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Trabajo social

On-line version ISSN 2256-5493

Trab. soc.  no.18 Bogotá Dec. 2016

 

Artículos

La crianza y el cuidado en primera infancia: un escenario familiar de inclusión de los abuelos y las abuelas*

Early Childhood Rearing and Care: A Family Scenario for the Inclusion of Grandparents

A educação e o cuidado na primeira infância: um cenário familiar de inclusão dos avós

Alba Lucía Marín Rengifo** 

María Cristina Palacio Valencia*** 

** Docente investigadora, Departamento de Desarrollo Humano, Universidad de Caldas, Colombia. alba.marin@ucaldas.edu.co

*** Docente investigadora jubilada Departamento de Estudios de Familia Universidad de Caldas, Colombia. mcpv1950@gmail.com


Resumen

En este artículo se analizan la crianza y el cuidado en primera infancia en el panorama de la familia, el estudio revela dinámicas de los enlaces intergeneracionales a través de la participación de los abuelos y las abuelas. No es lo mismo asumir la obligación de la crianza que brindar apoyo y atención en momentos puntuales. Entre la normatización (participación central) y la flexibilización (participación periférica) que orientan las relaciones y las vinculaciones entre abuelos y abuelas, y sus nietos y nietas, se revela el argumento de la alcahuetería como una compensación emocional de una experiencia previa de maternidad y paternidad.

Palabras clave: abuelos y abuelas; crianza; cuidado; familias; maternidad y paternidad; primera infancia

Abstract

This article discusses early childhood rearing and care in the framework of the family; the study reveals the dynamics of intergenerational links through the participation of the grandparents. Giving support and attention at specific moments is not the same as assuming the obligation of rearing. Between normatization (central participation) and flexibility (peripheral participation) that orient the relationships and the bonds between grandparents and their grandchildren, we see that the grandparents' spoiling of the children is an emotional compensation for a prior parenting experience.

Keywords: grandparents; rearing; care; families; maternity and paternity; early childhood

Resumo

Neste artigo, analisam-se a educação e o cuidado na primeira infância no cenário da família. O estudo revela dinâmicas dos laços intergeracionais por meio da participação dos avós. Não é a mesma coisa assumir a obrigação da educação do que oferecer apoio e atenção em momentos pontuais. Entre a normatização (participação central) e a flexibilização (participação periférica) que orientam as relações e os vínculos entre avós e netos, revela-se o argumento do "mimo" como uma compensação emocional de uma experiência antecedente de maternidade e paternidade.

Palavras-chave: avós; educação; cuidado; famílias; maternidade e paternidade; primeira infância

Introducción

El desarrollo de un país y las dinámicas sociales que presenta tienen un soporte en los movimientos poblacionales que se miden a través de los datos demográficos. Según la Encuesta Nacional de Demografía y Salud (Profamilia 2010) el incremento en la esperanza de vida para el año 2012 es de 73,78 años, con un comportamiento diferencial para las mujeres de 77,53 años y para los hombres de 70,20 años; esto indica un cambio en la proyección de la vida individual y social sobre el envejecimiento, los grupos poblacionales viejos y la ancianidad.

Este comportamiento demográfico de la esperanza de vida se revierte en el ambiente familiar y cotidiano de las personas, en clave de cambios y reconfiguraciones de las formas de organización mediante la familia multigeneracional, multinuclear o extensa en la cual se encuentran las personas viejas no solamente porque requieran atención, sino porque ellas proveen cuidado y crianza por solidaridad intergeneracional. Esta forma de organización tiene como fundamento la coexistencia en el hogar de más de dos generaciones y llega a ser crecientemente "vertical" y cada vez menos "horizontal" dada la mayor presencia de abuelos y tíos, y el menor número de hermanos y primos (Profamilia 2010). Además, otra derivación que puede presentarse en torno al incremento de la esperanza de vida se relaciona con la consolidación y disponibilidad de redes familiares de apoyo y colaboración para la crianza y cuidado de las nuevas generaciones, independiente de la coresidencia en el mismo hogar.

En este panorama, los cambios que se presentan en el mundo familiar no se refieren solamente a sus diversas formas de organización, sino que se interrogan por las condiciones que presentan los enlaces intergeneracionales en los procesos de crianza, cuidado y socialización de los niños y las niñas; en otros términos, es el reconocimiento de la participación en estos procesos de otras personas, diferentes al padre y/o la madre.

La pregunta por la participación de los abuelos y las abuelas en la crianza y el cuidado en un grupo de niños y niñas en primera infancia tuvo como escenario el entrelazamiento de territorios y pertenencia institucional. Desde los primeros, fueron cuatro municipios del oriente del departamento de Caldas: Manzanares, Pensilvania, Marquetalia y Marulanda, con un profundo anclaje económico y cultural en el mundo rural y campesino, y los Centros de Desarrollo Infantil (CDI) como el marco institucional que permitió la inclusión de los abuelos y las abuelas informantes, de niños y niñas entre los 4 y 5 años.

Algunas características en torno a la unidad de información fueron las siguientes: en los cuatro municipios participaron en los grupos focales un total de diecinueve abuelos y abuelas, en los talleres de juego participaron 68 niños y niñas y las entrevistas semiestructuradas se realizaron con un total de diez abuelos y abuelas. En relación con la organización familiar se encontró un predominio de la familia multigeneracional en un 58 % con la presencia en el hogar del abuelo y/o abuela, respecto al 42 % de familias nucleares, en las cuales estos cuidadores viven en otros hogares diferentes. Una jefatura femenina en un 63 % en relación con un 37 % de jefatura masculina. Los abuelos y las abuelas participantes en los cuatro municipios se distribuyeron entre un 95 % de abuelas y el 5 % restante de abuelos. Se agruparon en tres rangos de edad de los 40 a los 50, de los 51 a los 60 y más de 61 años. El primer y el tercer rango corresponden cada uno al 37 % de quienes participaron y el segundo al 26 % restante. En lo que respecta a la escolaridad, el 21 % se constituye por mujeres sin escolaridad, el 26 % la primaria completa e incompleta y para la secundaria el 11 %. Finalmente, la ocupación de las abuelas consultadas corresponde al trabajo doméstico en un 63 % y los abuelos participantes son agricultores, jubilados y con actividades en oficios varios.

Con base en algunos planteamientos de Micolta, Escobar y Maldonado (2013), se identificaron dos formas de participación de los abuelos y las abuelas en los procesos de crianza y cuidado de sus nietos y nietas: la central y la periférica. La primera, cuando asumen la obligación y la responsabilidad directa y permanente de la crianza, se relaciona con la familia multigeneracional y la convivencia con el abuelo y/o la abuela en el hogar; la segunda se presenta cuando el abuelo o la abuela no comparte el mismo hogar y su participación se orienta a prestar atención o poner cuidado a los nietos y nietas en un tiempo corto mientras llega el padre y/o madre. Las razones de la participación central se encontraron en la maternidad y paternidad temprana, el proyecto educativo y la movilidad poblacional nacional o internacional por vinculación laboral de los hijos e hijas y el padre o madre sin pareja. La periférica se argumentó desde el apoyo y la colaboración puntual, asociado especialmente al trabajo y jornada laboral del padre y/o madre de los nietos y nietas.

La estructura familiar y social contemporánea hace visibles los cambios y permanencias en las dinámicas del cuidado y la crianza, con la detonación y la movilización de redes de cuidado y la vinculación de otras personas, como es el caso de los abuelos y las abuelas. Asimismo, se percibe la conservación, con fuerte arraigo, de una ideología de la familia (Barrett y Mcintosh 1991) que marca una paradoja: por una parte, la naturalización de la unidad familiar nuclear en cabeza del padre y la madre como el modelo funcional, y por otra, la presión de los valores altruistas de la solidaridad, la cooperación, la ayuda y el favor de los integrantes de la red parental. Y es en este escenario donde aparece la vinculación de los abuelos y las abuelas, quienes además cargan con cierto sentido de preservar el linaje y la continuidad de la historia familiar (Palacio, Sánchez y López 2013, 140), además de prolongar de cierta manera el ejercicio de actuar como madres y padres en sus propios nietos y nietas.

