrecimiento de muchos y con la muerte causada en el espacio de terceros países, fenómeno que es común a todas las guerras frías, tal y como se reseñó.
En este número
La progresiva tensión chino-estadounidense se plasma en este número de la Revista de Relaciones Internacionales, Estrategia y Seguridad, en el que se abordan, precisamente, diversas preocupaciones que directa o indirectamente están relacionadas con las crecientes tensiones internacionales, tanto en la arena de la gobernanza, como de la seguridad y la economía internacional.
En la arena de la gobernanza, el artículo de investigación titulado Gobernanza y seguridad de los global commons contemporáneos: la Antártida como punto de convergencia aborda la problemática de la gobernanza global a partir del caso de la Antártida como un bien común global, planteando, desde el paradigma crítico propositivo, las amenazas, retos y oportunidades que representa para Colombia el derecho que posee ser miembro activo de la gobernanza de ese bien común.
También desde la perspectiva de la gobernanza, en esta ocasión a nivel nacional, en el manuscrito Irán y la represión gubernamental en la era digital: análisis comparativo de las protestas populares de 2009 y 2019, el autor adelanta un análisis comparativo de las tácticas de represión en el caso de la protestas electorales de 2009 y el llamado Noviembre sangriento de 2019. Teniendo en cuenta el papel de las tecnologías de la información, el autor logra identificar las estrategias de censura de las telecomunicaciones, así como el proceso de adaptación de las políticas represivas de las autoridades iraníes a las transformaciones tecnológicas y los desafíos que puede enfrentar en un futuro dicha autoridad.
Todavía inscrito en la arena de la gobernanza, pero analizada a nivel regional, en Autonomía militar y control civil sobre las fuerzas armadas sudamericanas en el siglo XXI, el autor aborda la problemática del control civil sobre las fuerzas armadas en Suramérica, señalando la posible pérdida de autonomía de estas, pero también el resultado de la maduración de las instituciones públicas y de la sociedad civil, que conduce el fortalecimiento de la democracia, en un proceso en el cual “el grado de subordinación a las normas del sistema democrático de las Fuerzas Armadas en los países sudamericanos tiende al equilibrio”, según lo señala el autor en una de sus conclusiones. ¿Cuál fue el proceso que condujo a estos cambios? Ese es el objetivo de este novedoso análisis.
De otra parte, entrando en los artículos que abordan temas de seguridad, el escrito Tráfico de armas en Colombia: un problema multicausal con soluciones multidimensionales investiga la dinámica del tráfico de armas en Colombia desde una perspectiva multicausal, enmarcándola en variables geográficas y sociales. El escrito señala la dinámica de este mercado ilegal, resaltando la importancia de la cooperación con base en iniciativas conjuntas de los países vecinos, debido a que se trata de un crimen organizado de carácter transnacional, y señalando que cualquier estrategia de control de estas armas que pretenda ser exitosa debe tener un enfoque que apunte al origen social de esta problemática, lo que exige, por tanto, políticas transversales e integrales en la promoción del desarrollo.
Continuando en el área de la defensa y seguridad, los autores de The establishment of a humanitarian assistance force in the Community of Portuguese-Speaking Countries (CPLP): challenges and opportunities to strengthen defense cooperation plantean la posibilidad de creación de una fuerza humanitaria de asistencia para la Comunidad de Cooperación en Defensa de los Países de Habla Portuguesa (CPLP por sus siglas en portugués). El extraordinario desarrollo de esta organización, que funciona desde 1998 y que ha logrado una conciliación y una dinámica por el compromiso de los Estados miembros, permite, de acuerdo con la hipótesis de los autores, plantear la posibilidad de dar un paso en la maduración de dicha comunidad. La investigación, que aplica análisis cuantitativo, encuentra que la creación de una fuerza de ayuda humanitaria, no obstante las dificultades que puede enfrentar, tiene buenas posibilidades de ser exitosa.
Aún el área de la defensa y seguridad, en Protection of the Brazilian Airspace Control System against Unmanned Aircraft System, con base en planificación basada en la capacidad, se adelantó una investigación exploratoria-descriptiva a partir de la estadística descriptiva, para abordar la difícil cuestión de la defensa contra los sistemas aéreos no tripulados, y se analizó la capacidad del sistema brasileño de control del espacio aéreo para enfrentar y contrarrestar el uso ilegal de este tipo de aeronaves contra la infraestructura crítica de Brasil. Los hallazgos demuestran una positiva evolución de la Fuerza Aérea brasileña en su conjunto para enfrentar estas nuevas amenazas, y muestran las estrategias evolutivas en términos tecnológicos que se han adoptado, señalando algunas debilidades que deben ser superadas.
Finalmente, se presentan dos artículos escritos en la arena de la economía internacional, pero articulados con preocupaciones sobre los asuntos de seguridad. En primer lugar, el manuscrito Política ambiental no Mercosul e as mudanças climáticas em suas negociações, con una metodología fundamentada en el levantamiento y análisis bibliográfico y documental, examina la evolución de la política ambiental de Mercosur a partir de las instancias técnicas y políticas especializadas en el tema, creadas en el seno de dicha organización, con base en las cuales hace un escrutinio de los principales temas de la agenda ambiental y la importancia que en ella se da a los cambios climáticos y negociaciones de este acuerdo regional entre 2009 y 2021. La autora concluye que, pese a las limitaciones, intereses y prioridades de los sectores domésticos de cada uno de los miembros, así como pese a sus propias motivaciones políticas, económicas y culturales, que dividen las fuerzas internas del Mercosur, el acuerdo ha avanzado significativamente en la dimensión ambiental, superando incluso influencias internacionales que buscaron obstaculizar ciertos avances, lo que le ha permitido a Mercosur, por ejemplo, ser signatario de los Acuerdos Internacionales de Cambio Climático. Se trata, pues, de un análisis a fondo en el tema ambiental, de los riesgos que supone el calentamiento global y de sus efectos en la economía, que puede ser tomado como modelo a seguir para otras investigaciones.
Este número de la revista se cierra con el escrito titulado Efectos económicos y comerciales de la COVID-19. Una revisión desde la economía internacional, desarrollado a partir de un análisis de 59 trabajos seleccionados con base en la búsqueda sistemática de documentos arbitrados por pares y teniendo como fuente diversas bases de datos, procesadas con un software especializado a partir del criterio de selección de co-ocurrencia. Así, se desarrolló un modelo con seis elementos analíticos o clústeres que permitieron hacer diversos hallazgos del impacto de la pandemia de COVID-19 en el comercio y la economía internacional, resaltando la necesidad de hacer un análisis de este fenómeno desde una perspectiva que entrelace la oferta y la demanda agregadas, además de los efectos de su utilización en la capacidad instalada y los consecuentes impactos en el empleo, entre otros.













