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Fronteras de la Historia

Print version ISSN 2027-4688On-line version ISSN 2539-4711

Front. hist. vol.30 no.1 Bogotá Jan./June 2025  Epub Jan 01, 2025

https://doi.org/10.22380/20274688.2745 

Sección general

En el umbral de la “muy cruda guerra”: resistencia indígena en las cartas de la conquista de Chile (1545-1552)1

At the Threshold of a “Very Harsh War”: Indigenous Resistance in the Letters of the Conquest of Chile (1545-1552)

No limiar da “muito crua guerra”: resistência indígena nas cartas da conquista do Chile (1545-1552)

Eric Francisco Salazar Lisboa2a 
http://orcid.org/0000-0003-0618-7657

aInstituto de Estudios Humanísticos, Universidad de Talca. esalazar@utalca.cl • https://orcid.org/0000-0003-0618-7657


Resumen

La conquista de Chile no estuvo exenta de dificultades; por el contrario, la resistencia indígena tensionó la dominación desde el arribo de Pedro de Valdivia en 1540. En este sentido, sus cartas revelan la ambivalencia desde la cual se gestó el asentamiento, puesto que narran las adversidades que debieron sortear los peninsulares en el territorio. Con esta premisa, el artículo examina las acciones de resistencia y sus consecuencias en el escenario de la conquista de Chile. La hipótesis plantea que estas secuencias son fundamentales dentro del aparataje retórico e ideológico de Valdivia, pues constituyen un artificio para exaltar sus cualidades y las de sus hombres, en función del enfrentamiento con un enemigo formidable. Solo al final de la exposición, el conquistador encuentra un modo efectivo de desdibujar este pasado complejo, presentando la empresa de un modo exitoso ante el monarca y las demás autoridades.

Palabras clave: Pedro de Valdivia; conquista de Chile; cartas; resistencia; indígenas

Abstract

The conquest of Chile was not devoid of challenges; on the contrary, indigenous resistance strained dominance from the arrival of Pedro de Valdivia in 1540. In this regard, his letters reveal the ambivalence from which the settlement was established, recounting the adversities the Spaniards had to overcome in the territory. Under this premise, the article examines indigenous resistance actions and their consequences in the scenario of the Chilean conquest. The hypothesis suggests that these sequences are crucial within Valdivia’s rhetorical and ideological apparatus, as they constitute a device to exalt his qualities and those of his men in the face of formidable enemies. Only towards the end of the exposition does the conquistador find an effective way to blur this past, presenting the enterprise as a success before the monarch and other authorities.

Keywords: Pedro de Valdivia; Conquest of Chile; letters; resistance; indigenous

Resumo

A conquista do Chile não esteve isenta de dificuldades; pelo contrário, a resistência indígena tensionou a dominação desde a chegada de Pedro de Valdivia em 1540. Nesse sentido, suas cartas revelam a ambivalência a partir da qual se deu o assentamento, pois narram as adversidades que os peninsulares tiveram que superar no território. Sob esta premissa, o artigo examina as ações de resistência e suas consequências no cenário da conquista do Chile. A hipótese é que essas sequências são fundamentais dentro do aparato retórico e ideológico de Valdivia, desde que constituem um artifício para exaltar suas qualidades e as de seus homens, em função do confronto com um inimigo formidável. Somente no final da exposição o conquistador encontra uma maneira eficaz de deturpar esse passado complexo, apresentando a empresa como bem-sucedida perante o monarca e as demais autoridades.

Palavras-chave: Pedro de Valdivia; conquista do Chile; cartas; resistência; indígenas

Preliminares

Las cartas de Pedro de Valdivia constituyen un testimonio valioso para la comprensión del periodo temprano de la Conquista de Chile (1540-1553). En términos estructurales, siguen los mismos cruces genéricos establecidos por Hernán Cortés en su correspondencia y que son identificados por Beatriz Aracil: la epístola como eje organizativo del discurso; el marco conceptual de la escritura legal, que compromete la veracidad del relato; y el género historiográfico, por cuanto se ofrece una interpretación de hechos que se consideran trascendentales3. Como resultado de esta condición, el encasillamiento del corpus en tipologías textuales rígidas implica desconocer su naturaleza compleja, conclusión que ha sido advertida por varios autores para tensionar los postulados de José Toribio Medina, quien clasificó todas estas cartas como relaciones4.

Mario Orellana sostiene que estas misivas deben ser alrededor de cuarenta, a pesar de que en la actualidad solo se conservan doce5. En cuanto a su historia o noticia bibliográfica, la carta I, escrita en Santiago el 20 de agosto de 1545 y dirigida a Gonzalo Pizarro, apareció en 1925 en el catálogo de la librería Maggs Brothers y fue puesta en circulación por José Toribio Medina en la Revista Chilena en 1928. La carta II, escrita en La Serena el 4 de septiembre de 1545 y dirigida a Carlos V, formó parte de la Historia del Nuevo Mundo (1780) de Juan Bautista Muñoz. La carta III, suscrita en La Serena el 4 de septiembre de 15456 y enviada a Hernando Pizarro, formó parte del tomo 49 de la Colección de documentos inéditos para la historia de España (1866) del marqués de Miraflores y Miguel Salvá. La carta IV, escrita en La Serena el 5 de septiembre de 1545 y dirigida a Carlos V, apareció en el tomo 8 de la Colección de documentos inéditos para la historia de Chile (1896) de Medina. La carta V, escrita en Santiago el 9 de agosto de 1546 y dirigida a Gonzalo Pizarro, fue identificada por Julio Olavarría en la Huntington Library y su publicación estuvo a cargo de Miguel Rojas Mix en su edición del epistolario (1991). La carta VI, escrita en Los Reyes del Perú el 15 de junio de 1548 y dirigida a Carlos V (para Medina), al Consejo de Indias (para Ferreccio) y al príncipe Maximiliano (para Rojas Mix), fue puesta en circulación por Claudio Gay en el tomo 1 de la Historia física y política de Chile (1844). La carta VII, escrita en Santiago el 9 de julio de 1549 y dirigida a Carlos V, fue publicada por Diego Barros Arana en la revista Anales de la Universidad de Chile en 1873. La carta VIII, escrita en Concepción el 15 de octubre de 1550 y dirigida a Carlos V, se consignó por primera vez en el tomo 4 del Memorial histórico español (1852), como un apéndice documental de la crónica de Alonso de Góngora Marmolejo. La carta IX, escrita en Concepción el 15 de octubre de 1550 y enviada a los apoderados de la Corte, fue publicada por Diego Barros Arana en la revista Anales de la Universidad de Chile en 1873. La carta X, escrita en Concepción el 25 de septiembre de 1551 y dirigida al emperador Carlos V, también apareció en la Historia del Nuevo Mundo, al igual que la carta XI, escrita en Santiago el 26 de octubre de 1552 y dirigida a Carlos V. Finalmente, la carta XII, escrita en Santiago el 26 de octubre de 1552 y dirigida al príncipe Felipe (para Medina y Ferreccio) y al príncipe Maximiliano (para Rojas Mix), apareció en el tomo 9 de la Colección de documentos inéditos para la historia de Chile (1896) de Medina.