El ser abuelo o abuela configura la ampliación y movimiento de la red parental a través de la paternidad o maternidad de los propios hijos o hijas; sin embargo, esto no implica ni garantiza su participación en la crianza y el cuidado de los nietos y las nietas. En esta línea, se identifica el abuelazgo como una práctica familiar de crianza y cuidado en primera infancia, a partir de la vinculación de los abuelos y/o abuelas; quienes en la tradición cultural paisa1 han jugado un papel de alta valoración, como lo planteó Gutiérrez de Pineda (1968). Son enlace intergeneracional, referente del linaje, cargan la historia familiar y se constituyen en soportes del apoyo y la colaboración familiar.

La individualización, la nuclearización de la vida familiar y la transformación de la sexualidad (Giddens 1992) en la sociedad contemporánea acompañan la vinculación de la mujer a los ámbitos educativos y laborales extradomésticos; esto produce cambios en las prácticas convencionales de considerar la crianza y el cuidado como exclusivamente maternales femeninos, y demanda la inclusión de otras personas cuidadoras como son los abuelos y las abuelas.

Esta condición enfrenta a los abuelos y abuelas con paradojas emocionales y afectivas. Hay un reconocí-miento en torno a una gratificación que se acompaña en algunas situaciones del sacrificio, la renuncia y la resignación, así como también de la culpa y de la deuda. Un escenario emocional que puede enredarse en algunos señalamientos morales, religiosos y sociales respecto al "qué dirán", a la crítica sobre la crianza que le dieron a sus propios hijos e hijas, al abandono e incumplimiento de ellos y ellas ante las nuevas obligaciones, y también al peso de cierta amenaza de acciones legales e institucionales respecto a la situación que pueden tener sus nietos y nietas, en correspondencia con los nuevos discursos sobre los derechos de los niños y niñas, que se manejan institucional y socialmente en Colombia.

El tema del abuelazgo y la pregunta por la participación en los procesos de crianza y cuidado de los niños y niñas son abordados en algunas investigaciones que permitieron marcar dos ejes de referencia, uno acerca de la participación de los abuelos y las abuelas en la dinámica familiar. Rico, Serra, Viguer y Meléndez (2000) focalizan la imagen de favoritismo que los nietos o nietas tienen de los abuelos y abuelas y su relación con las características sociodemográficas que presenta el grupo familiar; en esta relación se indaga por la presencia de estilos de vínculo más flexibles y menos rígidos, y se ha encontrado en la abuela la referencia con mayor favoritismo, a partir de la frecuencia y la presencia más cotidiana de ellas en la vida de los nietos o nietas, pero relacionado también con la visión tradicional del cuidado como una tarea femenina.

González Bernal (2007) encontró que el abuelazgo se produce en un rango de edad entre los 50 y 60 años, lo cual marca una experiencia entre 10 y 20 años en la participación de la crianza y el cuidado de los nietos(as), en la que además se conjuga la entrada en esta relación de bis/abuelo. La mayor probabilidad es convertirse en abuelo antes de los 60 años. Cada vez se va constatando en mayor medida que los abuelos pueden pasar en el rol durante varias décadas, así, en nuestro estudio aparece que la tercera parte de los encuestados lleva participando del rol entre 21 y 30 años y otra tercera parte lleva siéndolo entre 11 y 20 años, y casi el 10 % más de 30 años. Por otra parte, tan solo un 10 % de los abuelos tiene bisnietos, y de los que sí tienen, la mayoría tiene entre 1 y 2.

Moreschi (2009) indica que en España el 65,8 % de las abuelas son cuidadoras de sus nietos y el 34,4 % de abuelos son cuidadores. Mientras que estos últimos realizan con sus nietos actividades lúdicas y reparación de sus juguetes, las primeras asumen la alimentación, la higiene y el vestido de las nietas o nietos. Diversos son los significados del papel social de abuela y la expectativa de su participación en la familia, siendo la mayoría de ellos relacionados con tres tareas fundamentales: apoyar a los hijos mayores, cuidar a los nietos y colaborar en su crianza.

El segundo eje de referencia alude a la participación de los abuelos y abuelas en la educación de los nietos y nietas, Sanz, Mula y Moril (2011) señalan el cuidado de los nietos y las funciones típicas de los abuelos. De aquí se propone impulsar una educación que actualice el papel realizado por los abuelos como educadores de los nietos sin que renuncien a sus aspiraciones personales. Se plantea la creación de espacios de socialización y formación para abuelos, que permita compartir experiencias, actualizar conocimientos y generar nuevas estrategias educativas enmarcadas en una metodología definida por parte de los abuelos en el proceso de aprendizaje y de adaptación de los abuelos/ as a las nuevas realidades y necesidades familiares.

El abuelazgo y la primera infancia

García (2013) devela las transformaciones que han sufrido las familias para llegar al punto actual principalmente el cambio de rol de los abuelos, quienes entran a encargarse de la educación y cuidado de sus nietos, mientras sus padres se ausenten. Entre los hallazgos se puede concluir que a lo largo de la historia los abuelos han tenido siempre un papel muy importante en la transmisión de valores sociales y emocionales, en la actualidad, los abuelos están volviendo a recuperar tareas en relación al cuidado, la crianza y la educación de los menores, lo que los convierte en un elemento provisor del bienestar familiar imprescindible para la conciliación de la vida laboral y familiar, cuya dedicación ha pasado de ser voluntaria y esporádica a ser, en algunos casos, una dedicación de jornada completa. En lo que a la crianza propiamente dicha se refiere, a los abuelos y abuelas no les surgen necesidades significativas, a excepción de los casos en los que el estado de salud y/o determinadas características personales son obstáculos que dificultan el cuidado de los nietos. En el terreno educativo, algunas de las personas que participan señalan la dificultad que a veces supone el establecimiento de normas y límites, así como también acuerdos y toma de decisiones que deberían ir en consonancia con lo que harían los padres y madres de los nietos a cargo.

La Unesco (2004) resalta la labor de los abuelos como referentes educativos para los nietos en ausencia de sus padres por cuestiones laborales. Así, se busca darle un reconocimiento esencial a la familia como entorno educador primordial e inicial, que al tener las herramientas necesarias podrá garantizar una educación eficiente en la primera infancia, ya que los responsables de la crianza de los niños también han cambiado, desde la familia extendida, donde abuelos, tías y padres participaban de la crianza, a la actualidad, donde son los padres y madres o uno de ellos. A su vez, con la incorporación de la mujer al trabajo, el padre cada vez participa más de esta actividad- aunque en Latinoamérica la mujer continúa siendo la principal responsable-; y la crianza actual mantiene los roles tradicionales de cuidado, protección y educación de los más pequeños, particularmente en lo que se refiere a la enseñanza de las pautas de socialización propias de la cultura de la familia.

En el marco nacional, Cardona (2009) descifra y comprende el lugar que tienen los abuelos y las abuelas en el contexto familiar colombiano. Señala los cambios en el abuelazgo desde los giros demográficos, centrando su análisis en los abuelos y abuelas jóvenes; un argumento que respalda con los datos de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud (ENDS) al plantear que de cada cuatro adolescentes colombianas entre 14 y 19 años, una de ellas está embarazada o ya es madre, lo que arroja un porcentaje del 25 %. Cardona considera que hoy los nietos llegan a la vida de los abuelos cuando estos todavía son activos en el sentido laboral y social, son independientes y tienen intereses personales claramente definidos. Además, plantea que la construcción del vínculo entre el abuelo y el nieto es una creación inicial del abuelo y como reacción a tal iniciativa, el nieto corresponde en proporción a su crecimiento y desarrollo.

