Introducción
Entender la geografía y sus fenómenos nos llevaría a comprender por qué ciertos conflictos contemporáneos tienen relación con algunos que se vivieron en el pasado, en especial, en ciertas regiones como el mar Mediterráneo, y cómo los grandes imperios de la humanidad a través de la historia se han preocupado por tener presencia o influencia en este mar y sus costas, por encima de varias teorías planteadas por geógrafos contemporáneos.
Según el Instituto Geográfico Agustín Codazzi (s. f.), la geografía estudia las relaciones entre la sociedad y el espacio, requiere dar interpretaciones globales sobre el mundo, hasta la ordenación del territorio. Es decir, además de estudiar un concepto netamente visto desde el espacio físico de un territorio, indaga también eventos, procesos y dinámicas sociales, económicas y naturales sobre dicho territorio. No obstante, existen teorías que buscan explicar las relaciones entre el territorio y la población, y cómo en torno a ciertas regiones el hombre ha buscado tener más presencia que en otras.
Por un lado, está la teoría del Heartland o del corazón continental, de Mackinder (2010), que afirma que quien controla la zona de Asia central-Rusia central-Siberia, que se extiende desde la parte oriental de Rusia hasta el oeste de los Urales y el Caspio, incluida Siberia, tiene bastantes probabilidades de controlar tanto el resto de Asia como el resto de Europa y obtener así una posición privilegiada en el dominio mundial, ya que según esta teoría, dicha área es inmune a una invasión marítima, debido a su ubicación y geografía.
El postulado de Mackinder (1904) sentó las bases para muchas de las estrategias geopolíticas del siglo xx. Por ejemplo, la teoría planteaba que el Heartland era vulnerable frente invasiones terrestres de potencias de la estepa, como el caso de la horda de liderados por Gengis Kan que ocuparon territorios al sur de China, Irán, Turquía o países actuales tan distantes como Ucrania o Rumanía. También afirma que el crecimiento de la comunicación y el transporte terrestre aumentaban la importancia estratégica de Eurasia, en comparación con las áreas accesibles solo por mar.
Otro de los aportes de Mackinder fue la teoría del World-Island, que a su juicio era la combinación y unión de Europa, Asia y África, cuyo control era crucial para el dominio mundial, con el Heartland en su núcleo como la región más crítica, pero ante este escenario y para evitar el dominio global de una sola potencia, prevenir el control exclusivo del Heartland por parte de cualquier potencia hostil era un imperativo para los países de estos continentes.
En el año 1919, tras finalizar la Primera Guerra Mundial, en su libro Democratic Ideals and Reality, Mackinder reafirma su perspectiva y la importancia del Heartland e introduce el concepto de Estado-pivote, al que se refiere como un país que actúa como un ordenador en la política global, debido a su posición estratégica y que a su vez es clave para prevenir la dominación de una sola potencia sobre el Heartland (Mackinder, 1919). Otro de los apartes destacables de esta obra fue la importancia que este autor le dio a las islas y penínsulas, los casos de Gran Bretaña y la península ibérica, al ser históricamente puntos de defensa y proyección de poder a nivel mundial y que calificó como vitales para equilibrar el poder terrestre del Heartland.
A la luz de esta teoría, autores como Peritore (2010), afirman que:
A diferencia de Mackinder, Nicolás Spykman consideraba difícil que el Heartland, teniendo en cuenta las circunstancias rusas -además de factores como el clima, las zonas adecuadas de cultivo y la facilidad de extracción de recursos energéticos-, pudiera erigirse como un centro de poder mundial, de comunicación y movilidad. (p. 6)
Dicho de otra forma, como lo plantea Kapo (2021), el Rimland que plantea Spykman son tres regiones: la costa terrestre europea, el Medio Oriente y la media luna asiática. Para Spykman, el Heartland es cuestionable, ya que en las mayores guerras de los siglos XIX y XX, Inglaterra y Rusia se han alineado contra la intervención de los poderes liderados por Napoleón, Guillermo ii e incluso Hitler, y concluye que "quién controla el Rimland gobierna Eurasia y quien gobierna Eurasia controla los destinos del mundo".
Spykman (1944), igual que Mackinder, reconoce la importancia de la geografía en la política y la estrategia internacional e innova con su concepto de Rimland, al explicarlo como la franja de tierra que rodea el Heartland euroasiático, que incluye partes de Europa, el Medio Oriente, el subcontinente indio y el sudeste asiático, y que la influencia sobre este territorio era crucial para asegurar la estabilidad geopolítica global. Sumado a la postura del autor anterior, Spykman indica sobre la importancia de evitar que una sola potencia controle el Rimland, al considerarlo una amenaza para los intereses de Estados Unidos y la estabilidad global, ya que de la potencia que controle este anillo continental podría emerger una hegemonía hostil.
Spykman, en su obra, además, le da importancia a los EE. UU. en su papel de potencia, y recalca que, dada su geografía y su dependencia de los océanos para el comercio y su seguridad, el nuevo hegemón americano debe mantener una presencia naval fuerte para proteger sus intereses en el mundo y promover la estabilidad global, siendo las alianzas internacionales y la cooperación con otras potencias la herramienta ideal para manejar los desafíos geopolíticos.
En su obra póstuma, Spykman (1944), The Geography of the Peace, corrobora la importancia de la geografía en la determinación de las relaciones internacionales y la estrategia geopolítica, destaca el Rimland como una región crítica para la seguridad y el poder, en especial para los Estados Unidos en el contexto de la Segunda Guerra Mundial y su posterior orden mundial. En la trama en la que desarrolla su libro, marca la importancia de contener potencias continentales, como los casos de la Alemania nazi y la Unión Soviética, mediante una política exterior activa y comprometida, basada en el poder naval de EE. UU. y en la necesidad de preservar el equilibrio de poder y proteger las rutas comerciales marítimas globales que garanticen la estabilidad internacional en la posguerra.