Todas estas misivas se encuentran en el Archivo General de Indias de Sevilla, a excepción de las cartas I, III y V, que son resguardadas por la Huntington Library. La primera compilación del corpus fue realizada por Medina: Cartas de Pedro de Valdivia que tratan del descubrimiento y conquista de Chile (1929). De ahí en más otras ediciones han visto la luz, entre ellas: Cartas de relación de la conquista de Chile (1970), de Mario Ferreccio, y más recientemente: Cartas de don Pedro de Valdivia que tratan del descubrimiento y conquista de la Nueva Extremadura (1991), a cargo de Miguel Rojas Mix. Para esta investigación hemos utilizado esta última publicación, debido a las modificaciones que se realizan en la transcripción. Además, esta considera íntegramente los aportes filológicos de Ferreccio, quien oficia como autor de los estudios introductorios y las notas a pie de página que acompañan a las misivas.

En esta edición, Ferreccio utilizó por primera vez la noción de epistolario cronístico para designar las cartas en su conjunto7. La categoría provista por el filólogo integra dos modalidades discursivas reconocibles en la escritura valdiviana: la epístola y la crónica, con la finalidad de subsanar el problema tipológico advenido desde los tiempos de Medina. Diego Barros Arana cuestionó la autoría de estas misivas y le atribuyó la responsabilidad escritural a Juan de Cárdenas, secretario del conquistador8. Sin embargo, dicha posibilidad fue descartada años más tarde por el propio historiador mediante los estudios del usus scribendi (preferencias lingüísticas y estéticas) y del ductus (particularidades del trazado y las grafías).

En términos de contenido, la resistencia indígena es uno de los elementos centrales que se exponen en la correspondencia. El lenguaje que utiliza Valdivia para referirse a este componente es dramático y, al establecerse como un locus de enunciación, da pie para una de las preguntas centrales de este estudio: ¿por qué integrar una serie de secuencias que -en apariencia- desarticulan la hegemonía peninsular? El análisis revela que esta exposición es fundamental, pues permite amplificar las cualidades del conquistador y sus hombres en el nivel profundo del discurso, generando una imagen positiva, incluso en este difícil contexto.

En su tesis doctoral, María de Jesús Cordero se detuvo en la cercanía de las cartas con el romance9, pero en estudios recientes la investigadora ha indicado que estos registros son más próximos a la epopeya10, comprensión que remite a la adversidad como una de las cualidades de la conquista y sobre la cual Valdivia escribe: “[es] tanta que no la podría significar”11. Con esta lógica, los siguientes apartados examinan las acciones de resistencia indígena desde la perspectiva del extremeño, cometido que implica adentrarse en los núcleos retóricos e ideológicos presentes en su escritura y que le permiten realizar un despliegue grandilocuente de los eventos y sus protagonistas.

En cuanto a la metodología, la investigación es de tipo cualitativo, por cuanto implicó un proceso secuencial y sistemático de indagación y revisión de la literatura, que siguió los aportes de Lucía Invernizzi12, Gilberto Triviños13 y Cedomil Goic14. El análisis se hizo a partir de un enfoque histórico-literario, centrado en los sentidos y los significados de la exposición15, avanzando con ello hacia una comprensión más profunda de la resistencia desde la focalización interna y a la revelación de las capas subyacentes de la escritura16.

En este marco, destaca la noción de discurso colonial, ya que estos registros se entienden como un complejo sistema representacional que fue decisivo para la construcción de la realidad durante el periodo. La tensión en este punto tiene relación con el “distanciamiento del enunciante”17, debido a que Valdivia se presenta como protagonista de los eventos que relata. Esto impide que su discurso se considere completamente objetivo y justifica la integración de estrategias metatextuales a lo largo de la correspondencia18. Con esto no queremos tensionar la veracidad de los hechos, sino más bien explicitar el contexto en el cual se enmarca la textualización, ya que la exposición de la resistencia es también un elemento manipulado por el extremeño.

De este modo, se plantea la hipótesis de que estas secuencias son fundamentales dentro del aparataje retórico e ideológico de Valdivia, pues, a pesar de ser nocivas en la superficie del discurso, constituyen un artificio que permite exaltar las cualidades peninsulares en función del enfrentamiento con un enemigo formidable. Solo al final de la exposición, el conquistador encuentra un modo de desdibujar este pasado, presentando su empresa de un modo exitoso ante el monarca y las demás autoridades. Con esto, se contribuye a generar una comprensión más profunda no solo de la dinámica de guerra, sino también de sus implicancias.

La entrada de los conquistadores a Chile

Valdivia emprendió el viaje a Chile los primeros días de 1540, según su propio relato: “con el ánimo que sobraba a los trabajos que se podían pasar y pasaron en el camino”19. Las historias de la hueste almagrista oficiaban como exotextos sobre la negatividad del territorio y sus habitantes: “indios no domados, antes muy desvergonzados y animados contra cristianos, por creer que sus fuerzas fueran cabsa para costreñir los primeros que acá vinieron”20. Siguiendo este relato, la entrada no significó grandes enfrentamientos, sin embargo, las primeras acciones de resistencia comenzaron a suscitarse desde este punto, pues

Mango Inga, señor natural del Cuzco, que anda rebelado del servicio de vuestra Majestad, había enviado a avisar a los caciques della cómo veníamos y que si querían nos volviésemos como Almagro que escondiesen todo el oro, ovejas, ropa, lana y algodón y las comidas, porque, como nosotros buscábamos esto, no hallándolo, nos tornaríamos.21

Carlos González y Hugo Rosati explican esta acción en los siguientes términos: “[l]a estrategia utilizada [...] intentaba debilitar al grupo de españoles, para que así al llegar al valle de Copiapó pudiesen ser derrotados o muertos con facilidad”22. Esta dificultad le proporcionó a Valdivia un aprendizaje fundamental sobre cómo debía llevar a cabo el cruce por el despoblado de Atacama: en grupos pequeños y guardando provisiones. Así, consiguió llegar “[a]l valle de Copiapó, que es el prencipio desta tierra, pasado el gran despoblado de Atacama, y cient leguas más adelante hasta el valle que se dice de Chili, donde llegó Almagro y dio la vuelta”23. La alusión a Diego de Almagro no es azarosa, sino que tiene como objetivo comparar ambas empresas, ya que su predecesor no logró asentarse en Chile y se vio obligado a regresar derrotado al Perú.