Micolta, Escobar y Maldonado (2013) estudian "el cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes", producto de una investigación sobre familia y migración internacional, donde el abuelazgo también aparece asociado con los procesos de migración internacional. Este concepto es entendido como una red parental de cuidado, lo consideran como un referente central no solamente en la migración de padres y/o madres sino por otras razones como la maternidad y paternidad temprana, la ausencia del padre y la vinculación laboral de la madre. En este sentido, argumentan que los niños y niñas no quedan abandonados o huérfanos, ni tampoco al cuidado de instituciones o personas desconocidas.

Ochaita y Espinosa (1995) en el artículo: "Los abuelos favoritos: desde la percepción de los adolescentes en la ciudad de Armenia", producto de una investigación que forma parte de los estudios sobre abuelazgo, describen, desde la percepción de preadolescentes de la ciudad de Armenia, la figura del abuelo favorito a partir de características tales como la edad, el sexo, la familia de origen, la ocupación, la ubicación geográfica y la frecuencia de contacto, que muestra cómo esta figura varía en función de las características del nieto. Los resultados indican que los nietos y nietas eligen como abuelo favorito en mayor porcentaje a las abuelas (81,4 %), de línea materna (62,1 %), entre 60 y 70 años (43,8 %), jubilados o amas de casa (72,8 %), viven en la misma ciudad que sus nietos (32,7 %), les ven casi todos los días (47,4 %). Así, la edad del abuelo favorito varía de acuerdo con la estructura familiar y el orden de nacimiento del nieto o la nieta, cuando la madre trabaja, los nietos prefieren en mayor proporción a las abuelas maternas; la distancia geográfica y la frecuencia de contacto entre abuelos favoritos y nietos varían en función de la estructura familiar, el número de hermanos y el orden de nacimiento del preadolescente.

La investigación "Padres y madres en cinco ciudades colombianas", desarrollada entre 1998 y 2000 por un grupo de investigadoras de las Universidad Nacional de Colombia sede Bogotá, la Universidad de Antioquia, la Universidad del Valle, la Universidad de Cartagena y la Universidad Autónoma de Bucaramanga, afirma que:

[...] Se destaca el papel de las abuelas ante las necesidades de las madres solteras, porque, gracias al apoyo brindado, estas logran seguir en el sistema educativo o cumpliendo el papel de prove edoras [...] la convivencia de tres generaciones en la misma vivienda flexibiliza las fuentes para compartir los recursos, proveer a los desprotegidos, compartir viviendas amplias, o asumir la protección de los niños(as) cuando las madres se ausentan por circunstancias laborales. (Puyana 2003, 72)

Aguirre (2002) establece la importancia de generar investigaciones en asuntos relacionadas con la crianza. Los datos que se tienen sobre las prácticas relacionadas con esta son todavía fragmentarios. Adicionalmente, son muy escasos los estudios que abordan con instrumentos confiables la relación entre prácticas de crianza y pobreza, lo cual no permite que se pueda estimar el grado de impacto que tiene esta circunstancia extrema sobre las relaciones intrafamiliares, específicamente la interacción entre padres e hijos.

Las investigaciones alrededor de las y los abuelos han sido abordadas desde distintas perspectivas, cada una de las cuales se centra en aspectos concretos como los datos estadísticos, la psicología, la gerontología, con énfasis en los efectos psicosociales y culturales del envejecimiento.

El creciente aumento de la expectativa de vida al nacer a nivel mundial y las nuevas formas de organización familiar han otorgado a los abuelos y abuelas un papel fundamental y han tenido que intervenir de manera directa o indirecta en la crianza y cuidado de sus nietos; de hecho, en muchos casos viven bajo el mismo techo con la nueva familia por diversos motivos.

Algunos estudios han demostrado que los abuelos y abuelas intervienen en épocas de crisis para mantener a la familia y ayudar a que esta salga adelante en caso de una enfermedad, muerte de alguno de sus integrantes, migración a otro país o imposibilidad de hacerse cargo de sus hijos e hijas; de allí que se establecen relaciones intergeneracionales significativas para el cuidado y la crianza, con una participación importante en la configuración de los vínculos emocionales y afectivos.

Al respecto, Osuna (2006) agrega:

En la sociedad actual están aconteciendo una serie de cambios en la estructura de la familia, en su ciclo y evolución en los roles tradicionales, en la aparición de nuevos roles y en las relaciones intergeneracionales. Esta situación cambiante afecta el rol de abuelo y abuela, y en la actualidad, nadie cuestionará la importancia que están adquiriendo los abuelos en las relaciones familiares, ya que el número de personas que llegan a ser abuelos, aumenta, así como también crece el número de años que los abuelos pueden compartir con sus nietos. (16)

Además de estas transformaciones señaladas en las últimas décadas, existen otras derivadas de cambios demográficos, laborales y económicos, en torno a la mayor esperanza de vida, la incorporación de la mujer al mundo laboral o el aumento del promedio de años que los jóvenes permanecen dentro del sistema educativo formal.

Estos asuntos ejercen una notable influencia en la participación del abuelo(a) en la crianza y cuidado de los nietos(as). Todas estas transformaciones, junto con la diversidad actual de formas familiares, conllevan, en términos de Barragán (1997), interrelaciones entre cinco generaciones, las cuales poseerán sistemas y formas de vida disímiles, a saber: la básica de los padres y madres, precedida de la de los abuelos(as), el nuevo orden familiar que se origina cuando se contrae matrimonio, el sistema de los hijos(as) y el de los nietos(as). Estas generaciones reciben el legado y toda la tradición histórica de sus familias, y además participan en diversos cambios culturales, económicos, sociales y ambientales, lo que genera nuevas dinámicas familiares (215).

Asimismo, en la investigación realizada por Henao (2011), una de las recomendaciones derivada es:

Los estudios intergeneracionales sobre la familia y la infancia deben seguir siendo abordados, para aproximarnos a conocer más los fenómenos, características, modos, pautas y formas de crianza de nuestras comunidades, y a su vez replicar las experiencias positivas. Y además una vez se hallen costumbres no pertinentes, también proceder a no repetir esas historias que no aportan a la construcción de una sana convivencia.

Finalmente, la investigación que soporta este artículo se focalizó en torno a la pregunta sobre las condiciones y las características de la participación de los abuelos y abuelas en la crianza y el cuidado de los niños y niñas, y definió un objetivo orientado a comprender algunos aspectos de su participación.

Metodología

El diseño de la investigación se sustentó en un método cualitativo, porque se buscaba hacer visible, desde las voces de los abuelos y las abuelas, las características que presentan los procesos de crianza y cuidado en la primera infancia, comprendida entre los 0 y 6 años en los Centros de Desarrollo Infantil, proceso que permitió develar el sentido relacional y vinculante, al entrelazar el tiempo del mundo de la vida, el relato narrado y la lectura o interpretación de este, en torno a la unidad de análisis del abuelazgo.

Estas narraciones se configuraron desde un grupo focal por municipio con la participación de 10 personas, para un total de 40 abuelos y abuelas; 16 entrevistas semiestructuradas (cuatro por municipio), cuatro talleres lúdicos con la participación de un promedio de 15 niños y niñas entre 4 y 5 años, y cuatro conversaciones, una en cada municipio con educadoras de los Centros de Desarrollo Infantil (cdi). El desarrollo de cada una de las técnicas se respaldó en una guía de orientación que fue validada en una prueba piloto, para darle confiabilidad al rigor del registro de la información. De igual manera se contó con la firma del consentimiento informado por cada persona participante de la investigación.