Diseño metodológico
Entonces, discerniendo estas teorías, este artículo busca evaluar, incluso, cuestionar un poco la teoría del Heartland, de Mackinder, y el Rimland, de Nicolás Spykman, para lo cual se realizará una revisión histórica exploratoria de los principales imperios en la historia del mundo y se analizará cuál fue su extensión geográfica respecto a cada teoría, y tomará como ejemplo los siguientes imperios: egipcio, persa, macedónio, romano, califatos fatimí y de Córdoba, mongol, otomano, español, colonial francés, ruso y británico. Luego se elaborará una apreciación con la revisión de la influencia de actuales potencias hegemónicas, como EE. UU., China, Rusia e Inglaterra, en torno a alguna región en común que nos muestre la presencia de los imperios mencionados anteriormente. Después se realizará un análisis correlacional de estos mismos imperios respecto a su extensión y duración en el tiempo, a fin de determinar qué región en general buscaron ocupar. Lo anterior nos podría llevar a plantear una nueva tesis de cuál puede ser la región del mundo que históricamente, y en la actualidad, tendría la capacidad de representar un nuevo concepto de Heartland.
Al considerar que se realizara una revisión de varios imperios, es relevante definir qué es un imperio. Del latín Imperium, esta es una forma de organización estatal en la que la autoridad recae en la figura del emperador, por lo tanto, ostenta el poder y es el monarca, y por lo general está constituido por el poder de un Estado que domina los territorios de distintas naciones.
Antiguo Egipto, 2686 y 2181 a. C.
Sin duda, uno de los imperios más conocidos en la cultura popular e histórica fue el egipcio. Era una estructura político estatal que se desarrolló entre el 2686 y 2181 a. C. en el valle del río Nilo y se extendió desde Nubia al Sinaí. Se caracterizó por grandes trabajos hidráulicos y de arquitectura para regular las crecidas del Nilo (Gardiner, 1994). Su capital fue Menfis, situada al sur del delta del río Nilo, en la región entre el bajo y el alto Egipto, desde la cual ejercía control en ciudades portuarias sobre el Mediterráneo como Tanis. Lo destacable de este imperio fue su relación con los dos centros comerciales más importantes del mar Mediterráneo Oriental en ese momento, la isla de Creta (en la actual Grecia) y la ciudad de Biblos (en el actual Líbano). Creta era la principal potencia naval de la época, y su primordial producción era la cerámica, muy estimada en Egipto. Biblos abastecía de madera a Egipto, y su relación oscilaba entre la alianza comercial y el vasallaje.
Otra de las principales rutas comerciales de los egipcios era el mar Rojo; el principal cliente era Punt (actualmente Somalia), país productor de incienso, que llegaba a Egipto mediante los puertos del mar Rojo. Incluso, como lo plantea Nour (2019), desde la era de los faraones ya existía la concepción geoestratégica de construir un canal que conectase el mar Rojo con el Mediterráneo. Alrededor del año 2000 a. C., bajo el reinado del rey Sesostris, se comenzaron las obras para construir un canal que conectara el mar Rojo con el delta del Nilo, pero temas como el temor de que el delta -fundamental para la economía faraónica- se contaminase con agua salada del mar Rojo y ciertos errores de ingeniería condujeron al fracaso el proyecto. Sin embargo, con el ascenso del rey persa Darío I, en el año 500 a. C., la obra fue culminada, conectando por primera vez ambas masas de agua por medio de un canal de cuarenta y cinco metros de ancho, que facilitó el paso de navíos a través de un camino de sirga que permitía el arrastre de los barcos desde tierra.
En síntesis, al revisar apartes de la cultura egipcia, como su expansión y desarrollo económico, se observan dos elementos importantes para este imperio. Por un lado, el control y el comercio en el Mediterráneo, y, por otro, conectar el mar Rojo con el Mediterráneo, que le permitiría el control del paso de todo el comercio desde África, Asia oriental y Europa del Sur. Entonces, la conclusión es que el Mediterráneo, sí o sí, era esencial para la supervivencia del imperio egipcio en términos económicos e incluso militares.
Imperio persa, 550-330 a. C.
Con una de las extensiones más grandes, fue un imperio que ocupó la región de Persia (Irán), Pakistán, Armenia, Afganistán, Turquía, Siria, Líbano, Palestina, Jordania, y algunas partes de Asia central hasta el norte de la India, alcanzó a extender sus fronteras hasta los Balcanes, durante el reinado de Ciro el Grande, del imperio aqueménida, desde el 550 al 330 a. C. (Fairleigh Dickinson University, 2019). Posteriormente, Darío I, hijo de Ciro, estructura la organización definitiva del imperio y hace una campaña para conquistar más territorio del que ya poseía, que lo llevó a construir un canal de 210 km de longitud para unir el mar Mediterráneo con el mar Rojo, e ingresar al norte de África. Este canal le permitió controlar la navegabilidad de las embarcaciones de la época y crear una ruta comercial entre el mar Rojo y el Nilo.
Para el año 500 a. C., Persia era una superpotencia considerada invencible por los pobladores de la época. Esto despertó rivalidades entre una superpotencia en crecimiento como las ciudades de Estado de Grecia, que llevó a las "guerras médicas" y por ende a la caída del imperio persa a manos de Alejandro de Macedonia.
Al observar la distribución geográfica de este imperio, como se muestra en la figura 3, se denota la importancia de las vías de comunicación. En este sentido, sumado al canal interoceánico, Darío i construyó una carretera de piedra apilada, conocida como "Camino Real", la cual cubrió todo el reino persa, con una distancia de 2400 km, y utilizó el caballo como medio para agilizar el envío de información, mercancías y provisiones, y el desplazamiento de soldados sobre este corredor. Esta carretera fue usada por caravanas comerciales ligadas a la India y a la China, y conectaba a Asia con el mar Mediterráneo, epicentro del comercio que impulsó la industria de tejidos de lujo, joyas, mosaicos y tapetes o alfombras de gran belleza para el imperio persa.
Entonces, en este sentido, vuelve aparecer un elemento esencial en la expansión geográfica del imperio persa, y es su presencia en los mares Mediterráneo, Negro, Caspio y Rojo, y el golfo Pérsico, pero se observó un énfasis especial en el Mediterráneo, hacia el cual el imperio tenía la intención de expandirse, tanto por Europa como por África.
El Reino de Macedonia fue un Estado griego de la Antigüedad clásica y de la helenística, en el norte; tuvo su apogeo durante la dirección de Alejandro iii, alrededor de 356 a 323 a. C., que condujo una campaña militar exitosa nunca antes vista en la historia que lo llevó a conquistar las ciudades griegas de Atenas, Tebas y Tesalia, y se hizo nombrar Hegemón, título que ya había ostentado su padre y que lo situaba como gobernador de toda Grecia (Navarro, 2017).
Reino de Macedonia, 336-323 a. C.