La llegada a Copiapó estuvo acompañada por la dimisión de varios miembros de la comitiva, quienes “huyeron y quedaron, por temer la hambre de adelante, viendo la que hasta allí habían pasado”24. Para este punto las acciones de resistencia se focalizan principalmente en el ocultamiento de los alimentos. A pesar de este escenario, las tropas castellanas arribaron al valle del Mapocho y en este lugar Valdivia fundó la ciudad de Santiago del Nuevo Extremo, mientras la unidad de las parcialidades comenzaba a gestarse.

Las acciones de resistencia se volvieron recurrentes. En una de las misivas a Carlos V se lee que los indígenas: “se comieron las ovejas, que es gente que se da de buen tiempo, y el oro y todo lo demás quemaron, que aún a los propios vestidos no perdonaron”25. Valdivia exalta su figura anticipando este movimiento; por lo mismo, indica que encerró toda la comida posible para permanecer en el territorio. Sin embargo, el clima de hostilidad aumentó y, “[e]n este medio tiempo, entre los fieros que nos hacían algunos indios que no querían venirnos a servir, nos decían que nos habían de matar a todos”26. A pesar de que esta situación problematiza el despliegue del poder peninsular, el conquistador no niega la efectividad de las acciones emprendidas por los indígenas y, por tal razón, debe encontrar un modo efectivo de utilizar la resistencia y sus consecuencias a su favor. En este sentido, un punto importante ya ha ocurrido: ha declarado su interés de permanecer en Chile, cometido que anteriormente Almagro no habría conseguido.

El bergantín quemado o el flagelo del primer barco

En los primeros días de junio de 1541 comenzaron a circular los rumores en torno a la muerte de Francisco Pizarro, información que Valdivia obtuvo mediante la tortura de los indígenas. Estas fuentes indicaban, además, que “todos los cristianos del Perú se habían ido”27. En este escenario, el conquistador fue nombrado gobernador y su primera orden fue construir un bergantín en el valle de Aconcagua. Este barco le permitiría corroborar la veracidad de esta información y exportar el oro extraído de los lavaderos de Marga Marga28. Mientras supervisaba personalmente las faenas de construcción, recibió el aviso de una conspiración que se urdía en su contra, hecho que lo obligó a regresar a Santiago, no sin antes dejar instrucciones a sus soldados sobre cómo proceder durante su ausencia.

De acuerdo con la correspondencia, estas fueron desatendidas y “ellos, no acordándose de lo que les dije, andaban de día sin armas”29. Este descuido devino en un ataque por parte de los indígenas, quienes asesinaron a los peninsulares que se encontraban en el valle y destruyeron el barco como parte de las estrategias de resistencia. Valdivia escribe al monarca: “me le quemaron [el bergantín] los indios e mataron ocho españoles, de doce que estaban a la guarda dél, por exceder de la orden que les dejé”30. Tras este evento, las hostilidades aumentaron: “después de nos haber servido los naturales cinco meses e dado la obediencia a su Majestad, se me rebelaron, quemando el bergantín que había fecho hacer con harto trabajo”31. Gonzalo de los Ríos y Juan Valiente lograron escapar y dar aviso de lo sucedido; no obstante, los indígenas aprovecharon el caos para huir de los lavaderos, lo cual generó un escenario todavía más complejo, por cuanto la extracción de metales preciosos no podría continuar.

La destrucción del bergantín es una consecuencia palpable de la resistencia, que refuerza las habilidades organizativas del enemigo y anticipa resultados aún más intrincados, los cuales podrían incluso emular el abandono de la tierra sucedido en el Perú. De esta manera, se pone a prueba la tenacidad de los peninsulares, en un contexto en que la rebelión es inevitable. Valdivia comienza a fraguar el artificio: erigir un relato que no sea perjudicial y que le permita afianzar su superioridad, un juego retórico que determinará en gran medida la percepción de la conquista de Chile y el rol del conquistador en esta.

Santiago en llamas: una derrota que se cuenta como triunfo

Desde su fundación en febrero de 1541, Santiago constituyó el pilar de la dominación en el territorio, como Valdivia indica al monarca: “[es] el primer escalón para armar sobre él los demás y ir poblando por ellos toda esta tierra”32. Tras enterarse de la destrucción del bergantín, se dirigió al valle de Aconcagua y dejó encargada la ciudad a su teniente Alonso de Monroy. Durante este periodo, los indígenas liderados por Michimalonco atacaron Santiago, como lo relata el conquistador:

habiendo dejado la guardia della al capitán Alonso de Monroy con treinta de a caballo e veinte peones, vinieron hasta ocho mil indios de todos los valles atrás e dieron en la cibdad y quemáronla toda sin dejar un palo enhiesto en ella, y pelearon todo un día con los cristianos y matáronles veinte e tres caballos e dos cristianos, quemándosenos cuanto teníamos para remudar y proveer a los trabajos de la guerra, no quedándonos más de los andrajos e armas que traíamos a cuestas; y al venir de la noche, estando todos los cristianos heridos, dan en los indios con tanto ánimo que los desbaratan, e huyeron, e fueron matando en el alcance toda aquella noche.33

Está acción desarticuló por completo la dominación peninsular, aunque la retórica le permite a Valdivia reducir los efectos negativos al presentar esta derrota como una “victoria sanctgrienta”34. Con respecto a este pasaje, Eduardo Barraza sostiene que, “mediante su competencia discursiva, el conquistador [...] puede elegir el registro verbal adecuado para transformar los fracasos en triunfos meritorios”35. Esta particularidad se complementa con la exposición grandilocuente de los soldados y el auxilio del apóstol Santiago, quien habría estado presente durante la batalla: “cobraron tanto ánimo los cristianos con el que su caudillo les ponía que, con estar todos heridos, favoreciéndolos Señor Sanctiago, que fueron los indios desbaratados y mataron dellos grand cantidad”36.

A pesar de ello, el “triunfo” se ve opacado por las descripciones sobre el estado en que se encuentra la ciudad y que convierten a Santiago en el escenario de la “muy cruda guerra”37. Pérez plantea que, a partir de este evento, “[c]omienza a delinearse [...] la característica belicosidad de los indios que vinculará al reino de Chile durante los años subsiguientes con la imagen de la guerra”38. Del mismo modo, el relato se detiene en la destrucción de este enclave como resultado de la ausencia del conquistador, aunando su figura con el destino de la gobernación, procedimiento que genera un efecto ideológico específico: su presencia significa el orden y su ausencia, el caos.

La adversidad que viven los peninsulares se reconoce en frases como: “quemaron toda la cibdad y comida y la ropa y cuanta hacienda teníamos”39 y “se me traslucían las necesidades en que la continua guerra nos había de poner”40. Para añadir dramatismo, el extremeño agrega que los indígenas “seguíannos tanto como los cuervos al cordero que se quiere morir”41, con lo cual daba cuenta del estado de indefensión en que se encontraban y reconocía la imposibilidad de infligir una derrota definitiva a los naturales.