Asimismo, los relatos se sometieron a una codificación y sistematización para encontrar la consistencia conceptual y metodológica de las categorías centrales del abuelazgo, como la participación, la crianza y el cuidado; y las categorías que emergieron de la investigación fueron la compensación vital emocional, la diferencia entre la crianza y el cuidado, los dilemas emocionales y los sentimientos ambiguos que se producen en esta dinámica interaccional.

La estructuración de la investigación conectó dos unidades metodológicas: la de información, enunciada anteriormente, y la de análisis, en torno a las condiciones y características de la participación de los abuelos y las abuelas en la crianza y el cuidado de los niños y las niñas.

Análisis de resultados

Con el abuelazgo se pone en consideración un "modelo social y afectivo" asociado con cuidado, protección, educación, dedicación y manifestaciones de afecto y amor, tanto desde los abuelos y las abuelas, como desde los nietos y las nietas. Además, instala en la cotidianidad familiar la referencia de los consejos por parte de los abuelos y abuelas, con el pretexto de la experiencia y el saber previo de la maternidad y la paternidad, ante la inexperiencia, la juventud y sus proyectos de vida. Por consiguiente, se moviliza el sentimiento maternal y paternal de la protección y ayuda a quienes se estrenan en esa "ardua tarea". Este panorama marca la generación de expectativas y valoraciones emocionales en torno al establecimiento de vínculos emocionales y afectivos con los nietos y las nietas.

Este "modelo emocional y afectivo" se entrelaza con la distinción entre crianza y cuidado. Mientras el primero se asocia con el levantar, dar orientaciones y pautas de comportamiento e implica una dedicación permanente, el cuidado es considerado tangencial en relación con la crianza. Cuidar es atender, con una centralidad en la interacción más valorativa y amorosa que normativa y sancionadora. En otros términos, el tiempo del cuidado es para la comprensión, la confidencia y la alcahuetería2, bajo el argumento y la justificación de la compensación vital y emocional en los abuelos y abuelas.

Respecto a lo anterior, podría sospecharse que desde esta perspectiva sobre el abuelazgo hay una distancia y, de cierta manera, una oposición entre los calificativos de amor, afecto y comprensión con el marco normativo, de vigilancia y control; quizás asociado a huellas de la regulación patriarcal que fundamentan el ejercicio de su poder en los dualismos culturales, al poner el afecto en un lugar opuesto y separado a la norma.

A manera de precisión conceptual, se retoman algunos planteamientos de Enrique Orschanski (2013) quien considera que los abuelos y abuelas no solo cuidan, sino que son el tronco de la familia extendida, conector multigeneracional y aportan lo que no se vislumbra: pertenencia, identidad, linaje, conexiones anteriores y posteriores, continuidad y cambio. Los abuelos y abuelas independientes de la edad del ejercicio de su abuelazgo simbólicamente nunca mueren, se hacen invisibles en su corporeidad, pero se mantienen visibles en las marcas que pusieron en la experiencia de la crianza y el cuidado de sus nietos y nietas. Y a su vez, los nietos y nietas representan de cierta manera su inmortalidad y una batalla contra la finitud y el olvido.

Algunos matices sobre los imaginarios sociales del abuelazgo

La noción de imaginario (Castoriadis 1975; 1993) contiene las representaciones que se construyen colectivamente, proyectándose institucionalmente a través de una consciencia colectiva o ideología. Esta trasciende lo individual, no es un agregado y su configuración corresponde con las experiencias relacionales y vinculantes de los agentes sociales. El imaginario da la clave para una identificación de los sujetos en condiciones particulares, en correspondencia con la diversidad y la diferencia con el mundo y otros sujetos, con lo cual construye la alteridad que los distingue y permite una autorreferenciación.

Con base en lo anterior, se parte por considerar el abuelazgo como un proceso relacional que entrelaza tres generaciones con tiempos diferentes mediante la filiación: "el abuelo-abuela del hijo-hija del hijo-hija" o "el abuelo-abuela es el padre o madre, del padre o madre del nieto-nieta". Una marca de parentesco consanguíneo que significa enlace y continuidad del linaje y se encuentra mediado por la experiencia previa de la maternidad y la paternidad. Un enlace intergeneracional que contiene un agenciamiento para la continuidad y la emergencia de giros y movimientos en la manera de hacer, vivir, sentir y pensar la vida social a través de los procesos de crianza y cuidado en la primera infancia.

La conexión del abuelazgo con la experiencia previa de la maternidad o la paternidad contiene un doble modo existencial: desde la marca de una regulación social, expresa un profundo contenido emocional derivado de la pertenencia parental, el reconocimiento del linaje en términos de prolongación más allá de la finitud humana y una valoración de la cooperación y solidaridad intergeneracional entrelazados al sentido y significado de la familia. Y en términos de escenario de interacción indica diversidad de experiencias subjetivas y particulares que pueden circular desde una compensación vital emocional, no repetición, descubrimiento de otras emociones, consciencia y disfrute de la participación, hasta cierta frustración maternal o paternal, quiebre o distancia en la dinámica relacional con los hijos e hijas, una crítica o señalamiento a la responsabilidad de ellos y ellas, y el significado de asumirlo por vía de imposición o espera.

La experiencia del abuelazgo para las diversas voces participantes contiene una profunda connotación emocional:

Los niños y niñas que conviven con esos abuelos la verdad son muy afortunados porque ellos los quieren mucho, en realidad les han dado una acogida tan grande que los cuidan como sus propios hijos, incluso comentamos acá que ese vacío del papá y de la mamá nunca lo llenan esos abuelos por más que ellos quieran, les proporcionen toda la alimentación, lo necesario, lo material. (Abuela 1, Marquetalia, octubre 2014)

Bonita, porque es como si fuera mi hijo, no es como si fuera un nieto porque las abuelitas fueron muy diferentes con uno y todo, pero no, como si fuera también mi hijo, lo he levantado como si fuera mi hijo, no he tenido los tropiezos todavía con el niño ni con la mamá, todo ha sido muy bonito, una relación muy bonita, compartimos los cuatro la casa a toda hora, porque ellos viven ahí conmigo. (Abuela 6, Manzanares, octubre 2014)

Estos imaginarios se construyeron desde su experiencia particular, en las condiciones y situaciones que han marcado su proceso vital, caracterizado por la connotación emocional y afectiva asociada a la parentalidad directa por filiación, la cual tiene dos soportes: la asociación del abuelazgo con la alcahuetería, pero también, el reconocimiento de la confianza que se les brinda, como lo expresaron algunos de los abuelos y abuelas participantes:

Yo les diría a otros abuelos que no sean alcahuetes... porque aunque a mí me lo dicen, yo considero que no lo hago porque lo que hago es ayudarles a que consigan algo... yo les dije no se vayan... aquí no pagan arriendo... así ahorran para que tengan un futuro. por qué uno tiene que sufrir para gozar... además él es mi único hijo. (Abuelo 8, Manzanares, octubre 2014)

Que aprovechen ese momento de ser abuelos... que lo disfruten... que lo vivan... que lo sientan... que dejen salir todo... no importa que digan que uno es alcahueta... uno llega a una edad que todo lo tiene ahí reprimido... hay que dejarlo salir... que es tan bonito... Que ese bebé lo mire a uno a los ojos como en el caso mío. yo todos los días lo despacho porque la mamá se va a trabajar... y le digo cuando lo despido y cuando regresa: "mi amor, te amo" y él me dice: "te amo abuelita"... entonces eso es tan tierno, yo me siento... yo no sé... tan rico. (Abuela 2, Marquetalia, octubre 2014)

Además de la valoración social y el reconocimiento de la profunda emocionalidad que contiene, las y los entrevistados también expresaron una cierta frustración con la experiencia de la maternidad, pero de otra manera, compensada con un reencuentro de sentido y significado de la vida cotidiana, una oportunidad de darle contenido a un vacío, a una ausencia y a una soledad.