Luego, Alejandro se dispuso a cumplir el último proyecto de su padre, Filipo ii, conquistar el imperio persa, el cual ocupó incluyendo Anatolia, Siria, Fenicia, Judea, Gaza, Egipto, Bactriana y Mesopotamia, y amplió las fronteras de su propio imperio hasta la región del Punjab tras derrotar a Darío iii. Tras la muerte de Alejandro, su hijo, Alejandro iv, continuó con la expansión del imperio y conquistó los territorios de Egipto y de la península arábiga. Aunque el auge de este reino solo duró con la presencia de Alejandro, se destaca que este buscó tener el control de Asia Oriental, incluyendo la península balcánica y la Anatolia. Esta región conecta cinco mares que incluyen, desde luego, el Mediterráneo, el Negro, el Caspio, el Rojo y el Arábigo con el golfo Pérsico.
Igual que en el caso de los egipcios, en la figura 4 se ve cómo el Mediterráneo vuelve a aparecer en la visión de Alejandro Magno, que vio la necesidad de fundar en el año 331 a. C., sobre las costas de este mar, una ciudad que llevaría su nombre en un lugar del delta del Nilo. En dicho sentido, la creación de esta ciudad, sumado al control de Atenas, Pella, Ephesos, Halicarnasos, Side, Issus, Damasco, Gaza, Tyre y Menfis, en su mayoría sobre el Mediterráneo o cerca a las costas de este, se podría decir que existía una visión geopolítica por el control del mar Mediterráneo desde la concepción de Alejandro.
Así las cosas, entendiendo la expansión del reino macedonio y la teoría de Mackinder es posible afirmar que, aunque Alejandro iii estuvo cerca de llegar a los límites del denominado Heartland, para su época no necesitó controlar esta región para ser el imperio más influyente del mundo, pero sí fue importante su ubicación en las costas del Mediterráneo.
Imperio romano, 27 a. C.-1453
Tal vez el imperio más conocido y uno de los que más perduró en el mundo, por no decir, el que más lo hizo, es el imperio romano, que estuvo en pie desde el año 27 a. C. hasta 1453, año en el que cayó Constantinopla a manos de los otomanos. Este imperio logró hacerse con el control del Mediterráneo oriental, al ocupar Macedonia, Anatolia, Siria, Egipto, Mesopotamia, Mesia, Tracia y Asia Menor, en el Mar Egeo. Pero la ambición de Roma le hizo actuar también en el Mediterráneo occidental y ocupó la península ibérica e incluso llegó hasta la misma Britania (Netchev, 2022).
Al observar la figura 5 se aprecia de nuevo cómo uno de los mayores imperios de la historia y del mundo se vuelve a desarrollar en torno al Mediterráneo. A pesar de que los romanos fueron un pueblo esencialmente terrestre y dejaron los temas náuticos en manos de pueblos navegantes (griegos y egipcios), sin duda alguna, el control del Mediterráneo le permitió a Roma su expansión hacia África, Asia Menor y Europa. Esta expansión no solo fue en el plano militar, también lo fue política, económica y cultural, tanto de la civilización romana como de la griega. Como lo explica el Centro Nacional de Desarrollo Curricular en Sistemas No Propietarios (s. f.), durante el período imperial, con el control de este mar, el Mediterráneo fue un pacífico "lago romano" por la ausencia de un adversario naval, al punto de que en el imaginario del pueblo romano este era calificado como Mare Nostrum, "Nuestro Mar".
El control del Mediterráneo les permitía a los romanos transportar mercancías por mar o río, que era más fácil que hacerlo por tierra en aquella época, por ejemplo, los veleros romanos navegaban por los ríos Guadalquivir y Ebro (en España), Ródano (en Suiza), Rin (en Alemania), Tíber (en Italia) y Nilo (en Egipto), que desembocan en el Mediterráneo, y en efecto controlaban las principales rutas comerciales de Europa, Asia Menor y el norte de África.
Entonces, al validar la teoría del Heartland con la expansión de Roma se contempla cómo este gran imperio no tuvo influencia sobre territorios en Asia central, Rusia central y Siberia, que es la región que plantea Mackinder en su teoría del área pivote. Por el contrario, al tener presencia y control en el Mediterráneo, Roma logró expandirse hacia tres continentes y prevalecer en la historia por más de mil años.
El califato fatimí, 909-1171
El califato fatimí dominó Sicilia, Egipto, Siria incluso La Meca y Medina, floreciendo su imperio con las rutas del comercio por el Mediterráneo. Para Assad (2022), el nombre de este califato tiene origen en la hija del profeta Mahoma, Fátima az-Zahra. Su dirigente Abdullah al-Mahdi Billah, del linaje proveniente del profeta y de la corriente llamada ismailí, de la rama del islam de los chiíes, se declaró el califa o imam en Kairuán, Túnez, pero su control llegó a todo el centro del Magreb (región compuesta por Mauritania, Marruecos, Argelia, Libia, Túnez). Este califato llegó hasta Marruecos por el occidente y hasta Iraq por el oriente. La capital del reino se localizó en Túnez, pero posteriormente conquistaron Egipto, donde en 969 d. C., por sus ricas tierras que conectaban Oriente y África, fundaron al-Qâhira (El Cairo), la capital del reino posteriormente. Se favorecieron del comercio boyante por el Mediterráneo, del control de las rutas del oro sudanés en el Magreb, del mar Rojo hacia la India y de pactos comerciales con ciudades italianas como Amalfi, Génova y Venecia
Esta dinastía sorprendentemente fue tolerante con otras religiones, como el cristianismo y el judaísmo, incluyendo los musulmanes sunitas, pero para el año 1171 cayó bajo el control de los musulmanes sunitas, del general Saladino, que se convierte en el sultán de Egipto. Entonces, como se puede apreciar en la figura 6, contrario a lo planteado por Mackinder y Spykman, esta organización de Estado imperio, basada en el chiismo, se extendió por la costa norte de África para tener presencia y control en el Mediterráneo, un poco lejos del Heartland, ocupando solo parte de Medio Oriente y una pequeña porción del Rimland.

Fuente: Gifex (2009).
Figura 6 El imperio fatimí o califato fatimí, en su mayor medida de 909 a 1171
Califato de Córdoba, 929-1031
El califato de Córdoba fue un Estado musulmán andalusí gobernado por la dinastía omeya, con capital en Córdoba; fue el segundo califato omeya y duró un siglo, desde 929 hasta 1031, proclamado por Abderramán iii, que accedió al emirato cuando tenía 21 años, en 912, manejando temas políticos, y sucedió como emir a su abuelo Abd Allah, en 929 (Calvo, 2019). En su momento, la política exterior del califato se centró en tres frentes, los reinos cristianos del norte peninsular, el norte de África y el Mediterráneo, orientada a garantizar la seguridad de las rutas comerciales con las fuerzas militares.