Pérez plantea que “[l]uego del incendio de Santiago el panorama que se abre es preocupante, ya que los indios liderados por Michimalongo han destruido los medios de subsistencia”42. En este contexto, Valdivia y sus hombres se ven obligados a entregarse a oficios ajenos a la guerra. Al respecto, escribe al monarca: “para perseverar en la tierra y perpetuarla a vuestra Majestad, habíamos de comer del trabajo de nuestras manos [...] Procuré de darme a sembrar, y hice de la gente que tenía dos partes, y todos cavábamos, arábamos y sembrábamos”43.

El conquistador es hábil y ennoblece su condición y la de sus hombres a partir del “trabajo de nuestras manos”. En términos retóricos, amplifica la hazaña y revela la condición excepcional que adquieren los soldados44. Por lo mismo, escribe a Hernando Pizarro: “entendí en este tiempo fue en hacer oficios que nunca deprendimos, mostrándomelos unos la necesidad [...] y otros me enseñaban la voluntad y deseo que tenía al servicio de su Majestad”45; y aunque el incendio lo obliga a explicitar las dificultades que han sorteado, genera un efecto positivo dentro del discurso.

Concretamente, deben afrontar tres años de guerra, que son utilizados para transformarse en “más que hombres”46. Para continuar con el asentamiento, levantan una vez más la ciudad, gestión que le permite a Invernizzi concluir que “[l]a acción de conquista, unida a la acción colonizadora, la eficacia militar más el esfuerzo y el trabajo humanos han vencido los obstáculos y conducido al héroe al triunfo y el signo de su victoria”47. De esta manera, el incendio de Santiago es un episodio fundamental que da cuenta, por una parte, de la tenaz resistencia indígena, y, por otra parte, de la habilidad que tiene el gobernador para utilizar los escenarios adversos a su favor.

El infortunio de otro barco: los socorros que nunca llegaron

Tras el incendio de Santiago, Alonso de Monroy fue enviado al Perú en búsqueda de socorros materiales para continuar la conquista. Entre estos apoyos se consigna un barco “qu’era de cuatro o cinco compañeros que le compraron y cargaron de cosas para acá”48, el cual no consiguió arribar a puerto, ya que sus tripulantes fueron engañados por los indígenas de Copiapó, como bien se indica en el siguiente pasaje: “los indios de Copoyapo los habían engañado y tomado el barco y muerto al maestro y marineros”49.

Valdivia escribe que, “cuando al paraje desta tierra llegaron, venían tres hombres solos y un negro, y sin batel”50. Estos huyeron en el navío sin detenerse en el puerto Valparaíso por temor a una nueva arremetida. A pesar de su nula experiencia en materias de navegación, lograron llegar hasta el río Maule, donde se completó su trágico destino: “como era por principio de invierno y entró aquel año muy recio, dio con el a través, y los indios mataron los cristianos y robaron la ropa y quemaron el navío”51.

El conquistador fue informado acerca de un barco que había encallado en la desembocadura del río Maule, pero a su llegada “solo pudo comprobar que el buque había naufragado, encontrando los cadáveres de su tripulación y algo de jabón y velas de cera en la playa”52. Esta pérdida fue un duro golpe, pues la guerra se había hecho permanente. Si bien Valdivia no provee información de los tripulantes, sabemos que el barco era capitaneado por un italiano llamado Juan Alberto y era propiedad de una sociedad en la que estaba incluido Diego de Rojas53.

Al monarca le escribe que estos hombres “por granjear la vida [...] hallaron la muerte”54, para expresar su voluntad por venir a Chile. Posteriormente a este suceso, Francisco de Villagra fue enviado a castigar a los indígenas que participaron del asesinato de los tripulantes, mientras Valdivia reconoció la necesidad de erigir un puerto que le permitiera a los barcos arribar a Chile, comprensión que constituye la génesis ideológica de la fundación de La Serena. Este punto es clave, debido a que da cuenta de las estrategias que utiliza el conquistador para permanecer en el territorio, tomando como base estos movimientos; en otras palabras, la resistencia moldea su actuar y determina las acciones que realiza en pro de asegurar la continuidad del asentamiento.

El primer viaje de conquista hacia el sur

En septiembre de 1544, Juan Bautista de Pastene fue enviado a recorrer la zona sur con intenciones de llegar hasta el estrecho de Magallanes. Valdivia y sus hombres no habían logrado avanzar más allá del Maule a causa de la resistencia emprendida en la zona, que se amplificaba por la guerra que antes habían tenido los naturales de Chile contra los incas; por eso escribe al monarca: “el inga no conquistó más de hasta aquí”55. Para acentuar el carácter aciago de esta región, la describe como una de “behetrías”56, es decir, habitada por gente “sin fe, sin rey y sin ley”57, y reconoce que el único modo de llevar a cabo la dominación es a través de la guerra, pues el derecho indígena “está en las armas”58.

El relato da cuenta, al menos, de un inicio favorable de las acciones armadas por parte del conquistador: “[los indígenas] temen y dicen servirán”59; y el carácter coercitivo que expone admite su posicionamiento en un estrato superior. La configuración retórica se aprovecha de este aspecto y el extremeño lo exacerba, fenómeno que se identifica en frases como: “[he] dícholes que sirvan muy bien a los cristianos porque, a no hacerlo, envío ahora a vuestra Majestad y al Perú a que me traigan muchos, y que, venidos, los mataré a todos”60.

Valdivia estaba obsesionado con un movimiento más allá del Maule, a pesar de no contar con hombres ni armas. Él mismo encabezó la comitiva que se adentró en la zona sur, vinculando este avance con el cumplimiento de su obligación con el monarca, traducida en el aumento de sus dominios. El conquistador emprendió el viaje en febrero de 1546 y, junto a sus hombres, se internó en una de las regiones más hostiles de Chile, pero la resistencia detuvo el movimiento. En el paraje de Quilacura tuvo lugar uno de los enfrentamientos más espectaculares que se relata en las cartas, a saber:

un día por la mañana salieron hasta trescientos indios a pelear con nosotros, diciendo que ya les habían dicho lo que queríamos, y que éramos pocos y nos querían matar; dimos en ellos y matamos hasta cincuenta, e los demás huyeron. Aquella misma noche, al cuarto de la prima, dieron sobre nosotros siete o ocho mil indios, y peleamos con ellos más de dos horas, e se nos defendían bravamente, cerrados en un escuadrón, como tudescos.61

Goic se detiene en el uso de “un elevado tono épico” en este fragmento62 y nosotros, en la comparación de los indígenas con los tudescos, como modo de configurar a un enemigo formidable. Se genera así un “discurso de alabanza del valor guerrero”63, que es dialogante con la figura de los peninsulares como su contraparte. Ahora bien, Valdivia logró resistir el ataque y avanzar hasta el río Bío Bío, pero en este lugar se dio cuenta de que “no me podía sustentar entr’ellos con tan poca gente”64, y, tras enterarse de una nueva arremetida, decidió regresar a Santiago. En este escenario, aunque las acciones de resistencia seguían impidiendo la efectiva dominación, le permitieron dotar de tintes épicos su relato, un procedimiento que será reiterativo a lo largo de la correspondencia.