Yo lo he vivido tan intensamente porque estaba recién separada de mi esposo y mis hijos ya estaban grandes, y yo llegaba a la casa de trabajar y no encontraba nada, mi vida era más bien como triste, como mucha soledad... porque la verdad es que los hijos crecen y lo van dejando a uno muy solo, a pesar que vivan con uno, es poco lo que uno comparte con ellos. porque ellos viven en su mundo y en sus cosas... y entonces fue llenar ese vacío que me quedó de la separación de mi esposo y llegó el nieto en un momento apropiado de darme tanta alegría... y mi vida ya se compuso... tomó otro rumbo, yo ya siento alegría por llegar a la casa, ver el bebé y esa es mi vida... mis bebés. (Abuela 6, Manzanares, octubre, 2014)

Ser abuelos y abuelas no es el producto de una decisión personal, como sí lo fueron, en una tendencia general, la formación de pareja, la vida conyugal, la maternidad y la paternidad; además, esta experiencia es el producto de una obligación impuesta o a la que se llegó por negociación personal, pero ambas situaciones contienen una profunda valoración social.

Hay que aceptar los nietos como parte de la familia, porque muchos dizque no los aceptan, hay que perdonarles a las hijas ese atrevimiento de llevar un hijo a la casa. Sí, hay que reconocer que éticamente y moralmente no está bien hecho. pero ahí ya hay una nueva vida y hay que apoyarlos para que salgan adelante. (Abuelo 3, Marquetalia, octubre 20I4)

La llegada del nieto me ha movido sentimientos, se han despertado tantos sentimientos que con los deberes de esposa y madre estaban dormidos... los hijos crecen y desde adolescentes y cuando se convierten en personas adultas ya no se expresa tanto sentimiento ni tanto amor, pero llega ese bebé a la casa y mejor dicho le sale a uno todos los sentimientos más bonitos. Me cambió mucho la vida. (Abuela 2, Marquetalia, octubre 20I4)

Otra característica que presentan las prácticas del abuelazgo alude a los giros de asociarla con la vejez y la ancianidad, y su presencia de manera temprana en la trayectoria vital, como se enuncia en los siguientes relatos.

Es lo mismo, o sea yo no pensé que iba a ser abuela tan ligero, pero bueno ahí vamos para adelante con este niño; es que como él también vive en la casa entonces es como si fuera mi hijo, él me decía abuela y yo me sentía rara yo decía a qué hora... me ha dado duro... Además, como mis abuelitas eran todas viejitas entonces uno se imagina eso y sí ve la diferencia y que ellos también que peca’o tan jóvenes y con un niño, a uno sí le cambian muchas cosas con todo eso. (Abuela 4, Manzanares, octubre 20I4)

Antes se pensaba que hablar de abuelos era mucha longevidad pero hoy en día hay abuelos que los hijos son sardinos todavía. yo tengo esperanza de ver nietos, bisnietos y tataranietos. (Abuela II, Pensilvania, octubre 2014)

La asociación de la figura del abuelo y la abuela con la vejez se contrapone al refrán popular "embarazo precoz, abuelazgo obligado". Por esto, la llegada de un nieto o nieta tempranamente y de sorpresa (donde hay un tiempo de productividad laboral, obligaciones familiares y escolares, además de otros compromisos sociales) irrumpe en la trayectoria de la vida cotidiana, en los hábitos y rituales diarios asociados con el cuidado y la crianza, no solamente del nuevo bebé, sino de otros integrantes de la familia.

Yo le dije: "no Carolina, qué pereza tan ligero nosotros abuelos, no hemos terminado con los hijos para estar empezando otra vez". Es que volver a empezar no es fácil___en ese momento me dio como nostalgia pero uno va asumiendo las cosas. (Abuela 5, Manzanares, octubre 2014)

Pues eso depende de la actitud que se tenga, sí es muy duro, no se ha terminado de criar a los hijos cuando llega otro bebé. sí, ya no es el de uno pero es como si fuera. Yo tengo mucha responsabilidad, trabajo, tengo hijos. ¿y qué me toca?... pues criar al nieto... ¿A quién les toca criarlos? a las abuelas. Si hay quejas, ellas, las hijas, son las que los tienen y a quien les toca criarlos. pero a la hora de la verdad a uno es a quien le toca. por eso. hay que disfrutarlos... que la labor que se hizo con el hijo lo haga con el nieto. hay que lograr volver a tener un bebé en la casa y disfrutarlo no como una obligación o como una carga... eso me parece terrible, ]qué pecado! (Abuela 7, Manzanares, octubre 2014)

Este peso social se hace evidente en las imágenes tempranas que proyectan y enuncian los niños y las niñas en torno a la interacción con el abuelo y la abuela; una asociación temprana con el afecto, la proximidad, la recurrencia en la atención, la confianza y cierta flexibilidad en la formación normativa.

Mi abuela me dice que me maneje bien, que sea bueno en el jardín y que me porte bien. (Niño 14, 5 años, Pensilvania, noviembre 2014)

Mi abuela a veces juega conmigo, le hace vestidos a mi perrita. (Niña 12, 4 años, Manzanares, noviembre 2014)

Mi abuelita está conmigo, me deja sacar los juguetes. (Niña 13, 5 años, Marulanda, noviembre 2014)

Figuras que circulan socialmente y se validan en los discursos del equipo de funcionarias de los CDI. La presencia de los abuelos y las abuelas en la vida cotidiana de los niños y las niñas se constituye en un referente directo en los procesos de crianza y cuidado, además de estar asociada con cierto desplazamiento o sustitución parental "como si fuera el padre o la madre". Es decir, la figura de cuidador o cuidadora se fusiona con el lugar parental significativo legitimado por la cultura hegemónica que pone como referencia central en la crianza y el cuidado a padres y/o madres; una imagen social que hace de cierta manera invisible el lugar de los abuelos y las abuelas.

Yo creo que los niños ven el papel del abuelo, en una persona muy cercana. (Agente educativo 16, Marquetalia, noviembre 2014)

Yo creo que es más que el papá porque el abuelo puede llegar más fácil al niño porque les colabora con las cosas, en pocas palabras le alcahuetea a uno. (Agente educativo 17, Pensilvania, noviembre 2014)

Ellos siempre están ahí, como si fueran los padres. (Agente educativo i8, Marulanda, noviembre 2014)

Otros componentes de las características encontradas se derivan en la identificación de maneras de actuar y pensar en la vida cotidiana, más allá de los sujetos individuales o de las lógicas e interacciones familiares. Es otra manera de institucionalización, de regulación de cursos de acción, de un obrar y un pensar que proyectan discursos y prácticas, deseos y valoraciones sociales. Lo anterior alude a los discursos institucionales, a una marca que permite identificar el movimiento de una sociedad en un tiempo presente hacia su perspectiva de mirada futura.

Además, es necesario reconocer que, no obstante los cambios presentes, la cultura hegemónica contemporánea tiene una fuerte incidencia en la ideología sobre la familia, la cual se traduce en el valor otorgado a la parentalidad y a la maternización y feminización de la crianza y el cuidado. En este panorama, la referencia al abuelazgo gira de manera ambigua entre un reconocimiento en términos de aporte, apoyo y colaboración y un señalamiento de "disfuncionalidad, orfandad, abandono" en la trayectoria vital de los niños y niñas en su primera infancia3.