Al-Ándalus fue el nombre dado por los árabes a la tierra que conquistaron, que era casi toda la península ibérica, si bien no muy clara en cuanto a sus límites geográficos, trajo consigo enfrentamientos entre religiones e intercambios culturales. Posteriormente, cuando crecieron los territorios conquistados por los cristianos, se fue asociando el término Al-Ándalus a Andalucía, solo al sur de la península, tal como se conoce hoy. Aunque como lo plantea Prieto (2017), eran tan poco claros los límites territoriales de la península ibérica, que pasó por varias unidades territoriales, entre estas, los yund-s (distritos militares), kuras (división administrativa básica), los denominados tagr (una marca fronteriza de los reinos cristianos del norte), de los cuales se pudieron diferenciar tres en la época califal, al-tagr al-aqsa (frontera superior o marca de Zaragoza), al-tagr al-wasat (frontera media o marca de Toledo) y al-tagr al-Adna (marca inferior), como se puede ver en la figura 7, hasta los taifas, que fueron pequeños reinos que fueron apareciendo cuando estalló la guerra civil en 1009 y sucedió el derrocamiento del último califa ome-ya, Hisham iii, después de 10 califatos distintos en tan solo 20 años, lo que causó la desintegración del Estado omeya y, por ende, la abolición del califato en 1031.
Como otra estructura de un imperio basado en una teocracia, buscó ocupar y tener control del Mediterráneo, pero, más específicamente, del estrecho de Gibraltar, la entrada del Atlántico al Mediterráneo y el punto más cercano entre Europa y África.
Imperio mongol, 1206-1368
Las estepas de este imperio se extendieron a lo largo de más de 5000 kilómetros, desde la llanura del Danubio, en Europa Oriental, a través del sur de Rusia y Asia central, hasta Manchuria. Liderados por Temujin, más conocido como Gengis Kan (adoptó este título que significa "gobernante universal"), sus ejércitos conquistaron el Tíbet, la península de Corea, Persia, Iraq y gran parte de Rusia y Hungría, conquistando un imperio mucho más extenso que el de Alejandro Magno (King, 2019).
A Gengis Kan le sucedieron como "Gran Kan", su hijo Ogodei (reinado de 1229 a 1241) y sus nietos Ku-yuk (1246-1248), Mongke (1251-1259) y Kublai Kan (1260-1294). En 1279, tras más de una década de campañas, Kublai Kan conquistó la China de los Sung, tomando el título dinástico de "Yuan". Fue la última gran conquista mongola, pues las campañas del sudeste asiático no aportaron nuevos éxitos y el intento de invadir Japón fracasó dos veces (Vidal, 2006).
En este sentido, al analizar la figura 8 se observa que la extensión del imperio mongol logró acceder o tener el control de una parte de la región de Heartland, como Asia Central, Asia Occidental y parte del sur de Rusia. De igual forma, se observa cómo desde Asia buscó expandirse hasta Europa, y en este proceso también intentó tener el control del Mediterráneo, al punto de ocupar parte de Anatolia y Siria, pero su campaña terrestre, que era su fortaleza, fue repelida por las fuerzas cruzadas y los legendarios guerreros egipcios mamelucos1, que en su momento controlaban las aguas del Mediterráneo.
Llama la atención en este ejemplo, que el imponente imperio mongol y su campaña terrestre solo pudo ser detenida en oriente por los pueblos que controlaban el Mediterráneo, es decir, Francia, Inglaterra y el imperio bizantino, por el lado de Europa, y los califatos fatimí y cordobés, y el reino Selyucida, por el lado de África y Oriente próximo.
Imperio otomano, 1683
Con un poderío que duró más de 600 años, el imperio otomano fue una organización política multiétnica gobernada por la dinastía osmantí desde su fundación en 1299 hasta su desaparición en 1922, tras la Primera Guerra Mundial (Lifeder, 2022). Se inició en Anatolia y ocupó el imperio bizantino, Bulgaria y Serbia. Llegó a tener el control del sureste de Europa hasta las puertas de Viena, Hungría, la península de los Balcanes, Grecia, parte de Ucrania, porciones del Medio Oriente, el norte de África y partes de la península arábiga, como se puede ver en la figura 9. Sin lugar a dudas, fue uno de los Estados más poderosos del planeta, durante los siglos XV y XVI.
Uno de los factores que pudo originar el éxito de este imperio fue el manejo de la multietnicidad, porque permitió a los pueblos subyugados por el sultanato mantener sus costumbres y religiones a cambio del tributo y la subordinación a Constantinopla. Lo anterior obligó a varias religiones a convivir, como el islam, el cristianismo y el judaísmo, y muchas costumbres se fusionaron, como la mezcla gastronómica entre otomanas, griegas, balcánicas y árabes.
Cabe destacar que la ubicación y el control del Mediterráneo les permitía comerciar con facilidad, ya que ocupar regiones en tres continentes estimulaba el intercambio de productos de África, Asia y Europa, en especial, maderas, sedas y especias. En síntesis, el imperio otomano tuvo una extensión hasta los límites del Heartland planteado por Mackinder al norte de este, hasta llegar al sur de Rusia y Ucrania, pero no alcanzó una influencia directa sobre el Heartland; no obstante, controló una parte del Rimland que plantea Spykman, es decir, de la costa terrestre europea, parte de Medio Oriente y Asia.
Imperio español, 1492-1898
Luego del descubrimiento de América en 1492, España colonizó grandes extensiones de territorios en América, desde el actual suroeste de Estados Unidos, México y el Caribe, hasta Centroamérica y la mayor parte de Suramérica. Estos fueron integrados bajo la corona de Castilla y se organizaron inicialmente en dos virreinatos, el de la Nueva España y el del Perú. España también tuvo colonias en varios archipiélagos del Pacífico, a finales del siglo xvi, como las Indias Orientales Españolas (Filipinas, las islas Marianas, Guam, las Carolinas y Palaos) (Pérez, 2014). El español fue el primer "imperio global" de la Historia, al considerar que tenía territorios en todos los continentes del mundo. "El Imperio donde no se ponía el Sol". Así se conocía al imperio español de Felipe ii (su reinado fue de 1556 a 1598).