En las puertas de la perdición

En el valle de Copiapó se gestaron varios eventos de resistencia, entre estos, el cautiverio de Alonso de Monroy y Pedro de Miranda. Valdivia escribe que “[Monroy] se ofreció al peligro tan manifiesto por servir a vuestra Majestad y traerme remedio”65, revelando con tales palabras los riesgos que implicaba atravesar esta zona. Para resguardo de la comitiva, les recomendó realizar el viaje de noche, pues esto aminoraría las probabilidades de un ataque; sin embargo, los indígenas del valle se enteraron del ingreso y se levantaron en armas, como bien se muestra en el siguiente pasaje: “llegado al valle de Copiapó, le mataron los indios los cuatro compañeros y prendieron a él y al otro”66.

Durante el cautiverio, Monroy y Miranda conocieron a Francisco de Gasco, “un cristiano de los de Almagro que allí halló hecho indio”67. Sobre este personaje opera un “proceso de transmutación del ser”68, el cual genera una línea divisoria entre los grupos, pues el antiguo soldado almagrista sucumbe ante las gentílicas costumbres de sus captores y se convierte en uno de ellos, mientras que los hombres de Valdivia continúan siendo los varones ejemplares que soportan la adversidad. Ante la efectividad de estas acciones, el conquistador solo puede recurrir al componente divino para explicar la huida de sus soldados, quienes “se pudieron salvar, mediante la voluntad de Dios”69. En la correspondencia no hay detalles sobre el tiempo que Monroy y Miranda estuvieron cautivos, porque el relato -en general- expone la fragilidad. Valdivia presta atención solo a un elemento que es beneficioso para su exposición: huyeron llevando consigo a Gasco, con esperanzas de que pudiera recuperar su identidad y subjetividad70.

Otro evento ocurrido en el valle de Copiapó fue el abandono de los hombres que venían con Antonio de Ulloa a asentarse en Chile. De acuerdo con la correspondencia, el antiguo soldado valdiviano trajo consigo a un grupo de familias que viajaron al territorio, pero las abandonó en las puertas del despoblado de Atacama. Estas, al no contar con armas para defenderse, fueron blanco del ataque de los indígenas. Valdivia escribe que “la cabsa de no matarlos a todos fue que tovieron nueva los indios del valle de otros que vinieron a dar mandado, que salían cristianos de La Serena”71, y revela que no los asesinaron a todos porque recibieron apoyo de los soldados que se encontraban en Coquimbo, quienes llegaron hasta Copiapó para defenderlos.

Para sumar dramatismo, señala que los sobrevivientes “parecían salir del otro mundo”72 y arribaron a Santiago “sin figura de hombres”73. Por lo mismo, la resistencia se vuelve gravitante para impedir el ingreso o la salida de la gobernación. El extremeño utiliza este contexto a su favor, poniendo el énfasis en que siempre habría personas dispuestas a venir y asentarse en el territorio, pues Chile representaba un espacio promisorio más allá de la adversidad.

La Serena en llamas: un alzamiento en la ausencia

La Serena fue fundada en 1544 y en su origen tuvo como problema el reducido número de personas que fueron enviadas a habitar la ciudad: trece, según indica en su carta a los apoderados74, número ínfimo con el que no podrían hacer frente a la gran cantidad de indígenas del valle de Coquimbo. Hacia finales de 1548, los ataques perpetrados por los naturales llegaron a su apogeo y lograron destruir este enclave. Para este momento, Francisco de Villagra se encontraba a cargo de la gobernación, como bien se consigna en el siguiente fragmento:

me dio cuenta mi teniente general de los trabajos que había pasado en la sustentación de la tierra mientras yo falté, y aunque la hallé en servicio de su Majestad, hallé fecho muy gran daño en ella por parte de los naturales, porque hallé ser muertos por sus manos e rebelión más de cuarenta cristianos y otros tantos caballos, e todos los vecinos de La Serena, e la cibdad quemada e destruida y los indios de aquellos valles todos rebelados.75

Este alzamiento es fundamental dentro del relato, pues es la segunda vez que Valdivia se refiere a la unidad de las parcialidades indígenas: “los indios de Copoyapo e de todos aquellos valles [se] habían juntado”76, confederación que la historiografía denomina: “Alianza de los valles del Norte Chico”77. Al respecto, Tomás Thayer Ojeda sostiene que “[l]os infelices moradores [...] fueron empalados i sus pequeños hijos muertos sin piedad”78, mismas imágenes que se presentan en la correspondencia y cuyo énfasis está puesto en el uso del índice lingüístico de primera persona en la configuración retórica: “hallé [...] muertos por sus manos”79.

Villagra se había encargado de sofocar la rebelión; sin embargo, Valdivia ordenó a su regreso que Francisco de Aguirre “castigar[a] a aquellos valles por las muertes de los cristianos y quema de la ciudad”80, además de entregarle la responsabilidad de refundar La Serena. El capitán logró este cometido, pero las acciones de resistencia no cesaron. En este sentido, el discurso revela la imposición de los indígenas y la creciente unidad de las parcialidades, la cual tensionó la permanencia, al mismo tiempo que la adversidad se consolidó como un artificio para engrandecer el actuar de los conquistadores.

Los enfrentamientos en el sur: Andalién y Penco

Desde la perspectiva de Valdivia, las tierras del sur eran las más prometedoras del territorio. Su primera incursión había concluido abruptamente con el enfrentamiento en Quilacura y durante cuatro años no se gestaron nuevos avances. No fue sino hasta 1550 que los peninsulares se internaron otra vez en esta región y los enfrentamientos no tardaron en suceder. El primero de estos ocurrió en el valle de Andalién, en febrero de 1550, como indica a los apoderados: “[l]a segunda noche vinieron, pasado la media della, sobre nosotros tres escuadrones de indios, que pasaban de veinte mil, con un tan grande alarido e ímpetu que parecía hundirse la tierra”81.

La invocación de la guerra sirve para imprimir un tono épico al relato y se consolida cuando Valdivia escribe al monarca que “comenzaron a pelear de tal manera, que prometo mi fee, que ha treinta años que sirvo a vuestra Majestad y he peleado contra muchas naciones, y nunca tal tesón de gente he visto jamás en pelear”82. Los indígenas se convierten así en el grupo de guerreros más formidable que Valdivia ha visto en su vida, hecho relevante si se considera su vasta experiencia militar. En términos históricos, González y Rosati plantean que “[l]a batalla que se lleva a cabo en Andalién demuestra que los indígenas de esta área habían logrado un alto nivel de organización militar”83 y dialoga bastante bien con la alabanza a las cualidades del enemigo.