Son notables, entonces, los sentidos ambivalentes que movilizan una profunda emocionalidad y proyectan una resonancia significativa en la identificación del abuelazgo con la trama vital de la vejez, la disponibilidad de tiempo por la condición de la jubilación, la solidaridad y la cooperación intergeneracional derivadas de la pertenencia parental; así como la exigencia moral del ejercicio de la maternidad o paternidad y la emergencia de sentimientos de compensación ante la resignificación de la participación en los procesos de crianza y cuidado de nietos y nietas, sin la obligación directa que tienen los padres y madres.

Porque yo ya había levantado a mis hijos, ya los había criado y dije: llegó el momento de mi recompensa, de vivir bueno, de trabajar para mí, mi tiempo libre... y llegan los nietos y volver a empezar. que a trasnochar, que a cambiar pañales... y a mí me ha tocado económicamente casi todo... prácticamente yo le puedo decir que desde que ella está en Argentina, apenas me está colaborando económicamente. (Abuela 5, Manzanares, octubre 2014)

El abuelazgo: una realidad familiar de enlace intergeneracional

Hay una evidencia innegable en relación con la amplia brecha generacional entre el sentido, el peso de la pertenencia parental y la expansión de un individualismo despojado del sentido moral del egoísmo que indica la centralidad de una capacidad de elección y decisión desde los parámetros de una autonomía y un interés personal (Bauman 2006).

Se asiste a un escenario social con profundos cambios y transformaciones en el mundo familiar a través de su organización, composición y arreglos de convivencia y supervivencia, acordes con los tiempos contemporáneos (Beck-Gernsheim 2003; Beck y Beck-Gernsheim 2012; Jelín 1998). Cambios que se hacen evidentes a través de la composición sociodemográfica de las poblaciones que se revierten en el mundo familiar, como lo considera María Teresa Martín Palomo (2009) al plantear que la reducción en el tamaño de las familias, el incremento en la esperanza y la expectativa de vida y la movilización de las mujeres en la vida pública interrogan respecto a las condiciones que presenta actualmente la crianza y el cuidado en la familia. En otras palabras, se enuncia la conexión de las nuevas lógicas y sentidos de vida individual y social con el agenciamiento que se produce en el territorio del hogar, la familia y los escenarios institucionales locales, para encarnar en sentido literal, las dinámicas que se producen en los enlaces intergeneracionales con las nuevas generaciones.

En este marco, el abuelazgo conecta profundas transformaciones sociales y culturales con anclajes ideológicos, especialmente a partir de la década de los sesenta. De la individualización y nuclearización de la familia que planteó Virginia Gutiérrez de Pineda (1968) en esta década, producto de la industrialización, la urbanización y la modernización en la país, donde el abuelo y abuela quedaron separados del hogar neo local, los cambios culturales en torno al lugar de la mujer en la sociedad y en la familia reconfiguraron la posición de los abuelos y abuelas en el proceso de la crianza y el cuidado, ante las nuevas dinámicas familiares que aún se mantienen atrapadas en la ideología de la domesticidad, la maternización y la feminización de la crianza y el cuidado, puestos como fundamento de la nuclearización de la familia (Sánchez y Palacio 2013).

Este asunto relacionado con la vinculación de la mujer a la esfera pública, productiva y generadora de ingresos, al desplazamiento histórico de las nodrizas o madres de leche, a las amas de casa y las empleadas domésticas (para incluir a las mujeres de la red parental extensa localizadas en el ámbito doméstico), con disponibilidad de tiempo, experiencia previa o simplemente en correspondencia con la "condición natural de la mujer hacia el cuidado, la crianza y la atención" (Sánchez y Palacio 2013).

Actualmente, la participación de los abuelos y las abuelas en los procesos de crianza y cuidado produce una tensión y un conflicto que se enredan en el anclaje de una división del trabajo sexual y emocional respecto a la maternidad, la paternidad, la obligación económica, la crianza y el cuidado, y la pertenencia familiar hacia el cumplimiento de los nuevos requerimientos de la supervivencia familiar en el marco de una sociedad capitalista (Puyana, Micolta y Palacio 2013), un asunto que pudo observarse en los escenarios de la investigación, al encontrar que en las familias nucleares y multigeneracionales participantes, las generaciones se entrelazaron en un intercambio de servicios, afectos, manejo del tiempo a tono con "relaciones marcadas por las nociones de responsabilidad y obligación, además de sentimientos de amor y afecto, y también por la negociación y el conflicto" (Findling y López 2015, 13).

La vinculación de la mujer al mundo público de la producción y la asignación de su deber legal en la generación de ingresos para la supervivencia de hijos e hijas mantienen un profundo imaginario social en torno a la obligación de la maternidad. Una estampa que se enreda y confunde con situaciones derivadas de la maternidad y la paternidad adolescente, de un madresolterismo sin soporte económico y con ausencia de padre, de una incapacidad o dificultades para construir la relación materno/paterno filial y la necesidad de consolidar el proyecto de formación educativa y laboral.

Un andamiaje social y familiar complejo que produce movimientos y giros en los procesos de crianza y cuidado, al tiempo que impone requerimientos en la red parental más próxima, ya sea desde una centralidad o posición periférica, que pone el lente en la participación de los abuelos y abuelas. Un ejercicio que por vía de la subrogación o de la concertación puede desplegar tensiones y conflictos con contenidos de dilemas emocionales y afectivos en la relación materno/paterno filial. Además, se manifiestan reclamos de los hijos e hijas por la flexibilidad frente a los nietos o nietas que se acompañan de señalamientos de los abuelos y las abuelas hacia sus propios hijos e hijas.

Cuando lo supe fue muy difícil, yo he sido muy dura de corazón y no dejaba salir esos sentimientos, lloraba y no me gustaba que nadie me viera... me quebré y desnivelé. llegó el niño y me cambió. ahora el problema es con mis hijos, porque me critican, me dicen hoy por hoy que yo no fui cariñosa con ellos, que fui muy estricta con ellos... tenía el alma dura y ahora no... por eso me critican y pelean conmigo. hasta siento celoso al papá de mi nieto... me reclama... me dice... hubiera querido tener una mamá que me hubiera tratado como trata a mi hijo. (Abuela 1, Marquetalia, octubre 2014)

Se consolidan por esta vía escenarios subjetivos e intersubjetivos con contenidos paradójicos emocionales y afectivos que giran entre una compensación vital y emocional derivada del ejercicio de la maternidad y/o paternidad, y la presión que contiene la necesidad de la prolongación del linaje. Paradojas que pueden sustentarse desde tres connotaciones: la primera en torno a la delegación total en los abuelos y abuelas de la obligación de la crianza y el cuidado, parcial o periférica de la centralidad del cuidado y la crianza en la figura de los abuelos y abuelas.

La crianza es levantarlos con mucho cariño, haciendo todo lo posible porque tengan buena educación y buen ejemplo, primero que todo, buenas costumbres; y nos sentimos satisfechos porque estamos apoyando a nuestros hijos en esta tarea, estamos ayudando a dar buen ejemplo (Abuela 2, Marquetalia, octubre de 2014).

Para mí levantar -criar- un nieto es porque nació en mi casa y yo le he criado, eso es levantarlo. Cuando vive aparte y, por ejemplo, viene un mes por cierto tiempo, no es levantar. He tenido el nieto por tiempos, o he ayudado a criar al nieto, pero he levantado a mis nietas, porque han vivido en mi casa, han nacido y han crecido en mi casa. (Abuela 5, Manzanares, octubre de 2014)

Criar es lo que hago con ella desde acostarse y levantarse con ella. Y cuidar es cuando me traen el nieto que yo lo voy a tener unos días, lo voy a cuidar bien, lo voy a atender bien y lo voy a querer. eso es cuidar. (Abuela 9, Marulanda, octubre 2014)

La segunda paradoja se refiere a la detonación de la red parental de cuidado y crianza bajo los presupuestos valorativos de la solidaridad intergeneracional, la certeza del linaje, el ejercicio de un abuelazgo a través de un maternar o paternar impuesto o consensuado y la expresión de una confianza básica que constriñe o mitigue la angustia existencial de los niños y niñas (Giddens 1996).