Si bien la mayor presencia e influencia de este imperio fue en América, como se observa en la figura 10, bajo los reinados de Felipe ii, Felipe iii y Felipe iv, cuando se alcanzó la máxima extensión, se observa otro elemento común en el mapa de este imperio: su presencia en el Mediterráneo. Para España fue importante el Mediterráneo. Primero, por su política europea en torno a las relaciones que manejaba la casa de Nápoles y los Habsburgo, y segundo, porque necesitaba controlar este mar con el fin de alejar las amenazas, en específico las de su enemigo durante casi ocho siglos, el mundo islámico, además del imperio otomano, que estaba en el otro extremo del Mediterráneo y buscaba expandirse a Europa (Monzón, 2018). Los monarcas de España consideraron un imperativo tomar posiciones a lo largo de la costa norte de África, que sirvieran como vanguardia de la defensa nacional, en especial la costa marroquí.
El imperio español tuvo influencia en América y parte del Pacífico, en territorios que fueron su fuente de financiamiento, pero también enfiló esfuerzos para controlar el Mediterráneo, con el fin de proteger su núcleo vital. Sin embargo, no estuvo ni cerca de llegar a controlar territorios del Heartland de Mackinder para ser un imperio y una potencia global. Sí controló una parte del Rimland de Spykman, la costa terrestre europea sobre el Mediterráneo y sus colonias en Asia que denominaron las Indias Orientales Españolas.
Imperio colonial francés, 1534-1980
Se puede decir que hubo dos imperios franceses, el primero entre el siglo XVII y el siglo XVIII, cuando Francia controló colonias en América (desde Canadá hasta Luisiana), y un segundo cuando estableció colonias en el norte de África y protectorados de varias zonas del sur de Asia. Además de estas regiones, controló Madagascar y un enclave en el Mar Rojo, en la actual Somalia (Ríos, 2020). Entre 1871 y 1940 duró este segundo imperio; en 1919, después de la i Guerra Mundial, Francia ganó el control de Siria, Líbano, Togo y Camerún, que se sumaron a los que ya había conquistado en Saigón en 1867, y en 1885 en Vietnam, Conchinchina, Camboya y Laos.
Francia, a pesar de mantener colonias en ultramar, también consideró importante tener control en el Mediterráneo, que incluso despertó el interés de Napoleón en su campaña en Egipto y Siria (1798-1801), al ubicar los restos de una antigua iniciativa de los faraones de crear un paso fluvial (canal de Suez) que conectaba el mar Rojo con el Mediterráneo, para luego, a mediados del siglo XIX, iniciar la construcción formal de este canal bajo la dirección del imperio francés, que le facilitó controlar los protectorados en el continente asiático. Es decir, dentro de la tesis planteada en este ensayo, aunque Napoleón intentó una invasión del imperio ruso en 1812, región donde se encuentra el Heartland, antes de intentar esta maniobra, Francia ya dominaba gran parte de Europa y tenía colonias en Asia, África y América que lo convertían en un imperio. A la luz del Rimland, solo conquistó unos pequeños territorios en Asia hasta llegar a Siria.
Imperio ruso, 1721-1917
El mito de la madre patria rusa se remonta a la Rus de Kiev, en el siglo IX, con el establecimiento del primer Estado eslavo oriental, sin embargo, con la invasión de la Horda de Oro Mongola, en el siglo XIII, se desintegró y fue reemplazado por varios principados, hasta la llegada de la dinastía Romanov en 1613 y el inicio del imperio ruso (Gil, 2022). Bajo este entendido, el crecimiento del imperio estuvo marcado por varios factores, tales como buscar fronteras naturales fáciles de defender, controlar las llanuras para evitar las frecuentes invasiones y obtener accesos al mar, a sus recursos y al comercio internacional.
Con esta premisa, Rusia ocupó tres veces el tamaño de Europa, abarcó las llanuras eurasiáticas desde el mar Báltico hasta el océano Pacífico, ocupando también Siberia, el norte del mar Negro y el mar Caspio, el Cáucaso y parte del centro de Asia (Manrique, 2022), como se observa en la figura 12.
El imperio ruso es un claro ejemplo del Heartland de Mackinder, ya que tuvo dominio de Asia central-Rusia y Siberia; no obstante, es preciso dejar en claro que tenía adversarios importantes y con bastante influencia en el mundo, como Inglaterra, Francia y el imperio otomano, todos con presencia y control en el mar Mediterráneo, de tal importancia geoestratégica, que en 1853 y 1856 se llevó a cabo una guerra entre estos bloques por alcanzar el control de la península de Crimea, conflicto que se desarrolló en torno a la base naval de Sebastopol, cuyo objeto era obtener la salida del territorio ruso al Mediterráneo.
Imperio británico, 1497-1997
Por último, para terminar con estas seguidillas de reinos e imperios, tal vez los más importantes en la historia, hablaremos del imperio de Inglaterra. Los británicos llegaron a controlar un vasto territorio de colonias en todos los continentes, al explotar enormes extensiones en Asia, África, Oceanía y América (Pigna, 2022). En Norteamérica poseían varios territorios de la actual Canadá, así como en Centroamérica, Jamaica, Honduras, Bahamas y varias islas más; en Sudamérica tenían control de Guyana y de las Islas Malvinas. En Europa, además del actual Reino Unido, poseían Irlanda; en Oceanía, Nueva Guinea, las Islas Salomón, las Nuevas Hébridas, controlaban Australia y Nueva Zelanda. En el caso de África, desde el siglo XIX controlaban la columna vertebral de África de norte a sur, desde El Cairo hasta Ciudad del Cabo. En Asia su control se concentró en el sur del continente, con India, Birmania, Malasia y la considerable colonia de Hong-Kong. En el Medio Oriente, Yemen, Omán y los Emiratos Árabes.
Tras la firma del Tratado de Versalles en 1919, los dominios del imperio británico aumentaron con las anexiones de colonias alemanas, como África Oriental, y la adjudicación de partes del derrotado imperio otomano, como Jordania, Palestina e Iraq. La consecución de estos territorios en África y Oriente Medio hicieron que, tras la Primera Guerra Mundial, el imperio británico alcanzara su máxima extensión, como se puede apreciar en la figura 13.