Andalién constituye el primer gran triunfo peninsular. Esta premisa permite entender por qué el relato contempla tantos detalles, como se reconoce en el siguiente pasaje: “[e]stuvieron tan fuertes, que en espacio de tres horas no pude romper un escuadrón con ciento de a caballo; era tanta la flechería e astería de lanzas que no podían los cristianos hacer arrostrar sus caballos contra los indios”84. Además, se integra la mutilación como modo para desarticular la resistencia. Goic plantea que este acto “entrega una dimensión tan clara como cruenta del propósito punitivo y aleccionador de estas acciones”85.

El cuerpo se convierte en la pilastra sobre la cual se ejerce el poder, en tanto que la liberación de los indígenas mutilados se presenta como prueba de triunfo y recordatorio permanente del destino que aguarda a quienes se opongan a la dominación. En palabras de Daniel Egaña: “el brutal cercenamiento de las narices y las manos de más de doscientos indios cautivos en Andalién trastocó la concepción simbólica de la guerra, de la dignidad de los cuerpos y, por consiguiente, de la reproducción sociocultural del mundo reche”86.

Esta imposición sentó las bases ideológicas para una nueva comprensión de la dinámica de conquista, por eso Valdivia escribe al monarca que ahora los indígenas “podrán servir a sus amos”87. Abstraído con esta victoria, el conquistador se convenció de erigir un fuerte que les permitiera mantenerse en la zona y eligió la bahía de Penco como lugar propicio para defenderse de “la más escogida nación e guerrera del mundo”88. Este fuerte se transformaría en la ciudad de Concepción, pero antes probaría su condición de refugio cuando, el 12 de marzo de 1550, “se presentaron [...] en unos cerros cuatro escuadrones, que habría cuarenta mil indios, viniendo a dar socorro otros tantos e más”89.

Los datos que se proporcionan en la correspondencia dan cuenta de la batalla de Penco como la más grande ocurrida durante el gobierno de Valdivia y exponen “una forma de organización bélica [por parte de los indígenas,] más compleja y ambiciosa de lo que hasta entonces habían tenido”90. El relato es detallado y se presenta en los siguientes términos:

[venían] en cuatro escuadrones de la gente más lucida e bien dispuesta de indios que se ha visto en estas partes, e más bien armada de pescuezos de carneros y ovejas y cueros de lobos marinos, crudíos, de infinitas colores, que era en estremo cosa muy vistosa, y grandes penachos, todos con celadas de aquellos cueros, a manera de bonetes grandes de clérigos, que no hay hacha de armas, por acerada que sea, que haga daño al que las trajere, con mucha flechería y lanzas a veinte e a veinte e cinco palmos, y mazas y garrotes; no pelean con piedras.91

La batalla se decidió nuevamente a favor de Valdivia y sus hombres, y contó con la intercesión del apóstol Santiago y la Virgen María, de manera que se relaciona la épica de la configuración retórica con la clave providencialista de la configuración ideológica. El extremeño describe el sur de Chile como un espacio cifrado por la presencia del mal y a los indígenas, como una fuerza demoniaca liderada por “el diablo, su patrón”92. Esta condición -nunca antes señalada- le permite exaltar su actuar en cuanto emisario de la divinidad y se afianza por medio de frases como: “parece nuestro Dios quererse servir de su perpetuación para que sea su culto divino en ella honrado”93.

Estas apariciones son un componente interesante dentro de la correspondencia. En el caso del apóstol Santiago, se plantea que, con su presencia, “fue tanto el espanto que cobraron [los indios], que dieron a huir”94; mientras que para la Virgen María se transcriben sus palabras: “[n]o vais a pelear con esos cristianos, que son valientes e [l]os matarán”95. La integración de estas figuras constituye un epílogo perfecto para la primera etapa de dominación en Chile. El relato termina una vez más con la mutilación del cuerpo indígena, pues, como escribe al monarca: “mandé cortar hasta doscientos las manos y narices”96.

De esta manera, los triunfos en Andalién y Penco le permiten desdibujar las derrotas que han sufrido a manos de los naturales. Esto no quiere decir que se eliminen del discurso, sino que se difuminan para dar paso a una exaltación que no es figurativa y no depende de la manipulación escritural. Tras más de una década, el conquistador y sus hombres han logrado imponerse sobre su enemigo y este panorama abre un abanico inusitado de posibilidades, la más evidente: constituir la conquista de Chile como una de las mayores gestas que se han visto en el Nuevo Mundo y a Valdivia como un símbolo de la tenacidad; un recordatorio constante de que la voluntad española siempre prevalecería, incluso ante la resistencia indígena.

Conclusiones

Este estudio se ha referido a un aspecto específico de las historiografías sureñas: la resistencia indígena en las fuentes escritas del siglo XVI y su influencia en la construcción de la narrativa histórica y en la legitimación del dominio peninsular. Para Valdivia, estas acciones constituyen una materia escritural imprescindible, aun cuando tensionan el cumplimiento efectivo de su cometido como conquistador y primer gobernador de Chile. Durante más de una década de asentamiento, debió enfrentar una férrea oposición, contexto que lo obligó a manipular los sentidos de la textualización de la guerra, ya fuera por medio de la transformación de las derrotas en triunfos meritorios, o utilizando la adversidad en cuanto modo de enaltecer su figura y la de sus hombres.

Uno de los hallazgos más significativos de este estudio tiene relación con la influencia del factor contextual en la producción escritural del extremeño y, en este sentido, son varios sucesos los que destacan: el incendio de Santiago, el cautiverio de Monroy y Miranda en Copiapó, la destrucción de La Serena, la batalla de Quilacura, entre otros. Los únicos que difieren de esta clave son los triunfos obtenidos en Andalién y Penco, los cuales desdibujan el pasado y le permiten a Valdivia establecer un símbolo categórico de su poder: la mutilación. Además, estos enfrentamientos contaron con la intercesión del apóstol Santiago y la Virgen María, quienes prestaron apoyo en la lucha contra las fuerzas del mal y el enemigo diabólico que representaban los indígenas.

El análisis de estas secuencias devela la complejidad del asentamiento en Chile. Este punto es importante en términos históricos, pues el extremeño no elide la exposición de estos eventos, sino que los presenta como parte constitutiva de su escritura. Solo al final del relato se plantea la dominación como una empresa realmente exitosa; antes de ello, el gobernador ha debido sortear con elocuencia la adversidad, mediante la retórica y su conocimiento sobre la ideología de la conquista, con lo cual consigue que su discurso, negativo en la superficie, no lo sea en la estructura profunda. Esta lectura nos lleva a cuestionar el relato tradicional del periodo temprano, pues la manipulación tiene implicancias también sobre otros registros, principalmente las crónicas de esta etapa (Vivar, Góngora Marmolejo y Mariño de Lobera), que son dialogantes con la correspondencia.