Sí, es muy duro. no se ha terminado de criar a los hijos cuando llega otro bebé... ya no es el de uno pero es como si fuera. yo tengo mucha responsabilidad. trabajo... tengo hijos. ¿y qué me toca?... pues criar al nieto... ¿a quién les toca criarlos? A las abuelas... si hay quejas. ellas... las hijas son las que los tienen. ¿y a quién les toca criarlos?... pero a la hora de la verdad a uno es a quien le toca de verdad. por eso hay que disfrutarlos. que la labor que se hizo con el hijo la haga con el nieto. (04 Abuela, Manzanares, octubre 2014).

Me gusta porque me abraza, me da la comida y me deja ver televisión. (Niño 12, 4 años, Manzanares, noviembre 2014)

Mi abuela no me regaña, ella regaña es a mi mamá. (Niño 13, 4 años, Marquetalia, noviembre 2014)

Y la tercera paradoja, en cuanto a la sustitución o sobre posición de las figuras parentales del padre o madre en los abuelos y abuelas por ausencia física, es emocional, demuestra señalamientos de incapacidad y de cierta manera de protección al hijo e hija y la prolongación al nieto o nieta.

Eso es como asumir nuevamente la responsabilidad, así como los hijos con los nietos, entonces ellos se convierten en el proyecto de vida de uno, porque uno es en función de ellos para que estén bien. (03 Abuelo, Marquetalia, octubre 2014).

De esta manera, el abuelazgo o "abuelidad" (Noriega y Velasco 2013) contiene cierta denominación de "maternar o paternar" "maternaje o paternaje" a los nietos y las nietas derivado de la intermediación de filiación directa.

La configuración de una interacción abuelo-abuela con el nieto y la nieta, a través de la participación en los procesos de crianza y cuidado, ya sea de manera directa, permanente o central -considerada desde el sentido común como la crianza o "levantarlos"- y la otra, señalada como indirecta, tangencial, esporádica o periférica, nombrada en términos de cuidado o "ponerles atención", como se planteó anteriormente.

En esta segunda característica puede incluirse un elemento de distinción entre crianza y cuidado relacionada con una dimensión espacio-temporal y con la participación, es decir, levantar y criar por parte del abuelo y/o abuela implica una territorialidad compartida total o parcialmente y un tiempo permanente y continuo en los rituales diarios. Una participación que se hace evidente en la formación de prácticas, acciones, hábitos, lenguajes y sentidos de vida, por lo que significa una obligación y responsabilidad más directas, lo que otorga peso conceptual a la denominación de cuidado central -y el "ponerles atención", disponer de acciones en tiempos puntuales, en el espacio propio del abuelo(a) o del nieto(a) mientras no están presentes el padre y/o la madre, se asocia a un cuidado periférico (Micolta, Escobar y Maldonado 2013)- el cual corresponde a una interacción más flexible, sin la carga normativa de la crianza, para derivarse en una interacción con mayor contenido y expresión afectiva.

El abuelazgo, al ser un curso de acción de crianza y cuidado, también contiene una asociación simbólica con una experiencia de intensa emocionalidad, la cual puede girar paradójicamente, entre la obligación impuesta del ejercicio de una maternidad subrogada y la responsabilidad de maternar a hijos(as) de sus hijos e hijas. Una dinámica relacional y vinculante que se representa desde los señalamientos de alcahuetería, permisividad y mala crianza: "alcabuelos4, hasta el reconocimiento de esta participación directa o tangencial en los procesos de crianza y cuidado, como una estrategia de compensación vital y emocional.

Como estuvimos todo el tiempo trabajando, no tuvimos tiempo de estar con nuestros hijitos y los dejábamos desafortunadamente con las empleadas. pero entonces ahora nos estamos dando la gran vida, disfrutando las nietas. (Abuelo 1, prueba piloto Manizales, septiembre 2014)

Con base en lo anterior, podría sospecharse que estos movimientos emocionales en las prácticas y relaciones del abuelazgo corresponden a cierta compensación vital, con matiz de conciencia reflexiva (Giddens 2003). Lo que hice o dejé de hacer con mi hijo e hija no lo repito con mi nieto o nieta, la necesidad de recuperar lo perdido a través de los nietos y nietas; esto no es otra cuestión sino decisiones y nuevas prácticas de compensación de carencias o actuaciones que dejan huella en la experiencia de la vida familiar.

Esta compensación arrastra paradojas, dilemas y enigmas emocionales provocados por las cargas culturales de las culpas y deudas, y una autorreflexión, conectada con los discursos institucionales y sociales de un "tiempo de murmullo", como diría Helena Bejar (1993), y de la fuerza contemporánea de las representaciones públicas de la privacidad y la intimidad. El abuelazgo cuenta con un estatuto social centrado en la emoción y la ternura que proyecta, enseña una imagen de una proximidad incomparable y de una distancia generacional en la cual la jerarquía se relativiza.

Además de lo anterior, podría sospecharse que en el imaginario social y afectivo del abuelazgo se encuentra también cierto matiz de desregulación del patriarcado tradicional, con una flexibilización de la jerarquía en las relaciones entre abuelo-abuela a nieto-nieta que pueden incluir un reconocimiento del niño- niña como sujetos de derechos, con quienes aprenden a conversar y establecer acuerdos. La incorporación de estos nuevos códigos marca la presencia de algunos conflictos con el padre y/o la madre de los nietos y nietas, quienes expresan la sorpresa por los cambios en las prácticas de la paternidad y maternidad respecto al ejercicio del abuelazgo, nominándolo como alcahuetería y mala crianza.

De manera complementaria, en este tiempo se hacen evidentes los cambios en la idea social sobre un abuelazgo asociado a la vejez, la jubilación y la disponibilidad de tiempo; y desde aquí se asocia a la oportunidad de revertir en su participación un favor para ellos y ellas en cuanto a ofrecerles un sentido de vida en el momento final en que se encuentran. Sin embargo, los cambios demográficos que traen el aumento en la esperanza de vida, el incremento del tiempo de convivencia familiar, los embarazos tempranos, la maternidad y la paternidad juvenil y la expansión de diversas formas de organización familiar más allá de la nuclear ponen el abuelazgo como una experiencia temprana para padres y/o madres que se encuentran en plena actividad productiva, incluso de responsabilidad familiar con la crianza y cuidado de sus propios hijos e hijas.

Es precisamente aquí donde se encuentra el dilema, el enigma y la paradoja del abuelazgo, porque su reconocimiento social se soporta en la disponibilidad de tiempo y en la compensación vital que contiene. Sin embargo, emerge el interrogante sobre un abuelazgo impuesto en un tiempo y en unas condiciones individuales que corresponden a una vinculación laboral, incluso en la crianza y el cuidado de otros hijos e hijas. En otras palabras, son los padres y madres adultos jóvenes que se convierten en abuelos y abuelas por sorpresa, inesperadamente, lo que produce un giro y una fuerte tensión en su vida cotidiana, que la atrapa en dilemas emocionales, entre la aceptación porque "qué más se va a hacer" y la sobrecarga de obligaciones, lo que implica en algunos casos volver a empezar.