Inglaterra aplicó más la teoría del poder naval de Alfred Mahan, que afirmaba que el poder continental de una nación (en su caso para los EE. UU.) pasa por el control de los océanos y de pasos internacionales marítimos, a partir de una poderosa flota militar y mercante (Mahan, 2013). De esto se desprende la importancia para los ingleses de tener presencia en los mares del mundo, en especial en el Mediterráneo, como se observa en la figura 13.
Prueba de esto es que en 1875, el Pachá de Egipto, a causa de la deuda externa del país, puso a la venta su parte en las acciones del canal. Con una rápida maniobra, el entonces primer ministro del Reino Unido, Benjamín Disraeli, convenció a la reina Victoria de comprarlas, para tomar el control sobre la ruta hacia la India británica, la colonia más rica del Reino Unido (Instituto Mexicano de la Radio, 2015). En resumidas cuentas, Inglaterra estuvo más cerca de dominar el Rimland de Spykman, con presencia en Medio Oriente y Asia, que de conquistar el Heartland de Mackinder, sin perder de vista el Mediterráneo.
Luego de haber revisado a los más importantes imperios de la historia y evaluar las teorías del Heartland y el Rimland en cada uno de ellos, como se ve registrado en la tabla 1, se puede inferir lo siguiente:
Tabla 1 Principales imperios de la historia y su relación con el Heartland, el Rimland y el Mediterráneo
No. | Imperio | Año | Duración aproximada en años | Controló el Heartland o parte de este | Controló o tuvo presencia en el Mediterráneo | Controló el Rimland |
---|---|---|---|---|---|---|
1 | Egipcio | 2686-2181 a. C. | 505 | No | Sí | No |
2 | Persa | 550-330 a. C. | 220 | No | Sí | Solo la parte de Medio Oriente |
3 | Macedónio | 336-323 a. C. | 13 | No | Sí | Solo la parte de Medio Oriente |
4 | Romano | 27 a. C.-1453 | 1426 | No | Sí | Parte de Medio Oriente y el Mediterráneo |
5 | Califato fatimí | 909-1171 | 262 | No | Sí | No |
6 | Califato de Córdoba | 929-1031 | 102 | No | Sí | No |
7 | Mongol | 1206-1368 | 162 | Sí | Sí | No |
8 | Otomano | 1299-1922 | 623 | No | Sí | Parte de Medio Oriente y el Mediterráneo |
9 | Español | 1492-1898 | 406 | No | Sí | No |
10 | Colonial francés | 1534-1980 | 446 | No | Sí | Hizo presencia en varias regiones de este, como Filipinas, India, Siria y, desde luego, Francia. |
11 | Ruso | 1721-1917 | 196 | Sí | No | No |
12 | Británico | 1497-1997 | 500 | No | Sí | Solo parte de Medio Oriente e India |
Fuente: elaboración propia con datos de los imperios citados anteriormente.
De los doce imperios citados, solo dos, el ruso y el mongol, lograron presencia y control sobre el Heartland de Mackinder, es decir, sobre Asia central, Rusia central y Siberia; en el caso del Rimland de Spykman, el imperio mongol tuvo influencia en Asia oriental, parte de Medio Oriente y al norte del mar Negro, lo que hoy es Ucrania, y tuvo uno salida al Mediterráneo por las costas turcas. Contrario a esto, Rusia no tuvo mucha presencia en el Rimland.
Lo que llama la atención de estos dos imperios es que, a pesar de que controlaron el Heartland en su momento, fueron otros imperios coetáneos los que tuvieron más influencia en Europa y el mundo, como el otomano, el británico y el francés, con influencia directa en el Mediterráneo, pero que no tuvieron más de dos siglos de hegemonía y existencia en estos territorios.
Once de los doce imperios analizados tuvieron o buscaron tener influencia directa en el mar Mediterráneo, y varios consideraron la importancia de controlar sus estrechos como puntos estratégicos para su política. De los once que tuvieron presencia en el Mediterráneo, solo uno, el mogol, tuvo influencia en el Heartland, pero tan solo perduró 162 años y no logró tener influencia más allá de Asia.
Contrario al Hearland, los imperios que se desarrollaron en torno al Mediterráneo o que tuvieron presencia en él irradiaban su influencia hacia los tres continentes, controlaron rutas comerciales e incluso alcanzaron muchas más oportunidades de prevalecer en el tiempo, como en los casos de los imperios romano, otomano, británico, francés y español.
Respecto a estos últimos once imperios, la mayoría tuvieron influencia en la costa terrestre europea, una de las tres regiones que contempla la teoría del Rimland que plantea Spykman; las otras son el Medio Oriente y la media luna asiática. Respecto a estas últimas dos regiones, solo los imperios persa, macedonio, romano y otomano ocuparon parte del Medio Oriente, pero no parte de Asia, como sí lo hicieron con sus colonias los imperios francés, británico y español, gracias al desarrollo de sus flotas navales.
La geopolítica del Mediterráneo y su importancia
Como se ha visto, gran parte de la historia universal y de los principales imperios del mundo han girado en torno al Mediterráneo. Para Urdiales (2021), la importancia de este mar radica en que es un enclave en el que convergen el sur de Europa, el norte de África y el extremo occidental de Asia, y en el cual se desarrolló la civilización occidental hasta el siglo xvi, con incontables intercambios culturales, económicos y políticos a lo largo de la historia. Por esta característica geográfica, en el mar Mediterráneo convergen varios puertos y vías de comunicación, tanto fluviales como terrestres, que configuran una ruta relevante de transporte marítimo por la que se mueven decenas de millones de contenedores cada año, cargados de todo tipo de mercancías. De estos puertos se destacan El Pireo, en Grecia; el de Algeciras, al sur de España, y el Tánger Med, en Marruecos.
Varios de estos fondeaderos se sitúan cerca de los puntos estratégicos clave del Mediterráneo, los estrechos, los cuales, han sido y serán importantes en la geopolítica global. Para Venzalá (2020), el Mediterráneo posee unas características geográficas especiales: es un mar cerrado al que solo se puede acceder por determinados estrechos: Gibraltar en el oeste, los estrechos del Bósforo y de los Dardanelos en el noreste, y el canal de Suez en el sureste. Este mar también se parte en el centro por otro estrecho formado por las islas de Malta y Sicilia. Entonces, todas estas geomorfologías funcionan como cuellos de botella o choke points que limitan la navegación marítima y facilitan su control.
Entendidas las condiciones anteriores, estos estrechos han sido lugares de importancia estratégica codiciados por distintas potencias e imperios, es decir, enclaves para controlar, puntos críticos para defender y lugares relacionados con mitos y leyendas que son la puerta hacia otros mundos.