En opinión de Goic, esto da cuenta de la “calculada conciencia” que tiene Valdivia a la hora de escribir y transforma su pluma en una verdadera maquinaria ideológica97. El extremeño es consciente de las consecuencias que produce la resistencia y establece un mecanismo eficaz para que su exposición no sea perjudicial, avanzando de la descripción de los enfrentamientos hacia una narrativa de superación y triunfo. Este procedimiento incidió en la consolidación de uno de los imaginarios más persistentes de la conquista de Chile: el asentamiento en el territorio como una empresa épica. Esta conclusión nos lleva a reinterpretar las motivaciones y agendas individuales, colectivas e imperiales que subyacen en la escritura, enriqueciendo nuestra comprensión de estos eventos y sus consecuencias en una estructura de larga duración.

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1Este artículo fue financiado por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo de Chile, Fondecyt, de Postdoctorado n.º 3240629, del cual el autor es investigador responsable.

3Beatriz Aracil, “Hernán Cortés y sus cronistas: la última conquista del héroe”, Atenea, n.ᵒ 499 (2009): 63, https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-04622009000100004

4Mario Ferreccio, “El epistolario cronístico valdiviano y el scriptorium de conquista”, en Cartas de don Pedro de Valdivia que tratan del descubrimiento y conquista de la Nueva Extremadura, ed. por Miguel Rojas Mix (Barcelona: Andrés Bello; Lumen, 1991), 39; Cedomil Goic, “Retórica y representación: la carta VIII de Pedro de Valdivia”, Nuevo Texto Crítico 5, n.os 9-10 (1992): 21, https://muse.jhu.edu/article/491300/summary; Lucía Invernizzi, “La probanza de servicios y méritos en las cartas de Pedro de Valdivia o el valor de los trabajos de la guerra y los trabajos de la hambre”, en Cartas de don Pedro de Valdivia que tratan del descubrimiento y conquista de la Nueva Extremadura, ed. por Miguel Rojas Mix (Barcelona: Andrés Bello; Lumen, 1991), 250; Rodolfo Oroz, “En torno al léxico de Pedro de Valdivia, conquistador de Chile. Contribución a la cronología del español hispanoamericano”, Boletín de Filología, n.ᵒ 31 (1981): 223, https://boletinfilologia.uchile.cl/index.php/BDF/article/view/46561; Ezequiel Pérez, “Territorios del discurso. Representaciones del Reino de Chile en Pedro de Valdivia y Jerónimo de Vivar (1545-1558)”, Celehis. Revista del Centro de Letras Hispanoamericanas 27, n.ᵒ 35 (2018): 66, https://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/celehis/article/view/2787; José Promis, “Estrategias textuales en las cartas de Pedro de Valdivia al emperador Carlos V”, en Cartas de don Pedro de Valdivia que tratan del descubrimiento y conquista de la Nueva Extremadura, ed. por Miguel Rojas Mix (Barcelona: Andrés Bello y Lumen, 1991), 262.

5Mario Orellana, “Lo verdadero y lo verosímil en las cartas de Pedro de Valdivia, en la crónica de Gerónimo de Bibar y en el poema épico de Alonso de Ercilla”, Revista Chilena de Historia y Geografía, n.ᵒ 170 (2008): 107, http://www.bibliotecanacionaldigital.gob.cl/colecciones/bnd/00/rc/rc0225657.pdf

6Esta carta habría sido escrita en Valparaíso el 15 de agosto de 1545.

7Ferreccio, “El epistolario”, 34.

8Diego Barros Arana, Historia general de Chile, t. 1 (Santiago de Chile: Editorial Universitaria; Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 2000), 212.

9María de Jesús Cordero, “Transformations of the Images of Araucania from Valdivia’s Letters to Vivar’s Chronicle” (tesis doctoral, Princeton University, 1998), 111.

10María de Jesús Cordero, “Cartas de Pedro de Valdivia”, en Historia crítica de la literatura chilena: la era colonial, ed. por Stefanie Massmann (Santiago de Chile: LOM, 2017), 141.

11Pedro Valdivia, Cartas de don Pedro de Valdivia que tratan del descubrimiento y conquista de la Nueva Extremadura, ed. por Miguel Rojas Mix (Barcelona: Andrés Bello y Lumen, 1991), carta II, 68.

12Lucía Invernizzi, “La representación de la tierra de Chile en cinco textos de los siglos XVI y XVII”, Revista Chilena de Literatura, n.ᵒ 23 (1984), https://revistaliteratura.uchile.cl/index.php/RCL/article/view/41199; Lucía Invernizzi, “‘Los trabajos de la Guerra’ y ‘Los trabajos del hambre’: dos ejes del discurso narrativo de la conquista de Chile (Valdivia, Vivar, Góngora Marmolejo)”, Revista Chilena de Literatura, n.ᵒ 36 (1990), https://revistas.uchile.cl/index.php/RCL/article/view/40123; Invernizzi, “La probanza”; Lucía Invernizzi, “El discurso argumentativo en las cartas II y VIII de Pedro de Valdivia”, Boletín de Filología, n.ᵒ 35 (1995), https://repositorio.uchile.cl/handle/2250/132404; Lucía Invernizzi, “La conquista de Chile en los textos de los siglos XVI y XVII: los trabajos de la guerra y los trabajos del hambre”, en Estudios coloniales, vol. 1, ed. por Julio Retamal (Santiago de Chile: Universidad Andrés Bello, 2000).

13Gilberto Triviños, “La sombra de los héroes”, Atenea, n.os 465-466 (1992); Gilberto Triviños, La polilla de la guerra en el reino de Chile (Santiago de Chile: La Noria, 1994); Gilberto Triviños, “El mito del tiempo de los héroes en Valdivia, Vivar y Ercilla”, Revista Chilena de Literatura, n.ᵒ 49 (1996), https://revistaliteratura.uchile.cl/index.php/RCL/article/view/39499

14 Goic, “Retórica y representación”; Cedomil Goic, Letras del reino de Chile (Madrid: Universidad de Navarra; Iberoamericana; Vervuert, 2006); Cedomil Goic, “Retórica de las cartas de Pedro de Valdivia”, en Discursos sobre la invención de América, ed. por Iris Zavala (Ámsterdam: Rodopi, 1992).

15Gérard Genette, Figures I (París: Seuil, 1976); Gérard Genette, Figures III (Barcelona: Lumen, 1991); Algirdas Julien Greimas, “Los actantes, los actores y las figuras”, en Semiótica narrativa y textual, ed. por Claude Chabrol et al. (Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1978); Algirdas Julien Greimas, Semántica estructural (Madrid: Gredos, 1971); Algirdas Julien Greimas, En torno al sentido. Ensayos semióticos (Madrid: Fragua, 1973); Oswald Ducrot y Tzvetan Todorov, Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje (Buenos Aires: Siglo XXI, 1974); José Valles, Diccionario de teoría de la narrativa (Granada: Alhulia, 2002); Helena Beristáin, Diccionario de retórica y poética (Ciudad de México: Porrúa, 1995).