Tengo muchos problemas con ella... si ella llama, dice que es la mamá pero ella no hace el papel de mamá bien. como debe ser. yo fui la culpable de que ella no fuera mamá y de que ella me hubiera dejado la obligación, quería que saliera adelante, que estudiara, que hiciera algo. y yo le decía. "váyase pues y estudia y trabaja, y me colabora con la niña económicamente". (Abuela 6, Manzanares, octubre 2014)

Más allá de las diferencias que pueden establecerse, las figuras del abuelo y la abuela y su derivación en el abuelazgo contienen una profunda simbolización cultural. No se trata solamente de la representación de su sabiduría, experiencia y la evidencia de una vulnerabilidad, sino también de la significación de la certeza del linaje, la continuidad en el tiempo más allá de la presencia física individual y el ser reconocidos como portadores de la historia familiar, la identidad y la pertenencia.

No obstante esta valoración social de expresiones emocionales en una sociedad con una profunda marca individualista y de racionalidad mercantil, las escenas de sublimación del amor familiar, la ternura que inspiran los niños y las niñas y la dedicación y el sacrifico que implica su crianza y el cuidado por parte de abuelos y abuelas, es necesario situar el abuelazgo como una práctica de crianza y cuidado en un tiempo contemporáneo del capitalismo emocional5 (Illouz 2009); en el cual la participación de los abuelos y abuelas expresa la configuración de arreglos que se soportan en la reciprocidad, la solidaridad, la confianza y la dádiva, como intercambios recíprocos que direccionan el dar-recibir y retribuir (Findling y López 2015, 13). Una localización que, sin desconocer los giros que presentan, aún se mantiene anclada y relegada a la esfera del mundo doméstico, privado, a una feminización y, especialmente, a una disponibilidad de tiempo porque ya se tiene y sobra referido a los abuelos y abuelas que son adultos mayores, lo que les permite aceptar con mayor disponibilidad emocional la obligación y el deber que se derivan de la pertenencia, la solidaridad y la cooperación parental -más si se tiene por línea de filiación-.

Estas escenas se relacionan con los cambios del mundo familiar, que no solamente se refieren a sus diversas formas de organización y arreglos de convivencia y supervivencia, sino que se interrogan por las condiciones que presentan los enlaces intergeneracionales, la formación de los agentes sociales, los movimientos demográficos, la revolución cultural feminista y de la sexualidad, los nuevos códigos que trae la secularización de la sociedad contemporánea y, de cierta manera, una desregulación del patriarcado que pone en cuestión la obediencia incondicional al padre real o simbólico y le da cierta flexibilización normativa y horizontalidad a las relaciones familiares. En otras palabras, es en la reestructuración de los contextos familiares, sociales e institucionales donde se producen los procesos de crianza y cuidado de la primera infancia.

Conclusiones

El abuelazgo se descubre como una experiencia vinculada no solamente a la crianza y el cuidado de los nietos y nietas, sino a la resignificación de su propia paternidad y maternidad. Esta es una realidad social y familiar que se somete a la construcción de otros referentes de crianza y cuidado con una profunda connotación emocional, la cual se configura en una especie de imperativo categórico por la pertenencia parental desde la prolongación del linaje y la solidaridad familiar. Además, se trata de una cuestión vinculada culturalmente a la valoración de la maternidad y la paternidad, para traducirse en un paternar y maternar. Es decir, el abuelazgo expresa un curso de acción de crianza y/o cuidado mediado por la experiencia previa de la maternidad y o paternidad, que traduce la distinción de la participación central (crianza) de la periférica (cuidado). Esta diferenciación se marca en la presión normatizadora de la crianza y la flexibilidad del cuidado, para dar en este último referente el señalamiento de una alcahuetería, como una práctica en la cual los límites normativos y el cumplimiento de reglas se desvanecen o aparecen difusos, sobreponiéndose con mayor fuerza el significado emocional y afectivo.

Pero sea en la crianza como en el cuidado, estos enlaces intergeneracionales se producen en la lógica de la solidaridad familiar, es el significado del don que se naturaliza culturalmente en la pertenencia parental y de cierta manera se argumentan desde la reciprocidad y responsabilidad de cuidar el linaje y la prolongación familiar. En otros términos, podría considerarse que el ejercicio del abuelazgo se nutre de los intercambios recíprocos intergeneracionales mediados por la presión cultural y emocional de dar-recibir y retribuir en la crianza y el cuidado de los niños y niñas. En cierto sentido, es la producción familiar y social de los enlaces entre la continuidad y cambio de la vida social.

El abuelazgo se descubre como una experiencia vinculada no solamente a la crianza y el cuidado de los nietos y nietas, sino a la resignificación de su propia paternidad y maternidad.

En las dinámicas de los enlaces intergeneracionales que se producen en las prácticas del abuelazgo encontradas en los cuatro municipios, se identificaron cambios en los marcos familiares patriarcales, al girar de una obediencia y exigencia de la norma en la experiencia de la maternidad y la paternidad hacia una flexibilización de esta, según los testimonios de los propios abuelos y abuelas. Tránsitos que contienen para ellos y ellas una especie de compensación vital emocional de cierta culpa y pago de deuda por lo que hicieron o dejaron de hacer con sus propios hijos e hijas y que se revierte en la marca del ejercicio del abuelazgo.

A manera de consideración final, se plantea que el tema del abuelazgo y la presencia de los abuelos y las abuelas en la crianza y el cuidado abren el camino en el panorama académico, institucional y de las organizaciones no gubernamentales (ONG). Las preguntas por la familia, los enlaces intergeneracionales, los cambios demográficos, la infancia y la niñez validan el desafío de hacer visible lo que las trampas emocionales y afectivas de la ideología de la familia, el individualismo y algunos estigmas sobre la desintegración familiar y la orfandad de niños y niñas invalidan o plantean como el desastre social y familiar contemporáneo. En este contexto se consolidan la responsabilidad del Estado, las instituciones, la sociedad y la familia para trasegar otros caminos de compresión a la compleja realidad familiar y las nuevas dinámicas de los procesos de crianza y cuidado de los niños y niñas, acorde a los tiempos contemporáneos.

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Entrevistas

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* Convenio interinstitucional entre el Instituto Colombiano de Bienestar Familia (ICBF) y el Departamento de Desarrollo Humano de la Universidad de Caldas, en Manzanares, Marquetalia, Pensilvania y Marulanda, municipios del oriente del departamento de Caldas, Colombia. Convenio 0219, año 2014.

1Denominación popular de las personas que habitan el contexto cultural y territorial del escenario de la investigación que soporta este artículo.

2La alcahuetería es una referencia en el lenguaje común y cotidiano que tiene un amplio contenido emocional en el ejercicio del abuelazgo. Se asocia con permisividad y con ausencia de normas bajo el argumento de que son niños y niñas, y de otorgarles la libertad de hacer lo que gusten, siempre y cuando los abuelos y abuelas no tengan la responsabilidad directa de la crianza, que tuvieron en el ejercicio de la paternidad y la maternidad.

3La referencia de la orfandad de niños y niñas con padres y madres ausentes vivos se instaló en las prácticas institucionalizadas y los discursos sociales a partir de una publicación de la Procuraduría General de la Nación en enero del 2009 en la revista Semana, en relación con la migración internacional de padres y madres.

4Esta expresión de orden coloquial se encontró en el municipio de Pensilvania.

5El capitalismo emocional es un concepto acuñado por Eva Illouz, socióloga marroquí, con el cual analiza los contenidos de las emociones y afectos contemporáneos bajo el lente del mercado y la lógica económica del consumo.

CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO Marín, Alba Lucía y María Cristina Palacio. 2016. "La crianza y el cuidado en primera infancia: un escenario familiar de inclusión de los abuelos y las abuelas". Trabajo Social 18: 159-176. Bogotá: Departamento de Trabajo Social, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia.

Recibido: 03 de Agosto de 2015; Aprobado: 30 de Septiembre de 2015

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