Por ejemplo, en el oeste del Mediterráneo, el estrecho de Gibraltar ofrece salida directa al Atlántico, es el punto donde Europa y África están más cerca (separados por solo catorce kilómetros), lo que representa, sincrónicamente, riesgos y oportunidades para las dos regiones. Además, en la literatura clásica occidental este punto era conocido como el fin del mundo.
Mientras que los estrechos del Bósforo y los Dardanelos (ambos bajo control turco) separan el Mediterráneo del mar Negro, la puerta de entrada a Asia, e igual son el puente de abastecimiento de recursos energéticos y la única salida de Rusia al Mediterráneo.
Así mismo, el canal de Suez es la puerta directa entre el Mediterráneo y el mar Rojo, que canaliza la salida al océano Índico. Este canal es la ruta más rápida para pasar de Europa a Asia, sin tener que rodear África; cobra vital relevancia para las rutas comerciales que conectan los puertos europeos con las fábricas asiáticas y los hidrocarburos que provienen del golfo Pérsico. Su importancia se probó por los costes que representó el atasco del buque portacontenedores Ever Given, en marzo de 2021, que redondeó alrededor de 10 000 millones de dólares del comercio mundial al día (Yee y Glanz, 2021).
Como lo argumenta Urdiales (2021), el Mediterráneo cuenta con recursos naturales como la pesca (que se practica en ciertos lugares con técnicas milenarias y sostenibles) y los hidrocarburos descubiertos recientemente en aguas israelíes, libanesas, palestinas, chipriotas y egipcias, lo cual ha abierto un conflicto regional entre Italia, Chipre y Grecia, interesados en explotar y comercializar el gas. Esto sin sumar a Turquía, que ha buscado revivir viejas disputas en torno a la soberanía de las aguas mediterráneas, manteniendo una relación tensa con Grecia por la isla de Chipre y zonas del mar Egeo.
A estas dinámicas geopolíticas del Mediterráneo también se le pueden sumar la división entre Argelia y Marruecos, que llevan años de tensiones con sus fronteras cerradas; la situación de Malta, que ha sido invadida y ha cambiado de manos en varias ocasiones por su posición central; la rencilla entre España y Reino Unido por el control sobre el estrecho de Gibraltar; la búsqueda de la federación rusa por controlar la península de Crimea, para que le dé salida a su flota naval al Mediterráneo, y el suministro de hidrocarburos de Argelia a Europa como alternativa ante la invasión de Rusia a Ucrania, e incluso el conflicto árabe israelí, entre otras tensiones geopolíticas que presenta esta región.
La importancia de influir sobre el Mediterráneo y controlar sus estrechos ha motivado decenas de conflictos a lo largo de la historia. Incluso, en la actualidad, antiguas tensiones territoriales entre países que en algún momento fueron imperios y tuvieron influencia sobre este mar amenazan la estabilidad regional.
La influencia actual en el Mediterráneo
Desde luego, el Mediterráneo es un lugar importante en la política internacional actual. Prueba de esto es la presencia de potencias regionales, como Francia, Italia, Israel o Turquía, en compañía de potencias hegemónicas, como Estados Unidos y Reino Unido, que tienen ubicaciones militares por toda la región, a los que se suman la presencia de Rusia y China, que buscan tener más participación en el Mediterráneo, lo cual nos lleva a concluir que, en cierta medida, para las potencias de momento, en cada parte de la historia, es más relevante tener presencia o influir en el Mediterráneo, que en la región planteada por Mackinder como el Heartland, desde la cual se podría dominar el mundo.
Después de la Segunda Guerra Mundial y entrada la Guerra Fría, EE. UU. ocupó un papel importante en el sistema internacional y desde luego en el Mediterráneo. En este marco, inició una serie de intervenciones militares en esta región, como en la guerra civil griega (1946-1950), en la que prestó ayuda al gobierno ateniense ante la amenaza de gobiernos vecinos comunistas de Yugoslavia, Albania y Bulgaria, que apoyaban la guerrilla comunista griega. Luego tomó el liderazgo geopolítico en el Mediterráneo, cuando Francia e Inglaterra se retiraron de Egipto a raíz de la crisis de Suez, en 1957, tras el fin de la guerra que libraron Reino Unido, Francia e Israel contra Egipto, provocada por el cierre unilateral del canal que llevó a cabo el presidente Nasser. Seguido de esto, EE. UU. apoyó diplomática y financieramente a sus aliados de Líbano (1958, 1969 y 1984), Jordania (1970), Chipre (1974) e Israel, a lo largo de los muy numerosos y casi constantes enfrentamientos con sus vecinos árabes (Urdiales, 2021).
En consecuencia, para mantener su influencia en el Mediterráneo, EE. UU. organizó la vi Flota en 1950 y posicionó bases estratégicas a lo largo de este mar, con el fin de asegurar su presencia y responder con prontitud a la expansión de la Unión Soviética, dentro de la política de contención planteada en su momento por George F. Kennan.
En la actualidad, de acuerdo con De Pedro (2020), el gobierno de Joe Biden cuenta con presencia en Grecia, con las bases militares de Hellenikon, Nea Makri, Heraklion, Creta y Mduda Bay; en Turquía, con la base área de uso conjunto de Incirlik, localizada al sur del país, y Kurecik; en Italia, en Nápoles (cuartel general de la Sexta Flota), Catania, Vicenza, Livorno, Sigonella y Aviano; en España, la base aérea de Morón de la Frontera y la naval de Rota. Por último, también hace presencia en la cuenca y el entorno del canal de Suez, en territorio egipcio, con las bases de El Cairo y de Ras-Banas, junto al mar Rojo. Este despliegue militar le permitió a EE. UU. tener presencia en las guerras del golfo Pérsico, de Bosnia, de Afganistán, Iraq y la guerra civil siria.
También ha quedado clara la importancia del Mediterráneo para Rusia, puesta de manifiesto con la anexión de Crimea a su territorio en 2014, porque a pesar de que su flota naval estaba apostada en la base militar de Sebastopol (territorio ucraniano), nunca renunció a tener el control de esta base naval, que le permitía la salida al mar en mención; con la actual invasión a Ucrania apuesta por controlar el puerto de Odesa, que le dará mayor influencia sobre el mar Negro. Aunado a esto, como lo plantea Urdiales (2021), Putin vio en la guerra siria -en la que apoyó al gobierno de Al Assad- una oportunidad para tener presencia efectiva en el Mediterráneo y logró ubicar dos bases militares rusas en ese país: el puerto de Tartús y la base aérea en Latakia. Sin dejar de lado que el Kremlin también ha participado en el conflicto de Libia con mercenarios como la empresa Wagner Group en apoyo al bando del mariscal Haftar.
