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Fronteras de la Historia

Print version ISSN 2027-4688On-line version ISSN 2539-4711

Front. hist. vol.29 no.2 Bogotá July/Dec. 2024  Epub July 01, 2024

https://doi.org/10.22380/20274688.2724 

Reseñas

Nuevo atlas histórico marítimo de Colombia, siglos XVI a XVIII

Antonino Vidal Ortegaa 
http://orcid.org/0000-0002-0012-325X

aPontificia Universidad Católica Madre y Maestra de Santo Domingo. antoninovidal@pucmm.edu.do • https://orcid.org/0000-0002-0012-325X

Fuentes Crispín, Nara. Nuevo atlas histórico marítimo de Colombia, siglos XVI a XVIII. Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH), 2022. ISBN: 978-628-7512-24-5. 268p.


Durante un largo tiempo, los mapas antiguos no tuvieron centralidad alguna en los análisis de los historiadores y geógrafos en Iberoamérica, pero recientemente el campo de estudio sobre la historia de la cartografía registra una renovación considerable, tanto en aspectos cuantitativos como cualitativos, en el mundo entero, especialmente en el occidental. De un lado, observamos la multiplicación de publicaciones de carácter especializado, sitios web, eventos y exposiciones donde instituciones de carácter público y privado usan los mapas en la parte central de sus exhibiciones y certámenes. De otro, esta nueva perspectiva de análisis de la cartografía también la está despojando de estudios que reivindicaban todo tipo de derechos. Hoy podemos decir que se persigue una dimensión de lo que representan los mapas y de lo que son como objeto material. Ahora se parte de la idea de que la imagen que representan debe ser insertada en su tiempo, en su geografía y en su sociedad.

En ese sentido, en los últimos años, en América Latina las imágenes cartográficas han convocado a especialistas de variadas disciplinas y formaciones profesionales interesados en estudiar, restaurar, catalogar y exponer mapas de todos los tiempos y de todas las sociedades. El estudio de la historia de la cartografía de Iberoamérica está transitando nuevos caminos, tanto en lo que respecta a la conservación de los mapas como en lo concerniente a la interpretación de las imágenes propiamente dichas.

El trabajo que paso a comentar podría ubicarse en ese debate. Se trata de un estudio que usa los mapas como representaciones circunscritas al conocimiento del territorio en las regiones litorales e isleñas de Colombia desde el periodo de la Conquista hasta finales de la Colonia. La obra selecciona y analiza los mapas a partir de un criterio geográfico que considera sustanciales la configuración natural y los rasgos geomorfológicos de las zonas marinas, costeras y continentales. Al tiempo, el enfoque de la investigadora implica seleccionar cuidadosamente una colección de mapas manuscritos que presentan intricados paisajes conformados por selvas, llanuras, ciénagas, terrenos anegadizos y duras condiciones topográficas, y la cartografía refleja las dificultades que ello implicó para los proyectos de control y desarrollo de los distintos gobiernos políticos.

Gerardus Mercator señalaba que la cartografía era los ojos de la historia. A decir verdad, es el reflejo de los territorios conocidos y, desde luego, una prueba gráfica del interés humano por dominar los distintos territorios que componen su entorno. El Nuevo atlas histórico marítimo de Colombia, siglos XVI a XVIII, de Nara Fuentes Crispín, habla de Colombia a través de los mapas, con especial énfasis en las regiones costeras. Arranca a inicios de la Edad Moderna, en el siglo XVI, hasta finales del siglo XVIII, donde se recoge todo un compendio cartográfico procedente de diversas tradiciones y prácticas que se presenta siempre en un orden temporal cronológico.

Los mapas se organizan en cuatro capítulos que estudian la representación de las tensiones entre los territorios y, con meticulosidad, la autora establece un diálogo entre ellos y los identifica cuidadosamente para dejarlos al servicio del lector o el historiador especializado.

El primer capítulo se ubica en el proceso del descubrimiento y en las rutas que los marinos ibéricos usaron en sus derroteros por las costas del Pacífico. Incluye una bella colección cartográfica que hace un valioso reconocimiento de las primeras representaciones sobre las costas del Chocó y los ríos San Juan y Atrato, referencias de incalculable valor para esta parte de la geografía del país.

El segundo capítulo presenta las más cuidadosa y completa colección de mapas existentes sobre el archipiélago de San Andrés y Providencia, algunos para mí, personalmente, desconocidos, aun cuando he trabajado ese espacio histórico- geográfico durante varios años. Los mapas se encuadran en el Caribe occidental y hacia la entrada del golfo mexicano.

Es importante recordar que en la segunda mitad del siglo XVIII el apostadero militar de Cartagena de Indias y sus ingenieros hicieron múltiples expediciones por la región del Caribe occidental y dejaron una excelente colección cartográfica que acompañaron de extensos informes de campo de carácter etnográfico. Ese invaluable aporte fue obviado por la historiografía colombiana, que solo centró su atención en la expedición de José Celestino Mutis. Esa selección desconoció el trabajo científico dirigido desde Cartagena de Indias, donde se enmarca la Expedición Fidalgo dentro de un proyecto dirigido desde la Armada, en el que las expediciones científicas, las obras de ingenierías, los experimentos agrarios y las mejoras en las técnicas de navegación fueron la preocupación de la primera y más grande comunidad científica del virreinato. Dicho grupo usó al tiempo el conocimiento científico para la toma de decisiones en el gobierno. Al igual que en el primer capítulo, en este Nara Fuentes Crispín ofrece un trabajo técnico perfecto sobre los mapas seleccionados.

El tercer capítulo lo dedica en su totalidad a Cartagena de Indias, como ciudad, puerto y capital de la provincia. La autora nos demuestra que, si bien por el lado marino-costero las rutas oficiales estimularon la cartografía naval de Cartagena de Indias, por el continental los mapas evidencian las conexiones hacia el Oeste con el Darién y al Este con la provincia de Santa Marta y el saco de Maracaibo. Los mapas de este capítulo son más conocidos, pero al tiempo cuidosamente seleccionados por la autora.

El último capítulo, centrado en mapas provinciales, muestra, por medio de sus representaciones, las pugnas por territorialidades ancestrales, en especial la geografía de La Guajira y, hacia el interior, el río de la Magdalena. Comprende una detallada geografía de todo el litoral caribe oriental hasta el lago de Maracaibo.

En general, se trata un trabajo que presenta la más detallada colección de mapas de la Edad Moderna de los territorios litorales de un país que está rodeado de agua. Una cartografía que, sin duda, sirve para entender la vinculación territorial del virreinato y que es, desde luego, una sugerente propuesta para releer un país que solo se ve desde las montañas, lo que empobrece enormemente su identidad.

Un par de cuestionamientos a la obra. Una es la dureza de su prosa, tan técnica que en ocasiones se vuelve una lectura para personal especializado. Es necesario que los escritores piensen en sus lectores. Y la segunda es que, sin duda alguna, se trata de una de las más bellas y sistemáticas colecciones de mapas de Colombia de la Edad Moderna que conozco y de sus regiones limítrofes marinas, pero el libro sustrae al país de las conexiones marinas y lo compartimenta. Con ello, lo descontextualiza del marco mundial y transnacional, y pone límites al mar, como si este se pudiera aislar de su totalidad. Una vez más, como si Colombia estuviese o quisiese estar aislada de todo lo que la rodea.

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