16Gérard Genette, Narrative Discourse: An Essay in Method (Nueva York: Cornell University Press, 1983).

17Roland Barthes, “El discurso de la historia”, en El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y de la escritura (Barcelona: Ediciones Paidós, 1987), 164.

18Invernizzi, “El discurso”, 217.

19Valdivia, Cartas, carta III, 83.

20Valdivia, Cartas, carta III, 83.

21Valdivia, Cartas, carta II, 66.

22Carlos González y Hugo Rosati, “Métodos y formas de resistencia indígena en la crónica de Gerónimo de Bibar”, Diálogo Andino: Revista de Historia, Geografía y Cultura Andina, n.ᵒ 38 (2011): 48, https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=371336248005

23Valdivia, Cartas, carta VIII, 115.

24Valdivia, Cartas, carta III, 83.

25Valdivia, Cartas, carta II, 66.

26Valdivia, Cartas, carta II, 66.

27Valdivia, Cartas, carta II, 66.

28Valdivia, Cartas, carta VIII, 115.

29Valdivia, Cartas, carta III, 85.

30Valdivia, Cartas, carta VIII, 115-116. Michimalonco, líder de los picunches, había convencido a ciertas parcialidades de levantarse en armas contra los peninsulares, demostrando la mortalidad de estos hombres a través de la disección del cuerpo de Roque Sánchez, mayordomo de Valdivia.

31Valdivia, Cartas, carta IX, 143.

32Valdivia, Cartas, carta II, 75.

33Valdivia, Cartas, carta IX, 143.

34Valdivia, Cartas, carta II, 67.

35Eduardo Barraza, Adelantados y escritura de la conquista. Imaginarios historiográficos en la literatura chilena (Santiago de Chile: Universidad de Santiago de Chile, 2013), 29.

36Valdivia, Cartas, carta II, 67.

37Valdivia, Cartas, carta VIII, 116.

38Pérez, “Territorios del discurso”, 71.

39Valdivia, Cartas, carta II, 67.

40Valdivia, Cartas, carta II, 67.

41Valdivia, Cartas, carta III, 87.

42Pérez, “Territorios del discurso”, 73.

43Valdivia, Cartas, carta II, 67.

44Invernizzi, “Los trabajos”, 10.

45Valdivia, Cartas, carta III, 86-87.

46Valdivia, Cartas, carta II, 68.

47Invernizzi, “La representación”, 10.

48Valdivia, Cartas, carta III, 88.

49Valdivia, Cartas, carta II, 70.

50Valdivia, Cartas, carta II, 70.

51Valdivia, Cartas, carta III, 88.

52Carlos Keller, “Don Pedro de Valdivia, creador de la Armada Nacional”, Revista de Marina, n.ᵒ 87 (1970): 625, https://revistamarina.cl/revistas/1970/5/ckeller.pdf

53Isidoro Vázquez de Acuña, “El apoyo naval durante la conquista de Chile por don Pedro de Valdivia”, Boletín de la Academia Naval y Marítima de Chile, n.º 2 (1997): 131, https://www.historianaval.cl/publico/publicacion_archivo/publicaciones/14_2.pdf; Carlos Sayago, Historia de Copiapó (Copiapó: Imprenta El Atacama, 1874), 46.

54Valdivia, Cartas, carta II, 70.

55Valdivia, Cartas, carta II, 75.

56Valdivia, Cartas, carta II, 75.

57Guillaume Boccara, “Colonización, resistencia y etnogénesis en las fronteras americanas”, en Colonización, resistencia y mestizaje en las Américas (siglos XVI-XX), ed. por Guillaume Boccara (Quito: Ediciones Abya-Yala; Instituto Francés de Estudios Andinos [IFEA], 2002), 54.

58Valdivia, Cartas, carta X, 166.

59Valdivia, Cartas, carta III, 93.

60Valdivia, Cartas, carta II, 78.

61Valdivia, Cartas, carta VIII, 117.

62Goic, “Retórica y representación”, 26.

63Goic, “Retórica y representación”, 26.

64Valdivia, Cartas, carta VIII, 117.

65Valdivia, Cartas, carta II, 67.

66Valdivia, Cartas, carta VIII, 116.

67Valdivia, Cartas, carta III, 87.

68Eric Salazar, “El cautiverio de Alonso de Monroy y Pedro de Miranda en el scriptorium de la conquista de Chile”, Cuadernos de Humanidades, n.ᵒ 38 (2023): 26, https://portalderevistas.unsa.edu.ar/index.php/cdh/article/view/4127

69Valdivia, Cartas, carta VIII, 116.

70Salazar, “El cautiverio”, 28.

71Valdivia, Cartas, carta VIII, 121.

72Valdivia, Cartas, carta VIII, 121.

73Valdivia, Cartas, carta VIII, 121.

74Valdivia, Cartas, carta IX, 145.

75Valdivia, Cartas, carta IX, 153.

76Valdivia, Cartas, carta VIII, 129.

77Horacio Zapater, “Los incas y la conquista de Chile”, Historia, n.° 16 (1981): 266, https://ojs.uc.cl/index.php/rhis/article/view/15835

78Tomás Thayer Ojeda, “Las antiguas ciudades de Chile”, Anales de la Universidad de Chile, n.ᵒ 129 (1911): 206, https://doi.org/10.5354/0717-8883.2012.25322

79Valdivia, Cartas, carta IX, 153.

80Valdivia, Cartas, carta VIII, 129.

81Valdivia, Cartas, carta IX, 155.

82Valdivia, Cartas, carta VIII, 131.

83González y Rosati, “Métodos y formas de resistencia”, 71.

84Valdivia, Cartas, carta IX, 155.

85Goic, “Retórica y representación”, 27.

86Daniel Egaña, “Las manos y las narices: la tortura en Pedro de Valdivia, o la construcción de la soberanía por sustracción”, Anuario de Postgrado, n.ᵒ 7 (2006): 161.

87Valdivia, Cartas, carta II, 75.

88Valdivia, Cartas, carta VIII, 131.

89Valdivia, Cartas, carta IX, 156.

90Francis Goicovich, “La etapa de la Conquista (1536-1598): origen y desarrollo del ‘Estado Indómito’”, Cuadernos de Historia 22 (2002): 76, https://cuadernosdehistoria.uchile.cl/index.php/CDH/article/view/47127

91Valdivia, Cartas, carta VIII, 131.

92Valdivia, Cartas, carta VIII, 132.

93Valdivia, Cartas, carta VIII, 132.

94Valdivia, Cartas, carta VIII, 132.

95Valdivia, Cartas, carta IX, 156.

96Valdivia, Cartas, carta VIII, 132.

97Goic, “Retórica de las cartas”, 102.

2Doctor en Literatura, investigador postdoctoral (ANID) en el Instituto de Estudios Humanísticos Juan Ignacio Molina, Universidad de Talca (Chile).

Recibido: 11 de Enero de 2024; Aprobado: 12 de Marzo de 2024

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