Otro actor que no se puede dejar por fuera del tablero geopolítico del Mediterráneo es China. Bajo el gobierno de Xi Jinping, Pekín ha puesto en marcha su macroproyecto comercial de la Nueva Ruta de la Seda, en el cual el Mediterráneo es parte fundamental para materializarlo. Una de las tareas de este proyecto ha sido la de conseguir y construir infraestructura en este mar, por lo que ha adquirido el puerto griego de El Pireo y se ha convertido en accionista mayoritario en otros como el de Valencia, España, a los que se suman los de Tánger o Malta, varios puertos italianos, el de Haifa en Israel, Port Said en el canal de Suez, y otros en Marruecos, Argelia y Turquía (Müller, 2016).
Bajo esta premisa económica, China también buscan expandir su influencia militar en el Mediterráneo, con el objeto de salvaguardar sus intereses económicos; también tiene presencia con una base naval en Yibuti, en el cuerno de África, para conectar el océano Índico con el Mediterráneo por el estrecho de Bab al Mandeb, el mar Rojo y el canal de Suez. Esto puede ser una prueba fehaciente de la construcción de la proyección militar de China en el Mediterráneo, sin embargo, no ha sido la única demostración de su presencia allí (Guisado, 2021).
En África, en 2011, tuvo la capacidad necesaria para garantizar sus intereses económicos y geopolíticos, y con el permiso de Naciones Unidas actuó contra el régimen de Gadafi, en Libia, y envió a las costas libias a la fragata Liuzhou, al mismo tiempo que utilizaba su marina mercante para evacuar a los 35 800 ciudadanos chinos que se encontraban en el país. Luego, en 2015, buques de la Armada china operaron en el Mediterráneo, en un ejercicio conjunto con Rusia, para evacuar a los 46 ciudadanos chinos que se encontraban en Siria.
En 2017, el destructor Changsha, la fragata Yuncheng y el navío de apoyo Lomahu realizaron un ejercicio de tiro en aguas del Mediterráneo, mientras se dirigían hacia unas maniobras conjuntas con Rusia en el mar Báltico (Abourabi, 2020).
Tabla 2 La influencia actual de las potencias mundiales en el Mediterráneo
País | Hace presencia en el Heartland o parte de este | Hace presencia en el Mediterráneo | Hace presencia en el Rimland |
---|---|---|---|
EE. UU. | No | Sí (La Sexta Flota y varias bases militares) | No |
Rusia | Sí | Sí (Con las bases de Tartus y Latakia) | No |
China | No | Sí (Cuenta con varios puertos comerciales) | Solo la parte de Medio Oriente |
Fuente: elaboración propia con datos tomados de Higueras (2015), Müller (2016), Urdiales (2021) y Venzalá (2020).
Para concluir esta segunda parte del trabajo, luego de analizar los datos de la tabla 2 se podría concluir lo siguiente:
Efectivamente, el Mediterráneo es una región geoestratégica mundial y por esto en la actualidad hay presencia de las principales potencias mundiales en este mar.
Con base en lo anterior, EE. UU. cuenta con su Sexta Flota naval en Nápoles, Italia, y diferentes bases navales para controlar el estrecho de Gibraltar y el canal de Suez.
La Federación rusa mantiene influencia en este mar con sus bases militares en Tartus y Latakia, en Siria.
Aunque China no cuenta con bases militares en este mar, ya ha realizado presencia militar y cuenta con un puerto marítimo propio en Grecia, y acciones en otros puertos de España, Malta e Italia, Israel, Marruecos, Argelia y Turquía. Esto le podrían dar la proyección militar que necesita en el Mediterráneo.
Conclusiones
Al efectuar una breve revisión histórica se observa que los principales imperios que dominaron el mundo buscaron controlar o, por lo menos, tener presencia en el mar Mediterráneo, contrario a lo que planteaba Mackinder y su teoría del Heartland, que afirmaba que quien controlara la zona de Asia central-Rusia central-Siberia tiene bastantes probabilidades de controlar tanto el resto de Asia como el resto de Europa y obtener así una posición privilegiada en el dominio mundial.
En ese mismo sentido, al evaluar la teoría de Spykman, que afirmaba que, "quién controlara el Rimland (la costa terrestre europea, el Medio Oriente y la media luna asiática) gobernaría Eurasia, y quien gobernara Eurasia, controlaría los destinos del mundo", podemos observar que varios de los imperios que revisamos se desarrollaron en torno al Mediterráneo y otros como el mongol y el ruso tuvieron influencia importante en Eurasia, pero no en el Mediterráneo. Imperios como el romano, el otomano, el persa, el reino macedonio y, en pleno siglo XXI, Rusia, EE. UU. (que tiene su Sexta Flota en este mar) y China tuvieron y tienen mayor interés por controlar o tener influencia en el mar Mediterráneo que en la misma Eurasia. Así las cosas, personalmente discernimos que, contrario a lo que plantean Mackinder y Spykman, el Hearland es el mar Mediterráneo y sus territorios circundantes, considerando que:
Este es un mar en el que convergen tres continentes (Europa, Asia y África), configurándose como una zona comercial fundamental, sobre la que recaen las principales potencias europeas y, por este hecho, genera un poder económico que, a su vez, requiere de un control militar para conservarlo.
El Mediterráneo es una especie de lago en el que confluyen varias rutas comerciales, y cuyas entradas son pequeños pasos o estrechos que se convierten en una especie de grifo por su geomorfología, lo que facilita el control de ingreso y salida de este mar. Por tanto, estos estrechos se vuelven imperativos para los países en los que se ubican, o para las potencias que buscan controlarlos, ya que al regular el canal de Suez y los estrechos del Bósforo, Dardanelos y Gibraltar, se controla el Mediterráneo o parte de este.
Es muy probable que las potencias de momento busquen tener presencia e influencia en el Mediterráneo, pero es poco probable que una sola se haga al control de todas sus costas, debido al esfuerzo que implicaría contrarrestar las amenazas surgidas de los tres continentes, de manera que, al ser el Hearland, es una región muy difícil de controlar, pero quien la controle tendrá altas posibilidades de controlar el mundo.